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A Ñ O X DICIEMBRE, 1964

REVISTA ESCOLAR DEL CONSEJO NACIONAL DE ENSEÑANZA PRIMARIA Y NO RM AL

Consejo Nacional de Enseñanza Primaria y Normal

Presidente: Dr. Eduardo Pons Echeverry.


Vicepresidente: Sr. Heber R. Cazarré.
Vocal: Dra. Electicia Vasconcellos. Ilustran:
Colaboran en este número: ” Sr. Vicente Fiorentino.
Sarah Bollo, Nilda Novo, Marta Sr. Julián C. Olascoaga Casas. María Mercedes Antelo, Elsa Ca-
Grompone de Vigil, Verdad Risso rafí de Marchand, Eduardo Amé-
de Garibaldi, Electra Vilaboa de
DEPARTAMENTO DE ACTIVIDADES ESCOLARES Y AYUDAS AUDIOVISUALES zaga, C. Borloz y Arqto. Mario
Bianchi, Jorge Chebataroff, Sera­ Directora: Srta. María Inés Martínez Rovira. Spallanzani.
fín J. García, Umberto T. Pereira, EDICIÓN DE LA SECCIÓN PUBLICACIONES PARA ESCOLARES Y OBRAS DIDÁCTICAS
Carlos Rodríguez Pintos, Dr. Ro­ Director: Sr. Carlos Alberto Garibaldi. Portada de Eduardo Amézaga.
meo A. Sacelli, Dr. Enrique J.
Salveraglio y Daniel D. Vidart.

PAISAJES DEL URUGUAY : Arroyo Tres Cruces (Depto. de Artigas).


Fotografía de Jorge Chebataroff

MONTEVIDEO - URUGUAY

Edición fuera de comercio.


Los derechos de p ro p ie d a d a rtís tic a , lite r a ria
y c a ra c te rístic a s g rá fic a s de " E l G r illo " , son
rese rvad os y pertenecen a i C o n se jo N a c io n a l de
E n señ a n za P rim a ria y N o rm a l. Está p ro h ib id a
la re p ro d u cció n , trad u cció n o a d a p ta c ió n de sus
TIRADA: 65.000 EJEMPLARES m a te ria le s p a ra todos los p a íse s. Im preso en B A R R EIR O
LA PRINCESA.(CuentoOLE PIDIÓ
del folklore portugués)
LA LUNA
UCEDIÓ una vez que la princesita Yolanda, hija — ¿La luna? — repitió asombrado el más ancia­

