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MINISTERIO DE EDUCACION y CULTURA

SECRETARIO DE ESTADO

Dr. DANIEL DARRACQ

Dr. MARTIN C. MARTINEZ

SUBSECRETARIO DE ESTADO

Edición financiada
por la Dirección de Difusión
del Ministerio de Educación y Cultura
Este Tomo se terminó de

imprimir en la Imprenta

Nacional, Cuareim 2391

en Agosto de 1975

REVISTA DE LA
BIBLIOTECA NACIONAL
Composición fotográfica: Diana Mines
REVISTA DE LA
BIBLIOTECA NACIONAL

N.9 10

SETIEMBRE 1975
MONTEVIDEO
Año de la Orientalidad
Este Tomo se terminó de

imprimir en la Imprenta

Nacional, Cuareim 2391

en Agosto de 1975

TRES ESTUDIOS SOBRE


LA CRUZADA LIBERTADORA

Por

AGUSTIN BERAZA
FEUPE FERREIRO
JUAN E. PIVEL DEVOTO
Se inicia esta revista con trabajos que se deben a la pluma de tres
conspicuos historiadores nacionales: Agustín Beraza, Director del De-
partamento de Historia Uruguaya de la Facultad de Humanidades y
Ciencias, el Profesor Felipe Ferreiro, y Juan E. Pivel Devoto, Director
del Museo Histórico Nacional.

Los estudios que presentamos con expresa aut::>rización de sus auto-


res o familiares, han sido editados anteriormente, y tienen como nexo
común el análisis de los elementos estructurales de la Cruzada Liber-
tadora, y su inserción dentro del proceso de nuestra independencia. Por
otra parte, aunque los mismos responden a esfuerzos realizados hace
algunos años, estimamos que poseen por la agudeza de sus interpre-
taciones, la completa información que registran, por sus juicios ori-
ginales y certeros, una singular proyección de perdurabilidad, una vi-
gencia que trasciende del momento de su producción, y que justifican
por demás, esta nueva publicación que hoy realizamos.

M. P. C.

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EL REENCUENTRO CON LA PATRlA VIEJA

La cruzada de los Treinta y Tres, si tenemos en cuenta los modes-


tos medios de que disponía en su m::Jmento inicial, pudo presagiarse que
estaba destinada a traducir un esfuerzo aislado, producto del patrio-
tismo exaltado de un grupo reducido de orientales, que cifraban su es-
peranza en ver el territorio de la Provincia Oriental, liberado de la
ominl::Jsa dominación extranjera en que yacía, pero destinado a fraca-
sar, como movimiento aislado, inorgánico y sin repercusión ni eco, en-
tre las masas campesinas del país, como había ocurrido en el año 1823.

Naturalmente, no estaba capacitado para hallar apoyo en las uni-


dades fl::Jlíticas que, fuera de fronteras, pudieran actuar como elemen-
tos decisorios frente al poder del Imperio del Brasil. Pero el hecho sor-
prendente es que, aquel movimiento reinvicador que debía atender, en
principio, necesidades puramente militares, en poco tiempo cambió pa-
ra tomarlo, sin vacilación, en una acción constructiva: la l::Jrganización
de la autoridad civil, que debía regir los destinos de la Provincia.

Es realmente sorprendente la decisión de aquellos hombres, fieles


al ideal de libertad que había llenado la década anterior y creado los
institutos necesarios para la organización civil y política del PueM::J Orien-
tal. Su artiguismo se trasunta de hechos diversos que debemos desta-
car, algunos de íntimo sentido emocional, como el que se desprende de
las Memorias de Luis de la Torre: "yo O::Jsí con mis manos las dos ban-
deras que se llevaron en la cruzada". Era un pabellón que recordaba
luchas, derrotas, prisiones, miserias y el afán, como antes, de dar for-
ma legítima a un anhelo popular: el Congreso que, aunando el voto y
las esperanzas de Jos pueb1::>s, estructurara, en fórmula equilibrada, el
gobierno que debía regir los destinos de la patria liberada.

Despierta admiración este aspecto de la obra de aquellos hombres,


militares por instinto y por nEcesidad, en un ambiente en que, el he-
cho y la razón de la guerra parecerían sobreponerse a todo, procuraban
que las victorias logradas sirvieran, solamente, de cimiento y apoyo, sin
tener en cuenta la anormalidad por que pasaba el país, olvidando sus
poderes discrecionales, afianzaban un réginlen de orden y legalidad que,
lógicamente, desplazarí.a la influencia de los factores de carácter personal
y crearía el normal ordenamiento de las decisiones civiles, sometiéndo-
las como es natural, a las normas generales que alcanzaban a todos.
Quince días después del juramento de la Agraciada, la hueste. orien-
tal sentaba sus reales en el Cerrito de la Victoria, sitiando a la ciudad

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de Montevideo, el baluarte del despotismo al que desafió, el 4 de mayo,
izand!> al salir el sol, el Pabellón de la Patria, pero, paralelamente con
la lucha recién iniciada y mientras el Barón de la Laguna pedía al Em-
perador, con ansia, refuerz.:Js para abatir 1m movimiento emancipador
iniciado solamente por treinta y tres hombres, estos, en medio del fra-
gor de los combates, de la exhaltación del esfuerzo, del entusiasmo del
éxito, fueron fieles continuadores de una tradición civilista, de princi-
pios, que había establecido aquél, que víctima de todas las traiciones,
sufría en el destierro las más amarga de las prisiones.

El 27 de mayo, el Jefe de la Cruzada, comunicaba a los cabiJidos,


que era necesario proceder a la elección de un ciudadano que debería
representar al departamento, con el fin de que, congregados los de
todos, eligieran al Gobierno Provisorio que debería regir los destinos
de la Provincia.

En medio de la inquietud propia de la guerra, los pueblos cele-


braron el acto que significaba la materialización de un principio, en apa-
riencia teórico, el ejercicio de soberanía. La elección de los diputados,
realizada, dos meses después de la Cruzada, muestra la realidad político-
militar del momento: los orientales eran los dueños de su país y cons-
titulan el Gobierno Provisorio. Gobierno que podía, CallO el título lo
indicaba, ser todo lo transitorio que se quiera, pero demostraba que los
orientales mantenían su fe en las fórmulas civiles de organización y
mantenían, también firme, un principio de vak)r sustancial, expresa-
do por el Jefe de los Orientales y que, para honor de nuestras fuerzas
armadas se mantiene intacto y sin mácula: la fuerza militar debe estar
siempre al servicio del orden y ser el custodio de la libertad.

La prensa de la época al dar inforn1ación sobre estos acontecimien-


tos, expresaba: "La Provincia Oriental vuelve hoy a la carrera de su
felicidad, pero para llegar a ella no basta triunfar del enemigo sobre
el campo de batalla, es preciso que la razón y el convencimiento auxi-
len la obra del tiempo y que, las úlceras que la anarqtúa hizo en los
corazones, queden para siempre cicatrizadas. Es preciso que, las ins-
tituciones sigan el último paso de la vict:)ria". La oligarquía bonaeren-
se no admitía, no quería recordar, que las bases de la organización na-
cional habían sido dadas el día 5 de abril de 1813.

Fue la etapa que la espectativa general rioplatense aguardaba y


cuyos resultados "desvanecieron completamente los justos temores de unos
y mbrepasaron, extraordinariamente, las alegres esperanzas de los otros".
Lo cierto es que en ambiente público del Río de la Plata, se tuvo con-
ciencia de que los orientales, habían acertado en hallar el medio más
eficaz para destruir cuanto había creado el orgullo, la codicia y la am-
bición de Portugal y de su sucesor el Imperio del Brasil.

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Es obvio que la guerra aparecía con elemento fundamental, ya que
ella iba carcomiendo los poderes del opresor y la opinión que, en los
fáciles y acomodaticios de la época, había logrado. Los que habían ven-
dido el rico patrimonio de los orientales al vil precio de sus necesida-
des, obteniendo prebendas y títulos nobiliarios del Imperio, como Ni-
colás de Henera, Conde del Rosario, Tomás Garda de Zúñiga, :Marquéz
de Campo Verde, Juan José Durán, G:>nde ·ael Cordobés, Francisco Jua-
nicó, Visconde del Miguelete y los Bianqui, Llambí, Bejar, Alvarez, Ca-
balleros Comendadores de la Orden del Lazo Verde, pensionados sobre
las rentas de la Provincia, contemplan atónitos, unos sucesos que los des-
bordaban y que destruían sus bellos sueños de grandeza y aristocracia.
Los cabildos, la secular institución popular, supieron interpretar y
conducir la idea, que tenía por base no un poder militar, sino un po-
der civil. La idea de organizarse y constituirse se yergue dominante y
p:>derosa. Se constituyó en la consigna, en la voz de orden que unió
en un mismo abrazo a civiles y militares, al pueblo oriental, nuevamen-
te reunido y armado, como antes, como en la prueba que lo había sin-
gularizado quince años antes. Volv-ía en forma distinta, pero con los
mism:>s elementos constitutivos a organizarse. Con el mismo fervor que
antes había creado los más agudos problemas a la oligarquía y que aho-
ra, reestructurado, eñ base a los mismos elementos, Pueblo y Libertad
volvia a porfiar en su lucha por la soberanía.
Lo sorprendente es que empeñada la empresa, que debe tener, fa-
talmente, solución militar, alcanzó decisión civil, ':::Jrganizándose lo tipica-
mente oriental, la repre'sentación de los pueblos: el Congreso. Pero lo
esencial, lo digno de destacarse es que ello fue logrado por la unión
de pueblo y ejército, empeñados en una empresa que absorbe su aten-
ción, su decisión y su ánim:> creador.
Si la repercusión de ese hecho trascendió a los pueblos y provin-
cias vecinas, no cabe duda que el espectáculo tiene una significativa. su-
ge,stión: un pueblo joven y animoso, se ha levantado para luchar y de-
fender su destino.
Pero lo más importante es que ese pueblo actúa sólo, son sus hom-
bres los que conciben el movimiento, ellos los que lo realizan, ellos los
que los que vencen y son los mismos que van a emprender, a través
de las Asambleas, la tarea realmente constructiva: la organización del
país.
El solo hecho de que circulara la noticia, ponía el sello al movi-
miento y despertaba la simpatía y el aplauso, de quienes miraban este
suceso como la culmtnación de la independencia. La comisión delegada,
en Buenos Aires, comunicaba a Lavalleja su satisfacción por el anuncio
"que hace el señor Comandante en jefe de que el 12 del presente que-
dará nombrado el Gobierno Provincial".

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y todo esto se realizó en medio del orden más perfecto, que es qui-
zá el rasgo más destacado del movimimto libertador del año 1825.

En el fondo de todas las declaraciones, de todos los actos, más aún


que el rechazo de la conquista del extranjero, se destaca el afán orga-
nizarse y de constituirse, de crear la aub:Jridad que regule la vida pro-
vincial y eche las bases del gobierno propio.
Se pasaba así, con perfecta captación del problema, de lo inorgáni-
co a 10 orgánico, de la acción militar al gobierno civil, convencidos de
que no bastaba vencer en el camp:J de batalla, sino que era necesario
ese esfuerzo heroico, para cimentar una organización política regular.
El 14 de junio los representantes de los pueblos instalaron en la Vi-
lla de San Fernando de la Florida el Gobierno Provisorio, designando
presidente a don Manuel Calleros. A esta reunión constitutiva asistió
el jefe de la Cruzada, quien hizo una relación de las circunstancias y
desarrollo del movimiento militar. Rivera, al hacerse eco de este acon-
tecimiento, expresaba: "este paso, la representación de nuestro gobier-
no y nuestra constancia y esfuerzos, me hace creer que nuesh'a cara
patria, se halla ya en el goce de sus derechos". Terminaba su carta ex-
presando un concept:J, que era como el eco de las manifestaciones po-
pulares, que veían en la instalación del gobierno, la culminación de
sus esperanzas y que habían sido recibidas en el ejército "con la más
esclarecida alegría".
A la instalación del Gobierno Provisorio, siguió la de la Asamblea
de Representantes de la Florida que culmina la etapa de la organiza-
ción. Su programa de trabajos está esbozado en la o:Jrrespondencia que
los miembros de la Comisión, en Buenos Aires, mantienen con el Go-
bierno Provisorio. Entre los principales objetos de la convl:Jcatoria, acon-
sejaba Francisco J. Muñoz a Calleros, debía estar el de declarar "ile-
gales e inconvenientes los actos del Congreso Cisplatino y los demás
que tuvieron lugar en aquélla época hasta el día. Esto es lo esencial por
aho~~ y vamos construyéndonos a la guerra y a la conservación del or-
den .
Don Pedro Trápani instaba a su vez a Lavalleja y a Rivera para
que realizara el acto que él estimaba fundamental: "insten por la anu-
lación de lo determinado por el maldito Congreso Cisplatino".
La sala de, representantes 11l:J podía dejar de atender a semejante re-
clamo que, por otra parte, tenía raíces muy hondas en el alma de los
orientales y, en una forma severa, concreta y definitiva, resolvió el agu-
do problema que entrañaba los compromisos que, a nombre de la Pro-
vincia, habían contraíeb quienes no dudaron en entregarla al extranjero
victorioso. Proclamó la nulidad de aquellos actos arrancados por la "vio-
lencia unida a la perfidia" y para ello recurrió a. una expresión que, por

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cierto, no era nueva, era la vieja fórmula que usara el jefe de los Orien-
tales, al declarar "nulo, irrito, de ningún valor" el Acta de la Unión que
firmaran Juan J. Durán y Francisco Giró, el 8 de diciembre de 1816
en Buenos Aires. Es oh-a prueba de que los orientales no olvidaban y
que la vigencia del pensamiento de Artigas era una realidad viva y pal-
pitante.
El día 25 de agosto de 1825 se sancionaron las tres Leyes Funda-
mentales, al declarar "írritos, nulos y de ningún valor para siempre, to-
dos los actos de incorporadón, reconocimiEntos, aclamaciones y juramen-
tos arrancados a los Pueblos de la Provincia Oriental, por la violencia
unida a la perfidicia de k)s inh-uso poderes de Portugal y Brasil, que la
han tiranizado, hollado y usurpado sus inalienables derechos y sujetán-
dolaal yugo de un absoluto despotismo desde el año 1817, hasta el
presente de 1825".
Por ello mandaba a los magistrados civiles de los pueblos, asistidos
de los pán'::Jcos y escribano, con la presencia del pueblo "testarán y bo-
rrarán desde la primera línea hasta la última firma de dichos documen-
tos", quedando en la obligación de dar cuenta de lo realizado a la sala
de representantes.

Más terminante aún, es la proclamación de la soberanía que reasu-


me la Provincia, por virtud de la anulación de aquellos compromisos,
ya que "reasumiendo la Provincia Oriental la plenitud de sus derechos,
libertades y prerrogativas inherentes a los demás pueblos de la tierra,
se declara de hecho y de derecho libre e independiente del Rey de Por-
tugal, del Empera&Dr del Brasil y de cualquiera otro del Universo y con
amplio y pleno poder para darse las fomlas que, en uso de su sobera-
nía estime convenientes".
Es una declaración en la que cada palabra, cada térnlino adquiere
el valor de cosa precisa, en que la redacción corre pareja con el espí-
ritu que la presidía, en que cada afirmación está respaldada en un he-
cho, pero que, todos conjugados, constituían la más radical expresión
de la decisión de un pueblo de resolver por sí, de su destino entre las
naciones libres.
Si para los orientales tuvo el sentido de una radical definición, fue-
ra de las fronteras de la Provincia, constituyó el acontecimiento de ma-
yor repercusión política de las Provincias Unidas del Río de la Plata
y determinó la preocupación de las cancillerías extranjeras.

No cabe duda que todos comprendieron que la Declaración de la


Florida, era el h-asunto del espíritu de un pueblo que hacía la guerra,
proclamaba su soberanía, declaraba su independencia y estaba dispues-
to a hacerla respetar. Allí, implícitos, se encontraban los viejos concep-
tos del artiguismo, aquellos que sembrara a manos llenas el Protector

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de los Pueblos Libres, que sus tenientes h3Y, retomaban para procla-
marlos más fuerte, aún, si cabe. Soberanía y gobierno propio son las
normas que, expresadas en tono rudo y enérgico, fueron aclamadas en
medio del asentimiento jubiloso de los pueblos, que reencontraban el
verdadero camino de su vocación de pueblos libres.

Es, sobre todo, una proclamación que reafirma la fe en los prin-


cipios y dogmas de la Revolución, pero que paralelamente se manifies-
ta en las masas populares que, corr:o en la época de Artigas, vuelven a
tomar la palabra y decir su verdad. Su intransigente verdad y repudio
a toda ·dominación y también, su inquebrantable adhesión a las fórmu-
las republicanas de gobierno, sin que pueda enturbiarlas ni la sombra
de una duda.

Pero, ¿era precisamente esa independencia 10 que buscaban los hom-


bres de la Florida? ¿Buscaban crear una nueva entidad soberana entre
las naciones dé la tierra? Se ha afirmado, repetidamente, que ese 25
de agosto se proclamó y declaró la Independencia. Hemos, también re-
petidamente, discrepado con ese pensamiento.

Nunca los orientales siguieron las normas y el credo político de AJ·-


tigas, con más precisión, con más clara adhesión a los principios que él
defendiera, que en la Asamblea de la Florida. Nunca Artigas buscó la
independencia de su provincia y la rechazó, cada vez que se la ofre-
ciewn, como medio de excluirlo de los sucesos rioplatense. AutonomÍ,a
y gobierno propio, adminish'ación de sus rentas y justicia, jurisdicción
territorial propia, pero consciente de que se integraba, conjuntamente
con otras provincias, igualmente libres, igualmente autónomas, en un
cuerpo de entidad política mayor, que era el estado nacional: las Pro-
vincias Unidas del Río de la Plata.

Los hombres de la Florida siguen ese dictado, saben que forman


parte de aquel estado, saben que artificialmente fueron separados de él
y que recuperada la libertad, rotas las cadenas de su esclavitud, a él de-
bían volver. Y lo expresaron de la manera más clara y precisa que pu-
diera esperarse, sin desdecirse un instante y ratificando la tesis del arti-
guismo a la organización del estado.

"La Honorable Sala de Representantes de la Provincia Oriental del


Río de la Plata, en virtud de la Soberanía ordinaria yeiXtraordinaria que
legalmente reviste para resolver y sancionar todo cuanto tienda a la fe·
licidad de ella, declara que su voto genaral, constante, solemne y deci·
dido es y debe ser, por la unidad con que las demás provincias argenti·
nas a que siempre perteneció, por los vinculos más sag-Lad'Os que el mun·
do conoce. Por tanto, ha sancionado y decreta por ley fundamental la
siguiente: Queda la Provincia Oriental del Río de la Plata unida a las de·
más de este nombre en el territorio de la Sud América, por ser libre y

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espontánea voluntad de los Pueblos (!ue la componen, manifesta,da con
testimonios irrefragables y esfuerzos heroicos desde el primer período
de la regeneración política de dichas Provincias". .
No fue un recurso de circunstancias, fue solamente la materializa-
ción de un arraigado sentimiento óolidario de comunidad, de hermandad
humana y política que anidaba en el espíritu de todos los hombres del
Rí,o de la Plata que, si antes se habían enfr'-'iltado y habían luchado, ja-
más habían negado ese principio de identid:::.d de origen y destino. Sus
discrepancias habían afinca,do, en la forma de organizar el estado y go-
bernarlo.
Todo contribuía a la reconstrucción de la unidad, y los hombres de
Florida, realizaron, con la sanción de la ley de Unión, un acto político
de la más relevante significación y sus proyecciones fueron de tal ma-
nera trascendentes, que cambiaron la faz política del Río de la Plata.
Significaba la unión de la Provincia Oriental a las demás provincias, a
Santa Fé, Corrientes, Entre Ríos, Córdoba, Tucumán, Buenos Aires, etc.,
la misma que había propiciado Artigas desde 1813 y, en adelante, reitera-
damente ex-puesta en Congresos, como los de Arroyo de la China y de
Avalas. Es el resurgimiento, como hemos dicho ya, del ideario de Artigas,
pero sin Artigas.
La complacencia de los hombres de Buenos Aires ante este hecho
es notoria, tanto, que ahora van a aprobar y a apoyar lo que antes re-
chazaron y desampararon. Evidentemente una doctrina política triunfaba
con el ingreso de los diputados orientales al seno del Congreso, consa-
grándose la liga ofensiva y defensiva, el Pacto Confederativo, única fór-
mula capaz de armonizar los intereses locales y los del estado, dando
seguridad a todos. Esta es, no cabe duda, la parte más significativa de
la Declaración de la Florida, s::Jbre todo, en el momento en que las pro-
vincias realizaban un intento de reorganización, reunidas en Congreso
Legislativo y Constituyente.
Después, la solución de los acontecimientos, determinó una variante
fundamental en estos principios de organización, llevando a los orienta-
les a evolucbnar conceptualmente, hasta alcanzar, no la independencia
relativa, que eso son las leyes de la Florida, sino la independencia abso-
luta, que los hechos, con su peso incuestionable les imponían. Por eso
repetimos que lo más significativo de las leyes sancionadas el 25 de agos-
to de 1825, fue el restablecimiento de los principios rectores del arti-
guismo. Muchos de aquellos hombres habían militado en sus filas y el
recuerdo de tantos sufrimientos experimentados en las horas aciagas de
la Patria Vieja, les mantuvo intactas sus reservas morales y de ellas extra-
jeron la energía que los capacitó en aquel momento dramático, para
constituirse, a despecho de todas las acechanzas, en sociedad soberana,
libre y organizada.
Agustín Beraza

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LA REVOLUCION DE 1825 Y LA INDEPENDENCIA NACIONAL

El ciclo de luchas ~ostenidas por el Pueblo Oriental para alcanzar


su libertad abarca dos períodos claramente distintos. En el primero se
pretende llegar a ella por la asociación con otros pueblos (autonomía
provincial); reivindicando todos los derechos de soberanía en el segundo
(independencia absoluta).

La diferencia de grado en la aspiraclOn obedece a causas perfecta-


mente determinables, y el paso de un período a otro, señálase nítida-
mente con el comienzo de la guerra de 1825.

Ensayaré a grandes rasgos una demostración de este acerto.

El sentid::J de la insurrección de 1811, es el de un movinuento de


solidaridad con los demás pueblos del virreinato del Río de la Plata. La
necesidad de la emancipación no entraba entre las que pudieran cata-
logarse como locales. El yugo español, fuera o no pesado, y nos inclina-
mos resueltamente a creer que no lo era, se sobrellevaba sin protestas.
A amparo del orden y de la paz imperturbables, el pueblo constataba
progresos crecientes yeso bastábale para vivir feliz.

Entretanto, un día llega a su conocimiento la noticia del levanta-


miento de Mayo y casi podría decirse, al siguiente, todo está de pie, elec-
trizado por un sentimiento nuevo. .. La revolución viene del campo, a la
ciudad; no ha necesitado doctrinarios para surgir y desarrollarse en un
impulso extraordinario por lo unánime.

Pero la solidaridad que empuja al pueblo a la insurección no ex-


cluye el pensamiento de mirar primordialmente por los propios destinos.
Todo lo contrario, lo trae al plano actual y hasta diríase que va a cons-
tituirlo en preocupación obsesionante.

La caída del Virrey señala a los ojl::Js de todos, el momento en que


ha desaparecido la autoridad central unificadora y coordinadora. La
igualdad entre los pueblos es lógica consecuencia de tal hecho y de ahí
viene sin esfuerzo la idea de organización federativa; idea de unión so-
bre bases de recíproco respeto a las tradiciones, costumbres e institu-
ciones de cada pueblo; idea de asociación mediante pacto que garantice
la libertad y la seguridad de cada integrante al tiempo que la pernm-
nencia del todo.

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La doctrina de tal organización queda expuesta en las Instrucciones
del año XIII. Consagrarla en la práctica, es todo el anhelo. de Artigas y
el motivo central de las agitaciones y luchas de la década 1810-1820.

Nadie pretende ni siquiera desea entonces la Independencia absolu-


ta. Había razones poderosas que aconsejaban lo contrario. El territorio
no albergaba cincuenta mil habitantes, y de hEcho estaba cercenado de
una de sus mejores partes por la ocupación portuguesa de 1801. Al norte
rondaba las fronteras listo para atravesarlas en Son de conquista un ene-
migo poderoso cuyo avance no podía ser resistido por los orientales
solos.

La grandeza general era exh'ema. Por otra parte, la uniformidad de


idioma, raza, costun1bres y comunidad de aspiraciones con los pueblos
occidentales, induce el mantenimiento de los vínculos de unión.

Lo que no ha de sacrificarse jamás, eso si, es la aspiración de liber-


tad. Por ningún precio le cede el Pueblo Oriental, y de ahí porque, an-
dando algunos años más, su ideal de unión va a ser suplantado por el
de independencia absoluta.

Por alcanzar su libertad luchan los orientales en todos los momen-


tos; la razón permanente de sus actitudes más diversas, de sus acciones
y reacciones más contradictorias es esa aspiración que aparece en el trans-
curso de veinte años como médula, a la manera del hilo rojo de los ca-
bles a que alude Goethe en un símil venturoso. La Constituyente lo cons-
tataba con viva satisfacción al dirigirse al pueblo, en ocasión solemne,
diciéndole: "los votos que hicisteis al tomar las armas en 1810 y al em-
puñarlas de nuevo en 1825 empezaron a cumplirse".

y bien; lo que perdura en 1820, cuando las dianas portuguesas de


Tacuarembó repercuten con eco fúnebre en la tristeza del territorio do-
minado, es la aspiración indeclinable de libertad, del bien que se ha
perdido cuando recién iba a dar frutos.

¿Cómo alcanzarla ahora? ¿Cómo reintegrarse en su posesión? Falta


Artigas en el escenario y sobrevienen por lógica consecuencia las opinio-
nes enconh'adas. Para ello, piensan algunos es necesario volver al viejo
programa de Confederación con los pueblos occidentales; renovar la lu-
cha contra el usurpador y seguirla sin tregua hasta expulsarlo.

Creen otros que tal programa es ya irrealizable; argumentan, no


sin razón, que no se puede esperar ninguna ayuda de los pueblos her-
manos y sin ella debe considerar in1posible la victoria sobre los invaso-
res. Ante esa realidad, sostienen que no hay otra solución que la de
someterse a cambio de garantías que, por otra parte, son ofrecidas por
Lecor.

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Los menos comienzan a manifestar que es llegada la hora de bus-
car la independencia absoluta. El sometimiento y la transacción con el
enemigo, repugna a su republicanismo neto y probado. Nada se debe
esperar y nada pedir a los pueblos occidentales. Son los menos prácti-
cos, sin duda alguna, porque, como, de donde sacar fuerzas para luchar
primero y en caso de vencer (remotísimo caso según había que deducir
de recientes experiencias) mantener después la Independencia?

Todavía, en núcleos reducidísimos, quedarían los que piensan en


la solución de un protectora&) inglés y los que sienten reflorecer su
españolismo desde que ha vuelto a imperar en la Península, el régimen
constitucional de 1812.

Tales las opmlOnes que dividen a los orientales en la realidad de


1820, 1821 Y 1822. Una sola modificación, y de forma, puramente, puede
advertirse en 1823 y 1924. Muda de rótulo la tendencia positivista. Los
"abrasilerados" aparecen en sustitución de los que aconsejaban arreglos
con don Juan VI. El cuadro adquiere en cambio movilidad extraordina-
ria en esos dos últimos años como consecuencia de la Independencia del
Brasil y las resonancias de la misma entre las tropas que guarnecen la
Cisplatina. Bien sabido es lo que ocurrió enD~mces. Los portugueses ha-
cen su composición de lugar; han de irse; tarde o temprano tendrán que
abandonar la Cisplatina, desde que el Brasil deje de ser su colonia y ante
tal evídencia remmcian a la posesión de aquella (legitimada por el Con-
greso de 1821) como medio de prov<)car un conflicto entre orientales y
brasileros que en último término será su venganza. El conflicto viene
en efecto al finalizar el año 22 y llega a cobrar proporciones de gran
problema.

Se dividen los orientales, en "abrasilerados" y en "argentinistas",


Los primeros apoyan a Lecor, los segundos se apoyan en da Costa y
los Voluntarios del Rey. A los primeros les ofrece Lecor la seguridad de
que la Provincia será considerada parte del Imperio pero en calidad de
Estado libre y confederado. Los segundos van a ofrecer a cambio de un
apoyo indispensable a Santa Fé, a Entre Ríos, a Buenos Aires, a Córdoba,
a Corrientes, la seguridad de una unión, a los pueblos hermanos. El pun-
t::> de arranque de los dos Pmtidos es el mismo en esta incidencia, e igual
su objetivo final; ambos pretenden asegurar la libertad del territorio y
ninguno de los dos tiende a buscar por el momento, la independencia
absoluta.

Entre tanto en el ardor de la lucha se va abriendo una cima al pa-


recer incalmable para separar a los orientales que forman en cada nú-
cleo. Táchanse mutuamente de h'aidores y anti-patriotas; van a campo
de batalla, prodigándose en bizarría, en 10 que con propiedad podríamos
llamar la primera guerra civil mantenida en este suelo; se persiguen
con encono en todos los lugares y sin pararse en los medios y cuando la

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hora del triunfo llega para unos, suena para los otros la de la pros-
cripción;

Esto ocurre en 1822, en 1823, en 1824 y ¿cómo se vuelven a encon-


h'ar juntos, nuevamente juntos y más que nunca unidos en 1825? ¿Qué
poderosa y desconocida fuerza ha traído al mismo campo a los que sólo
guardaban rencores de la víspera?

Han coincidido en que sólo por la absoluta independencia, por la


total reivindicación de los derechos de soberanía les será dado alcanzar
y asegurar la permanencia de la libertad en la tierra oriental. Eso es todo;
y los motivos que han llevado a tal extremo de donde resultaría la coin-
cidencia y luego el entendimiento y la conjunción de, fuerzas para lograr
aquel fin quedan a la vista en cuanto se observe la lección que unos y
otros pudieron recoger de las jornadas sin gloria de 1822, 1823 Y 1824.

Los "argentinistas" tuvieron que comprobar que su derrota era de-


bida prin:mdialmente a Buenos Aires puesto que no sólo se mantuvo en
una actitud friamente pasiva durante la emergencia sino que hizo cuan-
to pudo para obstar los planes de apoyo concebidos por Santa Fé, y di-
suadió a Entre Ríos de sus propósitos y ayuda. Evidentemente, no habia
interés, ni siqlúera deseo de rectificar los errores del Directolio y ello
haría exclamar a Lavalleja en un momento de heroico despecho: "Los
montevideanos no hemos de desistir de la empresa, tenemos resignación
bastante para pelear solo o acompañad()s".

De ahí una gran decepción que los llevaría sin sentir a la idea de
absoluta independencia. Por otra parte; ¿cómo no mirar a la realidad
argentina para aprovechar las lecciones que suministraba? Provincias que
son verdaderas repúblicas por todos lados. Tucumán, Córdoba, Santa Fé,
Entre Ríos, la misma Buenos Aires, rechazando la idea de un Congreso
para tratar la unión de 1821.

Los "abrasilerados" sufren un desengaño mayor todavía en 1824.


Dieron su adhesión a la causa del Imperio y ella decidió, indudablemente,
el triunfo de Leo::Jr, bajo la promesa solemne de que la Cisplatina se con-
servaría autónoma y en efecto, la Constituyente de 1823 así lo estableció.
Pero tal base fue omitida en la Constitución otorgada por Don Pedro 1
en 1824 y resultó (esa era la constatación más dolorosa) que los orienta-
les "abrasilerados" habían luchado pura y simplemente para agrandar, a
propias expensas, los dominios del Emperador. El proceso es lógico como
se ve. La idea de independencia absoluta viene sola. La fuerza de las
cosas la trae y la impone en todas las conciencias que se abre a la
reflexión.

Cuaja y grana su fruto la nueva semilla cuando apenas si el tallo


salía a la luz. Imperceptible en los tiempos de la Patria Vieja, empieza

22
lentamente a crecer como en un invernáculo en 1821 en el ambiente pro-
picio y misterioso de las logias Independientistas y Caballems Orientales.
En 1822 y en 1823 apenas si algún indicio permite señalar que sigue su
vital impulso hacia arriba. Los agentes exteriores ha que he aludido,
ejercen entretanto su influencia categórica en 1824 y en 1825; ya es todo,
tallo pujante, flor y fruto; desembarco de los Treinta y Tres, Declarato-
ria de la Florida, Rincón, Sarandí, Santa Teresa ...

II

Por la absoluta independencia, único medio cierto de alcanzar su


libertad. van a luchar los orientales en 1825. De los antecedentes bos-
quejados, no puede derivarse otra cosa, recta y lógicamente, como para
dar sentido a la decisión irrevocable de vencer o m::Jrir que alienta en
las almas. Tampoco podría explicarse, a no ser así, el origen de las dos
características salientes del movimiento: la generalidad y el entusiasmo,
la generalidad que supone coincidencia de opiniones -y ya se ha visto
com::J eran de discrepantes las de la víspera-; y un entusiasmo ,(l'esbor-
dante, contaminador, que pasa soliviantando hasta los ánimos más apo-
cados, tal como no ocurría desde los días iniciales de Acencio y Las
Piedras ...

¿Y cómo?, se dirá. ¿Cómo y por qué, entonces Lavalleja se anuncia


a los irred'entos al desembarcar en la Agraciada llamándoles argentinos
orientales y manifestando el propósito de cumplir el viejo programa ar-
tiguista? ¿Cómo y por qué, entonces, el Gobierno Provisorio, no bien que-
da instalado, envía dos diputados a gestionar la unión con los Pueblos
Ocidentales? ¿Cómo y por qué, entonces, la Sala de Representantes de
la Florida, declara la misma unión en un documento wlemne y explí-
cito? ¿Cómo y por qué, entonces, escribe Rivera a sus amigos de
Buenos Aires, a principios de 1826, expresándoles que se ha mantenido
en el ejército oriental al sólo objeto de prestigiar el reconocimiento de
las autoridades centrales?
Porque, entre los conceptos de independencia absoluta y coopartici-
pación en la asociación de Provincias Unidas --contesto para satisfacer
de una vez a todas esas preguntas-, ni de hecho ni de derecho había
oposición en 1825, ni surgió en 1826, ni en 1827, ni en 1828, por la sen-
cilla razón de que la entidad Estado de las Provincias Unidas no llegó
entonces a organizarse.
Pueblos soberanos, regidos por constituciones propias y diferenciadas,
ostentando indistintamente el nombre de Estad'os, Provincias y Repú-
blicas, llevaban ese rótulo genérico y hasta 10 aceptaban de buen grado
acaso porque era como una expresión viva de su anhelo cierto de unión.
Pero de ahí no se induzca la existencia de la misma, porque se caería en
profundo error. Media un abismo entre la realidad' del conglomerado que

23
formaban y la que debe contener un Estado jurídicamente organizados.
Se perdió la' oportunidad de constituirlo de 1813 sobre las bases trazadas
en el Congreso de Peñarol, y de entonces para adelante no hay tentati-
va en tal sentido que no signifique un retroceso y un nuevo motivo de
segregaciones y disgregaciones.
"Seremos unos sin dependencia, amigos sin humillaciones y libres con
gloria", escribía en 1820 el Cabildo de Tucumán al Gobernador de Bue-
nos Aires, al participarle la proclamación de la República, y esa era la
única fórmula aceptada y consagrada por el uso, cuando los pueblos es-
taban entre si en buenas, relaciones.
Nadie admitía subordinaciones, ni cercenamiento de facultades; to-
dos acariciaban la idea de unirse en una asociación amplísima fundada
en las sólidas bases de la afinidad racial, identidd de costumbres, igual-
dad de religión y la tradición de comunes glorias adquiridas en la guerra
de la emancipación.
El vocablo unión, había adquirido así su cYJntenido especial y pre-
ciso de asociación de iguales, y ya en 1813, lo definía uno de los dipu-
tados a la Asamblea Constituyente, don Nicolás Laguna, diciendo: "Quién
juró Provincias Unidas, no juró la unidad de las provincias; unidad' no es
unión". A ese contenido de asociación de iguales; a esa unión que era
la única viable por lo menos en los primeros tiempos de la organización
que se anhelaba, a impulsos de la intuición de que ella haría la grandeza
del Pueblo Argentino, alude claramente el Gobierno de Tucumán en el
siguiente párrafo de un oficio dirigido a Artigas en Abril de 1820: "La
provincia de Tucumán es y será, a t.::¡da costa, una República libre e
independiente, hermana, sí, y federada con las demás, que no dispensará
sacrificio hasta ver concluída la obra magna de la verdadera libertad de
los pueblos por la voz de sus representantes en el Congreso".
En la misma forma exactamente, hubiera hablado cualquiera de las
otras Provincias. Así pensaban todas, y entretanto, cada una procedía a
su modo y encaraba a su manera la solución de los problemas que agi-
taban perpetuamente la realidad de una democracia en formación. Las
Constituciones y las leyes en general, se dictaban exclusivamente en vis-
ta del interés y la seguridad locales, resultando de ahí contradicciones
curiosísimas de fondo, como la siguiente, que parece bien típica. Entre
Ríos consideraba ciudadanos en su Carta Fundamental -vigente hasta
1853- a todos los hijos de América; mientras Corrientes, en la suya,
sólo admitía en calidad de tales, a los nacidos en el ten-itorio de la
Provincia y Santa Fé, a los originarios de cualquier parte de la Nación.
Tratábase de una diwlución (dispersión se decía entonces), completa,
absoluta, total.
Las guerras entre grupos de Provincias, eran frecuentes y las alian-
zas y ligas tanto como las guerras.

24
Dentro de las mismas Provincias se producían movimientos regiona-
les que culminaban a las veces con la organización de nuevos Estados,
como ocurrió, con Catamarca y Santiago ,(i'el Estero. Los objeto más
característicamente nacionales, no lograban el acuerdo de todos, y así
sucedió que las Provincias negociaron, una por una y cada cual a su
manera y en vista de su situación peculiar, el arreglo que en 1823 pa-
trocinó Rivadavia para obtener el reconocimiento de la Independencia
del t::Jdo, por parte de España. Así sucedió también, que cada una apre-
ció a su modo nuestro movimiento de 1822-2,3, y no hubo forma de con-
cordarlas en el momento en que su ayuda era requerida, a pesar de que
todas se manifestaban, en el fondo, dispuestas a apoyarnos,

En tales condiciones, teniendo de hecho y de derecho el carácter de


soberanas, habiéndolo afirmado de mil maneras y después de proclamar
cuantas veces fue el caso, que era su resolución conservarlos, van las
Provincias al Congreso Constituyente para intentar, por tercera vez, la
Unión a que todas aspiran y todas temen, sintiendo el peligro, de una
hegemonía de Buenos Aires, cercana o remota, pero siempre posible, se-
gún lo demostraba un pasado no muy lejano.

III

¿Cómo se explica, entonces su asistencia a la convocatoria? Porque


Buenos Aires había empezado por ofrecer una garantía, de su buena fe y
elevación de propósitos, declarando de antemano, "que se regirla, como
hasta entonces, bajo la forma de gobierno adoptada, hasta la promulga-
ción de la Constitución Nacional, y que a más (y esto era lo fundamen-
tal) se reservaba el derecho de aceptar o desechar por su parte, dicha
constitución, en el todo o secundariamente". Estaba visto que lo que se
reservaba para ella, teníalo que reconocer a quienes estaban en el mismo
pie de igualdad, vale decir, que la asistencia al Congreso a nada obliga-
ría ni podía comprometer; y con efecto, apenas instalado aquel cuerpo,
quedó casi resuelto, en carácter general, por ley dictada el 23 de enero
de 1825. He aquí los términos de dicha ley, llamada justamente Funda-
mental desde entonces: 19 "El título de esta asociación será: Provincias
Unidas del Río de la Plata en Sud América". 29 "Todas las Provincias
se regirán por sus actuales constituciones". 39 "Cada una de las Pro-
vincias, se reserva el derecho de aceptar o repudiar dicha Constitución,
que piensa formar el Congreso Nacional". 49 "Las Provincias quedan
dentro de una firme liga, para su defensa c::Jmún, la seguridad de su li-
beltad, independencia júrada; y para su mutua y general felicidad, obli-
gándose a asistir a cada una de" las otras, contra toda violencia o ataques
hechos o sobre alguna de ellas por motivo de religión, soberanía, tráfico
o algún otro pretexto cualquiera que sea". Por último se establecía que
el Poder Ejecutivo Nacional quedaba provisoriamente encomendado por
ahora y hasta la sanción de la Constitución que se iba a elaborar al
25
gobierno de la Provincia de Buenos Aires, en lo referente a las rela-
ciones exteriores y asuntos anexos.
Nadie, que haya penetrado y conozca la realidad Argentina de 1820
a 1825, de la cual es apenas un bosquejo, lo que hemos dicho; podrá du-
dar que antes de la aprobación de esta ley, las provincias eran entidades
soberanas y absolutamente .independientes entre sí. ¿Y de qué parte de
derechos se desprendieréln después? ¿Qué ceden con desmedro de su
soberanía?
¿De qué órgano o autoridad jerárquica superior, se reconocen de-
pendientes? Para demostrar que no varía en un ápice su pOSIClOn y ca-
lidad, antes aludida, he aquí, el testimonio del Diputado Pbro. Agüero,
miembro informante de tal ley: "en el orden gubernativo, en el delibe-
rante, en el legislativo, y también en el judicial, ninguna de las provincias
que antes formaban' el Estado que se llama, de las Provincias Unidas, ha
reconocido un jefe o una autoridad superior".

La realidad es esta: el Congreso Constituyente tiene el carácter de


un órgano puramente consultivo, ya que sus resoluciones no obligan a
nadie, y el encargado de las relaciones eteriores, (Gobierno ,de la Pro-
vincia de Buenos Aires); es un simple mandatario accidental. Desempe-
ñando Rosas estas funciones en 1840, el Dr. Zabalia expresaba, señalan-
do' con precisión la calidad jurídica del mandato. "El poder del gobierno
de Buenos Aires, no es un poder constitucional que esencialmente le
corresponda; es una facultad, accidentalmente conferida por las provin-
cias en dispersión. Es sabido que el poderdante, puede durante la ges-
tión ejercer su personería revocando o sin revocar el poder dado al apo-
derado. Y por último, la comisión, jamás obsto al comitente para llamar-
la por sí mismo".
¿Será. preciso agregar que esa doctrina era la prácticw en los tiempos
que estudiamos y que a pesar de Las Heras y a pesar de Rivadavia, Cór-
doba mantenía negociaciones diplomáticas con Bolivia y Corrientes in-
tentaba hacer lo propio con el Paraguay?
Si hay algo que puede afirmarse a conciencia, es que en 1825 no
había oposición entre los conceptos de Independencia abmluta y coopar-
ticipación en la Asociación de Provincias Unidas. Sería necesario, para
que aquellos conceptos fueran excluyentes, que existiera un Estado;
-"Pueblo sobre un territorio determinado, organizado jurídicamente, ba-
jo un Poder supremo, de manera a adquirir capacidad de querer y de
obrar, como un todo único, para los fines colectivos" y no es por cielto,
en la confusa y embrionaria organización de entonces, donde tales ele-
mentos se encuenh'an.
El poder judicial nacional, 111 sIquiera aparece un bosquejo. El Po-
der Legislativo, no existe, porque el remedio de tal, que es la Constitu-

26
yente, no tiene capacidad para dictar leyes que obliguen ilTefragable-
mente; y el poder ejecutivo, es un órgano accidental con acción limitada
al objeto exclusivo de las relaciones exteriores y dirección de la guena.
desde el momento que ésta se enciende. Surge aquella oposición más
adelante, a raíz de la elección de Rivadavia-para Presidente de un Estado
todavía en proyecto? Imposible bajo todo punto de vista, ni aquel hecho
ni la capitalización de Buenos Aires que le sigue, modificaron el régimen
jurídico de emergencia de la Ley Fundamental, de 23 de Enero de 1825.
Enh'etanto, a las Provincias siempre en guardia, produjo un deplorable
efecto ese modo de proceder, autoritario y fuera de moldes que tratá-
base de justificar, con el pretexto de la guena y las consiguientes ne-
cesidades de unificación.
Reputóse el hecho, como un avance de Buenos Aires, o dicho con
más propiedad del viejo partido dictatorial, que nada aprendía y nada ol-
vidaba, y la reacción consiguiente no se hizo esperar. El' Poder Ejecutivo
Nacional, tal era el criterio por otra parte justo, no tenía ni podía tener
más facultades, ni mayor capacidad de mandato, que el Encargado de
las Relaciones Exteriores y Guerra, a quien suplantaba, y de ahí, un cre-
ciente espíritu de desobediencia para sus resoluciones, con perjuicio evi-
dente para la unión. Rivadaria presidente, ésta era la verdad pura, go-
bernaba pero no mandaba, porque ateniéndose al texto de la ley Funda-
mental, las Provincias asociadas, observaban sus disposiciones perma-
nentemente, y cuando advertían que aquellas podían significar un des-
medro de sus derechos indeclinables de soberanía, aun cuando fueran
dictadas al preciso objeto de la guerra", dejaban de cumplirlas. Ilustra-
tivo al respecto es el siguiente detalle, que tomo al azar, del montón co-
pioso que he reunido para documentarme. En febrero de 1826, el Mi-
nisho::> interino de Guena participa al Gobernador de Conientes, que el
Presidente decidió delegar en su persona el mando de las tropas que
existían en la Provincia, lo mismo que la defensa de su tenitorio "hasta
que se dispusiera lo conveniente". Contestóle de inmediato el Gobernador
Ferré, pidiéndole que aclarara el sentido de tal resolución, porque enten-
día, que o::>n o sin delegación de Rivadavia y en los términos de la Cons-
titución de su Estado correspondíale en propiedad dicho mandato, y la
obligación de defensa del territorio; y el Ministro de GuelTa por toda
respuesta, le envió un extracto de las ordenanzas militares recientemente
dictadas. Por ellas pudo comprobar FelTé, 11em de alarma, (son sus
palabras textuales) "que no sólo se su~one la integridad de la Nación,
sino una autoridad central revestida de ese poder que, en la esfera de su
asiento y fuera de ella, obra con la misma influencia sobre todas las partes
del b::>do", y en vista de que tal autoridad no estaba reconocida, ni era
cierta la integridad de la Nación, dio cuenta de la incidencia al Congre-
so de la Provincia para que decidiera sobre el particular. Días después
Ferré oficiaba al Ministro de Guena, adjuntándole un testimonio de la
decisión requerida, que en síntesis decía: que Corrientes no tenía por qué
obedecer ni cumplir órdenes del tenor de las precitadas "porque' eran in-

27
conciliables con los derechos que la Ley de 23 de enero de 1825, reco-
nocía a los pueblos".

Casos semejantes a este Se produjeron en cantidad más que suficiente


para demostrar que la creación de la Presidencia Nacional no modificó
en un ápice, la situación de Independencia de los Estados que copar-
ticipan en la Asociación de las Proyjncias Unidas; y bueno será que 10
tengan presente los que han creído 10 contrario, porque conocen el Re-
gistro de Leyes dictadas entonces. La realidad no está en esas leyes,
nítidas, resueltas, firmemente imperativas, como de Rivadavia, sino en la
historia de su aplicación. Por el detalle anotado puede juzgarse como se
cumplían ...
Entretanto, llegamos a la hora en que el Congreso Constituyente,
desoyendo el clamor de los Pueblos, traicionando su mandato y desaten-
diendo los consejos de la experiencia, y las voces de la razón, aprueba un
proyecto de Constitución centralista, que sólo la incomprensión y la tes-
tadurez de los unitarios podía formular. Esta es la hora, la única, en que
pUdo producirse la oposición entre los conceptos de independencia abso-
luta, y Asociación de Provincias ligadas por el pacto de 23 de enero de
1825. Recién entonces, pudo llegar a existir, jurídicamente organizado,
como un todo único, el Estado Pronvincias Unidas del Río de la Plata.
Hubiera bastado, que los pueblos aceptaran la carta que se sometía a su
aprobación. Pero, ¿cómo iban a aceptarla? ¿No era todo el pasado una
prueba palpitante de que solamente sobre amplísimas bases de confede-
ración seria posible una reunión leal y estable? Ciegos los Constituyentes,
y si no-lo fueran: sordos a los requerimientos de patriotismo, que es peor;
con su obra, -que debió ser de unión y de concordancia- 10 que hi-
cieron fue, alejar, hasta 10 remoto esta posibilidad. A no ser por la gue-
rra con el Brasil, de seguro, que oh-a se hubiera encendido entonces
entre los pueblos que aceptan ocasionalmente la Constitución como Tu-
cumán, o la rechazan de plano como las Provincias del Litoral, Córdoba,
Santa Fé, Santiago. La Asociación se disuelve rápidamente. Las Provin-
cias, retiran o destituyen a los Diputados, revocan el poder que había
dado el Presidente para el manejo de las relaciones exteriores y guerra.
Los decretos y leyes que salen entonces de los Gobiernos y Asambleas
Provinciales, dan la sensación de un furor reconcentrado, y de una irre-
vocable resolución de no salir más del aislamiento.

Córdoba se dirije a los Ministros exh'anjeros residentes en Buenos


Aires, participándoles, su separación, de la Liga desde el 2 de octubre de
1826, y haciéndoles saber que todo Tratado celebrado desde dicha fecha
con el "Presidente de Buenos Aires", no la obligada en manera alguna.
A 10- que contesta el encargado de negocios de E. Unidos, J. M. Forbes,
manifestando que siempre habia estado acreditado, solamente, ante el Go-
bimTIo de la última Provincia. La misma Córdoba, al fundar su resolu-
ción de retirarse de la asociación, expresa, como uno de los motivos pri-

28
y se reserva el derecho de desautorizar a sus Diputados, porque las opi-
niones particulares de los mismos no la obligan en ningún caso.

y ahora preguntamos, ¿qué podría perder la Provincia Oriental re-


quiriendo una plaza en la Unión? ¿Enajenaba algunos de sus derechos
de Soberana? ¿Comprometía su independencia o la posibilidad de alcan-
zarla desaparecía? Si se piensa que antes de manifestar en anhelo de co-
participación con los demás Estados asociados en el Congreso Constitu-
yente, se proclamó en términos precisos y claros, la Independencia abso-
luta del Pueblo Oriental, de todos y cualesquiera de los demás del Uni-
verso, se ha de admitir, cuanto menos, que su situacióJ? en el caso de ser
aceptado en la Unión, no podía ser peor al que conservaba en Buenos
Aires, o Entre Ríos o Santa Fé perteneciendo a la misma. Est':l salta a la
vista; si dichos pueblos estaban asociados a la Unión sin dejar de ser por
eso independiente, absolutamente independientes, como lo establece la
resolución de Santa Fé, que antes se ha transcrípto, y como con más
elocuencia todavía, lo prueban los actos de soberanía que todos y cada
uno realizaban, tampoco podía dejar de serlo el Pueblo Oriental, cuando
se le reconociera y desde que se le recociera en calidad de integrante de
la Unión. Tal es la verdad que resulta evidenciada, y digámoslo, aunque
sea de paso, ella nos da la oportunidad de constatar algo muy grato a
nuestIl:l sentimiento yal buen deseo, de que los Fundadores hayan sido
hombres limpios de pensamiento y rectos en la acción. Ni simulación, ni
duplicidad para ante los hermanos argentinos hubo, ni podía haber, en
su actitud de partidarios de la Independencia absoluta y al propio tiem-
po mantenedores de la idea de unión.

