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HISTORIA GENERAL III

LA EDAD MEDIA

Europa de los siglos V al XVI

Edad Media es un concepto que surge en la segunda mitad del siglo XV, por vía de los
humanistas. Los mismos, en cierta forma, tienen una importancia decisiva en el conocimiento
crítico erudito de la historia. A partir de un análisis filológico, ellos descubren que el latín que
se había escrito hasta el siglo XV se deterioraba a partir del siglo V por causa de las invasiones.
Por lo tanto, desde una perspectiva absolutamente culturalista y filológica, establecieron que
hubieron mil años de historia dominados por los bárbaros, que sería esa “época del medio”,
ubicada entre dos edades supuestamente brillantes. Desde ese momento queda fijada una
impronta terriblemente negativa, con esta perspectiva culturalista, la cual será retomada por el
Iluminismo.
Sin embargo, al observar las cuestiones desde otra perspectiva, fácilmente podemos
desembarazarnos de esta concepción (tan generalizada) de la Edad Media como una época
“oscura”. La perspectiva correcta sería, desde luego, replantear el punto de vista de la
observación histórica. El punto de partida de la observación histórica (no hago más que repetir
el criterio de Hegel) debería ser el resultado. Es decir, la génesis del análisis es ante todo el
resultado. Y este resultado, en última instancia, se observa en las determinaciones básicas de la
sociedad contemporánea; efectivamente, la Edad Media abre las puertas de por lo menos tres
grandes cualidades de la sociedad contemporánea: el sistema capitalista, el régimen político
contemporáneo, y el racionalismo crítico.
Por lo menos estas tres grandes determinaciones son una herencia absoluta y directa de la
Edad Media. Digo por lo menos estas porque, como veremos, toda una serie de situaciones, de
atributos de la sociedad actual (diría tal vez la totalidad de los atributos de la sociedad actual),
son un derivado de la época medieval: desde la organización familiar, hasta la misma institución
universitaria. De alguna manera lo que se hace en estas últimas actualmente es reproducir una
forma medieval ex catedra, en la cual el magíster establecía una solutio, una solución a un
problema determinado. Diríamos que prácticamente todo lo que nos rodea es un derivado de la
Edad Media y, desde este punto de vista, su estudio es un elemento central de la comprensión
del mundo actual.
Claro, acá nos vemos obligados a realizar algunas reflexiones preliminares. Una de ella es (y
va a ser objeto en el desarrollo de nuestras siguientes revisiones) que la génesis del sistema
capitalista será planteada desde un punto de vista en el cual trataremos de sustraernos de la
lógica de segregación, que es derivada de las mejores tradiciones clásicas del análisis del
nacimiento del sistema capitalista. En la tradición más inteligente (inaugurada por Marx) sobre
el nacimiento de dicho sistema, la matriz conceptual de su génesis parte de concebir:
funcionamiento del feudalismo/no funcionamiento del feudalismo, como prerrequisito para la
génesis de la nueva relación social. Es decir, en una tradición que aparece originalmente en el
famoso capítulo XXIV del primer volumen de El Capital (sobre la “acumulación originaria”),
Marx pensó que la debilidad del sistema feudal era la precondición para que se generase el
nuevo sistema de producción; tradición analítica que ha sido retomada posteriormente por
Maurice Dobb o Robert Brenner, es decir, por toda una serie de tratadistas posteriores hasta la
actualidad. Una obviedad, dados los conocimientos más básicos de historia que recorren la
sociedad, puesto que cualquiera tiene hoy en día la posibilidad de poner a prueba crítica esta
aseveración, es que el Ancien Régime de alguna manera marcó hasta su fin la pervivencia de
toda una serie de estructuras feudales, mal que les pese a los revisionistas como Furet.
