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JACK EL DESTRIPADOR EN LA CULTURA

POPULAR

Aquellos que me conozcan un poco, sabrán que uno de


mis temas preferidos (con permiso de Spider-Man) es el
que abarca toda la mitología concerniente a Jack el
Destripador. Y no, antes de que nadie me repita la gastada
broma (que tantas veces me han hecho ya) sobre si
admiro a un asesino en serie, me apresuraré a aclarar que
no es el asesino propiamente dicho lo que me produce tan
extraña fascinación, sinó las increíbles circunstancias que
llevaron a tamaño malhechor a ser capaz de volatilizarse
para toda la eternidad entre las manos de sus numerosos
perseguidores -entre los que cabría destacar a su némesis,
el célebre inspector Abberline-, como si tuviese la
sobrehumana facultad de volverse tan incorpóreo como la
misma niebla desde la que súbitamente surgía con
demencial ímpetu para saciar su sed de sangre.
Hoy, la figura de Jack the Ripper (su apodo original, que
aquí tradujimos erróneamente como Jack el Destripador
cuando más bien hubiésemos debido traducirlo como Jack
el Desgarrador) ha trascendido con mucho los límites de la
macabra familia de los asesinos seriales, para convertirse
en todo un fenómeno social, un auténtico icono de los
siniestro dentro del imaginario colectivo. Un personaje
ciertamente audaz, que mientras se jugaba la horca a la
que habría sido condenado sin remisión en caso de haber
sido atrapado, se divirtió jugando al gato y al ratón con un
Scotland Yard al que ridiculizó en extremo. Las brumosas y
estrechas callejuelas del barrio bajo de Londres y la silueta
de un hombre elegante y bien vestido recorriéndolas, han
sido (con mayor o menor fidelidad hacia los hechos
históricos) una fuente inagotable para la literatura, los
cómics, el cine y el teatro de todos los tiempos. Su fama se
convirtió en leyenda, tanto por la crueldad de las
aberraciones perpetradas, como por el misterio de su
identidad así como su inexplicable y repentina
desaparición.
Hoy vamos a repasar algunas de las más célebres
incursiones del amigo Jack en diversos medios, pero
siempre desde la lúcida certeza de que nombrarlas todas
sería poco menos que imposible. Ahora bien: creo que
antes de meternos en harina convendría hacer un
"pequeño" repaso a los hechos históricos, que es bien
sabido que demasiado a menudo la realidad supera a la
ficción (aunque antes de saltar en el tiempo quisiera
advertiros que algunas de las imágenes mostradas a
continuación, así como ciertas descripciones pueden
resultar bastante desagradables para estómagos
sensibles, así que avisados quedáis...)
Nos trasladamos a 1888, en plena era victoriana. En
aquellos días, Londres ostentaba sin lugar a dudas el
honor de erigirse como la metrópoli del mayor imperio
mundial de la época. La zona más deprimida de la gran
urbe estaba conformada por los barrios bajos del sector
este londinense, conocido popularmente como East End
(Extremo Este). Un área totalmente marginal, donde la
miseria más absoluta contrastaba poderosamente con el
exquisito -y a menudo hipócrita- modo de vida del
denominado West End (Extremo Oeste), donde se
congregaba gran parte de la burguesía inglesa. En el East
End se ubicaba el distrito de Whitechapel (Capilla blanca)
con sus barrios extremadamente pobres y conflictivos.
Este castigado sector de la ciudad sirvió como coto de caza
durante un breve período (desde agosto hasta noviembre
del citado año) a un intrépido psicópata que mató y mutiló
con una saña inexplicable al menos a cinco mujeres
(aunque ciertos investigadores creen que pudieron ser
más).

Imagen de Whitechapel en la época del Destripador.

La primera víctima “oficial” de Jack el Destripador fue una


prostituta alcohólica (en realidad todas sus víctimas lo
fueron) llamada Mary Ann Nichols, apodada simplemente
“Polly”. Tenía 43 años.
Sobre las 2 y 30 de la madrugada del viernes 31 de agosto
de 1888, Polly, que se hallaba en estado de embriaguez,
fue desalojada de una pensión de Thrawl Street por
carecer de los 4 peniques que costaba una cama, y por sus
últimas palabras conocidas parece ser que manifestó que
se ganaría el dinero en la calle con la ayuda de un nuevo
capo que había conocido. Así, Polly se internó en la oscura
noche, y sus pisadas se perdieron para siempre en un
mundo de angostos y sórdidos callejones de suelos
empedrados, difuminados por una fantasmagórica
neblina, débilmente iluminada por la mortecina luz de gas
de los faroles.

