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de
Cuauhtémoc
ALFONSO TEJA ZABRE
Historia y Tragedia
de
Cuauhtémoc
MÉXICO
Ediciones Boias
1929
Propiedad literaria y artística
asegurada conforme a la ley.
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principa! camina del núcleo o centro, la efeméride, la crónica,
el dietario o el hecho desnudo y neto, hacia la percepción o com-
prensión y la asimilación por la memoria y la simpatía- Luego,
hacia la ponderación que es la crítica. Después Hacía el
aprovechamiento utilitario de la ciencia aplicada, incluyendo la
ejemplaridad moral, económica o social. Y siempre subiendo,
hacia la filosofía histórica, los ciclos o culturas, los mitos, la his-
toria unida al arte, la transfiguración legendaria de los hechos y
de los hombres, la síntesis dramática, la epopeya, la tragedia y
por fin la divinización y la transfiguración mística.
Por esta vía he intentado seguir al héroe primitivo de Méxi-
co. He procurado tomar la corriente de transfiguración, para
no caer en las consejas vulgares, las adulteraciones de la retórica,
los prejuicios y la personificación de grandes errores históricos
en hombres providenciales. Al contrario, he usado únicamente
crónicas, documentos y fuentes de autoridad, y Ke comenzado
por las efemérides y la narración directa como base indispensable,
pasando después a la ponderación, a la crítica, al pragmatismo
moral y político, a la poetización dramática y al ensayo trágico,
respetando los límites de la esfera mística o la divinización, que
sólo corresponde a la fuerza milagrosa del tiempo y al espíritu
colectivo de las aristarquías penetradas de sentido universal,
o
La figura del último Rey de México no es de las que se
desvanecen con el transcurso del tiempo, sino que más bien se
va consolidando y creciendo, al afirmar su carácter de hombre
superior, de héroe nacional y racial y de figura típica y consa-
grada en la historia del mundo.
Para México, Cuauhtemoc es el representativo de la noción
de patria geográfica y de las razas que pertenecen a la propia
tierra de Anáhuac, por haber tenido en ella su arraigo, su nutri-
ción y su cultura durante siglos. Las civilizaciones toíteca y
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•32.
L'aultre, Roy de México, ayant long temps deffendu, sa ville
assiegée, et montre en ce siege tout ce que peult et la souffrance et
la perseverance, SI ONCQUES PRINCE ET PEÜPLE LE MON-
TRA...
Montaigne.
El Sitio de México
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le incitaban a la guerra, confiados en la mucha gente y fortaleza
de la ciudad; otros que deseaban la salud y bien público, y que fue-
ron de parecer que no sacrificasen los españoles cautivos, sino que
tos guardasen para hacer las amistades, aconsejaban la paz. Otros
dijeron que preguntasen a los dioses lo que querían. El rey, que se
inclinaba más a la paz que a La guerra, dijo que habría su acueírdo
y plática con sus ídolos, y les avisaría de lo que consultase con ellos,
y a la verdad él quisiera tomar algún buen asiento con Cortés, te-
miendo lo que después le vino; empero, como vio lo suyos tan de-
terminados, sacrificó cuatro españoles que aún tenía vivos y enjau-
lados, a los dioses de la guerra, y cuatro mil personas, según dicen,
algunos; yo .bien creo que fueron muchas, mas no tantas. Habló
con el diablo en figura de Vitcilopuchtli; el cual le dijo que no te-
miese a los españoles, pues eran pocos, ni a los otros que con ellos
venían, por cuanto no perseverarían en el cerco; y que saliese a
elos y los esperase sin miedo ninguno; ea el ayudaría y mataría a
sus enemigos. Con esta palabra que del diablo tuvo, mandó Cuahu-
timocin quitar luego las puentes,, hacer baluartes, velar la ciudad y
armar cinco mil barcas."
Y más adelante menciona "la diligencia de Cuauhtémoc:"
"Otro día siguiente muy de mañana, y después de haber oído
misa, tornó Cortés a la Ciudad con ]«a mesma gente y orden, por que
los contrarios no tuviesen lugar de limpiar las puentes ni hacer ba-
luartes. Mas por bien que madrugó, fue tarde, porque no se dur-
mieron en la ciudad; sino luego que tuvieron fuera al enemigo
tomaron Jas palas y picos y abrieron lo cegado, y con lo qu« sacaban
hacían alliarradas, y así se fortitfícattm como estaban jprifrndro.