Por lo demás no se suponga que en este lado del Uruguay se daba


al concepto de asociación un contenido distinto al corriente en los Pue-
blos Occidentales. Tal suposición seria infundada en absoluto, y bastaría
a probarlo, el hecho de que los mismos hombres y muchas veces en los
mismos días, hablan de Independencia en unos documentos y en otros
de unión, cosa que sólo puede explicarse, lógicamente, partiendo del prin-
cipio de que, no consideraban en oposición los dos conceptos. Todavía si
fueran exigidas podrían darse pruebas más rigurosas en el mismo sen-
tido. Son de ese carácter a nuestro juicio: la comunicación que el 2 de
setiembre de 1825, dirigió la Sala de Representantes al Gobierno de Bue-
nos Aires como "encargado del Ejecutivo Nacional" requiriendo su ayu-
da para la prosecución de la guena contra el Imperio, pues, en dicha
comunÍCcaión se alude claramente a la coexistencia de los dos conceptos
diciendo: "La Provincia Oriental en medio de los riesgos y conflictos de la
guena que sostiene ha allanado por su parte cualquier escollo que detu-
viera el término de sus desgracias rompiendo a la faz del mundo los
vínculos con que sus opresores la ligaron a los tronos de Portugal y Bra-
sil; "ha declarado su independencia, su unión a las del Río de la Plata",
constituído su gobierno legítimo, etc" etc,",

29
mordiales, la constatación de los avances del Congreso, que siendo pu-
ramente constituyente, legislaba, fuera del círculo de la Constitución, cu-
ya formación era el único encargo que se le había encomendado. Argu-
mento exactísimo a estar a lo dispuesto por la ley de 23 de Enero de
1825.

Santa Fé procede como Córdoba, y su Sala de Representantes dicta


una resolución, el 6 de Mayo de 1827 que es pre_ciosa a nuestro objeto,
porque en forma explícita, señala cuál era el verdadero concepto impe-
rante de unión y como no se excluían tu la realidad de entonces la inde-
pendencia absoluta y la coparticipación. Santa Fé fue una de las Pro-
vincias que con más entusiasmo concurrió al Congreso Constituyente; de
las que contribuyeron con mayor decisión al mantenimiento de la unión,
y puede recordarse, en prueba de ello, que ya en 1821 trató de auspi-
ciarla relIDiendo el Congreso de San Lorenzo, que Buenos Aires hizo fra-
casar.
Pues bien: Santa Fé no entendía que la unión significara disminución
de sus derechos de independiente, y así expresa en la parte dispositiva
de la resolución que he mencionado: 19) Es inadmisible el Código Cons-
titucional dado en 24 de diciembre último por estar fundado en la' forma
de unidad que es contrario al voto de la Provincia, etc. 29) Se declara la
Provincia fuera de Congreso, "quedando en absoluto independiente como
lo ha estado hasta lo presente" y entretanto no se actúe una nueva liga
cimentada en los principios que ella apetece. 39) No obstante lo expresa-
do en el artículo precedente, prestará siempre una cooperación activa a
la defensa en que está empeñada la Provincia Oriental y a sostener la
integridad del territorio contra el que intente atacarlo.

¿Será p.reciso agregar que el estado de total disgregación que sigue


inmediatamÉmte al rechazo por parte de las Provincias de la Constitución
Unitaria perdura durante todo el año 1827 y no termina en 1828 ni en
1829 y sigue existiendo todavía durante la época de Rosas?
¿Acaso no se recuerda que Quiroga ya estaba imperando en la Rioja
y que los Gutiérrez, los Araélz, los Alemán, los Gorriti, los Heredia y los
López iniciaban el periodo de guerras que por más de una década man-
tuvo en continua agitación a las Provincias del Norte y Oeste? ¿Y bien?
de todo lo hasta aquí dicho, surge y se impone con evidencia, una sola
oélnclusión; y es, que desde 1825 a 1828 cualesquiera de las Provinciás
que integraban la entidad geográfica, y si se quiere histórica, nombrada
Provincias Uñidas del Río <de la Plata, conserva en absoluto su capacidad
de soberana, a pesar y no obstante, la calidad de asociada. Puede reti-
rarse de la Unión cuando se le ocurra, porque el Pacto de enero de 1825,
no establece ninguna prohibición, se rige por sus leyes y constitución
propias, mientras permanezca dentro y toda vez, que no sea consagrada
por su voto una Constitución General (cosa que no llegó a producirse)

30
29) "El cuerpo de leyes dictadas desde 182.') a 1827 en vista exclu-
siva del interés local y con ejercicio de facultades de soberano, organiza-
ción municipal, organización judicial, sistema rentístico, presupuestos, es-
calafón, etc.

39) La resolución de la Sala de Representantes de 21 de setiembre


de 1827 por la cual "usando de la Soberanía ordinaria y extraordinaria"
que reviste declara: 19 La PrGvincia Oriental ha reasumido la parte de
soberanía de que se había desprendido al incorporar sus diputados al
C. G. Constituyente disuelto el 18 de agosto próximo pasado.

49) Mientras no se establezca un cuerpo representativo y ejecutivo


nacional, cualquiera autoridad militar, sea cual fuere su origen que se
eno:mh'ase o encontrare en el territorio de la Provincia será responsable
ante el Ejecutivo y Legislativo de esta misma Provincia de la infracción
de sus leyes,

IV
En lo que va dicho demostrado, que ni en 1825, ni en 1826, ni en
1827, ni en 1828, había oposición enh'e los conceptos de independencia
absoluta y coparticipación en la asociación de Provincias Unidas y que
los Orientales estaban perfectamente al corriente de esa o:::>existencia.
Siendo así, es evidente que falla por su base la tesis de los que a la vista
del hecho cierto de la unión y remitiéndose a él exclusivamente, niegan
que los patriotas de 1825 hayan iniciado la guerra con el propósito de al-
canzar lo que se nos reconoció p:::>r el Tratado de Paz de 1828, la Inde-
pendencia y Unión no eran excluyentes, luego pues,el hecho de que los
Orientales buscaran la Unión y la aceptaran de buen grado no prueba
que no persiguieran y anhelaran la Independencia. Pero, claro está, que
tampoco prueba lo conh'ario y de ahí que la única conclusión inobjeta-
ble que de todo esto se saca es que estaban en libertad d'e optar por una
u otra cosa· Con unión y a pesar de la wjsma sabemos ya que mante-
nían sus derechos de independientes y podían actuar como tales, y en-
t:::>nces, ¿por qué buscaban la unión? ¿para qué la proclamaron? ¿cuáles
eran realmente sus aspiraciones? Deseaban que su tiena Oriental quedara
formando parte paxa siempre de la gran patria despedazada a que aludía
Juan Carlos Gómez o pretendían conservarla con soberanía absoluta?
Creo que esto último es lo indudable y voy a exponer mis razones. Aludí
al plincipio al nacimiento de una vocación de nacionalidad en 1824 por
la inducción de irlfluencias exi:eriores (actitud del gobierno de Buenos
Aires frente a los Orientales ("argentinistas") yde Don Pedro 1 con res-
pecto a los ("abrasilerados) y vuelvo a repetir que veo una prueba ile-
vantable de su existencia en la decisión concordante de luchar que se
apodera de todos así que vibraron en la Agraciada las notas del clarín
que tocó a reunión, concitándolos.

31
Se confunden en ese momento para- no separarse más "argentinistas"
y abrasilerados"! ¿.Por qué y para qué? La sola constatación del hecho
no vale por una prueba ilevantable? Además, no sería difkil confirmar la
deducción o:m abundantes pruebas documentales. Al azar tomo una co-
municación de Rivera a Lavalleja de fecha 16 de mayo y allí encuentro
que se ha puesto en comunicación con los brasileros y abrasilerados de
:Mercedes y Salto; que en cuanto a los de Mercedes sabe por el coronel
abrasilerado Fernández, que el día anterior llegó a su campamento, que
"el mismo Fernández y II:JS demás no saben cómo expresar el contento de
todos los jefes y oficiales y tropa después que públicamente el Manuel
Fernández impuso de la resolución general del país cuales las causales
que habían dado lugar a ello y cuales las consecuencias que iban a su-
ceder de una guerra interminable y espantosa entre americanos: de modo
que según me aseguraba Fernández ha quedado casi para gritar viva la
patria" concluye Rivera y más adelante dice refiriéndose a la posibilidad
de armonizar opiniones con los riograndenses que guarnecían en Salto
"conseguido esto mi compadre nada más hay que hacer porque todo es
cons~uido y nuestra patria será libre sin tener que hacer mo de las ar-
mas". ¿Y sobre qué bases podía tentarse un arreglo con los riogranden-
ses? ¿Acaso podría ser sobre las de asociación en las Provincias Unidas?".

Pero se dirá ¿para qué, si es que se proponían ir a la Independencia


absoluta, a cada Ínstante aluden los patriotas a la unión y a fines del
año 25 llegan hasta suprimir su tricolor para adoptar la bandera blanca
y celeste?
Y bien; si hay algo que no puede ni siquiera discutirse es que los
orien!ales con sus solas fuerzas jamás hubieran podido derrotar al pode-
roso imperio sojuzgador. La experiencia de los últimos años de la Patria
Vieja era harto elocuente al respecto y la misma forma en que se llega a
la paz del 28, a pesar de la ayuda de los 6000 argentinos que compartie-
ron con los orientales la ruda y afanosa lucha que culmina en Ituzaingó,
lo demuestra.

Quiere decir pues, que para el radioso despertar de 1825 pudiera


llegar a ser algo más que una aventura g1:Jriosa, para que hubieran po-
sibilidades serias de colmar el anhelo independentista la ayuda argentina
era, más que necesaria, imprescindible. ¿Cómo obtenerla? El pueblo ar-
gentino la hubiera dado sin reservas ni condiciones desde un principio.
Acompañada con viva sinípatía el movimiento de los orientales, sentía
la necesidad de ayudarlo, de hacer por él cuando menos lo que habí,a
hecho por Chile, por Bolivia, por el Perú, por el Ecuador. ¿Pero cómo?
De qué manera compeler al gobierno de Buenos Aires, a dar el paso de-
cisivo que se redamaba? ¿Con qué pretexto exigirle que l:Jyera el clamor
del sentimiento popular y no tuviera razones de Estado para contenerlo
como un dique? ¿Cómo quitarle el derecho a que escuchara su fría indi-

32
ferencia en las obligaciones de neuh'alidad, tratados, etc.? Estamos sin
duda alguna, frente al motivo ocasional de la Unión, Alguien, quien sabe
quién, pero indudablemente un gran amigo de los orientales, acaso el
misterioso amigo a que muchas veces alude Trápani en sus comunica-
ciones a Lavallej~, ideó con ella, la solución que al paso que permitiría a
los patriotas obtener la ctyuda que necesitaban para llevar adelante sus
planes, sin sometimiento a ninguna ()bligación que los obstara, daba pie
al pueblo argentino para exigir al Congreso y Gobierno de Buenos Aires
que tomaran cartas en el asunto y decidieran finalmente la intervención.

He aquí todo; así se explica claramente el sentido de algunos he-


chos que en otra forma aparecen o::>nfusos y conh·adictorios. Desde el
tantas veces recordado de que Lavalleja entró al país convocando a la
lucha a los argentinos orientales; hasta la actitud del Congreso que re-
cién a los cuatro meses de presentarse, yeso mismo por simple may1::>ría,
decidió recibir en su seno a los diputados nombrados por el gobierno de
Florida.

Por 10 demás, si los actores de la ep::>peya que sobrevivieron a 1828


y tuvieron la dicha de alcanzar los tiempos de la República y participar
de los' afanes de la organización, afirmaron siempre, y con orgullosa uni-
formidad, que solo habían combatido p::>r la Independencia, téngase pre-
sente, para constatar que antes ni 10 habían negado, ni lo ocultaron, que
esa es la impresión que recojen los hermanos argentinos, soldados y es-
tadistas, y no hay razón ni derech::> para tacharla. Pienso que si en los
tiempos en que vivían aquellos hombres de bronce, alguien se hubiera
permitido poner en duda su palabra prócer, ensayando la suspicaz insi-
nuación de que aprovechaban lo que fue obra de imprevistos sucesos,
para agrandar su mérito, con más amargura que indignación, sin duda,
habrían apelado al testimonio de 1::>s compañeros de jornada, hermanos
por la sangre, por la abnegación, ,y por el común anhelo de ser libres,
para que dieran fe de sus dichos.

Podría ser el testimonio de Isidoro Suárez el granadero de Junín,


quien al terminar la guerra felicitaban a Lavalleja "por la paz honrosa
habid8; enh'e el Imper1::> del Brasil y el Estado Oriental".

Al coronel Fco. Crespo, que, con igual motivo, escribía al jefe de


los Treinta y Tres se felicitaban del hecho "que vienen a dar fin a las
fatigas y penurias que por la salvación de la patria pasaron los bravos
guerreros orientales con la gran coperación de la República Argentina".

Al del cownel Gregario Planes, que por idéntica causa, se dirigía a


Lavalleja felicitándolo por la paz que ha obtenido la República "así como

33
por haberla conseguido satisfaciendo los deseos de los que peleaban por
la libertad de la Provincia".

Al teniente salteño José María Todd, que, aludiendo en sus Memo-


rias de la Guerra a los sentimientos que constataba como reinantes en el
pueblo dice: "Cada vez que asistíamos a sus invitaciones (se refiere a
diversos hacendados y hombres de campo que no nombra), encontrába-
mos reunidos muchos vecinos, que sabiendo que entre nosotros no había
ningún porteño, se desataban contra éstos con las mayores injurias, di-
ciéndonos que jamás se uniría a la República Argentina, dominada total-
mente por Buenos Aires,

y por último podía haber sido al de cualquiera de los doscientos o


trescientos oficiales veteranos de la guerra, que sirviendo dentro de los
muros de Montevideo, o en el Cerrito durante la de nueve años, leye-
ron en el "Defensor de la Independencia" del 18 de febrero de 1846, y
no observaron un artículo evocando la jornada de Ituzaingó bajo el epí-
grafe "20 de Febrero" en el cual decía: "En igual día de 1827 argen-
tinos y orientales se cubrieron de gloria luchando en favor de la Inde-
pendencia oriental",

No hubiera sido distinto el testimonio de los estadistas y diplomáticos


de la luminosa hora inicial, en el caso de ser requerido. La prueba está
a mano, en su correspondencia privada, y en o::mocidos, documentos pú-
blicos.

Así, Guido, escribiendo a San Martín en 1886, le dice: "Por conse-


cuencias de las gestiones del lord Ponsomby, parece que no queda duda
d~ que por este paquete que toca en el Río de Janeiro se hacen abertu-
ras de paz con el Emperador",

La independencia de la Banda Oriental se crea generalmente en la


base de la negociación que se manda entablar. Y agrega: "Esa condición
que en un sentido puede halagar a los intereses del Emperador y que en
oh'a ha venido a ser un resultado infalible de la opinión de los orientales,
puede por otra parte venir a ser el manantial de grandes males y de
grandes dificultades en la organización de esta República",

y tal concepto acerca de la "infalible opinión" de 1::>s orientales per-


dura en su ánimo en 1828 y hay indicios, más que suficientes~ para creer
que se hubiera robustecido todavía. En efecto, a raíz del victorioso avan-
ce de Rivera sobre Misiones, se le ordenó que no firmara la paz que,
sobre la base de nuesh'a independencia, había ido a neg,~ciar a Río, con-
juntamente con Balcarce, por creer Dorrego, y así se lo expresaba en la
comunicación en que le libró tal orden, que aquel triunfo, y los que po-

34
dían seguir, obligarían al Emperador a pasar por bases más favorables a
Buenos Aires. Pues bien; Guido y Balcarse, asumiendo una actitud evi-
dentemente pasible de responsabilidades, siguieron la negociación que
culminaría en el Tratado de Agosto y explicaban su decisión de desabe-
diencía diciendo a Derrego "que cuanto mayores sean esos progresos
(aludJan a los de Rivera) más derechos creerán haber adquirido los orien-
tales para conquistar una independencia que sin esos títulos nuevos ha
sido siempre el objeto de su idolatría".

v
Suponer que la paz de 1828 consagró una caSa contraria al anhelo
de los orientales, o que por añadidura les brindó un bien que no busca-
ban, significa, pues, desconocer del pasado que nos enaltece, sus hechos
más brillantes y más típicamente nacionales.

La paz de 1828 lo que consagró fue una cosa contraria al anhelo de


Dorrego, quien en la oportunidad a que hace un momento he aludido
escribía a Guido y Balcarce "que los señores ministros no deben consen-
tir en entrar a estipular ninguna clase de tratados que tengan por ob-
jeto especial reconocer la absoluta independencia de la Provincia Orien-
tal, exigida en un Estado Nuevo".

La paz de 1828 lo que' consagró fue una cosa contraria al anhelo de


Pedro I, quien a los dos años de suscribirla enviaba a Europa una misión
presidida por el Marqués de Santo Amaro con estas instrucciones: "En
cuanto al nuevo Estado Oriental o Provincia Cisplatina, que no hace
parte del territorio argentino, que estuvo incorporado al Brasil y que no
puede existir independiente de otro Estado, V.E., tratará oportunamente
y con franqueza de probar la necesidad de incorporarlo otra vez al Im-
perio" y más adelante: "Es el límite natural del Imperio; es el medio efi-
caz de remover ulteriores' motivos de discordia entre Brasil y los Estados
del Sur".

Juan Carlos Gómez pedía, en ocaSlOn memorable, que a ese monu-


mento que muestra en vuestra plaza principal que "también nosotros
tenemos tradiciones históricas" se adosaran las estatutas de Dorrego y
Pedro I. Sería para saldar la deuda que contrajimos porque nos otorgaron
generosamente la Independencia?

No fue Inglaterra: fue la convicción de que los Orientales no ceja-


rían en la lucha hasta alcanzar el reconocimiento de su Independencia,
por, parte de Inglatena, y por parte del Brasil y la Argentina 10 que
impuso la paz de 18p8. A Inglaterra le interesaba, eso sí, que se firmara
la paz y cesara el corso y el bloqueo que entorpecía en la costa Atlán-

35
tica el creciente desarrollo de su comercio. Ofrecemos a la vista una
prueba categórica. La Convención Queluz-García, de mayo de 1827, se
estipuló sobre la base de nuestra entrega al Imperio. Tal certidumbre
tuvieron entonces los negociadores de la misma de que el Pueblo Orien-
tal no la admitiría, que establecieron en un artículo adicional secreto que
si "se levantasen jefes que pretendan mover guerra o continuarla contra
cualquiera de las altas partes contratantes" ambas se obligaban a "vedar
por todos los medios posibles que aquellos sean soo::midos por cualesquie-
ra de los habitantes o residentes en sus respectivos estados, castigando
severamente a los infractores con todo el rigor de las leyes".

Pues bien: a Lord Ponsomby para cuya estatua reclaman algunos el


lugar que Juan Carlos Gómez pedía en vuestro monumento para colocar
las de Dorrego y Pedro 1 en la calidad de esp::mtáneos donantes de la
Independencia le pareció, son sus palabras textuales" que la base fir-
mada porel Señor Garda es eminente e inesperadamente ventajosa para
la República". A mayor abundamiento véase lo que escribió Guido en
1842, cuando por razones políticas alguien trató de dar a la actuación
de Lord Ponsomby en la O::mferencia de Paz un alcance que estaba le-
jos de ser el exacto. Se trata de una carta dirigida a José Clemente Pe-
reira, último sobreviviente del grupo de negociadores brasileros, y en la
cual, por otra parte, se recuerda que cuando el ministro mediador llegó
a Río de Janeiro para intervenir en las gestiones de paz, ya estaba acor-
dada la base de la Independencia Oriental y solo quedaban diferencias
acerca de las Misiones. He aquí lo que expresa Guido, reduciendo a sus
verídicas proporciones la deuda que tenemos con Inglaterra: "Que el
gobierno británico sirvió de mediador en nuestra desgraciada contienda
no puede cuesti::marse: que la creación de la Provincia Cisplatina en Es-
tado independiente enh'ase en su sistema político, sostenido desde el
tiempo de Canning para subdivir la América no es para asunto de larga
controversia, pero que la independencia de la República del Uruguay
y su constitución en Estado separado sea ()bra especial de la Gran Bre-
taña en agosto de 1828 y de hecho del noble Lord Ponsomby; y que él
dictase los términos del tratado entre Buenos Aires y el Brasil o::>mo lo
refiere el "Momming Herald" es una completa rebelión contra la verdad
y una escandalosa usurpación de nuestros derechos como negociadores".

Repitámoslo una vez más, con el corazón henchido por el alborozo


que produce la constatación; la paz (de 1828 lo que consagró fue un
anhelo indeclinable de 1::>s Orientales. No la admitiría Dorrego, no la
quería Pedro 1, y si Inglaterra mediaba para que hubiera una paz cual-
quiera, solo la aceptaban nuestros héroes sobre la base que se estipuló.

Muchos meses antes de que se suscribiera el tratado (en el de febre-


ro) el Embajador Gordón se dirigió a Lavalleja comunicándole que el

36
Emperador se había manifestado de acuerdo con reo:lnocer nuestra In-
dependencia y que se tratarla de la paz sobre es eprincipio y Lavalleja
contestóle de inmediato: "que ello satisfaría las aspiraciones de todos los
habitantes de la Banda Oriental puesto que los ponía en posesión de lo
que había sido el Oligen de sus luchas durante los tres últimos años".

Si en aquel momento Lavalleja hubiera querido certificar su palabra


con demostraciones documentales bastaríale transcribir el oficio que el
22 de setiembre de 1825 pasó a Lecor proponiéndole exactamente lo que
ahora iba a triunfar. Idénticas ideas, los mismos propósitm al través de
lostres años de lucha. He aquí la prueba: "Excmo. señor: Revestido, co-
mo me hallo de la autoridad de carácter de Gobernador y capitán ge-
neral de esta Provincia por el voto:l libre y e:lI.-preso de los pueblos que la
componen, creo uno de mis deberes más esenciales' participar a V..E esta
circunstancia para derivar de ella el objeto importante de la presente co-
municación. Abandonemos, Excmo. señor, toda especie de prestigio y
pretensiones marcadas O:ln el espíritu de la ambición y extrema justicia
con que por el espacio de nueve años se ha querido sujetar la cerviz de
los orientales a los tronos de Portugal y Brasil, tergiversando, por resor-
tes bien conocidos a V. E., y del mundo entero, la voluntad general de los
habitantes del país, resueltos siempre a romper el yugo ominoso que los
oprimía. Sea la última prueba indestructible, ese ardor heroico con que
se han conmovido y empuñad:l las armas tres mil quinientos brazos al
clamor de la Libertad e Independencia del País. Ya es tiempo que V.E.
en bien de la humanidad estremecida con la idea de las víctimas que van
a sacrificarse en la sangrienta lucha sostenida por un poder que intenta
esclavizar contra otro que combate por su libertad y por los más justos
derechos que O:lnocen los hombres, tribute un noble homenaje a la ra-
zón y a las luces del siglo, haciendo a su soberano, el Emperador del
Brasil, una manifestación exacta e imparcial del estado político de esta
provincia, de su resolución unánime y decidida de recuperar su existencia
social a toda costa y de los males irreparables que van a seguirse, del
empeño innoble y quimérico de subyugar un pueb!o cuya historia está
adornada con mil rasgos de grandeza y heroicidad en la causa de su in-
dependencia, contando para sostenerla, con el apoyo de las provincias
libres del Río de la Plata. Yo ruego a V.E., tome mbre sí, este honroso
deber, aconsejando a S.E. retire sus tropas de este territorio, facultándose
para entrar en relaciones de paz y amistad, tan precisas entre los pueblos,
que están en íntimo contacto por su localidad e intereses o:lmunes, y
ahorrando, entretanto, la preciosa sangre que va a empapar los desolados
campos de Oriente y causar la aflicción de mil familias inocentes, cuya
responsabilidad pesará sobre V.E., en el caso inesperado de desatender
un paS:l que aconseja la prudencia, la justicia y la humanidad" (Cuartel
en la Barra del Pintado, Setiembre 22 de 1925. Juan Antonio Lavalleja).

37
VI
Por la Independencia, exclusivamente por adquirir su independencia
luchan los Orientales desde 1825 hasta 1828. Ellos 10 declararon solem-
nemente en este lugar, que en horas todavía inciertas, dio asilo a sus
representantes. Y si así no fuera, si aquellos hubieran dejado de cum-
plir la formalidad de ritual y no tuviéramos la ejecutoria que nos le-
garon, en un acta limpia como su pensamiento, y categórica como su
propósito, habría que creerlo igualmente, porque solo cuando nos fue
reconocida por el mundo, dejaron ellos de combatir!

Felipe Ferrdriro

El presente trabajo fue publicado en "El Imparcial" de Montevi-


deo, el 12, 19 Y 26 de setiembre de 1825.

38
EL PROCESO DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL (1)

Fecundo y complejo, aún oscuro en algunos aspectos, es el pro-


ceso de la independencia del Uruguay para que, sin riesgo de la clari-
dad de la exposición, pueda desarrollarse en limitado espacio.

Tiene él tres etapas que van: La primera de 1811 a 1820; de 1824 a


1828 la segunda y la tercera y definitiva, en que se consolida la inde-
pendencia, llega casi hasta 1879.

Acerca de cada una de ellas procuraremos dar una VlslOn esque-


mática. A manera de introducción señalaremos como una característica
del pl':lCeSO que, en su primera etapa, la lucha por la independencia ha
de librarse en nuestro país contra dos corrientes: Una externa la de
España, de cuyo reino era parte integrante, y Portugal y Brasil que
sucesivamente lo incoporaron a sus dominios; la otra interna aliada de
la primera que animan los nativos enemigos de la independencia por
ra:wnes de distinta índole, especialmente después que la revolución se
hizo Montonera.

La revolución oriental que viene del campo a la ciudad, define su


tendencia autonomista en el éxodo de 1811 y en las asambleas popula-
res que le' preceden. Con él aparecen las multitudes de la campaña cuyo
predominio modifica substancialmente la organización social y política
que hasta entonces existía. El período Artiguista en 10 que se refiere al
territorio actual de nuestro país, nos ofrece una serie de episodios que
traducen las distintas etapas de la estructuración de la Provincia Orien-
tal y autolll:)mía de la misma. La Asamblea del Paso de la Arena en 1811,
la misión de Martínez Haedo de 1812, los tratados celebrados entre AI-
tigas y Rondeau en 181.3, las Instrucciones y el Proyecto de Constitu-
ción.

Tiene como característica la historia de este período llamado de


la Patria Vieja, la exaltación sin discrepancias del sentimiento localista
en sus distintas formas. Lo defienden los orientales que están con Artigas
y también los orientales que resisten al caudillo denh'o de Montevideo,
cuando reclaman por mediación de su diputado en las Cortes Españolas,
la consagración de viejos ideales autonomistas.

(l) El presente trabajo forma parte de la clase dictada por el Prof. Pivel De-
voto en el Curso Sudamericano de Vacaciones en enero de 1938.

39
Pero, Artigas, es el caudillo indiscutido.
La agreste explosión de libertad de la patria vieja enconhó en él su
más adecuado dirigente.

Hace ya un tiempo que la historia, enfocando vitalmente al perso-


naje, no lo desfigura con la atribución de mansas virtudes.
Privadas de resignación y de dulzura, AItigas tiene una vida y una
obra que se equivalen íntimamente. No gozó la amorosa emoción fa-
miliar; y en la vida pública, duro, exigente e inquebrantable, sólo poI'
excepción realizó la clemencia. Sin las claudicaciones de los tímidos o los
cómodos, sin las vacilaciones de los cerebrales, se entregó impetuosa-
mente a su destino de combate.
Su rencorosa aspereza tuvo un ejército permanente, pero no había
allí el simple engreimiento exterior del caudillo ensoberbecido }):)r el
mando, ni la amargura disolvente del ocaso, desolada y estéril. Fue el
suyo un odio de alborada, de comienzo de vida, prólogo de tempestuosa
acción; la forma de homenaje al ideal que concebía su alma primitiva.
y esa enhega apasionada a una sola causa, más allá de toda consus-
tanciación humana, y ese permanente y magnífico desinterés, son los dos
tonos esenciales que animan metálicamente su recia contestura y la
hacen centellar enh'e mediocres.
Artigas, al tiempo que unifica la Provincia oriental, busca que los
ohos pueb1::>s al occidente del Uruguay se constituyan también en pro-
vincias, con las que enharíamos, luego::>, en una segunda etapa, a inte-
grar una nación. Y con la sencilla gravedad del que crea, inteligente
del destino de esos pueblos hasta entonces elementos inorgánicos, es-
tructura con ellos nuevos organismos sociales que incorpora con digni-
dad y jerarquía a la vida del Río de la Plata.
La independencia absoluta, la constitución de un estado en el te-
rritorio de la Provincia Oriental, no es su finalidad. Pero la lucha con
Buenos Aires, conharia a las autonomías, que él eqalta y anima, se-
grega a la pIl::>vincia y le lleva de hecho a vivir después de la rendición
de Montevideo en 1814, en absoluta independenci~ bajo el Gobierno per-
sonal de Artigas.
Los intentos para organizar la administración de la Provincia Orien-
tan son incipientes, aunque el propósito en tal sentido se renueve con
afán. Nos lo dice el pmpio Artigas, cuando formula el anhelo de ir
interesando en la caUSa pública a todos, "porque de lo contrario -ex-
presa- siempre viviríamos incieltos de nuesha suerte".
La revolución destruye el viejo estado de cosas existente y lleva al
Gobierno a los gauchos y hombres oscuros: En 1815 el caudillo Otorgués,

40
hecho Gobernador de Montevideo, entra con su comitiva popular en la
ciudad ante el asombro de los vecinos, que guardan silencio cuando al-
guien de los que llegan grita ¡Vivan los Orientales!

Las clases conservadoras, los comerciantes de la ciudad, los teori-


zadores de la revolución desplazados del Gobierno por el caudillaje,
están ya de regreso en 1815. El fenómeno es comlm a todo el Río de
la Plata.
Cuando él OCUlTe, Fernando VII está de nuevo en el trono. El pro-
ceso de la independencia va a sufrir su primera crisis. La reacción no
vendrá en nuestro caso, como en otros, de España, a pesar de la ame-
naza reiterada.

En el territorio de la Provincia, por espacio de un siglo, han cb::>cado


las dos corrientes de España y Portugal en defensa una y procura la
otra del límite del Río de la Plata. EIIo ha dado carácter' a nuestra his-
toria colonial. Durante la revolución el pleito se ha mantenido vivo, re-
novado por la presencia de la Corte Lusitana en Río de Janeiro.

La expansión de los principios de Artigas, de la Provincia Orien-


tal que quiere irrrJ1Ís allá, sirve de pretext::> a Dn. Juan VI para hacer
la guerra. Por la concurrencia de una serie de factores, Rí,o de Janeiro
se convertirá en el centro en el cual ha de gastarse esa reacción anti-
independientista de la Provincia Oriental.

Desterrados por el impulso avasallador de los caudillos arti-


guistas llegan allí, en 1815, procedentes del Río de la Plata, sin fe y sin
esperanzas, Alvear, Herrera, Vázquez, Valentín GÓmez. Antes han arribado
y viven bajo el amparo del ministro español y de la Princesa Carlota, los
últinlOS defensores realistas de Montevideo que en 1814 capitularon con
Vigodet. Unos y oh-os emigrad.::>s -realistas consecuentes y revoluciona-
rios desengañados- asechan el momento de la restauración del antiguo
estado social, ya fuera por España o por Portugal, de la fuerza y del
poder cenh-al que sometiese a los pueblos enloquecidos en su afán de li-
bertad y autonomía, y devolviera el gobierno a la ciudad humillada.

Vinculada íntimamente a la intransigencia con que la Provincia Orien-


tal profesa su credo autonomista, la Invasión Portuguesa de 1816 tiene su
origen en esos factores derivados de la lucha en el Río de la Plata y en
las soluciones políticas del Congreso de Viena que estimularon el anhelo
secular de la Corte de Juan VI.

La guerra de cuatro años que Artigas sostiene contra el invasor da


a la Pah-ia Vieja un carácter heroico; en cambio la ciudad se entrega
de inmediato y se restituye a su antigua vida. Artigas y la masa cam-
pesina siguen hasta el sacrificio con la bandera de la independencia del

41
Bio de la Plata y autonornia provincial. En 1820, su derrota material se-
ñala sin embargo el triunfo de los principios sustentados.

Reconocido el federalismo como un hecho, la etapa de Artigas está


superada; ya no es suyo el escenario.

Es inútil que nos empeñemos en buscar el sentido de su voluntario


destierro de h'einta años. Cuando en 1820 se retiró al Paraguay, ya
había cumplido su obra; en la Banda Oriental, en Enh'e Ríos, en Corrien-
tes, en t<)dos los territorios provinciales a donde había llegado su influen-
cia, y por medio de asambleas, de congresos, de pronunciamientos es-
pontáneos había enseñado a los pueblos a escucharse a sí mismos, a re-
velarse en decisiones auténticas, a prestigiarse en formas definitivas y or-
gánicas.

Por él los contemporáneos aprendieron que la libertad tiene siempre


más de un enemigo y que su defensa exige la guardia montada en todos
los caminos. Es verdad que su pensamiento, refractario en hombres infe-
riOl'es, no dió de inmediato los frutos de organización que él había prepa-
rad,:). Pero, y especialmente en la Banda Oriental, la más suya de las
Provincias, hay que buscar en él la filiación de todo estremecimiento li-
bertario con grandeza. Amansado por la espera y sublimado por las vicisi-
tudes, el genio de la libertad que Se había hecho meditabundo en el des-
tierro, se había despojado también de su ritmo desatinado y loco. Cuando
en 1825 pudo volver a la luz, ya había aprendido a dominar su salvaje
instinto con el freno de las formas orgánicas y estables. ¿Y qué fue, en-
tonces, sino la realización de la vieja esperanza artiguista?

Con el triunfo material del invawr, queda cerrada la primera etapa


del proceso. El federalismo de Altigas ha triunfado en las Provincias, pero
la suya oriental es ahora del portugués. La dominación de un pueblo en
ruinas es fácil; a la ciudad se le halaga creándole un ambiente de pequeña
corte; se restablece el principio de autoridad, se normaliza la obra admi-
nistrativa, interrumpida indudablemente por la revolución que no tuvo
tiempo para consagrarse a ella; se reinstala el Consulado de Comercio,
se crean juntas e instituciones judiciales. La campaña sin caudillos queda
sometida militarmente.

La dominación portuguesa de 1820 a 1824, es la etapa intermedia


entre la Patria Vieja de Altigas y la nueva que va a surgir con Lavalleja
en 1825. La Independencia desaparece por los hechos que consuman la
usurpación legalizada conh'a los intereses de Portugal en el Congreso de
1821 aparentemente a su favor, pero en realidad con vistas a la inmediata
sucesión brasileña.

42
Con el Gobierno Portugués del Barón de la Laguna, ha resurgido y
cobrado fuerzas la clase conservadora contraria a la independencia.
Se procura entonces extirpar todo germen de caudillismo. Los escri-
tores y propagandistas aportuguesados trazan en los documentos oficiales,
con tintas de color muy subido y con el objeto de impresionar a los pue-
blos, el cuadro que presentaba la patria en la época de Artigas. Su astucia
los lleva a veces a emitir estos concept:)s intencionados por intermedio de
los propios caudillos incultos: "Nunca fue la Banda Oriental menos feliz
que en la época de su desgraciada independencia", expresa uno de ellos
en 1823 cuando alude a la Patria Vieja.
En el juicio, se refleja el espíritu teorizador de una cIase. Es cierto
que desde 1811 a 1815 el orden no caracterizó la vida de nuestros campos,
que sus habitantes y los de la ciudad sufrieron en sus personas a intere-
ses. Pero, ¿acaso ha existido revolución alguna que transforme un con-
junto de pueblos aislados en una provincia independiente, que desarrolle
sus etapas sin sangre y sin quebrantos materiales?

Ese Gobierno Pl:)rtugués que en un principio fue para los doctores


y comerciantes, el ideal, porque trajo el orden, terminó siendo también
tirano y arbitrario, en especial para los primeros.
En pleno sometimiento y vasallaje a Dn. Juan VI, esos orientales no
partidarios de la independencia abwluta defienden y sostienen aún las
tradiciones autonomistas de la provincia. Hemos señalado ya alguna vez
este detalle importante. En nombre de Montevideo las reclama el Padre
LalTañaga del propio Soberano en 1817, en 1820 Juan Francisco Giró y
otros Cabildantes, como condición esencial para el sometimiento de los
pueblos del interior, y en 1821 el Congreso Cisplatino que trata de ase-
gurar' en algunas de sus bases la estructura de la organización propia.

La dominación lusitana a fuerza de limitar esa autonomfa con la pro-


longación del gobierno militar absolut:), de violar los pactos y compromi-
sos de incorporación, termina siendo resistida por algunos de aquellos
que la aclamaron, de ahí que el proceso revolucionario se reinicie en 1823
por el Cabild·:) de Montevideo que fuera hasta entonces un instrumento
de Lecor.
Ese movimiento revolucionario contra la dominación extranjera res-
ponde al propósito de colocar la Provincia Oriental en un plano de unidad
con Buenos Aires. El ideal de la independencia ab[oluta no aparece aún
claramente definido, por más que ya se insinúe. Las ideas y los propósi-
tos de los revolucionarios no son tampoco muy armónicos.

~l I¡1ovimiento de 1823 fue vencido en los hechos por la diplomacia


de Lecor que sedujo con el oro a algunos de los caudillos, aisló a Monte-
video en la campaña y a ésta de las Provincias del Litoral, mediante un

43
pacto con Entre Ríos y, además por la errada interpretación que Riva-
cavia dió al pl1::>blema, atribuyendo, sin duda de buena fe, propósitos
liberales a Dn. Pedro I cuando intentó obtener lad evolución de la provin-
cia usurpada mediante el esfuerzo diplomático del Dr. Valentín GÓmez.
Esta queda entonces incorporada al Imperio, contra su voluntad indu-
dable, pero por el voto aparente de unas actas que Se hace firmar a los
pueblos mediante la intriga y la violencia. Sin embargo un conjunto de cir-
cunstancias -no puestas hasta hoy de manifiesto- va a influir para que
el eco de ese movimiento revolucionario de 1823 -de acción un tanb::>
dispersa- no muera. El Brasil, al incorporarnos en 1824, al imponernos
su gobierno y su Constitución, que venía a cambiar de raíz la organiza-
ción administrativa de la provincia, y a crear, por lo tanto, nuevos motivos
para la lucha, nos trajo, también, el aporte de la inquietud liberal que en
él existía y que ya en 1823 se había exteriorizado en enérgicos movi-
mientos.
Dentro del Montevideo abrasilerado, Dn. Nicolás Herrera y otras
figuras, claman en 1824 por el establecimiento del gobierno civil con fa-
cultades limitadas, contra la perpetuación militar de Lecor y el absolutis-
mo. Los soldados pernambucanos destacados en Montevideo, con el ob-
jeto de cortar de raíz la revolución ~::>metida en el Norte del Brasil, traen
al Río de la Plata el eco de la misma y un sedimento de odio contra el
Imperio. En Buenos Aires, junto con las fiestas por el triunfo de Ayacu-
cho, algún emigrado liberal brasileño publica terrible panflet::> contra Dn.
Pedro I, en el que llama a los pueblos en au:'Ólio de los otientales. En
el litoral de las provincias salidas del caos, temen ahora que la e,,--pan-
sión del Imperio las absorba y quieren la guerra. Todo ello unido viene a
estimular el viejo sentimiento independentista de la Provincia Oriental y
contribuye a que sea absoluto el estallido de la revolución de 1825. A pe-
sar de la concurrencia indudable en todos estos factores coadyuvantes, la
revolución que inician solos los Treinta y Tres es de absoluto sentido
orientalista.

Con los caudillos y las masas populares, reemprende Lavalleja la


etapa interrumpida en 1820, es la llamada guerra de los patrias. Esta vez
por la independencia absoluta. r

Ya no es la revolución inexperiente de 1811 que ha pagado hibuto


a sus excesos inevitables. Ya no están aquellos caudillos con la autoridad
ilimitada de la primera hora, que amaban la libertad rudimentaria y sal-
vaje y desbordaban todo propósito moderador. Lavalleja es el o::>ntinuador
fiel de la tradición Artiguista, en lo que ésta tiene de intransigente cuan-
do defiende la autonomía y los derechos provinciales.
La revolución de 1825 se desarrolla dentro de un proceso orgánico.
Aquella de 1811, recién tres años después intentó organizar el gobiemo;

44
ésta de 1826 lo crea y le presta obediencia a los rocos días del pronun-
ciamiento de abril.

Hay sin duda, en los propósitos de Lavalleja, un afán deliberado y


prudente de quitarle al movimiento todo lo que en una revolución _pueda
ser fácilmente tachado de arbitrario. Hasta se prescinde de viejos servi-
dores vinculados a la etapa inicial de la Pah"Ía Vieja, o se les coloca en
planos secundarios.

En ese proceso de la revolución de 1825 a que nos hemos referido,


hay dos aspectos del mismo que se desarrollan paralelamente: el de la
independencia y el de la organización polí,tica y administrativa. Ambos
tienen su manifestación más trascendente El1 las actas promulgadas el 25
de agosto de 1825 por los representantes de los pueblos libres congrega-
dos en la Asamblea de la Florida.

Declaraba una de ellas la independencia de la provincia y la nulidad


de todo acto anterior de incorporación a país extranjero -el Congreso
Cisplatino, las Juras Imperiales de 1823- que pudieran aducirse como
una contradicción al lema de Libertad o Muerte grabado en la bandera.
Las crónicas cuentan cómo se cumplió, hasta en los más apartados rinco-
nes, el mandato de la asamblea que ordenaba testar, desde la prin1era
letra hasta la última firma, los falsos votos de incorporación; en las pla-
zas públicas, ante el Cabildo y los alcaldes; en presencia del Pueblo. La
revoluCión estaba ah::Jra libre de tacha y tenía un programa. La grandeza
de aquel acto no radica en el hechod'e que él tuviera lugar ante las ba-
yonetas enemigas; sin la presencia de éstas, acaso, no habría tenido ra-
zón de ser· Eso es tan sólo una página de valor y de audacia.

Otros y de mayor importancia son los aspectos de la asamblea de


1825. Son aquellos actos que traducen la vocación del pueblo oriental para
constituir un estado. La revolución de 1825 no fue tan sólo una página
de gloria militar. La asamblea no se limitó a declarar la independencia y
a ordenar a los ejércitos que fuesen a conquistar. Estructura también un
Gobierno y deja las bases de la futura adminish'ación del país. No es aque-
lla -dijimos- una patriada sin plan; es una revolución que viene a rea-
lizar ordenadamente un programa cuya única y exclusiva finalidad es
constituir el Estado. Se crea el Primer Gobierno de la Provincia, y regla-
mentan sus funciones, se dictan normas para la administración de justicia,
se establecen los primeros ministerios, se declara la libertad de los es-
clavos. El sentimiento de la nacionalidad estaba forjado; era necesario
crear la Nación; por ello es que el acta del 25 de agosto dice que los
representantes de la Provincia se reunieron "para constituir la existencia
política de los Pueblos que la componen".

En la segunda acta decretóse por la Asamblea, la unión con las de-


más Provincias del Río de la Plata. Los hombres de 1825 actúan en un

45
plano sumamente hábil cuando así proceden. La guerra al Imperio del Bra-
sil no podían librarla los orientales solos. Proclamada por éstos la inde-
pendencia absoluta -a qué título Buenos Aires y las demás provincias
podrían intervenir en la lucha? Restablecida la unidad mediante aquel
voto -la untdad era entonces un anhelo inmaterializado, lo real era la
desunión- se legitimaba la intervención de Buenos Aires en la guerra, el
au.xilio del gobierno, la protesta de sus diplomáticos.

"El Nacional", diario publicado entonces en dicha ciudad y que res-


pondía a la influencia del Ministro Careí.a, llegó a sugerir esa fórmula en
términos bien claros. Y no porque creyera a los orientales animados de un
propósito contrario a la independencia. Ese propio personaje citado, con-
vertido, aunque recientemente, en nuestro amigo, es quien opina que los
orientales no luchaban en 1825 por otra cosa que no fuera su absoluta
independencia.

Así lo expresó en oportunidad de la convención diplomática por él sus-


crita en Río de Janeiro cuando dijo: "Que a sus ojos no eran ni serían
jamás argentinos, pues si habían pE:dido auxilio de éstos contra los Bra-
sileños, mañana llamarían a los Brasileños para expulsar a los Argentinos".

Puede ya admitirse como una verdad irrefutable que esa declaración


de unidad no limitó en lo más mínimo la independencia de la provincia
que siguió conservando en la práctica sus mismos derechos y autonomía.
Todos los actos de la revolución traducen con vigor la finalidad inde-
pendentista de la misma y sin que fuera bastardeado el carácter y hábi-
tos de los llamados "hijos de oriente". La restauración de los colores de
la vieja bandera, la formación de un ejército con naturales del país, cu-
yas divisiones llevan nombres puramente locales, y mil detalles, lo testi-
monian.

Cabe señalar, sin embargo, que entre los hombres de la revolución


de 1825 hay actores que responden a dos tendencias indudablemente
opuestas. Lavalleja y sus capitanes, que quieren encauzar aquélla dentro
de los límites del viejo ideal Artiguista, y los hombres que dirigieron la
fracasada revolución de 1823, los ex-aportuguesados y abrasilerados, tráns-
fugas del Artiguismo, que se han plegado al movimiento integrando la Sa-
la de Representantes y que se oponen, evidentemente, al plan de la inde-
pendencia absoluta. Han llevado a la revolución el espíritu de Montevi-
deo, baluarte aún brasileño. Son contrarios a la independencia porque su
triunfo va a suponer el irresistible predominio de los caudillos. Anhelan y
buscan entonces el sometimiento de la Provincia a Buenos Aires, en la
hora en que Rivadavia trata de realizar su programa de unidad absorvien-
do las autonomí.as locales. Se plantea así, dentro del proceso revoluciona-
rio y al tiempo que se lucha o~ntra el enemigo externo, el choque de dos
tendencias representadas por orientales: uno por la independencia abso-
luta y otros por la unidad bajo el plan de Rivadavia:

46
Tenemos pues un princIpIO de lucha interna, de guerra civil que
se manifiesta en 1826, cuando el ejército puramente oriental y orgánico
de Rincón y Sarandí, orgullo de nuestros paisanos, es fragmentado por
Martín Rodríguez en cumplimiento de aquel plan de absorción Rivada-
viano.
Lavalleja que en medio de la campaña silencia sus enconos contra
Buenos Aires y sus aliados, sin que amengüe su fe -de soldado invariablt
de Artigas, va a luchar simultáneamente contra el Imperio y contra el uni-
tarismo. Es entonces cuando resurge más claro el ideal Artiguista; y esa
política imprudente de Rivadavia, por tal condenada al fracaso, y que
ni siquiera logró la unión de las provincias cuando la guerra contra el Im-
perio pudo constituir un vínculo indudable, fue la que exasperó nuestro
sentimiento localista y hasta decidió a los indiferentes. Si algo influyó para
que la voluntad de nuestro pueblo se manifestase en forma airada contra
todo intento que limitase su autonomía, fue precisamente la Constitu-
ción unitaria de 1826, que dió margen entre nosotros a la reacción y dic-
tadura LavaIlejista de 1827 restauradora de la vieja y absoluta indepen-
dencia oriental. Ella había sido retaceada en virtud de la organización ad-
ministrativa y judicial dada posteriormente a la Provincia por los hombres
civiles, y que Lavalleja anula en 1827. En esa obra legislativa hay sin
duda mucho afán teorizador, mucha institución que en la práctica excede
las posibilidades del momento, pero ambas traducen el propósito de or-
denar el Estado; y en la actitud de los caudillos que la comhaten hay
también -y era lógico que así ocurriese- un principio de reacción con-
h'a toda norma que intentase limitar demasiado sus facultades y atribu-
ciones.

El ideal independentista defendido por los caudillos contra el Im-


perio en Rincón y Sarandí y contra Buenos Aires en la política de CavalIe-
ja, adquiere formas definitivas cuando Lord Ponsomby da a su gestión
diplomática por la paz, una orientación especial al procurar en el trans-
curso de ella el entendillÚento directo con los orientalt:.s, en la persona
de su digno representante Dn. Pedro Trápani.

La diplomacia inglesa, huyendo de la intransigencia del Imperio y


de la terquedad de Dorrego, reacios a la idea de la independencia, re-
conoció el valor que tenían los hechos y los votos de 1825, como ma-
nifestaciones elocuentes en el sentido de la independencia absoluta. Y
dio jerarquía a Lavalleja al someterle para su aprobación, las hases de la
paz que la wnsagraba.

i\';lucho se ha escrito y opinado de si la Provincia Oriental al ser


constituída en estado independiente por la Convención de 1828 celebra-

da entre las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil, tenía capacidad


para ello.

47
Se ha puesto en duda, además, que esa hubiese sido la finalidad
de la revolución de los Treinta y Tres. Como testimonio para demosh'ar
nuesh'a carencia de aptitud para la vida independiente Se traen a cuenta
todos los episodios desgraciados y las guerras civiles, ocurridas poste-
riormente en el proceso de nuestra organización definitiva. Ellos nada
prueban en este caso. Las revoluciones, la inestabilidad de los gobier-
nos, la reiterada violación de las leyes, son cosas inevitables en todo
proceso de organización política, exista o no esa capacidad, población o ri-
queza imprescindibles para constituir un estado.

Como esos historiadores pensaban en 1828, los enemigos de la in-


dependencia, los conh'arios a ella porque no quedan exponerse al riesgo
que supone afrontar las vicisitudes de la etapa inicial. ¿Puede negarse
acaso, prescindiendo de esas consideraciones de índole material, que
veinte años de guerra para la independencia daban a los orientales una
capacidad para organizarse libremente, una noción del deber, y una no-
ción del país, a despecho de lo que a éste pudiera faltarle en población
y riqueza?

Ya lo había dicho Lord Ponsonby: Un pueblo que es capaz de ha-


cer la guerra con valor, puede constituirse y gobemarse por sí solo en
la paz.

