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La marmota

Era una tarde nublada de verano, cuando Rodrigo salió a caminar por la ciudad,
pensando que así se podría despejar un poco de todos los males que lo agobiaban.
Ordenó su cuarto, limpió la cocina, preparó su mochila con una botella de agua, algo
de comida, sus audífonos, celular y un poco de dinero, además, se aseguró que
todo estuviera en orden para salir de su apartamento.
Parecía otro día gris en el sinsentido de su vida, se sentía desmotivado y sin ganas
de seguir, solo obedeciendo a la rutina. Se había acostumbrado a salir a caminar a
un parque que se encontraba a unas pocas cuadras de su casa, ya que esto lo
calmaba un poco y lo hacía meditar mejor las decisiones que tenía que tomar,
además de que, en esos momentos de reflexión, intentaba encontrar una respuesta
para poder darle rumbo a su existencia.
Todos los fines de semana hacía lo mismo, se cambiaba con ropa cómoda,
ordenaba su cuarto de la misma forma, salía de su apartamento a la misma hora,
seguía el mismo recorrido de siempre para llegar al parque, e incluso saludaba al
mismo vigilante del parque. Sin embargo, ese día se sentía diferente, parecía como
si nada de lo que hacía en su día a día estuviera en su lugar, como si de pronto,
todo lo que conocía hubiera cambiado abruptamente.
A lo largo del camino, Rodrigo se la pasó cuestionándose el por qué todo se sentía
tan extraño, tan ajeno. Se preguntaba si es que acaso el clima tenía algo que ver, o
si simplemente había algo de lo que él no se había percatado, como un evento o
conmemoración importante, en el que todas las personas hayan acudido, y de esa
forma, justificar la poca actividad en las calles de la ciudad. Sin embargo, no le dio
mucha importancia y siguió su camino, como de costumbre.
Finalmente llegó al parque, pero parecía que estuviera en un lugar completamente
diferente al que solía ir cada fin de semana. El sitio estaba irreconocible, se
encontraba desolado y descuidado, las paredes estaban completamente
graffiteadas, había demasiada basura por todos lados, el césped y la maleza habían
crecido en exceso y se notaba la presencia de muchos animales, además de que
extrañamente no había ni una sola persona cerca de ahí.
Esto terminó por desconcertarlo, ya que no era sensato pensar que en una sola
semana un lugar pudiera cambiar tanto, sin embargo, pensó que tal vez una banda
de delincuentes pudo haber elegido el parque como sitio para hacer destrozos y
marcar territorio hacia las otras pandillas. Pero lo que no concebía es cómo la
maleza había crecido tanto, además de que era muy extraño no ver ni una sola
persona en el parque, ya que durante tres años no había visto ni un solo día en el
que ese lugar estuviese vacío. Es por esto que decidió ir a la caseta del vigilante,
tratando de obtener respuestas, pero esto, lejos de aclarar sus dudas, no haría más
que estremecer su espíritu.
La caseta parecía estar abandonada desde hace muchos años, la vegetación había
invadido el lugar y los animales lo habían tomado como refugio. Rodrigo, invadido
por la curiosidad, abrió la puerta del sitio y, apenas puso un pie dentro, se percató
de un fuerte olor que emanaba del lugar. Echó una mirada rápida a todo su
alrededor, tratando de descubrir lo que estaba generando esa peste, y pronto pudo
ubicar al causante de todo. En su cara se dibujó una expresión de horror, mientras
todo su cuerpo se sentía invadido por una sensación de pesadez, y no era para
menos, ya que en el lugar se hallaba el pútrido cuerpo de un canino, desfigurado
por la viveza de una gran parvada de cuervos, los cuales se encontraban devorando
cada parte de sus entrañas, dejando al descubierto su cráneo y el resto de su
esqueleto.
Estas aves, al verlo entrar a él a la caseta, salieron volando ferozmente hacia su
rostro, como si de un ataque de ira se tratara, causado por interrumpir su hora de la
merienda. Rodrigo salió corriendo despavorido de ahí, tratando de huir del
persistente ataque de los cuervos, hasta que en un momento, se había ya alejado
demasiado del parque. Invadido por una mezcla de sentimientos y emociones, que
lo desbordaban hasta la punta de los dedos, se decidió a reposar en la acera y tratar
de meditar todo lo que estaba viviendo ese día. No obstante, antes de que pudiera
al menos tomar aire, sus ojos presenciaron algo tan surreal y extraño, que lo hizo
dudar si realmente estaba viviendo eso, o es que acaso seguía soñando.
“Una marmota salió de la alcantarilla en una patineta veloz, envuelto en llamas”, fue
lo que acababa de pasar frente a la atónita mirada de Rodrigo, quien se paró de un
solo brinco, y empezó a perseguir a la marmota, motivado por el éxtasis que le había
generado tal acontecimiento. Parecía que su esfuerzo estaba siendo en vano, pues
había perdido muchas fuerzas huyendo del ataque de los cuervos, y cada vez la
marmota se veía más lejana, por lo que sólo le quedó observar cómo ese peculiar
animal se iba perdiendo en una espesa bruma.
De pronto, y antes de que Rodrigo se pudiera dar cuenta, la neblina cubrió todo a
su alrededor, lo que le imposibilitó ver lo que estaba pasando. Él tenía miedo de que
hubiera quedado en medio de la calle, y que un conductor despistado terminara por
causar un accidente, pero lo que le tocaría presenciar sería más aterrador aún.
Luego de un rato, la niebla empezó a desaparecer, y con ello se pudo percatar del
lugar donde se encontraba parado. No daba crédito a lo que estaba viviendo,
parecía ser todo de fantasía, y es que no hallaba explicación para justificar que de
pronto se encontrase inmerso en un profundo bosque, el cual no parecía tener fin a
la vista.

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