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EN LA DIESTRA DE DIOS

PADRE
DE TOMÁS CARRASQUILLA

Adaptación libre de Jonathan Londoño.

PERSONAJES:

Peralta:

Hermana:

San Pedro:

Jesús:

Maruchenga:

Satanás:

Muerte:

NARRADORA: ¡Bienvenidos comadres y compadres! Me presento, yo soy la señorita Transito,


que aunque puedo parecer muy fea, soy la que ha más de uno tuerto deja… Les voy a contar
una historia que pasó hace mucho tiempo pu´allá, en la época de mis taitas. (Mira hacia todos
lados para ver quien viene) Paren oreja… Hace mucho tiempo que existió un hombre llamado
Peralta, vivía en un rancho muy grande en el propio camino real, afuera de un pueblo donde
mandaba un rey de esos de corona, capa y barriga ancha… (Ríe) Este hombre no era casa´o y
vivía con una hermana solterona, algo viejona y muy aburridona...

(De repente el escenario se ilumina y la ambientación es una casa de campo vieja, arruinada por el
tiempo y la falta de dinero. Las puertas se caen, el techo se desborona, hay sillas por todos lados y una
sola mesa.)

NARRADORA: A Peralta toitico el mundo lo conocía porque no tendría mucho rabo, pero eso
si el corazón se le salía por los poros para ayudar a la gente que lo necesitara. Este cristiano se
doblaba en tres, lavaba llaguientos, enterraba los muertos, asistía a los enfermos, se quitaba el
pan de tuitica la jeta para alimentar cuanto mugroso veía. (Como contando un chisme) Y la
hermana… a la hermana se la llevaba el mismísimo Satanás con toda esa manada de limosneros
que mantenían en el rancho.

(Entra la Hermana de mal genio con una escoba para barrer, en seguida lo hace Peralta.)

HERMANA: ¿Qué te ganás hombre de Dios, con trabajar como un macho, si todo lo que te
conseguís lo votas hartando y vistiendo a tanto perezoso y holgazán? Casaté hombre, casaté
para que tengás hijos y mujer a quien mantener.
PERALTA: Andaté suave culebra de dos patas y no digás disparates. Yo no necesito de hijos,
ni de mujer, ni de nadie, porque tengo mi prójimo a quien servir. Mi familia son los necesitados

HERMANA: ¡Tus prójimos! (Soltando una carcajada) Será por tanto que te lo agradecen; será
por tanto que te han da´o, ahí te veo siempre más hilachento y más infeliz que los limosneros
que socorres, bien podrías comprarte una muda y comprármela a mí, que harto lo necesitamos,
o tan siquiera traer comida alguna vez pa´que llenemos estos buches. Pero vos, vos no te afanas
por lo tuyo; tenés sangre de gusano.

(Tocan a la puerta con desesperación)

HERMANA: ¿Y ahora quien será?

PERALTA: No te preocupés, que son unos amigos que he invita´o.

(La hermana abre la puerta y entran los mendigos.)

MENDIGO 1: Don Peraltica tiempo sin verlo y tiempo sin venir a este rancho.

MENDIGO 2: (Soltando las muletas y dándoselas a la Hermana) No, no, no que paseo tan largo.
Don Peralta yo si le digo, usted tiene que irse a vivir más central ¿Por qué uno en estas
condiciones y caminar tanto? No, no, no.

HERMANA: (A Peralta) ¿Es que no oís a estos conchudos?

PERALTA: (Ignorando a la Hermana) Síganse, acomódense que se viene un lapo de agua.

(La hermana reniega, comienza a llover muy fuerte, de repente tocan a la puerta una vez más.)

HERMANA: Ni te estés creyendo que voy a volver abrir, tengo tanto que hacer y hay tantos
arrastraos que quieren joder.

PERALTA: No te preocupés, yo abro.

(Peralta abre la puerta e ingresan dos peregrinos. Uno de ellos es Jesús de Nazaret y el otro San Pedro.
Ni Peralta ni nadie se percata quienes son, los toman por un par de viajantes que pasan a buscar posada
por la lluvia.)

SAN PEDRO: Buen hombre, hemos escuchado hablar de ti y quisiéramos saber si tuvieras la
caridad de atendernos esta noche.

PERALTA: Uy, pero la van a pasar muy mal, porque en esta casa no hay ni ningún grano de
sal, ni una tabla de cacao con que hacerles la atención. (Pensativo)…Pero prosigan pa´ dentro
que la buena voluntad es la que vale.

(Ingresan los Peregrinos, Jesús toma asiento, San Pedro mira todo con desagrado.)

JESÚS: (Mirando a San Pedro y señalando el campo.) Mirad, pongo a vuestros ojos la vista más
hermosa que el padre creador ha puesto al servicio del hombre.

(San Pedro no se fija en donde se sienta y cae al piso. La hermana se ríe, Peralta ayuda al anciano a
levantarse.)

SAN PEDRO: (Quejándose) Ay, ay… Tenéis razón mi señor… Pero el hombre, ha sido un mal
administrador de los recursos que nuestro padre, el creador nos ha encomendado.
(Todos los que están en el rancho se quedan perplejos escuchando sin entender de qué hablan los dos
viajeros. Por toda la casa se empieza a esparcir un olor agradable, como a rosas frescas.)

HERMANA: Peralta, Peralta. ¿De dónde sale ese olor tan sabroso?

MENDIGO 1: (Señalando a Mendigo 2) Eso fue el churrias… (Ríe)

HERMANA: Callaté zarrapastroso, que huele muy sabroso.

