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Enrique Tamay El mejor de mis amigos loqueleg loqueleo EL MBJOR DEMIS AMIGOS © 2014, Enrique Tamay (© 2014, Santillana S.A, © De esta edidisn: 2016, Santillana SA. ‘A Primavera 2160, Lima 33 ~Perd Loqueleo es un seloeltovtal de Santillana S.A. Edicién: Ana Loli Lustraciones: Antonio Bonicelli Diseio y diagyamacin: Patricia Soria ISBN: 978-612-921-028-1 Hecho el Depsito Legal en la Biblioteca Nacional dl PeriiN* 2018-14874 Registro de Proyecto Editorial N" 3150140180963 Primera edicdn: octubre 2016 Primera reimpresén: octubre 2017 ‘Segunda reimpresion: Febrero 2018 “Tercera teimpresins mareo 2018 CCusstareimpresién: octubre 2018, ‘Tirse: 800 ejemplares Impreso en el Pert - Printd in Pera ‘za Graphic PerS. A.C. ‘Av, José Leal 257, Linc, Lima 14 Pert Publicado en noviembre de 2018 “Todos Ins derechos reserva Est pled no pede ser reproduc nen odo ni on prt eistad en, ‘ransmitids por, sistena de rcupericin de forma, enigma forma $ pornngin medio, sea messmo, ftaqunico, letrSico, magni, electrode, or fotocpiao csi oto sn el persza previa por escrito dela Editor. Seaman Liegué a Trujillo a las siete de la mafiana. Mi abuela Teo- dora fue a esperarme al terminal terrestre. Faltaba poco para cumplit los doce afios. Ni bien bajé del bus con mi equipaje, me abrazé y lloramos juntos. Soy el tinico hijo de su hija Rosaura, mi madre, pot lo tanto, el nico nieto. —Ta amiguito Luis Miguel Ilegé ayer —me dijo con- forme fbamos en taxi del terminal a su casa, Luis Miguel tenia la misma edad que yo, y vivia con sus padres también en Lima, En las vacaciones de fin de afio su mama lo traia a Trujillo, a la casa de st abuelo Ma- rnuiel, Para estas fechas soliamos encontrarnos. fbamos ala playa, ala piscina, al cine, jugabamos sin cansancio y pelo- tedbamos en una losa deportiva con los otros muchachos del barrio. Nos levabamos bien, Su mamé era amiga de a mia, y su abuelo y su tia, vecinos de mi abuelica. Vivian en La Esperanza, cerca de Huanchaco. Luis, al igual que yo, nacié en Trujillo, pero ambos viviamos en la famosa Ciudad de los Reyes, en lugares distantes, Muy poco nos visitabamos, a veces en uno que otto cumpleafios. Allé tra- bajaban nuestros padres Mi abuela, para esta Navidad, me tenia una sorpresa mejor que la del afio pasado, eso me dijo. Llegué de viaje y lo primero que hizo fue prepararme el desayuno: leche fresca y pan francés con queso, manvequilla, manjarblanco y mer- ‘melada. Me preparé dos huevos a la copa y le di las gracias, una de las palabras magicas que cultivo desde muy pequeito. —Por lo que veo sacaste buenas notas, asi me ha con- tado tu mama. —Si, abuelita, estoy bien en mis estudios. Ya terminé la primaria. Mi papé dice que he salido inteligente a él, aun- que mi mamé dice que a ella. —Hijito, a ninguno de los dos les creas, has salido a cu abuela, asi diles, a cu abuela, a ver qué dicen. Mi abuelita y yo estabamos contentos. Nos volviamos a reencontrar después de casi un afio. —Abuelita, zno le da pena vivir solita? —No, hijito, ya me acostumbré. Son muchos afios. —Usted podria adoptar un nifio o una nifia. Qué dices? ¢A mi edad? Por mas que quisiera, no es, Jo mismo. —Tendria con quién conversar. Se acompafiarian. Hay muchos nifios que estan abandonados por sus padres. —Seria bonito, pero ya estoy vieja, esaes la verdad. Las fuerzas ya no son las mismas, me duelen los huesos, no es- cucho ni veo bien. —2Ve?, mejor si adopta a alguien. Le acompatiaria y le ayudaria en los quehaceres de la casa. Claro que tendria que iral colegio. Como respuesta mi abuela me dio un beso en la fren- te; tierna, su manita acaricié mi cabello y su mirada fue dul- ce. Era la mejor abuela: carifiosa, amorosa, consentidora, diferente de mi abuela paterna, Mi abuelo paterno y el ma- terno habian muerto. —Mejor si te adopto a ti —dijo. ~Yo encantado, abuelita, aunque mis papas no creo que acepten. Qué van a querer. Ni locos. ~Yo seria la mujer mas feliz del mundo, pero et tie- nes que estar al lado de tus padces. Yo ya vivi. Tengo mas de setenta, Ustedes tres son una familia y tienen que estar juncos en las buenas y en las malas. Tit tienes que estudiar, ser profesional. Un da tal vez quieras casarte, tener hijos. Asi es la vida, Para eso los padres erian a sus hijos. Yo crié atu madre, hice de ella una mujer profesional. Eso es bue- no. Ellos quieren lo mejor para ti —Abuelita, por qué mejor no te vienes a vivir con no- sotros, tii también eres de la familia. Mis papas ce quieren. Les va gustar, —Seria bonito, pero mejor te prometo que de hoy en adelante voy a visitarte mas seguido. Te lo mereces. Para los cumpleaiios de mi mama y de mi papa, gira también? —Es un trato. —Si usted lo dice. —Palabra de abuela. —Abuelita, zes cierto que los padres crian y los abue- los malcrian? —2Quién dice? A ver, e4 dime, yo te malcrio? Puras mentiras. No creas todo lo que dicen. —Mi mamé dice que cuando yo era chiquito, usted me consentia en todo, 0 sea me malcriaba. —Dice eso porque yo con ella fui dura. Fue para su bien. Hice las veces de su padre desde su adolescencia. 10 Hasta tave que castigarla, Pero ati, no, hijo, nunca lo ha- ria. Alo mucho me podria enojar un ratito. Yo me veo re- flejada en ti. El amor de una madre es diferente al de una abuela, Si tu madre da la vida por ti, yo doy la vida por ambos. Son mi tinica familia. Yo sé que cuando muera, td. vas a Ilevar flores a mi tumba, vas a conversar conmigo, me haras muchas preguntas y me recordaras por siempre. De eso estoy segura. u Martes 14 A\1as nueve sali cotriendo en busca de mi mejor amigo ‘Mi abuela me habia dicho que tuviera mucho cuidado, que no hablara con gente desconocida ni que recibiera nada extrafio. La casa del abuelo de Luis Miguel estaba a una cuadta de la de mi abuela. Toqué el timbre, aguardé impaciente y al momento la cortina se corri6, Era él, Luis Miguel; saltaba de emo- cién, sus labios detris del vidrio pronunciaban mi nombre y con su mano me pedia que aguardara. La puerta esta- ba con Ilave. Llam6 a su tia, su nombre era Margarita, te- nia como cincuenta afios, no estaba casada y para nada le agradaba que los chicos le dijeran seiors: «Setiorita, yo soy sefiorita, muchacho malcriado». Yo ya estaba sobre avisa- do, asi que le decia como alla le gustaba. La tia abrié la puerta, le gusté verme, puso la mejilla y le di un beso. Me hizo pasar, volvié a asegurar la puer- ta, pregunt6 por mi madre, me encarg6 sus saludos y se retir6 a seguir con sus quehaceres. Luis Miguel y yo nos abrazamos 13 Esa majiana su abuelo habia salido muy temprano con direccién al banco para cobrar su jubilacién, y