Lo que quiero decir, entonces, es que habría que hacer una serie objeción crítica de la idea de
período de no reproducción de las relaciones dominantes del feudalismo como prerrequisito
para la génesis de las relaciones capitalistas. Desde este punto de vista, el avance en el que
vamos a enfocarnos será, no en dos lógicas, sino en una lógica de reproducción del sistema
feudal y de transformación (o transición) capitalista. Vale decir, las condiciones de transición
capitalista se generan en el mismo momento en que se está reproduciendo el sistema feudal o,
más que las condiciones, lo que se genera es el nuevo sistema de producción capitalista. Es por
eso que la génesis y dinámica del sistema feudal entran a jugar como parte constitutiva del
conjunto de la analítica sincrónica del sistema capitalista como tal. Desde este punto de vista, lo
que trataremos se encuentra absolutamente alejado de la mera curiosidad erudita del anticuario;
trataremos la forma en que se genera el sistema capitalista, que es el único sistema en la historia
que se ha universalizado como tal.
Esto no nos conduce a la concepción de la historia universal como presupuesto, sino como
resultado. Una de las peculiaridades de las formas pre-capitalistas es que tuvieron despliegues
espaciales geográficamente acotados. Sólo el sistema capitalista rescata esos despliegues y
constituye como tal una historia mundial. Es la problemática que nosotros observamos todos los
días a través de los diarios, ya sea por el despliegue económico o por el despliegue militar. Es lo
que vulgarmente se conoce como la “globalización de la historia”. Entonces, este es el primer
eje, vamos a observar la génesis del sistema capitalista de producción a partir de la dinámica del
sistema feudal.
El segundo eje problemático que observaremos será la génesis del sistema político que ha
correspondido al régimen capitalista. La cuestión aquí aparece como terriblemente paradójica.
Si cualquiera de nosotros tiene una idea (aunque sea muy vaga) de lo que es el feudalismo, este
se nos aparece prima fatie, como la negación de la escisión entre la base económica y el vértice
político. Se nos aparece como el régimen que anula la división (para hablar en términos de
Hegel) entre sociedad política y sociedad civil (o base económica). Y sin embargo el postulado
clave es que de esa negación surgirá la división propia del sistema moderno, cuya nota distintiva
central es justamente una separación entre política y economía. Nótese que aquí encontramos
determinados elementos que, al igual que lo que ocurre en el sistema capitalista, hacen a un
rasgo distintivo absoluto de la trayectoria procesal de Occidente. De la misma manera, el
capitalismo se origina a partir de una dinámica definida y singular, que es la dinámica del
occidente medieval.
En la formación política occidental nos encontramos con un hecho muy llamativo: esa
escisión que planteaba Hegel, por la cual el propietario de los medios de producción no es
propietario de los medios de gestión y de coacción política. En el sistema capitalista nos
encontramos con un segmento social de burócratas que no son propietarios de los medios de
producción y, desde este punto de vista, se diferencia de lo que podría ser el déspota oriental
que era el propietario de los medios de coacción y el propietario, en última instancia, de la
tierra. Se diferencia lo mismo que el propietario de esclavos y el señor feudal. Acá, por el
contrario, nos encontramos con un sistema político específico. La génesis de este segmento (la
burocracia), estará presente en el sistema feudal, lo mismo que la génesis de lo que Gramsci
llamaba sociedad civil (las estructuras organizativas que rodean el sistema burocrático). Y
también estará en el origen del sistema capitalista otro elemento, derivado del feudalismo, que
es el régimen constitucional. Este va a ser un segundo gran eje de despliegue de nuestro trabajo.
El tercer gran eje de despliegue será el surgimiento del racionalismo crítico. Va a ser el
surgimiento de esa idea del Iluminismo (que no pudo concretar y será heredada por el programa
socialista), que parte de no adaptar la razón a la irracionalidad de lo real, sino adaptar la
irracionalidad de lo real a la razón. Es decir, hacer un ordenamiento racional de lo real, que es
parte de la actividad científica que tenemos los miembros de las ciencias sociales, y que es
también el mismo racionalismo crítico con el cual se mueven los miembros de las llamadas
ciencias duras.
