Matemática o Matemáticas, es el estudio de las relaciones entre cantidades,
magnitudes y propiedades, y de las operaciones lógicas utilizadas para deducir cantidades, magnitudes y propiedades desconocidas. En el pasado la matemática era considerada como la ciencia de la cantidad, referida a las magnitudes (como en la geometría), a los números (como en la aritmética), o a la generalización de ambos (como en el álgebra). Hacia mediados del siglo XIX la matemática se empezó a considerar como la ciencia de las relaciones, o como la ciencia que produce condiciones necesarias. Esta última noción abarca la lógica matemática o simbólica — ciencia que consiste en utilizar símbolos para generar una teoría exacta de deducción e inferencia lógica basada en definiciones, axiomas, postulados y reglas que transforman elementos primitivos en relaciones y teoremas más complejos. En realidad, las matemáticas son tan antiguas como la propia humanidad: en los diseños prehistóricos de cerámica, tejidos y en las pinturas rupestres se pueden encontrar evidencias del sentido geométrico y del interés en figuras geométricas. Los sistemas de cálculo primitivos estaban basados, seguramente, en el uso de los dedos de una o dos manos, lo que resulta evidente por la gran abundancia de sistemas numéricos en los que las bases son los números 5 y 10. Las matemáticas más antiguas Las primeras referencias a matemáticas avanzadas y organizadas datan del tercer milenio a.C., en Babilonia y Egipto. Estas matemáticas estaban dominadas por la aritmética, con cierto interés en medidas y cálculos geométricos y sin mención de conceptos matemáticos como los axiomas o las demostraciones. Los primeros libros egipcios, escritos hacia el año 1800 a.C., muestran un sistema de numeración decimal con distintos símbolos para las sucesivas potencias de 10 (1, 10, 100…), similar al sistema utilizado por los romanos. Los números se representaban escribiendo el símbolo del 1 tantas veces como unidades tenía el número dado, el símbolo del 10 tantas veces como decenas había en el número, y así sucesivamente. Para sumar números, se sumaban por separado las unidades, las decenas, las centenas… de cada número. La multiplicación estaba basada en duplicaciones sucesivas y la división era el proceso inverso. Los egipcios fueron capaces de resolver problemas aritméticos con fracciones, así como problemas algebraicos elementales. En geometría encontraron las reglas correctas para calcular el área de triángulos, rectángulos y trapecios, y el volumen de figuras como ortoedros, cilindros y, por supuesto, pirámides. Para calcular el área de un círculo, los egipcios utilizaban un cuadrado y llegaban a un valor muy cercano al que se obtiene utilizando la constante pi (3,14). El sistema babilónico de numeración era bastante diferente del egipcio. En el babilónico se utilizaban tablillas con varias muescas o marcas en forma de cuña (cuneiforme); una cuña sencilla representaba al 1 y una marca en forma de flecha representaba al 10 (véase Matemática en Babilonia ). PERSONAJES SOBRESALIENTES DE LAS MATEMATICAS
Carl Friedrich Gauss. El “Príncipe de las
matemáticas”. Este físico alemán fue famoso por su aportación del teorema fundamental del álgebra, en el que establece que toda ecuación algebraica de coeficientes complejos tiene soluciones igualmente complejas.
Leonhard Euler. Un notable matemático y físico
suizo que destacó por sus trabajos con las funciones trigonométricas, su aportación de la letra “e” como la base del logaritmo natural y la letra griega Sigma.
Euclides. Matemático y geómetra griego, considerado como el padre
de la geometría, su obra de los elementos es la más conocida, y en la se estudiaban las propiedades de los planos y líneas, círculos, triángulos y esferas.
Isaac Newton. Este científico y matemático inglés
destacó por su descubrimiento de la gravedad terrestre, la naturaleza de la luz y la óptica.
GF Bernhard Riemann. Su legado
más grande de este matemático alemán han sido la geometría, superficies y la integral de Riemann.
Pitágoras. Filósofo y matemático griego ampliamente
conocido por su teorema de Pitágoras en la trigonometría, con aplicaciones en equipo tecnológico y en mediciones.
René Descartes. La contribución de
este matemático francés es recocida por la creación de la geometría analítica, así como por su principio racionalista, “Pienso, luego existo”. Alan Turing. Un matemático británico, precursor de la informática y que trabajó durante la Segunda Guerra Mundial para descifrar los códigos de los Nazis.
Leonardo Pisano Bigollo. Conocido también
como Leonardo Fibonacci, fue un matemático italiano que se destacó por la difusión en Europa del sistema de numeración índigo-arábigo.
Arquímedes. Un matemático griego famoso por
su aproximación al valor de “Pi”, además de definir la espiral del Arquímedes, así como fórmulas de volúmenes y superficies.