convi- no no Hlevarlo, —Tenemos que ejecutar nuestro plan. ePlan? ¢Cuél plan? Si teniamos uno, pendiente, en agenda, realmente lo habia olvidado. —2No te acuerdas? Tu abuela y mi abuelito. gEs que te olvidaste o te ests haciendo el olvidadizo? En las vacaciones pasadas habiamos jurado que si nos volviamos a ver en Trujillo, hariamos todo lo posible para juntar a nuestros abuelos, que se casaran si fuera posible, ya que estabamos convencidos de que los dos se seguian queriendo como antes. Bllos habian sido enamorados en su juventud, pero por culpa de la madre de mi abuela terminaron con esa telacién. Después mi abuela Teodora se casé con otro hombre, y el abuelo de Luis Miguel, con Manuel, se cas6 con otra mujer; por coincidencia, ambos abuelos ya eran viudos. Esta historia la conocié por boca de su tia Margarita. Lo curioso de todo esto es que yo no conoci a mi abuelo y Luis Miguel tampoco a su abuela. —gTienes algo planeado? —Dos cabezas piensan mejor que una —me dijo. Yo no sabia qué hacer. ~Tenemos que hacer algo. Mi abuelo la sigue querien- do y parece que tu abuela también a él. El otro dia la vimos haciendo compras en el mercado. Mi abuelo se planré como una rocay la quedé mirando con ojos de enamorado. Ella se dio cuenta, se hizo la distraida mientras consultaba precios Apenas se saludaron, Estaba nerviosa y colorada. Qué podemos hacer? —Hay que inventar algo. 14 —Como qué. —Qué te parece si a cu abuela le hacemos llegar rosas, y que diga en la tarjeta: «De parte de Manuel, para la mujer més bonita del mundo», —2Sin que se entere tu abuelo? —Nadie, y menos ellos. —Se van a molestar si nos descubren. —Espérame, ahorita vengo Luis Miguel se metié ala habitaci6n de su tia y volvié al rato. Yo seguia sentado en el sofa. Su expresién era de jibilo, Lo habia conseguido. Tenia dos horas de permiso para jugar conmigo en el parque. Saltamos de alegria. Era una mentira piadosa, Nuestro plan estaba en camino. Nos despedimos de la tia y lo primero que hicimos fue dirigit- nos al mercado con nuestras propinas. Las rosas tenian que ser blancas y rojas, Los colores preferidos de mi abue- la. Tenian que gustarle, ella misma las cultivaba en mas de tun macetero. E] caso era cmo se las haciamos llegar a sus propias manos, sin que sospechara de nuestro artificio. —Ya sé —me dijo—, pero tiene que parecer real. La idea era buena. Luis Miguel tenia que quedarse en el mercado con el ramo en su poder, tomando jugo de pa- aya, y yo, mientras tanto, debia ir a la casa de mi abuela a esperarlo. Después, a la media hora, él mismo, asolapa- do, me entregarfa en la puerta el ramo, desapareceria en el acto y yo, todo inocentén, se lo entregaria a mi abuela: , quin. Lo primero que hicieron fue tomar asiento. Bosteza- ton, Estaban exhaustos. ~Tu abuelo esté totalmente recuperado y te manda saludos. lo a8. ia 39 El cura abraz6 a Luis Miguel, luego hizo que nos sen- téramos con él en el sofa. Tomé nuestras cabezas y nos despeind, entre serio y risueio, como era su costumbre. Miabuelase disculp6 con el parroco y prometié volver en- seguida, La tia de Luis Miguel fue detrs de ella. Cuando volvieron, mi abuela dijo: —Ahora podemos it a comer a la.casa de dofia Asunta. La casa de dofia Asunta estaba al frente de la iglesia. Ella era viuda, madre y padre de sus tres menores hijos. Con ellos jugabamos fulbico en el barrio. En su casa fun- cionaba un restaurante casero 0 algo parecido. La sefiora Asunta nos recibié e invité a que tomaramos asiento; in- mediatamente el mayor de sus hijos puso los cubiertos en Ja mesa. Entre todos sacaban el negocio adelante. El cura Joaquin era el mejor de sus comensales, de- sayunaba, almorzaba y cenaba en ese lugar. El estaba in- vitando. Conocia a dofia Asunta desde que Ilegé como parroco a la iglesia Madre de Cristo. Gracias a sus buenos oficios, no hubo uno que no empezara a quererlo y respe- tarlo. Tenia como costumbre regalar sus prendas de vestir, ‘camisas, sacos, pantalones y zapatos. Asi como conocia a mi abuela conocia a don Manuel. Lo trataba de «herma- no», al igual que al resto de feligreses. Solo a los nifios les, decia «hijos de Dios». Compartir una comida con el cura Joaquin era motivo de regocijo, de didlogo fraterno, de alivio espiritual. Siempre invitaba casualmente a una que otra familia, pagaba la cuenta y tenia como tradicién, des- pués de comer, tomar una taza de té verde caliente para «quemar la grasa de algunos alimentos». Para él, asentar el almuerzo con una gaseosa era lo peor que una persona podia hacer en su sano juicio. 40 —Hermana Teodora —dijo—, no deje de comer frutas en ayunas, es lo mejor para su salud, Las frutas, al igual que las verduras, son los protectores y proporcionan al cuerpo la resistencia necesaria para hacer frente a las en- fermedades. —Si lo estoy haciendo, padre, como usted me dijo. —Aparte de los nutrientes, el mayor componente de Jas fruras es el agua, y nuestro organismo necesita de esa agua. Si hacemos eso a tiempo, evitamos la diabetes y el famoso cdncer de colon. —Pade, gtambién yo? —pregunté Luis Miguel. —¢Cémo que también yo? Todos, sin excepcion, A nuestro cuerpo hay que cuidarlo, mantenerlo siempre sano. No se olviden que el cuerpo del hombre es el templo del Espiritu Santo. Su salud depende de cada uno de no- sotros, est en nuestras manos, somos los tinicos tespon- sables, debemos alimentarlo correctamente, comer frutas, verduras y tomar el agua necesaria para vivir en paz, llenos de amor y sabiduria, —Padre Joaquin, cuando morimos, gnuestro espiri- tu se va primero al cielo o reencarnamos en otra persona? —preguneé. El padre Joaquin hizo como que tosia y no me quit6 los ojos de encima. —Pero, hijo mio —intervino mi abuela—, esa pregun- ta que haces. —Es solo una pregunta. —Luis Miguel se puso de mi lado. —Marco Arturo —dijo el padre—, cu pregunta me agrada, tu curiosidad me agrada, cu firmeza, seguridad y confianza me agradan. Yo creo que eres un nifio muy a inteligente. No sé qué estas leyendo o quiénes son tus maestros, tus amigos, aunque eso no debe inquietarnos ahora. Tu pregunta para mi tiene una respuesta, pero te digo que solo Dios es duefio de la verdad. Nadie mas que 41. Yo soy un mortal que, al igual que cada uno de ustedes, tiene muchas interrogates, muchas dudas, miedos. No soy perfecto, Por eso me hice sacerdote, para ser fuerte de espiritu y estar mas cerca de Dios, sirviéndolo en su palabra. Tenemos que creer en él, en palabra y obra. Si hacemos eso, Dios siempre nos va a tener de su lado, pro- tegiéndonos, amandonos. Lo escuché de un amigo de mi paps. —2Por qué no nos cuentas? —dijo el padre Joaquin mientras tomaba su sopa y comia pan; estaba sentado frente a mi y me miraba con mucha ternura—. Hablanos sobre el amigo de cu papa. Qué dicen ustedes? Mi abuela, Luis Miguel y su tia Margarita asintie- ron, Fue la primera vez. que vi ruborizada a mi abuela y al mismo tiempo consintiendo que yo prosiguiera con mi historia. —El amigo de mi papa dice que cada uno de nosotros nace y muere muchas veces, mas de cien, creo. Que reen- carnamos, Les Ilaman «vidas fisicas». Dice que nosotros estamos en la tercera dimensién y que Jestis en la séptima, muy arriba. Por eso hay que portarse bien en cada una de esas vidas, ir por el camino correcto, para que nuestros es- piritus crasciendan, para que pasen a la cuarta dimensi6n. Y si en las mas de cien vidas no lo logramos, o sea, delin- quimos, matamos o hacemos otras cosas malas, entonces nos quedamos atrapados en dimensiones inferiores, como almitas en pena o duendes en los bosques y las minas. 