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Ismael nos explica sus razones para hacerse a la mar y nos habla de cómo
muchos hombres sienten ese mismo impulso. Se pregunta de dónde proviene
ese espíritu y por qué sentimos una especial atracción hacia el mar. Luego nos
dice que él siempre se embarca de marinero pero que esta vez se le ocurrió ir
de ballenero, también por la curiosidad que el cetáceo despertaba en él.
Luego del paseo Ismael entra en una capilla de balleneros donde ve las lápidas
de los muertos en la caza y el púlpito donde se sube el padre Mapple,
adornado como la proa de un barco. Presencia el sermón que se centra en el
capítulo del encuentro de Jonás con la ballena y el capellán se pregunta por
cual es su lección. Habla del pecado de Jonás, de su huida y caída en las
fauces del cetáceo y la lección más importante: su arrepentimiento final.
Capítulos 11-20
Sigue su conversación de grandes amigos en la cama, donde Quiqueg cuenta
la historia de su vida. Nativo de una isla lejana e hijo de un rey, siempre había
deseado conocer la cristiandad y salta a un barco donde lo ponen de marinero.
Quiere aprender de los cristianos para enseñar a su pueblo, pero después de
conocer el ambiente ballenero se da cuenta de que el mundo es malo y decide
vivir y morir pagano entre los cristianos. Ismael le pregunta si desea volver a
su tierra y él contesta que por ahora quiere ser arponero. Deciden embarcarse
juntos en Nantucket.
Llegan a Nantucket. Cuenta la historia de cómo esta isla fue colonizada por
los pieles rojas. Un águila se llevó a un niño, sus padres lo siguieron en una
canoa hasta alta mar, llegaron a la isla y encontraron el esqueleto del niño en
una caja de marfil. Ismael dice que los de Nantucket poseen tres cuartas partes
de la tierra, pues poseen el mar, que es su hogar.
El ídolo de Quiqug le dice que debe ser Ismael el que elija el velero donde
deben embarcarse, éste protesta pues había pensado en la experiencia de su
amigo para que él decidiese. Deja a Quiqueg con el ídolo en una especie de
ramadán y sale a buscar el barco. Después de mucho buscar encuentra tres
barcos que zarpan en viajes de tres años: la Diablesa, el Bocadito y el Pequod.
Elige el Pequod, habla con el capitán Peleg, que se ríe de su nula experiencia
en la caza de la ballena, pero al final le hace firmar el contrato y lo enrola.
Ismael le habla de su amigo Quiqueg, que ha matado muchas ballenas y
también quiere enrolarse y le dice a Peleg que le gustarúia conocer al capitán
Ahab. Éste le cuenta que está encerrado en su camarote, pues se encuentra
taciturno desde que perdió la pierna en su encuentro con la ballena, pero que
es un buen hombre y un excelente capitán.
Al salir del barco tienen un encuentro con un viejo andrajoso llamado Elías
que les pregunta si se han embarcado en el Pequod y les pregunta por el
capitán Ahab, contándoles cosas extrañas de él que ellos no alcanzan a
entender. Finalmente lo dejan por loco, se alejan y durante un rato el anciano
los sigue por las calles.
Se realizan los preparativos para zarpar y se van llevando a bordo todas las
cosas necesarias para un viaje de tres años. Quiqueg e Ismael van varias veces
al barco, para llevar su equipaje y ayudar en los preparativos y en todo este
tiempo no ven al capitán Ahab, que según Peleg y Bildad cada vez se
encuentra mejor. Por fin se anuncia que el barco zarpará a la mañana
siguiente.
Capítulos 21-30
Llegan al Pequod pero antes de subir a bordo los intercepta el anciano loco
Elías que de nuevo les dirige extrañas palabras y malos augurios. Suben al
barco pero no encuentran un alma, solo un aparejador dormido y entonces se
ponen a fumar la pipa de Quiqueg hasta que oyen al primer oficial Starbuck.
El aparejador les dice que el capitán Ahab llegó anoche al barco, pero éste
sigue encerrado en su cabina.
Cuenta Ismael que hasta ese momento no se ha visto aparecer a Ahab, pero
que la impresión de los tres oficiales de a bordo era suficiente para aliviar
cualquiera de las sospechas fundadas por el loco Ismael. Un día por fin
aparece en el alcázar el capitán Ahab, causando en Ismael una gran impresión.
