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loqueleo I Francis Drake: El Azote de Dios E bandido de los mares més temible del siglo 2xv1, Francis, Drake —llamado por eso «El Dragén» por los espaftoles y tam- bién «El Azote de Dios»—, era de origen humilde. El mayor de los doce hijos del reverendo Edmundo Drake, nace el afio de 1540 en el condado de Devonshire. Aunque, segtin la leyenda, el infante ve la primera luz en el mar, sobre la cala de un navio. Desde muy nif, sus padres lo entregan a Jhon Hawkins, quien ensefia al joven las artes de navegar (el hijo del viejo Hawkins llegatia afos después —como corsario—, a asaltar las costas del virreinato, pero cay6 derrotado al enfrentarse a la armada colonial y estuvo prisionero en Lima). ‘A Hawkins debe todos los conocimientos néuticos de su tiempo. El joven marino atraviesa una docena de veces el Atkin- tico. A los dieciocho afios navega como piloto en la ruta del golfo de Vizcaya (Espaiia), y después, como teniente, en viajes a la costa de Guinea (Africa), dedicado al comercio de esclavos. En 1565, se asocia con el capitan Jhon Lovel y se dedica al comercio en Tierra Firme (Colombia). Alli le son confiscadas sus mercaderfas por las autoridades espafiolas. Debido a aquel firacaso, un tiempo después, se dedica a atacar las costas centro- americanas, adquitiendo mucha fama por su valor y audacia en ooo los ataques a puertos de México, Panamé y Colombia, causando ‘enormes pérdidas a los comerciantes espafoles Cartagena, la caribefia ciudad colombiana, es acaso la que soporté las mAs feroces incursiones de Drake. El antiguo lugarteniente de John Hawkins esté decidido a tomar la ciudad a sangre y fuego. Esa noche se dirige a este puerto para captu- rar el oro, la plata y las piedras preciosas que los comerciantes atesoran. Acercandose a esa plaza exclama: —iPor la reina Isabell, ;te apuesto una pinta de aguar- diente, mi quetido Lovel, que en este asalto artebatamos a los comerciantes espafioles un botin de mas de cien mil ducados! Pero Drake ha sido descubierto, Desde el fondo de la j noche oscura se escuchan los rekimpagos de fuego que, de tiempo en tiempo, iluminan la ensenada, Es el estruendo de la mosqueteria que disparan desde la costa contra las naves de Drake: la Swan y la Pasca. Los defensores de la ciudad saben proteger sus bienes con su vida. Luchan encarnizadamente. A pesar de ello, Drake logra \ desembarcar, y él, junto con un grupo de sus més denodados seguidores, toman las murallas de la rica ciudad maritima. Algunos aterrorizados pobladores huyen, pues una sinies- tra fama acompafa siempre al capitan inglés y a sus secuaces. En medio de aquella faena sangrienta, iluminada por las llamas de un incendio, Drake anima a los suyos: —Esto se pone bueno, muchachos, adelante hasta tomar y rendic la ciudad! Drake comenta en medio del fetoz. combate: —jAmigo Lovel, antes del amanecer estaré sentado en el sillén del gobernador! —y continué animando a sus hom- bres—: [Fuego, fuego, disparen a los baluartes de las murallas! ‘Una siniestra sonrisa ilumina su rostro de bien formadas facciones: —jCada ver estoy mis cerca de mi titulo de Caballero que estoy seguro me otorgaré la reina! —grita el atrevido marino, embriagado por el olor de la pélvora y el retumbar de los cafiones. La noche se ha convertido en un verdadero infierno. Confirmando la decisién de su valiente compafiero de havafias marineras, Lovel grité: —jMira, Francis, los defensores abandonan las murallas! La decidida carga de Drake y el efecto de los cafones, que desde sus naves lanzan sus andanadas de fuego, hacen estragos en las gruesas murallas y estallan, bajo negras colum- nas de humo, las sélidas puertas que resguardan la ciudad. Drake ordena el asalto a Jim Leister y sus hombres, a quienes esté confiada la misién de tomar la ciudad: —jAhora, muchachos, el botin est en nuestra man {No escatimen municiones! jE oro nos esperal —rugid Lei ter—: {Al primero que vea retroceder, le vuelo la tapa de los e308, esta ciudad debe entregarnos todo el tesoro que esconde! —su rostro adquiere una expresién tan feroz, que no asegura nada bueno para los comerciantes de Cartagena. Leister y sus hombres se abalanzaron contra los pocos defensores, quienes llenan de improperios a los ingleses: «jBes- tias de rapifia, inmundos buitres pelirrojos, came de horea y herejes!...», gritan entre otros insultos. ‘Algunos poces pobladores que quedan aiin en las casas en llamas, tratan desesperadamente de salvar sus pertenencias, pero la mayorfa de ellos ha decidido cargar con sus posesiones a las afueras de la ciudad, evacuando las residencias y escondien- do lo que podian en el campo, donde no puede llegar el ataque de los piratas: un sujeto presa del panic grita: —jAgual, jagua! jAyudadnos a combatir los incendios!.... ;Ay! —un certero disparo le ha destrozado el craneo al infeliz, quien apenas pudo emitir un ahogado grito y queda muesto en medio de los escombros. —Basta, no disparen, alto el fuego! —grita Drake. Se acerca al grupo de atemorizados prisioneros y les pregunta: —,Dénde esté el gobernador? Un prisionero aclara: os principales de la ciudad han huido junto con el gobernador! El capitén, terminada la reftiega, se muestra cortés y afa: ble con quienes se han rendido: —iNo tengan cuidado, no les haremos daiio! —tranqui- liza a los asustados moradores. Densas lenguas de fuego lamen las casas de Cartagena, cuando Drake ordena subir a las bodegas todo el tesoro captu- rado. Una vez a bordo dejan atrés la ciudad envuelta en llamas, John Lovel se dirige al camarote de Drake y comenta: —iQue me cuelguen del mastil més alto del Swan, si después de esta hazafia, su Graciosa Majestad no te confiere el titulo de nobleza, capitan! —una estentérea carcajada de este rematé su comentario. El capitén de los piratas cierra el libro en el que registra cuidadosamente el botin: —EI asalto a Cartagena ha causado una pérdida de qui- nientos mil ducados a los espafoles: jLa cifra es mayor de lo que habia imaginado! —expresé, —Mi querido Lovel, ordena que se sirva doble pinta de ron a mis hombres, jse lo han ganado! Luego se ditige a brindar por la salud con sus victoriosos, marineros. Enseguida baja al entarimado del sollado donde ha dispuesto que se atienda a los heridos. Dias més tarde, distribu- ye equitativamente el tesoro capturado entre sus subordinados en una escondida isla del Caribe. Il La reina Isabel I nombra Caballero a Drake E ivateroso y audaz. marino briténico, que recibié a bordo de la Gierva Dorada a la rcina Isabel I, tiene en su fugaz historia, una fantistica leyenda de éxitos y ansias de riquezas; pero, sobre todo, posee una profunda emocién por el engrandeci- miento de Inglaterra. Isabel, hija de Enrique VIII, de cuarenta y tres afios, al subir a la cubierta para despedir a Drake, es si no bella, una vigorosa dama que inspira en el coraz6n del recio marino las pal- pitaciones de un joven colegial: luce majestuosa e impresionante. ‘Algunos la consideran bonita, otros més bien vistosa que bonita. Moderadamente alta, su cuerpo es gracioso, al que la dignidad de sus movimientos resalta. El pelo es de color dora- do pero més tirando al rojo que al amarillo, y su piel, muy delicada, aunque de una tonalidad triguefia que hered6 de su madre, Ana Bolena. Tiene ojos notables, y sobre todo, manos hermosas que sabe lucir en esos instantes, cuando empusia una espada con la que, antes de hacerse a la mar, va a nombrar como Caballero al famoso marino, quien, de rodillas ante su Majestad, espera “4 aquel solemne momento en presencia de todos sus hombres y numerosos nobles invitados para la ocasién. Momentos antes ella habfa asistido al banquete que le oftecié Drake en los muelles de Plymouth, a bordo de la nave capitana: ha tomado la espada del embajador francés, haciendo tuna broma, dice: —iVengo a cortar la cabeza al hombre més odiado por los espafioles! Todos los presentes sien. {De pie, Sir Francis Drake! —Ie ordena, luego de tocar sus hombros con la espada, La