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Ser Padres Nos Cambio La Vida Relato (Completo) - Lily Perozo
Ser Padres Nos Cambio La Vida Relato (Completo) - Lily Perozo
Relato de la saga
1
Calça de capoeira: Pantalón para la práctica de capoeira, que permite los movimientos exigidos por el
deporte.
—No, simplemente dormí toda la noche —respondió mientras fileteaba unas
fresas, y podía sentir esa energía que Samuel desprendía, cerca, muy cerca de
ella.
Se paró detrás de su mujer, regalándole caricias a la a barriga, le dejó caer
un lluvia de besos en las mejillas, mientras ella sonreía y seguía con su labor.
—¿Cómo se porta? —preguntó frotándole el abultado vientre, sintiendo
como las manos se le deslizaban con ligereza a causa del satén.
—Muy bien, aunque pareció enloquecer hace un momento, cuando te
estaba viendo practicar. Creo que también le va a gustar la capoeira.
—¿En serio? —preguntó incrédulo, dando un paso hacia atrás y la tomó por
una mano para que girara de frente a él.
—Sí, no tengo porqué mentirte —aseguró con la mirada brillante por la
felicidad, y dejaba el cuchillo sobre la tabla de picar.
—Me encantaría que le gustase la capoeira, debe llevarla en la sangre —se
acuclilló frente a su esposa y con dedos rápido deshizo el nudo de la cinta del
kimono y lo abrió, para sentir más cerca a su hijo, dejándola desnuda,
deleitándose con la nívea piel de Rachell.
Sin perder tiempo, empezó a tocar palmas y a chasquear la lengua al ritmo
de la capoeira, algunas veces creaba una percusión realmente sincronizaba al
palmearse las piernas, mientras el corazón le brincaba descontrolado ante la
emoción.
—A E I O U
UOIEA
AEIOU
Vem criança vem jogar
Eu aprendi a ler
Aprendi a cantar
E foi na capoeira
Que eu aprendi a jogar…
2
Sunga o Zunga: es un bañador o traje de baño masculino apegado al cuerpo. Muy resistente al calor y al
agua, normalmente tiene un cordón para afirmar a la cintura
Samuel pausó por segundos las palmadas para poder limpiarse las lágrimas y
continuó:
—AEIOU
UOIEA
AEIOU
Eu estudo na escola
E treino na academia
Eu respeito a minha mãe
O meu pai e a minha tia…
AEIOU
UOIEA
AEIOU
Sou criança sou pequeno
Mas um dia vou crescer
Vou treinando capoeira
Pra poder me defender…
Samuel lograba ver a través de su mirada empañada por las lágrimas, los
movimientos en la barriga de Rachell, mientras no dejaba de tocar palmas y
entonaba esa primera canción que le enseñaron en la academia de Capoeira,
donde su tío lo inscribió cuando tenía nueve años.
Para él la capoeira lo era todo, en ese entonces fue su salvación, era eso que
lo hacía sentir tan cerca de su madre, eso que lo enseñó a ser fuerte y llenarse de
toda esa AXÉ3, que silenciosamente pedía a gritos.
—Creo que no te han quedado dudas —dijo Rachell acunando el rostro de
su esposo, que se encontraba bañado en lágrimas.
Automáticamente negó con la cabeza, y empezó a repartir sonoros besos por
toda la barriga, susurrando mil y un cariños para su bebé.
—Estoy seguro que con diez años ya será un Bamba4.
—O una Bamba —dijo Rachell soltando risitas por las cosquillas que los
besos de Samuel le provocaban. Ya ella conocía en su totalidad los términos. Él
esperaba que su hijo o hija a los diez años dominara a la perfección la capoeira—
. Vamos a desayunar, porque este pequeñín me tiene hambrienta con tanta
voltereta.
—¿Qué tienes ahí? —preguntó poniéndose de pie, miró de soslayo el
recipiente de cristal y le dio un beso en los labios a su esposa.
3
AXÉ: En Capoeira hace referencia a la buena energía.
4
Bamba: Es como se le define a los expertos en capoeira.