2 Todos se quedaron con Ia boca abierta, absortos, in- crédulos, mas atin el padre Joaquin. —Bllos creen en Dios —prosegui— y también dicen que no hay que temerle a la muerte por ningin motivo, porque no es mas que el paso a otra vida, y que finalmente el cuerpo se desecha, se vuelve polvo, como esté escrito en la Biblia. Usted qué dice, padre? gE cierto? —Existen muchas doctrinas —el padre se dirigié a to- dos-, unas més crefbles que otras; pero de todo, lo mas, importante es ir por la senda correcta, con fe, en busca de Dios, y para eso tenemos que ser puros, cristalinos, lim- pios de pecado. Asi como tt lo eres, Marco Arturo, y ti también, Luis Miguel. —Padre Joaquin —hablé mi abuela—, tiene que dis- culpar a mi nieto. Esté diciendo cosas... —Cosas sabias para un jovencito de su edad. No hay por qué juzgarlo, él no ha dicho ni ha hecho nada malo; lo que me agrada es que no se amilana, es curioso y esta vido de conocimiento. Hay una luz en él y eso es bueno. No se olviden que Dios es sabiduria, amor. El Seftor Jess, dijo: «Dejad a los nifios que vengan a mi», Y cuando ellos, vienen, hacen muchas preguntas. Hasta nos reimos de sus ocurrencias. Tenemos que comprenderlos y protegerlos, tomar de sus manos porque esta escrito que el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos. Lo dijo el Sefior. =2Cémo sabes tanto de eso? —Luis Miguel murmuré. -Bllos estén convencidos de que nosotros reencar- namos —me ditigé al padre Joaquin, no me quitaba la mi- rada de encima mientras se alistaba con cuchillo y tenedor a devorar su plato de gallina guisada. 44 —A mi me gustaria reencarnar en un delfin dijo Luis Miguel. —Solo podemos reencarnar en nuestra propia especie. —Hifjito, siempre que abres esa boquita para decir algo me asombras més, gcémo asi sabes tanto de esas co- pregunté mi abuela. —Mi papé, en Lima, fue a una sesién de regresion hipnotica y se enteré de que en su vida pasada habia vivido en Arabia Saudita, alla por los afios 1700. Hijo, pero qué dices, qué vaa decir el padre Joaquin —mi abuela, con mucha sutileza, conforme limpiaba los restos de comida de mi boca con una servilleca de papel, trat6 de persuadirme, haciendo gestos con los ojos, de que terminara de una vez con ese tema. sas? —Este nifio me ha dejado mudo. —Padre Joaquin, gpuedo hacerle una pregunta? —Claro que si, Luis Miguel, pregunta lo que desees. —Mi profesora de religisn dice que cuando Cain maté a Abel, Dios lo eché del Paraiso. Digame, si Cain y Abel fueron los primeros hijos de Adan y Eva, como es que Cain, cuando fue desterrado por darle muerte a su hermano, encontré gente en su camino? De dénde salié esa gente? ;Cémo es que aparecieron? =No sabia que mi sobrino también era curioso —dijo la sefiorita Margarita mirando al padre Joaquin. —Son los nifios de estos tiempos. —El padre Joaquin sonreia mientras tomaba su té verde—. La Biblia es sagrada y cuando la leemos no debemos tomarla al pie de la letra, pues podriamos confundirnos. Hay que interpretarla con el coraz6n, con fe y mucha sabiduria. gPor qué no creer, por ejemplo, que Adén y Eva pudieron haber sido dos 45 pueblos o dos naciones diferentes? Pudo haber sido asi. Reflexionemos. Lo que importa aqui es su fe, que ustedes crean en el Sefiory asi serdn salvos. Dofia Asunta dejé la cocina por un momento y pre- gunt6 muy amable si nos habia gustado la comida. El pa- dre Joaquin le dijo que mirara su plato, no habia ni un grano de arroz. Esa pregunta estaba de mas, bastaba con mirar los platos, todos vacios, Todos asentimos como res- puesta. La comida estuvo deliciosa. Mi abuela le dijo que su arroz con pollo, acompafiado de papa a la huancaina, fae hecho como pata los dioses. Dofia Asunta lo agradecié varias veces, pidié disculpas y regres6 a su cocina, debia servir a otros comensales, Su hijo retiré los platos. —Padre Joaquin —mi abuela se puso de pie—, quiero agradecerle por este almuerzo. La comida estuvo rica, nos chupamos los dedos, pero como los deberes tienen que cumplirse, es hora de retirarnos. Todo estuvo muy bonito, —A partir de ahora todos los dias voy a tomar té verde —dijo la sefiorita Margarita. La familia Zabala? —bromeé el padre Joaquin. —«La familia que come y embala». No, no es eso, pa- dre. Tengo que acompafiar a Margarita a comprar la medi- cina de su papa. Es para mafiana. Usted lo sabe. —Lo sé muy bien. Demos gracias al Sefior por los ali- mentos y nos retiramos en paz. Reciban mis bendiciones y vayan con Dios. Yo también tengo que hacer, a las cinco hay una reunién con las madres devotas de la Virgen Ma- ria, El ser que en la Tierra cuvo el privilegio de ser la madre de nuestro Seftor, y que también lo tiene en el Cielo, Madre es madre —dije. —Tii lo has dicho, hijo. 16 —Padre Joaquin, una iltima pregunta, —Pero, Marco Arturo —exclamé mi abuelita. —Hermana Teodora, la tiltima pregunta y todos nos os. ¢De acuerdo? Me gustan las preguntas de estos cos. —Padre, gel mar es un regalo de Dios? —Por supuesto. —Entonces digale a mi abuelita que a Luis Miguel y a i nos lleve a la playa de Huanchaco. —No se preocupen, se lo pediré a Dios y él iluminara ‘atuabuela. a Viernes 17 E taxi se estacions y pusimos las mochilasen la maletera. ‘Mi abuela habia telefoneado a una empresa de taxis y una unidad lleg6 rauda a casa. Lo teniamos todo listo: ropa de baiio, gorros, toallas, protector solar, platos, cucharas, te- nedores y un recipiente con tallarin rojo y otro mas peque- fio con papa a la huancaina, y como refresco dos botellas de tamajfio familiar bien frias con chicha morada. Como para no quejarse. Mi abuela habia previsto todo y antes de partir le dijo a la sefiorita Margatita que no se preocupara por su sobrino, que ella lo iba a