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PEDRO PÁRAMO Y CIEN AÑOS DE SOLEDAD

1.- PEDRO PÁRAMO

El hijo de Pedro Páramo, Juan Preciado, llega a Comala, un pueblo situado cerca de Jalisco para buscar a su padre,
en un viaje que tiene su esencia en el hecho de ser una búsqueda de la propia identidad. Cuando llega a Comala,
Juan Preciado, se encuentra con un lugar deshabitado, lleno de fantasmas, ánimas en pena de los que allí
vivieron.

A lo largo de su recorrido por el pueblo de Comala, Juan Preciado, tendrá ocasión de conocer, a través de las
conversaciones con estas ánimas en pena - cuyo estado irá percibiendo a medida que pasa el tiempo, dado que
aparentan esta vivos-, el pasado colectivo de Comala y la historia de Pedro Páramo, el terrateniente que a base de
engaños, abusos y prepotencia se hace de un nombre y una flamante hacienda: La Media Luna.

Poco a Poco, la historia se fragmenta y va mostrando el pasado de este personaje que representa fielmente la
idiosincrasia latinoamericana de principios del siglo XX. A continuación, se presenta un fragmento de esta obra de
Juan Rulfo:

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le
prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella
estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo.

-No dejes de ir a visitarlo -me recomendó-. Se llama de otro modo y de este otro. Estoy segura de que le dará
gusto conocerte.

Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun
después que a mis manos le costó trabajo zafarse de sus manos muertas.

Todavía antes me había dicho:


-No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio…El olvido en que
nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
-Así lo haré, madre.

Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las
ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor
llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso bien a Comala…

2.- JUAN RULFO

Escritor mexicano (1918- 1986). Creció en el pequeño pueblo de San Gabriel, una villa rural dominada por la
superstición y el culto a los muertos, y sufrió allí las duras consecuencias de las luchas cristeras en su familia más
cercana (su padre fue asesinado). Estos primeros años de su vida habrían de conformar en parte el universo
desolado que Juan Rulfo recreó en su breve pero brillante obra.

En su obra más conocida, Pedro Páramo (1955), Rulfo dio una forma más perfeccionada a dicho mecanismo de
interiorización de la realidad de su país, en un universo donde cohabitan lo misterioso y lo real y obtuvo lo que se
considera una de las mejores obras de la literatura iberoamericana contemporánea. La novela fue llevada al cine
en 1967 y contó con la participación de un gran elenco. La adaptación fue realizada por el escritor Carlos Fuentes.
3.- CIEN AÑOS DE SOLEDAD

En 1967 es publicada se publica por primera vez la que sería considerada la obra maestra de la literatura
latinoamericana del siglo XX: Cien años de Soledad, escrita por el colombiano Gabriel García Márquez.

La aparición de esta memorable novela supuso la consolidación del realismo mágico y el inicio de un fenómeno
editorial sin precedentes en la historia latinoamericana: el boom literario. De escritor medianamente conocido a
un astro literario, así se situó Gabriel García Márquez con la aparición de esta novela que lleva más de 30 millones
de ejemplares vendidos en sus 40 años de vida editorial.

En cien años de soledad, García Márquez narra la historia de Macondo, un mítico pueblo enclavado en las
cordilleras de Colombia. Los protagonistas de la historia son los Buendía, una familia rodeada por el misticismo y
la magia, como parte de la cotidianidad.

Remedios, la El pueblo es azotado


Bella, asciende al por una peste de
cielo en cuerpo y Hechos míticos en Cien
insomnio
alma Años de Soledad

Úrsula Iguarán El cura de Macondo Macondo experimenta


tiene la facultad levita cada vez que se una torrencial lluvia
de comunicarse toma una taza de que se prolonga por
con los muertos chocolate años

4.- GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Gabriel de la Concordia García Márquez nació en Aracataca, Colombia el día 6 de marzo de 1927. Es hijo de
Gabriel Eligio García y de Luisa Santiaga Márquez Iguarán.

Cursó sus estudios secundarios en San José a partir de 1940 y finalizó su bachillerato en el colegio Liceo de
Zipaquirá, el 12 de diciembre de 1946. Se matriculó en la facultad de Derecho de la Universidad Nacional de
Cartagena. El 25 de febrero de 1947, aunque sin mostrar excesivo interés por los estudios. Su amistad con el
médico y escritor Manuel Zapata Olivella le permitió acceder al periodismo. Inmediatamente después del
bogotazo (el asesinato del dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán en Bogotá, las posteriores manifestaciones y la
brutal represión de las mismas), comenzaron sus colaboraciones en el periódico liberal El Universal.