gente de a bordo la aclama hasta enronquecer: Billa continué: —jSé que soy duefia de un débil y frdgil cuerpo de mujer, pero tengo el coraz6n y las entrafias de un rey, més ain, de un rey de Inglaterral Cuando Drake se levanta ante su soberana, leva a sus labios la mano real y le dice: —iMajestad, yo os sabré defender de las ofensas del rey Felipe! (Drake se refiere al rey espafiol Felipe II, quien no es muy considerado con Isabel y emplea contra ella adjetivos tales como: «pérfiday y «mala hembra»). Ella, a su vez, le respondié con vor firme: —Juzgo que quien os haga daio, Sir Francis, me dafard también! Isabel proyecta invadir el Mar del Sur para hostilizar las colonias espafiolas, y con este propésito, se recaudan fondos entre los comerciantes londinenses, en tanto que Ia Corona toma para si un sustancioso interés financiero aportando, por su parte, los indispensables recursos para armar en corso una flora y cuanto esta necesita, al mando de Drake. Ft Pronto se corre la noticia en los muelles de Plymouth de que la reina ha otorgado patente de corso al singular marino. Muchos marineros quieren embarcarse atraidos por la fama del experto y valiente capitan. Es un rudo navegante, pero sabe dar un trato amable y humano a sus subordinados. Escucha la opinién de todos, pero al fin es la suya la que pre- valece y sus érdenes son cumplidas con prontitud. Por ello Jos marineros siempre estn dispuestos a congregarse bajo stu estandarte Drake mismo se ocupa de todos los preparativos, pero de manera especial se dedica a seleccionar a su tripulacién, Después de escoger los cinco mejores navios que pudo encon- trat, pone especial empefio en la carga de los barcos con abundantes provisiones. Constituye Ia expedicién la Cierva Dorada, de doscientas toneladas de desplazamiento. Es la nave almiranta, Drake tiene bajo sus érdenes ochenta y sicte hombres. El 15 de noviembre de 1577, el capitan general su gallardete en el palo mayor. En esta nave, en calidad de paje, viaja el sobrino de Drake, un muchacho que acaba de cumplir los catorce afios. Entre los tripulantes viaja también, como marinero, Thomas, uno de sus mds jévenes hermanos. Drake lleva a bordo al piloto Nuiio Da Silva, quien ha nave- gado con Magallanes por el estrecho descubierto por este, unos afios antes. Adems, el corsario lleva el libro de viajes escrito por el cronista Antonio Pigafecta (quien también acompafié a Magallanes en aquella ocasién). La Ciera Dorada es una nave ligera pero muy sélida, de treinta metros de eslora, construida con madera de roble y pintada de vivos colores. Tiene dos cubiertas equipadas y cesté provista de excelentes méstiles, velamen y cordajes. Es un buque bien marinero, gobernado con timén, que luce temibles dieciocho caftones de hierro fundido, nueve por cada borda. ” Los otros navios son: El Blizabeth, de ochenta tonela- das, Su navegacién esti a cargo del capitin John Winter. El ‘Marigold, de trcinta toneladas, es una barca que lleva como capitin a John Thomas. El Swan, un barco de abastecimien- tos mas que de combate, esti gobernado por el capitin John Chester. El Christopher, una pinaza de quince toneladas, cuyo capitan es Thomas Moon. Estas embarcaciones se encuentran listas y bien aprovi- sionadas para zarpar en busca de nuevos horizontes y riquezas, Drake retine a todos sus tripulantes y desde el puente en la cubierta les dirige a los 166 hombres que viajarin con él la siguiente arenga: —Los he reunido, porque estamos en visperas de emprender un gran viaje hacia las costas del Mar del Sur. Quien no esté dispuesto al sacrificio, este es el momento de retirarse. —iNo, Sir, estamos dispuestos a todo con tal de servir a la reina y a usted! —gritaron a una sus hombres, —Pues bien, escuchen: Establezco que todos tendran derecho a la misma racién de viveres y aguardiente—un ensor- decedor grito aprobé sus palabras. —Pero, amigos, existen determinadas normas que debe- rin acatarse durante el viaje: el asunto que nos motiva es el botin, por tanto, debemos esmerarnos en caprurar buenas pre- sas, puesto que sino hay presa no hay paga. Pero yo os aseguro que volverdn més ricos de lo que ahora son, —jSi! —acotaron todos en medio del mayor bullicio, comentarios, risotadas y exclamaciones. —Sin embargo, tendrén que respetar su porcién cuando haya escasez. Las velas y las limparas se apagardn a las ocho de la noche, y si alguien tiene deseos de beber, tendré que hacerlo cn cubierta, No se permitiré la presencia de mujeres a bordo. Los miisicos descansarin inicamente los sibados. Nadie se pelearé a golpes en alta mar. ;Cualquier reyerta se solucionaré, con espada o pistola, en tierra firme! Y luego continud en medio del mayor silencio: —jEn cuanto a lo que recibiré aquel que resultase herido © mutilado a consecuencia del viaje: por perder el brazo dete- cho, 600 piezas de a ocho; el brazo izquicrdo, 500 piezas; la pierna derecha, 500 piczas; la pietna izquierda, 400 piezas; y por Ia pérdida de un ojo 0 de un dedo de la mano, 100 piezast Una especie de murmullo resperuoso acompafia sus pala- bras en aquella especie de anuncio de seguridad social de los piratas: —{Todo lo obtenido ser distribuido con equid: Asi termina el capitan aquel breve discurso, entre ack maciones, pues una de las caracteristicas de Drake es la caridad con que se comporta con sus tripulantes. Y aun con sus adver- sarios. Aunque parezca mentira, hay un cédigo de honor entre los piratas. Solo los jefes més desalmados no lo cumplen, pero Drake, aunque resuelto y fiero en la lucha, no es cruel ni des- piadado aun en los més sangrientos y encarnizados combates. Cac el sol dorando los muelles de Plymouth cuando Drake se despide de su tierna esposa con un largo abrazo mientras caen ligrimas de tristeza en el rostro de ella. Luego el capitén, en un bote, se acerca a la nave almiranta para dar las ‘érdenes de hacerse a la mar a las cinco naves que son el epito- me de los buques veleros que se empezaron a construir en la época del rey Enrique VIII, padre de la Marina inglesa. 20 Las caracteristicas de su liviana arquitectura naval los hace muy a propésito para la terrible y azarosa travesfa que les espera al cruzar el estrecho descubierto cincuenta y ocho afios antes por Magallanes, situado entre Tierra del Fuego y el extremo de América del Sur. Pero, a pesar de sus condiciones marineras, solo una de estas naves alcanzaré a navegar por el Pacifico y circunnavegar el globo terrestre de regreso a Inglaterra. a Til Atravesando el estrecho de Magallanes — ee eee corrientes encontradas, tépidas como las de un tio, entre escollos y arrecifes, rodeados de la bruma y cerca de acanti- lados elevadisimos, donde son frecuentes los temporales y las tempestades... eso es lo que espera a los corsarios en el lejano derrotero que escoge Drake! Hian pasado cincuenta siete afos desde que poral navegs Magallanes, cuando descubre la ruta que le permite legat al Paci- fico. Es una navegacién que muy pocos han vuelto a intentar. Un desolado derrotero batido por los vientos, un dédalo de canales cuyo recortido es tenido por imposible, inimitable y milagroso. Entre los mil obstéculos del estrecho que se oponen a los barcos a vela estan los vientos helados, pues sus aguas se encuen- tran cerca de las zonas polares donde las tormentas maltratan el velamen y las jarcias, mientras el mar se encabrita amenazador. Es aquella una costa ingrata, desnuda y vacia en medio de un cielo gris opalino c insalvables obsticulos. En estos canales los barcos se enfrentan con réfagas hura- canadas. Alli, los vientos soplan con increible fuerza y rugen en 2 estas heladas tierras, cuyos habitantes son llamados patagones por los hombres de Magallanes. Por las noches, los patagones encienden numerosas fogatas, razén por la cual se denomind a esta regin Tierra del Fuego. Pero, si bien el litoral es constantemente castigado por el sar libre, en los canales de aquella comarca salvaje se encuen- tran también bahias y caletas en las que el infierno se convierte en paraisos