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semántica, la estilística y la retórica, así como por el estudio de
géneros específicos, como los de la argumentación y la narración
de historias. También se mostró que, además de estos enfoques
estructurales más abstractos, el discurso puede estudiarse en térmi-
nos de los procesos cognitivos (mentales) concretos de su producción y
comprensión por los usuarios del lenguaje.
En el ejemplo de la alocución del diputado Rohrabacher, un
enfoque de este tipo explicaría cómo sus oraciones se relacionan
semánticamente, por ejemplo, mediante la referencia a diferentes
aspectos de la legislación. Señalaría los recursos retóricos de la re-
petición, la ironía y la metáfora (como "estar atrapados en la pobre-
za"), o las implicaciones estilísticas de utilizar expresiones populares
(como "ying-yang") en el habla formal. Por supuesto prestaría una
especial atención a las estructuras de la argumentación que tan
típicamente caracterizan los discursos en el Congreso, y a muchas
otras dimensiones de la estructura que organizan ese fragmento,
como también al texto y al habla en general. Desde otra perspectiva,
un estudio cognitivo examinaría el conocimiento, las actitudes y otras
representaciones mentales que tienen un papel en la producción y
comprensión de su discurso, y cómo este influiría sobre las opiniones
de su auditorio sobre la legislación de los derechos civiles.
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punto de vista más activo. Por ejemplo, las historias y los argumentos
no sólo tienen estructuras abstractas e involucran procesos y repre-
sentaciones mentales (como conocimientos), sino que son, al mismo
tiempo, u n a dimensión de los actos comunicativos de narración y
argumentación realizados por usuarios reales del lenguaje en situa-
ciones reales, como es el caso de los representantes que argumentan
en contra de la legislación de los derechos civiles en la Cámara.
Del mismo modo, también el orden de palabras, el estilo y la
coherencia, entre muchas otras propiedades del discurso, pueden
describirse no sólo como estructuras abstractas, como se hace en
lingüística, sino también en términos de las realizaciones estratégicas
de los usuarios del lenguaje en acción: por ejemplo, los hablantes y
escritores están permanentemente ocupados en hacer que sus discur-
sos sean coherentes. Lo que es válido en lo referente a las estructuras
del discurso lo es también para su procesamiento mental y para las
representaciones requeridas en la producción y la comprensión: la
cognición tiene u n a dimensión social que se adquiere, utiliza y
modifica en la interacción verbal y en otras formas de interacción.
Los u s u a r i o s del l e n g u a j e y el c o n t e x t o
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Como también ocurre con el diputado Rohrabacher en la Cáma-
ra, los hablantes por lo general realizan sus acciones en diferentes
marcos comunicativos, sobre la base de diversas formas de conoci-
miento social y cultural y otras creencias, con distintos objetivos,
propósitos y resultados. El discurso usualmente muestra o señala
estas características: en relación con sus contextos, se dice que el
habla y el texto son indicativos. Por ejemplo, los modos de tratamiento
formal en la Cámara de Representantes pueden indicar precisamente
la formalidad de ese suceso legislativo. En síntesis, el discurso
manifiesta o expresa, y al mismo tiempo modela, las múltiples
propiedades relevantes de la situación sociocultural que denomina-
mos su contexto.
Estos ejemplos de lo que constituye típicamente el contexto del
discurso muestran también que el análisis del contexto puede ser tan
complejo y con tantos niveles como el análisis del propio texto o habla.
Mientras que las estructuras de una conversación informal entre
amigos pueden estar controladas sólo por unos pocos parámetros
contextúales (como el marco, su conocimiento y sus papeles sociales
como amigos), es posible que sea necesario analizarlos noticiarios, los
debates parlamentarios y las interacciones en las salas de tribunales
en relación con elaboradas condiciones y consecuencias sociales,
políticas y culturales.
Jerarquías de la acción
Cuando hablamos o escribimos, por supuesto llevamos a cabo
actos de escritura y habla, pero lo importante es que de ese modo
realizamos actos como hacer aseveraciones y acusaciones, responder
preguntas, defendernos, ser corteses, o emplear estrategias de
autopresentación positiva. Esto es, el discurso puede estar constituido
por una compleja jerarquía de diferentes actos en distintos niveles de
abstracción y generalidad, por lo cual hacemos X mediante o mientras
hacemos Y. En nuestro ejemplo, mientras el diputado Rohrabacher
realiza su alocución, al mismo tiempo representa al Estado de
California, argumenta en contra de un proyecto de ley y defiende la
posición del Partido Republicano.
