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ALGUNAS PROPIEDADES DE LA CIRCULACIÓN GEOSTRÓFICA.

1. El equilibrio geostrófico.
La velocidad ~v del viento geostrófico se define como la velocidad para la cual el gradiente
de la presión y el término de Coriolis se balancean exactamente en la ecuación de movimiento
especializada para un flujo horizontal: Debe valer, entonces:

∇p = -ρf z × v (1)
En la precedente expresión ∇p es el gradiente horizontal de la presión, ρ es la densidad, z̆ es el
vector unitario según el eje z (vertical), f es el parámetro de Coriolis, definido en términos de la
velocidad angular Ω de rotación de la Tierra (Ω = 5, 7 × 10−5 rad/seg) y de la latitud ϕ mediante
la relación:

f = 2Ωsin ϕ (2)
La velocidad del viento geostrófico es un vector de componente nula según el eje z. Recordamos
que la componente vertical del gradiente de la presión se supone compensada por la fuerza peso
(equilibrio hidrostático).
Nota: en un verdadero y propio equilibrio hidrostático, p no podría depender de las coorde-
nadas horizontales, pero en el presente tratamiento se supone que el equilibrio hidrostático rige
localmente, es decir para una masa de aire en el entorno de una dada posición. Esto tiene sentido
si la componente horizontal del gradiente de presión es siempre mucho menor que la componente
vertical, algo que se cumple ampliamente en la dinámica atmosférica de escala mediana y grande.
Por ejemplo, en la dirección vertical, 100 metros de desnivel producen una variación de presión del
orden de 1000 P (10 mb), mientras que, en los fenómenos de gran escala, variaciones de este orden
en sentido horizontal se tienen sobre distancias del orden de 100 km.
Multiplicando vectorialmente ambos miembros de la ecuación precedente por el versor z̆ y
recordando que esta operación, aplicada a un vector en el plano perpendicular a z (en este caso un
plano horizontal), da como resultado otro vector de igual módulo en el mismo plano girado 90º en
sentido antihorario (positivo), se tiene:
1
= z × ∇p (3)
ρf
Si f es muy pequeño (región ecuatorial) el módulo de ~v es muy grande. Físicamente, esto signi-
fica que el gradiente de la presión no puede ser equilibrado por el término de Coriolis; en otras
palabras, el viento real difiere mucho del viento geostrófico, En general, debe recordarse que el
viento geostrófico es sólo una aproximación del viento real ~vr . Entre ambos existe una diferencia
~vr − ~v = ~vN G , denominada viento no geostrófico o ageostrófico, que adquiere importancia cuando
el término inercial o el término viscoso de la ecuación de movimiento, o ambos, no son ignorables
respecto del término de Coriolis.

2. Algunos efectos relacionados con desviaciones de la geos-


troficidad.
2.1. Efectos inerciales, número de Rossby finito.
Consideremos una situación en la cual existe una zona de baja presión donde las isobaras son
círculos concéntricos, es decir p = p(r), siendo r la coordenada radial con origen en el centro de
simetría. Se trata de la situación que caracteriza a un ciclón. Entonces el gradiente horizontal
de p tiene sólo componente en la dirección positiva de r y, si nos limitamos a la aproximación
geostrófica, las parcelas de aire describen en el hemisferio sur círculos en sentido horario (mirando
desde arriba) con velocidad azimutal
1 ∂p
v= (4)
ρf ∂r
Este equilibrio significa que la fuerza de Coriolis, dirigida en este caso en la dirección positiva de
r , se supone exactamente balanceada por - ∂p/∂r. Sin embargo, en este problema, el gradiente
de presión debe, además, equilibrar la fuerza centrífuga (fuerza inercial no tomada en cuenta en
el equilibrio geostrófico), la cual resulta en este caso paralela a la fuerza de Coriolis, puesto que
obviamente está también dirigida en la dirección positiva de r . La magnitud de la fuerza centrífuga
es ρv2 /r , de modo que la razón entre la fuerza centrífuga y la fuerza de Coriolis es:

ρv 2 v ω
= = (5)
ρfvr fr 2ΩsinΦ
donde con ω hemos indicado la velocidad angular del movimiento circular de la parcela de aire
v = ωr. La razón obtenida es el número de Rossby r para este particular problema. Para latitudes
intermedias, r es pequeño si la velocidad angular de la parcela en su movimiento circular es pequeña
respecto de la velocidad angular de rotación de la Tierra. Para poner números, supongamos una
circulación ciclónica de 500 km de radio, con v = 20 km/h. Entonces v/r = 0,04h−1 . Por otra parte,
para latitudes intermedias, f es del orden de 0,1h−1 , lo cual muestra que los efectos ageostróficos
inerciales pueden ser importantes en este tipo de situaciones (R ≈ 0,4 en el ejemplo numérico
dado). Está claro que para que una circulación como la considerada pueda mantenerse, la caída de
presión hacia el centro del ciclón debe ser bastante más alta que la correspondiente al equilibrio
geostrófico (en el caso específico supuesto, por un factor de alrededor de 1.4). Naturalmente, lo
expuesto se aplica también si las parcelas de aire no describen círculos completos, sino simplemente
trayectorias curvas con un radio de curvatura localmente igual a r alrededor de una zona de baja
presión.
Es interesante destacar que en el caso de una circulación anticiclónica, es decir alrededor de
una zona de alta presión (circulación antihoraria mirando desde arriba en el hemisferio sur), la
situación se invierte. En este caso la fuerza de Coriolis (opuesta al gradiente de presión), apunta
hacia el centro de simetría. Por otra parte, la fuerza centrífuga sigue naturalmente apuntando en
la dirección creciente de r , y, por lo tanto, debe ser restada a la fuerza de Coriolis. Entones, para
mantener la circulación, la subida de presión hacia el centro debe ser menor de la correspondiente
al equilibrio geostrófico.
La consecuencias generales de estos efectos ageostróficos son que las caídas de presión en los
ciclones son más acentuadas que las subas de presión en los anticiclones. Es fácil ver que esto
no depende de si nos encontramos en el hemisferio sur o en el norte: la dirección de circulación
cambia, pero el paralelismo (en la circulación ciclónica) o el antiparalelismo (en la anticiclónica)
de la fuerza de Coriolis y de la fuerza centrífuga se mantiene.