cuidar como si fuera su propio nieto: «Ya que estos caballeritos me convencieron de ira la playa, prometo que jamés se van a olvidar de este viernes, asi que puedes quedarte tranquila. La tia de Luis Miguel tenia que ir al hospital para llevar la medicina que habia comprado el dia anterior. Mi abuela era la mejor del mundo, comprensiva, condescendiente, muy humana, y por eso yo la adoraba. Muchos la adoraban, «Sefiora Teo- dora, usted cocina mejor que mi tia»; esta confesién de Luis Miguel, mientras viajébamos, preocupé a mi abuela. «Que ni te escuche tu tia», le dijo. 49 —2¥ de quién fue la idea? Luis Miguel y yo nos quedamos mirando, sorprendi- dos, sin saber en ese momento qué cosa responder. —ePor qué no dicen nada? gLos dejé mudos? —Abuela, la idea fue de los dos. —Pero Luis Miguel es el que est4 mas contento —res- pondié la abuela. —Dofia Teodora, cuando regrese a Lima, mi profeso- ra me va a preguntar si fui a la playa de Huanchaco, Esta playa es famosa. Ademas, en el colegio tengo que escribir sobre mis vacaciones, Mi mama le dijo a mi profesora que yo ibaa venir a Trujillo. —Ademas hace bastante calor, abuelita. Ya estamos en verano, Todo el mundo va a la playa. —Les confieso que hace mucho no voy a la playa. Lo hacia con mis amigas cuando era joven; recuerdo que ju- gabamos véley, camindbamos por toda Ia orilla, nos ba- fidbamos y volviamos a casa ya de tarde, generalmente los fines de semana, sabado y domingo. Eran otros tiempos, Ja gente era sana, respetuosa, no como ahora, por eso hay que cuidarse, saber por dénde va uno. No hay que confiar en nadie, y menos en las olas, es peligroso, siempre en ve- rano alguien se ahoga. —Abuelita, calguna vez ha visto algin ahogado? Nunca, pero mejor cambiemos de tema. Los tres viajébamos en el asiento posterior del taxi. El chofer habia puesto miisica del Grupo 5. Mi abuela se vefa feliz, igual José Luis. A los quince minutos pasamos por el balneario de Huanchaquito y, ya para llegar a Huanchaco, al lado izquierdo de la pista, vimos un letrero con una fle- cha que decia: A Chan Chan. Mi profesora de Sociales me 50 habia ensefiado que Chan Chan era la ciudad preinca de adobe mas grande del mundo y pacrimonio de la huma- nidad. Para ella era una vergiienza y una pena no conocer Chan Chan ni Machu Picchu, Dijo que no tenia tiempo ni dinero para hacerlo. Yo tampoco conocia Machu Picchu, una de las maravillas del mundo. En el periddico ella habia leido que la mayoria de los peruanos que tenian dinero preferian irse de vacaciones al extranjero. Esa actitud a mi profesora le disgustaba, y en clase siempre decfa: «El Pert es un pais maravilloso y hay que quererlo viajando por to- dos sus rincones» Cuando nos dimos cuenta, habiamos Iegado a Huanchaco. Las personas en ropa de bafio iban a pie de un lado para otro. Se podia apreciar la euforia del verano, Los restaurantes se veian ostentosos, igualmente los hoteles. La mica alegre se escuchaba por doquier. Habia mucha gente extranjera. El sol quemaba a sus anchas, El taxi don- de viajabamos se detuvo cerca de un muelle artesanal he- cho de madera, Habia gente de todas las edades. Los nifios jugaban en la orilla, y sus papas se soleaban conforme los vigilaban. Ni bien bajamos del taxi, mi abuela alquilé una silla y una sombrilla, Nos ubicamos junto a los caballitos de totora. Muchos veraneantes se paseaban en esas embat- caciones, felices, al lado de sus instructores. Mi abuela se fij6 en la hora y dijo que era muy temprano para comer. —Antes de bafiarnos hay que pasear por Huanchaco, —Qué tal si vamos por all —dije, complice, apuntan- do con el indice parte del balneario. Pot dénde quieren ir, jovencitos —mi abuela se preocupé. No estaba tan conveneida, tenia miedo de que algo malo nos pasara—. Ustedes se quedan aqui, Pero si 51 todavia son unos chiquillos, qué se han ereido, Mas bien séquense esa ropa para echarles el protector solar. Des- pués si quieren van conmigo a donde gusten. Hicimos caso. Nos sentamos a su lado y nos unté el bloqueador. El céncer a la piel estaba aumentando, habia que protegerse de los rayos ultravioleca ~Ahora vayan a baflarse —ordené mi abuela~, pero con cuidado, manténganse en la orilla. Los voy a estar mi- rando. Cortimos en ropa de baiio hasta la playa; apenas nos mojamos, el agua estaba fifa. Luis Miguel no dejaba de mirar para todos lados. Un sefior, que jugaba en la orilla de la mano con su menor hijo, nos aconsejé que no nos metiéramos muy adentro. En lo alto del muelle habia una bandera roja en sefial de peligro. El mar estaba movido, sus olas reventaban con fuerza. Mi abuela no nos habia quitado la vista de encima y entonces, haciéndonos una sefia, nos [lamé. Qué les dijo ese hombre? —Que el mar esta movido —le pedi mi polo y me lo puse— y que es peligroso bafiarse muy adentro. Hay una bandera roja en el muelle, —Mejor hay que comer y después los Ilevo a pasear por ahi, Para Luis Miguel, que las aguas del mar estuvieran movidas, significé un punto a su favor, como que el des- tino estaba con él. Fra la mejor oportunidad para buscar ala nifia de los ojitos verdes. Se puso su polo. Primero mi abuela nos sirvié la papa a la huancaina con su respectiva Iechuga, aceituna y la mitad de un huevo. Nos chupamos os dedos. Luego nos sirvié el tallarin rojo con una pierna 53 de pollo. Quedamos mas que satisfechos. Mi abuela em- pez6 a comer mientras nosotros tomabamos chicha mo- rada, Le dimos las gracias. El que contenta la barriga, contenta el corazén, —dijo mi abuela, —El corazén de Luis Miguel no est contento —susurté. Luis Miguel me quedé mirando. —gPor qué dices eso? gNo le gusté mi comida? No creo. A ver, la verdad por delante. Luis Miguel se puso rojo como un tomate. —Si me gusté, doiia Teodora. Estuvo rico. —Lo que pasa es que él quiere conocer Huanchaco, —éEs eso? Ahora termino y nos vamos a pasear. —2Y si se cansa, dofia Teodora? —éMe ests diciendo que estoy vieja? —No, no quise decir eso. Mejor si nos acompaiia, zno es cierto, Marco Arturo? Claro, abuelita, vamos los tres. ~Yo sé que ustedes quieren ir solos. Vayan només. Asi digieren su comida. Yo me quedo. Claro que no estoy vieja. Tengo que quedarme, quién va cuidar las cosas. Va- yan, pero con mucho cuidado. zMe lo prometen? —Si, abuelita, vamos a tener cuidado. —Dofia Teodora, se lo prometemos. —Pues qué esperan. Y no se demoren mucho. —Huanchaco tampoco es muy grande. —Le di un beso a mi abuela en la mejilla—. No nos demoramos. Caminamos hasta el muelle, Una soga a manera de cordén nos detuvo en Ia entrada, Habia que pagar un nue- vo sol para recorrerlo de puntaa punta, como hacian todos los visitantes. Luis