Muchos desmayaban, y hartos perecían en la obra* dd sueño y
hambre que, sobre cansados, pasaban. Mas no podían al otra cosa
hacer porque Cuahutimoc andaba presente."
Esta es una anotación de Ixtlixochitl:
"...que por mucho que madrugaron, (los españolea) hallaron
las^ puertas limpias y quebrada por muchas partes la calcada, como
solían hacer los mexicanos, los cuales toda esta noche no habían dor-
mido porque el Rey Cuauhtémoc personalmente habla estado con
ellos."
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roso y ualiente por su persona, al qual le fue dicho que pues que
ya no tenía donde se meter, que se diese, que el ijrey le perdonava
y que le haría muchas mercedes; el cual respondió con mucha pre-
sunpción y poca verguenca : No me quiero dar, que primero os tengo
de matar a todos. Y así de noche nos bolviamos a rreposar al
rreal". . ."Otro día de mañana, después de lo dicho, comencaron otra
ues de nuevo a pelear, y fue rrequerido el dicho principal, y tampoco se
quiso dar; pero aqueste día que le fue hecho el requerimiento, y
btros dos días antes, las mugeres y niños se venían a entregar y dar
a los españoles,, viéndose ya perdidos. Guatemusa se metió en una
canoa chiquita, con un solo rremero. Acaeció que como era de no-
che, fue a topar con un vergantin del qual era capitán gareia holg-uin,
el cual lo prendió y se ío presentó al Capitán hernando Cortés, que fue
causa de que se rreconciliase con éí, porque no le tenía buena vo-
luntad."
Y Sahagún escribe :
. . . , Cuauhtemoctzin iba en una canoa y dos pajes con él, que
llevaban sus armas, y uno soflo iba remando en la canoa que se lla-
maba Cenyautl, y cuando llegaron a la presencia de Don Hernando
Cortés, comenzó a decir toda la gente mexicana: "ya va nuestro
señor a ponerse en manos de los dioses españoles."
Todavía es más notable la sencillez lacónica y expresiva de la
historia netamente indígena, tal como aparece condensada en el raro
manuscrito que se indica a continuación, y que coincide casi exaeta-
. mente con el pasaje respectivo de -Jos Anales de Chimalpain :
"Yei callij tres casas (1521). En este año subió al trono Cuauh-
temotzin, y entonces nos batieron con mayor fuerza y crueldad, por
lo que nos desbarataron y destruyeron completamente. Habiendo
sido cogido Cuauhtemotzin, ío llevaron a Coyoacán bien amarrado."
(Anales Mexicanos. — México — Atzcapotzalco.— 1426-1589,—
Traducción de un manuscrito antiguo mexicano. Publicado en los
Anales del Museo Nacional, números de septiembre y diciembre de
1900, con esta neta: "Este manuscrito se escribió en mexicano y el
Sr, D, José Femando Ramírez mandó hacer la presente traducción
al Sr. Chimalpopoca, Lo creo de gran importancia por 5os nuevos
tfatos_que proporciona sobre la historia del señorío de Atzcapotzalco,
especialmente de su conquista por los niexica. En la parte anterior
a la conquista de los castellanos tiene un estilo netamente indígena,
lo cual nos revela que es la reproducción escrita de las tradicio-nes
verbales de los mismos indios. Esto lo hace tan interesante como el
Códice Ramírez y las crónicas de Duran y Tezozomoc. — A Chavmx)
Pero nada sugiere con tanto vigor la idea del absoluto anona-
_62 —-
A L F O N S O T E J A Z A Í B K E
damíento, de la irremediable destrucción y caída de México-Tenoch-
titlán, como estas líneas de Bernal Díaz, que con razón impresiona-
ron al poeta José María de Heredia, cuando tradujo al francés lia
"Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España": "Y como
se hubo preso Guatemuz, quedamos tan sordos todos los soldados,
como sí de antes estuviera uno puesto encima de un campanario y
tañesen muchas campanas y en aquél instante cesasen de tañer...