García Márquez contrajo matrimonio en Barranquilla en 1958 con Mercedes Barcha, la hija de un boticario. En
1959 tuvieron a su primer hijo, Rodrigo, quien se convirtió en cineasta; y tres años después, nació su segundo
hijo, Gonzalo, actualmente diseñador gráfico en Ciudad de México.

A los 27 años publicó su primera novela, La Hojarasca, en la que ya apuntaba los rasgos más característicos de su
obra de ficción, llena de desbordante fantasía.
Pero la notoriedad mundial de García Márquez comienza cuando se publica Cien Años de Soledad en junio de
1957, en una semana vendió 8.000 copias.

“Cuando José Arcadio Buendía se dio cuenta de que la peste había invadido el pueblo, reunió a los jefes de
familia para explicarles lo que sabía de la enfermedad del insomnio, y se acordaron medidas para impedir que el
flagelo se propagara a otras poblaciones de la ciénaga. Fue así como les quitaron a los chivos las campanitas que
los árabes cambiaban por guacamayas, y se pusieron a la entrada del pueblo a disposición de quienes
desatendían los consejos y súplicas de los centinelas e insistían en visitar la población. Todos los forasteros que
por aquel tiempo recorrían las calles de Macondo tenían que hacer sonar su campanita para que los enfermos
supieran que estaban sanos. No se les permitía comer ni beber nada durante su estancia, pues no había duda de
que la enfermedad sólo se transmitía por la boca, y todas las cosas de comer y de beber estaban contaminadas
por el insomnio. En esa forma se mantuvo la peste circunscrita al perímetro de la población. Tan eficaz fue la
cuarentena, que llegó el día en que la situación de emergencia se tuvo por cosa natural, y se organizó la vida de
tal modo que el trabajo recobró su ritmo y nadie volvió a preocuparse por la inútil costumbre de dormir.

Fue Aureliano quién concibió la fórmula que había de defenderlos durante varios meses de las evasiones de la
memoria. La descubrió por casualidad. Insomne experto, por haber sido uno de los primeros, había aprendido a la
perfección el arte de la platería. Un día estaba buscando el pequeño yunque que utilizaba para laminar los
metales y no recordó su nombre. Su padre se lo dijo: «tas». Aureliano escribió el nombre en un papel que pegó
con goma en la base del yunquecito: tas. Así estuvo seguro de no olvidarlo en el futuro. No se le ocurrió que fuera
aquella la primera manifestación del olvido, porque el objeto tenía un nombre difícil de recordar. Pero pocos días
después descubrió que tenía dificultades para recordar casi todas las cosas del laboratorio. Entonces las marcó
con el nombre respectivo, de modo que le bastaba con leer la inscripción para identificarlas. Cuando su padre le
comunicó su alarma por haber olvidado hasta los hechos más impresionantes de su niñez, Aureliano le explicó su
método, y José Arcadio Buendía lo puso en práctica en toda la casa y más tarde lo impuso a todo el pueblo. Con
un hisopo entintado marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola. Fue al
corral y marcó los animales y las plantas: vaca, chivo, puerco, gallina, yuca, malanga, guineo. Poco a poco,
estudiando las infinitas posibilidades del olvido, se dio cuenta de que podía llegar un día en que se reconocieran
las cosas por sus inscripciones, pero no se recordara su utilidad. Entonces fue más explícito. El letrero que colgó
en la cerviz de la vaca era una muestra ejemplar de la forma en que los habitantes de Macondo estaban
dispuestos a luchar contra el olvido: Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca
leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche. Así continuaron viviendo en
una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras, pero que había de fugarse sin remedio
cuando olvidaran los valores de la letra escrita.

   En la entrada del camino de la ciénaga se había puesto un anuncio que decía Macondo y otro más grande en la
calle central que decía Dios existe. En todas las casas se habían escrito claves para memorizar los objetos y los
sentimientos. Pero el sistema exigía tanta vigilancia y tanta fortaleza moral, que muchos sucumbieron al hechizo
de una realidad imaginaria, inventada por ellos mismos, que les resultaba menos práctica pero más
reconfortante. Pilar Ternera fue quien más contribuyó a popularizar esa mistificación, cuando concibió el artificio
de leer el pasado en las barajas como antes había leído el futuro. Mediante ese recurso, los insomnes empezaron
a vivir en un mundo construido por las alternativas inciertas de los naipes, donde el padre se recordaba apenas
como el hombre moreno que había llegado a principios de abril y la madre se recordaba apenas como la mujer
trigueña que usaba un anillo de oro en la mano izquierda, y donde una fecha de nacimiento quedaba reducida al
último martes en que cantó la alondra en el laurel”

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