Con esa cicatriz o señal blanca que cruzaba toda su cara y se perdía dentro de
sus ropas y con su pata de palo hecha de dentadura de cachalote pasaba horas
en el alcázar como si de una estatua se tratase.
Cada día que pasa y se van alejando hacia el sur el tiempo parece ser mejor,
pero esto no parece aliviar el semblante de Ahab, que cada día duerme menos
y pasa más horas sobre cubierta. En la noche camina y el ruido de su pierna
golpeando la madera no deja dormir a los marineros, así que un día Stubb
decide pedirle que se ponga algo en su pata de palo y Ahab se lanza
encolerizado contra él, insultándolo y asustándolo de tal forma que Stubb
vuelve costernado y sin haber conseguido nada a su favor. Ahab queda en
cubierta y manda a un marino por su pipa, la enciende pero se queja de que
aquel artilugio construido para apaciguar a sus dueños ya no le produce
ninguna calma y entonces se deshace de ella lanzándola al mar.
Capítulos 31-40
Stubb le cuenta a Flask un extraño sueño en el que Ahab le daba una patada
con su pata de marfil y comentan que es un hombre extraño, al mismo tiempo
que Ahab grita a los vigías que si ven una ballena blanca por ahí deben
partirse el pecho gritando.
Hace ahora Ismael una pequeña clasificación de los tipos de ballenas que
podemos encontrar y admite la dificultad que el estudio de ésta entraña. Nos
habla también de otras costumbres a bordo, como la figura del «troceador» o
jefe de arponeros, las diferencias entre marineros y oficiales, la costumbre de
que los oficiales comieran con el capitán en la mesa de la cabina y como era la
ceremonia con que ésta se realizaba y cómo variaba cuando los arponeros
Quiqueg, Tashtego y Daggoo bajaban a comer, atendidos por el temeroso
mayordomo, Dough-Boy. También nos habla de la cofa, cuando le toca su
primer turno en ella, y describe ampliamente este puesto de vigilancia en lo
alto de los mástiles.
Capítulos 41-50
Nos cuenta Ismael como entre los balleneros tenía fama de especial ferocidad
el cachalote, de tal forma que no todos los cazadores de ballenas se atrevían a
salir en su busca. Entre ellos era conocida Moby Dick como el más peligroso
de estos animales y las historias que circulaban en torno a ella habían hecho
crecer el mito de su sed de sangre, haciéndola portadora de extraños y
supersticiosos poderes: la ubicuidad, ya que podía vérsela en dos lugares
diferentes y muy alejados en un corto espacio de tiempo, su extraordinario
tamaño, su blancura, su frente arrugada, su mandibula inferior torcida, su alta
y blanca joroba en forma de pirámide y sobretodo su traidora inteligencia que
había hecho acabar en desgracia varias de sus persecuciones, como en el caso
de Ahab, que viendo sus tres lanchas desfondas en torno a él se había lanzado
con su cuchillo contra la ballena, momento en le que esta con su mandíbula le
había cercenado la pierna. Desde ese momento y a lo largo de toda su
convalecencia de regreso a casa el odio de Ahab contra Moby Dick fue
creciendo y en su delirio y locura llegó a identificar todos sus males en la
figura de la ballena. Así es que desde entonces no pensó en otra cosa que en
embarcarse e ir en su busca.
Capítulos 61-70
En un día bochornoso y tranquilo mientras toda la tripulación se encuentra
adormilada aparece de pronto cerca del barco un cachalote. Inmediatamente
todos los botes son bajados al mar y empieza la persecución. El cetáceo se
encuentra delante de la lancha de Stubb y por tanto él se hace cargo de la caza.
Tashtego lanza el arpón y corre la estacha mientras Stubb fuma su pipa y
dirige toda la operación. Consiguen por fin acercarse al leviatán y le clavan las
lanzas una y otra vez, la mar se tiñe del rojo de la sangre del animal y por fin
con un último chorro ensangrentado muere. Cuenta Ismael como el arponero
debe de remar igual o más que los demás y luego además llegado el momento
tirar el arpón contra la ballena a veces a gran distancia, dice que esto le parece
la razón de la mayoría de los fracasos en la caza, pues el arponero al lanzar se
encuentra ya cansado. Describe también la horquilla, un palo insertado en la
lancha que sirve de apoyo a los dos arpones. Éstos dice, están unidos los dos a
la estacha y de esta forma aunque al arponero no le de tiempo de lanzar el
segundo hierro, éste debe ser tirado por la borda, convirtiéndose desde ese
momento en una auténtica arma a la deriva.