Pensaban lo contrario en 1828, aquellos hombres a quienes ésta


sorprendió al servicio del Imperio. En cuanto a que la independencia
absoluta hubiera desvirtuado la finalidad' de la revolución de 1825, yo
contesto con las palabras de Lavalleja, pronunciadas al recibir las bases
de las negociaciones que reconocían aquel principio: "Que ellas debían
satisfacer a todos los hombres de la Banda Oriental, pues que les ase-
guraban la realización de los proyectos por los cuales habían batallado
durante h'es años".

La idea de que la voluntad de los orientales fuera conh'aria por la


independencia de 1828 o no tenida en cuenta, puede derivarse del si-
lencio que la Convención de paz hace de ella, sin embargo de haber sido
antes manifestada en hechos inequívocos. Esa falla -hiriente y peligro-
sa- en documentos de tanta importancia, aca,o pueda ser el origen de
manifestaciones que aún hoy se repiten, pero que a su hora Dn. Andrés
Lamas hizo salvar por los mismos que habían olvidadd consignarla en su
oportunidad.

En 1859, al negociar el tratado definitivo de paz, Lamas obtuvo


que el Imperio del Brasil y la Confederación Argentina declararan que,
en el convenio de 1828, al reconocemos nación libre e independiente,
"obraron de acuerdo con la voluntad manifestada por el pueblo Oriental
del Uruguay". La justicia, según Lamas, estaba hecha. Y la verdad
respetada.

48
El proceso de la independencia no termina o:m la firma del docu-
mento diplomático que la reconoció en 1828, ni con la ratificación del
mismo por los países signatarios. Su desarrollo aún se prolonga por es-
pack) de muchos años más. Es la tercera etapa: La del país que lu-
cha por imponer a los demás el respeto de su soberanía. Distintos fac-
tores conspiraron contra ella.

En primer término los propios países que en la Convención de


1828 habían acordado reconocerla. Ya es el Imperio, que en 1830 ex-
pone ante las Cortes Europeas, por intermedio del Marqués de Santo
Amaro su proyecto de reincorporar la Cisplatina, o Rosas, al negarle
personería internacional a título de que era un país mediatizado. Los
episodios de este carácter se multiplican. Por ello es que Dn. Lucas
Obes, en una protesta encendida formulada ante el Gobierno inglés en
1834, en la que proclama nuestro derecho de vivir sin ataduras, dijo
que si aún entonces el país existía era por obra de la Providencia. A
algunos de nuestros hombres el desánimo y la poca fe en las posibili-
dades del país inspiró planes anexionistas y protectorados humillantes.
Los caudillos siempre, aún con el lote de sus pasiones y errores, son
los que aseguran y cuidan las fronteras. La generación que surgió a la
vida con el país en 1830 sintió en un momento la inquietud del pro-
blema nacionalista, la necesidad de consolidar la independencia. Su aban-
derado, aunque transitorio )' tan solo en un aspecto, lo fue Dn. Andrés
Lamas quien, en el programa de "El Iniciador", nuestro primer perió-
dico literario, esbozó un fervoroso plan que nos o:mdujese hacia la for-
ma de una civilización propia. Las ideas de Lamas se orientan en 1838
en el sentido de anular la influencia española prolongada en nuestra le-
gislación, literatura y costumbres. De ese plan, que tiende en realidad al
americanismo literario, escapa el aspecto polítiOJ del problema de nues-
tra independencia: El que se deriva de la posición geográfica, y que
habría de ser otro de los factores contrarios a ella. El nuevo estado
cuando se hallaba colocado entre dos que antes habían aspirado a do-
minar su territorio y en el que aún ejercían una grande influencia por
conducto de las vinculaciones y lazos creados por las antiguas depen-
dencias políticas y administrativas. Contribuye a acentuar ese factor el
hecho de que los caudillos nuestros y los de aquellos países no tuvieran
una noción muy clara de los límites dentro de los cuales debían circunS-
cribir su acción, la que frecuentemente, y en ímpetu generoso llevaban
más allá de las fronteras nacionales un tanto imprecisas, en busca de alian-
zas políticas que entorpecían y retardaban nuestra diferenciación.

Por la gravitación de los hechos, por esas vinculaciones a que me


refiem, nuestro país, con mengua de su independencia, actúa en el pro-
ceso de la unidad Argentina, del que, en un momento llega a constituir-
se en escenario.

49
Por obra de la emigraclOn unitaria de 1838, cuyas figuras llegan a
tener influencia decisiva en el gobierno de Montevideo, es que la Re-
pública hace la guerra a Rosas. Cierto es que los ideales entonces en lu-
cha en el Río de la Plata -liberalismo y gobierno absoluto- podían
dar a aquella un carácter universal. Pero Rivera, el caudillo de' esa hora,
con acertado criterio, brega por limitar la acción del país dentro de sus
fronteras y recobrar para los orientales el derecho de gobernarse por sí
solos y sin intervenciones extmñas. En esa actitud se nos ofrece el mis-
mo Rivera en toda la llamada Guerra Grande -encarnizada pelea entre
extranjerismo y nacionalismo- en pugna por darle al pleito un carácter
local. Pudieron más que él y lo desterraron. Otra de las manifestacio-
nes contrarias a nuestra independencia, derivada también del proceso de
la unidad argentina, es el proyecto de anexión a Buenos Aires. Se pre-
senta en 1827, en la época de la lucha y separación de aquella con las
provincias; y en términos exactamente iguales, con desprecio de nues-
tra independencia, se renueva en 1858, a raíz de hallarse nuevamente
separada Buenos Aires de la Confederación. Verdad es que cada un0
de esos intentos anexionistas tuvo entre nosoh'os sus defensores; desen-
gaúados de los fracaws, ilusos que creían que el país pudiera organi-
zarse sin lucha y sin sangre. Los intentos vinculados con la reconstruc-
ción de lo que se dio en llamar la Patria Grande desaparecen cuando
la unidad Argentina queda lograda.

Contra todas esas flaquezas y agresiones había reaccionado en 1855.


Dn. Andrés Lamas en su célebre manifiesto dirigido a los Orientales al
expresad: "Es hora de que dejemos de ser un satélite en la vida de nues-
tros vecinos". Y no otro es el sentido de aquel proyecto de 1859 que dese 5-
pemdamente quiso resolver el problema con la neutralidad del país Y esa
misma inquietud, hecha programa de su Gobierno, la exteriorizó en un
mensaje al Parlamento el austero Presidente Dn. Bernardo Berro, al decir
en 1863 que aún debíamos "nacionalizar nuestros destinos".

La obra de la independencia uruguaya va paulatinamente consoli-


dándose a medida que nuestra vida se diferencia de la vida de los otros
países vecinos, a medida que nuestros problemas, por la forma en que
se debaten -¿quién ha dicho que las guerras civiles son infecundas?-
adquieren carácter y sello propios y se resuelven entre nosotros por la
voluntad inquebmntablemente renovada de constituir una nación.

y acaso el episodio simbólico de esta etapa final haya tenido lugar


en aquella tarde de mayo -de 1879 en que bajo el gobierno de Latorre,
autor de la unidad nacional, se inauguró en la FkJrida, como un desa-
fío a los que aún no creían el monumento a la Independencia, ante el
cual Zorrilla ue San Martín, recogiendo la auténtica voz de la patria,
dijo los versos de su leyenda heroica ...
Juan E. Pivel Devoto
PRESENCIA DE LA CRUZADA LAVALLEJISTA
EN LA PRENSA PORTEÑA DE 1825

por

Mireya Pintos Carabajal


El retomo de la tierra oriental a la condición colonial, se produce
en el año veinte, luego de cuatro años de sostenida lucha y de heIjoica
resistencia al poderoso ejército imperial; aparentando entonces disipar-
se, al decir de Pivel Devoto "la áspera y sobria patria gaucha fund!ada
por Artigas', y malograrse el pensamiento del mismo bajo las circuns-
tancias adversas.

La ocupación portuguesa repercute hondamente en el gobierno, y


el pueblo de Buenos Aires, a donde llegan los tristes actos que se ope-
ran en la ahora llamada "Provincia Cisplatina". Se dice que "la fuer-
za genera derecho" y acorde a ello, la bandera de los usurpadores fla-
mea en todo el territorio nacional, y determina la realización -en 1821-
del Congreso Cisplatino por el cual se incorpora la Banda Oriental al
Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarves. Incorporación ésta que,
en un principio, es festejada calurosamente por el grupo adinerado -te-
rratenientes y fuertes comerciantes- que ven mediante la misma, ale-
jarse el peligro de la anarquía, y la consolidación de un gobierno que
les asegura privilegios y honores. Más adelante, una vez dado el Grito de
Ipiranga, estos mismos sectores minoritarios no hesitan en reconocer la
autoridad del Emperador del Brasil, jurar la Constitución brasileña, y
nombrar diputados para integrar el parlamento de Río de Janeiro.

No obstante, ya en 1822 el espíritu revolucionario, el ideal artiguis-


ta, vibra en importantes núcleos de nuestra población que no acepta la
dominación militar extranjera, plasmándose el anhelo de los orientales
de ser libres, en el intento emancipador que se encara en el año 1823.
Intento que, como sabemos, fracasa debido a diversos factores: la di-
plomacia y fortuna imperial, el aislamiento de la campaña -que por
otra parte, recela de todo movimiento iniciado desde la Capital- la
desorganización de las Provincias Unidas, la equivocada política de Ri-
vadavia, los sentimientos no enteramente definidos de los revoluciona-
rios, y consiguientemente la misma falta de ensamblamiento de sus pro-
gramas. Pem de estas frustraciones, de estas empresas malogradas, es
que nace una epopeya resplandesciente.

Lavalleja y sus hombres inician el 19 de abril de 1825 la revolución


de los Patrias. Piensan que ha llegado la hora de lograr la libertad', y
se lanzan a la arriesgada acción con un auténtico sentido orientalista.

Comprenden la oportunidad histórica de la empresa, intuyen que los


particulares momentos que viven tienen que producir resultados de ex-
cepción, que antes no habrían podido originarse, y que es d'ifícil se ten-
ga posibilidades de repetir. Ahora convergen y se combinan nuevas cir-

53
cunstancias interriil.Cionales favorables. El triunfo de Ayacucho, el te-
mor de Buenos Aires ante la comolidación del Imperio de Brasil en
nuestras tierras; el afán de los ganaderos y saladeristas del litoral, que
no se resignan a abandonar la riqueza pecuaria oriental en manos rio-
grandenses; así como los intereses comerciales y financieros de los capi-
talistas extranjeros establecidos en Buenos Aires, inciden en el disimula-
do apoyo económico y en la favorable acogida que tiene, en el ambien-
te capitalino, la gesta de libertad y dignidad que protagonizan los Trein-
ta y Tres.

La palabra impresa posee en estos días de compromiso, para los


orientales, una función especialísima. En Buen:)s Aires es preciso vigori-
zar la acción del Gobierno de las Provincias Unidas, alentar a los indi-
ferentes o temerosos, y estimular el peso de la opinión pública en fa-
vor de la insurrección. Difundir los derechos de los criollos, y sus triun-
fos castrenses es primordial para afirmarse; para conseguir primero el
respaldo moral, y luego, mayores y más seguros auxilios económicos y
militares.

Son cinco los periódicos que en 1825 se encargan de revelar y dia-


fanizar las noticias a la población bonaerense. "El Argos de Buenos Ai-
res", "El Piloto", "El Argentino" y "El Nacional", sobre los últimos
meses del año aparece un nuevo diario, "El Mensajero Argentino".

El "Argos de Buenos Ayres" unl:) de los mejores periódicos de la


época, se inicia en el año 1821 y continúa hasta el 3 de diciembre de
1825, en que la publicación cesa por ser despedidos sus editores de la
Imprenta del Estado, donde se imprime. Son sus redactores Santiago
Wilde, Ignacio Núñez y Dean Funes. "El Piloto" es editado en el taller
de Hallet, y su redactor es Anb:)nio Díaz, español de origen, que llega
-años más tarde- a ser general del ejército uruguayo. Aparece el pri-
mer número el 8 de junio de 1825 y ceSa el 6 de febrero de 1826. Por
su parte, "El Argentino" empieza su publicación el 17 de diciembre de
1824. Se imprime en el Taller de Hallet y dura hasta diciembre de 1825.
Son sus redactores Manuel Dorrego, Pedro F. Cavia, Ugarteche, y Bal-
domero García, los que combaten, desde sus columnas, al partido de
Rivadavia. Mientras que, "El Nacional" se imprime en el Taller de la
Independencia, desde el 23 de diciembre de 1824 hasta el 30 de marzo
de 1826, siendo sus articulistas Valentín Alsina, Ignacio Núñez y Pedro
F. Cavia, adictos al Gobierno. Aparece asimismo, "El Mensajero Ar-
gentino", periódico ministerial, que es redactado por Juan Cruz Varela,
Agustín Delgado, Valentín Alsina y Francisco Pico. Comienza la edi-
ción el 18 de noviembre de 1825 y concluye el 9 de julio de 1827.

En general, el proceso de la Cruzada Libertadora es valorado, y ana-


lizado por toda la prensa porteña, al tiempo que se recogen las noti-
cias del acontecer oriental en casi todos los números. Se transcriben pro-

54
clamas, partes militares, e incluso corresp::mdencia que permiten, por
la variedad de su contenido, y por la valía de algunos de sus esclitos,
seguir cronológíca y documentalmente los acontecimientos de 1825. Así
el "Argos de Buenos Ayres" editorializa, en el número 150, aparecido
el 14 de mayo, sobre la situación de la Banda Oriental, afirmando que
unos beneméritos patriotas decididos a sacrificar su quietud., su bienes-
tar y hasta sus vidas por redimir la patria de la opresión y servidumbre
en que está por algunos años, concibieron el atrevido proyecto de pre-
sentarse ante sus compatriotas y de moverlos en masa para que auxilien
t'I1 la ejecución de su plan. Los sucesos subsiguientes exteriolizan el
fundamento histórico de estos planes denunciados por "El Argos". El
éxito corona casi de inmediato al heroico alzamiento gaucho. Lavalleja,
con su ímpetu característio8, con su obstinado patriotismo, y su índomi-
ta voluntad, agrupa a su alrededor paisanaje y caudillos -que como
Rivera y Laguna- aportan a la revolución prestigio, armas y hombres
que claman por ser libres, y que hacen suya la insignia de Libertad o
~iluerte. Hombres, ya de extracción humilde o propietarios rurales, que
transformados en mldados gauchos, poseen la ventaja de conocer las irre-
gularidades geográficas del país, la experiencia del manejo de las ar-
mas, y que por sobre t8do tienen valor, carga emocional y, disposición
para luchar denodadamente, hasta derrocar al dominio imperial brasi-
leño.
Mientras, el gobiem::J argentino ante la guerra libertadora, toma
-según la prensa- medidas defensivas en la frontera y refuerza la lí-
nea del Uruguay.
Desde "El Argos de Buenos Ayres" se le solicita que intervenga pa-
ra respaldar a los Pueblos Orientales que han sido arbitrariamente so-
metidos, y burlados en sus aspiraciones por las resoluciones tomadas en
el Congreso Cisplatino, donde -como se sabe- primera la coacción, la
seducción y el temor.
Por su parte, ;;El Nacional" del 12 de mayo, bajo el rótulo de la
Provincia Oriental, da cuenta de la desmesurada empresa lavallejista, la
cual señala que fue concebida y convim.da con tal reserva, que no l¡}Ci..
gó a traslucirse sino después que estos bravos habían dejado nuestras
playas. Comenta los iniciales éxitos, los inesperados resultados que han
dejado burlados los cálculos de todos los hombres; aunque a continua-
ción, advierte sus dudas respecto de la oportunidad del momento ele-
gido para emprender la lucha. Dos días después, "El Argentino" publi-
ca '8stentosamente la proclama de Lavalleja del 19 de abril, ¡Viva la
Patria! en la cual encuentra tal claridad en los principios expuestos, en
las intenciones sanas y magnánimas de su programa que considera que
ellos exigen o ponen en compromiso a todas las Provincias del Río de
la Plata. Con este motivo el edit::Jr hace una detenida exposición acer-
ca de los mismos, y un severo análisis de la situación que se vive en
la Cisplatina.

55
Reviste interés la actitud generalmente positiva de los periódicos
frente a la revolución. Nosotros afirma "El Nacional", en medio del dis-
gusto que sentimos por no poder acompañar a estos héroes en la glorio-
sa lid a que se han arrojado con denuedo, al menos los ayudaremos! del
modo que podamos. Luego de esta promesa, manifiesta su convenci-
miento de que la cuestión es sumamente ¡.::opular, por lo que supone es
casi innecesario trabajar para formar opinión.

En los siguientes números, de los meses de mayo y junio, la pren-


sa comenta la contienda libertadora en términos elogiosos. Mantiene una
activa propaganda para divulgar su legitimidad y lleva una acabada la-
bor de información de los sucesos, al tiempo que reivindica la integra-
ción de la Banda Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Reproduce "El Nacional" el memorándum elevado por Valentín Gómez
-comisionado de Buenos Aires ante la Corte de Brasil- en 1823. Re-
coge sus palabras y conceptos, anotando en el editorial del 19 de ma-
yo que nuestro ten-itorio permaneció por algún tiempo bajo el despotis-
mo tiránico del Coronel Artigas, pero que jamás celebró en ella un acto
solemne que rompiera la unidad nacional con aquellas provincias; con-
signando en estos comentarios el sentir de algunos grupos de la pobla-
ción argentina, que aún persisten en 1825 en discutir, subestimar, o fal-
sear la personalidad, y los ideales federalistas de nuestro Héroe; y que
anhelan, simultáneamente, la consolidación territorial de los pueblos del
Plata.

También "El piloto", ya en su primer número (8 de junio) inclu-


ye, en lugar prineípalísimo, un detallado artículo sobre la Provincia Orien-
tal. En el mismo, a la vez que exhalta el esfuerzo patriótico de los
Treinta y Tres, se extiende en consideraciones intrigantes y conclusio-
nes falaces sobre Artigas, y la influencia que ejerciera en nuestro pue-
blo, al que -afirma- sumió en la anarquía. Describe el período de la
Patria Vieja como la imagen del caos, y a la provincia perdida por fal-
ta de orden, de protección, y de leyes, con las estancias YElITIlaS, los hi-
bunales sin justicia, el erario desconocido, cuando el temor era el orden
del dia y el capricho la única ley del estado; cuando Artigas caudillo
inepto, sin talento para conducir, sin recursos ni genio para producirlos,
podía dirigir anárquicamente una porción de hombres. Así años después
de su partida, aún sus enemigos continúan haciéndole una guelTa a
muerte y a punta de pluma; siguen wmbatiéndolo, insultando, desfigu-
rando, incapaces de comprender su amplia visión y la grandeza de su
pensamiento.

Frente a la Cruzada del XXV adoptan en general, otra tesitura. Por


motivos económicos, tácticos, políticos -poderosos pero no siempre ex-
presados- alientan a los orientales, e incluso estimulan al Gobierno a
no permanecer indiferentes ante los acontecimientos locales.

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Desde sus columnas, "El Argos de Buenos Ayres" y "El Piloto" com-
baten en tono polémico, la excesiva prudencia de las AutOlidades. En
realidad, la acentuada inclinación marginalista que caracteriza la políti-
ca del CongreEo pOlteño, no tiene apoyatura en sentimientos de total
agrado o simpatía para la dominación brasileña, sino que afecta a su
posible perdurabilidad, al conocimiento de los peligros que entrañada
una guerra con el Imperio, que cuenta con mayores recursos, tropas bien
equipadas, y una flota n'umerosa (con elementos humanos hábiles) capa-
ces de iniciar un bloqueo que separaría a la Argentina del comercio in-
ternacional. Todo parece indicar que el gobierno a pesar de ser -en
cierta medida- sensible al movimiento revolucionario, actúa con suma
cautela por conocer las escasas fuerzas de sus armas; y de ahí su con-
tención, su resistencia a intervenir en una contienda aparentemente des-
ventajosa. Por otra parte, el desarrollo económico que últimamente se
está viviendo -sobre todo en la Capital-, por la participación finan-
ciera inglesa (en 1825 el comercio argentino, con Gran Bretaña se esti-
ma en 6 millones de dólares) incide directamente en el desánimo guber-
namental. Hay una clara correlacción entre ambos. La presión de gru-
pos poderosos de influencia -comerciantes y financistas británicos- que
piden seguridad y orden, resulta indudable en el desenvolvimiento eco-
nómico, yse impone en el proceso político y diplomático de las Provin-
cias Unidas. Tal vez por esta motivación "El Nacional" le da su aval
a la postura oficial, opinando que las Provincias Unidas no deben parti-
cipar en el conflicto, co'nvirtiendo en una guerra nacional, lo que en
esos momentJS -junio de 1825- sólo es una empresa palticular, de
dudoso éxito. Declara expresamente que, mientras no sobrevengan otras
circunstancias, el gobierno nacional no puede tomar parte de las hostili-
dades iniciadas en la Banda Oriental. Y, ¿cuáles son esas circunstancias?
Domina en este sector de la prensa, la preocupación por obtener testi-
monios acerca de las operaciones bélicas, la uniformidad de los senti-
mientos de los patriotas hacia el gobierno de la Provincias Unidas, y
la obtención de garantías sobre una decidida determinación oriental de
pertenecer a la Unión. A estos argumentos responde ardorosamente "El Pi-
loto". Consigna que no puedm las autoridades nacionales, contraerse a la
reintegración de la Banda Oriental, desde que es evidente que las miras
del Emperador no terminan en los límites de la Provincia (junio 30), ni de-
clarar tampoco la guerra inconsideradamente, sino de acuerdo a los prin-
cipios que han sido violados por las fuerzas imperiales. Hay que pro-
curar la conservación íntegra del territorio contra la ambición del usur-
pador, la defensa de su constitución contra las empresas del extranjero
que quieran destruirla a alterarla, y vengar las injurias que se hicieran
a su dignidad. Motivos estos que dan una explicación moral y jurídica
plena, para toda declaración de guerra. A los redactores de "El Pilo-
to" no les basta con una proclamación, sino que procuran justificarla
imponiendo, con buen sentido, sus razones. Se preguntan en caso de
que Entre Ríos o Santa Fe estuvieran en similar situación a la Banda
Oriental, si esperaría el Congreso a que esas provincias enviaran. Repre-
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sentantes generales para salir en su defensa, para creer en sus sentimien-
tos de nacionalización. Por otra parte, puntualiza que aún cuando haya
cierta disconformidad en las ideas de los patriotas, y una vez libertada
la provincia se cleclare disidente, es preferible para los intereses nacio-
nales, tener una república libre que al Imperio junto a sus fronteras.
Apreciaciones éstas que están encuadradas en un plmal designio: facilitar
un acrecentamiento de la capacidad económica y comercial de la Repú-
blica, y posibilitar la colar.::lración a nivel internacional ,de los orienta-
les, a quienes consideran sus aliados natmales.

Mientras, el Emperador del Brasil al conocer la campaña lavallejis-


ta, refuerza militarmente al territorio "cisplatino". Sus intenciones que-
dan al descubierto. Es una clara manifestación del propósito brasilerD
de retener la colonia y con ella sus fronteras natmales del Plata, asegu-
rar la monarquía frente a las repúblicas americanas, y una falta de res-
peto -estiman los argentinos- a la actitud nacional de las Provincias
Unidas y a su espíritu guerrero.

Observando estas maniobras establece "El Piloto", que no se puede


evadir la acción militar, sino que hay que considerar la circunstancia
oriental, como un aviso para tomar las armas, en función ahora, de su
propia seguridad y defensa; para no ten~r que sufrir -concluye- todos
Jos males con que amenaza un enemigo insolente que no r,espeta los de-
rechos de los pueblos y que se halla en posesión de la puerta del Estado.
Idéntico sentido tienen las palabras de "El Argentino", cuya informa-
ción y propaganda tiende a promover la participación argentina en nues-
tra tierra, y que frecuentemente coadyuvan con ella, a incrementar el
prestigio del movimiento emancipadm. En sus páginas abundan las in-
formaciones acerca de la marcha de nuesh'as tropas. Anuncian los pro-
gresos de la insurrección de los Patrias, del sitio de Colonia y Mercedes.
Revelan el valor y. la férrea vohmtad demostrada por los criollos que,
sin ayuda del Congreso, han logrado adueñarse de casi toda la campa-
ña contando sólo con un ejército integrado por dos mil hombres.

Un ejército cuyo jefe -hay que destacar- no es sólo un soldado


decidido y valiente. Es eso y mucho más. En el mes de mayo Juan
Antonio Lavalleja se dirige a los Cabildos, pidiéndoles que en unión
a los Jueces Territoriales y demás Comisionados de su dependencia de-
signen los componentes del Gobierno Provisorio. Ejemplo de moral y
dignidad, el de Lavalleja y sus hombres, que tras los primeros aconte-
cimientos bélicos, buscan de inmediato dotar al País de un sistema ba-
sado en las leyes; que consultan la opinión popular, y solicitan el pro-
nunciamiento de los órganos de base -Cabildos, Jueces Territoriales,
Comisionados- para designar autoridades perfectamente legítimas. To-
da esta labor de organización se realiza casi en los momentos iniciales
de la gesta, en medio de los avatares de una lucha que se mantiene sin

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recurws, En un territorio sólo parcialmente liberado, y amenazados
los pueblos por numerosos efectivos castrenses. La prensa se hace
eco de la rápida labor político-administrativa local, y de la difícil
situación militar. Reclama constantemente el aprovEchamiento de
las tropas orientales, y el incrémento de su fuerza armada. Clara-
mente lo señala "El Piloto" del 11 de junio, si hoy no se auxilia a la
Banda Oriental, no será ella Esclava tal vez, pero su rivalidad con Bue-
nos Aires será la llama de la discordia, llama asoladora que consumirá
las libertades, la independencia y el orden. Por lo demás, "El Argos de
Buenos Ay-res" en varios editoriales del F\ 4, 8, 11 Y 15 de junio dedica
su cOI~stante atención y esfuerzo a orientar a la opinión pública, a pro-
vocar la reacción colectiva, narrando las distintas etapas del proces() de
la dominación brasileña. Se puede apreciar En ellos cierta gradación
en los comentarios, que consignan la importancia de la protección te-
rritorial, o que se circunscriben al plano defensivo de la integridad na-
cional, evitando -en estos momentos- toda mensión a intereses eco-
nómicos concretos. Razona el articulista que todas las circunstancias
apuntan la línea de conducta que debe adoptar -frente a los orienta-
les- el Estado de las Provincias Unidas. El sentido de justicia, la con-
ciencia del pueblo rioplatense, y la propia conveniencia nacional son las
motivaciones que reclaman una actitud ejecutiva, firme y determinante
del Gobierno, el que debe asegurar por otra parte, su integridad topo-
gráfica.

Por la misma fecha, aparece en el Rio de la Plata una fuerte escua-


dra brasileña al mando del Almirante Lobo, lo que produce en Buenos
Aires gran agitación, y aumenta la hostilidad hacia el Imperio. "El Ar-
gos de Buenos Ayres" editorializa el 16 y 20 de julio sobre el hecho
de que Lobo. quiera asumir un carácter diplomático, presentándose al
mismo tiempo cón fuerzas armadas, y manteniendo un bloqueo disimu-
lado en las aguas del Río de la Plata. Denuncia el diario la desarmonía
que existe entre las credenciales y la fuerza que ostenta el Vicealmirante
brasileño; reflejando en sus palabras la violenta desaprobación del pue-
blo porteño. Sin embargo, el Gobierno permanece ajeno a estos senti-
mientos.. Demuestra constantemente su debilidad, su falta de fe, sus
temores. La prensa oficialista trasluce tal posición, y somete al criterio
de la comunidad bonaerense la posibilidad de que el Emperador se pro-
ponga invadir la provincia de Entre Ríos, y bloquear el puerto de Bue-
nos A!res, como una medida para vencer a los patriotas orientales.

Nuevas y triunfantes noticias de la revolución libertadora apare-


jan mayores preocupaciones para las autoridades porteñas que, continuan-
do en su política de apaciguamiento y contención, deciden publicar una
proclama, en el mes de julio. En ella, prohiben el abastecimiento de los
corsarios rebeldes en losp uertos de las Provincias Unidas, como un mo-
do de dejar en daro su neutralidad en la guerra de la Cisplatina.

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En la edición del 20 de julio de "El Piloto" se perfila aguda y,
tina en el terren.::> económico, la posesión de la Banda Oriental, como
ya desembozadamente la importancia decisiva que tiene para la Argen-
llave del comercio. "¿Quién -se pregunta- no ve que dueña la Repú-
blica de un sólo puerto, lleno .de peligros en la paz, indefenso en lague-
rra, quedaría algún día sujeto en sus relaciones mercantiles al arbitrio
de Montevideo y Maldonado? En la paz, supone "El Piloto" que la
mayor parte del comercio exterior no traspasaría los límites del exce-
lente puerto de Montevideo, y en caso de sobrevenir algún conflicto bé-
lico, la República quedaría aislada. Asimismo, destaca que sin la incor-
poración oriental a las Provincias Unidas, la posición del Río ·Uruguay,
no sería completa, 10 que entraña indudable perjuicio material y de-
fensivo. Aún iba más lejos el editorialista. Supone que en una guerra
con el Imperio, si la tierra de Artigas fuera incorporada a la Unión, la
contienda se dilucidarí,a -por 10 menos en sus acciones iniciales- en
la campaña uruguaya, con la consiguiente tranquilidad y ventaja para
las provincias del Litoral. Es este uno de los artículos más reveladores,
donde más claramente se expone los anhelos hegemónicos argentinos,
por encima y más allá de sus promocionados proyectos de ayuda, y so-
lidaridad americana. Sus palabras indican de que manera, a tres meses
de la Cruzada, se enlaza en el pensamiento periodístico porteño, la de-
fensa de la Banda Oriental, con factores primordiales como el fervor
unionista, los intereses económicos, y las conveniencias táctico-militares
de las Provincias Unidas.

Por su parte, señala "El Argentino" que los orientales esperan tras
todo el valor demostrado y las opiniones emitidas, los recurSos que el
Congreso porteño debe prestarle; al tiempo que observa que dicho au-
xilio 110 debe postergarse, dado que ello podría incidir en que los orien-
tales exaspelTados por una conducta impolítica e injusta se sometan al
Imperio.

Amplias resonancias encuentra en los habitantes de Buenos Aires,


la postura defendida por estos periódicos -que en general encaman
el punto de vista de los grupos sociales d.::>minantes, industriales, gran-
des comerciantes y terratenientes-, creándose un clima de enemistad y
guerra que desentona con la corriente contemporizadora, y un tanto dé-
bil del gobiemo. La prensa opositora 10 comprende, y sigue prestando
sus columnas, con sagacidad y persistencia a nuestra Cruzada. Ofrecen
los editoriales un corte en profundidad de las caracter.ísticas civiles y
castrenses de la empresa libertadora, y afianzan con fundamentos econó-
micos, tácticos y morales sus exigencias de respaldo para la misma. El
pensamiento de la intervención militar y política se repite en casi to-
dos los números. Y una vez reseñada la tesis de la urgente necesidad
de una acción armada, salen al paso para entusiasmar la vanidad local,

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al destacar la repercusión que esta actitud puede asumir en las gran-
des potencias; el honroso concepto que ha de merecer en las naciones
europeas la protección de la Provincia Oriental, y la defensa de la se-
guridad y el honor argentino.

En definitiva, existe en Buenos Aires a mediados del año XXV, co-


rIientes de noticias que penetran, y modelan en el grueso de la pobla-
ción convicciones firmes, en cuanto a la necesidad de actuar pronta-
mente en nuestro territorio, y ejecutar l:Jperaciones militares, siguiendo
una política bien establecida. El gobierno nacional debe aparticer al
frente de la guerra, regulándola, dándole la direccción conveniente has-
ta llevarla a su término, afirma "El Argos de Buenos Ayres", el 15 de
junio. Por otra parte debe franquear los recursos de la nación a cuyo
nombre debe emprenderse su crédito y su respetabilidad'. Tene,nos mo-
tivos para afirmar -agrega- que los patriotas que .han tornado sobre
sí la empresa de la Banda Oriental, no aspiran más que a la libertad
de su patria y que toda su ambición es contribuir a ella con su esfuer-
zo y patriotismo. Ellos no pueden desconocer la utilidad y eficacia del
plan que hemos propuesto. En varios números recoge "El Argos de
Buenos Ayres" (6 de julio), "El Pi~oto" (7-21 de julio), "El Argentino" (30
de julio) esta consigna referente al as unánimes intenciones de los pa-
triotas, y del espiritu de nacionalidad que los anima.

Publican en forma completa las copias de la importante nota del


Gobierno Provisorio al Congreso General Constituyente, fechada el 21
de junio y del Acta de la Florida, del 14 de junio, finnada por Juan
Antonio Lavalleja, donde se establecen los miembros del Gobierno Pro-
visorio. Se transcribe la melnmia de los hechos militares (acaecidos desde
el 19 de abril a la fecha), que el mismo presenta a las Autoridades, en
un intento de dar sanción pública a los actos realizados; así como el re-
lato de las medidas que se han postulado en medio del fragor de la lu-
cha, para asegurar una administración adecuada que garantice el futuro
desenvolvimiento oriental. Asediados de enemigos y dadas las inciertas
circunstancias, es el máximo testimonio que pueden aportar los revolucio-
narios en obsequio de sus principios civiles. La empresa del Libertador
y sus hombres asume en estas memorias toda su trascendencia épica;
registrándose en ellas la acción institucionalista operada en la Banda, cuyo
alcance indudablemente supo medir Lavalleja en toda su extensión, y
que es reflejo de su auténtico pensamiento republicano, de su volun-
tario acatamiento a las normas y a la Autoridad. El deseo de centrar
al país jurídica y administrativamente, además de su lealtad como intér-
prete y ejecutor de la doctrina artiguista, se perfilan en el planteo de
Lavalleja. El mismo ofrece su reconocimiento, respeto y obediencia al
Gobierno Provisorio, revelando con este acto poseer junto a su ague-
rrido temple militar, un penetrante sentido civilista Facultades excep-

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cionales que le permiten fraguar, las aspiraciones que alienta el mov.i-
miento emancipador sus objetivos políticos: liberación del dominio bra-
silero, autodeterminación de los pu¿;blos y reintegración de la Banda al
conjunto de las Provincias. Y aunque es verdad que existían motivacio-
nes políticas y económicas para que Lavalleja acelerara este proceso de
consolidación, el mismo p:Jdría haberse efectuado por vías autoritarias y
no emanar de la consulta a la opinión ciudadana, como reiteradamente
ocurre en 1825. En el número del 6 de julio "El Argos de Buenos Ayres"
reproduce la circular enviada a los Cabildos de los Departamentos de
la Provincia Oriental, y las instrucciones para el nombramiento de Re-
presentantes.

Junto con las noticias de Gobiemo, se reitera con más asiduidad en


la prensa -a partir de julio-, la línea informativa militar. Así en "El
Piloto", "El Argos de Buenos Ayres" y "El Argentino", se dan repe-
tidas cuentas del estado de las fuerzas imperiales se pregonan los
últimos encuentros, y se señalan los pequeños pero contínuos triunfos del
ejército patrio. Las operaciones de las fuerzas criollas son acogidas con
interés, y generalmente se les brinda un espacio destacado dentro del
periódico. La guerra sigue. Los insurgentes ganan terreno y adquiere
pues, en las páginas nueva y más pujante vigencia, la singular gesta de
los criollos.

En el número extraordinario de "El Argos" del 20 de agosto se trans-


cribe una comunicación oficial diJ:igida a los diputados del Gobierno
Provisorio donde Se difunde las victorias obtenidas en Cerro Largo y
Colonia, así como una proclama de Lavalleja a los ciudadanos de la
Banda donde exclama: mi espada no se envainará inter exista é inter un
solo tirano pise mi suelo, y los invita a ocupar vuestros hogares seguros
de que mi empeño es proteger al vecino. Una y otra vez, en las pro-
clamas, Lavalleja advierte al paisanaje acerca de la única actitud digna
que es posible asumir ante el dominio extranjero, explica su convicción
de que mientras no exista libertad para todos, no pUE'de haber ni habrá
sosiego ni paz, al tiempo que exhorta a su pueblo a acudir a la lucha
armada.

La explicación de que el caudillo minuano deba reiterar estos con-


ceptos deriva sin duda de la incomprensión de algwlos grupos minori-
tarios del patriciado criollo que aún temen o se resisten al movimiento;
que luego de haber visto desvanecerse la huella vital de Artigas, ahora no
se determinan a proseguir el glorioso ejemplo de combatir por la pa-
tria de todos.

Mientras, "El Piloto" y "El Argentino" detallan que está reunida la


representación de la Provincia, habiendo iniciado sus sesiones el 20 de
agosto. Frente a las mismas, unánimemente, los diarios adoptan una

62
postura espectante. No aportan mayores datos, ni lo acompañan de 0::)11-
sideración o análisis alguno.

Días más tarde, el 3 de setiembre, "EI Argos" reproduce en un su-


plemento especial, las actas del 25 de agosto, y el 7 del misn:.o mes, edi-
torializa sobre Íos acontecimientos orientales. Señala en primer lugar
los triwlfos obtenidos últimamente por los patriotas, mediante un bien
concebido y calculado plan, al que se han plegado los orientales bajo el
acicate de un sentimiento común: el anhelo de libertad. Luego, es in-
teresante el cuadro que, sobre la situación de la Banda, describe "El
Argos", en cuanto al orden y el respeto que imperan en la misma. Se
ha hecho la guerra, y 'en medio de ella -afirma el periódico- el orden
ha sido respetada, las propiedades no han sido atacadas, sino que por
lo contrario han hallado mía garantía en las divisiones de los patriotas.
Singular circunstancia ésta que nos demuestra hoy el carácter del Jefe
de la Cruzada, y los elevados principios de los hombres que la forjan,
para los cuales la libertad constituye en sí misma El paso previo que es
indispensable dar, a fin de lograr más adelante la consolidación de una
existencia independiente y soberana, y la creación de un país progre-
sista y organizado.

En el "Argos" Se destaca que se ha instalado un gobierno y. las pri-


meras autoridades, así como un cuerpo legislativo, compuesto de repre-
sentantes de los departamentos, los que conforman un conjunto de ins-
tituciones nuevas, que regularán la administración pública de la provin-
cia, (setiembre 3). El mismo editorialista manifiesta en primer término
que mienh'as las Prü\'incias Unidas no salen de su pasividad, los orien-
tales se presenten bravos y vencedores en toda la campaña; y luego in-
forma que han nombrado sus Representantes al Congreso. Expresa ~u
esperanza de que las autoridades bonaerenses asuman responsabilidades
y tomen disposiciones decisiyas, ya que los sucesos orientales han agitado
al país, y la opinión pública se ha pronunciado. No obstante este co-
mentario, que es representativo del ambiente capitalino, que conjuga
los arraigados sentimientos de la comunidad rioplantense, y que como
tal debÍ,an incidir sobre el gobierno, la resolución exigida se demora.
Prosiguen acicateando los articulistas. Se precipitan las palabras duras,
los fuertes reproches. El 24 de setiembre, "El Argentino" denuncia la
apatía mortífera, la cómoda neutralidad que se verifica en el Congreso,
y se pregunta ¿Quedaremos neutrales? ¿qué se espera? ¿No han pasado
cinco meses desde que los orientales se insurreccionaron? ¿No se han te-
nido cinco meses para aprestamos a los combates? ¿O se teme todavía?
Evidentemente, la contienda heroica sostenida por los criollos con es-
casas armas, y dinero, trasciende al pueblo bonaerense, el cual manI-
fiesta -al decir de los periodistas- entusiasmo al conocer las noticias
militares, respeto ante el esfuerzo político, y consideración a las autori-
darles civiles. Y que simultáneamente, se indigna por la indiferencia ofi-
cial, por la actitud escéptica de su gobierno. Sin duda, se busca el res-
tablecimiento de la unidad rioplatense, a la que según las disposiciones
tomadas el 25 de agosto, están dispuestos los orientales, como un pri-
mer paso que justifique la intervención argentina en la guerra.

"El Argos de Buenos Ayres", el 19 de octubre informa que la Jun-


ta Provincial, en el ejercicio de la soberanía, ha elegido a Lavalleja, Je-
fe de la Provincia, y publica parte del diario de operaciones de las fuer-
zas patriotas, hasta el 22 de setiembre. Asimismo inserta la comunica-
ción que "El Libertador" en su nuevo carácter de Gobernador y Capi-
tán General, envía a Lecor, en la cual kl invita a retirar pacíficamente
sus tropas del territorio patrio. Días más tarde, el 5 de octubre contí-
nua publicando el diario de operaciones, donde se da conocimiento de
los movimientos parciales de las fuerzas crbllas, así como de varias alar-
mas que se han sucedido en el cuartel general, esperando el momento
de la acción bélica resolutoria. El 8 de octubre "El Argos" y "El Ar-
gentino" dan cuenta de la victoria de Rivera en el Rincón de las Ga·
llinas, destacando la importancia estratégica y moral de este triunfo.

Com:l la más inmediata consecuencia de este combate" el grueso del


ejército imperial comienza a concentrarse al sur del Río Negro, bajo las
órdenes del Comandante Imperial General Bentos Manuel; al cual libra
batalla Lavalleja, el 12 de octubre, en los campos de Sarandí..

El 22 se publica en la Capital el palte militar de Sarandí y se co-


menta la victoria, señalando que ella es muy significativa, ya que ha
queBrado a aquel ejército que por su número y valentía, representaba
un verdadero peligro para los criollos. Plantean la singularidad de la
gesta, manifiestan unánime admiración, profundo alborozo, y reflejan la
atmósfera emocional y política imperante en la ciudad.

Con el triunfo de Sarandí las tmpas imperiales pierden el dominio


de la campaña. Desde entonces Se confinan en las ciudades-puerto de
Montevideo y Colonia, siendo abastecidas por el mar; mientras que se
consolidan las fuerzas criollas en todo el interior del país.
Ante esta concatenación de sucesos "El Argos" se lanza abiertamen-
te a reclamar la participación argentina en la guerra, y para ello en su
editorial del 26 de octubre explica las diversas y todas relevantes mo-
tivaciones que Se tienen para emprender la lucha armada. Desarrolla su
pensamiento diciendo que por justicia (por cuanto se ha usurpado terri-
torio nacional); por conveniencia, dado que la capacidad comercial y la
independencia política es una quimera, sin la reintegración de Montevi-
deo; por precaución. puesto que se ha comprobado que es necesario con-

64
quistar y no negociar con los brasileños; y por último por venganza, ya
que el Imperio en el pasado ha cooperado con los enemigos de las Pro-
vincias Unidas. Analiza las mismas razones, desde el punto de vista del
Brasil, no encontrando peso en ellas, por lo que infiere, que la guerra es
el estado a que nos llama la razón, nuestra dignidad, nuestra seguridad
y conveniencia y en cuyo apoyo clama también el honor y la vida de los
bravos de Sarandí.

Esta prédica, más los rotundos triunfos conquistados en los campos


de batallas y el prestigio que adquieren los patriotas, provocan fmalmen-
te, la reacción de las autoridades, que salen de su letargo para sancionar
la ley de incorporación del 27 de octubre. Y, tras ella, la participación
argentina en las próximas etapas de nuestra guerra, tan justa como ne-
cesaria. El "Arg.::>s", publica la noticia el 5 de noviembre en un impre-
so extraordinario, mientras que "El Nacional", diario oficialista que prác-
ticamente ha mantenido silencio durante las últimas semanas, consagra
un extenso comentario sobre la decisión adoptada por el Congreso. En
ella, tras l i i vano intent::> de explicación por la tardanza del gobierno
(del que consigna que ha tenido que subordinar sus sentimientus de sim-
patía, a las graves consideraciones políticas y a la seguridad nacional),
manifiesta su apoyo a la resolución tomada. A continuación destaca los
deberes y sacrificios que impone la lucha, en especial a la Provincia Orien-
tal. SuboIídinación y orden reclama de la misma, además de la firmeza
heroica que ha tenido hasta el momento. Ya en este primer planteamien-
to se revela la postura hegemónica, el enfoque de la política unitaria
bonaerense, que va a intentar en todo momento absorber la autonomía
local, que no va a aceptar en pie de igualdad al ejército '::>riental, ni
acreditar las prerrogativas,y la autoridad que el pueblo y las victorias
militares de 1825, acuerdan al General Juan A. Lavalleja.

En un número extraordinario, "El Argos", da a conocer la comuni-


cación enviada al Imperio sobre el reconocimiento de incorporación de
la Banda Oriental a las Provincias Unidas. Comunicación en la que el
gobierno adopta un tono excesivamente medido, que parecería indicar que
ha obrado forzado por las circunstancias, y que así es observado por la
prensa.

En la Banda Oriental, mientras tanto, Lavalleja sigue en la lucha ar-


mada y en la conducción de su pueblo. El 17 de noviembre lanza una
proclama a los continentales pobladores en los territorios de su jurisdicción
a bs que expresa la seguridad de su gobierno y los invita a abandonar
equivocadas posturas junto al Poder Imperial. No alhaguéis -les solicita-
pues por más tiempo a esos verdugos y opresores, sacrificál1ldoos sin más
objeto que el alimentar su orgullo y codicia m la dominación de esta
provincia. Dejad pues las armas que os puso el usurpador a pretexto

65
de falsos riesgos e ideas absurdas sobre la dignidad, carácter y recursos
de la empresa que defendemos.

Alcanzan -en general- estos llamados el objetivo político busca-


do. Surge toda una población unida,' que deviene por motivaciones ideo-
lógicas o por factores de relación económica en huestes revolucionarias,
y que rodea en estos momentos a nuestros caudillos más prestipiosos;
Lavalleja, Rivera, Oribe, Leonardo Olivera. Aun, aquellos reducidos pe-
ro poderosos sectores de la población -el patriciado montevideano-
que seducido por las promesas, los títulos honoríficos o simplemente por
incomprensión o comodidad se mantienen parcialmente ligados al Impe-
rio, van a desarrollar en estos momentos un proceso de desapego, de
descontent::> al régimen brasileño. Razones políticas, raíces económicas,
discrepancias administrativas y financieras impulsan un cambio en las
actitudes de la alta clase urbana, que se proyecta en 1825, en apoyo de
la revolución gaucha.
En la vecina orilla. lap rensa sigue publicando artículos referenciales
a los hechos de la revolución; exhaltación de los combates, inserción de
comunicados, partes oficiales y proclamas. El "Argos" del 23 de no-
viembre incluye íntegra la del Gral. Lavalleja del 17 del mismo mes, al
tiempo que desenvuelve en un destacado y extenso altículo todo el pro-
ceso de la Cruzada Libertadora. Bajo el título de Lavalleja, pasa revis-
ta al estado actual de la Banda, a los suce[os que se han desenvuelto
en los últimos meses, revelando la trascendencia y significación que ha te-
nido el Caudillo minuano como elemento determinante en la acción po-
lítica, en el programa revolucionario, en la defensa de los principios ci-
vilistas y en las operaciones militares. Son singularmente expresivos los
conceptos que vierte el "Argos" acerca de El Libertador, que trascienden
a todos los elementos integrantes de la empresa, especialmente a aque-
llos Treinta y Tres hombres, que palticipan desde el primer mor..ento
en la Cruzada. Imprime en su honor una lista con sus nóinbres.
"El Nacional" acusa el 15 de diciembre una posible intervención
diplomática en el Río de la Plata, sin prestarle mayor importancia ni
dar datos concretos. Sin embargo, la diplomacia blitánica estaba atenta
a los ao::>ntecimientos que perjudicaban los intereses ·de' sus súbditos. Una
guerra significaba la desh'ucción o por lo menos la paralización del co-
mercio porteño, y la anulación de la penetración mercantil en el rest::>
del país. Por ello, en los próximos meses las maniobras de los represen-
tantes consulares ingleses, se van a manifestar, e incidir decisivamente
en la evolución de la guerra oriental, vuelta ya entonces, un conflicto
internacional.
Edita "El Piloto" por su palte, una proclama de Lavalleja a los habi-
tantes de la Provincia, del 19 de diciembre, en la cual urge a todos los

66
compatriotas a participar de la guerra. Urgencia ésta fundamentada
en el conocimiento de los movimientos de nuevas fuerzas imperiales en
la frontera, y del inminente peligro que corre el territorio patrio de una
nueva invasión brasileña. "El Nacional" del 29 de diciembre se hace
eco de estas noticias, asegurando que oficialmente y en las calles de
Buenos A.ires ya se conoce desde el 8 del corriente que está declarada
la guerra; por lo que concluye, que no ha de demorarse el bloqueó
del puerto por las fuerzas navales brasileñas que, desde hace tiempo,
se encuentran en las aguas del Río de la Plata.

Dos días después "El Piloto" inserta la declaración de bloqueo y


el manifiesto de José F. Lobo. Ya la guerra, para k)s argentinos, es
un hecho. No demora en publicarse el comunicado a los ciudadanos
del General Las Heras, en el que llama a descolgar las espadas, para
defender parte del territorio, con honor y d.ignidad: Que las repúbli-
cas aliada, -exclama- vean siempre las banderas de las Provincias
Unidas del Río de la Plata, flamear a la vanguardia en la guerra de
la libertad.

En 1826 se producirán nuevos encuenb'os bélicos. El ejército pa-


triota será fragmentado y se establecerá la constitución unitaria.
Diferentes hechos jalonarán el proceso emancipador que -como sa-
bemos- desemboca en la estructuración de nuesh'o país independien-
te, con la Convención Preliminar de Paz de 1828.

De todos modos, la Cruzada Lavallejista significa el esfuerzo más


vigoroso y coherente para el restablecimiento de nuestra libertad, el
afianzamiento de los principios civilistas; y con la cual se desarrolla
una línea firme de organización instituckmal.

Como hemos visto, la prensa argentina se ocupa abieltamente del


movimiento revolucionario. Leyendo sus artículos se puede observar
que en principio los editorialistas siguen las directivas marcadas por
los intereses comerciales" financistas e indusb'iales del país, así como por
cierta urgencia -defensiva; para luego atraerse -mediante la propaganda
anidada en sus columnas- la simpatía de la población bonaerense a la
causa oriental, y con estos elementos establecer premisas, e incidir en
la acción política y militar de los países del Plata.

