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MODELOS CIENTÍFICOS,

TEORÍA SOCIOLÓGICA
Y EL PROBLEMA MACRO-MICRO

Renate Mayntz1

RESUMEN

Las relaciones metodológicas entre las ciencias naturales y las sociales son objeto de un reno-
vado debate en el seno de estas últimas. En las dos décadas pasadas, la evolución en las primeras
ha producido signos suficientes para hablar de la emergencia de un nuevo paradigma que diferi-
ría del patrón fisicalista newtoniano. Desde la filosofía, la teoría y la metodología sociológica se
ha abogado para que esos avances de las ciencias naturales tuvieran su repercusión en las sociales.
Renate Mayntz dirigió una investigación en el Instituto Max Planck cuyos principales resultados
se reflejan en este artículo. Su ponderación pesimista acerca de las posibilidades de trasvase
metodológico de un ámbito a otro no impide que valore adecuadamente aquellos ámbitos de
investigación sociológica donde sí se ha dado una influencia metodológica efectiva.

Por más que las disciplinas científicas pretendan configurarse como unida-
des grupales limpiamente delimitadas, difícilmente logran formar sistemas
cerrados desde un punto de vista cognitivo. Al contrario, la historia evolutiva
de la ciencia está plagada de casos de cruces transfronterizos y de enriqueci-
miento recíproco. Dentro de estos cruces pueden distinguirse varios tipos de
relaciones científicas interdisciplinares: joint ventures constituidas por varias
disciplinas que trabajan juntas en un mismo tema; intentos reduccionistas o, a

1
(N. del T.) El original se encuentra en W. Zapf (ed.), Die Modernisierung moderner Gesells-
chaften, Frankfurt/Main, Campus Verlag, 1991.

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RENATE MAYNTZ

la inversa, imperialistas de rehacer las fronteras, y, finalmente, la utilización en


una disciplina de métodos, conceptos y modelos teóricos tomados de otra. En
este trabajo trataremos únicamente de este último tipo de relación interdisci-
plinar2; y, más concretamente, sólo nos ocuparemos de la utilización por parte
de las ciencias sociales de modelos tomados de las ciencias naturales. El caso
contrario no nos interesa, y no porque no haya habido experiencias históricas
de ello, empezando por Darwin, por ejemplo, sobre el que influyó el filósofo y
sociólogo Spencer, o ya en nuestros días la influencia que la teoría de juegos
ejerce sobre la actual biología evolutiva.
La relación de la sociología con las ciencias naturales ha sido siempre ambiva-
lente. Ha habido muchos que, siguiendo a Dilthey, han visto la ciencia natural
como «una tarea baja y mezquina», que sólo «atiende a la repetición vacía y yerma
del mecánico ciclo natural» (citamos por Queisser, 1987: 13). Sin embargo, al
mismo tiempo, las ciencias naturales han servido desde un principio como mode-
lo no sólo en el plano metodológico, sino también en el teórico. En este sentido,
los intentos de fundar una Mecánica o una Física Social, vistos en conjunto, juga-
ron un papel más pequeño que los que tomaron como modelo a la biología. Esto
vale no sólo para Spencer y los desarrollos teóricos que se basan en él, sino tam-
bién para Durkheim, quien, aunque insistió en ver los hechos sociales como
cosas, a nivel semántico era más bien deudor de supuestos organicistas.
Últimamente tiene uno la impresión de que los sociólogos, tras una fase de
autorreferencialidad, se están asomando con renovado interés sobre las lindes
que delimitaban la disciplina para otear al campo de las ciencias naturales.
A veces, incluso, puede llegar al extremo de que todo sociólogo que quiera
pasar por epistemológicamente vanguardista tiene que manejar con soltura tér-
minos como sinergética, autopoiesis y caos determinista, así como mostrarse
familiarizado con las obras de Prigogine, Haken, Maturana, Thom y Eigen.
Obviamente, esto no afecta por igual a todos los ámbitos de nuestra disciplina.
Los menos afectados son las sociologías empíricamente especializadas3; de ellas,
sólo la sociología de las organizaciones, en la que últimamente juegan un papel
destacable conceptos procedentes de la biología evolutiva, constituye una cier-
ta excepción. Por el contrario, la influencia de los modelos científico-naturales
se nota especialmente en el ámbito de la teoría macrosociológica, particular-
mente en el intento de modelización formal y matemática.
Los métodos, conceptos y teorías físico-matemáticas que atraen la atención
de los sociólogos que trabajan en esos dos ámbitos son a primera vista muy
heterogéneos. Las relaciones entre el depredador y la presa y el hiperciclo de
Eigen se mezclan con la teoría de catástrofes y la teoría del caos, ambas mate-
máticas; a ellas se suma la teoría de las estructuras disipativas de Prigogine y la
de la autoorganización de Von Foerster; la teoría sinergética de Haken y la teo-
2
Considerar que este tipo es posible presupone una concepción de la sociología en cuanto
ciencia que no comparten los representantes de un enfoque hermenéutico radical.
3
(N. del T.) Traducimos así la expresión que la autora utiliza, Bindestrich-Soziologien; literal-
mente, «sociologías de algo (cine, tercera edad, etc.)».

