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Capítulos 1-10

El comienzo de Moby Dick es famoso: «Llamadme Ismael», que encierra un


simbolismo bíblico y que es uno de los rasgos característicos de toda la
novela.

Ismael nos explica sus razones para hacerse a la mar y nos habla de cómo
muchos hombres sienten ese mismo impulso. Se pregunta de dónde proviene
ese espíritu y por qué sentimos una especial atracción hacia el mar. Luego nos
dice que él siempre se embarca de marinero pero que esta vez se le ocurrió ir
de ballenero, también por la curiosidad que el cetáceo despertaba en él.

Cuenta su viaje de Manhattos hacia Cabo de Hornos y el Pacífico. Llega a


New Bedfor y no alcanza la barcaza a Nantucket, sitio de gran tradición
ballenera. Entonces busca alojamiento hasta que llega a la Posada del Chorro.

Lo primero que llama su atención al entrar es un cuadro de la ballena y la


decoración del lugar con motivos de la pesca ballenera y adornos paganos. El
dueño le dice que no hay lugar a menos que quiera compartir la cama con un
arponero. Ismael intenta dormir en otro lado pero al final acepta dormir con el
arponero de color. Se acuesta y cuando éste llega lo describe con terror. El
arponero saca entonces un ídolo de madera y comienza a rezar, se da cuenta
que es un caníbal y cuando se mete en la cama Ismael grita y el caníbal lo
amenaza. Llega el patrón y le explica todo a Quiqueg. Finalmente se
entienden e Ismael duerme como nunca en su vida.

Al despertar Quiqueg trata amablemente a Ismael con su mezcla de


costumbres salvajes y civilizadas y éste cuenta como se rasura con su arpón, el
cual lleva incluso a la mesa del desayuno y con él se sirve filetes crudos.

Ismael sale a pasear y narra el alboroto y gentío de New Bedford, llenas de


canívales y jóvenes inexpertos dispuestos a embarcarse en la caza de la
ballena. También describe su prosperidad y la riqueza que por supuesto
proviene del negocio ballenero.

Luego del paseo Ismael entra en una capilla de balleneros donde ve las lápidas
de los muertos en la caza y el púlpito donde se sube el padre Mapple,
adornado como la proa de un barco. Presencia el sermón que se centra en el
capítulo del encuentro de Jonás con la ballena y el capellán se pregunta por
cual es su lección. Habla del pecado de Jonás, de su huida y caída en las
fauces del cetáceo y la lección más importante: su arrepentimiento final.

Regresa a la posada y encuentra a Quiqueg, charlan, fuman de la pipa del


caníbal e incluso Ismael reza con su ídolo, se van a dormir de nuevo como
amigos de toda la vida.

Capítulos 11-20
Sigue su conversación de grandes amigos en la cama, donde Quiqueg cuenta
la historia de su vida. Nativo de una isla lejana e hijo de un rey, siempre había
deseado conocer la cristiandad y salta a un barco donde lo ponen de marinero.
Quiere aprender de los cristianos para enseñar a su pueblo, pero después de
conocer el ambiente ballenero se da cuenta de que el mundo es malo y decide
vivir y morir pagano entre los cristianos. Ismael le pregunta si desea volver a
su tierra y él contesta que por ahora quiere ser arponero. Deciden embarcarse
juntos en Nantucket.

Pagan su posada y se embarcan en una goleta por el río. A bordo un tipo


molesta a Quiqueg, que lo lanza por los aires. El viento parte la escota y la
botavara vuela de un lado para otro. El que molestaba a Quiqueg es barrido de
la borda y cae al mar, pero el caníbal se lanza al agua y lo salva valientemente.
Desde ese momento Ismael decide pegarse a Quiqueg como una lapa.

Llegan a Nantucket. Cuenta la historia de cómo esta isla fue colonizada por
los pieles rojas. Un águila se llevó a un niño, sus padres lo siguieron en una
canoa hasta alta mar, llegaron a la isla y encontraron el esqueleto del niño en
una caja de marfil. Ismael dice que los de Nantucket poseen tres cuartas partes
de la tierra, pues poseen el mar, que es su hogar.

Llegan a la posada de las «Marmitas de Destilación», famosa por su caldereta


de pescado, que les habían recomendado en la Posada del Chorro. Entran y
comen su caldereta de almejas y bacalao que era lo que servían para
desayunar, comer y cenar. Cuando se van a dormir no dejan llevar a Quiqueg
su arpón, costumbre tomada desde que un arponero amaneció allí muerto.

El ídolo de Quiqug le dice que debe ser Ismael el que elija el velero donde
deben embarcarse, éste protesta pues había pensado en la experiencia de su
amigo para que él decidiese. Deja a Quiqueg con el ídolo en una especie de
ramadán y sale a buscar el barco. Después de mucho buscar encuentra tres
barcos que zarpan en viajes de tres años: la Diablesa, el Bocadito y el Pequod.
Elige el Pequod, habla con el capitán Peleg, que se ríe de su nula experiencia
en la caza de la ballena, pero al final le hace firmar el contrato y lo enrola.
Ismael le habla de su amigo Quiqueg, que ha matado muchas ballenas y
también quiere enrolarse y le dice a Peleg que le gustarúia conocer al capitán
Ahab. Éste le cuenta que está encerrado en su camarote, pues se encuentra
taciturno desde que perdió la pierna en su encuentro con la ballena, pero que
es un buen hombre y un excelente capitán.

Ismael regresa a la posada lleno de vacilaciones y encuentra a Quiqueg


todavía en su ayuno, decide esperar hasta la noche, pero cuando esta llega
empieza a preocuparse por él y decide forzar la puerta. Entra en el cuarto pero
Quiqueg está totalmente inmóvil delante de su ídolo y no lo logra levantar, así
que Ismael duerme esa noche al lado del caníbal, que a la mañana siguiente se
levanta como si nada. Desayunan y se dirigen al Pequod.

Llegan al barco y el capitán Bildad le pregunta a Quiqueg si se ha convertido


a la fe cristiana, Ismael aboga por él y entonces Quiqueg demuestra su
puntería con el arpón. Inmediatamente los capitanes lo quieren embarcar y le
hacen firmar el contrato, cosa que él hace dibujando una figura que lleva
tatuada en el hombro.

Al salir del barco tienen un encuentro con un viejo andrajoso llamado Elías
que les pregunta si se han embarcado en el Pequod y les pregunta por el
capitán Ahab, contándoles cosas extrañas de él que ellos no alcanzan a
entender. Finalmente lo dejan por loco, se alejan y durante un rato el anciano
los sigue por las calles.

Se realizan los preparativos para zarpar y se van llevando a bordo todas las
cosas necesarias para un viaje de tres años. Quiqueg e Ismael van varias veces
al barco, para llevar su equipaje y ayudar en los preparativos y en todo este
tiempo no ven al capitán Ahab, que según Peleg y Bildad cada vez se
encuentra mejor. Por fin se anuncia que el barco zarpará a la mañana
siguiente.

