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Revista Biblioteca Nacional n10 Set 1975
Revista Biblioteca Nacional n10 Set 1975
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MINISTERIO DE EDUCACION y CULTURA
SECRETARIO DE ESTADO
SUBSECRETARIO DE ESTADO
Edición financiada
por la Dirección de Difusión
del Ministerio de Educación y Cultura
Este Tomo se terminó de
imprimir en la Imprenta
en Agosto de 1975
REVISTA DE LA
BIBLIOTECA NACIONAL
Composición fotográfica: Diana Mines
REVISTA DE LA
BIBLIOTECA NACIONAL
N.9 10
SETIEMBRE 1975
MONTEVIDEO
Año de la Orientalidad
Este Tomo se terminó de
imprimir en la Imprenta
en Agosto de 1975
Por
AGUSTIN BERAZA
FEUPE FERREIRO
JUAN E. PIVEL DEVOTO
Se inicia esta revista con trabajos que se deben a la pluma de tres
conspicuos historiadores nacionales: Agustín Beraza, Director del De-
partamento de Historia Uruguaya de la Facultad de Humanidades y
Ciencias, el Profesor Felipe Ferreiro, y Juan E. Pivel Devoto, Director
del Museo Histórico Nacional.
M. P. C.
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EL REENCUENTRO CON LA PATRlA VIEJA
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de Montevideo, el baluarte del despotismo al que desafió, el 4 de mayo,
izand!> al salir el sol, el Pabellón de la Patria, pero, paralelamente con
la lucha recién iniciada y mientras el Barón de la Laguna pedía al Em-
perador, con ansia, refuerz.:Js para abatir 1m movimiento emancipador
iniciado solamente por treinta y tres hombres, estos, en medio del fra-
gor de los combates, de la exhaltación del esfuerzo, del entusiasmo del
éxito, fueron fieles continuadores de una tradición civilista, de princi-
pios, que había establecido aquél, que víctima de todas las traiciones,
sufría en el destierro las más amarga de las prisiones.
12
Es obvio que la guerra aparecía con elemento fundamental, ya que
ella iba carcomiendo los poderes del opresor y la opinión que, en los
fáciles y acomodaticios de la época, había logrado. Los que habían ven-
dido el rico patrimonio de los orientales al vil precio de sus necesida-
des, obteniendo prebendas y títulos nobiliarios del Imperio, como Ni-
colás de Henera, Conde del Rosario, Tomás Garda de Zúñiga, :Marquéz
de Campo Verde, Juan José Durán, G:>nde ·ael Cordobés, Francisco Jua-
nicó, Visconde del Miguelete y los Bianqui, Llambí, Bejar, Alvarez, Ca-
balleros Comendadores de la Orden del Lazo Verde, pensionados sobre
las rentas de la Provincia, contemplan atónitos, unos sucesos que los des-
bordaban y que destruían sus bellos sueños de grandeza y aristocracia.
Los cabildos, la secular institución popular, supieron interpretar y
conducir la idea, que tenía por base no un poder militar, sino un po-
der civil. La idea de organizarse y constituirse se yergue dominante y
p:>derosa. Se constituyó en la consigna, en la voz de orden que unió
en un mismo abrazo a civiles y militares, al pueblo oriental, nuevamen-
te reunido y armado, como antes, como en la prueba que lo había sin-
gularizado quince años antes. Volv-ía en forma distinta, pero con los
mism:>s elementos constitutivos a organizarse. Con el mismo fervor que
antes había creado los más agudos problemas a la oligarquía y que aho-
ra, reestructurado, eñ base a los mismos elementos, Pueblo y Libertad
volvia a porfiar en su lucha por la soberanía.
Lo sorprendente es que empeñada la empresa, que debe tener, fa-
talmente, solución militar, alcanzó decisión civil, ':::Jrganizándose lo tipica-
mente oriental, la repre'sentación de los pueblos: el Congreso. Pero lo
esencial, lo digno de destacarse es que ello fue logrado por la unión
de pueblo y ejército, empeñados en una empresa que absorbe su aten-
ción, su decisión y su ánim:> creador.
Si la repercusión de ese hecho trascendió a los pueblos y provin-
cias vecinas, no cabe duda que el espectáculo tiene una significativa. su-
ge,stión: un pueblo joven y animoso, se ha levantado para luchar y de-
fender su destino.
Pero lo más importante es que ese pueblo actúa sólo, son sus hom-
bres los que conciben el movimiento, ellos los que lo realizan, ellos los
que los que vencen y son los mismos que van a emprender, a través
de las Asambleas, la tarea realmente constructiva: la organización del
país.
El solo hecho de que circulara la noticia, ponía el sello al movi-
miento y despertaba la simpatía y el aplauso, de quienes miraban este
suceso como la culmtnación de la independencia. La comisión delegada,
en Buenos Aires, comunicaba a Lavalleja su satisfacción por el anuncio
"que hace el señor Comandante en jefe de que el 12 del presente que-
dará nombrado el Gobierno Provincial".
13
y todo esto se realizó en medio del orden más perfecto, que es qui-
zá el rasgo más destacado del movimimto libertador del año 1825.
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cierto, no era nueva, era la vieja fórmula que usara el jefe de los Orien-
tales, al declarar "nulo, irrito, de ningún valor" el Acta de la Unión que
firmaran Juan J. Durán y Francisco Giró, el 8 de diciembre de 1816
en Buenos Aires. Es oh-a prueba de que los orientales no olvidaban y
que la vigencia del pensamiento de Artigas era una realidad viva y pal-
pitante.
El día 25 de agosto de 1825 se sancionaron las tres Leyes Funda-
mentales, al declarar "írritos, nulos y de ningún valor para siempre, to-
dos los actos de incorporadón, reconocimiEntos, aclamaciones y juramen-
tos arrancados a los Pueblos de la Provincia Oriental, por la violencia
unida a la perfidicia de k)s inh-uso poderes de Portugal y Brasil, que la
han tiranizado, hollado y usurpado sus inalienables derechos y sujetán-
dolaal yugo de un absoluto despotismo desde el año 1817, hasta el
presente de 1825".
Por ello mandaba a los magistrados civiles de los pueblos, asistidos
de los pán'::Jcos y escribano, con la presencia del pueblo "testarán y bo-
rrarán desde la primera línea hasta la última firma de dichos documen-
tos", quedando en la obligación de dar cuenta de lo realizado a la sala
de representantes.
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de los Pueblos Libres, que sus tenientes h3Y, retomaban para procla-
marlos más fuerte, aún, si cabe. Soberanía y gobierno propio son las
normas que, expresadas en tono rudo y enérgico, fueron aclamadas en
medio del asentimiento jubiloso de los pueblos, que reencontraban el
verdadero camino de su vocación de pueblos libres.
16
espontánea voluntad de los Pueblos (!ue la componen, manifesta,da con
testimonios irrefragables y esfuerzos heroicos desde el primer período
de la regeneración política de dichas Provincias". .
No fue un recurso de circunstancias, fue solamente la materializa-
ción de un arraigado sentimiento óolidario de comunidad, de hermandad
humana y política que anidaba en el espíritu de todos los hombres del
Rí,o de la Plata que, si antes se habían enfr'-'iltado y habían luchado, ja-
más habían negado ese principio de identid:::.d de origen y destino. Sus
discrepancias habían afinca,do, en la forma de organizar el estado y go-
bernarlo.
Todo contribuía a la reconstrucción de la unidad, y los hombres de
Florida, realizaron, con la sanción de la ley de Unión, un acto político
de la más relevante significación y sus proyecciones fueron de tal ma-
nera trascendentes, que cambiaron la faz política del Río de la Plata.
Significaba la unión de la Provincia Oriental a las demás provincias, a
Santa Fé, Corrientes, Entre Ríos, Córdoba, Tucumán, Buenos Aires, etc.,
la misma que había propiciado Artigas desde 1813 y, en adelante, reitera-
damente ex-puesta en Congresos, como los de Arroyo de la China y de
Avalas. Es el resurgimiento, como hemos dicho ya, del ideario de Artigas,
pero sin Artigas.
La complacencia de los hombres de Buenos Aires ante este hecho
es notoria, tanto, que ahora van a aprobar y a apoyar lo que antes re-
chazaron y desampararon. Evidentemente una doctrina política triunfaba
con el ingreso de los diputados orientales al seno del Congreso, consa-
grándose la liga ofensiva y defensiva, el Pacto Confederativo, única fór-
mula capaz de armonizar los intereses locales y los del estado, dando
seguridad a todos. Esta es, no cabe duda, la parte más significativa de
la Declaración de la Florida, s::Jbre todo, en el momento en que las pro-
vincias realizaban un intento de reorganización, reunidas en Congreso
Legislativo y Constituyente.
Después, la solución de los acontecimientos, determinó una variante
fundamental en estos principios de organización, llevando a los orienta-
les a evolucbnar conceptualmente, hasta alcanzar, no la independencia
relativa, que eso son las leyes de la Florida, sino la independencia abso-
luta, que los hechos, con su peso incuestionable les imponían. Por eso
repetimos que lo más significativo de las leyes sancionadas el 25 de agos-
to de 1825, fue el restablecimiento de los principios rectores del arti-
guismo. Muchos de aquellos hombres habían militado en sus filas y el
recuerdo de tantos sufrimientos experimentados en las horas aciagas de
la Patria Vieja, les mantuvo intactas sus reservas morales y de ellas extra-
jeron la energía que los capacitó en aquel momento dramático, para
constituirse, a despecho de todas las acechanzas, en sociedad soberana,
libre y organizada.
Agustín Beraza
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La doctrina de tal organización queda expuesta en las Instrucciones
del año XIII. Consagrarla en la práctica, es todo el anhelo. de Artigas y
el motivo central de las agitaciones y luchas de la década 1810-1820.
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Los menos comienzan a manifestar que es llegada la hora de bus-
car la independencia absoluta. El sometimiento y la transacción con el
enemigo, repugna a su republicanismo neto y probado. Nada se debe
esperar y nada pedir a los pueblos occidentales. Son los menos prácti-
cos, sin duda alguna, porque, como, de donde sacar fuerzas para luchar
primero y en caso de vencer (remotísimo caso según había que deducir
de recientes experiencias) mantener después la Independencia?
21
hora del triunfo llega para unos, suena para los otros la de la pros-
cripción;
De ahí una gran decepción que los llevaría sin sentir a la idea de
absoluta independencia. Por otra parte; ¿cómo no mirar a la realidad
argentina para aprovechar las lecciones que suministraba? Provincias que
son verdaderas repúblicas por todos lados. Tucumán, Córdoba, Santa Fé,
Entre Ríos, la misma Buenos Aires, rechazando la idea de un Congreso
para tratar la unión de 1821.
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lentamente a crecer como en un invernáculo en 1821 en el ambiente pro-
picio y misterioso de las logias Independientistas y Caballems Orientales.
En 1822 y en 1823 apenas si algún indicio permite señalar que sigue su
vital impulso hacia arriba. Los agentes exteriores ha que he aludido,
ejercen entretanto su influencia categórica en 1824 y en 1825; ya es todo,
tallo pujante, flor y fruto; desembarco de los Treinta y Tres, Declarato-
ria de la Florida, Rincón, Sarandí, Santa Teresa ...
II
23
formaban y la que debe contener un Estado jurídicamente organizados.
Se perdió la' oportunidad de constituirlo de 1813 sobre las bases trazadas
en el Congreso de Peñarol, y de entonces para adelante no hay tentati-
va en tal sentido que no signifique un retroceso y un nuevo motivo de
segregaciones y disgregaciones.
"Seremos unos sin dependencia, amigos sin humillaciones y libres con
gloria", escribía en 1820 el Cabildo de Tucumán al Gobernador de Bue-
nos Aires, al participarle la proclamación de la República, y esa era la
única fórmula aceptada y consagrada por el uso, cuando los pueblos es-
taban entre si en buenas, relaciones.
Nadie admitía subordinaciones, ni cercenamiento de facultades; to-
dos acariciaban la idea de unirse en una asociación amplísima fundada
en las sólidas bases de la afinidad racial, identidd de costumbres, igual-
dad de religión y la tradición de comunes glorias adquiridas en la guerra
de la emancipación.
El vocablo unión, había adquirido así su cYJntenido especial y pre-
ciso de asociación de iguales, y ya en 1813, lo definía uno de los dipu-
tados a la Asamblea Constituyente, don Nicolás Laguna, diciendo: "Quién
juró Provincias Unidas, no juró la unidad de las provincias; unidad' no es
unión". A ese contenido de asociación de iguales; a esa unión que era
la única viable por lo menos en los primeros tiempos de la organización
que se anhelaba, a impulsos de la intuición de que ella haría la grandeza
del Pueblo Argentino, alude claramente el Gobierno de Tucumán en el
siguiente párrafo de un oficio dirigido a Artigas en Abril de 1820: "La
provincia de Tucumán es y será, a t.::¡da costa, una República libre e
independiente, hermana, sí, y federada con las demás, que no dispensará
sacrificio hasta ver concluída la obra magna de la verdadera libertad de
los pueblos por la voz de sus representantes en el Congreso".
En la misma forma exactamente, hubiera hablado cualquiera de las
otras Provincias. Así pensaban todas, y entretanto, cada una procedía a
su modo y encaraba a su manera la solución de los problemas que agi-
taban perpetuamente la realidad de una democracia en formación. Las
Constituciones y las leyes en general, se dictaban exclusivamente en vis-
ta del interés y la seguridad locales, resultando de ahí contradicciones
curiosísimas de fondo, como la siguiente, que parece bien típica. Entre
Ríos consideraba ciudadanos en su Carta Fundamental -vigente hasta
1853- a todos los hijos de América; mientras Corrientes, en la suya,
sólo admitía en calidad de tales, a los nacidos en el ten-itorio de la
Provincia y Santa Fé, a los originarios de cualquier parte de la Nación.
Tratábase de una diwlución (dispersión se decía entonces), completa,
absoluta, total.
Las guerras entre grupos de Provincias, eran frecuentes y las alian-
zas y ligas tanto como las guerras.
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Dentro de las mismas Provincias se producían movimientos regiona-
les que culminaban a las veces con la organización de nuevos Estados,
como ocurrió, con Catamarca y Santiago ,(i'el Estero. Los objeto más
característicamente nacionales, no lograban el acuerdo de todos, y así
sucedió que las Provincias negociaron, una por una y cada cual a su
manera y en vista de su situación peculiar, el arreglo que en 1823 pa-
trocinó Rivadavia para obtener el reconocimiento de la Independencia
del t::Jdo, por parte de España. Así sucedió también, que cada una apre-
ció a su modo nuestro movimiento de 1822-2,3, y no hubo forma de con-
cordarlas en el momento en que su ayuda era requerida, a pesar de que
todas se manifestaban, en el fondo, dispuestas a apoyarnos,
III
26
yente, no tiene capacidad para dictar leyes que obliguen ilTefragable-
mente; y el poder ejecutivo, es un órgano accidental con acción limitada
al objeto exclusivo de las relaciones exteriores y dirección de la guena.
desde el momento que ésta se enciende. Surge aquella oposición más
adelante, a raíz de la elección de Rivadavia-para Presidente de un Estado
todavía en proyecto? Imposible bajo todo punto de vista, ni aquel hecho
ni la capitalización de Buenos Aires que le sigue, modificaron el régimen
jurídico de emergencia de la Ley Fundamental, de 23 de Enero de 1825.
Enh'etanto, a las Provincias siempre en guardia, produjo un deplorable
efecto ese modo de proceder, autoritario y fuera de moldes que tratá-
base de justificar, con el pretexto de la guena y las consiguientes ne-
cesidades de unificación.
Reputóse el hecho, como un avance de Buenos Aires, o dicho con
más propiedad del viejo partido dictatorial, que nada aprendía y nada ol-
vidaba, y la reacción consiguiente no se hizo esperar. El' Poder Ejecutivo
Nacional, tal era el criterio por otra parte justo, no tenía ni podía tener
más facultades, ni mayor capacidad de mandato, que el Encargado de
las Relaciones Exteriores y Guerra, a quien suplantaba, y de ahí, un cre-
ciente espíritu de desobediencia para sus resoluciones, con perjuicio evi-
dente para la unión. Rivadaria presidente, ésta era la verdad pura, go-
bernaba pero no mandaba, porque ateniéndose al texto de la ley Funda-
mental, las Provincias asociadas, observaban sus disposiciones perma-
nentemente, y cuando advertían que aquellas podían significar un des-
medro de sus derechos indeclinables de soberanía, aun cuando fueran
dictadas al preciso objeto de la guerra", dejaban de cumplirlas. Ilustra-
tivo al respecto es el siguiente detalle, que tomo al azar, del montón co-
pioso que he reunido para documentarme. En febrero de 1826, el Mi-
nisho::> interino de Guena participa al Gobernador de Conientes, que el
Presidente decidió delegar en su persona el mando de las tropas que
existían en la Provincia, lo mismo que la defensa de su tenitorio "hasta
que se dispusiera lo conveniente". Contestóle de inmediato el Gobernador
Ferré, pidiéndole que aclarara el sentido de tal resolución, porque enten-
día, que o::>n o sin delegación de Rivadavia y en los términos de la Cons-
titución de su Estado correspondíale en propiedad dicho mandato, y la
obligación de defensa del territorio; y el Ministro de GuelTa por toda
respuesta, le envió un extracto de las ordenanzas militares recientemente
dictadas. Por ellas pudo comprobar FelTé, 11em de alarma, (son sus
palabras textuales) "que no sólo se su~one la integridad de la Nación,
sino una autoridad central revestida de ese poder que, en la esfera de su
asiento y fuera de ella, obra con la misma influencia sobre todas las partes
del b::>do", y en vista de que tal autoridad no estaba reconocida, ni era
cierta la integridad de la Nación, dio cuenta de la incidencia al Congre-
so de la Provincia para que decidiera sobre el particular. Días después
Ferré oficiaba al Ministro de Guena, adjuntándole un testimonio de la
decisión requerida, que en síntesis decía: que Corrientes no tenía por qué
obedecer ni cumplir órdenes del tenor de las precitadas "porque' eran in-
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conciliables con los derechos que la Ley de 23 de enero de 1825, reco-
nocía a los pueblos".
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y se reserva el derecho de desautorizar a sus Diputados, porque las opi-
niones particulares de los mismos no la obligan en ningún caso.
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mordiales, la constatación de los avances del Congreso, que siendo pu-
ramente constituyente, legislaba, fuera del círculo de la Constitución, cu-
ya formación era el único encargo que se le había encomendado. Argu-
mento exactísimo a estar a lo dispuesto por la ley de 23 de Enero de
1825.
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29) "El cuerpo de leyes dictadas desde 182.') a 1827 en vista exclu-
siva del interés local y con ejercicio de facultades de soberano, organiza-
ción municipal, organización judicial, sistema rentístico, presupuestos, es-
calafón, etc.
IV
En lo que va dicho demostrado, que ni en 1825, ni en 1826, ni en
1827, ni en 1828, había oposición enh'e los conceptos de independencia
absoluta y coparticipación en la asociación de Provincias Unidas y que
los Orientales estaban perfectamente al corriente de esa o:::>existencia.
Siendo así, es evidente que falla por su base la tesis de los que a la vista
del hecho cierto de la unión y remitiéndose a él exclusivamente, niegan
que los patriotas de 1825 hayan iniciado la guerra con el propósito de al-
canzar lo que se nos reconoció p:::>r el Tratado de Paz de 1828, la Inde-
pendencia y Unión no eran excluyentes, luego pues,el hecho de que los
Orientales buscaran la Unión y la aceptaran de buen grado no prueba
que no persiguieran y anhelaran la Independencia. Pero, claro está, que
tampoco prueba lo conh'ario y de ahí que la única conclusión inobjeta-
ble que de todo esto se saca es que estaban en libertad d'e optar por una
u otra cosa· Con unión y a pesar de la wjsma sabemos ya que mante-
nían sus derechos de independientes y podían actuar como tales, y en-
t:::>nces, ¿por qué buscaban la unión? ¿para qué la proclamaron? ¿cuáles
eran realmente sus aspiraciones? Deseaban que su tiena Oriental quedara
formando parte paxa siempre de la gran patria despedazada a que aludía
Juan Carlos Gómez o pretendían conservarla con soberanía absoluta?
