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Fenomenología del Lenguaje Religioso - Módulo 1 – 1° Semana

MATERIAL DE AUTORA

Unidad 1
La hermenéutica del símbolo, ¿pura fantasía?

¡Bienvenidas y bienvenidos a esta aventura de descubrir el símbolo a


través de las estructuras que le dan origen y su relación con lo
sagrado! Esta es nuestra primera semana y espero que les interese y
que tengan ganas de recorrer conmigo este camino. ¡Creo que es una
buena propuesta! Empecemos con algunos elementos de apertura a
nuestro curso.

El símbolo, joya poco valorada por los que


rechazan todo cuanto no responde a los
postulados del racionalismo estricto es, sin
embargo, paradigma del ser y posibilita,
en cierto modo, que las cosas sean. El
símbolo nos remite a lo atemporal y supra
conceptual. Por eso se lo llama idea-
fuerza. Funciona como un engranaje.

El símbolo es factor de esencia y por ello está en el umbral del no ser.


Ver el símbolo supone por lo tanto morir o, quizás despertar de nuevo
al olvido, “esta otra forma de la memoria”, como decía Jorge L.
Borges. Olvido del mundo y de cuanto sabemos, retorno del no saber,

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de la infancia, del silencio, del misterio que literalmente significa


quedarse mudo ante lo inefable, la absoluta trascendencia de lo
humano inscrita en el corazón de todas y todos.

A lo largo del día y de la noche, en el lenguaje, los gestos o los


sueños cada uno de nosotros/as, nos demos cuenta o no, utiliza los
símbolos. Dan rostro a los deseos, modelan un comportamiento,
invitan a ciertas aventuras, vocaciones y voluntades. Su formación,
2 disposición e interpretación interesa a numerosas disciplinas: la
historia de las civilizaciones, la de las religiones, la lingüística, la
antropología cultural, la crítica del arte, la psicología, el psicoanálisis
y así podríamos seguir enumerando. Incluso, puedo añadir a esta
lista, sin agotarla por eso, las técnicas de venta, la propaganda y la
política. ¿Un ejemplo? Se van a reír, pero este es un ejemplo
ocurrente, ¿no les parece? Acá va:

Pero vuelvo a lo que nos convoca.

Como veremos más adelante, trabajos recientes y cada vez más


numerosos avanzan en el estudio e investigación de las estructuras
de lo imaginario y la función simbolizante de la imaginación. La
expresión simbólica traduce el esfuerzo humano para descifrar y
dominar un destino que se le escapa a través de las oscuridades que
lo envuelven. Por eso, lo imaginario, la imaginación creadora, la
simbólica, la fantástica trascendental son denominaciones que
intentan explicar las posibilidades que las personas tenemos de
trascender a través de los símbolos. Como decía maravillosamente
Paul Ricoeur “el símbolo da qué pensar”, título del epílogo de su libro
Finitud y Culpabilidad.

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¡Y vaya que da que pensar! Porque no hacemos más que producir


sentido, transitar los caminos de la hermenéutica, ejecutar sin darnos
cuenta (y muchas veces) la polifonía de nuestro ser. ¿Qué quiero
decir con ello? Que las
posibilidades (¡no alternativas!)
de las manifestaciones de lo
simbólico son como esa música
que combina los sonidos de
3 varias voces o instrumentos
simultáneos de manera que
forman un todo armónico. Y hablando de polifonía, bien vale citar
estas hermosas palabras de Gastón Bachelard escritas en El Agua y
los Sueños:”Si no existiesen en las voces de la naturaleza semejantes
repeticiones de onomatopeyas, si el agua que cae no repitiera los
acentos del mirlo cantor, parecería que no podríamos escuchar
poéticamente las voces naturales. El arte necesita instituirse sobre
los reflejos, la música necesita instituirse sobre los ecos. Se inventa
imitando”. ¿Hermoso, no?

Este curso podría servir para ustedes y para mí como un hilo de


Ariadna, una madeja que puede guiarnos en los
tenebrosos codos del laberinto. Quiero invitarlos
a soñar sobre los sueños y a descubrir en esas
constelaciones imaginarias el deseo, el temor, la
ambición, la felicidad que dan a la vida su
sentido al secreto.