Miguel, después de examinar el lugar, 94 dijo que la nifia de los ojos verdes no estaba por ningiin lado. Desistimos, preferimos seguir de largo. Habia un es- tablecimiento comercial de varios puestos donde se vendia artesania, ropas de baiio y otros productos basicos para pa- sar mejor un dia de playa en Huanchaco, Entramos, Como si conociera a la nifta de los ojitos verdes, me sumé a su biisqueda. Yo no la conocfa ni en fotografia. Luis Miguel me dijo: «Es como de nuestro tamafio, de tez blanca, cabe- Ilo castafio y, por supuesto, sus ojos son verdes». A esa hora poca gente recorria el interior de ese lugat. Maria Isabel no estaba por ningtin lado. Salimos y acordamos recorrer uno por uno los restaurantes. Nuestros ojos no dejaban escapar nada. Ni rastros de Maria Isabel. Yo ya estaba cansado y un poco aburrico cuando, en la entrada de un restaurante, via tuna niffa con las mismas caracteristicas. —Es mas bonita —me reprocho-, ella no es. Como se te ocurre, Te pregunto porque yo no la conozco. —Bila no es. Maria Isabel es mAs alta. —De dénde sé yo —me ref—. ¢No ser un Angel? Por- que asi como tii dices, no veo a nadie. A no ser que haya subido al cielo ya. —La voy a encontrar, vas a ver. Dijo esto y de repente se quedé estatico en medio de la vereda, frente a un hotel muy elegante. Mi amigo tenia la boca abierta. Con su mano apenas me hizo sefias. Ahi estaba la nifia de los ojitos verdes, sola; usaba short blanco, polo rosado y zapatillas, Era la misma segin la descripcién de Luis Miguel. Llevaba el cabello suelco, bri- aba, Realmente era hermosa, Mi amigo seguia inmévil, mudo. La nifia venia en direccién a nosotros, distraida, 55 saboreando un helado. A Luis Miguel, de un empujén, lo hice reaccionar. —No me digas que ahora te vas a chupar. —Tengo nervios, —Si tino le hablas, le hablo yo. La nifia iba a pasar de largo y Luis Miguel se puso en su camino, un poco nervioso. —Hola. Te acuerdas de mi? Lanifia de los ojos verdes se detuvo y le correspondié, con una sonrisa, como tratando de hacer memoria. —El otro dia te regalé un ramo de rosas. —éEras vii? Te estuve buscando —le dijo afectuosa, ofteciéndole la mejilla para saludarlo—. Recuerdo lo de las rosas. Te busqué. Fui tres veces al mercado. Queria verte, Le conté a mi mamé lo de las rosas y le gust6. Me dijo que te invitara a casa. —gDe veras? —Pues es la verdad. ¥ dime, gcual es tu nombre? —Luis Miguel. —El mio es Maria Isabel. Te lo dije, grecuerdas? No me digas que te has olvidado can pronto. —Si, lo recuerdo. —Qué bueno. <¥ ya te bafiaste? —Todavia, aunque no creo que lo haga. El agua esta muy movida. Hay una bandera rojaen el muelle. Es peligroso. —Entonces pascemos. :Vale? Luis Miguel, por un momento, se habia olvidado completamente de mi, tuve que hacerle una sefia —Ah, él es mi amigo —puso su brazo derecho sobre mi hombro—. El mejor. No tengo otro como él. Se llama Marco Arturo. 56 —Hola ~dijo. Su acento era de mi agrado. Le di un beso en la me- jilla. Bra una nifia muy dulce, desenvuelta, segura de si misma. Luis Miguel tenfa razén, era linda. Tuve la impre- sién de que los tres nos conociamos desde hace mucho. La naturalidad de Maria Isabel hizo que los nervios de Luis Miguel desaparecieran. Mi amigo se olvidé del mundo, y lanitia de los ojos verdes, Maria Isabel, seguramente de sus, padres. Yo sobraba en ese momento 0, mejor dicho, en ese reencuentro. Entre los dos habia algo especial y yo estaba contento por ellos, asf que opté por dejarlos solos. —Sigan nomas, ahora los alcanzo Meacerqué a.un triciclo de helados y compré un cono con dos bolas de sabor a fresa y vainilla, Aproveché pata platicar amigablemente con el heladero sobre lo concurti- do y bonito que estaba Huanchaco. A la parejita de amigos los segui de lejos con la mirada, Bllos eran el uno para el otro, asi me parecié. Charlaban de lo mas bien. Se habian olvidado de mi, pero eso no importaba, Los dos se vefan tiernos, afectuosos. Era cierto lo que la profesora Lujan nos comentara en clases, que a la edad de once y doce afios, uno descubre la existencia del sexo opuesto y queda como flechado. En pocas palabras, nos ilusionamos. Y eso le es- taba sucediendo a mi amigo, aunque no sé si también del todo a Maria Isabel. Otra de las cosas que dijo la profesora fae que las chicas desarrollan 0 maduran més rapido que los chicos, aunque mi entranable amigo para mi era una de las excepciones. De repente los dos de improviso se de- tavieron en una esquina, voltearon para localizarme y Luis Miguel me hizo una sefia para que los siguiera. Cruzaron la pista y enrumbaron con direccién al muelle de madera. 58 Hice lo mismo, los segué hasta la entrada. Luis Miguel quiso comprar tres boletos para pasear por el muelle. Le dije que mejor comprara dos, que yo iba a ver a mi abue- la para que no se preocupara, que iba a estar al tanto de ellos, asi que me despedi. Los dos estaban felices, —2Y Luis Miguel? Mi abuela se inquiets. —Esté en el muelle con Maria Isabel, —éMaria Isabel? A su tia le dije que lo iba a cuidar bien. z¥ sile pasa algo? :Dijiste «Maria Isabel»? =No le va a pasar nada, él ya est4 grande, ademas ellos estan felices. —@Felices? e¥ quién es Maria Isabel? —Es nieta de la sefiora Florencia Rodriguez. —¢De Flor? =No sé. Me dijeron que se llama Florencia. —Claro que si, Florencia Rodriguez, Flor, Su hijo es Victor y trabaja en Espafia, eno es asi? —2¥ Maria Isabel es hija del sefior Victor? —Me parece que esa nifia es espafiola y ha venido de vacaciones con sus padres. Pero cémo se conocieron? zHemos venido a la playa porque ellos quedaron en verse aqui? Claro, el plan fue de Luis Miguel, y td, como eres su amigo, me convenciste de venir. A ver, cuéntame. A mi abuela no le dije toda la verdad, algo tuve que mentirle, mas aiin sobre la forma en que se conocieron. No tenia por qué saber que Luis Miguel, el dia que conocié en. el mercado a la nia, le habia regalado las rosas que iban a ser para ella. Se habria dado cuenta, El plan de juntarla con don Manuel se hubiera venido abajo, y, lo que es peor, mi abuela se hubiera enojado mucho conmigo. 