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y paciente, entre docente y estudiante, así como un debate parlamen-
tario o una audiencia judicial no sólo son formas complejas de diálogo
institucional; también constituyen o son partes inherentes de las
prácticas discursivas y sociales más complejas de la atención médica,
la enseñanza, la legislación o "hacer" justicia. De modo similar, una
conversación cotidiana informal acerca de la inmigración puede ser
parte de la práctica social compleja de comunicar estereotipos étnicos,
una práctica que a su vez puede contribuir a la reproducción del
sistema social del racismo.
Entonces, al argumentar en contra de la extensión de la legisla-
ción de derechos civiles, el diputado Rohrabacher sirve a los intereses
de la comunidad comercial (también al abogar en forma explícita por
la "expansión del comercio") al mismo tiempo que contribuye a la
perpetuación de la desigualdad étnica y de los sexos en los Estados
Unidos. Por supuesto, lo hará a la vez que niega hacerlo, esto es,
mientras se presenta a sí mismo bajo una luz positiva de preocupación
por la "subclase de personas de todas las razas atrapadas en la
pobreza".
Estos ejemplos muestran que el estudio del discurso como acción
puede concentrarse en los detalles interactivos del habla (o del texto
escrito), pero además puede adoptar una perspectiva más amplia y
poner en evidencia las funciones sociales, políticas o culturales del
discurso dentro de las instituciones, los grupos o la sociedad y la
cultura en general. Como en el caso de las jerarquías de acción,
podemos aquí hablar también de una jerarquía de funciones: una
aserción puede funcionar como un veredicto cuando la realiza, en un
momento apropiado, un jurado en los tribunales, o un fallo en el caso
de un juez, y ese veredicto o fallo puede a su vez funcionar como una
forma de impartir justicia (o injusticia) en un sistema legal específico.
Debe tenerse presente, sin embargo, que aunque nuestro análi-
sis puede identificar diferentes actos o funciones sociales en diversos
niveles, los usuarios del lenguaje "hacen" todas esas cosas al mismo
tiempo, a veces, incluso, sin percatarse de ello. Un enfoque social
integrado hacia el discurso no debería excluir uno de estos niveles por
ser menos relevante o menos social. Por ejemplo, "hacer justicia" no se
limita a procesos judiciales y sus acusaciones o sentencias, sino que
también involucra tomar turnos, formular preguntas, hacer acusacio-
nes, describir acciones pasadas, utilizar un estilo legal, etc. Las
microacciones más detalladas de las prácticas sociales complejas son
también actos sociales por derecho propio: son actos mediante los
cuales se realizan las prácticas sociales de nivel superior.
Es decir, tanto los aspectos más locales como los más globales del
discurso participan en la realización de las prácticas sociales. De esta
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forma, en el análisis social del discurso también encontramos que la
realidad social puede estar constituida y ser analizada en cualquier
punto desde un nivel de descripción más micro hasta uno más macro;
por ejemplo, como los (detalles de) actos y la interacción entre los
actores sociales, o como lo que "hacen" instituciones o grupos comple-
tos y cómo ambos contribuyen así a la producción y reproducción (o
desafío) de la estructura social. En nuestro ejemplo, el discurso del
diputado Rohrabacher es, en el micronivel, constitutivo de un debate
de la Cámara de Representantes; este último es, a su vez, en un
macronivel, parte de los actos de legislación y gobierno. No obstante,
como es además el caso en este volumen, diferentes investigadores
pueden, por supuesto, en cualquier momento dado concentrarse en los
niveles micro o macro del discurso y la organización social. Cada vez
más, sin embargo, el análisis social del discurso se ocupa precisamen-
te de las interrelaciones entre las propiedades locales y globales del
texto y el habla social.
Objetivos
Tenemos en este momento una primera impresión de una dimen-
sión crucial del análisis del discurso, el hecho de que el discurso
debería estudiarse no sólo como forma, significado y proceso mental,
sino también como estructuras y jerarquías complejas de interacción
y prácticas sociales, incluyendo sus funciones en el contexto, la
sociedad y la cultura.
Los capítulos que siguen proporcionan los detalles de algunos de
los enfoques principales del estudio del discurso en la sociedad. Con
el fin de facilitar la comprensión de ciertos conceptos, presuposiciones,
inquietudes y objetivos de esos capítulos, trataré de ir más allá de la
"primera impresión" dada antes e introducir brevemente algunos de
los conceptos fundamentales utilizados en el análisis sociocultural del
discurso, incluyendo enfoques no representados en este volumen.
