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Corporación Región
Calle 55 Nº 41-10
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A.A. 67146
Medellín, Colombia
Email: coregion@epm.net.co
Pág. Web. www.region.org.co
ISBN: 958-8134-10-2
Editora
Marta Inés Villa Martínez
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Miedos de ayer y de hoy
Jean Delumeau . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
La dimensión política del miedo
Las incidencias del miedo en la política:
Una mirada desde Hobbes
María Teresa Uribe de H. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Somos ciudades sin muros:
El temor y la política en la síntesis tomana
Jorge Giraldo Ramírez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
"Seguridad": Historia de una palabra y de un concepto
Jean delumeau . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
Memoria y miedos
La rutas narrativas de los miedos:
Sujetos, cuerpos y memorias
Pilar Riaño Alcalá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
!
Miedos y secretos en la memorias de la represión política:
Un estudio de caso en la frontera argentio-brasileña
Alejandro Grimson . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107
Nuestros miedos
Norbert Lechner . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
El miedo en la ciudad
Que te coge el holandés:
Miedos y conjuros en la ciudad de San Juan
Silvia Álvarez Curbelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159
Eco del miedo en Santafé de Bogotá
e imaginarios de sus ciudadanos
Soledad Niño Murcia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189
La vivienda. Los miedos de la ciudad
Jorge Echavarría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213
Caras y contracaras del miedo en Medellín
Luz Amparo Sánchez Medina, Marta Inés Villa Martínez y
Ana María Jaramillo Arbeláez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223
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Presentación
Nadie está a salvo, La era del terror, El planeta del miedo, Te-
rrorismo, el nuevo enemigo o El mundo en jaque, fueron algunas de
las muchas expresiones que circularon a propósito del ataque terrorista per-
petuado el 11 de septiembre del 2001 contra las torres gemelas del World
Trade Center en Nueva York y dan cuenta del límite que desde entonces
transita la sociedad. Aunque aún no alcancemos a medir a cabalidad su im-
pacto en las maneras de entender y ser en el mundo, es claro que con el
ataque a las torres no sólo murieron de manera infame miles de personas
provenientes de más de 37 países del mundo, con su derrumbe que-
daron en entredicho, ya para siempre, nociones bastante caras a las socie-
dades contemporáneas como la seguridad, la estabilidad y el orden.
Las reacciones y sentimientos generados a propósito de este hecho,
han permitido visibilizar, aún más, el papel del miedo como ordenador
de las sociedades y el mundo actual. No es que antes no existiera o no
cumpliera este papel; el miedo o mejor, los miedos, siempre han existi-
do y existirán. Sólo que las fuentes, las maneras de enfrentarlos y, sobre
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todo, el sentido que adquieren según los contextos socio culturales que
hacen posible su emergencia, cambian. Sin embargo, correspondiente
con un mundo conectado, las narrativas del miedo se han globalizado y
hoy ya es casi imposible sustraerse de esa comunidad de amenazados que,
como dice Ulrich Beck, teje lazos de solidaridad, parámetros de compor-
tamiento cotidiano, usos del espacio y prácticas políticas, en torno a la
consigna !tengo miedo!
Deconstruir estos miedos, entender sus particularidades pero tam-
bién el sustrato común a ellos como humanidad y sociedad, en otras
palabras, hacer reflexivos los miedos, es hoy una tarea con profundas
implicaciones sociales y políticas y plantea nuevos desafíos interpretativos
a las ciencias sociales y humanas. Pensando en esta doble dimensión,
académica y social, la Corporación Región se ha tomado en serio el reto,
de un lado, realizando una labor investigativa que nos permita entender
los miedos de la ciudad, de otro, creando espacios de reflexión y discu-
sión académica con investigadores que, desde diferentes disciplinas,
temporalidades y latitudes, piensen la dimensión social del miedo.