Capítulos 21-30
Llegan al Pequod pero antes de subir a bordo los intercepta el anciano loco
Elías que de nuevo les dirige extrañas palabras y malos augurios. Suben al
barco pero no encuentran un alma, solo un aparejador dormido y entonces se
ponen a fumar la pipa de Quiqueg hasta que oyen al primer oficial Starbuck.
El aparejador les dice que el capitán Ahab llegó anoche al barco, pero éste
sigue encerrado en su cabina.

Por fin se lanzan a la mar y el ajetreo en cubierta es grande. El capitán Ahab


no aparece y todas las maniobras son dirigidas por los capitanes de tierra
Peleg y Bildad, por el piloto y el primer oficial Starbuck. Finalmente Peleg y
Bildad se suben a su bote y regresan a tierra entristecidos por tener que
separarse de su barco y de sus marineros.

Ismael escribe ahora toda una apología de la caza de la ballena, saliendo al


paso de las malas críticas y glosando todas sus bondades y excelencias. Luego
describe a Starbuck, el primer oficial del Pequod, como un hombre duro,
valeroso y temeroso de la ballena, que ve la caza como un oficio y no como
una búsqueda de aventuras. Luego describe a Stubb, el segundo oficial natural
de Cape Cod, como un hombre alegre con su pipa y alejado totalmente del
miedo a la ballena y a la muerte. El tercer oficial era Flask, natural de Tisbury
y al que parecía que la ballena había afrentado de forma personal por el odio
que éste le profería. Estos hombres eran los que mandaban las tres lanchas
balleneras del Pequod y sus arponeros correspondientes eran: Quiqueg era
escudero de Starbuck, Tashego, un indio puro de Gay-Head, lo era de Stubb, y
Dagoo, un negro de aspecto salvaje de Flask. Todos los demás hombres del
Pequod, como ocurre a menudo en la pesca de la ballena eran extranjeros
(aunque los oficiales eran norteamericanos) y sobretodo isleños.

Cuenta Ismael que hasta ese momento no se ha visto aparecer a Ahab, pero
que la impresión de los tres oficiales de a bordo era suficiente para aliviar
cualquiera de las sospechas fundadas por el loco Ismael. Un día por fin
aparece en el alcázar el capitán Ahab, causando en Ismael una gran impresión.
Con esa cicatriz o señal blanca que cruzaba toda su cara y se perdía dentro de
sus ropas y con su pata de palo hecha de dentadura de cachalote pasaba horas
en el alcázar como si de una estatua se tratase.

Cada día que pasa y se van alejando hacia el sur el tiempo parece ser mejor,
pero esto no parece aliviar el semblante de Ahab, que cada día duerme menos
y pasa más horas sobre cubierta. En la noche camina y el ruido de su pierna
golpeando la madera no deja dormir a los marineros, así que un día Stubb
decide pedirle que se ponga algo en su pata de palo y Ahab se lanza
encolerizado contra él, insultándolo y asustándolo de tal forma que Stubb
vuelve costernado y sin haber conseguido nada a su favor. Ahab queda en
cubierta y manda a un marino por su pipa, la enciende pero se queja de que
aquel artilugio construido para apaciguar a sus dueños ya no le produce
ninguna calma y entonces se deshace de ella lanzándola al mar.
Capítulos 31-40
Stubb le cuenta a Flask un extraño sueño en el que Ahab le daba una patada
con su pata de marfil y comentan que es un hombre extraño, al mismo tiempo
que Ahab grita a los vigías que si ven una ballena blanca por ahí deben
partirse el pecho gritando.

Hace ahora Ismael una pequeña clasificación de los tipos de ballenas que
podemos encontrar y admite la dificultad que el estudio de ésta entraña. Nos
habla también de otras costumbres a bordo, como la figura del «troceador» o
jefe de arponeros, las diferencias entre marineros y oficiales, la costumbre de
que los oficiales comieran con el capitán en la mesa de la cabina y como era la
ceremonia con que ésta se realizaba y cómo variaba cuando los arponeros
Quiqueg, Tashtego y Daggoo bajaban a comer, atendidos por el temeroso
mayordomo, Dough-Boy. También nos habla de la cofa, cuando le toca su
primer turno en ella, y describe ampliamente este puesto de vigilancia en lo
alto de los mástiles.

Una mañana sube Ahab a cubierta y comienza a elevar los ánimos de la


tripulación preguntándoles qué hacen cuando ven una ballena. Luego habla a
los vigías de la ballena blanca que ya le han oído nombrar otras veces y
sacando una moneda de oro y clavándola en el palo mayor promete que ésta
será para aquel que divise a la ballena blanca, pues les dice que fue para saciar
su sed de venganza contra ella por lo que se embarcaron. Los arponeros
entonces le preguntan si no es esta ballena aquella conocida con el nombre de
Moby Dick. Por supuesto que es ella, contesta Ahab y entonces Starbuck le
pregunta si no fue esta ballena la que le dejó sin pierna y se queja, pues dice
que él no se embarcó para ajustar las cuentas personales de nadie, sino para
hacer negocio cazando ballenas. Entonces Ahab sin hacerle caso continúa su
discurso agitando a la tripulación y juntándolos a todos realiza un extraño
ritual, cruzando los arpones de sus oficiales y haciendo pasar la medida de
grog (una bebida alcohólica) entre la tripulación sella el pacto de cazar a
Moby Dick.

Al atardecer Ahab sentado solo en su cabina y mirando por las ventanas de


popa rumia su propósito de venganza, pues si la profecía dijo que él sería
desmembrado por la ballena, ahora él profetiza que la desmembrará a ella.
Cuando oscurece Starbuck junto al palo mayor cavila sobre la suerte de su
destino, que se haya irremediablemente ligado a la búsqueda de venganza de
su capitán. Se lamenta, pero al mismo tiempo siente que debe aceptar ese
destino incierto. En la primera guardia nocturna se encuentra Stubb en la cofa
de trinquete arreglando una braza, piensa en Starbuck y Ahab, pero al
contrario que ellos su talante permanece sereno y sonriente ante lo que pueda
acaecer en el futuro.

A medianoche en el castillo de Proa los arponeros y marineros de todas las


nacionalidades cantan una canción y bailan.