El objetivo de este estudio conceptual es analizar nociones que
son necesarias para establecer vínculos teóricos entre el discurso y la
sociedad. Por supuesto, podemos simplemente seguir al sentido co-
mún y conjeturar que el discurso es una forma de acción e interacción
y, por lo tanto, declarar que el discurso es social. Pero los pocos
ejemplos a los que brevemente hicimos referencia más arriba sugieren
que los vínculos entre el discurso y la sociedad son mucho más
complejos y requieren un análisis teórico por derecho propio. Los
conceptos seleccionados para su análisis ulterior fueron elegidos
debido a que surgen regularmente en varios capítulos de este volumen
y en muchas otras perspectivas sociales del discurso:
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1. Acción. Definimos el discurso como acción, pero ¿qué es exac-
tamente la acción y qué hace que los discursos sean una forma de
interacción social?
2. Contexto. El análisis social del discurso estudia típicamente el
discurso en contexto. Sin embargo, aunque utilizada con frecuencia,
la noción de contexto no siempre se analiza con tanto detalle como el
texto y el habla, si bien los contextos son, para decirlo de algún modo,
la interfaz entre el discurso como acción por un lado y las situaciones
y estructuras sociales por el otro. Entonces, ¿qué es exactamente el
contexto?
3. Poder. Tanto la acción como los contextos del discurso poseen
participantes que son miembros de diferentes grupos sociales. El poder
es una noción clave en el estudio de las relaciones grupales en la
sociedad. Si alguna característica del contexto y de la sociedad en
general tiene efectos sobre el texto y el habla (y viceversa), esa caracte-
rística es el poder. Por lo tanto, es importante analizar brevemente esta
noción fundamental, en especial para los enfoques más críticos del
discurso.
4. Ideología. En otro nivel, las ideologías también establecen víncu-
los entre el discurso y la sociedad. En un sentido, las ideologías son la
contraparte cognitiva del poder. Como en el caso del conocimiento
social, las ideologías supervisan cómo los usuarios del lenguaje
emplean el discurso en tanto miembros de grupos u organizaciones
(dominantes, dominados o competidores), y de ese modo también
tratan de realizar los intereses sociales y resolver los conflictos
sociales. Al mismo tiempo, el discurso es necesario para la reproduc-
ción de las ideologías de un grupo.
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Acción
Pocas nociones se utilizan más frecuentemente en este volumen
que los conceptos de acto, acción e interacción. Como ocurre con la
propia noción de discurso (véase el cap. 1, vol. 1), estas nociones no
resultan problemáticas en sus usos cotidianos de sentido común, pero
en la teoría se vuelven relativamente complejas tan pronto como
comenzamos a examinarlas más de cerca.
Intencionalidad
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mente y con un propósito determinado. Estas acciones pueden tener
propiedades muy diferentes, pero todas son actos comunicativos.
Aunque las intenciones y los propósitos suelen describirse como
representaciones mentales, también son socialmente relevantes por-
que se manifiestan como actividad social y porque nos son atribuidos
por otros que interpretan esa actividad: es así como los otros nos
interpretan o definen como personas más o menos racionales y, al
mismo tiempo, como actores sociales.
Perspectiva
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inferidas como acciones a partir de lo que se dice, se muestra o se
exhibe concretamente. En esta clase de análisis, lo que prevalece suele
ser la perspectiva y la interpretación del otro: la actividad discursiva
se vuelve socialmente "real" si tiene consecuencias sociales reales.
De este modo, las personas hacen muchas cosas "con" el discurso
de las que no se percatan, que no son su intención, que están más allá
de su control o que sólo son interpretadas de esa manera por otros.
Como ocurre con toda acción social, podemos, sin embargo, ser
responsables de algunos de esos actos menos intencionales, simple-
mente porque podríamos o deberíamos haber sabido acerca de sus
posibles o probables consecuencias sociales si hubiésemos pensado en
ellas un poco más. En nuestro ejemplo, el diputado Rohrabacher
negará por supuesto que su discurso contribuya a la desigualdad
social, pero le sería mucho más complicado argüir en contra del hecho
de que si este proyecto de ley de derechos civiles no se aprueba, será
mucho más difícil combatir en los tribunales la discriminación étnica
y sexual en los Estados Unidos que si se lo adoptase.