Capítulos 71-80
En su camino el Pequod se encuentra con un barco ballenero, intercambian
señales y resulta ser el Jeroboam, un ballenero de Nantucket. Los del
Jeroboam bajan un bote y se acercan al barco, pero de pronto se paran a cierta
distancia pues a bordo hay una epidemia y temen contagiar a los del Pequod.
En la lancha ven a un marinero del que les habían contado una historia los del
Town-Ho, un pobre demente que se había proclamado él mismo como el
arcángel San Gabriel, un charlatán que sin embargo había conseguido el favor
de la tripulación y vivía libremente haciendo su voluntad a bordo del
Jeroboam. Ahab les pregunta si han visto a Moby Dick y entonces le cuentan
el extraño relato de su encuentro con el leviatán en el que perdió la vida el
primer oficial y como esto había dado más poder al loco-arcángel Gabriel.
Capítulos 81-90
81.El «Pequod» encuentra al «Virgen». 82.El honor y la gloria de la cabeza de
la ballena. 83.Jonás, considerado históricamente. 84.El marcado. 85.La fuente.
86.La cola. 87.La gran armada. 88.Escuelas y maestros. 89.Pez sujeto y pez
libre. 90.Cabezas o colas.
Nos cuenta Ismael como los balleneros engrasan el fondo de sus botes para
que se deslicen mejor sobre las aguas. Así lo hace Quiqueg y rápidamente
puede ser puesto a prueba en la caza. Son divisadas varias ballenas que huyen
apresuradamente. Finalmente Tashtego consigue clavar un hierro, pero sin
zambullirse la ballena continúa su huida horizontal a gran velocidad. La
tensión en el arpón puede hacer que este sea arrancado y entonces se realiza
una maniobra que solo se pone en marcha cuando una ballena no se cansa de
correr, «el marcado», que consiste en lanzar un arpón más ligero desde una
gran distancia. Así dan muerte a la ballena.
Ismael se demora ahora en la descripción y análisis de la fuente de la ballena,
es decir del chorro (¿de vapor, agua o niebla?) que surge de su cabeza.
Igualmente lo hace con la cola del leviatán, indicando tamaño, movimiento y
utilidades.
Explica ahora las leyes de la pesquería ballenera, que son básicamente dos: 1.
Un pez Sujeto pertenece a la persona que lo sujeta y 2. Un pez Suelto es caza
libre para quien quiera que lo atrape antes. Cuenta también como las leyes de
Inglaterra dictan que la cabeza es propiedad del rey y la cola de la reina, cosa
que es como partir una manzana, pues poco queda de la ballena entre ambas
partes.
Capítulos 91-100
Cuenta el encuentro del Pequod con el Capullo de Rosa, un barco francés. Al
acercarse a él perciben un olor terrible, que proviene de dos ballenas
estalladas (muertas en el mar) que llevan a los costados. Stubb se acerca al
barco y pregunta si han visto a Moby Dick, recibe una contestación negativa,
pero entonces decide engañar a los de a bordo hablándoles de la posibilidad de
contraer peste, todo con el objetivo de apoderarse del ámbar gris, sustancia
que se encuentra en el interior de una de las ballenas enfermas.
Cuenta Ismael como una vez extraído el aceite de esperma éste a veces se
enfriaba y cristalizaba y entonces él y otros marineros a base de apretones y
sumergidos en una bañera de esperma se dedicaban a la labor de volver a
hacerla fluida, labor que según él era muy agradable. Habla ahora con relación
al aceite de esperma de otros elementos de la ballena que hay que tener en
cuenta en el proceso de descuartizar y preparar el cachalote para las
destilerías: el caballo-blanco, el pastel de ciruelas, el slobgollion, el gurry, las
pinzas y la manta. Narra también como el marinero llamado trinchador se
encarga de cortar los trozos de grasa de la piel colgada para ese propósito en
las jarcias y las deja caer en los barriles para su destilación. Luego describe
también el espectáculo dantesco, de fuego, azufre y humo, que la destilería del
barco produce en él. Situado en la caña y guiando al Pequod, ese barco de
fuego, por el mar, tan absorto se encuentra en tal visión de las llamas que a
punto está de perder el control y hacer zozobrar la embarcación. Dice Ismael
que mientras en el barco mercantil el marinero vive a oscuras pues el aceite es
escaso, sin embargo en el ballenero los marineros bajan a la destilería a llenar
sus lámparas y así el castillo de proa parece una capilla encendida. Finalmente
narra las labores de limpieza de todo el navío después de la destilación, que
cuando acaban pareciera que nos encontramos a bordo de un barco mercante,
más acabadas estas vuelve a sonar el «ahí resopla» y de nuevo a comenzar.