PRENSA PORTE:ÑA

La siguiente muestra reúne algunos artículos y editoriales que se


refieren a la Cruzada Lavallejista, editados en Buenos Aires, en el pe-
dado o::Jmprendido entre los meses de mayo a diciembre de 1825. Su
consulta permite la reconstrucción cronológica de los sucesos orienta-

67
les, e ilustran sobre los distintos enfoques, juicios, y actitudes que los
mismos provocaron en las mentalidades porteñas contemporáneas.
Debemos advertir que para la presentación de este material, hemos
transcripto los artículos -por lo general en toda su extensión y con la
ortografía original- ciñéndonos estrictamente a las fechas en que los
mismos fueron publicados, y agrupando los textos en cuatro grandes
apartados.
J. - Artículos impresos en mayo de 1825, que hacen referencia a los
iniciales momentos de la Cruzada; y a los sucesos ocurridos, en
la Banda Oriental, en esos meses.
NI? 1 - Noticia de la Cruzada Libertadora
Tres semanas hace que ha empezado a hablarse del proyecto atre-
vido 0:lncebido, y comenzado ya a efectuarse por unos otros patriotas
orientales, que impelidos de entusiasmo digno de los mayores elogios
han arrostrado toda clase de peligros por tener la gloria de dar la li-
bertad a la Provincia Oriental, ocupada, usurpada del modo más atroz
por las tropas portuguesas de S.M.F. y cuya usurpación se ha propues-
to perpetuar su hijo el emperador del Brasil. La empresa fue conce-
bida, y combinada con tal reserva, que no llegó a traslucirse sino después
que estos bravos habían dejado nuestras playas. Elbs fueron: y en los
primeros resultados de su audaz proyecto han dejado burlados los cálcu-
los de todos los hombres. Por descontado han reportado ventajas que,
al menos en tan pocos días, no se consideraron posibles. Podrá quizás
abOltar empresa tan glorbsa; aun en este caso quedará a sus autores la
gloria de haberla concebido, y ejecutado, sin que hallan podido retraer-
los ni los obstáculos que tienen que vencer, ni los riesgos inminentes a
que exponen su suerte y su existencia. No hay un americano que no
haga ll:ls más ardientes votos por el feliz éxito de esta valiente empre-
sa, de la cual pende la libertad de una de las primeras provincias de la
Unión uncida bajo el yugo más ignominioso, y víctima triste de la maldad
y de la perfidia.
El mundo tod.::>, y hasta los enemigos mismos no podrán menos
que confesar que la justicia acompaña a esos beneméritos patriotas en
su heroico y arrojado empeño. Lo único que admite alguna disputa es,
si el momento que han elegido para tremolar de nuevo en la Banda
Oriental el sagrado estandarte de la libertad, es el más oportuIlo, o si
debieron esperar momentos más felices para no aventurar el éxito de
la empresa. Mas, ¿quién es el que se atreverá a decidir hoy esta cues-
tión? Ella es indudablemente de aquella cuya resolución es absoluta-
mente indispensable dejar al tiempo y a los sucesos, las grandes empre-
sas han debido más de una vez su buen resultado a lo que la prudencia
califica de temeridad: y no es extraño que favorezca precisamente la

68
circunstancia de haberse elegido el momento que a primera vista pa-
recía menos oportuno, o más arriesgado. Nosotros, en medio del dis-
gusto que sentimos por no poder acompañar a estos héroes en la glo-
riosa lid a que se han arrojado con denuedo, al menos los ayudaremos
del modo que podamos. Sabemos que la cuestión es eminentemente
popular, y por consiguiente que no hay que trabajar para formar la
opinión. Sin embargo creemos que podremos prestar algún servicio si
nuesh'as páginas se ocupan de ella como conesponde. En este empeño
entraremos desde el número próxin1o. Daremos la historia de la usur-
pación de aquella benemérita provincia. Con este motivo expondremos
acaso lo que la de Buenos Aires ha hecho en los últimos cinco años.
y últimamente daremos con franqueza nuestra opinión ~obre lo que
corresponde que haga hoy la nación que felizmente se halla ya reor-
ganizada, y representada legalmente en el congreso general. Conoce-
mos que la cuestión es espinosa, no en sí misma, pero sí en sus cir-
cunstancias. Esto no obstante nos anedra: haremos cuanto podamos, y
habremos llenado nuestro deber.

Entre tanto no podemos menos que anticipar desde ahora, que a


nuestro juicio, en medio de los prósperos sucesos que por todas partes se
han agolpado en favor de nuestra libertad e independencia, la nación
se halla en una crisis verdadera. Es esta una verdad que se toca, desde
que pesando el estado actual de nuestras provincias, se descienda a me-
ditar en las consecuencias de una guerra en que nos veremos forzados
a entrar en el imperio de Brasil. Sin embargo como ya no tenemos otros
enemigos,en nuestra mano está que la crisis sea favorable. Para esto es
indispensable que todas y cada una de las provincias prestan su coope-
ración y la presten de buena fe. Es necesario que el Cuerpo nacional obre
con decisión, al mismo tiempo con una prudencia no común. Y más
que todo es preciso que el ejecutivo se marque por su actividad infa-
tigable, por su saber y por su firmeza: la inercia basta en esta circuns-
tucia para comprometer la suerte del estado: que no haya un solo mo-
mento si es posible en que los pueblos no vean al gobierno ocupado de
una medida que tenga por objeto su seguridad, su defensa, su común
prosperidad. Con este motivo debemos congratular a nuestros represen-
tantes nacionales, por el zelo y actividad con que se han expedido la
vez primera que han t::>mado en consideración la cuestión de la pro-
vincia oriental. Al cerrarse la sesión del día 9 el ejecutivo puso en su co-
nocimiento la guerra que inopinadamente se ha encendido, y pidió su
cooperación: y en la sesión del 11 ha sancionado ya la siguiente ley.

Art. l. Se autoriza al gobierno de la provincia de Buenos


Aires como encargado provisoriamente del poder ejecutivo nacional, pa-
ra proveer a la defensa y segurida'd del estado, y se le recomienda es-
pecialmente el reforzar por ahora la línea del Uruguay en precaución

69
de los eventos que puede producir la guerra que se ha encendido en la
Banda Oirental del Río de la Plata.
2. Con este objeto, y en consideración a la urgencia e interés
nacional de esta medida, e Ínterin se provee a la más pronta organiza-
ción del ejército de la nación, el poder ejecutivo a nombre del congreso
estimulará el zelo y patriotismo de los gobiem~s de las provincias para
que a la mayor brevedad pongan a su disposición tod'a la fuerza de lí-
nea, que no sea absolutamente necesaria para la seguridad interior de
las mismas provincias.
3. Con el mismo interés serán invitados a facilitar una palie de
la milicia de su respectiva provincia, que pueda considerar el ejecutivo
necesaria para reforzar dicha línea.
4. Les recomendará igualmente el envío de tod'a la recluta que les
sea posible para que organizada a la mayor brevedad pueda ponerse en
completa seguridad nuestra frontera.
5. La recluta que a virtud de la invitación de que habla el ar-
tículo anterior quieran mandar las provincias, será considerada como
parte del cup:} que deba corresponderles según la ley para la formación
del ejécito nacional.
6. El gefe o gefes bajo cuya dirección ponga esta fuerza el poder
ejecutivo no tendrán la menor intervención en el régimen interior de la
provincia de Enb'e Ríos, u otra donde pueda acantonarse; y cualquiera
auxilio que pueda necesitar deberá obtenerlo rOl' el conducto del go-
bierno respectivo de la provincia.
7. Por ahora, y mientras el congreso provee los medios necesarios
para el sostén de esta fuerza, el ejecutivo pedirá a nombre del congre[()
a la legislatura de la provincia de Buenos Aires que anticipe los fondos
indispensables para realizar esta medida tan urgente como nacional.
[El Nacional, Buenos Aires, mayo 12 de 1825.1
NQ 2. - Banda Oriental. /Proclama del Jefe de los orientales/

B A N D A O R 1 E N TA L
PROCLAMA DEL GEFE DE LOS ORIENTALES.

VIVA LA PATRIA.

ARGENTINOS ORIENTALES!!!
Llegó en fin el momento de redimir nuestra amada Patria de la
ignominiosa esclavitud' en que ha gemido por tantos años, y elevarla con

70
nuestro esfuerzo al puesto que la reserva el destino entre los pueblos
libres del Nuevo Mundo. El gIito heróico de LIBERTAD retumba ya
por nuestros dilatados campos con el estrépito beJicm:o de la guerra.
El negro pabellón de la venganza se ha desplegado, y el exterminio
de los tiranos es indudable.

ORIENTALES!!! Aquellos compatriotas vuestros en cuyos pechos


arde inexhausto el fuego sagrado del amor patrio, y que más de una
vez han dado relevantes pruebas de su entusiasmo y valor, no han po-
dido mirar con indiferencia el triste cuadro que ofrece nuesh'o desdi-
chado país bajo el yugo ominoso del déspota del Brasil. Unidos por su
patriotismo, guiados. por su magnanimidad, han emprendido el noble de-
signio de LIBERTAROS. Decididos a anostrar con frente serena tl:lda
clase de peligros, se han lanzado al campo de Mmte, en la firme re-
solución de sacrificarse en las aras de la Patria, o reconquistas su LI-
BERTAD, sus derechos, su tranquilidad, y su gloria.

COMPATRIOTAS!!! Vosotros que os habéis distinguido siempre por


vuestra decisión y energía, por vuestro entusiasmo y bravUl"a, ¿consen-
tiréis aun en oprobio vuestro le yugo infame de un cobarde usurpador?
~Sereis insensibles al eco dolorido de la Patria que implora vuestro au-
xilio? ¿i'vlirareis con indiferencia el rol degradante que ocupamos entre
los pueblos ameIicanos? ¿No os conmoverán vuestra misma infeliz si-
tuación, vuestro abatimiento, vuestra deshonra? .. No, compatIiotas: los
libres os hacen la justicia de creer que vuestro patriotismo y valor D:l
se ha extinguido, y que vuestra indignación se inflama al ver la PRO-
VINCIA ORIENTAL como un conjunto de seres esclavos, sin derechos,
sin leyes, sin opinión, sin gobierno, sin nada propio, más que su deshonm
y sus desgracias. Cese ya pues nuesb'o sufrimiento. Empuñemos la es-
pada, corramos al combate, y mostremos al mundo que merecemos ser
LIBRES. Venguemos nuestra Patria: venguemos nuestro honor, y pu-
rifiquemos nuestro suelo con sangre de traidores y tiranos. Tiemble el
déspota del Brasil de nuestra justa venganza. Su cetro tiránico será con-
vertido en polvo, y nuestra cara Patria verá brillar en sus sienes el lau-
rel augusto de una gloria inmortal.

ORIENTALES!!! Las provincias hermanas solo esperan vuestro pro-


nunciamiento para protegeros en la heroica empresa de reconquistar
vuestros derechos. La GRAN NACION ARGENTINA de que sois parte,
tiene un sumo interés en que seais LIBRES, y el CONGRESO que si-
gue sus destinos no trepidará en asegurar los vuesh·os. Todo pende de
vuestra decisión. Decidios, pues, y que el árbol de la libeltad, fecundi-
zado con sangre, vuelva a aclimatarse para siempre en la provincia
Oriental.

COMPATRIOTAS!!! Vuesb'os libertadores confian en vuestra coo-


peración a la honrosa empresa que han principiado. Colocado p:lr voto

71
C'i
o:
Z
.....o
es
;:l
Q
o
Q
unamme a la cabeza de estos Héroes, yo tengo el honor de protestaras
en su nombre y en el mío propio, que nuestras aspirackmes solo llevan
por objeto la felicidad de nuestro país adquirirle su libertad. Constituir
la provincia bajo el sistema Representativo Republicano en uniformidad
a las demás de la antigua UNION. Estrechar con ellos los dulces víncu-
los qua antes los ligaban. Preservarla de la horrible plaga de la anarquía
y fundar el imperio de la ley.

HE AQUI NUESTROS VOTOS!!! Retirados a nuestros lugares des-


pués de terminada la guerra, nuestra más digna recompensa será la gra-
titud de nuestros conciudadanos.

ORIENTALES!!! El mundo ha fijado sobre vosotros su atención,


la guerra va a sellar vuestros destinos. Combatid p~es, y reconquistad el
derecho más precioso del hombre digno de serlo.

Campo volante en Soriano, Abril 19 de 1825.

JUAN ANTONIO LAVALLEJA.

La antecedente proclama es la que ha dirigido a los habitantes de


la Banda Oriental el gefe nombrado unanimente por los bravos que se
han decidido a libertarla. Ella dice demasiado para que pueda dudarse
en las intenciones sanas y magnánimas que dirigen esta empresa ardua;
y que exigen, o ponen en compromiso a todas las provincias del Río de
la Plata.

El Argentino, Buenos Aires, mayo 14 de 1825.

NQ 3. - El Argos /Noticias de la Cruzada/

Los sucesos que hoy tienen lugar enla Banda Oriental del Río de la
Plata merecen llamar la atención de los escritores públicos por la im-
portancia y trascendencia que ellos traen consigo. Es bien sabido ya que
unos beneméritos patriotas decididos a sacrificar su quietud, su bienes-
tar ya hasta sus vidas para redimir a su patria de la opresión y s~rvi­
dumbre en que está por algunos años, concibieron el atrevido proyecto
de presentarse ante sus compatriotas, y de moverlos en masa para que
los auxiliasen en la ejecución de su plan. Aquel se ha ejecutado de un
modo que excede las esperanzas, que se habían formado al convinarlo, y
que promete resultados los más prósperos a la conclusión de la guerra
de la independencia por todas partes, y al establecimiento de una com-
pleta libertad en todos los puntos del continente americanos, bajo la sa-
la influencia d'e gobiemos esencialmente populares, y exclusivamente
propios. Casi se ha sentido en todos los puntos de la Banda Oriental
un sentimiento uniforme, y decidid:::J por sacudir su esclavitud, y rom-
per violentamente los vínculos que la ligaban a un gobierno extrangero.

73
Esto solo basta para poder pr()meterse que los pueblos de la Banda
Oriental llegarán a ser libres de sus opresores, porque sus sacrificios, y
su resolución así lo exigen.
Pero esta guerra que ya indudablemente se ha encendido y cada
día debe tomar más pábulo, porque los principales elementos son por
una parte la opinión pública, el clamor universal de todos los habitan-
tes por ser libres, y por la otra el interés y la tiranía por retener 10
que alevosamente usurparon, exige que las provincias del Río de la
Plata, a cuya integridad pertenece aquel Estado, hagan todos los es-
fuerzos posibles para colocarse en una actitud imponente, y respetable.
Ya desembarazadas de los enemigos, que IX)!' el Altd Perú llamaban toda
su atención, la Banda Oriental debe ser el teatro de su patriotismo, de
sus sacrificios y de su valor: esforzándose en conservar la seguridad de
su territorio, inminentemente atacada por la ambición de sus enemigos,
deben empezar al presente por una serie de sucesos, que quizá bien
pronto bs lleve al término de sus votos. El congreso general, a invi-
tación del poder ejecutivo, ha considerado este asunto grave en la se-
sión del 11 del corriente, y ha expedido una resolución que abraza todo
lo que la circunstancias exigen, y la prudencia aconseja: por su resolu-
ción el poder ejecutivo queda autorizado competentemente para asegu-
rar el territorio de las Provincias Unidas de todos los riesgos que pu-
dieran sobrevenirle en el estado actual de la Banda Oriental, y para
reforzar de un modo fim1e la línea del Uruguay. Las provincias son
también invitadas a concurrir a este objet::> importante. Es de esperar
que estas medidas adoptadas con la celeridad que el caso requiere, y
con el espíritu de decisión, y patriotismo que existe en todos los pue-
blos, colmen el sagrado objeto de todas nuestras aspiraciones. Ver rei-
nar en el suelo de toda la América la libertad, la paz, y el orden, y a
todos sus hijos ocupados en labrar a la Patria una reputación distingui-
da, capaz de excitar el respeto de las demás naciones, y el temor de
todos los tiranos.

El Argos de Buenos Aires, Buenos Aires, 14 de mayo de 1825.

NI! 4. - Banda Oriental. /Datos sobre la marcha de la guerra/

Las últimas noticias que hemos podido adquilir por los conductos
más seguros sobre el estado actual de la Banda Oriental, nos dan por
resultado que la empresa ejecutada por los beneméritos patriotas, que
salieron de esta ciudad, sigue felizmente progresando. La plaza de Mon-
tevideo se halla sitiada por una fuerza regular a las órdenes del segundo
de D. Frutos Rivera, D. Bonifacio Calderon. La Colonia y Mercedes 10
están igualmente por otros cuerpos de igual naturaleza. Los orientales
siguen desplegando un enhlsiasmo extraordinario por la libertad de la
provincia, y constantemente se reúnen y engrosan las filas de sus com-
patriotas.

í4
Hemos visto una orden de] día firmadap or los jefes principales de
las fuerzas orientales, expedida en el Durazno en 15 del corriente. Ella
está reducida a hacer que los soldados guarden extrictamente el orden,
v no cometan ningún género de violencia contra los habitantes de la
Banda Oriental. Penas las más severas se imponen a los infractores de
esta orden, y se encomienda a todos los jefes, justicias del territOlio
su más puntual y exacto cumplimiento. El espíritu decidido de ella eS
contribuir eficazmente a que los orientales vean en los patriotas, que
han tomado sobre sí un empeño tan digno, sus libeItadores. y amigos, y
no los destructores de sus fortunas y vidas.

La goleta Libertad del Sud que salió de este puerto enviada con
toda clase de socorros para los gefes de la división Oliental, fue tomada
barada en la Playa de Santa Rosa por un bergantín imperial. Antes
había ya desembarcado cuanto llevaba a su bordo, y óolo el casco es
lo que ha caído en poder de los brasileros.

El Argos de Buenos Aires, mayo 21 de 1825.

NQ ;). - Provincia Oriental. / Antecedentes de ]a Cruzada. Gestiones


diplomáticas argentinas ante la corte del Brasil /

En el número anterior ofrecimos empezar este artículo con la his-


toria de la ocupación de esta provincia. Para hacerlo como corresponde,
nos ha parecido lo mejor registrar en nuestras páginas el documento
oficial que copiamos a continuación, sacado el pliego adicional al nú-
mero cuarto del libro cuarto del Registro Oficial de esta provincia. En
el se encuentra una breve, pero fiel historia de este escandaloso suceso,
la que completaremos con otro documento que publicaremos en el nú-
mero siguie.nte.

j\Iemorándum

Presentado por el comi~ionado del gobierno de Buenos Aires cerca


de la corte del Brasil al ministro de estado en el departamento de rela-
ciones esteriores de dicha cOlie.

Cuando Buenos Aires, capital del antiguo virreinato de la Plata, le-


vantó el grito de la insurrEcción en el mes de mayo de 1810 contra el
goierno despótico de ]a España ocupada entonces en su mayor parte
por las tropas francesas, y denocando las autOlidades metropolitanas,
organizó un gobierno provisorio, y se puso al frente del nuevo orden
de cosas, que debía suceder, las demás provincias respondieron a su voz
de conformidad, y desplegando los mismos sentimientos, se apresma-
ron a estrechar con ella sus relaciones y prestar obediencia a las au-
toridades ue se subrogaron a las de S. :~vI . e . y mandatarios subalter-
nos. En proporción que se rompían los lazos que les unían a la anti-

75
gua metrópoli, se fortificaron los que de antemano les ligaban entre
síe Las mismas quejas que elevaban en aquel momento por la opre-
sión de tres siglos, y la necesidad de defenderse, comprometieron de
nuevo sus derech::>s, sus votos; y el pacto social que ya existía entre
ellas, lejos de ser alterado, recibió un grado mayor de legalidad y de
fuerza. En una palabra, ellas se encontraron esencialmente constitui-
das en una nación, en el momento mismo, que sacudieron el yugo de
la antigua metrópoli: del mismo modo que las del Brasil entraron en
ese rango desde el acto mismo que proclamaron su independencia del
Portugal.

La provincia de Montevideo se distinguió en sus sentimientos por


la causa de la revolución, y en sus esfuerzos por segundar la empre-
sa de Buenos Aires. En su capital se sintieron luego movimientos, que
fueron desgraciadamente reprimidos por las autoridades españolas, sin
embargo, la opinión por la unión con las demás provincias rompió y
se abrió paso por entre los mismos obstáculos hasta generalizarse en-
tre todos, o la mayor parte de los americanos. Los pueblos de la cam-
paña se convulcionaron en diferentes puntos, y sacudiendo la fuerza,
que los oprimía, ocurrieron luego a ponerse bajo la obediencia del go-
bierno general. Con este mismo objeto emigraron de aquella banda
los sujetos más distinguidos, y entre ellos los oficiales de ejército don
José de Rondeau, y don José de Artigas, que después de haber ofre-
cido sus respetos a la autoridad, regresaron condecorados con los gra-
dos de tenientes coroneles, y encargado del mando de las u'opas, que
ya estaban en marcha para aquel punto, y debían ser engrosadas con
los restos del ejército del Paraguay. Luego que estas fuerzas atrave-
saron el Uruguay, se les incorp::>raron las divisiones de patriotas vo-
luntarios, que se habían levantado en el país, y se pusieron bajo las
órdenes del general en jefe. El ejército marchó sin mayor oposición,
y la victoria de Las Piedras, que obtuvo su vanguardia al mando del
teniente coronel AJ.tigas, le hizo dueño de toda la campaña hasta los
mismos muros de Montevideo.

La autoridad del gobierno supremo establecido en Buenos Aires


fue entonces reconocida en toda la extensión de aquel país. De t::>das
partes se le dirigieron felicitaciones y protestas de unión, fidelidad y
obediencia. Todos los empleados recibieron de él nuevos despachos,
y los oficiales del ejército, tant::> veteranos como de milicia, fueron
agraciados con los grados de que les hizo dignos la victoria de Las
Piedras. La campaña oriental, se conservó desde aquella época en el
mismo pie de unidad que las provincias de Corrientes, Entre Ríos, Cór~
clava, Mendoza, Tucumán, Salta, Chuquizaca, Cochabamba, y La Paz,
que libres ya de enemigos, integraban el nuevo estado.

La derrota del ejército patriótico del Perú en aquel tiempo obligó


al gobierno a retirar las tropasd'el sitio de Montevideo, y celebrar un

76
armisticio con el gefe de la plaza. Este fue el primer momento en que
el coronel Artigas comenzó a presentar indicios de insubordinación ha-
cia la suprema autoridad, por la que había sido confirmado en el em-
pleo de mayor general del ejército: a quien él mismo había antes di-
rigido el parte oficial de l~ victoria de las Piedras, y de quien recibió
en premio de aquel triunfo el grado de coronel.

Este gefe mal avenido con el cometido, no siguió la retirada del


ejército para Buenos Aires, y se conservó sobre el Uruguaya la cabeza
de las milicias de la provincia. Sin embargo, continuafi::>ll sus relacio-
nes con aquella capital, y fue constantemente asistido con los auxilios
necesarios, hasta que rotas de nuevo las hostilidades con el gobierno de
Montevideo, fue destinado por segunda vez a aquella banda un ejérci-
to respetable al mando del representante del supremo gobierno, don
Manuel de Sanatea, que posteriormente quedó a las órdenes del ge-
neral ,don José de Rondeau. Las milicias al mando del coronel AItigas
cooperaron al nuevo sitio de la plaza, y aunque la conducta de este
gefe fue siempre arbitraria y alarmante, el general Rondeau fue re-
conocido, y respetado en toda la extensión de la campaña. La gue-
rra se hizo con tal suceso, que luego que la escuadra de Montevideo
fue rendida por la -de las provincias Unidas, la plaza se enh'egó al ge-
neral sitiador, y ocupada p::>r sus tropas, se establecieron en ella auto-
ridades nombradas por el gobierno general.

No debe disimularse, que en estos momentos se presentó más de-


cidida la insubordinación del coronel don José de Altigas, la que obli-
gó al general en gefe a hacerla perseguir, con satisfacción de todos
los propietarios del país, conp arte de las mismas fuerzas que habían
ocupado la plaza de Montevideo. Los resultados favorecieron desgra-
ciadamente su inobediencia, y el gobierno de Buenos Aires tuvo que
dejar a su disposición aquella provincia, para convertir sus fuerzas con-
tra el enemigo común) cuyos movimientos era necesario contener en el
Perú.

El coronel Artigas dueño ent::mces de la Banda Oriental, y de los


recursos que ella le ofreeí,a, desplegó sus resentimientos contra el go-
bierno de BuenosAi res, y los sucesos se encadenaron de tal modo, que
dieron lugar a las hostilidades que son notorias entre ambas provincias.
Sin embargo, el pueblo Oriental se conservó firme en su primera reSo-
lución, de formar una sola nación con las provincias del antiguo vinei-
nato, y el mismo Artigas no lo comprometió jamás al menm paso, que
contrariase una determinación, que había entrado en parte del objeto
de sus sacrificios. La opinión se dividió, es verdad, en una question im-
pOltante sobre la forma de gobierno que debía seguir el nuevo estado,
prevaleciendo en aquella banda la de un gobierno federal, semejante
al de los Estados Unidos. Esta divergencia de opiniones retardó la
organización del estado y favoreciendo las pasiones palticulares de aquel

77
gefe, db lugar a que tiJ:anizase aquella provincia con los excesos de
su despotismo, hasta que fue ocupada por las tropas portuguesas.
De esta narración sencilla, y ajustada a la realidad de los sucesos
viene a resultar que positivamente la Banda Oriental permaneció por
algún tiempo bajo un gobierno particular, o más bien bajo el despotis-
mo tiránio::l del coronel Altigas; pero que jamás se celebró en ella ID1
acto solemne que rompiese la unidad nacional con aquellas provincias,
consolidada con nuevos empeños en los primeros períodos de la revo-
lución. Sus diferencias con Buenos Aires solo han podido considerarse
como disensiones domésticas, y parciales semejantes a las que después
han sobrevenido en las demás provincias; pero que no envuelven en
sí una disolución íntegra del estado, ni la desmembración de su terri-
torio nacional. Así es, que mientras que son regidas provisionalmente
por gobiernos particulares, e mdependientes, se preparan a su reorga-
nización política, reconociendo omo base la unidad territorial que han
conservado. Este es el mismo estado en que debe considerarse a la
Banda Oriental en el momento que fue ocupada por las tropas de S.M.F.
en cuya época no había dejado de ser parte integrante del territorio
de las provincias de la Plata. Por esto es que el supremo director de
Buenos Aires se consideró entonces en la obligación de pedir explica-
ciones a esta corte, y protestar conh-a la ocupación militar que de ella
se hacía, bajo el pretexto de consultar a la segmidad de las fronteras
del Brasi1. S .M . F; se dignó satisfacerle por lli1a nota dirigida· de su
real orden por el ministro de relaciones exteriores el Ilustrísimo Exmo.
señor Tomás Antonio de Villanova, con fecha 23 de julio de 1818, en
que, ratificándose, el armisticio de 1812, S. M. se sirvió declarar que
la ocupación de la Banda Oriental era puramente provisoria.
El Nacional, Buenos Aires, mayo 19 de 1825.

N9 6. - Banda Oriental. / Se establece la necesidad de auxiliar a los


orientales/ .
Las ventajas de los orientales, son progresivas: Insurreccionada to-
da la campaña; sitiada la Colonia y Mercedes. Sólo Montevideo está en
manos de los imperiales: el resto 10 poseen mientras 10 pisan. Frutos
Rivera deidido, querrá lavar con sangre ,de tiranos los msultos y ve-
jaciones 'que él mismo ha sufrido; y la crueldad, que ahora más que
nunca, han desplegado los gefes del Brasil, será el último golpe que
los arroje para siempre de aquella provincia.

Para asegmar este fin, ya hemos dicho que se hace indispensable


la coadyudación de las provincias hermanas, o de la nación Argentina,
especialmente de parte ele Buenos Aires y Entre Ríos, por el peligro
que a éste amenaza, en las aspiraciones del imperio, y por la decisión
del pueblo todo de Buenos Aires, y su posición y circunstancias mismas.
En esta guena, es imposible que él pueda permanecer lli1 espectador

78
fria; aun prescindiendo de los pasos que ha dado por conseguir la li-
bertad de k¡s orientales; y ,del desaire que entonces le hizo la Corte
del Brasil; basta que vea allí un trono aliado con los grandes poderes
europeos; basta que haya proclamado principios libres, para que diga
y, de hecho, se decida por los pueblos, que quieren ser libres, ¿Qué
puede impedirlo?

Es verda,d que la línea militar que debe establecerse sobre el Uru-


guayes una medida o de precaución, o preparativa. Pero en el entre-
tanto ¿será creíble que nada se hará, y que estarán entregados a solos
sus consejos y sus arbitrios, todos los orientales que se hallan reunidos
con la espada en la mano, y con un enemigo más pode1':Jso que ellos,
y por consiguiente temible? Ya el gobierno ha recibido oficios de las
autoridades provisorias que los orientales libremente han establecido;
marquen su c':Jnducta de un modo digno del pueblo que dirige, de la
ansiedad que él observa en todos los ciudadanos, y ,de la regeneración
de estos países. Nosotros lo esperamos fundados en que voces que han
corrido sobre la disposición que el mismo ha proclamado a la faz de
las naciones, de la causa de los orientales, en las ventajas que cinco
años ,ae quietud deben haber proporcionado al país, y sobretodo, en la
persuación íntima que nos acompaña, que la fuerza moral del gobier-
no no podrá subsistir, sin que él responda al los deseos de la pobla-
ción que preside, a los sentimientos que deben animarlo, a los com-
promisos en que se puso por sus pronunciamient:Js mismos.
El Argentino. Buenos Aires. mayo 21 de 1825.

N9 7. - Ordenes del Día. /Proclama de Lavalleja y Rivera/

Mayo 15 de 1825. La experiencia ha manifestado desgraciadamen-


te en otras épocas, que en la revolución las pasiones se ,desenfrenan,
y los malvados se aprovechan en estos momentos para cometer los de-
litos de deserción, homicidio, estupor y latrocinio, y como tales hechos
no exitados en los principii:Js después Se hace un hábito general, que
al fin consuma la ruina del país; hemos acordado no perdonar medio
algnno con el fin de evitar sus desastrosas consecuencias. Y al efecto
hágase saber al ejército en oraen de este día, que será castigado o:Jn
la última pena, esto es con el cadalso, todo el que cometiere cualquie-
ra de los delitos referidos y para sentél1ciar a tal pena al ladrón, bas-
tará que el hurto llegue al valor de cuatro pesos: un breve sumario
en que resulte prueba semiplena, es bastante para proceder a la sen-
tencia, no debiendo el reo estar en capilla más de veinticuatro horas,
esto es, cuando las circunstancias no exijan que la sentencia sea más
brevemente ejecutada.

En tanto que en la provincia no se crea el gobierno que ha de


regirla; téngase este decreto por ley inviolable. Su lectura repítase dia-

79
riamente en el ejército por los sargentos de compamas, y los coman-
dantes de ellas serán resp:msables si así no lo hicieren verificar. Mán-
dense copias de ellas a todos los puntos donde hay tropa empleada, y
practíquese la misma diligencia. l'ásense circulares a los cabildos para
que hagan saber a los vecinos, que a ellos también les corresponde, y
los jueces ordinarios procedan a :p::Jrmarles causas y ejecutar la senten-
cia .del modo que queda prevenido, y para el efecto pidan tropas al
punto más inmé'diato donde la hay.

Cuartel general del Durazno, mayo 15 de 1825.

Fructuoso Rivera
Juan Antonio Laval1e~a
El Argentino, Buenos Aires, mayo 21 de 1825.

N9 8. - Provincia Oriental. Resolución de la corte del Brasil, comu-


nicada por el Ministerio respectivo, al comisionado del go-
bierno de Buenos Air'es.

El abajo firmado, consejero, ministro y secretario de estado d'e los


negocios estrangeros elevó a la augusta presencia de S. M. el empe-
rador, las dos últiUlas notas que el señor don José Valentín Gómez, co-
misionado del gobierno de Buenos Aires en esta corte acaba de diri-
girle, datadas en 27 de enero y 5 de febrero de este año, insistiendo
de órden de su gobierno, en la solicitud de una respuesta terminante
sobre el asunto de reintegrarse á la provincia de Montevideo.

El abajo firmado despues de asegurar al señor comisionado que


la demora, que ha habido en dar á su merced la pronta contestación
que solicita, en lugar de ser inconsecuente con 19s deseos protestados
por el ministerio S. M .1. é inconsiliables con los derechos é intereses
del gobierno de Buenos Aires, cuya consideración pareció a su mer-
ced imponerle el deber de pedir por la última vez las esplicaciones á
que se refieren las demas notas, es al contrafi.::J una prueba de lo mu-
cho qu el gobierno del Brasil ·desea acertar en el desempeño de sus
transaciones políticas con el estado de Buenos Aires, procurando un in-
térvalo razonable para recibir las informaciones que debian ilustrarlo,
y que le sirviesen de base para apreciar debidamente los referidos de-
rechos é intereses de aquel gobierno limítrofe: y despues de conside-
rar tambien el abajo firmado, que no debiera ser otra la interpretación
dada á la demora de esta respuesta, una vez que hubiese la conside-
racion de que este gobierno, asi como ahora responde categoricamente
al señor comisionado, por que ya se halla provisto de las informacio-
nes que necesitaba, lo habl'ía hecho anteriormente, luego que su mer-
ced hizo la primera lectura, si tales informaciones finales hubieran exis-
tido: recibió orden de S. M. el emperador para que con la franqueza

80
y sinceridad, que rigen a este gobierno, someta á la consideración de
su merced en respuesta a sus notas 10 siguiente. Que á no ser los cons-
tantes des(7:ls de S. M. I. para mostrar al gobierno de Buenos Aires el
aprecio que hace de él, y no queriendo en consecuencia que una ma-
yor dilacion en la exigida decision hiciese dudar de ellos podríase de-
mostrar en respuesta cuan impracticable era dar una decision defini-
tiva sobre el negocio de la reintegración de Montevideo á la provin-
cia de Buenos Aires, por los mismos principios en que se funda para
exigirla; pues fundandose su merced principalmente en la voluntad de
la provincia de Montevideo, que desea y pide á Buenos Aires su sepa-
rachn del imperio; y habiendo por el contrario toda presunción juri-
dica de que los montevideanos no desean semejante separacion, solo
quedaría en tal divergencia de opiniones, en el caso de sincera, y aun
estando fijo el derecho de rec1amacion por parte de Buenos Aires, el
recurso de consultarse públicamente la v1:l1untad general del estado cis-
platino; recurso por tanto innecesario y falible. Innecesario, por ha-
berse ya conocido por los medios posibles esa voluntad general, y ser
mas presumible que se dé crédito al congreso de los representantes
de todo el estado que en 1821 resolvió su incorporacion al Brasil, y á
las actas de todos los cabildos de la campaña, que subsecuentemente
aclamaron á S. M .I ., 10 reconocieron, y nombramn electores para ele-
gir diputados que los representase en la Asamblea general brasilera,
que darse crédito al simple é ilegal cabildo de la única ciudad de Mon-
tevideo, que en medio de los partidos que una influencia estrangera
alli promueve, requiere á Buenos Aires una incorporacion que no es
adoptada por los otros cabildos. Falible, porque aun cuando se tu-
biese por nada la espresion ya anunciada de la voluntad general de
los montevideanos á favor de su incorporacion á este imperio, y se qui-
siese consultarlos nuevamente para satisfacer las reclamaciones del go-
bierno de Buenos Aires, no podia esto efectuarse, primero: por que
estando la campaña guarnecida por tropas brasileras indispensables á
la seguridad y defensa de sus habitantes, y estando aun por otro lado
la ciudad de Montevideo ocupada militarmente por tropas portuguesas
contrarias á aquellas, toda y cualquier dec1aracion popular se reputaria
mutuamente caacta é ilegal por ambos partidos; y se entraria nueva-
mente en el circulo de que ahora el señor comisionado desea salir.
Segundo: por que es constante, que si existe algun partido en el estado
cisplatino á favor de Buenos Aires, de 10 que no se podria racional-
mente dudar, cuando asi 10 dice el señor comisionado, y cuando has-
ta en paises mas consolidados existen divergencias de opiniones poli-
ticas, tambien es constante que á causa de la lucha entre las armas que
ocupan la provincia se han desenvuelto otros partidos diferentes, fo-
mentados por los enemigos ·del imperio, y de los propios montevidea-
nos, como es el de los que quieren la union á Portugal y á Inglaterra,
y los que aspiran á la independencia absoluta del estado cisplatino; los
cuales aun que poco numerosos y diseminados en la grande masa de
bs que desean y juraron mantener su incorporacion al imperio, ofre-

81
cen con todo en semejante fermentacion los mayores obstaculos para
colegirse la espresion de una voluntad general libremente anunciada.

Agreguese á estas razones que la decision exijida solo debia per-


tenecer, constitucionalmente hablando, al poder legislativo, principal-
mente despues que el asunto de la incorporacion del estado cisplatino
pasó a ser objeto constitucional, sobre el cual la pasada asamblea ge-
neral del Brasil no solo legisló, si no que fué en sentido opuesto á las
pretensiones del señor comisionado: y aun que en el estado actual de
las cosas no este reunida nueva asamblea legislativa, S. M .1. no de-
searia, á pesar de eso, tomar por si una decision fija, por ser obvio que
en paises d'e gobierno representativo pertenece esc1usivamente á los cuer-
pos legislativos enagenar ó ceder cualquier porcion de territorio en ac-
tual posesion; mayormente en este caso, en que la ceción de Montevi-
deo importaba un ataque á la integridad del impelio brasilero.

Sin embargo, reconociendo S.M.l. la importancia de una resolución


terminante en negocios de esta naturaleza, deseando mosh'ar á todas lu-
ces cuanto prefiere los principios de una politica franca y verdadera, y
juzgando por los últimos esclarecimientos que ha recibido, pue puede este
gobierno responder o::m seguridad, y desde ahora por si en semejante
materia or,denó al abajo finnado hiciese saber al dicho señor comisionado
-que por algun, medio se consultase nuevamente la voluntad general de
la provincia cisplatina por algun medio que su merced quisiese proponer,
aun cuando esta voluntad se expresase, lo que no es creible, por la in-
corporacion, sea á Buenos Aires, á Portugal, sea a otra cualquiera poten-
cia, no podria el gobierno imperial dejar de reputarla no ataque hecho,
no solo a los verdaderos intereses del estado cisplatino, sino tarpbien á los
derechos adquilidos con tantos sacrificios por el Brasil al referido estado,
pues que una convencion solemne hecha entre este estado y el imperio
del Brasil, á quien fue y es muy onerosa, no puede disolverse solo por
el arrepentimiento de una de las partes conh'atantes; sino por el de
ambas; y por tanto se vería obligado a defenderlos. Estos hechos son tan
sagrados como el orígen de que derivan; pues aun prescindiendo de an-
tiguos h'atados de límites celebrados por la CQl'::ma de España, basta con-
siderar: -1 9 que estando los montevideanos enh'egados al despotismo
del gefe Artigas; y cuasi aniquilada la provincia por los furores de la
guerra civil, no hallaron ampam en potencia alguna, sino en el Brasil,
que los libró de aquel gefe feroz, é hizo renacer, la paz y la abundancia
en su campaña, al mismo tiempo que ni Buenos Aires, ni la España
hciieron el menor sacrificio para ayudarlos y protegerlos. 29 que el go-
bierno brasilero hizo desde enb,mces inmensos y abultados gastos con
aquella provincia, de los que tiene tanto derecho á ser indemnizados,
cuando hubiese de abandonarla, que la propia corte de Madrid reconoció
fonnalmente el derecho que teniamos a esa indemnización, cuando ulti-
mamente la misma o::>rte procuró pero sin fruto, interesar á las principa-
les cOItes de Europa en la restitucion de Montevideo por S.M.F. 39 que

82
despues de sosegada y libre la provincia facilitóle S.M.F. la elecion de
su suerte sin coacion alguna; la provincia legalmente representada en un
congreso, conociendo que el mismo derecho que tenia el virreinato de
Buenos Aires para desligarse de la metrópolis, y el mismo derecho que
tenian otras provincias del mismo vineinato para separarse de Buenos
Aires, tales, como Cordova, Tucuman, Santa Fé, Entrerios etc. tenia tam-
bien la misma provincia de Montevideo para decidir de sus destinos; re-
solvió incorporarse al Brasil, y siguió sucesivamente ratificando esta in-
corporacion, sea por la aclamacion de S.M.L á vista ,de tan graves ra-
zones, entrar con el de Buenos Aires cn negociacion que tenga por base
fundamental la sesion del estado cisplatino, cuyos habitantes no debe
abandonar; principalmente cuando la conviccion reciproca de los intere-
ses procedentes de la incorporacion, los empeños mutuamente contra-
hidos, la fidelidad' que tanto distingue a los cisplatinos, y la dignidad del
imperio brasilero son, otros tantos obstaculos a cualquier negociackm que
las comprometa. El abajo firmado dirigiendo lo espuesto al conocimiento
del señor comisionado, espera que el gobierno de Buenos Aires apre-
ciando en su sabiduria é imparcialidad los motivos que obstan á su pre-
tension, se convenza de que el gobierno imperial obra como el propio
gobierno d'e Buenos Aires obraria e nsemejantes circunstancias, y que
mucho se alegrará de ver estrachadas cada vez con mas firmeza y dig-
mucho se alegrará de ver estrechadas cada vez con mas firmeza y dig-

El abajo firmado aprovecha esta ocasion de repetir al señor comi-


sionado del gobierno de Buenos Aires las protestas de su mayor venera-
cion y particular aprecio. - Palacio d'ellli::> Janeiro 6 de febrero de 1824.
El Nacional, Buenos Aires. mayo 26 de 1825.

N9 9. - Provincia Oriental/Antecedentes de la Cl1lzada y de la do-


minación, brasileña/o
Los documentos que hemos inseliado en los dos números anteriores
comprehenden la historia completa de la ocupacion, ó mas bien de la
usurpacion escandalosa de esta provincia. Nada tenemos que aña-dir á
lo que ellos espresan. Y aunque quisieramos hacer algunas reflexiones
sobre los sucesos que dieron mérito a la pérdida de una tan importante
pl1::>vincia, con el objeto de que este recuerdo sirviese á los pueblos de
una leccion provechosa y útil, los omitimos por ahora, persuadidos que
quizá se nos presentará muy luego la ocasion de hacerlas con mas oportu-
nidad'. Por ahora varms á cumplir 10 que ofrecimos en el n Q 21: esto es
decir algo sobre lo que la provincia de Buenos Aires ha hecho en los
últimos cinco años en favor de la libertad de la oriental. Consagramos
este pequeño trabajo al honor de nuestra provincia, á quien sobre este
particular se ha acusado con tanta injusticia como mala fé.

Mas antes queremos hacer una observacion, que aunque propia-


mente no es de este lugar, ella viene siempre bien, por que en todo

83
tiempo es importante, y no queremos echarla de nosotros en este mo-
mento en qu afortunadamente nos ha venido á la memoria. Cuando la
plaza de Montevideo Se arrancó del p::>der de los españoles acosta de
los mas heroicos esfuerzos, y de sacrificios de todo genero, el gobierno
nacional, despues de un séria y madura deliberacion acordó la demolicion
de las murallas de aquella plaza. La medida fue dictada por el o::>nven-
cimiento de que semejante plaza fuerte era para nosotros, atendida nues-
tra situacion, en todos casos inutil, y en muchos de evidente perjuicio:
que para defenderla de cualquiera enemigo las murallas jamas nos serian
de alguna utilidad: y que para recobrarla de un enemigo que la ocupase,
esas mismas murallas dificultarian, y harian mas costosa la empresa. A
pesar de este convencimiento los principales VECinOS de Montevideo
desconociendo los verdaderos intereses de aquella poblacion, y acostum-
brados á estar encerrados entre murallas resistieron su demalician. El
gobierno con una debilidad que puede costamos muy cara, capituló o::>n
una preocupacion tan perjudicial, suspendio el cumplimiento de su reso-
lucion, y las murallas escaparon de una ruina que habria sido ventajo-
sísin1a á toda aquella provincia. Los sucesos que sobrevinieron a aquella
epoca, y los que nos ocupan en estos momentos son una prueba prác-
tica de esta verdad. Sin las murallas de Montevideo, no estaria hoy ocu-
pada la provincia miental por las tropas del imperio. Para que se vea, y
pueda esto servir de escarmiento, cuanto daño puede causar un solo paso
de debilidad en un gobierno. Disculpesenos esttl. digresion, que vamos a
ya nuestro proposito. Despues que, por una serie de sucesos, que quisiera-
m::>s olvidar un sacudimiento espantoso echó á tierra en un solo dia el
edificio de que nos habiamos ocupado en diez años, en que habiamos em-
pleado la sangre y la sustancia de los pueblos: despues que disuelto el
estado, rotos los vínculos que unian á todas las provincias de la unbn,
quedó cada una de ellas entregada á si misma, y dueña de su suerte, la
de Buenos Aires por un deber que le iIuponia naturalmente su posicion,
se vio forzada á consultar, no solo sus particulares intereses, sino tambien
los que debieran considerarse comunes á todas las demas. Asi es que no
debió olvidar los de la provincia Oriental, cuya ocupacion á mas de otras
fuertes consideraciones, era un insulto á toda la nacion que no podia
mirarse con fria indiferencia. Y no la olvidó en efecto: ella hizo cuanto
debió, cuanto pudo, y cuanto le permitia su delicada posiciono Algunos
han acusado á la adminish'acion anterior por no haber entrado en una
guerra sin cálculo para arrojar por las amas á los potugueses de la Banda
Oriental. ¡Injusto! Aun cuando ellos 11>::> conocieran la situacion en que
quedó esta provincia á consecuencia de la disolucion del estado, y de los
sucesos que á ella Se siguieron en esta capital; sin rentas, pues estas se
hallaban en el desorden mas completo; sin soldados, pues los pocos que
quedaron fueron envueltos en la disolucion general, y desmoralizados en
el último grado, y acostumbrados á andar de revolucion en revolucion,
segun la direccion que les daban sus jefes, ú otros aspirantes al mando;
sin espiritu público, pues este no puede existir, donde no hay un gobierno
bien establecid.::>: aun cuando ellos, deciamos, ignorasen todo esto, debían

84
al menos calcular la responsabilidad con que cargaria la provincia de
Buenos Aires si entraba por si en una guelTa que debia considerar emi-
nentemente nacional, y cuyos resultados podian ser funestos no solo á
ella misma, sino á todas, ó al menos á algunas pJX>vincias de la union,
que justamente le echarian en cara su imprudencia, por haberla com-
prometido sin su acuerdo, y cooperacion. Habria sido el colmo de la tor-
peza en el gobierno de Buenos Aires enh'ar en tan ariesgado compromiso,
que por todas partes no presentaba sino espantosos resultados. El hizo y
cuanto debia y cuanto pudo entablando una negociacion, para solicitar
ante todas cosas, por la via de la razon y del convencimiento del imperio
del Brasil que acababa de establecerse, la reintegracion del territorio na-
cional por la debolucion de Montevideo y su provincia. Negociacion de la
que aunque se ha hecho tan poco aprecio, hasta haber pasado en pro-
verbio, ó mas bien en farza las vias pacificas: negociacion que aunque
ha merecido tanto la censura de aquellos hombres que estan acostun1-
brados á juzgar de las cosas solo por su resultado,' ella fue perfectamente
calculada, y convinada diestramente con la situacion delicada en que ha-
bia puesto al Brasil su separacion del reino de Portugal, y el restableci-
miento reciente de su imperio. Todo contribuia á hacer consebir las mas
fundadas esperanzas en el exito favorables de la negociacion; lo habria
sido sin duda, si un golpe de despotismo por parte del emperador don
Pedro, que no habia motivos para preveer, no hubiera acabado con la
libertad de los brasileros, y echado un nuevo sello á la esclavitud de
los orientales.

Cuando aun pendia en la cOlte del Brasil la negociacion sucedió


la division, y r.8mpimiento entre las tropas brasileras, y las europeas que
guarnecian la provincia Oriental. Aquellas ocupaban la campaña, y estas
la plaza. AlglUlOs vecinos respetables de ella, reanimados por el amor á
su libertad, creyeron candorosamente a las tropas portuguesas que les
ofrecieron entregarles la plaza. Su candor los llevó á un compmmiso que
les costó muy caro, cuando debieron aprovecharse diestramente de las
ventajas que les ofrecia una .d'ivision semejante. Entonces ocurrieron a
Buenos Aires por auxilios para una empresa tan mal calculada. Decian
que 11'8 necesitaban soldados, sino solamente dinero; y llegó á suponerse
que cincuenta, ó cien mil pesos bastaban para redimir á la provincia de
su esclavitud vergonzosa. ¿Quien se habria negado á tan pequeño sacri-
ficio, que debia asegurar un fin tan glorioso? Pero Buenos Aires conocio
el lazo que se habia armado al vecindario de :Nbntevideo, y en que se
queria enredar tambien a este gobierno. Si el se hubiera prestado sin dis-
cernimiento el resultado es muy fácil de calcularse: las tropas europeas
habrian satisfecho sus necesidades con nuestros dineros, se habrian bur-
lado justamente de nuestro candor, y habrian dejado al fin, como dejaron,
á los montevideanos en las hastas del Baron de la Laguna. un entonces
Buenos Aires hizo cuanto pudo en favor de aquel benémerito vecindario:

85
interpuso su mediacion y sus respetos para evitar que fueran sacrifica-
dos los que tan imprudentemente se habian comprometido.
El Nacional, Buenos Aires, junio 2 de 1825.

N9 10. - Banda Oriental/Descripción de la Pahia Vieja/

La' provincia Oriental del Río de la Plata condena por su localidad á


ser el blanco de la envidia de una nacion que le avecindó el acaso:
destinada por su posicion geográfica, y por los favores de la naturaleza
á ser una de las mas ricas y felices; y dispuesta por el carácter de sus
naturales, por sus habitudes y amor á la libertad' a dar motivos de admi-
racion, no será ciertamente la que contribuya con menos materiales á la
reunion que el historiador recoja para los anales de nuestra reV'::>lucion.