Puede esperarse, entonces, que los hablantes piensen los alcan-
ces y consecuencias más probables para los otros de lo que hacen con
su habla y textos. La responsabilidad de la acción discursiva puede
involucrar normas y valores acerca de cuan "reflexivos" deberíamos
ser. En síntesis, las intenciones y propósitos que se atribuyen al
discurso pueden tener un alcance variable: algunas consecuencias de
los textos escritos y el habla son concreta e inherentemente (entendi-
das como) intencionales, con un propósito y bajo el control del hablan-
te, mientras que otras lo son menos.
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asimismo entenderse como acciones. Para realizar el discurso como
acción social, necesitamos llevar a cabo no sólo actos ilocutivos (o actos
de habla) como aserciones y promesas, sino también actos locutivos o
actos gráficos concretos de habla o escritura, además de actos
proposicionales tales como significar algo cuando hablamos o escribi-
mos (véase el cap. 2, vol. 2, por Shoshana Blum-Kulka).
Ahora bien, ¿qué sucede con los detalles de la pronunciación, de
la sintaxis y de la semántica? ¿"Tener acento" es un acto, o más bien
algo que nos ocurre (aunque a veces podamos conscientemente "hacer"
un acento)? Lo mismo podemos preguntarnos acerca de "utilizar" un
orden de palabras específico, o seleccionar una palabra determinada,
o establecer coherencia, o tomar el turno siguiente en una conversa-
ción. En otras palabras, cuando analizamos los actos discursivos
globales en sus componentes, no siempre finalizamos con actos que
son (entendidos como) intencionales, aunque podamos hacerlos
intencionalmente en algunas situaciones. Esto es, en el análisis del
discurso como acción, podríamos suponer algún nivel de acciones
básicas (componentes), por debajo del cual la actividad lingüística o
mental ya no es intencional sino más o menos automática y por
"debajo" de nuestro control.
Interacción
El próximo paso hace que las cosas sean aun más complejas: ¿en
qué momento las acciones de diversas personas se definen como
interacción, y no simplemente como actos subsiguientes pero no
relacionados de diferentes personas? Nuevamente, ¿las personas
deben interactuar con una intención determinada y tener el propósito
de actuar con, para o en contra de alguien más? ¿Debemos estar
conscientes de la otra persona, y escucharla o verla concretamente?
¿Debemos comprender las acciones del otro para interactuar con él o
ella? ¿Cómo sabemos lo que otros quieren o se proponen, y cómo
manejamos ese conocimiento mutuo? ¿Deben los otros cooperar, al
menos en algunos aspectos? Y si así es, ¿cuáles son las reglas o
criterios de esa cooperación? ¿Los otros deben reaccionar a nuestro
acto antes de que nosotros podamos hablar de interacción? Por
ejemplo, ¿saludar a otra persona es una forma de interacción si el otro
no nos saluda o no se da por enterado? Si los actores sociales actúan
con y para los demás, ¿cómo consiguen coordinar exactamente esas
acciones en una interacción? Y ¿cuándo comienza o finaliza exacta-
mente la interacción? ¿Debe ser en la misma situación, y más o menos
al mismo tiempo? Una respuesta el próximo año a una pregunta
formulada hoy, ¿todavía es parte de la "misma" interacción? Si todos
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los oyentes del diputado Rohrabacher se retiran, pero él continúa
hablando, ¿aún podemos calificar su discurso como una contribución
a un debate y considerar que incluso hay una sesión en la Cámara?
No podemos responder a todas estas preguntas aquí, pero ellas
sugieren que algunas de las nociones familiares utilizadas en este
libro requieren un profundo análisis conceptual, cognitivo, social y
cultural, un análisis que, sin embargo, sólo podemos ofrecer parcial-
mente en un texto introductorio. Nuestros primeros pasos en el
análisis de la acción y las preguntas siguientes acerca de las comple-
jidades ulteriores en la definición de interacción únicamente mues-
tran que nuestra afirmación inicial, en apariencia no problemática, de
que el discurso es una forma de acción e interacción social involucra
mucho más que el sentido común.
