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Todo es cuestión de química www.librosmaravillosos.

com Deborah García Bello

Capítulo 4
En busca de la estabilidad

Contenido:
§. El enlace químico de los elementos
§. Enlace iónico
§. Enlace covalente
§. Enlace metálico

§. El enlace químico de los elementos


Nunca salgo de casa sin la cartera y las llaves. La otra cosa que llevo
siempre encima es una pequeña tabla periódica, del tamaño de una tarjeta
de visita, donde sólo figuran 111 elementos químicos. Me la regaló uno de
mis profesores de la universidad cuando fui por primera vez con mis propios
alumnos a visitar su laboratorio de investigación en Química orgánica. En el
reverso de la tabla figura escrito: «La química contribuye a aumentar la
calidad de vida, es la clave para resolver muchos de los desafíos de la Tierra
y ayuda a las personas a vivir más y mejor que nunca. Estoy orgulloso de ser
químico».
A día de hoy sabemos muchas más cosas de la tabla periódica de
Mendeleyev de las que él ni tan siquiera podía imaginar. Hemos rellenado
todos sus huecos y hemos ido descubriendo órdenes más recónditos, lecturas
más profundas. Para ello sólo hay que saber interpretarla, saber leerla. A
partir de la información de la tabla se puede deducir, por ejemplo, cómo
están dispuestos los electrones de cada elemento químico, el pegamento de
los átomos. Asimismo, la posición de los elementos en la tabla periódica nos
permite predecir qué tipo de enlace establecerá ese elemento consigo mismo
o con otros elementos, conocer sus propiedades, su apariencia, si será
sólido, líquido o gaseoso, duro o endeble, cristalino o amorfo. La tabla

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periódica nos ofrece una forma sencilla de conocer cómo son los elementos
que componen el universo.
Los elementos manifiestan una tendencia natural a sufrir cambios o a unirse
a otros elementos en busca de una situación determinada que llamamos
estabilidad.
Salvo los gases nobles, que son estables sin necesidad de enlazarse ni con
ellos mismos ni con otro elemento, el resto de los elementos tienden a unirse
mediante fuerzas de naturaleza electrostática para formar pequeños
agregados de átomos llamados moléculas o grandes agregados de átomos
ordenados llamados cristales, con el fin de adquirir mayor estabilidad, es
decir, de disminuir su contenido energético con respecto al de los átomos
aislados.

Tabla periódica con metales, no metales y gases nobles

Los gases nobles son el helio, el neón, el argón, el kriptón, el


xenón y el radón.

De manera que la tendencia natural de todos los elementos químicos es


asemejarse a los gases nobles que, como hemos dicho, son estables.

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Así por ejemplo el flúor (F), que es el elemento Z = 9, tiene en su último


nivel energético n = 2 siete electrones. Estos electrones están distribuidos de
la siguiente manera: un par de electrones en el subnivel s, y los otros cinco
en el subnivel p (F: 1s22s22p5). Para adquirir la configuración electrónica del
gas noble más próximo, el neón Z = 10, sólo necesitaría adquirir un electrón
que completase el subnivel p. Es por ello por lo que el flúor tiende a unirse a
otros átomos que sean capaces de satisfacer esta necesidad, bien
compartiendo con ellos un electrón o bien cediéndoselo directamente. Esta
tendencia también la tienen el resto de los elementos de su grupo, los
llamados halógenos, ya que a todos ellos les falta un electrón para
asemejarse al gas noble que tienen a su derecha en la tabla periódica.

Dato curioso
En 1916 el químico estadounidense Gilbert N. Lewis atribuyó la estabilidad
de los gases nobles a la disposición de sus electrones, y lo cierto es que
cuando un elemento se une a otro o sufre algún cambio, sólo se ven
afectados sus electrones: o bien se distribuyen de otra manera, o bien se
comparten electrones con otros elementos, ganándolos o cediéndolos. El
núcleo de los átomos nunca se ve involucrado, sólo los electrones que lo
rodean.

Si nos fijamos en el primer grupo de la tabla periódica, los llamados metales


alcalinos, todos tienen un único electrón en su nivel energético más externo,
en un subnivel s. Para asemejarse a la configuración de gas noble lo más
fácil es perder ese electrón y así adquirir la configuración electrónica del gas
noble anterior. Así por ejemplo el sodio (Na, Z = 11) tiende a unirse a otros
elementos a los que poder cederle ese electrón y así asemejarse al gas noble
neón (Ne, Z = 10). Todos los metales alcalinos presentan una tendencia tan
exagerada a combinarse con otros átomos para perder este electrón que son
elementos muy reactivos, es decir, que son explosivos, incluso en contacto

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con el agua ambiental, así que se almacenan sumergidos en queroseno o


protegidos por una atmósfera de nitrógeno que los mantenga a resguardo.

§. Enlace iónico
Cabe esperar que si los halógenos tienden a combinarse para ganar un
electrón y los metales alcalinos lo hacen para poder cederlo, estos dos tipos
de elementos tengan mucha afinidad entre sí. El hecho es que se combinan
en un tipo de enlace en el que puede considerarse que el halógeno gana un
electrón y el metal alcalino lo pierde, así todos contentos.
Cuando un átomo gana o pierde electrones adquiere carga neta, ya que deja
de tener el mismo número de electrones que de protones. Estos átomos con
carga reciben el nombre de iones: cuando pierden electrones adquieren
carga positiva y se llaman cationes, y cuando ganan electrones adquieren
carga negativa y se llaman aniones. El enlace surgido entre cationes y
aniones se denomina enlace iónico.