Algo más tarde, en torno a las 3 y 45 de la madrugada, su


cadáver degollado y horriblemente mutilado fue
descubierto por el agente John Neil mientras hacía su
ronda rutinaria por la zona de Buck´s Row, quien en vista
de tan macabro hallazgo comenzó a soplar su silbato
frenéticamente en demanda de socorro (aunque lo cierto
es que escasos minutos antes de la llegada del policía un
joven llamado Charles Cross, que se internaba por esa
calzada rumbo a su trabajo en el mercado, divisó el cuerpo
y corrió a buscar ayuda en otra dirección). Un detalle
ciertamente inquietante es el hecho de que el agente
afirmase que solo media hora antes recorriera ese mismo
sitio sin apreciar nada raro. Esa sería una constante en las
futuras "hazañas" de Jack: el dar la impresión de tener
perfectamente cronometradas las rondas policiales, dando
probadas muestras de ser capaz de contactar con la
víctima, ganarse su confianza, asesinarla silenciosamente y
ensañarse con ella a continuación (además del elaborado
modo en que lo hacía), sacando tiempo aún para
abandonar la escena del crímen -sin ser visto- en los
breves intervalos existentes entre ronda y ronda policial
(esa precisión horaria es algo que, por inexplicable, resulta
realmente fascinante).
Otro dato que llamó la atención del caso fue la escasa
cantidad de sangre hallada a su alrededor y lo seco que
estaban su cuerpo y sus ropas pese a la lluvia que había
caído la noche del crimen. Raro, ¿verdad?, pues más raro
aún fue el hecho de que ni los agentes de policía que
patrullaban las calles colindantes ni los propios residentes
de Buck´s Row informaran de problemas de ruidos o de
ver algo sospechoso, ni siquiera cuando posteriormente
las autoridades les interrogaron al respecto. Si bien es
cierto que en los días posteriores se detuvo a algún
sospechoso (como aquel que apodaban "Delantal de
Cuero", un zapatero judío llamado John Pizer), nadie fue
retenido más allá de unas pocas horas por falta de
pruebas que los vinculasen al caso.

Los periódicos de la época reconstruyeron el hallazgo del cadáver


con fieles ilustraciones.

El jueves 6 de septiembre introdujeron el cuerpo de Polly


en un tosco ataúd, y antes de cerrar la tapa se le sacó la
única fotografía que se conserva. El féretro fue izado a un
carruaje con caballos que se dirigió al cementerio de
Ilford, a unos diez kilómetros de la morgue. En una tarde
gris y lluviosa se extrajo el cuerpo y se lo colocó dentro de
un foso recién cavado, recibiendo sepultura directamente
en la tierra. El padre de la difunta, su cónyuge, tres de sus
hijos y algunos policías asistieron a la ceremonia.

Nadie podía imaginar que tan sólo dos días después de


que los sepultureros desocuparan la escuálida caja de
madera para devolverla al depósito de Old Montague -en
patética muestra de la pobreza de recursos que imperaba
en el East End- en ese mismo ataúd iría a reposar el
cadáver de la nueva presa cobrada por el escurridizo
asesino de Polly.
Polly Nichols en la morgue.

Por tanto, como digo, el segundo homicidio incuestionable


de esta orgía de sangre tuvo lugar tan solo dos días
después del citado entierro, es decir, el sábado 8 de
septiembre de 1888, en cuya madrugada (a eso de las 5 y
55) fue hallado el cadáver de Annie Chapman de 47 años,
a quien apodaban “Annie la Morena”. El mozo de
mercado John Davis fue quien hizo el macabro
descubrimiento del cuerpo de Annie frente al patio
trasero de una casa de inquilinos ubicada en el número 29
de Hanbury Street, lugar utilizado con frecuencia por las
meretrices para ejercer su oficio. La víctima era de baja
estatura, obesa, y sufría las consecuencias de una afección
pulmonar tan avanzada que el médico que examinó su
cuerpo dejaría constancia de que la desdichada estaba
destinada a fallecer en los próximos meses a consecuencia
de ese mal por más que no hubiera entrado en escena su
brutal ejecutor.
La mujer, que tenía la falda a la altura de los muslos, no
solo estaba brutalmente degollada (el corte era tan
profundo que casi la habían decapitado) sinó que también
había sido destripada (tenía los intestinos arremolinados
por encima del hombro izquierdo). Además le faltaba el
útero y parte del abdomen.

Lugar donde apareció el cuerpo de Chapman.

Annie Chapman: la segunda víctima


"oficial".

Inexplicablemente, cuanto más crecía la alarma social en


el barrio (alarma que lógicamente incrementaba tanto la
presencia policial como el recelo vecinal), el atrevimiento
de Jack (o quizá su locura), en lugar de menguar, parecía ir
en aumento. Así, unas tres semanas después, se
produjeron los homicidios números tres y cuatro de la
serie (Elizabeth Stride y Catherine Eddowes). La
particularidad de los mismos, es que ambos tuvieron lugar
durante LA MISMA madrugada del 30 de septiembre, y
ambos estuvieron separados entre sí por un lapso
temporal de menos de una hora (¡¡¡menos de una hora!!!,
¿no es realmente asombroso?). Se sabe además que la
distancia entre ambos puntos podía recorrerse a pie en
unos 15 minutos (lo extraño sería NO llamar la atención
de ningún testigo yendo de un un punto a otro
presumiblemente bastante manchado de sangre).

