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El trabajo plástico de la artista peruana Cristina Flores generalmente habla de una experiencia
reflexiva e íntima, en donde se encuentran involucrados el cuerpo, la memoria y el tiempo.
Los materiales que emplea van desde el papel, la tela y el hilo, los cuales usa para convertirlo
en una extensión de su propio cuerpo, con ello Flores logra convertir la plasticidad en
metáforas, las cuales dialogan sobre sensaciones físicas, síntomas emocionales e
inevitablemente sobre la memoria e identidad de la mujer peruana.
Este proceso de autoconocimiento que se lleva a cabo en el trabajo se puede examinar como
un mapeo biológico para cambiar las apreciaciones de lo que entendemos por corporeidad,
como una forma de entender su diagnóstico de cáncer de piel. Es así como en muchas de sus
obras de los últimos años subyace la pregunta: ¿Cómo sanar el cuerpo?.
En uno de sus trabajos llamado “íntimo ritual”, podremos ver que es una propuesta de auto-
reconocimiento y diálogo con cuatro mujeres de su familia que se plasma a través de la
técnica del tejido a crochet. Una reflexión personal sobre la identidad que se materializa en
cuatro piezas de gran dimensión tejidas en colores negro, dorado, blanco y rojo, que se usó
para hablar del vínculo existente con sus abuelas, madre y hermana. Esta aproximación se
realizó desde las interrogantes sobre la construcción de la sexualidad a partir de la visibilidad
de la genitalidad femenina, dando como resultado un proceso ritual-creativo de reconexión,
reconciliación y búsqueda de empoderamiento. El origen de los colores, viene de una muestra
de color tomada de los retratos de estas mujeres, posteriormente cada color adquiere una
personalidad particular y propia, se convierten en síntomas y presencias con autonomía.
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Nota.https://rosamariavargashistoriadoradelarte.blogspot.com/2017/06/algunas-
apreciaciones-acerca-de-la.html
Un tejido a crochet de gran dimensión puede representar, para la artista, el acto de mudar de
piel, similar al que realizan las serpientes para continuar con su etapa de crecimiento. Las
obras de Cristina Flores podrían considerarse autorretratos textiles, pero van más allá de eso:
son los vestigios de experiencias íntimas, dinámicas y orgánicas que tienen la posibilidad de
evolucionar y reparar, un “tejido rebelde y activo”, en palabras de la propia artista.
algún territorio rural. Ella trabaja desde su posición como mujer, para desencadenar una
conexión con su cuerpo y el espacio que habita y así generar un tejido rebelde y activo.
Para finalizar las obras de Cristina Flores se proponen como un modo de reexaminar la
herencia familiar genética, entendiéndose como un síntoma físico y emocional. En esta
observación consciente, los procesos del cuerpo dialogan con los procesos textiles y el teñido
a partir de plantas medicinales, dando paso a una serie de rituales para la sanación simbólica.