PERALTA: ¡Mija! Pegaté una asomadita por la despensa. Esculcá por la cocina a ver si
encontrás alguito que darles a estos señores tan bonitos.

(La hermana se dirige hacia la cocina, desde adentro suenan trastes y ollas caer. De repente sale con una
arepa tiesa y re quemada.)

HERMANA: Vos sos muy testarudo, te he dicho que no hay nada. Echalé muela a esta
porquería a ver si no te morís en el intento.

(Jesús mirando fijamente a la Hermana, se levanta y la toma por lo brazos.)

JESÚS: Querida hija, Dios da lo necesario, no reniegues y vuelve a la cocina.

(La Hermana casi hipnotizada sale de nuevo a la cocina, se escuchan gritos desde adentro)

HERMANA: (Voz en off) Peralta, Peralta. Un milagro de mi señor, ha ocurrido un milagro.

(Asombrada sale la Hermana corriendo con cuchillo y chorizo en mano.)

HERMANA: Peralta, Peralta imaginaté lo que encontré.

PERALTA: Parecés loca de manicomio. ¿Ahora que bicho te picó? (Viendo el chorizo) ¿Esto qué
es?

HERMANA: ¡Esto es un milagro Peralta! Dios te ha recompensa´o por tus buenas obras. Allá
la despensa esta toitica llena de tragazón. Hay marrano, chunchullo, bofe, jeta, longaniza,
chorizos, tripa, pata, mondongo, oreja pica´a , harina, maíz, los frijoles que tanto te gustan…
No, no, no, hay de todo lo que mi Dios crio hasta para tirar pa´ lo alto.

PERALTA: (Tirándose al piso y persignándose) Milagro, milagro de mi Dios. He ave María


Purísima…

MENDIGOS: (Coro) Sin pecado concebido.

PERALTA: ¿Estas segura lo que has visto?

MENDIGOS: (Coro) Que todavía no lo has traído.

HERMANA: Que me castigue mi Dios si hablo mentira.

MENDIGOS: (Coro) Y sino por aburrida.

PERALTA: ¿Qué esperás mujer? Traelé a los invitados que deben estar muertos del hambre.

(La Hermana sale animada)


PERALTA: No se preocupen que ya les traen algo de comer y les alisto la camita para que
pasen buena noche.

(Llega la Hermana con un plato lleno de comida, San Pedro y los mendigos comen hasta saciarsen,
Jesús por su parte no prueba bocado. Peralta les arma las camitas en un costado, sale junto con su
Hermana. Los mendigos se acomodan para dormir. San Pedro y Jesús sacan una bolsa llena de
monedas de oro, la dejan junto a la cama y salen del rancho en silencio.)

NARRADORA: A Don Peraltica, ya no le quedó ni hebra de duda, que aquello era un milagro
patente del mismísimo cielo; y con toitico aquel contento que le daba en el cuerpo, rebusco por
toda la casa y con lo menos roto y lo menos sucio del rancho les arreglo en que arruncharse. Se
dieron las buenas noches y cada cual se acostó, pero cuando se levantó el dueño de casa y no
vio a los susodichos…

(Peralta sale estirando el cuerpo y bostezando.)

PERALTA: Bueno días a los viajantes. ¿Pelegrinos? …¿Dónde están los pelegrinos?... He ave
María Purísima…

MENDIGOS: Sin peca´o concebido…

PERALTA: ¿Dónde están los pelegrinos?

MENDIGOS: Par de mugrosos ya se han ido.

PERALTA: (Al Mendigo 1) ¿A vos que te ha pasa´o?

MENDIGO 1: De los ojos ciegos me he cura´o.

MENDIGO 2: (Soltando las muletas) Yo igual viejo Peralta, las muletas he solta´o.

PERALTA: (Viendo el bulto de dinero que dejaron los pelegrinos) ¿Qué este bulto de reales? Los
han deja´o.

(Sale la hermana y se encuentra con Peralta)

HERMANA: Dejá el escandalo mijo, mejor vení a tomarte un cacaíto.

PERALTA: Es mi deber entregar lo que no es mío.

(Peralta sale corriendo a buscar a los pelegrinos con el bulto que dejaron en su rancho. Los ve a lo lejos y
los comienza a llamar con gestos, tanto Jesús como San Pedro lo ignoran)

PERALTA: Señores espérenme, no se me hagan que es con ustedes…

(Peralta alza la mochila ya agotado, Jesús y San Pedro lo esperan.)

PERALTA: Caramba… Que el pobre siempre sufre, miren que dejar semejante
montononononón de riales, solo por la premura premurosa de salir. (Pasándoles la mochila)
cuenten y verán que no les falta ni un centavo.

(Jesús deja a Peralta con la mano estirada, le sonríe y se sienta junto con San pedro en un piedra del
camino.)

JESÚS: Siéntate amigo Peralta que tengo que hablarte un asunto importante.
PERALTA: Si señor pero recíbame, en serio no le falta ni un dorado.

JESÚS: Déjame que te hable.

PERALTA: Claro que por supuesto que sí señor. Pero cuente primero los riales de la bolsa.

SAN PEDRO: (Desesperado) Que te callés y te sentés te están diciendo.

PERALTA: Pues por la buenas como no.

