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Glóbulos rojos o eritrocitos.

Los eritrocitos tienen la forma de pequeños discos con hendiduras. Son flexibles, es
decir, pueden doblarse con facilidad para circular por los vasos sanguíneos más
estrechos.
A diferencia de otras células, los eritrocitos no tienen núcleo. Lo que sí tienen es
hemoglobina, una proteína encargada de transportar el oxígeno a través de la sangre, y
es además la responsable del color rojo de la sangre.
Glóbulos blancos o leucocitos.
Son las células encargadas de defender al organismo de las infecciones y ayudar a
eliminar los residuos y desechos de los tejidos. Se producen y se almacenan en la
médula ósea y salen a la sangre cuando el organismo los necesita. La cifra normal de
glóbulos blancos es de 5.000 a 10.000 por milímetro cúbico.

Eosinófilos.
Los eosinófilos son granulocitos (glóbulos blancos que contienen gránulos en su
citoplasma) derivados de las mismas células progenitoras que los monocitos-
macrófagos, los neutrófilos y los basófilos. Son un componente del sistema inmunitario
innato. Los eosinófilos tienen una variedad de funciones, incluyendo defensa contra
infecciones parasitarias, defensa contra bacterias intracelulares, modulación de las
reacciones de hipersensibilidad inmediata.

Los eosinófilos son especialmente importantes en la defensa contra infecciones


parasitarias. Sin embargo, si bien las infecciones helmínticas suelen acompañarse de
eosinofilia y los eosinófilos son tóxicos para los helmintos in vitro, no hay ninguna
evidencia directa de que destruyan parásitos in vivo.

Basófilos.

Los basófilos, o leucocitos basofílicos, son granulocitos no fagocíticos cuyos gránulos


citoplasmáticos liberan substancias que defienden al organismo de endo y
ectoparásitos, y que son importantes en la inflamación y las alergias. Son los más
pequeños (5–15 μm de diámetro) y menos numerosos (0–2%) de los leucocitos
(glóbulos blancos).

Linfocitos.

Los linfocitos son células que circulan en la sangre y son parte del sistema
inmunológico. Hay dos tipos principales de linfocitos: células T y células B. Las células
B producen anticuerpos los cuales se unen y destruyen los virus o las bacterias
invasoras. Las células T son combatientes directos de los invasores extraños y también
productoras de citoquinas, las cuales son sustancias biológicas que ayudan a activar
otros componentes del sistema inmunológico, uno de los cuales son los macrófagos.
Dichos macrófagos actúan limpiando los restos de los invasores y el tejido muerto
después de una respuesta inmune.

Monocito.

Los monocitos son un tipo de glóbulo blanco presente en la sistema sanguíneo. Estas
células, son los leucocitos de mayor tamaño y representan casi el 8% de la célula
blanca que recorre el torrente sanguíneo. Su función principal es proteger y defender al
sistema inmune ante cualquier enemigo. Además, están destinados a eliminar
microorganismos invasores y cualquier célula muerta.

Su composición inicia en la médula ósea, tienen un tiempo aproximado de 8 horas en


la sangre, hasta que se impregnan en varios tejidos y órganos como el hígado,
pulmones y el bazo. Este proceso los convierte en macrófagos. El tiempo total de vida
productivos que tienen es de 4 días.

Plaquetas

Las plaquetas conocidas también como trombocitos, son células que viven en el
torrente sanguíneo, se producen en la médula ósea y tienen un tiempo de vida de entre
8 y 12 días. Ayudan a la coagulación correcta de la sangre y a reconstruir vasos
sanguíneos que han sido dañados.

Reaccionan rápidamente cuando el cuerpo recibe algún tipo de daño, pues ayudan a
detener las hemorragias. El trabajo de esta célula en la sangre, es de suma
importancia, es por ello que la alteración de las mismas puede desencadenar varias
enfermedades, problemas de coagulación y sanguíneos.

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