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ría autopoiética de Maturana. Visto con detenimiento, todos estos plantea-


mientos están en armonía y pueden ser considerados como componentes de
una macroteoría hipotética de sistemas dinámicos. El nuevo interés de los
sociólogos en modelos científico-naturales depende de eso que hoy nos gusta
apostrofar como cambio en el pensamiento científico-natural: el abandono de
la imagen del mundo de la mecánica newtoniana y el interés creciente por
investigar procesos no lineales en sistemas inestables, que ya no son vistos
como molestas excepciones, sino cada vez más como la regla del acontecer. Por
esta inclinación al estudio de la dinámica de los sistemas no lineales por parte
de las ciencias naturales en sentido estricto, esto es, especialmente la física y la
química, es por lo que han ganado interés para la sociología y pueden compe-
tir hoy con el atractivo de las ciencias de la vida. Que haya un renacimiento de
conceptos científico-naturales en la teoría sociológica, y en la medida en que
esto se esté dando de hecho, es un indicador, parcial al menos, de la relevancia
creciente que el pensamiento científico-natural contemporáneo tiene para la
sociología. Pero esto no sería más que una afirmación vacía de contenido si no
pudiésemos precisar con mayor exactitud para qué pueden ser de utilidad los
modelos dinámicos de sistemas no lineales para el conocimiento sociológico.
Sólo entonces podremos estimar la importancia de los conceptos científico-
naturales recientes para el desarrollo de una teoría sociológica con capacidad
explicativa.
Para poder contestar a esta cuestión con conocimiento de causa, serían
necesarios suficientes conocimientos acerca de las teorías científicas menciona-
das anteriormente. Por razones de tiempo, no me queda sino presuponer esos
conocimientos 4, aunque por lo menos quisiera referirme a algunos puntos
especialmente importantes para las reflexiones que siguen.
Bajo la etiqueta de dinámica de sistemas no lineales se incluyen tanto teo-
rías de carácter analítico-formal como sustantivas. En el grupo de las primeras
hay que destacar la teoría matemática de catástrofes de René Thom y el análisis
del caos determinista. En ambas, las discontinuidades o saltos de una fase a
otra juegan un papel central, especialmente el salto repentino de orden a caos.
Características importantes de estos procesos son la existencia de valores
umbral, la dependencia de los acontecimientos respecto de una trayectoria y la
posibilidad de bifurcaciones, es decir, de posibles procesos alternativos bajo
determinadas circunstancias. Las teorías sustantivas se ocupan principalmente
de procesos de emergencia espontánea de orden, de la fase de transición que
sigue a una ruptura del orden y que conduce a una nueva situación de desequi-
librio. Los fenómenos a los que se refieren estas teorías son extraordinariamen-
te variados. Van desde el ferromagnetismo, la superconductividad y el láser a la
formación de colonias de células móviles y a los procesos autocatalíticos res-
ponsables de la génesis de las moléculas proteicas autorreproductoras, pasando

4
Una exposición detallada puede verse en Renate Mayntz (1990). Véanse ahí también
referencias bibliográficas más detalladas.

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por procesos hidrodinámicos, relojes químicos y las manchas en la piel del leo-
pardo. No obstante, todos estos procesos, vistos desde un conveniente nivel de
abstracción, pueden ser reunidos en un paradigma común. Tanto si, como
parece ser la inclinación de los sociólogos, nos referimos a él con el término de
autoorganización siguiendo a Von Foerster, como de estructuras disipativas
siguiendo a Prigogine o de sinergética siguiendo a Haken, los elementos esen-
ciales de este paradigma común pueden ser resumidos brevemente de este
modo:

1. Los procesos autoorganizativos tienen lugar propiamente en sistemas


constituidos por una gran cantidad de elementos.
2. Tales sistemas se encuentran en estado de inestabilidad termodiná-
mica.
3. Los sistemas toman de su entorno la energía que utilizan en el proceso
de autoorganización.
4. El orden o la estructura que se forma no se produce por causas exter-
nas, sino por la interacción entre los elementos del sistema. Este orden
emergente representa una macrocualidad nueva del sistema.
5. Tales procesos autoorganizativos son, intrínsecamente, de naturaleza
no lineal.