bordeados de montafas nevadas y glaciares que se desprenden hacia las apacibles aguas. Entonces, sobre los desnudos precipicios y las les y blancas de las montafas, se abren solitarias playas entre dispersos bosques de oscuro verdor, donde a las tormentas imas azu- suceden dias serenos de increible belleza y tranquilas noches esplendorosas, Los canales se vuelven acogedores en medio del paisaje que adormece y descansa a los marinos que se aventuran por sas aguas. Pero esta visién paradisiaca de aguas heladas escon- de su lado terrorifico cuando las olas se encabritan y sacuden Jas embarcaciones, amenazandolas con Hevarlas al fondo del mar y arrastrandolas hacia los traicioneros bajos y arrecifes, convirtiendo aquella idilica regién en una comarca salvaje con las peores corrientes que solo conocen aquellos que se internan cn sus dominios. Cuando Drake se adentra con su flota en el estrecho, los temporales dispersan sus naves que son constantemente barti- das por el mar agitado y el rurbulento batir de las olas. Ast, el Elizabeth, después de un arduo luchar contra el mal tiempo y el mar agitado, se rinde y navega hacia el Este, de regreso a Inglaterra. Entre las otras embarcaciones, que tampoco logran su objetivo y son empujadas por los vientos lejos de su ruta, esta a Marigold, que zozobra entre las furiosas olas y no vuelven a see eeeeeeeere verla mas, mientras las olas se lanzan espumosas y amenazantes contra la borda de la Cierva Dorada, haciendo estremecer de pavor a los bravos marineros, menos a Drake, quien parece desconocer el miedo y cuya vox. de mando se oye mientras su barco avanza bamboleante sobre el mar enfurecido y el viento silva entre las jarcias y las velas heladas: «(Cuidado! jcuidado! jLa cafia a sotavento!», ‘También el Christopher y el Swan, maltrechos y artui- nados, se pierden en uno de los estrechos canales debido a las ripidas corrientes y a unas violentas ¢ inesperadas rachas de vientos. Al final solo la Cierva Dorada queda de la lota corsaria. Sus tripulantes, exhaustos por el frio y la humedad, pasan por el extremo occidental del estrecho con su inconfundible Cabo Deseado, que surge en medio de un hirviente collar de arrecifes, y dejan atrés las montafias azules de la Tierra del Fuego. 25 Habiendo soportado bien los temporales y el mal tiem- po. al fin pudo artibar la nave a una isla, en la que los tripulan- tes encuentran un seguro fondeadero y pueden descansat. Alli reparan sus velas y capturan muchas aves y focas para saciar el hambre. ‘As{ describe a Drake el piloto Nufio Da Silva en el relato que hizo de aquel viaje: «aunque de baja estatura, su aspecto es imponente. El capitin tiene treinta y cinco afos, su piel esta tostada por el sol. Una herida de flecha en la mejilla izquierda otorga a st rostro una siniestra apariencia. Sus cabellos son rojizos, espesos y tizados, Lleva la barba cortada en punta. Cifie ala cintura una espada con una faja dorada y se cubre los hom: bros con una capa de seda escarlata, regalos todos de la reinan, Fue en esta pequefia isla habitada por indios fueguinos donde ocurrié et hecho, consignado en el libro de Nufio Da Silva, que nos habla de un intercambio habido entie los europeos con los nativos: «Los hombres estan hambrientos y comienzan a enfermarse de escorbuto, Han estado tanto tiempo en el mar, que aquella isla les resulta bienvenida. Encuentran agua fresca y comida». En la narracién del cro- nista leemos: «... andamos con dificultad, después de desem- barcar, pero al fin tuvimos un trato cordial con los nativos y obtuvimos comida, agua fresca y leita», Los tripulantes hambrientos arrojaron collares de vidrios, de colores a los pies de los asombrados nativos, y luego ron de comer con ese ademén caracteristico de llevarse las manos a la boca, mimica que todos los pucblos entienden. Los fueguinos compartieron con aquellos extrafios hombres blancos sus alimentos. El cocinero de a bordo le puso pomme de terre al mas exquisito potaje, y la llevé a la bodega. Los anales no registran esta isla perdida, pues aunque es sabido que la reina recibié de Drake su Diario de Navegacién —un relato completo de sus viajes—, en este deslumbrante manuscrito, de letra pequefia pero uniforme, el audaz capitén mezclé los descubrimientos junto con sus asaltos piréticos y saqueos. Su lectura debe haber deleitado a Isabel, quien, lamentablemente, temerosa de que fuera a caer en manos de los espafioles, lo arroja al fuego. Es muy probable que la reina desdefiara la importancia de las pequefias islas de las costas australes de América. Felizmente, gracias al relato de Nufio Da Silva, el viaje de Drake no ha quedado olvidado. Alli se lee que, luego de reparar su nave y de Ilenar las bodegas de nuevas provisiones, y tras una breve ceremonia religiosa oficiada por el capitin, el corsatio deja atrés las heladas aguas del estrecho y se interna pidie- 2 en el vasto océano Pacifico. Luego ordena ditigir su nave hacia los puertos de las ricas colonias de Espafia: los virreinatos del Perii y de México, ‘Una vez en el Mar del Sus, reunidos en el gran camarote de rico moblaje que presenta un suntuoso aspecto, Drake y sus oficiales celebran a Ja salud de la reina. Los vasos destinados a Ja mesa y algunos urensilios de cocina son de plata y ostenta el escudo de armas del marino. Entre sus pertenencias personales hay a bordo delicados regalos y preciosos perfumes enviados por Isabel II cuando zarparon del puerto de Plymouth: —jA la salud a la reina, caballeros! —brinda Drake. — Dios salve a la reinal —responden todos. | 28 iQue los mtisicos acompasien nuestro festin! —ordena el navegante favorito de Isabel de Inglaterra, cuyo rostro res- plandece por efecto del vino. Los tripulantes que figuran como mitisicos obedecen al capicén, quien gusta a menudo cenar al son de los violines. ‘Afuera, junto al cafién de crujia, los miembros de la tripulacién, que estén de guardia comentan la havaiia de la Cierva Dorada, que ha logrado sortear con éxito el laberinto de canales en cuyas heladas aguas y corrientes traicioneras se han hundido las otras naves debido a los temporales que las lanzaron contra las rocas en medio del mar hirviente y los ensordecedores rugidos del viento, Pero la nave, a la que antes sacudian las encrespadas y embravecidas olas, navega ahora con el viento que sopla a popa sin violencia y cifiéndose a las aguas azules del océano Pacifico. ‘Asi cuenta su piloto Nuiio Da Silva a Drake los avatares que sucedieron en su ruta hacia El Callao: Llegamos a Valdivia donde apresa un navio que llevaba unos 25.000 pesos. Luego de averiguaciones hechas en este puerto, siguié a Valparatso donde tomé un bugue con cuatrocientos kilogramos de oro, 1 170 botijas de vino de Chile, piedras preciosas y mercaderta. Desembarca y saquea una iglesia. LB de diciembre salimos de Valparatso para Coguim- bo donde fuimos rechazados; dirigiéndonos de abt a Arica, puerto en el cual Drake toma tres buques con mercaderias valiosas y plata en lingotes, y al notar que otro se le escape hace fuerza de vela para darle caza, lo cual no consiguid, Notando que habla quedado muy a sotavento de Arica, resolvié continuar navegando al Norte, y apresar, si era posible, al bugue que huéa. » Este, considerindose perdido, arrojé al mar el tesoro, conservé la distancia hasta legar la noche, y entre las som- bras modificé el rumbo y escaps. Drake, al perderto de vista, abandona la caza y procura solo legar al Callao antes de (que ese buque legue al dicho puerto y haga saber al virrey st presencia en el Pacific. Iv Las mujeres se enfrentan a Drake Hiciafnates det siglo xv1, la ciudad de El Callao tiene unas pocas manzanas que se extienden alrededor de un tambo incai- co de gruesos y altos muros de adobe que, techado, sirve de aduana. La pequeha ciudad portuaria oftece el aspecto de una poblacién costera tipica de la época con una calle extendida a lo largo del litoral, en donde se encuentran los almacenes de trigo, vino y otras mercaderias. Por detras de esta calle