La hechicera de los números
Los padres de Ada Lovelace se divorciaron poco después de su nacimiento y ella nunca volvió a ver a su padre, Lord Byron. Lovelace heredó algo del salvajismo de Byron, pero su madre, Anne Isabella Milbanke, le legó su fascinación por las matemáticas. Cuando Lovelace asistió en su adolescencia a una demostración realizada por Charles Babbage de su calculadora automática, la Máquina Diferencial (véase la Página de los pioneros de enero/febrero de 2008), ella figuró entre los pocos observadores que entendieron lo que ésta podía hacer. La Máquina Analítica Ada Lovelace se hizo amiga de Babbage y colaboró en sus trabajos, sobre todo en la versión mejorada de la Máquina Diferencial: un ordenador programable multifunciones que se llamaría la Máquina Analítica y cuyo diseño comenzó en torno a 1835. La Máquina Diferencial sólo podía realizar un tipo de cálculo. En vez de fabricar diferentes máquinas para cada uno de los procedimientos matemáticos, Babbage intentó fabricar una máquina que pudiera efectuar múltiples tareas al cambiar las modalidades de interacción entre cada una de sus partes. Al igual que en su primer aparato, la unidad de procesamiento central de la Máquina Analítica iba a ser el “molino”, capaz de efectuar adiciones de hasta 50 decimales. Se podían guardar en un “almacén” o unidad de memoria hasta mil números de 50 dígitos. Era posible dar instrucciones (lo que actualmente llamamos programas) a la máquina para que almacenase cálculos, y se le podían indicar las operaciones que debía realizar y en qué orden efectuarlas. Para transmitir esas instrucciones, así como para incorporar datos brutos, se utilizaban tarjetas perforadas. De este modo, el lector de la tarjeta actuaba como una unidad de control. El dispositivo de salida era una impresora automática. La idea de utilizar tarjetas perforadas se adoptó a partir del telar diseñado por Joseph Marie Jacquard (véase la Página de los pioneros de diciembre de 2007), que podía programarse para entretejer configuraciones muy complejas. Babbage quedó tan impresionado con estos trabajos, que una de sus posesiones más apreciadas era un retrato extremadamente intrincado de Jacquard tejido en seda, que compró en 1840 por el equivalente de varios miles de USD hoy en día. También en 1840 Babbage pronunció una conferencia en Turín, Italia, de la que el Conde de Menabrea, Federico Luigi, tomó notas y publicó más tarde en París. Lovelace tradujo esas notas al inglés y Babbage la instó a publicar también sus propias reflexiones. En su “Boceto de la Máquina Analítica”, publicado en 1843, afirma “podemos decir con toda corrección que la Máquina Analítica entreteje diseños algebraicos de la misma manera en que el telar de Jacquard entreteje flores y hojas”. Lovelace también explicó al mundo en general que “la Máquina Analítica no se encuentra en el mismo compartimento que las simples calculadoras, sino que ocupa un sitio absolutamente propio... Al crear un mecanismo para combinar juntamente símbolos generales, en sucesiones de variedad y alcance ilimitados, se establece un enlace unificador entre las operaciones de la materia y los procesos mentales abstractos de la rama más abstracta de la ciencia matemática. Así se desarrolla un nuevo lenguaje vasto y poderoso para la utilización futura de análisis, con el cual esgrimir sus verdades, de modo que éstas puedan dar lugar a una aplicación práctica más rápida y exacta para servir a la humanidad”. El primer programa informático En un addéndum a su ensayo, Lovelace proporcionó un ejemplo del modo en el que se podía utilizar la Máquina Analítica. Esa fue la primera vez que se publicó un programa informático, con inclusión de elementos tales como subrutinas y bucles. Lovelace describió detalladamente un algoritmo para generar números Bernoulli: una secuencia de números racionales con numerosas aplicaciones matemáticas. Evidentemente Babbage participó en estos trabajos, pero también reconoció la importante función desempeñada por Lovelace, y escribió: “estudiamos juntos las diversas ilustraciones que se podrían introducir (en las memorias de Menabrea). Yo propuse varias pero la selección quedó totalmente en sus manos, al igual que la solución algebraica de los diferentes problemas, con excepción del relacionado con los números de Bernoulli, el que me ofrecí a resolver para evitarle la molestia a Lady Lovelace. Ésta me lo devolvió para que le hiciese una enmienda, pues detectó un grave error que yo había cometido en el proceso”. Una revolución tardía En el curso de su vida Babbage nunca pudo terminar su Máquina Analítica. Comenzó a ponerse cada vez más excéntrico e irascible, y con la muerte prematura de Lovelace en 1852, éste perdió a su colaboradora y publicista. Si se hubiera adoptado su máquina, la edad de la información podría haber comenzado un siglo antes. Desalentado porque no se apoyaban sus esfuerzos, Babbage escribió: “olvida este mundo y todas sus desdichas y, de ser posible, a sus innumerables charlatanes; en pocas palabras, olvida todo salvo a la hechicera de números”. ¿Esa hechicera era su Máquina Analítica? ¿O bien no era otra que Ada Lovelace, hija de poeta, amiga de Babbage y editora del primer programa informático del mundo?