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AGENCIA DE
SEGURIDAD 1
MAYA R. STONE
Maya R. Stone, Abril 2022.
©Todos los derechos reservados
Prohibida la reproducción total o
No algo, no. Ella forzó las cosas para que entre ellos
surgiera la chispa que los conduciría al felices para siempre.
No contempló por un minuto que podrían ser amigos, o
conocidos, o amantes de una o varias noches. No.
En su mente él siempre fue su mitad, su amor, su
pareja. Fatal error. Claramente, y de su parte. La culpa era toda
suya. El pobre Matt no había sabido qué hacer con tanta
intensidad no deseada. Rio amargamente.
La historia de su vida con los hombres. Pero nunca
antes le había dolido así. Nunca antes había estado enamorada.
Había sido verlo por primera vez en su habitación de la
universidad, y había quedado prendada e intrigada. Luego,
cada vez que lo vio había sido un paso hacia su
enamoramiento total.
Rendirse ante la masculinidad poderosa de Matt
Turner, ante su voz profunda que pronunciaba lo justo, ante
sus ojos claros que miraban hondo, ante su cuerpo de guerrero
antiguo forjado por la guerra y el entrenamiento constante,
ante sus instintos de protección y justicia, había parecido lo
correcto, inexorable y perfecto.
3 meses después.
—Bastardo presuntuoso—murmuró.
—Contesta, necio.
—Se nota.
Mmm, ¿Okay? No era lo más galante para decir, pero
era Matt, después de todo. No podía esperar… Joder, ¿por qué
no? ¿Por qué no podía esperar un poco de gentileza de su
parte? ¿No podía comportarse como un ser humano normal?
—Sí, claro, no es un pent-house, ni está decorado por
el staff más sofisticado de California, no se compara a los
espacios que frecuentas, pero…—dijo con rabia, pero el gesto
de él la hizo desistir. No tenía caso—. ¿En qué te puedo
ayudar, Matt?—indicó, envarándose en la silla y quitando toda
expresión de su rostro.
—Cheryl, no te molestes, no lo dije con un sentido de
crítica. Discúlpame. Quise decir que le falta tu personalidad.
Color, detalles, eso.
Su voz profunda y con un dejo de turbación atemperó
su molestia, y a la vez la extrañó. No parecía propio de él
disculparse, y menos percibir que había herido sus
sentimientos. Sus ojos clavados en ella, campeando por su
figura en una actitud para nada común en él eran enervantes.
De habitual la miraba a los ojos o la evitaba, llanamente.
—Bien.
Carraspeó y restregó sus palmas en su…Ah, joder,
estaba envuelta solo con su bata; su corta y apretada bata,
diseñada para estar sola y cómoda en casa y no en presencia
del hombre más sexy del mundo. Se sonrojó y se incorporó
con rapidez, poniendo la silla por delante suyo, como si esto
disimulara algo.
—Lo es.
—¡Al punto, joder!—dijo Amelia.
—Me pareció que había un vehículo igual al de Matt
cerca, pero deseché la idea de que pudiera ser él. El caso es
que estaba por ducharme cuando escuché los golpes en la
puerta. Urgentes, secos. Creí que sería el pesado del 5B, que
siempre tiene algo para pedir, y abrí sin más. Y ahí estaba él.
—Descríbelo—ordenó Brianna, y Cheryl enarcó las
cejas—. Hazme gusto. Me gusta imaginarme todo en detalle.
—Sí.
—Cheryl, ¿qué pasa contigo?—preguntó Tina—. Uno
supondría que este debería ser un momento de éxtasis. Que
estarías gritando y saltando, enloqueciéndonos.
—Tengo miedo—confesó—. ¿Qué tal si es un error?
¿Qué tal si recapacita y luego de unos días se da cuenta de que
se equivocó? ¿Que actuó guiado por orgullo, al ver que otro se
interesa por mí? Sería devastador, chicas.