se alarga la calle Real, con las casas de los comerciantes, que se ensancha y forma una plazuela frente al atrio de la iglesia de Santo Domingo. Hacia el otro extremo del puerto se empieza a edificar la iglesia de los padres agustinos. Al lado del tambo indigena se levanta la casa de gobierno donde suele alojarse el virrey y sus invitados. Alli esté alojado, por esa fecha, don Francisco Manri- que de Lara y Ziiiiga, funcionario fiscal de El Callao, quien tiene el encargo de proteger la aduana que guarda 200 000 pesos. Lo acompafian su mujer, Maria Cepeda, y su cufiada, dofta Mencia, En el pequefio poblado destacan también algunos meso- nes y tabernas frecuentadas por los hombres de mar, lugares en los que se suceden frecuentes rifias. En consecuencia, la villa 31 cuenta con un escribano para solucionar pleitos y una cércel a donde van a parar los revoltosos, El virtey Toledo, quien se encarga del gobierno del virreinato, no se ha preocupado por dorar al puerto de una guarnicién para su defensa, confiando en que los comerciantes asi lo harian, Pero ademés, por esos dias, muy pocos cteen que El Callao sultird el asalto de los piratas, pues se tenia por imposible que algiin navegante repita la hazafia realizada por Magallanes. Sin embargo, Drake, cuan- do aparecié sorpresivamente, vino a demostrar lo equivocado que estaban, En el puerto desguarnecido la sorpresa es maytiscula cuando el dia viernes 13 de febrero de 1579, hacia la mediano- che, arriba Drake a la rada de El Callao. En la bahia se mecen tranquilamente algunos pesados barcos de comercio mientras Ja poblacién duerme. Unas horas antes de la llegada del audaz corsatio, las hermanas Maria y Mencia Cepeda, hijas de los opulentos pro- tectores de los agustinos, Hernin Gonzales de la Torte y Juana Cepeda Villaroel, contemplan al cometa cuya cola se refleja sobre el mar. Creen algunos que ha llegado desde el mis profun- do espacio para anunciarles un infortunio, Las olas golpean las musgosas piedras del edificio de Jas casas reales, cuya arquitectura es semejante a un castillo medieval. Luego, las hermosas y atribuladas sefioras dejan de asomarse por la ventana desde donde observan el cometa, que como un péjaro de mal agiiero brilla sobre El Callao, llenando de presagios Funestos a sus habitantes. Mencia, la més apacible y timida de las hermanas, se dirigid a Maria: —Sabes lo que se dice en la calle acerca de ese cometa? —Si —contesté Maria (de caricter varonil, firme y decidido)—, pero no debes hacer caso de las habladurfas de la 2 chusma, Sabido es que los marineros y las gentes de los puertos son dados a creer en supersticiones. El peligro de la cercania al mar los acecha, a veces el mar se embravece. —Pero jy si en verdad fuera este cometa un aviso del cielo? Parece cierto que es un enviado de Dios para anunciat que nos va a ocurrir una tragedia. —Por favor, Mencia: jya basta de creer en esas superche- rfas! jHazme el favor de no repetirlast —jNo lo sé, hermana, sin embargo se dice que la reina de Inglaterra ha enviado una flota para atacar El Callao. Y fijate cémo ese cometa parece apuntar al sus, por donde se dice que aparecerd «El Dragéno! —;Vamos, hetmana, acuéstate ya que es hora de dormir y deja de anunciar tragedias! Es imposible navegar por donde lo hizo Magallanes. Quienes se atreven a hacerlo, jnaufragan sin remedio! Menefa se aleja de la cornisa cerrando las celosfas, mien- tras afuera la noche se envuelve en una pesada bruma salobre que llega del mar y las olas revientan sobre las piedras de la otilla, Pronto las hermanas se duermen sin sospechar que, unas, semanas después de vencer las dificultades casi insalvables del estrecho, esté muy cerca de arribar «El Dragén» a las playas de El Callao. —;Puerto a la vista, capitan! —exclama el marinero de guardia que entra a la cdmara de Drake. ‘Todos se dirigen a cubierta. Drake comenta: —jObserven, caballeros, alli tienen al puerto de Los Reyes, la ciudad més rica del virreinato del Pert! ‘Sus despreo- cupados pobladores duermen sin sospechar absolutamente nada! jLa sorpresa es toral! ;Preparen el abordaje de las naves! ;Preguntad por el San Antén! Luego, jcortadles las amarras y dejarlas al garete! —Amainen las velas, arrojen el ancla y suelten los botes! —j¥es, Sir! —gritan los avezados tripulantes trepados en las jarcias y encaramados en los penoles y las gavias La Cierva Dorada, empujada por sus velas oscuras, se adelanta resuelta y es maniobrada con pericia hacia el fondea- dero; se detiene. Los botes del corsario se acercan a la docena de barcos fondeados en la bahia, Una vex. cerca de los navios anclados en Ia rada, cortan las amarras de estos mientras pre- guncan por el Concepcién, pues saben que este barco est repleto de tesoros, por fortuna, el capitan Juan de Antén zarpé con rumbo a Panamé el dia anterior. Los vigfas de un barco cargado de mercaderfa que acaba de legar al puerto dan alarma: —,Quiénes sois? —Eh, es una nave inglesa! —ieEl Dragén» ha llegado! i —jNos ataca, estin soltando las amarras! jLas naves van, al garctel —jlté a avisar a la poblacién! —grita el remero desde un, ote que se acerca a la playa. Cerca ya de la orilla, empapado se dirige a la casa del virrey para dar aviso de lo que sucede. En la casa del virrey se despiertan a los gritos del marine- ro, El encargado de la aduana, su esposa y su cufiada, junto con algunas mujeres, se presentan en la playa; todas estan envueltas cen sus mantones, al igual que Maria y Mencfa. No hay un solo cafién ni mosquetes para defender al puerto. ‘Maria, resuelta como una de esas mujeres de la antigua tradicién hispénica, de fuerte voluntad, decidida e incapaz de doblegarse ante la adversidad, grita a sus acompafiantes: —jPronto, que todas rasguen sus tocas y mantones, y los, enciendan! ;Haremos creer al pirata que la guarnicién prepara Jas mechas de sus arcabuces! 3s Entre tanto en los monasterios las campanas son echadas al vuelo y tocan a rebato para crear la alarma en la poblacién y contribuyen al ardid. Creen los asaltantes que el puerto esté dispuesto a repeler cl asaleo. —jId a dar aviso al vitrey! —ordena Marique de Lara al jinete que sale disparado hacia Lima. La aduana de Fl Callao guarda 200000 pesos que bien valen un asalto al puerto. Todos temen que Drake venga por ese tesoro. Mientras tanto arde el humo de los supuestos mosquetes. Son las muje res quienes, como sombras, se desplazan en la playa haciendo lamear sus elegantes tocas y mantones, y sembrando en el nayio del pirata la duda de si debe aracar 0 no. 36 Vv Alarma en Lima. «El Dragén» ataca Uhas horas mis ard, la noticia del arribo del corstio pro- duce gran sobresalto y alboroto en Lima, donde la poblacién se despierta a los gritos de: ;«El Dragén» ha llegado! j«E Dragén» atacal El jinete enviado desde El Callao penetra a todo galope en el viejo palacio del virrey Toledo, cundiendo Ia alarma gene- ral entte los alabarderos de su guardia. —iA los caballos, a las armas, dad aviso al virrey! —grita el mensajero mientras sube las escaleras del palacio. El virrey, despertando de su afiebrado suefio, pues era presa de un célico hepatico, pregunta: —{Qué ocurre, qué gritos son esos? Sus ayudantes, el capitin Diego de Frias Trejo, acom- pafiado por Pedro de Arana —experimentados militares—, le explican: —Malas noticias nos llegan del puerto, excelencia, El pirata inglés asalta las naves y se teme que desembarque en El Callao y asole la poblacién. 