2.2. Efectos de las fuerzas viscosas, rozamiento sobre la superficie.


Cerca del suelo, en una parcela de aire en movimiento con una velocidad horizontal ~v , el
gradiente horizontal de presión debe equilibrar no sólo a la fuerza de Coriolis, sino también a
la fuerza de rozamiento. La primera es siempre perpendicular a ~v mientras que la segunda es
antiparalela a ~v . La resultante forma entonces necesariamente un ángulo con ~v mayor que 90º. Por
otra parte, esta resultante debe ser equilibrada por −∇p.~ Sigue que la velocidad forma un ángulo
menor que 90º con el vector – grad p. En otras palabras, ~v no es paralela a las isobaras, como
sería en caso de validez exacta de la aproximación geostrófica, sino apunta diagonalmente en el
sentido de disminución de la presión (o sea posee una componente paralela a −∇p. ~
Este efecto se hace tanto más marcado cuanto más cerca está la superficie (por ejemplo, el
suelo). A alturas considerables (≥ 1 km) puede considerarse válida la aproximación geostrófica,
pero a medida que nos aproximamos al suelo la velocidad del viento tiende a girar, adquiriendo
una componente cada vez más importante en la dirección −∇p, ~ es decir de la zona alta presión
hacia la baja.
Una consecuencia es que en una zona de baja presión (centro de una zona ciclónica) converge
aire a baja altura desde las regiones periféricas. Esto produce el levantamiento de las capas de aire
preexistentes, con la consiguiente probabilidad de que se dén condensación y lluvias. Lo opuesto
ocurre en el centro de una zona anticiclónica, donde las capas bajas son succionadas hacia las
regiones circundantes, y por lo tanto el aire tiende a descender. Por esta razón por lo general las
zonas de baja presión están caracterizadas por mal tiempo y las de alta presión por buen tiempo.
3. Propiedades del viento geostrófico, superficies isobáricas.
De aquí en adelante dejaremos de lado los efectos ligados a la ageostroficidad a pesar de su
importancia para la dinámica de la atmósfera. Aceptaremos que el viento geostrófico proporciona
una descripción muy buena de los fenómenos de gran escala para latidudes altas, intermedias y
hasta subtropicales a una razonable distancia del suelo.
La más notable propiedad del viento geostrófico es que las líneas de corriente en un cierto piano
(horizontal) son paralelas a las curvas isobáricas en ese plano. Es decir, el aire no se desplaza desde
una región de alta presión hacia una región de baja presión (como ocurriría si la Tierra no girara
alrededor de su eje), sino a lo largo de las líneas de igual presión. Esto se ve de inmediato de la
expresión vectorial de ~v . Pero el sentido del desplazamiento cambia según el signo de f , lo cual
significa que la regla que lo determina es diferente según el hemisferio sea el norte (f positivo) o el
sur (f negativo). En el hemisferio norte el aire se desplaza dejando a la derecha la región de alta
presión y a la izquierda la de baja. Viceversa, en el hemisferio sur es la región de baja presión la
que queda a la derecha (siempre mirando en la dirección del viento) mientras que la de alta queda
a la izquierda. Por ejemplo, durante una sudestada, la presión atmosférica decrece hacia el noreste
y crece hacia el sudoeste.
Las relaciones precedentes expresan lo que ocurre en el entorno de un determinado plano hori-
zontal, es decir a una cierta altura z. Como p y ρ varían fuertemente en función de z cabría esperar
que lo mismo debe ocurrir con ~v . Sin embargo, p y ρ están relacionadas entre por la ecuación de
estado de los gases perfectos (que, desde luego, involucra también la temperatura T y, para x, y
fijos, a lo largo de z por la ecuación hidrostática.
Es conveniente, entonces, buscar expresiones de ~v haciendo uso de las mencionadas relaciones.
Mostraremos a continuación que lo que realmente importa para determinar ~v es la pendiente de las
superficies isobáricas, definidas por la altura zp (x, y) para la cual la presión vale p . Claramente, si
estas superficies fuesen planos horizontales, ~v sería nula. Comenzaremos por determinar la relación
entre el gradiente horizontal de presión y la pendiente de la superficie zp . Diferenciando p(x, y, z)
e igualando a cero la variación de p como debe ser en una superficie isobárica, se tiene:
∂p ∂p ∂p
∂x dx + ∂y dy = − ∂z dzp
en la cual las derivadas deben ser evaluadas para z = zp . Entonces:
∂zp 1 ∂p 1 ∂p ∂zp 1 ∂p 1 ∂p
∂y = − ∂p ∂y = ρg ∂y ∂x = − ∂p ∂x = ρg ∂x
∂z ∂z
En el último paso se ha utilizado la ecuación hidrostática:
∂p
= −ρg (6)
∂z
Vectorialmente, esto significa que el gradiente horizontal de la presión puede escribirse:

∇p = ρg∇zp (7)
Reemplazando en la expresión vectorial de ~v :
g
v= z × ∇zp (8)
f
Esta expresión muestra que la variable física que realmente determina la velocidad del viento
geostrófico para una dada latitud es la pendiente o inclinación de las superficies isobáricas. Si,
entonces, en una región, la pendiente de estas superficies no varía con la altura (es decir, las
superficies isobáricas son paralelas), tampoco varía con la altura la velocidad del viento geostrófico,
a pesar de las fuertes variaciones de presión y de densidad.