Los temas imaginarios, que son los que yo


llamaría el dibujo o la figura del símbolo (el tambor, la puerta, el
toro) pueden ser universales, atemporales o estar arraigados en las
estructuras de la imaginación humana. Pero su sentido puede ser
muy distinto según los contextos, las sociedades, las culturas. Por
eso, la interpretación del símbolo debe inspirarse no solo en la figura,
sino en su movimiento, en su medio cultural y en su papel particular
hic et nunc, o sea en el aquí y ahora. Puede servir este ejemplo: el
león perseguido por un arquero en una escena de caza babilónica, no
tiene necesariamente el mismo sentido que el león de las visiones de
Ezequiel. Nos esforzamos en buscar el matiz, la cifra propia al mismo
tiempo que el denominador común.

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No obstante, pongo atención en lo siguiente: nos guardaremos de


particularizar en exceso así como de generalizar con
demasiada rapidez. Dos efectos éstos, mortales para el
estudio del símbolo.

1. Aproximaciones terminológicas
Como ustedes podrán advertir e imaginar, el uso de la palabra
4
símbolo conlleva variaciones de sentido considerables. Entonces, para
distinguir y diferenciar la terminología que se usa, me interesa ahora
precisar bien el símbolo e imagen simbólica de otros términos,
vocablos y conceptos con los que se confunden demasiado a menudo.
¡Atentos y atentas acá! Es por estas confusiones que el
símbolo se degrada, se vuelve anodino, se vulgariza y deja
de ser idea-fuerza. Veamos:

El emblema es una figura visible adoptada convencionalmente para


representar una idea, un ser físico o moral. Por ejemplo: la bandera
es el emblema de la patria; los laureles, de la gloria.

El atributo es una realidad o imagen que sirve de signo distintivo a


una persona o a una comunidad. Así, las alas son el atributo de una
empresa aérea: la clava de Hércules, la balanza de la justicia. Es
decir, un accesorio característico elegido para designar el todo.

La alegoría es una figuración sobre una forma casi siempre humana,


animal o vegetal, de una hazaña, de una situación, de una virtud, de
un ser abstracto como una mujer alada es la alegoría de la victoria o
un cuerno de la abundancia es la alegoría de la prosperidad. Voy a
ampliar este último concepto recurriendo al filósofo e islamólogo
Henry Corbin quien afirmaba que la alegoría es una operación
racional, sin implicar un paso a un nuevo plano del ser, ni a una
nueva profundidad de la conciencia. Se los digo de otro modo: es la
figuración, a un mismo grado de conciencia, de aquello que ya puede
ser muy bien conocido de otra manera.

Vale la pena hacer esta aclaración, porque el símbolo anuncia otro


plano del ser distinto de la razón. El símbolo es la cifra de un
misterio, el único medio de decir aquello que no puede ser
aprehendido de otro modo.

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La metáfora es una operación lingüística que compara dos seres o


dos situaciones. Por ejemplo: la elocuencia del orador es un diluvio
verbal.

La analogía es una relación entre seres o nociones esencialmente


diferentes, aunque parecidas en cierto aspecto. La cólera de Dios, por
ejemplo, no tiene más que una relación de analogía y es con la cólera
humana. Acá ponemos una luz amarilla y decimos que el concepto de
5 analogía es el razonamiento proclive a innumerables confusiones 5
respecto del tema nodal de nuestro curso.

La parábola es un relato poseedor de un sentido en sí mismo pero


destinado a sugerir más allá de su sentido inmediato una lección
moral, por ejemplo, la parábola de la buena semilla caída sobre
diferentes tierras.

La fantasía es esa facultad humana que permite representar


mentalmente sucesos, historias o imágenes de cosas que no existen
en la realidad o que son o fueron reales pero no están presentes.
¡Dejar volar la fantasía! Un consejo muy común que solemos
escuchar y aconsejar. La fantasía (idea, deseo, cosa, historia) solo
existe en la mente de quien la imagina: "los gigantes y encantadores
eran fantasías de don Quijote".

