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Materia: Proyecto de Investigación en Ciencias Sociales

Curso: 6to Cs.Sc


Caso Semmelweis

Luego de la lectura responder las siguientes consignas:


1.¿cuál es el problema que da inicio a la investigación?
2 ¿Qué hipótesis se formulan frente a ese problema?
3.¿Cómo se van descartando algunas de las hipótesis? ¿Qué métodos se utilizan para contrastar
las hipótesis?
4.¿Hay alguna hipótesis confirmada? En el caso de responder afirmativamente, por favor
explicarla.
5.Buscar información sobre Semmelweis y sus aportes a la ciencia.

Como simple ilustración de algunos aspectos importantes de la investigación científica, parémonos


a considerar los trabajos de Semmelweis en relación con la fiebre puerperal. Ignaz Semmelweis,
un físico de origen húngaro, realizó esos trabajos entre 1844 y 1848 en el Hospital General de
Viena. Como miembro del equipo médico de la Primera División de Maternidad del hospital,
Semmelweis se sentía angustiado al ver que una gran proporción de mujeres que habían dado a
luz en esa división contraían una seria y con frecuencia fatal enfermedad conocida como fiebre
puerperal o fiebre de sobreparto. En 1844, hasta 260, de un total de 3.157 madres de la División
Primera -un 8,2%- murieron de esa enfermedad; en 1845, el índice de muertes era del 6,8%, y en
1846, del 11,4. Estas cifras eran sumamente alarmantes, porque en la adyacente Segunda División
de Maternidad del mismo hospital, en la que se hallaban instaladas casi tantas mujeres como en la
Primera, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal era mucho más bajo: 2,3, 2,0 y 2,7 en los
mismos años. En un libro que escribió más tarde sobre las causas y la prevención de la fiebre
puerperal, Semmelweis relata sus esfuerzos por resolver este terrible rompecabezas.
Semmelweis empezó por examinar varias explicaciones del fenómeno corrientes en la época;
rechazó algunas que se mostraban incompatibles con hechos bien establecidos; a otras las
sometió a contrastación.
Una opinión ampliamente aceptada atribuía las olas de fiebre puerperal a «influencias
epidémicas», que se describían vagamente como «cambios atmosférico-cósmico-telúricos», que
se extendían por distritos enteros y producían la fiebre puerperal en mujeres que se hallaban de
sobreparto. Pero, ¿cómo -argüía Semmelweis- podían esas influencias haber infestado durante
años la División Primera y haber respetado la Segunda? Y ¿cómo podía hacerse compatible esta
concepción con el hecho de que mientras la fiebre asolaba el hospital, apenas se producía caso
alguno en la ciudad de Viena o sus alrededores? Una epidemia de verdad, como el cólera, no sería
tan selectiva. Finalmente, Semmelweis señala que algunas de las mujeres internadas en la División
Primera que vivían lejos del hospital se habían visto sorprendidas por los dolores de parto cuando
iban de camino, y habían dado a luz en la calle; sin embargo, a pesar de estas condiciones
adversas, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal entre estos casos de «parto callejero» era
más bajo que el de la División Primera.
Según otra opinión, una causa de mortandad en la División Primera era el hacinamiento. Pero
Semmelweis señala que de hecho el hacinamiento era mayor en la División Segunda, en parte
como consecuencia de los esfuerzos desesperados de las pacientes para evitar que las ingresaran
en la tristemente célebre División Primera. Semmelweis descartó asimismo dos conjeturas
similares haciendo notar que no había diferencias entre las dos divisiones en lo que se refería a la
dieta y al cuidado general de las pacientes.
En 1846, una comisión designada para investigar el asunto atribuyó la frecuencia de la enfermedad
en la División Primera a las lesiones producidas por los reconocimientos poco cuidadosos a que
sometían a las pacientes los estudiantes de medicina, todos los cuales realizaban sus prácticas de
obstetricia en esta División. Semmelweis señala, para refutar esta opinión, que (a) las lesiones
producidas naturalmente en el proceso del parto son mucho mayores que las que pudiera
producir un examen poco cuidadoso; (b) las comadronas que recibían enseñanzas en la División
Segunda reconocían a sus pacientes de modo muy análogo, sin por ello producir los mismos
efectos; (c) cuando, respondiendo al informe de la comisión, se redujo a la mitad el número de
estudiantes y se restringió al mínimo el reconocimiento de las mujeres por parte de ellos, la
mortalidad, después de un breve descenso, alcanzó sus cotas más altas.
Se acudió a varias explicaciones psicológicas. Una de ellas hacía notar que la División Primera
estaba organizada de tal modo que un sacerdote que portaba los últimos auxilios a una moribunda
