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Aspectos Gramaticales de La Frase Nominal en Español: November 2015
Aspectos Gramaticales de La Frase Nominal en Español: November 2015
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ASPECTOS GRAMATICALES
DE LA FRASE NOMINAL EN
ESPAÑOL
2007
UNIVERSIDADE DE SANTIAGO DE COMPOSTELA
© Universidade de Santiago de Compostela 2007
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Servicio de Publicacións
e Intercambio Científico
Campus niversitario Sur
15782 Santiago de Compostela
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de afrontar su estudio dos son las cuestiones en las que prácticamente todo el
mundo está de acuerdo. La primera es su carácter especializado (por no utilizar el
discutido término de ‘desgastado’), gramaticalizado y ajeno ya al valor adjetivo
inicial de su étimo latino; la segunda, el valor nominalizador, habilitador de una
unidad para funcionar como nombre con valor referencial, al margen de su
significado específico, anafórico o genérico. Pero tras este acuerdo de base, existen
discrepancias sobre otras dos cuestiones importantes, a saber, (a) el tipo de unidad
formada par el artículo y la unidad a la que se adjunta, y (b), la naturaleza
categorial del artículo y, con ello su relación con los demás determinantes
(posesivos, demostrativos o indefinidos) de valor sintagmático similar pero de
ámbito de aplicación más restringido.
CUADRO I
DETERMINANTES BÁSICOS Y ADJETIVOS DETERMINATIVOS EN ESPAÑOL INVENTARIO Y
RELACIONES
POSI-
VALOR UNIDAD
CIÓN
TIPO SUBTIPOS
General
ARTÍCULO
Propiamente (o vacío)
dicho Específic. DEMOSTRATIVOS
Otro
Sendos
-Demost. Este/ese/aquel
-Posesivos Mío/tuyo/suyo Pos.
-Indef. (2) cualquiera
Pos/
Calificativo
ante.
Frases preposicionales
Pos.
Estructuras relativas
Según se constata en el cuadro, el grupo más afín a los determinantes es el
de los adjetivos determinantes, de posición y posibilidades actualizadoras similares
a aquéllos. De hecho, existe un juego de compatibilidades entre estos adjetivos y
los determinantes que permite una subclasificación de estos últimos. Así, los de-
terminantes propiamente dichos (con valor definido) son compatibles con la totali-
dad de los adjetivos determinativos. Los indefinidos, en cambio, muestran una
distribución complementaria en el interior de su propio grupo: su unidad general
(un) puede preceder a todos los adjetivos determinativos excepto a la forma otro(s).
Los indefinidos ‘marcados’ (algún, ningún, cualquier), por su parte, solamente son
compatibles con esta forma otro(s).
(a) que toda unidad es por naturaleza endocéntrica y que, por tanto, posee
un núcleo, y
(b) que el núcleo es la unidad que proporciona a la unidad con la que se
relaciona ciertos rasgos identificadores de su valor sintagmático.
2
Al final de su breve trabajo Brame considera que categorías como PP, S, VP son ‘ata-
jos’ para lo que en rigor sería P(DET(N)), etc., pero, a continuación, se corrige a sí
mismo y dice:
“I would go even farther to suggest that linguists’ shorthand’ in terms of NP is
misleading. Since DET is the HS of DET(N), or to use more traditional
terminology, since DET is the head of NP, and not N as customarily supposed, it
would be better to abbreviate DET(N) as DP, not as NP, and to speak of
determiner phrases, rather than noun phrases. Similarly we should speak of COMP
phrases, i.e. CP, and not S¯” (Brame, 1982, 325).
De este modo, Brame marca el camino para que posteriormente, trabajos como el de
Zwicky (1985) postularan una idea de núcleo (ya sin matices) totalmente nueva y ale-
jada del núcleo léxico relevante como punto de partida de una expansión.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 11
Está claro que el carácter teórico que los estudios generativos otorgan al
determinante está lejos del valor que podemos admitir en un marco funcional como
el que rige este estudio, y ello por varias razones: por el valor otorgado al concepto
de ‘núcleo’; por la falta de distinción del generativismo en cuanto al valor comuni-
cativo autónomo (palabras plenas) y estructural (palabras estructurales); por su
indiferenciación entre determinantes con comportamientos sintagmáticos bien
diferentes y, por supuesto, por los fines generales de los estudios generativos, muy
lejos de los que persiguen una descripción del funcionamiento de la lengua de
acuerdo con propósitos comunicativos. Si he aludido a estos estudios, aunque fuera
3
He criticado este concepto de núcleo en Jiménez Juliá (2000).
12 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
4
Como exponente de la vigencia de esta perspectiva dentro del enfoque filochomskiano,
véanse los tomos presentados al respecto de Coene & D’hulst (eds.) (2003) y, para un
rastreo de opiniones sobre el tema en el endogámico círculo generativo, la introducción
que los editores hacen al 1º tomo de la obra (Coene & D’hulst, 2003).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 13
El segundo grupo, que abarca las dos últimas cuestiones de las cinco
anunciadas, se refiere a la propia naturaleza del artículo como punto de partida de
la frase nominal y, por su mayor ámbito de uso contextual frente a los demás de-
terminantes, la unidad que observamos en las manifestaciones más conflictivas de
la este tipo de estructura. Ligado a ello se encuentra la consideración habitual,
explícita o implícita, de la existencia de un sustantivo siempre que haya un artículo.
Desglosadas, las dos últimas cuestiones, estrechamente relacionadas con lo ante-
rior, serán:
4) por una parte, la asociación que de un modo tan habitual como gratuito
se hace entre la presencia del artículo y la de un sustantivo. Lo que más abajo tra-
taré como el ‘prejuicio del sustantivo’.
El primer grupo, esto es, las tres primeras cuestiones, las trataré en el capí-
tulo 2. Las dos últimas, a partir del capítulo 3.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 17
6
Bloomfield (1933, 194) incluye dentro de las unidades exocéntricas, además de las
frases preposicionales, secuencias como los segmentos en cursiva de “as big as I” o
“bigger than John”, a las que denomina genéricamente phrase subordination.
18 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
7
Bloomfield (1933, 203) incluye entre los determinantes definidos tanto a los ‘adjetivos
posesivos’ como las ‘palabras’ this (these), that (those) y the, todas ellas expansiones
del nombre, junto con los adjetivos.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 19
Es cierto que el término ‘frase nominal’ usado para denominar algo distinto
de lo que en los últimos setenta y cinco años ha designado supone una cierta rup-
tura terminológica difícil de digerir por muchos, sin embargo, la dificultad de hacer
cambios terminológicos drásticos, sobre todo cuando éstos no son transparentes,
parecen aconsejar seguir utilizando el término de “frase nominal”, pese a los ries-
gos mencionados. En efecto, el término unidad caracterizada, que reflejaría más
adecuadamente la unión de un determinante con otra unidad, además de ser vago,
resulta farragoso, por lo que, pese a las particularidades paramorfológicas de los
determinantes, y la naturaleza ‘subsintáctica’ de la construcción ‘frase nominal’,
8
Bello (1847, § 83) habla de ‘frase sustantiva’, y la define, como el resto de las frases,
como la expansión de un sustantivo, siendo éste el tratamiento más habitual entre los
que se ocupan de los sintagmas nominales. Company Company (1991, cap. 1), por
ejemplo, incluye dentro de la frase sustantiva los determinantes, con lo que tiene los
problemas habituales al hablar de las propiedades del núcleo de la propia frase. Fernán-
dez Leborans (2003) evita los problemas del núcleo en frases con determinantes utili-
zando una definición de núcleo que elude rasgos sintagmáticos: “el núcleo no se deter-
mina por su función y distribución, sino por su relación léxica y estructural con un
complemento adyacente” (2003, 19). Por lo demás, Fernández Leborans asume el prin-
cipio chomskiano del endocentrismo y, de un modo más mecánico que convencido, el
carácter nuclear del determinante en el caso de los sintagmas con determinantes (2003,
38), consideración muy alejada del punto de vista aquí defendido (vid. sobre esto Jimé-
nez Juliá (2000).
9
Los argumentos de estas críticas por parte de los defensores del carácter morfemático
del artículo han sido variados. Algunos son, sin duda, derivados de la falta de explica-
ción previa de lo que supone un determinante (por ejemplo, Lanero Rodríguez, 1994).
Otros, sin embargo utilizan la conocida técnica de la crítica ad phantasmam (por ejem-
plo, Gutiérrez Ordóñez, 1994). Y aunque –como acabo de decir– hay que reconocer que
el concepto de determinante en el que se basan las críticas no ha sido suficientemente
explicado, las consideraciones de Gutiérrez Ordóñez (1994, 184-187), mezclando de-
terminantes átonos con tónicos, pronombres con formas adjetivas y, en definitiva, apli-
cando las simplificaciones que aquí se tratan de desterrar, solo sirven como consumo
interno para los previamente convencidos de sus premisas.
20 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Hay, sin embargo, una diferencia crucial desde el punto de vista gramati-
cal: el proceso de gramaticalización que transformó un grupo de estas unidades.
Esta gramaticalización no alteró, naturalmente, el valor de habilitador sintagmático
de las unidades afectadas, y tampoco sus características posicionales, pero hizo
desaparecer su carácter sintáctico y con ello, su posibilidad de recursividad, esto es,
la posibilidad de aplicarse a un conjunto previamente caracterizado por una unidad
de su mismo paradigma. Esta desaparición es el índice más claro de morfologiza-
ción de una unidad, por cuanto sustituye la construcción libre y recursiva por la
construcción fija e inamovible. Tras la gramaticalización, el conjunto de unidades
determinativas quedó configurado en los dos grupos ya mencionados, a saber:
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 25
CUADRO II
ADJETIVOS Y DETERMINANTES. RASGOS DIFERENCIALES
RASGOS UNIDADES
CUADRO III
ADJETIVOS Y DETERMINANTES. RASGOS COMUNES
c) Separar los tres tipos de unidad señalados como portadores de tres valo-
res funcionales (o sintagmáticos, en general) diferentes.
nales con un núcleo de carácter nominal. Las diferencias que podamos ver entre
muchas y buenas en la frase sustantiva (11) no son distintas de las existentes entre
verdaderamente y con sus padres en la frase adjetiva (12):
MODIF. NÚC.
adj.det.
NÚC. MOD.
sust. adj.calif.
MOD. NÚC.
adverb.
NÚC. MOD.
adj.calif. f.prep.
La frase nominal será, por tanto, la unión de un determinante con una uni-
dad que queda así referencialmente identificada. Aunque las posibilidades sin-
tagmáticas del determinante general (el artículo) y los específicos (demostrativos,
posesivos y ciertos indefinidos) no son las mismas, dado que el primero puede
nominalizar cualquier unidad y los otros inciden sobre unidades (vistas como)
sustantivas, su actuación relevante es la misma, de ahí que compartan acción gra-
matical y, con ello, tipo de unidad que contribuyen a formar.
La frase sustantiva, por su parte, es el resultado de la expansión sintáctica
de un sustantivo, esto es, de su expansión potencialmente recursiva (lo que no im-
plica realmente ilimitada) con modificaciones (casa ALTA) o complementaciones
(tendencia A LA DEPRESIÓN), que, como toda expansión, no varía la clase semántica de
su núcleo. La frase sustantiva, en contraste con la frase nominal, pertenece al
mecanismo constructivo endocéntrico que nos permite ampliar recursivamente
otras unidades, sean éstas adjetivas (MUY fácil DE HACER), adverbiales
(VERDADERAMENTE lejos DE LA CIUDAD), verbales (alquilé UN YATE), unidades
sintácticamente complejas (VERDADERAMENTE, si haces eso eres tonto; TODOS LOS DÍAS,
me levanto temprano y desayuno jalea real) o, incluso, unidades paramorfológicas
([algo] TOTALMENTE sin sentido; SOLAMENTE una vez DE CADA TRES), si bien la tradición
gramatical reciente (desde Bloomfield) solo ha acuñado términos para aquellas
estructuras endocéntricas cuyo núcleo es una de las cuatro clases de palabra plenas.
30 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
2.3.1. Generalidades
consideraciones más matizadas como las de Briz (1989). Frente a la visión anterior
se sitúan los que de un modo más o menos generalizado otorgan al artículo una
naturaleza pronominal y, con ello, un valor subordinante con respecto a la unidad a
la que acompañan, que se convierte así en una precisión de la referencia indicada
por el pronombre. Esta visión está relativamente extendida cuando se trata de ana-
lizar la unidad neutra lo, pero también se aplica en algunos casos a manifestaciones
de las unidades el, la, los, las y, en posturas extremas, a todo el paradigma y en
todos los casos. Sostiene esta opinión, así expresada en términos generales, Bello
(1847, § 277 y §§ 973-981) quien habla claramente del artículo como una unidad
pronominal y muy particularmente, del pronombre lo. Fernández Ramírez (1951, §
158) sigue la misma idea y la extiende de un modo algo vago a las formas masculi-
nas y femeninas (cfr. §§ 140 y ss.). Y lo mismo encontramos en Lázaro Carreter,
(1975, § 14.1). Lapesa (1966, 1970, 1979, 1984) habla de función sustantiva del
artículo (no solo lo) en ciertos casos, si bien –como veremos (§ 4.6, infra)– destaca
su naturaleza articular y no parece darle a esa función sustantiva la dimensión
sintáctica que vemos en otros autores. Garrido Medina (1986) habla de núcleo
pronominal en el caso de lo y de las relativas sin antecedente. Finalmente, y de un
modo más categórico, Bosque-Moreno (1990) defienden, en la práctica, la inexis-
tencia de un artículo salvo como nombre de lo que consideran pronombres clíticos
de valor nuclear en el sintagma en el que funcionan. En (§ 3.3, infra) revisaré con
cierto detalle estas propuestas. Si ahora hago alusión a ellas es porque en las dos
posturas mencionadas, con pocas excepciones –como la de Lapesa–, el artículo se
ve como algo cualitativamente distinto de los determinantes, y no como un miem-
bro general y con mayor grado de gramaticalización de un paradigma más amplio.
Veamos, por tanto qué rasgos diferencian al artículo de los demás determinantes y
en qué medida estas diferencias justifican la habitual separación entre el primero y
estos últimos.
sino incluso desgaste fónico y, en gran medida semántico. Unidades bisílabas como
este o algún), o trisílabas (como alguna) conservan el acento secundario en el sin-
tagma (//ésteNiño//, //algúnaKOsa//) pero el grado de gramaticalización es similar
al de los anteriores. Otra cosa, que puede confundir a quien no observe estos fenó-
menos adecuadamente, es la pervivencia de la unidad origen de la gramaticaliza-
ción como unidad plena: la utilización de un demostrativo antepuesto, pospuesto y
pronominal, o de un posesivo abreviado antepuesto y otro pleno pospuesto o nomi-
nalizado da la impresión de la existencia de un juego de unidades en este caso que
no concurre en el artículo. Pero esto, como sabemos, es simplemente falso. El co-
rrelato tónico del artículo es el pronombre personal, y si no hay un correlato adje-
tivo pospuesto es porque las formas adjetivas pervivieron solo como los demostra-
tivos originales que eran, y no, lógicamente, como formas del recién creado artí-
culo. Pero aunque hubiera diferencias en este sentido –que, insisto, no las hay–,
ello no tendría mayor relevancia: tanto la unidad de como la unidad según son
justamente incluidas dentro del paradigma de las preposiciones por los aspectos
antes indicados (grado general de gramaticalización y actuación sintagmática). No
hay duda, sin embargo, de que existen diferencias tanto en el ámbito en el que
pueden actuar como en ciertas condiciones relativas a sus términos (forma de inci-
dir en los verbos, caso de los pronombres, posibilidades de elisión del término).
Igualmente, tan verbo auxiliar es he en (13) como tengo en (14):
El hecho de que tener conserve sus usos léxicos y haber los haya perdido
no incide en absoluto en la consideración de uno y otro como verbos auxiliares de
formas perifrásticas en igualdad de condiciones. La generalización de haber y el
carácter más restringido de tener tan solo influyen en el ámbito de actuación de
uno y otro, pero no en la actuación en sí.
2.3.3.1. Antes de nada hay que decir que la diferencia de ámbito de uso es
relativamente habitual entre los paradigmas estructurales, sin que los elementos
más limitados en cuanto a sus posibilidades sean considerados distintos del general
(normalmente, uno) sino, tan solo, como elementos marcados. Por poner un ejem-
plo de otro ámbito, en castellano tenemos coordinaciones como (15-16) o (19-20),
que tienen una equivalencia tanto estructural como semántica, pero no podemos
decir lo mismo de (17-18) o (21-22):
13
Para el estudio de la formación de construcciones con como es ineludible Cano Agui-
lar (1995). Para los usos de como en español actual vid., asimismo, Jiménez Juliá
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 35
(2003).
14
Sobre esta restricción vid. Jiménez Juliá (1995a, § 3.1.1.2).
15
O, dicho de otro modo, el artículo no aporta un contenido, por lo que presupone el
conocimiento de lo determinado, mientras que los determinantes ‘llenos’ aportan un
tipo concreto de presentación semánticamente diferenciado. Uno y otros, sin embargo,
tienen un mismo resultado sintagmático como habilitadores nominales.
16
O, si quisiéramos hablar con propiedad, una unidad oblicuamente caracterizada me-
diante un procedimiento analítico, de carácter ‘paramorfológico’, como es la preposi-
ción en castellano.