Contexto
Más arriba, así como se hará en los capítulos que siguen, se
utilizó muchas veces la noción de contexto. Según ya señalamos, este
concepto tampoco es tan evidente como podrían sugerir sus usos de
sentido común en la vida cotidiana. Intuitivamente, el contexto parece
implicar algún tipo de entorno o circunstancias para un suceso, acción
o discurso. Algo que necesitamos saber para comprender en forma
apropiada el suceso, la acción o el discurso. Algo que funciona como
trasfondo, marco, ambiente, condiciones o consecuencias.
En el estudio del discurso como acción e interacción, el contexto
es crucial. La distinción principal entre el análisis abstracto del
discurso y el análisis social del mismo es que el segundo toma en
cuenta el contexto. Se sugirió provisionalmente que este contexto
puede involucrar parámetros como los participantes, sus roles y
propósitos, además de propiedades de un marco, como el tiempo y el
lugar. El discurso se produce, comprende y analiza en relación con las
características del contexto. Por lo tanto, se interpreta que el análisis
social del discurso define el texto y el habla como situados: describe el
discurso como algo que ocurre o se realiza "en" una situación social.
Sin embargo, no todas las propiedades de una situación social
son parte del contexto de un discurso. Los participantes humanos
parecen ser elementos cruciales del contexto, y también lo son
algunos de sus roles de acción, tales como ser hablantes o receptores
de actos verbales. Otras propiedades de los participantes son frecuen-
temente (pero no siempre) relevantes, tales como ser hombre o mujer,
ser joven o viejo, o tener poder, autoridad o prestigio. Consideramos
que estas propiedades son contextúales porque pueden influenciar la
producción o interpretación de (las estructuras de) el texto y el habla;
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por ejemplo, pueden tener influencia en el uso de pronombres o ver-
bos especiales, en la elección de temas o en el empleo de formas de
cortesía. En síntesis, podemos, en forma provisional, definir el
contexto como la estructura de aquellas propiedades de la situación
social que son sistemáticamente (es decir, no casualmente) relevantes
para el discurso. Examinemos algunas de estas características rele-
vantes del contexto.
Participantes
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Marco
Utilería
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vuelven partes definitorias del contexto sólo cuando su presencia está
sistemáticamente marcada en la interacción verbal o en los géneros
discursivos de esas situaciones. Por supuesto, no basta con hablar
acerca de ellos, porque en ese caso cualquier cosa de la que pudiera
hablarse sería parte del contexto. La relevancia sistemática significa,
entonces, que se requieren propiedades estructurales especiales del
habla, como un orden de palabras diferente, un estilo diferente, actos
de habla especiales, etc. en presencia de esos objetos de la situación.
Es así como las reuniones o sesiones sólo pueden finalizar con
una fórmula especial y el uso de un mazo; bautizar a una persona
requiere agua (bendita); y bautizar un barco, una botella de cham-
paña. Probablemente un teléfono sea crucial en el contexto de una
conversación telefónica, y una terminal de ordenador o PC sea
relevante como parte del contexto de interacción mediante el correo
electrónico. El diputado Rohrabacher casi seguramente habla a tra-
vés de un micrófono, como lo hacen la mayoría de los oradores ante
grandes auditorios. Sin embargo, por definición, la presencia de
micrófonos es una característica contextual sistemática de un debate
parlamentario sólo si tienen un papel en la propia organización del
discurso. En el Parlamento holandés, por ejemplo, existe un micrófono
especial, llamado el "micrófono de interrupción" que parece tener
exactamente el papel que su nombre indica: sirve para permitir
cambios especiales de turnos, esto es, interrupciones.
Acción
Conocimiento e intencionalidad
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de habla y texto estudiados en este volumen se analizan en relación
con su funcionalidad contextual en este nivel superior.
Sin que intentemos dar cuenta de todos los detalles posibles del
contexto, esta exposición confirma lo que supusimos más arriba: el
análisis del contexto puede ser tan complejo como el propio análisis del
discurso. Según la perspectiva teórica que adoptemos, podemos li-
mitar la definición del contexto a un pequeño número de característi-
cas estrictamente relevantes de los participantes o extenderla al
marco y otros actos.
Pero no existe, por supuesto, ningún límite a priori sobre el
alcance y nivel de lo que puede considerarse contexto relevante: una
sentencia se define como parte de un juicio, que, sin embargo, a su vez,
toma su significado social y legal en un sistema de justicia, y lo mismo
ocurre para la enseñanza en la educación y para los debates parlamen-
tarios en la legislación y, en términos más amplios, dentro de un
sistema democrático. Consideramos que un discurso puede proponer-
se y entenderse como una parte crucial de una campaña que a su vez
tiene funciones en un sistema electoral, etc. Consideramos que un
discurso como el del diputado Rohrabacher, además de contribuir al
acto de nivel superior legislativo, también contribuye de un modo
específico a las relaciones raciales y de géneros en los Estados Unidos.