Vulgarmente existe la creencia de que dicho racionalismo fue herencia directa de la
Antigüedad Clásica a Occidente. No obstante, antes que los occidentales fueron los árabes los
que conocieron el pensamiento crítico racionalista, al igual que los bizantinos. Ese racionalismo,
representado en el aristotelismo, solamente pudo desplegarse mejor en Occidente porque
encontró determinadas condiciones para que pudiera desarrollarse, y esas condiciones
institucionales son las que hacen a las universidades. Es decir, encuentran condiciones que están
dadas por algo así como una esencialidad del sistema feudal, que es la existencia de autonomías
protegidas y privadas en las cuales no puede acceder el poder político, pero que a la vez lo
condicionan. Es el mismo principio que dio surgimiento a la sociedad civil. Por lo tanto, cuando
tratemos de ver las condiciones de génesis del pensamiento racionalista crítico, nos
encontraremos con nuestros antecesores directos: los universitarios. Y con prácticas que son
muy similares a las que hoy seguimos desplegando. Nos vamos a encontrar incluso con una
percepción mucho más clara de la importancia de mantener la autonomía universitaria, porque
esto significa mantener el ámbito protegido en el cual puede seguirse desarrollando el
racionalismo crítico. Esto también ha sido una herencia de la Edad Media y es por eso que
nuestro estudio se relaciona directamente con la idea de comprender los mecanismos del sistema
contemporáneo desde sus cimientos.
¿Por qué hacemos esta diferenciación? Porque la sociedad no lleva escrita lo que es; lo que es
no aparece como una evidencia. Planteemos un caso simple para comprender esto último: en el
sistema capitalista la relación social es una relación contractual entre dos sujetos libres; una
relación contractual de mercado, en la cual una persona ha vendido y otra ha comprado. El
obrero vende su fuerza de trabajo y recibe a cambio un salario, lo que se resume como una
simple transacción. En esta relación contractual libre, donde todo se da a partir de un cambio de
equivalentes, la razón del beneficio capitalista nunca aparece, por lo tanto, tampoco aparece la
génesis de la dinámica capitalista: la reinversión del beneficio. La relación tal cual nosotros la
vemos en su fenomenología oculta su esencia verdadera. Se necesitó el genio de Marx para
establecer que detrás de una aparente relación contractual de mercado se escondía trabajo no
pagado, para develar el secreto de la plusvalía.
Por lo tanto, decimos, el sistema no devela a simple vista lo que es, sino que lo descubrimos a
través de lo que son dos procesos complementarios. Uno es un procedimiento abstractivo, con el
cual podemos sumergirnos en la profundidad nuclear y develar dónde está el origen del
beneficio, de la reinversión en este caso y, en última instancia, de la dinámica del sistema
misma. El otro es el análisis diacrónico o histórico. De alguna manera hay una articulación entre
análisis lógico-sistemático y sistemático-histórico; uno y otro están en profunda
interdependencia e interrelación.
He aquí que debemos trasladarnos a una segunda consideración al imaginar la escisión entre
sociedad civil y sociedad política, siendo esta última dominada por burócratas que actúan cual
una especie de autómatas de la aplicación del párrafo (como diría Weber, por lo que el oficio
más importante de la burocracia actual es ser un “hombre de leyes”) y como una especie de
tecnócratas neutros, desligados del interés de lo particular y del interés privado. Por eso Hegel,
en una analítica que tuvo una extremadamente extensa continuidad, planteaba que el vértice
político como concreción de lo universal era la precondición para la absorción del conflicto de
los intereses privados. Nuevamente, se necesitó el genio de Marx para establecer que dicho
vértice en realidad no anula el conflicto, sino que lo perpetúa como lucha de una clase contra
otra. Pero si bien no lo anula, aparenta que lo hace, porque desde ese punto de vista el vértice
político, en la medida en que no está en manos de los propietarios de los medios de producción,
en la medida de que el propietario del medio de gestión y coacción no es un capitalista, se
puede presentar como agente para la concreción de lo universal. Nótese que ese vértice político
es el medio material central para poder concretar la abstracción real de la situación esencial, en
la cual ese vértice político tiene el poder, en última instancia, por delegación de los propietarios
de los medios de producción.