—Hay papaya, patilla, fresa, mango. Me puedes ayudar con los kiwis,
mientras pongo a tostar unos panes —pidió caminado hacia el gabinete donde
estaban los panes.
Samuel se lavó las manos, y le ayudó con las frutas restantes; también
exprimió naranjas para sacar suficiente zumo para los dos.
Después de haber digerido el desayuno y descansar lo suficiente, se bañaron
juntos para ahorrar agua.
5
Canga o Faralao: reemplazo de toallas para los brasileños, cuando van a la playa.
—¿Qué haremos mañana? —preguntó Rachell abrazaba a él y dejándose
mecer por la suave corriente.
—No sé, tal vez iremos a la cascada o a ver los tiburones, también si quieres
podremos bucear.
—Prefiero ir por la mañana a ver lo tiburones y por la tarde a la cascada, así
me refresco la piel.
—Entonces eso haremos —estuvo de acuerdo y le dejó caer varios besos en
los hombros, saboreando las gotas saladas que vibraban en la piel bronceada de
su esposa, mientras le acariciaba la espalda—. ¿Quieres flotar?
—Me encantaría.
Samuel la cargó, sosteniéndola entre sus brazos, acostada boca arriba y la
gran barriga sobresalía del agua, meciéndola suavemente, Rachell pesaba lo
mismo que una pluma, mientras ella sonría con los ojos cerrados, él no pudo
contener sus impulsos por besarle la barriga y también por robarle de las
pestañas las gotas de agua, a punta de besos.
Rachell aún con los párpados caídos, era consciente de los destellos que los
rayos del sol le sacaban al agua, sintiéndose completamente en paz.
Ese instante de tranquilidad fue interrumpido por un sonido proveniente
de la barriga de Rachell, y ambos soltaron la carcajada.
—Tengo hambre —confesó entre risas y furiosamente sonrojada, más que
por el bronceado, era por la vergüenza.
—Creo que si sigues comiendo al mismo ritmo vas a acabar con las reservas
de Noronha —se burló poniéndola de pie dentro del agua, que le llegaba a la
altura del pecho—. Vamos a comer.
Salieron y caminaron hasta donde estaban sus cosas, Rachell llevaba puesto
un traje de baño de dos piezas en color fucsia y negro.
Samuel la sorprendió parándose detrás de ella, y le sacó de en medio de las
nalgas la tanga que se la había metido.
Ella sonrió al ver que eso había sido una acción a causa de los celos, cuando
por encima del hombro vio a dos hombres que pasaban caminando por la orilla
de la playa.
Él nunca expresaba abiertamente sentir celos, pero siempre sus acciones
gritaban que era sumamente celoso.
—Estoy con la barriga a la boca, no creo que le parezca atractiva —Dijo
agarrando el faralao y se lo amarraba cruzado al cuello.
—No pienso lo mismo, luces realmente atractiva, muy, pero muy provocativa
—le murmuró al oído y no se reprimió a morderle el lóbulo de la oreja.
Caminaron agarrados de la mano, siendo seguidos por Snow, hasta un
sencillo puesto de comida. Samuel no tenía en sus planes regresar por el
momento a la casa.
Se sentaron en una mesa de madera rustica, con bancos del mismo
material, bajo una enramada de paja. Era un lugar realmente sencillo, atendido
por una pareja de esposos que llevaban treinta años en Noronha. La mujer era
afrobrasileña de contextura bastante robusta, mientras que el esposo era
italiano, realmente delgado, alto, de ojos azules y la piel extremadamente
bronceada por los años en el lugar.
—¿Qué deseas comer? —preguntó Samuel, después de ver a Rachell estudiar
por varios minutos la carta, que era una hoja plastificada.
—Quiero, pescado asado en hoja de plátano, pero no sé si es bueno.
—Es muy bueno, pídelo y si no te gusta intercambiamos.
—¿Qué vas a pedir tú?
—Voy a pedir una moqueca de peixe —explicó y sonrió al ver que Rachell
puso la cara como si le hubiese hablado en ruso—. Es un cocido de pescado y
camarones, con aceite de dendê6 y leche de coco. Es muy bueno y dicen que es
bastante afrodisiaco —le guiñó un ojo, y ella negó con la cabeza mientras
sonreía.