Este libro es una concreción de este compromiso. Algunos de los
ensayos que presentamos a continuación, hicieron parte de la reflexión
realizada en agosto de 2001 en Medellín, durante el seminario La cons-
trucción social del miedo. Una lectura de la experiencia en las ciudades
contemporáneas. Durante este evento, pudimos constatar además de
la importancia del tema y su vigencia como un asunto que ha preocupa-
do a través de la historia, su potencialidad como lente para mirar la so-
ciedad; esto es, que, a través suyo, es posible plantear nuevos interrogan-
tes, por ejemplo, sobre las nociones de orden, amenaza, seguridad, liber-
tad o sobre la forma cómo en los miedos construidos y sus repuestas, se
leen las lógicas del poder, los mecanismos de control social, las
socialidades, las memorias o las creencias.
Lo que ofrecemos con este texto es una reflexión sobre la dimensión
social del miedo a través de diferentes autores y perspectivas analíticas
que transitan por espacios y tiempos también distintos; pasados y pre-
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sentes que nos hablan del mundo occidental y de América Latina; rela-
tos sobre la forma como se construyen y circulan los miedos en Argen-
tina, Chile, Colombia y Puerto Rico.
A modo de entrada, Jean Delumeau nos ofrece con el artículo Mie-
dos de ayer y de hoy, una perspectiva histórica para entender la permanen-
cia y los cambios de los miedos en el mundo occidental. No son iguales
los miedos pero hay continuidades que es necesario entender.
Luego abordamos La dimensión política del miedo, apoyándonos en las
reflexiones propuestas por María Teresa Uribe sobre el miedo en Hobbes
y, Jorge Giraldo con el miedo según Santo Tomás de Aquino. En am-
bos casos, se da cuenta de cómo cada uno de los pensadores aborda el
tema, pero no de una manera desprevenida: se ofrecen como horizon-
tes posibles para pensar, en su dimensión política, los miedos que hoy
aquejan a las sociedades. Cerramos esta parte con otro texto de Jean
Delumeau en el que aborda un tema central en la dimensión política del
miedo, la seguridad, un concepto que, como veremos, también ha sufri-
do profundas transformaciones en el modo como ha sido entendido por
las sociedades modernas.
La parte siguiente, Memoria y miedos, muestra los múltiples entrecru-
zamientos ente el pasado y presente a través de relatos que en contextos
diferentes, dan cuenta del papel del miedo en la construcción de una
memoria colectiva. Pilar Riaño se ubica en la ciudad de Medellín y en-
cuentra, en el relato de jóvenes marcados por la violencia, la pervivencia
de mitos rurales que actualizan sus miedos de hoy. Alejandro Grimson
nos habla de la frontera Argentino-brasileña y nos sumerge en una na-
rración en la que se entrecruzan relatos y memorias de desaparecidos y
tesoros. Terminamos esta sección con Norbert Lechner quien, hablán-
donos de Chile y, partiendo de reconocer una memoria histórica marca-
da fuertemente primero por la dictadura y luego por la incertidumbre
propia del proceso de transición democráctica, explica los miedos de hoy
de los chilenos.
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En la última parte, El miedo en la ciudad, el acento está puesto en el
lugar del miedo en los contextos urbanos contemporáneos. Comienza
esta incursión con el texto de Silvia Álvarez quien, desde una perspecti-
va histórica, nos habla de los miedos de San Juan de Puerto Rico, leídos
a través de una exposición museográfica en la que se muestran los mie-
dos silenciados, los que permanecen, los que emergen y los que se trans-
forman. Posteriormente, Soledad Niño nos propone, además de una con-
ceptualización sobre el miedo, una mirada sobre Bogotá y la forma cómo
allí son narrados los miedos a partir de figuras y espacios. Finalmente,
dos artículos que aluden, desde perspectivas diferentes, a la ciudad de
Medellín: en primer lugar, Jorge Echavarría quien, a través de la relación
vivienda-miedo propone una reflexión sobre la generalización de los ries-
gos y sus posibilidades de domesticación a través de la vivienda en las
urbanizaciones cerradas. El segundo y último, es presentado por Luz
Amparo Sánchez, Marta Inés Villa y Ana María Jaramillo, quienes ofre-
cen una mirada sobre los miedos que circulan en Medellín y las repues-
tas que se generan, desde el campo de las socialidades.