Ismael cuenta como el doblón de oro que Ahab clavó en el palo mayor para
quien divise a Moby Dick ha acabado por ganar todo un significado místico
para los marineros, que estudian sus dibujos de montañas y del zodíaco, como
si quisieran descubrir en él alguna profecía escondida.
Capítulos 101-110
Cuenta ahora Ismael, a propósito del barco inglés, algunos antecedentes de la
caza de la ballena y habla de los predecesores de los de Nantucket, es decir, de
los ingleses y antes que ellos, los holandeses, zelandeses y daneses y de sus
costumbres alimentarias a bordo.
Al abandonar con tanta premura el capitán Ahab el barco inglés, se posó con
tanto empuje sobre la lancha que su pierna de marfil recibió un choque que la
dejó medio astillada. Inmediatamente Ahab llamó al carpintero y pidiendo que
se pusiera a su disposición todo el marfil que se hubiera conseguido hasta
ahora, le pidió que le construyera otra pierna nueva.
Capítulos 111-120
Pasan por fin a lo largo de las islas Bashi y llegan al Pacífico. Románticas
disgresiones embriagan a Ismael, que sin embargo sabe qué diferentes
pensamientos son los que alberga Ahab al llegar por fin a la zona pesquera del
Japón, donde seguramente ahora nada la ballena blanca.
Cuenta Ismael como ahora el herrero trabajaba sin descanso en los diferentes
trabajos que le requerían los jefes de lancha, arponeros y remeros y narra
entonces la triste historia de aquel hombre, que habiendo conocido la felicidad
del hogar y la familia, lo había perdido todo y entonces desesperado, pero sin
valor para acabar con su propia vida se había embarcado en la caza de la
ballena.
Pero el encuentro con el Soltero parece traer buena suerte al Pequod que a la
mañana siguiente divisa ballenas y cuatro fueron matadas, una por el mismo
Ahab, que desde su lancha mira agonizar a la ballena y se admira de tal
prodigio.
Una de las ballenas matadas queda tan lejos del barco que una lancha a de
quedar junto a ella para que sea llevada al barco hasta la mañana siguiente.
Esta lancha es la de Ahab, que queda de guardia con el Parsi toda la noche.
Éste le cuenta que ha vuelto a tener el mismo sueño de nuevo, en el que ve
que antes de morir Ahab, tres han de ver dos coches fúnebres en el mar, el
primero no hecho de manos mortales, el segundo de una madera visible que
haya crecido en América y que él, el Parsi irá por delante de Ahab como su
piloto. El viejo Parsi vaticina por último que sólo el cáñamo podrá matar a
Ahab, éste piensa que habla de la horca y entonces se ríe gritando que en tal
caso debe de ser inmortal, tanto en tierra como en el mar.
Ahab utiliza el cuadrante para con la posición del sol, medir la latitud exacta
donde se encuentra el Pequod, pero de pronto en un ataque de cólera decide
destruir el instrumento pisoteándolo y dice que desde ese momento sólo se
guiará por la brújula horizontal del barco. Los marineros atemorizados
presencian esta escena hasta que Ahab da las órdenes pertinentes, mientras
Starbuck se vuelve a lamentar de la locura de su capitán.
Capítulos 121-130
Stubb y Flask en lo alto de las amuradas del castillo de proa refuerzan las
amarras de las anclas allí pendientes mientras hablan con cierta resignación
del peligro al que los expone el capitán Ahab.