36 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Ahora bien, esto que podemos decir de los adjetivos es aplicable a las de-
más unidades, con la particularidad de que en este caso sus diferencias formales
con los sustantivos no permiten su asimilación a dicha categoría en ninguno de los
casos. Cuando decimos los de Jaén, por ejemplo, estamos haciendo que un rasgo,
en este caso expresado por una unidad preposicionalmente caracterizada, designe
una clase. Y podemos hacerlo precisamente por el vacío semántico del artículo, que
permite interpretar una propiedad actualizada como indicadora de una clase por no
existir ninguna otra operación ‘de contenido’ que lo entorpezca 18. No podremos
decir, en cambio, *mis de Jaen, pues estamos introduciendo, a la par que con el
determinante actualizador, un rasgo ‘adjetivo’ (la posesión) que presupone la com-
prensión de ese sintagma como ‘entidad’, y eso normativamente no ocurre. Pero
puede llegar a ocurrir si se crea esa caracterización, sin necesidad de que se llegue
a una ‘lexicalización’ de la frase preposicional. En cualquier caso, ese conjunto
‘preposicion + sustantivo’ no se convierte en un sustantivo por el hecho de
designar una clase de entidades, ya que conserva todas sus posibilidades –las que
sean– y no adquiere las de un ‘sustantivo’, sino, las de una ‘entidad’, propiedades
que afectan solamente a sus posibilidades de expansión.
17
Y utilizado en su momento por I. Bosque (1989, 185).
18
Insisto, operación ‘de contenido’, pues aporta rasgos al conocimiento de la referencia,
pero no rasgos extensivos o intensivos, sino ubicadores.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 39
(23) el inteligente
(24) el de Jaén
adjetivos sustantivados.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 41
lo cual resulta totalmente adecuado por las razones vistas. Si ahora, dándose las
circunstancias oportunas, quiero expresar estas entidades con, por ejemplo, el inde-
finido cualquier, tendré dos posibilidades, una marcada y otra no-marcada. La
primera será la que utiliza el determinante (por tanto, átono) cualquier y la unidad
inteligente como adjetivo con valor clasemático (cualquier inteligente). La se-
gunda, la que aprovecha la posibilidad de expresar el indefinido de modo pronomi-
nal (cualquiera) para señalar una entidad, dado el valor actualizador que tiene todo
pronombre, utilizando inteligente como expresión de una propiedad asociada a esa
entidad, esto es, como adjetivo (cualquiera inteligente). En esquema:
CUADRO IV
DETERMINACIÓN DE ADJETIVOS Y MODIFICACIÓN DE PRONOMBRES
SECUENCIA
SECUENCIA MARCADA
NO-MARCADA
UNIDAD DETERMINANTE ADJETIVO PRONOMBRE ADJET.
CLASE DE
VALOR ENTIDAD
ACTUALIZADOR ENTIDAD PROPIEDAD
DISCURSIVO (DEFINIDA POR
UNA PROPIEDAD
Ejemplo Cualquier inteligente Cualquiera inteligente
21
En realidad, con cualquier se suelen usar adjetivos de fácil uso como sustantivos, por
lo que puede haber cierta tendencia a utilizar la forma marcada en este caso; ahora bien,
si le añadimos una modificación claramente adjetiva, la situación cambia sustancial-
mente, siendo solo utilizada la secuencia no-marcada: decimos cualquiera mediana-
mente inteligente, pero mucho más raramente cualquier medianamente inteligente.
42 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
aquél) para actuar como alternativa al artículo ante antecedente de las relativas con
subjuntivo, en claro contraste con la –inicialmente injustificada– imposibilidad de
usar los otros demostrativos éste, ése para un mismo fin: tenemos (35), pero no
(36) ni (37)22:
Sobre la dualidad el que / aquél que volveré en. § 4.4. infra, y trataré sobre los
relativos sin antecedente a lo largo de § 4, infra.
2) las relaciones de mutua exclusión que genera esa unidad, que evidencian
la identidad de valores y, por tanto, la imposibilidad de coexistir en el mismo sin-
22
Para un estudio sobre el relativo con determinación (aunque se pueda discrepar de las
conclusiones) Vid. Lapesa (1966).
44 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
tagma. O, dicho más brevemente, las relaciones paradigmáticas que mantiene con
los miembros de su propio grupo.
Unas y otras han sido objeto de atención en Jiménez Juliá (2006), por lo
que aquí solo queda resumirlas muy brevemente diciendo que artículo y determi-
nantes tienen un valor sintagmático específico que es la ubicación de una referencia
en el ámbito de lo conocido dentro de un parámetro determinado (presentación
referencial simple, mostración deíctica, posesiva o presentación indefinida) y, con
ello, la habilitación del elemento caracterizado (nominalizado) como unidad temá-
tica. Naturalmente la lengua tiene otros recursos para realizar esta labor, de los
cuales el más semejante y proclive a confundirse con los determinantes es el de los
adjetivos determinativos. La lengua ha hecho una selección y discriminación entre,
por una parte, unidades determinantes, gramaticalizadas y alternativas al artículo,
por tanto, de su mismo paradigma, y, por otra, unidades adjetivas, posibles sustitui-
doras de los determinantes en contextos concretos, pero nunca bloqueadoras de su
aparición, por tanto, ajenas al paradigma determinante como tal. En esa selección
la actuación de los llamados determinantes ‘plenos’ ha venido a enriquecer el para-
digma del artículo con unidades más específicas en cuanto a su valor semántico, y
menos extensas en cuanto a su ámbito de actuación, pero claramente identificadas
con los rasgos del paradigma.
Este tipo de características, por lo demás, son las que definen no solo los
determinantes, sino cualquier otra categoría de tipo estructural: sabemos qué es una
conjunción, un relator, una preposición o un relativo, precisamente, por estas cues-
tiones. O, con ejemplos, sabemos que las unidad si y la unidad como pertenecen al
mismo paradigma (e incluso subparadigma) en si vienes te divertirás y en como
vengas te divertirás y al tiempo, que la forma pese a que ha dejado de ser una
construcción verbal para entrar en el paradigma general de las conjunciones,
además de por la inanalizabilidad de todos ellos, por su misma forma de actuar en
los contextos en los que participan. Lo mismo nos ocurre con las mismas formas si
y como en contextos como no sé si iré o en vi como llegó tarde, donde las formas
homófonas de las anteriores son ahora relatores (completivos) que entran en rela-
ción paradigmática con el que de casos como vi que llegó tarde. Y, para no prolon-
gar la ilustración más de la cuenta, la misma unidad como puede encontrarse en
contextos como en trabaja como secretario en relación paradigmática con
unidades como de (trabaja de secretario), esto es, incluida en el paradigma
preposicional. Unidades relativas como donde, cuando, participios como salvo
excepto o incluso sustantivos como boca o calle pueden sufrir un proceso de
gramaticalización, coyuntural o permanente, que los convierta en unidades
estructurales de distinto tipo. Y será siempre su actuación sintagmática concreta y
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 45
Aunque los aspectos arriba mencionados pretenden señalar los temas rele-
vantes para establecer la estructura dotada de un determinante (articular o de otro
tipo) y una unidad nominalizada, existen, obviamente otras formas de entender este
estudio y otros focos de atención primarios. Bosque (1989, § 9.2), por ejemplo,
analiza las ‘opciones sintácticas’ de estas unidades partiendo del prejuicio del en-
docentrismo (toda unidad gramatical es endocéntrica y, por tanto, tiene un núcleo),
por lo que considera que dichas opciones, ante un sintagma como el libro, pasan
por buscar el núcleo y encontrarlo en, (a) el sustantivo libro, (b) el artículo el o (c)
el pronombre el. Y ahí centra el problema. Por lo que a mí concierne, sin embargo,
para la descripción de la frase nominal la cuestión del endocentrismo o exocen-
trismo de las frases nominales carece de excesivo interés práctico, y ello por dos
razones fundamentales:
(a) En primer lugar, los términos, como tales son poco rentables. No tanto
el de ‘endocentrismo’, que hace referencia a un mecanismo constructivo claro,
siempre que se entienda el concepto de núcleo de un modo diáfano, apropiado a los
fines descriptivos y coherente23, como el de ‘exocentrismo’, mecanismo que, en los
términos en los que fue formulado en su momento por Bloomfield (1933), resulta
excesivamente general y ambiguo, permitiendo interpretaciones del mismo muy
diferentes y, en el mejor de los casos, pudiendo acoger en su interior estructuras
gramaticales de lo más variopinto24.
23
Sobre este concepto y ciertos abusos del mismo he tratado en Jiménez Juliá (2000b).
24
Trato sobre las posibilidades de uso de los términos ‘endocentrismo’ y ‘exocentrismo’
en una visión funcional de la gramática en Jiménez Juliá (1997), si bien posteriormente
he abandonado el uso de ‘exocentrismo’, no por considerar que toda estructura es en-
docéntrica, sino por entender que para la descripción es más útil el uso de términos más
específicos, correspondientes a las estructuras que cabrían dentro de aquél.
46 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
MODIFICADOR NÚCLEO
adverbio
NÚCLEO SUJETO
25
Una explicación, no excesivamente puesta al día, pero, al menos, explícita sobre el
sistema de representación usado aquí se encuentra en Rojo-Jiménez Juliá (1989), Cap.
3.
48 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
DETERM. NOMINAL
NÚCLEO MODIFICADOR
DIRECTOR TÉRMINO
DETER. NOMINAL
artículo sustantivo
NÚCLEO MODIFICADOR
DIRECTOR TÉRMINO
preposición sustantivo
Hay que reconocer, por tanto, que nuestros árboles adolecen del mismo
defecto que vemos en las descripciones gramaticales habituales: no reconocer nada,
en la práctica, entre la palabra plena (autónoma en el sentido de no dependiente
26
Lo cual no quiere decir que siempre que se dé esa coyuntura se refleje en la escritura:
las ocasiones en las que un ejemplo como los peces de ese río se expresa contrayendo la
preposición y el demostrativo (dese) son aproximadamente las mismas que las ocasio-
nes en las que de el se expresa como del. Sin embargo las convenciones escritas en es-
pañol actual, a diferencia de muchos textos antiguos, (todavía) no lo reflejan.
50 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
CUADRO V
REPRESENTACIÓN DE UNIDADES SINTÁCTICAS Y SUBSINTÁCTICAS
De acuerdo con esto, una posible representación que, con un mínimo de cambio en
el diseño, pudiese incorporar las diferencias de estatus gramatical de las unidades
en (41-42) sería (41’’-42’’):
DETERMINANTE NOMINAL
NÚCLEO MODIFICADOR
DIRECTOR TÉRMINO
.
DETERM NOMINAL
artículo sustantivo
NÚCLEO MODIFICADOR
verbo verbo
Naturalmente, una representación como ésta se aleja de los fines para los
que diseñamos un diagrama: la representación rápida y cómoda de los aspectos
sintácticos relevantes presentes en la teoría. A cambio, sin embargo, permite reco-
nocer las numerosas simplificaciones que se esconden en dichos diagramas y plas-
mar gráficamente el puesto de los determinantes en la representación gramatical y
sus diferencias con los constituyentes de las frases endocéntricas propiamente
sintácticas (sustantivas, adjetivas, verbales …).
cia en la ubicación sintagmática de las unidades nominales; (b) que las diferencias
entre el artículo y los determinantes marcados son solamente de ámbito de uso, y
no de naturaleza categorial, siendo esta diferencia común a los miembros de otros
paradigmas cuya uniformidad categorial no se discute, y (c) que la naturaleza sub-
sintáctica de los determinantes, al igual que la de otras unidades estructurales, ha
quedado oscurecida en las descripciones habituales, incluidas las de quien esto
escribe, por primar la simplicidad –a veces simplismo– comodidad y afán de clari-
dad frente al rigor y la exactitud descriptiva.
54 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 55
Es obvio que hay más estudios sobre el valor del artículo y sus relaciones
con los determinantes de los aquí citados, pero no quiero convertir este repaso a las
posturas fundamentales en un análisis exhaustivo de propuestas28. Tan solo me
interesa justificar los aspectos sintácticos que veo relevantes en la actuación del
mismo, por lo que parece oportuno analizar los que considero argumentos más
significativos o extendidos de cada una de ellas. Dedicaré, pues, los próximos
parágrafos a examinar los argumentos de las visiones arriba esbozadas.
28
Una visión general de algunas de ellas se encuentran, entre otros lugares, en Briz
(1989, 91-93), en lo relativo a la elipsis, y Bosque (1989 § 9.2.), más en general. Y Para
un tratamiento de las diferentes ópticas desde las que se ha estudiado el artículo según
los aspectos que se quieran enfatizar, vid. el interesante trabajo de López García (1987).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 57
“Aquí llevan artículo los abstractos y los nombres individuales (la virtud,
el sol). Decimos que se quitó el sombrero un hombre que puede contar con
docenas en su guardarropa (y no se puede decir que el es determinante por-
que se refiere de entre todos sus sombreros al que tenía entonces puesto,
pues eso no lo expresa el sino que aparece en la reflexión, y además inter-
pretado así resultaría también un, ein etcétera determinante: cuando nos di-
cen que se comió una manzana ya entendemos que fue precisamente la que
se comió). Indistintamente decimos extendió la mano o una mano en
ademán implorante (…) La idea de la determinación falla, pues, como
esencial, porque no es un valor idiomático, sino uno lógico al que a veces
sirven los valores idiomáticos del artículo” (1933., 152-153).
“El pone aquí un marco todo alrededor de la frase (…) haciendo así resaltar
la íntima conexión con que sus elementos forman una unidad mental supe-
rior, una representación multimembre independiente, con la independencia
y soltura de movimientos propia de su función sustantiva en la articulación
idiomática del pensamiento” (1933, 154).
“No se trata de sustantivar la frase, pues sin estos el ambas frases serían
sustantivas, (…); pero sin el artículo, la unidad superior formada por la in-
terdependencia de sus significaciones en sucesión no resulta para nuestro
sentido idiomático tan formalmente acusada” (1933, 154-155)29.
29
Alarcos, que cita el párrafo anterior para apoyar sus tesis sobre el artículo –sobre la
base de la validez de las de Alonso–, prescinde de este último (vid. Alarcos Llorach,
1967, 230).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 59
ligados: (1) el carácter debilitado del artículo como unidad, que en Alonso adquiría
un papel de ‘realzador’ de la unidad representada, y que Alarcos convierte ni más
ni menos que en un morfema (sustantivo) de la misma naturaleza que el género o el
número y, a consecuencia de ello, (2) su valor transpositor a la función nominal.
Asimismo, en relación con (2), Alarcos repasa los valores del artículo en
español y, apelando a la ‘tradición académica’, detecta dos fundamentales, la de-
terminación y la sustantivación. Sobre la primera, Alarcos transcribe las palabras
de la Gramática de la R.A.E. (de 1931, aunque no mencione datos de la misma)
según las cuales aquél
La otra función, de la cual Alarcos afirma que “no admite reparos” (1967,
229) es la de la sustantivación, que define de un modo estrictamente funcional:
32
Alarcos llega a considerar el artículo como un morfema sustantivo de idéntica natura-
leza al género o al número:
“la independencia gráfica del artículo es engañosa (a diferencia de su aglutinación
escrita en danés o en rumano) y parece conferirle una situación diferente a otras
variaciones del nombre (como por ejemplo la de ‘singular-plural’, cuyas expresio-
nes se aglutinan gráficamente), cuando en realidad se trata de lo mismo: de signos
morfológicos que ‘determinan’ de cierta manera los signos léxicos con que se aso-
cian” (1967, 225).
33
En la visión de Alarcos, la gramática estudia contenidos (vid., sobre todo, Alarcos
Llorach, 1977), frente a la visión aquí mantenida según la cual son los significantes, y
no los contenidos ni los significados, el objeto de la misma.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 61
Y más abajo,
38
Como veremos enseguida, Briz (1989, 103) critica, con argumentos de Bello, la
necesaria sustantivación de lo asociado con el artículo. Bosque hace algo similar, aun-
que se muestre ciertamente ambiguo en sus argumentos (vid. infra).
39
Para Lapesa, el artículo “ha pasado de ser índice del sustantivo a serlo de lo sustan-
tivo”, indicando que lo que sigue funciona como un sustantivo (1968, 144), opinión que
suscribe Fuentes Rodríguez, asumiendo incluso los postulados alarquianos sobre la na-
turaleza sustantiva de la unidad en cuestión, aunque matizando que “es una capacitación
transitoria, sólo funcional” (1990, 92, nota 14). En este sentido, resulta más completa (y
parcialmente distinta) la descripción de Alcina Franch y Blecua (1975), para quienes el
artículo puede provocar sustantivaciones léxicas (el pagaré), semántico funcionales (el
amigo) o funcionales (el lápiz negro y el rojo), pues, aunque el adjetivo mantiene su
contenido predicativo, existe en el artículo un “valor anafórico pronominal como signo
que alude al antecedente sustantivo” (1975, 553), lo cual parece, a su vez, acercarles a la
consideración del artículo como núcleo pronominal.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 65
vas a las que se adjunta. Hay que decir, no obstante, que el papel ‘sustantivador’
del artículo, sin aceptar su carácter morfemático, ha sido defendido en bastantes
ocasiones, y, de uno u otro modo, está mayoritariamente presente en las gramáticas
tradicionales40, donde es frecuente hablar de su papel para la sustantivación ‘pasa-
jera’ (cfr. Lenz (1920, 73, 79); Gili Gaya (1943, § 232, para las relativas), o
Alcina-Blecua (1975, § 3.4.0.2)), y la sustantivación ‘funcional’ es mantenida por
autores como Lope Blanch (1962) o los propios Alcina-Blecua (1975) (vid.nota
38), con diferentes matices, entre otros.
40
Como origen de esta visión, dentro del siglo XX, cabe citar a Lenz (1920, 139-158).
66 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
41
“Los adjetivos que vienen precedidos por alguna de las formas del artículo forman un
conjunto capacitado para desempeñar cualquier función nominal y sólo una función
nominal” (Gutiérrez Ordóñez, 1993, 6)
42
“La transposición, hemos de insistir en ello, produce cambio de categoría sintáctica,
no de función. Los cambios de función sintáctica que se derivan de una transposición
son consecuencia de la variación efectuada sobre la categoría” (Gutiérrez Ordóñez,
1985, 96).