porque todos los noventa y tries días que sobre esta ciudad estuvi-
mos., de noche y de día daban tantos gritos y voces y silbos, unos es-
cuadrones mejicanos apercibiendo a los guerreros que habían de ba-
tallar en la calzada y otros llamando a las canoas que habían de #ue~
rrear con los bergantines y con nosotros en los puentes y otros aper-
cibiendo a los que habían de hincar palizadas y abrir y ahondar las
calzadas y aberturas y puentes..." Además, ett rumor confuso de
los que trabajaban aderezando las piedras rollizas para tirar con las
hondas; los tambores y las cornetas que se oían en los adoratorios
y casas de ídolos, y especialmente un tambor grande, y una bocina
que para los sitiadores sonaba dolorosamente, ponqué sin duda era
el caracol sagrado de Guatemuz, incansable y ronco, excitando a los
últimos mexicanos desde la altura del Templo mayor. Y de pronto,
después de una tempestad que durante toda la noche agitó el cielo
con desusado relampagueo, a la hora de vísperas del día 13 de Agosto
de 1521, cayó Guatemuz con todos sus capitanes, y toda Ja ciudad
y el Valle se quedaron sumidos en un enorme silencio. Para los es-
pañoles aquel día estaba dedicado 1 a San Hipólito, patrón de la fu-
tura capitaí del Virreinato, y en el calendario azteca el signo crono-
lógico se marcaba con el cráneo de "miquíztli": la muerte.
—.53
Himself impassive, silent, self contained:
So sat the Indian Prince,with brow unblanched
Amia the torturers
Seeger.
El Tormento
~~ 68
La Muerte del Héroe
,82 —
.. .a la grana' alma di Guatimozíno
regnaute sotto il padíglion del sole,
imando in feria o puro, o forte, o bello
Massimiliano.
Giosué Carducci
La Posteridad
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A L F O N S O T E J A Z A B R E
La traducción libre dice así:
Señor Presidente, señores;
Estáis en presencia de la estatua de Cuauhtémoc.
Comenzó a reinar el joven monarca por la muerte de su tío Mo-
tecuhzCfma Xocoyotzin, y del hermano de éste Cnitlahuátzin.
Los españoles, que habían salido huyendo de México durante
la guerra provocada por Al varado, allá se reponían, en Tlaxmla.
Cortés, su caudillo, deseaba volver para dar la. íey a la gran
ciudad.
Juntáronse, de verdad, muchas gentes contra los aztecas, porque
vinieron: Cortés, y sus guerreros, y sus aliados.
Perdióse Tetzcoco, se quemó Tacuba, y cayeron también Xal-
tocán, Cuauhtitüán, Atecapotzalco, Coyoacán, Xochimilco, Mízquec,
TIáhuac, Culhuacáu, Mexicakineo, latapalapan. i Todo se ha perdido!
No, aún queda Tenochtitlán; tod-axna se sostiene México-Tlalte-
lolco: allí está Cuauhtémoc, el emperador, guerreando sin tregua:
allí ¡os soldados con divisa de águila y de tigre: alíí, los capitanes
distinguidos: allí, por último, los hombres esforzados aún se baten
con los españoles.
Setenta y cinco días ha durado el cerco, y los mexiea tlalte-
lolcas, muertos de hambre y de sed, desfallecidos, ya no pueáen
sostener la honda, la maza, el arco, el dardo, la macana.
A la vista tienen un cuadro de desolación'. muertos y insepultos:
enfermos desamparados: mujeres y niños vagan llorando, y en la
ciudad sólo ven ruinas.
Fue cautivado entonces Cuauhtá'moc, y conducido a la pre-
sencia del caudillo español, ]e dice: "Malinche, hice lo que pude,
cumplí con mi deber: ahora abábame, mátame.*'
Así concluyó el imperio de Cuauhtémoc.
He aquí el modelo que debemos imitar. Para ello restañaremos
las heridas de la patria, desgarrada por sus propios hijos; deseche-
mos rencillas, rencores indignos de almas nobles y generosas;
unámonos en un solo abrazo, como signo de reconciliación; y, con
el diapasón de la tolerancia y el dulce acorde de la caridad cris-
tiana, entonemos un himno, cuyo estribillo sea:
¡Honor a Cuauhtémoc! ¡Viva el Patriota!
o
¡He aquí el modelo que debemos imitar! Y en efecto, la lec-
ción de Cuauhtémoc es diáfana y sencilla. No digamos su grande-
za en el tormento y en la muerte, su valor personal, su altura de
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
héroe trágico y la belleza de sus actitudes y de sus palabras, hechas
para ¡a estatua y el troquel. Todo esto es demasiado remoto para la
mayoría de los mortales. Pero sí debemos recibir, recordar y re-
producir la lección del hombre que murió por defender a su patria
hasta el último aliento.