El apólogo es una fábula didáctica breve o una ficción cuya función


es comunicar una cierta enseñanza, utilizando el recurso de una
situación imaginaria. Este cuento apólogo árabe puede ser un
ejemplo. Es muy breve y vale la pena traerlo aquí. Se llama Los ojos
culpables y lo encontramos en ese libro maravilloso de Jorge Luis
Borges y Adolfo Bioy Casares, Cuentos breves y extraordinarios:

“Cuentan que un hombre compró a una


muchacha por cuatro mil denarios. Un día la miró
y se echó a llorar. La muchacha le preguntó por
qué lloraba; él respondió: tienes tan bellos los
ojos, que me olvido de adorar a Dios. Cuando
quedó sola, la muchacha se arrancó los ojos. Al
verla en ese estado, el hombre se afligió y le
dijo: -¿Por qué te has maltratado así? Has
disminuido tu valor. Ella respondió: -No quiero
que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios. A la noche, el
hombre oyó en sueños una voz que le decía: «La muchacha

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disminuyó su valor para ti, pero la aumentó para nosotros y te la


hemos tomado». Al despertar, encontró cuatro mil denarios bajo la
almohada. La muchacha estaba muerta”.

Todas estas formas constitutivas de la expresión tienen en común el


ser signos y no traspasan el plano de la significación. Son medios de
comunicación, pertenecientes al conocimiento imaginativo y/o
intelectual y que desempeñan una función de espejo, pero no salen
6 del marco de la representación.

¡“Símbolo enfriado” afirmó Hegel sobre la alegoría! ¡“Semántica


desecada” precisó G. Durand!!

2. Símbolo y signo

Sigamos entonces. Nada de lo que vimos tiene que ver con el


símbolo. Es más, el símbolo se distingue esencialmente del signo en
que éste es una convención arbitraria que deja al significante y
significado (sujeto y objeto) ajenos entre sí. ¿Qué quiero decir con
esto? Quiero decir que el símbolo presupone homogeneidad del
significante y del significado en el sentido de una actividad dinámica y
organizada. Dicho de otro modo, lejos de ser una fábrica de formar
imágenes y fantasías, el símbolo y la imaginación creadora poseen
algo más que un sentido artificialmente dado, porque detenta un
esencial y espontáneo poder de resonancia.

En su libro La Poética del Espacio, Bachelard precisó este punto


afirmando que la resonancia nos llama a una profundización de
nuestra propia existencia, que opera un giro del Ser. Es decir, el
símbolo es verdaderamente innovador y no se contenta con provocar
resonancias, reclama una transformación en profundidad, como
veremos un poquito más adelante.

No hablamos de un cambio operativo. ¡Hablamos de transformación!

De este modo, los símbolos algebraicos, matemáticos o científicos no


son más que signos cuyo alcance convencional está cuidadosamente
definido por las instituciones correspondientes. Es más, ciertas
formas dogmáticas también son llamadas “símbolos de fe”. Son
declaraciones oficiales y cultuales gracias a las cuales los
participantes de una fe, un rito y/o una comunidad religiosa se
reconocen entre sí. Los adoradores de Cibeles y de Mitra en la

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antigüedad tenían sus símbolos; lo mismo para los cristianos a partir


del símbolo de los Apóstoles. Incluso los diferentes credos (Nicea,
Calcedonia, Constantinopla) recibieron el nombre de símbolos. Pero
no poseen el valor propio del símbolo, son solamente signos de
reconocimiento entre creyentes y la expresión de las verdades de su
fe.

Claro que estas verdades son, sin duda, de orden trascendental, las
7 palabras se utilizan de modo analógico, pero estas profesiones de fe
no son de ninguna manera símbolos en cuanto a su significación
objetiva. Ahora bien, si consideramos estas profesiones de fe,
además de esa significación objetiva, ¡podemos considerar a estos
credos o enunciados de fe como verdaderos centros de una fe
subjetivamente transformadora!
El símbolo es entonces algo más que un simple signo, va más allá de
lo puramente manifiesto, necesita de interpretación y ésta de
predisposición y está cargado de afectividad y dinamismo.

Hemos visto cómo el símbolo se distingue y diferencia del simple


signo y de otras figuras. No insistiremos más por ahora, a pesar de
su importancia, sobre los problemas de terminología. Conviene ahora
profundizar en la naturaleza misma del símbolo.