Capítulos 41-50
Nos cuenta Ismael como entre los balleneros tenía fama de especial ferocidad
el cachalote, de tal forma que no todos los cazadores de ballenas se atrevían a
salir en su busca. Entre ellos era conocida Moby Dick como el más peligroso
de estos animales y las historias que circulaban en torno a ella habían hecho
crecer el mito de su sed de sangre, haciéndola portadora de extraños y
supersticiosos poderes: la ubicuidad, ya que podía vérsela en dos lugares
diferentes y muy alejados en un corto espacio de tiempo, su extraordinario
tamaño, su blancura, su frente arrugada, su mandibula inferior torcida, su alta
y blanca joroba en forma de pirámide y sobretodo su traidora inteligencia que
había hecho acabar en desgracia varias de sus persecuciones, como en el caso
de Ahab, que viendo sus tres lanchas desfondas en torno a él se había lanzado
con su cuchillo contra la ballena, momento en le que esta con su mandíbula le
había cercenado la pierna. Desde ese momento y a lo largo de toda su
convalecencia de regreso a casa el odio de Ahab contra Moby Dick fue
creciendo y en su delirio y locura llegó a identificar todos sus males en la
figura de la ballena. Así es que desde entonces no pensó en otra cosa que en
embarcarse e ir en su busca.

Sigue una disquisición de Ismael sobre la razón de que la blancura de cosas


horrendas las haga más espantosas todavía.

Dos marineros están de guardia a la medianoche cuando uno de ellos escucha


en la bodega algo parecido a una tos y empiezan a sospechar que hay alguien
escondido en la bodega de popa.

Cuenta Ismael como el capitán Ahab pasaba horas en su cabina estudiando


diferentes cartas de navegación en donde al parecer tenía trazadas diferentes
rutas utilizadas por las ballenas y lugares en las que habían sido vistas en
diferentes partes del año, por supuesto con la clara intención de localizar a la
ballena blanca.
Narra ahora Ismael varias anécdotas vividas o escuchadas por él sobre la
ferocidad del cachalote y su increíble fuerza, que le a permitido en varias
ocasiones hundir no solo lanchas, sino navíos enteros.

Mientras tanto seguía normalmente los procedimientos para la caza de la


ballena, pues aunque Ahab había anunciado tal vez un poco precipitadamente
el verdadero y personal motivo del viaje, sabía sin embargo que debía seguir
el procedimiento del negocio, pues de lo contrario la tripulación podía
acusarlo de usurpador y arrebatarle el mando del barco.

Una tarde nublada y bochornosa mientras Ismael y Quiqueg se encuentran


tejiendo la estera de sable, de pronto se oye gritar a Tashtego el «por allí
resopla» que avisa de la presencia de ballenas. Inmediatamente se preparan las
lanchas dispuestos todos a lanzarse tras los cachalotes. Pero justo en el
momento en que se disponían a bajar las lanchas algo llamó la atención de la
tripulación, cinco figuras fantasmales bajo las órdenes de Ahab, aborígenes de
Manila enfundados en negros trajes chinos, estaban bajando la lancha del
capitán. Tras la orden de Ahab todos los botes son bajados al agua y sus
respectivos pasajeros exhortados a remar tras la manada de ballenas. Todavía
sin salir del asombro por la aparición de los cinco ayudantes de Ahab los
marineros se lanzan en la persecución de las ballenas, las lanchas se separan y
la tormenta se cierne sobre la caza. En la lancha de Starbuck Ismael narra el
momento en que teniendo a la ballena a tiro, Quiqueg lanza su arpón. Falla, la
ballena zarandea la lancha y el chubasco ruge, de pronto el bote se encuentra
inundado y los de a bordo gritan en busca del auxilio de otras lanchas.
Prenden un farol y mojados y desesperanzados esperan el alba. De pronto
entre la niebla aparece el Pequod, que los andaba buscando, dirigiéndose
directamente hacia el bote. Los marineros tienen justo el tiempo de saltar al
mar antes de que la quilla del barco parta en dos la pequeña embarcación.
Finalmente son rescatados y llevados a bordo.

Después de este incidente Ismael se pregunta si este tipo de sucesos es


habitual en la caza de la ballena y tanto Quiqueg como los primeros oficiales
le contestan que sí. Entonces recuerda que Starbuck, el oficial que mandaba su
lancha es conocido por su gran cuidado y prudencia en la caza, y aún así se
lanzó de cabeza contra una ballena en mitad de una tormenta. Absorto en estas
cavilaciones Ismael decide hacer su testamento, como si de esa forma se
quitara un peso de encima.

Vuelve Ismael sobre la extraña tripulación de la lancha de Ahab y


especialmente sobre la figura de Fedallah, que parece mandar a los otros
cuatro y estar unido a Ahab por un extraño lazo.
Capítulos 51-60
Después de varias semanas de navegación cuenta Ismael como Fedallah subía
en las noches a la cofa y desde ahí una noche de luna llena avistó un chorro
plateado de ballena. Inmediatamente se lanzó el Pequod tras él, pero igual que
aparecía súbitamente desaparecía para volver a ser visto dos o tres noches
después. Y así sucesivamente hasta que entre los marineros empezaron a
correr rumores de que se trataba del chorro de Moby Dick. Persiguiendo el
chorro solitario alcanzan el Cabo de Buena Esperanza y desde entonces les
acompaña la tormenta, bajo la cual sin embargo, como una noche observa
Starbuck, el capitán Ahab sigue consultando sus mapas de navegación
siempre en pos de su único objetivo.

Un día se encuentran con un barco llamado el «Albatros». Los dos navíos se


acercan y cuando el capitán Ahab pregunta al capitán del barco si han
divisado a la ballena blanco, el altavoz cae de las manos del capitán del
«Albatros» al mar y entonces el barco se aleja del Pequod como si éste tuviera
la peste a bordo. Nos cuenta entonces Ismael la costumbre ballenera del
«gam», que consiste en la reunión de dos o más barcos en alta mar y las
visitas respectivas de una tripulación a la otra.

Cuenta ahora Ismael la historia del «Town-Ho», tal y como se la narró en la


«Posada de Oro» en Lima a unos caballeros españoles. Las rencillas entre un
marino y un oficial, el consecuente motín a bordo, el término de la rebelión y
el encuentro del barco con Moby Dick. La muerte del oficial en las fauces del
cachalote y el destino final del barco y sus marineros.

Nos habla Ismael de las diferentes imágenes en dibujos, grabados o estatuas


que del leviatán se han representado a lo largo de la historia. Irónicamente se
ríe de la falsedad de todas ellas, concluyendo que finalmente la única forma de
conocer la verdadera forma de la ballena es ir personalmente en su busca. A
continuación enumera y describe los mejores grabados que conoce sobre el
animal y su caza y nos da cuenta de la especial habilidad de algunos marineros
para tallar en marfil u otros materiales estatuillas de la ballena.

Narra como el Pequod se adentra en vastas praderas de brit, el alimento de la


ballena franca, y divisa algunas ballenas alimentándose fuera de su alcance.
Una mañana Daggoo divisa una enorme masa blanca saliendo del agua. Todos
salen en persecución de la ballena blanca, pero al acercarse al animal se dan
cuenta que se trata de un pulpo gigante. Flask pregunta a Starbuck qué era eso
y éste le contesta que se trataba del gran pulpo, que según cuentan pocos
barcos balleneros han divisado y han regresado sanos y salvos para contarlo.
Ismael describe ahora la estacha, hecha de cáñamo o cabo de abacá, que es la
cuerda que une al arpón y a la lancha y que se utiliza para perseguir a la
ballena cuando ya ha sido herida por el primer arponazo.