43
No entro aquí en la contradicción que parece suponer para el funcionalismo
‘transpositorio’ la existencia de una unidad con una doble posibilidad funcional, que no
necesita ningún tipo de transpositor. La naturaleza polifacética del pronombre (o adje-
tivo II), como categoría ajena a las cuatro unidades primarias, no encaja con la rigidez
de planteamientos propio del funcionalismo (pos)alarquiano, pues, ignorado el carácter
diferencial de sus formas antepuestas, y su relación opositiva con el artículo, se con-
vierte en una categoría un tanto ad hoc, muchos de cuyos miembros no llevan artículo
en unas posiciones (precisamente las del artículo) pero lo llevan en otras y, en defini-
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 67
tiva, en algo cuya descripción requiere de una casuística muy poco acorde con la gene-
ralización y simplicidad que se supone que buscan los defensores de esta postura. Vid,
por ejemplo, Álvarez Martínez (1986, cap. IV), como ilustración de la inmanejable can-
tidad de comportamientos con respecto al artículo que se obtienen cuando se mete en un
saco una serie de unidades de comportamiento heterogéneo con la etiqueta común de
‘determinantes’.
44
Quien, sin embargo, admitía como artículo (indeterminado) la forma un.
45
Entre ellos hay que mencionar Álvarez Martínez (1986) o Prado Ibán (1993). De
acuerdo con esta última, los determinantes se caracterizan por los siguientes rasgos:
(a) la posición de los calificativos es libre (pre o posnuclear); la de los determinantes es,
bien nuclear, bien antepuesta, o pospuesta con artículo ante el sustantivo, y nunca en
posiciones intermedias o ante un calificativo: (Estas azules aguas / estas aguas azules;
Estas aguas / *aguas estas / las aguas estas; Estas azules aguas / *azules estas aguas)
68 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
según la cual el artículo, o es morfema, o es adjetivo (de tipo II). Como el debilita-
miento evidente del demostrativo prearticular invita a pensar en su carácter no-
sintáctico, debilitamiento que no se reconoce en grado alguno en los determinantes,
entonces –se concluye– es evidente que artículo y determinantes son cosas distin-
tas. Este rechazo a cualquier relación paradigmática entre artículo y determinantes,
por otro lado, tiene argumentos algo sorprendentes. Álvarez Martínez, por ejemplo,
afirma que toda la justificación de la consideración del artículo como un determi-
nante es simplemente una secuela del punto de vista tradicional según el cual era
una parte de la oración, pues se pensaba que podía tener una función sintáctica en
la frase (adyacente nominal o núcleo) (vid. 1986, 51, nota 80). Lo sorprendente del
argumento es que, exceptuando Bello, que considera que el pronombre personal es
una sustantivación del artículo (vid. 1847, § 273), nadie aduce el papel ‘pleno’ del
mismo para defender su valor determinante. Ni siquiera los griegos, en su caracte-
rización del ¨rqron como mšro$ toà lÒgou, aludían a dicho carácter, sino, más
bien a su valor caracterizador y dependiente46. Parece, más bien, que el argumento
está viciado por el prejuicio de que si algo es determinante, entonces podrá funcio-
nar como sustantivo, y si no funciona como tal, entonces es otra cosa. Claro que
para eso han tenido que cerrar los ojos al hecho de que la ecuación que están dis-
puestos a hacer entre ‘este niño’ y éste, se da, exactamente del mismo modo, en ‘el
niño’ con respecto a él (ecuación que reconocía Bello y que no es sino una eviden-
cia histórica). Por otro lado, la misma caracterización de los determinantes es un
(b) Los calificativos funcionan como sustantivos si llevan artículo. Los determinantes
no lo necesitan (Los nuevos están ahí / algunos no han venido).
(c) Los calificativos admiten gradación (muy/más blanco) y los determinantes no, si
bien establece la excepción de los posesivos con formas analíticas (muy mío).
(d) Los calificativos constituyen inventarios abiertos. Los determinantes, inventarios ce-
rrados.
(e) Tienen diferencias en sus posibilidades de coordinación: mientras los calificativos se
coordinan en función de adyacente de un mismo sustantivo, los determinantes solo lo
hacen si se aplican a distintos referentes: Esos y aquellos niños, pero *Estos, algunos y
tus juegos de azar.
(f) Finalmente, los calificativos conmutan con elementos “transpuestos a la categoría
adjetivo” (Prado Ibán, 1993, 251-253). Los determinantes, según ella, no. No está muy
claro qué quiere decir exactamente esto último, pero parece implicar que se excluyen
expresiones como La casa SUYA /QUE LE PERTENECE; Ese niño MÍO / Ese niño DE MADRID, lo
que no parece muy adecuado.
46
En la sintaxis de Apolonio Díscolo, el artículo (¨rqron) es, como lo fue desde los
estoicos, una parte asociada al nombre y al verbo, y nunca a la oración (al lÒgo$) aun-
que fuese, como las conjunciones (sÚndesmoi) descrita dentro de los mšroi toà
lÒgou , sin que ello implicase en ningún momento que fueran constituyentes directos
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 69
de la misma (vid. a este respecto, Apolonio Discolo, s. II d.C., Lib. I, sobre todo §§ 36 y
37, págs. 89-90).
47
Así, es fácil comprobar que para cada rasgo distintivo de los determinantes de entre
los señalados por Prado Ibán (1993) (a-f), y mencionados en la nota 45, además de su
dudosa adecuación, se toman rasgos de categorías distintas según convenga en cada
caso. Por poner un ejemplo, con respecto a la primera característica (a), se menciona la
existencia del artículo en el caso del determinante pospuesto, pero no que en lugar del
artículo pueden estar otros determinantes y que, en definitiva, lo que hay es una distri-
bución complementaria propia de los miembros de un paradigma; (b) tan solo constata
el carácter pronominal de las formas tónicas con valor determinativo según su compor-
tamiento latino. Sobre la gradación (c), poco hay que decir: no depende tanto de la cate-
goría (muchos adverbios la admiten) como de la cualidad semántica de la unidad. En
este sentido, un adjetivo como presbiteriano solo admitirá gradación si se resemantiza.
Pero el rasgo en sí, como diferenciador de estas unidades, es bastante irrelevante. Más
interesante sería que se explicase por qué mío (excepción a la regla) puede admitir gra-
dación, pero no mi, si se trata en uno y otro caso de la misma unidad. La característica
(d) se explica por sí sola. Los determinantes provienen (del latín) de series cerradas, y
como determinantes antepuestos constituyen paradigmas cerrados y separados. Como
adjetivos constituyen igualmente paradigmas formales cerrados, pero asimilados más o
menos parcialmente al comportamiento de otras unidades léxicas. Y como pronombres,
personales, demostrativos e indefinidos (subclasificables estos últimos), pero en ningún
caso posesivos, constituyen asimismo el grupo de los pronombres tónicos en uno y otro
caso. Y, finalmente, sobre la coordinación (característica (e)) se han dicho muchas co-
sas, pero, como ya expliqué en su momento (vid. Jiménez Juliá, 1995a, § 3.2.1.2.1.2.),
la coordinación entre determinantes no es muy factible por su propia entidad gramatical.
Ahora bien, la dificultad se centra en la coordinación de los determinantes propiamente
dichos. No hay problema de coordinación entre los pronombres de un mismo paradigma
(éstas y aquéllas) o entre adjetivos determinativos (muchos y míos), incluso con un
mismo referente, siempre que exista una cierta identidad de clase semántica (que no ca-
tegorial) entre ellos, identidad esta que constituye el verdadero requisito de la coordina-
ción. Finalmente, la última característica diferencial, referida a la conmutación de los
calificativos, no acabo de entenderla bien, por lo que desisto de comentarla
70 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
de sustantivo, y considerarlo así no es más que una muestra del prejuicio del sus-
tantivo que está igualmente presente en la hipótesis de la elipsis y, junto con otros
factores, en la de la naturaleza pronominal del artículo. Este prejuicio puede descri-
birse en términos generales como una doble creencia, tan extendida como injustifi-
cada, a saber (a) que toda acción de nombrar se ha de hacer a través de un sustan-
tivo o de una unidad que equivale a un sustantivo, y (b) que siempre que hay un
artículo hay, bien un sustantivo, bien un antecedente justificable gramatical-mente
como tal.
(esto es, presentar) entidades y habilitarlas para un cierto uso sintagmático, con-
formando entonces la unidad que llamamos ‘frase nominal’, constituida por la
adjunción de una unidad determinante a otra con valor designativo (lo nominali-
zado).
Si, por tanto, lo que se quiere decir cuando se afirma que el artículo sustan-
tiva es que permite a la unidad que lo recibe nombrar en el mismo sentido que lo
hace un sustantivo, eso es ciertamente inexacto. La anteposición de un artículo a
una secuencia como de Albacete, para formar una unidad nombradora autónoma-
mente no es más necesaria que la anteposición de un determinante a niño para que
el sustantivo se constituya en una unidad de esas características. O, dicho con
ejemplos, (43-44) no es posible porque pese a que hay una indicación de entidades
perfectamente reconocidas como tales, no están capacitadas para nombrar. En este
sentido, no hay diferencia entre la imposibilidad de (43-44) y la de (45-47). Esta
necesaria determinación (genérica o específica) puede adquirirse por la posición
sintagmática de la unidad, como en (48)50, mediante la flexión casual distintiva,
como en (49) o, finalmente, mediante un procedimiento analítico determinativo,
como el artículo, como en 50-55:
50
En Jiménez Juliá (2006, § 1.3.2.) vimos que los recursos para determinar pueden ser
variados, incluyendo los morfológicos (el plural en posición posverbal –no temática– en
español). Cuando la unidad queda identificada en cuanto a su valor actual en el con-
texto, tampoco requiere de determinación analítica, aunque siempre sea posible.
72 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
En la misma línea, Briz considera que los ejemplos (cuya numeración ori-
ginal respeto, al lado de la correspondiente a nuestros ejemplos)
51
Aquí Briz vuelve a mostrar una visión del papel del artículo como pronombre (a mi
juicio, de un modo sumamente ambiguo), al afirmar con respecto a (15-17): “En todos
estos casos viejo mantiene su carácter adjetivo y encuentra en el y en uno los soportes
pronominales necesarios para poder funcionar” (1989, 107).
52
Como veremos más adelante (§ 4).el artículo se antepone a unidades tónicas, con la
única salvedad de las unidades relativas (el/la/lo que, el/la/lo cual) donde, ante la nece-
sidad de dotar a estas unidades anafóricas de contenidos de género y número, la lengua
optó por la solución más a mano: la de utilizar el caracterizador no marcado, asimilando
la construcción a las frases nominales, solución a todas luces más sencilla y económica
que la remorfologización de estos relativos invariables o semi-invariables.
53
Briz, como Bello, y, como veremos posteriormente, Bosque, mantiene que el núcleo
sobre el que se apoya el adjetivo azul es el artículo-pronombre el, aunque en el caso de
el lazo rojo no parece tan claro que el artículo el siga siendo el núcleo de todo el sin-
tagma. Esta postura se hace explícita en Bosque-Moreno (1990) (vid. § 3.3.3, y particu-
larmente, § 3.3.3.7, infra).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 75
tos de Briz en relación con las diferencias entre adjetivos y sustantivos son extensi-
bles, con más argumentos, a estructuras relativas y frases preposicionales nominali-
zadas.
Esta suposición de que siempre que hay un artículo hay un sustantivo, real
o convertido, tiene como variante la idea de que en los casos en los que al artículo
le sigue una unidad no sustantiva, el artículo no convierte dicha unidad en sustan-
tivo, sino que éste está implícito, tácito o elíptico y, por tanto, el antecedente de
forma sustantiva está igualmente presente. Trataré esta variante del ‘prejuicio del
sustantivo’ en el apartado dedicado a la consideración de la elipsis en estos casos
(vid. § 3.2. infra).
3.1.4. Recapitulación
Podemos concluir brevemente este apartado § 3.1 afirmando que los tres
pilares en los que descansa la idea alarquiana del artículo, a saber, su carácter mor-
femático, su papel sustantivador y, como consecuencia de ambos, su radical dife-
rencia con los determinantes, resultan inaceptables si queremos ofrecer una expli-
cación funcional sincrónica global (e históricamente documentada).
En primer lugar, el artículo solo se puede incluir entre los morfemas trivia-
lizando el concepto de morfema. Existen grados de gramaticalización que explican
los diferentes comportamientos de las unidades y las adaptaciones que la lengua
introduce en su inventario para satisfacer sus necesidades. Seguir llamando mor-
fema al artículo simplemente porque no es una unidad plena es ignorar todo el
trabajo que, con mejores o peores resultados, según casos, se ha desarrollado en los
últimos veinticinco años sobre los procesos de gramaticalización, además de ser
descriptivamente poco útil (lo cual, sin duda, es peor).
Otra cosa, que no tiene que ver con la transcategorización, es que las cate-
gorías plenas, vivas y distintas como categorías textuales57, puedan tener sus límites
formales borrosos o inexistentes. Las lenguas pueden no sentir la necesidad de
diferenciar formalmente una categoría de otra, dejando al contexto sintagmático su
interpretación de la clase de palabra que corresponda en cada momento. Así lo que
llamamos ‘sustantivo’, por ejemplo, es en algunas lenguas, como en español
(dígase lo que se diga), algo formalmente idéntico al adjetivo. En otros casos, es el
adverbio el que es igual formalmente al adjetivo (en inglés, por ejemplo) y en otras
lenguas, como en japonés, se podría asimilar las categorías de verbo y adjetivo
sobre la base de ciertos rasgos formales comunes. Que un adjetivo inglés se pueda
usar como modificador verbal y se convierta así en un adverbio (Do it good!) está
en relación con la indiferenciación formal de adjetivos y adverbios en esta lengua.
Y el mismo habitual salto se da, como acabo de mencionar, entre adjetivos y sus-
tantivos en castellano, de ahí la frecuentemente irrelevante cuestión de si palabras
como americano o millonario son sustantivos o adjetivos: de hecho pueden verse
de uno u otro modo según designen entidades o propiedades de entidades, pues sus
rasgos formales no cambian58. Ahora bien, esto tiene poco que ver con considerar
56
De ahí la total irrelevancia de la crítica a la ‘inflacción terminológica’ que, de un
modo más interesado que desinformado, leemos en Gutiérrez Ordóñez (1994).
57
Vid. en este sentido la conocida idea de E. Coseriu (1955) de las que podemos llamar
clases de palabra ‘plena’, idea que suscribo en sus aspectos más importantes.
58
Un caso distinto, pero igualmente significativo de lo idiosincrático de la fijación de
marcas formales y posibilidades sintagmáticas en las categorías lo tenemos en las uni-
dades japonesas ilustrables mediante kirei (bonito), yoki (alegre), suki (‘que gusta’, fa-
vorito, ...), entre otras, que solemos traducir al castellano como adjetivos o estructuras
de relativo. Su actuación, claramente adjetiva, pero sujeta a condiciones diferentes de
las de los adjetivos ‘propiamente dichos’ hace que su denominación por parte de los
gramáticos resulte conflictiva: las gramáticas japonesas las consideran keiyoo dooshi
(verbos adjetivales), mientras que en las gramáticas occidentales de japonés es usual la
denominación ‘adjetivos nominales’ (cfr. Martin, 1975; Shibatani, 1990, 215), siendo
también habitual entre los japoneses la denominación de ‘cuasi-adjetivos’. A. Alfonso
(1966) —una de las mejores gramáticas de japonés para extranjeros existentes, y, sin
duda, la mejor en sintaxis— prefiere llamarlos Qualitative nouns (cfr. Alfonso, 1966, I,
93). Entre las gramáticas de japonés destinadas a hispano-hablantes, la diversidad es
total: Isihara (1985) los denomina ‘adjetivos adverbiales’, mientras que Planas-Ruescas
(1984) preferían considerarlos ‘nombres adjetivales’. Aray-Hanae-Ezaki (1981, I, 102 y
ss.), por su parte, los incluyen dentro de los adjetivos, estableciendo dos tipos: los i-
78 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Como resumen en dos palabras del presente parágrafo podemos decir que
la visión del artículo como un morfema transcategorizador y sin más oposición que
su ausencia no encaja ni con la trayectoria histórica del conjunto de los determi-
nantes ni con la realidad de la lengua desde un punto de vista sincrónico.
3.2.1. Generalidades
ellos, sino los, por causa de las especificaciones infelices, dichosos” (Bello,
1847. § 274),
Esta idea de sustantivación por elipsis (lo cual no deja de ser una contradic-
ción60), muy difundida posteriormente, es defendida, entre otros, por Lázaro Carre-
ter (1975), Garrido (1986) o Trujillo (1987), y es claramente mayoritaria entre los
60
Salvo que se considere (como Briz, 1989, vid. infra), que la elipsis es un primer paso
para la posterior sustantivación (léxica), la afirmación de Hansen encierra la misma
contradicción que la de Halliday & Hasan, cuando afirman:
“In non-elliptical nominal group, the Head is the Thing, the noun designating the
individual or class referred to (...). In an elliptical nominal group, this element is
not expressed, and one of the other elements (Deictic, Numerative, Epithet or
Classifier) functions as Head” (1976, 147).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 81
“las formas el, la, lo, etc., son indicadoras de concordancia (...), en lo que
se asemejan a otros usos, pero parecen haber perdido su estatuto de ele-
mentos con entidad propia, aunque sean un resto marginal (pero interesante
como tales indicadores de concordancia o de su ausencia) de la evolución
general de las formas latinas de ille” (1986, 30).
“las formas el, la, los, las concuerdan con un sustantivo, presente fuera de
la construcción, o por lo menos disponible, “fresco en la memoria”, por in-
ferencia a partir del contexto verbal o del entorno social o cultural. La cláu-
sula de relativo, especificativa, tiene entonces la misma función de modifi-
cador que la observada en el caso del adjetivo, y que la del sintagma con
preposición de como en (37):
(37) Los libros que más me gustan son los de aventuras” (1986, 31).
Finalmente,
“encontramos las formas el, la, los, las, con la significación de persona, y
también la forma lo, con la significación correlativa de no persona, es de-
cir, de cosa o asunto para la que no existe o no se encuentra denominación
léxica apropiada, o, si existe, y se dispone de ella, se decide no emplearla”
(1986, 31-32),
formas ilustradas con ejemplos como El que estudia aprobará, en donde Garrido
opta por la función nuclear del artículo, sin valor puramente indicador de la con-
cordancia (ahora no es prescindible) ni existencia de elipsis62. Se apoya en A. Bello
para justificar el doblete pronombre átono / tónico en
que considera como “probable excepción” (1986, 67) sin llegar a dar una solución
clara.