37 El anciano gobernante se termina de despertar, y ordena: —;Toquen a rebato y repiquen las campanas! (Que todos Jos encomenderos vecinos ensillen y se retinan en la Plaza Mayor! Mientras tanto, en las casas y por las calles se santiguan y rezan las mujeres y los hombres corren a sus caballos envueltos cen sus capas y ajustan sus espadas al tahali del cinturén. Otros llevan sus arcabuces cruzados a la espalda. Poco después, el virrey, armado y a caballo, seguido de algunos caballeros limefios, aparece en la Plaza Mayor rodeado por un grupo de jinetes que, luego de escuchar sus érdenes, se dirigen por las empedradas calles haciendo sonar los casos de sus cabalgaduras rumbo al puerto. Faltan atin unas horas para amanecer. Juan Bayén, Sancho de Ribera, Pedro Santillin, Loren- zo de Heredia y Jerénimo Mejfa forman la primera cuadtilla. Doblan por las esquinas de Mercaderes y Las Mantas, llevan lanzas y mosquetes. Detrés de ellos, los limefios Bravo de Lagunas y Luis Toledo cruzan a todo galope la ciudad, mientras otros vecinos avanzan por la calle de la Vera Cruz, doblan por Argandofia y siguen veloces hacia los arrabales y caballerizas de San Sebas- —jSeguidme! —ordena Diego de Frias Trejo a un grupo de jineres, quienes obedecen su mandato y lo siguen a todo galope. Es la tropa formada por los hidalgos pajes de armas: Zapata, Escalona, Antonio Meneses, Casasola Hinostrosa. ‘Van con el virrey: Davalos, Pedro de Arana, Martin Garcia, capitan de los gentilhombres lanzas; el joven alférez crtiollo José de Agtiero, Pedro Ortiz, capitin de los arcabuce- 108; Pedro de Cérdova; el marino Miguel Filipén; Melchor de Cadalso; Lorenzo Fernandez de Heredia y Garcia Barba Cabeza de Vaca. Avanzan por la calle Real, hacia el arco de Monserrate: Ruy Barba, Diego de Carvajal, Pedro de Santillin, Jerénimo de Guevara y JerSnimo Mejfa. El tropel cruza la campifia a sa hora envuelta en las primeras brumas del amanecer, y sus figuras se diluyen entre Ja densa neblina, tomando la ruta del puerto. El primer escuadsén, tras breve marcha, espera en el ‘campo, ya al despuntar la mafiana, al resto de los soldados ‘con sus escuderos y criados, Todos juntos en tropel llegan all puerto ya muy entrada la mafiana, mientras tanto el virrey, impaciente, a pesar de que los oidores le habfan aconsejado quedarse en Lima, replica asi a su médico de cabecera Alonso de Verdstegui: 39 —iNo descansaré hasta tener entre mis manos a ese pirata inglés que ha tenido la osadia de venir hasta las puertas ‘mismas del virreinato! Estaba en la playa, vestido de negro, capa y medias de seda, sombrero y espada al cinto, al igual que los otros caba- lleros. Contemplan impotentes cémo esté quieto, por falta de viento, el atrevido bajel de Drake que los desafia. Compren- dieron, con vergiienza, que no pueden atacarlo por falta de buques armados, ni abordarlo con chalupas como pretenden, porque falta pélvora, municiones, cafiones y lanzas, Al atar- decer; con cl viento favorable, por fin, el pirata se pierde con rumbo norte El furioso virrey enyia en los siguientes dias dos impro- visadas naves en su biisqueda, pero estas embarcaciones estin pronto de regreso sin haber avistado al cnemigo. Entonces, ‘Toledo descarga el enojo de su propio descuido con los tares criollos: —jleéis a Lima en una carreta con destino a la cfrcel de —les ordena. Luego, con el fin de dar alcance y atrapar a Drake, forma otra escuadrilla, pero esta vex més organizada: dos barcos arti- Ilados, a bordo va una valiente y decidida infanterfa. Zarpa el 27 de febrero al mando de los militares de su confianza, Diego Frias y Pedro de Arana, a quienes acompafian: Campusano, Sancho de Ribera, Pedro Santillin, Lorenzo de Heredia, Jeré- nimo Mejfa y otros, Luego de comentar el estado tan descuidado de las defen- sas del puerto y de felicitar a las damas que tan valientes se han portado en la defensa del puerto, el viejo gobernante reunié a los comerciantes increpéndoles: —jCaballeros, esto no tiene nombre, os habéis ocupado Ginicamente de yuestros intereses y nada mas! palacis “Toledo, aparte de enviar la escuadrilla al mando de sus, dos hombres més experimentados, manda colocar unos cafio- nes en lo alto de los gruesos paredones del tambo incaico que hhace las veces de depésito de mercaderias, cércel y hospederia. Dispone luego unas medidas destinadas, segiin cree, a resguardar y evitar en lo futuro la entrada de otros piratas, como por ejemplo, construir fuertes en el estrecho de Todos Los San- tos, medida que resulta inttil e ineficaz, pues los piratas pueden utilizar otro cualquiera de los numerosos canales, aparte de lo inhéspito del clima y la enemistad de algunos nativos. A pesar de ello, el gobernante envia al marino espaol, Pedro Sarmiento de Gamboa a entrevistarse con el rey Felipe I, con la misién secreta de establecer en el estrecho una poblacién forvificada, El afio 1581, Sarmiento es autorizado por el rey para colonizar al estrecho. Le otorga el titulo de gobernador, entre- gindole una flota de teinta navios, con un total de tres mil personas entre hombres, mujeres y nifios, quienes zarpan del puerto de Cadiz con toda clase de pertrechos para llevar a cabo Ja empresa. En efecto, estos colonos fundan la ciudad llamada Felipolis —en homenaje al rey— pero al cabo de algunos meses las casu- chas levantadas a lo largo de una costa inhéspita se ven azotadas por los vendavales y enfrentadas a las vetribles condiciones de esa agreste naturaleza Las tormenta, las dificultades con los naturales, el ham- bre y las penurias sin cuento van aniquilando poco a poco a los colonos, quienes no reciben apoyo alguno de la Metrépoli. En aquellas heladas tierras queda a su suerte la famélica poblacién, mientras los medios para sobrevivir escasean cada vez mas con pocas esperanzas de recibir la anhelada ayuda que nunca llega. ‘Asi, son diezmados por el hambre y el infortunio. Tanto que, 4 luego de diez afios, cuando otro pirata, Cavendish, encuentra fa infortunada ciudad de Felipe, la bautiza con el nombre de Puerto del Hambre. Medio siglo ha transcurrido desde el inicio del virreinato, cuando llega el virrey Toledo a gobernar en el palacio de Lima en nombre de Felipe II. Su excelencia es un hombre adusto, de sesenta aiios, irascible, de penosa y tarda sonrisa. Tenaz y disciplinado, de mirada fria como acero pavonado. Su carécter se ha forjado en Ja milicia de Carlos V, en cuyo ejército sirve desde muy joven. ; Su espiriru es el de un misionero jesuita, orden a la que admira y favorece, llevaba en una mano la cruz y en la otra la espada. A muchos le parece un fanético de la fe y del rey. Debido a sus achaques —sufre del higado y gota—, el vittey tiene carécter colérico, amargado y seco. En su trato es inflexible, es el gobernante que menos tiempo petmaneci6 en el palacio de los virreyes. Casi todo su gobierno lo pasé reco- triendo y organizando el virreinato. Nace cn Oropesa, Espafia, en 1515. Su vida la entregé al servicio del rey. Enviado por Carlos V, muy joven marcha a Sicilia, Napoles y Roma como Caballero de la Orden Militar de Alcintara. Milita también en la campafia de Provenza, en la de Flandes y en Argel, Sirve después con eficacia al monarca Felipe II, quien le nombra su representante en el Perti. Aqui, Toledo es testigo de Ja mala situacién del indio, y se dedica a una profunda reforma de todo lo que esté mal y en desmedro de la raza indigena. No tiene esposa ni hijos y siempre viste de negro. Con su espada al cinto y el libro de los evangelios que lee a menudo, es tuna extrafia mezcla de soldado y fraile. Toledo gobierna el Peri 2 colonial durante diez afios, cinco de los cuales los pasa viajando durante su famosa wvisita general», conociendo y mejorando la situacién de los indios, viajando a través del virreinato a su cargo. Las pocas veces que esté en la antigua morada del con- quistador Pizarro, muestra ser un funcionario insobornable que solo persigue el cumplimiento estricto de sus deberes. En sus dias navega en el Mar del Sur el pirata Drake. Por ello se preocupa por organizar las defensas del puerto de Lima. 43 En Panamd —regién en la que ya estén actuando los Ali busteros franceses e ingleses, y los piratas empiezan a merodear por la costa de Chagres atraidos por los grandes tesoros de oro y plata que proceden de las minas del Perii—, manda construit un bergantin, tripulado por una compafiia de treinta soldados, destinado a custodiar la costa panamefa. Toledo obliga a los encomenderos a contribuir para la defensa del reino. Envia, como sabemos, al navegante Gamboa a fin de colonizar el estrecho para