Creo que esto último es lo indudable y voy a exponer mis razones. Aludí
al plincipio al nacimiento de una vocación de nacionalidad en 1824 por
la inducción de irlfluencias exi:eriores (actitud del gobierno de Buenos
Aires frente a los Orientales ("argentinistas") yde Don Pedro 1 con res-
pecto a los ("abrasilerados) y vuelvo a repetir que veo una prueba ile-
vantable de su existencia en la decisión concordante de luchar que se
apodera de todos así que vibraron en la Agraciada las notas del clarín
que tocó a reunión, concitándolos.
31
Se confunden en ese momento para- no separarse más "argentinistas"
y abrasilerados"! ¿.Por qué y para qué? La sola constatación del hecho
no vale por una prueba ilevantable? Además, no sería difkil confirmar la
deducción o:m abundantes pruebas documentales. Al azar tomo una co-
municación de Rivera a Lavalleja de fecha 16 de mayo y allí encuentro
que se ha puesto en comunicación con los brasileros y abrasilerados de
:Mercedes y Salto; que en cuanto a los de Mercedes sabe por el coronel
abrasilerado Fernández, que el día anterior llegó a su campamento, que
"el mismo Fernández y II:JS demás no saben cómo expresar el contento de
todos los jefes y oficiales y tropa después que públicamente el Manuel
Fernández impuso de la resolución general del país cuales las causales
que habían dado lugar a ello y cuales las consecuencias que iban a su-
ceder de una guerra interminable y espantosa entre americanos: de modo
que según me aseguraba Fernández ha quedado casi para gritar viva la
patria" concluye Rivera y más adelante dice refiriéndose a la posibilidad
de armonizar opiniones con los riograndenses que guarnecían en Salto
"conseguido esto mi compadre nada más hay que hacer porque todo es
cons~uido y nuestra patria será libre sin tener que hacer mo de las ar-
mas". ¿Y sobre qué bases podía tentarse un arreglo con los riogranden-
ses? ¿Acaso podría ser sobre las de asociación en las Provincias Unidas?".
32
ferencia en las obligaciones de neuh'alidad, tratados, etc.? Estamos sin
duda alguna, frente al motivo ocasional de la Unión, Alguien, quien sabe
quién, pero indudablemente un gran amigo de los orientales, acaso el
misterioso amigo a que muchas veces alude Trápani en sus comunica-
ciones a Lavallej~, ideó con ella, la solución que al paso que permitiría a
los patriotas obtener la ctyuda que necesitaban para llevar adelante sus
planes, sin sometimiento a ninguna ()bligación que los obstara, daba pie
al pueblo argentino para exigir al Congreso y Gobierno de Buenos Aires
que tomaran cartas en el asunto y decidieran finalmente la intervención.
33
por haberla conseguido satisfaciendo los deseos de los que peleaban por
la libertad de la Provincia".
34
dían seguir, obligarían al Emperador a pasar por bases más favorables a
Buenos Aires. Pues bien; Guido y Balcarse, asumiendo una actitud evi-
dentemente pasible de responsabilidades, siguieron la negociación que
culminaría en el Tratado de Agosto y explicaban su decisión de desabe-
diencía diciendo a Derrego "que cuanto mayores sean esos progresos
(aludJan a los de Rivera) más derechos creerán haber adquirido los orien-
tales para conquistar una independencia que sin esos títulos nuevos ha
sido siempre el objeto de su idolatría".
v
Suponer que la paz de 1828 consagró una caSa contraria al anhelo
de los orientales, o que por añadidura les brindó un bien que no busca-
ban, significa, pues, desconocer del pasado que nos enaltece, sus hechos
más brillantes y más típicamente nacionales.
35
tica el creciente desarrollo de su comercio. Ofrecemos a la vista una
prueba categórica. La Convención Queluz-García, de mayo de 1827, se
estipuló sobre la base de nuestra entrega al Imperio. Tal certidumbre
tuvieron entonces los negociadores de la misma de que el Pueblo Orien-
tal no la admitiría, que establecieron en un artículo adicional secreto que
si "se levantasen jefes que pretendan mover guerra o continuarla contra
cualquiera de las altas partes contratantes" ambas se obligaban a "vedar
por todos los medios posibles que aquellos sean soo::midos por cualesquie-
ra de los habitantes o residentes en sus respectivos estados, castigando
severamente a los infractores con todo el rigor de las leyes".
36
Emperador se había manifestado de acuerdo con reo:lnocer nuestra In-
dependencia y que se tratarla de la paz sobre es eprincipio y Lavalleja
contestóle de inmediato: "que ello satisfaría las aspiraciones de todos los
habitantes de la Banda Oriental puesto que los ponía en posesión de lo
que había sido el Oligen de sus luchas durante los tres últimos años".
37
VI
Por la Independencia, exclusivamente por adquirir su independencia
luchan los Orientales desde 1825 hasta 1828. Ellos 10 declararon solem-
nemente en este lugar, que en horas todavía inciertas, dio asilo a sus
representantes. Y si así no fuera, si aquellos hubieran dejado de cum-
plir la formalidad de ritual y no tuviéramos la ejecutoria que nos le-
garon, en un acta limpia como su pensamiento, y categórica como su
propósito, habría que creerlo igualmente, porque solo cuando nos fue
reconocida por el mundo, dejaron ellos de combatir!
Felipe Ferrdriro
38
EL PROCESO DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL (1)
(l) El presente trabajo forma parte de la clase dictada por el Prof. Pivel De-
voto en el Curso Sudamericano de Vacaciones en enero de 1938.
39
Pero, Artigas, es el caudillo indiscutido.
La agreste explosión de libertad de la patria vieja enconhó en él su
más adecuado dirigente.
40
hecho Gobernador de Montevideo, entra con su comitiva popular en la
ciudad ante el asombro de los vecinos, que guardan silencio cuando al-
guien de los que llegan grita ¡Vivan los Orientales!
41
Bio de la Plata y autonornia provincial. En 1820, su derrota material se-
ñala sin embargo el triunfo de los principios sustentados.
42
Con el Gobierno Portugués del Barón de la Laguna, ha resurgido y
cobrado fuerzas la clase conservadora contraria a la independencia.
Se procura entonces extirpar todo germen de caudillismo. Los escri-
tores y propagandistas aportuguesados trazan en los documentos oficiales,
con tintas de color muy subido y con el objeto de impresionar a los pue-
blos, el cuadro que presentaba la patria en la época de Artigas. Su astucia
los lleva a veces a emitir estos concept:)s intencionados por intermedio de
los propios caudillos incultos: "Nunca fue la Banda Oriental menos feliz
que en la época de su desgraciada independencia", expresa uno de ellos
en 1823 cuando alude a la Patria Vieja.
En el juicio, se refleja el espíritu teorizador de una cIase. Es cierto
que desde 1811 a 1815 el orden no caracterizó la vida de nuestros campos,
que sus habitantes y los de la ciudad sufrieron en sus personas a intere-
ses. Pero, ¿acaso ha existido revolución alguna que transforme un con-
junto de pueblos aislados en una provincia independiente, que desarrolle
sus etapas sin sangre y sin quebrantos materiales?
43
pacto con Entre Ríos y, además por la errada interpretación que Riva-
cavia dió al pl1::>blema, atribuyendo, sin duda de buena fe, propósitos
liberales a Dn. Pedro I cuando intentó obtener lad evolución de la provin-
cia usurpada mediante el esfuerzo diplomático del Dr. Valentín GÓmez.
Esta queda entonces incorporada al Imperio, contra su voluntad indu-
dable, pero por el voto aparente de unas actas que Se hace firmar a los
pueblos mediante la intriga y la violencia. Sin embargo un conjunto de cir-
cunstancias -no puestas hasta hoy de manifiesto- va a influir para que
el eco de ese movimiento revolucionario de 1823 -de acción un tanb::>
dispersa- no muera. El Brasil, al incorporarnos en 1824, al imponernos
su gobierno y su Constitución, que venía a cambiar de raíz la organiza-
ción administrativa de la provincia, y a crear, por lo tanto, nuevos motivos
para la lucha, nos trajo, también, el aporte de la inquietud liberal que en
él existía y que ya en 1823 se había exteriorizado en enérgicos movi-
mientos.
Dentro del Montevideo abrasilerado, Dn. Nicolás Herrera y otras
figuras, claman en 1824 por el establecimiento del gobierno civil con fa-
cultades limitadas, contra la perpetuación militar de Lecor y el absolutis-
mo. Los soldados pernambucanos destacados en Montevideo, con el ob-
jeto de cortar de raíz la revolución ~::>metida en el Norte del Brasil, traen
al Río de la Plata el eco de la misma y un sedimento de odio contra el
Imperio. En Buenos Aires, junto con las fiestas por el triunfo de Ayacu-
cho, algún emigrado liberal brasileño publica terrible panflet::> contra Dn.
Pedro I, en el que llama a los pueblos en au:'Ólio de los otientales. En
el litoral de las provincias salidas del caos, temen ahora que la e,,--pan-
sión del Imperio las absorba y quieren la guerra. Todo ello unido viene a
estimular el viejo sentimiento independentista de la Provincia Oriental y
contribuye a que sea absoluto el estallido de la revolución de 1825. A pe-
sar de la concurrencia indudable en todos estos factores coadyuvantes, la
revolución que inician solos los Treinta y Tres es de absoluto sentido
orientalista.
44
ésta de 1826 lo crea y le presta obediencia a los rocos días del pronun-
ciamiento de abril.
45
plano sumamente hábil cuando así proceden. La guerra al Imperio del Bra-
sil no podían librarla los orientales solos. Proclamada por éstos la inde-
pendencia absoluta -a qué título Buenos Aires y las demás provincias
podrían intervenir en la lucha? Restablecida la unidad mediante aquel
voto -la untdad era entonces un anhelo inmaterializado, lo real era la
desunión- se legitimaba la intervención de Buenos Aires en la guerra, el
au.xilio del gobierno, la protesta de sus diplomáticos.
46
Tenemos pues un princIpIO de lucha interna, de guerra civil que
se manifiesta en 1826, cuando el ejército puramente oriental y orgánico
de Rincón y Sarandí, orgullo de nuestros paisanos, es fragmentado por
Martín Rodríguez en cumplimiento de aquel plan de absorción Rivada-
viano.
Lavalleja que en medio de la campaña silencia sus enconos contra
Buenos Aires y sus aliados, sin que amengüe su fe -de soldado invariablt
de Artigas, va a luchar simultáneamente contra el Imperio y contra el uni-
tarismo. Es entonces cuando resurge más claro el ideal Artiguista; y esa
política imprudente de Rivadavia, por tal condenada al fracaso, y que
ni siquiera logró la unión de las provincias cuando la guerra contra el Im-
perio pudo constituir un vínculo indudable, fue la que exasperó nuestro
sentimiento localista y hasta decidió a los indiferentes. Si algo influyó para
que la voluntad de nuestro pueblo se manifestase en forma airada contra
todo intento que limitase su autonomía, fue precisamente la Constitu-
ción unitaria de 1826, que dió margen entre nosotros a la reacción y dic-
tadura LavaIlejista de 1827 restauradora de la vieja y absoluta indepen-
dencia oriental. Ella había sido retaceada en virtud de la organización ad-
ministrativa y judicial dada posteriormente a la Provincia por los hombres
civiles, y que Lavalleja anula en 1827. En esa obra legislativa hay sin
duda mucho afán teorizador, mucha institución que en la práctica excede
las posibilidades del momento, pero ambas traducen el propósito de or-
denar el Estado; y en la actitud de los caudillos que la comhaten hay
también -y era lógico que así ocurriese- un principio de reacción con-
h'a toda norma que intentase limitar demasiado sus facultades y atribu-
ciones.
47
Se ha puesto en duda, además, que esa hubiese sido la finalidad
de la revolución de los Treinta y Tres. Como testimonio para demosh'ar
nuesh'a carencia de aptitud para la vida independiente Se traen a cuenta
todos los episodios desgraciados y las guerras civiles, ocurridas poste-
riormente en el proceso de nuestra organización definitiva. Ellos nada
prueban en este caso. Las revoluciones, la inestabilidad de los gobier-
nos, la reiterada violación de las leyes, son cosas inevitables en todo
proceso de organización política, exista o no esa capacidad, población o ri-
queza imprescindibles para constituir un estado.
48
El proceso de la independencia no termina o:m la firma del docu-
mento diplomático que la reconoció en 1828, ni con la ratificación del
mismo por los países signatarios. Su desarrollo aún se prolonga por es-
pack) de muchos años más. Es la tercera etapa: La del país que lu-
cha por imponer a los demás el respeto de su soberanía. Distintos fac-
tores conspiraron contra ella.
49
Por obra de la emigraclOn unitaria de 1838, cuyas figuras llegan a
tener influencia decisiva en el gobierno de Montevideo, es que la Re-
pública hace la guerra a Rosas. Cierto es que los ideales entonces en lu-
cha en el Río de la Plata -liberalismo y gobierno absoluto- podían
dar a aquella un carácter universal. Pero Rivera, el caudillo de' esa hora,
con acertado criterio, brega por limitar la acción del país dentro de sus
fronteras y recobrar para los orientales el derecho de gobernarse por sí
solos y sin intervenciones extmñas. En esa actitud se nos ofrece el mis-
mo Rivera en toda la llamada Guerra Grande -encarnizada pelea entre
extranjerismo y nacionalismo- en pugna por darle al pleito un carácter
local. Pudieron más que él y lo desterraron. Otra de las manifestacio-
nes contrarias a nuestra independencia, derivada también del proceso de
la unidad argentina, es el proyecto de anexión a Buenos Aires. Se pre-
senta en 1827, en la época de la lucha y separación de aquella con las
provincias; y en términos exactamente iguales, con desprecio de nues-
tra independencia, se renueva en 1858, a raíz de hallarse nuevamente
separada Buenos Aires de la Confederación. Verdad es que cada un0
de esos intentos anexionistas tuvo entre nosoh'os sus defensores; desen-
gaúados de los fracaws, ilusos que creían que el país pudiera organi-
zarse sin lucha y sin sangre. Los intentos vinculados con la reconstruc-
ción de lo que se dio en llamar la Patria Grande desaparecen cuando
la unidad Argentina queda lograda.
por
53
cunstancias interriil.Cionales favorables. El triunfo de Ayacucho, el te-
mor de Buenos Aires ante la comolidación del Imperio de Brasil en
nuestras tierras; el afán de los ganaderos y saladeristas del litoral, que
no se resignan a abandonar la riqueza pecuaria oriental en manos rio-
grandenses; así como los intereses comerciales y financieros de los capi-
talistas extranjeros establecidos en Buenos Aires, inciden en el disimula-
do apoyo económico y en la favorable acogida que tiene, en el ambien-
te capitalino, la gesta de libertad y dignidad que protagonizan los Trein-
ta y Tres.
54
clamas, partes militares, e incluso corresp::mdencia que permiten, por
la variedad de su contenido, y por la valía de algunos de sus esclitos,
seguir cronológíca y documentalmente los acontecimientos de 1825. Así
el "Argos de Buenos Ayres" editorializa, en el número 150, aparecido
el 14 de mayo, sobre la situación de la Banda Oriental, afirmando que
unos beneméritos patriotas decididos a sacrificar su quietud., su bienes-
tar y hasta sus vidas por redimir la patria de la opresión y servidumbre
en que está por algunos años, concibieron el atrevido proyecto de pre-
sentarse ante sus compatriotas y de moverlos en masa para que auxilien
t'I1 la ejecución de su plan. Los sucesos subsiguientes exteriolizan el
fundamento histórico de estos planes denunciados por "El Argos". El
éxito corona casi de inmediato al heroico alzamiento gaucho. Lavalleja,
con su ímpetu característio8, con su obstinado patriotismo, y su índomi-
ta voluntad, agrupa a su alrededor paisanaje y caudillos -que como
Rivera y Laguna- aportan a la revolución prestigio, armas y hombres
que claman por ser libres, y que hacen suya la insignia de Libertad o
~iluerte. Hombres, ya de extracción humilde o propietarios rurales, que
transformados en mldados gauchos, poseen la ventaja de conocer las irre-
gularidades geográficas del país, la experiencia del manejo de las ar-
mas, y que por sobre t8do tienen valor, carga emocional y, disposición
para luchar denodadamente, hasta derrocar al dominio imperial brasi-
leño.
Mientras, el gobiem::J argentino ante la guerra libertadora, toma
-según la prensa- medidas defensivas en la frontera y refuerza la lí-
nea del Uruguay.
Desde "El Argos de Buenos Ayres" se le solicita que intervenga pa-
ra respaldar a los Pueblos Orientales que han sido arbitrariamente so-
metidos, y burlados en sus aspiraciones por las resoluciones tomadas en
el Congreso Cisplatino, donde -como se sabe- primera la coacción, la
seducción y el temor.
Por su parte, ;;El Nacional" del 12 de mayo, bajo el rótulo de la
Provincia Oriental, da cuenta de la desmesurada empresa lavallejista, la
cual señala que fue concebida y convim.da con tal reserva, que no l¡}Ci..
gó a traslucirse sino después que estos bravos habían dejado nuestras
playas. Comenta los iniciales éxitos, los inesperados resultados que han
dejado burlados los cálculos de todos los hombres; aunque a continua-
ción, advierte sus dudas respecto de la oportunidad del momento ele-
gido para emprender la lucha. Dos días después, "El Argentino" publi-
ca '8stentosamente la proclama de Lavalleja del 19 de abril, ¡Viva la
Patria! en la cual encuentra tal claridad en los principios expuestos, en
las intenciones sanas y magnánimas de su programa que considera que
ellos exigen o ponen en compromiso a todas las Provincias del Río de
la Plata. Con este motivo el edit::Jr hace una detenida exposición acer-
ca de los mismos, y un severo análisis de la situación que se vive en
la Cisplatina.
55
Reviste interés la actitud generalmente positiva de los periódicos
frente a la revolución. Nosotros afirma "El Nacional", en medio del dis-
gusto que sentimos por no poder acompañar a estos héroes en la glorio-
sa lid a que se han arrojado con denuedo, al menos los ayudaremos! del
modo que podamos. Luego de esta promesa, manifiesta su convenci-
miento de que la cuestión es sumamente ¡.::opular, por lo que supone es
casi innecesario trabajar para formar opinión.
56
Desde sus columnas, "El Argos de Buenos Ayres" y "El Piloto" com-
baten en tono polémico, la excesiva prudencia de las AutOlidades. En
realidad, la acentuada inclinación marginalista que caracteriza la políti-
ca del CongreEo pOlteño, no tiene apoyatura en sentimientos de total
agrado o simpatía para la dominación brasileña, sino que afecta a su
posible perdurabilidad, al conocimiento de los peligros que entrañada
una guerra con el Imperio, que cuenta con mayores recursos, tropas bien
equipadas, y una flota n'umerosa (con elementos humanos hábiles) capa-
ces de iniciar un bloqueo que separaría a la Argentina del comercio in-
ternacional. Todo parece indicar que el gobierno a pesar de ser -en
cierta medida- sensible al movimiento revolucionario, actúa con suma
cautela por conocer las escasas fuerzas de sus armas; y de ahí su con-
tención, su resistencia a intervenir en una contienda aparentemente des-
ventajosa. Por otra parte, el desarrollo económico que últimamente se
está viviendo -sobre todo en la Capital-, por la participación finan-
ciera inglesa (en 1825 el comercio argentino, con Gran Bretaña se esti-
ma en 6 millones de dólares) incide directamente en el desánimo guber-
namental. Hay una clara correlacción entre ambos. La presión de gru-
pos poderosos de influencia -comerciantes y financistas británicos- que
piden seguridad y orden, resulta indudable en el desenvolvimiento eco-
nómico, yse impone en el proceso político y diplomático de las Provin-
cias Unidas. Tal vez por esta motivación "El Nacional" le da su aval
a la postura oficial, opinando que las Provincias Unidas no deben parti-
cipar en el conflicto, co'nvirtiendo en una guerra nacional, lo que en
esos momentJS -junio de 1825- sólo es una empresa palticular, de
dudoso éxito. Declara expresamente que, mientras no sobrevengan otras
circunstancias, el gobierno nacional no puede tomar parte de las hostili-
dades iniciadas en la Banda Oriental. Y, ¿cuáles son esas circunstancias?