JESÚS: Nosotros no somos tales peregrinos. Este (Señala a San Pedro) es San Pedro mi
discípulo, el que maneja las llaves del cielo; y yo soy Jesús de Nazaret. No hemos venido a la
tierra más que a probarte y en verdad te lo digo “Te luciste en la pruebita”. Otro que no fuera
tan cristiano como vos se guarda las onzas y se había quedado muy orondo. Peralta hijo mío,
voy a premiarte, cada céntimo de esa bolsa es tuyo, llévatelo.

PERALTA: ¿Es real esto que me están diciendo? Ustedes me están engañando.

SAN PEDRO: ¿Cómo te atreves a cuestionar la palabra de nuestro señor con tus embustes?

PERALTA: No, señor es que no es cuestionar, es caer mejor en cuenta.

JESÚS: (A San Pedro) Tranquilo… (A Peralta) Te voy a probar que soy el mismísimo hijo de
mi padre, El Altísimo. Voy a concederte cinco cosas, las que más quieras en el mundo. Pide lo
que quieras, todo te será concedido.

PERALTA: ¿En serio? (Arrodillándose y persignándose) Milagro del altísimo. Milagro


milagroso.

SAN PEDRO: Hombre Peralta, fijaté bien lo que vas a pedir. No vas a salir con una buena
bobada.

PERALTA: Dejamé pensar viejito, dejá la bulla que así no puedo pensar.

SAN PEDRO: Es que si pedís cosas malas, va el maestro y te las concede. Y eso sí una vez
concedida, te aguantas porque la palabra del maestro es única y verdadera.

PERALTA: Deje pensar viejito, deje pensar…

(Peralta da vueltas en el puesto, hace señas, se sienta, se para. San pedro lo mira insistentemente, hace
señas al sol, tose, se le ve desesperado. Jesús medita, ni se inmuta, espera respuesta de Peralta)

PERALTA: Bueno, bueno, bueno, bueno su divina majestad. Lo primero que yo quiero en
potestad de mis facultades, es que gane al juego siempre que me dé la gana y en las condiciones
que me dé la gana.

JESÚS: Concedido Peralta.

PERALTA: He ave María ¿Qué es esto tan bueno? Lo segundo y también en facultad de mis
locuras, es que cuando me vaya a morir tenga la amabilidad me mande la muerte por delante y
no por la espalda, a traición, como suele llegar la descarada.

JESÚS: (Riendo) Que deseo más raro, pero son tus deseos: Concedido.
(Peralta sigue pensando cuántos deseos ha pedido, hace cuentas con los dedos, revisa y vuelve a hacer
cuentas. San Pedro se desespera, le señala el cielo pero él no le pone atención.)

PERALTA: ¡Pues bueno su divinidad majestad! Lo tercero que me ha de conceder, es que yo


pueda detener al que quiera, en el puesto que yo le señale y por el tiempo que a mi parezca.

JESÚS: Rara petición amigo Peralta. En verdad te digo que una petición como la tuya jamás
había oído, pero que sea lo que tú quieras.

(San Pedro se acerca a Peralta, lo tira con disimulo de la ruana)

SAN PEDRO: ¡El cielo hombre! ¡Pedí el cielo! ¡No seas bestia!

JESÚS: Concedido.

PERALTA: La cuarta cosa es que su divina majestad me dé la virtud de achiquitarme como a


mí se dé la gana, hasta volverme tan chirringo, chirringo, chirringón como una hormiga.

JESÚS: (Se ataca de risa) Hombre, otro como vos no nace y si nace, no se cría. Todos me piden
grandeza y vos me pedís pequeñez. Pues bueno.

SAN PEDRO: ¿No ve que ese hombre está loco?

PERALTA: Pues no me arrepiento de lo pedido… lo dicho, dicho esta.

JESÚS: Concedido.

(San Pedro enojado lleva a Peralta de la oreja a un lado del maestro)

SAN PEDRO: Mirá hombre, que no has pedido lo principal y no te falta si no una sola cosa.

PERALTA: Estoy pensando… Deje la afanadera.

(Peralta sigue dando vueltas, San Pedro lo mira por largo rato)

PERALTA: …Su divina majestad antes de pedirle lo último, le quiero preguntar una cosa y
usted me disculpa por si fuera mal peguntado; pero eso si me ha de dar una contesta bien clara
y bien patente.

SAN PEDRO: (Junta las manos y reza hacia el cielo) Duro de amarrar, el bendito va a salir con
un disparate… Santo padre apiádate de mí, de nosotros, de vosotros y de ellos (Señala al
público).

JESÚS: (Serenamente) Pregunta hijo, todo lo que quieras te lo contestaré a gusto.

PERALTA: Dios se lo pague, su divina majestad… Mi pregunta, preguntona es, dos puntos,
tome nota, agarre pluma vuelva y diga. ¿Es el patas el que manda en el alma de los
condenados, o es usted o el padre eterno, o el viejo este (señalando a San Pedro) o quién carajos
es?

JESÚS: Mi padre, el espíritu santo y yo, juntos y por separado, mandamos en todas partes…
Más sin embargo al Diablo le hemos largado el mando del infierno, él es el amo de sus
condenados y manda en sus almas, como mandas vos en las onzas que te he dado.
PERALTA: Interrogante resuelto. Voy a hacerle el último pedido, quiero que me conceda la
gracia de que el patas no me haga trampa en el juego.

JESÚS: (Riendo) Concedido.

(Jesús y San Pedro se vuelven humo. Peralta sorprendido y muy contento toma el bulto de onzas y se
dirige camino al pueblo)

APOSTADOR: ¿Dónde te sacaste este entierro hombre Peralta? Déjalo ver, no te hagas el
rogado.

PERALTA: Juguemos pues, en vez de estar diciendo que todo lo del pobre es robado.

