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LAS TRADICIONES RELIGIOSAS EN LA ARGENTINA

Y SU RELACON CON EL ESTADO NACIONAL


Andrea Paula De Vita
La humanidad tiene un patrimonio común de creencias y objetos cuyo conocimiento es un
reto que puede permitir burlar los intentos de hegemonía ideológica y reconocer y apreciar
culturas diversas para sentirlas propias. La Argentina ofrece, en tal sentido, un valioso
ejemplo de ello y de su ya larga experiencia en el diálogo interreligioso e intercultural.
Asimismo, las tradiciones religiosas y los valores que representan cumplen una función
determinante de contención ante las necesidades y los conflictos personales y
comunitarios. Desde hace tiempo, el diálogo ecuménico no solo reflexiona sobre la unidad
de los cristianos, sino que impulsa la dimensión social de la fe. Lo mismo sucede con el
diálogo interreligioso, esto es, aquellas tradiciones no cristianas –orientales y occidentales–
que, reconociendo sus diferencias, contienen una concepción religiosa de la vida. De igual
manera, y a través del diálogo, los actores de la interculturalidad –creyentes y no
creyentes– se ven desafiados por la realidad contextual. Efectivamente, estos
mecanismos, ya permanentes y ágiles, deben transformarse en el instrumento
determinante para prevenir conflictos sociales, cooperar para el desarrollo y promover la
participación ciudadana.

El objetivo de este artículo es, en primer lugar, plantear los mecanismos del diálogo
interreligioso en la Argentina y sus actores. En segundo lugar, su objetivo es analizar cómo
las tradiciones religiosas pueden determinar la construcción de ciudadanía en el ámbito
democrático y, por último, presentar el desarrollo de las políticas públicas que el Estado
argentino lleva adelante en relación con esta materia.

La construcción del diálogo

Uno de los principales valores que la República Argentina puede enarbolar como bandera
es la relación entre los diversos sectores religiosos a través de diferentes mecanismos de
consultas y encuentros. Podríamos decir que, con la llegada de la democracia en 1983,
nació un espíritu más fortalecido de diálogo y encuentro, que hasta ese entonces había
parecido tímido. Las iglesias evangélicas y protestantes se organizaron institucionalmente
a través de asociaciones, como la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE), la
Asociación Cristiana Evangélica de la República Argentina (ACIERA) y la Comisión

1
Ecuménica de Iglesias Cristianas en la Argentina (CEICA), de la misma manera que otras
confesiones religiosas, como las comunidades judía, musulmana y las iglesias ortodoxas
no romanas, iniciaron un lento pero productivo proceso de reconocimiento mutuo. A
propósito de la celebración de los 500 años del nacimiento de Martín Lutero en 1983, y a
modo de ejemplo de lo mencionado, la comisión mixta luterano-católica elaboró el
documento sobre Martín Lutero, testigo de Jesucristo, dando lugar a numerosos artículos y
trabajos de carácter ecuménico1. Del mismo modo, y en relación con la celebración de los
500 años de la Reforma protestante, el 31 de octubre de 2017 –esta vez con más énfasis y
más participación– se llevaron a cabo diferentes encuentros, actos académicos,
celebraciones litúrgicas y actividades oficiales y artísticas en las que participaron todos los
sectores religiosos de la Argentina.
No debemos dejar de destacar que la visita pastoral de Juan Pablo II en 1987 dio un
impulso notable a las relaciones ecuménicas, por un lado, y a la relación con la comunidad
judía, por otro, tanto al diálogo teológico y las declaraciones conjuntas sobre distintos
aspectos y problemas de la vida nacional argentina. Todo ello quedó plasmado en distintos
documentos publicados en los anuarios de estas organizaciones. Cuando se aprobaron las
leyes de salud sexual y reproductiva y la Ley de Matrimonio Igualitario las iglesias
evangélicas históricas les dieron fuerte respaldo, contrastando con las posiciones de los
evangélicos libres y católicos. Pero, más allá de los vaivenes impuestos por la realidad,
nunca se afectó sustancialmente la relación de los primeros interlocutores del
ecumenismo.

