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Subterra
Los inválidos
Las grandes poleas de la cabina comenzaron a girar y elevaron del pozo una jaula con una red
colgando, enredada en ella con las patas abiertas, el caballo negro.
Los empleados se alzaron para ayudar a liberarlo de la red en la plataforma. Era un caballo de
pequeña alzada, ideal para la mina. Cubierto de heridas y llagas en los sitios de arreos de tiro.
Ventrudo, cuello largo, huesudas ancas y casi sin crines en la cola. Inmóvil, cegado por la luz del
día, se acerca el más viejo de los volcadores con expresión de gravedad, el cual era considerado el
mas culto. Mira al caballo y a los obreros y comienza un discurso : ¡Pobre viejo¡ ¡La mina te arroja
porque ya no sirves¡ ¡Camaradas este bruto es la imagen de nuestras vidas y destino ¡, si todos
marcháramos contra nuestros opresores los dispersaríamos con el 1º golpe como paja al viento. Los
obreros miraban desconfiados al anciano que se aventuraba en una senda desconocida, un
desequilibrado que osaba rebelarse a las leyes de su destino.
Se acerca el capataz y todos toman su carretilla, el viejo toma la cabeza de
Diamante y le dice: -Adiós amigo, nada tienes que envidiarnos.
El caballo cegado por la luz del día camina hacia adelante, chocando,
retrocediendo y devolviéndose con cada obstáculo, no entendía que ya no estaba
en un rincón de la mina.
Un caballerizo lo ató por el cuello y lo arrastro a la carretera, sus heridas y cojera
eran terribles, el sol dañaba sus heridas y las moscas no lo dejaban de atacar.
Se detuvo en una depresión del terreno y lo golpeo en las ancas para que
continuara su camino, mientras él se retiraba.
Hondonada desierta, con yerba reseca y diminutas charcas de agua cenagosa. Un
zumbido y un relincho de dolor lo encabrito, eran tábanos de las arenas. Corrió y
cayo en una ancha grieta y quedo incrustado. Los tábanos se retiraron ya saciada
su hambre, los buitres comenzaron a llegar y sombras a rodearlo. Al atardecer,
termina la jornada en la mina y se retiran los obreros , cansados y en fila.
La compuerta 12
Pablo: niño
Pablo se aferra a las piernas de su padre mientras el piso se hundía en el pozo
camino a la mina a toda velocidad. Luego se detuvo en la entrada de una galería,
caminaron por ella a 40 mts del pique, se detienen en una gruta excavada y se
dirigen donde un hombre pequeño y viejo que hacia anotaciones en un registro
enorme.
-Señor , aquí traigo a mi hijo- dijo el padre.
El hombre conmovido por su inocencia responde: ¡Hombre, este muchacho es muy
débil para el trabajo! ¿Es hijo tuyo?.
-Si señor.
-Pues deberías tener lastima, envíalo a la escuela.
-Ya tiene 8 años , debe ganarse el pan que come- dice el padre.
El capataz toco un silbato y apareció Juan.
-Leva al chico a la compuerta 12 , que reemplace al hijo de José aplastado ayer por
la corrida.
El capataz se dirige al hombre: no has llegado a los 5 cajones diarios, si sigues así
te daremos de baja.
Los 3 caminan por el túnel de rieles y el hombre preocupado por la advertencia se
angustia aun más.
Todos se han dado cuenta de su decadencia, pero la lucha en la mina convertía en
viejos a los jóvenes.
Caminando por el corredor se detienen delante de la compuerta 12, el goteo grueso
y el martilleo sobre sus cabezas, cosas que Pablo no entiende, son en realidad
producto del choque de las olas en las rompientes de la costa.
El guía enseña a Pablo al abrir y cerrar de la compuerta, y el padre esta mas
tranquilo después de ver que tiene la fuerza para mover la palanca. Es la corrida,
veamos como lo haces – dice el padre- y Pablo mueve la palanca justo cuando
pasa un caballo al trote arrastrando el carro con minerales.
El padre mas confiado le dice que lo dejara solo pero que vendrá a verlo de vez en
cuando. Pablo ahora entiende que no es un paseo y se aferra a la pierna del padre
suplicándole que lo saque de allí. El viejo se congoja y recuerda sus 40 años en la
mina, pero también recuerda su hogar con hambre y piensa que Pablo había nacido
para la mina. Se alejan después de arrancárselo violentamente de las piernas, el
niño grita como salvaje , y se escucha a lo lejos: ¡Madre! ¡Madre!
El hombre se echa a correr y agarra el pico que empuña bravamente contra el
mineral, los pedazos de piedra le hieren la cara y el pecho desnudo, hilos de
sangre se mezclan con su sudor, con la esperanza de terminar pronto una dura
jornada.
El Grisú
El pago
El pozo
Juan Fariña
Caza mayor
El registro
La barrena
Era el solo…
La mano pegada
Cañuela y Petaca