(Peralta y el Apostador se disponen para el juego)

APOSTADOR: Ya vas a ver que no te queda ni una liendra en esa cabeza, porque hasta esas te
las saco.

PERALTA: Ya veremos cristiano, ya veremos…

(Peralta y el Apostador salen de escena, queda solo el narrador)

NARRADORA: Ay mis queridos y sin darse cuenta les dieron las ocho de la mañana del otro
día jugando y echando cuchillo con barbera. Como Peralta no era ningún bobo, se dejaba ganar
en ocasiones para convencerlos de que no podía, pero volvía y se levantaba. Determinaron
jugar dao, monte dao, bisbis, cachimona y ruleta a ver si con el cambio este santo se caía, pero
si lo hacía a raticos era pa seguir más violento.

Pero eso sí, lo que eran limosnas, ni el rey las daba tan grandes y comenzaron los coturreos,
los del pueblo, los de las casas, y hasta los de la punta del cabo del mundo comenzaron a rajar
de Don Peralta, pero ese descalzurriado a todo el mundo le metía su peseta en la mano… Y si
señores, lo que no canta el carro lo canta la carrera, Doña Peraltona si supo darse lujo y se
metió de señora de media y zapato y compro casa de puerta y balcón.

(Entra Doña Peraltona de vestido elegante y sombrilla de encajes)

HERMANA: Maruchenga, traemé el pañuelón de tripilla, voy a visitar a la reina… ah y


además traemé el perfume para rociar por aquí que esta jediendo… ¡¡¡ foh…!!!

(Desde adentro suenan gatos, de repente sale Maruchenga despelucada)

MARUCHENGA: Si señora ya voy. Espere tantico que estoy despulgando al gato.

HERMANA: Es que definitivamente no la pueden ver a una de peinetón, ni con chiros nuevos
porque enseguida tratan de imitarlo todas esas pierni alegres, espernancadas, patidifusas…

(Maruchenga vuelve a salir despelucada, con el pañuelón de tripilla)

MARUCHENGA: ¿Me decía mi señora?

HERMANA: Sacamé el sombrero y el espejo para mirarme la verruga.

(Maruchenga sale rápidamente, vuelve a ingresar con el sombrero, el espejo y una notificación del rey.)

MARUCHENGA: (Pasandole le notificación a la Hermana) Mi señora.


HERMANA: Gracias Maruchenguita.

(Entra Peralta)

HERMANA: Peralta, Peralta, Peralta de mi amor… Ha llegado una notificación del rey.(Lee la
notificación)

PERALTA: Mujer pero dejá el escándalo que de tanto alboroto no te escuche ni el eco.

HERMANA: Mi emoción no es más ni menos que esta noticia tan maravillosa, ahora que todas
esas viejas chismosas y gritonas, faltas de clase como la mía se muerdan la punta del sobaco
(Rie) El rey te ha mandado a llamar, hoy, hoy, hoy en su palacio cuando la campana suene 6
veces.

PERALTA: Que honor tan grande me hace el señor su majestad… Siendo así pues arreglamé
Maruchenga un costal de yucas, papa, arracachas…y un bultito de café que nos fuimos para
donde el rey.

HERMANA: Paraté ahí hombre sin rabo. ¿Es que vos te pensas ir asi? ¿Cómo todo un
sarrapantrozo? Pareces un gamín ¿Qué dira la gente del pueblo, mis amigas de la alta
sociaded? ¡Dios mio!.

PERALTA: Vos, definitivamente si estás muy loca… ¿cierto? La plata que me puedo gastar en
ropa, me toca gastarla en vos. ¿Entonces qué alegas?

(Salen todos, entra la narradora.)

NARRADORA: Y si señores ese hombre se perfumo el rabo y con esos chiros se fue pa ondee
el rey. El muy conchudo y barrigón estaba tomando chocolate con bizcochuelos y quesito
fresco, y lo han atendido lo más de bien… Después de tan magno evento se fue a visitar
muchos pueblos y en todas partes ganaba al juego y socorría a los pobres.

(Ingresa el Cura en compañía de Limosnero 1).

LIMOSNERO 1: Ese Peralta señor Cura tiene pacto con el patas.

CURA: A ti criatura de la calle ¿Cómo se te ocurre decir eso de Peralta que te ha dado de
comer y dices semejantes calumnias?

LIMOSNERO 1: Pues yo no sé su divina majestad, lo que sí sé es que me tendrá aquí todos los
días la hora del desayuno.

(Sale limosnero 1 y entra Peralta)

PERALTA: La virgencita me hizo el milagro de tenerlo por acá señor Cura.

CURA: Hijo he venido a comentarte ciertos rumores que me han llegado.

PERALTA: Dígame no más…

(Entra el Limosnero 1 corriendo despavorido)

LIMOSNERO 1: Señor cura, señor cura.

CURA: ¿Qué ha pasado hijo mío?


LIMOSNERO: Imagínese que mi amigo el care perro se ha topado con la muerte y desea que
usted le dé la unción de los casi muertos…

CURA: ¿Qué se ha topado con las muerte? (Se sube los hábitos)…vamos corriendo que esa alma
se nos pierde.
(Sale el Cura y el Limosnero corriendo)

PERALTA: No corra señor cura que de pronto usted también se topa con la muerte… Que
tenga un buen viaje… (Riendo) no usted, si no el alma que se fue.

(Peralta toma asiento y empieza a separar bultos de dinero. La Muerte ingresa con su hoz y se le para
en frente a Peralta, este no le presta la más mínima atención)

MUERTE: Vengo por vos.