Llega por fin el barco a las inmediaciones del ecuador y esa noche la
tripulación oye unos gritos lastimeros como de fantasmas. A la mañana
siguiente Ahab les explica que al pasar al lado de ciertas islas las focas que
han perdido a sus crías o a sus madres posiblemente se acercaron al barco y lo
que oyeron fueron sus llantos, que decididamente se asemejan a los de los
humanos. Esta explicación sin embargo no tranquilizó a los marineros por las
supersticiones que también corrían alrededor de las focas. Pero los
presentimientos trágicos iban a encontrar pronta confirmación, pues a la
mañana siguiente el primer marinero que subió a la cofa cayó al mar. Pronto
se lanzó la boya de salvamento, que se llenó de agua y se hundió junto al
marino. Así el primer hombre que subió a otear en la zona propia de la ballena
blanca había perecido. La tripulación tomó esto con resignación, como si se
tratara simplemente del cumplimiento de un mal hace tiempo presagiado. Se
dieron entonces instrucciones para reemplazar la boya de salvamento, pero no
encontrándose barril ni otra cosa suficientemente ligera, Quiqueg propuso su
ataúd, ante el asombro y desconcierto de Starbuck y el mismo carpintero. Qué
se podía esperar de un navío que llevara como boya de salvamento un ataúd.
Pasan cuatro días con los vigías siempre atentos por orden del capitán a la
aparición de Moby Dick, cuatro días en los que Fedallah y Ahab parecen no
dormir en su constante vigilancia. Sin embargo pasado este tiempo y como si
desconfiara de la atención de sus vigías, Ahab manda ser él mismo izado al
palo mayor. Allí uno de esos halcones marinos que rondan los barcos empieza
a hacer círculos en torno a la cabeza de Ahab, que no le hace caso. Pero de
pronto el pájaro le arrebata el sombrero, ante las advertencias de otro de los
vigías, y llevándoselo por los aires lo deja caer al mar.
Capítulos 131-135
El Pequod se cruza con el Deleite, sobre el que se pueden apreciar las lanchas
balleneras destrozadas. De nuevo Ahab lanza su pregunta y si le han dado
muerte. El capitán del Deleite dice que todavía no se a forjado el hierro que
pueda dar muerte a Moby Dick, mientras sus hombres amortajan a cinco
marineros que murieron persiguiendo a la ballena blanca. Ahab muestra
entonces su arpón y afirma su intención de que éste será el que mate a la
ballena. El Pequod sigue su camino mientras el Deleite lanza al mar a sus
muertos.
Hablan en cubierta en un claro día Starbuck y Ahab de los dolores del alma
del viejo capitán, recuerdan a sus esposas e hijos y Starbuck trata de
convencer a Ahab de que abandone tan desquiciada empresa y que regresen
todos a Nantucket ahora que todavía es tiempo.
Esa noche el viejo Ahab olfatea el aire y anuncia que debe haber alguna
ballena cerca, por lo que cambia un poco el rumbo del barco para perseguir el
peculiar olor del cachalote. A la mañana siguiente los vigías son llamados
inmediatamente a las cofas. Ahab les pregunta si ven algo y ante su negativa
se hace izar él mismo y a los pocos minutos de ser izado divisa anunciándolo
con un grito el chorro de la ballena blanca, Moby Dick. Así el doblón de oro
pertenece al capitán, que inmediatamente ordena que lo bajen y que las
lanchas sean preparadas. Todas son arriadas menos la de Starbuck, que queda
a bordo por orden de Ahab. Por fin tras una breve pero intensa persecución las
lanchas se encuentran cerca de Moby Dick, de forma que pueden ver
claramente su seductora joroba blanca. De pronto la ballena agita en el aire su
cola y se sumerge en el mar. De pronto Tashego se fija en que los pájaros que
siempre acompañan a la ballena se acercan a la lancha de Ahab. Éste mira al
fondo pero no ve nada, sin embargo al instante divisa un punto blanco que se
acerca desde las profundidades, es la cabeza con la mandíbula abierta de
Moby Dick. Ahab ordena un giro para huir de la horrible embestida pero la
ballena realiza otro movimiento y entonces al salir a flote se mete la proa en la
boca. Ahab trata de soltar la lancha de los dientes de la ballena, pero ésta con
un chasquido parte la embarcación en dos. Moby Dick queda nadando entre la
tripulación naufragada impidiendo que las demás lanchas puedan venir en su
ayuda. Toda esta maniobra se había visto desde el barco que en consecuencia
se acercaba al lugar de los hechos. Ahab manda entonces que lancen el barco
contra la ballena para espantarla y así los hombres en el agua pueden ser
salvados. Mientras tanto Moby Dick se aleja de nuevo con renovadas energías
y entonces los balleneros deciden subir de nuevo al Pequod para seguir así su
persecución. La ballena vuelve a sumergirse y Ahab promete ahora que aquel
que la divise en el día de su muerte se llevará su doblón de oro.