La postura de Garrido es indicativa de por dónde se mueven los partidarios
de la elipsis: ante la imposibilidad de explicar todos los casos de ‘artículo + unidad
no-sustantiva’ mediante la interpolación de un sustantivo, sin caer en ficciones
inaceptables, establecen una casuística que varía de unos a otros autores. Briz
(1989), por ejemplo, tiende a pensar en la elipsis como en el primer paso de un
proceso que luego puede llevar a la sustantivación, pero en el que también puede
implicarse la pronominalización (nuclearización) del artículo. En sus palabras
62
Más abajo resume: “en el uso anafórico a un sustantivo presente o disponible en el
contexto las formas el, la, los, las no funcionan como término primario, sino como mo-
dificadores concordantes con dicho sustantivo. Lo se emplea correferencialmente con
otra forma análoga, como esto, o con un atributo, sintagma verbal, cláusula u oración.
En el uso no anafórico, es decir, sin un sustantivo que sirva de antecedente, las formas
el, la, los, las, por una parte, y lo, por otra, funcionan como núcleo, siendo término se-
cundario la modificación especificativa con la que se construyen” (Garrido, 1986, 65)
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 83
Y continúa
tropieza con demasiados problemas, algunos de los cuales ya han aflorado al des-
cribir las posturas de Bello, Garrido o Briz.
(74) En este río hay muchas truchas. Las arco-iris son las más numerosas
(75) El kanji chino es, en su origen, un dibujo. El japonés es una herencia del pri-
mero,
a los que hay que añadir, naturalmente, los ejemplos con neutro, en donde los de-
fensores de la elipsis suelen acudir a la hipótesis pronominal. En (76) podríamos
interpolar un sustantivo genérico de persona, pero tendría que ser masculino (no
podría ser persona), y los existentes en el inventario (individuo, tipo, etc.) serían
difícilmente utilizables en este contexto, con lo que la interpolación se convertiría
en algo bastante alejado de los usos lingüísticos y –lo que es peor– de la propia
secuencia supuestamente ‘omisiva’. Y algo parecido ocurre en (78), pues la reposi-
ción de palabras como habitantes, o similares, resultaría de lo más artificial. En
(77) ocurre lo mismo, y aunque aquí se puede aducir un sustantivo presente en el
origen de la expresión, lo cierto es que el hablante medio que la utiliza desconoce
totalmente cuál pueda ser y, en todo caso, no está pensando en ella al expresarla 64.
Es más, en estos casos puede aducirse la existencia inicial de un sustantivo como
justificación del género femenino de la secuencia, aunque también puede verse
como un uso típico del femenino presente en otras expresiones (tener la negra,
prometérselas felices, etc.). Finalmente, en (79) la presencia de todo impide cual-
quier interpolación sustantiva. Los defensores del carácter pronominal de el, en
estos casos, lo justificarían diciendo que (76) equivale a toda persona que llegue,
aunque tendrían que explicar a qué sustantivo remite el género masculino de la
secuencia, con lo que tendríamos problemas similares a los de (76) y (78). Los
defensores de la elipsis tendrán aquí un problema más.
Como acabo de comentar (cfr. § 3.1. supra) lo habitual entre los que han
optado por la elipsis es recurrir a la solución mixta elipsis-pronominalización del
artículo. Es interesante, sin embargo, observar el argumento sintáctico con el que J.
Garrido Medina, claro exponente de este grupo, defiende la existencia de la elipsis
en contra de la consideración del valor ‘nuclear’ de la unidad no-sustantiva que
sigue al artículo. Según Garrido:
64
Solo en una consideración de la elipsis como paso inicial a una ‘sustantivación’ de la
unidad con artículo, como la defendida por Briz (1989), podría mantener la existencia
de una omisión aquí. Pero, claro está, entendida como algo sincrónicamente no vigente.
86 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
través de una etiqueta individualizadora (un nombre propio) o deíctico (un pro-
nombre), a través de la alusión a la clase de entidades a la que pertenece (un sus-
tantivo) o a través de una propiedad que lo caracterice (un adjetivo, una frase pre-
posicional, una estructura relativa). Si en los dos primeros casos la capacidad nom-
bradora es parte inherente de la clase de palabra (nombre propio y pronombre), en
el resto de los casos podrá, o deberá, ser el artículo el caracterizador analítico que
permita esta ‘habilitación’. Y si el artículo permite convertir tanto sustantivos
como adjetivos en unidades nombradoras, independientemente de que su valor
semántico habitual sea designador de entidades o de propiedades, lo mismo hará
cuando la expresión de la propiedad que define la clase se efectúe mediante una
frase preposicional o una estructura relativa. Esto es, si no necesitamos un
sustantivo en el caso de
(84) El alumno que llegue pronto irá a la excursión y el que llegue tarde se quedará
sin ella.
(85) La hermana de Pedro y la de Luis se llevan muy bien
(86) Me gustan las manzanas verdes, y también las maduras.
Y es, sin duda, de lo más forzado pensar que, ante recursos gramaticales idénticos
–que, en definitiva, es de lo que se trata– hay una construcción si el hablante se
88 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
67
De acuerdo con Jespersen (1914, 231 y ss.), el inglés rechaza en mayor medida que,
por ejemplo, el alemán, la utilización del adjetivo sin artículo (cfr. al. ein armer; ing. a
poor man; al. der alte, ing. the old man), salvo casos de verdaderas sustantivaciones
léxicas: the dead, si bien –añade– coloquialmente sigue siendo preferible the dead man.
Lapesa (1970, 78-79) apunta en la misma dirección en su breve alusión a las diferencias
entre los recursos nominalizadores de diversas lenguas.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 89
idea es, sin duda, Bello68, quien considera las formas átonas articulares y las tónicas
pronominales como variantes de una única forma básica derivada de ille, illa, illud:
unas formas son íntegras, y se utilizan cuando su modificación es explicativa, y
otras, sincopadas, para cuando hay modificadores especificativos69:
“Así como de los demostrativos este, ese, aquel, nacen los sustantivos esto,
eso, aquello, de él o el nace el sustantivo ello o lo, empleándose la forma
abreviada lo cuando se sigue una modificación explicativa: “En las obras
de imaginación debe mezclarse lo útil con lo agradable (...)”
Dícese el mero necesario y lo meramente necesario, el verdadero
sublime y lo verdaderamente sublime. Necesario, sublime en la primera
construcción están usados como sustantivos, y son modificados por adjeti-
vos. En la segunda, el sustantivo es lo, modificado por necesario y
68
Un análisis breve, pero sumamente preciso de la postura de Bello (y tras él, la Real
Academia y Fernández Ramírez), y de la de Cuervo, Lenz y Gili Gaya, se encuentra en
Vázquez Rozas (1996).
69
Bello denomina artículo a unas y a otras, independientemente del valor concreto que
adquieran en el contexto. En § 274 habla de la existencia de formas sincopadas del artí-
culo, que se dan con sustantivo ‘expreso’ o ‘subentendido’ con alguna modificación es-
pecificativa. Así, sobre el ejemplo “No cría el Guadiana peces regalados, sino burdos y
desabridos, muy diferentes de los del Tajo dorado” dice:
“dícese sincopado el Guadiana, el Tajo, porque no se subentiende el sustantivo, y
lo, no ellos, subentendiéndose peces, por causa del complemento especificativo
del Tajo dorado”.
70
Es de destacar que para Bello forma abreviada y no abreviada no implica forma átona
y tónica, respectivamente, sino que unas y otras vienen a corresponderse con los artícu-
los y pronombres. Así, en § 279 considera que “las forma íntegras él, ella, ellos, ellas
(no las abreviadas el la los las) se declinan por casos”, siendo las formas lo, la, le, los,
las, les las formas acusativas y dativas de las formas íntegras.
En general, creo que la forma de presentar Bello la evolución de los herederos de
ille, illa, illud en castellano, siendo históricamente correcta, resulta equívoca en cuanto
al valor gramatical adquirido por las distintas formas (vid. §§ 279.291), y algo parecido
le reprochan Fernández Ramírez (1951a, § 163. nota 471) y Cuervo (1945, nota 54).
90 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
“El artículo neutro actúa siempre como término primario, asociado a térmi-
nos secundarios nominales, I, a términos subordinados introducidos por de,
II, y a oraciones de relativo introducidas por que, III.” (1951a, § 159.1).
71
“El artículo neutro lo con los calificativos tiene la equivalencia de un sustantivo, “lo
bueno”, y añade
“también tiene este valor algunas veces el artículo masculino, pero es que en este
caso no es adjetivo el que le acompaña, sino sustantivo (...) compárese la alterna-
tiva entre el ridículo y lo ridículo” (García de Diego, 19703, 342)
con lo que parece que interpreta, en estos casos, el sustantivo como unidad que precisa
el ámbito aplicable al artículo.
72
Lázaro Carreter, en su presentación confusamente transformacional, afirma:
“el artículo, para nosotros, posee el estatuto gramatical de palabra “fronteriza”,
junto con otros signos del idioma. Y constituye una misma categoría funcional con
el pronombre personal de tercera persona: él siempre contiene el, aun en el caso de
que sustituya a un nombre propio. Ambos signos, en las manifestaciones de super-
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 91
En todos los casos citados, el carácter ‘nuclear’ del lo, o el de otras manifes-
taciones articulares (con adjetivos, frases preposicionales o relativos) viene dado
por el papel central que se atribuye a la referencia que implica, y no tanto por
haberse definido de un modo teórico riguroso dicha nuclearidad en la estructura del
sintagma en el que se inscribe. Así, Bello se limita a indicar que el artículo es un
sustantivo, sin justificar que no se ajuste en modo alguno a los rasgos que previa-
mente había mencionado como definitorios de dicha clase de palabra74. Fernández
Ramírez, quien habla de su valor como ‘término primario’, tampoco establece unas
condiciones definidas para la realización de dicha función 75. Es más, su mezcla de
criterios entre valores funcionales y rasgos categoriales le hace hablar de “la falta
de función pronominal de los indefinidos cuando actúan como términos secunda-
rios” (1951b, § I.5. Cursiva mía)76. Lo que en realidad hace Fernández Ramírez es
utilizar la identificación entre término primario y sustantivo, término secundario y
adjetivo, y término terciario y adverbio, propiciada por Jespersen (1924), a cuya
obra alude explícitamente en varias ocasiones77. El uso prácticamente equivalente
de término primario y sustantivo es constante78, y la asimilación de los pronombres
a éstos también, pese a la diferenciación que establece entre sustantivo y pro-
nombre79. O, dicho más brevemente, el carácter nuclear que Bello o Fernández
Ramírez, entre otros, atribuyen a lo (o a el o la) tiene su origen en la asimilación
del artículo a la clase de los pronombres y, con ello, su identificación con el sus-
tantivo y sus funciones, sin otras consideraciones sobre las diferencias formales o
posibilidades sintagmáticas entre un pronombre átono y un sustantivo, sobre todo
porque los fundamentos sobre los que basan su estudio gramatical (y, muy particu-
larmente, el de los pronombres) son prioritariamente referenciales, y solo secunda-
riamente formales. Y esta misma idea es la que preside la opinión de Lapesa (1966,
1970) quien afirma :
esto es, Lapesa, quien ve ‘función sustantiva’ del artículo en básicamente los mis-
mos casos que Bello y Fernández Ramírez, identifica –una vez más– ‘anáfora’ y
‘función sustantiva’. También Garrido Medina (1986), con algunas variaciones,
sigue las ideas anteriores. Garrido considera que el artículo tiene carácter de
‘término secundario’ cuando precede al relativo explicativo que (con antecedente
antepuesto posible) como en (88), o especificativo, como en (89a-b):
(88) Un galán vocablo, (vocablo) del que yo (...) estoy muy enamorado
(89a) La persona a la que enviaste recado.
(89b) Los libros de aventuras son los que más me gustan
todos ellos casos de elipsis, según vimos hace un momento (cfr. § 3.2), en los que
considera que existe un sustantivo elíptico con respecto al cual tanto el artículo
como los relativos, frases preposicionales o adjetivos funcionan como términos
secundarios. Caso diferente es el de (92) o (93):
donde, al igual que Bello, Fernández Ramírez o Lapesa (aunque de un modo más
restringido que ellos), considera el artículo como el elemento nuclear 80. No llega a
calificarlo claramente de pronombre, aunque considera, como Bello, que en estos
casos el artículo mantiene con las formas pronominales tónicas (él, ella, ellos,
ellas) y con las formas artículares con sustantivo, que considera de algún modo
distintas, “estrechas relaciones semánticas y sintácticas”, formando en su caso tres
categorías relacionadas pero, al tiempo, diferenciadas. Hay por tanto, artículos
adnominales con sustantivo explícito o elíptico, artículos nucleares (con relativos
80
“Del mismo modo que es artificial la reposición de sustantivos como cosa o asunto
en el caso de lo (e impracticable si se desea mantener la forma lo), resulta poco plausi-
ble la de hombre o persona en los casos de el. Es más, no está justificado hablar de
sustantivo cuando no es posible precisar de cuál se trata, es decir, cuando no es impres-
cindible uno en particular para comprender o producir la construcción” (1986, 36)
94 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
sin antecedente disponible y todos los casos de lo), y pronombres tónicos, obvia-
mente nucleares81. Las conclusiones del propio autor, que transcribo en su integri-
dad, suponen el mejor exponente de una postura que aúna las explicaciones del
artículo sin sustantivo apelando a la existencia de elipsis de un sustantivo, y las
que, tras Bello, lo consideran nuclear:
“Las formas el, la, los las, construidas con adjetivo o con relativo (o con
sintagma con preposición de) modificadores especificativos, funcionan
como modificadores concordantes con un sustantivo que el oyente recupera
a partir del contexto verbal, situacional o cultural (incluyendo en este
último tanto conocimientos lingüísticos como generales acerca de la reali-
dad). Las formas el, la, los, las, por una parte, y lo, por otra, sin sustantivo
antecedente con el que concordar, funcionan en dichas construcciones
como núcleo, sin anáfora a sustantivo alguno; tienen entonces los mismos
rasgos sintácticos que diferencia a él, ella, ellos, ellas, por una parte, y ello,
por la otra, en las construcciones de adjetivo o de relativo con función de
modificación explicativa. Las primeras, concordantes, y entre las que no fi-
81
Garrido ilustra la diferencia entre los ejemplos (88-91) y (92-93) como sigue:
“Nos encontramos, por tanto, ante dos usos diferentes. En uno, las formas el, la,
los, las concuerdan con un sustantivo, presente fuera de la construcción, o por lo
menos disponible, “fresco en la memoria”, por inferencia a partir del contexto ver-
bal o del entorno social o cultural. La cláusula de relativo, especificativa, tiene
entonces la misma función de modificador que la observada en el caso del adje-
tivo, y que la del sintagma con preposición de como en (37):
(37) Los libros que más me gustan son los de aventuras
En el segundo uso, encontramos las formas el, la, los, las, con la significación de
persona, y también la forma lo, con la significación correlativa de no persona, es
decir, de cosa o asunto para la que no existe o no se encuentra denominación
léxica apropiada, o, si existe, y se dispone de ella, se decide no emplearla” (Ga-
rrido Medina, 1986, 61-62).
De este modo, la contraposición de ejemplos como (38) Esta mesa es la que te quiero
regalar (39) Esta mesa es lo que te quiero regalar consiste en que
“en (38) la concuerda con mesa, y está unido como término secundario a la cons-
trucción con relativo, también término secundario, especificativo, mientras que en
(39) lo carece de antecedente y no han sustantivo “subentendido” que pueda fun-
cionar como núcleo” (1986, 62)
Y continúa
“En las construcciones en que no hay antecedente, el relativo tiene carácter de mo-
dificador especificativo, como sugiere la comparación con las construcciones con
antecedente (...). No queda más opción que atribuir a el, la, lo, etc., el carácter de
núcleo” (1986, 62-63).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 95
gura lo, constituyen, como las que se construyen con sustantivo, las formas
del artículo el. Mantienen con las segundas, y por tanto también con las co-
rrelativas formas plenas del pronombre, estrechas relaciones semánticas y
sintácticas, además de la relación analizadas aquí” (Garrido Medina, 1986,
68).
Es evidente que considerar el artículo lo (o en su caso el, la, los, las), como
un pronombre, pese a lo implantado de la idea en ciertos sectores, tiene problemas
teóricos a los que no han sido ajenas las distintas visiones que de esta unidad se
han tenido. Escavy Zamora (1987) ha trazado un exhaustivo panorama de las
82
Esta identificación también lleva al caso contrario: la falta de reconocimiento de un
antecedente cuando no puede considerarse el núcleo de la relativa. Vázquez Rozas
(1996, 247) alude a este hecho (aunque también destaca el que autores como Bello
(1847 § 304) o Alcina-Blecua (1975, 1023) se refieran al antecedente como a un “con-
cepto”, y no necesariamente a un elemento léxico textualmente identificable), y lo ilus-
tra con ejemplos en los que no se incluyen como relativas con antecedente secuencias
como (negritas de la autora): Este año y el que viene (Academia, 1973, 219); Porque
ellos vinieron a Barcelona con una ilusión opuesta a la que a mí me trajo (Alcina-Ble-
cua, 1975, 1035); La historia más inverosímil de cuantas se conocen (Academia, 1973,
221), concluyendo la necesidad de “desligar la función anafórica del antecedente de la
función de núcleo sintáctico de la construcción relativa” (Vázquez Rozas, 1996, 247).
96 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
La visión del pronombre como una más de las clases de palabras, a veces
incluida dentro de la del artículo, otras veces independizada, viene de la gramática
clásica83, cuando la separación propiciada por Dionisio de Tracia entre ¨rqron y
¢ntonimia sancionó la existencia del pronombre como categoría diferenciada,
aunque la propuesta de fusión de ambas se reproduzca una y otra vez hasta hoy día.