El entonces cardenal Jorge Bergoglio promovió muchos de estos encuentros, asistiendo


personalmente y como papa Francisco, y desde su pontificado, dio un nuevo énfasis a las
relaciones con los grupos evangélicos libres y los pentecostales. A la vez, se ratificó el
compromiso de diálogo con la Comunión Anglicana, el Oriente cristiano y las iglesias
surgidas de la Reforma. Es oportuno destacar su presencia en la ciudad sueca de Lund
para la apertura de la conmemoración de los 500 años de la Reforma y de los 50 años de
diálogo luterano-católico. Ejemplo de la incorporación de nuevos participantes en la
relación ecuménica fue el documento Compromiso por la vida, firmado en 2011 por
dirigentes católicos, bautistas, pentecostales, iglesias libres, menonitas, una de las ramas
de la presbiteriana, y ortodoxos y orientales, más otras que se adhirieron posteriormente.
1
Entre los trabajos de la Comisión mixta luterano-católica, se pueden mencionar Martín Lutero, testigo de
Jesucristo (1983) y Juan Pablo ii: En el v centenario del nacimiento de Martín Lutero (1984).

2
Asimismo, católicos y evangélicos pentecostales y bautistas de la renovación carismática,
organizados bajo el nombre de Comunión Renovada de Evangélicos y Católicos en el
Espíritu (CRECES), se reúnen desde el año 2004 en el estadio Luna Park de Buenos Aires
y celebran lo que esta convergencia denomina “el reconocimiento del Bautismo del Espíritu
Santo y su acción real y actual sobre la vida de las personas y las Iglesias”. Y, así,
podríamos detenernos en innumerables encuentros y actividades de carácter ecuménico e
interreligioso, características de la convivencia religiosa. No obstante, las confesiones
religiosas distintas de la Iglesia católica tienen una relación de constante demanda, dadas
las normas que las amparan.

Las confesiones religiosas y su relación con el Estado nacional

Casi de más está decir que la República Argentina, como los países de la región, es un
país mayoritariamente católico, con una importante presencia de otras tradiciones
religiosas, debido principalmente al impulso que nuestro país dio a la llegada de
numerosos grupos migratorios, aun cuando por imperio de las relaciones comerciales y la
apertura del suelo argentino a la inmigración se hizo necesaria una actitud más amplia en
cuestiones de religión, ya que las relaciones confesionales se sostenían en términos de
tolerancia –esto es, en un régimen de intolerancia, el Estado prohíbe, y, en uno de
tolerancia, el Estado permite. La primera declaración explícita de tolerancia en el Río de la
Plata la encontramos en el Tratado de Amistad, Libre Comercio y Navegación entre las
Provincias Unidas y Gran Bretaña del 2 de febrero de 1825, que se constituyó como el
primer instrumento jurídico internacional. El artículo 12 reconoció formalmente la libertad
de conciencia y libertad de cultos en el territorio nacional. Esto mismo se reiteró en el
Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con los Estados Unidos de América, firmado
en San José el 27 de julio de 1853 y aprobado por ley el 2 de diciembre de 1854.

De este modo, el derecho a la libertad religiosa y el libre ejercicio del culto quedaron
finalmente consagrados en la Constitución Nacional, aprobada el 1 de mayo y promulgada
el 9 de julio de 1853, y en su reforma de 1860, a través de los siguientes artículos, que no
han sido modificados por reforma posterior alguna: el artículo 14, que garantiza el derecho
de “profesar libremente su culto” a “todos los habitantes de la Nación”, de acuerdo con las
leyes “que reglamenten su ejercicio”, junto a otros estrechamente asociados, como
“publicar sus ideas por la prensa sin censura previa”, “asociarse con fines útiles” y “enseñar
y aprender” el artículo 20, que confiere a “los extranjeros” los mismos “derechos civiles del

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ciudadano”, entre ellos el de “ejercer libremente su culto”, y, el artículo 19, muy pertinente a
la libertad religiosa, que declara que “las acciones privadas de los hombres que de ningún
modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo
reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados”.
Posteriormente, la Argentina suscribió tratados internacionales que desde el año 1994
poseen jerarquía constitucional (artículo 75, inciso 22 de la Constitución Nacional), en los
que hay referencias expresas a la libertad de culto. En ellos se mencionan los derechos de
“libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”, de “profesar libremente una creencia
religiosa”, y de “cambiar de religión o de creencia” y de “manifestarla y practicarla”, sea
“individual o colectivamente, en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el
culto o la observancia”, entre otros.

