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PALACIO DE VERSALLES

Legajo mínimo:
El Palacio de Versalles se encuentra ubicado en el municipio de Versalles, cerca de
París, precisamente en la región Isla de Francia, siendo uno de los complejos
arquitectónicos monárquicos más importantes de Europa. Su construcción tuvo tres
etapas, la primera entre 1661 y 1668, la segunda entre 1668 y 1678, y la tercera
entre 1678 y 1692.
La construcción del Palacio fue ordenada por Luis XIV. Él dejó París y buscó que
Versalles sea una pequeña ciudad alejada de los problemas, y el mismo Palacio se
realizó en medio de un bosque, al lado de dos pantanos.
Se utilizaron materiales como
mármol, piedra, bronce, oro,
diamantes y las mejores
maderas de la región. La
majestuosidad del Palacio
también es posible observar
en los muebles y accesorios
que alguna vez fueron
utilizados por la derrocada
monarquía francesa.
La planta del Palacio tiene
forma de U, con tres patios
consecutivos y una
ampliación en dos extensos
brazos laterales con patios y
habitaciones compartidas. Tiene 600 metros de largo, y presenta dos fachadas, una
abierta hacia la ciudad, y otra hacia los jardines.

Forma:
En 1623, Luis XIII ordenó la construcción de una pequeña casa de ladrillos en el
medio del bosque, con jardines a la francesa e instalaciones para el paseo real,
siendo una especie de refugio de caza. Seguido a esto, decide construir el primer
palacio, y nueve años más tarde compra el dominio de Versalles al arzobispo de
París, con el objetivo de expandir su palacio.
Tras su fallecimiento, Versalles queda en el olvido luego de mucho tiempo, pero su
hijo Luis XIV tras los años se pone en busca de un palacio en el cual vivir, y desde
allí comienza a levantar obras en el mismo lugar, finalizando el gran Palacio de
Versalles en 1661.
En el parque del castillo se puede disfrutar del Petit y del Grand Trianon, de la Aldea
de la Reina, del Canal Grande y del Pequeño, de un zoológico, invernadero y de un
pequeño lago artificial.
El palacio se levantó en medio del bosque, al lado de una loma rodeada de dos
pantanos insalubres y una modesta vivienda de ladrillo, piedra y pizarra. A su vez, se
encuentra ubicado de forma tal que siga el recorrido del sol, como representación
del total orden, rigor, equilibrio.
El edificio y su planta llegaron
a tener forma de U con dos
alas laterales, y una longitud
de 600 metros, una parte mira
al pueblo, y la otra a los
jardines, orientados hacia el
norte y el sur, siendo el mejor
ejemplo de arquitectura
palaciega en Europa,
principalmente por lo
majestuoso de la edificación
con claro significado de exaltación del poder absoluto del rey. En las alas laterales se
ubican las estancias para la corte y cortesanos, y la zona central para el rey. El patio
de mármol con losas de colores blanco y negro se convierten en el centro del
palacio, agrupándose a su alrededor los aposentos reales.
Ésta envoltura en forma de U se dispone de tres niveles: la planta inferior con
ventanas y paramento almohadillado inspirado en los palacios renacentistas
italianos, la planta noble, formada por grandes ventanas entre pilastras y columnas
jónicas, y el ático, formado por vanos rectangulares entre pilastras adosadas y
coronado por una estructura balaustrada que sirve de base a una decoración de
jarrones y trofeos.
Las dos alas perpendiculares mantienen la estructura del cuerpo central,
prolongando el orden jónico y dotando a la fachada horizontalidad, siendo que los
espacios salientes y columnados evitan la monotonía.
En la zona central se hizo la
galería de los espejos, creando
una sensación de mayor longitud,
y la luz que entra por la ventana y
la de las velas se reflejan en los
espejos, creando efectos
lumínicos.
Mansart también diseñó la capilla
real, situada en el ala norte,
como una edificación casi
independiente, consta de una
cabecera semicircular, tres naves y un espacio central con dos niveles. El inferior
con arquerías sobre pilares, y el superior que comunica con las dependencias del
rey con una columnata corintia que sostiene al dintel que carga la bóveda.