59 Sabado 18 Después de tomar desayuno fui a casa de Luis Miguel. Me conté que su mami, la sefiora Alejandra, ni bien llegd de Lima, salié con su tia directo al hospital. Le habia acon- sejado que no saliera a la calle y, menos, que le abriera la puerta a cualquiera. Pero como yo era st entrafiable ami- go, me hizo pasar. Para tranquilidad de toda la familia, la cirugia habia salido bien y don Manuel estaba mejor que antes, totalmente recuperado, Tanto asi que existia la po- sibilidad de que volviera pronto a su casa, a mas tardar en dos dias. —Lo importante es que eu abuelo se esté recuperan- do, Bs fuerte, —As{ piensa tu abuelita. Ella también es fuerte, pare- cen de roble. No te olvides de que tenemos que hacer todo lo posible para juntarlos. Pase lo que pase, suceda lo que suceda, cueste lo que cueste, ese es nuestro plan. —Pero ahora ti compras las rosas. Luis Miguel rio. —2Seguimos con el mismo plan? —dijo. 6 —Mi abuela no tiene que enterarse de que detrés de todo esto estamos nosotros. —Tengo que pedir més propina —agreg6 Luis Miguel. — Por qué? Porque debo comprar dos ramos. —gDos ramos? —Uno para Marfa Isabel y el otro para tu abuelita. No se puede contigo. Eres un caso. 2¥ ayer qué le dijiste? —Aquién. —A quién mis. No vaa ser ala sefiora de los jugos. —Chistoso. Le dije que es linda y que quiero casarme con ella. No lo podfa creer. = ella? —Se qued6 muda. —Pero galgo dijo? —Dijo que por lo pronto éramos muy chavales. —2Qué? ¢En verdad le dijiste para que se casaran? ¢Acaso te volviste loco? —Escucha, primero le dije para ser enamorados, lue- go novios y después casarnos. ¢Cémo se te ocurre que ahorita vamos casarnos? Eso sera para después. El loco eres ta. —Preguntaba només, —Primero quiere dedicarse a estudiar, piensa ser una buena profesional, y luego, si hay un hombre que la quiera y la respete, y es profesional al igual que ella, se casa con él. Y si yo soy ese hombre, mejor. Yo tengo que ser ese afortu- nado. Asi le he dicho. Y no quiere rener mas de dos hijos, mejor si es la parejita, hombre y mujer, asi dijo. o —gHombre y mujer? ¢En ese orden, primero hombre- cito y después mujercita? :¥ qué le contescaste? —Que no habfa ningtin problema, que estaba de acuerdo, que yo podia esperar todo el tiempo necesario, ‘Ah, y que iba a ser arquitecto. —zArquitecto? —Ella quiere ser arquitecta. De veras quieres ser arquitecto? No te creo, Té me dijiste que querias ser doctor. Ademés, ella vive en Espaiia, y ti en Peri. —Marfa Isabel esta de acuerdo. = Con qué? —Con ser mi enamorada. Si ella esta en Espaiia y yo en Pera, no importa. No importa si el amor es verdadero. —Parece que ves muchas telenovelas, —No me gustan. Prefiero jugar play station, es mas divertido. —¥ ahora, gya son enamorados o siguen siendo amigos? —No me vas a creer. —cQué? Te acepts? —No, antes lo va a conversar con su mama, —Mejor que ni le diga a su papa. Ese sefior te vaa ma- tar, te agarra del cuello y no te suelta. Y sobre eso de que va a conversar con su mamé, qué le dijiste? —Que si no se podia, que siga siendo mi amiga, que estemos siempre en contacto. Hemos quedado en vernos manana en la misa. —éYa regresé de Huanchaco? —Qued6 para esta noche. =a si de ahi se va a Espafia y no te avisa? 8 —A Espafia se va después de Navidad. Afio Nuevo lo va a pasar con la familia de su mami. Es barcelonesa, hin- cha del equipo de fiitbol Barcelona vive alla. Antes de ise, va.a viajar con sus padres al Cusco. Va a volver el préximo afio. Ya le di mi correo electrénico, también tengo el suyo, —Veo que el tiempo y la distancia son tus enemigos; ah, y su pap4. La mama, no creo. —No puedo hacer nada. —Si no pueden ser enamorados, ser amigos es bonito también. a por qué nuestros abuelitos no son amigos? Se saludan de lejos y nada més, ni conversan. = eQué te parece si el dia que le dan de alta a tu abue- lito, le hacemos llegar las rosas a mi abuela? —gEl mismo dia? Es una buena idea. Tu abuela va a tener que venir a verlo y se puede repetir la historia —res- pondié Luis Miguel—. Va a ser romantico, ya vers. Tene- ‘mos que estar presentes. Yo no me lo pierdo. —gHabrin conversado? Mas que seguro. Para mi que ya se hablaron. Pero quién de los dos habré iniciado la conversacién... Hay que seguir con el plan, ~2Queé podria pasar si nos descubren? —Nadie nos va descubrir, tenemos que ser listos, No hay que cometer ningiin error. No podemos fallar. ‘Luis Miguel sacé un recipiente de helados del refrige- rador y lo sirvi6 en dos copas con una cuchara sopera, una para él y la otra para mi. Estabamos en la cocina, sentados a la mesa, Lo peor para la familia de Luis Miguel ya habia pasado, su abuelo estaba recuperado y él tenia la cara Feliz. Mientras comia el helado, recordé otra vez a Maria Isabel, de lo genial que serfa si vivieran cerca, Para él, sobre la faz 64 de la Tierra no habia otra chica mas bonita inteligente que Maria Isabel. Cuando hablaba de ella, no habia cémo parat- Jo, Finalmente las porciones de helado se evaporaron. Luis Miguel fue al refrigerador y volvié a llenar mi copa, igual- mente la de él. Se lo agradeci. Me dijo que si Marfa Isabel estuviera alli con él comiendo su helado, seria un milagro. El creia en los milagros y en su angel de la guarda, Cuando terminamos, cada uno lavé su copa. La cocina era amplia, estaba pintada de color verde lim6n y gracias a una ventana tenfa ventilacién y luz natural, De una de sus paredes colga- ba un reloj, as{ como algunos cuadros pequefios —Esos cuadros los ha pintado mi tia. —2Tu tia Margarita? —La tinica que tengo. —Qué, ges artisea? —Estudié un afio en la Escuela de Bellas Artes de Trujillo, —@Un aiio nomas? —Se enamoré de uno de sus compaiieros y él la trai- cioné con su mejor amiga. Rompié con él y con las ganas de ser pintora. Esos cuadros los pinté durante ese aito. —Por lo que parece, rompié con todos, porque no ha vuelto a enamorarse, 20 si? —Nise te ocurra decirle nada de lo que te he contado, sino me mata. A nadie se lo digas, ~Y ui, gcdmo lo sabes? —Es un secreto entre mi abuelo y yo. Mi tfa no sabe que conozco su historia. Sera para que le haga un proble- maal abuelo, Mejor si no dices nada, asi todos en paz. —Soy una tumba. 65 30 p.m. Sentado a la mesa, mientras comia mi lomo saltado, ob- servaba a mi abuela tomando su sopa de habas con hue- vos reventados. Ella siempre a esa hora escuchaba miisica. Nada de televisién: las telenovelas hacen Ilorar y los noti- cieros siempre pasan malas noticias, eso decia, todas rela- cionadas con sangre, accidentes, violaciones, muertes. Mi abuela cocinaba sus propios alimentos y casi to- dos los dias almorzaba sentada a Ja mesa, acompafiada de cinco sillas vacias, Hace quince afios que habia muerto mi abuelo, y trece que su hija Rosaura, mi mama, viajé a Lima por trabajo. Desde entonces aprendié a vivir con su sole- dad en una casa grande. Desde hace tres afios empecé a viajar solo desde Lima en mis vacaciones. Me quedaba con ella parte de diciem- bre, todo enero y parte de febrero. Entonces desayunaba- mos, almorzbamos y cendbamos juntos. Mi profesora en una oportunidad dijo en clase: «Las mejores cocineras del mundo son las madres». Yo le dije que las mejores eran las