S del más poderoso rey de Portugal, estuvo enfer­


ma por comer muchos dulces y los médicos la
obligaron a guardar cama.
Yolanda tenía doce años, era la princesa más be­
no, mientras los nueve sabios restantes repetían la mis­
ma palabra.
—Sí, la luna — afirmó el rey — ¡La luna! Id a
buscarla esta noche; la quiero aquí mañana sin falta.
El sabio más anciano se retiró unos pasos y con­
lla de la tierra, y también la más mimada, pues su pa­
dre, el rey, la adoraba. sultó con sus compañeros sosteniendo una animada con­
Cuando supo que estaba enferma, el rey acudió versación.
presuroso a su cámara y se inclinó, preocupado, sobre Después, enjugándose la sudorosa frente y acari­
ciándose la blanca barba, se dirigió de nuevo al rey.
el lecho de la princesa Yolanda. —Yo he conseguido muchas cosas en mi vida pa­
—Pide, hija mía, te daré todo lo que anheles. ¿Hay ra Vuestra Majestad, cosas raras y extraordinarias co­
algo que no tengas y pueda hacerte feliz? Dímelo, hiji- mo un elefante rosado que hiciera juego con un traje
ta querida. Pide. para la princesita Yolanda, plumas extrañas para un
—Sí, padre mío — contestó la princesita, hacien­ suave almohadón, un gigante de carácter dulce y apaci­
do un delicioso mohín —. Quiero la luna. Si tengo la ble, todo. Miles de mensajeros han cruzado mares y tie­
luna, me pondré buena en seguida. rras en busca del objeto deseado, todo para complacer
El rey salió del aposento y convocó en la sala del y agradar a mi rey. Pero la luna, Majestad, está a miles
trono a los diez hombres más sabios del mundo, que le de kilómetros de Portugal. Además, está hecha de cobre
conseguían cualquier cosa que ambicionase. fundido y no puede alcanzarse. Por lo tanto, y con la
No tardaron en llegar, precedidos de los pajes, y venia de Vuestra Majestad, debo deciros que no pode­
una vez delante del monarca, el más anciano de los sa­ mos conseguiros la luna.
bios, que también era el más famoso, avanzó, pregun­ — ¡Basta! — gritó el rey, enfadado —. La prince­
tando: sa Yolanda quiere la luna para curarse, y yo no per­
mitiré que se muera. Retírate de mi vista y, desde ahora,
— ¿En qué podemos serviros, Majestad? quedas despedido.
—Necesito que me consigáis la luna. Si puedo dar Se consultaron todos los hombres eminentes de
la luna a la princesita Yolanda, se pondrá buena en se­ Portugal primero, y, después a los sabios de otras na­
guida. ciones; y todos ofrecieron las cosas más maravillosas.
Pero ninguno se atrevió a traer la Ésta estaba despierta y se alegró
luna a la princesita Yolanda. mucho al ver al paje.
Entretanto, la princesita seguía en —¿Me traes la luna? — preguntó
cama esperando con ansia la noche, rápida.
y entonces sus damas la acercaban al —Todavía no, pero iré a buscarla
amplio ventanal del palacio. Y ella en seguida, princesa mía. Decidme,
se quedaba allí absorta contemplan­ ¿cómo creéis vos que es de grande la
do el astro de la noche. íuna?
Desesperado, el rey mandó hacer —¡Oh! No muy grande, como mi
un pregón real, diciendo que colma­ dedo pulgar. Lo sé porque cuando la
ría de honores y riquezas a quien miro, si pongo el dedo delante del
lograse conseguir la luna para su Al­ ojo, dejo de verla.
teza, la princesa Yolanda. —¿Y a qué distancia creéis que se
Nobles y vasallos, todos probaron encuentra? — continuó Martinejo.
conseguir la luna, no sólo por el pre­ —Pues no más alta que el álamo
mio ofrecido, sino porque todos que­ del jardín, ya que muchas noches veo
rían mucho a la princesita, y no de­ que sus ramas la tocan.
seaban verla nunca más triste y en­ —¿De qué creéis que está hecha
ferma. la luna, Alteza?
Un buen día se presentó a la audien­ —¡Oh! No seas tonto, paje. La lu­
cia real un inteligente pajecillo lla­ na está hecha de brillantes, y por
mado M artinejo. Toda la Corte rió eso reluce tanto.
al verle, pero él, decidido, hizo una —Esta misma noche tendréis la lu­
graciosa reverencia al rey y le pre­ na, princesa mía — aseguró el paje