PERALTA: Pues querido le tocó aguantarse porque ando fuera de servicio, juegos mañana en
la mañana a partir de las siete.

MUERTE: No rabisucio, vengo por tu alma.

PERALTA: (Levantando la mirada, despavorido) Ah… Esta es una aparición del mismísimo
Diablo… Bueno mi señora condenada pero tenés que darme un placito pa confesarme y hacer
testamento…

MUERTE: (Sentida) Con tal que no sea mucho, porque ando de afán, tengo un entierro a la
hora que canta el gallo.

PERALTA: Date por ahí una vueltecita, mientras yo me arreglo. Si querés entretenerte, mirá
el pueblo pa ver si te sale trabajito. Mirá aquel aguacatillo trepaté en él, pa que divisés a tu
gusto.

(La muerte sube al palo con gran maestría y empieza a divisar el pueblo)

PERALTA: (Contento) Date un descanso viejita, hasta que a mí me dé la regalada gana. Que ni
cristo te baja de ahí no con toda su pionada, quien viera a esa condenada, diría que es buena
gente… Condenada, me voy a contar todos mis reales.

NARRADORA: Ay mis compadres, pasaron las semanas, los meses y un años. Vinieron la
pestes, el sarampión, la tos ferina, vino la culebrilla y el dolor de costao y nadie se moría, pa
decirles que ni las bestias se morían. Al comienzo los doctores sacaron todo lo que sabían pero
la gente con toda su malicia se dio de cuenta que era culpa de otra cosa. El cura, el sacristán y
el sepulturero pasaron hambres porque ni un solo entierro pudieron ver en muchos días,
incluso mandaron correos de otras partes pa ver su alguien se moría, porque por allá ni el olor
de los difuntos. Al fin determinaron todos que la muerte se había muerto y ninguno volvió a
misa ni a encontrarse con mi Dios… Pero eso no es nada, ya van a ver ustedes lo que pasaba en
el cielo.

SAN PEDRO: (Furibundo) Esto no me lo aguanto más, no tengo nada que hacer... Maestro,
toda la vida le he servido con mucho gusto, pero ahí le entrego el destino, póngame otra cosa
que hacer…

(San Pedro y Jesús se dirigen a secretear en un rincón, mientras los ángeles murmuraban que hablaban
los dos. De repente y después de mucho manotear los dos, se vuelven hacia el púbico.)
JESÚS: Pues eso tiene que ser, no hay otra causa, volveos al mundo y trata a ese hombre con
harta mañita pa ver si nos presta la muerte porque si no nos embromamos.

NARRADOR: Esa misma noche, casi al amanecer, llovía y llovía agua hasta para el cielo, con
decirles que llovían hasta maridos (Ríe) Pero Peralta dormía quieto y sosegado, eso ni un
temblor lo despertaba, cuando llego nuestro amigo el viejo barbuchas…

(Llega San Pedro con paraguas, sombrero, bufanda, guantes a golpear desesperado la puerta.)

SAN PEDRO: Enmuchilado, ábreme, ábreme por la virgen que es de mucha necesidad.

PERALTA: (Abriendo la puerta) Fue que te echaron del cielo. ¿Quieres posada?

SAN PEDRO: Hombre no vengo que me des posada, vengo mandado por el maestro pa que
nos prestes la muerte unos días, porque yo sé que la tienes vos, encerrada. (Arrinconándolo)

PERALTA: No piense eso sumerce, la tengo muy bien asegurada pero no encerrada y se las
presto con mucho gusto con la condición de que a yo no me hagan nada.

SAN PEDRO: Despreocúpate Peralta, que a ti ni una liendre se te morirá.

(La muerte está llena de telarañas, con la cara larga y flacuchenta. San Pedro y Peralta se ponen a
bajarla.)

PERALTA: Bueno viejo, agarre usted el arma que yo me hecho este problema costilla arriba.

SAN PEDRO: Más respetico que viejo pero sabio, no soy como tú que no fuiste capas de pedir
el cielo, y si pediste tener acá a esta condenada.

PERALTA: ¿Sabe qué? Mejor ayude que el problema me quedó como grande.

(Entre Peralta y San Pedro bajan y limpian a la muerte con una escoba, ella esta delgada y muy
enojada.)

SAN PEDRO: Ahora si mijitica, a trabajar que el mundo te quedo pequeño porque los
cementerios están vacíos.

PERALTA: Pero eso si a mí ni un pelo me tocas o si no aquí la muerta es otra y te reto a que
pises esta raya. (Haciendo una raya con el pie a forma de reto.)

SAN PEDRO: Cálmate peralta que no te vamos a llevar, ¿Cierto Condenada? Apúrale.
Lárgate.

(San Pedro le da una palmada en la cola a la Muerte y esta sale por el camino.)

PERALTA: ¿Sabes que viejito? Vamos a atender los muertos que se nos vienen.

SAN PEDRO: Y a todas esas almas que van a llegar al cielo, bueno, si es que llegan.

(Salen San Pedro y Peralta.)

MARUCHENGA: (Entra con Peraltona) Doña Peraltona sí que se ha hecho ricachón don
Peralta desde que despertó la muerte.
HERMANA: (Llorando y sonándose la nariz.) No me digas eso que hasta el perro se me murió.
Pero, sabes que si le ha ido de bien a mi hermanito, Dios y la virgen y san Isidro me guarden a
ese hombre.