La teoría autopoiética de Varela y Maturana puede ser vista como otra


variante de los procesos autoorganizativos. Mientras que en los sistemas físico-
químicos se trata exclusivamente de la formación de la estructura endógena, la
autopoiesis implica la autoproducción sistémica. Dicho de otro modo, el siste-
ma produce sus propios elementos, lo cual constituye una característica de los
sistemas vivos, de la vida orgánica. Este paradigma autoorganizacional amplia-
do a procesos de autoproducción puede ser considerado, finalmente, como
parte de un modelo evolutivo más general, presuponiendo que nos alejemos de
la concepción tradicional de que la evolución es un proceso determinado sólo
por selectores externos.
No es éste el lugar para una descripción detallada de las distintas influen-
cias en las ciencias sociales a que han dado lugar estos modelos científicos 5.
Resumiendo, a grandes rasgos podemos encontrar dos tipos de influencias, que
podríamos caracterizar como formal y discursiva. Cada una es representativa
de uno de los dos ámbitos de recepción señalados antes. El primer tipo de
influencia se da en el ámbito de la modelización formal, especialmente matemáti-
ca, de procesos sociales, donde no se trata tanto de teorías científicas referidas
a algún objeto natural, sino más bien de procedimientos y modelos matemáti-
cos. Lo interesante aquí es la estructura formal de estos procesos y la posibili-
dad de formularla matemáticamente. Según esto, se toman como referencia
determinados desarrollos formales de dinámicas no lineales, como la teoría

5
Para ello puede verse también Mayntz (1990).

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matemática de catástrofes de R. Thom (Thom, 1972) o el análisis científico de


procesos físicos de autoorganización que incluso llegan a ser formulados mate-
máticamente de modo parcial. Esto último vale especialmente para la sinergé-
tica de Haken (Haken, 1978). Los conceptos generales de transición de fase,
de ruptura estructural o de orden espontáneo en sistemas inestables pueden
haber actuado como estímulo, pero no son decisivos para ese tipo de influencia
que se centra en aspectos formales de métodos y modelos.
En el ámbito de la teoría macrosociológica se da justamente lo contrario,
pues ahí interesa tanto el análisis formal de sistemas dinámicos no lineales como
el análisis de los procesos mismos que son objeto de teorías científicas como la
evolución, la autopoiesis o la autoorganización. En el caso de la recepción dis-
cursiva de teorías científicas referidas a un objeto, no puede hablarse práctica-
mente de una recepción en sentido estricto. No obstante, hay intentos de buscar
correspondencias sociológicas con una literalidad vergonzosa respecto de concep-
tos clave de las teorías científicas tomadas como referencia sin prestar la suficien-
te atención al problema del isomorfismo. Dentro de la recepción puramente
metafórica se trata, en el mejor de los casos, de innovaciones semánticas que no
añaden nada a lo que ya sabemos de la realidad social, pues lo que se hace es
reescribir hechos conocidos en una nueva terminología. En el caso de la recep-
ción discursiva más seria y teóricamente más ambiciosa que se ha dado esencial-
mente en el ámbito de la teoría de sistemas y enfoques teóricos afines, no se
intenta aplicar sin más una teoría científica ya desarrollada a fenómenos sociales.
Luhmann (1984), por ejemplo, parte de un modelo teórico sistémico con un
alto grado de generalización, con lo que para él ni siquiera se plantea la necesi-
dad de discutir la posibilidad y los límites de una transferencia teórica desde el
ámbito científico natural. Como ilustra este ejemplo, la recepción de modelos
científicos en el ámbito de la teoría sociológica se produce de modo característi-
co por generalización y reespecificación, es decir, se trata de una recepción media-
da por una interpretación sociológica de una versión ya generalizada de teorías
científicas. En el proceso de generalización se oscurecen algunas partes de la teo-
ría original, lo que contribuye a que el problema del isomorfismo pierda fuerza.
No se intenta, pues, explicar fenómenos sociales con ayuda de una teoría cientí-
fico-natural, sino que ésta estimula un nuevo modo de ver los fenómenos socia-
les que puede desembocar en un proceso de construcción teórica independiente.
¿Pero dónde reside la atracción de los modelos científico-naturales para los
sociólogos? En primer lugar, no podemos dejar de señalar que esta recepción
de modelos tomados de las ciencias naturales que se ha acentuado últimamente
no se debe exclusivamente a una demanda activa por parte de los sociólogos,
ya que muchos científicos de renombre han tratado de aplicar sus teorías en el
terreno sociológico. Es como el pescador de Goethe: a medias cogió al pez y a
medias cayó él solo. De este modo, la sociología actual no está expuesta sólo a
un imperialismo de las ciencias económicas nuevamente activo, sino también a
las aspiraciones hegemónicas de la ciencia natural. Como veremos, la simultá-
nea receptividad de ambas influencias no es casual.