Capítulos 61-70
En un día bochornoso y tranquilo mientras toda la tripulación se encuentra
adormilada aparece de pronto cerca del barco un cachalote. Inmediatamente
todos los botes son bajados al mar y empieza la persecución. El cetáceo se
encuentra delante de la lancha de Stubb y por tanto él se hace cargo de la caza.
Tashtego lanza el arpón y corre la estacha mientras Stubb fuma su pipa y
dirige toda la operación. Consiguen por fin acercarse al leviatán y le clavan las
lanzas una y otra vez, la mar se tiñe del rojo de la sangre del animal y por fin
con un último chorro ensangrentado muere. Cuenta Ismael como el arponero
debe de remar igual o más que los demás y luego además llegado el momento
tirar el arpón contra la ballena a veces a gran distancia, dice que esto le parece
la razón de la mayoría de los fracasos en la caza, pues el arponero al lanzar se
encuentra ya cansado. Describe también la horquilla, un palo insertado en la
lancha que sirve de apoyo a los dos arpones. Éstos dice, están unidos los dos a
la estacha y de esta forma aunque al arponero no le de tiempo de lanzar el
segundo hierro, éste debe ser tirado por la borda, convirtiéndose desde ese
momento en una auténtica arma a la deriva.

Llevan entonces su caza al barco y al caer la noche la ballena es atada al


costado del navío bajo las entusiastas órdenes de Stubb, que además pide que
esa noche se le prepare un filete de cachalote. Esa noche también los tiburones
cenan cachalote mientras Stubb discute con el cocinero la manera correcta de
cocinar el cachalote. Ismael diserta ahora sobre la ballena como alimento,
sobre sus defensores y detractores. Como no se procede al descuartizamiento
del cachalote inmediatamente, dos marineros deben bajar por turnos de una
hora para con su azada ballenera alejar a los tiburones, que de otra forma
acabarían con el cachalote.

Describe Ismael el minucioso y difícil procedimiento por el cual la ballena es


descuartizada, sacándole tiras de grasa como si se tratase de pelar una naranja.
Después de desollar al animal, su cuerpo decapitado es soltado del navío y
dejado al banquete del funeral al que asisten tiburones y aves. Pero capítulo
aparte merece el procedimiento de decapitar a la ballena por la dificultad que
este requiere.

Capítulos 71-80
En su camino el Pequod se encuentra con un barco ballenero, intercambian
señales y resulta ser el Jeroboam, un ballenero de Nantucket. Los del
Jeroboam bajan un bote y se acercan al barco, pero de pronto se paran a cierta
distancia pues a bordo hay una epidemia y temen contagiar a los del Pequod.
En la lancha ven a un marinero del que les habían contado una historia los del
Town-Ho, un pobre demente que se había proclamado él mismo como el
arcángel San Gabriel, un charlatán que sin embargo había conseguido el favor
de la tripulación y vivía libremente haciendo su voluntad a bordo del
Jeroboam. Ahab les pregunta si han visto a Moby Dick y entonces le cuentan
el extraño relato de su encuentro con el leviatán en el que perdió la vida el
primer oficial y como esto había dado más poder al loco-arcángel Gabriel.

Regresa atrás Ismael para contar otro procedimiento en el descuartizamiento


de la ballena, en el que un hombre, en esta caso Quiqueg, debía bajar a la
ballena y trabajar allí entre el barco, la ballena, el mar y los feroces tiburones,
sostenido por Ismael desde el barco con un andarivel (una cuerda que
amarraba un hombre al otro.

Se interna el Pequod en una zona de brit, señal de la cercanía de ballenas


francas, y aunque hasta ahora se habían cruzado con algunas dejándolas pasar,
después de la caza del cachalote se decide que hoy se perseguirá una ballena
franca. Pronto se divisa una ballena y Stubb y Flask salen en su busca, la
cazan, la persiguen alrededor del barco con peligro de chocar contra el casco y
finalmente cae muerta. Entonces se produce una conversación entre los dos
oficiales, ya que se preguntan por qué el capitán ha querido cazar un animal
tan innoble. Flask dice que se trata de un encantamiento de Fedallah, ya que se
dice que el barco que lleve una cabeza de cachalote a estribor y una de ballena
franca a babor no podrá zozobrar jamás. Hablan sobre Fedallah y el extraño
trato que parece tener con el capitán Ahab y Stubb dice que el oriental es el
demonio y que se le da ocasión lo tirará por la borda. Cuando llegaron al
barco la cabeza fue cortada y colocada al lado de la otra, tal y como Flask
había predicho.

Aprovechando el momento Ismael se dispone a darnos una lección de


cetología comparando las dos cabezas de las principales especies de los
leviatanes infolio y se extiende especialmente en las características de la parte
frontal de la cabeza del cachalote que la hace servir como un ariete. Luego
habla de cómo es en esa cabeza donde se encuentra en estado puro la más
preciada sustancia: el aceite de esperma y pasa a narrar el difícil
procedimiento por el cual se extrae éste. Resulta que un hombre, Tashtego,
debe ser izado a la cabeza y allí con un cubo atado a un palo ir sacando el
aceite por un agujero. En esta ocasión ocurrió un hecho extraordinario, ya que
Tashtego resbaló y cayó dentro de la cabeza, la cual se soltó de sus ataduras y
cayó al mar con él dentro, haciendo que peligrara su vida. Pero entonces el
valiente Quiqueg se lanza al mar y salva al indio.

Capítulos 81-90
81.El «Pequod» encuentra al «Virgen». 82.El honor y la gloria de la cabeza de
la ballena. 83.Jonás, considerado históricamente. 84.El marcado. 85.La fuente.
86.La cola. 87.La gran armada. 88.Escuelas y maestros. 89.Pez sujeto y pez
libre. 90.Cabezas o colas.

El Pequod encuentra el barco alemán el Virgen y prontamente el capitán de


éste sube a bordo. Después de negar el conocimiento de alguna noticia sobre
Moby Dick, les pide un poco de aceite, pues se le ha acabado y todavía no ha
cazado ni una sola ballena. Le regalan el aceite y en el momento en que el
capitán alemán regresa a su barco es divisada una manada de ocho ballenas.
Las lanchas son bajadas, pero el alemán lleva considerable ventaja por
encontrarse ya de regreso a su barco. Sin embargo los botes del Pequod no
desisten en entablar justa pelea. Un cachalote más grande, viejo y lento queda
a la retaguardia y a merced de sus perseguidores. Con grandes esfuerzos los
del Pequod alcanzan el bote del alemán y en el momento en que este se
dispone a lanzar su arpón los tres del Pequod hacen lo mismo, alcanzando
antes a la ballena. La persiguen y cuando por fin le dan muerte el cachalote
empieza a hundirse inexorablemente, lo amarran con cuerdas y cadenas, pero
ante la posibilidad de hundir el barco finalmente deciden cortarlas y
deshacerse del animal que se pierde en las profundidades.