Formación de iones

Los elementos de la izquierda de la tabla periódica, los llamados metales,


tienden a ceder electrones y los elementos de la derecha, los llamados no
metales, tienden a adquirirlos. De la unión de estos elementos se establecen
los compuestos iónicos.

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Estos elementos no se unen entre sí en pequeños agregados, sino que lo


hacen formando redes de muchos átomos en los que los cationes son
rodeados por aniones y viceversa, siguiendo un arreglo geométrico o red
cristalina, donde cada átomo ocupa una posición fija en la red.
En el caso del sodio con el flúor, como el sodio quiere ceder un electrón y el
flúor ganarlo, la proporción entre estos elementos en la red cristalina es de
un flúor por cada sodio, dando lugar al denominado fluoruro de sodio (NaF),
que es el compuesto que se utiliza comúnmente como fuente de flúor en los
dentífricos como agente anti caries.
En cambio, si combinamos en un compuesto iónico un elemento del segundo
grupo, un metal alcalinotérreo como el calcio, éste querrá ceder dos
electrones en lugar de uno, así que se combinará o bien con un elemento
que quiera adquirir dos electrones, o bien con dos átomos de un elemento
que quiera adquirir un solo electrón. Así, si el calcio se combinase con el
flúor, lo haría manteniendo la proporción de dos átomos de flúor por cada
átomo de calcio, formando una red cristalina de fluoruro de calcio (CaF2,
donde el 2 denota esa proporción). El fluoruro de calcio es el compuesto que
encontramos en la naturaleza formando el mineral fluorita. Este compuesto
se utilizaba en la fabricación de lentes de cámaras fotográficas para reducir
la dispersión de la luz, y también en la fundición de hierro y aceros, ya que
funde a la misma temperatura y es capaz de disolver sus óxidos.

§. Enlace covalente
La otra opción que tiene el elemento flúor para adquirir la configuración
electrónica de gas noble es compartir ese electrón extra en lugar de aceptar
la cesión de otro elemento. Por ejemplo, un átomo de flúor se puede unir a
otro átomo de flúor, y en esa unión ambos átomos comparten un electrón,
de tal manera que ambos sienten en su nivel energético más externo la
configuración electrónica de gas noble. Este tipo de relación entre elementos
no metálicos que comparten electrones se llama enlace covalente. En este

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caso los enlaces covalentes sólo se establecen entre estos átomos en


pequeños agregados llamados moléculas. Así, cuando un átomo de flúor se
une a otro átomo de flúor forma una molécula de F2.

Enlace covalente entre dos átomos de flúor

De forma análoga, otros no metales se combinan consigo mismos para


adquirir la configuración electrónica de gas noble. Por ejemplo, el oxígeno del
aire en realidad es una molécula formada por dos átomos de oxígeno que
comparten dos pares de electrones dando moléculas de O2. El nitrógeno, que
forma el 79% del aire, está formado por moléculas de N 2, donde dos átomos
de nitrógeno comparten tres pares de electrones. Cada par de electrones
compartidos forma un enlace, así el F2 tiene un enlace covalente simple, el
O2 tiene un enlace covalente doble y el N2 un enlace covalente triple.
Estas moléculas a su vez se unen entre sí por unas fuerzas de atracción muy
débiles, llamadas fuerzas de Van der Waals, que resultan de la atracción que
ejerce cada núcleo sobre los electrones del otro átomo. Son las fuerzas
responsables de que las moléculas se mantengan unidas, pero como son tan
débiles, es frecuente encontrar estas moléculas en estado gaseoso, con gran
movilidad unas con respecto a las otras; al contrario que en los compuestos
iónicos, donde todos los átomos están unidos entre sí conformando una red
cristalina y por eso son sólidos a temperatura ambiente.

§. Enlace metálico
Los elementos metálicos son los que tienden a ceder electrones para adquirir
la configuración electrónica de los gases nobles, así que los metales, cuando

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se unen entre sí, se desprenden de los electrones sobrantes dando lugar a


cationes con configuración electrónica de gas noble que se ordenan en un
arreglo geométrico o red cristalina, y los electrones cedidos permanecen
deslocalizados en los entresijos de esa red, como un baño de electrones que
cumple una doble función: por un lado transportan la carga eléctrica, ya que
estos electrones gozan de libertad de movimiento, razón por la cual los
metales conducen la electricidad, y por otro lado actúan como aglutinante de
la red cristalina, ya que impiden la repulsión entre cationes.

Un metal se une a un no metal a través de un enlace iónico;


un no metal se une a un no metal a través de un enlace
covalente y un metal se une a otro metal a través del enlace
metálico.
El descubrimiento de Moseley sobre cómo era el núcleo de los átomos
permitió terminar de construir la tabla periódica, pero los posteriores
hallazgos acerca de la distribución de los electrones a su alrededor
determinarían la química de todos los elementos.
Esos universos en miniatura que son los átomos determinan cómo es el
universo a nuestra escala, cómo es el universo de lo ordinario y de lo
extraordinario, sus bondades y sus aparentes delirios. En la tabla periódica
encontramos descritos esos universos en miniatura con la meticulosidad de
un poema, donde cada palabra, cada verso y cada rima han sido
reflexionados y ajustados, donde no hay cabida para lo arbitrario. La tabla
periódica es el mayor logro de la química, la máxima expresión de su
elegancia.

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