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Por lo que atañe a la atracción de los nuevos modelos científicos para la


sociología, puede ser que el carácter normativo o emocionalmente sugestivo de
conceptos como autoorganización, catástrofe o caos haya elevado la receptivi-
dad, así como el deseo de emular el prestigio de las ciencias duras6. Pero más
importantes son, de hecho, las semejanzas formales que saltan a la vista entre
modelos científicos de dinámicas no lineales y determinados procesos sociales,
pues aunque de un modo general y vago —suggestive, como dicen los america-
nos—, estas semejanzas alientan la esperanza de que se pueda sacar de los
modelos científicos algo útil para la explicación de procesos sociales. Autores
como Walter Bühl (1990), que se ha pronunciado al respecto con todo detalle,
ven la relevancia sociológica de esas teorías principalmente en que ofrecen
modelos para el análisis de procesos discontinuos de cambio social, ciclos,
fluctuaciones y catástrofes, como reza el subtítulo de su último libro. Además,
ello fomenta el estudio de procesos que han sido sistemáticamente ignorados,
según Bühl, por las teorías sociológicas dominantes hasta ahora. Aunque no se
comparta el punto de vista de Bühl sobre la obsesión por el equilibrio reinante
en la teoría sociológica hasta nuestros días, haciendo especial referencia a
Marx y a Weber, hay algo de cierto en su fundamentación del significado que
tienen los modelos de dinámicas no lineales para la sociología. Mi tesis, aun-
que compatible con esa fundamentación, es otra, a saber: que la especial rele-
vancia de estos recientes modelos matemáticos y científico-naturales reside en
su contribución para la solución del llamado problema micro-macro7. Exacta-
mente de este problema, del surgimiento de fenómenos macro a partir del
comportamiento de los elementos del sistema sometidos a reglas reconocibles,
se ocupan todas las nuevas teorías científicas que hemos mencionado. Esto es
especialmente evidente en el caso del paradigma de la autoorganización. Pero
también modelos matemáticos de procesos discontinuos tales como procesos
de movilización o difusión generan el macroacontecimiento a partir del
microcomportamiento interdependiente y descoordinado de los elementos del
sistema. Lo mismo vale para modelos evolutivos del cambio en los cuales los
microprocesos de la reproducción y de la mortalidad diferencial producen,

6
Esto vale a pesar de que en el lenguaje coloquial al menos los conceptos de autoorganiza-
ción y de catástrofe sean utilizados en un sentido distinto del matemático. Una catástrofe en el
sentido de Thom no es un acontecimiento que irrumpe repentinamente dejando graves conse-
cuencias negativas a terceros implicados y no implicados, sino un tipo determinado de transfor-
mación del perfil de singularidad en una familia de funciones bajo variación gradual de uno o
más parámetros. Y la autoorganización no es un proceso de toma de decisiones sobre la base de
una democracia directa para seguir metas comunes, sino un proceso natural de formación no pla-
neada de estructuras. Para la mayoría de los sociólogos, la atracción del paradigma de la autoorga-
nización radica justamente ahí.
7
El problema micro-macro al que nos referimos aquí no consiste en la exposición que de él
han hecho recientemente Berger, Eyre y Zelditch (1989) de que hay posibles diferencias en la
estructura formal que se ocupan de fenómenos micro o macro, sino que se trata de la generación
de macroacontecimientos o macroestructuras mediante microprocesos, esto es, por agregación e
interacción de acciones individuales.

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respectivamente, cambios estructurales y conservación de la estructura a escala