Ismael alaba de nuevo la caza de la ballena y habla de los predecesores de los


balleneros. Así cuenta la historia de Perseo y Andrómeda, la de San Jorge y el
dragón (que él cree que en realidad fue un leviatán), la de Hércules que fue
tragado por una ballena, la de Jonás y la de Visnú.

Nos cuenta Ismael como los balleneros engrasan el fondo de sus botes para
que se deslicen mejor sobre las aguas. Así lo hace Quiqueg y rápidamente
puede ser puesto a prueba en la caza. Son divisadas varias ballenas que huyen
apresuradamente. Finalmente Tashtego consigue clavar un hierro, pero sin
zambullirse la ballena continúa su huida horizontal a gran velocidad. La
tensión en el arpón puede hacer que este sea arrancado y entonces se realiza
una maniobra que solo se pone en marcha cuando una ballena no se cansa de
correr, «el marcado», que consiste en lanzar un arpón más ligero desde una
gran distancia. Así dan muerte a la ballena.
Ismael se demora ahora en la descripción y análisis de la fuente de la ballena,
es decir del chorro (¿de vapor, agua o niebla?) que surge de su cabeza.
Igualmente lo hace con la cola del leviatán, indicando tamaño, movimiento y
utilidades.

El Pequod se acerca ahora al estrecho de la Sonda que separa a Sumatra de


Java, por donde espera pasar a la costa de Japón a tiempo para llegar a la
temporada de la caza ballenera. Ya en el estrecho pronto es divisada una gran
manada de cachalotes a dos o tres millas de distancia. El Pequod se lanza tras
ella y al cabo de un rato los vigías avisan de la presencia de piratas malayos
que los persiguen. El capitán Ahab manda redoblar los esfuerzos de la
persecución, que ahora se ha convertido en huida y pronto dejan atrás a los
piratas. Salen a mar abierto y las canoas son bajadas, pero los cachalotes
parecen redoblar sus fuerzas y tras horas de remar tras ellas los marineros
parecen a punto de desistir, cuando de pronto las ballenas caen en esa extraña
perplejidad y se produce la desbandada. Ahora unas ballenas parecen nadar en
círculos aterrorizadas y otras permanecen inmóviles, de forma que la manada
ni avanza ni retrocede. Entonces las lanchas se separan y persiguen cada una a
un animal en el borde de la manada. Quiqueg lanza el arpón y la ballena al
sentirse herida huye internándose en el centro de la manada, con el
consiguiente peligro para el bote. El cachalote consigue soltarse del arpón
pero ahora la lancha ha quedado en mitad de la manada, donde los marineros
pueden ver a las crías y sus madres. Una ballena herida enredada en un cable
arponero con una azada de descuartizamiento en su extremo hace cundir el
pánico entre las ballenas hiriéndolas. Esto hace que pronto se vuelvan a
agrupar y se pongan en marcha. Finalmente solo consiguen cazar dos ballenas.

Cuenta ahora Ismael que las ballenas nadan en grupos de 30 o 50 ejemplares.


Estos grupos son llamados «escuelas» y son de dos tipos, los formados casi
exclusivamente por hembras y algún macho (es decir, un sultán acompañado
de su harén) y los formados por machos o «toros». Así como estas bandas son
llamadas escuelas, a los machos que las encabezan se les llama «maestros».
Las escuelas de machos son como una masa de jóvenes colegiales, llenas de
peleas y bromas, pero los cachalotes al crecer las abandonan buscando la
tranquilidad de un harén.

Explica ahora las leyes de la pesquería ballenera, que son básicamente dos: 1.
Un pez Sujeto pertenece a la persona que lo sujeta y 2. Un pez Suelto es caza
libre para quien quiera que lo atrape antes. Cuenta también como las leyes de
Inglaterra dictan que la cabeza es propiedad del rey y la cola de la reina, cosa
que es como partir una manzana, pues poco queda de la ballena entre ambas
partes.
Capítulos 91-100
Cuenta el encuentro del Pequod con el Capullo de Rosa, un barco francés. Al
acercarse a él perciben un olor terrible, que proviene de dos ballenas
estalladas (muertas en el mar) que llevan a los costados. Stubb se acerca al
barco y pregunta si han visto a Moby Dick, recibe una contestación negativa,
pero entonces decide engañar a los de a bordo hablándoles de la posibilidad de
contraer peste, todo con el objetivo de apoderarse del ámbar gris, sustancia
que se encuentra en el interior de una de las ballenas enfermas.

Cuenta Ismael como en la operación de extraer el ámbar gris un remero de


Stubb se dislocó el brazo y entonces el negrito Pip, aquel que hacía de vigía y
tocaba la pandereta ocupó su lugar en la lancha de Stubb. En la primera
ocasión que salieron a por una ballena, Pip atemorizado saltó de la lancha,
quedó atrapado en la estacha y ésta tuvo que ser cortada perdiendo a la
ballena. Todos los marineros lo regañaron y Stubb le prometió que si volvía a
comportarse tan cobardemente lo dejaría abandonado en alta mar. Así sucedió
una segunda vez, de forma que Pip quedó en mitad del mar, mientras las
lanchas se lanzaban tras su caza, por suerte el mar se encontraba tranquilo y
finalmente Pip pudo ser recogido por el Pequod, pero la impresión de
encontrarse solo en el inmenso océano lo marcó para siempre.

Cuenta Ismael como una vez extraído el aceite de esperma éste a veces se
enfriaba y cristalizaba y entonces él y otros marineros a base de apretones y
sumergidos en una bañera de esperma se dedicaban a la labor de volver a
hacerla fluida, labor que según él era muy agradable. Habla ahora con relación
al aceite de esperma de otros elementos de la ballena que hay que tener en
cuenta en el proceso de descuartizar y preparar el cachalote para las
destilerías: el caballo-blanco, el pastel de ciruelas, el slobgollion, el gurry, las
pinzas y la manta. Narra también como el marinero llamado trinchador se
encarga de cortar los trozos de grasa de la piel colgada para ese propósito en
las jarcias y las deja caer en los barriles para su destilación. Luego describe
también el espectáculo dantesco, de fuego, azufre y humo, que la destilería del
barco produce en él. Situado en la caña y guiando al Pequod, ese barco de
fuego, por el mar, tan absorto se encuentra en tal visión de las llamas que a
punto está de perder el control y hacer zozobrar la embarcación. Dice Ismael
que mientras en el barco mercantil el marinero vive a oscuras pues el aceite es
escaso, sin embargo en el ballenero los marineros bajan a la destilería a llenar
sus lámparas y así el castillo de proa parece una capilla encendida. Finalmente
narra las labores de limpieza de todo el navío después de la destilación, que
cuando acaban pareciera que nos encontramos a bordo de un barco mercante,
más acabadas estas vuelve a sonar el «ahí resopla» y de nuevo a comenzar.
Ismael cuenta como el doblón de oro que Ahab clavó en el palo mayor para
quien divise a Moby Dick ha acabado por ganar todo un significado místico
para los marineros, que estudian sus dibujos de montañas y del zodíaco, como
si quisieran descubrir en él alguna profecía escondida.

