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EL EXORCISTA

William Peter Blatty

Los ojos de Regan brillaban ferozmente, sin pestañear, mientras una saliva
amarillenta goteaba de la esquina de su boca hasta la barbilla, sus labios
estirados, tensos en una sonrisa salvaje de burla con la boca arqueada.

“bien, bien, bien” ella exclamó sardónicamente y a Karras se le erizaron los


pelos de la nuca al oír una voz profunda y cargada de amenaza y poder. “Así
que eres tú… ellos te han enviado!” ella continuó complacida. “Bien, nosotros no
tenemos nada que temer de ti”

“Si, así es” respondió Karras; “ Soy tu amigo y me gustaría ayudarte” “entonces,
podrías aflojar las correas” gruño Regan. Ella había tirado hacia arriba de sus
muñecas de modo que Karras notó que estaban atadas con un doble conjunto
de correas de cuero.

“¿Las correas son incómodas para ti?”

“Extremadamente. Son una molestia. Una infernal molestia”

Los ojos brillaban astutamente con secreta diversión

Karras vió las marcas de arañazos en la cara de Regan; las cortadas en sus
labios donde aparentemente ella se los había mordido. “Temo que te puedas
lastimar a ti mismo Regan” le dijo.

“Yo no soy Regan” ella rugió, todavía con esa sonrisa tensa y horrible que
Karras adivinaba ahora que era su expresión permanente. Que incongruentes
se miran los aparatos de sus dientes, pensó. “Oh, ya veo” dijo él asintiendo con
la cabeza “Bueno, entonces, tal vez podríamos presentarnos. Soy Damien
Karras. ¿Quién eres tú?

“Soy el diablo”

“Ah, bien” Karras asintió con aprobación. “Ahora podemos hablar”

“¿Una pequeña charla?”

“Si lo deseas”

“Si, me gustaría” dijo Regan, babeando un poco por una esquina de su boca.
“Sin embargo, verás que no puedo hablar libremente mientras esté atada con
estas correas”

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