Mil veces se ha dicho, pero otras tantas hemos olvidado, la su-
prema enseñanza: Morir por la defensa de la tierra, de la familia
y de la libertad, es misión esencial del hombre.
SÍ otros héroes hubieran logrado infundir su propio espíritu
al pueblo; si no fueran excepciones hazañas como las de Cuautlia
en 1812 o de Cliapultepec en 1847, tal vez el destino de México no
hubiera decretado nuestra mutilación y engendrado los peligros de
servidumbre.
En cambio, se ha perpetuado la contienda de Cuauhtémoc y Cor-
tés, hasta convertirla en desgarramiento de entrañas. Cuauhtémoc
representa la noción de patria geográfica, el sentido de la tierra,
y Cortés la expansión de la cultura en su origen greco-latina y ahora
universal. Mientras la conquista tuvo abierta la herida por im-
posición de un régimen de castas y privilegios, la contienda entre
el Indio y el Español estuvo latente. Pero una vez consumada la
Independencia, los indios, los mestizos y los criollos juntan el con-
cepto geográfico de patria con el de cultura occidental . La tierra
y el espíritu ya no deben combatir. Sólo debe quedar la pugna
de Cortés y Cuauhtémoc para la historia y para el arte. Y ni la
historia ni el arte deben mancharse ni obscurecerse por el odio,
<iue es la más vil de todas las pasiones.
La figura de Cortés contribuye a levantar más aun la de Cuauh-
témoc. Si hacemos al uno aventurero vulgar, soldado de rapiña y
bandido sin alma, convertimos al otro nada más en jefe de Vribu,
y sacerdote de una sangrienta religión.
Cantamos las glorias de España, nos enorgullecemos de la tra-
dición colonial, deí idioma, de la religión, del espíritu español y des-
conocemos al representativo por esencia, al Superhombre de España
en América, al ejemplar humano más fuerte y más grande que ha
puesto las plantas en este pedazo de tierra, y con el cual sólo pue-
de compararse en un relámpago y por el temple supremo, el que füié
su adversario y su víctima: el rey Cuauhtémoc. Y en esta última
comparación está precisamente la clave del enigma y la explicación
del absurdo.
Los peores enemigos de Cortés han sido algunos de los que se
presentan como sus amigos. Si todavía existe un prejuicio arrai-
gado en muchos mexicanos, que se resisten a glorificar abiertamen-
te el nombre de Cortés, ía culpa radica principalmente en los que in-
eq
fv
A L F O N S O T E J A Z A E R E
tentan aprovecharse de la inmensa figura heroica para convertirla
en instrumento de partido.
El primer gran error consiste en intentar erguir nuevamente
a Cortés frente a Cuauhtémoc, juzgando con despecho femenino, como
en mala hora lo hiciera doña Emilia Pardo Bazán (que en paz des-
canse), cuando se quejó por la ingratitud mexicana, que en vez de
levantar un monumento al caudillo extremeño lo construyó para el
"salvaje cabelludo y antropófago." Así es como, por simetría mo-
ral, resultaría ofensivo el proyecto de erguir frente a la estatua del
Indio la estatua del Español.
Y no debe ser así. La historia de México, después de su nebu-
tosa y magnífica arqueología, no tiene datos tan impregnados de alta
potencia humana y heroica como fos que debe a Cortés y a Cuauh-
témoc, los únicos "a la altura del arte."
o
Don Fernando Cortés ha peleado en México después de su muer-
te para conquistar un sitio seguro donde reposen sus huesos, y no tie-
ne todavía una consagración monumental,
¿Merece tenerla? ¿Puede tenerla? El hombre fue de talla su-
perior y se vería soberbiamente sobre un corcel de bronce, tremo-
lando el pendón de Castilla, con los seis reyes encadenados de su
blasón, rampantes y escarnecidos a sus plantas. Sería una estatua
épica, digna de competir con la de Pedro el Grande, la de Bartolomméo
Colleoni o ía de Luis XIV que se levanta con pompa regia en la Pla-
za de las Victorias de París.