3. La naturaleza indefinible y viva del símbolo

Habrán escuchado o leído que, en


su origen, el símbolo es un objeto
cortado en dos, trozos, de
cerámica, madera y/o metal. Dos
personas se quedan cada una con
una parte: dos huéspedes, el
acreedor y el deudor, dos
peregrinos, dos seres que quieren
separarse largo tiempo…
Acercando las dos partes, reconocerán más tarde los lazos de
hospitalidad, sus deudas, su amistad. Los símbolos eran aún entre los
griegos de la antigüedad signos de reconocimiento que permitían a
los padres encontrar a sus hijos abandonados. Es decir que el símbolo
entraña la idea de separación y de reunión. Evoca una comunidad
que ha estado dividida y puede transformarse. Todo símbolo implica

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una parte de símbolo roto. El sentido del símbolo, entonces, se


descubre en aquello que es a la vez, rotura y unión de sus términos
separados. La historia del símbolo atestigua que todo objeto puede
revertirse de un valor simbólico, ya sea natural (piedras, árboles,
fuentes, ríos) o abstracto (número, ritmo, formas geométricas). Es
decir que todo cuanto fija la energía psíquica o la moviliza en
beneficio suyo exclusivo, me habla del ser, con varias voces, a
diversas alturas, tras numerosas formas y a través de diferentes
8 objetos intermediarios de los cuales nos apercibiremos, si prestamos
atención, que se suceden en mi espíritu por vía de 8 metamorfosis.

Entonces, puedo establecer que el símbolo se afirma como un


término aparentemente asible cuya inasibilidad es el otro término.
¿Les resulta complicado? ¡No es para tanto! Avancemos un poco más
con esto.

Pero antes, quiero hacerles nuevamente algunas


aclaraciones: no se trata de eliminar de la obra de arte, por
ejemplo, sus elementos intelectuales y sus cualidades de
expresión directa. Tampoco de privar a los dogmas y a la revelación
de sus bases históricas. El símbolo permanece en la historia. No
suprime la realidad. No anula el signo. En todo caso, se trata de
añadir y sumar una dimensión, un relieve, una verticalidad,
estableciendo a partir de ellos, hechos, objetos, signos, relaciones
extrarracionales, imaginativas entre los planos de existencia y entre
los mundos cósmico, humano y divino.

En otras palabras, aleja lo que está cerca, acerca lo que está lejos de
manera tal que el sentimiento pueda captar lo uno y lo otro. Hace
visible lo invisible. El símbolo existe en el plano del sujeto, pero sobre
la base del objeto. El símbolo excluye la actitud expectante y exige
una participación activa.

Hechas estas indicaciones, continuemos con algunos de sus aspectos


propios.

4. Propiedades y funciones del símbolo


Cada símbolo es un microcosmos, un mundo y una de sus
características es la simultaneidad de los sentidos que revela. Tras la
diversidad de sus formas e interpretaciones, un símbolo posee
propiedades específicas. Vamos a nombrar tres:

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1. La constancia en la sugestión de un vínculo entre lo simbolizante


y lo simbolizado. Por ejemplo: la copa invertida que simboliza el
cielo, expresa no solamente la analogía aparente de un mismo
dibujo, sino todo aquello que el cielo evoca para lo inconsciente.
Es decir, morada de seres superiores, fuente de prosperidad y de
sabiduría, etc. Entonces, que ella adopte la forma de cúpula en
una basílica, mezquita, sinagoga o tienda nómade, la relación
simbólica sigue constante entre los dos términos copa y cielo, sean
9 cuales fueren los grados de conciencias y aproximaciones.

2. La interpenetración. ¿Qué significa? Nada es más extraño al


pensamiento simbólico que la relación de exclusividad. Los contenidos
simbólicos poseen aquello que C.G. Jung llama “afinidad esencial”.
Este vínculo reside en una relación, en las formas y los fundamentos
innumerables, en lo trascendente. Es decir, en un dinamismo
ascensional. En cuanto aparece un vínculo notable entre dos
imágenes o dos realidades, allí se constituye un símbolo. Acuérdense
que hemos dicho que el símbolo excluye la actitud expectante y exige
una participación activa.

3. La pluridimensionalidad. Los símbolos expresan relaciones tierra-


cielo, inmanente-trascendente, espacio-tiempo. Como la copa vuelta
hacia el cielo o hacia la tierra. Esta es una primera bipolaridad. Pero
en la imaginación simbólica, encontramos que el símbolo tiene luz y
oscuridad, día y noche, arriba y abajo, etc. El símbolo
pluridimensional es susceptible de un número indefinido de
dimensiones. Un símbolo no existe de no ser para alguien o, para una
comunidad cuyos miembros se identifican para constituir un solo
centro y todo el universo se articula alrededor de este núcleo. Es por
ello que los símbolos más sagrados para unos no son más que

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objetos profanos para otros. El símbolo está ligado siempre a una


experiencia totalizante.