impedir la entrada de los piratas. Trata de capturar a Drake, y aunque no Io logra, en el triunfo contra John Oxenham le cabe mucha gloria Toledo habfa estado en el Cusco dos afios y alli pensé trasladar la capital del virreinaro a esa ciudad. Sospechando que el joven Tiipac Amaru iba a restaurat el Imperio incaico, ordené ejecurarlo sin ningéin miramiento, Cuenta la leyenda que murié de pena en su retiro, pues, el rey Felipe II, al enterarse de que habfa dado muerte al ili- mo inca,.lo despidié agriamente con estas palabras: «dos a vuestra casa, sefior virrey, pues yo os mandé a servir reyes y no a matar reyes» VI Idilio pirata Dye Grey eres ioe Are, ben om, mente a Drake en cada una de las ensenadas, caletas y puertos de la costa, pero llegan a Panam sin haber hallado al corsario. All, sin embargo, se enfrentan con otro bandido del mar. Trejo y sus valicntes soldados obtienen una completa victoria sobre los filibusteros que, al mando del pirata John Oxeham y los suyos, asolan el golfo de Panamé. Oxenham es un antiguo lugarteniente de Drake (aun- que otros dicen que fue cocinero en una de sus naves). Este filibustero, al frente de una columna de ingleses, se ha aliado con los esclavos fugitives. El y sus secuaces atraviesan el istmo y roban a las poblaciones de las isls frente a Panam, llamadas Las Perlas, Profanan iglesias, liberan esclavos y cometen numerosas, fechorias, dedicindose a navegar a lo largo de la costa del golfo apresando navios para luego cargar con riquisimo botin. En un solo barco capturado se apropia de sesenta mil doblones de oro y de otra nave apresada, cien mil pesos. Las quejas de las victimas son continua preocupacién del virrey Toledo. Los filibusteros se han construido un refugio en la espe- sutra del bosque tropical, consistente en un fuerte al pie del rio 4s Bayano, desde donde merodean haciendo interminable guerra a los comerciantes espafioles y viajeros en general. En una de sus correrias, Oxenham apresa un bajel en la bboca del rio Chagres y se apodera del tesoro y de las personas que en el navio viajan. Entre estas estaba Estefania de Eraso, una dama aristocritica, quien queda secuestrada a bordo del barco pirata. Algiin tiempo después, Diego de Frias y Pedro de Arana, junto con su compafifa de lanzas y arcabuceros, desembarcan cen a desembocadura del rio y avanzan navegando en ligeras piraguas hacia el refugio de los desalmados, que suman cerca de quinientos hombres, y se enfientan con los bandidos en una encarnizada refviega, de la que resultan victoriosos. ‘Terminada la feroz contienda, las tropas del virrey destru- yen definitivamente las trincheras del rio, y segiin se sabe, la bella dama espafiola es rescatada en el fuerte de los filibusteros, después de la refiida lucha. ‘Tanto Oxenham como sus capitanes, Sherwell y Baeles, son traidos a Lima junto con otros prisioneros, donde fueron ahorca- dos por herejes, en el segundo auto de fe habido en la Ciudad de Los Reyes organizado por el Tiibunal de la Inquisicién, Asistié a esta ceremonia el virrey Martin Enrfquez de Almansa, sucesor de Toledo, Cuatro ingleses que habian sido traidos de Panamé, resto de la expedicién de Oxenham, fueron perdonados, pues se arrepintieron sinceramente de su condi- cidn de herejes. El Oxenham que desfila ante el patibulo es otro hombre muy distinto al despiadado pirata que ha aterrorizado Panamé. La explicacién esté en su coraz6n, el cual quedé cautivo desde el dia que conocié a Estefania, perdiendo todo interés en el mundo que no fuera aquella mujer: «(Ti tienes mi vida cautiva en tus ojost», se cuenta que le dijo, declarando su amor. Sus compafieros notaron pronto el desgano que tenia para combatir. El que antes fuera cruel y sanguinario pirata, ahora se desvive por estar al lado de la mujer que ama, por descubrir una mirada de sus ojos, sorprender una leve sonrisa y escuchar la més suave vor salida de sus labios encarnados. El relaco del idilio del pirata Oxenham esta tomado de la crénica Armas Antdrticas de Juan de Miramontes, un poema épico que, en medio del entrechocar de las espadas y el estré- pito de los arcabuces, celebra la victoria de los valientes expe- dicionatios del virrey Toledo. Refiere Miramontes que: .. en una de sus correrias, el pinata Oxenham capturé un bajel en el que viajaba una doncella de nombre Estefania, "7 dotada de extrema hermosura, tierna, rubia, rosada, blanca 1 bella, noble, discreta, afable, honesta y pura. De la joven se enamoré su captor , por amor a ella, perdona el saqueo del bajel y oftece su vida a Estefanta... Tiempo después, los esparioles imponen su mayor poderio en la batalla, penetrando en el fortin y cuando uno de sus mds ualientes capitanes, Campuzano, se ha trabado en singular combate con Oxenham, aparece Eitefania armada con una espada, le pide a Campuzano que se aparte y lanza su terri- ble desafio: Entonces dijo a Oxenham: Exos ojos eruel, con que me viste ‘y aguesos brazos, violencia de mi bonor, con que me dist, contra mi voluntad, tiernos abrazos, ‘yo volveré su luz en noche triste, ‘su fuerza y su valor haré pedazos, Uégate ahora a regalar conmigo, fiero, terrible y dspero enemigo. El poema contintia cuando Miramontes hace hablar a Oxenham, este, abatiendo su espada, dice: Quien dio su libertad a i belleza mal podré resstir tu fortaleza de odio, de rigor y de ira armada. Ves agit descubierta mi cabeza Vengate en ella, dulce ingrata amada que gloria me serd saber que muero 4 manos de quien mds que al alma quiero. 48 Estefania alza el brazo para matarlo, mas se detiene, pues, como dice Miramontes: «¢Quién derrama la sangre de un ren- dido y fiel amante2» Ella, en vex. de herirlo, le exige rendicién y Oxenham se rinde. Ya en Lima, sus e6mplices atribuyeron la derrota sufrida en las orillas del Bayano a lo que ocurrfa en el alma enajenada de su. jefe. Puede que sea parte de la leyenda, pero algunos historia- dores dicen que ella, queriéndolo o sin querer, alent6 cl desco de su apasionado admirador. Refieren algunos que solia visitat- lo a hurtadillas en las oscuras y hiimedas mazmorras del Tribu- nal del Santo Oficio. Muchos aseguran que, entre la multitud, de curiosos que vio partir al inglés hacia la hoguera, estaba ella, cubiertos sus ojos llorosos con elegante mantén de Manila, bordado en seda, y se afirma que observé al hereje, orgulloso y desafiante, pasar hacia el cadalso musitando el nombre de la dama que se habja aduefiado de sus pensamientos y de su corazén en las ardientes selvas de Panama: jEstefanial Vil Drake da la vuelta al mundo TD cpisslsrclsrsc los docs nave qichibla Rodents cE Callao, Drake se apropia de cuanto hay de valor en las naves cuyos cables corta y con viento favorable se dirige al Norte. En cl puerto de Paica averigua que se le adelanta un poco el navio Cagafiego, al cual alcanza frente al cabo San Francisco (Ecua- dor), traban combate en seguida: cambiando algunos titos de caién, Se rinde el Cagafuego. El corsario aborda este navio Ilevindose ochenta libras de oro, ventiséis toneladas de plata en lingotes y trece cajas de plata sellada (monedas), calculindose en unas 900 000 libras esterlinas el botin capturado. Luego de unos dias de navegar hacia el norte, a la aleura de las islas llamadas Las Perlas,situadas frente al golfo de Pana- mé, Drake alcanza al desprevenido navio La Concepcién de don Juan de Antén. —jDetente! —le ordena el corsario al tiempo que una ube de fitego sale de las troneras de la Cierva Dorada; luego, juntas las bordas de ambas naves, encarnizados piratas ingleses abordan (armados de cuchillos, relucientes hachas y mosque- tes) alos indefensos pasajeros a quienes despojan de todo cuan- to de valor llevan encima y su equipaje, ademas de obligar al capitin a entregar el tesoro del rey que guarda en su camatote. 