(Entra Peralta moribundo, quejándose, dando gritos de dolor.)

PERALTA: Mujeres perezosas ayúdenme que me muero. ¡Ay…!

HERMANA: ¿Qué te ha pasado hermanito lindo? ¿Fue que te mordió la perra en celo?

PERALTA: No seas boba mujer, amanecí así, algún mal me aqueja, pero como soldao
advertido no muere en guerra, quiero que llames al cura pa darle una instrucción.

HERMANA: ¡Maruchenga! Ya escuchaste al amo, ve por el cura. (A Peralta) Aunque Peralta


no te preocupés que hierba mala nunca muere.

(Maruchenga se asoma a la puerta y sin salir observa el camino.)

MARUCHENGA: (Gritando) El señor cura que nos cura la locura ya viene aquí en la puerta.

HERMANA: Dios mío, que efectividad la de vos mi querida Maru… Así me gusta andando
finito…

(Maruchenga ríe con picardía)

CURA: ¿Hijo mío, qué te ha pasado?

PERALTA: Señor cura, lo he llamado porque quiero decirle que yo he vivido mucho y lo
mismo me da morirme hoy que mañana, me ha atacao el mal de pata.

CURA: ¿Cómo así que mal de pata?

PERALTA: Pues sí que la pata ya no me cabe en la alpargata y ni la plata me da para meter


esta patata… Quiero hacer mi testamento.

CURA: Maruchenga anota con papel y lápiz.

(Maruchenga trae rápidamente papel y lápiz, se sienta al lado de Peralta y comienza anotar.)

PERALTA: Yo Peralta Agustín Julio…

CURA: Al grano hijo, al grano…

PERALTA: Bueno señor, mi mortaja la quiero de limosna, que me hagan un bolsito y me


metan ahí mi baraja y mis dados, que me entierren sin ataúd, y en la puerta del cementerio…

HERMANA: Me parece absurdo lo que pedís, pero como palabra es palabra nos vamos a
notificar el parlamento.
CURA: El testamento hija mía, el testamento…

HERMANA: Eso, usted sabe más que yo…

(El Cura bendice a Peralta y se despiden, salen todos y dejan a Peralta medio moribundo a solas.
Seguido entra la muerte en sigilo y en buscando algo.)
PERALTA: Llego está condenada. Matamé pues si eres tan… (Espantado) ¿Vos que sos,
hombre o mujer?

MUERTE: Eso no importa despídete de este mundo.

(La Muerte con la mortaja se lleva a Peralta. Aparece la Narradora llorando.)


NARRADORA: Don Peralta se murió con toitico o bueno que era el… Ah pero ahí no acaba la
historia, este buen y honorable habitante del mundo fue a dar a un paraje muy feo y llego al
infierno onde se coló… Y vio cosas horrendas que ni pa que les cuento, se nos alarga la
historia. Pero entre tantas cosas que vio ¿A qué no adivinan con quien se topa?

(La Narradora sale espantada. Entra Peralta examinando el lugar, por el otro costado está el Diablo
quien se queda mirando fijamente al hombre.)

DIABLO: ¿Qué venís hacer aquí culichupao? Vos de aquí no sos, así que te me largas.

PERALTA: Pues como nadie me atajo yo me fui colando sin saber que me iba a topar con
usted.

DIABLO: ¿Quién sos vos? Decime.

PERALTA: Yo me llamo Mario Julio Carlos Santiago Antonio Mauricio Bejarano de la


santísima trinidad Reyes Giraldo de los Urrea de Dorada Caldas. Pero mis amigos me dicen
Peralta.

(Peralta se quita el sombrero y le da la mano al Diablo.)

PERALTA: Y si preguntas que hago por acá, yo soy un pobrecito del mundo que anda
embolatado. Y ando en busca de salvación y no encuentro en donde me toman la declaración.

DIABLO: Por si no lo sabes yo soy el diablo, el patas, luzbel, lucifer, el cachos o como me
quieras llamar y sabes me has caído bien, eres un alma del purgatorio muy sincera...

PERALTA: Gracias ¿Pero sumerce esta como enfermo?

DIABLO: Si hombre. En estos días se me han despertao lo achaques, se me han aumentao las
almorranas y el mal del recto me está matando.

PERALTA: ¿Pero no tiene quien le ayude?

DIABLO: Nadie viene hacerme compañía, el mayordomo, los agregados y toda la pionada no
tienen tiempo ni de comer, con todo el trabajo que nos ha caído en estos días.

PERALTA: Pues si le puedo servir en algo, aquí estoy. Mandamé lo que quiera que el gusto
mío es servirle al prójimo.

DIABLO: Siéntate culichupao que aquí una eternidad es lo que te espera junto a mí.

PERALTA: Pues si usted se quiere entretener, podemos jugar algo, yo se jugar toda clase de
juegos y en prueba de eso es que mantengo mis útiles entre el bolsillo.

(Peralta saca la baraja y los dados de su mochila.)

DIABLO: Esta como tentadora la propuesta… Pero hay un problema, vos no tenés nada que
poner en juego.
PERALTA: ¿Cómo qué no he de tener? Si yo tengo un alma como la de todo el mundo, la
pongo en juego y usted ponga en juego cualquiera alma de las muchas que tiene.

DIABLO: (Malicioso) Bueno señor, entonces comencemos a jugar que este siglo va a durar un
día.

PERALTA: (Baraja y reparte.) Va una, dos y tres cartas en la mesa.

DIABLO: Pido mano.