guntó: a la niña —. Subiré al árbol más al­
to del jardín real, cuando quede en­
—Su Majestad, perdón si mis pa­ ganchada en las ram as del álamo, y
labras pueden pareceros atrevidas, os la traeré colgada de una cadena.
pero antes de salir en busca de la M artinejo se retiró de la cámara y
luna, desearía preguntaros: ¿qué pien­ corriendo se dirigió al joyero del pa­
sa su Alteza Yolanda de la luna? lacio, ordenándole en nombre del rey
A estas palabras, el monarca le­ que hiciese al instante una luna de
vantó la cabeza, y todos los caballe­ oro, con un gran brillante engarza­
ros se callaron. do, y la colgase de una cadenita tam ­
—¡En eso yo no había pensado! — bién de oro.
confesó el rey. —¿Puede saberse qué es esta joya
—Si Vuestra Majestad me lo per­ tan extraña? — preguntó el orfebre.
mite, yo mismo iré a preguntarlo a —Es la luna.
la princesa Yolanda. —Imposible. La luna está tan le­
—¡Ve! ¡Ve en seguida! — contestó jana y quema tanto que nadie puede
el rey. tocarla.
Y Martinejo, acompañado de un —Eso es lo que vos y todos los sa­
alto alabardero, se dirigió a la cáma- bios creen — aseguró muy serio el
de la princesita. paje y se alejó.
Aquella misma noche, la prince- —¡Ve en seguida! — le ordenó el
sita Yolanda durmió tranquila y fe­ rey, lleno de esperanza.
liz, porque de su cuello colgaba la M artinejo encontró a la princesa
tan ansiada luna. recostada en unos almohadones, mi­
Pero el rey no estaba satisfecho. rando con sus grandes y hermosos
Él sabía que la luna continuaba en ojos cómo la luna iniciaba su ascen­
el firmamento y tenía miedo de que sión en un cielo límpido y puro co­
su hija se diese cuenta de ello. mo nunca. Brillando, en su mano,
Volvió a convocar a todos los sa­ estaba la luna que el paje le consi­
bios para que encontrasen una solu­ guiera.
ción a este nuevo problema, pero nin­ —Decidme, princesa mía — empe­
guna de las respuestas fue de su zó el paje con una rodilla en tierra
agrado. — ¿cómo es posible que la luna su­
Ni los anteojos negros, ni las pe­ ba por el cielo, cuando vos la tenéis
sadas cortinas, ni el recurso de ence­ ahora en vuestra mano?
rrarla todas las noches le convenía. La princesa le miró y rio feliz:
Veía a su hija tan dichosa, que te­ —Eso que me preguntas es muy
mía quitarle esta ilusión; y cuando sencillo, tonto. Cuando yo pierdo un
ya se encontraba desesperado, se diente, ¿no me nace otro nuevo en
acordó del paje M artinejo, que ahora el mismo sitio?
vivía en palacio. —¡Es claro!
Le mandó llamar. —Cuando el jardinero corta las
—¿En qué puedo serviros, Ma­ preciosas rosas del rosal, ¿no salen
jestad? después otras más lindas?
—Lo que voy a pedirte es impo­ —En efecto.
sible. —Pues así es también la luna.
—También lo parecía la luna y ya
veis que su Alteza Yolanda es la más —Debí haber pensado en eso —
feliz de las princesas. aseguró el paje, besando rendida­
—Es verdad, pero ahora es más di­ mente la blanca manecita que le ofre­
fícil. cía la princesa.
—Decidme lo que os atormenta. Los ojos de la gentil princesita vol­
—Termina ya la luna nueva y, den­ vieron a posarse en la reluciente bo­
tro de pocos días, mi hija la volverá la que brillaba en el cielo, y así fue
a ver brillar en el cielo y la deseará quedándose plácidamente dormida.
otra vez, porque sabrá que la que lle­ De puntillas, M artinejo salió- del
va colgada en su cuello no es la ver­ aposento para dar la buena nueva al (a*
dadera. rey.
—No temáis, mi rey y señor. La Pero, antes de salir, se asomó a la
princesa Yolanda es más sabia que ventana e hizo un saludo a la luna,
todos los sabios del reino. Ella en­ pues parecía que el astro de la noche
contrará la solución. ¿Me permitís acababa de hacerle un amistoso gui­
que vaya a preguntarle? ño de verdadera complicidad.
Historia nacional
ARTIGAS COMOtanteMILITAR Y COMO
de los frentes de guerra y de las
PENSADOR
revolución americana. El pensamien­
N Artigas, se unen admirables

