La Guerra Fría protagonizó la segunda mitad del siglo XX al
enfrentarse los bloques capitalista y comunista en guerras, política y economía. La Guerra Fría es el periodo entre el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y la caída de la Unión Soviética en 1991 que dividió al mundo en el bloque occidental capitalista, liderado por Estados Unidos, y el oriental comunista, encabezado por la URSS. Entre ambas superpotencias existía una tensión permanente, escalada por la carrera armamentista y el desarrollo de armas nucleares. Como temían destruirse, nunca llegaron a una guerra directa, pero sus enfrentamientos provocaron conflictos locales. Tanto Estados Unidos como la URSS intervinieron en la política interna de muchos países para reprimir a la disidencia, reforzar a sus aliados e impulsar golpes de Estado para expandir su influencia. Al mismo tiempo, se combatían a través de la propaganda ideológica y el espionaje a través de sus agencias de inteligencia, la CIA y la KGB.
La Guerra Fría en el resto del mundo
La tensión aumentó con la crisis de Berlín en 1949 —que dividió Alemania en un país capitalista y otro comunista—, el final de la guerra civil china ese mismo año y el inicio de la guerra de Corea al siguiente. Además, la URSS probó con éxito su primera bomba atómica, lo que disuadió a Estados Unidos e instauró el temor a la destrucción mutua. Aunque hubo episodios de riesgo límite, como la crisis de los misiles en Cuba de 1962, se pudo evitar el enfrentamiento nuclear. Sin embargo, las dos superpotencias se enfrentaron indirectamente en varios conflictos. Por un lado, en la guerra de Vietnam (1955-1975) se impusieron las fuerzas socialistas con el apoyo de la URSS, China y Cuba, dando un duro golpe a Estados Unidos. Por otro, en la guerra de Afganistán (1978-1992), los insurgentes islámicos fundamentalistas, los muyahidines, contaron con ayuda estadounidense para desgastar al régimen socialista y a los soviéticos hasta provocar su retirada.