poblacional.
Los propios científicos, especialmente los autores del paradigma de la auto-
organización, ven que estas teorías pueden contribuir a construir un puente
entre lo micro y lo macro. De una u otra forma, todos ponen de relieve que los
procesos autoorganizativos generan propiedades a nivel macro de los sistemas
observados que no pueden deducirse de las propiedades mensurables de sus
elementos por simple agregación. En el caso del láser, por ejemplo, la nueva
propiedad es un rayo luminoso de intensidad especial; en procesos hidrodiná-
micos como la inestabilidad de Bérnard, es un patrón determinado de movi-
miento; en otros casos, es la locomoción de una colonia de células o la capaci-
dad de visión espacial. El problema micro-macro es un problema de
emergencia de nuevas propiedades o un problema de interación entre niveles
inferiores y superiores en sistemas jerárquicos, en los que la jerarquía no ha de
ser entendida como una cadena de órdenes, sino como una relación de inclu-
sión. Mi primera tesis es, pues, que la expectativa de una mejor comprensión
de fenómenos sociales emergentes en el sentido aquí especificado es la razón
más importante del atractivo no sólo del paradigma de la autoorganización,
sino de otras teorías científicas de dinámicas no lineales como lo es, en último
extremo, la teoría de la evolución.
Aunque no es ni mucho menos nuevo, el problema micro-macro parece
gozar de una cierta actualidad en la sociología. Mi segunda tesis es que esta
actualidad está relacionada con el renacimiento de enfoques centrados en la
acción incluso en el ámbito de la macrosociología. Mientras el cambio estruc-
tural a nivel social global fue explicado sistémicamente como reflejo de impe-
rativos funcionales o de modificaciones semánticas del desarrollo tecnológico o
como una secuencia paulatina de impulsos en la diferenciación social, es decir,
mientras las propiedades macro eran atribuidas a variables macro no era nece-
saria una conexión con el nivel micro de la acción individual. Tan sólo al
intentar unir los dos niveles con el fin de explicar fenómenos macro (o sea, lo con-
trario del muy usual método de utilizar variables macro para explicar proble-
mas micro) se plantea el problema en toda su extensión. Aunque ya Parsons
hizo el intento explícito de unir en una misma teoría general el nivel micro de
la acción social con el nivel macro del desarrollo de las estructuras sociales, no
capta este aspecto especial de la cuestión en su concepción de la jerarquía de
control y las condiciones recíprocas ni en su concepto de interpenetración.
Más significativo es el concepto de «consecuencias no pretendidas de la
acción» que siempre ha sido puesto de relieve como objeto central del conoci-
miento sociológico. Pero éstas pueden ser un problema, obviamente, si se argu-
menta en términos de acción o de actor, como lo pone de manifiesto una tem-
prana y muy citada formulación del problema micro-macro realizada por
Hayek: «If social phenomena showed no order except in so far as they were
consciously designed, there would be ... only problems of psycology. It is only
in so far as some sort of order arises as a result of individual action, but

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without being designed by any individual that a problem is raised which


demands theoretical exploration» (Hayek, 1955: 39).
Sólo que Hayek era economista y los economistas se han ocupado desde
hace mucho tiempo de buscar puentes de este tipo entre lo micro y lo macro.
No necesito más que remitirme a Karl Menger, quien en sus investigaciones
sobre el método de las ciencias sociales y de la economía política de 1883 titu-
laba así uno de sus capítulos: «Sobre la comprensión exacta (atomística) del
origen de esos fenómenos sociales que son el resultado no premeditado de
desarrollos sociales»8. Por tanto, es aquí, al representarnos la emergencia de
fenómenos macro a partir de acciones e interacciones en el nivel micro, donde
determinados modelos económicos y modelos científicos de autoorganización
encuentran un terreno común. Por su parte, al reencontrase de nuevo la socio-
logía con la categoría de la acción social, se vuelve sensible a ambas influencias,
la física o biológica y la económica. Así pues, no ha de extrañarnos que autores
como Siegwart Lindenberg, afín a un paradigma explicativo de corte economi-
cista para el comportamiento individual, hayan sido los que últimamente han
producido las contribuciones más decisivas en el ámbito alemán para formular
—por no decir, para resolver— el problema micro-macro (Lindenberg, 1977).
Sin embargo, la tesis de que con el renacimiento del enfoque teórico cen-
trado en la acción, a lo que se añade la actualidad del problema micro-macro,
la sociología se muestra sensible a los modelos científicos de autoorganización,
tiene un fallo en su armonía, aunque tan sólo a nivel puramente descriptivo,
porque no recoge los préstamos teóricos que Niklas Luhmann y algunos segui-
dores suyos como Gunther Teubner tomaron de la teoría de la autopoiesis de
Maturana y Varela. La sociología de Luhmann no está de modo explícito
orientada a la acción y, por tanto, falta en ella la variante relativa a la acción
social del problema micro-macro. Tanto Luhmann como Teubner tratan fenó-
menos emergentes, sea la emergencia de unidades del sistema como la emer-
gencia del mecanismo autorreproductor mismo, que es vista como una propie-
dad sistémica más del nivel macro9. La teoría sistémica de la autopoiesis podría
plantear el problema de la emergencia social de un modo particularmente dife-
rente10. Sin embargo, la versión centrada en la acción del problema macro-
micro parte de un interés cognoscitivo precientífico, el interés por el tema del
destino, del éxito o fracaso de la autoconservación colectiva del homo sapiens
bajo el desarrollo progresivo de su propio potencial. Este tipo de preguntas,
este miedo, es el que siempre ha estado unido al concepto de «consecuencias
no pretendidas de la acción».

8
Estas ideas son utilizadas de nuevo en la teoría económica de las instituciones sociales, esto
es, en el neoinstitucionalismo económico. Véase Andrew Schotter (1981).
9
Véase explícitamente en Teubner (1989: 32, 42, 94).
10
Teubner (1989) une los órdenes jerárquicos circularmente mediante la autorreferencialidad
y del mismo modo se desunen. Aunque no ocurre de otro modo fundamentalmente cuando en el
enfoque de la acción se especifica que la acción a nivel micro, que produce determinados efectos a
nivel macro, a su vez se ve influida por otras propiedades sistémicas del nivel macro.