—Entonces pedimos eso, yo quiero zumo de maracuyá con banana.
—Yo tomaré zumo de açaí7, pide para postre bolo de rolo8, es buenísimo,
realmente muy bueno —aseguró señalando el lugar donde se nombraban los
dulces, en la carta.
Samuel le hizo un ademán al hombre para que se acercara a la mesa,
mientras la mujer intentaba sintonizar una emisora en el viejo radio que parecía
tener grillos adentro.
Una vez que hicieron el pedido, Rachell suspiró como si se quitara un peso
de encima, escuchaba el tintineo que creaban los móviles de metal que colgaban
de las vigas del techo, al ser balanceados por la brisa; los delfines, caracoles y
estrellas de mar, se chocaban entre sí, enredándose y volviéndose a desenredar.
Mientras preparaban los alimentos, la mujer logró sintonizar una emisora, y
un clásico brasileño empezó a confundirse con el sonido relajante del mar.
6
Aceite de dendê: Aceite de Palma.
7
Açaí: Es el fruto de una palmera que crece únicamente en estado silvestre, en la selva Amazónica en Brasil.
8
Bolo de rolo: Postre hecho con harina de trigo y relleno de dulce de guayaba, originario de Pernambuco.
Quando te encontrei
Olhei no teu olhar
E me apaixonei
Foi tanta emoção
Não deu prá segurar
¡Não deu!
Ninguno de los dos se sabía la letra, tan solo con las miradas acordaron un
pacto de silencio, para estar atento a lo que la canción decía, mientras sonreían.
Samuel apoyó el codo sobre la mesa, e instó a que Rachell hiciera lo mismo,
ambos elevaron las manos, uniendo palma con palma, dedo a dedo, hasta que
después de varios segundos entrelazaron los dedos, él se levantó, dejando la
mesa por medio y le dio un beso a su esposa en la boca, apenas un contacto de
labios, para una vez más dejarse caer sentado.
El hombre les trajo las comidas y las bebidas, Rachell sonrió como muestra
de agradecimiento.
—Gracias —dijo Samuel con total sinceridad.
—Es un placer —respondió el hombre siguiendo con la mirada a Rachell,
que observaba las aves que volaban muy bajo, y que Snow intentaba atrapar.
—¿Le gustan las fragatas? —preguntó el hombre al ver a Rachell con las
pupilas fijas en las aves negras y de pecho blanco.
—Son hermosas, espero que Snow no les haga daño.
—No lo hará, son muy rápidas, solo están jugando con él, pueden
alimentarlas, aquí tenemos sardinas.
—¿Cómo se alimentan? —curioseó mientras descubría de la hoja de plátano,
a su pargo rosado de un tamaño exagerado, y el aroma que liberó le aguó la
boca.
—Con la mano, podría explicarle, pero debe colocarse lentes de sol, porque
podría terminar tuerta —soltó una carcajada corta, que resonó ronca por la edad
del hombre, que alguna vez tuvo cabello rubio y ahora era totalmente blanco.
—Entonces prefiero no hacerlo —dijo Rachell sin dejar de lado su comida,
mientras Samuel miraba atento y probaba de sus alimentos.
—Es una experiencia inolvidable, debe dejar el miedo de lado —aconsejó el
hombre que se presentó como Lucca, y se sentó en la mesa de al lado.
—Lo haremos —intervino Samuel—. Si quieres lo hago primero.
—Si tú lo haces, yo lo hago —aseguró Rachell sonriente, y gimió bajito al
probar la delicia que era el pescado asado en hoja de plátano.
—¿Cuánto tiempo llevan en Noronha? —averiguó Lucca y sus ojos azules
brillaban.
—Un par de días, pero vamos a quedarnos por dos meses. Queremos que
nuestro niño nazca aquí —respondió Samuel.
—Han elegido el paraíso, fue lo que dijo Américo Vespuscio, cuando llegó.