Extraforma:
Antiguamente, Luis XIII, fue quien llevó a la realeza a Versalles. En 1623, Luis XIII
ordenó la construcción de una pequeña casa de ladrillos en el medio del bosque,
con jardines a la francesa e instalaciones para el paseo real, siendo una especie de
refugio de caza, ya que le gustaba ir a cazar en esa zona.
Tras su fallecimiento, Versalles queda en el olvido luego de mucho tiempo, pero Luis
XIV tras los años se pone en busca de un palacio en el cual vivir, y desde allí
comienza a levantar obras en el mismo lugar, finalizando el gran Palacio de
Versalles en 1661. La idea inicial de Luis XIV era trasladar la corte a un nuevo
palacio que fuese más solemne.
El encargado de ampliar las viejas dependencias del lugar fue el reconocido
arquitecto de nombre Luis Le Vau. El Rey Luis XIV ya había visitado con anterioridad
el Palacio de Nicolás Fouquet y quedó impresionado de su belleza; es por eso que
decide recurrir al mismo arquitecto para su agraciado palacio.
El palacio se realizó en tres etapas. Las dos primeras corresponden a Luis le Vau.
En la segunda ampliación, cuando el monarca decide hacer de Versalles la
residencia de la Corte, Le Vau diseñó una envoltura en forma de larga U, dejando el
primitivo palacio como núcleo del nuevo edificio. La tercera y definitiva ampliación la
realizó Joules-Hardouin Mansart, pensando en poder alojar a más de 20.000
personas que formaban parte de la Corte y el Gobierno de Francia.
El arquitecto francés realizó dos inmensas alas perpendiculares que mantienen la
estructura del cuerpo central, una hacia el norte y otra hacia el sur. En la zona
central hizo la Galería de los Espejos, en colaboración de Le Brun en la decoración.
También, fue Mansart el encargado de diseñar la capilla real, situada en el ala norte.
Esta se considera sumamente importante, ya que luego se copia en el Palacio Real
de Madrid, España.
Esta obra fue construida en la época de la historia conocida como el Renacimiento,
el cuál se destaca por un
conjunto de cambios
políticos, culturales,
económicos y religiosos
que ponen fin a la Edad
Media.
En este caso, el
clasismo retomado por
los arquitectos del
quattrocento, no estaba
en condiciones de
ofrecer todas las
respuestas necesarias a
las dudas del hombre,
por lo que cambió la forma en la que se concebían muchos aspectos de la época,
entre ellos el arte y la arquitectura.
El siglo XVII está marcado por la instauración de la Monarquía absoluta o
“Absolutismo”, que se consolida a través de Luis XIV, el “Rey Sol”. La presión que
producía el poder de Francia condujo a guerras con todos sus vecinos, los cuales se
aliaron entre sí para conseguir enfrentarse y contenerse.
Durante ese tiempo, luego de la reforma protestante, la iglesia comienza a perder
muchos fieles, lo que significaba en ese entonces pérdida de poder. Por lo que la
iglesia se vió obligada a presentar una contrarreforma.
Esta situación política tuvo su reflejo en las artes, porque el sistema absolutista
pretendió que las manifestaciones artísticas se pusieran al servicio de esos
principios.
De esta forma, en Europa surge un nuevo estilo de arte, el cuál utilizaba formas más
dinámicas, volúmenes y ornamentaciones extravagantes. También se fomentó la
utilización de esculturas humanas representando a santos para su devoción.
En base a estas características, se iniciaron una serie de construcciones de gran
suntuosidad, que pretendían mostrar la grandeza de los monarcas y el carácter
sublime y divino de la monarquía absolutista.

Interpretación de forma:
Notamos que este palacio es la máxima representación de lujo, elegancia y fina
arquitectura tan característica de los franceses, y un símbolo de la monarquía
absolutista.
Los arquitectos desarrollaron un edificio que cubría al anterior, y lo prolongaron en
forma de dos alas alargadas de distribución, con patios internos y pasillos, para
darles un fin de ‘palacios autónomos’, y tomaron como base el pabellón antiguo de
Luis XIII.
Ambas alas tienen distintas funciones, con respecto al ala derecha, se destina a los
despachos de la administración, y por contrario, la de la izquierda se ocupa por los
príncipes. Notamos que la estructura del palacio gira en torno a la figura del rey, las
habitaciones reales están ubicadas estratégicamente en pleno eje central,
simbolizando así el poder absoluto, y siguiendo la simbología centralista, y todo el
resto del palacio está organizado en torno a él.
Una de las fachadas se abre hacia la ciudad, mientras que la otra hacia los jardines,
siendo tan representativas, que nunca antes se había construido una fachada tan
monumental.
Con respecto a los jardines, fueron construidos en una especie de arquitectura de
planos geométricos, los cuales fueron copiados durante siglos después por los
monarcas europeos, lo cual responde a un plan simbólico y a esquemas racionales
de simetría y orden.
Al ser construido por épocas, en consecuencia, se reconocen influencias
renacentistas como la distribución geométrica del palacio, con distorsiones que dan
una ilusión de armonía perfecta. En su decoración tiene ornamentaciones
extravagantes, cargadas, en forma de movimiento y relieves de temática botánica.

Interpretación de extraforma:
El palacio representa el momento culminante de la arquitectura palaciega en Europa,
tanto por sus dimensiones como por su magnificencia estructural, demostrando el
poder absoluto del rey.
El absolutismo monárquico surge justamente en los años de construcción del
Palacio, como forma de una evolución en la acumulación del poder de las
monarquías, y es por ello que el palacio fue construido por el rey Luis XIV con el fin
de mantener a sus nobles y a sus funcionarios de gobierno bajo su propio control.
Luego de la reforma protestante la iglesia comenzó a perder su poder, y así tuvo que
presentar una contrarreforma, seguido a que hubo un reflejo en las artes; se buscó
que todo ello se pusiera al servicio de sus principios. Y a partir de todo esto, se
iniciaron construcciones que buscaban demostrar la grandeza de los monarcas y de
la monarquía absolutista en sí.

Interpretación final:
La totalidad de la arquitectura del Palacio de Versalles demuestra un gran símbolo
de la gloria de Francia, siendo uno de los mayores logros del arte francés en el siglo
XVII. Este antiguo pabellón de caza fue transformado y ampliado, y hasta la
Revolución Francesa, los reyes han tenido éxito. La corte situada en el palacio era el
centro de poder político francés, por lo que, por lógica el castillo se convierte en la
residencia permanente del rey en Francia, y así Versalles logró ser el símbolo de la
monarquía absolutista propia del Antiguo régimen.
A pesar de la presencia de algunas características barrocas, en el Palacio de
Versalles se destaca especialmente la armonía gracias a los efectos ópticos: la
disposición del palacio es muy geométrica con distorsiones que da una ilusión de
armonía perfecta.

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