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Una vez que hemos entendido dónde reside el atractivo de los modelos
físico-matemáticos para el sociólogo, se plantea entonces la pregunta siguiente:
¿hasta dónde alcanza realmente la potencia explicativa de los modelos basados
en la autoorganización en el ámbito sociológico? En primer lugar, resulta evi-
dente que los mecanismos de agregación e interacción de los sistemas físicos,
químicos e incluso orgánicos no pueden ser traducidos directamente. Sin
embargo, estos mecanismos son el núcleo de las teorías científicas sustantivas
que sirven de modelo, por lo que su equivalente sociológico habría de tener el
mismo significado en la explicación de los macrofenómenos sociales. Si se con-
sidera únicamente la estructura formal de los diversos mecanismos naturales,
se perciben estimulantes posibilidades para traducir el modelo. Se puede com-
probar que en fenómenos de autoorganización en sistemas físicos, químicos y
orgánicos son de central importancia procesos catalíticos y autocatalíticos, así
como la acción conjunta o la interferencia de reacciones recíprocas entre ele-
mentos que circulan con distinta velocidad y que ejercen sobre el sistema una
acción condensadora o ratificante. Pero estos paralelismos no nos llevan muy
lejos mientras no podamos decir, refiriéndonos a nuestro objeto, qué es lo que
se condensa o dispersa a tal intensidad y tal frecuencia y mediante cuáles inte-
racciones entre personas humanas. Es decir, estos paralelismos, en principio,
nos señalan torpemente —aunque ya es algo— la dirección en la que podría-
mos buscar.
Con todo, no hay una frontera determinable a priori para la traducción de
modelos científicos efectuada mediante abstracción y reespecificación. Se
encuentra allí donde las premisas centrales de las teorías físicas y químicas
dejan de tener validez incluso en un sentido figurado. Éste es el caso de la pre-
misa de la invarianza espacial y temporal de los elementos11. Mientras que los
sociólogos, por regla general, son conscientes de esta premisa y de la problemá-
tica que encierra, hay otra específica de los modelos autoorganizativos que rara
vez se hace explícita: el hecho de que se trata de sistemas de gran número de
partículas. Los modelos matemáticos correspondientes se basan precisamente
en esto.
En la realidad social hay una variedad de situaciones en las que se cum-
plen las dos premisas mencionadas para el surgimiento de discontinuidades y
procesos de autoorganización en el sentido de los modelos científicos que
hemos tratado aquí. En ella encontramos procesos, con un alcance espacio-
temporal naturalmente limitado, centrados en la conducta colectiva de gran-
des cuasigrupos cuyos elementos —individuos, presupuestos o incluso organi-
zaciones— pueden estar cultural o normativamente regulados respecto del
aspecto de la conducta que nos interesa, actúan en constante interferencia
mutua, pero no están organizados, es decir, su conducta no está coordinada

11
«Las ciencias naturales se basan en la constante intercambiabilidad de los fenómenos inves-
tigados, es decir, en que no son individuos singulares ni temporalmente únicos» (Markl, 1989:
133).

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con arreglo a un plan de acción. Pueden encontrarse ejemplos no sólo en el