Los rasgos asociados a esta categoría pronominal varían de unos a otros autores,
dependiendo en gran medida de las unidades que se incluyan. Escavy Zamora
(1987, cap. II) incluye como rasgos históricamente asociados a la esencia del
pronombre los siguientes: persona, locución, sustitución, deixis y relación. La
descripción de estas características, incluso superficial, además de llevarnos
tiempo, sería redundante, dada la detallada explicación que encontramos en el texto
mencionado, por lo que me limitaré a constatar que dicha relación no ha servido
para cerrar definitivamente la definición de pronombre. La razón, más que
probablemente, se debe a su variedad y heterogeneidad, que hacen que, por una
parte, debiera excluir de entre los pronombres unidades tradicionalmente incluidas
(yo, normalmente, no sustituye; mucho, algo, carece de indicación personal, etc.) y,
por otra, y muy fundamental, que incluya rasgos que exceden con mucho los que
83
Para una visión detallada de la historia del pronombre dentro del contexto de las cla-
ses de palabras son todavía indispensables los trabajos clásicos de Robins (1957, 1966,
1986), así como el ya mencionado de Escavy Zamora (1987), centrado en esta unidad.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 97
En (94-96) tenemos una palabra pronominal personal (tónica) tú, otra deíc-
tica (éste) y una interrogativa (quién); y una palabra adjetiva deíctica (ese). Incluso
un verbo ‘comodín’ cuyo significado en este contexto es claramente cohesivo
(hacer). Todas ellas tónicas. Pero también tenemos unidades átonas: artículos (la,
lo, el), un relativo (que) y un clítico verbal (_ lo), sin que estos ejemplos agoten el
inventario posible. Es evidente, pues, que salvo que nuestras generalizaciones se
guíen por criterios absurdos, el rasgo (ana)foricidad no supone de mucha ayuda
para describir el comportamiento gramatical de las unidades.
84
Halliday & Hasan (1976, 4) definen la cohesión como sigue:
“Cohesion occurs where the INTERPRETATION of some element in the discourse is
dependent of that of another. The one PRESUPPOSES the other, in the sense that it
cannot be effectively decoded except by recourse to it”.
El concepto de presuposición, por tanto, está ligado al de ‘anáfora’ (vid. 1976, 23)
y ambos definen la ‘cohesión’.
85
Creo que no se debe confundir anaforicidad con valor relativo. Para Halliday &
Hasan, unidades como más, mejor o mañana son anafóricas. En realidad, son relativas,
pues tienen una referencia con respecto a la cual se interpretan, pero no anafóricas, pues
no toman prestado un contenido de otra unidad o situación. En ese sentido observo una
diferencia entre las unidades señaladas y los deícticos espaciales aquí, ahí, allí.
98 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
86
Sobre las clases de palabra y sus jerarquías vid. Jiménez Juliá (2006, CUADRO I en §
1.1.1.1). En Jiménez Juliá (2001a) se comenta este cuadro brevemente.
87
Mucho más claramente el auxiliar do en inglés en ejemplos como I like apples and
you DON’T.
88
Es evidente que los distintos recursos cohesivos reconocidos por Halliday & Hasan
(1976), pese a su valor ‘dependiente’, incluyen unidades que no suelen entrar en lo ca-
racterizado como ‘pronombre’, caso de lo que los autores denominan referencias espa-
ciales (lo vi allí), las cohesiones léxicas (Llegué al restaurante y me encontré el local
vacío) o las sustituciones plenas (ing, I work everyday and you don’t) o elípticas (A ti te
gusta el arroz y a mí ∅ la pasta).
89
Aunque la sustitución por una unidad referencial no siempre sea viable
comunicativamente: ocurre con los pronombres personales de primera y segunda per-
sona del singular (como pone de manifiesto Jespersen, 1924, 82. Vid. infra), y con los
interrogativos en modalidad interrogativa.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 99
90
Jespersen (1924), o Bosque (1989), por poner dos casos muy diferentes y ya
mencionados..
100 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Dado que lo que aquí nos interesa no es la posible ‘esencia’ del pronombre,
ni la descripción de valores que no determinen directamente sus posibilidades sin-
tagmáticas, por muy importantes que sean para otras consideraciones, señalaré tres
formas básicas de entender el pronombre como categoría gramatical, relevantes
para el problema concreto que nos ocupa, esto es, para la identificación o no de las
formas articulares como unidades pronominales. Estas tres formas serán.
(a) El pronombre como clase de palabra de carácter nominal o subsidiaria
del nombre, con valores sustantivos y adjetivos.
rechazando (a mayores) a pie de página que both pueda ser un adjetivo en both
boys y un pronombre, con un modificador apositivo, en both the boys (ibid.). Sin
embargo, Jespersen, ni entra en los argumentos de quienes defienden tal dualidad,
ni proporciona un análisis (ni convincente ni de otro tipo) que dé cuenta de los
distintos ejemplos enfrentados que él postula como idénticos. En este sentido, el
autor defrauda y se muestra inusualmente trivial.
En la edición de 1857, según apunta Trujillo, se añade una nota donde, entre otras
cosas, considera que ,
“una mención nominal anterior en virtud del carácter de PALABRA VICARIA que
poseen los pronombres o aluden a algo que está presente en la conciencia y
en la situación, de tal manera que se trata, más que de una indicación o
REFERENCIA, de lo que podríamos llamar deducción o EFERENCIA” (1951a, 21)
Al margen del “salto” que supone identificar los artículos como pronom-
bres, sin más, antes de cualquier justificación, para aplicarles la fórmula de la espe-
cificación lógica y llegar a conclusiones sobre núcleos gramaticales, las palabras de
Bosque explican varias cosas, y muy principalmente: (a) su objetivo relacional,
alejado de la descripción las formas y paradigmas gramaticales y centrado en la
formalización de relaciones de contenido de diverso tipo, y (b) que sus generaliza-
ciones sobre conceptos como “núcleo” o “carácter pronominal” de una unidad
difícilmente pueden aceptarse como generalizaciones gramaticales, al tiempo que
muestran sobre qué base se suelen sustentar la idea del pronombre como categoría
‘transversal’. Ello no resta a esta visión interés para el conocimiento de los proce-
dimientos de referencia deíctica, pero no hay duda de que nos aleja de una descrip-
ción gramatical –significante– de las unidades, para adentrarnos en las redes de
rasgos semánticos o capacidades deícticas que permiten subclasificar unidades
según sus capacidades referenciales, atendiendo a supuestos rasgos internos. O,
dicho de otro modo, la visión transversal es útil para mostrarnos lo común entre
distintas categorías sintagmáticamente bien diferenciadas, pero es inoperante para
encontrar justamente lo contrario, a saber, la delimitación de categorías distintas,
aunque puedan tener un punto de unión en aspectos diferentes de los estrictamente
sintágmáticos92.
92
Dado que en el trabajo aludido por él como Bosque-Moreno (1988) –en realidad,
(1990)– insiste en su visión para elevar sus conclusiones al terreno estrictamente gra-
matical, dedicaré el § 3.3.3 a revisar sus argumentos.
106 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
word classes
que permite ver que los autores no hilan muy fino en la caracterización del para-
digma funcional al que pertenecen los pronombres, pero sin que esto sea privativo
de ellos93. Al lado de estos pronouns, que incluyen personales e ‘indefinidos’,
entendidos estos últimos como categoría amplia, Halliday-Hasan hablan de pro-
nouns (1976, 102 y ss.), que tiene como unidades más prototípicas one y thing, e
incluye sus compuestos (something, nothing, etc.) y formas interrogativas, y cuyo
puesto en el diagrama anterior difiere según contextos, al menos en el caso de one
(cfr. 1976, 106).
“We analyse them as nouns because the phrases they head are like those
headed by common or proper nouns in terms of their functional potential
and, though to a lesser degree, their internal structure” (1984, 272),
asimilando “common” y “proper nouns” en una sola categoría funcional muy lejos
de su actuación real. Hay que reconocer, sin embargo que este autor se muestra
más explícito en su explicación. Por un lado ve al pronombre como miembro de
una clasificación de distinto nivel de las que llamamos palabras ‘plenas’
93
En las transposiciones alarquianas vemos identificaciones similares (‘artículo + adje-
tivo’ = sustantivo), en lugar de “‘artículo + adjetivo’ = ‘artículo + sustantivo’/ ‘pronom-
bre’ / ‘nombre propio’”
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 107
Más adelante, precisa algo más estas unidades, caracterizándolas como ‘po-
tencialmente’ anafóricas, pero usables también con valor deíctico (1984, § 7.2.) y,
desde el punto de vista gramatical, como equiparables a los nombres:
They are like other nouns in having the property (a) above -they function
as head of phrases filling the position of subject, object, etc.- and insofar as
they take any dependents at all within the phrase, they are like those found
in Nps rather than phrases of other classes” (1984, 232)
Y más abajo,
“Functionally, pronoun headed phrases are like other Nps in that they occur
as subject, object, complement of a preposition, and so on” (1984, 272).
considerando que las dos características que los separan de los common nouns son
la imposibilidad de llevar determinantes (id., 429), así como una mucho más res-
tringida posibilidad de adquirir expansiones (id., 430). En cualquier caso, lo im-
portante de esta visión ‘británica’ del pronombre es su alineación inequívoca con la
visión (c) reflejada en § 3.3.2.1, esto es, con la que excluye de entre las posibilida-
108 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
des del pronombre otra cosa que el valor nuclear autónomo de la estructura nomi-
nal en la que se integra.
94
“Pronombre es la parte de la oración que designa una persona o cosa sin nombrarla, y
denota a la vez las personas gramaticales” (Academia, 1920, § 39).
95
El párrafo que describe este rasgo es ciertamente farragoso: “El nombre pertenece a la
clase del sustantivo, al menos en un sentido: tiene propiedades comunes con los nom-
bres y adjetivos, así como con el artículo, categorías estas que conforman la expansión
máxima canónica de las expresiones nominales” (Fernández Soriano, 1999, 1211).
96
Aunque ahora no sea oportuno entrar en profundidad en ello, hay que destacar que la
capacidad denotativa, propia de los pronombres, excluye su uso con determinantes, pero
no así con modificadores. En el caso de los personales podemos encontrar modificacio-
nes explicativas (ella, que no quería jaleos, se fue) o, como la propia autora admite, los
mismos adyacentes que los nombres propios (mismo, solo, juntos), además de cuantifi-
cadores (vid. 1999, 1211-1212); en demostrativos o indefinidos, la modificación puede
ser especificativa (esa de ahí, alguno sin nada que hacer, etc.). La modificación no está
ligada necesariamente a un contenido léxico, sino a cualquier referencia cuyos rasgos se
quieran explicar, especificar o ampliar en algún sentido, razón por la que la lengua no
excluye su expresión, aunque establezca ciertas limitaciones de uso.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 109
que se inserta: son proformas, con todo lo que ello conlleva en relación con la
identificación anafórica o deíctica, con rasgos formales y valores sintagmáticos
nominales, que se usan –para decirlo con los conocidos términos de Jespersen– en
funciones ‘primarias’, no como adyacentes. Aunque nada se dice explícitamente, se
da a entender que las formas átonas articulares no son pronombres y, por extensión,
cabe pensar que tampoco considera pronombres las formas demostrativas adya-
centes (esta casa, el chico aquel). El pronombre queda delimitado como una forma
léxicamente vacía, con capacidad designativa fijada por el contexto, y con valor
sintagmático nominal global. Insisto en que aunque la caracterización se hace a
partir del pronombre personal –lo que, sin duda, ayuda a fijar los rasgos anteriores–
la introducción al concepto habla del pronombre como clase de palabra, sin restrin-
girlo a un tipo concreto. Esta forma de definir el pronombre como categoría, aun-
que pueda adolecer de falta de explicitud en algunas cuestiones clave, parece ade-
cuada para establecer los límites sintagmáticos de la palabra en relación con otras,
y no solo sus similitudes de valor de contenido. Lástima que la obra colectiva no
sea coherente a la hora de tratar el tema en otros capítulos que inciden en aspectos
relativos al pronombre y se convierta en una auténtica trampa para el incauto lector
que busque coherencia teórica dentro de la claridad descriptiva97.
3.3.2.5. Como acabo de apuntar hace un momento, el uso del término ‘pro-
nombre’ de Fernández Soriano (1999) que acabamos de ver, (aparentemente) res-
tringido y bien delimitado por rasgos formales y sintagmáticos, no es común en la
obra –que se supone conjunta y unitaria– en la que se incluye su trabajo como uno
de sus capítulos, y cada uno de los dedicados a los diferentes tipos de pronombre
supone casi una nueva opción en la consideración del término (y el concepto). Así,
si en el denominado “Pronombres y adverbios demostrativos. Las relaciones deícti-
cas” (cap. 14, I, 929-972), de Eguren, no parece haber excesivo contraste (aunque
tampoco total coindencia) con el de Fernández Soriano, en el uso del término, en
otros la cosa cambia notablemente. Eguren se refiere a la “clase relativamente ce-
rrada de unidades o expresiones lingüísticas –los llamados “deícticos” –” (1999,
931), aglutinando en esa clase unidades que tienen como vínculo primario su
carácter deíctico. En esta clasificación, por tanto, lo primario, lo que permite hablar
de una clase de unidades, es el valor deíctico, viniendo en segundo lugar la división
en pronombres y adverbios y, después, ulteriores subdivisiones. Eguren, aunque
sea en nota a pie de página (1999, 937, nota 21), distingue entre pronombres de-
mostrativos y ‘determinantes’ demostrativos (que considera ‘adjetivos’), sin entrar
en una definición rigurosa y distintiva de pronombre, probablemente por dar por
supuesto que es aquello que ‘sustituye a un nombre’. Esta distinción, en cambio,
está ausente en el siguiente capítulo del mismo libro (cap. 15, I 973-1023), en el
que Picallo & Rigau (1999) –de orientación igualmente chomskiana– hablan de
‘pronombres posesivos’, pese al valor siempre adyacente (o predicativo) de los
posesivos, distinguiendo, después, entre pronombres posesivos ‘antepuestos’ (áto-
nos) y ‘pospuestos’ (tónicos) al nombre. Al hablar de los cuantificadores en el
siguiente capítulo (cap. 13, I, 1025-1128), Sánchez López vuelve a la distinción
entre categorías (distribucionales), considerando que
“la clase de los cuantificadores no puede tener una base categorial. Dado el
diferente estatuto de tales elementos en cuanto a las categorías a las que
modifican habría que considerarlos como una clase sincategoremática a la
que pertenecen determinantes, adverbios y adjetivos, con el agravante de
que un mismo elemento puede pertenecer a todas las clases a la vez”
(Sánchez López, 1999, 1035),
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 111
La idea que preside todo el trabajo es la del carácter pronominal del neutro
lo (y, en general, de todo artículo) y, con ello, su carácter nuclear. Hasta ahí se
inscriben en la tradición de los autores vistos en § 3.3.1, con la única diferencia de
su mayor radicalismo. Lo que distingue a estos autores de sus predecesores en la
idea es su justificación teórica del concepto de núcleo a partir de las tendencias
chomskianas de los últimos veinticinco años, llegando a un compromiso metodoló-
gico difícilmente digerible desde una óptica ajena a los postulados en los que se
apoyan. Sin embargo los autores utilizan toda una cascada de argumentaciones de
lo más heterogéneo, que pueden dar la idea de firmeza en los postulados, por lo que
conviene asomarse a los pilares de la defensa de su tesis con el fin de ver su con-
sistencia real.
Según los autores, en (99) estamos ante un pronombre, núcleo del sin-
tagma. En (100), ante un “cuantificador adjetival”98 (1990, 8). El argumento utili-
zado es el de la concordancia; esto es, la imposibilidad de decir *Lo pequeña de la
casa implica que pequeño está regido por lo en (99), aunque no en (100). Recha-
zan, por tanto, la idea de que el lo sea un artículo nominalizador pues, en ese caso,
afirman,
“habría que proponer que los artículos deciden el género de los núcleos
nominales o, en general, que son los complementos los que deciden el
género y número de los núcleos. No se nos ocurre cómo se podría justificar
independientemente tal propuesta” (1990, 9).
Parece claro que desde una óptica ajena a los presupuestos desde los que se
formulan estas cuestiones su enfoque resulta irrelevante e, incluso, erróneo en
cuanto a su análisis gramatical.
98
En el resto del trabajo no se vuelve a mencionar la existencia de tal tipo de categoría,
incidiéndose más bien en su negación.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 113
Sin entrar en cuestiones que se tratarán más abajo (vid. § 4.5 infra), hay
que decir, de nuevo, que las propiedades referenciales de lo de Pedro, como de lo
bueno, no provienen de lo, sino del carácter abstracto que la lengua asigna a la
referencia nominalizada. En castellano, la lengua ha considerado oportuno elegir la
unidad lo como vehículo expresivo de dicho carácter, como elige el o la para la
nominalización de referencias (tratadas como) no abstractas, probablemente porque
la desaparición de sustantivos neutros en romance dejaba esta unidad en una situa-
ción idónea para la expresión de lo abstracto a partir de cualquier unidad no (nece-
sariamente) abstracta100. Por ello lo se emplea con unidades de género cambiable
(adjetivos –lo bueno– o sustantivos ‘adjetivados’ –lo señor que es Don Matías–) en
cuyo caso el neutro coincide sustancialmente con el masculino, como ocurría en
algunos casos de la flexión latina, o con unidades sin expresión genérica (frases
preposicionales o estructuras relativas), lo que hace que todo el peso de la expre-
sión del mismo recaiga en el artículo, pero de ninguna manera que por ello se con-
vierta en núcleo o director de lo que sigue. Y son las circunstancias históricas del
lo (frente al illud) las que explican también su carencia de plural. Si creemos en la
lengua como instrumento de comunicación que ajusta sus recursos a las necesida-
des expresivas del hablante, y que la gramática refleja estas prioridades, es absurdo
–o, en todo caso, distorsionador de la realidad de la lengua– pensar que es lo quien
‘elige’, en términos gramaticales, a de Pedro101. Y mucho más absurdo, otorgarle el
carácter de núcleo, siempre y cuando usemos un concepto de núcleo razonable y
con límites abarcables. El lo –insisto– no es sino un instrumento caracterizador
nominativo y neutro, que en castellano excluye sustantivos (por haber desaparecido
los sustantivos neutros), y no es más núcleo que la desinencia identificadora del
nominativo neutro de templum o bonum (o bona), aunque entre el recurso flexivo
latino y el analítico castellano hay un diferente grado de gramaticalización que no
nos permite hablar de éste como de un morfema. Concentrar en el lo las ‘propieda-
des referenciales’ de los sintagmas para los que ha sido utilizado es invertir la je-
100
De este modo, podemos expresar de modo analítico, no necesariamente léxico, la
diferencia entre lo concreto (masculino o femenino: el/la bueno/a) y lo abstracto (neu-
tro: lo bueno). En inglés, ante la indiferenciación genérica del artículo la diferencia en-
tre el bueno y lo bueno tiene que hacerse mediante unidades léxicas (por ejemplo, the
good one vs. the good thing) ¿Habría que decir que el papel gramatical del artículo en
inglés es radicalmente diferente al del español o el del griego por no estar capacitado
para expresar el género?