“El paraíso es aquí” —parafraseó con el pecho hinchado de orgullo y algo que
hacía una y otra vez con cada turista—. Dos meses serán suficientes para conocer
el lugar, deben ir a cada rincón, están las fortificaciones que fueron creadas para
evitar las invasiones extranjeras. En este lugar hay muchas historias, era un
destino fijo para los piratas, algunas leyendas dicen que aún hay tesoros
enterrados, también fue una prisión donde traían a los que practicaban
capoeira.
Samuel y Rachell, escuchan atentos todo lo que el hombre decía, sin dejar
de lado sus comidas. También les explicó cómo llegar a las playas, y los mejores
lugares, desde dónde se podían ver los tiburones casi en la orilla, las piscinas
naturales y los mejores puntos para hacer snorkel.
Repentinamente un ladrido resonó en el lugar y Rachell volteó a mirar a
Snow, pero no había sido su mascota.
—¡Cachorrão! —saludó Lucca a un hombre delgado de piel quemada por el
sol, con un extraño corte de cabello, rapado la base y arriba los llevaba
realmente alborotados, teñido de un rojo casi anaranjado. Vestía una bermuda
verde y una camisa playera con estampados florales, pero lo más singular era el
collar canino que llevaba en el cuello.
Samuel sonrió y Rachell también lo hizo, al ver al extraño hombre, que los
saludaba y empezaba a parlotear chistes que le arrancaron más de una carcajada
a la pareja, hasta aseguró en medio de bromas y ladridos, que Rachell estaba
esperando a una niña por la forma de su barriga.
Samuel sabía que solo habían dos posibilidades, niño o niña, cualquiera
sería bienvenida, sin embargo el corazón se le instaló en la garganta, al suponer
que las responsabilidades para criar una niña serían el doble de lo que podía ser
con un niño. Sus preocupaciones y pretensiones por resguardarla serían aún
mayores.
Cuando el hombre se fue, Lucca les comentó que Cachorrão era una gran
personalidad en Noronha, y que muchos turistas habían conseguido hacerlo
reconocido internacionalmente.
Cada vez que llegaba a un grupo de personas saludaba con un ladrido,
como si realmente fuese un cachorro.
Después de la comida, Samuel intentó comprar unas sardinas para
alimentar a las fragatas, pero Lucca no lo permitió, se las regaló, en un
recipiente de plástico, con un agua, para que el olor no alertara tan rápido a las
aves.
Tanto Rachell como Samuel se colocaron los lentes, a la espera de que
Lucca les explicara cómo hacer.
El hombre agarró una sardina por la cabeza, y apenas la sostuvo con las
yemas de los dedos, elevó el brazo y en menos de un minuto una fragata lo
sobrevoló y se lanzó en picada hacia la presa, arrebatándosela a Lucca de la
mano en un abrir y cerrar de ojos.
Rachell aplaudió emocionada y Samuel que había entendido cómo hacer,
agarró una sardina, de la misma manera en que lo había hecho Lucca, segundos
después la presa había desparecido de sus dedos.
Era el turno de Rachell y Samuel se paró detrás de ella, acoplándose al
cuerpo de su mujer y le cerró el brazo a la altura del codo para ayudarle a que lo
mantuviese elevado y firme.
Ella soltó un grito de emoción cuando sintió que el ave le robaba la sardina
de la mano, era algo maravilloso, podía parecer algo simple, pero era algo
cargado de adrenalina.
Cuando gastaron todas las sardinas, regresaron al pequeño puesto de
comida, donde se lavaron las manos
Caminaron por varios minutos hasta llegar a otra playa, donde Samuel
alquiló una tabla y un traje para surfear, cubriendo su dorado cuerpo que hasta
el momento solo adornaba por un sunga verde selva, que se amoldaba a la
perfección a sus caderas, trasero y miembro, que aunque ajustado dejaba a la
imaginación lo poderosa que era esa magnum.
Rachell se ubicó bajo una palmera, mientras disfrutaba al ver a Samuel
desafiar a las olas que alcanzaban los cuatro metros, aunque él se mostraba
seguro, no podía evitar esa zozobra que se le instalaba en el pecho, intentaba
calmarse mientras acariciaba al perro echado a su lado.