Hay en cambio, suponiendo resuelto el problema histórico y so-
cial y unificado el espíritu de la nación hasta suprimir los rencores
de castas, un grave problema estético. Mientras en México se alce
sobre una columna decorada según la manera indígena, con los leones
de Uxmal y las rodelas legendarias, la silueta del último rey de los
.aztecas, sería imposible encontrar sitio adecuado para la estatua do-
minadora de su vencedor. Sería tanto como levantar en Alesia, fren-
te a la estatua de Vercingetorix, la del magno Julio, el conquistador
de las Galias, el calvo adúltero y genial que cruzó ei Rubieón llevando
un relámpago en sus ojos de ave de rapiña.
¡ Cuauhtemoc-tzin- y Vercingeto-rix! Entre las vidas paralelas
que valdría la pena pregonar, no pueden encontrarse dos existen-
cias más sugestivas, de profundidad y de hermosura fatal.
Vercíngetorix era el "jefe de cien hombres", como Cuauhtémoc era
el "tíacatecuhtli" o jefe de hombres. El propio Julio César retrata en
sus Comentarios al príncipe enemigo y le aplica Jas palabras indi-
cadoras de la extrema juventud y ía suma potencia: "Summae po-
tentiae adolescens". En los relatos de Cortés y Eernal Díaz, Cuauh-
HISTORIA Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
témoc aparece radiante de juventud, de belleza varonil y tan impera-
tivo que todos ios suyos temblaron a su vista. El caudillo galo, en
su patria ocupada por el conquistador latino, no cesaba de excitar
a sus compatriotas contra el invasor en ías fiestas religiosas y en
las asambleas.
Cuando llegó el momento de pelear con el invasor, ambos reu-
nieron bajo su mando a todos los hmbres útiles y hasta a los sier-
vos y enviaron emisarios a todas las tribus afines. Vieron por ins-
tantes a sus gigantescos enemigos próximos a caer, en los linderos
del fracaso total, frente a Gergovia o en las calzadas y fosos de la
Tenoxtitlán atrincherada. Vercingetorix se encerró en Alesia como
Cuauhtémoc en su capital.
Cuando la fuerza de la fatalidad dio la victoria a los amados
por la fortuna, porque no en vano Cayo Julio César descendía de Ve-
nus y Don Fernando Cortés gozaba prestigio como vastago del Sol,
Vercing-etorix y Cuauhtémoc tuvieron casi la misma actitud de se-
midioses vencidos.
Las palabras del uno parecen anticiparse a las del otro con
semejanzas conmovedoras:
"Vosotros sois testigos de que no emprendí esta guerra por in-
terés personal, sino por la salvación de la patria... La Galia está
vencida, los dioses nos han abandonado.. , La vida para mí nada es
sin libertad.. ."
Y cuando se presentó para rendirse al Imperator romano, hu-
biera podido decir: "hice cuanto pude por defender a mi patria,,.
Toma este puñal y mátame..."
Lo mismo que Cortés, Julio César manchó su triunfo humillan-
do a su prisionero, y después de varios años de servidumbre, tanto
Vercingetorix como Cuauhtémoc acabaron su vida en el cadalso.
Para reproducir la figura de tales adolescentes, el "águila que
cae" y el "jefe de cien hombres", se necesitaba un escultor olímpico,
como el viejo Florentino que hizo en mármol la figura del Vence-
dor. Miguel Ángel hubiera cincelado dos montañas para glorificar
a estos vencidos. Y para Hernán Cortés, se necesitaba otro Veirrq-
chio, o un Leonardo de Vinci, que trabajó en arcilla la estatua de
Ludcfvieo Sforza,
Pero no se deben dar golpes de piqueta al monumento de Cuauh-
témoc para levantar otrp al Conquistador, Cada uno es grande a
su manera. En la historia del mundo, Cortés puede estar a la altura
de Alejandro, de César y de Bonaparte, mientras Cuauhtémoc ten-
drá la compañía de Viriato, Vercingetorix, Santa Juana de Arco y
Kosciusko. Podrá emborronarse la vieja noción de patria como ar-
tificio de fronteras, pero el concepto espiritual y geográfico subsiste
como algo psicológico y hasta fisiológico.