Valientes en la guerra, constantes en la fatiga, fuertes en la adversi-


dad, y capaces de los mas heroicos hechos para conquistar su indepen-
dencia, los orientales d'espues de cuatro años de sacrificios se hallaban
en 814 libres de sus antiguos opresores, yen aptitud de entrar al goce de
los derechos, cuya posesion era el objeto de sus afanes. ¿Por que fatalidad
este pueblo, digno por tantos títulos de los bienes de la libertad, vió ma-
logrados sus esfuerzos para conseguirlo? ¿Por que dejo entonces de or-
ganizarse bajo los auspicios de la paz en union de las demás provincias,
ó de otro modo; y dio lugar á que ese extrangero que hoy la ocupa se
gozase tantos años en el fruto de su usurpacion? ¿Por que? los pretestos
mismos con que el usurpador ha pretendido encubrir el escándalo res-
ponden á esta cuestiono La provincia Oriental habia dado su gran paso
hacia su felicidad: era libre; pero, es preciso decir toda la verdad para
no volver a engañarnos; no es bastante recobrar la libertad para ser feliz,
porque no puede serlo un pueblo que no sabe hacer, ó tolera que se
haga mal uso de ella. La escuda de la adversidad debe haber dado lec-
ciones muy saludables que formen la regla de conducta de los hombres
que hayan de aparecer en la nueva escena, y su acierto tal vez consiste
en no apartar los ojos de aquellos cuadros, cuya realidad puede recordar
objetos de dolor; porque las lecciones de la experiencia se pierden facil-
mente con los alhagos de la prosperidad. El Piloto que se propone in-
dicar los medios 'porque debe o::mducirse el pueblo oriental en la recon-
quista de sus derechos, dejaría su plan imperfecto si omitiese el recuerdo
de los med~::>s con que se inutilizan los esfuerzos del patriotismo, derra-
mándose en vano la sangre de los hombres; y los ejemplos para su doc-
hina serán tomados del pais mismo a cuyo bien se consagra.
Ciertamente; no hay un rio en la Banda Oriental que no haya lle-
vado en sus corrientes sangre de los defensores de su libertad, ni hay
cerro ó llanura que no haya sid.::> teñido de ella. ¡Que sacrificios pueden
hacer los hombres que los orientales hayan omitido por sacudir el yugo
de sus opresoresl No: ningun pueblo puede lisongeagearse de que el pa-
triotismo le haya inspirado un entusiasm::> mas sublime, pero todos sus

86
esfuerzos, todas sus virtudes fueron inocentemente consagradas á la am-
bicion de un caudillo incapaz hasta de saber aprovecharse del prestigio
de su fortuna para evitar que los mil cetros de la anarquia le disputasen
su dominio tiránico: estos triunfaron al fin, y la provincia Oriental quedó
bonada de la lista de los pueblos libres. No lo disimulemos. Las falanges
bárbaras de Atila que la historia nos refieren no hicieron mas estragos
sobre la." regiones que talaron, que los que hizo el furor anárquico, sobre
los pueblos orientales en los dos años que conieron desde la domina-
cion' de un, rey tirano á la de un rey usurpador.

Pero hay una verdad importante que es preciso recordar. La provin-


cia Oriental no estaba perdida aun cuando un caudillo inepto sin mas
sentimientos que el de la ambicion sin talentos para conducirse, sin re-
cursos ni genio para dirigirlos podia dirigir anarquicamente una porcion
de hombres sin otm sistema que el de la tolerancia de todos los excesos
en cambio del goce de un dominio absoluto. Esta extremada desviacion
de principios esta situacion violenta, y por lo mismo tan insubsistente
como era crítica, podria wnducir al cuerpo político hasta el último grado
del delirio; pero el delirio de la anarquía no es la muerte de la esclavitud.
Cuando en un pais la masa ha sido en su mayor parte agitada por las
convulsiones del desórden; cuanqo la mayor y la mejor porcion de un
pueblo ha sido atormentado con la anarquia; cuando sus agentes llega
el su vez a ser víctimas de sus mismos principios, entonces ella cone el
su término; porque los hombres no son indiferentes el las lecciones teni-
bIes, y ellos al fin adquieren elconvencimiento de que la libertad, el or-
den y la felicidad pública no pueden fundarse sino sobre la justicia y la
razono Ellos ven que sus derechos solo son respetados bajo la protec-
cion de la fuerza comun, y no al arbitrio de uno. ó de cien' caudillos.

La provincia Oriental no estaba perdida repetimos por mas que se


haya querido alguna vez persuadirlo: ella conia, es verdad, rapidamente
el su esclavitud cuando desprendida de hecho del todo á que habia per-
tenecido, y llevando ya por lo mismo el principio de consuscion, no ofre-
cia sino la imagen del caos: cuando sus puertos se hallaba desiertos
como el Océanos por falta de órden, de proteccion y de leyes: cuando
sus pueblos estaban abandonados por falta de seguridad individual: cuan-
do los campos destinados á la labranza estaban cubiertos de espinas, las
estancias yermas, los tribunales sin justicia, el erario desconocido hasta de
nombre. cuando el gefe de los Olientales edificaba el pueblo del Her-
videro con los brazos de los mejores propietark)s padres de familia:
cuando el tenor era la orden del día, y el capricho la única ley del
estado: cuando la poblacion estaba dividida en hombres armados sin ser
soldados, y en algunos vecinos resignados con todos los tormentos de la
anarquia/La provincia en fin tocaba á su ruina cuando D / . Jose Artigas
podia, o::m sacrilegia ironia, llamar patria á aquel desierto, a sus habitan-
tes ciudadanos y á sus principios libertad.

87
Tocaba á su ruina; si, pero no estaba perdida/Ella empezaba á dejar
de existir desde que su inexperiencia y sus errores pudieron hacerse en-
trar en la balanza del déspota causador de ellos, desde que sus desgracias
no pudieron inspirar ya el sentimiento de salvarla sino el de comparecerla;
y estaba perdida desde que la corte del Brasil pudo entrar á hacer tam-
bien el papel de compasiva y ocupar, impunemente un territorio cuya in-
dependencia no habia en los registros de la representacion nacional nin-
gun acto que acreditase su sanciono Esta usurpacion escandalosa está
acompañada de algunas circunstancias posteriores que no es á nosoh'os
sino á la historia á quien corresponde referir.

Entre los pOO:::JS orientales que se decidieron por la causa del usur-
pador en bs momentos de su incursion, creemos que hay algunos, Ó tal
vez la mayor parte, que lo hicieron de buena fe, persuadidos que no era
posible' ya regenerar su patria cuando su fortuna iba á caer en manos de
su rival. Ellos no conocian ciertamente el poder de un pueblo que está
en la aurora de su libertad. El tránsito que ellos decian' inevitables ya de
la anarquia á la esclavitud, puede experimentarse alguna vez y sin re-
medio en una república que haya pasado por todos los grados de felicidad,
á quien sus glorias hayan arrastrado á la con:upcion á la guerra civil
y la anarquía vayan al fin á fatigar en su decréptitud aniquilando en ella
el sentimiento ya débil de su libertad' y la independencia: un 'pueblo que
haya pasado por tales visicitudes, p:::Jdrá acaso como Roma, no hacer votos
por los buenos dias de su libe1iad y solo por los de una quietud indife-
rente. Pero los pueblos que no han tenido lugar aun de gozar aquellos bie-
nes no pierden asi sus sentimientos ni sus esperanzas de reo:::Jbrarlos.
Ellos hacen lo que los órientales estan haciendo conducidos por el in-
mortal Lavalleja y es de esperar que coronen sus heroicos hechos con el
sublin1e ejemplo de perdonar el exh'avio que la inexperiencia ha causado á
algunos de sus conciudadanos.
El Piloto, Buenos Aires, junio 8 de 1825.

N9 11. - Provincia Oriental. / Antecedentes de la dominación brasileña/

Prometimos' en nuestro número 21 que despues de dar la historia de


la escandalosa usurpacion que hizo de esta provincia el rey de Portugal,
y ha continuado su hijo Pedro 19 Emperador del Brasil, y de esponer
lo que la de Buenos Aires ha hecho en favor de su libe1iad en los cinco
años, que han precedido, daríamos nuestra opinion sobre lo que corres-
ponde que' haga hoy la nac~:::Jn con el mismo objeto. Ya es tiempo de co-
menzar á satisfacer el último de estos compromisos. Es el caso, que
realizada la atrevida empresa de los dignos hijos de Montevideo, que con-
tando con la fuerza de su patriotismo, y con el valor que les mspira
la horrorosa idea de la esclavitud de su patria, se arrojaron sobre sus
costas; han penetrado impunemente su vasto territorio: han logrado la
incorp:::Jracion de una division de compatriotas destinada por el Baron de

88
la Laguna á atacarlos, y han sorprendido enseguida otra de soldados
brasileros. Con el apoyo y cooperación de una gran parte de los habi-
tantes de aquel pais han engrosado progresivamente su número; de ma-
nera que una fuerza respetable domina las inmediaciones de Montevi-
deo, y tiene encerrados dentro de sus muros á sus cobardes poseedores:
otra sitia la Colonia del Sacramento, y algunos otros destacamen-
ú:::>s ocupan varios puntos de la campaña. En toda ella no se encuentra
sino una división enemiga que se dice estar estaciona·da sobre las már-
genes del Uruguay. Estos hechos sobre que parece estar conforme
la opinión pública, aunque ellos no sean conocidos por conductos ofi-
ciales, ni revestidos de todo el carácter que era de desear. De consi-
guiente sin ocuparnos por ahora del número determinad:::> de hombres
á que pueda montar la fuerza efectiva de los patriotas, puede decirse
en resumen, que la Banda Oriental esta en insurrección, y que las tro-
pas brasileras, con excepción de las del comandante Barreta se encuen-
tran encerradas en los puntos que guarnecen.

De entre estos antecedentes salta luego la siguiente cuestión que


tiene en inquetud la espectación pública ¿cuál debe ser en tal caso la
conducta del gobierno nacional? ¿Deberá desde este momento tomar
parte en la contienda, y convertir en una guerra nacional la que por
ahora no tiene mas caracter que el de una empresa particular? ¿O
deben esperarse nuevas circunstancias que lo autoricen á obrar: que
pongan en accion los derechos y las obligaciones de las provincias que
preside, y cubran su honor, y responsabilidad? Esta es sin duda una
de tantas y tan graves dificultades que se ofrecen con motivo de tan
extraordinarios sucesos; pero ella es la primera y la mas inmediata. Nos-
otros no trepidamos en declararnos por el segundo estremo: es decir,
wmos de opinion de que por ahora y mientras no sobrevengan las cir-
cunstancias que indicaremos, el gobierno nacional no puede tomar par-
te en las hostilidades que están iniciadas en la Banda Oriental.

Verdad es que ella es una parte integrante de nuestro telTitorio y


que tiene derechos incontestables á nuestros socorros. Esto indica sin
auda una obligacbn primordial de parte del resto de la nacion; pero
es menester ademas que ella se encuentre espedita para llenarla. Tam-
bien es verdad que el Brasil no tubo ni ha adquirido titulo alguno para
rtenerla: que lejos de eso nuestras reclamac;,iones y su obstinacion han
puesto mas en claro la injusticia de su usurpacion, á pesar de la ma-
lignidad con que algunos escritores han querido suponer existentes tra-
tados con aquella corte á este respecto, y de 10 que se dedujo en el
mismo sentido en una sesion memorable del congreso con un espiritu
que no nos es dado clasificar, pero respecto del que no podemos escu-
sarnas de decir que no fue asistido de la buena fé tan necesaria en
semejante lugar; pues que al génio mas limitado no puede escaparse
la reflexion, ,de que si el gabinete del Brasil hubiese contado con un
documento tal, no hubiese dejado de prevaleerse de él en la resolu-

89
cion final dada á nuestro enviado, (publicada en el Registro Oficial y
reimpresa en nuestro número 23) en lugar de los frívolos y espaciosos
fundamentos que alli se deducen; pero todo estq no prueba sino que
no hay el menor l::>bstáculo, compromiso, consi,oeracion ni respeto este-
riar que nos trabe y embaraze.

Es otro el sentido en que hemos indicado nuestra Opll1lOn: hemos


hablado con respecto á nosotros mismos: á lo que somos en el momen-
to: á lo que nos debemos recíprocamente: y al sistéma que hemos adop-
tado últimamente para expedimos tanto en nuestros derechos mmo en
nuesh'as obligaciones. Expliquemos con mas claridad.

Al volver nuestras provincias del estado de aislamiento en que han


permanecido por algunos años se han pronunciad:::> de nuevo por un ac-
to libre y expontáneo concmriendo todas ellas con sus diputados á la
instalacion de un congreso general: han jurado su obediencia á las de-
liberaciones de esta augusta corporacion en los términos prevenidos por
una ley fundamental, y se han sometido al poder ejecutivo nacil::>nal en-
cargado de la defensa del estado y de la dirección de sus negocios ge-
nerales. Es en virtud de estos actos solemnes que la autOli,oad ejecu-
tiva al mismo tiempo que ha recibido esa investidura Se ha hecho res-
ponsable por su parte de la segmidad, integridad, y defensa del pais,
y ha entrado por consiguiente en el deber de emplear a ese efecto to-
dos los medios que le ha consignado, y pueda extenderle la ley. El
Puebh Oriental pues desde el momento que se halla expedito para de-
liberar debe uniformarse con la conducta de las demas provincias de
reproducir sus votos y reconocer sus respectivas obligaciones: entrar de
nuevo por las mismas vías que las demas en la asociación general. No
dudamos que asi lo hará: pero estos actos son de forma, y deben lle-
narse del modo mas sdemne y mas completo, desde que no hay un
motivo poderoso) ó invencible para retardarlos. Verificado esto resul-
tará que aquella provincia no solo pertenezca a la union por sus antI-
guos vínculos, sino por una deliberacion proxima espontánea y deci-
dida: que sus obligaciones asi como sus derechos sean ,de nuevo re-
gistrados en el código nacional, y su obediencia consagrada con la mis-
ma extension que la de todas ellas, salvo el derecho á su régimen in-
terim, mientras no se halla dado la constitucion del estado.

Resultará igualmente un comprobante incontestable de que los je-


fes que presiden tan heroica empresa estan penetrados de estas ideas,
y dispuestos á seguir la ruta que les señalan sus deberes sociales mar-
chando á la salvacion de su patria, amparados de la autoridad y en
solo el espíritu de la ley. El gobierno general sentiría solo el pem de
su obligacion en mden á auxiliar la empresa con todos los recmsos que
estén á su alcance; pero no solo de auxiliarla si n::> de dirigirla: si, de
dirigirla; é importa q eunos peneh'emos bien de esta idea. Si el eje-
cutivo á consecuencia de la deliberacion del congreso á quien corres-

90
ponde resolver sobre la guerra, hubiere de tomar parte en la de la
Banda Oriental ,disponiendo a éste efecto de los fondos nacionales, y
de la fuerza armada que bajo el' mismo caracter sea disponible, es cla-
ro que ponia en ejercicio la autoridad suprema, que se le ha confia-
do, y se hacia responsable de todos los resultados, tanto en la inver-
sion de estos fondos, como de las operaciones y conducta ,del ejército.
La nacion reclama de él su actividad, su zelo, sus planes, sus socorros,
en fin, la salvacion del pais. El reconoce estos deberes en virtud de
que componen las atenciones mas sagradas de su cargo, y de que debe
considerarse en aptitud de desempeñarlos, puesto que o::mserva en sus
manos la autoridad. Es indispensable pues que penda de él esclusi-
vamente la direccion de la guerra, y que á los jefes quede la gloria
de seguirla y segundarla: ¡y que digna seria de los que actualmente
comandan la fuerza en el territorio oriental, que digna sería de ellos
una declaracion anticipada de sus sentimientos personales á este res-
pecto! Se nos presentarían entonces como unos verdaderos libertado-
res de su patria, empeñados en dar á su empresa la posible respetabili-
dad, en hacerla conciliable con el orden establecido en las demás pro-
vincias, y lo que es mas aun satisfactorio desprendida de toda preten-
sion exagerada. ¡Quien no vería entonces que no se habían malogra-
do las ekJcuentes lecciones que nos han dejado esperiencias tan amar-
gas! ¡Y cuanta sería la satisfaccion del pueblo oriental al verse dirigido
por la autOlidad nacional, bajo la influencia de su poder, y al abrigo
de su proteccion! ¡Que grados de entusiasmo no se aumentarían en
favor de la causa que defiende, y de amor y respet::J á los jefes que
actualmente le presiden! El crédito solo de la elevada autoridad de
donde emanarian las disposiciones militares, y todo lo relativo á la gue-
rra bastaria para decidirle á los mayores sacrificios en la esperanza de
recobrar su independencia sin dejar en peligo su libreta:d, y demas bie-
nes wciales. A lo menos esta presuncion sería natural, y sus efectos
serían consiguientes. El pueblo oriental no puede menos que desear
garantias á este respecto, particularmente la clase ilustrada y propie-
taria, y debemos creer que los que le conducen á tan alta gloria esta-
rán dispuestos á darse las. Si 10 estamos, y lo veremos quizá muy en
breve. Entonces al congreso nacional incumbe tomar una resolución de-
cisiva, y debemos esperar que si los antecedentes corresponden, será
de acuerdo con los principios y sentimientos que con motivo de este
mismo asunto han desplegado ya sus honorables miembros.
Aun que nos hemos empeñados en deducir razones propias para
ilustrar la opinion que hemos pronunciado sobre la cuestion propues-
ta, no estará de mas indicar, que ella se a¡:oya en el espíritu de la ley
del congreso, que hemos insertado en nuestro NQ 21. El congreso par-
tiendo de las consideraciones que se ,dedujeron en la discusion sobre
las actuales circunstancias de la Banda Oriental, con conocimiento de
su caracter, y al alcance de las o::msecuencias que podian sobrevenir,
ordenó la pronta organizacion de una fuerza: autorizó al gobierno de

91
Buenos Aires encargado provisoriamente del poder ejecutivo nacional
para proveer á la ,defensa y seguridad del estado, y la recomendó par-
ticulannente que reforzase la línea del Uruguay. Nada se ordenó en
esta ley que directamente afectase al estado de insurreccion de la Ban-
da Oriental. No habiendo podido ser indiferentes los representantes
de la nacion á un suceso tal, Se hace presumible que quisieron esperar
los antecedentes que llevamos indicados, y todos los conocimientos ne-
cesarios para deliberar sobre las medidas ulteriores que conviniese qui-
zá adoptar. Quiere decir esto, que el gobierno nacional nada puede
avanzar por si solo en la materia, y nosotros añadimos que nada podría
hacerse legal, y utilmente, si no preceden las circunstancias que lleva-
mos indicadas. Cuando ellas se hayan realizado, y se encuentre el con-
greso en estado de resolver, volveremos quizas al examend'e la ma-
teria, que acabamos de esplanar bajo ~l único punto de vista que co-
rresp:mde á las presentes.
El Nacional. Buenos Aires. junio 9 de 1825.

N9 12. - Banda Oriental. / Artículo donde se propicia el auxilio a los


orientales. /
Libre la Banda Oriental el año 17 del yugo Portugues; enttegada
á si sola, aunque en el medio de la anarquía, conservaba su indepen-
dencia. Un ejército llegó á su frontera, y á ocupar alguno de sus pue-
blos, y á la reclamacion del Directorio, contestó su Gefe, que solo ve-
nia á precaver que comunicase el incendio que abrazaba }a Banda
Oriental, al territorio portugues. Satisfecho el Directorio con esta res-
puesta, ó impotente para rechazar los Portugueses, abandono la suerte
de los Orientales á sus solos esfuerzos; y débiles estos contra una na-
cion llena de recursos, constituida, y sagaz al mismo tiempo, la Banda
Oliental toda fue ocupada por el ejército Portugues. Hasta entonces,
la ocupacion parecia precautoria, y la esperanza alimentaba á todos, de
que organizado el Estado del Río de la Plata, seria libre aquel terri-
torio. Sin embargo, la Corte lusitana atrevida y ambiciosa, quiso lle-
nar sus antiguas pretensiones; y en medio de nuestros disturbios con-
vocó al congreso Cisplatino, en medio de sus bayonetas, y en el pais
que habia cubierto de desolacion. En el se proclamó la incorporacion
á la corona, y con tanta libertad como se entrega la bolsa á un ladran
que poniendo el puñal al pecho la pide con una voz amenazadora. Pe-
ro olvidemos esta coacckm.

El Brasil separado de su Metropoli disolvió el pacto de los pue-


blos que unidos formaban la corona; todos creian que su emancipa-
cion era el título para los Orientales de disolver tambien los lazos que
los ligaban á una corte que chocaba con sus costumbres, que era di-
ferente de ellos hasta en el idioma, y de que la separaban envejecidas
rivalidades, é intereses en oposicion. Pero se elevó en el Brasil, por

92
desgracia, un Emperador, que era hijo del rey de Portugal, enlazádo
con la casa de Austria, ligado á los déspota de Europa. La independen-
fue efímera dió lugar á la subyugacion, y la Banda Oriental fué de-
clarada parte de ese imperio, sin su directa decision. Entonces se eri-
gió entre Portugueses americanos y europeos; y los Orientales en me-
dio de ella se proclamaron independientes de unos y otros. Sin re-
cursos para sostenerse, sin auxilios del pueblo que los alhagó, sin que
Buenos Aires se decidiese como debió, ellos sufrieron la ley ,del mas
fuerte, la voluntad del Baron, jamás, entretanto, se decidieron por el
emperador, jamás juraron obedecerle-fueron farsas, fue á la fuerza si
algunos asistieron á eóos actos á que llamaba el interes particular ó el
temor. Tanto mas, cuanto esperandose al mismo tiempo el éxito de la
negociacion al Brasil, nadie creyó que á ser disfavorable su éxito, Bue-
nos Aires no declarase la guerra á los usurpa,dores. Sin embargo, todo
cedió á las circunstancias, y los orientales abandonando su patria se
acogieron á las provincias de la Union. Todo lo esperahan del Congre-
so, que entre otros objetos fue convocado para decidir sobre la suer-
te de la provincia, vista la irracionalida,d del Emperador: nada habia
resultado de la interposición de amigos poderosos; y desesperados de su
perigrinacion, persuadidos que cada dia de inaccion es un eslabon do-
blemente fuerte para sostener la opresion; viendo que el congreso nada
habia hecho, que apuraban las circunstancias y que les sobraba valor,
una porClOn de Orientales se deciden á pasar para dar direccion al sen-
tin1iento unánime de tod:>s sus compatriotas; llegan felizmente por en-
tre los peligros mas horrorosos: reunen una gran porcion de vecinos,
destruyen los pocos enemigos que se les oponen, reciben auxilios de
particulares, protegen las propiedades y las personas, se hacen de fuer-
zas brasileras, y se difunden la insurreccion o::Jmo la electricidad, en
un momento, en todas las personas que están unidas por las habitudes
y el idioma. Un ejército aparece dueño de toda la campaña y compues-
to de mas de dos mil hombres, y un ejército cuyos Gefes Se dirigen al
gobierno de la nacion, y procuran la eleccion de diputados que nom-
bren representantes al Congreso, y les den un gobierno provisorio.

En estas circunstancias, sin mas recursos, que su patriotismo, sin


mas esperanza que su valor, sin mas credito que su decision por el
orden, ellos se halllan amenazados por un estado doblemente empe-
ñado en subyugarlos. cuanto mas allá de la Banda Oriental se extien-
den sus aspiraciones. Su suerte está expuesta, porque están expuestós
á no tener oro, á verse sin lo necesario, y á tolerar por consiguiente el
desorden, que es el arma mas ponzoñosa que puede jugarse en
contra de estos valientes patriotas: su suerte está expuesta, porque
no tienen un punto seguro de apoyo, y porque sin declararse el pue-
blo de Buenos Aires, se desaniman muchos, creen que los libertadores
son una montonera, y que aun no ha llegado el día de salir de la opre-
sion. ¿Y será esto posible? ¿A cuando se espera? A que momento don-

93
de se muestren mas á una la justicia y la fuerza en accion? No hay que
repetir 10 que hemos dicho tantas veces, y 10 que dicen todos. "Si hoy
no se auxilia la Banda Oriental, no será ella esclava tal vez pero su ri-
validad con Buenos Aires, será la llama de la discordia, llama asola-
dora que consumirá las libertades, la independencia y el óNlen". Ciu-
dadanos gobernantes, apagadla ahora. Este es el momento precioso en
que con pocos sacrificios, y tal vez, o::m ventaja del tesoro público, po-
deis auxílíar á los orientales con lo que mas necesitan, con 10 que les
es mas difícil conseguir con el oro. Va á darse réditos el empréstito.
La Banda Oriental es la hipoteca mas preciosa -dad' de él para ella
cuanto se exija- esto basta mientras la línea del Uruguay se forma;
sin esto los precipitais al desórden, y nacíendo este, nada querreis ha-
cer, porque la anarqtúa os contendrá en los limites que teneis ahora.
O pensais libertar algun dia la Banda Oriental ó no: lo segundo no
podeis decirlo sin ser dignos mas de un cadalso que de execracíon: si
lo primero, ó habeis de triunfar ó de perecer. Esta es la decision de
las repúblicas, por consiguiente el triunfo os asegura el cobro del ca-
pital prestado, la ruina os ahorra su cobro. Sobre todo, ¿no va á darse
á réditos el empréstito entre particulares? Pues dése para la pmvíncia
oriental por medio ,de las personas que hoy tenga en comisiono Y si
se teme todavia una declaracíon que debio arrancaros no solo la jus-
ticía y el desaire que sufrimos, sino las circunstancias que se ofrecen
hoy, dése el dinero por firmas particulares, que sobrarán al gobierno
modos de evadir fraudes, y cualquiera reclamacion. Si esto no se hace
al menos, el gobieno es responsable del mal exito de los orientales, de
su anarquía, de su ódio á esta provincía; y lo serán los Representantes,
si pidiendo el gobierno no le dan todas las facultades para salvar nues-
tro honor, y la independencia de la nacíon.
El Argentino. Buenos Aires. junio 11 de 1825.

N9 13. - Banda Oriental. Extracto de una Carta de Montevideo, traÍ-


da por el paquete Pepa que salió el 15 de Montevideo.
"Ha llegado del Rio Janeiro al Almirante Lobo, el Teniente Ge-
neral Gasello, y una Junta para el juicío de los que se hallan presos
en esta plaza, junto con mil á 1200 hombres y 70.000 pesos. De 400 á
500 hombres de caballería, 2 fragatas, y 1 corbeta, se están aguardan-
do diariamente".

"Se dice que L:Jbo pasa inmediatamente á Buenos Aires en la Ma-


ría da Gloria, con pliegos para el gobierno; que Barreto, Venus, y
Abréu vienen para esta plaza habiéndose reunido con 2800 hombres,
La ley militar se ba proclamado".

Por supuesto, la reunion de Ventus, Abréu y Barreto hasta ahora


de una fanfurríñada solamente: porque solo lo saben en Montevideo,

94
donde son dueños de imaginar é incharse cuanto quieran los brasile-
ros. Deben ellos sin embargo empeñarse en que suceda, y hacer para
ello como para sostener la Banda Oriental cuanto esté en sus esfuer-
zos. _Por consiguiente partiendo nosotros de dos proporciones demostra-
das hasta la evidencia, á saber: primero, que tenemos reconocida y he-
mos declarado, por una embajada solemne, que la Banda Oriental es
parte integrante de la nacion Argentina: segundo, que dada la insurrec-
cion de los orientales, ni se les debe abandonar, ni puede retardarse el
m()mento de recuperar el territorio usurpado por los brasileros: diremos
lo qü~ hace poco se nos ocurrió en sueños, y que por ahora es el últi-
mo argumento en favor de la Banda Oriental y su independencia. Lo
que ,sigue es: soñamos hallarnos en unas conclusiones en que defen-
diendo la existencia de Dios sosteniamos la providencia, la omnipoten-
cia y sus infinitos atributos: que se nos habia hecho, para probarnos
que ó Dios no era omnipotente, ó su pmvidencia no era como sostenia-
mas, el argumento que sigue. "Suponiendo que muchos hombres, se
han de condenar: ¿ó Dios no puede y quiere, ó no quiere y puede sal-
var á todos los hombres? cualquiera de las dos cosas lo destruye: lue-
go no existe Dios". Al momento cambió la escena, y nos encontramos
con un vulgo inmenso que repetía: ese argumento tiene una aplicacion
mejor; porque ó el gobierno de Buenos Aires, ó el de la nacion, quie-
re y no puede conseguir la libertad de la Banda Oriental, ó no quiere
y puede: si lo primero, todas las ventajas que dice haber alcanzado
en cinco años son quimeras, son ilusiones. Si lo segundo, es un traidor:
luego el gobiem:l de Buenos Aires, si no auxilia pronto á los orienta-
les es un traidor, ó un falso alucinador y engañoso. Se espera la solu-
cion.
El Argentino, Buenos Aires. junio 18 de 1825.

N9 14. - Provincias del Río de la Plata.. /Noticias militares/

La Comisión de la Provincia Oriental en esta ciudad, acaba de re-


cibir por un conducto seguro, la siguiente interesante noticia.

L.a principal parte ó toda la columna del general imperial Abreu


pasó el Rio Negro en el Rincon de Vera, destacó para lo interior una
fuerza como de 300 hombres de sus mejores soldados, con el ':lbjeto,
según" Se presume, de practicar un reconocimiento y hacerse de caba-
llos al mismo tiempo.

Este destacamento penetró hasta el Perdido, y en las inmediacio-


nes (le la hacienda de Juan de Flores fue atacado vigorosamente por
una fuerza igual de nuestros bravos, al mando del comandante Ma-
chuca. Los imperiales no pudieron disputar mucho tiempo la victoria,
y así es que fueron deshechos tan completamente que solo 27 hom-

95
bres, después de algunos días de la acción, se han podido reunir á la
columna principal.

Por nuestm parte ha habido un pequeño número de muertos y


heridos, y entre los primeros nuestro comandante Machuca.

El gefe de los imperiales que ha sido batido, es seguramente ó


el brigadier Barreta, ó el coronel Bentos Manuel.
El Argos de Buenos Aires, Buenos Aires, junio 20 de. 1825.

NQ 15. - Guerra Nacional. - ¡Editorial sobre la urgencia de parti-


cipar en la contienda de la Banda Oriental. /
El Piloto ha dicho en su número anterior, que la guerra no debe
en ningun caSo declararse inconsideradamente; que antes es preciso me-
ditar los recursos y calcular sus consecuencias. El añade ahora que
toda guerra es funesta, y á mas de funesta es indigna cuando lleva el
caracter de agresion, y se hace con desprecio de las leyes del que la
ejecuta, y de los pactos y derechos que haya reconocido en el pueblo
que "va á invadir. Una guerra movida por tan innoble impulso merece
la execracion de todos los hombres, y el que la ao::mseja es digno de
suüir todo el peso de sus maldicione,~. Pero las provincias del Río de
la Plata cuya decision por la guerra contra un usurpador es el objeto
de estas o:msideraciones, están en bien diferente caso: el impulso á que
son incitadas es el mas digno de cuantos pueden armar á un pueblo
por m~s pacificas que sean sus sentimientos; y el Piloto se propone
probarlo; no por medio de las frases exageradas del entusiasmo, por-
que esta pasbn ni debe ser escuchada por los legisladores de un pue-
blo libre, ni puede acusarse hoy á un escritor, despues que la provoca-
cion y los insultos del enemigo conb:a quien se dirije datan ya nueve
años de impunidad por una parte; de paciencia y de sufrimientos por
la otra. El quiere probar razonablemente que desde que las Provincias
se hallan reunidas en C::mgreso formando en el hecho una nacían, y
el Emperador del Brasil continúa ocupando la Provincia Oriental están
comprometidas por su propia seguridad, por su honor y por su digni-
dad misma á hacerle la guerm si rehusare verificar su evacuacion.

No se trata ahora de contraemos precisamente á la reintegracion


de la Banda Oriental; por que tambien es evidente que las miras am-
biciosas del Emperador del Brasil no terminan en los limites de aquella
provincia. Su codicia está en razon de su carácter, de las invetemct'as pre-
tensiones de sus mayores, y del orgullo y la rivalidad de la nacían que
gobiem"a, y sus '::>peraciones serán en razon de los progresos que la im-
punidad de los atentados le permita y la ocasion de los pretestos le fa-

!:J6
cilite; porque es necesario decir toda la verdad hoy para no llorar ma-
ñana sobre los tristes efectos del candor ó la imprudencia. Se sabe por
mas de un motivo, que las aspiraciones de la cOlte del Brasil se extien-
den aun mas allá del que los criticadores de su ambician generalmen-
te han señalado. Pero vamos á seguirlo por los hechos mas de cerca.

Resuelto el Emperador á no h"ansigir con la justicia de las preten-


siones del Gobierno de Buenos Aires en el año 23, ha despreciado toda
reclamacion respecto á la Provincia Oriental, y lejos de manifestar la
menor consideracion á la prudencia con que se conducia el gobierno de
un pueblo libre, magnánimo y altamente ofendido, entonces mismo era
cuando daba órdenes á su Proconsul en la Banda Oriental para que por
medio de tilla nueva burla semejante á la del año 21, se acabase de se-
llar la ignominia de aquellos pueblos haciéndolos parecer como supli-
cantes de la merced de ser vasallos: enb:::mces era cuando muy distante
de pensar en restituir jamas aquella provincia hacia ostentacion del es-
cándalo, y tenia la imprudencia de hacer ver á los ojos de la Europa
asombrada de nuestra nulidad ó nuestra miseria que su medida estaba
justificada en la incapacidad misma de la organizacion de la República.
Pero cual pueda ser su indiferencia por los agravios que sin cesar
ha hecho á estos pueblos desde su aparickm en el trono; cuan poco sea
su temor de la justa venganza que ha provocado, puede juzgarse por
nuevo atentado que acaba de cometer sobre las provincias de mojos y
chiquitos, y esta audacia encubierta tambien con ün pretesto tan inicuo
como el de la ocupacion de la Banda Oriental, aunque sin consecuencia
por la temeridad del hecho y la inexactitud del cálculo, prueba al me-
nos cúales son las intensiones que 10 animan, y de cuanto es capaz de
emprender aquel déspota si, com::l pretende, consigue uniformar al yugo
todos los pueblos del Brasil.
La provincia Oriental conmovida hoy por el heroismo de los que
se han propuesto romper sus cadenas ó morir al pie de ellas, va á pro-
ducir indudablemente consecuencias que desde ahora conviene calcular:
porque ó ellos se coronan de gloria arrojando de su territorio al agre-
sor, Ó sucun1ben en la empresa forque este refuerce las divisiones de la
campaña con tropas de caballería: en este caso el refugio de los venci-
Has es natural y no es dudoso; y ved ahí al enemigo á pretesto de la
persecucion ,derramarse por todos los pueb1.:)s y los campos del Enh"e
Ríos, apoderarse y guarnecer hoy todos los puntos, sofocar mañana el
clamor de los naturales, y elaborar pasado un o:)ngreso con elementos
semejantes á aquel con que en el año 21 pretendieron consagrar en la
provincia Oriental su inicua usurpacion.
No es esta una paradoxa: el hecho es, que el Emperador del Bra-
sil con la sola noticia del movimienb:) pah"iótico de la call1paña ürien-

97
tal ha convertido á su refuerzo la atencion y los recursos que destinaha
á la tranquilizacion de las provincias del N. del imperio: ha cubierto
de buques de gUf,rra el Río de la Plata, ha anunciado la' remesa de otros
y de mayores refuerzos terrestres, ha dado órdenes terminantes al ge-
neral Lecor para que no omita cuantas medidas pueda sugerirle toda
la actividad del despotismo á fin de sofocar el fuego renaciente de la
libertad. ¿Hubieran tomado acaso medidas mas activas para encade-
narnos los hijos ·de los aventureros del siglo 16? Pero si ellas son in-
dudables no lo es menos el que desde el momento que el Emperador
hubiere reunido en aquella provincia cinco ó seis mil hombres con las
miras extensibles de pacificarla, es bien consiguiente que nos hará la
guerra bajo pretexto de haber armado clandestinamente la insurreccion
de aquel pais.
Despues de unas medidas tales como en la actualidad ha desplega-
do sin respeto ni á nuestra nueva actitud nacional, ni al caracter gue-
rrero de estas provincias ni á los triunfos de la libertad en el Perú, sería
un delirio pensar que ellas no condujesen al obieto de la guerra indi-
cada; y no considerarlas como un aviso demasiado elocuente para todos
los pueblos del Río de la Plata de que es llegado el caso ya inevitable
de tomar las armas para su propia seguridad y defensa.

Si tantas violencias, si tales desprecios de los derechos de los pue-


blos, y las amenazas insolentes que ostenta el usurpador de tratarnos de
igual modo en el porvenir no fueren bastantes á la resolucion de vengar
nuestra dignidad. .,rque concepto fi:::>rmarian de nosotros las naciones de
Europa á vista de la indiferencia con que contemplasemos, ya la suerte
de la provincia Oriental, y ya nuestra propia seguridad y nuestro honor?

Ello, no hay disculpa: cuando las provincias estaban independien-


y disueltos todos los vínculos es problemático si debieron ó no socorrer
al pueblo Oriental, por las obligaciones que habian deiadó los lazos de
la antigua union, y por los sentimientos, siempre imtJrescindibles de una
fraternidad social. Si este comtJromiso glorioso les era ó no tJosibles,
podrá ser cuestion; pero el tiempo ha decretado que su resolucion que'-
de consignada al siglo venidero, y el Piloto cree ingenuamente que no
hubo posibilidad.

Mas hoy que las provincias están reunidas en Congreso; hoy que
los pueblos gozan el primero de todos los bienes, que es el de la paz
interior, y se hallan en plena posesion de la independencia, sin recelo
de que ella pueda ser amenazada por sus antiguos opresores; hay que
ninguna otra urgencia reclama interiormente su atencion y sacrificios si-
no la de organizarse tranquila y sabiamente bajo los auspicios de ex-
El Piloto, Buenos Aires, junio 30 de 1825.

98
TI. Artículos relacionados a la campaña militar, y estructuración admi-
rustrativa de la Banda Oriental, editados e,u los meses de julio, agos-
to y setiembre de 1825.

NQ 16. - Provincias del Río de la Plata, Banda OrintaI. /Nota del Go-
bierno Provisorio al Congreso Constituyente/ .
Soberano Congreso Constituyente. Cuando el gobierno de la Pro-
vincia Oriental, en las difíciles circunstancias en que se halla, mira reu-
nida la representacion nacional en el Soberano Congreso Constituyente,
considera que ha encontrado ya cuanto puede llenar los votos de los
orientales, y que al fin esta provincia vá á colocarse en el lugar á que
la han hecho acreedora sus mismas desgracias y sacrificios por la liber-
tad. El gobierno provisorio empieza á manifestar su respeto al Sobera-
no Congreso, presentando á su alta consideracion la acta del día en que
fue instalaa.:>. Este documento, que comprende una memoria presenta-
da al gobierno por el comandante en gefe del ejército, suministrará al s.:>-
berano Congreso todos los conocimientos relativos al estado de la pro-
vincia hasta aquella ép:>ca.

El gobierno provisorio en los momentos de su instalacion se ha fi-


jado con preferencia en dar á la provincia las mismas formas que tie-
nen las demás de la union; y asi es que se ha apresurado á convocar
su representacion pmvincial, para que de este cuerpo tan Tegítimo tenga
la provincia su gobierno y sus instituciones. Ella considera logrado el
objeto de sus deseos, porque mas que con sus recursos, cuenta con la
poderosa y respetable influencia de la representacion nacional, á quien
muy pronto se reuniran sus diputados. Los orientales todo lo esperan
del Soberano Congreso, y á sentir del gobierno lo esperan con justicia,
teniendo presente los compromisos públicos de este cuerpo.

El gobierno provisorio cree que ha llenado con el expediente m-


dicado sus primeras obligaciones y que se perfecciona tributando á vues-
tra soberanía su homenaje, respeto y obediencia. Florida, 21 de junio
de 1825. Señor Manuel Calleros. Manuel Duran. Loreto de Gomenso-
ro. Francisco Joaquin Muñoz. Juan José Vazquez. Francisco Araucho:
seCretario.
Al Soberano Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
- Es copia. Araucho.

Circular á los Cabildos de los Departamentos de la Provincia Oriental.


El gobierno provisorio, penetrado de la extensión de sus árduos de-
beres ha estimado por uno de los mas esenciales, proceder inmediata-

99
mente á la o::mvocatoria de la Sala de Representantes de la Florida. Cuan-
do los .(i'ignos hijos de la patlia han lanzado con heroismo el noble gli-
to de libertad, y empuñado las armas para recuperarla á toda costa, la
suerte de los pueblos y su política existencia, debe librarse á los órga-
nos legítimos de su voluntad. Hasta aquí, tiranos y ambiciosos dispusie-
ron de ella al impulso y capricho de sus pasiones é intereses. Es llegado
el día de escucharse los magestuosos é imponentes votos de los seres que
han roto sus cadenas, adjurando por siempre la ridícula obra de las o:::Jm-
binaciones y tenebrosos planes de sus mandatarios. La Provincia Olien-
tal desde su origen ha pertenecido al territorio de las que componían el
virreinato de Buenos Ayres, y por consiguiente fué y debe ser una .(i'e
las de la union argentina, representadas en su Coogreso General ConstitU-
yente. Nuestras instituciones, pues, deben modelarse por las que hoy ha-
cen el engrandecimiento y prosperidad de los pueblos hermanos. Em-
pezemos por plantear la sala de nuestros representantes, y este gran paso
nos llevará á otros de igual importancia á la organización política del país,
y á los progresos de la guerra. A la penetración del ilustre cabildo y ciu-
dadanos de ese departamento tan lejos de ocultarse estas verdades, sa-
be el gobierno provisorio, y sabe el mundo, que ellas están gravadas
en lo íntimo de la conciencia pública, y que su ejecución formará el de-
seo mas ardiente y universal de todos los buenos. Por 10 tanto el go-
bierno ha dedicado á ella su primera atencion, y espera que secundado
p:::Jr V. S. en tan honroso esmero, se verifique ; la brevedad mas posi-
ble el nombramiento de la representacion provincial con arreglo á las
instrucciones que se acompañan al efecto.

Dios guarde á V. S. muchos años. Florida, 17 de Junio de 1825,


Manuel Calleros. ~vIanuel Duran. Francisco Joaquín Muñoz, Juan José
Vázquez. Loreto de Gomensoro, Francisco Araucho. Secretalio. -- Es
copia. Francisco Araucho, secretario.
El Argos de Buenos Aires. Buenos Aires, julio 6 de 1825.

N9 17. - Banda Oriental. /Noticia de la creación de la Junta Guber-


nativa Provi9:::Jria. Informes de las tropas orientales y del ejército im-
perial./

Las noticias de aquella provincia que alcanzan el 25 prox1mo pasa-


do nos instruyen de haberse instalado en la campaña una jlL'1ta goberna-
tiva provisoria, compuesta de lln diputado de cada departamento, cu-
yo primer paso ha sido el de convocar la representacion provincial pa-
ra que en uso de sus facultades nombre un gobierno efectivo, y dipu-
tados al Congreso nacional. La reunion de los representantes deberia
verificarse el día 10 ,del corriente. Entretanto la junta ¡g:::Jbernativa ha
dado provisoriamente á D. Juan Antonio Lavalleja el grado de Briga-

100
dier, con el cargo de comandante en gefe de las divisiones orientales; y
el de inspector general de armas al de la misma clase D. Fructuoso
Rivera.
La junta estableció su residencia en la villa. de la Florida, 20 leguas
enviado á esta capital dos diputados en su seno (1) con el objeto de po-
nerse á las órdenes del poder ejecutivo nacional, rogándole que en con-
distante de Montevideo en las márgenes de Santa Lucía chica, y ha
secuencia regularize la guerra, y dé á las operaciones de aquella provin-
cia el carácter o::>rrespondiente.
Los individuos que forman dicha junta gobemativa son D. Manuel
Calleros, presidente. D. Francisco :~vluñoz, D. Loreto Gomenzoro, D.
Manuel Duran, D. Juan J. Vazquez y D. Gabriel Pereyra, vocales: Dr.
D. José Revuelto, secretario, y suponen'.os que tambien vocal.

Las fuerzas orientales constan en la actualidad de los cuerpos de


caballeria siguientes. 1.000 hombres en la FIOlida bajo las inmediatas
órdenes del comandante en gefe Lavalleja; 1.300 en el paso del Duraz-
n9 del Yi á las órdenes de Rivera; 300 en el bloqueo de Montevideo al
cargo de D. Manuel Oribe; 250 en la de la Colonia al de D. Leonar-
do Olivera; 100 en Cebollati al mando de D. Pablo Perez, y 100 en el
Cerro Largo al de D. Ignacio Oribe; que hacen un total de 3.050 honl-
bres.

.i1 h'aidor portugues Quiros que abandonó la causa de POltugal por


seguir la del Brasil 822, y que dejó despues la del Brasil por seguir la
de la patria, acaba de desertar esta para volverse á las banderas del
usurpador; parece que de resultas .oel susto que le entró al leer una
carta del General Lecor en que le aseguraba que Abreu venia con 4.000
Feras á caballo, y él habia recibido en Montevideo otras 4.000 ferasapé,
con las cuales iba á limpiar la campaña de rapaces: que en tal virtud ó
se volviese á la Colonia, ó rezase ya es credo como dándose por muer-
to: Quiros como buen portugues tomou medo e foise en bora.

El total de la fuerza portuguesa en la provincia asciende a 4.200


hombres, cuyo detalle se ,dará en el número próximo.
El Piloto. Buenos Aires. julio 7 de 1825.

N9 18. - Provincias del Río de la Plata. /Editorial que se refiere a los


sentimientos nacionalistas de los orientales y la participación de las Pro-
vincias Unidas en la guerra contra l,::>s brasileños.!

Por las reflexiones explanadas en el alticulo guerra nacional de los


números anteriores cree el Piloto haber probado que si las provincias

101
del Rio de la Plata se hallan comprometidas á vengar con la guerra su
honor y dignIdad de los insultos de la corte del Brasil, su propia segu-
ridad amenazada en las circunstancias actuales por la ambician del gefe
del imperio, ó bien sea por otras causas de mas distante origen, reclama
tambien con urgencia una resolucion digna de los sentimientos que ha-
cen su gloria y su decoro. El Piloto podria agregar varias otras razones
mas ó menoS' concluyentes en apoyo de esta opinion que sin embargo no
juzga necesarias por cuanto los ultrajes hechos al honor nacional por
el usurpador están demasiado sentidos por todos los corazones, y el riez-
go de que él avance su osadía es como un convencimienb::> que ócupa
todos los espiritus.

Resta pues ahora mirar esta cuestion por el lado del interes y de
la conveniencia propia examinando los intereses de las Provincias del
Rio de la Plata respectivamente ü::m los de la Banda Oriental separada
de la union de estas, y dominada por el extrangero, N de algún otro
modo. Hablaremos con franqueza, porque en este caso, como en todos,
es la que puede conducirr.os á la verdad.

Se ha creido alguna vez (y muchos saben que El Piloto· no habla


destituido de fundamentos) que la provincia Oriental, ya en los tiem-
pos deplorables de su pasada anarquía, como en épocas posteriores as-
piraba á una independencia absoluta, una vez que 1::>grase verse libre
y organizada; y que este espíritu, si no era general, prevalecia al me-
nos en la clase mas numerosa que tenia en' su poder la fuerza física. No
hay duda que admitida la realidad de esta tendencia, y de un modo
invariable, quedaría en gran parte justificado el abandono á sus solos
recursos para reconquistar los derechos de que se halla despojada, y. dis-
poner como quisiera de su suerte. Porque en semejante caso, aunque
las demas provincias no se hubiesen hallado sufriendo cinco años con-
tinuos las agitaciones producidas por el espiritu de revolucion, no sería
prudente que aventurasen por un interés absolutamente extraño su for-
tuna, su sosiego, y los recursos precisos para conservar su propia inde-
pendencia. Y si fuese bastante averiguado (lo que luego hemos de ver)
que las provincias de la Union no tienen un interes propio y positívo en
que la Banda Oriental deje, ante todo otro caso, de pertenecer á 10 que
hoyes imperio, y puede mañana ser república; si puede series indife-
rentes su incorporacion al Brasil, ó su independencia absoluta; entonces
es evidente que el comprometerse esta república en una guerra des-
tructora con un estado vecino, nada mas que por establecer la indepen-
dencia de la Provincia Oriental, sería una verdadera imprudencia, ó ya
sea torpeza; porque al fin no se reportaría otro interes cierto que el de
la gloria del triunfo; y con empresas puramente gloriosas y sangrien-
tas no es que se hace la felicidad de la republicas nacientes.

102
Pero sin entrar ahora á una averiguackm muy detenida del funda-
mento de aquellos recelos, asentaremos como bases para nuestras refle-
xiones, que, ni es cierto que la mayor y mejor parte de la poblacion
oriental haya jamás estado, ni lo esté, poseida de aquel espíritu, sino
del de la union nacional, sujetándose á la constitucion republicana que
la pluralidad determinare; ni ella puede racionalmente aspirar á esa in-
dependencia quimérica en la imposibilidad absoluta en que está de con-
servarla, por mil razones que diremos; ni á las demas Provincias del
Rio de la Plata puede convenirles que aquel territorio deje de pertene-
cer á la nacion, bajo pena de tener que renunciar á una gran parte de
su prosperidad y de su riqueza. Vamos á demostrarlo.

Es verdad que hubo algunos momentos durante el reglmen anár-


quico en la Banda Oriental que varios caudillos, exaltados por las teo-
rias agradables con un demag()go quijotesco lisonjeaba sus pasiones, pro-
clamaron la independencia, no solo de las Provincias Occidentales sino
de todo el universo, y aun de todas las leyes con que se mantienen las
sociedades; pero estas ideas fuertemente inculcadas en medio del tor-
bellino de la anarquia desaparecierorr wn ella y con sus autores.

Los habitantes de la Provincia Oriental, eS decir, la parte organiza-


dora y pacífica, sabian entonces lo mismo, sin necesidad de la experien-
cia adquirida, y saben hoy todos ellos que su patria no puede ni en un
siglo ser independiente sino de un modo relatiV1~ cuando mas porque
aquella felicidad no siendo conciliable ni con su posicion geográfica, ni
con su poblacion, su industria y riqueza no puede ser hoy sino i(leal.
Saben que para ser independientes absolutamente es necesario tener me-
dios para triunfar del enemigo ahora: mantener luego el órden interior
contra los ataques de la anarquia, y despues recursos constantes y nu-
merosos para hacerse respetar del enemigo; y que estos extremos no es
facil ni posible que un pueblo naciente y aun no poblado pueda con-
servarlos' al lado de una grande potencia tan rival de su engrandecimien-
to como envidiosa de los favores que le ha dispensado la naturaleza. Sa-
ben que un estado pequeño pierde tanto aislado cuanto gana unido, y
aunque una reV1~lucion en todo el imperio les diese lugar á organizarse
y constituirse pacíficamente, al fin su existencia no sería sino precaria:
víctimas hoy de una convulsión intestiva, presa meñana de la ambi-
cian del extrangero. Esto saben todos los orientales, incluso los que
h~y derraman su sangre por dar libertad á su patria, y el Piloto al ase-
gurar estos sentimientos no teme ser desmentido en ningun tiempo por
los hechos.