Después de aproximadamente una hora, la presión en el pecho la
abandonaba al ver que su esposo salía del agua y caminaba hacia ella, mientras
traía la tabla, debajo del brazo.
—¿Quieres regresar a casa? —preguntó con la voz agitada por el esfuerzo y
dejaba caer la tabla sobre la arena.
—Solo si tú quieres, podría pasarme toda la noche aquí.
—Si quieres ser la cena para los mosquitos, podemos quedarnos aquí —dijo
sonriente y empezaba a quitarse el traje de surf—. Mejor te llevaré a otro lugar —
propuso, y se acuclilló para buscar algo de ropa en el bolso.
El destino al que Samuel llevó a Rachell, fue al mirador de la playa del
Boldró, desde donde observarían al sol una vez más ahogarse en el horizonte,
dónde parecía que el océano lo apagaba poco a poco.
Habían varias mesas bajas, como si de alguna cultural Oriental se tratase, no
habían sillas, solo almohadones en los que se sentaron a esperar el tan anhelado
momento en que la noche sorprendería a Noronha.
Del bar Portinho do Boldró, que estaba justo al lado de ese mágico lugar,
les ofrecieron aperitivos y bebidas. Ambos rechazaron los aperitivos y
prefirieron pedir solo para tomar.
Samuel pidió para Rachell una piña colada sin alcohol, y para él una
caipirinha, era su preferida, porque jamás reemplazaría la tradicional cachaça
por el vodka, por lo que la caipiroska podía quedarse para los turistas. Mientras
sus oídos eran acariciados los sonidos silvestres y del mar, que se mezclaban con
el bolero entonado por Silvinho, que escuchaban en el bar.
Junto a Samuel y Rachell, estaban otras personas, que también ansiaban
unos de los momentos en que la naturaleza les reafirmaba que Dios
definitivamente existía.
Rachell recibió su piña colada, que estaba servida en la misma fruta y
hermosamente decorada, con sombrilla, cereza y rodajas de lima. La caipirinha
de Samuel igualmente se encontraba en una presentación muy brasileña,
incluyendo una pajilla con la bandera del país.
Maravilloso, único e irrepetible, segundo a segundo el sol descendía, con un
anaranjado intenso, casi de un color cobre, dejando una estela en el cielo que se
degradaba hasta llegar al celeste, en lo más alto de ese cielo que los amparaba,
justo en el momento en que el Astro rey desapareció, las personas empezaron a
aplaudir y algunos hasta a silbar, agradeciendo a ese día que había sido
magnifico. A las seis de la tarde ya la oscuridad se cernía sobre ellos, por lo que
decidieron regresar a la casa.
Cause even the stars they burn Porque incluso las estrellas arden
Some even fall to the earth Algunas incluso caen a tierra
We've got a lot to learn Tenemos mucho que aprender
God knows we're worth it Dios sabe que valemos la pena
No, I won't give up. No, no me daré por vencido.
I don't wanna be someone who walks No quiero ser alguien que se va tan
away so easily fácilmente
I'm here to stay and make the Estoy aquí para quedarme y hacer la
difference that I can make… diferencia que puedo hacer…
Thor al llegar al departamento, lanzó las llaves del auto sobre la mesa
de cristal que estaba junto a la entrada, recorrió con su mirada el lugar y
le extrañó encontrar las luces de la cocina apagada, cuando la manía de
Megan al llegar, era encenderlas.
—Esposa mía, he llegado —dijo al tiempo que se quitaba el saco y lo
dejaba sobre el sofá—. Megan —llamó una vez más al no recibir respuesta,
y su mirada celeste buscaba a la chica en la segunda planta.
Era realmente raro que no lo recibiera, por lo que frunció el ceño
ante el desconcierto y subió las escaleras, casi trotando.
—Megan, he llegado. ¿Vamos a comer al Boulud? —preguntó
entrando a la habitación, y de golpe todo su buen ánimo se fue al suelo,
al encontrarse el lugar vacío.
