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CAPITULO 5 Las interpretaciones psicolégicas de los principios légicos § 25, El principio de contradiccién en la interpretacién psicologista de Mill y de Spencer Hemos indicado ya que un desarrollo consecuente de la concepcién de las leyes I6gicas, como leyes de'los hechos psiquicos, conduciria por fuerza a interpretaciones esencialmente falsas de las mismas. Pero la Wégica impe- «zante ha rehuido por lo regular la consecuencia en este punto como en todos Jos demés. Casi diria que el psicologismo sdlo vive de inconsecuencias y {que quien lo piensa con rigor hasta el fin ya lo ha abandonado, si el em Pirismo extremo no suministrase un ejemplo notable de cusnto més fuertes pueden ser los prejuicios arraigados que los més claros testimonios de la Inteleccidn. Con impavido rigor saca las mas duras consecuencias; pero sélo para tomarlas sobre sf y unirlas en una teoria lena de contradicciones. Lo ‘que hemos hecho valet en contra de la posicidn légica que impugnamos gue las verdades Iégicas, en lugar de ser leyes de naturaleza conceptual pura, garantizadas « priori y absolutamente exactas, serfan necesariamente Probabilidades mas o menos vages, fundadas en Ta expeticmia y I inn Cidn y concetnientes a ciertos hechos de la vida psiquica humana—, eso ‘mismo (prescindiendo acaso de subrayar la vaguedad) es justamente la doc- ‘rina expresa del empirismo, No podemos proponernos someter esta direc- idm epistemoldgica a una critica exhaustiva. Pero ofrecen particular interés para nosotros las interpretaciones psicoldgicas de las leyes l6gicas, que se han dado en esta escuela y que han difundido también més allé de los Timites de ella una ilusién ofuscadora' ‘Como es sabido, J. St. Mill? ensefia que el principium contradictionis cs «una de nuestras més tempranas y més inmediatas generalizaciones de la "BL andie » ee pantry ot spite contine una discus senral de los vor fundamen Spline, scene pon der pera Ge vores Mil, Logie, libro Tl, cap. VII, 84 88 Edmund Husserl experiencia». Y encuentra su primitive fundamento en que «cteet y no reer son dos distintos estados de espfritu», que se excluyen mutuamente. Sabemos esto —prosigue literalmente— por las observaciones més simples de nuestro propio espiritu. ¥ si 105 nuestra observacién hacia fuera, encontramos también que la luz y la oscuridad, el ruido y el silencio, la igualdad y la desigualdad, el ir delante y el ir detrés, la sucesién y la multaneidad, en, suma, todo fendmeno positive y su negacién (negative) son fenémenos distintos, que se hallan en una relacién de antagonismo ex- temo, estando siempre ausente el uno cuando esté presente cl otro. «Yo considero», dice, «el axioma en cuestiGn como una generdlizacién de todos ‘estos. hechos». Mill, tan sagaz en otras ocasiones, parece sbandonado de todos los dio- ses cuando se trata de los principios fundamentales de sus prejuicios empi- istas, Y asf la Gnica dificultad en este punto es comprender Smo pudo parecer convincente semejante teoria. Lo primero que sorprende es la pa- tente incorreccién de la afitmacién segin la cual el principio que dice que ddos proposiciones contradictorias no son ambas verdaderas y se excluyen fen este sentido, es una generalizacién de los CE. también op. cit, p. 419 18 48, 4) CAPITULO 6 La silogistica segin interpretactin psicologista FORMULAS SILOGISTICAS Y FORMULAS QUIMICAS. $30. Intentos de interpretacién psicologista de los principios silogisticos En las consideraciones del ilkimo capitulo hemos tomado por base con preferencia el principio de contradiccién; porque Ia tendencia a la interpre- tacién psicol timente muy grande tratindose de este principio, ‘como de todos los jos en general. Las razones que impulsan a esta ferpretacién tienen, en efecto, una gran apariencia de patentes y convin centes. Por otra parte, raramente se llega a aplicar en especial la doctrina ‘empirista a las leyes silogisticas; porque son reductibles a los principios, se ‘ree innecesario todo nuevo esfuerzo Feferente a ellas. Puesto que los axio- mas son leyes psicoldgicas y puesto que las leyes silogsticas son puras con- secuencias deductivas de’ los. axiomas, tambien las leyes silogisticas.seran —se dice— necesariamente psicol6gicas. Debiera caerse en la cuenta de que todo paralogismo suministea necesariamente una instancia decisiva contra esta creencia, y que por ende mas bien cabria sacar de esta deduccién un argumento contea la posibilidad de toda interpretacién psicolégica de los axiomas. Debiera pensarse, ademés, que el cuidado necesario para fijar con ceptual y verbalmente el ‘supuesto contenido psicolégico de los axiomas, convencerfa necesariamente a los empiristas de gue con sw interpretacién ro logran aportar nada a la demostracién de las fSrmulas silogisticas, y de ue dondequiera tiene lugar esta demosteacién los puntos de partida, como los puntos de llegada, tienen siempre el cardcter de leyes, fore coelo distintas de las que se llaman eyes en psicologia. Pero hasta las mas claras objecio- nes fracasan contra la conviecién de la teoria psicologista. G. Heymans, que hha desarrollado por extenso recientemente esta teoria, no ve la menor dif cultad en la existencia de los paralogismos, hasta el punto de que llega a 104 Edmund Husserl considerar como una confirmacién de la concepcién psicologista 1a posibi- lidad de