E dotes de conductor m ilitar y


sobresalientes condiciones de
pensador.
En la batalla de Las Piedras, obtie­
ne una conquista que muy pocos mi­
fuentes de recursos. Ubica a sus ofi­
ciales, según la capacidad m ilitar de
cada uno, en las zonas de mayor o
menor importancia para la defensa o
el ataque. Forma escuadrillas navales
to político, social y económico de Ar­
tigas es todavía una m eta de futuro
para los países de occidente; el tiem ­
po le da cada día más brillante res­
plandor. Pongamos como pórtico de
esas ideas, estas palabras: La libertad
litares han logrado: el encerramiento para cubrirse de posibles ataques por
total del enemigo. En el Éxodo, de­ la espalda, que defenderán los ríos de América, es y será siempre el ob­
m uestra su pericia, conduciendo die­ Uruguay y Paraná. Combina la de­ jeto de mi anhelo, para probar su va­
ciséis mil seres en perfecto orden a fensa y el ataque, resolviendo ocupar lidez eterna.
través del territorio, amparando a su el territorio enemigo para resguardar La vida de Artigas es el testimonio
pueblo frente al constante ataque el propio. Con la mayor escasez de de su lucha por la igualdad de todos
portugués. Por fin, la defensa de la medios y con el máximo apremio de los seres humanos, sin la cual no con­
provincia ante la invasión portugue­ tiempo, debe luchar en tres frentes: cibe la existencia de la república.
sa de 1816, le da ocasión de desplegar en los ríos, contra portugueses y por­ En el Reglamento Provisorio para
un sorprendente plan, desde los pun­ teños. Los m ilitares de nuestros días repartir tierras a los desamparados
tos de vista estratégico y táctico. Le analizan esa lucha titánica de cuatro de la fortuna, hace m archar juntas la
faltan soldados, oficiales, armas y años y nos dicen que es inútil buscar protección social y la justicia. Advier­
municiones. Pero agota las posibilida­ mejores soluciones con los medios te que si el beneficiado no las trabaja,
des de defensa y ataque en todos los de que Artigas disponía. perderá el usufructo de las tierras
detalles. Responsabiliza de la admi­ Y si esto es así en cuanto al gue­ que se le entreguen.
nistración y la justicia a los cabildos. rrero, en cuanto al pensador, debe Sostiene con profunda fe el ideal
Establece el cuartel general, equidis­ afirm arse que es el más grande de la republicano. Cada uno de los pueblos
dentro de una provincia debe ser con­
siderado soberano. Todos los pueblos
juntos de cada provincia suman la so­
beranía provincial. Y cada provincia
a su vez, cederá un poco de su sobe­
ranía, para que todas reunidas den
ese mando al gobierno general de la
república. Pero para m antener vigo­
rosa la autodeterminación de los pue­
blos, el gobierno general resolverá
únicamente los asuntos más amplios,
que interesan a todas.
Para que nadie tenga confusiones
sobre la causa por la cual se lucha,
Artigas la expresará claramente: La
soberanía particular de los pueblos,
es el objeto único de la revolución.
Cuando habla de los desvalidos, bus­
ca que los más infelices reciban la
mayor protección, porque su honor
exige ver resplandeciente la justicia.
Cuando quiere ubicar el problema
principal de la organización política,
tiene conciencia de que la cuestión
es sólo entre la libertad y el despotis­
mo. Si refiere a la industria y el co­
mercio, los califica como los canales
por donde se conduce la felicidad de
los pueblos. Para ordenar el tránsito
de las riquezas, con profètica visión,
desea eliminar impuestos y suprimir
barreras aduaneras entre pueblos her­
manos. Artigas es el primero en pro­
poner la independencia del Plata y,
por encima de todo, le cabe la gloria
de haber concebido la más gallarda
expresión de la libertad, cuando re­
clama que se promueva la libertad
civil y religiosa, en toda su extensión
imaginable.
Poesía para niños
AL RÍO URUGUAY CANCIÓN AL OMBÚ
I Coro
E N tus corceles, río Uruguay, D u lce árbol de mi tierra,
corres sin tregua con rumbo al sur. árbol manso, acogedor,
Sauces y juncos, ceibo y palmar igual eres para todos
bordan de luces tu poncho azul. en tu afecto protector.
Coro
Río divino, río sin par, I
en tus orillas vive feliz En tu sombra bienhechora
un pueblo joven, el Uruguay. al viajero das solaz.
Si soñar sabe, supo sufrir. Todo ser en ti se ampara
II bajo sol o tempestad.
Cantas al alba dulce cantar II
como en las islas cantan sin fin
tierna calandria, bello zorzal Al abrigo de tus ramas
en los follajes del Sarandí. vive un pueblo musical.
III Sus gorjeos son tus flores,
Los camalotes duermen en paz. te perfuma su cantar.
entre tu espuma de oro sutil. III
Mientras el tero su alerta da,
garzas y nutrias vagan allí. Siempre al verte me recuerdas,
IV meditando en soledad,
Corres inmenso, río Uruguay, al abuelo centenario
cruzas la tierra con rumbo al sur. que domina su heredad.
Escudo eres de libertad,
fuente de vida que irradia luz.
Especial para “EL GRILLO” SARAH BOLLO

jf '
EL PUERTO DE LA Cl OTAT (Puerto de Francia, cerca de Marsella).
Maestros de )a pintura moderna:
L pintor Georges Braque nació en Argenteuil (Fran­ diar dibujo y pintura en la Escuela de Bellas Artes, es­