Pasó de largo hasta el baño, esperando que su esposa se estuviese
duchando, pero su suerte parecía no cambiar, de regreso a la habitación y
estaba totalmente resuelto a ubicarla a través del teléfono. Cuando su
mirada captó la nota pisada por la prueba de embarazo.
Casi en un respiró, el corazón se le instaló en la garganta, no sabía a
ciencia cierta si era por miedo, o tal vez por felicidad, porque una
pequeña parte en su interior, insistentemente le gritaba que esa prueba
había dado positivo y que su esposa lo esperaba con una gran sorpresa.
De dos largas zancadas llegó a la cama y sin siquiera darse tiempo a
respirar, agarró la prueba, dejándose llevar por esa ansiedad que
tácitamente hacía mella en él.
“No embarazada” todas sus esperanzas irremediablemente se
desplomaron, una vez más, como un castillo de naipes. Respiró profundo
y soltó de golpe todo el oxígeno.
Sin aún agarrar la nota, en él empezó a latir un mal presentimiento,
algo que tenía la certeza tarde o temprano llegaría, pero no había querido
afrontarlo.
Con la nota en la mano se dejó caer en la cama, mientras los latidos
desbocados iban a ahogarlo, y los oídos le zumbaban, se sentía encerrado
en una especie de cápsula donde una extraña presión le hacía doler no
solo la cabeza, sino todo el cuerpo.
Thor.
Ya no quiero seguir a tu lado, no puedo seguir contigo. Lo siento,
verdaderamente lo siento, desde hace mucho he querido hacer esto, pero no
me dejas opciones. Siempre te empeñas en pensar por los dos, e intentas
hacerme creer que entre nosotros todo está bien, cuando bien sabes que no es
así.
Por favor, quiero que rehagas tu vida, te prometo que estaré bien. No me
busques, porque no vas a encontrarme, entiende que esto tiene que terminar,
me hago daño y te lo hago a ti.
No puedo ser madre, no puedo serlo, debes entenderlo de una vez por
todas.
Te haré llegar con mi abogado los documentos del divorcio. Sé que en
algún momento agradecerás esta decisión que estoy tomando por los dos.
Megan.
—No puedes hacer esto, Megan —murmuró con las lágrimas
subiéndole por la garganta, al tiempo que arrugaba con fuerza la hoja de
papel en sus manos—. No puedes hacerlo, maldita sea.
Se puso de pie, sin saber qué hacer, solo caminaba de un lado a otro
como león enjaulado, con el pecho a punto de reventar. Tal vez era el
punto definitivo de quiebre de la relación.
Estaba cansado, realmente estaba cansado de la obsesión de su esposa
por tener un hijo, de las discusiones que no paraban, estaba hasta la
cabeza de las putas cuentas, no quería saber nada de días de ovulación, ni
de métodos fertilizantes, habían llegado a dejar de disfrutar del sexo, y
solo se sentía como una maldita maquina intentando procrear un
imposible.
Odiaba la sola idea de un hijo, ella lo quería tanto, lo anhelaba con
tanta fuerza, que a él había llegado a hartarlo. Sentía que sobraba, que
solo servía para eyacular y nada más.
Pero a pesar de todo eso, quería a esa mujer, esa chica hermosa, de
sonrisa espontánea y que con los años se habían convertido en contadas,
adoraba la mirada gris y su cuerpo pequeño. ¿Dónde se había perdido su
adorada Megan, su novia? Quería regresar en el tiempo y hacer las cosas
mejor, aún sin saber en qué había fallado, haría todo mejor.
Inevitablemente se echó a llorar, y sin dejar de hacerlo marcó al
número del teléfono móvil, pero ese intento fue en vano, porque
inmediatamente se fue al buzón de voz, aún así, sin darse por vencido,
marcó una vez más, otra y otra, siempre obteniendo el mismo resultado,
hasta que en un ataque de impotencia estrelló su celular contra la pared.
Sabía que Megan no tenía muchos lugres a dónde ir, estaba seguro
que con Samuel no iría, entonces las posibilidades se reducían a dos: Su
madre o Ciryl.
Tuvo que recurrir al teléfono fijo, porque en el golpe se había roto la
pantalla de su celular.