El Fichero de Cultos

Aun teniendo en cuenta lo mencionado, no han dejado de producirse conflictos y


cuestiones en materia de libertad religiosa, especialmente con la creación del Registro
Nacional de Cultos en el año 1946. Hasta aquel año no hubo régimen jurídico especial
para las comunidades distintas de la Iglesia católica, que tiene un régimen específico y que
se fueron organizando al amparo de la libertad de cultos determinada por la Constitución
Nacional de 1853.
El Decreto 15829/46, en orden a la competencia atribuida al entonces Ministerio de
Relaciones Exteriores y Culto por la Ley de Ministerios, dispuso que era necesario contar
con un registro permanente y actualizado de los cultos de la República con fines
informativos y sin que ello significase de ningún modo una restricción a la libertad de su
ejercicio. Para ello se creó entonces un Registro Nacional de los cultos distintos del
católico apostólico romano. Más adelante fue dictado el Decreto 31814/48, que retomó los
lineamientos anteriormente vigentes, aunque, si bien en el orden formal modificó la
denominación de registro por la de fichero de cultos, se dispuso la necesidad de organizar
una fuente permanente de antecedentes sobre todos los cultos que se practican en el país.
El objetivo de la medida era facilitar la estadística y el ordenamiento administrativo y
agilizar la atención de sus problemas, en forma análoga a lo que se hace con la Iglesia
católica apostólica romana3. Posteriormente, en el año 1959, el presidente Arturo Frondizi
sustituyó la norma creando un nuevo Fichero, que sin dejar de ser obligatorio– amplió el
interés respecto de la representatividad de la diversidad religiosa.

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El Registro Nacional de Cultos

El golpe de Estado perpetrado el 24 de marzo de 1976, y su propósito de llevar a cabo el


Proceso de Reorganización Nacional, afectó también a las organizaciones religiosas y las
normas que las ampararon hasta ese momento. El Decreto-Ley 21,745 –que rige hasta la
fecha– creó el Registro Nacional de Cultos, en el cual deben inscribirse todas las entidades
religiosas que ejercen sus actividades en el territorio nacional a los efectos de tramitar su
reconocimiento, de suyo excluida la Iglesia católica 4.
Para el dictado de dicha norma se consideró que el propósito era llenar el vacío que
determinaba que órganos distintos del Estado resolvieran sobre idénticos problemas
inherentes al área de cultos, y, además, establecer un control efectivo sobre ellos por parte
de las autoridades nacionales. Para su creación se consideró que su trascendencia estaba
dada por la existencia de numerosas instituciones de ese carácter reconocidas en el país,
cuya fiscalización constituye un deber indelegable del Estado nacional. Efectivamente, se
trató de un régimen basado en la desconfianza hacia estos cultos que, al prohibirle actuar
a aquella no inscripta (artículo 44), afectó directamente el ejercicio de la libertad religiosa
por condicionar su ejercicio colectivo a la inscripción en un registro. Se reglamentó por el
Decreto 2037/79.
El decreto reglamentario de la Ley N° 21,745 contiene las normas de aplicación para el
funcionamiento del Registro Nacional de Cultos, el cual se mantiene actualizado con fines
estadísticos, de información oficial y de ordenamiento administrativo, así como para
acreditar su carácter representativo y facilitar la atención de sus problemas a las
organizaciones religiosas que se inscriban. Corresponde aclarar que, si bien la Ley Nº
21,745 se dictó bajo el régimen de facto iniciado en 1976, fue el fruto de una decisión
política generada por el gobierno de Isabel Martínez de Perón, “deseoso de implantar el
control del gobierno nacional sobre las expresiones religiosas no católicas”.
Tras la recuperación de la democracia se presentaron más de veinte proyectos de ley para
modificar la Ley Nº 21,745, conocida también como “Ley Videla”, pero ninguna prosperó –
hasta hoy-. A este respecto, hay que recordar también que el Nuevo Código Civil y
Comercial no produce cambios en relación con la persona jurídica pública de la Iglesia
católica, que mantiene su estatus. Pero la novedad la encontramos en el artículo 148,
inciso “e”, donde finalmente se consagra la personería jurídica privada como tal a “las
iglesias, confesiones o comunidades religiosas” 2 aún no reglamentado. Este
2
El Código Civil y Comercial (Ley 26.994) se sancionó el 1 de octubre de 2014, se promulgó el 7 de octubre
del mismo año y entró en vigor el 1 de enero de 2016.

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reconocimiento estatal es por sobre todo una exteriorización de la valoración que tiene el
ordenamiento jurídico argentino de lo religioso, propio de un modelo de secularidad atípica
con rasgos de confesionalidad, como es el caso del Estado argentino. En la Constitución
nacional es manifiesto que la relación con la Iglesia católica está dentro de las
competencias del Gobierno Federal a partir del artículo 2. La supresión del patronato –
mediante el acuerdo con la Santa Sede de 1966, primero, y la reforma constitucional de
1994, después– no cambió la situación. Precisamente por el acuerdo con la Santa Sede
radican en el gobierno nacional los derechos y obligaciones propios de esa relación; y,
según la Constitución, es el presidente quien concluye y firma concordatos (artículo 99,
inciso 7)3.