Otra fotografía del Whitechapel de la época.

A las 24:35 de la citada noche, el agente William Smith de


la división H vió a Elizabeth Stride en la calle. La
acompañaba un hombre "de aspecto juvenil y repetable",
que portaba bajo el brazo un paquete de unos 40
centímetros de largo por 20 de ancho. El agente no le dio
mayor importancia a este encuentro y continuó su ronda.
Solo 25 minutos más tarde, Louis Diemschutz empujaba,
ayudado de un pony, su carro de venta ambulante hacia la
sede del Club Educativo de la Internacional Obrera,
situado en un oscuro pasaje en un costado de Berner
Street (hoy Henriques St), un poco más al sur de las
primeras víctimas, pero también en Whitechapel.
De pronto, el caballo relinchó asustado y dio un giro tan
brusco hacia la izquierda que casi le arrojó al suelo. Había
un extraño bulto en el suelo, que Diemschutz confundió
inicialmente con una bolsa de basura. Lo tocó con su
látigo, y tras ver que no se movía se dio cuenta de que se
trataba de un cuerpo inerte, el cuerpo de Elizabeth Stride.
La difunta sostenía un racimo de uvas en una mano (y en
Londres, por aquella época, solo comían uvas personas
con un gran poder adquisitivo, lo que dio lugar a la teoría
de que Jack podría ser en realidad alguien de clase alta).

Así plasmaron los diarios de la época el hallazgo del cuerpo de


Stride.

El hombre, asustado, corrió al referido club político para


pedir ayuda. Parece ser que en dicho club terminaba un
acto en el mismo momento de cometerse el asesinato, y
se cree que los alegres cánticos socialistas pudieron
contribuir a amortiguar cualquier posible grito de la
víctima. Cuando Diemschutz encontró el cadáver éste
todavía sangraba, por lo que se cree que su asesino aún
debía estar cerca.
El cuerpo "solo" presentaba cortes en la garganta y no
mutilaciones por todo el cuerpo como las otras, aunque
esta aparente ausencia de ensañamiento muy
probablemente pudo ser por la llegada de Diemschutz,
que presumiblemente hizo huir al asesino, quien no habría
tenido tiempo suficiente para satisfacer su sed mutiladora.
De hecho, los primeros botones de la camisa de Stride
estaban desabrochados, pero se cree que cuando Jack se
disponía a destriparla debió oir los pasos del caballo y
huyó. Se presupone que entonces, realmente enfurecido
por la interrupción, el asesino salió prestamente en busca
de una nueva víctima con la cual saciar su frenesí
mutilador, sin reparar en los crecientes riesgos de ser
atrapado.
Tanto es así, que una vecina declaró haber observado a un
hombre joven caminar a paso ligero hacia Commercial
Road, cuando el gentío comenzó a salir del local. También
dijo que en una de sus manos llevaba una brillante cartera,
semejante al maletín de un médico.

Elizabeth Stride en la morgue

Así, tras su primer ataque, el psicópata se toparía con


Catherine Eddowes, de 43 años, eliminándola con más
saña aún que la empleada en las situaciones anteriores. La
segunda protagonista del doble evento, Eddowes, había
sido encerrada la tarde anterior en la comisaría de
Bishopsgate, por encontrarse bebida en la calle, y fue
puesta en libertad sobre la 01:00 del día 30. Los últimos
testigos que la vieron con vida la sitúan entre la citada
comisaría y Mitre Square, lugar donde fue vista por un
agente en compañía de un caballero... ¡¡¡solo 10 minutos
antes de aparecer muy cerca de allí brutalmente
mutilada!!!. El cuerpo lo encontró el agente Edward
Watkins durante el transcurso de una de sus rondas
rutinarias (había pasado por allí un cuarto de hora antes
sin ver nada anormal). El cadáver presentaba cortes
perfectos, de los que presumiblemente sólo un cirujano
sería capaz de realizar, pero... ¿¿¿¿en menos de 10
minutos????.
También aquí el inicial acto homicida consistió en el clásico
corte profundo inferido de izquierda a derecha de la
garganta, que le llegó hasta la tráquea. También sufrió
mutilación en nariz y orejas, así como unos extraños cortes
en forma de V en ambas mejillas. Además le faltaba el
útero y el riñón izquierdo, la parte superior de los muslos
se encontraba abierta, con desgarro de tejidos y
cartílagos. La vagina rajada y unos 60 centímetros de su
colon colocados entre su brazo derecho y su cuerpo.

Catherine Eddowes en la morgue.