Al escuchar la voz de Ciryl al otro lado de la línea, respiró profundo
intentando parecer calmado, cuando realmente ni siquiera podía
controlar el temblor en su cuerpo.
—Hola Ciryl, ¿por casualidad Megan está contigo? —preguntó
directamente olvidándose por completo de preguntar cómo estaba ella.
—No, aquí no está. ¿Pasó algo? —curioseó al percibir cierto nerviosismo
en la voz de Thor.
—No, no pasó nada. Pero si se comunica contigo, por favor me llamas.
—Otra vez, Thor, dale un poco de tiempo, no la presiones —pidió la
chica que estaba completamente al tanto de la situación por la que estaba
atravesando la pareja.
—Lo que menos hago es presionarla —murmuró apretando los ojos
para no derramar más lágrimas—. Supongo que debe estar con su madre.
—Cualquier cosa me avisas, por favor, mantenme informada.
—Eso haré, muchas gracias —finalizó la llamada e inmediatamente se
comunicó con su suegra.
Para su mala suerte Megan había evitado sus dos opciones, no sabía
qué hacer, no estaba con Ciryl, ni con Morgana. Tal vez debía darle
tiempo, pero mientras tanto, qué haría él con la angustia que lo
agobiaba.
Habían sido los meses más lentos que pudieron vivir, llenos de
cuidados y temores, con un embarazo de alto riesgo, pero con todas las
esperanzas puestas en tener por fin a su niño.
Toda la familia de Thor había viajado desde Brasil para el gran
momento, y los padres de Megan esperaban ansiosos y temerosos a que el
esposo saliera de quirófano y les informara que su única hija se
encontraba totalmente fuera de peligro.
Henry Brockman, estaba apartado de todas las demás personas,
sentado en un rincón de la sala, con la mirada fija en sus dedos cruzados.
Muchas veces se veía tentado a ver a su hijo, junto a su esposa, pensaba
que esa sería la oportunidad para conocer a su nieta, pero no la habían
llevado y él que se conformaba con verla así fuese de lejos.
—Tengo miedo.
La voz inconfundible de su ex mujer lo sacaba de sus cavilaciones,
sorprendiéndolo ante tal cercanía, y cortesía de su parte. Se habían
separados en muy malos y forzosos términos, por lo que no habían vuelto
a hablar.
—Sé que también estás angustiado, reconozco cuando lo estás porque
no puedes descruzar los dedos.
—Es mi hija —murmuró con el pecho aprisionado por la angustia.
—Lo sé. A pesar de todo siempre la has querido —confesó,
percatándose de lo realmente deteriorado que se encontraba su ex
esposo. Estaba mucho más delgado y la piel tenía un ligero tono
amarillento—. ¿Cómo has estado?
—Acaso te importa.
—Eres el padre de mi hija, y a quien quise por mucho tiempo.
—No me tengas lástima, porque lo único que me preocupa es Megan,
por lo demás todo está completamente perfecto.
—Eso espero, debo regresar con mi esposo —dijo poniéndose de pie.
—¡Ja! —se burló con el orgullo herido—. Será con el niño que estás
criando.
—No vas a hacerme sentir mal —se alejó dejándolo solo una vez más.
Todos los demás lo ignoraban totalmente, era como un fantasma al
que nadie podía ver, estaba ahí solo por Megan, porque la amaba más
que a nada y le brindaría su apoyo hasta el último momento.
Era una roda de tres metros de diámetro, para que los que iban a ser
bautizados pudiesen demostrar sus habilidades, detrás del circulo
observaban los familiares, no solo de niños, también habían hombres y
mujeres que tardíamente se habían dado cuenta que les apasionaba la
capoeira.
Samuel observaba atentamente a Elizabeth, cada vez estaba más cerca
del berimbau, y con eso era menos lo que faltaba para su turno, su
hermosa niña se notaba nerviosa, pero muy atenta. Y estaba seguro que
él estaba más nervioso que ella, con el pecho a punto de reventar y las
lágrimas haciendo estrados en su garganta.
