Está en la página 1de 2

Salmo 18 a

El sol, con su resplandor progresivo en el cielo, con el esplendor de su luz, con el


calor benéfico de sus rayos, ha conquistado a la humanidad desde sus orígenes.
De muchas maneras los seres humanos han manifestado su gratitud por esta
fuente de vida y de bienestar con un entusiasmo que en ocasiones alcanza la
cima de la auténtica poesía.
El estupendo salmo 18, no sólo es una plegaria, en forma de himno, de singular
intensidad; también es un canto poético al sol y a su irradiación sobre la faz de la
tierra. En él el salmista se suma a la larga serie de cantores del antiguo Oriente
Próximo, que exaltaba al astro del día que brilla en los cielos y que en sus
regiones permanece largo tiempo irradiando su calor ardiente.

2
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
3
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
4
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
5
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
6
Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.
7
Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.

. ORACIÓN POR LA FAMILIA

Danos, Señor, una familia tan inteligente como para darse cuenta de que no
lo saben todo; tan valientes como para no desanimarse antes las inevitables
dificultades de la vida; y lo suficientemente humildes como para saber
reconocer sus propios fallos.
Danos unos padres y hermanos, Señor, que tengan la cabeza y el corazón en
su sitio: con ideas claras sobre las cosas y la vida, para que puedan
comunicarlas sin engañarse, ni engañarnos...
Danos, Señor, unos Hermanos y padres que al corregirnos o avisarnos no se
olviden de que también ellos tienen sus limitaciones.
Danos unos familia donde nos queremos, Señor, que cada uno enseñen a
renunciar a la comodidad, que nos ayuden con sus palabras y, sobre todo, con
su ejemplo, a ser personas.
Danos una familia, Señor, de corazón noble y puro, con inquietudes y
aspiraciones elevadas, que sepan ser dueños de sí mismos antes de querer
influir o mandar en los demás. Que sepan mirar y contagiarnos de su alegría
de vivir, sin olvidar cómo se llora...
Una familia donde nos amemos de verdad, que no tengamos miedo en
demostrarlo con hechos; que sepamos comprendernos, aceptarnos,
perdonamos, y que no olvidemos nunca que ese amor familiar que nos
tenemos es el mejor regalo que podemos hacernos. Y cuando tengamos todo
esto añade, Señor, te lo suplicamos, unas gotitas de buen humor para que
sepamos mantenernos siempre serenos, sin tomar nunca las cosas por el lado
trágico. Entonces nosotros, tus hijos, podremos decirte: hemos construido
una familia de verdad.

También podría gustarte