Domina en este sector de la prensa, la preocupación por obtener testi-
monios acerca de las operaciones bélicas, la uniformidad de los senti-
mientos de los patriotas hacia el gobierno de la Provincias Unidas, y
la obtención de garantías sobre una decidida determinación oriental de
pertenecer a la Unión. A estos argumentos responde ardorosamente "El Pi-
loto". Consigna que no puedm las autoridades nacionales, contraerse a la
reintegración de la Banda Oriental, desde que es evidente que las miras
del Emperador no terminan en los límites de la Provincia (junio 30), ni de-
clarar tampoco la guerra inconsideradamente, sino de acuerdo a los prin-
cipios que han sido violados por las fuerzas imperiales. Hay que pro-
curar la conservación íntegra del territorio contra la ambición del usur-
pador, la defensa de su constitución contra las empresas del extranjero
que quieran destruirla a alterarla, y vengar las injurias que se hicieran
a su dignidad. Motivos estos que dan una explicación moral y jurídica
plena, para toda declaración de guerra. A los redactores de "El Pilo-
to" no les basta con una proclamación, sino que procuran justificarla
imponiendo, con buen sentido, sus razones. Se preguntan en caso de
que Entre Ríos o Santa Fe estuvieran en similar situación a la Banda
Oriental, si esperaría el Congreso a que esas provincias enviaran. Repre-
57
sentantes generales para salir en su defensa, para creer en sus sentimien-
tos de nacionalización. Por otra parte, puntualiza que aún cuando haya
cierta disconformidad en las ideas de los patriotas, y una vez libertada
la provincia se cleclare disidente, es preferible para los intereses nacio-
nales, tener una república libre que al Imperio junto a sus fronteras.
Apreciaciones éstas que están encuadradas en un plmal designio: facilitar
un acrecentamiento de la capacidad económica y comercial de la Repú-
blica, y posibilitar la colar.::lración a nivel internacional ,de los orienta-
les, a quienes consideran sus aliados natmales.
58
recurws, En un territorio sólo parcialmente liberado, y amenazados
los pueblos por numerosos efectivos castrenses. La prensa se hace
eco de la rápida labor político-administrativa local, y de la difícil
situación militar. Reclama constantemente el aprovEchamiento de
las tropas orientales, y el incrémento de su fuerza armada. Clara-
mente lo señala "El Piloto" del 11 de junio, si hoy no se auxilia a la
Banda Oriental, no será ella Esclava tal vez, pero su rivalidad con Bue-
nos Aires será la llama de la discordia, llama asoladora que consumirá
las libertades, la independencia y el orden. Por lo demás, "El Argos de
Buenos Ay-res" en varios editoriales del F\ 4, 8, 11 Y 15 de junio dedica
su cOI~stante atención y esfuerzo a orientar a la opinión pública, a pro-
vocar la reacción colectiva, narrando las distintas etapas del proces() de
la dominación brasileña. Se puede apreciar En ellos cierta gradación
en los comentarios, que consignan la importancia de la protección te-
rritorial, o que se circunscriben al plano defensivo de la integridad na-
cional, evitando -en estos momentos- toda mensión a intereses eco-
nómicos concretos. Razona el articulista que todas las circunstancias
apuntan la línea de conducta que debe adoptar -frente a los orienta-
les- el Estado de las Provincias Unidas. El sentido de justicia, la con-
ciencia del pueblo rioplatense, y la propia conveniencia nacional son las
motivaciones que reclaman una actitud ejecutiva, firme y determinante
del Gobierno, el que debe asegurar por otra parte, su integridad topo-
gráfica.
59
En la edición del 20 de julio de "El Piloto" se perfila aguda y,
tina en el terren.::> económico, la posesión de la Banda Oriental, como
ya desembozadamente la importancia decisiva que tiene para la Argen-
llave del comercio. "¿Quién -se pregunta- no ve que dueña la Repú-
blica de un sólo puerto, lleno .de peligros en la paz, indefenso en lague-
rra, quedaría algún día sujeto en sus relaciones mercantiles al arbitrio
de Montevideo y Maldonado? En la paz, supone "El Piloto" que la
mayor parte del comercio exterior no traspasaría los límites del exce-
lente puerto de Montevideo, y en caso de sobrevenir algún conflicto bé-
lico, la República quedaría aislada. Asimismo, destaca que sin la incor-
poración oriental a las Provincias Unidas, la posición del Río ·Uruguay,
no sería completa, 10 que entraña indudable perjuicio material y de-
fensivo. Aún iba más lejos el editorialista. Supone que en una guerra
con el Imperio, si la tierra de Artigas fuera incorporada a la Unión, la
contienda se dilucidarí,a -por 10 menos en sus acciones iniciales- en
la campaña uruguaya, con la consiguiente tranquilidad y ventaja para
las provincias del Litoral. Es este uno de los artículos más reveladores,
donde más claramente se expone los anhelos hegemónicos argentinos,
por encima y más allá de sus promocionados proyectos de ayuda, y so-
lidaridad americana. Sus palabras indican de que manera, a tres meses
de la Cruzada, se enlaza en el pensamiento periodístico porteño, la de-
fensa de la Banda Oriental, con factores primordiales como el fervor
unionista, los intereses económicos, y las conveniencias táctico-militares
de las Provincias Unidas.
Por su parte, señala "El Argentino" que los orientales esperan tras
todo el valor demostrado y las opiniones emitidas, los recurSos que el
Congreso porteño debe prestarle; al tiempo que observa que dicho au-
xilio 110 debe postergarse, dado que ello podría incidir en que los orien-
tales exaspelTados por una conducta impolítica e injusta se sometan al
Imperio.
60
al destacar la repercusión que esta actitud puede asumir en las gran-
des potencias; el honroso concepto que ha de merecer en las naciones
europeas la protección de la Provincia Oriental, y la defensa de la se-
guridad y el honor argentino.
61
cionales que le permiten fraguar, las aspiraciones que alienta el mov.i-
miento emancipador sus objetivos políticos: liberación del dominio bra-
silero, autodeterminación de los pu¿;blos y reintegración de la Banda al
conjunto de las Provincias. Y aunque es verdad que existían motivacio-
nes políticas y económicas para que Lavalleja acelerara este proceso de
consolidación, el mismo p:Jdría haberse efectuado por vías autoritarias y
no emanar de la consulta a la opinión ciudadana, como reiteradamente
ocurre en 1825. En el número del 6 de julio "El Argos de Buenos Ayres"
reproduce la circular enviada a los Cabildos de los Departamentos de
la Provincia Oriental, y las instrucciones para el nombramiento de Re-
presentantes.
62
postura espectante. No aportan mayores datos, ni lo acompañan de 0::)11-
sideración o análisis alguno.
64
quistar y no negociar con los brasileños; y por último por venganza, ya
que el Imperio en el pasado ha cooperado con los enemigos de las Pro-
vincias Unidas. Analiza las mismas razones, desde el punto de vista del
Brasil, no encontrando peso en ellas, por lo que infiere, que la guerra es
el estado a que nos llama la razón, nuestra dignidad, nuestra seguridad
y conveniencia y en cuyo apoyo clama también el honor y la vida de los
bravos de Sarandí.
65
de falsos riesgos e ideas absurdas sobre la dignidad, carácter y recursos
de la empresa que defendemos.
66
compatriotas a participar de la guerra. Urgencia ésta fundamentada
en el conocimiento de los movimientos de nuevas fuerzas imperiales en
la frontera, y del inminente peligro que corre el territorio patrio de una
nueva invasión brasileña. "El Nacional" del 29 de diciembre se hace
eco de estas noticias, asegurando que oficialmente y en las calles de
Buenos A.ires ya se conoce desde el 8 del corriente que está declarada
la guerra; por lo que concluye, que no ha de demorarse el bloqueó
del puerto por las fuerzas navales brasileñas que, desde hace tiempo,
se encuentran en las aguas del Río de la Plata.
PRENSA PORTE:ÑA
67
les, e ilustran sobre los distintos enfoques, juicios, y actitudes que los
mismos provocaron en las mentalidades porteñas contemporáneas.
Debemos advertir que para la presentación de este material, hemos
transcripto los artículos -por lo general en toda su extensión y con la
ortografía original- ciñéndonos estrictamente a las fechas en que los
mismos fueron publicados, y agrupando los textos en cuatro grandes
apartados.
J. - Artículos impresos en mayo de 1825, que hacen referencia a los
iniciales momentos de la Cruzada; y a los sucesos ocurridos, en
la Banda Oriental, en esos meses.
NI? 1 - Noticia de la Cruzada Libertadora
Tres semanas hace que ha empezado a hablarse del proyecto atre-
vido 0:lncebido, y comenzado ya a efectuarse por unos otros patriotas
orientales, que impelidos de entusiasmo digno de los mayores elogios
han arrostrado toda clase de peligros por tener la gloria de dar la li-
bertad a la Provincia Oriental, ocupada, usurpada del modo más atroz
por las tropas portuguesas de S.M.F. y cuya usurpación se ha propues-
to perpetuar su hijo el emperador del Brasil. La empresa fue conce-
bida, y combinada con tal reserva, que no llegó a traslucirse sino después
que estos bravos habían dejado nuestras playas. Elbs fueron: y en los
primeros resultados de su audaz proyecto han dejado burlados los cálcu-
los de todos los hombres. Por descontado han reportado ventajas que,
al menos en tan pocos días, no se consideraron posibles. Podrá quizás
abOltar empresa tan glorbsa; aun en este caso quedará a sus autores la
gloria de haberla concebido, y ejecutado, sin que hallan podido retraer-
los ni los obstáculos que tienen que vencer, ni los riesgos inminentes a
que exponen su suerte y su existencia. No hay un americano que no
haga ll:ls más ardientes votos por el feliz éxito de esta valiente empre-
sa, de la cual pende la libertad de una de las primeras provincias de la
Unión uncida bajo el yugo más ignominioso, y víctima triste de la maldad
y de la perfidia.
El mundo tod.::>, y hasta los enemigos mismos no podrán menos
que confesar que la justicia acompaña a esos beneméritos patriotas en
su heroico y arrojado empeño. Lo único que admite alguna disputa es,
si el momento que han elegido para tremolar de nuevo en la Banda
Oriental el sagrado estandarte de la libertad, es el más oportuIlo, o si
debieron esperar momentos más felices para no aventurar el éxito de
la empresa. Mas, ¿quién es el que se atreverá a decidir hoy esta cues-
tión? Ella es indudablemente de aquella cuya resolución es absoluta-
mente indispensable dejar al tiempo y a los sucesos, las grandes empre-
sas han debido más de una vez su buen resultado a lo que la prudencia
califica de temeridad: y no es extraño que favorezca precisamente la
68
circunstancia de haberse elegido el momento que a primera vista pa-
recía menos oportuno, o más arriesgado. Nosotros, en medio del dis-
gusto que sentimos por no poder acompañar a estos héroes en la glo-
riosa lid a que se han arrojado con denuedo, al menos los ayudaremos
del modo que podamos. Sabemos que la cuestión es eminentemente
popular, y por consiguiente que no hay que trabajar para formar la
opinión. Sin embargo creemos que podremos prestar algún servicio si
nuesh'as páginas se ocupan de ella como conesponde. En este empeño
entraremos desde el número próxin1o. Daremos la historia de la usur-
pación de aquella benemérita provincia. Con este motivo expondremos
acaso lo que la de Buenos Aires ha hecho en los últimos cinco años.
y últimamente daremos con franqueza nuestra opinión ~obre lo que
corresponde que haga hoy la nación que felizmente se halla ya reor-
ganizada, y representada legalmente en el congreso general. Conoce-
mos que la cuestión es espinosa, no en sí misma, pero sí en sus cir-
cunstancias. Esto no obstante nos anedra: haremos cuanto podamos, y
habremos llenado nuestro deber.
69
de los eventos que puede producir la guerra que se ha encendido en la
Banda Oirental del Río de la Plata.
2. Con este objeto, y en consideración a la urgencia e interés
nacional de esta medida, e Ínterin se provee a la más pronta organiza-
ción del ejército de la nación, el poder ejecutivo a nombre del congreso
estimulará el zelo y patriotismo de los gobiem~s de las provincias para
que a la mayor brevedad pongan a su disposición tod'a la fuerza de lí-
nea, que no sea absolutamente necesaria para la seguridad interior de
las mismas provincias.
3. Con el mismo interés serán invitados a facilitar una palie de
la milicia de su respectiva provincia, que pueda considerar el ejecutivo
necesaria para reforzar dicha línea.
4. Les recomendará igualmente el envío de tod'a la recluta que les
sea posible para que organizada a la mayor brevedad pueda ponerse en
completa seguridad nuestra frontera.
5. La recluta que a virtud de la invitación de que habla el ar-
tículo anterior quieran mandar las provincias, será considerada como
parte del cup:} que deba corresponderles según la ley para la formación
del ejécito nacional.
6. El gefe o gefes bajo cuya dirección ponga esta fuerza el poder
ejecutivo no tendrán la menor intervención en el régimen interior de la
provincia de Enb'e Ríos, u otra donde pueda acantonarse; y cualquiera
auxilio que pueda necesitar deberá obtenerlo rOl' el conducto del go-
bierno respectivo de la provincia.
7. Por ahora, y mientras el congreso provee los medios necesarios
para el sostén de esta fuerza, el ejecutivo pedirá a nombre del congre[()
a la legislatura de la provincia de Buenos Aires que anticipe los fondos
indispensables para realizar esta medida tan urgente como nacional.
[El Nacional, Buenos Aires, mayo 12 de 1825.1
NQ 2. - Banda Oriental. /Proclama del Jefe de los orientales/
B A N D A O R 1 E N TA L
PROCLAMA DEL GEFE DE LOS ORIENTALES.
VIVA LA PATRIA.
ARGENTINOS ORIENTALES!!!
Llegó en fin el momento de redimir nuestra amada Patria de la
ignominiosa esclavitud' en que ha gemido por tantos años, y elevarla con
70
nuestro esfuerzo al puesto que la reserva el destino entre los pueblos
libres del Nuevo Mundo. El gIito heróico de LIBERTAD retumba ya
por nuestros dilatados campos con el estrépito beJicm:o de la guerra.
El negro pabellón de la venganza se ha desplegado, y el exterminio
de los tiranos es indudable.
71
C'i
o:
Z
.....o
es
;:l
Q
o
Q
unamme a la cabeza de estos Héroes, yo tengo el honor de protestaras
en su nombre y en el mío propio, que nuestras aspirackmes solo llevan
por objeto la felicidad de nuestro país adquirirle su libertad. Constituir
la provincia bajo el sistema Representativo Republicano en uniformidad
a las demás de la antigua UNION. Estrechar con ellos los dulces víncu-
los qua antes los ligaban. Preservarla de la horrible plaga de la anarquía
y fundar el imperio de la ley.
Los sucesos que hoy tienen lugar enla Banda Oriental del Río de la
Plata merecen llamar la atención de los escritores públicos por la im-
portancia y trascendencia que ellos traen consigo. Es bien sabido ya que
unos beneméritos patriotas decididos a sacrificar su quietud, su bienes-
tar ya hasta sus vidas para redimir a su patria de la opresión y s~rvi
dumbre en que está por algunos años, concibieron el atrevido proyecto
de presentarse ante sus compatriotas, y de moverlos en masa para que
los auxiliasen en la ejecución de su plan. Aquel se ha ejecutado de un
modo que excede las esperanzas, que se habían formado al convinarlo, y
que promete resultados los más prósperos a la conclusión de la guerra
de la independencia por todas partes, y al establecimiento de una com-
pleta libertad en todos los puntos del continente americanos, bajo la sa-
la influencia d'e gobiemos esencialmente populares, y exclusivamente
propios. Casi se ha sentido en todos los puntos de la Banda Oriental
un sentimiento uniforme, y decidid:::J por sacudir su esclavitud, y rom-
per violentamente los vínculos que la ligaban a un gobierno extrangero.
73
Esto solo basta para poder pr()meterse que los pueblos de la Banda
Oriental llegarán a ser libres de sus opresores, porque sus sacrificios, y
su resolución así lo exigen.
Pero esta guerra que ya indudablemente se ha encendido y cada
día debe tomar más pábulo, porque los principales elementos son por
una parte la opinión pública, el clamor universal de todos los habitan-
tes por ser libres, y por la otra el interés y la tiranía por retener 10
que alevosamente usurparon, exige que las provincias del Río de la
Plata, a cuya integridad pertenece aquel Estado, hagan todos los es-
fuerzos posibles para colocarse en una actitud imponente, y respetable.
Ya desembarazadas de los enemigos, que IX)!' el Altd Perú llamaban toda
su atención, la Banda Oriental debe ser el teatro de su patriotismo, de
sus sacrificios y de su valor: esforzándose en conservar la seguridad de
su territorio, inminentemente atacada por la ambición de sus enemigos,
deben empezar al presente por una serie de sucesos, que quizá bien
pronto bs lleve al término de sus votos. El congreso general, a invi-
tación del poder ejecutivo, ha considerado este asunto grave en la se-
sión del 11 del corriente, y ha expedido una resolución que abraza todo
lo que la circunstancias exigen, y la prudencia aconseja: por su resolu-
ción el poder ejecutivo queda autorizado competentemente para asegu-
rar el territorio de las Provincias Unidas de todos los riesgos que pu-
dieran sobrevenirle en el estado actual de la Banda Oriental, y para
reforzar de un modo fim1e la línea del Uruguay. Las provincias son
también invitadas a concurrir a este objet::> importante. Es de esperar
que estas medidas adoptadas con la celeridad que el caso requiere, y
con el espíritu de decisión, y patriotismo que existe en todos los pue-
blos, colmen el sagrado objeto de todas nuestras aspiraciones. Ver rei-
nar en el suelo de toda la América la libertad, la paz, y el orden, y a
todos sus hijos ocupados en labrar a la Patria una reputación distingui-
da, capaz de excitar el respeto de las demás naciones, y el temor de
todos los tiranos.
Las últimas noticias que hemos podido adquilir por los conductos
más seguros sobre el estado actual de la Banda Oriental, nos dan por
resultado que la empresa ejecutada por los beneméritos patriotas, que
salieron de esta ciudad, sigue felizmente progresando. La plaza de Mon-
tevideo se halla sitiada por una fuerza regular a las órdenes del segundo
de D. Frutos Rivera, D. Bonifacio Calderon. La Colonia y Mercedes 10
están igualmente por otros cuerpos de igual naturaleza. Los orientales
siguen desplegando un enhlsiasmo extraordinario por la libertad de la
provincia, y constantemente se reúnen y engrosan las filas de sus com-
patriotas.
í4
Hemos visto una orden de] día firmadap or los jefes principales de
las fuerzas orientales, expedida en el Durazno en 15 del corriente. Ella
está reducida a hacer que los soldados guarden extrictamente el orden,
v no cometan ningún género de violencia contra los habitantes de la
Banda Oriental. Penas las más severas se imponen a los infractores de
esta orden, y se encomienda a todos los jefes, justicias del territOlio
su más puntual y exacto cumplimiento. El espíritu decidido de ella eS
contribuir eficazmente a que los orientales vean en los patriotas, que
han tomado sobre sí un empeño tan digno, sus libeItadores. y amigos, y
no los destructores de sus fortunas y vidas.
La goleta Libertad del Sud que salió de este puerto enviada con
toda clase de socorros para los gefes de la división Oliental, fue tomada
barada en la Playa de Santa Rosa por un bergantín imperial. Antes
había ya desembarcado cuanto llevaba a su bordo, y óolo el casco es
lo que ha caído en poder de los brasileros.
j\Iemorándum
75
gua metrópoli, se fortificaron los que de antemano les ligaban entre
síe Las mismas quejas que elevaban en aquel momento por la opre-
sión de tres siglos, y la necesidad de defenderse, comprometieron de
nuevo sus derech::>s, sus votos; y el pacto social que ya existía entre
ellas, lejos de ser alterado, recibió un grado mayor de legalidad y de
fuerza. En una palabra, ellas se encontraron esencialmente constitui-
das en una nación, en el momento mismo, que sacudieron el yugo de
la antigua metrópoli: del mismo modo que las del Brasil entraron en
ese rango desde el acto mismo que proclamaron su independencia del
Portugal.
76
armisticio con el gefe de la plaza. Este fue el primer momento en que
el coronel Artigas comenzó a presentar indicios de insubordinación ha-
cia la suprema autoridad, por la que había sido confirmado en el em-
pleo de mayor general del ejército: a quien él mismo había antes di-
rigido el parte oficial de l~ victoria de las Piedras, y de quien recibió
en premio de aquel triunfo el grado de coronel.
77
gefe, db lugar a que tiJ:anizase aquella provincia con los excesos de
su despotismo, hasta que fue ocupada por las tropas portuguesas.