Apenas hora y media después del macabro hallazgo, a eso


de las 2 y 55 de la madrugada, el agente Alfred Long hacía
su ronda habitual por Goulston Street, en pleno barrio
judío (y a escasas manzanas del fatal escenario). Allí
localizó sobre la acera, a la entrada de un portal (que daba
acceso a los números 100-119 de la calle), un
ensangrentado trozo de delantal de la difunta. Se cree que
en su huída, el asesino lo utilizó para limpiarse las manos.
En la jamba de entrada del referido portal se leía una
inscripción trazada con tiza cuyo texto contenía una
extraña alusión a que los judíos serían los hombres a los
que no se culparía de nada. Nunca se supo si el críptico
mensaje fue obra de Jack, o si sencillamente ya estaba
escrito con anterioridad. Lo que sí se sabe es que el
comisario Charles Warren ordenó borrar la pintada
inmediatamente (presuntamente para no dar pie a
reacciones racistas desde ciertos sectores de la población).
¿El inconveniente de esta apresurada decisión?, que el
mensaje fue borrado de la pared antes de que pudiese ser
siquiera fotografiado, una destrucción de pruebas
totalmente impensable en la actualidad cuando se
investiga un homicidio, de ahí que hoy sea tan criticado el
controvertido proceder del comisario.
Tras aquel fatídico 30 de septiembre la prensa arreció
concediendo gran difusión al tema de los asesinatos, el
cual pasó a ser primera plana en la mayoría de los casi
doscientos periódicos que se publicaban en el país. Por si
algo le faltaba a la trama ahora había adquirido estado
público el mote del hasta entonces anónimo matador. No
cabe dudar que de no haber sido por el inspirado nombre
con que ese asesino se bautizó a sí mismo –o fue
bautizado por otros- sus crímenes, pese a lo espantosos
que fueron, habrían quedado relegados al olvido.

Numerosa correspondencia macabra (remitida presuntamente por


el asesino) inundó las redacciones de los principales periódicos
londinenses. De la firma de alguna de esas cartas surgió el mítico
apodo que catapultó a la fama mundial a tan misterioso personaje.

A su vez, parecía estarse operando un intervalo. No se


sumaban nuevos asesinatos. El culpable parecía replegarse
y descansar. Ningún homicidio con su sello se verificó
durante el mes de octubre de 1888 en Whitechapel y
tampoco en el resto de Inglaterra. Eso sí, las cartas del
supuesto asesino (o más bien de sus múltiples imitadores)
seguían llegando por docenas tanto a las redacciones de
los principales periódicos (que supieron explotar a fondo
el filón) como a las comisarias de policía. Pero el envío más
célebre de los recibidos el citado mes fue una pequeña y
misteriosa caja de cartón con una tétrica carta adjunta. El
destinatario fue George Lusk, el jefe de la Comisión de
Vigilancia del East End (una recién creada patrulla vecinal
de vigilancia), que recibió el envío el día 16 de octubre. En
la caja había medio riñón. Por su parte, la carta decía
textualmente:
Desde el infierno (From hell en inglés)
Señor Lusk:
Le envío la mitad del riñón que le extraje a la mujer,
pedazo que le he reservado a usted, en tanto yo freí y me
comí el otro pedazo. Estaba muy bueno. Podré enviarle el
cuchillo ensangrentado con que se lo saqué, si espera un
poco más. Cójame cuando pueda, señor Lusk.

La llamada "From Hell" fue la carta más famosa del Destripador y


posiblemente una de las tres que fueron escritas realmente por él
(aunque es algo que no se sabe con plena certeza).

A partir de aquí, el despliegue policial ya no conoció


precedentes. Se requisaron las casas, tabernas y pensiones
del distrito. Los miembros civiles del citado Comité de
Vigilancia (destinatarios de la carta anterior) cooperaban
patrullando día y noche por las calles más peligrosas. Los
afiches con el texto y la letra de las cartas que
presuntamente Jack había enviado se reproducían en las
comisarías y en distintos lugares de la vía pública, a fin de
ver si algún ciudadano reconocía la caligrafía y aportaba
alguna pista que condujese hasta el monstruo. Hasta se
había llegado a recurrir al uso de perros sabuesos. Se
volvía evidente que la cacería se hallaba en pleno apogeo.
¿Presintiendo su aprehensión, se habría acobardado Jack
el Destripador? ¿Cambiaría al menos de escenario
buscando uno menos arriesgado donde proseguir sus
ataques? Pronto la población saldría de dudas.
Así fue que en los primeros días de noviembre de aquel
año toda Gran Bretaña se vería estremecida al enterarse
que había tenido efecto uno de los asesinatos más
horrorosos e indignantes de sus anales criminales. La orgía
de sangre desatada por el psicópata llegaría a su
paroxismo con el indescriptible crimen de la más joven y
atractiva de sus víctimas, Mary Jane Kelly, una irlandesa
pelirroja de 25 años, apodada "Mary la Negra", a la cual
literalmente descuartizaría dentro del estrecho interior de
una miserable habitación sita en la planta baja del número
13 de Miller´s Court (un pequeño patio interior al que se
accedía a través de un estrecho pasaje entre los números
26 y 27 de Dorset Street) durante la madrugada del 9 de
noviembre del trágico otoño de 1888.