E cia) , en el año 1882. Su vocación se despertó en la


infancia, junto a su padre, pintor aficionado, que
le enseñaba a m irar el paisaje, los juegos de las
luces y el color. Estudió música y aprendió a tocar el
violín, el acordeón y la flauta, lo que haría más fina su
timulado por su padre, que deseaba convertirlo en un
verdadero artista. En el año 1900, su familia decidió en­
viarlo a París, centro del Arte, a perfeccionar sus cono­
cimientos de pintura, y Braque se instaló en Montmar-
tre, el famoso barrio parisiense de los artistas, y allí, ade­
sensibilidad de pintor. A los quince años comenzó a estu- más de su trabajo de alumno, se dedicó a la decora-
CASA DETRAS DE LOS ARBOLES
QEORQES BRAQUE
ción de interiores, para ganar de ese modo, su sustento. prismáticas o piramidales, pulidas, llenas de liviandad,
Frecuentó los grandes pintores de su tiempo y su gracia y colorido. En esta escuela de arte pictórico, exis­
vocación, ya firme, exteriorizó en él un pintor de valía. te una profunda vinculación y armonía entre la forma
Expone con éxito sus obras en los Salones de Pintura y y el color.
trabaja sin descanso. Ya anciano lleno de gloria, murió en el año 1963.
Su pintura pertenece a la escuela llamada “cubis­ Braque es considerado, actualmente, uno de los
ta” cuyos adeptos comenzaron pintando formas cúbicas, grandes pintores del siglo XX.
T