PERALTA: Yo no necesito, gracias…

DIABLO: Creo que gane…

PERALTA: No señor, tengo cuarenta y tres y con esto gano por el doble…

(El Diablo se disgusta con Peralta, sin embargo siguen jugando. El Diablo intenta hacer trampa de
todas las maneras posibles, pero aun así Peralta gana todas manos echadas.)

DIABLO: ¿Vos sos culebra echada o qué demonios?

PERALTA: Ninguna culebra, solo gusano arrastrao pero de apodo, fresco mijo que es juego
largo hay desquite, hágale, apueste otras 1000 almas que eso usted gana.

(Un demonio se mete debajo de la mesa para pasarle cartas al Diablo.)

DIABLO: (Dirigiéndose al demonio.) Pasamé un haz

PERALTA: (Al Diablo) ¿Me decía su majestad de las tinieblas?

DIABLO: Tengo cuatro ases y he ganado.

PERALTA: ¿Vos cómo vas a ganar si en una baraja existen cuatro haces y yo tengo tres? Y
cuatro que tenés vos son siete, me estás haciendo trampa.

DIABLO: (Llorando) Vos sos muy vivo, ni con trampa te puedo ganar.

PERALTA: Es cierto que le he ganao más de 33000 millones de almas pero el cielo sigue
intacto.

DIABLO: Tienes razón, las almas que quedan no las arriesgo ni por el chiras, ni por mis
cachos que son sagrados.

PERALTA: ¿Entonces qué, apostamos?

DIABLO: (De mal humor) No, no ni pensarlo no me sacas no medio muerto de aquí… Te largas
y no me jodes más.

(Peralta sale correteado del infierno y sale directo para el cielo acompañado de unos remolinos de
almas.)

NARRADORA: Mis patojos, Don Peralta cogió sin miedo a todas las almas y se las llevo sin
más reparo y ocurrió algo bastante particular. A medida que las almas iban saliendo, se ponían
negras como demonios sin paz y formaron un remolino que parecía el fin del mundo, del
universo, el fin, el fin, el fin… y todo quedo en tinieblas y oscuridad. Peralta se fue yendo hasta
el cielo, y zongo zorongo llego hasta las puertas del cielo que median unos 10 metros por unos
15 de alto, y si preguntan ¿Por qué tan enorme? Es porque por ahí cabe mi Dios, pero San
Pedro era una cucaracha cabía hasta por un hueco, pero el problema que el viejito…

(Peralta se asoma por un camino a las puertas del cielo. San Pedro lo ve junto con los remolinos de las
almas por un hueco de la puerta del cielo.)

SAN PEDRO: (De mal humor) Quita de aquí so vagabundo ¿Te parece que te has portao bien?
Si allá en la tierra no te amanse fue porque no pude, pero aquí si me escuchas…

PERALTA: No viejito no te fijes en eso, fijaté en que viene atrás, abriles campo que bien
cansaos que si vienen.

SAN PEDRO: (Mirando los remolinos) Peralta criatura del demonio ¿Qué me trajiste aquí?
Señor, señor… (Corre gritando en busca de Jesús.)

PERALTA: Este viejito es especial, me voy a traer mi recaito.

(San Pedro grita desesperado mirando al cielo.)

SAN PEDRO: SEÑOR, SEÑOR, SEÑOR…

(Entra Jesús)

JESÚS: ¿Qué es este alboroto ¿Es que has visto el patas o qué?

SAN PEDRO: Ni más ni menos, he visto al mismísimo Peralta llegar con una tracalada de
almas que parecen más demonios que otra cosa.

JESÚS: Ay Peralta, eres pícaro.

SAN PEDRO: Ese es un insolente, gusano arrastrao.

JESÚS: En buena hora nos ha metido ese Peralta… Pero esas almas aquí no pueden entrar, los
condenaos, condenaos se tiene que quedar por la eternidad. (A San Pedro) Anda a tu puesto y
no dejes entrar a nadie, a los que vayan llegando los entras por la puerta del servicio. Yo voy a
llamar a cierto cura malicioso y cierta monja la escribana, ese par me van a hacer un mandado.

(Salen San Pedro y Jesús. Entra la Narradora.)

NARRADOR: ¿Qué hubo mis fervientes peregrinos? Ese Peralta es un terrible. Y mi señor,
sabio en infinitud pues ha mandao llamar al cura y la tan escribana y entre los dos sacaron un
atril y el curita dictaba y la monja copiaba con que delicadeza, yo personalmente creo que solo
Dios sabe cuánto copio la monja, porque en el cielo no hay reloj. El hecho es que se demoró
muchisisimo,

(Entra Jesús seguido de un sequito de ángeles con trompetas, la Monja escribana y el Cura malicioso,
quienes traen un pergamino gigantesco enrollado.)

JESÚS: Toquen bando y que entre mi amigo Peralta, quien ha sido merecedor de semejante
bomba.

(Suenan tambores y asoma Peralta muy modesto y se para frente a Jesús.)

PERALTA: Honor que me hace, pero no merezco más que su mirada, excelencia.
JESÚS: Pongan cuidado pa que vean que la gloria no es cualquier cosa (Señalando a la monja)
Lee vos el escrito hija que tiene tan linda pronunciación.