La habitación de Kelly en Miller´s Court (hoy ha sido


demolida).

A la mañana siguiente de la fatídica fecha, y coincidiendo


con la fiesta del Lord Mayor, John Mc Carthy, el casero de
Kelly, envió a su asistente, Thomas Bowyer, para cobrar el
alquiler a la muchacha (Kelly debía varias semanas de
renta atrasadas). Bowyer caminó apresuradamente bajo la
lluvia. Llegó ante su puerta y llamó, pero la joven no
contestaba. Entonces, miró a través de una grieta en una
ventana. Lo que descubrió fue un cadáver horriblemente
mutilado.
“¡Parecía más la obra de un demonio que de un hombre!”,
exclamó Mr. John Mc Carthy, casero de la infortunada
inquilina, al deponer en el sumario subsiguiente, dejando
constancia de la terrible impresión que le produjo el
hallazgo que estremeció incluso a los más endurecidos
policías que concurrieron a la tétrica habitación. La verdad
es que no era para menos: la antes bella Mary Kelly se
encontraba totalmente despedazada sobre el mugriento y
ensangrentado colchón. Las sábanas habían sido retiradas
y amontonadas a los pies de la cama, formando una
mezcla de tela envuelta en sangre y suciedad.
Mary Kelly yacía tumbada, con las piernas flexionadas
hacia los lados. Su cuello presentaba un corte brutal de
oreja a oreja que bajaba hacia la espina dorsal. El asesino
le cortó las orejas y la nariz y le clavó repetidamente el
cuchillo por todo el rostro hasta dejarla totalmente
irreconocible. Muchos de aquellos cortes dejaban ver los
huesos del cráneo. Los ojos abiertos, de par en par,
miraban al vacío.
La sangre salió de su cuerpo empapando la colcha y
formando un tremendo charco en el suelo. La cavidad
abdominal de la mujer se presentaba literalmente vacía. El
Destripador había hecho honor a su macabro apodo y
había abierto el cuerpo en canal extrayendo todos los
órganos, incluído el corazón (que nunca apareció). El útero
y los órganos genitales estaban plenamente machacados y
triturados. Junto al lado de la cama se encontraron el
hígado y los dos pechos seccionados. La pierna derecha
estaba parcialmente despellejada, dejando claramente a la
vista el fémur. La pared junto a la cama se encontraba
ensangrentada, probablemente salpicada por las manchas
que el cuchillo arrojaría durante el apuñalamiento
repetitivo del cuerpo. Sobre la tosca mesilla de noche el
inspector Abberline distinguió los intestinos, los riñones y
otros restos de carne.
Curiosamente, la coleta de la mujer se mantenía intacta,
sin despeinarse, lo que indica ausencia de lucha previa.
En la chimenea se encontró ropa quemada de la difunta, lo
que hizo suponer a Abberline que el asesino había
permanecido avivando el fuego para tener luz con la que
practicar sus mutilaciones. Se aseguró de que el fuego no
decayera, tanto, que el pitorro de una tetera se deshizo
por las altas temperaturas alcanzadas. Jack se había
tomado su tiempo, seguramente por considerarse a salvo
de miradas indiscretas, ya que esta vez todo ocurrió entre
cuatro paredes y no en un espacio público. Algo que llama
la atención del caso es que un fuego de tal magnitud no
levantase el menor recelo entre el resto de inquilinos del
patio.
Otro dato a tener en cuenta es que la única ropa de Kelly
que se salvó de la quema es la que llevaba puesta aquella
noche, que se encontró perfectamente doblada junto a la
cama. Claro indicio de que la chica se había desnudado
voluntariamente.

Lo más valioso de la fotografía de Mary Jane Kelly asesinada, es que


se trata de la única imagen existente de una víctima de Jack tomada
en el mismo lugar de los hechos tal y como fue encontrada
(especialmente duros son el estado de su rostro completamente
desfigurado y el fémur totalmente al aire en su pierna derecha).

A partir de este punto, el rastro de Jack se esfumó para


siempre. Tanto la policía de la época, como los
investigadores posteriores, nunca pudieron desvelar la
identidad del homicida ni su paradero. Muchos fueron los
detenidos en esos momentos, pero todos debieron ser
liberados ante la total falta de evidencias que los vinculara
con los crímenes.
Posteriormente, muchas fueron las hipótesis que se
manejaron, barajándose varios nombres, aunque ninguno
con pruebas suficientes que los vincularan con los
horribles asesinatos. Se creyó que se trataba de un
médico o un carnicero, debido a la precisión de los cortes
(podría tener cierta lógica). También hubo quien dijo que
podría haber sido un barbero, un pintor, un sacerdote, un
policía o una comadrona (y que conste que cada una de
estas rebuscadas teorías no son lanzadas sin más, sinó que
son defendidas con otras tantas argumentaciones en las
que mejor ahora no me extenderé). Algunos, inclusive,
llegaron a especular con que se trató de alguien
estrechamente vinculado a la familia real (y lo cierto es
que exíste una elaboradísima teoría que avala dicha
versión, y el caso es que si uno la analiza detenidamente
da MUCHO que pensar...).
Sin embargo, ninguna de las versiones cuenta con las
pruebas necesarias para determinar la verdadera
identidad de quien, en su momento, fue la pesadilla de la
policía de Londres, el terror de las prostitutas y una gran
fuente de noticias para los periódicos de todo el mundo.
Alguien que de repente llegó de la nada, hizo algo tan
atroz como audaz, e igualmente de repente se esfumó en
la nada sin dejar el menor rastro tras de sí.