La expresión del niño MAN IIALI DA DES CREA DORAS

—----
Grandes ciudades del mundo
EVOCACIÓN DE PARÍS
ABÍA una vez un río, un río - niño, de finas
H aguas desnudas, acostado todo a lo largo so­
bre una tierra joven, que lo acunaba con amor
en su verde regazo maternal.
Por las noches, aquel río - niño, tendido de cara al
cielo y aburrido de sus peces, de sus algas y de sus ca­
racolas, hubiera querido jugar con la Osa Mayor, con la
Cabra, con el Cisne y quizás hasta con el Águila; con to­
dos los dulces fuegos nocturnos que ardían más allá de
las nubes, en los altos campos azules. Pero como ellos es­
taban demasiado lejos, el niño - río no los podía alcan­
zar y tenía que contentarse solamente con mirarlos. Y
empezó a ponerse muy triste y la madre ya no supo qué
hacer para ofrecer a su hijo algún goce nuevo.
Todo esto sucedía hace mucho tiempo, más de mil
años antes de la era cristiana.
Y cuentan las gentes que de tierras lejanas, de las
viejas tierras de Hungría, vinieron muchos hombres y
mujeres y niños, que eran muchos y muchos miles, y tam­
bién vinieron muchas bestias, muchas tiernas bestias, que
sólo traían con ellas su hambre y su inocencia. Y atrave­
sando las llanuras, las montañas, los valles y los' viejos
cauces, que formaban parte de lo que llamamos la dulce
tierra de Francia, se acercaron a aquel niño - río, que pa­
recía tan triste y empezaron a recorrer sus orillas para
conocerlo mejor; y vieron que aunque era muy tierno,
tenía ya un cuerpo largo, que se extendía desde las re­ Notre Darne y el Sena.
giones que luego habrían de llamarse la Costa de Oro, se puso a jugar con ella y a quererla con todo su entu­
hasta lo que sería más tarde el Canal de La Mancha. De siasmo y abrió en torno a su cintura sus dos largos bra­
la cabeza hasta los pies, desde su nacimiento hasta su zos de agua, temiendo que quisiera escapársele.
muerte, el niño - río medía más de ochocientos kilóme­ Pero la ciudad también empezó a aburrirse de es­
tros de largo y su cuerpo daba vueltas y más vueltas so­ tar tan quieta, sin otros horizontes más que el de aque­
bre la joven tierra verde, que ya no sabía qué hacer llos brazos de agua que la tenían prisionera y se puso
para entretenerlo. a crecer hacia lo alto, estirándose en torres y en agujas
Aquellos hombres venidos de lejos, luego de reco­ de piedra. Así nació “Nuestra Señora de París” en el
rrerlo en sus orillas y de atravesarlo en su sangre, le corazón mismo de la Ciudad.
buscaron el pecho y encontraron el sitio justo donde la­ Pero la ciudad quiso también conocer nuevos pai­
tía su corazón que sería luego el corazón de Francia. sajes y saltando por encima de los brazos del río, se ten­
Aquel sitio era una pequeña isla, una muy pequeña isla dió sobre la verde tierra, formando a ambos lados del
que habría de llamarse más tarde la Isla de la Ciudad Sena lo que habría de llamarse con el tiempo “ la rive
IL’Ile de la Cité), y en aquella pequeña isla, empezaron gauche” (la orilla izquierda) y “la rive droite” (la ori­
a construir una ciudad que se llamó Lutecia, por la gene­ lla derecha), y cada una de estas orillas aspiró a inde­
rosidad de su tierra, y al río le dieron el nombre de Se- pendizarse con sus caracteres propios. Así la orilla iz­
quaná. Y como aquellos hombres se decían descendien­ quierda fue la tierra del Espíritu y de la gracia del Arte, y
tes del pastor griego Páris y se llamaban a sí mismos los en la orilla derecha triunfó la Ciencia, la severa Técnica
Parisíis, Lutecia se transformó en París; y pasados los y el Comercio. Pero los poetas y los artistas, que son los
años y los siglos, también el río vería su viejo nombre Señores de la Aventura, saltaron sobre aquellos princi­
de Sequana convertido en el de “Sena” (La Seine), y es pios y fundaron “Montmartre” en la orilla derecha, al
así como han llegado hasta nosotros la Ciudad maravi­ pie del Sagrado Corazón y “Montparnasse” en la izquier­
llosa y su río. da, junto a la Montaña de Santa Genoveva, tendiendo así
PARÍS Y EL SERA un alto puente espiritual entre las dos orillas del Río.
Y París empezó a sentir que de ambos costados le subían
Cuando el río - niño vio la ciudad que le habían dulces cantos de alabanza y de amor, en la Melodía, en
levantado sobre su pecho y encima justo de su corazón, el Verso, en el Color, en la Piedra. . .
Razas primitivas actuales
Los Aína del [J apón
que las mujeres se tatúan sobre el Jabio superior una es­
pecie de bigote para ser más atractivas.
Su economía se basa en la recolección de plantas
silvestres (conocen más de cien variedades), la pesca en
el verano y la caza en el invierno. La poca agricultura
que practican la conocen por influencia japonesa. Culti­
van solamente el mijo y el arroz.
Para la caza utilizan el arco y flechas envenenadas,
con las que capturan osos, ciervos y gamos, ayudados
por los perros que son los únicos animales domesticados
que poseen. Para la pesca usan redes, anzuelos, arpones
y dardos. Tienen primitivas embarcaciones que utilizar
para la pesca alejada de la costa.
Antiguamente sus viviendas eran semisubterráneas,
pero actualmente las hacen al nivel del suelo. Constru­
yen sus casas de base rectangular o cuadrada y emplean
como material juncos, haciendo con paja los techos con
una peculiar forma de pirámide. Por motivos religiosos
la ventana la abren hacia el oriente y la puerta hacia el