abuelas y que esa era la opinién de un nieto. Mi pro- pio papa la queria como a su verdadera madre y siempre hablaba bien de su comida. Para él era su mama Teodora. Cuando él venia a Trujillo de vacaciones por unos dias, re- tornaba subidito de peso. Igual mi mama. Mi abuela no solo cocinaba bien, sino que ademas hacfa repetir el plato. No tenia canas, pues se tefifa el cabello de color cas- tafio oscuro y siempre lo llevaba suelto a la altura de sus hombros. Sus manos no tenfan tantas manchas como las de mi abuela paterna. Sabia también cuidar su apariencia fisica. Siempre usaba vestidos y preferia el color melén 6 ol rosado, Le gustaba escuchar las canciones de su tiempo, Gracias a ella conoci a Los Panchos, Los Galos, La Sonora Matancera y otros grupos musicales. Asimismo vi peliculas mexicanas con Jorge Negrete, Pedro Infante, Javier Solis y el inolvidable Cantinflas. Que yo supiera no tenfa enemigas ni enemigos, se llevaba bien con todos. Su caracter era admira- ble, sabfa controlar sus emociones, «E's tna mujer con mu- cha fortaleza», dijo una vez mi papa. Mi abuela todos los dias desde que tuve uso de raz6n tomaba vitamina D para sus huesos, el médico le habia recomendado calcificarse. Aparte de esa preocupacién, no tenia ninguna enfermedad. 4pm. —Buenas tardes, jovencico. Era el padre Joaquin. Le estreché la mano. Mi abuela hacia su siesta como de costumbre, Lo invité a pasar. En sus ‘manos llevaba una Biblia de tamatio regular. Tomé asiento en el sofa. Mi abuelica esta durmiendo —le dije. ~Pues dejémosla que duerma, yo he venido a buscarte ati Quise entender. Para qué me buscaria, la verdad que no tenia idea. En milésimas de segundos traté de averiguar- Jo, pero no se me ocurrié nada. ~gA mi? —tomé asiento frente a él. —Recuerdo que yo fui quien te bautiz6. Tenias apenas dos meses de nacido. Bras un angelito. Claro que lo sigues siendo; pero mirate ahora, has crecido. Yo también tuve tu edad. 68 —Usted también fue un angelito. Seguro que si, pero un dia te das cuenta de que el tiempo pas6 volando y que ya estas viejo —Padre, el tiempo no existe. —gPor qué dices eso? —El tiempo lo inventé el hombre. —gEl hombre? Quiero entenderte. —El tiempo para Dios no existe —Otra vez estamos de acuerdo. —Tampoco el espacio —Claro, él es eterno e infinito, ¢Bso me quieres decir? —Yo también soy eterno, nunca voy a morir, porque soy parte de él. Igual usted, todas las personas. El padre Joaquin no me quitaba la mirada de encima, estaba como sorprendido, El dia que yo muera no me voy a ir al cielo ni al infierno, como cree mucha gente. Mi espiritu tiene que reencarnarse muchas veces, Por lo tanto vay a nacer y voy a mori para volver a nacer. Las vidas que me toquen vivir son lecciones que debo aprender. De esa manera mi es- piritu trascendera, me acercaré a Dios, Yo creo todo eso, padre. Mientras mas te conozco, mas me sorprendes, No ‘me arrepiento de haber venido a verte. Pensar que solo eres, un jovencito. Lo que mas me agrada de ti es que tit crees en. Dios. Eso es lo que vale, con eso basta. —En mis suefios siempre veo a un anciano. —gTe acuerdas de lo que suefias al despertar? Todo, lo recuerdo todito. —gEs reciente o desde cuando? —Desde que cumpli diez afios. o —ZMe puedes contar sobre ese anciano? —Tiene la barba blanca y larga, y viste algo asf como una ttinica, Siempre que lo sueiio, est sentado en una pie- draal lado de un arbol, como si estuviera esperndome. Su cabello es cano y largo, —2Qué edad podrfa tener? —No sé, no puedo adivinar. Su cara no tiene arrugas, pero sé que es un anciano, Eso parece. La primera vez que se me reveld, me dijo que mirara el cielo; alcé la mirada y vi Dios, lo vi clarito en medio de las estrellas; en eso ocurti6, un temblor, fue estruendoso. —Cuando dices Dios, gte refieres a Jestis o al Padre creador? —Al Dios creador. Qué crees que podria significar ese suetio? —No sé lo que significa. Otra noche, el anciano me ordené que abriera los ojos y vi a Jestis. Levitaba y brillaba sobre el filo de una ventana. No tengo palabras para des- cribirlo, No alcaneé a ver su rostro. —Aun asi, sin haber visto el rostro de Jestis, eres afor- tunado. En toda mi vida como religioso no he tenido tan- ta suerte como tu. Yo puedo deducir que Jestis te necesita, él va hacer de ti su sietvo. Debes estar preparado. —El anciano me dijo que solo el conocimiento pue- de acercarme a Dios, que el conocimiento intelectual debo transformarlo en conocimiento emocional. Dijo que debia ser paciente, bondadoso. Que debo aprender a perdonar, que el rencor al cotazén lo seca. Que eso es triste. ¥ que por nada del mundo debfa matar a ninguna persona, sino mis bien debo plantar un arbol, —¢Qué pasa si matas a alguien? Te lo dijo? 70 Bl anciano no me ha dicho lo que podria pasarme, pero me advirtié que por ningtin motivo lo hiciera. —Es biblico. Esta escrito: No mataras. —En otro suefio me dijo «vuela» y volé. De verdad, yo podia volar. Es emocionante, fantastico, Cada cuanto tiempo suefias con ese anciano? zTo- dos los dias, dejando un dia? Cada cuanto tiempo? Siempre lo suefio, basta que me acuerde de él a la hora de acostarme. Suefio con él cuando yo quiero, él siempre esta. A mi me gusta sofiarlo. Aprendo cosas y dice que esas cosas debo ensefiarles a los demés. Las cosas bue- nas hay que compartirlas. ~Y sobre la reencarnacién, aqué te dijo? {Te explicé algo? —En uno de mis suefios hizo que me recostara sobre un divn. Cuando cerré los ojos, dijo unas palabras, que- dé hipnotizado y empez6 a hacerme preguntas. Esa mis- ma noche, cuando desperté, supe que en mi vida anterior habia sido carpintero, que quedé viudo muy joven, tuve dos hijos y mori de anciano, En el momento de mi muerte floté sobre mi cuerpo, me vi a mi mismo tendido en una cama, y me asusté; habia una luz incensa, pero pude darme cuenta de que todo eso era hermoso. Las preocupaciones y los dolores de mi vida fisica habian desaparecido. —2¥ cuando pas6 eso, o mejor dicho, en qué siglo, y donde? —Hay cosas que atin no descubro, —Solo son suefios. gTii crees todo eso? —Yo creo. =2¥ le has contado de todo esto a tus padres? —Bllos lo saben. 