Miró a su alrededor, a su lado estaba Rachell con Oscar en los brazos,
junto a ella, Thor con Matt sobre los hombros que al igual que todos
vestía la camiseta de la selección de futbol brasileña y pantalón blanco,
desde esa altura en que lo tenía el padre podía ver perfectamente lo que
pasaba en la roda, también estaba Megan y el resto de su familia. Las
gemelas que nunca habían mostrado intereses por la capoeria movían sus
pequeños cuerpos al ritmo de corridos y palmadas, demostrando que
contaban con grandes dotes de bailarinas, ganándose más de una mirada
ante la desenvoltura con que movían los hombros.
Su tío, al igual que él estaba atento a Elizabeth y pudo ver como los
ojos se le cristalizaban, podía jurar que en ese momento no veía a su
nieta, sino a su hermana.
Elizabeth entró al jogo saludó a la otra niña con que le tocaba jugar y
en un movimiento Au, ambas entraron al círculo, y demostraron sus
habilidades, sin duda alguna la hija de Samuel Garnett poseía más
destreza en la lucha, sus técnicas eran más seguras y desenvueltas.
La contrincante de Elizabeth, fue reemplazada por el mestre, sin duda
alguna se atemorizó, no quería competir con alguien a quien tanto
respetaba, pero recordó que su padre le había dicho que para ser una
capoeirista debía demostrar valentía y nunca acobardarse ante ningún
contrincante, estaba segura que no lograría sacar de la roda al mestre,
solo seguir el jogo, porque era él quien debía sacarla, pero no sin que
antes ella demostrara que estaba hecha para eso.
Trató de olvidar que era el mestre e imaginar que era su padre con el
que tantas veces había practicado, y así todo fue más fácil, en el jogo,
ante el mestre y al ritmo en vivo del berimbau hizo despliegue de sus
movimientos, hasta que el hombre la sacó del círculo.
El mestre le dio la mano, mostrándose sonriente y orgulloso, ella
retrocedió varios pasos, jamás debía dar la espalda al círculo, y se
incorporó de nuevo en la roda.
Con el pecho agitado por la felicidad y el esfuerzo. Recibió del mestre
su pañuelo cielo. Le quitó la cuerda cruda (blanca) y con la ayuda de otro
mestre le trenzó la cuerda celeste, que significaba el cielo para los
principiantes.
—Ahora tu mote será… —mantuvo silencio, mirando a los ojos de la
pequeña Elizabeth, que en ese momento se mostraban brillantes y grises,
la cara sonrojada, y no obstante sonreía con nerviosismo, mientras le
colocaban la cuerda trenzada, ajustando su calça de capoeira—. Barboleta
(Mariposa) —la bautizó con una gran sonrisa, consciente de que a la niña
le gustaba todo lo referente a las mariposas, además que
sorprendentemente con ocho años ya dominaba el movimiento, siendo
para un profesional, por el esfuerzo que requería.
La sonrisa en ella se amplió y los ojos le brillaron aún más, mientras la
roda cantaba a viva voz. Bamba Na Capoeira. El mestre asintió,
concediéndole el permiso para que fuese a recibir la bendición de sus
familiares.
La roda le hizo el espació y ella corrió agitando el pañuelo cielo en lo
alto. Su padre la esperaba acuclillado y con los brazos abiertos.
Samuel, la recibió con un fuerte abrazo, y no pudo contenerse más,
abrazado a su hija se echó a llorar, dejando que toda su emoción se
liberara.
—Estoy orgulloso, muy orgulloso de ti, mi Barboleta, mi Mariposa
capoeirista —dijo en medio de sollozos, mientras le dejaba caer un millón
de besos en la mejilla.
—Voy a ser la mejor papi —dijo llorando también, contagiándose con
las emociones de su padre.
—Ya eres la mejor. Te amo.
—Yo te amo más, papi.
Fin.
PlayList
Bamba Na Capoeira.
AGRADECIMIENTOS
Gracias a todas las personas que disfrutaron de este relato, dónde no
solo vimos la evolución de algunos de los personajes como padres,
siguiendo con el ciclo de la vida, sino que también aprendimos un
poquito más de la maravillosa cultura brasileña y conocimos algunos de
sus fantásticos lugares.