Los periódicos de la época se hicieron eco de la incapacidad de la


policía para dar con el psicópata.

También es interesante repasar la lista de sospechosos


"oficiales", que son unos cuantos: el abogado Montague
John Druitt, el comerciante James Maybrick, el pintor
Walter Sickert, el doctor Sir William Gull, el barbero
Aarón Kominski, el actor de teatro Richard Mansfield y
algún otro (exísten elaboradas teorías para incriminar a
cada uno de los mencionados, y cuando las analizas
algunas dan bastante que pensar, aunque
desgraciadamente en las mismas tampoco exísten pruebas
irrefutables que demuestren fehacientemente que alguno
fuese nuestro hombre).

Aquí véis las fotografías de algunos de los principales sospechosos


"históricos" de ser Jack el Destripador, incluyendo en primer
término el famoso retrato robot que hizo la policía actual
basándose en las diversas descripciones de la época de gente que
creyó haber visto al asesino. ¿Está entre estos rostros el suyo?.

En mi caso particular, os diré que he recorrido en dos


ocasiones Whitechapel, incluyendo varios de los puntos
de los célebres asesinatos. Una vez lo hice de día, y otra de
noche. Sigue siendo bastante impresionante (y aún es un
barrio relativamente marginal, pero menos que entonces).
Además, lógicamente la ciudad ha cambiado bastante en
el siglo y pico transcurrido desde aquellos siniestros días.
Algunos lugares aún se parecen bastante, otros un
poquillo, y otros han sido totalmente demolidos y
reconstruidos. Uno de los puntos más interesantes (en el
que incluso paré a tomar una jarra de cerveza) es el mítico
pub Ten Bells (sito en Commercial Street, a un tiro de
piedra de donde en su día estuvo la habitación de Mary
Jane Kelly).
El Ten Bells fue fundado en 1755, y hay gente que afirma
que su decoración se mantiene prácticamente intacta
desde los tiempos de Jack. El pub ha tenido muchas
conexiones con el Destripador (tanto es así, que durante
un tiempo llegó a llamarse Jack The Ripper, hasta que un
nuevo dueño le devolvió su nombre original). Ubicado
practicamente en el epicentro de las zonas en las que
operó el asesino, todas sus víctimas habían bebido y
trabajado tanto en el interior como en el exterior del
mismo. Annie Chapman (asesinada en Hanbury Street)
estaba trabajando como prostituta en ese bar la noche de
su asesinato. Es probable que hubiese conocido al
Destripador en el propio pub, el cual habría abandonado
con él más tarde esa misma noche. También se dice que
Mary Jane Kelly solía ofrecer sus servicios paseando por
sus inmediaciones. Es raro el libro, cómic o película sobre
el tema que no lo muestra en algún momento (o al menos
lo menciona). Una de las cosas que más me inquietó
cuando estuve en su interior fueron las estrechas
escaleras de madera (de esa que cruje al pisarla), que te
conducen abajo, donde están los servícios. Mientras las
bajas, puedes observar en la pared (iluminada por una
débil luz) reproducciones enmarcadas de diferentes
portadas de periódicos de la época, que con tétricos
dibujos y siniestros titulares narran los distintos asesinatos
que acabamos de repasar.

Cuando crucé entre las columnas doradas que flanquean la puerta


del míticoTen Bells no pude evitar pensar que muy probablemente
Jack el Destripador también pasó entre ellas mucho tiempo antes
que yo. Eso me produjo un pequeño escalofrío.

Las escaleras que bajan al lavabo subterráneo también son de lo


más inquietante...