Hoy, después de aquel martes 11 de septiembre, estamos aún más
convencidos de la necesidad de que la sociedad hable de sus miedos, los
analice y entienda. Sólo así será posible darles cabida, de manera reflexi-
va, como componentes inevitables del devenir de la humanidad y pon-
derar los discursos de orden y seguridad que prometen su eliminación.
Darle al miedo su justa medida. He ahí un gran reto para la construcción
de sociedades democráticas y, por qué no seguir insistiendo, de ciudada-
nos libres.
Esperamos que este texto sea un aporte a esta búsqueda.
Marta Inés Villa Martínez
Febrero 2002
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Miedos de ayer y de hoy*
Jean Delumeau
Doctor en historia, Honoris Causa de universidades
de Portugal, Inglaterra, España y Bélgica
Profesor de historia del Colegio de Francia
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MIEDOS DE AYER Y DE HOY
tero. Esa descarga es, en sí misma, una reacción utilitaria de legítima de-
fensa, que sin embargo el individuo no siempre usa oportunamente. Al
volverse colectivos, los temores pueden transformarse en pánicos. Fran-
cia experimentó varios casos en su historia: Gran miedo campesino de
1789; desbandada desordenada de las tropas de Napoleón 3 en 1870 fren-
te a los prusianos, evocada por Zola en la Débacle (1892); éxodo masivo
de junio de 1940 en el cuadro de Goya que lleva por título La panique
(El pánico, Museo del Prado), un gigante cuyos puños golpean un cielo
lleno de nubes, parece justificar el enloquecimiento de la muchedumbre
que se dispersa desesperada en todas las direcciones.
La siquiatría distingue miedo y angustia. El miedo tiene un ob-
jeto preciso al cual se puede enfrentar ya que está bien identificado. La
angustia, al contrario, es una espera dolorosa frente a un peligro aún más
temible que no se identifica claramente. Es un sentimiento global de
inseguridad. Sin embargo, miedos que se repiten, pueden provocar cri-
sis de angustia. Un temperamento ansioso puede estar más sujeto a mie-
dos. Así como el temor, reacción fundamentalmente sana de alerta pero
susceptible a múltiples derivas, la angustia es ambivalente. Es vértigo del
nada y esperanza de plenitud. Kirkegaard, en 1844, en el concepto de an-
gustia, vio en ella el símbolo de la condición humana. Desde luego, no
hay libertad sin riesgo y tampoco sin angustia.
A pesar de su carácter natural, el miedo ha sido durante mucho tiem-
po oculto, o culpabilizado por el discurso de nuestra civilización. Una
confusión ampliamente aceptada establecía ecuaciones entre miedo y co-
bardía, valentía y temeridad. Así, la historia del miedo es también la de
su culpabilización en contextos culturales que valoran prioritariamente
la valentía militar. En su Tratado de pasiones, Descartes asimila el miedo a
un exceso de cobardía: Escribió: la cobardía es contraria a la valentía,
como el temor o el espanto lo son a la intrepidez.
Además, la fórmula de Virgile, el miedo es la evidencia de un naci-
miento bajo (La Eneida, 4, 3) tuvo larga posteridad. Montaigne, en el
siglo XVI, y La Bruyère en el siglo XVII, atribuyen a los pobres, una pro-
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MIEDOS DE AYER Y DE HOY
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MIEDOS DE AYER Y DE HOY
bre diciendo que hacía una noche negra cuando ocurrió, y que la
buena luz se había ido totalmente del firmamento.
Las letras clásicas y la Biblia durante mucho tiempo conjugaron sus
efectos para inducir en los espíritus el temor y la noche. Cicerón clasifi-
ca entre los hijos de la noche, al miedo, el trabajo, la vejez y la tristeza.