101
Lo cual no quiere decir que no pueda haber expansiones de unidades anafóricas, co-
mo en pronombres tónicos castellanos: yo, el rey; uno de Avila (no *un de Avila), Ella,
maldita alma. Pero para esto la lengua habilita otros recursos, con otras restricciones, y
mezclarlos es hacerle un flaco favor a la descripción lingüística.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 115
102
No me queda claro que quieren decir exactamente cuando afirma que el lo de lo pe-
queño que era el local es un adjetivo que encabeza una oración. Si se refieren a su posi-
ción, la cuestión es obvia. Si se refieren a que la segmentación de la secuencia es ‘[[lo]
[pequeño que era el local]], la justificación me parece difícil desde los postulados que
alcanzo a entender.
116 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
(101) fn (expandida)
NÚCLEO MODIFICADOR
frase preposicional
DET. NOM.
poses. sust.
Lo pequeño de tu casa
(102) fn (expandida)
NÚCLEO MODIFICADOR
DET NOMINAL
RELATOR PVO PRED.COP. SUJETO
DET. NOM.
poses. sust.
ANTECEDENTE
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 117
otra con la que forma una única unidad fonológica, precisamente, porque se ha
convertido en subsidiaria, dependiente y, a menudo, fijada secuencialmente. La
atonicidad es pues la manifestación de una pérdida de carácter autónomo y, por
tanto, de posibilidades de nuclearidad (dentro de un concepto sintáctico de núcleo).
Atribuir a una unidad un valor clítico (por tanto darle un carácter átono y carente
de autonomía) y, al tiempo, nuclear solo se explica, una vez más, por el peculiar
uso del concepto de núcleo que los generativistas han difundido.
E insisten en la idea del carácter pronominal (por tanto, de la nuclearidad) del lo,
aduciendo la similitud estructural entre Lo de que ibas a llamarme y Lo de que
Juan está loco con, respectivamente, La idea de que ibas a llamarme y La afirma-
ción de que Juan está loco, que, según los autores,
“explica de forma simple por qué tales sintagmas admiten los mismos pre-
dicados que sustantivos como hecho, idea, afirmación, etc., es decir falso,
increíble maravilloso ...” (1990, 24)
103
Es de suponer que para Bosque-Moreno, algo como ¡lo desde lejos que llegaste! sería
un caso de lo adjetivo.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 119
evidencie el carácter pronominal de lo. Lo que parece evidente es, más bien, que el
que unidades como desde lejos o sonreído no puedan tener núcleo nominal es con-
secuencia de la dificultad que tenemos de ver estas unidades como una caracterís-
tica inherente y definitoria de una entidad, aunque sea abstracta, y ello es lo que
dificulta (más que imposibilita) su codificación como ‘entidad definida por su cua-
lidad’ a través de la secuencia ‘Artículo neutro lo + Adjetivo’. La base del pro-
blema, por tanto, es que los autores atribuyen al carácter pronominal de la unidad
lo lo que se deriva de las posibilidades de nominalización de los sintagmas como
entidades abstractas. O, como señala Lapesa, en estos casos, “/lo/ no existe sino
como componente del sintagma: fuera de él no tiene lugar ni en el sistema de la
lengua ni en el discurso” (1984, 187), por lo que “Sólo el sintagma entero es ple-
namente sustantivo” (ibid.) (vid. § 4.6.3 infra). Es un error considerar que lo equi-
vale sintácticamente a la idea, u otros sustantivos genéricos (más bien otras frases
nominales con sustantivos genéricos) por el hecho distribucional de que tras uno y
otro cabe un mismo tipo de sintagma preposicional (por ej. de que ibas a lla-
marme). Precisamente el que lo se utilice como articulo nominalizador para ele-
mentos no animados (o abstractos) facilita la coincidencia de estas unidades nomi-
nalizadas con las complementaciones de sustantivos de estas mismas características
semánticas. Si pretendemos describir hechos gramaticales, sin embargo, lo impor-
tante será el carácter gramatical de los recursos que se utilizan para expresar un
contenido. En este sentido, decir que lo en lo de tu primo equivale en todo lo rele-
vante, valor nuclear incluido, a la cuestión/el problema .... de tu primo supone
confundir términos en el mismo sentido en el que se confunden cuando se hace
equivaler la preposición con y la forma verbal en gerundio teniendo en el contexto
___ la ventana abierta, como núcleos similares del sintagma que forman (vid.
Bosque, 1989, 31-32 y Jiménez Juliá, 2000, 92). El error, en último término, pro-
viene, además de por una peculiar forma de análisis, de no ver diferencias entre las
formas átonas y las tónicas derivadas de ille, y pasar por alto el cúmulo de procesos
claramente distintos que implica la atonización de la serie con respecto a las formas
que se conservaron como tónicas. Lo que puede asimilarse a la estructura de La
idea de que ibas a llamarme / la afirmación de que Juan está loco es
aquél que quiera venir / el que quiera venir (cfr. § 4.4. infra), perdiendo, en este
caso, sus posibilidades de oposición en el plano de la deixis (*ese que quiera
venir; *este que quiera venir). Estos pronombres (tónicos) son los que heredan el
valor sintáctico del (ecce) illud o (ecce) ille latinos como antecedente del relativo y
los que se comportan como pronombres (como, por otra parte, señalan los propios
autores más abajo (vid. Bosque-Moreno, 1990, 27). Álvarez Martínez (1986) tiene
razón al decir que la consideración de lo como pronombre supone establecer dos
estructuras similares para un mismo fin, aunque no son idénticas comunicativa-
mente, si bien su ejemplo quizá no fuese el adecuado104.
Podemos decir, para resumir los dos últimos parágrafos, que en general los
autores atribuyen al lo los rasgos que se derivan de la entidad nominalizada y, muy
particularmente, nominalizada como abstracta (‘en neutro’)106.
105
Las soluciones ad hoc para hacer recaer en el lo la responsabilidad de todo proceso
gramatical son numerosas. Así, para explicar la imposibilidad de los ejemplos (b) –
frente a los ejemplos (a)–
(11)a. Lo muy caro
(11)b *Lo tan caro
(12)a Nunca he visto [la casa][tan bonita]
(12)b *Nunca he visto [la casa tan bonita]
consideran, además de la similitud de lo y la casa, que
“lo único que es necesario añadir para excluir (11b) es que un pronombre átono no
puede ser proclítico de una categoría ajena al sintagma al que pertenece” (Bosque
& Moreno, 1990, 15)
lo cual es bastante de perogrullo, pues lo mismo se puede decir de un determinante
(unidad átona directamente unida a la unidad que nominaliza). Lo que afirman los auto-
res establece, ni más ni menos, el carácter dependiente del lo, pero no dice nada sobre
su valor pronominal. Y según cómo se entienda este carácter dependiente, el argumento
puede volverse en su contra.
106
Este cambio de óptica con respecto a lo que en una lógica funcional son las causas y
lo que son sus efectos la vemos claramente afirmaciones como la siguiente:
“Una particularidad interesante del lo cuantitativo afecta al adjetivo que lo modi-
fica. Los que pueden hacerlo constituyen un grupo muy restrictivo de adjetivos
epistémicos ...” (id., 1990, 34).
122 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
(106) Él dijo que sí llevaría y que ansimesmo pensaba llevar un asno que tenía muy
bueno, porque él no estaba duecho a andar mucho a pie (Quijote, I, VII).
Esto es, no dicen: “los adjetivos que pueden nominalizarse con el artículo neutro y tener
acepción cuantitativa son un número restringido”, sino lo contrario, es el lo el que ‘se-
lecciona’ adjetivos según sus conveniencias. Hay casos, sin embargo, donde no pueden
explicar todo a partir del lo. Así, la imposibilidad de decir *Duermo lo muy necesario
les sugiere que “esta limitación es de naturaleza diferente y excede a la gramática de lo”
(id., 1990, 37), admitiendo que ocurre lo mismo en ejemplos como Tómate el tiempo
(*muy) necesario. Es de destacar lo por los pelos –siempre desde mi perspectiva– que
están cogidos los argumentos para afianzar el carácter nuclear de lo sobre la base de
ejemplos como lo estrictamente necesario, lo de antes en relación con Tomaba la
misma cantidad de antes y un, a decir de los autores, imposible Tomaba la misma can-
tidad de Pedro (cfr. 1990, 37.)
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 123
y continúan:
107
Para Bosque-Moreno, carácter nuclear supone valor pronominal. Por eso rechazan la
postura de Eguren (1990) quien, desde una óptica igualmente generativa, defiende un
Sintagma Determinante (SDET) en el que el núcleo es el artículo, coincidiendo con su
postura “en considerar el el núcleo de el libro de Pedro, pero no exactamente en que el
sea un ‘determinante’” (id., 47).
124 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
a Jiménez Juliá (2001a § 2) para unas breves indicaciones sobre esta caracteriza-
ción108. Me fijaré, algo más, por el contrario, en el conjunto de las ‘proformas’ que,
globalmente, se opone al de las palabras ‘plenas’ y al de las palabras ‘estructura-
les’. De aquel esquema reproduzco por comodidad la parte correspondiente a las
proformas:
CUADRO VI
PROFORMAS EN CASTELLANO
Personales
Pronombres
Demostrativos
TONICAS (con flexión nominal)
Indefinidos
Partículas interrogativas
Particulas relativas
ÁTONAS
[Clíticos]
Del cuadro se desprende que para una explicación gramatical de las unida-
des significativas es preciso hacer una serie de distinciones –en lugar de esconder
las diferencias bajo una etiqueta común, sea ‘pronombre’ u otra–, la primera de las
cuáles es el carácter tónico o átono de los elementos. Como señalé en Jiménez
Juliá, 2006 § 4.2., ‘tonicidad’ es sinónimo de carácter independiente, interpretando
la independencia como libertad contextual (y secuencial) y, con mayores o menores
restricciones, posibilidad de expansión109. La atonicidad, por su parte, es siempre
consecuencia de la pérdida de autonomía de una unidad, si bien la ausencia total de
sílaba tónica en una unidad ‘atonizada’ depende a menudo de factores fonotácticos:
tan ‘atono’, esto es, tan ‘dependiente’ es el en el niño, como ese en ese ángulo.
Fónicamente, sin embargo, unidades como ese, este, algún o cualquier, conservan
un acento (aunque en el conjunto formado con la unidad que caracterizan se con-
vierta en secundario) por su carácter no monosilábico. Pues bien, las proformas
pueden ser tónicas y átonas, siendo ésta una diferencia básica, no solo entre las
proformas, sino entre cualesquiera unidades de la lengua.
108
Para una visión muy pertinente sobre las clases de palabra, con observaciones sobre
los criterios de clasificación, son sumamente útiles los capítulos XIV y XV de Adrados
(1992).
109
Bosque (1989,33) prefiere el término de clítico para las unidades gramaticales
atonizadas, reservando el de átono para el terreno de la prosodia.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 127
Las proformas átonas son de dos tipos: ‘clíticos’ y relativos. Los clíticos,
en realidad, son meros morfemas verbales, diferenciados de los llamados morfemas
flexivos solamente por no ser parte definitoria de la estructura del verbo. Las partí-
culas relativas (tanto los tradicionalmente llamados ‘pronombres relativos’ como
los denominados ‘adverbios relativos’) son unidades anafóricas, primitivos demos-
trativos o interrogativos (indirectos) con modalidad declarativa, presentadores de la
unidad que luego se especificaba apositivamente, que perdieron su carácter inde-
pendiente y se quedaron en meros introductores anafóricos y desambiguadores de
la unidad sobre la que se atribuía un proceso verbal110. En estas circunstancias,
clíticos y relativos, como unidades especializadas, gramaticalizadas y atonizadas
que son, carecen de cualquier posibilidad nuclear y se alejan de cualquier homolo-
gación gramatical con las unidades tónicas de idéntico origen: los pronombres
personales nominativos y las partículas interrogativas, respectivamente.
Las proformas tónicas, por su parte, son los únicos verdaderos sustitutos de
unidades plenas (palabras o construcciones sintácticas) con su mismo valor y, en
cierta medida, sus posibilidades sintagmáticas. En efecto, como acabo de mencio-
nar, los clíticos no son sino unidades morfológicas que no podrían soportar la más
mínima operación sintáctica111, y los relativos índices de una unidad funcional, que
bloquean la aparición de la misma, pero que carecen de las posibilidades de movi-
110
Aunque las hipótesis sobre la creación de los relativos en las lengua IE son variadas
(cfr. Delbrück (1900, III, 415 y ss.), Hirt (1934, 202 y ss.), Lehmann (1974, 58 y ss.),
Justus (1973) o Costello (1983)), los datos parecen corroborar la idea (defendida por
Brugmann, Delbrück o Costello) de la derivación de las relativas de secuencias verbales
independientes y las partículas relativas, en concreto, de temas pronominales (del IE
*yo-) o –probablemente– de interrogativos indirectos (tema en *kwi *kwo). Para esta
compleja cuestión cfr., además de las arriba mencionados, Mendoza (1999, 224 y ss).
Las lenguas germánicas o el griego muestran claramente el origen demostrativo de los
relativos, sin duda a partir de construcciones apositivas (cfr. Adrados (1992, 331). Para
una excelente revisión histórica de las construcciones relativas en inglés antiguo, con
descripción pormenorizada de las teorías al respecto, vid. Suárez Gómez (2006), espe-
cialmente cap. 2.
111
Sobre el carácter morfológico de los clíticos, véase Bosque (1987, §§ 4 y 5), y Jimé-
nez Juliá (1995a, 110-112 y 120-123).
128 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
lidad y expansión de los elementos a los que se refieren (y solo se dejan flexionar
analíticamente mediante el artículo), siendo, por tanto, meros sustitutos ‘referen-
ciales’ de las unidades indicadas, pero en absoluto equivalentes sintácticos. Frente
a todo ello, las proformas tónicas adoptarán el valor gramatical que tendría la uni-
dad referida de estar expresada léxicamente, aunque suelan variar las condiciones
textuales y modales de las secuencias según se expresen con unidades léxicas y con
proformas. Las proformas tónicas son de dos tipos: las ‘partículas interrogativas’ y
los ‘pronombres’ (propiamente dichos). Las partículas interrogativas son unidades
de variada estructura formal (desde la flexión nominal total, en algunas lenguas,
hasta la invariabilidad) cuyo vacío de contenido referencial autónomo está directa-
mente conectado con la modalidad a la que sirven. No es casual que gran parte de
las unidades relativas vengan de una atonización, y consiguiente descontextualiza-
ción gramatical y modal, de primitivas unidades interrogativas. Los pronombres,
por su parte, son verdaderos nombres sin rasgos significativos intensos (a no ser
que consideremos como tales la ‘deixis’, la ‘cuatificación’ y demás) y con valor
referencial abierto. Insisto en que aunque tradicionalmente el término ‘pronombre’
se ha aplicado a la totalidad de las proformas, parece conveniente reservar una
etiqueta para este tipo concreto, dadas sus características tanto formales como sin-
tagmáticas, y qué mejor para ello que la de ‘pronombre’ (dejando la genérica de
proformas, con el correspondiente apellido, para las demás), teniendo en cuenta
que son las únicas que conservan las características formales de los nombres
(sustantivos y adjetivos), además de sus valores sintagmáticos. Serán pronombres,
pues, los ‘personales’, ‘demostrativos’ e ‘indefinidos’, incluyendo numerales y
cuantificadores (y no otros). A diferencia de las demás proformas, estas unidades
se comportan como verdaderos ‘sustitutos’ de otras formas (no solo nombres),
según algunas definiciones tradicionales, en el sentido de que pueden ocupar el
lugar de una unidad léxica que le sirva de referencia en prácticamente cualquier
contexto. Frente a ellos, las partículas interrogativas (tanto en su uso directo como
indirecto), además de tener un flexión limitada (en castellano) a solamente el
número, o ser invariables (los llamados tradicionalmente ‘adverbios interrogativos’
o la forma qué), no pueden ser sustituidos en el sintagma por su referente sin variar
aspectos cruciales de la enunciación. Su libertad, tanto posicional como expansiva,
aunque limitada con respecto a los pronombres, contrasta con la rigidez de las
formas átonas en este aspecto. De las líneas anteriores se desprenden ciertas
características propias de los pronombres o, para ser más exactos, de la noción de
pronombre más productiva para la descripción gramatical, que, entre otras cosas,
excluyen la posibilidad de considerar como tal a cualquier manifestación articular o
átona en general. Estas características se pueden resumir en las siguientes:
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 129
112
No hay más que observar la diferencia entre el uso del posesivo tónico con valor
subjetivo en español y en inglés: mientras en español decimos Mi coche es muy bueno
pero el tuyo es mejor (cfr. *... pero tuyo es mejor), en inglés diremos My car is good,
but yours is better ( ... *the yours is better).
130 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
bres (ésta es grande, llegaron dos) no se trata en modo alguno de la misma unidad
gramatical. De hecho, como sabemos, las diferencias de paradigma pueden acabar
provocando diferencias de forma, y en el caso de los determinantes, de tonicidad.