Pero aun suponiendo al pueblo oriental en posesion de todos los re-


cursos, de que carece para mantenerse independiente de un modo res-
petable, capaz de imponer silencio á las aspiraciones del imperio, ¿pue-

103
de sup:)llérsele tan poco ilustrado, tan ignorante de sus verdaderos in-
tereses que no previese los compromisos á que lo sujetaba su localida.a
en cualquiera caso de una guerra ulterior entre el Brasil y las repúbli-
cas de esta parte? ¿Ignoran los orientales que su patria sería el circo
de los combates, su riqueza la proveedora forz.Jsa de las necesidades de
los ejércitos extrangeros, y sus haciendas, con tal ocasion, depredadas por
la insaciable codiciad'el portugues? ¿,Que al fin cualquiera que fuese
el motivo de la guerra, el estado se veria comprometido á tomar parte
en ella? ¿Que aun en este caso sus campos serian talados, sus hacien-
das quedarian desiertas, ó bien por el influjo funesto de la guerra, ó
bien por las raterias que á su nombre haria impunemente un vecino que
sin cesar ha estado saqueándolas desde los primeros momentos en que
fue poblaaa? Y que finalmente, el único modo de precaverse de estos
insultos es pertenecer á una nacion grande, cuya fuerza moral infunda
respeto al extrangero?
Es preciso no engañarse, y convencerse al fin de que los orientales
están en el año 25, y no en el de 15 y 16; que ellos se uniforman coñ
la marcha del actual, y detestan la memoria de los horrores de aquellos;
y supuesto que las reflexiones que preceden pueden dar una idea bas-
tante luminosa del espiritu de nacionalidad que los anima, y de sus sen-
timienuJs en todo homogéneos con la marcha de las luces y la experien-
cia de las provincias hermanas, resta demostrar que á esta aun mas que
á ella misma conviene su reincorporacion al todo, Tal será el asunto de
este artículo con el número siguiente.
El Piloto, Buenos Aires, julio 7 de 1R25.

N919. - Provincias del Río de la Plata. Banda Oriental. /Proclama de


José de Abreu./
Hemos obtenido una copia de la proclama que insertamos a conti-
nuación: rehusamos comentarla como pudiéramos, porque felizmente ella
se. dirige á los orientales, que mas que nadie están al alcance de las ver-
dades que contiene. El general gobernador de armas de la provincia
de San Pedro á los habitantes de la Cisplatina.
Conciudadanos pací.ficos y honradosd'e la provincia que os confra-
ternizasteis con los brasileros en su justa y santa causa de la indepen-
dencia, y que quisisteis espontaneamente incorporar vuestro territorÍo
al rico y portentoso imperio del Brasil. Por la segunda marché de mi
provincia al frente de una fuerte oJlumna, y entré en la vuestra para
pacificarla, restituiros vuestra tranquilidad y bienestar, y libraros de los
horrores de la anarquía y rebelion. que r:or tantas veces han desolado
vuestra patria, El traidor, el rebelde Fructuoso Rivera (1) ese monstruo
1. - Jamás se ha reputado por traidor ni rebelde, el que por defender la
causa de su patria, se subleva contra los tiranos. El Argos.

104
de ingratitud y perfidia, conspira contra el imperio, o::mtra la causa que
adoptasteis libremente, contra vuestIos mas caros intereses, y poniéndose
al frente de una tmba de salteadores, bandidos y facinerosos, pone en
práctica su pernicioso sistema de robaros, asesinaros (2) y conducir a una
eterna ruina y miseria vuestro territorio, que iba recuperando, bien lo
sabeis, su antigua importancia y grandeza á la sombra é influencia del
imperio. ¿.Y lo creereis, conciudadanos, cuando os habia en aquella fra-
se, que adoptaron esos famosos de la patria, que solo tenian como único
objeto enriquecerse con vuestras fortunas, derramar vuestra sangre, y re-
ducir vuestro país á la última miseria? La experiencia misma os ha en-
señado á ver, en los que pomposamente se titulan vuestros protectores
y amigos, unos encarnizados enemigos de vuestras propiedades, de vues-
tra honra y libertad. En estas circunstancias vengo en combinacion con
el ejército que por tantos años os ha protegido, á libraros de nuevos pe-
ligF::>s, y de la ruina que os amenaza tan de cerca, á restituiros la paz,
y la prosperidad de que tanto necesitais para que progrese vuestra pro-
vincia. Nada debeis temer de vuestros conciudadanos, que vienen bajo
mis órdenes; ellos vienen a pacificar vuestro territorio y solo á imponer
á los rebeldes la ley de la guerra, estirpando vuesh'os males. Vuestras
fortunas y propiedades serán respetadas, garantidas la segmidad indi-
vidual vuestros lares, y familias tendrán la mas decidida proteccion y au-
xilio en tanto que no excedan la linea de conducta que tan honradamente
habeis seguido, y no os dejeis seducir y fascinar por las ilusorias y pér-
fidas promesas de los rebeldes que laceran vuestro país. ¡Honrados y
pacífio::>s cisplatinos! Tened una implícita confianza en el inmortal em-
perador que nos gobierna: no son equivocas los hechos que comprueban
su decidida proteccion al riquisimo Brasil, con quien haceis causa comun.
Ved este afortunado imperio prosperando á su sombra é influencia, y
recibiendo los efectos de la saludable constitucion que pedisteis y ju-
rasteis. Confiad en la constitucionalidad de S. M. l. (3) que es el mejor
garante que teneis contra el absolutismo y tiranía de los déspotas, ce-
rrando los oidos á todo 10 que, contra los luminosos y liberales princi-
pios de su sincero corazón, pregonan descaradamente esos terroristas, in-
fames y viles caudillos. Confiad en la generosa nacion brasilera, que
tan simpaticamente os acoge; que en sus felices dr-;stinos cuenta con
vosotros (4) y que se identifica con vuestras ideas para extirpar los ma-
Firmado. - El mariscal de campo. José de Abreu. Gobernador de
armas de la provincia de San Pedro.
2. - Esto es falso, Sr. Mariscal: todos los hechos deponen a favor del sis-
tema de órden y de decencia, qU(ó' siguen hasta el presente los patriotas orienta-
les. El Argos.
3. - No queremos decir nada sobre esta clausula de la proclama: no venga
despues reclamando el Sr. Lobo porque usamos ofensivas y denigrantes expresio-
nes contra S.M.!. El Argos.
4. - Esto es verdad, Sr. Mariscal; pero no en el sentido que da su señoria
a esas palabras. El Argos.

105
les que sentis, contad finalmente con los esfuerzo:; del valiente ejército
de esta provincia, que en combinacion con las fuerzas de mi mando, arro-
jará de entre vosotros, y de vuestro ben.:l territOlio la anarquia, la re-
belión de que habeis sido víctimas por tantos años.

El Argos de Buenos Aires, Buenos Aires, julio 23 de 1825.

NQ 20. - Banda Orie,ntal. /Noticias militares./

Hemos recibido las siguientes noticias, que tenemos el honor de


presentar en extracto.

La columna de Abreu se ha visto obligada á costear el Río Negro


sin dejar el monte hasta Mercedes, son de permanencia estrechada por
una fuerte division al mando del Brigadier Rivera.

El 22 del corriente, cuando venía la columna imperial en marcha,


le anebató el valiente capitan de dragones D. Servando Gomez sobre
400 caballos, 8 soldados, dejándoles 5 muertos.

En encuentro que hubo con el destacamento imperial sobre el Per-


dido, y cuya noticia se ha publicado ya, tuvo lugar el 8 del corriente:
el comandante de destacamento batido fue el capitan D. Felipe Caba-
llero. Entre los prisioneros que se tomaron aquel dia se encontraron dos
oficiales.

El brabo capitan D.Manuel Lavalleja, al ejecutar una atrevida em-


presa sobre Montevideo, fue herido y hecho prisionero por los imperia-
les en la panaderia de Morales.

El cuartel general se harlaba sobre Montevideo y el gobierno en


el pueblo de la Florida. La mayor parte de los representantes de la
provincia estaban ya reunidos en aquel mismo punto.

La columna del centro continúa estacionada en la Barra del Pintado.


El Argos de Buenos Aires, Buenos Aires, julio 27 de 1825.

NQ 21. - Banda Oriental. /Editorial político favorable a la anexión de


la Banda Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata.!

El gran negocio del dia es, sin duda, la libertad de la Banda Orien-
tal. S:lbre el se ha escrito tanto, los convencimientos estan tan apura-
dos, que seria fastidioso inculcar, si no fuese que aun se trepida, ó se
teme una resolucion pronta y terminante. ¿Pero que mas aconsejan las

106
circunstancias? ¿Que se espera? ¿Hasta cuando hemos de ser frios es-
pectadores de una guerra que es nuestra, de la venganza de un insulto
que se hizo á la nacion, y de que no podemos tomar satisfaccion sino
con las armas? Ya hemos dicho y demostrado, que las negociaciones no
prometen nada; que ellas solo pueden ofrecer alguna ventaja, cuando la
fuerza imponga, p:Jrque esta es la razon de los tiranos: hemos hecho ver
que no puede ganarse nada con esperar, con la irresolucion, con darnos
tiempo para formar las fuerzas que nos faltan. ¿Que resta pues? ¿Que
hagamos ver lo que importa la decision publica del gobierno nacional
en faV1:Jr de los Orientales? Pues lo haremos, para que una prudencia,
tal vez criminal, no se perjudique una causa tan justa como util, tan
importante como sagrada.

Los pueblos orientales sumidos en la anarquia, y amenazados por


las tropas de Portugal, recordaron del sueño que dormian aislados, olvi-
daron las rivalidades que genios funestos habian sembrado, se sintieron
insuficientes para contener al ambicioso que queria dominarlos, y _pi-
dieron auxilios, y quisiemn unirse á las provincias hermanas. La im-
prudencia, la impolítica, un conjunto de funestas circunstancias, no die-
ron lugar á la union de estas provincias con la oriental;, luchó sola, y sus
hijos dejaron las armas cuando ya no pudieron ni presentarse al com-
bate. Pre~):Js, perseguidos, abandonados, sufrieron el yugo, que no po-
dian ni mirar; aprovecharon un momento para levantarlo, se armaron,
en medio de la division entre portugueses, emopeos y americanos; se
comprometieron, muchos se sacrificaron, y pidiendo auxilios á un pueblo
hermano, y confiados en ellos, solo tuvieron por resultado un no es
tiempo, ¡una negociacion para un tirano! Otra vez cedieron á las cir-
cunstancias; y sometidos á errante, esperaban el momento de su liber-
tad. Corria el tiempo, las glorias se precipitaban sobre las armas de
la patria, y pasó el dia en que los españoles del Perú habian sido ani-
quilados: nada veian entre tanto que consolase sus deseos, que alimenta-
ra sus esperanzas. La guerra necesita soldados: no se formaban. Era
indispensable escuadra para proteger los puertos, para auxiliar los ejér-
citos, para atacar la imperial! no se veia una medida para equipada: el
consejo de amigos poderosos fue cuanto se anunció como áncora ó sal-
vaguardia de los orientales. Ellt:Js entonces se resolvieron á libertarse; y
un momento mas de esperar, habria sido un crimen en ellos, un mal te-
rrible para la patria. El emperador aumentaba sus fuerzas, las situaba
sobre el Uruguay; guardaba las costas, se precausionaba hasta contra
los deseos de los habitantes, y conseguido el haber robustecido su po-
der, y el tener la frontera guardada, ó era preciso una batalla para en-
trar á la Banda Oriental; ó si hoy somos impotentes, que entonces se
hubiera renunciado hasta el deseo de libertar á nuestros hermanos. No
debieron aguardar un instante mas. Se resolvieron y marcharon heróica-
mente y en oportunidad: su fuego incendió toda la campaña, la puso

107
en arma, dió vida á la provincia Oriental, y el órden en medio de esta
revolucion, se dejó ver sobre la usurpacion, y á la sombra de la expe-
riencia de una anarquía dilatada. Pero si el valor sostiene y el conven-
cimiento el estado actual de los orientales; ellos no dejan de sostenerse
con esperanzas, esperanzas que se fundan en la opinion de todos los
habitantes del Rio de la Plata; en las ventajas que le promete la Unión
de la Provincia Oriental, en las declaraciones que se han hecho á la faz
del mundo; en la razon, en la justicia, en la existencia republicana de la
patria. Creen que no seran solos para luchar con un tigre robusro y
sanguinario; cuentan con que tendrán recursos para subsistir, para au-
mentar sus fuerzas, para conservarla; y desde que les falta esta espe-
ranza, pereceran los varones fuertes, que desesperarán los comprometi-
dos, los débiles huirán, y la Banda Oriental quedará en presa del impe-
rio, ó para siempre, ó para ser libertada con dobles sacrificios, mayor
carniceria, mas estragos. ¡Y, ojalá no suceda, que exasperados los orien-
tales por una conducta impolitica, é injusta se sometan al imperial En-
tonces, ya nada tendria lugar: tendriamos sobre nosotros un trono am-
bicioso, soberbio y temerario, la república estaria siempre amenaza-
da. Estos son los males que hoy debe evitar una resolucion clara y fran-
ca en contestacion al gobierno oriental; no sea, que viendose solo con
esperanzas, teman ser abandonados como el año 16 y 23; no sea que el
Barón y sus satélites, astutos y sagaces, vayan á sembrar el desfalleci-
miento entre los orientales con decirles que no les auxilia Buenos Aires no
sea que fiados en esta esperanza caigan las fuerzas del imperio sobre los
orientales y pueda su soberbia lo que no podrian teniendo cierto que
nosotros debiamos llenar los claros de la linea oriental. Tanto puede
la declaracion del §:)bierno nacional. Dudarlo, es no conocer el influjo
sobre los hombres, de las circunstancias. El guerrero que mira un solo
enemigo por delante, lo carga al instante, de oh'o modo se conduce cuan-
do lo ve acompañado. Mas: las fuerzas del imperio las provincias de él,
en donde reina el espíritu republicano; á la voz sola de que Buenos Ai-
res hacia la guena con bs orientales, como mejor garantia, se resol-
verian á sublevarse; y disminuidas asi, y con mayores atenciones las
fuerzas del imperio, el triunfo al menos seria mas seguro, mas facil:
véase pues cuanto interesa la declaracion en el momento de Buenos Aires.

Mas hay otra causa poderosa que la reclama. Un ejército sin re-
cursos no puede subsistir: son escasisimos los de los orientales; y en la
necesidad de conservarse, si no los resolvemos a aumentarlos, tendrán
que echar mano de los intereses particulares; ó perderá la moral el sol-
dado, y la anarquia volverá á ser el azote de aquel pueblo desgraciado.
No; representantes: aun es tiempo de que eviteis grandes desgracias una
sola palabra de vuestros labios va sepultar para siempre las rivalidades
antiguas: con la opresbn imperial: pronunciadla y vuestros nombres se-

108
rán eternos, como los de esos barones fuertes que declararon la indepen-
cia nacional.
El Argentino, Buenos Aires, julio 30 de 1825.

N9 22. - Banda Oriental. / Artículo acerca de la necesidad de apoyar


en su lucha por la libertad./
La razon se ha apurado hasta el último extremo para ,demostrar que
era n() SOlO Justo SillO conveniente auxilIar ahora á los orientales; decla-
rar ya la guerra al usurpador de una parte del territorio del 1lio de la
Plata. Sin émbargo, la razon no ha sido atendida hasta ahora, como ni
el entusiasmo patnotico se ha dCJado sentir en el corazon de los en-
cargact.::Js de la autoridad. Se piensa cuando no es tiempo sino de obrar;
y con la marcha tan lenta como reflexionada, Se emprende una carrera
donde está preparado el triunfo á la celeridad. En cuatro meses, que
luchan por nosotros los orientales; en cuatro meses, que la guerra se
halla encendida entre los usurpadores y los ciudadanos del territorio
usurpado; en cuatro meses que no se repite otrll¡ voz que guerra al usur-
pador, auxilio á los orientales ¿será posible que nada se halla podido
preparar para sostenerlos? ¿Será creible que no Il!::JS hayamos puesto
al menos en posicion de resolvernos y de declararnos, Y despues de 9
años de una usurpacion oprobiosa para el estado! ¡Despues de dos años
en que no debio quedar esperanza de que se llegaria a un avenimiento
racional! ¡O! No: despertemonos de ese sueño funesto en que estamos;
abramos los ojos, y desapareceran los fantasma que nos intimidan aho-
ra, son imagenes producidas por la agitacion de espiritus debilitados:, La
república nada aventura con declarar la guena ahora, en ello resta to-
da su ventaja, decision y corage es lo único que falta. Los orientales
han regado ya el campo de la gloria con su sangre; I ni una gota de-
bio derramarse que no fuese mezclada con la de sus hermanos: los orien-
tales han batido ya á las tropas imperiales, y este triunfo se le ha ro-
bado á la nacion desde que se ha dejado lugar á que ellos s.:::>los lo al-
canzaran. Representantes nacionales: os ha sobrado tiempo para refle-
xionar; el ejecutivo lo ha tenido para preparar los elementos de una gue-
rra tan urgente como indispensable: responded' al vl ::Jto de vuestros po-
derdantes; declaraos, vuestro solo pronunciamiento pesa infinito en la
balanza de nuestras ventajas: será una chispa eléctrica que se comunicará
á los pueblos y á los ciudadanos; un apoyo fuerte para los orientales, un
trueno aterrador para los enemigos de la patria.
El Argentino, Buenos Aires, agosto 6 de 1825.

N923. - Banda Oriental. /La libertad de los orientales./


Se cansa la pluma de escribir; el pulmón de hablar, y el corazon
de sentir sobre la libertad de los orientales. ¡Y nada se hace! ¡Y .lada

109
se ha hecho hasta ahora; nada que llene los deseos del pueblo, la JUS-
ticia que nos acompaña, y el clamor del honor nacional!!1 Eh! Basta
de paciencia; basta de esperar. Ciudadanos: el derecho de peticion está
en vuestras manos: lo conceden las leyes; no es un medio tumultario:
aprovecbadlo y pidamos auxilios para los orientales; y pidamos la guerra
contra el usurpador del territorio del estado. Esa linea del Uruguay,
esas palabras equivocas que oimos hasta ahora, no son jamas el con-
tento de los libres. Ellos juzgan, se pronuncian y se sacrifican y se sa-
crifican por sostener lo que han juzgado: en esta actividad está su ven-
taja: ella ha dado la libertad: á los pueblos ella ha arrebatado las usurpa-
ciones de los monarcas; ella ha despedazado sus coronas y las ha hollado.
¿Por que querremos de otro modo acabar con el usurpador de nuestra
patria? ¿No hemos llevado la ramn hasta sus plantas? ¿No la ha des-
preciado? ¿No arderemos todos en un entusiasmo sagrado de vengan-
za? ¡Quel ¿Comprometeremos algo, si hoy nos declaramos? ¿Conse-
guirá, él, p::>r ello ventajas? Al contrario lo hemos demosh'ado; y ni mas
resta que decir lo que debio pronunciarse hace nueve años. Guerra al
usurpador de la Banda Oriental. -Proteccion a nuestros hermanos. El
lenguaje de la razon ya falta y todavia ella no ha sido escuchada, y se
ha distraido el sentimiento patriotico que se dejó sentir en todos los
ciudadanos. El gobierno es quien debe dirigirlo é impusarlo; y en este
pueblo entusiasta por carácter, libre por principio, y subordinado por
una experiencia ,dilatada, si nada se hace, el gobierr¡o es el único res-
ponsable, por que él es quien puede en este caso cuanto quiera, cuan-
to imaginare.
Que sea Buenos Ayres sola quien auxilie á los Orientales; ella lo
puede, mientras se preparan á hacerlo las Provincias Hermanas; ella lo
puede, unida á Santa Fé, Córdova y Entrerios, que se han pronuncia-
do; ella lo puede de un m::>do bastante á que se consigan grandes ven-
tajas en favor de las Provincias del Río de la Plata. Todo esto está de-
mostrado; se percibe con facilidad; tanto como no esperar nada de ne-
.gociaciones, con:o que no pueden sufrirse mas los ultrages hechos al
pabellon nacional, y denh'o del puerto mismo de Buenos Ayres. Dos
ha publicado el Argos en el número del Miércoles de esta semana, y
ellos están sobre otros que antes se han publicado. ¿Por que se pre-
fiere la quietud al honor? ¿Por que se sufre sin buscar siquiera una
muerte que quite las impresiones terribles del ultrage? ¿Por que se Eclip-
san las glorias de Buenos Ayres sufrienéb al vencido de nuestros venci-
dos, al despreciado de los que hemos acabado, al que nos encuentra
poderosos cuando se presenta, si Se atiende al día memorable en
que nos declaramos contra todo el foder de España? Se conmue-
ven las tumbas de nuestros antepasados, la sangre de los solda-
dos de la patria clama ¿y somos insensibles á ese clamor, á esa
conm::>cion sagrada? ¿Las tropas de la linea del Uruguay van aca-
so á marchar sobre los imperiales? ¿Van á vengarnos? Digase

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glUlic.r.
·\;::ab.:l!n~, ¿.¿. ~":f~lt\~.::"t"ddV" ~"l>U r('l~~.;. u~t¡c;~~
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.... D. i.¡#.r:u:io ")Ti.i~ h:l.


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L:..!g~ J ~!'U.na'i:n 4qt.:·dia. 'l:ma. L.'!$ er;etn¡~~
~;~i1'::lr;uut! 't'et¡:;<);u-osam~ntt': b;:;~.:.L~ -el Piro l~ ~!
Y;:g;.oo.:~n,:,ia quc;:-t'( Mol)('rch>. r:r~l'5'i!1¡t"G.uh~r;:ur:
ql;:' ~qu~Ua di\: ~s.;<)n ¡ou f~~ ddM:' t~ner- mil bom...

brt'~.

hFJ Di;¡ LS me l~~nt¿;u (~hte ae !~ f't.Jmü3.,.


l.AumJi) dt' oculLU U::la fut'r-..:a que: C1'r.duje c::u f't
¡;bj~tQ de oo!.r..:-r:ar ("t.~'Jlr!:-t..lmetltt'.it, ~ cne:mig:::'i'i ~ür'
i<'j'!.d:--an ~u'!nbr:&J..:-'i ;t. hn«r f::'t".;.:!;:('n;;~iU¡;d.:1."ha.~a
CU-Atro "i sc;.'" tegea') th~;an~ d~ u i~l: ~f1fL::Jí.l:'t
f"n b 'puca. fUf:r:a na~""a ql:t' h..~ ai.~dm.h:a.; pe'f1'J.
t.:t:'. :i:f.:1mes t~t:dit:rtm ri ch~~ 1 :!m han quctiJ:,.l
H'!ve. á.lut"trl~. V!Üro4fH(::!i:tl' =-rn.mdn de u:t>
~~r!e; '$" tr btZtr.l en t"Ampo • .ua mt&r-cidi i
lHi1:CC!m ~il 1.;:z;;lE#jZ, qt.c st::d:rn (:Iet¡p&1' haja ~l
!;¡t""gv d<' 1;11 ~t.¡:ria.li y lAni.:h:u~~ 'f loo M'Ut;hil!a:tm
c1J:m.ple!a:n("¡:1~ ~~.J. 14:); tuÚtfkiS :lHl.{'t)'l. ru.n un ci-en;;('...
Jo) t.1.t <p;c~~ "r~f"dn Qb:ii:g3.d~ i t'Crr<U'i'l)'i pI1o-
P.,:>,p:orq~:"" ~rr:;etou eatrn!;:;1U::;~ á. II pl;ua~~'

Tr--..ne:.::ao-;. tHl.nuntro ~cr b ~rtedttt diari:o de


;)r:rl".J..;;:i:()U~¡: á~e 1'1 ~) J~ Ait>iU). h;i..'q.1. el 19 dd
!ti:-~.tTh:>: la flftuuma del ti<'m~na L.~ Pf'rmiu:: d:ar
¡'IX detaHei qu:- ~ti~M,. r<e:i«;ÍU"á.~ ll3t'T'rio lW':.
t'1 noÍmt!t? dd ~\f;'¿'r~!t4.4E.:ttffaeuloeOoI ~atl!I::Uimm
!>:l!l ;,lU:"",Ji:- qu~ en tJ mi:i:.,"'U-" d~d" ~ h.:we mcr..i':km

de4 b-1.';;11i ;¡,r,;¡, rer. qu'C $O aMnporuJ"cn 1cs ~~~r;dlS


1m h. ac;'~it.Ul ~'bre la Cd-~~ en U q,ar: ll;l"it"TQ:;. tUl
:rokb.d~ mu~rt~ h~riJüS d nu y~r~.lJ.riii.u T el c.1.pi-
tt-.;; G",J~.l," ffi<1: á las. im:::re-d.i4t:::WD# J.c.! gt'.~t'n1 u ..
'r~!k:j;"'" y 1:8 .~d.t.Ja ~ y GiS pnq~rl)i.
1,..Oi imp"ctht~;Hb-i('!"a.."1 n:len IDucr-a, '1 die':.
f:.r:r';tlQi.. 1..J. a~kta tü••'lclu,,!.j 1 Ll$ d-oi ~)1 at:a
.n:.. """h< del mi""" d¡~;" publ"" ll. ~. l'f'" Agoo" lS dio 1m.
d,¡¡,tn;¡;.

Documento NQ 24.

111
de una vez, y quedaremos desengañados. No es necesario que pase
un ejército, una division, basta en auxilio de los orientales. Si los impe-
riales hoy no se mueven, ¿que podrian hacer, cuando se aun1entáran
las fuerzas que tienen al frente, y los recurSos que le son indispensables?
¿Que podriamos temer cuando ellos, mientras aumentaran su fuerza,
encontrarian sobre el Uruguay un ejército fuerte y disciplinado. ¿Cuan-
do auxiliares poderosos secundarian nuestra marcha? ¿Se aguarda al
ejército libertador del Perú? ¿En él está nuestra esperanza? ¡Y quel
¿Los hijos del Rio de la Plata no saben ya blandir la espada? ¿Se han
olvidado de sus triunD:>s? ¿dejarán todo al vencedor de Ayacucho, y no
sabrán emularlo? ¡Oh! no; jamas se pronuncie tal concepto en el pueblo
de Buenos Aires; de Buenos Aires, cuyas glorias se cuentan por las ac-
ciones de sus soldados; en Buenos Aires, donde siempre, se ha preferi-
do la muerte á la esclavitud y al desb:>nor nacional. Vengan desde lue-
go esos guerreros afortunados á ayudarnos, pero encuentren por nues-
tro el campo, y puesta en nuestras sienes la corona de triunfo sobre el
usurpador brasilero, como ellos traen la del tirano de la España. Ven-
gan, pero para mirar el campo donde triunfamos, ó para ser la esperan-
za en nuestras desgracias.
El Argentino, Buenos Aires, agosto 13 de 1825.

NI) 24. - El Argos de Buenos Aires, agosto 20 de 1825.

NQ25. - Provincias Cisplatina. /Comunicación de F. Rivera a J. A. La-


valleja sobre acciones militares. /

Noticia. El Espectador Brasilero dice: "Recebemos noticias desta


provincia ·oe huma naturaleza a mais favóravel; tuda ali promette huma
breve é feliz conclusao da desordem promovida pela rebeldía e ambica:>;
(1) sabemos com certeza, que o Batalhao do Imperador e de Granadei-
(1) Traslado á la siguiente noticia que se ha recibido últimamente. Comu-
nicacion del general Fructuoso Rivera á S.E.D. Juan Antonio Lavalleja. "En mis
anteriores comunicaciones del 21 anuncié á V. E. desde Bequeló que dirigia mis
marchas para la columna enemiga con el objeto de hostilizarla en cuanto me fue-
se posible, y el resultado no ha dejado de corresponder á nuestro empeño. El 22
en la noche destaqué sobre el punto que ocupaba la columna al capitan de mili-
cias D. Felipe Gaete, y al alferez de dragones D. Lorenzo Cardoso con un se-
cuadrón para que cargase sobre sus puntos avanzados, y lograron dispersar y acu-
chillar una guardia de su frente habiendo muerto algunos y hecho prisioneros otros.
En esta misma noche destaqué al capitan D. Cervando Gomez y al de igual cla-
se D. Felipe Caballero con dos escuadrones sobre el punto de Mercedes, llevando
el primero en su compañía al alferez D. José Montiel y D. Juan Manuel Rivera, y
el segundo los alferez D. Juan Santana y D. Vicente Leira, todos de dragones,
quienes atacaron por varias partes al pueblo, donde se hallaba una guarnicion de
infanteria colocada en la plaza y atrincherada, favorecida por las azoteas: y sin
embargo de los muchos fuegos -que los enemigos hacian, hasta de los buques que
estaban en el rio, no evitaron el que nuestros bravos tomasen prisioneros dos ofi-
ciales, capitan D. Manuel José de Abreu, dicho, D. Cándido Jose de Abreu, am-

112
ros, que daqui foráo, ja tinháo sahido ao campo sem que o:::>m tudo avis-
tasem o inimigo (2) que no dia 22 do mes proximo passa,do havia en-
trado na Praca de Montevideo á Coronel Bomban com sens filhos, 5 offi-
cias, é 6 soldados, que estaváo retidos presos por Fructuoso Rivera, e
que se pueráo evadir á sua vigilancia: (3) que o Tenente Coronel Queiroz,
que havia seguido o partido de Rivera, é que sitiava a praca da Coloñia
com 200 homens, conhecendo seu erro, Se havia recolhido á nossa praca
bos hijos del general Abreu, ambos hijos del general Abreu. El teniente D. Mar-
cos Pintos, el alferez D. Francisco Pintos Moraes, y el cadete D. Vasco Posé de
Abreu; con mas de 12 soldados de diferentes cuerpos. Muertos no puede saberse
el número, porque como el fuego fu en varios puntos lograron á los que corrian
con sus armas á reunirse á la plaza. Heridos han habido algunos, segun informan
varios pasados que se han recogido hoy á mi campo.
No puedo menos que recomendar á V. E. el empeño de los citados señores
oficiales y tropa asi como el todo de la division que estaba conmigo, con la que
me habia colocado a cierta distancia para proteger las operaciones de mis partidas.
El sufrimiento de los señores comandantes, oficiales y tropa los hace dignos de
las bendiciones de la patria y de las consideraciones de V. E.
Al amanecer este dia me presentó con toda mi fuerza sobre el paso del Daca,
habiendo destinado sobre Mercedes un escuadran que entretenia en guerrillas á
la guarnicion que estaba en sitio. A las 12 del dia se movio el todo de la colum-
na con todos sus bagajes, y en masa marchó hasta la misma capilla, donde se ha-
lla hasta ahora, que son las 12 de la noche.
Comunico á V. E. que habiendo pidode los capitanes prisioneros que querian
escribir á su padre, el general Abreu, pidiendole alguna prenda de equipage y di-
nero, lo permití persuadido de que est procedimiento en nada se opone a las leyes
de la guerra y al derecho de gentes; en su virtud despaché de parlamentario al
capitan con ejercicio de mayor de tal D. José Augusto Posollo, con la comu-
nicacion que en copia acompaño á V. E . á que me contestó el general Abreu de
palabra, que mañana lo haría por escrito desde Mercedes, para donde iba en mar-
cha y se hallaba ya pasando el Dáca. Al poco tiempo mandó sin oficio al tenien-
te coronel D. José Rodriguez para asegurarme que por esta noche cesarian todas
las hostilidades, y que ofrecia su palabra de honra que no haria ningun movi-
miento hostil sin que fuese obligado: yo le ofrecí igual procedimiento, y hasta ho-
ra indicada no ha habido novedad; las que ocurran como la contestacion que espero,
tendré cuidado de comunicarlas á V. E.
Se han recogido 22 desertores del ejército enemigo, que con sus armas y mu-
niciones seguian viage para su pais. Les he quitado las armas les he ofrecido
darles pasaporte para que sin obstáculo puedan seguir su marcha siempre que esta
medida sea de la aprobacion de V. E. pues yo creo que surtirá muy buen efecto
luego que lleguc á noticias de los demás.
Dios guarde á V. E. muchos años. Campamento Agosto 23 de 1825. - Fruc-
tuoso Rivera. - Excmo. Sr. Brigadier General y Comandante en Gefe del Ejérci-
to D. Juan Antonio Lavalleja.

(2) Por supuesto; sino salen al frente de las murallas, si los que ido mas
lejos han mordido el polvo ¿como han de ver al enemigo? ¿Y como tampoco han
de tener vista esos pobres, que hasta en los ojos están llenos de polvo, y con la
venta de esclavoos, y de un déspota tan miserable como orgulloso?

(3) Si; es verdad, que entró en Montevideo ó se Barba, y no Bomba; pero


ha sido porque demasiado buenos los orientales lo dejaron con permisos para que
dentro de cuarenta leguas se pasease, y porque él como un picara imperial faltó
á su palabra, dejó clavado á su fiador, y fugó con una de esas cavallas, que se
fogein do seu Senhor.

lI3
BANDA. ORIEN'l'AL.

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l>loo'¡"laP~OrielltiII"'" "'~'¡"=f".= ·i:::~;t,,~~_~=~41t-=l+~:&:::Jek~"'.l:#~
•nMo' "'~'¡"!<'<""""""~"'1'0Ft~1~ (:fTU~ .

dlboil, 'loe fa ¡¡.,. !In""""",, t.e!1aJ;, Y-'1""Ó" .... Lo H.,,,,,,,,,-,",, "." Jo ~"'."... ok .. Pu...
~~ ..... y ,..b,<Í<l<.... .J ¡"i!" ... """,,,. ,i_ O,.¡""..uI ,M Ríe ... h~. '0"'" Jo!; ~
M4 ~ ~ tksdt d aAn tk mi! OC~lM Jiu y %t Md~ 1 rJ:;~Ji~-±J-.. q;<# ~~.. !::t.
~ b_s~ a- mil«~ V~ft, y dna>~ ~ '1 d.':;i'..."'?tl 'CtA\. ~ 1. f~ tk kl .. b
V 'P"' ......ld,,¡ ~."m".! .~ Y<kt.... - . . U;;o;""'-
d~~dt:fa'4~mq~~~ t#a~'" ~.m t.<ml ~~~.¡ ~~ tfd n~:p ~
Ja4~~ ~~cl~dek!f ¡m:-tíJe*, ~et:?M rndq~~;kt:ú.:1 r E~~ ~~ ~ ~~ "iÚ ~...!;O;,
atd;i!W.4~:«~~aq1~tk~. t~i~ut:;~«~~ y de J:l'"tt~fu'J k P:,,~~ Ot"i:~·~t":~ ~,;..~r el ~~l;
i& ~b'! ~'ih::WB", :'~-amtU el ~~e:' 1t.~ f~tn"n q~:lt d(:~ $'CÜ;i!~f ~ ~~~ y ~roeU' ::::J. ~ ~~
f'q n~ ¿:el pá~~ y v~rr.,,~ y t"<i!j:1 ii,.,.b-a-:'lti;!t ~ ~ ~'J tef:;l~i.:t·i;.t ~~~tnl; ~ t.!:!, ~ Utte..-:, a:d::-.i-~",
ttih.itt:to~ t:ffn'Llm.. Qq:~ft bga- ;:;a «:.¿~ ,~b ~ \$6 .;>eFt~h~ ét ~ t!'"('·'" <.~~.. b!L~..
',:nt~ ¡;.;\tfi:,e~!= ~;:nt::t:: t'*!~ ~:~~ ~e h~·,1U::.,~ ~ fÜ':~;UO m-o! '>t!rt-:1i; ;"' !mr"ll t~::;..). !ia~ ~:tl:,~~~~
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~ !=p ~ti¡o M~t.:t tttiú~~ cc# e:
ti:<d ~* i'k fu: i~:1;. ii t'ii:i' P'tr"..?~~~-
Q.fR! ~t4 cpOO~n#~ft', til ~~:Jt ÍOl, ~~r;iK"::.. ~ en h ~b d~ ~~;;; !~~:~ rro-
<.. ~ res;,.r<:ut;·u·ciot .de fa Qt:~te ,!t:(an;;('~~-,..~, ~i:;.o:t.4 t'--n la \~in:. d:o- S;:a F~r.:'4:!'l:i4, d'e ii:\ ~..~ ¡ 'f~
f'ttl;~~ b: Ptq¡;mcia Orirnt:d It;. plrn:llid; ¿:
~ Jtrr:~ f ~~i~ J;;. ic.td ~~ t!e A~t~ t~ ei! ~~~ ~~
~.. ,liW:~ Y ~~lil~ ~~Ns;,te:t too ~..:.." 1k,EE!U -: t'_i~-j. r8...'g-..::rn. ja" .!:~~j

,p;whia tk: k Mtt#. te: <ted::.rn d{': ,h~::'OO._ ..t ' el ~nf:~ l# Ud:F'\':1t~ Salll b Rq;r-~!:-If!B ~ b p-~
~-. & i~~~t1! ál rt':J de ll'dt-<1gat Jd tm~ da Ü:rit-u:#i ~~t 1"tPi! >k ~ ~i#. ~ find;fe a lQae::ou-a
tld flrvif 'f.k: ~-li~' ~to tW ttro:~ J (~-a:r.pm" ori~tª, l" {<_'\tw-.rni=ri~ if,u ~~t~ ln"im.. ~""'"
1i' ~ ~F'r;"d4~ b:1c~.::¡~~.~~ r ~j:1"~ nd1!t ~~n<:~':a.t.t'~ ~b~::a #tatr~tmki:Ja
.,' ~""... t- ~.a" dt"l:'bnt=Q#e q Tcl,."J gEretf#i.,. ~~~, ~
Ocit):_lk,~ ~tQl)m~-:iti~~~'ltll~-~-,-,. • J:~-(",idiJ:t"> J tk~ i::«'x p(<f!á ;fe.~~ m_~
-~ ..nb.~Jc~~~mapteR!),m..:=:-.:tp!il't~- tt~'i~la~ At~~. i qae ~pNl p:e:1t1\-~.. F
CW eft $a' V¡h MS!= i2·~~~tD:~ b ,F1c~ i tt~te "1 l0 ~h~:rnkot ~ ~~_ 1i2 d I!e#~ ~_ P-:v
dnc'O~i<dd mb tk .~~(j.~ t:ill ~~~t(:;t nt::t;y U;e.W!s;¡ g;;-~: J ~ pt::t:' Jq: ~<" ~

. """""" p~ k~ di;m""lo ¡=l.<.¡¡¡" ~:;.;~ la p,."¡,,m 0rieY.1l dd ltJo do h t'!ofo.


. ~'I""""¡'¡"a"'=Úlá~F.,.<'t.ói¡><>t.b ! ~~iJa .l.._,l...... .-Im .. ,1 _ _ ~ll<><
_ la .ilIa'¡" ¡;.., J<M.m:.. ~..."""""" ~! .~, p"'-"'¡;¡""1_~~""!"-
,.. -->.I..bSm~-·· <¡IWla~, "",~c:""~
v~,~oll¡;;';"Jts.u·F.,.,.,..i"d<laI ..T.,.(-~"""''' - !'<"W'
....... Sota'a. - , - - _~ ~ l""
~....\lim:rd~. ~ l""""""'~""';;.
" \ la""l""~9-""
s-""loo~.""""",,"<kfA=. ~~I·'" ~ ",,~1laJo:"'F_:t:~=::l:
. . ""s.u"-'dd~~~.~ !:'.fiu~~~. _. ' .... _
pe< .. <ic6ad _ St.c V"""" -. ~~A.~ W¡.go, ):;'

Documento NQ 26.

114
NQ 26. - El Argos de Buenos Aires, setiembre 3 de 1825.

NQ 27. Banda Oriental. / Artículo en apoyo de los orientales./


lvIientras las provincias del llio de la Plata y su gobierno, miran sin
decidirse la lucha entre el Brasil y sus hermanos los orientales; ellos bra-
vos y vencedores se presentan por todas partes. Ni es solo en su valor,
en 10 que está fiada su libertad: han reunido una junta provincial, ella
ha nombrado al señor Lavalleja por gefe de la provincia, y por repre-
sentantes al congreso nacional, al presbítero Gomensoro y al Sr. D. José
Vidal. ¡Quiera el cielo que menos pusilánimes los congresales, llamen,
antes que se presenten, estos señores al congreso, y decidan de este mo-
do la cuestion que tanto ha agitado al pais y sobre que la opinion pu-
blica se ha pronunciado yal Diferir un momento este paso, es traicionar
al pais, y dar margen á que se diga por hombres faccionistas ó exalta-
dos, que el gobierno está dirigido en este negocio, por un ciudadano
ligado al Brasil, y que negoció la venida de los portugueses á la Banda
Oriental. Esta imputacion, por fundada que apareciese traeria á la na-
cion gravísimos males, ya por la disoluckm del órden que hoy gozamos;
ya por una anarquia que podia reemplazarlo; ya, en fin, porque podia
precipitamos á una monarquia, aunque en la America no fuese universal.
El verdadero medio, y el único de evitar estos males es presentarse de-
cidido el gobierno nacional, ó el gobierno de Buenos Aires: nada tiene
que temer, que hoy no tema; y le sobran recursos para conseguir gran-
des ventajas. Con hechos, es con lo que puede deshacer las cabilosida-
des que esparcen la ambician ó la facciosidad; si no lo hace, tema al
menos que los horrores á que dá margen envuelvan las fortunas y los
individuos que no han tenido el saber de' evitarlos.
Pincheira, ese caudillo, que tanto Se ha propalado, que venia á ata-
car la campaña, ni ha pasado los Andes, ni ha existido en las provincias
del Rio de la Plata, sino es en la imaginacion ministerial. Por o::msiguien-
te, no hay que distraemos con los temores que su venida debia inspi-
rar, ni con los males que ella podia presagiar. Disminuidas las necesi-
dades de la república, ella puede disponer de una fuerza que ya no le
es necesaria. Cuanto falta, es ese saber práctico, para organizar lasmi~
licias, y ponerlas en un pie que resp:mdan de la seguridad ya del orden,
ya de la campaña. Pero, ¿Será posible que el ministerio actual no pue-
da conseguir estas ventajas? Nosotros no lo creemos, y esperamos al con.-
trario que redoblando su actividad él nos presentará á la mayor breve-
dad toda la milicia organizada, tanto mas, cuanto que la ley al efecto
ha sido sancionada hace mucho tiempo, y cuanto el actual ministerio de
la guerra para acreditarse, necesita mosh'ar por hechos, que ha sabido
llenar los defectos su antecesor, evitar sus errores, y convertir en accion
su indolencia é inactividad. Ya ha comenzado á demostrarlo, activando
las medidas para la fornmcion de la escuadra nacional, y debe esperarse
que o:mtinúe en esta marcha, porque de no, debe conocerse que caerá

115
de Montevideo, trazendo consigo a mayor parte de sua gente, muito ar-
mamento, emunicoes, {icando assim livre aquella praca do flaglel10 que
a atormentava; (4) que a nossa esquadra tem em háo pequena parte' con-
tribuido para o bom exito da questao, a cual havia já aprehendido ao
inimigo muito armamento, huma boa Escuna que o andava conduzin-
do, e outras embarcacoes miunda: (5) que muito encorajou os animos o
chegada da expedicao, assim como :::>s soccorros numerarios, que S.M.L
se dignou mandar; (6) que havia grande abundancia de mantenimentos,
sendo a tropa bello fornecida, e consevando-se a carne fresca á 500 réis
a arroba; (7) consta-nos ser tal a abundancia, que as auctoridades dáli
podem se suste a continuacao da remessa de mantenimentos. Vimos va-
rias cartas que confirmao cuanto asseveramos, e entre ella diz huma ó
siguiente. (8) Julgo que esta desordem dos revolucionarios muitos bre-
ve se acabará: porque á rapidez da expedicao, que na verdade he a mais
breve possivel, os tem admirado, e atormentado, como ellas mesmos
confessao, é ser muito boa a tropa.
(4) Portugues imperial- basta para que se arrepintiese de lo bueno que in-
tentó; para que tuviese miedo, y para que hiciese una felonia tan indecente como
infructuosa. Mas, los doscientos hombres que llevó, no han sido sino ciento vein-
te y dos, de los que se ha repasado casi todos y no fueron tampoco á Montevi-
deo sino á la Colonia- no mentir Señor Expectador.

(5) Si; la escuadra ha servido mucho con la sarna Y viruelas que está di-
seminado por todo el territorio, porque estas son las armas de los cobardes es-
clavos del emperador. Débiles, contraen las mas horrorosas epidemias, é incapa-
ces de manejar las armas, sus males son los que presentan al enemigo. ¿Que ha
hecho la escuadra? ¿Que ha conseguido Lóbo? Botes, auxilios de armas y dine-
ro, hombres; toda ha ido y venido, y el miserable almirante solo ha tomado la
Libertad del Sud: yeso porque baró, despues de haber desembarcado cuanto lle-
vó. Vaya que ese Expectador es un miserable alucinador!

(6) Oh cuanto animó la gran expedicion! La sarna de los soldados se pro-


pagó, la desercion de los sanos aumento las filas de los libres, y entretanto... pues,
ya se sabe, ellos no poseen sino lo que pisan, y solo tienen á Montevideo sin ve-
cinos, y á la colonia sin hombres. Bravo modo de animar la dignacion del Em-
perador!!! Que viva el Expectadorl

(7) ¿Como no ha de estar la carne barata, si dejan que entren los sitiadores?
Vaya que habia sido muy imprudente el Expectador. La ganancia es de los rebel-
des, porque ellos cobran dos pesos por cada cabeza que pasa á la plaza, se man-
tienen con este producto, y despues de compradas por el vizconde para sus tropas,
se las quitan y se ponen las botas. Amigo Expectador, lo embroman.

(8) Brava profecia! ¿Si será de Garcia ó de alguno de sus amigos, y escla-
vos del Emperador. Se llega la efectuacion del pronostico: son buenos los ante-
cedentes. Veremos el resultado Sr. Expectador. A Francia con las ideas, ó cam-
bielas V. sino quiere morir en una forca o na isla das Cobras. Adiosito mercena-
rio hablador; El Cónsul Sodré, os lleva memorias, y tambien para vuestro amo el
Emperador.

El Argentino. Buenos Aires, agosto 27 de 1825.

116
del puesto que hoy tiene, y no con la fortuna del que ha subrogado: al
menos asi lo hacen indispensable las circunstancias.
N9 26. - El Argos de Buenos Aire~, setiembre 3 de 1825.

N9 28. - Noticias.

Se han recibido de la Banda Oriental, con fecha de antes de ayer


del ejercito del General Lavalleja en marcha sobre la columna imperial
del mando de los Generales, Abreu y Barreto. El General Lavalleja lle-
va 2.000 h::>mbres, con resolucion de atacar al enemigo donde quiera
que lo esperase. Si Abreu no se ha puesto en rEtimdo muy pronto de-
berán estar de contacto.
El Piloto, Buenos Aires, setiembre 15 de 1825.

N929. - Banda Oriental. - / Artículo donde se reclama el pronuncia-


miento del Congreso sobre la Banda Oriental y sus representantes.

Al fin llego el momento en que el o::>ngreso debe pronunciarse so-


bre la suerte de nuestros hermanos del Oriente. Sus representantes le
han presentado sus diplomas, y no hay nadie, entre rechazarlos ó admi-
tirlos en su seno. Lejos de nosotros la idea de que se adopte el primer
extremo: ella solo confundiría nuestros votos, aniquilaría nuestras espe-
ranzas mas lisonjeras: no puede esperarse tal pronunciamiento de los re-
presentantes de estos pueblos. Ellos, respondiendo á la opinion pronun-
ciada manifiestamente, se hallan en el deber de unir á sus consejos á los
representantes de esa pmvincia hermana, que en masa, sola con heroici-
dad está luchando por sacudir el yugo de un usurpador coronado; y este
paso tan justo ni les es dado diferirlo por un solo instante. Los repre-
sentantes de la provincia oriental han sido nombrados legalmente: su mi-
sion es el resultado del órden que alli reina, y del deseo vehemente de
formar como siempre, una parte del estado del Rio de la Plata. Las
ventajas de esta union no son simplemente recíprocas, sino de mas peso
jar el yugo que les impuso la fatalidad, es tan clara o::>mo la luz, es
preciso tener obcecado el corazon para no confesarla: las circunstancias
actuales, son las mas á propósito para reclamarla: se hizo por las vias pa-
t:>ara las provincias occidentales. La justicia que los acompaña al arro-
cíficas y quedó hollado el honor nacbnal: se buscó el consejo de ami-
gos poderosos; y este consejo no tiene lugar: la razon está fiada á la
espada, la lucha comienza con ardor, va á abrirse la campaña con todo el
poder de las dos partes. ¿Quedaremos mientras neutrales? ¿Que se espera?
¿No han pasado cinco meses desde que los orientales se insurreccionaron?
¿No se han tenido cinco meses para aprestamos á los combates? ¿O nada
se ha hecho hasta ahora? ¿O se teme todavia, y este temor durará por
siempre jamas. Eh! ¡que marchen las tropas que estan sobre, el Uruguay,
lo pasen y acuchillen á ese fiero opresor de nuestros hermanos! ¡Sea la
señal de este movimiento la recepcion en el Congreso de los representan-

117
tes de la Banda Oriental. El lazo fraternal que entonces la una á las
provincias occidentales las pondrá en accion, las abrazará en entusiasmo,
las hará volar para sacrificar al usurpador y á sus esclavos. ¿Que no ha
hecho Mendoza, contra los revolucionarios de San Juan? En un mes,. ha
formado fuerzas, estas marcharon, vieron y acabaron con los enemigos
que se les presentaron. ¿Y contra el usurpador del Brasil no hará otro
tanto? ¿No hará como por el gobierno de San Juan por toda la provin",
cia oriental? Y con igual grado de acci.:m en los otros gobiernos herma-
nos; con igual empeño en el ejecutivo nacional? no se conseguirá for-
mar un ejército que sea un punto de apoyo sobre el Uruguay, á las fuer-
zas que están alli, y que pasen ahora al otro lado? ¿Como no se temió el
fatal resultado de la expedicion á San Juan, que habría traido la guerra
civil al estado, y se teme el de la declaracion de guerra al Brasil, que
nada mas puede traer que una muerte gloriosa ó la ruina de un tirano?
No; el tiempo se apresura y van á tener lugar los azares del combate.
Resolvamonos, y borrem:)s con nuestra sangre esa apatía mortífera que
dejó apoderarse de una provincia hermana á los soberbios lusitanos,
Resolvamonos, y arranquemos á la diadema imperial una joya que eS
nuestra, una provincia pingue y digna de gozar la libertad.
El Argentino. Buenos Aires. setiembre 24 de 1825.

m. - Artículos sobre victOl'ias militares del ejército oriental, publicados


en los meses de; octubre y noviembre

N9 30. - Bal1lrb Oriental. Comunicación del General Lavalleja.