50 Luego, no satisfecho con este despojo, Drake y los suyos se dirigen hacia el realejo (en las costas de la actual Nicaragua) y mds adelante a Nueva Espafia (México). En esta tiltima casta, cerca de una tranquila playa, captura el tesoro del navio de Acapulco que mandaba el capitin Francisco de Zérate, ‘Avanza mis al Norte hacia las costas de Alaska con el pro- pésito de volver al Atlantico por el norte de América (lo cual cs imposible); ademés, en tan lejano lugar, las densas neblinas y el frio, cada ver. més intenso, detienen su marcha obligando a retroceder al intrépido marino. En ese viaje de regreso navega pegado a la costa oeste Norteamericana y descubre la hermosa bahia de San Francisco, «que bautiza con su propio apellido: Drake, Da también al pais, del que tomé posesién en nombre de su soberana, el nombre de Nueva Albion. 31 Frustrado en su intento de volver al Atléntico, y para evitar encontrarse con la Armada espafiola, navega desde San Francisco hacia el Poniente. Es el 23 de julio. Enrumbando hacia el Oeste, hace escala en las islas llamadas Los Ladvones; contintia su navegacibn y llega a las Molucas el 14 de noviem- bre, donde es muy bien recibido por el rey de Ternate, con quien ajusta un tratado de comercio, De alli pasa a las Célebes (Indonesia), navega luego por el océano Indico, se dirige a navegar por la costa de Africa por el cabo de Buena Esperanza rumbo a Plymuth, puerto en el cual fondea después de tres afios de viaje, el 3 de noviembre de 1580. Este navegante ha realizado la hazafia de dar la vuelta al mundo; afios antes lo habia intentado Magallanes sin conse- guirlo, pues murid en pleno viaje, y fue Sebastidn Elcano quien toma la posta y culmina la travesfa. En el muelle de Playmouth lo recibe su fiel y querida esposa Mary Newman. En el palacio de Londres también lo espera la reina Isabel I, quien ha propiciado con entusiasmo este viaje que tinde cuatro mil setecientos por ciento libras esterlinas de ganancia. Los metcaderes londinenses y los tripulantes que invirtieron su dinero para el viaje obtienen cuarenta y siete libras estetlinas por cada libra de manera que los que aventu- raron cien libras se encuentran con un capital de cuatro mil setecientas libras esterlinas, lo que motiva a otros piratas a repetir la hazaiia de Drake. La teina, enterada de que el viaje de Drake ha rendido mas del mil por ciento al regreso de las colonias espafolas de América, es la més contenta, pues ella ha participado como socia y parte de la empresa. Mientras tanto cl rey Felipe, quien se siente ultrajado, reclama a la reina Isabel con motivo de estas hostilidades pro- ducidas en tiempo de paz entre Espafia y Gran Bretafia, piensa por ello invadir la nacién que lo hostiga, para lo cual, prepara tuna gran flota, ala que llama Armada Invencible, en cuyo enfrentamiento con la flota inglesa, Drake tendrfa un papel determinante unos afios mas tarde, El afio de 1588, Drake manda una de las divisiones navales de la Bscuadra inglesa, cuyo mando superior tenia Lord Howard D’Effinhom. El 30 de junio, la invencible armada navega al mando del duque de Medina Sidonia a la vista y delante de Plymouth —donde esté fondeada la Escuadra inglesa— y pasa de largo, sin amargarla, luciendo el majestuoso especticulo de aquellas 130 naves, enormes galeazas, galeones, galeras, urcas, pataches y pinazas: —jMiren los navios espafioles, son tantos que semejan una ciudad flotante!... Avisad a todos! ;Daos pris! Los buques ingleses, en menor nimero e inferiores ade- més en tamaio, tienen la ventaja de ser més adecuados para maniobras breves. Apenas pasé la escuadra espaiiola, Drake con vor seca y vibrante, ordené entrar en accién: —ilingleses, el triunfo es nuestro. Sigan mi estela! —les indicé con sefales, y pronto las naves de Drake se hicieron a la vela siguiendo sus érdenes con el fin de hostilizar a los buques espaitoles rezagados y se entablé la lucha. Las naves de Medina Sidonia arribaron al puerto de Calais, en donde esperaban los buques y tropas del duque de Parma. En tal estado de cosas, por la noche se vio entrar en el puerto de Calais ocho naves, que procedian de Ia isla de Whight, donde estaba Drake con sus buques, quien habien- do escogido los averiados para después bafarlos en sustancias inflamables, los dirigid hacia Calais, gobernado por pocos pero bizarros marinos. 3 —jEsto les envio como regalo de la reina! —grité Drake desde su nave capitana, enfilando las naves encendidas y desatando el infierno sobre aquel puert ‘La presencia de tales brulotes produjo en la armada espa- fiola un desconcierto general, oyéndose en todas ditecciones los gritos de: «jLos fuegos de Amberes! jLa peste de Amberes!>. —jBstos ingleses son unos verdaderos demonios! —excla- mé con ira el duque de Medina Sidonia, que luego dio la orden de levar anclas © cortar cables y, a poco de hacerse a la mar, sobrevino un temporal que hizo la oscuridad més densa, y en medio de la confusién los navios se embestian, destrozandose 0 cayendo en los bancos de la costa. Al amanecer, vio Drake el desbarajuste de los espafioles y sc les fue encima con sus barcos ligeros. Después del combate, rendidos unos navios, varados otros, desconcertados todos, se refuugiaton sobre Gravelinas, con lo cual se generaliz6 el desastre. El combate naval de Gravelinas les costé a los espafoles ocho mil vidas, nueve naves hundidas, diecinueve encalladas y el mayor nimero cayé en poder del audaz marino inglés. 4 Vill Drake muere en su ley Gow el aio de 1588. El bravo marino que se habia casado en [a iglesia de St. Boudaux, cerca de Plymouth con la joven llamada Mary Newman, a quien amé tiernamente, ha enviu- dado. Inglaterra se halla bajo la constante amenaza de una invasién, cuando Sir Francis Drake, con el grado de vicealmi- rante al mando de una de las divisiones navales, se enfrenta y derrota a la Armada Invencible, en el combate de Gravelinas. Seis afios més tarde, en agosto de 1594, el audaz navegan- te zarpa nuevamente de las costas inglesas a fin de hostilizar el comercio espafol en las Antillas. En esta ocasién, Drake ostenta el grado de almirante. Tiene cincuenta y seis afios de edad. Durante dos aiios EI Drake y El Dragén son palabras de terror para los espafioles de esta parte del mundo: reduce a ceni- zas la poblacién de Rfo Hacha (Colombia), lo mismo sucede con las de Santa Maria y Nombre de Dios (Panama), pero esta cexpedicién fue infortunada, y también la itima para Drake. En enero 1595, el almirante decide pasar a la isla llamada Del Escudo, wna malsana isla donde hacfa estragos la fiebre ama- rilla, enfermedad muy extendida que es transmitida por un mos- quito. Dicha enfermedad, que se manifiesta por fiebre, vomitos y diatrea, acaba sin remedio con el enfermo que la contrae. 59 Desde la partida de la isla Del Escudo hacia Panamé, ya nunca evidencié Drake alegrfa u optimismo en su sem- blante, ni su gente més cercana acerté a adivinar cudl era el mal que lo aquejaba, Algunos dicen que a su atribo a la isla Del Escudo contrajo la terrible enfermedad que asolaba las antillas espafolas. Otros creen que lo que contrajo fue la disenteria. Es el mes de diciembre de 1596. Se acerca el fin del «Azote» de los galeones y puertos espafioles, que habia empe- zado su carrera naval, segiin algunos, como comerciante de esclavos para los protectorados briténicos, y, luego de su ruina econémica, dedicarse a Ia pirateria como «el magistral ladrén del mundo desconocido» (segtin lo Hamé Bernardino de Mendoza, embajador espafiol en Inglaterra), y que legs a ser promovido por la reina Isabel I al rango de Caballero. La vida de Drake fue intensa y variada, Para los ingleses destaca como un intrépido héroe. Para otros, sobre todo para los espaitoles, fue un despindado pirata cuya cabeza tenia precio. El dia 28 de enero, cerca del amanecer, luego de atacat las costas de Rio Hacha (Colombia), y cn plena navegacién, suenan las campanas de a bordo. El almirante reiine a su tripu- lacién: ya le ha indicado a su piloto el rumbo a seguir: estén a ocho o diez leguas de las costas panamefias. Se siguen acercan- do dispuestos a caer por sorpresa, —jPortobelo a la vista, sefior! —jSefior contramaestre, bajad el ancla, arriad las velas, bajar los