El Pequod encuentra un barco inglés y por supuesto Ahab realiza


inmediatamente la pregunta acostumbrada sobre la ballena blanca, cuando el
capitán a bordo le muestra un brazo blanco de hueso de cachalote.
Inmediatamente Ahab baja su bote y se dirige al barco, es izado a bordo y le
pide al capitán que le cuente su encuentro con la ballena. Éste le cuenta todo
en un tono más bien jocoso y le dice que ya nunca más se enfrentará a la
ballena blanca, pues con un brazo tiene suficiente. Ahab le pregunta hacia
donde se dirigía la ballena cuando la vio por última vez y repudiando las
bromas del capitán vuelve a su bote, mientras el inglés se pregunta si no acaba
de hablar con un hombre demente.

Capítulos 101-110
Cuenta ahora Ismael, a propósito del barco inglés, algunos antecedentes de la
caza de la ballena y habla de los predecesores de los de Nantucket, es decir, de
los ingleses y antes que ellos, los holandeses, zelandeses y daneses y de sus
costumbres alimentarias a bordo.

Dice Ismael que ya ha hablado bastante del cetáceo en su aspecto exterior y


que ahora se dispone a describir su interior. El cual pudo observar en una
ocasión que cazaron un cachalote cachorro y en compañía de su amigo el rey
Tranquo, que tenía en su cabaña un esqueleto de cachalote que había sido
varado muerto en la playa por una galerna. Describe el esqueleto de la ballena,
repasa los hallazgos arqueológicos de cetáceos y se pregunta si debido a su
continuo exterminio la ballena está cercana a desaparecer.

Al abandonar con tanta premura el capitán Ahab el barco inglés, se posó con
tanto empuje sobre la lancha que su pierna de marfil recibió un choque que la
dejó medio astillada. Inmediatamente Ahab llamó al carpintero y pidiendo que
se pusiera a su disposición todo el marfil que se hubiera conseguido hasta
ahora, le pidió que le construyera otra pierna nueva.

Starbuck se da cuenta de que los barriles de aceite están perdiendo, entonces


le pide al capitán que se realice la operación necesaria para arreglarlos. Ahab
se queja diciendo que ya están cerca de Japón y que realizar esa operación los
demoraría una semana. Starbuck le dice que piense en los propietarios del
barco y en las pérdidas que esto les puede ocasionar, pero por supuesto Ahab
en su obsesión sólo piensa en una cosa. Ahab le insta a obedecer sus órdenes y
apuntándole con una carabina le dice que suba a cubierta. Starbuck obedece
pero antes le dice que Ahab debe cuidarse del mismo Ahab, insinuando que él
es su peor enemigo. Finalmente Ahab, quien sabe por qué, hace caso a
Starbuck y manda realizar las operaciones necesarias para reparar los barriles.

Durante las labores de limpieza de la bodega para reparar los barriles,


Quiqueg que tiene que trabajar duramente parece contraer unas fiebres. Pronto
empieza a adelgazar y tembloroso y muy desmejorado es llevado a su hamaca
donde pide al carpintero que le construya un ataúd, copiando la costumbre que
había presenciado en Nantucket de sepultar a los marineros en una especie de
canoas, costumbre que no se alejaba mucho de la utilizada por su pueblo.
Inmediatamente el carpintero se pone al trabajo y cuando acaba el ataúd lo
lleva ante Quiqueg, que levantándose de la hamaca se acuesta en el ataúd para
probar su comodidad. Sin embargo a los pocos días Quiqueg parece mejorar y
tras comer y reposar unos días más, se levanta anunciando a todos que ya se
encuentra perfectamente para volver a la caza.

Capítulos 111-120
Pasan por fin a lo largo de las islas Bashi y llegan al Pacífico. Románticas
disgresiones embriagan a Ismael, que sin embargo sabe qué diferentes
pensamientos son los que alberga Ahab al llegar por fin a la zona pesquera del
Japón, donde seguramente ahora nada la ballena blanca.

Cuenta Ismael como ahora el herrero trabajaba sin descanso en los diferentes
trabajos que le requerían los jefes de lancha, arponeros y remeros y narra
entonces la triste historia de aquel hombre, que habiendo conocido la felicidad
del hogar y la familia, lo había perdido todo y entonces desesperado, pero sin
valor para acabar con su propia vida se había embarcado en la caza de la
ballena.

Mientras trabaja duramente Perth, el herrero, llega a su lado Ahab y le pide


que le forje un arpón indestructible. Para eso le trae una bolsa llena de clavos
de herradura, el material más duro y mejor con el que puede trabajar el
herrero. Ahab le dice que quiere forjar su propio hierro, lo hace y luego le
entrega sus navajas de afeitar para que haga el filo y finalmente le pide a sus
arponeros paganos que le regalen algo de su sangre para templar el acero y
mientras realiza esta operación declama: «Ego non baptizo te in nomine
Patris, sed in nomine diaboli». Se ajusta el hiero a una de las pértigas de
repuesto y entonces Ahab regresa a la cabina sombríamente con su nuevo
arpón.

El Pequod se cruza con el Soltero, un barco ballenero al que ha sonreído la


suerte, la caza de la ballena le ha sido propicia y se encuentra rebosante de
aceite hasta los topes. Los marineros se encuentran en cubierta celebrando su
regreso a casa, cuando Ahab desde su alcázar le pregunta al capitán si han
visto a la ballena blanca. Éste le contesta que no, que sólo ha oído hablar de
ella, pero que no cree en su existencia y le invita a subir a bordo para gozar de
la fiesta. Ahab sombrío y huraño se burla del capitán y rechazando la
invitación se aleja de la algarabía de su celebración.

Pero el encuentro con el Soltero parece traer buena suerte al Pequod que a la
mañana siguiente divisa ballenas y cuatro fueron matadas, una por el mismo
Ahab, que desde su lancha mira agonizar a la ballena y se admira de tal
prodigio.