— 91 _
A L F O N S O T E J A Z A B R E
Por eso subsiste y crece la figura de Cuauhtémoc sin que la
opaquen ni la disminuyan otros recuerdos gloriosos. La admiración
y el homenaje nunca faltarán a los superhombres de ía fortuna y
de la fuerza, pero tampoco deben faltar el homenaje, la admiración
y el amor para los superhombres infortunados, que murieron por de-
fender y no por conquistar, que conocieron la rabia del vencimiento,,
la tortura de la caída junto con sus dioses, sus hijos y sus herma-
nos, que tuvieron en la prisión o en el martirio tanta grandeza como
los otros en la cima victoriosa, y en vez de sentir la frente adorna-
da de laureles y coronas, sólo hallaron la consagración deí dolor, co-
mo nuestro Cuauhtémoc, que fue ungido con óleo ardiente en las
manos y en los pies, dijo sus palabras eternas y pasó a la inmorta-
lidad como Rey del tiempo y Emperador de una raza.
— 92 —
r
>
3
>
O
I
La Tortura del Guatemuz
DRA.MATIS PERSONA E
ALDERETE
Pues no hay más. Las cuentas son claras. Ciento treinta mil
castellanos de oro... veintiséis mil para Su Majestad, además de las
joyas grandes* las rodelas, las esmeraldas y las vajillas. Cortés ha
tomado otro quinto y las costas de los caballos que se han muerto.
DE GEADO
¿Quién?
DE GEADO
Eí Guatemuz.
ALDERETE
Ya lo hubiera dicho.
• —104 —
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
DE GBADO
No lo dirá por buenas. No es igual a Moctezuma, que nos que-
ría y nos halagaba. Este cacique es muy otro.
ÁLDBBETE
Marina la lengua ío ha interrogado. Y dice que él echó las jo-
yas, el oro y las armas a la laguna, cuatro días antes de su rendición.
DE GEADO
¿Y esa es la verdad?
ALDERETE
También ha dicho que nuestros aliados robaron gran parte en
los tumultos.
DE OHADO
DE GEADO
¿Y esa es la verdad?
BEBNAL DÍAZ
EL SOLDADO 80LIS
FRAY BARTOLOMÉ
Y por justicia.
EL SOLDADO SOLIS
¿Oís, Alderete?
OTRO SOLDADO
¿Oís, Alderete?
EL SOLDADO
OTEO .
Apelaremos a Su Majestad.
OTEO
i Pediremos contra Cortés y contra el tesorero y contra el conta-
dor!
VARIOS
Contra Cortés! Contra Malinche! Contra Cortés!
COETJS8
Señor. . .
A.LV ARADO
Capitán . . ,
FRAY BARTOLOMÉ
Señor. . .
CORTES
Los soldados que vinieron de Cuba con Narváez son los más des-
contentos. Todavía le quedan amigos a Diego Veíázquez.
COETES
¡ Los soldados! Los soldados, .. ¡ Las mujeres de España parea
soldados!
(Una voz entre los soldados): También capitanes y gobernadores.
• Cortés se mete 'por entre los hombres de armas y coge al in->
solente por tm brazo. Está u. punto de golpearlo, fiero se reprime;
y Le dice:
Está bien. Hago constar ante todos que no procedo por mi libre
voluntad. Que traigan a Guatimocin. Y 'al señor de Tacuba... Y
a los principales de entre ios indios que lo acompañan. Que vengan
aquí mismo. Conste que me veo forzado. Alderete, daréis cuenta
a Su Majestad.
A L F O N S O T E J A Z A E E E
ALDERKTK
Cada quien tendrá su parte,
BERZAL DÍAZ A i n KAY BABTOLOME-
¿De culpa o de oro?
COKTES
Una vez más, no lo olvidéis. Daremos cuenta a su Majestad.
BEENAL DÍAZ
Y a Dios,
(Sale Grado con algunos hombrea por C'uauhtémoc.')
COSTES
Vaya, señores, que se necesita ser ruines para buscar joyas y
botín de tan triste manera! ¡ Lástima que no pueda llevaros a todos
a buscar tierras más ricas que esta. Aquí en este valle no quedan
más que despojos, campos de maíz y magueyales. Y nosotros no ve-
nimos a labrar la tierra, sino a buscar oro. Pero más lejos, parsa los
que tengan valor, hay todavía muchas maravillas. Debiéramos pen-
sar en ir hacia el mar del Sur, por donde sale estrecho al otro océano,
que es ía cosa de este mundo que yo más deseo topar. Los que lleguen
a ia otra banda encontrarán el camino de la Especiería y de Zipan-
go, de Gibóla y de Quivira... Y las islas donde hay perlas y piedras
preciosas. Y esa otra toda poblada de mujeres sin varón ninguno. . .