botes, preparar los caiiones! —ordena Drake. Pero el marino que llevé a la supremacia naval a Inglaterra no ha podido continuar las disposiciones para el asalto. Los cafiones del barco corsatio permanecen en silencio. El noble oficial es Ilevado en hombros de sus oficiales a la cubierta inferior, y alli en medio de la consternacién de todos, expira 56 Segiin una antigua tadicién marinera, su cadaver debe ser arrojado al mar, Mas en el caso de Drake lo hacen en un atatid de plomo donde queda para siempre, frente a las costas de Panamé, a los 9° 3° de latitud norte. Drake reposa en el escenario de sus hazafias, el mas, que a esa hora del atardecer tiene un centelleo de oro y plata. Drake ha muerto. Toda Inglaterra lo llora. Cuando le dieron la noticia a la reina, ella guatdé silencio. El pesar la envolvié en una profunda melancolfa y su dnimo decayé: Dejd escapar como cuarenta o cincuenta suspiros, declarando que sentia pena y un peso en el corazén. Vivid todavia unos afios mis, pero su dolor tenfa raices demasiado profundas para vol- ver a ser la reina animosa de antes. Yacia triste y solitaria sobre un montén de cojines. Ordend que la Gierva Dorada fuese llevada a Deptford, como gloriosa teliquia, y cuando se inutilizé por completo, se hizo con algunos de sus materiales un sillén que se conserva en Ja universidad de Oxford. Drake, incorporado en la nobleza, tuvo por armas un globo terrestre con esta insctipcién o divisa: Tie primus circum dediste me, en latin, ‘té:me eircundaste por primera ved. En los anales de la Armada briténica ocupa desde enton- ces un lugar destacado y, aunque criticable su desempefio como corsatio, nada puede empafiar su repuracién de gran nnavegante, elevado caricter y excepcional habilidad marinera. Esté entre los primeros exploradores que merecen admiracién por su arrojo en costas desconocidas, al extremo sur de Amé- rica, y a través de largos viajes que duran meses y afios por los confines del mundo, en medio de mil peligros y tormentas incesantes, en cumplimiento de su deber. Vendrin después los Cook, los Bligh, los Stokes, los Fitz-Roy, quienes navegan por las costas de Tierra del Fuego, entre canales y fondeaderos que harian temblar a un marino moderno. La Corona no ha querido recuperar los restos de Drake para que repose en la abadia de Westminster, celebrando la memoria de aquel viaje de Drake por las frias regiones maga- Ilinicas, bajo constante granizo y envuelto en helada niebla, ha quedado una antigua cancién marinera que aiin se escucha en Jos muelles de Plymouth: Entre niebla y nieve, 1 un frio portentoso, ‘avanza la Cierva Dorada en medio de témpanos flotando en un mar de esmeralda. 58 Ix «La Dragontea» Myreotras coda Espata axisaasombrada a ls comerta del pirata inglés, un poeta de treinta y seis afios escribe, inspirado en esas hazaiias, una obra destinada a condenar las tropelias de Drake. Se trata nada menos que de Félix Lope Vega Carpio, conocido después como «El Fénix de los Ingenios». Este genial escritor, nacido en Madrid, en 1562, habia estudiado en el colegio de los jesuitas de esa ciudad y en la Universidad de Alcalé, aunque no Hlegé a graduarse. Cuando joven, escapé de su casa y se embarcé en aventuras militares con la expedicién del marqués de Santa Cruz a la isla Terceira de las Azores y en la Armada Invencible. Destinada a cantar las demoniacas apariciones del inva- sor y portavoz de las angustias colectivas de los espatioles, Lope logra en esta obra, que llamé ela Dragontea», exponet cl rencor que el pueblo espariol sentia contra Inglaterra y contra las expediciones pirdticas que alteraban la buena marcha de las flotas que trasladaban los tesoros de las Indias a la Metr6poli Drake aparece en los versos del extenso poema como un verdadero engendro del infierno, embrutecide y descoso de botin. Las tres hijas de la religién catélica: Espafa, Italia ¢ Indias se lamentan ante el trono divino de las fechorias del inglés: Aparece la Codicia, bajo la forma de una hermosa mujer, quien, en suefios, aconseja a Drake la expedicién a las Indias. El pirata expone el plan a la rcina Tsabel. La Codicia —podemos adivinarlo— es la propia reina, quien aprucba y hace realidad el suefio del osado matino de atacar a los espa fioles en el Pacifico. El poema narra las avencuras de Drake y, al final, Lope hunde en el infierno con la mayor tranquilidad a los herejes del norte de Europa y los tres personajes alegéricos dan las gracias al Todopoderoso. Lope, con tanta capacidad de penetrar en fo humano, de tan universal sonrisa y deseo de vida se ve constrefiido en esta obra y alejado de su capacidad debido a razones de credo religioso que coloca en primer lugar. Sin embargo, se aprecia ol en el poema no tanto la furia contra el legendario pirata como una visién de los hombres de temple, que, dia a dia, hicieron la increible epopeya de la conquista y la colonizaci6n de América. ‘Ademds, como es tan tipico del poeta, no faltan en «La Dragontea» detalles y episodios que nos hablan de su especial mirada humoristica y generosa hacia los sucesos humanos cuando cuenta, por ejemplo, cémo los ingleses dan con los tesoros tan avaramente afanados por conservar y esconder por parte de los espafioles ante la llegada del invasor. «La Dragontea» es un poema épico escrito en octavas, reales (rima de versos endecasilabos muy difundida en el Rena- cimiento y el Barroco, normalmente reservada para poemas Epicos 0 descriptivos), dividido en diez cantos de indudable belleza, en ellos se aprecia la gracia y riqueza con que Lope maneja el habla marinera, en la que puede verse el recuerdo de sus propias experiencias a bordo, cuando joven, y se viera enfrentado al intrépido pirata en el combate de Gravelinas, Si bien se trata de un poema narrativo y circunstan- cial, que no tuvo la suerte de otros libros de Lope, fue, sin embargo, bien enjuiciado por sus contemporineos, incluso Cervantes, quien escribié un soneto para la introduccién de la segunda edicién en 1602. La primera edicién aparecié en Valencia, en 1598, El poema olvidado de Lope de Vega presenta, pues, una visién nada gloriosa del pirata. Alli también se cuenta la muerte del «Dragén» envenenado por los suyos en Portobelo. Asi, la his- toria del llamado «Azote de Dios», fue eserita por primera vex, por un poeta en este libro de versos muy popular entonces y que hoy, a excepcién de algunos estudiosos especialistas de la desmesurada produccién de Lope de Vega, muy pocos leen, debido a la hinchaz6n retérica que le informa, muy alejada de nuestra sensibilidad y gustos literarios modernos. a er indice 1, Francis Drake: El Azote de Dios Il, La reina Isabel I nombra Caballero a Drake ... IIL. Atravesando el estrecho de Magallanes IV. Las mujeres se enfrentan a Drake 31 YV. Alarma en Lima. «El Dragén» ataca VI. Idilio pirata . VII. Drake da la vuelta al mundo.. VIIL. Drake muere en su ley... 55 IX. eLa Dragonteay loqueleo eee isa avo Eximio marino, descubridor de rutas ocednicas, luego del hazafio- so periplo que llev6 a cabo a mediados del siglo xv, no solo arribé Se eee ee ed dice, levé la papa a Inglaterra. Drake, después de Magallanes, es el segundo en circunnavegar el mundo. Fuc, sin duda, uno de los més grandes hombres de mar. El mundo ha olvidado sus correrias corsarias para convertirlo en al legendario personaje que fuera considerado «El Azote de por los espaitoles de su tiempo. Gracias a las péiginas de este libro, vivirés a bordo de la Cierue ‘Dorada wna-de las ms fascinantes-avencuras piriticas del siglo xv1 Oscar E. Espinar La Torre Nacié en Chortillos, Lima, en 1943, Se gradué como profesor en la Pontificia Universidad Catdlica del Peri (Crome eet a y Animacion a la Lectura por la Universidad Cat cen Especialista en bibliotecas escol ‘consult literario del Ministerio de Educaci (2004). Tiene numerosas publicaciones. Sus obras han sido traducidas al ingks y seleccionadas einai uate Espinar pertenece al Cento de Investigaciones Smee re)

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