72 2 qué dicen? —Lo toman con mucha naturalidad. Tampoco estan alarmados. Conmigo conversan bastante y me apoyan en todo. Soy su tinico hijo y confian en mi. El padce Joaquin se puso de pie, estreché mi mano, me despeind como siempre lo hacia y, antes de despedirse, dijo: —Esta es mi Biblia de cabecera, te la obsequio. Eres un chico muy especial, Me gustaria que los demas chicos fueran como td, Envidio tu fe, asi que mafiana temprano te espero en misa. Y no te olvides de darle mis saludos a cu abuela. Adiés. B Domingo 19 —Touabuelita debe de cener cartas. No lo podia creer: Luis Miguel tenia en su poder una carta antigua, supuestamente firmada por mi abuela, ditigi- daadon Manuel. —Mi abuelo tiene varias en una caja, hasta hay una foto, los dos estén juntos en una playa. Tu abuelita tiene que tener —Cémo sabes que es mi abuela. Tino la conociasde joven. —Se parece. Ademas, en la foto estan sus nombres, dice Manuel y Teo en la parte de atris. —2Teo? Puede ser, algunas vecinas le dicen Teo. —Claro, de Teodora. De qué més podria ser. —Avver, lee la carta, —Claro que si, pero aqui no. Luis Miguel y yo abandonamos la misa sin que su mamé, su tia ni mi abuela se dieran cuenta. Dijo que valia Ja pena y lo segui silencioso hasta las afueras de la iglesia, junco a un jardin. Aprovechamos que el padre Joaquin habia. iniciado la comunién, —Ahora si puedo leerla: 15 Querido Manuel. Siento que cada dia te quiero mas y por nada del mundo soportaria perderte. Pase lo que pase siempre estaré contigo, mi corazin siempre serd tuyo. Ayer hablé con mi madre y por ningiin motivo quiere aceptar nuestra relacién. Mi apd, en cambio, por lo menos me escucha, me aconseja, El quiere Jo mejor para mi. Mi mamd no sé qué tiene en contra de ti. No quiere ni que pronuncie tu nombre. Dice que tii no eres un buen partido para mé. Yo sé que ella estd equivacada, No sabe lo feliz que me haces. Algin dia se dard cuenta y cambiaré de opinién, Por lo tanto debemos tener un poco de paciencia, Siempre te estaré esperando. Te amo. Un beso, y manana nos vemos en el lugar de siempre y 4 la misma hora. Elamor de toda tu vida. Teo. —@Qué fecha tiene? —Dice: Trujillo, setiembre de 1958. 21958? gTanto? A ver, saca la cuenta. Qué edad tendrian? —Veintitantos, creo. Yo sé que mi abuelo nacié en 1937. —2Veintitantos? En esa fecha nuestros padres no ha- bian nacido todavia. gDices que hay mas cartas? —Como una docena y las tiene impecablemente or- denadas. —¢Cémo las encontraste? —De pura casualidad, no sabia que existian. Me acor- dé de un trompo que mi abuelo me regalé en las vacaciones pasadas y me puse a buscarlo, En vez del trompo hallé las cartas. 76 —Entonces es cierto, tu tia Margarita no mintid, Pero alla alguien cuvo que contarle. Qué hacemos ahora? —Bntremos a la iglesia antes de que se den cuenta. El padre Joaquin estaba terminando con la adminis- tracién del sacramento, Luis Miguel se apresuré, se puso en la cola delante de mi, abrié la boca y recibié la hostia. Igual yo. Después lo segui. Cuando mi abuela abrié los ojos, yo estaba a su lado, tomado de las manos, orando, con los ojos cerrados. La iglesia era amplia y sencilla pero acogedora. Habia miisicos devotos con sus propios instrumentos musicales, Tenfa su propio coro. Estaba repleta de gente. La mayorfa se conocia. El padre Joaquin, cuando finalizé la misa, al mismo tiempo que rocié a los feligreses con agua bendita, expresé: , me dijo, «dormias tan rico», Cuando dejé la cama, fai al baito a darme una ducha. Al rato sali aseado y vestido Mi abuela aproveché para invicar a mi mejor amigo a to- mar desayuno conmigo. «Acompaiiense», le dijo, «es feo comer a solas, parece que las comidas no tienen gusto. Desayuinen que ya vengom. La mesa lucfa apetitosa, pero Luis Miguel respecuosamente le dijo que estaba lleno, que se lo agradecia mucho, que él ya habia desayunado, que lo disculpara por ese dia, 81 —Mala suerte, si nos visitas y estamos comiendo, nos acompafias y punto; ademés, si quieren crecer, tienen que ‘comer bien. A alimentarse se ha dicho. Mi abuela comé su monedero y se despidié—: Ya vengo, voy al mercado, y no quiero que dejen nada. —¢Esté enojada? —Para nada. Mas bien est contenta. ~A Luis Miguel lo vi como preocupado y sonrei—. Lo que no acepta es que le desprecies la comida, —Una cosa es estar lleno y otra despreciar. No crees? _Dice que es falea de cortesia despreciar la comida. Y como ella te aprecia bastante, te lo dijo de esa manera, como pata convencerte. Quizds exager6. —Para convencerme o para obligarme? —Quieras ono, tienes que comerte todo eso. Mi abue- la es buena y recta, En la mesa habia dos tazas de leche con café, pan francés, aceitunas y cuatro huevos cocidos. —Otra vez leche, mi tia me tiene empachado con pura leche desde que llegué. Dice que es buena para crecer, le cteo, pero tampoco quiero ser tan grandote. —También los huevos. =Qué hay con los huevos? —Tienes que comértelos. —Encima huevos. ¢Por el calcio? —Claro, sitve para los huesos. Te comes los huevos y te comas la leche, Racién completa, aunque no te comas el pan, Asi dice mi abuela. —Tampoco soy ternero: leche en la mafiana, leche en. Ia tarde, leche en la noche y leche cuando te visito. En vez de hablar o gritar como gente, voy a mugir. 82 —Cambiando de tema, ete encontraste con Maria Isabel? —No llegé, la esperé como una hora. —&Te dejé plantado? Le hubieras pedido su namero de celular. —Supongo que sigue en Huanchaco. Aunque ella me asegurd que de todas maneras llegaba. ¥ se me olvidé pe- dirle su nimero de celular. —Te dejé plantado. Luis Miguel hizo como que no me escuché: —Por ahi sus papas decidieron quedarse unos dias mis, Voy a tener que ir mafiana a tocar la puerta de la casa de su abuela, —~2Y si ya se fue a Espaiia? No creo, dijo que esta Navidad la pasaba aqui, con Ia familia de su pad: —Hablando de Navidad, falta poco para la Navidad. No te olvides. —Cudntos dias faltan? Hoy estamos... —Casi nada. Hoy es 20 de diciembre. Mi abuela me tiene una sorpresa, no sé qué es, pero me late que es algo bonito. A ella, con mis propinas, le he comprado una co- Ionia citrica refrescante. También una tarjeta musical na- videfia, Le va a gustar. Y td, qué le vas a regalar a Maria Isabel? —No sé. Tengo tiempo todavia para pensar y com- prarle algo lindo. Lo voy a pensar bien. Mafiana puede ser... Mafiana le compro. También tienes que comprar un regalo para tu abuelo. —Le voy a regalar una camisa, —¢Una camisa? ,Por qué una camisa? 83 —Cuando mi mam le regala camisas a mi papa, él se pone muy contento, Ella dice que a los hombres les gusta que les regalen camisas, pero de marca —A tu tia también hazle un regalo. ~A ella le voy a regalar una tarjeta musical para el Arbol de Navidad. —2Una tarjeta? No te pases. Mejor regélale... un espo- 80; no, mejor preséntale a un sefior. —No digas eso, si nos escucha, nos mata a los dos. Aunque pensandolo bien, si se pudiera, yo lo haria. Mi abuela, en una esquina de su sala, tenfa un drbol, de Navidad como de mi tamafio, cubierto de luces inter- mitentes y, al pie, un nacimiento sin el nifio Jestis.

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