Juan Antonio Lavalleja, Brigadier General en Gefe, Gobernador y


Capitan General de la Provincia Oriental del Río de la Plata.
Nuestros enemigos acaban de manifestar hasta la evidencia su debi-
lidad y cobardía. Yo me hallaba sobre la Colonia, y tube aviS:) que
con fecha 3 del presente, la fuerza del general Abreu dejaba su campo
de Mercedes. Ocupado en aquel punto en objetos de valor, no quise
desampararlo al recibir aquel parte, sin que oh'os me asegurasen de su
verdadera dirección. En efecto, el brigadier inspector que hmtilisaba
aquella fuerza con una division lijera de 300 hombres, me comunica en
seguida que el dia 4 le fue necesario empeñar su fuerza en guerrillar
al enemigo sobre el Viscocho, con el objeto de enh'etenerla, creyendo
por la rapidez con que marchaban y su direccion que se abanzasen ~):)­
bre la division que estaba á mis órdenes. La desventaja con que em-
prendió el inspector, le ocasionó la pérdida del sargento mayor :lvlan-
cilla muerto, y el capitan Tavares prisionero, con doce soldados tambien
muertos. Con estas noticias, yo me hubiese decidido á dejar aquel pun-
to, si en seguida no hubiese recibido nuevos partes, que me aseguraban
la contramarcha del enemigo. Finalmente prevenidas todas mis divisio-
nes para reunirse en el campamento general de la Florida á mi primera
órden, esperé que el enemigo abandonase las costas de los arroyos Co-

118
klló, Coquimbo y otros, por donde vivaqueaban. En este estado fui ins-
truido que se aproximaban a la Villa de los Porongos. Entonces marché
al campamento general, dejando sobre la Colonia 200 hombres, y orde-
nando la reunión indicada, para batirlos en detalle. El dia 11 quedó
dispuesto el ejército de mi mando::> para marchar al otro dia sobre ellos
en la costa de la Carreta Quemada, donde habían llegado aquel dia baso
tante tarde, después de haber marchado á trote y galope, sin .dejar nun-
ca la costa de los montes. Yo me lisonjeaba con :a amanecida del dia
señalado, bien cierto que era preparado para la destruccion de aque-
llos cobardes; pero ellos burlaron mis esperanzas. En la noche del 11
pasaron a Santa Lucía, sin ocuparse otra cosa que .oe huir, evadiendo
por consecuencia el golpe prevenido. Ellos van á ser muy pronto en-
cerrados en Montevideo, sino se resuelven á encontrarnos en campo des-
cubierto, donde estoy decidido á esperarlos.

He querido detenerme en tan larga explicación, para que bien orien-


tado de estos acontecimientos no dé crédito a ninguna otra noticia.

Saludo a V. con mi afecto acostumbrado. Campamento general en


Pintado. Setiembre 14 de 1825. Juan Antonio Lavalleja.

El dia 22 de setiembre comunicó el general Lavalleja el teniente


coronel D. :Manuel Oribe que los enemigos se preparaban á salir en dos
divisiones: la primera al mando de Ventas Manuel, compuesta de 800
caballos y 400 infantes; y la segunda de 1.500 hombres al mando del
general Lecor: aqúella debe situarse en San José, y la última en Ca-
nelones.
El Argos de Buenos Aires, Buenos Aires, octubre 5 de 1825.

N9 31. - Banda Oriental. /Noticias militares./

Na noticia de la derrota del coronel p::>rtugues Jardin por el coronel


Latorre, anunciada ya por otros periódicos, es positiva: todos los via-
jeros de aquella costa lo aseguran, y entre ellos hay uno que dice ha-
berse encontrado en las inmediaciones del punto de la accion en el mo-
mento de batirse. Que los portugueses perdieron un coronel, varios ofi-
ciales, y mas de 100 soldados muertos y prisioneros, y que despues de
la dispersion que estos sufrieron iban cayendo en poder de los- orien-
tales en todas direcciones.

El general Lecor se dispone á salir de Montevideo con 2.500 hom-


bres, de los cuales 1..300 son de infantería -la caballería de Minas que
se hallaba en la plaza desmontada sale tambien á campaña inclusa en
aquel total- Los minews montan por el estrivo de la derecha, y se
apean por la oreja de la izquierda.

119
Se asegura que el objeto del general Lecor es establecer su campo
en la Florida, si el general Lavalleja abandona aquel punto, y de allí
pasar al Durazno si estuviese evacuado por los orientales.
El Piloto. Buenos Aires. octubre 6 de 1825.

N9 32. - Banda Oriental. /Noticia del combate del Rincón de las Ga-
llinas. /

Por comunicaciones oficiales se sabe que el dia 24 de setiembre al


amanecer el señor general D. Fructuoso Rivera con una fuerza de 250
hombres tomó el rincon de las Gallinas, punto en donde los eneIDigos
tenían. el depósito de un número considerable de caballadas, con una
pequeña guardia, la cual fue acuchillada hasta escaparse alguna parte
de ella abordo de los buques de guerra, que con sus fuegos de artille-
ría pudieron salvarse de la bravura de los patriotas. A las 8 de la ma-
ñana se habian conseguido tener en nuestro poder todas las caballadas,
y a la misma hora se tubo parte de que el coronel imperial Gerónimo
Gonzalez Jardin se aproxinmba con una division de 700 hombres mas
ó menos. A las 9 se tubo segundo aviso, que la seguian a pasos preci-
pitados, entrando por el portan del rincon. El general Rivera entonces
reunió sus partidas y los esperó en el camino á una distancia de media
legua del paso del rio Negm, que está frente á Mercedes: dispuso su
tropa y en el momento que se presentaron fueron cargados, destroza-
dos completamente, y acuchillados por mas de 4 leguas, quedando muer-
tos en el campo mas de lOO hombres, entre los cuales había mas de 16
oficiales y el coronel José Luis Mena Barreta, y sobre 300 prisioneros.
El resto de la fuerza enemiga se ha favorecido en los Montes, y hasta
las 6 de la mañana del 25 se estaba recogiendo muchos dispersos. A
caballo no se escaparon arriba de 100 hombres. Ha quedado en nues-
tro poder un número considerable de armament::> y municiones.

El general Abreu ocupa á Mercedes con 600 hombres, pero sin ca-
baIladas para emprender cosa alguna. Toda la costa del Uruguay está
libre hasta Misiones.

El señor general Rivera debia reunirse dentro de cuatro dias al ge-


neral en gefe, el señor Lavalleja, á impedir cualquier operación del ge-
neral Ventas Manuel, que habia salido de Montevideo con 1.000 hom-
bres de caballería.

Hemos visto una comunicación del general Lavalleja á la señora es-


posa del sargento mayor Mariño que falleció de resultas de las heridas
recibidas en el choque del 18 de agosto sobre la Colonia. El general
expresa en ella de un modo generow su gratitud por los servicios _de su
finado esposo, y manda poner á su disposición, por conducto del comi-
sionado en esta ciudad la suma de 400 pesos, mientras la sala ·de la

120
r

~-~;;':,l';",;Mr'~''1t~'-'B:\~D:,\''oñIENTAL:'''-''i--~-
(}lor!ft ¡mllar'a! tÍ llit f>tlKeJlUcs del uSlIrpatior, 'f..
ComUlllcudoll dd GClUlMlI 1,"Vállllju, Lilll,lrh,dor del pu{¡bIQ
Ofltlntul. .
"Y" 110 ef pQI\iblllll'le ti d\Í${ll>ta del Bt'lltil e$~re dfJ la eulnitutl
,jI' (',la prQvtncia el tllwandecímillllt() de $U imperio, 1.oOi oriental«l
;¡.;"Q,11l d\l d<lr ul rn'UlI;\Q un tll~timnllío ind\ldabtil delllprer.io en ll'IO
",tunan ~u hb'lrtad, l),)~ mil ~,}Iíb.dO'1l eacogiúo, de cabllllerfa bra'
.."'rol, cQtnl<lId,a,IO'1l p<l1' el coronl,l VentO\! . ~hll\lel, hall .ido t:omp'e-
t.¡¡neotc dflWJlad~ fll dia d.: .yer eu la eo.u del f:t.ll'amI,)'f p$l' igu.l
fu¡,r.l.\ dI: ,,~toi ,~Iiolltf)s patriow qU<I luvIiI el /wllor d~Hmlndllr,
"\'lllella dlri6iou tan 0'11111Otla como af1 gefo, tuvo IlllI\luth\ dIl pre'

Documento NQ 33.
provincia acuerda la pension que debe sei'íalarse á los individuos de la
clase del fillado :Mariii.o.
El Argos de Buenos Aires, Buenos Aires octubre 8 de 1825.

NQ 33. - Banda Oriental. Conll.micacíón del General LavaIleja.


El Piloto, Buenos Aires, octubre 20 de 1825.

NQ 34. - Banda Oriental. /Noticias de la batalla de Sarandí./

Gloria illmortal á los véI1cedores del usurpador.


Comunícacion del General Lavaileja, Libertador del pueblo Oriental.
"Ya no es posible que el désfota del Brasil espere de la esclavitud
de esta provillcia el engrandecimiento de su imperio. Los orientales aca-
ban de dar al mundo un testimonio indudable del aprecio en que esti-
man su libertad. Dos mil soldados escogidos de caballería brasilera,
comandados por el coronel Ventas ?-ilanuel, han sido completamente de-
rrotados el dia de ayer en la costa del Sarandy, por igual fuerza de es-
tos valíentes patriotas que tuve el honor de mandar. Aquella division
tan orguilosa como su gefe, tuvo la audacia de presentarse en campo
descubierto, ignorando sin duda la bravura del ejército que insultaban.
Vernos, y encontrarnos fué obra del momento. En una y otra línea no
procedió otra maniobra que la carga; y ella fué ciertamente la mas for-
midable que puede imaginarse. Los enemigos dieron la suya á vivo fue-
go, el cual despn.ciaron los mios, y á sable en mano y carabilla en la
espalda, segun mis órdenes, encontraron, arrollaron y sablearon, persi-
guiéndolos mas de dos leguas, hasta ponerlos en la fuga y dispersion
mas completa; siendo el resultado quedar en el campo de batalla de la
fuerza enemiga mas de cuatrocientos muertos, cuatrocientos setenta pri-
sioneros de tropa, y 52 oficiales, sin contar con los heridos que aun se
están recogiendo, y dispersos que ya se han encontrado y tomado en
,(j'iferentes partes: mas de dos mil armas de todas clases, diez cajones
de municiones, y todas las caballadas. Nuestras pérdidas han consisti-
do en un oficial muerto, trece de la misma clase heridos, treinta solda-
dos muertos, y setenta heridos. Los sei'íores gefes, oficiales y tropa son
muy dignos del ren.::Jmbre de valíentes. El bravo y benemérito brigadier
inspector, despues de haberse desempei'íado con la mayor bizarria en
el todo de la accion, corre sobre una fuerza pequei'ía que ha escapado
del filo de nuestras espadas. En primera ocasion detallaré circunstan-
ciadamente este memorable accion, pues ahora mis muchas atenciones
no me lo permiten. El sargento mayor encargado del detalle de este
. ejército y conductor de este, informará á Vd. de los otros por menores
ley que aun hoy no ha tenido el lleno de su cumplimiento.

Dios guarde á Vd. muchos ai'íos. Cuartel general en el Durazno,


Octubre 13 de 182.5. Juan Antonio Lavalleja. Al sei'íor comisionado
del Gobierno Oriental.

122
~"""'~rr,ec~§.1'(' __
Ddall"s d" la ¡-:iciuf'ia lid Si;,rmi<Ü, e$tr-d¿;tada de
t{Jrmmita¡;:iv?~
de mw d.e [mi fiefes <'t~«;e&oTC3. -
aC>!!'ilv,,,,d,,,,, "'!: !il' el-':'" c1,";I'¡;~ ,lt~

Documento NQ 35.

123
Sentimos que la necesidad' de publicar el periódico en el dia no
nos deja lugar para las reflecsiones que nacen de la victoria del Saran-
di: observaremos sin embargo com~ ella justifica la medida del poder
legislativo para la pronta organizacion de la línea del Uruguay por una
no ha tenido el lleno de su cumplimiento.

Los orientales acaban de obtener una victoria señalada en los fas-


tos de la guerra de America. Si el ejecutivo nacional hubiera tenido hoy
al menos 3 mil soldados en la línea del Uruguay para hacerlos pasa:..~
al territorio del Rio Grande en estas circunstancias y aprovechar las
ventajas del triunfo (lo que no puede hacer el general Lavalleja por las
atenciones que le quedan en la provincia) es cierto que la recuperacion
de esta quedaria desd'e e1 moment~, asegurada con escarmiento del usur-
pador, y con gloria de la nacion Argentina.
El Piloto. Buenos Aires. octubre 21 de 1825.

NI? 35. - El Piloto. Buenos Aires, octubre 21 de 1825.

N9 36. - Banda Oriental. / Comentario sobre la batalla de Sarandí. /

Cuando el inmortal Lavalleja se presentó en las playas orientales


acompañado de .32 guerreros con la resolucion de libertar á su patria
del yugo de bs usurpad'ores ¡cuan pocos eran los hombres que podian
persuadiTSe de que aquella empresa habia de tener el rapido progreso
que la experiencia ha manifestado; y que un puñado de valientes con-
ducidos por el amor de la pah'ia, ó acaso por la desesperacion de su li-
bertad', habrian de obrar en seis meses esa continuacion de prodigios,
que la p~steridad apreciará como milagros del heroismo! ¡Que cada cual
se dé á su co~ciencia misma la respuesta que esta observacion merece;
y que la imparcialidad, haciendo justicia al ministerio del ejecutivo na-
cional, convenga en que a la vista de su maravillosa inactividad en el
cumplimiento de las deliberacionesd'el cuerpo legislativo, de su indife-
rencia pública por la suerte del territorio usurpado, y de su tenaz re-
sistencia á la guerra mas justa y digna del pueblo argentinl~, nadie po-
dia prometerse de los abandonados orientales sucesos tan brillantes co-
mo los que hoy se admiran.

Ellos acaban de obtener, en la jornada del Sarandí, una de las mas


célebres victorias que se han ganado en la guerra de la independencia,
y la gloria de que se ha cubierto el general Lavalleja no es menor res-
pectivamente que la de los mas ilush'es guerreros del nuevo mundo.
ICual ha sido durante el curso de los sucesos, la conducta política del
ministerio! ¿Podrá él responder á la nacion de un modo satisfactorio,
por haberla privado de la porcion de glOlia que debiera reportar de aquel
triunfo? ¿Podrá hacerlo de no habe tomado á su cargo la direccion de
la guerra contra el usurpador desde el momento en que los orientales se

124
hallaron dueños ae la campaña, establecieron en ella autoridades legales,
y se pusieron á las ordenes del Gobiemo Gél1eral?

Supóngase por un momento que la suerte de las am1as hubiese sido


adversa á los vencedores de Sarandí, y que en el hecho quedaban ma-
logrados toaos los esfuerzos de una empresa en que está interesada la
libertad de una provincia, la felicidad de todos los pueblos, el honor, el
decoro, y la dignidad de la república; el ministerio ¿podría satisfacerla
de no haber aaoptado con la actividad conveniente las medidas capa-
ces de dar ejecucion á la ley de 11 de mayo aun no cumplida? De no
haber al menos resguardo de un m.::>do suficiente el territorio de Entre
Rios contra la incursion que habrian hecho las tropas imperiales, si hu-
bieran sido mas felices en aquella célebre jamada?
El Piloto. Buenos Aires. octubre 27 de 1825.

NQ 37. - Provincia Oriental. /Noticia de la victoria de Sarandí.!

Detalle de la accion que el 12 de octubre anterior, gano el ejército


Oriental, sobre los imperiales, al mando del Exmo. Señor gobemador y
capitan general D. Juan Antonio Lavalleja, en los campos del Sarandí.

Despues de reunirse el dia 10, enh'e el segundo y tercer gajo de


Mansavillagra las dos clivisiones imperiales, constante la una de mil cua-
h"ocientos hombres, al mando del coronel Ventas Gonzalez, ambas fuer-
zas de caballeria esoC)gida segun se manifiesta en las comunicaciones di-
rigidas al citado coronel por el Vizconde de la Laguna, que logré inter-
ceptar oportunamente, enconh"ando en ellas la orden de dicho general
para que se persiguiese y concluyese con el ejercito de mi mando, antés
que llevase el fUEgO de la revoluc~C)n á la provincia de San Pedro; no
dude un instante en prepararme con la reEo1ucion de aprovechar la opor-
tunidad que iba á presentarme aquella disposicion del Vizconde, deján-
dole bien arrepentido .ti'e su necia confianza, y con testimonios que en
lo sucesivo le hiciesen mirar con mas respeto, y le enseñasen á conocer
los enemigos que tan facilmente pretende concluir. Con ese objeto per-
maneci aquel dia sobre arroyo de la Cruz, disponiendo la division que
se hallaba á mis inmediatas órdenes, y comunicando desde allí al señor
inspector D. FructUOEO Rivera, esperase mis avisos con la division .ti'e
su mando, que se hallaba acampada en la Orqueta del Sarandí, cuyo
punto no debia abandonar para realizar la reunion de ambos cuerpos
en el momento necesario. Al teniente coronel D. Manuel Oribe que con
los escuadrones de Dragones Libertadores de su mando, formaba la
vanguardia de este ejército en observacion del enemigo, ordené replega-
se sobre mi campo, ó el delSr. Inspector en el caso que aquel empren-
diese su marcha á una de estas direcciones, avanzandose á distancia regu-
lar para que tambien fuese posible su reunion á mi primer eviso. Al si-
guiente dia por la mañana participa el comandante Oribe el movimien-
to de la fuerza imperial de cuyas marchas equivocas no podia asegurar-

125
se su verdadera direccion y en esta duda esperé otro parte que pudie-
ra proporcionarme aquel conocimiento, para levantar mi campo. En
efecto, al anochecer repite el referido comandante de vanguardia que el
enemigo se dirigia á Castro; entonces ordené la reunion de aquella fuer-
za avanzada, y advertí al señor inspector que en la noche debiamos in-
corporarnos en su campamento del Sarandí, en c¡¿ya costa juzgaba de-
bia amanecer el enemigo, segun el cálculo que pude fi::Jrmar en su mo-
vimiento, y serian las dos de la mañana del dia doce, cuándo se incor-
poró el comandante Oribe con la expresada fuerza de su mando, y con-
tinue mi marcha graduando el tiempo que restaba de noche para estar
reunido con el Sr. Inspector al aclarar el dia, 10 que pude conseguir an-
tes de las cinco de la mañana. En esta hora avisaron las partidas de des-
cubiertas que el enemigo se hallaba media legua, de la parte opuesta del
Sarandí, y enseguida se dejaron ver á menos distancia de nuestro ejér-
cito, que á la sazon mudaban caballos con la mayor presteza. El ene-
migo se ocupaba en la misma maniobra, y antes de hora y media mar-
charon á encontrarse ambos ejércitos. Calculé entonces ventajoso esperar
al contrario en la costa que ocupaba para que quedando un gajo del
expresado arroyo á retaguardia de aquel, sirviese de obstáculo á su reti-
rada, pero evitaron el encu!=ntro de aquel plmto, y marcharon á despun-
tar el expresado gajo. Yo me dirigí entonces a su frente y mandé des-
plegar la batalla, que la formaron en costado derecho los escuadrones de
husares orientales al mando de su teniente coronel comandante D. Gre-
gario Perez, y las milicias de Canelones al de su Sargento mayor D. Si-
mon del Pino. Centro los escuadrones de dragones libertadores, al man-
do de su comandante, teniente coronel D. :Manuel Oribe, y una com-
pañia de dragones de la Union al mando del capitan D. Bernabé lli-
vera. Costado izquierdo el regimiento de dragones de la Union al man-
do de su coronel D. Andres Latone, y milicias de Entre Yi, y llio Negro
al de la misma clase D. Julian Laguna. Reserva, Milicias de Maldonado
al mando de su coronel D. Leonardo Olivera, y las de San José al de su
comandante, coronel graduado, D. Juan Jase Quesada, colocandose al
frente del costado derecho la compañia de tiradores de Maldonado al
mand':J de su capitan D. Francisco Osario, y al frente del izquierdo el
teniente coronel D. Adrian Med'ina, con un escuadran de la misma ar-
ma. Al costado izquierdo de los tiradores de la derecha se colocó una
pieza de á cuatro, de montaña, mandada por el subteniente de artilleria D
Jase Joaquin Olivera. Fueron los gefes de las citadas divisiones, en la
izquierda el señor brigadier inspector general D. Fructuoso Rivera, en
la derecha el teniente coronel gefe de Estado Mayor, D. Pablo Sufria-
tegui, en el centro el teniente coronel, comandante de dragones liber-
tadores D. Manuel Oribe, y en la reserva el coronel de milicias de
Maldonado D. Leonardo Olivera. Presentada asi nuestra linea, marcha-
ba sobre ella la fuerza enemiga, prevaliendose el terreno para no ser
vista en el todo, y descubierta á poco mas de dos cuadras, mandé car-
garla segun tenia dispuesto con anticipacion, haciendo poner á todo el
ejércitO' la carabina á la espalda, y sable en mano. Este movimiento hizo
126
desplegar á los contrarios con una rapidez exh"aordinaria. En soloins-
tante tardaron kJs enemigos en descargar sus armas, casi alcanzando á
tocar con ellas los soldados de la Patria, los cuales cumpliendo el jura-
mento que acababand'e repetir, de preferir la muerte á la ignominia de
la esclavitud, siguieron inalterables hasta desordenar á cuchilladas toda
la linea enemiga que no pudiendo resistir la bravura de los orientales,
se pusieron en desordenada retirada, en la cual aunque hicieron una
vigorosa defensa solo consiguieron con ella sentir mas el rigor de nues-
tras armas, dejando mas de dos leguas de campo cubierto de cadáveres
al fin de cuya distancia, del oh'o lado del Sarandí, pudieron hacer una
reunion que contenia treinta y 7 oficiales, y cuah"ocientos soldados man-
dados por el teniente coronel Alencastre, la cual fue rendida despues de
haber solicitado se les tratase como prisioneros de guerra. En esta pe-
queña suspension, los gefes Ventas Manuel y Ventas Gonzalez lograron
escapar con fOCO mas de trescientos hombres, que aunque fueron segui-
dos por una division al mando del señor inspector no fue posible alcanzar-
los. Los enemigos dejaron en el campo de batalla quinientos setenta y
dos muertos, ciento treinta y tres heridos, cincuenta y dos oficiales, in-
cluso h"es tenientes coroneles, quinientos veinte y un soldados prisioneros,
sin contar los heridos; mil doscientas carabinas, ochocientos cuarenta sa-
bles útiles, mas de doscientos rotos, seiscientas cincuenta pistolas, cincuen-
ta lanzas, mil setenta cananas, diez mil cartuchos de carabina á bala y to-
das sus caballadas, cuyo número se aumento posteriormente habiéndose
rendido el dia 14 al teniente Aguilar que mandaba una partida de vein-
te siete hombres en la costa del Arroyo Grande, una fuerza de diez y seis
oficiales y ciento diez y siete soldados con noventa tercerolas, ochenta
sables, y cuarenta y cuatro postalas, é igualmente en la costa de Ma-
ciel el teniente coronel D. Pedro Pintos, con ocho mil soldados todos ar-
mados. El ejercito de la patria sufrió la pequeña, pero sensible perdida,
,del capitan D. Matias Lasarte, de dragones libertadoers, y h"einta y
cuah'o ooldados muertos; y heridos el coronel D. Andres Latorre, capi-
tanes, D. Pedro Canea, D. Juan Salado, D. Manuel \Val, y D. Cayetano
Pires, tenientes, D. Gerónimo Berrueta, D. Juan Galvan, D. Lucio Do-
nado, D. Tomas Aquillera, D. Felipe Almeida, y D. Juan Femandez,
los alferes, D. Abdon Rodriguez, D. Manuel Andion, y D. Francisco
Marquez, y sesenta y siete soldados.
Ningun premio seria bastante digIKl de los señores gefes oficiales
y tropa, que Se han hallado en esta accion si por ella no alcanzasen
el heroico renombre de libertadores de su patria. Cuartel general en
Mercedes, Octubre 26 de 1825. - Juan Antonio Lavalleja. - Pedro
Lenguas, encargado de la mesa de guerra.
Nota. - No se tiene aun conocimient::> de los muertos heridos y
prisioneros que hasta la fecha se toman por los vecinos y partidas que
persiguen los dispersos en todos los puntos de la campaña.
El Argentino, Buenos Aires, noviembre 5 de 1825.

127
N9 38. - Banda Oriental. /Noticias de Montevideoe> y del ej.rcito bra-
sileño./
Las noticias de :Montevideo alcanzan al 8. Una revolucion contra
el gobierno habia sido descubierta en las tropas de la guarnicion, y so-
focada con la prision del May.:)!' de la Plaz~, 16 oficiales, y 120 solda-
dos del batal>:on de Pernambucanos.
La desercion de las tropas ya no se experimenta como antes por 10
ó 12 individuos diarios: ahora es por centEllares la semana anterior de-
sertó una compañia entera de infanteria, con su capitan y dernas oficia-
les; y 100 soldados de caballería hicieron al mismo tiempo igual opera-
cion desde la fortaleza del Cerro. El general Lecor, al parecer, espec-
tador estoico de estos sucesos, contesta con una serenidad facticia ca-
da vez que se le trae el parte de ellos ¡Olha o diabo do cometa, o que
esta fazendo!
El Piloto, Buenos Aires, noviembre 10 de 1825.

N9 39. - /Noticias de Montevideo./


Las noticias de aquella plaza alcanzan al 12: la desercion es me-
nos considerable desde que el general Lecor ha mando cerrar los por-
tones de la ciudad y prohibir la salida á toda clase de habitantes sin
excepcion alguna: los proveedores de comestibles dej~n, al entrar por
el rastrillo, apuntado su nombre en el cuerpo de guardia, y solo á es-
tos se concede lasalid a. Sin embargo de tales precauciones el espíritu
de desercion tiene desahogo por otros medios: la noche del a del co-
niente á las 9 V2 dos soldados que hacian la centinela en la batería de
S. Pascual se descolgaron por la muralla con su armamento y llegaron
con felicidad al campo de los sitiadores.
El dia 10 fondeó en aquel puerto una fragata Americana proceden-
te del Janeiro que conduce el detalle de una grande iluminacion en ef
palacio imperial, salvas, y otras demosh'aciones de júbilo, en virtud de
la noticia que llegó á aquella corte de estar terminada la revolucion
del Sud, con el triunfo obtenido por Bentos Manuel en su marcha de
:tvIercedes a Montevideo: este triunfo se refiere al choque insignifican-
te que en el mes de Septiembre, tuvieron las avanzadas del General
Rivera, con la division de aquel gefe, en las inmediaciones del Bio Ne-
gro: la pérdida de los Orientales fué 14 hombres muertos y heridos:
y el resultado seguir á Montevideo la fuerza imperial, huyendo del Ge-
neral Lavalleja á marchas forzadas. Bueno es, sin embargo, que la corte
del Brasil se haya alegrado entonces por aquel suceso, en descuento del
profundo dolor que el mismo Bentos Manuel reservaba al ánimo augus-
to de S. :tvI .1. con la eSh'atagema que empleó en Sarandi, segun la co-
nespondencia de uno de sus vasallos, inserta en nuestro número prece-
dente.
El Piloto, Buenos Aires, noviembre 17 de 1825.

128
( E.rl1·QW·dinario.)

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~ ~::4 Rrp-tf;'fftaJ::k ¡;¿SPro>..;i:J~-:tdS (]~iJ:ll
" ¡t; P".ar.c tú ¿TI IP.JP"'f'itj dd &c,é:~

r:l"qn~ 1t,l~ba.·.MinN::'CJ Sin-rN.ad1) Ji!' t?,~:_:;.


do"'~ t'J.Jer..:tr't:H'n~nt:'l: ce Rem("¡«)!:'~ f:',\i~rio:f'es. de !ac
Republicn ¿~ 1~~ f"r~im·i:a.~ lTnt-;1::t5 \ir} Ri.:'J. d~ b
~tat.a, _ :u'::iOfi:adc- M-pt:cialrefnt~ !)(iT ~'U Góhie:t'r-.).
:;c.n~ ti -hot.~ tito! dif~.gÜ:>a 31 nh"~p. y¡':"cm~. Sr~
~.u:u~tro,thl' f..i~:tr!O ('u t'1 Dt"'r~. .'l;n~.tn do(" IhJ~ ...
Oilnt!' J:,~tr.mgtrn~ Mi J!il~'y" Jd R~.:"it p:~rn ]u ..
<"eñe -~:lOCT: (.lUí' r-...,h:t~n.:t() ¡.» ñ~hit3ut'('ji ~-t' 1....
Pi"'\JdPot'"¡~ ("trit'Jlf~! r'("~--::,;pe~d{) P":r ~~13pt..~i,itl'<: f"~-;';"
fUt~n;,.~,; b, h~rt~! dt""u krti!~:;:ú OC,Up3dt:lo 1;;.5.
.ufl~'\ di' S-. ;ti. t•• ~- ti~c"~ dt-' imlr.b.r uu
ni) n!'¡;4J;;r i~;trnpl ':,:#i:;:'~('n (;¡~ ~u P·;)t'"in~i..l, ~n
det'iJ.i~\dtl wkmn<'m:'~;rl la ouH~bd ~!t: ~~ ~f~Qt. p~r
1"" c:Ut1.~'.~~ ~ p~!t:Ht.r-~ ag:;T!.@f 'lqC!"i r;u;".1 í lnf"...e:no.
del Bt=<..l!t y tm \u {,,¡f!';~r;;u~-¡t.;:"u.h4.~ tnn:'('U;.!:1 ~"qe:J ..u
\f. ~otoJ ~cnrt:\!t ',J.t~!::Ula~ y dté.tiJo;::rJ.pt>.rb t;~~hbd

u ~il 1~~ d("flM1: Pti).in~iasArg=nt;:r.A::~ l i1U~ :;;itul---


Uo rrepr'rtcr.,{~'6 pI' !G;; ,:ntu{o.- IT'.A~ ~t;i:J.at

UnH.:ndo- ti.)f}~'¿ ....~ El (\~-:-t~e;;u {hmt'r>l: Je


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p{l f.ooi:l.~t'~~.~¡ll Ír¡juj't;d:;:. :á l~;;:ar de un t.h~H·;;hih
qt.~ j:Hna~. fuc dtlpuülbte~ ni J,cj:lr ;;i~ ,!t~~}ii¡nrA )
RtlimpruiJe;wia.,ahaoo<lr...a..;J3 Á -¡o Pl"'O'pit.) ..l~~,!i •..., Ul~;':'
~l~('ióu ;:.rn~Jil... r:d:enw... tÍ trriu:!.':¡t Y r.;;p:U' dt'
tQ:1 ütrim(\'l" t!.xtrcm~ na ddj.~n"A d~ !':lJi <krr..ch........
Ptlr ellQ t.>'i qc:e :"u ~~~"1 dc!.J:5 cid p.::~¡:;:J,) ~n;;:~l Je
tk:tubro tu t;\ncw~iJa :1o.á Qu~ q(' ú •. nf;;~rn.~J;l:i rün
\t, ti \'t:ti) unifm~n,(" de i#..~ l'rQt'jn-:;:t.j. ~l.·l t:~!::l:~t'()-~ ,-

.~ dc! Guc. d("iib-ua.Jatnt~!~ im Tt"p;v~htr~th~h i~rt;'


~.. \"ir.:"~~ Ori~nt.:l., rar el úr#.1!m te¡;:¡nm·,,) Je~~:i:~
h R~p!~nt,.~nt..~ en la lry d~ ;15 dt! .\~'t~W dd
h rr~"('u.tt';;:Í::O... et C~grr:w~ Á r-&W~ d~", hh im~hk.....;;
H qUf' :'ll'prt5ml!.·1~ t:.. r~~l\..~ d~ r~oo~tn-.»rpú1ad,a
le. i b H(.puhH~7\ di: h.; Pro;¡~::ri;;¡4 t:ni\Uio ci~lltj~ di:

l\¡PR[:\"T\ m:t. f.STMXl

Documento NQ 42.

129
N9 40. - Provincias Unidas del Río de la Plata. El General Lavalleja.
/Lista de los Treinta y Tres Orientales./
El Argos de Buenos Aires, Buenos Aires, noviembre 26 de 1825.

N9 41. - Banda Oriental. /Noticias militares./

Las adquiridas por los pasageros llegados esta tarde, en la zumaca


Flor Inés, son -Que el bergantin Guillermo nacional en la altura de
Rio Grande ha hecho las presas siguientes: Una fragata de Oporto. Un
bergantin de Rio Grande: este fue represado por otro de igual clase bra-
silero. Un bergantin ~3Ieta, y dos zumacas: una de ellas represadas por
la lvlaria da Gloria; y la otra quedaba armada por el corsario para se-
guir sus aguas: este y las tres presas se dirigian al Sud, y siguen su
mismo rumbo, persigiendolo la corbeta Maria da Gloria y un bergantin
brasilero.

El 21 del que espira hubo una fuerte guerrilla de la division de


D. Manuel Oribe, con la tropa de caballeria acampada en el cerro, la
que volvio caras á la primera carga; persiguiendola hasta sus trincheras,
perdiendo el enemigo 6 hombres y trescientas mulas. Afíaden dichos
pasageros que la opinion general en Montevidw sobre la suerte del ber-
gantin que conducia caudales á dicha plaza está en poder del Guillerrr:()
á esta fecha.
El Argentino, Buenos Aires, noviembre 26 de 1825.

IV. - Ed;toriales, artícu~()s y comunicados, publicados on los últimos


meses del año 1825.

N9 42. - Comunicación del Ministerio de Relaciones Exteriores.


El Argos de Buenos Aires, Buenos Aires, nOviembre 5 de 1825.

N9 43. - Provincia Oriental. /Posición del gobierno argentino frente a


la Corte del Brasil, una vez reincorporada la Banda Oriental a las Pro-
vincias Unidas. /

El gobierno en consecuencia de la resolucion del congreso, decla-


rando reincorporada aquella provincia á las del estado argentino, ha da-
do, 03mo era regular, el paso, que aparece de la comunicacion del mi-
nisterio de relaciones esteriores de la República de las Provincia Uni-
das del Río de la Plata al del Imperio del Brasil, (publicada por estraor-
dinario en el Al-gos del sabado 5 de noviembre de 1825).

Esta comunicación abre campo a consideraciones de la más alta im-


portancia y que en fuerza de nuesh-a J.=osicion creemos un deber el es-
poner. Con sentimiento hemos estrafíado en ella la falta de ese tono

130
D. 1'\f¡tuuf-l Orihp.
lO
D. Pablo .zuf'riáIPgul.
D. Sirenll ¡J..¡ PiruI.
D. M:u1\ul uv"l!f'jJ.
D. 1\1",,111'1 F,,,}'t,,,
D. M:¡"!H'¡ M,,¡,'lldl';¿.
,D" .:\na~tat·'i~it0rrü.
D. Jarill¡(; Trllj111lti.
D. fhriiio Araujo.
D. Ju:m P¡quim;H1,
D. G"'l1,Oliú !'a¡¡;,l)r:¿. •
n. S.mlÍ;>J4o Gadu'
1J, P;>lllai"on Art¡~3·.
D. j.'r¡¡m:'.'·v neuit..~ .
.. V. X. t'¡'l·l¡m~".
Antif'" (]" bl"(", baque;;I'''.
JUitU Ollit. whb.lc.
..
j)Ol\;iu,,<l Orlh. hl. ~
Ca~J.. í~ Colmm. Id. ,
Mwud r.; ''''"s. :ht.
• N: ~al"r:'~;_ :d:.
fl'h¡,l' 1".. ll,., Id.
~ ProP,<J tpU W¡u:tflTi~7tt:ate.•e
CQrp«iarou <¡¡seMi L;ar.gik'¡fJ
in·'
Juan Atu"lil 1 11.1.
<¡ue r,ltall para· ~~mpletlU' el número ss, fUeron in-
J...cg
eorporado:! cunndo esta t'Xf..ooiciou estaba sobre la Bando. Ori·
enlat Y .

Documento NQ 40.

131
firme y elevado, que corespondia á la dignidad del asunto, de la nacion,
y del gobierno que la preside; y que ella no se hubiese contraido, como
en nuestro concepto debia ser, á solo manifestar, como lo hace, la reso-
lucían del cuerpo nacional, y asegurar que en consecuencia el gobierno
llenaria, en cuanto pudiese, los deberes que ena le prescribo Lo demas
parece indicar solo un obrar forzado en el gobierno, y á mas, obrar te-
miendo aun. Para que se conoscan los fundamentos de nuesh'a opinion,
pasamos á considerar separadamente los dos puntos de esa nota, que han
llamado especialmente nuestra atencion.
El primero es la promesa .del gobierno, de que "en esta nueva si-
.. tuacion conserva el mismo espíritu de m::>deracion y de justicia que
.. sirve de base á su política, y que ha dirigido las tentativas que ha
.. hecho hasta aqui en vano, para negociar amigablemente la restitucion
"de la provincia Oriental, y del cual dará nuevas pruebas, cuantas veces
.. su dignidad se lo permita." No es esta oportunidad de hacer prome-
sas innecesarias, que abran campo a las maniobras y á la esperanza de
un astuto ambicioso. Innecesarias; porque si alguna vez nos conviene
escuchar al emperador, le escucharemos en hora buena; pero le escu-
charemos porque nos convendrá, y por que querramos, y no en virtud
de un compromiso anticipado; no en virtud de un derecho que es¡:on-
taneamente se le conCEde; y del cual indudablemente usará, no cuando
nos convenga, sino cuando á él le convenga, ¿Y como? Del modo que
es tan o::>mun y sabido. El no será tan simple que, cuando le convenga
ganar tiempo y rehacen:e, proponga lo que pueda comprometer la dig-
nidad del gobierno, esto es, los intereses que está encargado este de
velar y defender. Por el conh'ario podrá proponer 10 que nos sea alta-
mente conveniente y honroso; mas solo con aquel designio, y sin inten-
cían de cumplir. Y no obstante; ¿habrem::>s de escucharle, y perder quizá
por ello circunstancias favorables ó decisivas para la continuacion ó
éxito de la guerra? Creemos inutil estendernos sobre esto: porque
creemos ser muy claro que es nua imprudencia el comprometerse, sin
la menor necesidad, á seguir despues tal ó tal con dueta.
El segundo punto es la otra promesa de que-"no atacará sino para
.. defenderse, y obtener la restitucion de los puntos aun ocupados, redu-
.. ciendo sus pretensiones á conservar la integridad del territorio de las
.. Provincias Unidas". Estamos conformes en cuanto á que las Provin-
cias Unidas solo aspiran á conservar su integridad' y no á usurpar pro-
vincia alguna del Brasil, que es b único que indica la segunda propo-
sicíon de ese período. Pero en cuanto áque para conseguir esto mismo,
para conseguir esa integridad, esa restitucion, no atacarán sino defen-
diendose, no estamos conformes. Repetimos 10 que dejamos dicho: no
hay para que, y antes puede sernas funestísimo, el comprometernos sin
necesidad á hacer la guerra de este ó del otro modo. La razón está
saltando. Y si nos conviene atacar las fmnteras del Brasil ?por qué no
10 hemos de hacer? Esa guerra, como todas, debe hacerse del modó
que más convenga, mientras no se falte á los preceptos del derecho

132
convencional: esta es la única limitacion; y el inva&n' el territorio ene-
migo, ni está proscripto por ellos, ni ofende el crédito y dignidad de
los estados.
Aun hay mas. Nuesh'o deber y aspiracion en esta situacion debe
ser 19 que la guerra sea de la menor duracion posible: 29 sacar de ella
cuantas ventajas podamos licitamente sacar. Esto es innegable. Y bien.
Respecto á lo 19 ella será tanto mas breve cuanto menos tiempo demos
al imperio de rehacerse; esto es, cuanto más activa SEa; y no lo será
reduciendola á solo atacar los puntos ocupados: mientras que ese ejér-
cito inactivo, ante Jos muros de Montevideo, queda solo para ver engro-
sar repentinamente las líneas enemigas, sin poderlo remediar.

Respecto al 2. estancos intimamente convencidos de que, para sacar


de esta guerra todas las vcntajas que podemos, lo que absolutamente
nos conviene es llevar la guerra á las provincias mismas del imperio.
Ellas son verdaderamente, en estas circunstancias, nuestra línea natu-
ral de operaciones. Llevarles la guerra, no para destruirlas: al contra-
rio; solo para proteger y aprovechar las brillantes disposiciones en que
se encuentran. Esto temerá más que todo El emperador: esto temerá mas,
que sufrir en la Banda Oriental dos ó tres derrotas, que puede subsa-
nar con sus inmensos recursos, y cuyo último resultado, será á lo mas
el perder solo la Banda Oriental; y esto por consiguiente le decidirá mas
prontamente que todo.
Resultados mayores aun esperamos de este plan. Quizá nos enga-
ñen nuestros deseos; pero al mEnos todas las probabilidades que pueden
exigirse en lo humano, se reunen para alagarlos. El descontent.:J de
aquellos pueblos, es bien notorio; y la aproximacion de nuestras armas;
les presentará la ocasion de manifestarse, y de obrar: mucho mas, si
como lo esperamos, nos es favorable la suerte en los principios. Prenderá
un fuego, -que correrá, y circundará ese trono vacilante; y al mismo
tiempo, y á menos costa, habremos conseguido dos grandes objetos -li-
berar el Oriente, y destruir un trono- habremos hecho este beneficio
á todo el continente, y en especial al pueblo brasilero, que, dejado en-
tonces en absoluta libertad de disponer libremente de su suerte, que-
dará unido para siempre á nosotros por interes y gratitud: sobre todo,
no se olvide que jamas, jamas se presentará la brillante ocasion, que
hoy -se presenta.

Tal es nuestra opmlOn. Ella puede ser errada; pero al menos ella
aranca de un principio innegable-de todos modos vamos á enh'ar en
esa guerra; pues entremos de modo que ella sea lo mas corto posible,
y nos h'aiga los mayores bienes que se puedan; para esto se presenta
el medio, que podemos legitimamente emplear de atacar las provincias
del imperio, pues emplemosle; ataquemoslas.
El Nacional, Buenos Aires, noviembre 10 de 1825.

133
-------~~
NQ 44. - Provincia Oriental. /Proclama De Juan A. Lavalleja/
El Argos de Buenos Aires, Buenos Aires, noviembre 23 de 1825.

NQ 45. - El emperador del Brasil juzgado en, el Tribunal de la Europa.

Por todas partes se levantan abogados decididos, que sostienen o:m


energia la causa de las Provincias Unidas contra los pro-cedi-
mientas ambiciosos del emperador del Brasil. No son ya treinta y
tres hombres aislados, una facción, un pueblo, una republica: ya no es
el continente americano, el que tan solo se pronuncia contra la injus-
ticia atroz de aquel gobierno: hoyes la Europa misma, en donde se
desplega una fuerza tal de oposicion á esta injusticia, que ya puede de-
cirse con confianza, que lo condena la opinion pública universal, sin
mas excepcion, que los gaceteros serviles del Janeiro. Los mejores diarios
de Francia contienen indicaciones fuertes, sobre los peligros, á que se
espone la única forma de gobierno europeo, que resta en América, pro-
vocando tan injustamente á los estados republicanos: pero los diarios de
Inglaterra, con especialidad el Times, que puede considerarse como el
papel mas respetable del mundo p::Jr su independencia, capacidad, y
rectitud, despues de ilustrar á la europea con la historia de estas cues-
tiones, partiendo desde el tratado de paz de 1804 enh'e Potugal y Es-
paña se deja caer como un trueno sobre el ceho vacilante del
Brasil. El Counier, al cual se apela mas comunmente, para interpretar
la marcha del ministerio británico, ó el estado de la opinion de este,
sobre los negocios mas arduos de la politica, tanto interior como es-
terior: el Courrier, que en 1824, y en este año, ha auxiliado el empeño
de hacer conciliable la independencia del Brasil con la buena armonia
entre el hijo emperador, y el padre rey y emperador, es el mismo que
hoy opone una resistencia decidida á su antiguo protegido, no pudien-
do ser indiferente, ni á la justicia de nuestros reclamos, ni á la con-
ducta de un gobierno, que COlTesfOnde, con alarmas y violencias, á los
empeños de SJvI,B. por hacerle entrar en juicio, y mantenerle en paz,
y en prosperidad. Es ciertamente digno de observarse con este motivo,
cuanto se difunde el espiritu de justicia universal, y 10 que esto quiere
decir en orden á los progre9::JS de la civilazicion: un acto de injusticia
notoria, cometido á una distancia enorme, por un gobierno, y con res-
pecto á tillOS pueblos absolutamente estrangeros, que figuran muy subal-
ternamente en el rol de las naciones, y cuya influencia, ni puede te-
merse, ni necesitarse: un acto tal, es tan energicamente resistido, como
lo sería cualquier otro acto igual de hanscendencia inmediata. Pero
¿que hará, pues, el emperador del Brasil, ni ningun otro emperador,
para mantener una injusticia tan descarada en un tiempo, en que las
cosas han llegado hasta esta situacion feliz? ?Cuales mn los elementos,
con que puede contar para hacer frente á esa guerra moral, cuyo im-
perb se ejerce tan poderosa, y decididamente sobre él? ¿Creerá acaso,
que con solo mantener una forma de gobierno, igual á aquella que en

135
D. JUAN Brigadier,
ANTONiO I.lATAI.LF.JA,

nadar:y Capilan General de la


Orienlct!, ti sus kahittmtes.
CU3udo pi',,~ en ltt~t1('< mi l~:Uri~t
ominosó de¡ c:k".l<,.a del llr:t<il, ."1,,
:lidia en i'n:es.tr()~ pedhl~ t"Ontrn t·! injti~{ü tt'il!rr~ld~~r;-S¡n "'"nhill:ll;i"ll<'$,
rectl~ y s(~lo c'Onfiado ~n \ u~tm «nergia y \-aft'tf)
taria. el 21 de Setiembre y ¡ ':: .)(. O"Hlbre en
ClWhilla del Sarnlldl.. j Qué gluri" l\lO habei" 4ll'iltl.,n,l!a
na<ia,g ¡-La lillef'.ml cid Pueblu Oriental

~ento en re! cerrt"r las=lo:gte dCiu5la.o.alks,y hadl.'trefad'¡¡. unanwe.~


in\"a.~hltl & e:~taPri)lju-t:ia F:tnt ttil:~r iHlCio{M
mderes; h que c1Upt<:mlicl'Qu el 7 Y ¡.hlt'!
tiutos.
i OIlIE.'lJT.U.ES !
l'<'r ii las ,,~ meditad
una yergQtl:l<lSa l1l¡>alb. La ju,-!a
tri".iw ~nw.wn~,.-~IlQi; prU,f<K':I.l1')S
tir á. nu,c;l!'<l; '~nenülros "ti! flirll.'Sl,a~ ':ern....r'lcnd!l$.
de Ws libres,
mmpre pr~nto carga
pronto c<m<:luiremos b. c:mlpllilA, á la qu<' \lO :td.l!U:! aiiaru ('0<_ iW'1lJf'l'i'.
Y lleoo de júbila vuestro geft' í c<>nll"'ñt'ro,
Cu;utel rueral en marcha Dki<:rnbre

Documento N9 46.

136
otros tiempos podia garantir una violencia, una usurpacion, una con-
quista, una injusticia cualquiera; que esto solo le ha de salvar de una
caida, en que él se envuelva, y enrede al mismo pueblo, que ha tenido
la desgracia de elevarlo? ¿pero que, no advertirá, que sobre ser irre-
sistible el poder que se le opone, esa forma de gobierno, en que des-
cansa, habiendo perdido ya todos los prestigios en que se sostenía, si
puede de algun modo conservarse, es solo haciendo una inversion total
en los medios, ó en los principios? A la verdad que seria una preten-
sion quimerica, pero mas que quimerica torpe, reposar en las segurida-
des de una forma, que tiene contra si la opinion de cuanto le rodeá;
mucho mas, cuando se intenta sostener por los mismos medios, ó por
los mismos principios, que, cuando no hayan sufrido ya una proscrip-
cion universal de derecho, el hecho es, que los ataques se redoblan, y
ellos van desapareciendo; porque el principio de estos, que llega á caer,
ya no vuelve á levantarse por entero. Seria menester, nada menos, que
suponer á un hombre enteramente abstraido del siglo, sin mas suscep-
tibilidad que para admitir las ideas de la cuna; esto es, manteniéndose
siempre infante, (xm una incapacidad moral de seguir, ó conocer el
órden progresivo de los hombres y de las cosas: seria menester suponer
un hombre tal, para concederle la capacidad, ó el privilegio de come-
ter unos errores tan graves, que se confunden con los crimenes. Pero
dejemos de gloriarn()s en las injusticias agenas: bastante tenemos con
podernos lisonjear, de que si concluimos nuestra primera causa, con el
gobierno de España, por obligar á reconocer en todo el mundo la jus-
ticia que defendiamos, es grato ver que esta segunda causa con el go-
bierno del Bra~il empieza por atraerse el sufragio universal: mas espe-
ramos, sin embargo, que esto no debilitará la resolucion, en que el pais
está, y en que debe permanecer hasta conseguir por sí la integridad del
territorio, y una garantía imponente para que no se viole en adelante.

El Nacional. Buenos Aires, diciembre 8 de 1825.

NQ 46. - El Piloto, Buenos Ayres, 24 de diciembre de 1825.


1825.

NQ 47. - Provincia Oriental.

Las noticias mas recientes que tenemos de este territorio confir-


man la idea de que, muy en breve, estarian nombrados los diputados
que deben representar á la Provincia Oriental en el congreso general
constituyente, segun la ley sancionada en 19 de noviembre ultimo. El
ocho del corriente se hallaban reunidos en Canelones los representan-
tes de varios departamentos libres de la campaña, y se esperaba la con-
currencia de los demas, para proceder á la eleccion, que debe hacerse
por las sala de representantes. Este acto se calcula por los orientales,
y con razon, como de una grande influencia en favor de sus intereses,

137
y de la lucha en que estan empeñados: por lo mismo, se dan todas las
seguridades que pueden desearse de que cuanto antes se procederá a
realizarlo, y á llenar de este modo en la representación nacional la vo-
luntad del pueblo oriental.