delatar un paralogismo; pues esta delacién no consiste en en- mendar al que no piensa con arreglo al principio de contradiccidn, sino en mostrar Ia contradiccién cometida inadvertidamente en el paralogismo, Ca- bin preguntar aqui si las contradicciones inadvertidas no son también con- tradieciones, y si el principio Wégico s6lo enuncia la imposibilidad de las contradicciones advertidas, admitiendo que, tratdndose de las inadvertidas, ambas contradictorias sean verdaderas. Basta recordar la diferencia entre la incompatibilidad psicolégica y Ia I6giea, para ver claramente una vez més que nos movemos en la turbia esfera de los equivocos ya expuestos. De poco servirfa argiiir que se habla de modo impropio cuando se habla de las contradicciones «inadvertidas» contenidas por el paralogismo; y que sélo en el curso de Ia refutacién surge la contradiccién como algo nuevo, como una consecuencia del raciocinio erréneo; y que esta consecuencia trae consigo Ia nueva consecuencia (todo psicolégicamente entendido) de que nos veamos obligados a rechazar como erréneo este taciocinio. Unos pro- cesos de pensamiento tienen este resultado, otros tienen otto. No hay nin- guna ley psicolégica que vincule Ia refutacién al paralogismo. Son incon: tables los casos en que el paralogismo se comete sim ser seguido de ella y se afirma en nuestra conviccién. ¢Cémo, pues, un proceso que sblo se en- laza al paralogismo en ciertas circunstancias psiquicas, adquiere derecho a endosarle una contradiccién y a negarle no sélo la «validez» en estas cit- cunstancias, sino la validez objetiva, absoluta? Exactamente lo mismo su cede, como es natural, con las formas silogisticas «correctas» tocante a su justifcacién por medio de los axiomas légicos. instintiva y presuntamente inmediata de la incapacidad_psicolégica para llevar a cabo simulténeathente actos de juicio contradictorios. Se confunden cen una sola cosa la evidencia y la conviccidn ciega, la universalidad exacta y la empirica, 1a incompatibilidad Idgica de las situaciones objetivas y la incompatibilidad psicolégica de los actos de fe, en suma: el no poder ser verdadero a la vez y el no poder creer a la vez. § 31. Formulas silogisticas y formulas quimicas Heymans intenta hacer plausible la teoria de que las frmulas silogisticas expresan «leyes empfticas del pensamiento», comparéndolas con las f6rmulas ‘quimicas. «Exactamente lo mismo que la férmula quimica 2He-+ O.=2H.O expresa sélo el hecho general de que dos vohimenes de hidrégeno con un volumen de oxigeno se combinan en dos volimenes de agua, en circuns- tancias apropiadas, exactamente lo mismo, la fSrmula l6gica MaX + MeY™ 1X +Xi¥ expresa s6lo que dos juicios afirmativos universales con el sujeto comiin en- sgendran en la conciencia, en apropiadas circunstancias, dos nuevos juicios par- ticulares afirmativos, en los cuales aparecen los predicados de los juicios primitivos como sujeto y como predicado. ¢Por qué en este caso tiene lugar tuna produccién de juicios nuevos y no lo tiene traténdose, por ejemplo, de Ja combinacién MeX + Me¥? Lo ignoramos por completo a la saz6n. Bero «s fécil convencerse de Ia inconmovible necesidad que domina estas combi- naciones y que, concedidas las premisas, nos fuerza a tener también por verdadera la conclusién; basta repetir los experimentos.»® Estos exper: mentos deben hacerse, naturalmente, «excluyendo todos los influjos pertur- ‘mini de lo contradictorio en nuestros juiios es el dnico fundamento de las reglas pias *Hleymans, Lc, p. 62. 106 Edmund Hussert adores» y consisten en arepresentarse con la mayor claridad posible las premisas correspondientes, dejar obrar ef mecanismo del pensamiento y es petar la produccién o Ia’ no_produccién de un nuevo juicio». «Y si se produce realmente un nuevo juicio, debe mirarse atentamente si acaso no hhan pasado por la conciencia, ademas del punto inicial y el punto terminal, ‘otros estadios intermedios, para anotatlos con la mayor exactitud ¢ inte: atidad posibles.»® Lo que nos sorprende en esta interpretacién es la afirmacién de que no se producen juicios nuevos en el caso de las combinaciones excluidas por los logicos. Ante un paralogismo cualquiera, por ejemplo, de esta forma XeM + MeY = XeY, ver menester decir que en general dos juicios de las formas XeM y MeY’ dan por resultado en la conciencia un nuevo juicio, «en apropiadas circuns. tancias», La analogia con las frmulas quimicas es exactamente tan justa O tan ertnea en este caso como en los demas. Naturalmente, no es admisible la réplica de que las «circunstancias» no son iguales en uno y otro cas. Psicolégicamente son todas del mismo interés y las leyes empiticas corres. pondientes tienen el mismo valor. ¢Por qué hacemos, pues, esta fundamental dlistincidn entre las dos clases de f6rmulas? Si se’ nos hiciese a nosotros esta pregunta, responderiamos naturalmente: porque hemos Icgado a la inteleccién de que lo que expresan las unas son verdades y lo que expresan las otras falsedades. Pero el empirista no puede dar esta respuesta. En el supuesto de las interpretaciones admitidas por é, ls leyes empiricas corres peondientes a ls paralogismos son ta valias como las correspondientes a EI empirista apela a la «inconmovible necesidad» que «dadas las pre rmisas, nos fuerza a tener por verdadera la conclusién». Pero todos los ra

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