occidente. En chozas de barro, sostenidas sobre pilares,
guardan las reservas alimenticias de la familia. Prepa­
ran sus vestidos con la corteza interior del olmo de mon­
taña. Para esto ablandan con agua la corteza, que luego
transforman en hilos largos y delgados que tejen en un
rústico telar de mano. Con estas telas confeccionan una
especie de túnica que usan indistintamente hombres y
mujeres.
En invierno se abrigan con casacas hechas con pie­
les de animales. Su calzado es, en verano, sandalias de
paja, y en invierno mocasines de piel.
Antes trabajaban el hueso para hacer sus anzuelos
y otras herramientas. Actualmente los japoneses les pro­
Matrimonio ainú con indumentaria típica. porcionan hierro. Eran hábiles ceramistas y tallistas de
madera; hoy casi han perdido estas interesantes cualida­
des en su contacto con la cultura japonesa que les ofrece
OS japoneses no son indígenas en sus islas. Cuan­ los utensilios ya fabricados.
L do invadieron el archipiélago que actualmente
ocupan, encontraron, asentado allí, un pueblo
de raza blanca cuya cultura estaba en el perío­
do de la piedra pulida. Este pueblo era el de los ainú.
Los ainú son muy religiosos. Cada morada tiene un
lugar sagrado, el hogar, en el rincón nordeste de la ca­
sa, donde conservan los objetos rituales. Por la venta­
na, siempre situada al este, nada se puede arrojar ni na­
Este grupo defendió fieramente su suelo pero el número die puede asomarse a ella.
de los invasores era superior, lo venció fácilmente y fue­ Sus objetos religiosos son bastones trabajados a ma­
ron reduciendo a sus componentes. no. A veces tienen éstos figuras de hombre o de animal.
En 1920 quedaban alrededor de 20.000 individuos Los llaman inaos. Los inaos protegen a los enfermos, las
que ocupaban solamente una parte de la isla de Yeso, embarcaciones y los hogares.
parte de la isla Sajaline y las Kuriles del sur. Son animistas, puesto que creen que todo objeto
Mientras los invasores eran de raza amarilla, este tiene un espíritu. Creen también que la vida continúa
grupo primitivo que aún pervive en la parte norte de la después de la muerte.
isla de Yeso y en una pequeña superficie de la isla Sa- Los ainú son gente pacífica, hospitalaria y de ca­
jaline, pertenece a la raza blanca. rácter muy serio pues casi nunca ríen.
Los ainú son de pequeña estatura, miembros grue­ Los pocos miles que aún quedan viven confinados
sos, cabellos rizosos y abundantes y extremadamente ve­ en el norte de su isla conservando celosamente su pri­
lludos. El vello es para ellos signo de hermosura, tanto, mitiva cultura.
í
!i
Por el mundo sideral
La luna, satélite fiel de la tierra
S imposible la vida en la tie­ más: ya hemos golpeado, brutalmen­ tinuo bombardeo de meteoritos gi­
E rra sin la presencia del Sol.
Sin la luna viviríamos igual,
pero su ausencia se haría sen­
tir mucho. No solamente perderíamos
te, su cara asombrada. Se han estre­
llado en su superficie dos naves si­
derales: una de la U. R. S. S. y otra
de los E.E.U .U . Un tercer aparato
gantescos, los cuales serían los res­
ponsables de los cráteres que señalan,
como picadura de viruela, la superfi­
cie entera de nuestro satélite.
su nocturna lámpara plateada que ha­ le ha fotografiado su hemisferio in­ Antes de los diez años, quizá, el
ce resplandecer las aguas y brillar visible. Y muy pronto los ojos de los hombre habrá pisado la luna. Comen­
dulcemente los paisajes nevados sino navegantes interplanetarios contempla­ zará entonces una etapa nueva, apa­
que no tendríamos casi mareas, tan rán sus extraños paisajes calcinados, sionante, de la selenografía, o sea el
útiles para entrar y salir a los estua­ sin agua, sin árboles, sin vida, res­ conocimiento de las características fí­
rios de los ríos. Pero la luna es una plandeciendo bajo un sol terrible. No sicas de nuestro satélite.
fiel compañera: — cincuenta veces serán obstáculo para esta hazaña de
menor que la tierra —, liviana, gra­ la inteligencia y la técnica humana
ciosa y familiar, gira en derredor los 384.000 km que nos separan de
nuestro cumpliendo una vuelta com­ nuestro satélite.
pleta en 27 días y 7 horas, sin adelan­ Sabremos entonces sobre ella mu­
tarse ni atrasar nunca su aérea carre- chas cosas más. Hasta les hemos des­
ra1La luna, por muchos milenios, fue crito sus cuatro fases, dibujado los
30.000 cráteres y “mares” secos de
inspiradora de poetas y madre de re­ su hemisferio invisible, medido su
ligiones. Los hombres cantaron su me­ densidad y su peso, trazado idealmen­
lancólica belleza y los sacerdotes la te su órbita. ¡Pero cuánto nos resta
adoraron como a una diosa menor, saber aún!
esposa a veces y otras hermana del Sobre su origen no se ha podido
Sol. De tiempo en tiempo, algunhs establecer todavía una explicación
mentes fantaseadoras soñaban con lle­ científica acertada. Algunos astróno­
gar a ella. Pero hoy, de pronto, el mos suponen que se desprendió de la
sueño se ha convertido en realidad. tierra en el comienzo de las eras geoló­
La luna está a nuestro alcance. No es gicas y que la cicatriz de su antiguo ho­
sólo la compañera que vuela en de­ gar ha quedado señalada por el in­
rredor nuestro como una abeja del menso óvalo del Océano Pacífico.
espacio sino una meta de futuros via­ Otros opinan que tierra y luna se for­
jes interplanestarios tripulados. Es maron a la vez a resultas de un con­
P