Nada se adelanta sobre las operaciones de las divisiones imperia-


les que se hallan en la frontera; y al menos, por ahora, se juzga que
no hay temor de una procsima invasion. Esta confianza ha movido al
general Lavalleja á licenciar una parte de las milicias que componian
su ejercito, con el objeto de aprovechar esta circunstancia para dedi-
carse tranquilos á los labores de la campaña, y á recoger las cosechas
del presente año. En consecuencia, han qUEdado en el cuartel general
dos mil hombres de línea, prontos á emprender cualquier movimiento
á que diese lugar la noticia de alguna invasion, sin perjuicio de que,
en tal a caso, se cuente con las milicias licenciadas, cuya reunion es
fácil en un conflicto. Entretanto la disciplina se aumenta en las tropas
del cuartel general; y es probable que en esto se empleen mientras el
gobierno nacional no ordena el plan de campaña que deba ejecutarse
en la Provincia Oriental, y ordena el movimiento que deban hacer las
fuerzas del ejercito nacional. Esto último se espera con impaciencia por
los orientales, porque estan persuadidos que, en las circunstancia pre-
sentes, y despues de obtenidos los triunfos decisivos que se han repor-
tado sobre los imperiales, nada seria más perjudicial que el mantener
en una p':)sición inactiva á un ejercito vencedor, y lleno del entusiasmo
que le ha dado la victoria, y las glorias, esperando solo, para entrar
en grandes operaciones, otra nueva agresion por parte del enemigo, y
dandole tiempo para que se reponga de sus quebrantos. Nosoh-os, en
conformidad de este sentimiento, o:)mo ya lo hemos espresado otras
veces, deseariamos que el gobierno nacional no se contentase unica-
mente con hacer pasar al ejercito del Uruguay al territorio oriental:
esto es indiferente, considerado aisladamente. Nada importa una varia-
cion de posicion: lo substancial es, que las fuerzas de la línea, se pongan
en movimiento, y obren en combinación con las del general Lavalleja,
aprovechando los. lances favorables que se presenten, y concurriendo con
sus hermanos á la libertad del territorio cuya defensa y seguridad está
librado al valor y al pah-iotisn:o de las h-opas nacionales. Una opera-
ción de esta naturaleza habría llenado exactamente la sancion del con-
greso general de 25 de ::Jctubre último, y coronado los votos ardientes
de tantos buenos pah-iotas que aspiran al esterminio completo de los
tiranos, que ami intentan oprinúr una parte considerable de nuestro te-
rritorio. Con este mismo fin no podemos dejar pasar esta oportunidad,
sin hacer presente, que, segun las noticias que tenemos de la Província
Oriental, sabemos que los departamentos de Sarandí, Mercedes y Mal-
donado carecen de armamentos, y algunos oh-os artículos de guena: y
que es necesario proveerlos, así á estos como á todos los demas, de
cuanto sea necesario, para que se pongan en un estado completo de
defensa. Igual observacion haremos por lo que respecta á todo articulo

138
de guerra, ó de subsistencia, que aun no tenga la fuerza del general
Lavalleja, p:)rque es preciso considerar á las divisiones orientales como
á otras tantas del ejército nacional, y prestarles Ell consecuencia todos
los recursos posibles. Este será el modo verdadero de concentrar la
opinion, que tan favorablemente se halla dispuesta, y sacar de ella
todas cuentas ventajas se quieran en favor de la causa del país.

Las fuerzas del visconde encerradas dentro de los muros de Mon-


tevideo suben al número de cerca de dos mil hombres, contando con
trescient:)s de caballeria, que se hallan acampados en el cerro, y que
no emprenden operacion alguna: la desercion continua. En la Colonia
se hallan sobre quinientos soldados, mitad de infanteria, y mitad de ca-
balleria. Del cuartel general del Durazno habian marchado trescientos
soldados á reforzar la division del o:)mandante don Ignacio Oribe, que
se halla en observacion sobre la frontera, y á ponerle en disposicion de
obrar en un caso necesario.

El Nacional, Bcenos Aires. diciembre 22 de 1825.

N9 48. - Provincia Orie,ntal. / Amenaza de invasión brasileña/

Esta parte del territorio argentino está amenazada de una proxm1a


invaskm por una fuerza considerable del emperador del Brasil. El 21
del corriente llegó a esta ciudad un oficial con pliegos del general La-
valleja al poder ejecutivo nacional comunicandole el movimiento de los
imperiales, remitiéndoles los partes originales que tenia de los coman-
dantes que se mantienen en observad:)n sobre ellos, y exigiendo algu-
nas resoluciones terminantes que puedan contribuir á fijar el plan de
la nueva campaña ql!e debe abrir contra los usurpadores. Por su parte
el general Lavalleja se ocupa activamente de reunir todas sus fuerzas
para resistir la agresion. Ha dado orden para que se le incorporen las
tropas de los departamentos de Mercedes, Maldonado, y de todos
aquellos puntos que se hallan en disposicion de contribuir con sus mi-
licias al. aumento del ejercito; y es casi indudable que á esta fecha
cuente con un número crecido de valientes, capaz de escarmentar de
nuevo á los esclavos del tirano del Brasil, y á repetir las pruebas del
heroismo que han dado en dos batallas sangrientas. En fin, á la sola
noticia de que los imperiales se haban movido el 7 y el 15 del presen-
te á invadir el territorio Oriental, todos sus hijos arden en entusiasmo,
y solo esperan el dia del combate, dia de gloria y de venganza para
ellos, y de ignominia para sus enemigos.

Estas son las noticias oficiales que ha recibido el gobierno nacional,


y que no solo él está en posesion de ellas sino tambien, sin publicarse,
todo el pueblo de Buenos Aires que desde el mes de abril de este año
se mantiene en esta espectacion impaciente por saber los resultados de

139
la presente campaña, y asechando los pasos de las autoridades á quienes
está o::mfiada la defensa de la nacion En tan criticas circunstancias. Pero
hay otras noticias que aunque no son oficiales revisten todo el caractei'
de la certidumbre, y no dejan lugar alguno á dudar lo que hace tanto
tiempo se está anunciando y repitiendo al gobierno, ya en todos los
papeles públicos, ya desde los circuitos privados, y especialmente desde
el recinto respetable de los cuerpos legislativos, á saber: que la guerra
con el imperio del Brasil era inevitable, y que era preciso aprovechar
todos los instantes para prspararse á entrar en ella CGn todos los re-
cursos que Se podian sacar de nuestra posicion de la decision de los
pueblos, de los triunfos obtenidos sobre sus mejores tropas en la pro-
vincia Oriental, y sin esperar á que el enemigo se prevalesiese de nuestra
inacion é inactividad, para descargar primero un golpe á salvo sobre los
orientales, y en seguida sobre los que habiamos permanecido como
simples y frias espectadores en su lucha, en sus gklrias, Ó en sus con-
flictos. Estos temOl"es se han comprobado hoy, ni mas ni menos, que
como se anunciaban: la correspondencia del Brasil y de Montevideo
asegura, que desde el 8 del corriente esta declarada la guerra por S.M.L
a la republica delas Provincias Unidas: que la declaracion ecsiste en
poder del Visconde de la Laguna, y que en consecuencia el puerto será
estrechamente bloqueado por las fuerzas navales del imperio, que hace
tiempo se hallan en las aguas del Río de la Plata, y que acaban de ser
aumentadas por otros buques de guerra: en fin, que las hostilidades em-
pezarán en breve á hacerse por los imperiales, y que la guerra tomará
un caracter decidido y acabará de descubrir los pérfidos planes que
fraguaba la ambician de ese tirano europeo.

Por supuesto que esta muy procsimo el dia en que aparescan con
toda claridad las medidas que el gobierno nacional ha debido tomar hace
mas de seis meses para asegurar nuestras costas el puerto y el terri-
torio de la nacion. Hasta que no llegue el momento en que principien
las hostilidades declaradas, no podemos con ecsactitud y justicia hacer
los carg<ls, que entonces haremos, silos resultados no son los que se
esperan en aquel caso. Enh"e tanto, lo que no es posible remitir para
ese tiempo s~ dos cosas: la permanencia de los prisioneros en la pro-
vincia Oriental, y la estacion del ejercito nacional sobre la línea (lCci-
dental del Río Uruguay. Sabemos que una de las cosas que mas deben
agitar al general Lavalleja, y trabar en parte la celeridad de sus marchas,
y la concentración de sus fuerzas, es el tener que custodiar mas de
mil prisioneros, operación en que necesita emplear una fuerza respeta-
ble con espacialidad si el campo de batalla, como va a suceder, se fija
en el territorio donde ellos se hallan, por que entonces es preciso re-
forzar la vigilancia, y distraer por consecuencia la atención, y las tropas
que debian estar exclusivanJente detenidas á repeler la agresion. Aun
antes de la sancion del congreso que declaró reincorporada de hecho
la provincia oriental á su antigua asociacion, debió haberse descargado
al general Lavalleja de este peso, y entonces con tanta mas facilidad,

140
cuanto que el no era tan enorme como lo es al presente. Despues de
la espresada ley, aunque se dice, que se le comunicaron ordenes para
que pasase los prisioneros á la Pll::lvincia de Entre Ríos (solicitud que
habia sido promovida poco antes por aquel general sin buen suceso)
el hecho es, que sin que se sepa la causa, ellos ecsisten en territorio
Oriental complicando los movimientos militares del esterior de aquella
provincia. Decimos sin que se sepa la causa, por que en realidad se
ignora, y no es estraño cuando no la sabe el mismo gobierno nacional,
á cuyo con::lcimiento no debia haberse escapado el motivo que ha pa-
ralizado una resolucion que espidió, mucho mas cuando ha tenido por
el espacio de seis meses y medio un agente cerca del general Lavalleja,
y cuando este á a su regreso debió haber instruido asi de este como de
varios otms objetos que podrian interesar. De todos modos es de su-
ponerse que no se han removido los obstaculos que ecsistian para el
transito de los prisioneros: una orden para que pasen, y oh"a autori-
zando al general de la linea para que los reciba, 11I::l es bastante a para
asegurar esta operacion: si no se facilitan los medios, y si no se trata
de vencer las resistencias para que ellas tenga efecto, todo lo que se
haya hecho á este respecto será siempre ilosorio, y demostrará que se
ha querido obrar siempre á medias, ó con un espiritu de hacer inlprac-
ticables las casas.

Casi otro tanto podemos decir sobre el ejercito que se destinó á


cubrir la linea del Uruguay, y que hace dos meses debía haber pasado
á la provincia oriental á organizarse, y á ponerse en aptitud de obrar.
Cuando espresamos el sentimiento que nos agita al solo inlaginar, que
él no tenga parte en las nuevas glorias que se preparan á los valien-
tes en el campo del honor, confesamos que somos movidos mas por un
principio de amor propio, que bien puede llamarse orgullo nacional,
que por el temor de que los orimtales no h"iunfen sin su cooperacion
en la presente campaña. Estamos intimamente convencidos que los que
en el Sarandí humillaron vergonzosamente á mas de dos mil soldados
de caballeria de los mejores que ha tenido el tirano del Brasil, son ca-
paces de acabar con sus ultin10S esfuerzos. Pero esta misma considera-
cion redobla nuestro sentimienb::l, y nos obliga á deplorar la fatalidad
que presida á cirtas disposiciones, tan luego á aquellas que tienen rela-
ción con el honor y la salud de la patria. Estamos cieltos que si el
ejercito nacional hubiese tenido ordenes para tomar posiciones en el
territorio oriental, desde que los Sucesos presentaron al menos observador
toda la naturaleza y trascendencia que hoy tienen: desde que se indicó la
necesidad urgente de dar este paso, y cuando el congreso espidió la de-
claración que obligó al gobierno nacional á proveer á la defensa y segu-
ridad de la provincia reincorporada, hoy no estariamos en la vÍi::llenta in-
certidumbre de si habrá o no, á esta fecha emprendido la marcha, que, se
dice haberse ordenado en 24 de noviembre al gafe de la linea. Una ope-
racion de esta clase no se ejecuta en el momento en que se recibe la or-

141
den para emprenderla: requiere tiempo, elementos y disposiciones que
quizá no se han tomado para asegurarla, cuando hemos observado la poca
actividad y frecuencia con que se mantiene la comunicación con el punto
donde está situado el ejercito. Si se han tocado por parte del gobierno to-
dos los resortes posibles para ejecutarla entonces la responsabilidad no
gravita wbre el general encargado de realizarla es el responsable de
sus procedimientos. Entre tanto, todos culpan al g.:)bierno nacional, y no
hE'mos cido á s suministros hasta el dia otra contestacion que la muy
vaga de fueron ordenes, se repitieron ordenes, sin que se sepa si llegaron,
ó si se han comunicado en tiempo oportuno y de modo que puedan cum-
prirse facilmente, y con la celeridad que las circunstancias requieren.
Una prueba de esta verdad es, que el general Lavalleja el 20 del co-
niente ignoraba si el ejército nacional pasaria á auxiliarlo, y á obrar en
contaminacion con sus fuerzas. Esto convence que no se ha hecho 10
que se pudo y debió hacerse para facilitar el pase.

En la necesidad, pues, de llenar estos vacios, y de ocupar por los me-


dios mas propios y ecsigentes á la defensa y seguridad de la nacion,
creemos que una de las medidas que debe adoptar el gobierno, como mas
conducente á este fin, es la multiplicacion de los canales de comunica-
cion con los puntos que van á ser teatro de la guerra, de manera que se
obtenga de ellos noticias repetidas, y pueda ocurrirse con prontitud á lo
que demande imperiosamente el curso de los sucesos. Esto es tanto mas
necesario cuanú:) que la guerra debe hacerse en un punto algo distante del
centro de los recursos, y de donde es regular se dé direccion á ella con
conocimiento de su estado, y el impulso que sea preciso comunicarle. El
gobierno nacional facultado, como lo está para dirigirla y hacerla del modo
que contemple mas conveniente, debe entenderse directamente con las
provincias donde se haga: esto es mas decoroso y mas propio que el
obrar por otros conductos, que sobre dispendios muchas ocasiones no
podran dar á sus disposiciones todo el cumplimiento de que serán supcep-
tiples partiendo de una sola autoridad que manda y hace ejecutarla al
mismo tiempo sin el empleo de otros agentes internledios. Esta idea natu-
ralmente nos conduce a pronunciarnos sobre la impropiedad con que se
mantiene en esta ciudad un comisionado de la provincia Oriental, espe-
cialmente despues que ha sid.:) reconocida como una de las partes in-
tegrantes de la nacion, con quien se entiende el gobierno en varios casos,
y por CU)'i:) medio presta au.."i:ilios al general Lavalleja. La permanencia
do un agente tal, y en estas circunstancias, no solamente es impropia, si
no tambien escandalosa, por que manda }¡lJ idea que la provincia oriental
no es considerada del mismo modo que las demas de la República, con
cuyos gobiernos se entiende directamente el poder ejecutivo, y esto no
solo desmoraliza la causa de los orientales, si no que introduce un prin-
cipio de division funesta que puede muy bien sentirse despues. Si, pues,
la guerra es inevitable, hagase por los medios mas naturales y mas capa-
ces de conseguir en ella un buen suceso. Entremos á ella de frente, ha-

142
dendo sacrificios de todo género, removiendo cuanto obstaculo se pre-
sente, y promoviendo y aprovechando la popularidad que disfruta. De
este modo las autoridades habrán llenado puntualmente sus deberes, y no
lisongeamos al decirlo, quizá mas pronto de lo que se calcula obligare-
mos á arrenpentir á los usurpadores de nuestro territorio de su conducta
inicua. Nosotros dedicaremos constantemente constantemente un articu-
lo con qreferencia á este asunto, como el mas importante que se ha pre-
sentado, y de mas hascendencia á la ecsistmcia y al honor de nuestra
patria.
Ei Nacional, diciembre 29 de 1825.

143
Este Tomo se terminó de

imprimir en la Imprenta

Nacional, Cuareim 2391

en Agosto de 1975

TESTIMONIOS LITERARIOS E HISTORICOS

Presentación de las fuentes literarias


ArturoS.Visca

Presentación de los documentos históricos


María 1. Lizaso
TESTIMONIOS LITERARIOS

De acuerdo con la afirmación de Gothe, pue pensaba bien lo que


decía y decía con exactitud lo que pensaba, toda gran creación es obra
de circunstancias. La inversa no es, ,desde luego, válida: no toda obra de
circunstancias es gran creación literaria. Hay, sin embargo, obras de cir-
cunstancias que, sin llegar a ser gran creación literaria, admiten, dentro
de ciertos límites, una posibilidad de perduración. Entre ellas se encuen-
tran las que, por tener su origen eel algún suceso importante del acontecer
histórico, reflejan, de algún modo, los estrechamientos del alma de la co-
lectividad que lo ha vivido. Sus valores no son poéticos sino testimonia-
les. De esta índole son las tres composiciones en verso que se pueden
leer a continuación. En ninguna de las tres hay, en verdad, creación poé-
tica. Son solo testimonios. Y su interés radica en esa cualidad. Deben
leerse, pues, buscando en ellas ese estrechamiento de un alma colectiva,
aunque expresado a través de una voz individual, que es lo que les con-
fiere interés, y no inexistentes calidades poéticas.

La composición del uruguayo Francisco Acuña de Figueroa (1791-


1862) se reproduce de acuerdo con el original que se custodia en el De-
partamento de Investigaciones (Sección Literatura Uruguaya) de la Bi-
blioteca Nacional. Fue publicada en El Pamaso oriental o guirnalda poé-
tica de la república uruguaya, editado, sin pie de imprenta, en 1835, por
Luciano Lira, donde aparece con el título Canción: Llamada de los Trein-
ta y Tres, en el Tomo 1. Se reeditó en Obras comple¡tas de Francisco
Acuña de Figueroa, Tomo III (Vazquez COl'es, Dornaleche y Reyes, Mon-
tevideo, 1890), con el título Himno patriótico de los Treinta y Tres. La
Oda del argentino Juan Cruz Varela (1794-1839) se reimprime según apa-
rece en el citado tomo de la Guirnalda de Luciano Lira. La tercera com-
posición apareció en El Piloto (Buenos Aires, N9 32, 13 de enero de 1826)
y se reimprime de acuerd() con ese texto.

A.S. V.

147
Llamada de los Treinta y Tres
de don Francisco Acuña de Figueroa

Coro

Gloria eterna a los hijos de Oriente


y a la noble AJ:gentina Na6::>n
Cuya espada invencible, a la Patria,
Restituye su gloria y honor.
Treinta y Tres denodados Patriotas
Conducidos de un héroe a la lid,
De la Patria la infausta cadena
MedItaron romper o morir:
Su constancia, su acero y sus pechos,
Sólo traen al o::>mbate fatal,
y a su esfuerzo sangriento sucumbe
La valiente legión imperial.

Coro

Cual meteoro vagando el Oriente


Se difunde en los pechos su ardor,
y a sus hijos acuden doquiera
De la Patria al sublime clamor:
Ya tremola el patriota estandarte
Victorioso con signo feliz,
y triunfando en Haedo y Mercedes
:Mayor triunfo logra en Sarandí.

Coro

Allí el fiero estampido del bronce


Vuelve el eco en terrible fragor,
Y los nuestros, cual rayo tremendo,
Cargan ciegos de rabia y furor:

148
Entre el polvo, la sangre y horrores
Grita el héroe, ¡Morir o Triunfar!
"Orientales. .. ¡Libertad o Tumba!"
y ellos claman. .. ¡Tumba o Libertad!

Coro

Del potente opresor las legiones


Humillando su altiVl::> valor
Al horrendo brillar de las lanzas
Se estremecen con susto y pavor:
Con su sangre lavaron la afrenta
Con que hirieron al pueblo Oriental,
y arrojados del suelo que usurpan
Aún las sombras les hacen temblar.

Coro
Barbacena, ocho mil combatientes
Al torrente pretende oponer,
y en combate sangriento la Patria
Se corona de palma y laurel:
¡Día infando, de luto al imperio!!
i y al Oriente de gloria inmortal!!
De los rayos del Sol argentino
Abrasaron al Aguila audaz.

Coro
De Ituzaingó las ondas en sangre
Recibieron tributo feroz
y esparciend::> el estrago y la muerte
Mongibelos vomita el cañón:
Ya los cuadros la invicta falange
Acomete ... y el bravo adalid
Rompe, mata, destruye y decide
Del Oriente el destino feliz.

Coro

Las espadas que han sido, ¡Orientales!


De la Patria la égida inmortal,
Para eterno recuerdo... sangrientas
A la prole futura legad:
Si ambiciosos déspotas un día
Sus derechos pretenden h::>llar,
Aquel siglo de gloria, les muestren
Y les digan... "Tiranos, Temblad".
Coro

Tantos bienes, ¡oh Patria querida!


Goces libre entre aplausos y honor
Cuántas gotas de sangre a tus hijos
Tu adorada Libertad costó:
Despotismo y tremenda anarquía.
Sucumbieron, y su eco fatal,
N::> resuena en el ínclito Oriente
Donde brillan la unión e igualdad.

Coro

¡Orientales! ¡La Patria ya es libre!


A vosotros debe su existir
Como bravos, la habéis rescatado,
Como sabios, jsabeclla regir!
Caras sombras que osasteis por ella
A la tumba con gloria bajar,
Revivid, iY clamad con nOf¡::>tros
Libertad, Libertad, Libertad!!

Coro

Gloria eterna a los hijos de Oriente


y a la noble Argentina Nación,
Cuya espada invencible, a la Patria,
Restituye su gloria y honor.

CANCION GUERHER~

Publicada en Buenos Aires al declarar la guerra al Brasil y a con-


secuencia del grito de LIBERTAD dado por los ORIENTALES.

De Don Juan Cruz Varela

Coro

lA la guerra, a la guerra, Argentinos!


El acero empuñad vengador;
Que la Patria y la gloria os llamaron,
y es un vil quien no acude a su voz.
De la raza funesta de reyes
Abortó Portugal un tirano,
Que ambicioso se lanza al Océano,
y altanero estas playas holló.

150
Al escándalo nuevo y horrible
De mirar en América 1m trono,
En los libres renace el eno::mo
que esa estirpe fatal inspiró.

Coro
Sorprendido, impotente, doblaba
el Brasil la cerviz orgullosa,
y el tirano con planta ominosa
De sus hijos el cuello pisó.
Engreído del pérfido triunfo,
No bastó una nación a su enojo,
E insolente con bárbaro arrojo
Nuestra Patria en su furia insultó.

Coro

El valiente Argentino dormía


A la sombra de palma y laureles,
Que otra vez en batallas crueles
De la garra arrancó de un León.
Pero el grito feroz del agravio,
Despertó del letargo profundo,
y una voz repitió por el mundo.
Ya está en pie la terrible Nación.

Coro
Agitóse el gran Río de la Plata,
Y sus ondas sañudo moviendo,
De ribera en ribera cundiendo
Iba en ellas el nuevo furor.
En los hijos de Oriente, oprimidos,
Esta llama incendióse primero,
Y afilaron el fúlgido acero
Que brillar no se vió sin honor.

Coro

Mas bien pronto en el suelo Argentino


Derramóse el furor de matanza,
y el valor, excitado a venganza,
De pavor al tirano llenó.
Sin consejo, su ceh'o ominoso
Por la lanza cambió de MavOlte.
y abandona su pérfida cOlte .
Porque el trono temblando sintió.

151
Coro

¡Argentinos valientes, al arma!


Que la trompa sonó de la guerra,
y no impune profane la tierra
De los reyes un vástago vil.
El conduce a morir sus esclavos:
Morirán; mas nosobx)s marchemos,
Y, pisando sus cuerpos, gritemos
j Libertad, Libertad al Brasil!

Coro

Hoy de tanto guerrero Argentino


Se conmueve la tumba gloriosa,
Y, arrojando la frígida losa,
Se presentan con nítida faz.
Ellos gritan: "Tomad' nuestra lanza,
"¡Oh vivientes! Seguid nuestro ejemplo,
"De la gloria inmortal es el templo,
"Y la vida un momento fugaz".

Coro

Reposad, reposad, raza de héroes,


Vuestro ejemplo al honor nos o:mvida;
De la Patria a quien disteis la vid::t
Vuestros hijos son hijos también.
Hoy, por fin, nos unió la venganza;
A vencer al Tirano volamos,
Y volver de la lid os juramos
De laurel o::>ronada la sien.

Coro

¡Argentinos, unión! y marchemos


A humillar al tirano insolente
Que usurpó nuestros campos de Oriente,
Y pretende vejar la Nación.
Escarmiente ese déspota altivo.
Que a insultar nuestra Patria se atreve
Y que lejos de América neve
A los reyes la horrible lección.

152
Coro

Argentinas hermosas preparan


El jazmín, la azucena y la rosa,
Con que adornen sus manos la fosa
Del valiente que expire en la lid.
Pem no: que preparan coronas
Con que ciña su frente el guerrero,
Cuando envaine triunfante el acero
Que hoy tremendo se mira lucir.

Coro

¡A la guerra, a la guerra, Argentinos!


El acero empuñad vengador;
Que la Patria y la gloria os llamaron,
y es un vil quien no acude a su voz.

DESPEDIDA

De las damas argentinas a los orientales, cuando éstos pasamn des-


de Buenos Aires a libertar su país, dominado por los portugueses en
el año 1825. (1)

Soneto

Ceda de amor la deliciosa llama


Cuando un grito más noble y penetrante,
De las porteñas en el pecho amante
El fuego patrio abrasador, inflama
Hoy por vosotros nuestro suelo clama;
Prenda de nuestro amor tierno y o::mstante,
Marchad sin ver el llanto que este instante
De nuestros tristes ojos se derrama.
¡Adiós! Vengad la Patria... a nuestros brazos
Volveréis algún día vencedores,
y más tiernoS' serán nuestros abrazos,
y más dulces serán nuestros amores.
Id y venced cuando el tirano muera,
El besl:) en nuestros labios os espera.

l. - En el N9 9 del periódico bonaerense El Argentino, apa-


recido el 20 de agosto de 1825, se publicó este sonetl::>, bajo
el siguiente rótulo: En la salida de las tropas del ejército de
Buenos Aires a la Línea del Uruguay. Despedida de las por-
teñas.

153
VARIEDADES

HIl\rINO NACIONAL DEL IMPERIO DEL BRASIL

Coro

Que viva Dom Pedro,


Que viva Dom Juam,
E os dias de gloria
Que entrambos nos dam.

La vam os lecens
O::m caras de gente,
A os pavos de Oriente
Con ferros punir.
Os fortes varoens
Qu a Marte emularon
A patria juraron
Vencer ou fugir
Que viva &c.
Fogo vam cuspindo
Das bocas sedentas,
E van pelas ventas
Lanzando tigelas:
O al' vam cobrindo
De chammas espessas,
E brassas accesas
Lles saém das canelas.
jOlhai com::> rugem
Seus dentes cual sena
E morden a tena
De raiva e furor!
!Mirai como fugen
T toda carreira
Lavaleja e Riveira
Con cego estupor!

Brasilicos Martes
Ja baten a estrada,
Munidos de espada
De faca é pistola.
Levam bacamartes
Atraz pendurados.
E alfanges curbados
Pendentes da gola.
Mosquete fornido,

.1-54
Chispantes ferretes,
Con fartes casquetes
Do tcmpo dos gregos.
Do tempo dos gregos;

Escudo lucido.
De forma herculana,
Nodossa macana
Coberta de pregos.

Assim vam armados


O:)m mil na vanguarda,
Vestidos com farda
De pelle de leon;
E vam cavalgados
Em toiros terriveis,
Inda mais horriveis
Que aquel de Euriston.

Seguenlhes montados,
Em grandes carneiros,
Dez mil guitarreiros
Tocandolhe a fógo:
E em toms acordados,
Belicascantigas
A as rudes fadigas
Lucitam os lógo.

Estes vam regidos


Pelo novo gama,
De quem díz a fama
Ser a Ira de Deos.
Outros maisluzidos
Lhes seguem de perto,
Mais bravos por certo
Que o Grego Teseos.

Levam espingarda
De calibre grosso,
E alem no pescosw
Duas bombas colgadas.
Tem assim alabarda,
E con feneas palas
Retrucam as valas
Que ilhes vam sestadas.

:l'55
Estes sam infantes
De extrema estatura,
Com forte armadura
De malas fenadas.
Doce mil gigantes
Con barulho horrendo,
Lles vam prezedendo
Vigiando as bosquadas.

Levan garavato
De ferro agussado,
Fendente machad::>,
E setas vermelhas;
E adentro do fato
Levam prevenidas
Tesouras compridas
Para cortar orelhas.

Seguem á colunna
Vinte mil Trombetas.
Dez mil castanhetas
E hum ronco tambor.
Despois huma cuna
De oiro o mas lindo,
E em ella dormind::J
Vai o Imperador

Figalgos briossos
o vam anolando,
E atraz vam rodando
Pesas á millares:
Estes valerosos
Levam a sua adarga,
E huma agulha larga
Brandindoa em os ares.

Trema todo o mundo,


E meSID::J o Deos Marte,
A o ver 6 estandarte
Do menino audaz.

Aquel que segundo


Nam tero sobre á terra,
E é rayo em a guerra,
E é Ango em a paz.

156
Nassoens da Europa
Hurnilhai esee orgulho,
SÓ ouvindo ó barulho
De exercito tal;

A Brasilica tmpa
Na, dá expricassoens;
Temede oh Nas5::>ens
A o rayo Imperial.

Ninfas Brasilenses
Amaveis, formossas,
Grinaldas de rosas
Vamos trabalhar

Para os brasilenses
Que a som trombeta
O mesmo praneta
Juraron furar.

E vos oh meninas
Do Rio Argentino,
O vOS~)::> destino
E ó pranto e a pena
A ser orfelinas
Sem pais, nem maridos,
Irmams nem queridos
O Imperio os condena.

Que vida D. Pedro,


Que viva Dom Juam,
E os dias de gloria
Que enh'eambos nos dam.

El Piloto N9 32, Buenos, 13 de enero de 1826.

157
/
/t' ~?U<'~
/ ,.;" ,
::;;6¿,.¡;f ,""1,.t"'L"-»T"'4~ Ir,,"
t/
TESTL\10NIOS mSTORICOS

Los tres documentos que se publican a continuación y que pertene-


cen al Archivo de la Biblioteca Nadonal fueron seleccionados por l~ En-
cargada de la Sección Historia, Licenciada MiTeya Pintos, de acuerdo
a la importancia de su contenido, como aporte documental de los suce-
~()s históricos de 1825.

Estas fuentes observan tres facetas diferentes del proceso; por ellas
se establece el pensamiento político del Jefe de la Cruzada tendiente a
la integración del Estado Oriental a las Provincias Unidas; la colabora-
ción de ciertos grupos porteños a los trabajos preliminares de la empresa;
y la larga h-ayectoria militar de F. Rivera, en la que da cuenta de su par-
ticipación en las decisivas batallas de Rincón y Sarandí.

En el primer documento se publica una carta de J. A. Lavalleja a


Julián Laguna, incorporado desde la primera hora a las fuerzas lavalle-
jistas, fechada en el Cuartel General el 25 de diciembre de 1825. En ella,
luego de manifestar su aprobación a las medidas militares dispuestas por
el Cnel. Laguna, le comunica las últimas notificaciones oficiales venidas
de Buenos Aires, que prometen ayuda militar y pecuniaria y la acepta-
ción de que el Estado Oriental integre la Nación Argentina.

El segundo documento da cuenta de la participación porteña en los


preparativos de la Cruzada y los trabajos realizados por Pedro Trápani
y Gregario Gómez en Buenos Aires, al iniciar suscipciones tendientes a
solventar' los gastos que demandaba la empresa. Se ofrece el detalle de los
donantes y l~s cifras aportadas, de los que se destaca la participación del
Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, efectuada por la Tesorería
General o por intermedio de los Hnos. Lezica. Figuran en la lista, cons-
picuos comerciantes, hacendados y saladeristas porteños, entre los que se
ha creído ver, escondido bajo el seudónimo de "Un amigo de los Orien-
tales", a Juan M. de Rosas. Asimismo se ofrece el detalle, de gastos insu-
midos en el bienio 1825-26, y la cuenta abierta en éste último añd por P.
Trápani para efectuar diversos gastos. ,

Por último, se insertan los apuntes del Gral. F. Rivera, en los que
detalla su actuación militar desde sus comienzos como Alférez en la Di-
visión del Colla en 1811, hasta la batalla de India Muerta, acaecida el
29 de marzo de 1845. En la relación que hace de su larga campaña mi-
litar, Rivera enumera las múltiples batallas que palticipó al mando de sus
columnas y que le posibilitaron, enh-e otros triunfos, los del Rincón de

159
160
las Gallinas (24 de setiembre de 1825), en la que murió el Cnel. Mena
Barreta, y de Sarandí, como segundo de Lavalleja (12 de octubre de
1825).

La publicación de estas fuentes documentales afirman la aCClon y


el pensamiento de los actores directos de los sucesos del año XXV.

Ma. Inés Lizaso de Fiermari

Cuartel Gral Diciembre 25 de 1825

Son en mi poder sus ultimas comunicaciones dirigidas pJr conducto del


Sor. Inspector á las que contesto. Estoy satisfecho de sus disposiciones
para zelar sobre el enemigo, y demas que toma de seguridad. Yo re-
comiendo á VS. siga con el mismo empeño para que comunicados sus
avisos oprtunam te sean del mismo modo dictadas mis determinaciones.

La medida que VS há tomado de mandar la Artilleria es la que debia


despues de inutilizadas; y por contestacion ála copia dela nota pasada
al General del Exercito Nacional, tengo la satisfaccion de anunciar áVS
que en este momento acaba de llegar comunicacion oficial de B.s A.S
en la que se me avisa de que aquel Exercito tiene la orden de pasar á
esta Banda y abrira sus operaciones militares sobre el enemigo, como
tambien que tenemos dinero F. y que pertenecemos ála nacion Argentina,
lo que me es grato comunicar á VS.
Sus avisos oportunos reglarán mis operaciones en esto y en otm qualquier
caso.

Saludo á V afectuosamente.

rn Aut. O
Lavalleja

Sor Coronel Dn Julian Laguna

Razón de la cantidades que han entrado en/poder de D. Pedro


Trápani, procedentes de una subs/cripción que dicho Sr y D. Gregario
Gomez abrieron con objeto de socorrer á la Provincia Oriental; y de las
que con el mismo objeto le ha suministra/do el Goviemo de la Pro.a de
Buenos Ayres. .

Pews

D. Miguel Riglos . 1.000


Ramón Larrea . 1.000
Felíz Alzaga . 500
José M.a Coronel . 500
Manuel Haedo . 500

161
Pedro Lezica . 1.000
Juan Malina . 500
El amigo de los Orientales . 500
Y. G . 500
Miguel· Gutierrez . 500
Tomás Isman . 700
Miguel Marín . 200
Manuel Lezica . 500
Alejandro MartÍnez . 1.000
Ramón Villanueba . 500
Juan Pablo Saenz Valiente . 500
Julian Panelo y C." . 500
Juan Pedro Aguirre . 500
Mariano Frangueiro . 300
Ruperto Alvarellos . 500
Juilan Arrk>la .. 500
Lucas Gonzales . 500
Lorenzo Uriarte . 500
Los S S. D. Juan José y D. Nicolás Anchorena . 3.000

1825 Suma de la vuelta . 16.200

Octubre 8 Del Gobierno de la Provinc. a de B.s Ayres/por


mano de los SS. Lezica y H.S en varios/partidas. 35.566

17 Por 1.200 $ procedente de una letra girada p!/D.


Pedw Trápani contra D. Carlos M.a Huer / go, á 6
6 meses de la flia, valor de 150 tercerolas, / pertene-
cientes al armamento destinado á la/Vanda Oriental,
las que fueron vendidas al/Sr Carril, p! comision
de su Padre el Gov." deiS Juan, a quien Se creyó
muy conveniente / complacer en esta venta ] .200

22 Del Govierno de la Provincia de E.S Ayres p.r mano


de los SS. Lezica y H.S en vaLS part. s 40.000

Dic. 31 De la Tesorería Gral de la Prov. a de E.S AyrS .... 34.000

Enero 20 De la misma en una letra 9.600

1826

31 De la misma en dinero efectivo 40.000

Pesos 176.566

162
RESUMEN GRf\L. DE LOS AÑOS DE 1825 Y 1826

1825

Gastado en el mes de ~Mayo 8.876.6.


Idem en Junio . 1.622.4.
Idem en Julio 1.215.1.
Id'em en Agosto ..... 18.263.7.
Idem en Setiembre .. 14.072.5.
Idem en Octubre .... 15.662.6.
Idem en Noviembre . 21.391.7%
Ielem en Diciembre . 1.511.5 1/2

Total de lo invertido en el af,,:) de 1825 $ 82.617.134

1826

Gastado en el mes ele Enero 67.702.


Idem en Febrero 6.193.3.
Idem en lvfarzo 10.040.1J2
Idem en Abril 8.681. %
Id'em en Mayo 19.077.1.

Total de lo gastado en el año 182a .. $ 111. 693.5.

Resumen gral. de lo gastado hta la fha $ 194.310. 6~4


Recibido segun el cargo del pliego N 1 $ 176.566.

ALCANCE S 17.744.634

NOTA

Amas de este alcance, son de abo-


no á los SS prestam'istas á fojas
1 y 2 las cantidades que fran-
quearon p.a auccilio del Egercito
Oriental con cargo de cl'ebolucion
é importan .. .. .. .. .. .. .. .. ... $ 16.200.

Alcance total contra la Provincia


Oriental $ 33.944.6 3.4

Nueba cuenta que abre D Pedro Trapani a la Provincia Oriental


de los gastos que hace con posterioridad á las que cierran en la
foja de la buelta.
1826

Junio 4. - Por 6 p.s pagados á D. José Patricio Ri-


vera p. r el 1er, trimestre del Periodico
Correo Nacional remitido al Sr Gral
Lavalleja segun recibo nQ 1 6.
6. - Por 100 pesos entregados á D, Pablo Su-
friategui p.n atender á sus necesidades
y apresso para pasar á la vanda Orien-
tal s/r2 .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
8. - Por 20 p.s pagados á D Estevan Hallet
y C.n p.r dos subscrio. del periodico Ciu-
dadano sIr n Q 3 20.
26. - Por 100 pesos entregados á D Pedro
Lenguas pn gastos dela Prov. u Oriental
sIr nQ 4 100.
30. - Por 6 pesos pagados á M.r Hallet y y C.n
p.r la subscripción dela Gaceta mercan-
til remitida al Sr. Gral Lavalleja sIr n Q 5 6.

pesos 232.

Julio 4. - Por 3 p.s pagados á D Ladislao Och::Ja p.r


la subscripción del mensagem remitido al
Sr Gral Lavalleja sIr n Q 6 3.
5. - Por 6 pesos gastados en papel florete
y de cartas p.n las comunicacionecs y co-
rrespond. n segun recibo nQ 7 6.
Por 600 p.e entregados al Sr D. Pedro
Lenguas p.n invertir en la imprenta
comprada p.r cuenta y orden del Sr Gral
Lavalleja segun recibo nQ 8 600
12. - Por 200 p.s entregados á D Pedro Len-
guas p.n los gastos necesarios en el
apresto de la Imprenta sIr n Q 9 200
21. - Por 30 P.S entregados á D Fran. co
Guerrero Ayudante del Egercito Orien-
tal; v,t', de_ssu haveres sIr n Q 10 30.
24. - Por 50 p.s entregados a D Pedro Len-
guas p.n el impresor D José dela Puente
á c. ta de sus sueldos sIr n Q 11 50.
s
28. - Por 275 p.s pag. á D Estevan Allet y
C.n importe dela letra que entregó p.n
la Imp.tn á D José Puente ... sIr n Q 12 275.

164
Por 100 pag. s á D. Agustín Garrigás p.r
13s dos meses de Junio y Julio sir nt? 13 100.

Total del mes de Julio ",',' $ 1.2a4.


Agregase el de Junio . , , , , . , . , .. $ 232.
Agregase también su alcance particular
en la cuenta General "'.,',.,,',',' $ 3.212.6%

Total haver $ 4.708.6%

Certifico que la presente que consta de fojas diez y seis,


es copia fiel dela cuenta rendida con sus comprobantes
respectivos, al Sr General Dn Juan A Laval1eja, de los
caudales administrados por mi finado hermano Dn Pedro
Trapani y 1=':)r mi en los años de 1825 y 26, con motivo
dela Cruzada de los treinta y tres Orientales que dieron
Libertad é independencia a la Republica.

Montevideo (Aguada) 19 de Abril de 1876


(Firma Jase Trapani)

Certifico en cuanto ha lugar: que la firma que antecede


y dice "José' Trápani", es de puño y leh'a de este Sr. y la
misma que usa en todos sus actos Y a pedido del mis-
mo signo y firmo el presente en Montevideo a diez y
nueve de Abril de mil chocientos setenta y seis.

(Firma José A de Freitas


Escribano Publico)

Apuntes del Genl Rivera

En 1811 estuvo en la clase de Alfarez en la division del Colla, con-


tra las tropas españolas. Mandava las fuerzas en la Patria Benancio
Benavidez. Estuvo en la toma de Sn José, las tropas de la patria las
mandava el TIe. Cor l Manl . Artigas q.e murió en aquella jornada, las
tropas españolas las mandava un TIe Cor. 1 Bustamante. Allí se reunió el
Gen. 1 Artigas y mando al Gen l Rivera en la clase de TIe. a encontrar al
Gen l Belgrano q.e venia del Paraguay, aquien encontro en el pueblo de
la Cruz, en las margenes ocidentales. El Gen. I se incorporo al ejercito
,de Artigas, en el Canelon Chico. 5 dias antes deJa batalla de las Pie-
dras, estuvo en ella y atuvo el grado de Catan y sirvio en esta Clase
en u:)do el citio asta el amnisticío, aviendose re retirado con el EjIO a el
Uruguay. Estuvo en la jornada del Arapey, mandavan las tropas de la
Patria Torguez y un Tte Cor. 1 de Blandengues, Manl BID Carneíro, hijo
de lRio Pardo. Las tropas portuguesas las mandava un Cor. 1 Juan An to .
Tome, las tropas de la Patria las mandava un Cor. 1 Blanes de Bs. Ar.S

165
166
y Otorgues las tropas portuguesas las mandava un Gen.! Chagas estos
sucesos tuvieron lugar el año 12, en Este tiempo las tropas de la patria
marcharon a poner el 29 Citio, el Gen.! Rivera estuvo en el encuentro
del dia de todos los Santos, en el arroyo seco' donde fue erido, estuvo en
la batalla del Cenito el 31 de diciembre del año 12/ atuvo entonces
la efetividad de Capitan. En esta clase mando los puestos avanzados el
28 de febrero de 1813 para aser desocupar a los españoles la Aguada y
el C::Jrdon y reduciTlos a los muros de Montev. el Gen.! AJ.tig. s y Rondo
para esta operacion q.e fue de grande ymportancia y por primera vez
el Gen.! Rivera mando un personal de 700 hombres de las 3 armas con
q.e logro desempeñarse visanam. te con el aplauso de todo el Ejto Pa-
triota y aprobacion de sus Generales, y le dieron el Grado de Sarg. to
Mayor de linea. En esta clase mando las tropas orientales en la acción
de la Azotea de D.n Diego contra las tropas de B." Ay." q.e las manda-
ban un Capitan ~:fartínez de Dragones y un Pirez de inf. a • El Gen.!
Rivera mando las tropas orientales en el encuentro de la Orqueta de
Salsipuedes contra las que mandava el Cor.! Dorrego a quien forza a
retirarse asta la Colonia; aviendo sido perseguido tenazmente p.r el Gen.!
Rivera. El Gen.! Rivera mando el todo del Esuo. Oriental en la clasp, de
Te. te de linea en la batalla de Guayabo ellO de enero de 1815.

Contra el Ej.to de B.S Ay.S, mandado pr el Cen.! Dorrego, en esta


jornada tuvo el Gen.! Rivera el empleo de C::Jr.! y el mando disponer
en las armas de la capital de Montev. a la caveza de un Reg. to de linea
qe organiso con el nombre de Drag."; / el Gen.! Rivera mando en geje
la batalla de la India Muerta contra las tropas portuguesas a las orde-
nes del Mariscal Pintos. El Gen.! Rivera mando en gefe la accion del
Paso del Cuello o::Jntra las tropas portuguesas q.e mandava en persona
el Gen'! Lecor el año 17.

El Gen.! Rivera mando en persona las cavallerias orientales en el en-


cuentro -en Pintado viejo contra los vatallones portugueses q.e mandava
el Gen'! Silveira donde fueron anollados perdiendo los portugueses mas
de 200 infantes muertos, y siento y treinta prisioneros.

El Gen.! Rivera mando en persona las caballerias en la vatalla del


Suace a las inmediaciones de ~laldonado en (la) q.e perdieron los por-
tugueses un Regimiento de linea y 2 escuadrone8, de milicias que apenas
escaparon 50 hombres y el Gefe de la Division, todos los demás mu-
rieron o fueron prisioneros qUEdando en este n 9 3 Gefes y 34 Oficiales
y como 100 individuos de tropa. El Gen! Rivera mando en Gefe las ca-
vallerias en el encuentro de Guaviyu contra las fuerzas de la coluna de
la derecha al mando del Gen.! Curado. El Gen! Rivera mando las fuerzas
orientales en el encuentro de el (1 Taveril) Chapicui cerca del Ervideli::J
encuenh'o qe a sido uno de los mas notables en aquella guerra, las fuer-
zas portuguesas las mandava el Gr.! Bentos Man'! Rivera en la clase de
Sarg. to Mayor.

167
f. /2 v/El Gen! Rivera mando las cavallerias (Orientales) en
el encuentro de Queguay Chico donde fue sorprendido Artig.s p:Jr ben-
tos Man,l Rivera pero luego fue acuchillado y perseguido por el Gen. s
Rivera y forzado a perder los cavallos con monturas y salvar p:Jr los
montes a pie aviendo perdido mas de las 2 terceras partes de la fuerza.
El Gen.! Rivera mando en persona las cavallerias orientales en la reti-
rada ceelbre del Rav. n, en 1818. Suceso q.e a sido el mas notavle en toda
la Guerra contra los portugueses españoles e imperiales p! cuanto el
Gen.! Rivera llevava un personal de 1700 hombres contra 3800 de las
mejores cavallerias del Continente lP..andados p.r el T.te Gen. l Juan de
Dios Mena Barreta, es de notar q.e las cavallerias unas y otras estavan
perfetam. te vien montadas, y convatieron desde las 6 de la mañana asta
las 4 de la tarde, sin q.e se uviese podido notar una dispersion p.r nin-
guna; p.r cuanto convatian en un terreno escaso lo q.e obligava a los
convatientes a irse a las manos con las espadas y las lanzas a cada mo-
mento. El Gen. l Rivera mandava las fuerzas orientales en la reñida va-
talla del Arroyo Grande en 1819 (el Gefe portugues era el Gen. l Bento
Man. l ) en este año el Gen. Rivera mando las tropas del pais en et reñido
encuentro de Sanchez. El Gen.l Portuges con las de Saldaña mandava la
coluna enemiga q.e se componia de 4000 hombres de cavalleria y 900
infantes. Suceso aquel q.e fue memorable p.n los orientales. El Gen.l
Rivera mando en perwna a la / vatalla del Batovi, el Gefe enemigo
FranCO Barreta P. Pintos perdio una columna de 1700 hombres q.e man-
dava. El Gen) Rivera mando en persona las fuerzas orientales q.e de-
rrotaron al Comd te . Bueno en el Guazunamvi en el Dep.to de Serro Largo
aviendo muerto en la vatalla el mismo C:Jmandante Bueno q.e va men-
cionado.

El Gen'! Rivera mando en Gefe la vatalla celebre del Rincon de


las Gallinas contra los Generales Jase Luis Barreta (muerto en esa
misma jornada) y José Gomez Jardin el Gen.l Rivera mandava en per-
sona las tropas orientales en la retirada dela Aguíla, suce~o muí notav1e.
El Gen'! mando las orientales en los encuentros sovre Mercedes contra
la coluna de Abreo en los cuales perdio posiciones aquel Gen.l Impe-
rial, 3 ijos q.c fueron devueltos a su padre p.r el Gen.! Rivera y a un
C:Jr. 1 Jase Rodrig. z, y a mas otros varios oficiales. El Gen. Rivera era
el 29 del Gen.1 Lavalleja en la vatalla del Sarandi contra las tropas
Imperiales. El Gen.1 Rivera mando en persona a los orientales en los
sucesos de Miciones, el paso del Gran Ivicui y el encuentro de vira-
yasa fueron de grande importancia. El Gen.1 Rivera manao en per-
sona las cavallerias orientales en las operaciones q.e tuviep:Jn lugar en
la invasion de Echague al estado oriental con un Ej.to de 7 mil hom-
bres. El Gen.1 Rivera mando en persona la selevre vatalla de Cagan-
chao El Gen.! Rivera mando las fuerzas orientales en las operaciones
del Entre Rios, persiguio a el Urquisa aciendo~o abandonar el pais p.r
las islas del parana. El Gen'! Rivera mando en persona la vatalla del
Arroyo Grande en el Entre Rios, que logro ganar "Man.1 Orive. El

168
Gen.! Rivera mando la dificil operacion con las fuerzas orientales a la
salida de Montev. cuando Orive le avia tomado las alturas a Toledo
y Canelon Chico con II mil hombres y el Gen.! Rivera solo tenia 4.000
y envarasado con mas de 4.000 canetas de familias, inmensad cava-
lIadas y demás materiales del Ej.to p.e tenia q.e guardar en un circunto
no menor de una legua. El Gen. l Rivera mando en persona el Ej.to
oriental en el Rincon de Alvan;:J cuando Man.! Oribe y Urquiza con
mas de 9.000 hombres lo circulavan por todas partes. El Gen.I Rivera
mando en persona los encuentros de Cerro Chato y Paso de Palanca en
el Rio Negro contra las fuerzas al mando de Urquiza. El Gen.! Ri-
vera mando en persona los encuentros de Charata y Arroyo del :tvIe-
dio. El Gen.! Rivera mando en persona la vataIJa de la carpinteria, asi
como la de la Quevrada, cuando derroto a Man.I LavalIeja mando la
operacion en Paisandu, contra este mismo Man.I LavalIeja a quien to-
mo prisionero, y lo largo al dia siguiente. El Gen.I Rivera mando la
vatalla del Durazno, en este mismo punto mando en persona la vatalIa
del Palmar. El Gen.! Rivera mando en persona el encuentro de Mal-
vajar contra el Ej.to de Urquiza mando el Gen.! Rivera el encuentro
de las Puntas del O:Jrdoves conh'a las fuerzas de Urquiza. El Gen.!
Rivera mando en persona las tropas p.e por 2 veces operaron sovre el
Oedo Largo a el que puso en sitio y logro no poca s ventajas sovre
las fuerzas sitiadas. El Gen. l Rivera mando en Gefe en la vatalIa de
la India Muerta en 1845.

169
Este Tomo se terminó de

imprimir en la Imprenta

Nacional, Cuareim 2391

en Agosto de 1975

INDICE

Tres estudios sobre la cruzada libertadora 7

El reencuentro con la patria vieja yor Agustín Beraza 11


La revolución de 1825 y la Independencia Nacional por Felipe
Ferreiro ,,, ,................. 19
El proceso de la Independencia Nacional por Juan E. Pivel
Devoto , ,.,., , .. , .. "...... 39

La presencia de la Cruzada Lavallejista en la prensa porteña de 1825


por Mireya Pintos Cm'bajal , , ' .. , '.. 51

Testimonios literarios e históricos 145

Testimonios literarios por Arturo Sergio Visea 147


Testimonios históricos p:::r Inés Lizaso de Fiermari 159
Se terminó de imprimir
el 19 de setiembre de 1975
en la Imprenta Rosgal S. A.
Ejido 1622. teléfono 85436,
Montevideo - Uruguay.

Comisión del Papel. Edición


impresa al amparo del
Art. 79 de la Ley NC? 13.349

Depósito Legal 36.382/75


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