Y ya sin más dilación, paso a comentaros algunas de las


obras de la cultura popular que se nutren de la fatídica
historia de Jack el Destripador, por si tras leer éste
artículo os pica la curiosidad y queréis profundir un poco
más en el tema.
Huelga decir que exísten infinidad de libros que abordan la
temática. Por razones obvias solo comentaré aquí los que
tengo en mi colección particular, que además son los que
he leído hasta la fecha. Veréis que junto a cada reseña he
añadido la impresión que me produjo cada uno de ellos:
Retrato de un asesino: Jack El Destripador. Caso Cerrado:

Un libro de 400 páginas, que narra con todo lujo de


detalles los pormenores de la investigación real sufragada
con una importante porción de la fortuna de su autora, la
millonaria y excéntrica escritora Patricia Cornwell, que no
quiso reparar en gastos para llevarla a cabo. Sólo puedo
decir que cuando finalicé su lectura me sentí
tremendamente estafado. Argumentos insostenibles,
deducciones descabelladas y conclusiones que dan
verguenza ajena. En ciertos momentos uno llega a pensar
(al menos a mí me ocurrió), que incluso se manipulan
intencionadamente ciertas pruebas para forzar la penosa
teoría de Cornwell. Pero el "gran pecado" de esta chapuza
monumental para mí radica sin duda en la pretenciosa
afirmación final (sólo el título de la obra ya es
tremendamente pretencioso), donde la autora, sin
cortarse un pelo, afirma haber dado al fin con la identidad
del mítico psicópata (por cierto, uno de los sospechosos
"clásicos"), afirmación lanzada además de modo tajante
para no dejar ni el mínimo resquicio de duda en la mente
de los lectores (supongo que había que justificar de algún
modo el enorme gasto de la "investigación"). En resúmen,
me ha parecido uno de los peores libros sobre el tema. No
se lo recomiendo a nadie.
Otoño de Terror (Jack el Destripador):

280 páginas. Un apasionante y minucioso trabajo de


investigación a cargo de Tom Cullen, que con cada
capítulo nos lleva a un giro inesperado, a un nuevo
misterio. La manera trepidante en que son narradas las
acciones del asesino impiden que se suelte el libro hasta
haberlo terminado. Formidable el capítulo que analiza uno
a uno a los sospechosos clásicos. Esta obra sí que os la
recomiendo encarecidamente. Os cautivará.
El Diario de Jack el Destripador:

475 páginas. Cada pocos años, la aparición de nuevos


documentos, la declasificación de informes oficiales o
nuevas investigaciones arrojan nueva luz sobre el caso de
Jack el Destripador. Recientemente, apareció un
documento, que por su relevancia ha conmocionado a
todos los investigadores interesados en el tema.
El documento en cuestión no es más (ni menos), que un
diario supuestamente escrito del puño y letra de Jack el
Destripador, donde da testimonio de los crímenes
cometidos, sus sentimientos y sus motivaciones a la hora
de cometerlos.
Este diario ha sido cuestionado por parte de los estudiosos
en el tema, y su publicación ha estado envuelta en la
polémica. La aparición de este diario es también
misteriosa: Mike Barret, de Liverpool, lo mostró a una
editorial londinense en 1992. Él a su vez lo obtuvo de su
amigo, Tony Deveraux, el cual murió poco después, sin
revelarle cual era el origen del diario. Pese a la antiguedad
del papel sobre el que fue escrito, y de la tinta empleada
para hacerlo, la mayoría de los investigadores creen que
es un fraude. A mí también me lo parece, por lo que no os
lo recomiendo.

La Maldición de Whitechapel:
304 páginas. De Janire Rámila. Un relato fiel de los hechos
originales, donde la niebla, el traqueteo de los carruajes y
el humo de las miles de tabernas que poblaban
Whitechapel se convierten en actores secundarios de la
historia.
Gracias a este libro el lector llega a comprender en qué
falló la actuación policial, por qué y cómo mataba
realmente el Destripador a sus víctimas, cómo se hubiera
desarrollado actualmente esta investigación con las
modernas técnicas forenses y quién pudo esconderse
realmente bajo la capa y chistera del primer asesino en
serie moderno. Una lectura apasionante que sin duda os
recomiendo con los ojos cerrados.

Jack el Destripador. Cartas desde el infierno:

382 páginas. Los autores Stewart P. Evans y Keith Skinner


han sido los primeros en haber leído y examinado TODA la
correspondencia que se conserva de los asesinatos de
Whitechapel, y en este valioso libro se reproducen y
transcriben todas las cartas del más famoso asesino de
todos los tiempos, se comparan sus caligrafías, además de
mostrarse infinidad de fotos de las mismas. Una obra muy
interesante que también os recomiendo.
El monstruo de Londres. La leyenda de Jack el
Destripador y Jack el Destripador. La leyenda continúa:

El primero de ellos, con sus 243 páginas, supuso la


primera incursión del doctor Gabriel Antonio Pombo en la
época victoriana y en la historia del infame criminal.
Se trata de una obra interesante, que mereció diversos
elogios de la crítica especializada, incluyendo la famosa
revista Ripperologist (concretamente en sus núms. 97 y
98).
En el segundo, de 359 páginas, Pombo presenta la
continuación de la historia iniciada en el anterior, pero
empleando un lenguaje más coloquial, introduciendo
diálogos, y dando algo más de vida a los personajes. Es
decir, prácticamente a modo de novela histórica.
Sea como fuere, en ambos casos se trata de una lectura
amena, con un estilo cercano, que llega al lector, y donde
cabe destacar la extensa documentación empleada por el
autor.
Exísten también algunos cómics sobre el caso, en general
bastante interesantes. Yo tengo los siguientes:

From Hell:

Una mastodóntica obra de más de 500 páginas realizada a


lo largo de 10 años (1988-98) y que ya está considerada la
obra más importante de Alan Moore (a la sazón uno de los
guionistas más importantes de la historia mundial del
cómic) junto con Watchmen; incluso hay algunos que la
consideran su obra más ambiciosa, incluso por encima del
citado Watchmen. Con dibujos (en B/N) de Eddie
Campbell. ¿Qué más puedo deciros?. Si te va el tema del
Destripador y no has leido esta obra es que te falta un
tornillo. Excelentemente documentada y precisa,
abanderando una de las teorías más inquietantes que
exísten al respecto, es un trabajo totalmente Im-pres-cin-
di-ble.

Asesinatos Victorianos:

230 páginas. Otro cómic bastante interesante, esta vez a


cargo de Rick Geary. El tomo contiene tres historias más o
menos contemporáneas entre sí. La primera de las cuales
(como no), se titula Jack el Destripador. Las otras dos, son
El misterio de Mary Rogers y El asesinato de Abraham
Lincoln. Una obra muy cuidadosa en general con los
detalles históricos, y con un estilo de dibujo (también en
B/N) que recuerda bastante a los que hacían en los
periódicos de la época para describir los asesinatos. No
llega al nivel de intensidad de From Hell, pero aún así
merece mucho la pena.

Las mil caras de Jack el Destripador:

82 páginas. De factura española, con este álbum se


inauguraba en 1986 la colección Joyas de Creepy, tras
haberse publicado previamente en nueve entregas (a lo
largo de 1984) en la edición española de Creepy. En sus
páginas (como los anteriores en B/N), Antonio Segura y
José Ortiz fantasean con una hipotética continuidad de los
asesinatos (más allá de donde se detuvieran en la vida
real), mostrando al lector que quizá al amigo Jack podría
haberle salido algún que otro imitador. Una obra
ciertamente entretenida, pero sin el menor rigor histórico.
En modo alguno me parece un mal cómic, pero tampoco
se hace imprescindible.
Y ya para finalizar éste somero repaso a las incursiones del
Destripador en la cultura popular, quiero comentaros las
películas que tengo acerca del caso.
Sherlock Holmes. Asesinato por Decreto:

Dirigida por Bob Clark, y protagonizada por Christopher


Plummer y James Mason (como Holmes y Watson
respectivamente), como su título ya nos indica, se trata de
un curioso cruce entre un personaje real, Jack el
Destripador, y un personaje literario como es Sherlock
Holmes. Ahonda en una de las teorías más célebres para
explicar la motivación de los asesinatos (y por que nunca
se descubrió al autor de los mismos). Es, por cierto, la
misma que nos cuenta Alan Moore en su gran From Hell
(aunque este film es anterior al citado cómic). Me gustó
bastante. Os la recomiendo.
Desde el Infierno:

Dirigida por los hermanos Hughes, y protagonizada por


Johnny Depp en el papel del inspector Abberline, se trata
supuestamente de la adaptación oficial del From Hell de
Moore (aunque disculpad si me da la risa ante semejante
afirmación). El cómic le da MIL VUELTAS a esta película,
que si bien cumple su misión de entretener al espectador,
no pasa de ahí. Nada que ver con la exquisita adaptación
del cómic y su cuidada aproximación a los hechos
históricos. Aquí se toman numerosas licencias, como por
ejemplo mostrar a Abberline (Depp) como un investigador
que se vale de las premoniciones que le produce fumar
opio para seguir el rastro del asesino. Os juro que esa
patochada no está en el cómic. Eso sí, el Ten Bells sale
cantidad. Vedla si queréis pasar un rato entretenido, pero
no lo hagáis si lo que buscáis es documentación real.
Jack el Destripador:

He dejado mi favorita para el final. Dirigida y producida


por David Wickes, y protagonizada por el gran Michael
Caine en el papel del inspector Abberline (el mismo
personaje que hace Depp en la anterior, pero mucho más
realista y creíble aquí), en realidad no es una película al
uso, sinó que fue una miniserie de dos capítulos hecha
directamente para televisión (aunque yo la tengo
recopilada en un solo Dvd y montada como un filme
tradicional). Es tan sumamente rigurosa y detallista en los
datos que aporta, que en ciertos momentos casi te parece
estar viendo lo que sucedió de verdad, y tal y como debió
suceder. De hecho casi parece un documental
interpretado por actores. La producción la estrenó la BBC
en 1988, justo cuando se cumplió un siglo de los
acontecimientos. ¿Si os la recomiendo?. Mirad: si consigo
que leáis el cómic de Moore, y que veáis esta "peli", habré
cumplido con creces el objetivo que tenía cuando decidí
escribir éste artículo-

THE MYSTIC BUBBLE blog 15 de


enero de 2012

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