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La vida de Duarte

Personajes dentro de la Obra:


—Sebastián Haddad (Juan Pablo Duarte)
—Rey Almonte (Juan José)
—Ángel Gómez (Amigo de Duarte/doctor Manuel María Valverde)
—Abraham Rojas (Nauto español)
—Marcos Victoriano (Amigo de Duarte/capitán)
—Valerie Céspedes (Manuela Diez)

Narrador: Bryan González y María Gabriela


Hecho por: Mell Galilea Tavarez Feliz

Introducción:
Esta es la historia de un fundador, un guerrero que dio su todo para que nuestro país fuese libre de
toda potencia extranjera. Luchando y exponiendo sus ideales y pensamientos a favor de la libertad
dominicana. El padre de la República Dominicana, Juan Pablo Duarte y Diez.
Todo comenzó cuando Juan José Duarte (su padre) migró a Santo Domingo. Este inauguraba un
establecimiento donde los buques que arribaban a la isla en aquella época se proveían de diversos
artículos. Mientras su investigación se daba por iniciada, conoció a una joven criolla de la cual se
enamoró completamente llamada Manuela Diez, hija de don Antonio Diez y de doña Rufina Jiménez.
Contrayendo matrimonio hacia el año 1800 y, luego en el año 1802 concibieron su primer hijo
llamado Vicente Celestino Duarte Diez.

Escena 1 (El nacimiento de un gran líder)

¿Quién lo diría? Un gran líder ha de nacer. Hace tiempo atrás, en el año 1813 exactamente, Manuela
Diez y el español Juan José Duarte también conocido como constituyente y parte de la República
Independiente, en un 26 de enero del 1813 concibieron a un bebé tras luego Manuela quedar
embarazada. Esa es la fecha en la que se otorga como el nacimiento de aquel fundador de la República
Dominicana.

Mujer: —¡Don Juan José! ¡Es varón! —Exclamó cansada limpiando la gota gorda de sudor con su
muñeca.

Juan José: —Era de esperarse. —Fingió empatía ignorando la situación en lo absoluto, mientras leía
su periódico. —Si seguimos a este rumbo, nos quedaremos sin cualto.

Manuela Diez: —En vez de quejarte como el viejo que eres, ¿por qué no te alegras de que tendremos
un hermoso varón? Inconsciente.

Manuela tomó al bebé en sus brazos y lo meció susurrando unas palabras a su oído.

Manuela Diez: —Algún día serás tan reconocido que tu mismo padre estará de rodillas ante tus
conocimientos.

Juan José rió ante sus palabras y se levantó para ver a su hijo más de cerca brindando un pequeño
beso en su sien. El pequeño permanecía con sus ojos cerrados y, como si fuese pura casualidad curvó
sus labios levemente en una pequeña sonrisa ante el comentario de su madre.

Escena 2 pt.1 (La Educación de un pequeño Duarte)

Las primeras enseñanzas las recibió por parte de su madre, siempre siendo reclamado por su gran
hábito de ser distraído. Fue alumno de Troncoso, uno de los profesores más completos e ilustres de la
época, con este estudió Filosofía y Derecho romano superando sus expectativas y dando a evidenciar
su gran deseo de aprender.

Juan José: —Manuelita, te tengo una gran noticia. —Dijo Juan José Duarte a su esposa. —Mi
compadre Pablo Pujols irá de viaje al Norte de América y Europa, él estará un tiempo en Barcelona,
así que estaba pensando. ¿Qué tal si se lleva a Juan Pablo para que pueda conocer más este mundo y
realice su deseo de ampliar sus estudios?

La mujer le miró con curiosidad, una mirada entre asustada y jubilosa. Ella sabía cuan ansioso su hijo
estaba por recorrer el mundo, lo sabía, pero su corazón de madre sintió miedo en aquel momento ante
el pensamiento de no tener a su hijo tan lejos.

Manuela Diez: —Creo que tienes razón. Desde que Juan Vicente Moscoso, de quien Juan Pablo
recibía lecciones, se fue, me tortura saber que nuestro hijo está desaprovechando su conocimiento en
este pobre país sumido en hondo abismo. Aunque me duele en el alma, ya es un hombrecito y tiene la
suficiente capacidad para cuidarse solo.

Juan José abrazó a su esposa y besó su cabeza animándola a que se sintiese mejor.

Juan José: —Solo falta proponérselo y, para esto necesito de su atención.

Manuela Diez: —Espero que Dios me lo cuide por ahí durante las navegaciones y en aquellas tierras
lejanas.