La interpretación de que su discurso es prejuicioso sólo tiene sentido
dentro de ese contexto más amplio. En otras palabras, los contextos
toman naturalmente su lugar en configuraciones, estructuras y siste-
mas institucional y socialmente complejos.
Construcción de contextos
Existen otros dos aspectos del análisis del contexto que debemos
considerar. Primero, los contextos no están más "fijos" o "determina-
dos" que el propio discurso. Pueden ser flexibles y cambiantes, y puede
ser necesario negociarlos, especialmente en la interacción conversa-
cional (véase el cap. 3, de Anita Pomerantz y B. J. Fehr). Los discursos
pueden estar condicionados por los contextos, pero también ejercen
influencia sobre ellos y los construyen. Esto es, los discursos son una
parte estructural de sus contextos, y sus estructuras respectivas se
influyen mutua y continuamente.
En segundo lugar, los contextos, al igual que el discurso, no son
objetivos, en el sentido de que están constituidos por hechos sociales
que todos los participantes interpretan y consideran relevantes de la
misma manera. Son interpretados o construidos, y estratégica y
continuamente producidos como hechos relevantes por y para los
participantes.
Desde una perspectiva más cognitiva, podríamos decir que los
contextos son construcciones mentales (con una base social), o modelos
en la memoria. Como el significado y otras propiedades del discurso
también se manejan mentalmente, esto explica el vínculo fundamen-
tal entre el discurso y el contexto: en tanto representaciones subje-
tivas, los modelos mentales de los contextos pueden así supervisar
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directamente la producción y la comprensión del habla y el texto. Sin
esta subjetividad de los usuarios del lenguaje y sus mentes, los
"mismos" contextos sociales tendrían el mismo efecto sobre todos los
usuarios del lenguaje involucrados en la misma situación, lo que
obviamente no ocurre. Es decir, además de su definición social
acostumbrada, los contextos también necesitan una definición cogni-
tiva que permita dar cuenta de la variación personal y la subjetividad,
además de explicar el modo en que las estructuras sociales pueden
influir sobre las estructuras discursivas 'por medio de' la mente de los
miembros sociales.
Es trivial decir que los hechos sociales objetivos de mi edad o
profesión no causan que mis interlocutores utilicen pronombres de
tratamiento corteses. Más bien, son su interpretación de base social,
pero subjetiva, o la construcción de estos "hechos" sociales los que se
utilizan como razones de su cortesía. En este punto la cognición y el
contexto se unen y se vuelven mutuamente relevantes. De allí,
también, la frecuente referencia en los capítulos de este volumen al
hecho de que los usuarios del lenguaje no sólo emplean el discurso y
de ese modo actúan en alguna situación, sino que básicamente
intentan darle un sentido.
Para concluir, debe hacerse hincapié en que los contextos pueden
requerir más componentes que los expuestos más arriba. No es
teóricamente evidente que debamos considerar algunos de estos
componentes como propiedades del discurso o de su contexto. Consi-
dérese la modalidad de la comunicación; por ejemplo, si el discurso es
oral o escrito (o está grabado en un disco) y, ciertamente, todo el
"entorno" (multimedia) del habla o el texto escrito. Lo mismo podemos
preguntarnos acerca de los géneros del discurso, como las historias, los
informes periodísticos o las conversaciones cotidianas. ¿Y qué hay de
las reglas y normas que gobiernan el discurso? Si interpretamos las
reglas como sociales, entonces podrían ser parte del contexto social
global, pero si las interpretamos como alguna especie de conocimien-
to, también podemos considerarlas como (socialmente compartidas,
pero) propiedades mentales de los participantes. En síntesis, algunas
propiedades del discurso situado podrán ser parte de una teoría del
contexto y otras de una teoría de la estructura del discurso, depen-
diendo de nuestra perspectiva o encuadre teórico. Por supuesto,
algunas teorías podrán considerarlas como propiedades de la relación
entre el discurso y el contexto.
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Poder
Uno de los conceptos que organiza muchas de las relaciones entre
el discurso y la sociedad es el de poder. Varios capítulos de este
volumen tratan implícita o explícitamente este concepto, por ejemplo:
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