ámbito del típico comportamiento de masas, sino también en procesos de for-
mación de la opinión pública, de la movilización política, en los ciclos de
coyuntura de temas políticos o de la moda. A esta categoría pertenecen tam-
bién los procesos de estructuración espontánea del espacio y los cambios cícli-
cos en la elección de profesión, así como en general todos los procesos que
pueden describirse como procesos de mercado o que tienen que ver con situa-
ciones de competencia en grandes poblaciones. Puede que siempre haya una
simplificación, pero de no ser así sería imposible describir en su totalidad el
comportamiento de las unidades recurriendo a reglas relativamente sencillas
que permanezcan estables durante todo el período al que la investigación se
refiere.
El ámbito de aplicación de los modelos de generación de estructuras y ruptu-
ras de estructuras no carece de importancia, e incluso podrá crecer aún debido a
la creciente desaparición del vínculo tradicional y a la erosión de las relaciones
jerárquicas en las sociedades modernas12. Crecería en importancia a medida que
surgiesen procesos análogos al funcionamiento del mercado y podría justificar en
parte el atractivo creciente que en estos momentos tienen los modelos econó-
micos para la sociología. Al concentrarse explícitamente en las consecuencias del
comportamiento colectivo, y con ello en la especificación de los mecanismos de
interacción sobre los que se basan los macroefectos, los modelos autoorganizati-
vos (y los modelos de procesos no lineales de ruptura del orden) pueden llegar a
ser un contrapunto de la tendencia de los sociólogos de la acción social por con-
centrarse en la explicación de decisiones individuales13.
Sin embargo, me atrevo a sostener —y ésta es mi tercera y última tesis—
que con el uso de modelos teóricos de comportamiento colectivo para explicar
macrofenómenos sociales no se capta la problemática central de la dinámica
social. La razón decisiva de ello no es tanto el hecho de que la premisa de la
invarianza en el ámbito social deja de cumplirse allá donde se den procesos de
aprendizaje en virtud de los cuales las reglas vigentes de comportamiento se
sustituyen por otras y, además, el modo en que esta sustitución opera no
puede, a su vez, ser cifrado en una nueva regla sencilla de comportamiento
colectivo, por lo que no resulta predecible ni modelizable. Cierto, los seres
humanos aprenden de las consecuencias de su comportamiento colectivo y la
próxima vez reaccionan ante la misma situación de modo distinto, de suerte
12
Véase al respecto el argumento de Esser (1989) basado en la tesis de Beck de la individuali-
zación. Aunque para que el ámbito de aplicación de los modelos de conducta colectiva pueda cre-
cer realmente no puede perderse con la individualización esa invarianza del comportamiento ele-
mental que se presupone en los modelos de autoorganización. Individualización no significa
necesariamente idiosincrasización. Ya M. Weber observó que no sólo normas y tradiciones, sino
también la combinación de intereses y oportunidades, hacen predecible y estructuran la acción
social.
13
Para Esser (1989), también el núcleo nomológico de una sociología que quiera dar cuenta
del fenómeno social de la individualización es una teoría de la acción que pueda explicar actos
electivos individuales a partir de reglas de conducta reconocibles.

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que muchos efectos agregados previstos no aparecen. Incluso la mera antici-


pación de determinadas consecuencias puede bastar para que el comporta-
miento colectivo tome otras direcciones. Lo difícil que nos resulta predecir
tales anticipaciones de cuasigrupos relevantes y sus efectos sobre la modifica-
ción del comportamiento colectivo hasta ese momento conocido lo hemos
podido comprobar, una vez más, en el contexto de los acontecimientos ocurri-
dos en la antigua RDA. Nuestra situación es más difícil que la de la ciencia
económica, a la que F. A. Hayek, bajo el bonito título de «Pretence of Know-
ledge», le reprochó su actitud de ingenuo cientifismo al equiparar lo mensura-
ble con lo importante y, de este modo, llegar a afirmaciones manifiestamente
falsas sobre, por ejemplo, el desarrollo del desempleo y la coyuntura14.
Más aún que la especial capacidad humana de aprendizaje, hay otra razón
que limita la relevancia de modelos emergentistas procedentes de las ciencias
naturales para la sociología. Al contrario que para los sistemas que estudian las
ciencias naturales, en las ciencias sociales no sólo rige la «mano invisible» de
Adam Smith (o la astucia de la razón de Hegel), sino también el schilleriano
«en tu pecho están las estrellas de tu destino». Los seres humanos son capaces
de organizarse y de fijarse metas colectivas. La existencia de poderosos actores
corporativos es una consecuencia de ello. Intervienen o, al menos, lo intentan
cuando el resultado anticipado de procesos de configuración estructural, de
fluctuaciones, círculos viciosos y espirales no les parece deseable. De este
modo, los procesos espontáneos, naturales, de conducta colectiva son desvia-
dos permanentemente. Por ello, sólo muy pocos macroacontecimientos o
macroestructuras son realmente fenómenos emergentistas puros en el sentido
del paradigma científico. Esto puede mostrarse bien tomando el sistema de la
ciencia como ejemplo. Krohn y Küppers (1989) han analizado la producción y
la reproducción de ese sistema en cuanto sistema autoorganizado que resulta
de la acción investigadora en equipo. Este planteamiento es sostenible mien-
tras que se hable de la ciencia en cuanto sistema cognitivo, pero no vale para
explicar la estructura institucional de un sistema científico concreto y sus
transformaciones. Sobre todo, los macroefectos potencialmente destructivos y
no pretendidos no son preferentemente el resultado de procesos que siguen el
paradigma científico del surgimiento espontáneo del orden o de la ruptura
espontánea de éste ni pueden ser concebidos a partir de ellos. Pueden ser igual-
mente el resultado de una mala dirección o de interacciones del tipo del «dile-
ma del prisionero» y otras situaciones de interdependencia estratégica con
carácter de trampa15. Para explicar este tipo de interacciones no sirven de

14
Véase Hayek (1989). «In the explanation of the working of such structures we can ... not
replace the information about the individual elements by statistical information, but require
information about each element if from our theory we are to derive specific predictions...» (1989:
4). «... this failure of the economist ... is closely connected with their propensity to imitate as clo-
sely as possible the procedures of the brilliantly successful physical sciences...» (1989: 3).
15
Véase, por ejemplo, la «trampa de los entrecruzamientos políticos» que ha analizado
Scharp (1988).