No parece pertinente volver a la vieja polémica de la dualidad o unicidad de cate-
gorías, ya comentada en § 4.1.2. supra, sino de constatar el hecho de que, indepen-
dientemente de cómo denominemos unidades como este, poco o cualquiera, su
actuación en cada paradigma se explica mucho más adecuadamente como una
adscripción a unidades diferentes que como unidades multifuncionales, del mismo
modo que, pese a su origen común, no hablamos de una unidad con múltiple fun-
ción en partículas como que, como, si, etc., o, en un plano teóricamente menos
relevante, decimos que unidades plenas como torero en es un buen torero, y en el
niño torero sean ambas sustantivos o ambas adjetivos, sino un nombre sustantivo,
en el primer caso, y un nombre adjetivo en el segundo.
3.4.4. Recapitulación
denominamos frase nominal, sin que el artículo, como tal, haga otra cosa que habi-
litar la unidad siguiente como nombradora. Como veremos en § 4 infra, su forma
genérica y numéricamente articulada le permite asociarse con partículas de relativo
actuando como unidades referenciales (frases nominales de valor puramente anafó-
rico) a las que dota de los contenidos de los que carece por su ausencia de flexión.
Las diferencias gramaticales del artículo con los determinantes plenos, por
otra parte, residen, como vimos en § 2.3.3 supra, en que éstos solo actualizan uni-
dades (sentidas como) sustantivas, mientras que el artículo lo hace, en principio,
con todo tipo de unidades. Ello supone una diferencia de ámbito pero no, en sen-
113
Por ejemplo, para nominalizar adjetivos: kanojo wa hoshii no wa, atarashii piano
desu. Lit.: ella (FOCO) + deseable + no (TEMA) + nuevo + piano + es (‘lo que ella
quiere es un piano). O para nominalizar verbos: gaikoku-go o manabu no wa,
muzukaxhi desu ne. Lit.: Lengua extranjera (ACUS) aprender + no (TEMA) +dificil +
es + PARTIC. EXPRES. (‘Aprender una lengua extranjera es dificil). Ejemplos extraí-
dos de Chino (1991, 70).
132 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Hemos visto en los dos capítulos anteriores que las distintas visiones de las
secuencias precedidas por artículo, particularmente, cuando no sucedía un
sustantivo, han estado presididas por lo que he denominado el ‘prejuicio del
sustantivo’, del cual se derivan las consideraciones de aquél como unidad
sustantivadora, introductora de un sustantivo elíptico, o su valor pronominal o
sustantivo, apelándose a menudo a soluciones mixtas según los casos. El problema
tiene varias caras, como ya hemos ido viendo, pero la raíz del mismo en relación a
esta última solución (‘pronominal’) se halla en la ausencia de consideración, en la
práctica, de la pérdida de naturaleza sintáctica del artículo, y, con ello, su
imposibilidad de adoptar papeles reservados a unidades plenas (sustantivos o
adjetivos), palabras con las que observa una radical diferencia de comportamiento.
¿Por qué resultan naturales (107-110), pero no (111)? La razón hay que
buscarla en el diferente comportamiento de aquél con respecto al de el: mientras el
no es en modo alguno un antecedente, sino una unidad átona que sirve como
caracterizador analítico de los rasgos de género y número del relativo, aquél es una
unidad tónica y que actúa como tal, en este caso, como deíctico antecedente del
relativo. Ello impide que aquél se pueda integrar en una secuencia especificativa
que ya tiene antecedente explícito. En los otros casos (107-110), que incluyen el
que y el cual (y el genérico que), la construcción es perfectamente lícita porque no
se repite antecedente alguno. La repetición de un antecedente solo es posible
cuando se produce una aposición explicativa, pero entonces el antecedente precede
al conjunto ‘preposición + relativa’:
el mismo caso, con indicación solo numérica, mediante el relativo sintético (a)
quien:
de relativo que o cual cuando llevan artículo, sino del conjunto relativo el que o el
cual115.
Para apoyar la diferencia entre la actuación del artículo ante los relativos
que y cual se ha aducido la posibilidad de utilizar la unidad el que sin antecedente
explícito, frente a la imposibilidad de hacer lo mismo con el cual (vid. Lapesa
(1966) y § 4.1.3. infra). Con ejemplos, (117) es posible, pero no (118):
115
Y esta es la visión, más implícita que explícita, adoptada en Brucart (1999).
116
En El Cid todavía no aparece la forma el cual, aunque es frecuente la forma cual.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 137
El relativo donde, por su parte, permite todo tipo de estructuras, con o sin
antecedente explícito, en estructuras apositivas y no apositivas:
pueden actuar con antecedente expreso en estructuras apositivas. Esto es, todas
ellas (el cual, el que, pero también, quien o cuando) pertenecen a este tipo de
relativos que no admiten la adjunción directa a un antecedente subordinante, por lo
que, o bien se presentan sin él (posibilidad presente en el que, quien y cuando), o
bien lo hacen en estructuras apositivas de carácter explicativo, esto es, estructuras
que se adjuntan a su subordinante de forma menos directa que la de las estructuras
especificativas118. Así pues, que el cual –frente a el que– tenga siempre un
antecedente explícito, al que se adjunta apositivamente, no implica que el artículo
de el que tenga un carácter diferente. Tan solo que la batalla entre ambas formas
para la expresión relativa sin antecedente explícito fue ganada de antemano por el
que119.
120
No es casual que estas partículas japonesas, que en algunos casos identificamos como
claras expresiones casuales analíticas (ni, ‘dativo’; o ‘acusativo’, de ‘instrumen-
tal/locativo’, e ‘locativo direccional’ etc.) se fundan en su comportamiento con otras
que traduciríamos como preposiciones, por no tener en los sistemas indoeuropeos más
familiares contenidos casuales claramente homologables (kara ‘hasta’, made
‘desde’ ...). Aunque no es éste el momento de profundizar en la cuestión, es de destacar
que dentro de las marcas no contrastables con los casos oblicuos (por tanto, opositivas),
se encuentra la partícula ga, considerada a menudo como marca de ‘sujeto’, pero, sin
duda, más propiamente describible como marca de la unidad focalizada, con lo cual,
dentro de los casos habría uno cualitativamente distinto de los demás, si los miramos
con ojos indoeuropeos, a saber, el ‘foco’, que, sin embargo, se opone a todos los demás
en el sentido de que una unidad con ga no admite ninguna otra caracterización casual: ni
la temática (wa) ni las oblicuas (o, ni, de … etc.).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 141
(125) Los en qui él más se diaua eran dos uiles omnes (Primera Crón. Gen., 128ª
10)
(126) Qualquier mal que avenga, ver quiero lo por que viene (Amadis I,98, 655)
(127) Todos los con que vuestra merced ha enviado dineros han sido hombres de
verdad (St. Teresa, Epistolario I, 11).
(128) Desta manera me volbi al aldea, con tan differente coraçon del con que había
salido, que yo mesma de mí mesma me marauillaua” (Cervantes, Galatea,
I, 59)
(129) Materia como la en que hemos informado (Jovellanos, apud Bello (1847, §
803) y RAE (1931, § 354)).
(130) No son días de fe los en que vivimos (Alcalá Galiano, apud Bello (1847, §
803)
123
Vázquez Rozas (1996, 243) lo expresa claramente, cuando, a propósito de ejemplos
como (12) Tuvo una discusión de la que salió malparado, y otros similares, pone obje-
ciones al análisis de Bello, Academia y Fernández Ramírez, en los siguientes términos:
“La propuesta de Bello (...) no es aplicable a ejemplos como (12), pues con-
siderando el artículo como antecedente del relativo, y por tanto pertene-
ciente a la cláusula dominante, difícilmente se puede explicar la anteposi-
ción de la preposición al artículo, y no simplemente al relativo (está claro
que la preposición introduce un argumento de la cláusula relativa, no de la
cláusula dominante”
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 143
Poniendo como ejemplos, entre otros, (vid. ibid.): “E era rey delos Perdicas
el contra quien tendiera Alexandre el Grande la sortija” (Prim. Crón. Gen., 149 Ib.,
2, 7); “El quien dixo que la vida/ perder fues estremo danyo ....” (Pedro de Santa
Fe, Camc. de Palacio, 202); “Olvidar la cuyo só es muy grand pensar,/ porque su
par non nasció” (Carvajales, Canc. Stúñiga, 343); “Dejar esta Tierra e ir a la do
nascí” (Alonso Enríquez de Guzmán, Vida y Cost., 273, 30); “Esperaua que él
paresciese a los donde él benía” (Díaz de Gámez, Victorial, 85, 23); “Meresció
auer el nombre del planeta Venus. E creýan ser el por el qual los amores se
gouernauan” (Fernando de la Torre, Canc., 15); “A los por quien tú le niegas/ de
entre sus llamas los sacas” (Tirso, Sta. Juana, Parte I, III, esc. 17), avanzando,
incluso, una explicación a la pervivencia del artículo con que y no con las demás
(salvo cual), explicación a la que solo se puede objetar que confunda el valor del
artículo como indicador de los datos flexivos de la referencia del antecedente, con
una función “sustantiva”, si bien, dada la claridad y rigor de su reconstrucción
histórica, este lapsus interpretativo (tan común, por otra parte) es perfectamente
aceptable126.
126
Según Lapesa:
“La más ejemplificada entre todas estas correlaciones es el quien; pero razones
internas impidieron que prosperase, a diferencia de lo ocurrido con el que. Por sí
sólo, que no se podía usar sin antecedente expreso; para hacerlo necesitaba la
compañía de un determinativo que contuviese la función sustantiva: de aquí la
fortuna de el que. Por el contrario quien era ante todo pronombre sustantivo, aun-
que secundariamente admitiese también otros empleos: contenía en sí la noción
sustantiva de persona, con lo que se bastaba para usos sin antecedente. El quien,
consecuentemente, es rarísimo salvo cuando había preposición interpuesta: enton-
ces la oración de relativo podía exigir la presencia de un demostrativo pleno o de
el, la sustantivos que le sirvieran de apoyo (“Son muy pocos los de quien nos fia-
mos”, Guevara, Menosprecio de Corte, 85, 12), o formaba parte de una construc-
ción enfática, expresiva (“Vos soys la por quien perdí/ todo mi franco albedrío”
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 145
NÚC MOD
frase prep.
No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que estos diagramas
en gran medida contradicen lo que he tratado de resaltar constantemente a lo largo
de las páginas precedentes, a saber, el carácter cualitativamente diferente de la
actuación de las unidades paramorfológicas y el de las unidades propiamente
sintácticas. Como vimos en § 2.4.2. supra, el mantenimiento de este diagrama –al
menos de momento– se basa en cuestiones didácticas: la introducción de matices
en la acción obligaría a hacer lo propio con otras unidades (conjunciones y
relatores) y a reformular otras cuestiones (los relativos no son elementos
funcionales, sino índices de los mismos que bloquean su aparición), todo lo cual
complicaría sobremanera la representación gráfica e instantánea que se quiere
hacer mediante los diagramas127. La otra alternativa, contraria a la complicación,
sería la de su simple eliminación como elementos sintácticos, al igual que he hecho
con los clíticos verbales. Esto es, del mismo modo que algo como no me lo hubiera
podido creer nunca se representa como (137), por razones en las que ahora no
puedo entrar, pero que son fácilmente deducibles:
127
En Rojo-Jiménez Juliá (1989, cap. 3) se explica con detalle el sistema de representa-
ción empleado.
148 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
NÚC MOD
verbo adverbio
lo mismo podríamos hacer con con los niños e, incluso, con con los niños,
adoptando representaciones como (138-139)
128
Podría considerarse que en el caso de los clíticos me y lo de (137) debería adoptarse
una solución similar, atribuyéndosele las tradicionales (y alarquianas) equivalencias
con, respectivamente, el complemento indirecto y el directo. Sin poder entrar ahora a
fondo en la cuestión, debo decir claramente que en este caso no se trata de una decisión
guiada por el afán de simplicidad, sino por el deseo de no falsificar la realidad de la len-
gua. Los clíticos no son unidades ‘paramorfológicas’, sino unidades morfológicas, con
un grado de gramaticalización superior al de preposiciones y determinantes, y total-
mente integradas en el verbo –aunque no en su estructura definitoria–. Su valor es el de
indicador de valencias o afecciones, nunca el de realizar funciones sintácticas, pues, ni
bloquean la expresión sintáctica de los valores que expresan, ni tienen ninguna de las
características que definen una unidad sintáctica (posibilidad de expansión, tematiza-
ción o movilidad dentro del sintagma). No hay que confundir, por tanto, identidad de
valor referencial (entre un clítico y una unidad sintáctica) con identidad de valor sin-
tagmático. Los clíticos son, por tanto, morfemas verbales con valores diatéticos o valen-
ciales, pero no funciones sintácticas. Inexistentes como tales en latín, su creación en
romance es una manifestación más de las tendencias analíticas de los dialectos neolati-
nos, al lado del artículo y otros determinantes, pero alcanzando un grado de gramaticali-
zación mayor debido probablemente a su especialización en el contexto verbal.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 149
NÚCLEO SUJETO
DET. NOM.
art. relativo
Esto es, del mismo modo que un artículo se adjunta a una unidad y le da un
carácter presentativo expresando los rasgos de género y número de la referencia
que, en caso de ser un sustantivo o adjetivo lo determinado, ya los contienen en su
estructura morfológica, al unirse a un relativo hace exactamente lo mismo, con tan
solo las limitaciones impuestas por la naturaleza átona del relativo:131.
129
Una concesión, en este caso, a la tradición de régimen y concordancia, y su tendencia
a considerar que la preposición ‘regía’ el caso de su término y, por tanto, lo dirigía.
130
Con respecto al análisis mostrado, parece evidente que el artículo se liga al relativo
por las razones explicadas, y no tiene sentido considerar, con Gili Gaya (1943, § 231), y
a propósito del ejemplo Hay cierta manera de discurrir de la que muchos sujetos no se
dan cuenta, que el artículo determina (‘sustantiva’) la totalidad de la estructura relativa.
No se puede sino estar de acuerdo con Vázquez Rozas (1996, 246) cuando, con respecto
al análisis de este ejemplo, afirma: “la preposición tiene como término sólo el segmento
ARTÍCULO + que: no podía ser de otro modo, ya que está regida por el predicado de la
relativa”
150 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
CUADRO VII
RESULTADOS DE ILLE
LATÍN CASTELLANO
∅ él Pron. Pers. 3ª pers.
∅ el artículo
Demostrativo Ille demostrativo
(3ª persona) Accu-ille aquel (3º grado lejanía)
132
Por ejemplo, si queremos oponer los a las en casos como que levanten la mano los
que vengan, no las que vengan, si bien éste es un recurso poco utilizado en español.
133
Que otras lenguas utilizaran derivados de otras formas indica, simplemente, que sus
preferencias las llevaron a adoptar otra trayectoria. vid., Lapesa (1966, § 1).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 153
(a) en los usos que Elvira denomina correlativos, y que define como
“aquellas estructuras bimembres en las que la mención definida que el grupo el que
establece en un miembro es reproducida en el otro por un elemento anafórico”
(Elvira, id., 186), esto es, en los que la referencia presentada por el relativo se
repite enfáticamente mediante un pronombre tónico (el que ... él ...), el uso de la
forma el que es prácticamente único. Elvira solo cita un ejemplo del Cid y otro del
Libro de Buen Amor de estos usos correlativos con la forma aquél que. La razón –
aunque Elvira no la explique de este modo– es evidente: el énfasis de la forma
pronominal tónica posterior atrae el foco de su unidad informativa; dicho énfasis
sería comunicativamente absurdo si la misma referencia ya hubiese sido focalizada
antes. Para asegurar el mero papel presentador de esta referencia no hay más
remedio que utilizar la forma el que puesto que, como acabo de señalar, la forma
aquél que conlleva necesariamente el foco. Así, ejemplos citados por Elvira como
Deuen fazer quanto pudieren porque aquel con qui se han de confesar sea
el mas entendudo et el mas letrado (Don Juan Manuel, Libro del Cauallero
et del escudero-XXXV: 37-38)
no tenían todavía la derivación popular hoy frecuente “... porque con aquél que se
han de confesar ...”, lo que indicaba –una vez más– la diferencia de estatus que los
hablantes ya concedían a el y a aquél ante relativo137.
(144a’) cláusula138
SUJETO PREDICADO
DET NOM
138
Para la noción de ‘cláusula’ y su diferencia con la frase verbal remito una vez más a
Jiménez Juliá (1995b).
156 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
(144b’) cláusula
SUJETO PREDICADO
(145’) cláusula
SUJETO PREDICADO
NÚCLEO MODIFICADOR
4.5.1. Generalidades.
Y, llegados a este punto, la cuestión que surge es ¿De dónde sale ahora la
decisión del género y número que se asocia al artículo? La respuesta es simple: del
mismo lugar que origina el género y número de los sustantivos (aunque ahora
indirectamente), esto es, de la referencia. En efecto, es la referencia, fuente en
última instancia del género y número del sustantivo, la que obliga al artículo y
posibles modificadores flexivos a adoptar un género y un número. Como es la
referencia, y solo ella, la que dota de contenido y, por tanto, de forma, a los
pronombres yo, nosotros, ellas, algunos etc. Y no hay que confundir el hecho de
que nuestra conceptualización de la realidad está condicionada por su codificación
139
No todo el mundo estaría de acuerdo con esto. Martínez (1977), desde una óptica
alarquiana, considera que los morfemas son figuras de contenido y, por tanto, cuando no
hay alternancia de contenido, tampoco habrá alternancia morfemática. Desde el punto
de vista descriptivo, sin embargo, parece más rentable y adecuado a la realidad que se
describe decir que todo nombre tiene una estructura morfemática determinada, que unas
veces se expresa fonológica y segmentalmente, y otras no, a decir que los nombres en
español pueden tener estructuras morfológicas diversas (nombres con género y número;
nombres con solo número, nombres invariables ...).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 159
140
Un hombre despistado que escriba una carta a una mujer de la que ha advertido un
despiste podrá decirle: “Me alegro de encontrar a alguien tan despistado como yo”, o
bien, “Me alegro de encontrar a alguien tan despistada como yo” ¿De dónde sale la
elección del género en cada caso? pues de que en la comparación mental el hombre se
tenga a sí mismo como referencia o tenga a la destinataria de su escrito. Los condicio-
namientos a la hora de elegir el género son siempre referenciales, siendo el sustantivo
indicador de una referencia asexuada la pauta de la elección. Pero en ningún caso ello
implica la presencia del sustantivo en la estructura lingüística.