Si nosotros estamos en este punto del análisis, en el cual el vértice político se manifiesta como
el centro de coacción pero también como el centro más absoluto de la ideología (como falsa
representación) y por lo tanto como la estructura esencial del sistema, lo primero que
tendríamos que preguntaros es de dónde surge esa forma aparencial tan perfecta en la cual el
burócrata puede presentarse como un autómata abstraído del interés de lo particular. Decimos,
en esa forma existe un acercamiento a su verdadera esencia cuando planteamos que este
burócrata no puede aplicar una política esquizofrénica que sea contraria a la reproducción de
relaciones capitalistas. Pero cuando preguntamos sobre la causalidad del sistema no tenemos
respuestas sistémicas. ¿Por qué? Porque efectivamente, la burguesía no concreta al Estado como
objetivación de conciencia de clase. No construye al Estado ex nihilo; la burguesía no hace “su”
Estado. Lo construye sobre condiciones heredadas, heredadas de una dinámica pre-capitalista y
pre-burguesa.
Con esto demostramos que tiene plena vigencia la formulación de Weber, quien planteaba
como acto decisivo en la constitución del Estado moderno la expropiación de la nobleza de sus
medios de gestión. La burguesía, entonces, está operando sobre las condiciones que ella no
fabricó, sino que heredó. Trabaja sobre las condiciones objetivas, sin embargo. Esta es la única
forma por la cual podemos aproximarnos a la explicación de por qué aparece un estamento
burocrático separado del propietario capitalista. En este sentido, me manifiesto absolutamente
escéptico, por ejemplo, con las proposiciones derivadas también de Weber y que tienen un
origen remoto en Hegel, que planteaban que la burguesía necesitaba la conducción racional de
la totalidad y por eso necesitaba la asistencia del burócrata. La conducción racional de la
burguesía es una necesidad que se manifiesta en la multiplicidad de normativas jurídicas. Lo
que no puede hacer la burguesía es concretar el ideal de racionalismo: sujetar el funcionamiento
de la totalidad a la razón. En última instancia, porque hay elementos irracionales intrínsecos en
el propio sistema, empezando por la producción social y una apropiación privada de los
resultados de esa producción.
En este sentido diría solamente que la Historia es la que nos proporciona el secreto de la
forma política y constitucional moderna. Solamente en la Historia y a partir de ella, es decir, de
la herencia del sistema medieval, nosotros podemos captar por qué en un determinado momento
aparece la burocracia, rodeada por organizaciones privadas y que no es una burocracia de
capitalistas, pero que reproduce las condiciones para el desarrollo del modo capitalista.
Solamente lo podemos captar, repito, a partir de una génesis que se presenta (prima fitae) como
lo opuesto: el sistema feudal o la anulación de toda escisión entre sociedad política y sociedad
civil.

***

Comencemos entonces con el desarrollo formal de los contenidos. Comenzaremos, claro está,
a principios del siglo V (para ser más estrictos sería a fines del siglo IV), continuado –grosso
modo– hasta 1520. Esta fecha no es arbitraria, creemos que hay una serie de razones para
adoptarla. Una de ella es que los efectos de la conquista americana recién se ven después de la
década del ’20 en el siglo XVI, otra es que después de 1520 en el panorama religioso hay un
cambio profundo, no ya de una nueva herejía sino más bien una nueva religión. Por otro lado,
en ese año hay un acontecimiento político importante: posiblemente la primera de las
revoluciones burguesas tempranas plenamente definidas, que es la revolución de las
comunidades castellanas. Por lo tanto, diríamos, es un acontecimiento clave en la constitución
del corte.
El inicio lo vamos a ver a principios del siglo V porque es un momento clave para el Imperio
romano, el cual venía siendo presionado por distintos pueblos foráneos. Había una infiltración
de pueblos bárbaros, y hasta el mismo ejército se había barbarizado, pero a partir de 378 la
situación cambia dado que ya no se trata de pequeñas filtraciones, sino de una ruptura mucho
más profunda, que llevará al cambio de una serie de componentes en lo que era el bajo Imperio.
En este sentido tampoco quiero decir que estoy de acuerdo con una especie de negación total de
lo que era la Antigüedad (como se había planteado durante mucho tiempo), ya que hay grandes
elementos de continuidad de la Antigüedad clásica, combinados con algunos cambios tensos
dada la nueva situación, que se darán desde la irrupción de estos pueblos en la temprana Edad
Media.

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