A propósito de esto, y a los efectos de demandar y resignificar este sentido relativo de


pluralidad religiosa, los diversos representantes de este sector retomaron la discusión para
dar forma a un nuevo proyecto de ley que contemplase lo establecido en el Código Civil y
Comercial y trabajar sobre las necesidades de este colectivo, y que, en el curso del 2018,
está siendo analizado y debatido en el Honorable Congreso Nacional.

El actual Registro Nacional de Cultos

Se mencionó que la normativa que regula la relación del Estado nacional con las distintas
confesiones religiosas distintas de la Iglesia católica es la Ley Nº 21.745/78. A través de la
misma, las entidades religiosas, una vez cumplimentados los requisitos descriptos en la
misma, obtienen su comprobante de inscripción ante la Dirección Nacional del Registro
Nacional de Cultos, organismo dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores y
Culto, entre los que destacamos la presentación del estatuto, el acta constitutiva, la
certificación del domicilio, las autoridades religiosas y su lugar de formación, el listado de
membresía, la historia de la organización en el país y su doctrina, entre otros.

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1898, la competencia se encontraba en el ámbito del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública.
Luego de la reforma constitucional del año 1898 la Ley de Organización de los Ministerios Nacionales Nº
3727 creó el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Durante un largo período de la historia, desde la
organización institucional y hasta 1946, la libertad de cultos no fue objeto de reglamentación estatal. Sólo a
partir de 1946 se crea el “Registro” de cultos no católicos, por el Decreto 15.829/46. Desde 1979 la libertad
de culto está reglamentada por el Decreto Ley de creación del Registro Nacional de Cultos Nº 21.745. Luego
de la reforma constitucional del año 1994, la Ley de Ministerios Nº 22.520 le asigna al Ministerio de
Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto la competencia particular de entender en las
relaciones con todas las organizaciones religiosas que funcionen en el país, para garantizar el libre ejercicio
del culto y el registro de las mismas.

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Hasta el 2020 se encuentran inscriptas algo más de 6700 organizaciones religiosas y sus
filiales declaradas, que suman más de 60 mil en todo el territorio nacional. Para facilitar la
inscripción, atento a su carácter obligatorio, este organismo comenzó un proceso de
descentralización a través de acuerdos firmados por la Secretaría de Culto y los gobiernos
provinciales y municipales. Se establecieron oficinas de enlace cuyo objetivo fundamental
es facilitar los trámites y, al mismo tiempo, eliminar los intermediarios, ya que los mismos
son gratuitos y no necesitan patrocinio letrado.

Desde el punto de vista estadístico, el Registro Nacional de Cultos está compuesto por las
siguientes organizaciones: protestantes, evangélicas y neo evangélicas (iglesias de la
Reforma y todos los aquellos grupos que se desprendieron de ella a partir del siglo xvii en
adelante: luteranos, anglicanos, reformados, metodistas, valdenses, menonitas,
presbiterianos, bautistas, hermanos libres, pentecostales, adventistas, ejército de
salvación). Todas estas iglesias cristianas tienen una fuerte presencia nacional desde
1825, por lo menos, a través de sus templos y sus escuelas, mutuales y hogares de
beneficencia, entre otras instituciones. Este colectivo religioso representa el 93,5% del
padrón del Registro Nacional de Cultos. Las comunidades judías representan el 0,56%, las
musulmanas el 0,08%, las orientales el 0,47% (budistas e hinduistas), las ortodoxas no
romanas el 0,27% (rusa, antioqueña, armenia, griega, serbia), y los pueblos originarios,
mormones, testigos de Jehová, gnósticos, rosacruces, umbandistas y afrobrasileños
completan el padrón con el 5,08%4.
Pluralismo y diversidad

Ahora bien, la estadística no es ni puede ser el único punto de vista sobre el factor
religioso. Claro está que los números que indican actualmente el Registro Nacional de
Cultos nos muestran un abanico diverso de las distintas manifestaciones y expresiones
religiosas que conviven en la Argentina. Mientras muchos países se plantean el fomento de
conductas que fortalezcan la tolerancia, la Argentina es ejemplo de un paradigma
superador de esa propuesta. El discurso de la agenda pública en nuestro país no plantea
ya como objetivo alcanzar la tolerancia, sino fortalecer la convivencia, en la que
reconocemos la singularidad de los prójimos en términos de igualdad. Y, sin lugar a dudas,
el diálogo es siempre una herramienta y vehículo de reivindicación para definir y redefinir
cómo debe ser una educación intercultural que responda a las necesidades, intereses y
4
Para mayor información sobre este organismo, puede consultarse la página oficial del organismo:
www.cancilleria.gob.ar/cultos

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motivaciones de las personas, con el objetivo común de contribuir a superar las
desigualdades sociales.