141
Ello explica la elección del neutro asociado a adjetivos para la designación de
realidades abstractas (lo bello, lo absurdo, pero también lo ladrillo que es ese profesor o
lo armario que es ese jugador), o del masculino no marcado para la nominalización re-
dundante de procesos verbales (el que vengas me alegra mucho). O, igualmente, de la
forma genérica masculina no marcada cuando se alude a un colectivo de personas sin
especificación sexual, y muy a menudo, sin sustantivo posible interpolable (el que
quiera venir, que venga). En casos de nominalización de estructura verbal, tan absurdo
es otorgar al artículo un coyuntural carácter pronominal, como proponer elipsis (como
la de el hecho de) que no son sino paráfrasis, nunca reproducción de una estructura lin-
güística.
160 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
adjetivo/ relativo/ preposición” ¿qué sentido tendría incluir entre las posibilidades
de la construcción un artículo que, por definición, no puede llevar sustantivo
alguno, como es el neutro? Si la lengua actuase con sustantivos elididos, elegiría
siempre unidades, bien masculinas, bien femeninas, de modo que siempre
podríamos encontrar algún sustantivo (genéricamente marcado) que sirviese de
núcleo omitido, sin necesidad de introducir un elemento extraño (un artículo para
el que no hay sustantivo) y provocar una injustificada disimetría en el sistema: en
lugar de *lo ∅ que quieras, que supone incluir un elemento imposible en el
paradigma constructivo, podríamos decir, simplemente, el (hecho, estado ...) que
quieras, o la (acción, situación ...) que quieras.
CUADRO VIII
EL GÉNERO EN FORMAS ARTICULARES Y PRONOMINALES
4.5.5. Conclusión
Las líneas precedentes nos permiten afirmar, tan breve como contundente-
mente, que la consideración del género y número del artículo en las frases
nominales por la necesaria existencia de unidades lingüísticas (pro)nominales en o
tras cada artículo está lejos de estar justificada. Ni sustantivo elíptico, que dejaría la
forma neutra sin posibilidad de recuperación del sustantivo, ni carácter pronominal
de lo que es una forma articular átona y altamente gramaticalizada. Hay simple
nominalización (no sustantivación), esto es, determinación nominativa,
nombradora o presentadora, de unidades mediante el artículo. Las unidades con
capacidad referencial toman sus rasgos genéricos y numéricos de la propia
referencia, traduciéndolos del modo que la lengua considere oportuno. Cuando lo
nominalizado puede expresar estos rasgos (caso del sustantivo y el adjetivo), los
hace explícitos; cuando no, la expresión de los mismos queda limitada al artículo,
que no puede desembarazarse de ella (los de allí) o, en la escasa medida en que
esto se produce, al artículo y modificadores adjetivos (la de la esquina, apoyada en
la pared). Y en todos los casos la fuente de la expresión flexiva es el conocimiento
de la referencia. Que este conocimiento esté obviamente filtrado por su
codificación lingüística no implica que el sustantivo que codifique esa referencia
esté estructuralmente presente tras cada artículo. No deja de ser curioso, y
contradictorio, que la explicación de los rasgos en el caso de los pronombres (yo,
ellos, esto, mucho –ing. mine– etc.), así como el de otras unidades anafóricas, como
162 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Entre los estudios sobre el artículo en este tipo de unidades, los más
interesantes, al menos para quien esto escribe, son, todavía hoy, los de R. Lapesa.
Lapesa estudió a fondo la evolución, e incluso el valor del artículo en español,
dejándonos un conjunto de interesantísimos trabajos ahora felizmente accesibles en
un volumen conjunto (Lapesa, 2000). Tres de estos trabajos (Lapesa, 1966, 1970 y
1984) inciden directamente en el problema de la naturaleza de la frase nominal
cuando ésta tiene al artículo por determinante y una unidad no sustantiva como
nominal, por lo que me detendré en cada uno de ellos.
alguna vez hos quos en lugar de eos quos. La progresiva eliminación de is,
seguida por la de hic, fue punto de partida para la transformación de todo el
sistema de los demostrativos en latín vulgar.” (1966, 388).
144
Francés e italiano solo emplean descendientes de ille en los compuestos lequel, il
quale, ‘fundiéndose’ de un modo similar al español el cual (o el que, aunque Lapesa no
mencione este último). Como pronombre correlativo puro suele usar demostrativos: ce-
lui qui, celle qui, ce que. Colui che, colei che, quegli che, quella che. El italiano antiguo
y clásico también usaba formas del pronombre personal: lui che, lei che, loro che.
Según Lapesa, el francés solo antiguamente y como excepción, tiene artículo en ‘fun-
ción sustantiva’. En los romances de la Península Ibérica, el artículo se ha mantenido
con firmeza, primero, ante cualquier relativo, y desde principios del siglo XVII, ante
que fundamentalmente, aunque tiene algunas interferencias con aquel, el demostrativo
“más propenso a usarse como puro término de correlación” (id., 389).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 165
construcciones como “no son días feos los en que vivimos” han tenido larga
duración” (1966, 391)145.
Ahora bien, como vimos anteriormente (§ 4.2.2, supra) Lapesa admite que
en esta construcción el artículo se desgasta hasta hacer muy difícil su consideración
como verdadero antecedente, llegando a realizar la afirmación previamente citada
de que:
145
Entre los ejemplos citados, que llegan hasta fechas muy recientes, si bien con mar-
cada tendencia a la desaparición desde la época clásica, se encuentran Los en qui él más
se diaua eran dos uiles omnes (Primera Crón. Gen., 128ª 10); Qualquier mal que
avenga, ver quiero lo por que viene (Amadis I,98, 655); Todos los con que vuestra mer-
ced ha enviado dineros han sido hombres de verdad (St. Teresa, Epistolario I, 11);
Desta manera me volbi al aldea, con tan differente coraçon del con que había salido, que
yo mesma de mí mesma me marauillaua” (Cervantes, Galatea, I, 59); No son días de fe
los en que vivimos (Alcalá Galiano, apud Bello, 1847, § 803)
166 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
con ejemplos como “E avie Labán dos fijas: la mayor, Lía; la menor, Raquel”
(General Historia, I, 180a, 45) (1970, 409) y, finalmente, (c) En la sustantivación
‘por antonomasia’ y ciertas construcciones apositivas. Por lo que se refiere al valor
sustantivo del artículo (portador de la noción sustantiva, (b)), Lapesa considera que
existe cuando precede a preposiciones (vid. 1970, p. 403); deja la puerta abierta
para algún caso con relativos y añade los de anáfora, superlativo relativo y
aposiciones. Con respecto a la primera se muestra, sin embargo, algo vacilante:
146
El original dice “el adjetivo representa al sustantivo o pronombre ...”, en una clara
confusión tipográfica entre adjetivo y ‘artículo’, que es lo que debería poner. Esta con-
fusión no ha sido corregida en la edición de los trabajos de Lapesa de R. Cano y M. T.
Echenique (Lapesa, 2000) (vid. 1970 I, 412).
168 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
“El carácter sustantivo que aquí tienen el, la se manifiesta en que el francés
y el italiano, si bien usan normalmente en estas anáforas las formas del
artículo, ofrecen también ejemplos con demostrativo” (1970, 84),
adjetivo/, etc.) se hace eco, tomando postura de manera clara y, como cabe esperar,
con enorme sensatez: no considera la existencia de sustantivación del adjetivo, sino
del conjunto:
Y esta misma característica se aplica, según Lapesa, a los adjetivos con el, la, los,
las:
extendiendo lo dicho a todos los usos del neutro, incluidos los preposicionales y los
relativos:
“En esta definición entra, creo que sin dificultad, el neutro lo de lo blanco,
lo de siempre, lo que quieras, lo felices que fuimos, lo lejos que estás”
(1984, 209).
“Para decidir cuál sea la naturaleza de nuestro lo, los vínculos y afinidades
que tiene con ello y no con el, la, los, las (hermandad etimológica por ser
ello y lo descendientes de illud; género neutro y carencia de plural) son
menos y de menor importancia que los compartidos con el, la, los, las y no
con ello (parentesco que perpetúa la triple noción genérica de ille, illa,
illud; ser determinativos; carecer de autonomía sintáctica, poseída, en
cambio, por ello; tener sustantividad limitada -frente a la plena de ello- con
capacidad solo de servir de soporte a adjetivos con los cuales forma
sintagmas sustantivos, cosa vedada a ello). Nótese, además, que el no tener
plural no es exclusivo de ello y lo, sino común a todos los neutros
pronominales (esto, eso, aquello, algo, todo)” (1984, 209, nota 71)149.
149
Y lo mismo debe decirse del clítico verbal neutro lo (< illud) que hace referencia al
valor expresable sintácticamente mediante un complemento predicativo en una estruc-
tura copulativa: “Son simpáticos; lo son”.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 173
contraste que establece entre la autonomía y plenitud de las formas tónicas, frente a
las limitaciones y dependencia de las átonas.
4.6.4.2. Los estudios de Rafael Lapesa arrojan luz sobre los procesos
históricos que nos han llevado a la actual situación, y, pese a alguna que otra
afirmación equívoca, refuerzan la idea del artículo como unidad paramorfológica
que sirve para ‘nominalizar’ cualquier cosa sin necesidad de mantener el prejuicio
del sustantivo en ninguna de sus formas. Naturalmente en Lapesa se han apoyado
algunos de los que hablan del artículo como pronombre, pero, leído con atención,
en Lapesa solo encontramos apoyo de la hipótesis pronominal si no interpretamos
sus términos en su justo valor. Para empezar, el término pronombre, poco usado
por él, no hace referencia a una clase de palabra única, sino a toda aquélla que tiene
un valor anafórico. En este sentido, se sitúa a medio camino entre la actitud de
Jespersen (1924) (cfr. § 4.2.1.1. supra) y la transversal de Fernández Ramírez
(1951b) (cfr. § 4.2.1.2. supra), aunque más cercana al primero: todo determinativo
es pronombre, independientemente de su función (“ora acompañen al sustantivo,
ora hagan sus veces”), (cfr. Lapesa, 1984, 208, nota 70). Para Lapesa –al parecer–,
una unidad con ‘propiedades pronominales’, tiene, a su vez, ‘función sustantiva’
cuando se convierte en la principal responsable de la identificación referencial.
Esta responsabilidad, a su vez –se sigue deduciendo–, viene dada por la posesión
de rasgos flexivos que permiten individualizar la referencia. Cuando el artículo
acompaña a un sustantivo, lógicamente con sus mismos rasgos flexivos, éste se
convierte en el responsable principal de la identificación referencial, dejando al
artículo labores de enmarque situacional. Cuando lo acompañado es un adjetivo –
sin valor referencial de entidades–, o una unidad sin rasgos flexivos (frases
preposicionales, estructuras relativas), entonces, el artículo aporta dicha referencia
anafóricamente. Función sustantiva es para Lapesa, por tanto, equiparable a
‘responsable principal de la identificación referencial’, esto es, de lo que se supone
hacen los sustantivos por sus rasgos semánticos inherentes, sin ninguna otra
trascendencia sintáctica. Utilizar el término ‘valor sustantivo’ de Lapesa para
afianzar la consideración del artículo (cualquiera de ellos) como núcleo sintáctico
de un sintagma es un error.
4.6.4.3. Pero si los trabajos de Lapesa nos traen esta pequeña confusión
terminológica, a cambio nos proporcionan una descripción, apoyada en sólidos
aportes históricos, de la gramaticalización del artículo y sus consecuencias, y, sin
llegar a describirlo, del paralelismo entre las formas articulares y los pronombres
personales de tercera persona, por una parte, y las formas átonas y tónicas de
demostrativos, posesivos y parte de los indefinidos. En efecto, Lapesa establece
una clara relación entre el comportamiento de la serie pronominal tónica (ello, y,
174 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
por tanto, él, ella), y la serie articular átona (lo, el, la) y, además, nos pone en el
camino de una segunda diferenciación paralela a la primera: la que divide no sólo
las formas tónicas y átonas de los derivados de ille, sino también las de derivadas
de iste, ipse, meus, aliquis-unus, etc. Así, si, como vimos hace un momento, los
vínculos y afinidades de lo son superiores con sus ‘compañeros’ átonos que con su
‘hermano’ etimológico (ello), concretados dichos vínculos en “ser determinativos;
carecer de autonomía sintáctica, poseída, en cambio, por ello; tener sustantividad
limitada –frente a la plena de ello”(1984. 187, nota 69), exactamente lo mismo se
puede decir de las series antepuestas de demostrativos, posesivos y ciertos
indefinidos con respecto a los demás usos.
150
Naturalmente al hablar de nominalizador me refiero a un recurso analítico, no léxico.
Léxicamente hay varios recursos que pueden convertir algo en un elemento nombrador:
para los verbos la expresión el hecho de que es siempre una alternativa al mero uso del
artículo.
176 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
c) Una tercera razón tiene que ver con las opciones que la lengua ofrece de
expresar una realidad. Los determinantes plenos, salvo los posesivos, tienen formas
pronominales homófonas. Ello hace que cuando se quiere expresar una referencia a
través de una forma no-sustantiva (un adjetivo, una frase preposicional −o
sustantivo caracterizado oblicuamente−, una estructura relativa) y caracterizarla de
forma específica (deíctica o indefinidamente), la lengua haya escogido como
formas no marcadas las constituidas por ‘PRONOMBRE DETERMINATIVO + MODIFICACIÓN’
frente a la posible, pero secundaria y a menudo rara, aunque no inexistente,
‘DETERMINANTE MARCADO + NOMINAL’(cfr. § 2.2.4), o, con ejemplos, la lengua ha
escogido como estructura prioritaria (146) en lugar de (147)
sin que esta elección implique la imposibilidad de, en casos esporádicos, usar la
estructura marcada, a saber, ‘DETERMINANTE + UNIDAD NO-SUSTANTIVA’: Ferrero ya es
un grande (El País, 9/6/2003, 51).
7) Hay que decir que la mayoría de las descripciones de las estructuras con
artículo han estado presididas por lo que he denominado el ‘prejuicio del
sustantivo’, prejuicio presente tanto en los estudios relativos a la naturaleza
categorial del artículo como en aquéllos centraos en la estructura que forman.
8) En relación con la naturaleza del artículo, las opciones han sido, bien su
consideración como un morfema sustantivador, entendiendo por sustantivación no
la nominalización o habilitación como nombradores de distintos tipos de unidad
(sustantivos incluidos), sino la ‘transcategorización’ de cualquier cosa a un
‘sustantivo’, en un sentido próximo a la translation de Tesnière (1959) (cfr. § 3.1.),
bien la consideración de su naturaleza pronominal, que implica que el ‘valor
sustantivo’ está en el propio artículo, no en la unidad que lo acompaña. La primera
opción cierra los ojos a la similitud sintagmática entre artículo y demás
determinantes; la segunda lo hace con respecto al hecho de que el artículo dejó de
ser una unidad pronominal, con todo lo que ello implica, hace más de doce siglos.
151
Por lo demás, la equivalencia sintagmática que establecen es paralela a la vista en el que
… y aquél que …, o, fuera del terreno del artículo, entre éste, gran amigo mío y este gran
amigo mío.
178 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
10) Frente a estas posturas, que muestran siempre un flanco débil que
obliga a hacer enmiendas ad hoc, considero que el artículo, como unidad
gramaticalizada destinada a servir como nominalizador general, no varía su
naturaleza independientemente de cuál sea la unidad a la que se adjunte.
13) En las estructuras de relativo nominalizadas (el que llegue antes …), la
consideración del artículo como antecedente pronominal del relativo está bastante
extendida, basándose tanto en los precedentes latinos como en lo que ocurre en
otras lenguas (fr. Ce que tu veux). Lo cierto, sin embargo, es que el artículo ha
dejado de ser hace muchos siglos el antecedente de relativo que fue cuando se
usaban antecedentes como is (en menor medida hic y, curiosamente, mucho menor,
ille), convirtiéndose en un mero nominalizador que, además, aporta la información
a las partículas relativas que carecen de ella: las de género y número en el relativo
invariable que, o la de género en la forma cual.
152
La indicación de la clase es propia del artículo, pero no exclusiva de él. El indefinido
general un puede usarse en ese sentido (una ballena es un mamífero) y también, según
contextos, los demás determinantes, incluidos los indefinidos específicos.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 179
14) De acuerdo con ello, las unidades relativas el/la/lo que no son, como a
menudo se indica, la asociación de un antecedente el/la/lo (en ocasiones solo se le
da este rango a lo) y un relativo (que), sino un relativo que tiene siempre un
antecedente externo, aunque en estructuras especificativas pueda no aparecer,
como ocurre en español actual con quien o cuando o, por razones similares a el que
−no idénticas− el cual.
17) La conclusión final que podemos extraer sobre la frase nominal es que
estamos ante de un tipo de estructura surgido para solucionar con medios analíticos
parte de lo que se había perdido en la expresión sintética casual. El resultado es una
unidad categorialmente nueva y con funcionalidades diversas. Categorialmente se
trata de una estructura subsintáctica, pues uno de sus constituyentes no tiene estatus
180 TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
153
Naturalmente, también las expansiones limitadoras actúan como habilitadoras
temáticas desde el momento en que concretan una referencia, con lo cual no solo las fra-
ses nominales con determinantes indefinidos inicialmente no genéricos (cualquier per-
sona con dos dedos de frente lo entenderá vs. (?) cualquier persona lo entenderá), sino
también unidades sin determinación previa (casa con dos puertas es mala de guardar
vs. (?) casa es mala de guardar).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 181
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL 183
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