ALVAKADO
Allí quisiera llegar deveras, pero sin Fernando Cortés, que todas
las mujeres se las guarda para él sólo.
COETÜS
ALVAEADO
Con todo y su portuguesa Doña Felipa!
CORTES
— 117 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
ISABEL
Señor...
COETKfl
CORTES
Sí. Ya habló.
GRADO
ISABEL
¡Ya basta, Capitán Malinche! ;Es inútil! No dirá nada.
BEHNAL DÍAZ
COETES
j Demasiado tarde I
COETES
•'El sol, la luna y las estrellas tienen sus cursos, y aunque salgan
de sus medidas vuelven por fuerza a su ser... Lo mismo pasará
con la ambición y la soberbia de Cortés. Le llegará su tiempo..."
— 126 —
HISTORIA Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
CORTES
¡ Bah, pared blanca ! Papel de necios!
(Escribe en la pared)
BJ5SNAL DÍAZ
(Aparte). Y aún de sabios y verdades.
(Sale Cortés y traen en si/ios de tríanos o, CuayJitémoc y & Te*
tlep&nqmtzal. El primero erguido en su dolor y el de Tacuba iw>
poco doblado y retorcido. Los indios con Isabel y algunos soldados
españoles con Bernal Díaz se acercan reverendalmente, 'Isabel
hace la salutació-n rit'ual mientras Cuauhtémoc levanta, ío» Tnxmos en-
negrecidas.)
ISABEL
127 —
II
El Misterio de la Marcayda
Los personajes que aparecen en este c u a d r o son:
¡Señora.,.!
DOÑA CATALINA
DOSA CATALINA
Ya es hora de retirarse.
DORA CATALINA
. .. .¡Otra vez! Esas son niñerías. Bien sabéis que doña Marina es
de Portocarrero y que la tengo prometida a Jaramiüo. No se apar-
ta de mí porque bien me sirve. Y sirviéndome a mí, sirve a la
— 139 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
causa de España y de Su Majestad. Doña Isabel es ahora la esposa
del Guatemocín. Yo prometí al padre de ella cuidarla como mía.
Y lo cumpliré, ¡por Dios vivo!
DOÑA CATALINA
COETES
COIÍTJíS
Sí. Ya sé que rezáis todas las mañanas, y oís misa con de-
voción; que sois gran limosnero y a cada paso invocáis a San Pedro,
al señor Santiago y a San Juan Bautista...
COBTKK
Pero con todo ello hacéis lo mismo que con las reales órdenes.
Las ponéis sobra vuestra cabeza, las juráis obedecer, y cuando llega
el caso decís: "¿Qué os parece, Fuíano, que nos anda el Rey envian-
do contradicciones en mi lacayeque?"
COETES
SOLJS
Cuba que don Fernando seguía siendo su marido. Pero don Pei-
nando es el marido de todas las mujeres.. . como dicen que dicen
del otro César. .. No le basta doña Catalina. Quisiera tener otra
mujer de más rango para dar lustre a su casa... Y más mujeres co-
mo las hijas de Moctezuma. .. Don Fernando nunca se sacia... Siem
pre quiere más... más... Ganó a México y quiere más tierra
Quiere ir hasta ei mar del Sur. . . Ganó a doña Marina y quieí-eá
doña Isabel... ¿Qué piensas, hermano Solís Casquete? ¿Me casaré
con doña Marina o me ahorcarán?
MAKINA
Villanueva te llevará como te trajo. ¿O prefieres ir sola?
ISABEL
Prefiero ir contigo. La noche está muy obscura. Tengo miedo.
JIABI3ÍA
Iré contigo (A Villanueva) Puedes dejarnos.
ISABEL
No quiero volver sola por esos corredores y esos patios tan
negros. Quiero que tú hables con el Rey.
MAEINA
Le diré que estuvimos con el capitán Malinche.
ISABEL
Por eso quiero que vayas. Tú puedes explicar mejor que Vi-
llanueva.
— 144 —
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T É M O C
MARINA
Muy buena idea del capitán, ¡vive Dios! Darle al Rey de Mé-
xico su propio nombre y convertirlo en su ahijado. Eso es propio de
un César, , . Cuando el padrino quiera, serás la esposa cristiana de
Alonso de Grado, contador del Rey, o de este humilde Juan Jaramillo,
que fue capitán de un bergantín y es gran amigo y criado de Ma-
linche . . .