De esta narración sencilla, y ajustada a la realidad de los sucesos
viene a resultar que positivamente la Banda Oriental permaneció por
algún tiempo bajo un gobierno particular, o más bien bajo el despotis-
mo tiránio::l del coronel Altigas; pero que jamás se celebró en ella ID1
acto solemne que rompiese la unidad nacional con aquellas provincias,
consolidada con nuevos empeños en los primeros períodos de la revo-
lución. Sus diferencias con Buenos Aires solo han podido considerarse
como disensiones domésticas, y parciales semejantes a las que después
han sobrevenido en las demás provincias; pero que no envuelven en
sí una disolución íntegra del estado, ni la desmembración de su terri-
torio nacional. Así es, que mientras que son regidas provisionalmente
por gobiernos particulares, e mdependientes, se preparan a su reorga-
nización política, reconociendo omo base la unidad territorial que han
conservado. Este es el mismo estado en que debe considerarse a la
Banda Oriental en el momento que fue ocupada por las tropas de S.M.F.
en cuya época no había dejado de ser parte integrante del territorio
de las provincias de la Plata. Por esto es que el supremo director de
Buenos Aires se consideró entonces en la obligación de pedir explica-
ciones a esta corte, y protestar conh-a la ocupación militar que de ella
se hacía, bajo el pretexto de consultar a la segmidad de las fronteras
del Brasi1. S .M . F; se dignó satisfacerle por lli1a nota dirigida· de su
real orden por el ministro de relaciones exteriores el Ilustrísimo Exmo.
señor Tomás Antonio de Villanova, con fecha 23 de julio de 1818, en
que, ratificándose, el armisticio de 1812, S. M. se sirvió declarar que
la ocupación de la Banda Oriental era puramente provisoria.
El Nacional, Buenos Aires, mayo 19 de 1825.
78
fria; aun prescindiendo de los pasos que ha dado por conseguir la li-
bertad de k¡s orientales; y ,del desaire que entonces le hizo la Corte
del Brasil; basta que vea allí un trono aliado con los grandes poderes
europeos; basta que haya proclamado principios libres, para que diga
y, de hecho, se decida por los pueblos, que quieren ser libres, ¿Qué
puede impedirlo?
79
riamente en el ejército por los sargentos de compamas, y los coman-
dantes de ellas serán resp:msables si así no lo hicieren verificar. Mán-
dense copias de ellas a todos los puntos donde hay tropa empleada, y
practíquese la misma diligencia. l'ásense circulares a los cabildos para
que hagan saber a los vecinos, que a ellos también les corresponde, y
los jueces ordinarios procedan a :p::Jrmarles causas y ejecutar la senten-
cia .del modo que queda prevenido, y para el efecto pidan tropas al
punto más inmé'diato donde la hay.
Fructuoso Rivera
Juan Antonio Laval1e~a
El Argentino, Buenos Aires, mayo 21 de 1825.
80
y sinceridad, que rigen a este gobierno, someta á la consideración de
su merced en respuesta a sus notas 10 siguiente. Que á no ser los cons-
tantes des(7:ls de S. M. I. para mostrar al gobierno de Buenos Aires el
aprecio que hace de él, y no queriendo en consecuencia que una ma-
yor dilacion en la exigida decision hiciese dudar de ellos podríase de-
mostrar en respuesta cuan impracticable era dar una decision defini-
tiva sobre el negocio de la reintegración de Montevideo á la provin-
cia de Buenos Aires, por los mismos principios en que se funda para
exigirla; pues fundandose su merced principalmente en la voluntad de
la provincia de Montevideo, que desea y pide á Buenos Aires su sepa-
rachn del imperio; y habiendo por el contrario toda presunción juri-
dica de que los montevideanos no desean semejante separacion, solo
quedaría en tal divergencia de opiniones, en el caso de sincera, y aun
estando fijo el derecho de rec1amacion por parte de Buenos Aires, el
recurso de consultarse públicamente la v1:l1untad general del estado cis-
platino; recurso por tanto innecesario y falible. Innecesario, por ha-
berse ya conocido por los medios posibles esa voluntad general, y ser
mas presumible que se dé crédito al congreso de los representantes
de todo el estado que en 1821 resolvió su incorporacion al Brasil, y á
las actas de todos los cabildos de la campaña, que subsecuentemente
aclamaron á S. M .I ., 10 reconocieron, y nombramn electores para ele-
gir diputados que los representase en la Asamblea general brasilera,
que darse crédito al simple é ilegal cabildo de la única ciudad de Mon-
tevideo, que en medio de los partidos que una influencia estrangera
alli promueve, requiere á Buenos Aires una incorporacion que no es
adoptada por los otros cabildos. Falible, porque aun cuando se tu-
biese por nada la espresion ya anunciada de la voluntad general de
los montevideanos á favor de su incorporacion á este imperio, y se qui-
siese consultarlos nuevamente para satisfacer las reclamaciones del go-
bierno de Buenos Aires, no podia esto efectuarse, primero: por que
estando la campaña guarnecida por tropas brasileras indispensables á
la seguridad y defensa de sus habitantes, y estando aun por otro lado
la ciudad de Montevideo ocupada militarmente por tropas portuguesas
contrarias á aquellas, toda y cualquier dec1aracion popular se reputaria
mutuamente caacta é ilegal por ambos partidos; y se entraria nueva-
mente en el circulo de que ahora el señor comisionado desea salir.
Segundo: por que es constante, que si existe algun partido en el estado
cisplatino á favor de Buenos Aires, de 10 que no se podria racional-
mente dudar, cuando asi 10 dice el señor comisionado, y cuando has-
ta en paises mas consolidados existen divergencias de opiniones poli-
ticas, tambien es constante que á causa de la lucha entre las armas que
ocupan la provincia se han desenvuelto otros partidos diferentes, fo-
mentados por los enemigos ·del imperio, y de los propios montevidea-
nos, como es el de los que quieren la union á Portugal y á Inglaterra,
y los que aspiran á la independencia absoluta del estado cisplatino; los
cuales aun que poco numerosos y diseminados en la grande masa de
bs que desean y juraron mantener su incorporacion al imperio, ofre-
81
cen con todo en semejante fermentacion los mayores obstaculos para
colegirse la espresion de una voluntad general libremente anunciada.
82
despues de sosegada y libre la provincia facilitóle S.M.F. la elecion de
su suerte sin coacion alguna; la provincia legalmente representada en un
congreso, conociendo que el mismo derecho que tenia el virreinato de
Buenos Aires para desligarse de la metrópolis, y el mismo derecho que
tenian otras provincias del mismo vineinato para separarse de Buenos
Aires, tales, como Cordova, Tucuman, Santa Fé, Entrerios etc. tenia tam-
bien la misma provincia de Montevideo para decidir de sus destinos; re-
solvió incorporarse al Brasil, y siguió sucesivamente ratificando esta in-
corporacion, sea por la aclamacion de S.M.L á vista ,de tan graves ra-
zones, entrar con el de Buenos Aires cn negociacion que tenga por base
fundamental la sesion del estado cisplatino, cuyos habitantes no debe
abandonar; principalmente cuando la conviccion reciproca de los intere-
ses procedentes de la incorporacion, los empeños mutuamente contra-
hidos, la fidelidad' que tanto distingue a los cisplatinos, y la dignidad del
imperio brasilero son, otros tantos obstaculos a cualquier negociackm que
las comprometa. El abajo firmado dirigiendo lo espuesto al conocimiento
del señor comisionado, espera que el gobierno de Buenos Aires apre-
ciando en su sabiduria é imparcialidad los motivos que obstan á su pre-
tension, se convenza de que el gobierno imperial obra como el propio
gobierno d'e Buenos Aires obraria e nsemejantes circunstancias, y que
mucho se alegrará de ver estrachadas cada vez con mas firmeza y dig-
mucho se alegrará de ver estrechadas cada vez con mas firmeza y dig-
83
tiempo es importante, y no queremos echarla de nosotros en este mo-
mento en qu afortunadamente nos ha venido á la memoria. Cuando la
plaza de Montevideo Se arrancó del p::>der de los españoles acosta de
los mas heroicos esfuerzos, y de sacrificios de todo genero, el gobierno
nacional, despues de un séria y madura deliberacion acordó la demolicion
de las murallas de aquella plaza. La medida fue dictada por el o::>nven-
cimiento de que semejante plaza fuerte era para nosotros, atendida nues-
tra situacion, en todos casos inutil, y en muchos de evidente perjuicio:
que para defenderla de cualquiera enemigo las murallas jamas nos serian
de alguna utilidad: y que para recobrarla de un enemigo que la ocupase,
esas mismas murallas dificultarian, y harian mas costosa la empresa. A
pesar de este convencimiento los principales VECinOS de Montevideo
desconociendo los verdaderos intereses de aquella poblacion, y acostum-
brados á estar encerrados entre murallas resistieron su demalician. El
gobierno con una debilidad que puede costamos muy cara, capituló o::>n
una preocupacion tan perjudicial, suspendio el cumplimiento de su reso-
lucion, y las murallas escaparon de una ruina que habria sido ventajo-
sísin1a á toda aquella provincia. Los sucesos que sobrevinieron a aquella
epoca, y los que nos ocupan en estos momentos son una prueba prác-
tica de esta verdad. Sin las murallas de Montevideo, no estaria hoy ocu-
pada la provincia miental por las tropas del imperio. Para que se vea, y
pueda esto servir de escarmiento, cuanto daño puede causar un solo paso
de debilidad en un gobierno. Disculpesenos esttl. digresion, que vamos a
ya nuestro proposito. Despues que, por una serie de sucesos, que quisiera-
m::>s olvidar un sacudimiento espantoso echó á tierra en un solo dia el
edificio de que nos habiamos ocupado en diez años, en que habiamos em-
pleado la sangre y la sustancia de los pueblos: despues que disuelto el
estado, rotos los vínculos que unian á todas las provincias de la unbn,
quedó cada una de ellas entregada á si misma, y dueña de su suerte, la
de Buenos Aires por un deber que le iIuponia naturalmente su posicion,
se vio forzada á consultar, no solo sus particulares intereses, sino tambien
los que debieran considerarse comunes á todas las demas. Asi es que no
debió olvidar los de la provincia Oriental, cuya ocupacion á mas de otras
fuertes consideraciones, era un insulto á toda la nacion que no podia
mirarse con fria indiferencia. Y no la olvidó en efecto: ella hizo cuanto
debió, cuanto pudo, y cuanto le permitia su delicada posiciono Algunos
han acusado á la adminish'acion anterior por no haber entrado en una
guerra sin cálculo para arrojar por las amas á los potugueses de la Banda
Oriental. ¡Injusto! Aun cuando ellos 11>::> conocieran la situacion en que
quedó esta provincia á consecuencia de la disolucion del estado, y de los
sucesos que á ella Se siguieron en esta capital; sin rentas, pues estas se
hallaban en el desorden mas completo; sin soldados, pues los pocos que
quedaron fueron envueltos en la disolucion general, y desmoralizados en
el último grado, y acostumbrados á andar de revolucion en revolucion,
segun la direccion que les daban sus jefes, ú otros aspirantes al mando;
sin espiritu público, pues este no puede existir, donde no hay un gobierno
bien establecid.::>: aun cuando ellos, deciamos, ignorasen todo esto, debían
84
al menos calcular la responsabilidad con que cargaria la provincia de
Buenos Aires si entraba por si en una guelTa que debia considerar emi-
nentemente nacional, y cuyos resultados podian ser funestos no solo á
ella misma, sino á todas, ó al menos á algunas pJX>vincias de la union,
que justamente le echarian en cara su imprudencia, por haberla com-
prometido sin su acuerdo, y cooperacion. Habria sido el colmo de la tor-
peza en el gobierno de Buenos Aires enh'ar en tan ariesgado compromiso,
que por todas partes no presentaba sino espantosos resultados. El hizo y
cuanto debia y cuanto pudo entablando una negociacion, para solicitar
ante todas cosas, por la via de la razon y del convencimiento del imperio
del Brasil que acababa de establecerse, la reintegracion del territorio na-
cional por la debolucion de Montevideo y su provincia. Negociacion de la
que aunque se ha hecho tan poco aprecio, hasta haber pasado en pro-
verbio, ó mas bien en farza las vias pacificas: negociacion que aunque
ha merecido tanto la censura de aquellos hombres que estan acostun1-
brados á juzgar de las cosas solo por su resultado,' ella fue perfectamente
calculada, y convinada diestramente con la situacion delicada en que ha-
bia puesto al Brasil su separacion del reino de Portugal, y el restableci-
miento reciente de su imperio. Todo contribuia á hacer consebir las mas
fundadas esperanzas en el exito favorables de la negociacion; lo habria
sido sin duda, si un golpe de despotismo por parte del emperador don
Pedro, que no habia motivos para preveer, no hubiera acabado con la
libertad de los brasileros, y echado un nuevo sello á la esclavitud de
los orientales.
85
interpuso su mediacion y sus respetos para evitar que fueran sacrifica-
dos los que tan imprudentemente se habian comprometido.
El Nacional, Buenos Aires, junio 2 de 1825.
86
esfuerzos, todas sus virtudes fueron inocentemente consagradas á la am-
bicion de un caudillo incapaz hasta de saber aprovecharse del prestigio
de su fortuna para evitar que los mil cetros de la anarquia le disputasen
su dominio tiránico: estos triunfaron al fin, y la provincia Oriental quedó
bonada de la lista de los pueblos libres. No lo disimulemos. Las falanges
bárbaras de Atila que la historia nos refieren no hicieron mas estragos
sobre la." regiones que talaron, que los que hizo el furor anárquico, sobre
los pueblos orientales en los dos años que conieron desde la domina-
cion' de un, rey tirano á la de un rey usurpador.
87
Tocaba á su ruina; si, pero no estaba perdida/Ella empezaba á dejar
de existir desde que su inexperiencia y sus errores pudieron hacerse en-
trar en la balanza del déspota causador de ellos, desde que sus desgracias
no pudieron inspirar ya el sentimiento de salvarla sino el de comparecerla;
y estaba perdida desde que la corte del Brasil pudo entrar á hacer tam-
bien el papel de compasiva y ocupar, impunemente un territorio cuya in-
dependencia no habia en los registros de la representacion nacional nin-
gun acto que acreditase su sanciono Esta usurpacion escandalosa está
acompañada de algunas circunstancias posteriores que no es á nosoh'os
sino á la historia á quien corresponde referir.
Entre los pOO:::JS orientales que se decidieron por la causa del usur-
pador en bs momentos de su incursion, creemos que hay algunos, Ó tal
vez la mayor parte, que lo hicieron de buena fe, persuadidos que no era
posible' ya regenerar su patria cuando su fortuna iba á caer en manos de
su rival. Ellos no conocian ciertamente el poder de un pueblo que está
en la aurora de su libertad. El tránsito que ellos decian' inevitables ya de
la anarquia á la esclavitud, puede experimentarse alguna vez y sin re-
medio en una república que haya pasado por todos los grados de felicidad,
á quien sus glorias hayan arrastrado á la con:upcion á la guerra civil
y la anarquía vayan al fin á fatigar en su decréptitud aniquilando en ella
el sentimiento ya débil de su libertad' y la independencia: un 'pueblo que
haya pasado por tales visicitudes, p:::Jdrá acaso como Roma, no hacer votos
por los buenos dias de su libe1iad y solo por los de una quietud indife-
rente. Pero los pueblos que no han tenido lugar aun de gozar aquellos bie-
nes no pierden asi sus sentimientos ni sus esperanzas de reo:::Jbrarlos.
Ellos hacen lo que los órientales estan haciendo conducidos por el in-
mortal Lavalleja y es de esperar que coronen sus heroicos hechos con el
sublin1e ejemplo de perdonar el exh'avio que la inexperiencia ha causado á
algunos de sus conciudadanos.
El Piloto, Buenos Aires, junio 8 de 1825.
88
la Laguna á atacarlos, y han sorprendido enseguida otra de soldados
brasileros. Con el apoyo y cooperación de una gran parte de los habi-
tantes de aquel pais han engrosado progresivamente su número; de ma-
nera que una fuerza respetable domina las inmediaciones de Montevi-
deo, y tiene encerrados dentro de sus muros á sus cobardes poseedores:
otra sitia la Colonia del Sacramento, y algunos otros destacamen-
ú:::>s ocupan varios puntos de la campaña. En toda ella no se encuentra
sino una división enemiga que se dice estar estaciona·da sobre las már-
genes del Uruguay. Estos hechos sobre que parece estar conforme
la opinión pública, aunque ellos no sean conocidos por conductos ofi-
ciales, ni revestidos de todo el carácter que era de desear. De consi-
guiente sin ocuparnos por ahora del número determinad:::> de hombres
á que pueda montar la fuerza efectiva de los patriotas, puede decirse
en resumen, que la Banda Oriental esta en insurrección, y que las tro-
pas brasileras, con excepción de las del comandante Barreta se encuen-
tran encerradas en los puntos que guarnecen.
89
cion final dada á nuestro enviado, (publicada en el Registro Oficial y
reimpresa en nuestro número 23) en lugar de los frívolos y espaciosos
fundamentos que alli se deducen; pero todo estq no prueba sino que
no hay el menor l::>bstáculo, compromiso, consi,oeracion ni respeto este-
riar que nos trabe y embaraze.
90
ponde resolver sobre la guerra, hubiere de tomar parte en la de la
Banda Oriental ,disponiendo a éste efecto de los fondos nacionales, y
de la fuerza armada que bajo el' mismo caracter sea disponible, es cla-
ro que ponia en ejercicio la autoridad suprema, que se le ha confia-
do, y se hacia responsable de todos los resultados, tanto en la inver-
sion de estos fondos, como de las operaciones y conducta ,del ejército.
La nacion reclama de él su actividad, su zelo, sus planes, sus socorros,
en fin, la salvacion del pais. El reconoce estos deberes en virtud de
que componen las atenciones mas sagradas de su cargo, y de que debe
considerarse en aptitud de desempeñarlos, puesto que o::mserva en sus
manos la autoridad. Es indispensable pues que penda de él esclusi-
vamente la direccion de la guerra, y que á los jefes quede la gloria
de seguirla y segundarla: ¡y que digna seria de los que actualmente
comandan la fuerza en el territorio oriental, que digna sería de ellos
una declaracion anticipada de sus sentimientos personales á este res-
pecto! Se nos presentarían entonces como unos verdaderos libertado-
res de su patria, empeñados en dar á su empresa la posible respetabili-
dad, en hacerla conciliable con el orden establecido en las demás pro-
vincias, y lo que es mas aun satisfactorio desprendida de toda preten-
sion exagerada. ¡Quien no vería entonces que no se habían malogra-
do las ekJcuentes lecciones que nos han dejado esperiencias tan amar-
gas! ¡Y cuanta sería la satisfaccion del pueblo oriental al verse dirigido
por la autOlidad nacional, bajo la influencia de su poder, y al abrigo
de su proteccion! ¡Que grados de entusiasmo no se aumentarían en
favor de la causa que defiende, y de amor y respet::J á los jefes que
actualmente le presiden! El crédito solo de la elevada autoridad de
donde emanarian las disposiciones militares, y todo lo relativo á la gue-
rra bastaria para decidirle á los mayores sacrificios en la esperanza de
recobrar su independencia sin dejar en peligo su libreta:d, y demas bie-
nes wciales. A lo menos esta presuncion sería natural, y sus efectos
serían consiguientes. El pueblo oriental no puede menos que desear
garantias á este respecto, particularmente la clase ilustrada y propie-
taria, y debemos creer que los que le conducen á tan alta gloria esta-
rán dispuestos á darse las. Si 10 estamos, y lo veremos quizá muy en
breve. Entonces al congreso nacional incumbe tomar una resolución de-
cisiva, y debemos esperar que si los antecedentes corresponden, será
de acuerdo con los principios y sentimientos que con motivo de este
mismo asunto han desplegado ya sus honorables miembros.