Escena 2 pt. 2

Mientras Juan Pablo Duarte leía acomodado en una butaca a la sombra de un frondoso níspero en el
patio, los padres se sentaron junto a él. Este al darse cuenta de ellos fijó su penetrante mirada e
inmediatamente sintió que era de gran importancia.

Juan José: —Don Pablo Pujols viajará a Europa y nos gustaría que fueses con él. ¿Te apetecería?

El rostro del chico cambió de serio a una amplia sonrisa mientras los azules ojos le centelleaban y se
acentuaba en el color rosado de su piel.

Juan Pablo: —¡Enhorabuena!

Y así fue, Duarte marchó junto al capitán del bergantín, rudo lobo de mar de barba hirsuta, frente
estrecha y cejas unidas y pobladas. Este estando atento en la atmósfera, y con él la tripulación y la
concurrencia.

Capitán: —¡Soltad las amarras! ¡Arriba las velas! —Tronó el capitán.

Todo en la nave era familiar para Juan Pablo. Conocía como un marino cada simple detalle de la
embarcación, y la extensa lista de voces acumuladas por los siglos. El capitán comenzó a charlar con
el joven adolescente y este al darse cuenta de que tenía toda su atención a sus quejas, se dirigió hacia
él con cierta hosquedad y le dijo:

Capitán: —¿No te da pena, muchacho, decir que eres haitiano, como está escrito en tu pasaporte?

Juan Pablo: ¡Para nada, señor! Yo soy dominicano.

Capitán: —¡Quiá! Tú ni identidad tienes. Ni tú ni tus compatriotas merecen tenerlo porque cobardes
inclinan la cabeza bajo el yugo de antiguos esclavos.

Juan Pablo se quedó pensativo ante esas palabras y no dejó de pensar en aquel terrible momento.
Pasaron los días y Duarte se encontraba sentado junto al nauta español y el capitán.

Juan Pablo: —Usted me ha hecho un bien con sus palabras, capitán. Se las agradezco. Desde hoy he
encontrado un objetivo: dar un nombre a mi pueblo y que sea digno de llevarlo.

Nauto español: —Que Dios te ilumine. Para eso hay que expulsar a esos intrusos y reivindicar los
antiguos fueros españoles en Santo Domingo.

La primera parada fue New York después de quince días de navegación. La ciudad de New York
maravilló a Juan Pablo en todo su esplendor, tantos barcos y movimiento. Su principal razón era
estudiar y adquirir más conocimiento, no tuvo deseos de paseos ni diversiones. En New York siguió
aprendiendo el inglés y empezó a estudiar Geografía Universal con Mr. Davis, que le daba clase a
domicilio. Juan Pablo Duarte visitó la Francia y la Inglaterra. En Inglaterra observó la influencia la
manera política y la combinación especial con dichas instituciones.
Escena 3 (El regreso de Duarte)

La noticia de la llegada del hijo de Juan José Duarte se extendió por todos los lugares. Todos
reconocían la capacidad que tenía Juan Pablo, por eso decían que él era parte de una generación que
con su nacimiento trajo a la vida el sentimiento de valores. Así que ante la llegada de aquel
prestigiado amigo, uno de los más viejos amigos de Duarte, el doctor Manuel María Valverde, de
treinta siete años, le dijo:

Doctor: —Juanito, desde que llegaste has hablado de todo menos de lo que has hecho por esas tierras.
¿Qué más te impresionó de todos esos países? Quiero viajar con la familia, ya sabes.

Juan Pablo: —La lucha que se libra en Barcelona por conquistar los fueros y libertades de Cataluña.
Nuestro derecho a vivir libres y gobernantes a nosotros mismos, nuestro derecho a tener un nombre
digno ante el mundo.

¡Qué diferente fue esta respuesta de la que todos esperaban! Una respuesta que apagó las sonrisas y la
esperanza. Mientras los jóvenes miraban estupefactos a Juan Pablo, Valverde dijo:

Doctor: —Si lo haces, cuenta conmigo.

Sin duda, la grave cuestión planteada por Duarte ese día fue en lo adelante el tema de la reunión y el
punto de partida de muchas promesas y propósitos.

La inesperada declaración de Duarte había calado hondo en ellos, haciendo que estos comenzarán a
ver a Duarte un superior, un maestro, un jefe. Las voces que más sobresalían eran las de Ramón Mella
y Juan Isidro Pérez. Duarte unió fuerzas junto a sus amigos, José María Serra, Juan Isidro Pérez,
Pedro Alejandrino Pina, Benito González, Félix María Ruiz, Jacinto de la Concha, Juan Nepomuceno
Ravelo y Felipe Alfau y creó la sociedad secreta llamada la Trinitaria.

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