4. Variación del viento geostrófico con la altura, deriva tér-


mica.
Tiene, entonces importancia establecer de que depende la separación entre dos superficies iso-
báricas p1 , p2 , o, lo que es lo mismo, el espesor de la capa de aire limitada
∂z 1 RT
=− =− (9)
∂p ρg gp
por estas dos superficies. Para ello se utiliza la relación hipsométrica, cuya deducción, por como-
didad repetiremos aquí. Partiendo de la ecuación hidrostática, tratando a la presión como variable
independiente y utilizando la ecuación de estado de los gases:
Integrando entre los dos niveles de presión y definiendo T como la temperatura media de la
capa de aire entre las correspondientes superficies isobáricas se tiene, para el espesor ∆z de la capa:
Zp2
RT RT̃ p1
∆z = z2 − z1 = − dp = ln (10)
gp g p2
p1

Naturalmente, la altura mayor corresponde a la superficie de menor presión. Se ve de inmediato que


el espesor de la capa puede variar de una posición a otra sólo si T varía. En otras palabras, en una
región en la cual la temperatura no sufre variaciones en sentido horizontal, las superficies isobáricas
son paralelas y, por consiguiente, el viento geostrófico tiene la misma velocidad a cualquier altura
(en magnitud y dirección). Debe quedar claro que nos estamos refiriendo a la ausencia de variaciones
de T en sentido horizontal: desde luego, la temperatura prácticamente siempre varía en sentido
vertical. En cambio, en una región en la cual existen variaciones de la temperatura en sentido
horizontal, vecv es diferente a diferentes alturas; puede cambiar de magnitud y de dirección, y
hasta invertir su sentido. Esquemáticamente, esto puede visualizarse como un deslizamiento relativo
de las capas de aire superpuestas, que se conoce como viento de deslizamiento o deriva térmica,
denominación esta última que se justifica por la relación entre el movimiento relativo de las capas
con la presencia de variaciones de T en sentido horizontal. Debe tenerse presente que estamos
hablando de desplazamientos horizontales del aire sobre grandes escalas: este efecto no tiene nada
que ver con los movimientos convectivos en sentido vertical que se conocen como corrientes térmicas.
Para llegar a una expresión cuantitativa de este efecto, es oportuno utilizar como variable
independiente no la coordenada vertical z, sino la presión, que conviene introducir mediante la
variable ζ = lnp, donde la dimensionalidad del argumento no molesta porque ζ aparece siempre
como diferencial o en diferencias. Derivando ~v respecto de ζ se obtiene:
 
∂v g ∂ g ∂zp
= z × ∇zp = z × ∇ (11)
∂ς f ∂ς f ∂ς
Pero:
∂zp ∂zp ∂p RT ∂p RT
= =− =− (12)
∂ς ∂p ∂ς gp ∂ς g
Reemplazando:
∂v r
= − z × ∇T (13)
∂ς f
Entonces, entre dos alturas caracterizadas por dos valores de ζ, se tiene una deriva térmica entre
las correspondientes velocidades del viento geostrófico dada por:
Zς2
r r f p1
vT = v2 − v1 = − z × ∇Tdς = (ς1 − ς2 ) z × ∇T = × ∇T ln (14)
f f z p2
ς1

donde p1 es la presión correspondiente a la altura más baja y p2 la presión correspondiente a la


más alta. Con la barra superpuesta se ha indicado el valor medio del gradiente horizontal de T en
la capa de aire entre las dos alturas
Naturalmente, como el viento geostrófico se ha supuesto siempre horizontal, la deriva térmica
vT es también un vector horizontal. La modificación del viento geostrófico con la altura que se
tiene por este importante efecto depende de cómo se relacionan los gradientes horizontales de
temperatura y presión. Si ambos gradientes tienen igual dirección y sentido (o sea T crece en la
misma dirección en que crece p , v y vT son paralelos, por lo tanto la dirección de ~v no cambia y
su módulo crece con la altura. Si, en cambio, ambos tienen igual dirección pero opuesto sentido, o
sea T decrece en la dirección en que crece p (esto ocurre con frecuencia en nuestra región cuando
el viento es del este, lo cual significa que la baja presión está al norte y por lo tanto la presión
decrece en la dirección en que por lo general crece la temperatura), la deriva térmica es antiparalela
respecto del viento geostrófico; por lo tanto el módulo de este último decrece con la altura, de modo
que el viento geostrófico puede llegar a anularse y cambiar de sentido en la parte mediana o alta
de la tropósfera. En general, los gradientes de presión y temperatura no tienen la misma dirección,
por lo que ~vT no es paralelo a ~v y el viento geostrófico presenta cambios de dirección, además de
cambios de magnitud, con la altura.

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