Aun que nos hemos empeñados en deducir razones propias para
ilustrar la opinion que hemos pronunciado sobre la cuestion propues-
ta, no estará de mas indicar, que ella se a¡:oya en el espíritu de la ley
del congreso, que hemos insertado en nuestro NQ 21. El congreso par-
tiendo de las consideraciones que se ,dedujeron en la discusion sobre
las actuales circunstancias de la Banda Oriental, con conocimiento de
su caracter, y al alcance de las o::msecuencias que podian sobrevenir,
ordenó la pronta organizacion de una fuerza: autorizó al gobierno de
91
Buenos Aires encargado provisoriamente del poder ejecutivo nacional
para proveer á la ,defensa y seguridad del estado, y la recomendó par-
ticulannente que reforzase la línea del Uruguay. Nada se ordenó en
esta ley que directamente afectase al estado de insurreccion de la Ban-
da Oriental. No habiendo podido ser indiferentes los representantes
de la nacion á un suceso tal, Se hace presumible que quisieron esperar
los antecedentes que llevamos indicados, y todos los conocimientos ne-
cesarios para deliberar sobre las medidas ulteriores que conviniese qui-
zá adoptar. Quiere decir esto, que el gobierno nacional nada puede
avanzar por si solo en la materia, y nosotros añadimos que nada podría
hacerse legal, y utilmente, si no preceden las circunstancias que lleva-
mos indicadas. Cuando ellas se hayan realizado, y se encuentre el con-
greso en estado de resolver, volveremos quizas al examend'e la ma-
teria, que acabamos de esplanar bajo ~l único punto de vista que co-
rresp:mde á las presentes.
El Nacional. Buenos Aires. junio 9 de 1825.
92
desgracia, un Emperador, que era hijo del rey de Portugal, enlazádo
con la casa de Austria, ligado á los déspota de Europa. La independen-
fue efímera dió lugar á la subyugacion, y la Banda Oriental fué de-
clarada parte de ese imperio, sin su directa decision. Entonces se eri-
gió entre Portugueses americanos y europeos; y los Orientales en me-
dio de ella se proclamaron independientes de unos y otros. Sin re-
cursos para sostenerse, sin auxilios del pueblo que los alhagó, sin que
Buenos Aires se decidiese como debió, ellos sufrieron la ley ,del mas
fuerte, la voluntad del Baron, jamás, entretanto, se decidieron por el
emperador, jamás juraron obedecerle-fueron farsas, fue á la fuerza si
algunos asistieron á eóos actos á que llamaba el interes particular ó el
temor. Tanto mas, cuanto esperandose al mismo tiempo el éxito de la
negociacion al Brasil, nadie creyó que á ser disfavorable su éxito, Bue-
nos Aires no declarase la guerra á los usurpa,dores. Sin embargo, todo
cedió á las circunstancias, y los orientales abandonando su patria se
acogieron á las provincias de la Union. Todo lo esperahan del Congre-
so, que entre otros objetos fue convocado para decidir sobre la suer-
te de la provincia, vista la irracionalida,d del Emperador: nada habia
resultado de la interposición de amigos poderosos; y desesperados de su
perigrinacion, persuadidos que cada dia de inaccion es un eslabon do-
blemente fuerte para sostener la opresion; viendo que el congreso nada
habia hecho, que apuraban las circunstancias y que les sobraba valor,
una porClOn de Orientales se deciden á pasar para dar direccion al sen-
tin1iento unánime de tod:>s sus compatriotas; llegan felizmente por en-
tre los peligros mas horrorosos: reunen una gran porcion de vecinos,
destruyen los pocos enemigos que se les oponen, reciben auxilios de
particulares, protegen las propiedades y las personas, se hacen de fuer-
zas brasileras, y se difunden la insurreccion o::Jmo la electricidad, en
un momento, en todas las personas que están unidas por las habitudes
y el idioma. Un ejército aparece dueño de toda la campaña y compues-
to de mas de dos mil hombres, y un ejército cuyos Gefes Se dirigen al
gobierno de la nacion, y procuran la eleccion de diputados que nom-
bren representantes al Congreso, y les den un gobierno provisorio.
93
de se muestren mas á una la justicia y la fuerza en accion? No hay que
repetir 10 que hemos dicho tantas veces, y 10 que dicen todos. "Si hoy
no se auxilia la Banda Oriental, no será ella esclava tal vez pero su ri-
validad con Buenos Aires, será la llama de la discordia, llama asola-
dora que consumirá las libertades, la independencia y el óNlen". Ciu-
dadanos gobernantes, apagadla ahora. Este es el momento precioso en
que con pocos sacrificios, y tal vez, o::m ventaja del tesoro público, po-
deis auxílíar á los orientales con lo que mas necesitan, con 10 que les
es mas difícil conseguir con el oro. Va á darse réditos el empréstito.
La Banda Oriental es la hipoteca mas preciosa -dad' de él para ella
cuanto se exija- esto basta mientras la línea del Uruguay se forma;
sin esto los precipitais al desórden, y nacíendo este, nada querreis ha-
cer, porque la anarqtúa os contendrá en los limites que teneis ahora.
O pensais libertar algun dia la Banda Oriental ó no: lo segundo no
podeis decirlo sin ser dignos mas de un cadalso que de execracíon: si
lo primero, ó habeis de triunfar ó de perecer. Esta es la decision de
las repúblicas, por consiguiente el triunfo os asegura el cobro del ca-
pital prestado, la ruina os ahorra su cobro. Sobre todo, ¿no va á darse
á réditos el empréstito entre particulares? Pues dése para la pmvíncia
oriental por medio ,de las personas que hoy tenga en comisiono Y si
se teme todavia una declaracíon que debio arrancaros no solo la jus-
ticía y el desaire que sufrimos, sino las circunstancias que se ofrecen
hoy, dése el dinero por firmas particulares, que sobrarán al gobierno
modos de evadir fraudes, y cualquiera reclamacion. Si esto no se hace
al menos, el gobieno es responsable del mal exito de los orientales, de
su anarquía, de su ódio á esta provincía; y lo serán los Representantes,
si pidiendo el gobierno no le dan todas las facultades para salvar nues-
tro honor, y la independencia de la nacíon.
El Argentino. Buenos Aires. junio 11 de 1825.
94
donde son dueños de imaginar é incharse cuanto quieran los brasile-
ros. Deben ellos sin embargo empeñarse en que suceda, y hacer para
ello como para sostener la Banda Oriental cuanto esté en sus esfuer-
zos. _Por consiguiente partiendo nosotros de dos proporciones demostra-
das hasta la evidencia, á saber: primero, que tenemos reconocida y he-
mos declarado, por una embajada solemne, que la Banda Oriental es
parte integrante de la nacion Argentina: segundo, que dada la insurrec-
cion de los orientales, ni se les debe abandonar, ni puede retardarse el
m()mento de recuperar el territorio usurpado por los brasileros: diremos
lo qü~ hace poco se nos ocurrió en sueños, y que por ahora es el últi-
mo argumento en favor de la Banda Oriental y su independencia. Lo
que ,sigue es: soñamos hallarnos en unas conclusiones en que defen-
diendo la existencia de Dios sosteniamos la providencia, la omnipoten-
cia y sus infinitos atributos: que se nos habia hecho, para probarnos
que ó Dios no era omnipotente, ó su pmvidencia no era como sostenia-
mas, el argumento que sigue. "Suponiendo que muchos hombres, se
han de condenar: ¿ó Dios no puede y quiere, ó no quiere y puede sal-
var á todos los hombres? cualquiera de las dos cosas lo destruye: lue-
go no existe Dios". Al momento cambió la escena, y nos encontramos
con un vulgo inmenso que repetía: ese argumento tiene una aplicacion
mejor; porque ó el gobierno de Buenos Aires, ó el de la nacion, quie-
re y no puede conseguir la libertad de la Banda Oriental, ó no quiere
y puede: si lo primero, todas las ventajas que dice haber alcanzado
en cinco años son quimeras, son ilusiones. Si lo segundo, es un traidor:
luego el gobiem:l de Buenos Aires, si no auxilia pronto á los orienta-
les es un traidor, ó un falso alucinador y engañoso. Se espera la solu-
cion.
El Argentino, Buenos Aires. junio 18 de 1825.
95
bres, después de algunos días de la acción, se han podido reunir á la
columna principal.
!:J6
cilite; porque es necesario decir toda la verdad hoy para no llorar ma-
ñana sobre los tristes efectos del candor ó la imprudencia. Se sabe por
mas de un motivo, que las aspiraciones de la cOlte del Brasil se extien-
den aun mas allá del que los criticadores de su ambician generalmen-
te han señalado. Pero vamos á seguirlo por los hechos mas de cerca.
97
tal ha convertido á su refuerzo la atencion y los recursos que destinaha
á la tranquilizacion de las provincias del N. del imperio: ha cubierto
de buques de gUf,rra el Río de la Plata, ha anunciado la' remesa de otros
y de mayores refuerzos terrestres, ha dado órdenes terminantes al ge-
neral Lecor para que no omita cuantas medidas pueda sugerirle toda
la actividad del despotismo á fin de sofocar el fuego renaciente de la
libertad. ¿Hubieran tomado acaso medidas mas activas para encade-
narnos los hijos ·de los aventureros del siglo 16? Pero si ellas son in-
dudables no lo es menos el que desde el momento que el Emperador
hubiere reunido en aquella provincia cinco ó seis mil hombres con las
miras extensibles de pacificarla, es bien consiguiente que nos hará la
guerra bajo pretexto de haber armado clandestinamente la insurreccion
de aquel pais.
Despues de unas medidas tales como en la actualidad ha desplega-
do sin respeto ni á nuestra nueva actitud nacional, ni al caracter gue-
rrero de estas provincias ni á los triunfos de la libertad en el Perú, sería
un delirio pensar que ellas no condujesen al obieto de la guerra indi-
cada; y no considerarlas como un aviso demasiado elocuente para todos
los pueblos del Río de la Plata de que es llegado el caso ya inevitable
de tomar las armas para su propia seguridad y defensa.
Mas hoy que las provincias están reunidas en Congreso; hoy que
los pueblos gozan el primero de todos los bienes, que es el de la paz
interior, y se hallan en plena posesion de la independencia, sin recelo
de que ella pueda ser amenazada por sus antiguos opresores; hay que
ninguna otra urgencia reclama interiormente su atencion y sacrificios si-
no la de organizarse tranquila y sabiamente bajo los auspicios de ex-
El Piloto, Buenos Aires, junio 30 de 1825.
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TI. Artículos relacionados a la campaña militar, y estructuración admi-
rustrativa de la Banda Oriental, editados e,u los meses de julio, agos-
to y setiembre de 1825.
NQ 16. - Provincias del Río de la Plata, Banda OrintaI. /Nota del Go-
bierno Provisorio al Congreso Constituyente/ .
Soberano Congreso Constituyente. Cuando el gobierno de la Pro-
vincia Oriental, en las difíciles circunstancias en que se halla, mira reu-
nida la representacion nacional en el Soberano Congreso Constituyente,
considera que ha encontrado ya cuanto puede llenar los votos de los
orientales, y que al fin esta provincia vá á colocarse en el lugar á que
la han hecho acreedora sus mismas desgracias y sacrificios por la liber-
tad. El gobierno provisorio empieza á manifestar su respeto al Sobera-
no Congreso, presentando á su alta consideracion la acta del día en que
fue instalaa.:>. Este documento, que comprende una memoria presenta-
da al gobierno por el comandante en gefe del ejército, suministrará al s.:>-
berano Congreso todos los conocimientos relativos al estado de la pro-
vincia hasta aquella ép:>ca.
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mente á la o::mvocatoria de la Sala de Representantes de la Florida. Cuan-
do los .(i'ignos hijos de la patlia han lanzado con heroismo el noble gli-
to de libertad, y empuñado las armas para recuperarla á toda costa, la
suerte de los pueblos y su política existencia, debe librarse á los órga-
nos legítimos de su voluntad. Hasta aquí, tiranos y ambiciosos dispusie-
ron de ella al impulso y capricho de sus pasiones é intereses. Es llegado
el día de escucharse los magestuosos é imponentes votos de los seres que
han roto sus cadenas, adjurando por siempre la ridícula obra de las o:::Jm-
binaciones y tenebrosos planes de sus mandatarios. La Provincia Olien-
tal desde su origen ha pertenecido al territorio de las que componían el
virreinato de Buenos Ayres, y por consiguiente fué y debe ser una .(i'e
las de la union argentina, representadas en su Coogreso General ConstitU-
yente. Nuestras instituciones, pues, deben modelarse por las que hoy ha-
cen el engrandecimiento y prosperidad de los pueblos hermanos. Em-
pezemos por plantear la sala de nuestros representantes, y este gran paso
nos llevará á otros de igual importancia á la organización política del país,
y á los progresos de la guerra. A la penetración del ilustre cabildo y ciu-
dadanos de ese departamento tan lejos de ocultarse estas verdades, sa-
be el gobierno provisorio, y sabe el mundo, que ellas están gravadas
en lo íntimo de la conciencia pública, y que su ejecución formará el de-
seo mas ardiente y universal de todos los buenos. Por 10 tanto el go-
bierno ha dedicado á ella su primera atencion, y espera que secundado
p:::Jr V. S. en tan honroso esmero, se verifique ; la brevedad mas posi-
ble el nombramiento de la representacion provincial con arreglo á las
instrucciones que se acompañan al efecto.
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dier, con el cargo de comandante en gefe de las divisiones orientales; y
el de inspector general de armas al de la misma clase D. Fructuoso
Rivera.
La junta estableció su residencia en la villa. de la Florida, 20 leguas
enviado á esta capital dos diputados en su seno (1) con el objeto de po-
nerse á las órdenes del poder ejecutivo nacional, rogándole que en con-
distante de Montevideo en las márgenes de Santa Lucía chica, y ha
secuencia regularize la guerra, y dé á las operaciones de aquella provin-
cia el carácter o::>rrespondiente.
Los individuos que forman dicha junta gobemativa son D. Manuel
Calleros, presidente. D. Francisco :~vluñoz, D. Loreto Gomenzoro, D.
Manuel Duran, D. Juan J. Vazquez y D. Gabriel Pereyra, vocales: Dr.
D. José Revuelto, secretario, y suponen'.os que tambien vocal.
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del Rio de la Plata se hallan comprometidas á vengar con la guerra su
honor y dignIdad de los insultos de la corte del Brasil, su propia segu-
ridad amenazada en las circunstancias actuales por la ambician del gefe
del imperio, ó bien sea por otras causas de mas distante origen, reclama
tambien con urgencia una resolucion digna de los sentimientos que ha-
cen su gloria y su decoro. El Piloto podria agregar varias otras razones
mas ó menoS' concluyentes en apoyo de esta opinion que sin embargo no
juzga necesarias por cuanto los ultrajes hechos al honor nacional por
el usurpador están demasiado sentidos por todos los corazones, y el riez-
go de que él avance su osadía es como un convencimienb::> que ócupa
todos los espiritus.
Resta pues ahora mirar esta cuestion por el lado del interes y de
la conveniencia propia examinando los intereses de las Provincias del
Rio de la Plata respectivamente ü::m los de la Banda Oriental separada
de la union de estas, y dominada por el extrangero, N de algún otro
modo. Hablaremos con franqueza, porque en este caso, como en todos,
es la que puede conducirr.os á la verdad.
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Pero sin entrar ahora á una averiguackm muy detenida del funda-
mento de aquellos recelos, asentaremos como bases para nuestras refle-
xiones, que, ni es cierto que la mayor y mejor parte de la poblacion
oriental haya jamás estado, ni lo esté, poseida de aquel espíritu, sino
del de la union nacional, sujetándose á la constitucion republicana que
la pluralidad determinare; ni ella puede racionalmente aspirar á esa in-
dependencia quimérica en la imposibilidad absoluta en que está de con-
servarla, por mil razones que diremos; ni á las demas Provincias del
Rio de la Plata puede convenirles que aquel territorio deje de pertene-
cer á la nacion, bajo pena de tener que renunciar á una gran parte de
su prosperidad y de su riqueza. Vamos á demostrarlo.
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de sup:)llérsele tan poco ilustrado, tan ignorante de sus verdaderos in-
tereses que no previese los compromisos á que lo sujetaba su localida.a
en cualquiera caso de una guerra ulterior entre el Brasil y las repúbli-
cas de esta parte? ¿Ignoran los orientales que su patria sería el circo
de los combates, su riqueza la proveedora forz.Jsa de las necesidades de
los ejércitos extrangeros, y sus haciendas, con tal ocasion, depredadas por
la insaciable codiciad'el portugues? ¿,Que al fin cualquiera que fuese
el motivo de la guerra, el estado se veria comprometido á tomar parte
en ella? ¿Que aun en este caso sus campos serian talados, sus hacien-
das quedarian desiertas, ó bien por el influjo funesto de la guerra, ó
bien por las raterias que á su nombre haria impunemente un vecino que
sin cesar ha estado saqueándolas desde los primeros momentos en que
fue poblaaa? Y que finalmente, el único modo de precaverse de estos
insultos es pertenecer á una nacion grande, cuya fuerza moral infunda
respeto al extrangero?
Es preciso no engañarse, y convencerse al fin de que los orientales
están en el año 25, y no en el de 15 y 16; que ellos se uniforman coñ
la marcha del actual, y detestan la memoria de los horrores de aquellos;
y supuesto que las reflexiones que preceden pueden dar una idea bas-
tante luminosa del espiritu de nacionalidad que los anima, y de sus sen-
timienuJs en todo homogéneos con la marcha de las luces y la experien-
cia de las provincias hermanas, resta demostrar que á esta aun mas que
á ella misma conviene su reincorporacion al todo, Tal será el asunto de
este artículo con el número siguiente.
El Piloto, Buenos Aires, julio 7 de 1R25.
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de ingratitud y perfidia, conspira contra el imperio, o::mtra la causa que
adoptasteis libremente, contra vuestIos mas caros intereses, y poniéndose
al frente de una tmba de salteadores, bandidos y facinerosos, pone en
práctica su pernicioso sistema de robaros, asesinaros (2) y conducir a una
eterna ruina y miseria vuestro territorio, que iba recuperando, bien lo
sabeis, su antigua importancia y grandeza á la sombra é influencia del
imperio. ¿.Y lo creereis, conciudadanos, cuando os habia en aquella fra-
se, que adoptaron esos famosos de la patria, que solo tenian como único
objeto enriquecerse con vuestras fortunas, derramar vuestra sangre, y re-
ducir vuestro país á la última miseria? La experiencia misma os ha en-
señado á ver, en los que pomposamente se titulan vuestros protectores
y amigos, unos encarnizados enemigos de vuestras propiedades, de vues-
tra honra y libertad. En estas circunstancias vengo en combinacion con
el ejército que por tantos años os ha protegido, á libraros de nuevos pe-
ligF::>s, y de la ruina que os amenaza tan de cerca, á restituiros la paz,
y la prosperidad de que tanto necesitais para que progrese vuestra pro-
vincia. Nada debeis temer de vuestros conciudadanos, que vienen bajo
mis órdenes; ellos vienen a pacificar vuestro territorio y solo á imponer
á los rebeldes la ley de la guerra, estirpando vuesh'os males. Vuestras
fortunas y propiedades serán respetadas, garantidas la segmidad indi-
vidual vuestros lares, y familias tendrán la mas decidida proteccion y au-
xilio en tanto que no excedan la linea de conducta que tan honradamente
habeis seguido, y no os dejeis seducir y fascinar por las ilusorias y pér-
fidas promesas de los rebeldes que laceran vuestro país. ¡Honrados y
pacífio::>s cisplatinos! Tened una implícita confianza en el inmortal em-
perador que nos gobierna: no son equivocas los hechos que comprueban
su decidida proteccion al riquisimo Brasil, con quien haceis causa comun.
Ved este afortunado imperio prosperando á su sombra é influencia, y
recibiendo los efectos de la saludable constitucion que pedisteis y ju-
rasteis. Confiad en la constitucionalidad de S. M. l. (3) que es el mejor
garante que teneis contra el absolutismo y tiranía de los déspotas, ce-
rrando los oidos á todo 10 que, contra los luminosos y liberales princi-
pios de su sincero corazón, pregonan descaradamente esos terroristas, in-
fames y viles caudillos. Confiad en la generosa nacion brasilera, que
tan simpaticamente os acoge; que en sus felices dr-;stinos cuenta con
vosotros (4) y que se identifica con vuestras ideas para extirpar los ma-
Firmado. - El mariscal de campo. José de Abreu. Gobernador de
armas de la provincia de San Pedro.
2. - Esto es falso, Sr. Mariscal: todos los hechos deponen a favor del sis-
tema de órden y de decencia, qU(ó' siguen hasta el presente los patriotas orienta-
les. El Argos.
3. - No queremos decir nada sobre esta clausula de la proclama: no venga
despues reclamando el Sr. Lobo porque usamos ofensivas y denigrantes expresio-
nes contra S.M.!. El Argos.