tenía que pasar por cinco salas antes de llegar a la enfermería: se sostenía que la aparición del
sacerdote, precedido por un acólito que hacía sonar una campanilla, producía un efecto terrorífico
y debilitante en las pacientes de las salas y las hacía así más propicias a contraer la fiebre
puerperal. En la División Segunda no se daba este factor adverso, porque el sacerdote tenía acceso
directo a la enfermería. Semmelweis decidió someter a prueba esta suposición. Convenció al
sacerdote de que debía dar un rodeo y suprimir el toque de campanilla para conseguir que llegara
a la habitación de la enferma en silencio y sin ser observado. pero la mortalidad no decreció en la
División Primera.
A Semmelweis se le ocurrió una nueva idea: las mujeres, en la División Primera, yacían de
espaldas; en la Segunda, de lado. Aunque esta circunstancia le parecía irrelevante, decidió,
aferrándose a un clavo ardiendo, probar a ver si la diferencia de posición resultaba significativa.
Hizo, pues, que las mujeres internadas en la División Primera se acostaran de lado, pero, una vez
más, la mortalidad continuó.
Finalmente, en 1847, la casualidad dio a Semmelweis la clave para la solución del problema. Un
colega suyo, Kolletschka, recibió una herida penetrante en un dedo, producida por el escalpelo de
un estudiante con el que estaba realizando una autopsia, y murió después de una agonía durante
la cual mostró los mismos síntomas que Semmelweis había observado en las víctimas de la fiebre
puerperal. Aunque por esta época no se había descubierto todavía el papel de los
microorganismos en ese tipo de infecciones, Semmelweis comprendió que la «materia
cadavérica» que el escalpelo del estudiante había introducido en la corriente sanguínea de
Kolletschka había sido la causa de la fatal enfermedad de su colega, y las semejanzas entre el curso
de la dolencia de Kolletschka y el de las mujeres de su clínica llevó a Semmelweis a la conclusión
de que sus pacientes habían muerto por un envenenamiento de la sangre del mismo tipo: él, sus
colegas y los estudiantes de medicina habían sido los portadores de la materia infecciosa, porque
él y su equipo solían llegar a las salas inmediatamente después de realizar disecciones en la sala de
autopsias, y reconocían a las parturientas después de haberse lavado las manos sólo de un modo
superficial, de modo que éstas conservaban a menudo un característico olor a suciedad.
Una vez más, Semmelweis puso a prueba esta posibilidad. Argumentaba él que si la suposición
fuera correcta, entonces se podría prevenir la fiebre puerperal destruyendo químicamente el
material infeccioso adherido a las manos. Dictó, por tanto, una orden por la que se exigía a todos
los estudiantes de medicina que se lavaran las manos con una solución de cal clorurada antes de
reconocer a ninguna enferma. La mortalidad puerperal comenzó a decrecer, y en el año 1848
descendió hasta el 1,27% en la División Primera, frente al 1,33 de la Segunda.
En apoyo de su idea, o, como también diremos, de su hipótesis, Semmelweis hace notar además
que con ella se explica el hecho de que la mortalidad en la División Segunda fuera mucho más
baja: en ésta las pacientes estaban atendidas por comadronas, en cuya preparación no estaban
incluidas las prácticas de anatomía mediante la disección de cadáveres.
La hipótesis explicaba también el hecho de que la mortalidad fuera menor entre los casos de
«parto callejero»: a las mujeres que llegaban con el niño en brazos casi nunca se las sometía a
reconocimiento después de su ingreso, y de este modo tenían mayores posibilidades de escapar a
la infección
Asimismo la hipótesis daba cuenta del hecho de que todos los recién nacidos que habían contraído
la fiebre puerperal fueran hijos de madres que habían contraído la enfermedad durante el parto;
porque en ese caso la infección se le podía transmitir al niño antes de su nacimiento, a través de la
corriente sanguínea común de madre e hijo, lo cual, en cambio, resultaba imposible cuando la
madre estaba sana.
Posteriores experiencias clínicas llevaron pronto a Semmelweis a ampliar su hipótesis. En una
ocasión, por ejemplo, él y sus colaboradores, después de haberse desinfectado cuidadosamente
las manos, examinaron primero a una parturienta aquejada de cáncer cervical ulcerado;
procedieron luego a examinar a otras doce mujeres de la misma sala, después de un lavado
rutinario, sin desinfectarse de nuevo. Once de las doce pacientes murieron de fiebre puerperal.
Semmelweis llegó a la conclusión de que la fiebre puerperal podía ser producida no sólo por
materia cadavérica, sino también por «materia pútrida procedente de organismos vivos».

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