MONJA: (Desenrollando el pergamino gigante pergamino) Tomas de Aquino y Teresa de Jesús,


mayores de edad, del vecindario del cielo y en plena facultad de nuestros sentidos y por
mandato del señor hemos venido a resolver un punto muy trabajoso. Don Antonio de Jesús y
para no extenderme “alias Peralta”, ha ganado la suma de 33´538.281.328 almas al patas,
apodao “ el diablo”. Lo ha hecho con total honestidad y sin trampa alguna. Pero a pesar de todo
esas almas no entran al cielo, ni porque nos sobornen… (Ríe) pero como todo tiene remedio,
hemos decidió lo siguiente: Todas las glorias que habían de recibir esas almas, se juntaron en
una sola gloria y se le meterán todita a Peralta… En cuanto al infierno: El artículo 2 del título
3 de la constitución del cielo, el infierno y otras potestades afirma que estos condenados no
volverán a las almas del infierno, sino a otro infierno de nuevo uso que vale lo mismo…

PERALTA: (Interrumpe) Pero su majestad se estaban achicharrando ¿Y ahora se van a rostizar,


pero en otro lao?

SAN PEDRO: Deja hablar que esto te conviene…

MONJA: …Continuo con la reforma (Carraspea) A la tierra en su defecto, serán echados


33´538.281.328 almas que mi compañero ha ganado, pero eso sí, esas almas aunque crean que
van pal cielo jamás lo verán, ya que están condenadas de por vida.

PERALTA: ¿Y no les vale ni el bautizo pa ser salvaos?

MONJA: (De mal humor) ¡NO! Atención no les valdrá bautismo, consagración, exorcismo, ni
otra cosa parecida.

PERALTA: Pero…

MONJA: … Pero nada… Si se mueren los cuerpos, las almas vendrán a otros y después a otros
y después a otros y otros y así hasta que el mismo día pa delante se pondrán a voltear en
redondo alrededor del infierno por secula, seculorum, AMEN.

ANGELES: AMEEEEN…

PERALTA: Padrecito Santo (Rezando) que mi hermana no cale entres esas almas, porque o si
no quien se la aguanta mandando a todos los demonios.

SAN PEDRO: Se descuida y se pone el infierno de ruana…

PERALTA: (Quitándose el sombrero, a Jesús) Sin más ni menos me gusto su decisión, sabia y
ortodoxa como todo lo suyo su majestad.

(Salen todos, queda solo Peralta, que habla sin parar, no se fija que todos salen.)

PERALTA: Pero sabe que va haber gente mala en la tierra, que le harán la vida un infierno a
otros que son gueniticos y santicos. (Mira hacia un lado y otro, se da cuenta que está solo.) He Ave
María y aquí ¿Qué pasó? ¿Quién apago la luz, qué se acabó la fiesta? Me quede solo como
volador son palo, será ¿Qué yo hablo más que perdido cuando aparece?

JESÚS: (Voz en off) Peralta…

(Peralta sorprendido mira haca todos lados para ver desde donde sale la voz.)
JESÚS: (Voz en off) Si yo soy descarrilao, otro como tú no nace, mira a tu alrededor, estás en
jurisdicción del cielo.

PERALTA: Si Mira! Paso un ángel volando y moviendo el traserito todo blanquito


(Asombrado) Mira la casa de la virgen, mira qué bonita y mira esta mano de balcones que estoy
divisando, son como en oro, y las chapas de las puertas son diamantes.

JESÚS: (Voz en off) Te parece bonito todo lo que ves y aun lo que no ves, esa es la gloria eterna
que no se improvisa, somos marca registrada número 1 en el mundo. Prepárate porque viene lo
mejor.

PADRE: (Voz en off) Pareces marranito estrenando lazo.

PERALTA: ¿Cómo dijo su excelencia?

PADRE: (Voz en off) Aquí meditando en voz alta, amigo. Puedes mirar pa acá, que aquí está tu
padre, el eterno celestial.

PERALTA: (Abre los ojos asombrado, mira hacia arriba.) Pero mira esa cosa tan grande. Ese es tu
trono, allá no llego ni con escalera.

PADRE: (Voz en off) Peralta hijo mi este es mi trono, a mi diestra esta Jesús y allá arriba el
Espíritu Santo.

PERALTA: Si míralo… Tiene es piquito de pa bajo y ese par de alitas, no se deberá llamar
espíritu santo sino palomita buena.

PADRE: (Voz en off) Hijo escoge el puesto que queras, ninguno ha ganao tan alto como voz,
porque tu sos la bondad, sos la humildad y también la caridad. Allá abajo fuiste un gusano
arrastrao por el suelo…

PERALTA: Ni me recuerde El apodito.

PADRE: (Voz en off) no ya no mas (Ríe) aquí sos el alma gloriosa que más ha ganao, escoge
puesto, no te humilles más que ya estas ensalzado.

PERALTA: Pues que le digo, escojo estar a su lado, y honor que me hace, le agradezco por
todo y utilizo mi última virtud… abran campo que allá voy…

(Peralta se achiquita tanto que queda muy ágil y se trepa en la cruz y allí queda por la eternidad.)

NARRADOR: Como lo vieron, Peralta quedó a la diestra de Dios padre por toda la eternidad y
como tenía tiempo para molestar, no dudo en hacerlo con San Pedro. (Ríe) Y como dijeron por
ahí, colorín colorado esta historia se acabó que venga el vino y un refajo que estoy que me los
bajo. Botín colorado perdonen lo malo que haya estado.

(Sale San Pedro corriendo.)

SAN PEDRO: Peralta, ven pa acá, las llaves de la puerta.

PERALTA: (Voz en off) Ahí va Pedrito por todo lo que me molestaste, así que búscalas hasta
que te volvas un traste. Y hasta luego amiguitos…
Colorín colorado,
este cuento se ha acabado.

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