4. - Esto es verdad, Sr. Mariscal; pero no en el sentido que da su señoria
a esas palabras. El Argos.
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les que sentis, contad finalmente con los esfuerzo:; del valiente ejército
de esta provincia, que en combinacion con las fuerzas de mi mando, arro-
jará de entre vosotros, y de vuestro ben.:l territOlio la anarquia, la re-
belión de que habeis sido víctimas por tantos años.
El gran negocio del dia es, sin duda, la libertad de la Banda Orien-
tal. S:lbre el se ha escrito tanto, los convencimientos estan tan apura-
dos, que seria fastidioso inculcar, si no fuese que aun se trepida, ó se
teme una resolucion pronta y terminante. ¿Pero que mas aconsejan las
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circunstancias? ¿Que se espera? ¿Hasta cuando hemos de ser frios es-
pectadores de una guerra que es nuestra, de la venganza de un insulto
que se hizo á la nacion, y de que no podemos tomar satisfaccion sino
con las armas? Ya hemos dicho y demostrado, que las negociaciones no
prometen nada; que ellas solo pueden ofrecer alguna ventaja, cuando la
fuerza imponga, p:Jrque esta es la razon de los tiranos: hemos hecho ver
que no puede ganarse nada con esperar, con la irresolucion, con darnos
tiempo para formar las fuerzas que nos faltan. ¿Que resta pues? ¿Que
hagamos ver lo que importa la decision publica del gobierno nacional
en faV1:Jr de los Orientales? Pues lo haremos, para que una prudencia,
tal vez criminal, no se perjudique una causa tan justa como util, tan
importante como sagrada.
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en arma, dió vida á la provincia Oriental, y el órden en medio de esta
revolucion, se dejó ver sobre la usurpacion, y á la sombra de la expe-
riencia de una anarquía dilatada. Pero si el valor sostiene y el conven-
cimiento el estado actual de los orientales; ellos no dejan de sostenerse
con esperanzas, esperanzas que se fundan en la opinion de todos los
habitantes del Rio de la Plata; en las ventajas que le promete la Unión
de la Provincia Oriental, en las declaraciones que se han hecho á la faz
del mundo; en la razon, en la justicia, en la existencia republicana de la
patria. Creen que no seran solos para luchar con un tigre robusro y
sanguinario; cuentan con que tendrán recursos para subsistir, para au-
mentar sus fuerzas, para conservarla; y desde que les falta esta espe-
ranza, pereceran los varones fuertes, que desesperarán los comprometi-
dos, los débiles huirán, y la Banda Oriental quedará en presa del impe-
rio, ó para siempre, ó para ser libertada con dobles sacrificios, mayor
carniceria, mas estragos. ¡Y, ojalá no suceda, que exasperados los orien-
tales por una conducta impolitica, é injusta se sometan al imperial En-
tonces, ya nada tendria lugar: tendriamos sobre nosotros un trono am-
bicioso, soberbio y temerario, la república estaria siempre amenaza-
da. Estos son los males que hoy debe evitar una resolucion clara y fran-
ca en contestacion al gobierno oriental; no sea, que viendose solo con
esperanzas, teman ser abandonados como el año 16 y 23; no sea que el
Barón y sus satélites, astutos y sagaces, vayan á sembrar el desfalleci-
miento entre los orientales con decirles que no les auxilia Buenos Aires no
sea que fiados en esta esperanza caigan las fuerzas del imperio sobre los
orientales y pueda su soberbia lo que no podrian teniendo cierto que
nosotros debiamos llenar los claros de la linea oriental. Tanto puede
la declaracion del §:)bierno nacional. Dudarlo, es no conocer el influjo
sobre los hombres, de las circunstancias. El guerrero que mira un solo
enemigo por delante, lo carga al instante, de oh'o modo se conduce cuan-
do lo ve acompañado. Mas: las fuerzas del imperio las provincias de él,
en donde reina el espíritu republicano; á la voz sola de que Buenos Ai-
res hacia la guena con bs orientales, como mejor garantia, se resol-
verian á sublevarse; y disminuidas asi, y con mayores atenciones las
fuerzas del imperio, el triunfo al menos seria mas seguro, mas facil:
véase pues cuanto interesa la declaracion en el momento de Buenos Aires.
Mas hay otra causa poderosa que la reclama. Un ejército sin re-
cursos no puede subsistir: son escasisimos los de los orientales; y en la
necesidad de conservarse, si no los resolvemos a aumentarlos, tendrán
que echar mano de los intereses particulares; ó perderá la moral el sol-
dado, y la anarquia volverá á ser el azote de aquel pueblo desgraciado.
No; representantes: aun es tiempo de que eviteis grandes desgracias una
sola palabra de vuestros labios va sepultar para siempre las rivalidades
antiguas: con la opresbn imperial: pronunciadla y vuestros nombres se-
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rán eternos, como los de esos barones fuertes que declararon la indepen-
cia nacional.
El Argentino, Buenos Aires, julio 30 de 1825.
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se ha hecho hasta ahora; nada que llene los deseos del pueblo, la JUS-
ticia que nos acompaña, y el clamor del honor nacional!!1 Eh! Basta
de paciencia; basta de esperar. Ciudadanos: el derecho de peticion está
en vuestras manos: lo conceden las leyes; no es un medio tumultario:
aprovecbadlo y pidamos auxilios para los orientales; y pidamos la guerra
contra el usurpador del territorio del estado. Esa linea del Uruguay,
esas palabras equivocas que oimos hasta ahora, no son jamas el con-
tento de los libres. Ellos juzgan, se pronuncian y se sacrifican y se sa-
crifican por sostener lo que han juzgado: en esta actividad está su ven-
taja: ella ha dado la libertad: á los pueblos ella ha arrebatado las usurpa-
ciones de los monarcas; ella ha despedazado sus coronas y las ha hollado.
¿Por que querremos de otro modo acabar con el usurpador de nuestra
patria? ¿No hemos llevado la ramn hasta sus plantas? ¿No la ha des-
preciado? ¿No arderemos todos en un entusiasmo sagrado de vengan-
za? ¡Quel ¿Comprometeremos algo, si hoy nos declaramos? ¿Conse-
guirá, él, p::>r ello ventajas? Al contrario lo hemos demosh'ado; y ni mas
resta que decir lo que debio pronunciarse hace nueve años. Guerra al
usurpador de la Banda Oriental. -Proteccion a nuestros hermanos. El
lenguaje de la razon ya falta y todavia ella no ha sido escuchada, y se
ha distraido el sentimiento patriotico que se dejó sentir en todos los
ciudadanos. El gobierno es quien debe dirigirlo é impusarlo; y en este
pueblo entusiasta por carácter, libre por principio, y subordinado por
una experiencia ,dilatada, si nada se hace, el gobierr¡o es el único res-
ponsable, por que él es quien puede en este caso cuanto quiera, cuan-
to imaginare.
Que sea Buenos Ayres sola quien auxilie á los Orientales; ella lo
puede, mientras se preparan á hacerlo las Provincias Hermanas; ella lo
puede, unida á Santa Fé, Córdova y Entrerios, que se han pronuncia-
do; ella lo puede de un m::>do bastante á que se consigan grandes ven-
tajas en favor de las Provincias del Río de la Plata. Todo esto está de-
mostrado; se percibe con facilidad; tanto como no esperar nada de ne-
.gociaciones, con:o que no pueden sufrirse mas los ultrages hechos al
pabellon nacional, y denh'o del puerto mismo de Buenos Ayres. Dos
ha publicado el Argos en el número del Miércoles de esta semana, y
ellos están sobre otros que antes se han publicado. ¿Por que se pre-
fiere la quietud al honor? ¿Por que se sufre sin buscar siquiera una
muerte que quite las impresiones terribles del ultrage? ¿Por que se Eclip-
san las glorias de Buenos Ayres sufrienéb al vencido de nuestros venci-
dos, al despreciado de los que hemos acabado, al que nos encuentra
poderosos cuando se presenta, si Se atiende al día memorable en
que nos declaramos contra todo el foder de España? Se conmue-
ven las tumbas de nuestros antepasados, la sangre de los solda-
dos de la patria clama ¿y somos insensibles á ese clamor, á esa
conm::>cion sagrada? ¿Las tropas de la linea del Uruguay van aca-
so á marchar sobre los imperiales? ¿Van á vengarnos? Digase
liD
.D. •/ Hfl1l .'L"UJHW
glUlic.r.
·\;::ab.:l!n~, ¿.¿. ~":f~lt\~.::"t"ddV" ~"l>U r('l~~.;. u~t¡c;~~
,J", b~ f;J{,'r!:¡s oid r.enernl L..,raHt"j~ t t"tten~'lm!~,", EJ¿rcito
~n~.: :.n<.{'f!:tr b" i¿t..~f\~~!'4gui~ntl)<,¡ .Jtt H:ta rimlttnf....
~:ld(lon ·)f:";¡J;1 d.¡r~gi-d.o'l i ;"u Jip.ut:lr.JUi drlgcltf~fr.1:\
pnf\"i.c;uÜi'! ('P ~ta c.iu-Jad~
brt'~.
Documento NQ 24.
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de una vez, y quedaremos desengañados. No es necesario que pase
un ejército, una division, basta en auxilio de los orientales. Si los impe-
riales hoy no se mueven, ¿que podrian hacer, cuando se aun1entáran
las fuerzas que tienen al frente, y los recurSos que le son indispensables?
¿Que podriamos temer cuando ellos, mientras aumentaran su fuerza,
encontrarian sobre el Uruguay un ejército fuerte y disciplinado. ¿Cuan-
do auxiliares poderosos secundarian nuestra marcha? ¿Se aguarda al
ejército libertador del Perú? ¿En él está nuestra esperanza? ¡Y quel
¿Los hijos del Rio de la Plata no saben ya blandir la espada? ¿Se han
olvidado de sus triunD:>s? ¿dejarán todo al vencedor de Ayacucho, y no
sabrán emularlo? ¡Oh! no; jamas se pronuncie tal concepto en el pueblo
de Buenos Aires; de Buenos Aires, cuyas glorias se cuentan por las ac-
ciones de sus soldados; en Buenos Aires, donde siempre, se ha preferi-
do la muerte á la esclavitud y al desb:>nor nacional. Vengan desde lue-
go esos guerreros afortunados á ayudarnos, pero encuentren por nues-
tro el campo, y puesta en nuestras sienes la corona de triunfo sobre el
usurpador brasilero, como ellos traen la del tirano de la España. Ven-
gan, pero para mirar el campo donde triunfamos, ó para ser la esperan-
za en nuestras desgracias.
El Argentino, Buenos Aires, agosto 13 de 1825.
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ros, que daqui foráo, ja tinháo sahido ao campo sem que o:::>m tudo avis-
tasem o inimigo (2) que no dia 22 do mes proximo passa,do havia en-
trado na Praca de Montevideo á Coronel Bomban com sens filhos, 5 offi-
cias, é 6 soldados, que estaváo retidos presos por Fructuoso Rivera, e
que se pueráo evadir á sua vigilancia: (3) que o Tenente Coronel Queiroz,
que havia seguido o partido de Rivera, é que sitiava a praca da Coloñia
com 200 homens, conhecendo seu erro, Se havia recolhido á nossa praca
bos hijos del general Abreu, ambos hijos del general Abreu. El teniente D. Mar-
cos Pintos, el alferez D. Francisco Pintos Moraes, y el cadete D. Vasco Posé de
Abreu; con mas de 12 soldados de diferentes cuerpos. Muertos no puede saberse
el número, porque como el fuego fu en varios puntos lograron á los que corrian
con sus armas á reunirse á la plaza. Heridos han habido algunos, segun informan
varios pasados que se han recogido hoy á mi campo.
No puedo menos que recomendar á V. E. el empeño de los citados señores
oficiales y tropa asi como el todo de la division que estaba conmigo, con la que
me habia colocado a cierta distancia para proteger las operaciones de mis partidas.
El sufrimiento de los señores comandantes, oficiales y tropa los hace dignos de
las bendiciones de la patria y de las consideraciones de V. E.
Al amanecer este dia me presentó con toda mi fuerza sobre el paso del Daca,
habiendo destinado sobre Mercedes un escuadran que entretenia en guerrillas á
la guarnicion que estaba en sitio. A las 12 del dia se movio el todo de la colum-
na con todos sus bagajes, y en masa marchó hasta la misma capilla, donde se ha-
lla hasta ahora, que son las 12 de la noche.
Comunico á V. E. que habiendo pidode los capitanes prisioneros que querian
escribir á su padre, el general Abreu, pidiendole alguna prenda de equipage y di-
nero, lo permití persuadido de que est procedimiento en nada se opone a las leyes
de la guerra y al derecho de gentes; en su virtud despaché de parlamentario al
capitan con ejercicio de mayor de tal D. José Augusto Posollo, con la comu-
nicacion que en copia acompaño á V. E . á que me contestó el general Abreu de
palabra, que mañana lo haría por escrito desde Mercedes, para donde iba en mar-
cha y se hallaba ya pasando el Dáca. Al poco tiempo mandó sin oficio al tenien-
te coronel D. José Rodriguez para asegurarme que por esta noche cesarian todas
las hostilidades, y que ofrecia su palabra de honra que no haria ningun movi-
miento hostil sin que fuese obligado: yo le ofrecí igual procedimiento, y hasta ho-
ra indicada no ha habido novedad; las que ocurran como la contestacion que espero,
tendré cuidado de comunicarlas á V. E.
Se han recogido 22 desertores del ejército enemigo, que con sus armas y mu-
niciones seguian viage para su pais. Les he quitado las armas les he ofrecido
darles pasaporte para que sin obstáculo puedan seguir su marcha siempre que esta
medida sea de la aprobacion de V. E. pues yo creo que surtirá muy buen efecto
luego que lleguc á noticias de los demás.
Dios guarde á V. E. muchos años. Campamento Agosto 23 de 1825. - Fruc-
tuoso Rivera. - Excmo. Sr. Brigadier General y Comandante en Gefe del Ejérci-
to D. Juan Antonio Lavalleja.
(2) Por supuesto; sino salen al frente de las murallas, si los que ido mas
lejos han mordido el polvo ¿como han de ver al enemigo? ¿Y como tampoco han
de tener vista esos pobres, que hasta en los ojos están llenos de polvo, y con la
venta de esclavoos, y de un déspota tan miserable como orgulloso?
lI3
BANDA. ORIEN'l'AL.
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M4 ~ ~ tksdt d aAn tk mi! OC~lM Jiu y %t Md~ 1 rJ:;~Ji~-±J-.. q;<# ~~.. !::t.
~ b_s~ a- mil«~ V~ft, y dna>~ ~ '1 d.':;i'..."'?tl 'CtA\. ~ 1. f~ tk kl .. b
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f'q n~ ¿:el pá~~ y v~rr.,,~ y t"<i!j:1 ii,.,.b-a-:'lti;!t ~ ~ ~'J tef:;l~i.:t·i;.t ~~~tnl; ~ t.!:!, ~ Utte..-:, a:d::-.i-~",
ttih.itt:to~ t:ffn'Llm.. Qq:~ft bga- ;:;a «:.¿~ ,~b ~ \$6 .;>eFt~h~ ét ~ t!'"('·'" <.~~.. b!L~..
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f'ttl;~~ b: Ptq¡;mcia Orirnt:d It;. plrn:llid; ¿:
~ Jtrr:~ f ~~i~ J;;. ic.td ~~ t!e A~t~ t~ ei! ~~~ ~~
~.. ,liW:~ Y ~~lil~ ~~Ns;,te:t too ~..:.." 1k,EE!U -: t'_i~-j. r8...'g-..::rn. ja" .!:~~j
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Documento NQ 26.
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NQ 26. - El Argos de Buenos Aires, setiembre 3 de 1825.
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de Montevideo, trazendo consigo a mayor parte de sua gente, muito ar-
mamento, emunicoes, {icando assim livre aquella praca do flaglel10 que
a atormentava; (4) que a nossa esquadra tem em háo pequena parte' con-
tribuido para o bom exito da questao, a cual havia já aprehendido ao
inimigo muito armamento, huma boa Escuna que o andava conduzin-
do, e outras embarcacoes miunda: (5) que muito encorajou os animos o
chegada da expedicao, assim como :::>s soccorros numerarios, que S.M.L
se dignou mandar; (6) que havia grande abundancia de mantenimentos,
sendo a tropa bello fornecida, e consevando-se a carne fresca á 500 réis
a arroba; (7) consta-nos ser tal a abundancia, que as auctoridades dáli
podem se suste a continuacao da remessa de mantenimentos. Vimos va-
rias cartas que confirmao cuanto asseveramos, e entre ella diz huma ó
siguiente. (8) Julgo que esta desordem dos revolucionarios muitos bre-
ve se acabará: porque á rapidez da expedicao, que na verdade he a mais
breve possivel, os tem admirado, e atormentado, como ellas mesmos
confessao, é ser muito boa a tropa.
(4) Portugues imperial- basta para que se arrepintiese de lo bueno que in-
tentó; para que tuviese miedo, y para que hiciese una felonia tan indecente como
infructuosa. Mas, los doscientos hombres que llevó, no han sido sino ciento vein-
te y dos, de los que se ha repasado casi todos y no fueron tampoco á Montevi-
deo sino á la Colonia- no mentir Señor Expectador.
(5) Si; la escuadra ha servido mucho con la sarna Y viruelas que está di-
seminado por todo el territorio, porque estas son las armas de los cobardes es-
clavos del emperador. Débiles, contraen las mas horrorosas epidemias, é incapa-
ces de manejar las armas, sus males son los que presentan al enemigo. ¿Que ha
hecho la escuadra? ¿Que ha conseguido Lóbo? Botes, auxilios de armas y dine-
ro, hombres; toda ha ido y venido, y el miserable almirante solo ha tomado la
Libertad del Sud: yeso porque baró, despues de haber desembarcado cuanto lle-
vó. Vaya que ese Expectador es un miserable alucinador!
(7) ¿Como no ha de estar la carne barata, si dejan que entren los sitiadores?
Vaya que habia sido muy imprudente el Expectador. La ganancia es de los rebel-
des, porque ellos cobran dos pesos por cada cabeza que pasa á la plaza, se man-
tienen con este producto, y despues de compradas por el vizconde para sus tropas,
se las quitan y se ponen las botas. Amigo Expectador, lo embroman.
(8) Brava profecia! ¿Si será de Garcia ó de alguno de sus amigos, y escla-
vos del Emperador. Se llega la efectuacion del pronostico: son buenos los ante-
cedentes. Veremos el resultado Sr. Expectador. A Francia con las ideas, ó cam-
bielas V. sino quiere morir en una forca o na isla das Cobras. Adiosito mercena-
rio hablador; El Cónsul Sodré, os lleva memorias, y tambien para vuestro amo el
Emperador.
116
del puesto que hoy tiene, y no con la fortuna del que ha subrogado: al
menos asi lo hacen indispensable las circunstancias.
N9 26. - El Argos de Buenos Aire~, setiembre 3 de 1825.
N9 28. - Noticias.
117
tes de la Banda Oriental. El lazo fraternal que entonces la una á las
provincias occidentales las pondrá en accion, las abrazará en entusiasmo,
las hará volar para sacrificar al usurpador y á sus esclavos. ¿Que no ha
hecho Mendoza, contra los revolucionarios de San Juan? En un mes,. ha
formado fuerzas, estas marcharon, vieron y acabaron con los enemigos
que se les presentaron. ¿Y contra el usurpador del Brasil no hará otro
tanto? ¿No hará como por el gobierno de San Juan por toda la provin",
cia oriental? Y con igual grado de acci.:m en los otros gobiernos herma-
nos; con igual empeño en el ejecutivo nacional? no se conseguirá for-
mar un ejército que sea un punto de apoyo sobre el Uruguay, á las fuer-
zas que están alli, y que pasen ahora al otro lado? ¿Como no se temió el
fatal resultado de la expedicion á San Juan, que habría traido la guerra
civil al estado, y se teme el de la declaracion de guerra al Brasil, que
nada mas puede traer que una muerte gloriosa ó la ruina de un tirano?
No; el tiempo se apresura y van á tener lugar los azares del combate.
Resolvamonos, y borrem:)s con nuestra sangre esa apatía mortífera que
dejó apoderarse de una provincia hermana á los soberbios lusitanos,
Resolvamonos, y arranquemos á la diadema imperial una joya que eS
nuestra, una provincia pingue y digna de gozar la libertad.
El Argentino. Buenos Aires. setiembre 24 de 1825.
