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92 IDENTIDAD CULTURAL, CIENCIA Y TECNOLOGIA EL BANQUETE TECNOLOGICO UNIVERSAL 93

sar cuanto antes en el terreno de lo “universal”. Lo que esta crítica


nos. Después de todo, no es una ciencia peligrosa: mientras la tribu
desconoce es que lo “universal“ no es una sustancia concluida que,
está ocupada con el “pasado” (entendido de esa manera), no hay
a la manera de una diosa romana, nos está esperando para darnos la
ningún problema con el presente y con el futuro. Otra cosa sería ese
bienvenida en su seno, sino un ámbito al cual se accede a partir de pasado y esa tradición entendidos como marco político de la cultu-
la propia identidad. ra nacional, para lo cual es necesario comprender la situación no
Y para esto es necesario partir de las antípodas: del reconoci— como “paisaje", sino como proyecto.
miento de que toda cultura está situada (lo sepa o no, lo proclame o En efecto, la situación es pro-"yecto en un doble sentido: alude
lo oculte) y que sólo desde la asunción madura de esa situacionali— por un lado a lo que es, a lo que está; y por otro, a lo que es necesa-
dad es posible proyectarse más allá de sí misma y realizar la expe- rio hacer nacer, a lo que desde el futuro viene a rescatar nuevos
riencia de lo Otro, de lo planetario, de lo “universal”. valores y a proyectarlos. En este sentido la cultura nacional no es
Por eso es necesario distinguir entre una universalidad abstracta “provincianismo”, ni simple “indigenismo”, ni “folklore”: es, como
y una universalidad situada. alguna vez se dijo de la poesía, un arma cargada de futuro. Ella enla-
La primera es producto de uno o varios “particulares” que me- za firmemente a un pueblo con su pasado, con su tradición y, para-
diante cualquier artilugio —en general, la guerra—, se autoerigen en dójicamente, lo libera de su particularismo, lo inserta en ese ámbito
“universales” sin más y de allí en adelante incorporan al “imperio” donde es posible el diálogo con los otros pueblos, con las otras cul-
a todas las formas nacionales; mientras que la universalidad situada turas. Los griegos también entendieron esto muy bien —aunque sus
se construye como ámbito respetuoso de las diferencias (de los pue- repetidores lo copien mal—. La voz arjé, que se traduce como “prin—
bios) como totalidad abierta que pide y acepta las diferencias nacio- cipio” o “fundamento”, viene del verbo arjein, que significa “ser el
nales y que se niega a vestir los atributos del imperio.11 Los griegos primero”, pero también “comenzar”, “conducir y gobernar”. Lo
y los romanos (dos culturas profundamente nacionales) han sido nacional no es el “pasado” que como principio (formal) quedó
fundadores y maestros de la primera escuela: primero defendieron atrás; es lo que está por delante y cumple el doble servicio de “uniw
lo propio como cultura (rechazando lo ajeno como barbarie) y lue- versalizarnos” y remitirnos siempre, sin embargo, a nuestro propio
go presentaron su cultura nacional como “universal” sin más... y hogar. Acaso ahora se comprenda mejor aquello de “pinta tu aldea
por cierto que hicieron escuela. La pena es que nuestros “universa— y pintarás el mundo”.
listas” dependientes los hayan copiado exactamente al revés: bauti— Por cierto que todo esto resulta de fundamental importancia
zaron lo propio como “barbarie” y comprendieron lo ajeno como para el tratamiento del post-industrialismo y de la revolución cientí-
“cultura”, no quedándole otro camino que el de “copistas” o “tra— fico-técnica que lo posibilita. Esta tampoco es una revolución “uni—
ductores” acelerados. En el mejor de los casos con algo de “sabor versal sin más”, sino un desarrollo muy situado: el grado de civiliza—
local”. ción alcanzado por las sociedades industriales avanzadas, a partir de
Sin embargo, existe otro error muy común. El folklorismo mal la consumación de las tendencias contenidas enla “modernidad”
entendido resulta la otra cara de la misma falsa moneda. Es una vi- europea (lo que tratamos en la parte aquí inédita de este trabajo).
sión estrecha de lo nacional que termina reduciéndolo al paisaje, a Sabido es que nuestra relación con ese proceso y las respectivas cul-
las costumbres y al horizonte del pasado, idealizado éste como fuen- turas nacionales que lo soportan, no es la igualdad deXpares, ni la de
te de verdad y placer. No es casual que el inglés Williams Thoms un objetivo abierto fácilmente alcanzable con el tiempo, sino de
haya sido el padre del vocablo, que desde mediados del siglo XIX se dependencia y blanco de aquellos impactos tecnológicos. No lo
lo eleve al rango de “ciencia” y se le haya colocado como objeto de descubrimos nosotros, ni somos voceros de ningún “resentimiento”
estudio la “tradición”. . especial, lo dice el propio Brzezinski cuando afirma, en su ya citada
frase de La era tecnotrónica: “El Tercer Mundo es víctima de la
Evidentemente, parecería ser ese el mínimo rango de identidad
revolución tecnotrónica”. De manera que ese lugar de exterior al
nacional que la “universalidad abstracta” está dispuesta a aceptar—
proyecto (de “periferia subdesarrollada) nos lo da elpropi'o “cen-

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