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RENATE MAYNTZ

ayuda los modelos autoorganizativos porque ya no se trata de sistemas de par-


tículas.
Acción planificada, interacción estratégica y procesos de comportamiento
colectivo —las tres formas de orden con las que opera la macrosociología—
necesitan no sólo planteamientos teóricos respectivamente distintos. El reto
teórico decisivo radica, a mi parecer, en el análisis de la interferencia entre pro-
cesos de comportamiento colectivo, por un lado, y las interacciones estratégi-
cas de los actores corporativos junto a las reacciones dirigidas en su contra, por
el otro. El problema de la interferencia así esbozado diferencia —y complica—
la dinámica de búsqueda de soluciones y de generación de problemas derivados
que desarrollaba la teoría de sistemas del primer Luhmann. Justo porque lo
que se requiere es la combinación e integración de distintos planteamientos
teóricos cuando la mayoría de los investigadores tienden a moverse en el marco
de un paradigma científico, la sociología no ha podido ofrecer mucho hasta
ahora para solucionar el problema de la interferencia; más aún, incluso la iden-
tificación misma de este problema puede uno buscarla en balde en las manifes-
taciones programáticas de los sociólogos. Por otro lado, ocasionalmente, apare-
cen trabajos empíricos en los que se investiga la interferencia que se da en la
práctica entre procesos de comportamiento colectivo, acción política y acción
de las organizaciones. Al respecto es ejemplar el trabajo de Wolfgang Streeck
sobre los problemas organizativos de los sindicatos en el Estado social demo-
crático (1981); trabajo que el propio autor, de modo significativo, no lo sitúa
explícitamente en el marco de las reflexiones metodológicas fundamentales del
tipo mencionado.
Para Streeck, los sindicatos, como todas las organizaciones, son creaciones
espontáneas, no planificadas, orgánicas, pero al mismo tiempo son también un
conjunto de funciones desarrolladas para un fin (Streeck, 1981: 13). Son,
pues, efecto e instrumento de los procesos de movilización. La evolución de los
sindicatos, de acuerdo con esto, es el producto de la interacción causal entre
las probabilidades y las estrategias de movilización, esto es, entre la disposición
de los potenciales miembros del sindicato para la acción colectiva y la acción
estratégica de la organización. Las probabilidades de movilización se reducen,
según Streeck, como consecuencia de los cambios en la estructura social, pero
también como reacción a la transformación del significado de los sindicatos
producida por iniciativa legal16. A esta transformación exógena de sus probabi-
lidades de movilización, los sindicatos reaccionan bien intentando fortalecer
los motivos para sindicarse de sus potenciales miembros en vista de su situa-
ción social, o bien elevando su atractivo para miembros potenciales. Así queda
el círculo cerrado: acción política, acción de la organización y la disposición
16
Así, el atractivo de los sindicatos baja si como consecuencia de reglamentos de tarifas a los
no miembros no se les puede dejar fuera de los frutos de una exitosa lucha por los intereses que
representan. Al mismo tiempo, el desmantelamiento por parte del Estado del sistema de seguri-
dad social ha disminuido constantemente el significado de la subvención a los sindicatos (Streeck,
1981: 67).

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MODELOS CIENTÍFICOS, TEORÍA SOCIOLÓGICA Y EL PROBLEMA MACRO-MICRO

para la acción colectiva determinada por la situación social del cuasigrupo de


referencia se entrelazan al máximo, influyéndose mutuamente, en un período
de tiempo. Tales interreferencias eran, y todavía lo son, fácilmente observables
en la radical y rápida reestructuración de la antigua RDA. El interés de la teo-
ría sociológica radicaría en buscar algunos modelos interreferenciales capaces de
generalización. Pero, llegados a este punto, los modelos científicos que hemos
tratado no pueden ayudarnos más, pues ahí llegamos a un límite definitivo
para el aprendizaje mediante préstamos teóricos de una ciencia a otra.

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(Traducción de Javier RODRÍGUEZ MARTÍNEZ.)

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RENATE MAYNTZ

ABSTRACT

The methodological relations between natural and social sciences are the object of a renewed
debate within the bosom of the latter. Over the last two decades, evolution in natural science has
produced sufficient signs for us to be able to talk about the emergence of a new paradigm that
would differ from the Newtonian physical science model. From the vantage point of philosopy,
sociological theory and methodology has advocated that such advances in natural science would
have their repercussion on social science. Renate Mayntz carried out research work in the Max
Planck Institute, the principal results of which can be seen in this article. His pessimistic
thinking in respect of the possibilities of a methodological transfer from one sphere to another
does not prevent him from giving a proper evaluation of the sociological research areas where an
effective methodological influence has occurred.

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