118
klló, Coquimbo y otros, por donde vivaqueaban. En este estado fui ins-
truido que se aproximaban a la Villa de los Porongos. Entonces marché
al campamento general, dejando sobre la Colonia 200 hombres, y orde-
nando la reunión indicada, para batirlos en detalle. El dia 11 quedó
dispuesto el ejército de mi mando::> para marchar al otro dia sobre ellos
en la costa de la Carreta Quemada, donde habían llegado aquel dia baso
tante tarde, después de haber marchado á trote y galope, sin .dejar nun-
ca la costa de los montes. Yo me lisonjeaba con :a amanecida del dia
señalado, bien cierto que era preparado para la destruccion de aque-
llos cobardes; pero ellos burlaron mis esperanzas. En la noche del 11
pasaron a Santa Lucía, sin ocuparse otra cosa que .oe huir, evadiendo
por consecuencia el golpe prevenido. Ellos van á ser muy pronto en-
cerrados en Montevideo, sino se resuelven á encontrarnos en campo des-
cubierto, donde estoy decidido á esperarlos.
119
Se asegura que el objeto del general Lecor es establecer su campo
en la Florida, si el general Lavalleja abandona aquel punto, y de allí
pasar al Durazno si estuviese evacuado por los orientales.
El Piloto. Buenos Aires. octubre 6 de 1825.
N9 32. - Banda Oriental. /Noticia del combate del Rincón de las Ga-
llinas. /
El general Abreu ocupa á Mercedes con 600 hombres, pero sin ca-
baIladas para emprender cosa alguna. Toda la costa del Uruguay está
libre hasta Misiones.
120
r
~-~;;':,l';",;Mr'~''1t~'-'B:\~D:,\''oñIENTAL:'''-''i--~-
(}lor!ft ¡mllar'a! tÍ llit f>tlKeJlUcs del uSlIrpatior, 'f..
ComUlllcudoll dd GClUlMlI 1,"Vállllju, Lilll,lrh,dor del pu{¡bIQ
Ofltlntul. .
"Y" 110 ef pQI\iblllll'le ti d\Í${ll>ta del Bt'lltil e$~re dfJ la eulnitutl
,jI' (',la prQvtncia el tllwandecímillllt() de $U imperio, 1.oOi oriental«l
;¡.;"Q,11l d\l d<lr ul rn'UlI;\Q un tll~timnllío ind\ldabtil delllprer.io en ll'IO
",tunan ~u hb'lrtad, l),)~ mil ~,}Iíb.dO'1l eacogiúo, de cabllllerfa bra'
.."'rol, cQtnl<lId,a,IO'1l p<l1' el coronl,l VentO\! . ~hll\lel, hall .ido t:omp'e-
t.¡¡neotc dflWJlad~ fll dia d.: .yer eu la eo.u del f:t.ll'amI,)'f p$l' igu.l
fu¡,r.l.\ dI: ,,~toi ,~Iiolltf)s patriow qU<I luvIiI el /wllor d~Hmlndllr,
"\'lllella dlri6iou tan 0'11111Otla como af1 gefo, tuvo IlllI\luth\ dIl pre'
Documento NQ 33.
provincia acuerda la pension que debe sei'íalarse á los individuos de la
clase del fillado :Mariii.o.
El Argos de Buenos Aires, Buenos Aires octubre 8 de 1825.
122
~"""'~rr,ec~§.1'(' __
Ddall"s d" la ¡-:iciuf'ia lid Si;,rmi<Ü, e$tr-d¿;tada de
t{Jrmmita¡;:iv?~
de mw d.e [mi fiefes <'t~«;e&oTC3. -
aC>!!'ilv,,,,d,,,,, "'!: !il' el-':'" c1,";I'¡;~ ,lt~
Documento NQ 35.
123
Sentimos que la necesidad' de publicar el periódico en el dia no
nos deja lugar para las reflecsiones que nacen de la victoria del Saran-
di: observaremos sin embargo com~ ella justifica la medida del poder
legislativo para la pronta organizacion de la línea del Uruguay por una
no ha tenido el lleno de su cumplimiento.
124
hallaron dueños ae la campaña, establecieron en ella autoridades legales,
y se pusieron á las ordenes del Gobiemo Gél1eral?
125
se su verdadera direccion y en esta duda esperé otro parte que pudie-
ra proporcionarme aquel conocimiento, para levantar mi campo. En
efecto, al anochecer repite el referido comandante de vanguardia que el
enemigo se dirigia á Castro; entonces ordené la reunion de aquella fuer-
za avanzada, y advertí al señor inspector que en la noche debiamos in-
corporarnos en su campamento del Sarandí, en c¡¿ya costa juzgaba de-
bia amanecer el enemigo, segun el cálculo que pude fi::Jrmar en su mo-
vimiento, y serian las dos de la mañana del dia doce, cuándo se incor-
poró el comandante Oribe con la expresada fuerza de su mando, y con-
tinue mi marcha graduando el tiempo que restaba de noche para estar
reunido con el Sr. Inspector al aclarar el dia, 10 que pude conseguir an-
tes de las cinco de la mañana. En esta hora avisaron las partidas de des-
cubiertas que el enemigo se hallaba media legua, de la parte opuesta del
Sarandí, y enseguida se dejaron ver á menos distancia de nuestro ejér-
cito, que á la sazon mudaban caballos con la mayor presteza. El ene-
migo se ocupaba en la misma maniobra, y antes de hora y media mar-
charon á encontrarse ambos ejércitos. Calculé entonces ventajoso esperar
al contrario en la costa que ocupaba para que quedando un gajo del
expresado arroyo á retaguardia de aquel, sirviese de obstáculo á su reti-
rada, pero evitaron el encu!=ntro de aquel plmto, y marcharon á despun-
tar el expresado gajo. Yo me dirigí entonces a su frente y mandé des-
plegar la batalla, que la formaron en costado derecho los escuadrones de
husares orientales al mando de su teniente coronel comandante D. Gre-
gario Perez, y las milicias de Canelones al de su Sargento mayor D. Si-
mon del Pino. Centro los escuadrones de dragones libertadores, al man-
do de su comandante, teniente coronel D. :Manuel Oribe, y una com-
pañia de dragones de la Union al mando del capitan D. Bernabé lli-
vera. Costado izquierdo el regimiento de dragones de la Union al man-
do de su coronel D. Andres Latone, y milicias de Entre Yi, y llio Negro
al de la misma clase D. Julian Laguna. Reserva, Milicias de Maldonado
al mando de su coronel D. Leonardo Olivera, y las de San José al de su
comandante, coronel graduado, D. Juan Jase Quesada, colocandose al
frente del costado derecho la compañia de tiradores de Maldonado al
mand':J de su capitan D. Francisco Osario, y al frente del izquierdo el
teniente coronel D. Adrian Med'ina, con un escuadran de la misma ar-
ma. Al costado izquierdo de los tiradores de la derecha se colocó una
pieza de á cuatro, de montaña, mandada por el subteniente de artilleria D
Jase Joaquin Olivera. Fueron los gefes de las citadas divisiones, en la
izquierda el señor brigadier inspector general D. Fructuoso Rivera, en
la derecha el teniente coronel gefe de Estado Mayor, D. Pablo Sufria-
tegui, en el centro el teniente coronel, comandante de dragones liber-
tadores D. Manuel Oribe, y en la reserva el coronel de milicias de
Maldonado D. Leonardo Olivera. Presentada asi nuestra linea, marcha-
ba sobre ella la fuerza enemiga, prevaliendose el terreno para no ser
vista en el todo, y descubierta á poco mas de dos cuadras, mandé car-
garla segun tenia dispuesto con anticipacion, haciendo poner á todo el
ejércitO' la carabina á la espalda, y sable en mano. Este movimiento hizo
126
desplegar á los contrarios con una rapidez exh"aordinaria. En soloins-
tante tardaron kJs enemigos en descargar sus armas, casi alcanzando á
tocar con ellas los soldados de la Patria, los cuales cumpliendo el jura-
mento que acababand'e repetir, de preferir la muerte á la ignominia de
la esclavitud, siguieron inalterables hasta desordenar á cuchilladas toda
la linea enemiga que no pudiendo resistir la bravura de los orientales,
se pusieron en desordenada retirada, en la cual aunque hicieron una
vigorosa defensa solo consiguieron con ella sentir mas el rigor de nues-
tras armas, dejando mas de dos leguas de campo cubierto de cadáveres
al fin de cuya distancia, del oh'o lado del Sarandí, pudieron hacer una
reunion que contenia treinta y 7 oficiales, y cuah"ocientos soldados man-
dados por el teniente coronel Alencastre, la cual fue rendida despues de
haber solicitado se les tratase como prisioneros de guerra. En esta pe-
queña suspension, los gefes Ventas Manuel y Ventas Gonzalez lograron
escapar con fOCO mas de trescientos hombres, que aunque fueron segui-
dos por una division al mando del señor inspector no fue posible alcanzar-
los. Los enemigos dejaron en el campo de batalla quinientos setenta y
dos muertos, ciento treinta y tres heridos, cincuenta y dos oficiales, in-
cluso h"es tenientes coroneles, quinientos veinte y un soldados prisioneros,
sin contar los heridos; mil doscientas carabinas, ochocientos cuarenta sa-
bles útiles, mas de doscientos rotos, seiscientas cincuenta pistolas, cincuen-
ta lanzas, mil setenta cananas, diez mil cartuchos de carabina á bala y to-
das sus caballadas, cuyo número se aumento posteriormente habiéndose
rendido el dia 14 al teniente Aguilar que mandaba una partida de vein-
te siete hombres en la costa del Arroyo Grande, una fuerza de diez y seis
oficiales y ciento diez y siete soldados con noventa tercerolas, ochenta
sables, y cuarenta y cuatro postalas, é igualmente en la costa de Ma-
ciel el teniente coronel D. Pedro Pintos, con ocho mil soldados todos ar-
mados. El ejercito de la patria sufrió la pequeña, pero sensible perdida,
,del capitan D. Matias Lasarte, de dragones libertadoers, y h"einta y
cuah'o ooldados muertos; y heridos el coronel D. Andres Latorre, capi-
tanes, D. Pedro Canea, D. Juan Salado, D. Manuel \Val, y D. Cayetano
Pires, tenientes, D. Gerónimo Berrueta, D. Juan Galvan, D. Lucio Do-
nado, D. Tomas Aquillera, D. Felipe Almeida, y D. Juan Femandez,
los alferes, D. Abdon Rodriguez, D. Manuel Andion, y D. Francisco
Marquez, y sesenta y siete soldados.
Ningun premio seria bastante digIKl de los señores gefes oficiales
y tropa, que Se han hallado en esta accion si por ella no alcanzasen
el heroico renombre de libertadores de su patria. Cuartel general en
Mercedes, Octubre 26 de 1825. - Juan Antonio Lavalleja. - Pedro
Lenguas, encargado de la mesa de guerra.
Nota. - No se tiene aun conocimient::> de los muertos heridos y
prisioneros que hasta la fecha se toman por los vecinos y partidas que
persiguen los dispersos en todos los puntos de la campaña.
El Argentino, Buenos Aires, noviembre 5 de 1825.
127
N9 38. - Banda Oriental. /Noticias de Montevideoe> y del ej.rcito bra-
sileño./
Las noticias de :Montevideo alcanzan al 8. Una revolucion contra
el gobierno habia sido descubierta en las tropas de la guarnicion, y so-
focada con la prision del May.:)!' de la Plaz~, 16 oficiales, y 120 solda-
dos del batal>:on de Pernambucanos.
La desercion de las tropas ya no se experimenta como antes por 10
ó 12 individuos diarios: ahora es por centEllares la semana anterior de-
sertó una compañia entera de infanteria, con su capitan y dernas oficia-
les; y 100 soldados de caballería hicieron al mismo tiempo igual opera-
cion desde la fortaleza del Cerro. El general Lecor, al parecer, espec-
tador estoico de estos sucesos, contesta con una serenidad facticia ca-
da vez que se le trae el parte de ellos ¡Olha o diabo do cometa, o que
esta fazendo!
El Piloto, Buenos Aires, noviembre 10 de 1825.
128
( E.rl1·QW·dinario.)
efl ~rlJ05bt
N. 203.-8:\8Aoo 5 HE
Cu;m~;~~;;;.1:';,lH~ú!t"1i-'~trRli:;~~s
~ ~::4 Rrp-tf;'fftaJ::k ¡;¿SPro>..;i:J~-:tdS (]~iJ:ll
" ¡t; P".ar.c tú ¿TI IP.JP"'f'itj dd &c,é:~
Documento NQ 42.
129
N9 40. - Provincias Unidas del Río de la Plata. El General Lavalleja.
/Lista de los Treinta y Tres Orientales./
El Argos de Buenos Aires, Buenos Aires, noviembre 26 de 1825.
130
D. 1'\f¡tuuf-l Orihp.
lO
D. Pablo .zuf'riáIPgul.
D. Sirenll ¡J..¡ PiruI.
D. M:u1\ul uv"l!f'jJ.
D. 1\1",,111'1 F,,,}'t,,,
D. M:¡"!H'¡ M,,¡,'lldl';¿.
,D" .:\na~tat·'i~it0rrü.
D. Jarill¡(; Trllj111lti.
D. fhriiio Araujo.
D. Ju:m P¡quim;H1,
D. G"'l1,Oliú !'a¡¡;,l)r:¿. •
n. S.mlÍ;>J4o Gadu'
1J, P;>lllai"on Art¡~3·.
D. j.'r¡¡m:'.'·v neuit..~ .
.. V. X. t'¡'l·l¡m~".
Antif'" (]" bl"(", baque;;I'''.
JUitU Ollit. whb.lc.
..
j)Ol\;iu,,<l Orlh. hl. ~
Ca~J.. í~ Colmm. Id. ,
Mwud r.; ''''"s. :ht.
• N: ~al"r:'~;_ :d:.
fl'h¡,l' 1".. ll,., Id.
~ ProP,<J tpU W¡u:tflTi~7tt:ate.•e
CQrp«iarou <¡¡seMi L;ar.gik'¡fJ
in·'
Juan Atu"lil 1 11.1.
<¡ue r,ltall para· ~~mpletlU' el número ss, fUeron in-
J...cg
eorporado:! cunndo esta t'Xf..ooiciou estaba sobre la Bando. Ori·
enlat Y .
Documento NQ 40.
131
firme y elevado, que corespondia á la dignidad del asunto, de la nacion,
y del gobierno que la preside; y que ella no se hubiese contraido, como
en nuestro concepto debia ser, á solo manifestar, como lo hace, la reso-
lucían del cuerpo nacional, y asegurar que en consecuencia el gobierno
llenaria, en cuanto pudiese, los deberes que ena le prescribo Lo demas
parece indicar solo un obrar forzado en el gobierno, y á mas, obrar te-
miendo aun. Para que se conoscan los fundamentos de nuesh'a opinion,
pasamos á considerar separadamente los dos puntos de esa nota, que han
llamado especialmente nuestra atencion.
El primero es la promesa .del gobierno, de que "en esta nueva si-
.. tuacion conserva el mismo espíritu de m::>deracion y de justicia que
.. sirve de base á su política, y que ha dirigido las tentativas que ha
.. hecho hasta aqui en vano, para negociar amigablemente la restitucion
"de la provincia Oriental, y del cual dará nuevas pruebas, cuantas veces
.. su dignidad se lo permita." No es esta oportunidad de hacer prome-
sas innecesarias, que abran campo a las maniobras y á la esperanza de
un astuto ambicioso. Innecesarias; porque si alguna vez nos conviene
escuchar al emperador, le escucharemos en hora buena; pero le escu-
charemos porque nos convendrá, y por que querramos, y no en virtud
de un compromiso anticipado; no en virtud de un derecho que es¡:on-
taneamente se le conCEde; y del cual indudablemente usará, no cuando
nos convenga, sino cuando á él le convenga, ¿Y como? Del modo que
es tan o::>mun y sabido. El no será tan simple que, cuando le convenga
ganar tiempo y rehacen:e, proponga lo que pueda comprometer la dig-
nidad del gobierno, esto es, los intereses que está encargado este de
velar y defender. Por el conh'ario podrá proponer 10 que nos sea alta-
mente conveniente y honroso; mas solo con aquel designio, y sin inten-
cían de cumplir. Y no obstante; ¿habrem::>s de escucharle, y perder quizá
por ello circunstancias favorables ó decisivas para la continuacion ó
éxito de la guerra? Creemos inutil estendernos sobre esto: porque
creemos ser muy claro que es nua imprudencia el comprometerse, sin
la menor necesidad, á seguir despues tal ó tal con dueta.
El segundo punto es la otra promesa de que-"no atacará sino para
.. defenderse, y obtener la restitucion de los puntos aun ocupados, redu-
.. ciendo sus pretensiones á conservar la integridad del territorio de las
.. Provincias Unidas". Estamos conformes en cuanto á que las Provin-
cias Unidas solo aspiran á conservar su integridad' y no á usurpar pro-
vincia alguna del Brasil, que es b único que indica la segunda propo-
sicíon de ese período. Pero en cuanto áque para conseguir esto mismo,
para conseguir esa integridad, esa restitucion, no atacarán sino defen-
diendose, no estamos conformes. Repetimos 10 que dejamos dicho: no
hay para que, y antes puede sernas funestísimo, el comprometernos sin
necesidad á hacer la guerra de este ó del otro modo. La razón está
saltando. Y si nos conviene atacar las fmnteras del Brasil ?por qué no
10 hemos de hacer? Esa guerra, como todas, debe hacerse del modó
que más convenga, mientras no se falte á los preceptos del derecho
132
convencional: esta es la única limitacion; y el inva&n' el territorio ene-
migo, ni está proscripto por ellos, ni ofende el crédito y dignidad de
los estados.
Aun hay mas. Nuesh'o deber y aspiracion en esta situacion debe
ser 19 que la guerra sea de la menor duracion posible: 29 sacar de ella
cuantas ventajas podamos licitamente sacar. Esto es innegable. Y bien.
Respecto á lo 19 ella será tanto mas breve cuanto menos tiempo demos
al imperio de rehacerse; esto es, cuanto más activa SEa; y no lo será
reduciendola á solo atacar los puntos ocupados: mientras que ese ejér-
cito inactivo, ante Jos muros de Montevideo, queda solo para ver engro-
sar repentinamente las líneas enemigas, sin poderlo remediar.
Tal es nuestra opmlOn. Ella puede ser errada; pero al menos ella
aranca de un principio innegable-de todos modos vamos á enh'ar en
esa guerra; pues entremos de modo que ella sea lo mas corto posible,
y nos h'aiga los mayores bienes que se puedan; para esto se presenta
el medio, que podemos legitimamente emplear de atacar las provincias
del imperio, pues emplemosle; ataquemoslas.
El Nacional, Buenos Aires, noviembre 10 de 1825.
133
-------~~
NQ 44. - Provincia Oriental. /Proclama De Juan A. Lavalleja/
El Argos de Buenos Aires, Buenos Aires, noviembre 23 de 1825.
135
D. JUAN Brigadier,
ANTONiO I.lATAI.LF.JA,
Documento N9 46.
136
otros tiempos podia garantir una violencia, una usurpacion, una con-
quista, una injusticia cualquiera; que esto solo le ha de salvar de una
caida, en que él se envuelva, y enrede al mismo pueblo, que ha tenido
la desgracia de elevarlo? ¿pero que, no advertirá, que sobre ser irre-
sistible el poder que se le opone, esa forma de gobierno, en que des-
cansa, habiendo perdido ya todos los prestigios en que se sostenía, si
puede de algun modo conservarse, es solo haciendo una inversion total
en los medios, ó en los principios? A la verdad que seria una preten-
sion quimerica, pero mas que quimerica torpe, reposar en las segurida-
des de una forma, que tiene contra si la opinion de cuanto le rodeá;
mucho mas, cuando se intenta sostener por los mismos medios, ó por
los mismos principios, que, cuando no hayan sufrido ya una proscrip-
cion universal de derecho, el hecho es, que los ataques se redoblan, y
ellos van desapareciendo; porque el principio de estos, que llega á caer,
ya no vuelve á levantarse por entero. Seria menester, nada menos, que
suponer á un hombre enteramente abstraido del siglo, sin mas suscep-
tibilidad que para admitir las ideas de la cuna; esto es, manteniéndose
siempre infante, (xm una incapacidad moral de seguir, ó conocer el
órden progresivo de los hombres y de las cosas: seria menester suponer
un hombre tal, para concederle la capacidad, ó el privilegio de come-
ter unos errores tan graves, que se confunden con los crimenes. Pero
dejemos de gloriarn()s en las injusticias agenas: bastante tenemos con
podernos lisonjear, de que si concluimos nuestra primera causa, con el
gobierno de España, por obligar á reconocer en todo el mundo la jus-
ticia que defendiamos, es grato ver que esta segunda causa con el go-
bierno del Bra~il empieza por atraerse el sufragio universal: mas espe-
ramos, sin embargo, que esto no debilitará la resolucion, en que el pais
está, y en que debe permanecer hasta conseguir por sí la integridad del
territorio, y una garantía imponente para que no se viole en adelante.