r
ESPEJO D E L MUNDO

LOS ANIMALES DE MAYOR PESO ADAPTACIÓN AL FRÍO


T OS animales terrestres más pesados N ejemplo interesante de adaptación
que existieron fueron tal vez los bron- a las condiciones de bajas tempera­
tosaurios, que vivieron en épocas geoló­ turas reinantes en las regiones árticas,
gicas pasadas, llegando a tener hasta cua­ principalmente durante el invierno, lo'
renta mil kilos de peso total. Pero actual­ vemos en la conformación de los zorros
mente son superados por las ballenas que habitan tales regiones. Sus orejas
azules, seres marinos cuyo peso supera son cortas y poco salientes, bien prote­
los cien mil kilos. Sería imposible que EMANACIONES VOLCÁNICAS gidas de pelos, exponiendo la menor
tales animales pudieran sostenerse y des­ superficie posible a la atmósfera; las pa­
plazarse con facilidad sobre la superficie PELIGROSAS tas son también cortas; el cuerpo redon­
terrestre, pero el agua los sostiene per­ deado, porque de esa manera, para un vo­
fectamente y les permite realizar movi­ OS volcanes y solfataras suelen arrojar lumen dado la superficie expuesta al aire
mientos ágiles. Sólo el peso de la len­ gases irrespii ables o tóxicos a la at­ resulta la menor posible. En cambio los
gua de una de tales ballenas, puede su­ mósfera. Después del aquietamiento de las zorros del Sudán y de Arabia, tienen las
perar los tres mil kilos, es decir tanto co­ erupciones volcánicas, las zonas donde orejas grandes, patas proporcionalmente
mo el peso de seis novillos gordos. tales erupciones ocurren pueden ser pe­ más largas y el cuerpo más enjuto.
ligrosas por sus emanaciones gaseosas.
VULCANIZACIÓN DEL CAUCHO Tal es por ejemplo la Gruta del Perro LONGITUD TOTAL DE ALGUNAS
de Italia, donde la abundancia de anhí­ RAÍCES
|-L caucho, que se obtiene de la coagula- drido carbónico junto al suelo, llegaba
ción del látex o líquido lechoso que a provocar la muerte de los canes que (RUANDO arrancamos una planta de
producen ciertas plantas al ser heridas o eran obligados a penetrar en ella. Pero maíz o de trigo, generalmente corta­
cortadas, tiene poca utilidad si no se aún más espectacular en ese sentido es mos al tirar de las raíces quedando una
vulcaniza, ya que se deforma por el ca­ un valle de la meseta de Dieng, en Ja­ buena parte de ellas escondida en el suelo.
lor, haciéndose pegajoso y se pone que­ va, rodeado de exuberante vegetación, Pero si nos tomáramos el trabajo de ex­
bradizo cuando frío. La vulcanización pero en cuyo fondo se ven esqueletos o traer la totalidad de esos órganos vegetales
consiste en la unión del caucho con apro­ huesos de animales, muertos por la ac­ subterráneos, y los midiéramos con pa­
ximadamente un siete por ciento de azu­ ción de gases letales que se acumulan ciencia, obtendríamos resultados franca­
fre, a temperaturas superiores a 100 gra­ en el fondo de dicho valle. mente increíbles si no sorprendentes. En
dos. El caucho vulcanizado se hace más California, el investigador Pavlychenko,
estable al calor, menos quebradizo en halló que una sola planta de centeno,
frío, y es objeto entonces de innumera­ bien desarrollada, tenía raíces que en su
bles aplicaciones en forma de goma in­ totalidad medían la friolera de noventa
dustrial. El negro de humo y algunos kilómetros, es decir una distancia de
óxidos metálicos le dan propiedades aún Montevideo a San José, más o menos. Es­
más apreciables permitiendo la fabrica­ to prueba el modo íntimo cómo las plan­
ción de cámaras y neumáticos de automó­ tas toman contacto con el suelo, para
viles. buscar allí el agua y los nutrientes.
*

i
Arte de Melanesia (Nueva Guinea.)
Máscara realizada en cestería, trenzada en finas fibras de roten (pal­
mera de las Islas), ornamentada con plumas de casoar (ave seme­
jante al avestruz).
EL ARTE Y EL NIÑO
NIÑA, POR ANAI3EL (6 años y 10 meses)
Del Jardín de Infantes “Enriqueta Cornpte y Riqué”

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