Una de las ballenas matadas queda tan lejos del barco que una lancha a de
quedar junto a ella para que sea llevada al barco hasta la mañana siguiente.
Esta lancha es la de Ahab, que queda de guardia con el Parsi toda la noche.
Éste le cuenta que ha vuelto a tener el mismo sueño de nuevo, en el que ve
que antes de morir Ahab, tres han de ver dos coches fúnebres en el mar, el
primero no hecho de manos mortales, el segundo de una madera visible que
haya crecido en América y que él, el Parsi irá por delante de Ahab como su
piloto. El viejo Parsi vaticina por último que sólo el cáñamo podrá matar a
Ahab, éste piensa que habla de la horca y entonces se ríe gritando que en tal
caso debe de ser inmortal, tanto en tierra como en el mar.

Ahab utiliza el cuadrante para con la posición del sol, medir la latitud exacta
donde se encuentra el Pequod, pero de pronto en un ataque de cólera decide
destruir el instrumento pisoteándolo y dice que desde ese momento sólo se
guiará por la brújula horizontal del barco. Los marineros atemorizados
presencian esta escena hasta que Ahab da las órdenes pertinentes, mientras
Starbuck se vuelve a lamentar de la locura de su capitán.

Ahora el Pequod se encuentra en medio de la tormenta más terrible que se da


en el cálido mar del Japón: el tifón. En mitad de las maniobras para luchar
contra esta terrible tormenta aparece en los tres palos del navío el fuego de
San Telmo, iluminándolos con su fuego blanco, como si realmente ardieran.
Entonces Ahab empieza un discurso llamando al fuego balnco para que los
guíe tras la ballena blanca, pero en ese momento el arpón que mandó hacer el
capitán también empieza a refulgir en el mismo fuego de San Telmo. Starbuck
se dirige al capitán entonces diciendo que desista, que su viaje y su venganza
están malditos y que mande volver a casa, pero Ahab impasible se dirige al
arpón y tomándolo en sus manos de un solo soplo apaga el fuego blanco ante
el pánico de los marineros. Starbuck insta al capitán, de pie junto al timón,
que se arríe la verga de gavia y se izen las anclas que están cediendo en la
tormenta, pero Ahab se niega y le ordena que amarre todo para hacer frente al
tifón.

Capítulos 121-130
Stubb y Flask en lo alto de las amuradas del castillo de proa refuerzan las
amarras de las anclas allí pendientes mientras hablan con cierta resignación
del peligro al que los expone el capitán Ahab.

Unas horas después de medianoche el tifón disminuyó y se pudieron volver a


amarrar las nuevas my el viento que sopló era propicio. Starbuck bajó
entonces a dar las buenas noticias al capitán, pero antes de entrar en la cabina
a la luz de la lámpara ve a Ahab dormido y ve también el mosquete con el que
una vez le apuntó. Entonces piensa en matar al capitán para salvar a toda la
tripulación de la muerte segura a la que cree que los lleva Ahab. Medita largo
rato ante la puerta con el mosquete en la mano y al final desiste, el capitán
despierta y Starbuck manda a Stubb para que le anuncie a Ahab las buenas
nuevas.

A la mañana siguiente Ahab se da cuenta por la posición del sol de que el


barco va hacia el oeste cuando la aguja de la brújula marca este, por lo cual
deduce que la tormenta a invertido el magnetismo del aparato. Ante el
presagio de las supersticiones de los marineros en cuanto a navegar con las
brújulas invertidas, Ahab pide una lanza de punta de acero y a martillazos se
construye otra brújula, proclamándose a sí mismo señor de la piedra imán ante
el asombro de la tripulación.

Llega por fin el barco a las inmediaciones del ecuador y esa noche la
tripulación oye unos gritos lastimeros como de fantasmas. A la mañana
siguiente Ahab les explica que al pasar al lado de ciertas islas las focas que
han perdido a sus crías o a sus madres posiblemente se acercaron al barco y lo
que oyeron fueron sus llantos, que decididamente se asemejan a los de los
humanos. Esta explicación sin embargo no tranquilizó a los marineros por las
supersticiones que también corrían alrededor de las focas. Pero los
presentimientos trágicos iban a encontrar pronta confirmación, pues a la
mañana siguiente el primer marinero que subió a la cofa cayó al mar. Pronto
se lanzó la boya de salvamento, que se llenó de agua y se hundió junto al
marino. Así el primer hombre que subió a otear en la zona propia de la ballena
blanca había perecido. La tripulación tomó esto con resignación, como si se
tratara simplemente del cumplimiento de un mal hace tiempo presagiado. Se
dieron entonces instrucciones para reemplazar la boya de salvamento, pero no
encontrándose barril ni otra cosa suficientemente ligera, Quiqueg propuso su
ataúd, ante el asombro y desconcierto de Starbuck y el mismo carpintero. Qué
se podía esperar de un navío que llevara como boya de salvamento un ataúd.

El Pequod se encuentra con el Raquel, otro navío de Nantucket y se acerca


como siempre a preguntar por la ballena blanca. En este caso recibe
contestación afirmativa, la vieron ayer e inmediatamente el capitán del Raquel
les pregunta si han visto una lancha ballenera a la deriva. El capitán sube al
Pequod y ante las preguntas de Ahab, le cuenta su encuentro con la ballena
blanca en el que se perdió la lancha, a bordo de la cual iba uno de sus hijos. Le
pide a Ahab que le acompañe en su búsqueda de la lancha perdida, incluso le
propone rentarle su embarcación y pagarle bien, pero el viejo cegado por la
venganza y diciéndole que lleva prisa abandona al Raquel en su triste
búsqueda.

Pasan cuatro días con los vigías siempre atentos por orden del capitán a la
aparición de Moby Dick, cuatro días en los que Fedallah y Ahab parecen no
dormir en su constante vigilancia. Sin embargo pasado este tiempo y como si
desconfiara de la atención de sus vigías, Ahab manda ser él mismo izado al
palo mayor. Allí uno de esos halcones marinos que rondan los barcos empieza
a hacer círculos en torno a la cabeza de Ahab, que no le hace caso. Pero de
pronto el pájaro le arrebata el sombrero, ante las advertencias de otro de los
vigías, y llevándoselo por los aires lo deja caer al mar.

Capítulos 131-135
El Pequod se cruza con el Deleite, sobre el que se pueden apreciar las lanchas
balleneras destrozadas. De nuevo Ahab lanza su pregunta y si le han dado
muerte. El capitán del Deleite dice que todavía no se a forjado el hierro que
pueda dar muerte a Moby Dick, mientras sus hombres amortajan a cinco
marineros que murieron persiguiendo a la ballena blanca. Ahab muestra
entonces su arpón y afirma su intención de que éste será el que mate a la
ballena. El Pequod sigue su camino mientras el Deleite lanza al mar a sus
muertos.

Hablan en cubierta en un claro día Starbuck y Ahab de los dolores del alma
del viejo capitán, recuerdan a sus esposas e hijos y Starbuck trata de
convencer a Ahab de que abandone tan desquiciada empresa y que regresen
todos a Nantucket ahora que todavía es tiempo.

