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De modo que decide tú misma lo que no le dirás a tu hija. Porque lo que le digas importa.
Le enseña lo que debería valorar. Seguro que conoces esa broma igbo para reírse de las
chicas que están siendo infantiles: <<¿Qué haces? ¿No sabes que ya tienes edad para
buscar marido?». Yo lo decía a menudo. Pero ahora he elegido no hacerlo. Prefiero decir
«Ya tienes edad para buscar trabajo». Porque no creo que debamos enseñar a nuestras
hijas a aspirar al matrimonio.
Enséñale que si criticas X en las mujeres pero no lo criticas en los hombres, tal vez no
tengas un problema con X, sino con las mujeres. Sustituye la X por palabras como ira,
ambición, brusquedad, tozudez, frialdad, crueldad.
Enséñale a plantear preguntas como: ¿Qué cosas no pueden hacer las mujeres porque
son mujeres? ¿Esas cosas gozan de prestigio cultural? En tal caso, ¿por qué solo se les
permite a los hombres realizar las actividades que tienen prestigio cultural?
¿Recuerdas aquel anuncio televisivo que veíamos en Lagos en que un hombre cocinaba
y su mujer le aplaudía? El verdadero progreso radica en cuando ella no le aplaude a él, sino
que se limita a reaccionar ante la comida: puede alabarla o no, igual que él podría alabar o
no la comida de ella, pero lo sexista es que la mujer está alabando el hecho de que él haya
cocinado, esa alabanza implica que cocinar es un acto inherentemente femenino.
¿Recuerdas la mecánica de Lagos que un artículo periodístico describía como “la señora
mecánico”? Enséñale a Chizalum que la señora es mecánica, no una “señora mecánico”.
Hazle ver que está mal que un hombre que choca con tu coche en el tráfico de Lagos, se
baje del vehículo y te mande a por tu marido porque “no puede lidiar con mujeres”.