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En el capítulo del gasto público nos encontramos con que Roma necesitaba
mantener un gran ejército para mantener su vasto territorio. De ahí que una parte
importante de los gastos se destinase al mantenimiento del ejército. También el
aparato burocrático del Estado se llevaba buena parte del gasto, sin olvidar los
fondos empleados en el mantenimiento de las calzadas, las estaciones de postas
de correos y los gastos de palacio.
Mientras que las minas más rentables solían quedar en manos del Estado, las
menos productivas se entregaban en régimen de alquiler. Por lo que, quienes las
explotaban, debían abonar un canon a Roma. Quienes explotaban las minas
tenían libertad para elegir entre mano de obra libre y mano de obra esclava.
Actividades agropecuarias
Los patricios, como la élite social, disponían de lujosas villas y explotaban grandes
extensiones de terreno o latifundios. Mientras tanto, los esclavos se encargaban
del trabajo en el campo, donde se producían diversos alimentos. Estos productos,
al ser perecederos, se transportaban diariamente a los mercados.
La artesanía
La producción artesanal era muy variada y prácticamente todos los trabajos de
edificación locales les eran encargados a los artesanos de la ciudad.
Más aún, los artesanos solían servirse de materias primas locales para sus
trabajos. Así, profesiones como los carpinteros, los herreros y las mujeres tejiendo
en los telares jugaron un papel importante en la economía del Imperio romano.
El comercio
En la época del Imperio romano, el mayor nivel de tráfico comercial, tuvo lugar
dentro de las fronteras del propio Imperio.
El puerto de Ostia resultó vital para la economía del Imperio romano, mientras
que, en Oriente, el puerto de Alejandría era el más importante. Dada la
importancia comercial de los puertos, el Estado efectuó importantes obras para su
mejora. En este sentido, los puertos eran dotados de faros y almacenes.