El simbolismo cristiano asocia la sombra al mal y convierte a Satán en el
soberano del imperio de las tinieblas. Del mismo modo, Nashe declara
que la noche: es el libro negro del diablo donde se inscriben nuestros
pecados y que el sueño es la vía real de la tentación y condenación. La
obra de Shakespeare no cuenta con menos de un 25% de situaciones
nocturnas en sus tragedias. MacBeth evoca la mano invisible y sangrante
de la noche. El ojo de la noche es negro, como una cuenca vacía (Rey
Lear). Bajo su influencia los cementerios se abren y el infierno exhala
sus pestilencias. (Hamlet). La noche es anunciadora de muerte (Jules
César), etc. Es probable que el miedo a la noche durará hasta que los
hombres la asimilen al temor justificado a las agresiones nocturnas. De-
bido a esto, se generó la necesidad del alumbrado público en las aglo-
meraciones. Como historiador, quisiera recordarles los principios con el
caso de París. Fue decisiva la decisión tomada por el teniente de policía
de París, La Reynie, en el año 1667, de colocar luces en las calles. Más
adelante, un decreto estipuló que a partir del 20 de octubre de cada año
y hasta el último día de marzo, las campanas de las principales calles in-
dicaran cada día el momento para encenderlas.
En esta época, París, que contaba con 500.000 habitantes tenía, se
supone, 2.736 luces. Louis XIV ordenó acuñar una medalla cuya leyen-
da proclamaba Securitas et nitro (seguridad y luz). Tal innovación suscitó
la admiración de los contemporáneos. Uno de ellos escribió:
La invención de alumbrar París durante la noche con una infinidad
de luces, merece que los pueblos más lejanos vengan a ver lo que ni
los griegos, ni los romanos habían pensado hacer para la vigilancia y
cuidado de sus repúblicas.
El alumbrado público llegó a Londres en 1668, en Ámsterdam en el
1669, a Copenhague en 1681, a Viena en 1687, etc. A finales del siglo
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Ahora llegamos al caso de Francia. Hasta los años 60 del siglo XX,
el número de crímenes y delitos constatados se mantuvo estable en
500.000 cada año aproximadamente. Después aumentó mucho para al-
canzar hoy 4 millones. Si dentro de esta estadística se aíslan los robos de
los otros casos de violencia, se observa que se multiplicaron por 23. En
el año 2000 únicamente, según el Ministerio del Interior el aumento de
crímenes y delitos fue de un 5,72 %, y de nuevo aumentó en el primer
semestre del 2001, siendo las causas principales de este aumento, las
denominadas delincuencia económica y financiera, particularmente las
relacionadas con tarjetas bancarias.
En resumen, en casi todos los países del mundo, la inseguridad bajo
todas sus formas, violenta o no, ha tenido un gran aumento y muy pocos
son los países, como Finlandia y Japón, que constituyen las excepciones.
Todos los observadores relacionan esa degradación en relación con
la multiplicación en el siglo XX de grandes ciudades que sobrepasan el
millón de habitantes.
Un cambio de situación permite aclarar este asunto. La ciudad era
antes un lugar de relativa seguridad con respecto al campo. La ciudad de
la Edad Media y de la época clásica se percibía y se vivía como un lugar
de cultura y de civilización y también como un espacio protegido por
murallas, mejor administrada que el campo, y que disfrutaba de un abas-
tecimiento mejor asegurado, que gozaba de una mejor fuerza de policía,
que era dotada de mejores instituciones judiciales y además de hospita-
les y escuelas. El filósofo francés del siglo XVII, Descartes, quien vivía
en Ámsterdam hizo el elogio de la ciudad:
¿Cuál otro lugar se podría escoger... donde se podría gozar de una
libertad tan cumplida, donde se podría dormir con menos preocu-
paciones, donde habría siempre un ejército listo para protegernos,
donde envenenamientos, traiciones, calumnias serían menos cono-
cidas?
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MIEDOS DE AYER Y DE HOY
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