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En mi opinión la Historia social para nada está obsoleta sino que es un punto de vista
imprescindible para analizar los sistemas políticos autoritarios tanto pasados como
actuales. En principio porque la Historia debe basarse en hechos y evidencias pero
también por utilizar otras las categorías de análisis culturales, políticos y mentales que
sirven para enriquecer el análisis, haciendo que por ello podamos encontrar los
matices diferenciadores entre uno y otro sistema autoritario.
Comprobado el fracaso del marxismo como ideología válida para construir una
sociedad más justa debía, a mi juicio, reconsiderarse la perspectiva de una Historia
que pusiese en el centro de su análisis a las cuestiones sociales pero de una manera
crítica con el marxismo. En realidad a mi entender, fue el marxismo el que se apropió
de un discurso en el que él mismo se erigía como portavoz de la clase obrera.
Actualmente, veo esa misma actitud en los movimientos que se autotitulan feministas,
en los que se apropian de los conceptos de mujer, sexo, género o identidad –por citar
algunos ejemplos- como si fueran ellos los propietarios de los mismos. El efecto es
perverso como lo fue el autoritarismo de base marxista y genera contradicciones que
acaban por explotar enfrentando a unas facciones contra otras, exactamente igual que
pasó en el marxismo.
La Historia social, en cuanto que Historia estructural sigue siendo perfectamente válida
porque explica esas actitudes analizando para ello otros elementos –además de las ya
citadas mentalidades- como la demografía, los grupos sociales, las condiciones
económicas, etc.
Para terminar esta reflexión, creo que la Historia social tiene grandes posibilidades de
desarrollo al utilizar diferentes elementos de análisis. La lista puede ampliarse para
abordar las peculiaridades de cada país y ahí es donde tiene mayor peso el historiador
que priorice unos elementos u otros de la manera más acertada. En mi opinión, cabría
añadir aspectos como los psicológicos que tienen un gran peso la hora de entender la
mentalidad de una sociedad y que incluso por encima de otros condicionantes como
los económicos o materiales pueden explicar el asentamiento de algunos de estos
regímenes. Estoy pensando en el caso de la Rusia posterior a 1991 en el que la
sensación de buena parte de los rusos de no haber sido aceptados por los países
occidentales favoreció el sentimiento de revancha, hábilmente explotado por Putin.