Dijo esto en voz muy baja, y la humedad que sintió en
sus mejillas le hizo ver que lloraba. Carajo, no lloraba desde
niña.
—Ay, cariño, tranquila—dijo Amelia.
—Cheryl, este no es momento para flaquezas o dudas.
Entiendo lo que sientes, pero tú eres fuerte y valiente. No va a
detenerte la idea de que puedes fracasar. Si tú eres como un
cohete, tía, te lanzas y preguntas luego —señaló Tina.
CHERYL: ¿Y eso?
MATT: Hawk y Jeff me dieron algunas ideas, pero
implicaban cadenas y rotura de neumáticos, por lo que las
deseché.
CHERYL: Hiciste bien. Suena un poco excesivo, pero
¿qué esperar del grandote? Emoticón de risa.
—Eso pensé.
Condujo con calma y cuidado, para luego acelerar al
tomar la autopista para dirigirse a su destino.
—¿Jugamos?
—Tengo dudas.
El gesto de él fue de asentimiento, y extendió su mano
para acariciar la suya sobre la mesa.
—Está bien, Cheryl. De veras. Esta noche es un regalo
formidable, preciosa. Que me hayas dado sitio, que aceptaras
esta salida, ya es un premio increíble. No lo merezco por cómo
procedí, pero espero que sea el inicio de algo grande y
hermoso.
—Hacerte gozar.
—Eso me pareció.
Recolectó la ropa que estaba desperdigada por el piso y
se la acercó, inclinándose para darle un beso, y la ayudó luego
a incorporarse. Ella se alzó sobre sus talones y le devolvió el
beso con calor, con la vestimenta en los brazos.
—Voy a buscar una bata. No te vayas antes de que
hablemos.
—Aquí te espero—le aseguró, y casi se corre ahí
mismo cuando la vio alejarse con premura hacia el baño, su
culo bamboleando.
Era una escultura de mujer, y sería suya. Suspiró y
cerró los ojos para calmar a su polla. Su mano tendría tarea
extra al regresar, y todas las imágenes nuevas serían
combustible implacable para correrse en la soledad de su piso.
Pero valía la pena, joder.
—Hawk—dijo ella.
—¡Joe! ¡Joe!
—¿Posibilidad de embarazo?
—Tengo un DIU colocado, Matt. No lo pienses más,
¡fóllame!
A la vez que lo decía se elevó, y tomó su polla,
dirigiéndola con decisión a su centro, y él se encontró en la
entrada de su vagina, su miembro pulsando urgente y
necesitado. Su cara tenía que estar trasmitiendo la intensidad
que sentía, y el esfuerzo por contenerse para no empujar y
meterse de un solo envión en ese canal divino.
—¿De verdad?
Se despegó sonriendo. Le encantaban los regalos, y
Matt tenía la habilidad de elegirlos bien. No eran constantes ni
hiper caros, pero si significativos y le llegaban al corazón.
Flores, perfumes con aromas increíbles, lingerie que quería ver
en ella, un programa sofisticado para llevar la contabilidad, y
lo más increíble: la renta pagada por diez años de una oficina
preciosa con una vista espectacular, a escasos doscientos
metros de la Agencia.
Respuesta correcta.
—Sí, Matt. Sí a estar en tu vida, sí a ser tu esposa, sí a
ser la madre de tus hijos—susurró, y él echó la cabeza atrás y
rio.
—¡Qué alivio! Conociéndote, podrías haber querido
cumplir cada ítem de una de esas listas tuyas antes de caminar
al altar.
—Colócame el anillo, Matt.
Él asintió, y con suavidad lo deslizó por su dedo.
—Tu dijiste que este sitio era especial, y lo pienso así.
Desde aquí te observé muchas veces, por un resquicio de la
cortina, mientras recorrías el sitio hablando con los chicos.
—Igual yo.
EPILOGO
—Bebe, mi amor.
¡Hasta la próxima!
Maya.