Esa noche el viejo Ahab olfatea el aire y anuncia que debe haber alguna
ballena cerca, por lo que cambia un poco el rumbo del barco para perseguir el
peculiar olor del cachalote. A la mañana siguiente los vigías son llamados
inmediatamente a las cofas. Ahab les pregunta si ven algo y ante su negativa
se hace izar él mismo y a los pocos minutos de ser izado divisa anunciándolo
con un grito el chorro de la ballena blanca, Moby Dick. Así el doblón de oro
pertenece al capitán, que inmediatamente ordena que lo bajen y que las
lanchas sean preparadas. Todas son arriadas menos la de Starbuck, que queda
a bordo por orden de Ahab. Por fin tras una breve pero intensa persecución las
lanchas se encuentran cerca de Moby Dick, de forma que pueden ver
claramente su seductora joroba blanca. De pronto la ballena agita en el aire su
cola y se sumerge en el mar. De pronto Tashego se fija en que los pájaros que
siempre acompañan a la ballena se acercan a la lancha de Ahab. Éste mira al
fondo pero no ve nada, sin embargo al instante divisa un punto blanco que se
acerca desde las profundidades, es la cabeza con la mandíbula abierta de
Moby Dick. Ahab ordena un giro para huir de la horrible embestida pero la
ballena realiza otro movimiento y entonces al salir a flote se mete la proa en la
boca. Ahab trata de soltar la lancha de los dientes de la ballena, pero ésta con
un chasquido parte la embarcación en dos. Moby Dick queda nadando entre la
tripulación naufragada impidiendo que las demás lanchas puedan venir en su
ayuda. Toda esta maniobra se había visto desde el barco que en consecuencia
se acercaba al lugar de los hechos. Ahab manda entonces que lancen el barco
contra la ballena para espantarla y así los hombres en el agua pueden ser
salvados. Mientras tanto Moby Dick se aleja de nuevo con renovadas energías
y entonces los balleneros deciden subir de nuevo al Pequod para seguir así su
persecución. La ballena vuelve a sumergirse y Ahab promete ahora que aquel
que la divise en el día de su muerte se llevará su doblón de oro.

A la mañana siguiente siguen la búsqueda de la ballena y pronto se anuncia


que algo sopla a lo lejos. Rápidamente se lanzan tras la señal, pero al no
divisarla de nuevo, Ahab se da cuenta que lo que han visto no ha sido el
chorro de la ballena y en ese momento como si quisiera reafirmar las
sospechas del capitán, Moby Dick sale a la vista, saltando por encima de las
olas como si estuviera desafiando a sus perseguidores. De nuevo Ahab manda
bajar las lanchas pero ahora la ballena se dirige directamente hacia ellas. Ahab
manda que la ataquen así proa con proa, es decir de frente. En el momento en
que la ballena los alcanza eleva su cabeza abriendo las mandíbulas y
moviendo la cola en todas direcciones, como si así quisiera causar el mayor
destrozo posible. Las lanchas consiguen maniobrar para escapar a su envite y
lanzan sus arpones enredando todas las estachas. Ahab jala su estacha
haciendo salir a flote un montón de arpones y lanzas enredados a ellas y
entonces debe cortar la estacha que le une a Moby Dick. Quedan así
solamente las lanchas de Stubb y Flask prendidas a la ballena, que las acerca
hacia su cola y las golpea juntas como si se trataran de cáscaras de naranja.
Entonces la lancha de Ahab se acerca para rescatar a los marineros en el agua,
pero en ese momento la ballena lanza su ancha frente contra el bote de Ahab
mandándolo por los aires y haciéndola caer en el mar con la quilla hacia
arriba. Otra vez el Pequod que se encontraba cerca y había sido testigo de la
batalla fue en socorro de los hombres al agua. Cuando todos subieron a bordo
se dieron cuenta que la pierna de Ahab había sido arrancada de nuevo y que el
Parsi había desaparecido. Stubb anunció que le había parecido verlo enredado
en una estacha y arrastrado abajo por la ballena. Ahab maldice la pérdida del
Parsi, pero vuelve a anunciar su deseo de perseguir a la ballena hasta la
muerte. Starbuck vuelve a recriminarlo, pero Ahab sin hacerle caso ordena los
preparativos necesarios de las lanchas de repuesto para continuar la caza al día
siguiente.

Llega el tercer día y en la tarde Ahab, al no haber avistado los vigías a la


ballena, se da cuenta de que lo más probable es que en la noche la hayan
adelantado y entonces hace virar el barco para salir a su encuentro. De nuevo
es avistada la ballena y bajadas las lanchas, no sin que Starbuck quiera hacer
desistir a su capitán por última vez. La ballena vuelve a sumergirse y cuando
sale a flote vuelve a desfondar dos de las lanchas dejando la de Ahab intacta.
Pero un espectáculo horrible llama la atención de todos, atado con cuerdas al
lomo del leviatán, el parsi parece mirar directamente a Ahab, que recuerda la
profecía del primer coche fúnebre. Manda el capitán volver a sus hombres al
Pequod para arreglar las lanchas mientras él continúa la persecución. Ahab
consigue arponear a la ballena, pero ésta herida vuelca la lancha de Ahab,
lanzando fuera a los remeros. Consiguen volver a bordo y cuando Ahab
manda jalar la estacha, ésta se rompe. Moby Dick se da entonces la vuelta
para defenderse de la lancha, pero entonces al ver la masa negra del Pequod se
lanza contra él furiosamente. Todos a bordo ven acercarse al leviatán e
inmediatamente dejan sus tareas de reparación, quedan atemorizados cuando
sienten la frente blanca golpear la proa del barco a estribor e inmediatamente
oyen entrar por la brecha el agua. Desde la lancha Ahab recuerda la profecía
del segundo coche fúnebre, cuya madera sólo podía ser americana. Vuelve
Ahab a arponear a la ballena y al intentar desenredar la estacha, ésta le dio una
vuelta al cuello y así salió disparado de la lancha ante el asombro de remeros.
Éstos se preguntaban donde se encontraba el barco, que de pronto apareció
para envolver en el remolino de su hundimiento a los de la lancha y hasta la
última astilla que quedara del Pequod.

Cuenta finalmente Ismael como él pudo sobrevivir a la tragedia, pues siendo


uno de los remeros de la lancha de Ahab, sustituyendo de hecho al Parsi
muerto, en uno de los embistes de la ballena cayó lejos del torbellino del
hundimiento del Pequod y entonces de ese mismo torbellino surgió por su
flotabilidad el ataúd de Quiqueg, al que se aferró durante todo un día y una
noche, acechado por los tiburones, hasta que fue recogido por el Raquel, que
retrocedía en busca de sus hijos perdidos y que se encontró un huérfano.

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