El pluralismo no es un concepto nuevo, a pesar de la centralidad mediática que adquirió en


los últimos años como consecuencia de las diferenciaciones endógenas y exógenas que
experimentan las sociedades actuales. Incluso la teoría política liberal ha hecho del
pluralismo uno de sus valores políticos básicos y lo ha convertido además en un criterio de
legitimidad democrática, a pesar de que a veces la tradición liberal ha reducido este
concepto solo al ámbito de la libertad de elección, cuando no al de las meras preferencias
u opciones personales. Valdría la pena hacer el esfuerzo de reconsiderar este término
plurívoco, aplicable a ámbitos diferentes entre sí, compatibles o no compatibles (pluralismo
cultural, político, religioso, jurídico, científico, entre otros), pero que en cada una de estas
dimensiones tiene un punto de partida que debe destacarse, y que es el opuesto a
cualquier tipo de fundamentalismo. Por ello el término pluralismo no es sinónimo de
pluralidad, ya que una sociedad no pluralista podría aceptar la presencia de una pluralidad
provisional de opciones personales e individuales amparadas bajo un único sistema o
superestructura unificadora y excluyente, que no aceptaría jamás la presencia de otras
posibilidades.
En consecuencia, los contextos de pluralismo son contextos complejos y conflictivos,
dados por la presencia de opciones diferentes o libertades dilemáticas. Justamente por eso
la convivencia en una sociedad de estas características requiere un esfuerzo de todos para
no imponer condiciones absolutas, porque el verdadero ejercicio va mucho más allá o es
más complejo que una pluralidad de opciones personales. De esta manera se plantea el
verdadero desafío: el encuentro e intercambio con los próximos y diferentes, con la
alteridad de otros textos y contextos.

A modo de conclusión

Lo que debe plantearse como principio universal es el respeto y la aplicación de las


normas para poder generar un constante intercambio público de la diferencia. Hoy, en un
terreno progresivamente plural y multiconfesional y, en el marco de la Agenda 2030,
levantar las banderas de la libertad, la convivencia y la ciudadanía plena es educar en la
no discriminación. Por ello, el destino de nuestras sociedades dependerá mayormente de
cómo tratamos a nuestros semejantes, como única alternativa a conflictos que serían aún

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más dolorosos. Esa libertad religiosa es ante todo un derecho individual especialmente
protegido. Pero tiene también una indispensable dimensión colectiva, y su protección exige
reconocer ciertos derechos no solo a los individuos aislados, sino también a todas las
comunidades religiosas.

Bibliografía

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Andrea Paula De Vita


Doctora en Filosofía por la Universidad de Sevilla, España. Licenciada en Teología (IU-
ISEDET) y Licenciada en Estudios Orientales por la Universidad del Salvador, Buenos
Aires. Profesora titular de la cátedra Islam I y II en la Escuela de Estudios Orientales de la
Universidad del Salvador. Es Coordinadora Académica del Área de Ciencias de la Religión
de la Red Ecuménica de Educación Teológica (REET) y docente de Fenomenología del
Lenguaje Religioso e Historia de las Religiones I. Asia y África. Es Directora de la Cátedra
Abierta en Creencias, Religiones y Cultos de la Universidad del Salvador. Especialista en
religiones comparadas e historia de las religiones. Miembro de CREAS. Los temas de
interés y trabajo son las áreas religión y desarrollo, religiones y políticas públicas e historia
de las religiones. Es asesora de la Dirección de Asuntos Parlamentarios de la Cancillería
Argentina y del Círculo de Legisladores de la Nación. Fue Directora Nacional del Registro
Nacional de Cultos entre 2007 y 2020, cargo obtenido por concurso público de oposición y
antecedentes.

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Resumen
El objetivo del presente artículo es, en primer lugar, plantear los mecanismos
del diálogo interreligioso en la Argentina y sus actores. En segundo lugar, su
objetivo es analizar cómo las tradiciones religiosas pueden determinar la
construcción de ciudadanía en el ámbito democrático a través del compromiso
social y, por último, presentar brevemente la historia del Registro Nacional de
Cultos y su funcionamiento, la promoción de las políticas públicas que el Estado
argentino se ha planteado al respecto y las que quedan por realizar en adelante
para una plena garantía de la libertad de cultos.
Cultos-Políticas Públicas-Estado Nacional-Diálogo-Diversidad

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