137
y de la lucha en que estan empeñados: por lo mismo, se dan todas las
seguridades que pueden desearse de que cuanto antes se procederá a
realizarlo, y á llenar de este modo en la representación nacional la vo-
luntad del pueblo oriental.
138
de guerra, ó de subsistencia, que aun no tenga la fuerza del general
Lavalleja, p:)rque es preciso considerar á las divisiones orientales como
á otras tantas del ejército nacional, y prestarles Ell consecuencia todos
los recursos posibles. Este será el modo verdadero de concentrar la
opinion, que tan favorablemente se halla dispuesta, y sacar de ella
todas cuentas ventajas se quieran en favor de la causa del país.
139
la presente campaña, y asechando los pasos de las autoridades á quienes
está o::mfiada la defensa de la nacion En tan criticas circunstancias. Pero
hay otras noticias que aunque no son oficiales revisten todo el caractei'
de la certidumbre, y no dejan lugar alguno á dudar lo que hace tanto
tiempo se está anunciando y repitiendo al gobierno, ya en todos los
papeles públicos, ya desde los circuitos privados, y especialmente desde
el recinto respetable de los cuerpos legislativos, á saber: que la guerra
con el imperio del Brasil era inevitable, y que era preciso aprovechar
todos los instantes para prspararse á entrar en ella CGn todos los re-
cursos que Se podian sacar de nuestra posicion de la decision de los
pueblos, de los triunfos obtenidos sobre sus mejores tropas en la pro-
vincia Oriental, y sin esperar á que el enemigo se prevalesiese de nuestra
inacion é inactividad, para descargar primero un golpe á salvo sobre los
orientales, y en seguida sobre los que habiamos permanecido como
simples y frias espectadores en su lucha, en sus gklrias, Ó en sus con-
flictos. Estos temOl"es se han comprobado hoy, ni mas ni menos, que
como se anunciaban: la correspondencia del Brasil y de Montevideo
asegura, que desde el 8 del corriente esta declarada la guerra por S.M.L
a la republica delas Provincias Unidas: que la declaracion ecsiste en
poder del Visconde de la Laguna, y que en consecuencia el puerto será
estrechamente bloqueado por las fuerzas navales del imperio, que hace
tiempo se hallan en las aguas del Río de la Plata, y que acaban de ser
aumentadas por otros buques de guerra: en fin, que las hostilidades em-
pezarán en breve á hacerse por los imperiales, y que la guerra tomará
un caracter decidido y acabará de descubrir los pérfidos planes que
fraguaba la ambician de ese tirano europeo.
Por supuesto que esta muy procsimo el dia en que aparescan con
toda claridad las medidas que el gobierno nacional ha debido tomar hace
mas de seis meses para asegurar nuestras costas el puerto y el terri-
torio de la nacion. Hasta que no llegue el momento en que principien
las hostilidades declaradas, no podemos con ecsactitud y justicia hacer
los carg<ls, que entonces haremos, silos resultados no son los que se
esperan en aquel caso. Enh"e tanto, lo que no es posible remitir para
ese tiempo s~ dos cosas: la permanencia de los prisioneros en la pro-
vincia Oriental, y la estacion del ejercito nacional sobre la línea (lCci-
dental del Río Uruguay. Sabemos que una de las cosas que mas deben
agitar al general Lavalleja, y trabar en parte la celeridad de sus marchas,
y la concentración de sus fuerzas, es el tener que custodiar mas de
mil prisioneros, operación en que necesita emplear una fuerza respeta-
ble con espacialidad si el campo de batalla, como va a suceder, se fija
en el territorio donde ellos se hallan, por que entonces es preciso re-
forzar la vigilancia, y distraer por consecuencia la atención, y las tropas
que debian estar exclusivanJente detenidas á repeler la agresion. Aun
antes de la sancion del congreso que declaró reincorporada de hecho
la provincia oriental á su antigua asociacion, debió haberse descargado
al general Lavalleja de este peso, y entonces con tanta mas facilidad,
140
cuanto que el no era tan enorme como lo es al presente. Despues de
la espresada ley, aunque se dice, que se le comunicaron ordenes para
que pasase los prisioneros á la Pll::lvincia de Entre Ríos (solicitud que
habia sido promovida poco antes por aquel general sin buen suceso)
el hecho es, que sin que se sepa la causa, ellos ecsisten en territorio
Oriental complicando los movimientos militares del esterior de aquella
provincia. Decimos sin que se sepa la causa, por que en realidad se
ignora, y no es estraño cuando no la sabe el mismo gobierno nacional,
á cuyo con::lcimiento no debia haberse escapado el motivo que ha pa-
ralizado una resolucion que espidió, mucho mas cuando ha tenido por
el espacio de seis meses y medio un agente cerca del general Lavalleja,
y cuando este á a su regreso debió haber instruido asi de este como de
varios otms objetos que podrian interesar. De todos modos es de su-
ponerse que no se han removido los obstaculos que ecsistian para el
transito de los prisioneros: una orden para que pasen, y oh"a autori-
zando al general de la linea para que los reciba, 11I::l es bastante a para
asegurar esta operacion: si no se facilitan los medios, y si no se trata
de vencer las resistencias para que ellas tenga efecto, todo lo que se
haya hecho á este respecto será siempre ilosorio, y demostrará que se
ha querido obrar siempre á medias, ó con un espiritu de hacer inlprac-
ticables las casas.
141
den para emprenderla: requiere tiempo, elementos y disposiciones que
quizá no se han tomado para asegurarla, cuando hemos observado la poca
actividad y frecuencia con que se mantiene la comunicación con el punto
donde está situado el ejercito. Si se han tocado por parte del gobierno to-
dos los resortes posibles para ejecutarla entonces la responsabilidad no
gravita wbre el general encargado de realizarla es el responsable de
sus procedimientos. Entre tanto, todos culpan al g.:)bierno nacional, y no
hE'mos cido á s suministros hasta el dia otra contestacion que la muy
vaga de fueron ordenes, se repitieron ordenes, sin que se sepa si llegaron,
ó si se han comunicado en tiempo oportuno y de modo que puedan cum-
prirse facilmente, y con la celeridad que las circunstancias requieren.
Una prueba de esta verdad es, que el general Lavalleja el 20 del co-
niente ignoraba si el ejército nacional pasaria á auxiliarlo, y á obrar en
contaminacion con sus fuerzas. Esto convence que no se ha hecho 10
que se pudo y debió hacerse para facilitar el pase.
142
dendo sacrificios de todo género, removiendo cuanto obstaculo se pre-
sente, y promoviendo y aprovechando la popularidad que disfruta. De
este modo las autoridades habrán llenado puntualmente sus deberes, y no
lisongeamos al decirlo, quizá mas pronto de lo que se calcula obligare-
mos á arrenpentir á los usurpadores de nuestro territorio de su conducta
inicua. Nosotros dedicaremos constantemente constantemente un articu-
lo con qreferencia á este asunto, como el mas importante que se ha pre-
sentado, y de mas hascendencia á la ecsistmcia y al honor de nuestra
patria.
Ei Nacional, diciembre 29 de 1825.
143
Este Tomo se terminó de
imprimir en la Imprenta
en Agosto de 1975
A.S. V.
147
Llamada de los Treinta y Tres
de don Francisco Acuña de Figueroa
Coro
Coro
Coro
148
Entre el polvo, la sangre y horrores
Grita el héroe, ¡Morir o Triunfar!
"Orientales. .. ¡Libertad o Tumba!"
y ellos claman. .. ¡Tumba o Libertad!
Coro
Coro
Barbacena, ocho mil combatientes
Al torrente pretende oponer,
y en combate sangriento la Patria
Se corona de palma y laurel:
¡Día infando, de luto al imperio!!
i y al Oriente de gloria inmortal!!
De los rayos del Sol argentino
Abrasaron al Aguila audaz.
Coro
De Ituzaingó las ondas en sangre
Recibieron tributo feroz
y esparciend::> el estrago y la muerte
Mongibelos vomita el cañón:
Ya los cuadros la invicta falange
Acomete ... y el bravo adalid
Rompe, mata, destruye y decide
Del Oriente el destino feliz.
Coro
Coro
Coro
CANCION GUERHER~
Coro
150
Al escándalo nuevo y horrible
De mirar en América 1m trono,
En los libres renace el eno::mo
que esa estirpe fatal inspiró.
Coro
Sorprendido, impotente, doblaba
el Brasil la cerviz orgullosa,
y el tirano con planta ominosa
De sus hijos el cuello pisó.
Engreído del pérfido triunfo,
No bastó una nación a su enojo,
E insolente con bárbaro arrojo
Nuestra Patria en su furia insultó.
Coro
Coro
Agitóse el gran Río de la Plata,
Y sus ondas sañudo moviendo,
De ribera en ribera cundiendo
Iba en ellas el nuevo furor.
En los hijos de Oriente, oprimidos,
Esta llama incendióse primero,
Y afilaron el fúlgido acero
Que brillar no se vió sin honor.
Coro
151
Coro
Coro
Coro
Coro
152
Coro
Coro
DESPEDIDA
Soneto
153
VARIEDADES
Coro
La vam os lecens
O::m caras de gente,
A os pavos de Oriente
Con ferros punir.
Os fortes varoens
Qu a Marte emularon
A patria juraron
Vencer ou fugir
Que viva &c.
Fogo vam cuspindo
Das bocas sedentas,
E van pelas ventas
Lanzando tigelas:
O al' vam cobrindo
De chammas espessas,
E brassas accesas
Lles saém das canelas.
jOlhai com::> rugem
Seus dentes cual sena
E morden a tena
De raiva e furor!
!Mirai como fugen
T toda carreira
Lavaleja e Riveira
Con cego estupor!
Brasilicos Martes
Ja baten a estrada,
Munidos de espada
De faca é pistola.
Levam bacamartes
Atraz pendurados.
E alfanges curbados
Pendentes da gola.
Mosquete fornido,
.1-54
Chispantes ferretes,
Con fartes casquetes
Do tcmpo dos gregos.
Do tempo dos gregos;
Escudo lucido.
De forma herculana,
Nodossa macana
Coberta de pregos.
Seguenlhes montados,
Em grandes carneiros,
Dez mil guitarreiros
Tocandolhe a fógo:
E em toms acordados,
Belicascantigas
A as rudes fadigas
Lucitam os lógo.
Levam espingarda
De calibre grosso,
E alem no pescosw
Duas bombas colgadas.
Tem assim alabarda,
E con feneas palas
Retrucam as valas
Que ilhes vam sestadas.
:l'55
Estes sam infantes
De extrema estatura,
Com forte armadura
De malas fenadas.
Doce mil gigantes
Con barulho horrendo,
Lles vam prezedendo
Vigiando as bosquadas.
Levan garavato
De ferro agussado,
Fendente machad::>,
E setas vermelhas;
E adentro do fato
Levam prevenidas
Tesouras compridas
Para cortar orelhas.
Seguem á colunna
Vinte mil Trombetas.
Dez mil castanhetas
E hum ronco tambor.
Despois huma cuna
De oiro o mas lindo,
E em ella dormind::J
Vai o Imperador
Figalgos briossos
o vam anolando,
E atraz vam rodando
Pesas á millares:
Estes valerosos
Levam a sua adarga,
E huma agulha larga
Brandindoa em os ares.
156
Nassoens da Europa
Hurnilhai esee orgulho,
SÓ ouvindo ó barulho
De exercito tal;
A Brasilica tmpa
Na, dá expricassoens;
Temede oh Nas5::>ens
A o rayo Imperial.
Ninfas Brasilenses
Amaveis, formossas,
Grinaldas de rosas
Vamos trabalhar
Para os brasilenses
Que a som trombeta
O mesmo praneta
Juraron furar.
E vos oh meninas
Do Rio Argentino,
O vOS~)::> destino
E ó pranto e a pena
A ser orfelinas
Sem pais, nem maridos,
Irmams nem queridos
O Imperio os condena.
157
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/t' ~?U<'~
/ ,.;" ,
::;;6¿,.¡;f ,""1,.t"'L"-»T"'4~ Ir,,"
t/
TESTL\10NIOS mSTORICOS
Estas fuentes observan tres facetas diferentes del proceso; por ellas
se establece el pensamiento político del Jefe de la Cruzada tendiente a
la integración del Estado Oriental a las Provincias Unidas; la colabora-
ción de ciertos grupos porteños a los trabajos preliminares de la empresa;
y la larga h-ayectoria militar de F. Rivera, en la que da cuenta de su par-
ticipación en las decisivas batallas de Rincón y Sarandí.
Por último, se insertan los apuntes del Gral. F. Rivera, en los que
detalla su actuación militar desde sus comienzos como Alférez en la Di-
visión del Colla en 1811, hasta la batalla de India Muerta, acaecida el
29 de marzo de 1845. En la relación que hace de su larga campaña mi-
litar, Rivera enumera las múltiples batallas que palticipó al mando de sus
columnas y que le posibilitaron, enh-e otros triunfos, los del Rincón de
159
160
las Gallinas (24 de setiembre de 1825), en la que murió el Cnel. Mena
Barreta, y de Sarandí, como segundo de Lavalleja (12 de octubre de
1825).
Saludo á V afectuosamente.
rn Aut. O
Lavalleja
Pews
161
Pedro Lezica . 1.000
Juan Malina . 500
El amigo de los Orientales . 500
Y. G . 500
Miguel· Gutierrez . 500
Tomás Isman . 700
Miguel Marín . 200
Manuel Lezica . 500
Alejandro MartÍnez . 1.000
Ramón Villanueba . 500
Juan Pablo Saenz Valiente . 500
Julian Panelo y C." . 500
Juan Pedro Aguirre . 500
Mariano Frangueiro . 300
Ruperto Alvarellos . 500
Juilan Arrk>la .. 500
Lucas Gonzales . 500
Lorenzo Uriarte . 500
Los S S. D. Juan José y D. Nicolás Anchorena . 3.000
1826
Pesos 176.566
162
RESUMEN GRf\L. DE LOS AÑOS DE 1825 Y 1826
1825
1826
ALCANCE S 17.744.634
NOTA
pesos 232.
164
Por 100 pag. s á D. Agustín Garrigás p.r
13s dos meses de Junio y Julio sir nt? 13 100.
165
166
y Otorgues las tropas portuguesas las mandava un Gen.! Chagas estos
sucesos tuvieron lugar el año 12, en Este tiempo las tropas de la patria
marcharon a poner el 29 Citio, el Gen.! Rivera estuvo en el encuentro
del dia de todos los Santos, en el arroyo seco' donde fue erido, estuvo en
la batalla del Cenito el 31 de diciembre del año 12/ atuvo entonces
la efetividad de Capitan. En esta clase mando los puestos avanzados el
28 de febrero de 1813 para aser desocupar a los españoles la Aguada y
el C::Jrdon y reduciTlos a los muros de Montev. el Gen.! AJ.tig. s y Rondo
para esta operacion q.e fue de grande ymportancia y por primera vez
el Gen.! Rivera mando un personal de 700 hombres de las 3 armas con
q.e logro desempeñarse visanam. te con el aplauso de todo el Ejto Pa-
triota y aprobacion de sus Generales, y le dieron el Grado de Sarg. to
Mayor de linea. En esta clase mando las tropas orientales en la acción
de la Azotea de D.n Diego contra las tropas de B." Ay." q.e las manda-
ban un Capitan ~:fartínez de Dragones y un Pirez de inf. a • El Gen.!
Rivera mando las tropas orientales en el encuentro de la Orqueta de
Salsipuedes contra las que mandava el Cor.! Dorrego a quien forza a
retirarse asta la Colonia; aviendo sido perseguido tenazmente p.r el Gen.!
Rivera. El Gen.! Rivera mando el todo del Esuo. Oriental en la clasp, de
Te. te de linea en la batalla de Guayabo ellO de enero de 1815.
167
f. /2 v/El Gen! Rivera mando las cavallerias (Orientales) en
el encuentro de Queguay Chico donde fue sorprendido Artig.s p:Jr ben-
tos Man,l Rivera pero luego fue acuchillado y perseguido por el Gen. s
Rivera y forzado a perder los cavallos con monturas y salvar p:Jr los
montes a pie aviendo perdido mas de las 2 terceras partes de la fuerza.
El Gen.! Rivera mando en persona las cavallerias orientales en la reti-
rada ceelbre del Rav. n, en 1818. Suceso q.e a sido el mas notavle en toda
la Guerra contra los portugueses españoles e imperiales p! cuanto el
Gen.! Rivera llevava un personal de 1700 hombres contra 3800 de las
mejores cavallerias del Continente lP..andados p.r el T.te Gen. l Juan de
Dios Mena Barreta, es de notar q.e las cavallerias unas y otras estavan
perfetam. te vien montadas, y convatieron desde las 6 de la mañana asta
las 4 de la tarde, sin q.e se uviese podido notar una dispersion p.r nin-
guna; p.r cuanto convatian en un terreno escaso lo q.e obligava a los
convatientes a irse a las manos con las espadas y las lanzas a cada mo-
mento. El Gen. l Rivera mandava las fuerzas orientales en la reñida va-
talla del Arroyo Grande en 1819 (el Gefe portugues era el Gen. l Bento
Man. l ) en este año el Gen. Rivera mando las tropas del pais en et reñido
encuentro de Sanchez. El Gen.l Portuges con las de Saldaña mandava la
coluna enemiga q.e se componia de 4000 hombres de cavalleria y 900
infantes. Suceso aquel q.e fue memorable p.n los orientales. El Gen.l
Rivera mando en perwna a la / vatalla del Batovi, el Gefe enemigo
FranCO Barreta P. Pintos perdio una columna de 1700 hombres q.e man-
dava. El Gen) Rivera mando en persona las fuerzas orientales q.e de-
rrotaron al Comd te . Bueno en el Guazunamvi en el Dep.to de Serro Largo
aviendo muerto en la vatalla el mismo C:Jmandante Bueno q.e va men-
cionado.
168
Gen.! Rivera mando la dificil operacion con las fuerzas orientales a la
salida de Montev. cuando Orive le avia tomado las alturas a Toledo
y Canelon Chico con II mil hombres y el Gen.! Rivera solo tenia 4.000
y envarasado con mas de 4.000 canetas de familias, inmensad cava-
lIadas y demás materiales del Ej.to p.e tenia q.e guardar en un circunto
no menor de una legua. El Gen. l Rivera mando en persona el Ej.to
oriental en el Rincon de Alvan;:J cuando Man.! Oribe y Urquiza con
mas de 9.000 hombres lo circulavan por todas partes. El Gen.I Rivera
mando en persona los encuentros de Cerro Chato y Paso de Palanca en
el Rio Negro contra las fuerzas al mando de Urquiza. El Gen.! Ri-
vera mando en persona los encuentros de Charata y Arroyo del :tvIe-
dio. El Gen.! Rivera mando en persona la vataIJa de la carpinteria, asi
como la de la Quevrada, cuando derroto a Man.I LavalIeja mando la
operacion en Paisandu, contra este mismo Man.I LavalIeja a quien to-
mo prisionero, y lo largo al dia siguiente. El Gen.I Rivera mando la
vatalla del Durazno, en este mismo punto mando en persona la vatalIa
del Palmar. El Gen.! Rivera mando en persona el encuentro de Mal-
vajar contra el Ej.to de Urquiza mando el Gen.! Rivera el encuentro
de las Puntas del O:Jrdoves conh'a las fuerzas de Urquiza. El Gen.!
Rivera mando en persona las tropas p.e por 2 veces operaron sovre el
Oedo Largo a el que puso en sitio y logro no poca s ventajas sovre
las fuerzas sitiadas. El Gen. l Rivera mando en Gefe en la vatalIa de
la India Muerta en 1845.
169
Este Tomo se terminó de
imprimir en la Imprenta
en Agosto de 1975
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