Recién destacamos las propiedades. Ahora veamos sus funciones:

1. Podemos decir que la primera función del símbolo es de orden


exploratorio. Busca, escruta, tiende a expresar el sentido de la
10 aventura espiritual humana. Extiende el campo de la conciencia a un
ámbito dónde las medidas exactas, no existen. El símbolo es algo
vago, oculto, desconocido.
2. La primera función nos lleva a la segunda. El símbolo tiene una
función mediadora. Tiende puentes, reúne elementos separados,
enlaza el cielo y la tierra, la materia y el espíritu, lo real y el sueño…
3. Por eso, es unificador. Los símbolos fundamentales condensan la
experiencia total del hombre: religiosa, cósmica, social, psíquica.
También realiza una síntesis mostrando la unidad de los planos
inferior, terrestre y celeste y el centro de las seis direcciones del
espacio (arriba-abajo, izquierda-derecha y adelante-atrás). Gracias al
símbolo, no nos sentimos solos en el universo.
4. En consecuencia, cumple una función pedagógica y terapéutica.
¿Por qué? Porque nos proporciona la identificación y participación en
una fuerza supraindividual. Es una presencia que fecunda, eleva y
alimenta. Por ello, los individuos comprobamos que pertenecemos a
un conjunto que nos asusta y tranquiliza a la vez. Por eso es
transformador. Un mundo sin símbolos sería irreparable: provocaría
la muerte espiritual de todas y todos.
5. Por ello, es entonces universal. Es más y menos que universal,
porque es accesible a todo ser humano sin la mediación de lenguas
habladas o escritas, color de piel, religión o geografías.
El símbolo emana de la psiquis humana.

Para ir concluyendo
El símbolo no es un fósil. Es una matriz preñada de sentido. Es una
idea-fuerza. Es polisémico y
emerge con mayor riqueza en
las hierofanías tanto cósmicas
como históricas, emerge en
los sueños y en la poesía. Es
la representación de una

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ausencia, como muy bien nos lo explica Severino Croatto. Es el


lenguaje fundamental y determinante de la experiencia religiosa.
Todo está dicho en enigma y, sin embargo, hay que comenzar todos
los días en la dimensión del pensar. Esa articulación entre el
pensamiento dado a sí mismo en el reino de los símbolos y el
pensamiento pensante o que piensa, es la clave o punto nodal de lo
que se denomina la hermenéutica del símbolo.

11 Claro que tenemos que diferencias entre interpretación y explicación.


Cuando el símbolo se interpreta es su reserva de sentido la que
emerge como relato, cuya función no es tanto una explicación
discursiva, sino decir y transmitir la experiencia vivida. Cuando todo
está aclarado, no hay símbolo. El terreno enorme de lo imaginario,
donde se reúnen las representaciones ligadas al tiempo y a la
muerte, está balizado de símbolos irreductibles que son una epifanía,
que juegan con lo visible y lo invisible.

Por hoy llegamos hasta acá! Seguimos profundizando estos


contenidos en el AV.

Buena semana!

Bibliografía citada
Bachelard, Gastón, La poética del espacio, Fondo de Cultura
Económica, México, 1965.
Bachelard, Gastón, El agua y los sueños, Fondo de Cultura
Económica, México, 1978.
Borges, J.L. y Bioy Casares, A., Cuentos breves y extraordinarios,
Losada, Buenos Aires, 1976.
Durand, Gilbert, Las estructuras antropológicas de lo imaginario,
Madrid, Taurus1981.
Ricoeur, Paul, Finitud y culpabilidad, Madrid, Taurus, 1982.

Bibliografía obligatoria
Eliade, Mircea, Imágenes y símbolos, Madrid, Taurus, 1979.

Bibliografía de profundización
Croatto, José Severino, Experiencia de lo sagrado y tradiciones
religiosas: Estudio de fenomenología de la religión, Estella, Navarra,
Verbo Divino, 2002.

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