MARINA
— 148
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
ANA KODRIGUEZ
Así. . , así f u e . . .
ANA EODEIGUEZ
ANA RODRÍGUEZ
CORTES
FRAY BARTOLOMÉ
Ya tenía '¡a cara rebozada, con una toca de camino y una al-
banega de oro,
CORTES
OOIITES
(a Jaramill')}. ¿Qué murmurabas hace poco?
JAEAM'TLT.O
Te ciega la ambición.
DE ORADO
158 —
III
Águilas y Leones
PERSONAJES:
Doña Isabel.
Doña Marina.
Cuauhtémoc.
Tetlepanquetzaí.
Cortes.
Fray Juan de Toict (franciscano),
Bernal Díaz del Castillo.
Alonso de Grado.
Juan Jaramillo.
Soldados, Indios, etc.
Pues todavía hace mucho ese pobre tañedor. Otros han adolecido
tanto por el hambre, que no pueden ni moverse.
BEEÍTAL DÍAZ
Pues hay otra peor. La que se oye más lejos. Esos perros no
descansan de sonar sus huesos, atabales, caracoles y bocinas.
BEBNAL DÍAZ
Ya se verá.
DE GEADO
EEEKAL DÍAZ
Yo sé mi cuento.
— 169 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
(Jaramülo aparece.)
JAEAMILLO
COKTUS
¿Y el de Tacuba confesó?
COBTES
Capitán, permitidme...
CORTES
¡Ni una palabra, ahora! Dejadme solo con Marina.
(Vanse Bemal y
CORTES;
¡ Marina!
MARINA
¿Señor?
HIS-TORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T B M O C
CORTES
COSTES
¿Por qué preguntas tanto?
MARINA
¿Celos ahora?
A L F O N S O T E J A Z A B E E
MARINA
Ya está ahí.
COETES
¿Cuál justicia?
COKTEfi
La horca.
CUAÜHTEMOC
CORTES
Oíd en confesión a estos hombres y eaforzadlos para que tengan
una muerte cristiana.
FBAY JUAN DE TECTO
¿Van a morir?
CORTES
DOÑA ISABEL
¡Señor! ¡Mi Rey! ¿Qué van a hacer contigo? ¡No! Alonso
Grado, tú no tienes derecho para llevarlo a morir.
DE GBADO
¡Mujer!
DOÑA ISABEL
¡Señor!...
CUAUÜTEMOC
DE GSADO
— 183 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
DOÑA ISABEL
10
DOÑA MATUNA
No lo sé. Dime. . .
— 184 —
HISTORIA Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M OO
DOÑA ISABEL
¿Te ha besado?
DOÑA ISABEL
¿Obedecerás a Malinche?
DOÑA ISABEL
DOÑA MABTKA
No hay cuidado por los indios. Traen tan mala ventura de ham-
bre y de dolencia que no se acordarán de alzarse contra nosotros.
FRAY JUAN
¿Vienes conmigo?
DOÍÍA ISABEL
Iré por donde rae Heves. Me siento sin fuerízas y sin voluntad.
FRAY JUAN
FKAY JUAN"
(Pausa larga}.
FRAY JUAN
Yo oigo algo. .. Como golpes sordos... Un hombre anda
BERNAL DÍAZ
FBAY JUAN
EERNAL DÍAZ
13
UlÜtNAL DÍAZ
COSTES
i! ¡Mirad si no
BUBNAL DIA2
COSTES
¡ Me arrepiento ! j Me arrepiento ! Berna! Díaz, ] aois mi testigo !
Fin
Indice de Grabados
P&gÜM
Cuauhtémoc haciendo sonar el caracol sagrado. Original de
Keith Henderson 7
El más antiguo retrato de Cuauhtémoc. ' Estampa del siglo
XVI, del Museo Nacional de México 12
Cuauhtémoc en e] trono, en la prisión y e» la muerte. Je-
roglífico del Mapa de Tepechpan 26
Cuauhtémoc alzó el brazo contra Moctezuma. Original de
Keith Henderson 24
La Coronación de Cuauhtemoteín. Keith Henderson 31
El Primer Defensor de la Independencia Mexicana. Original
de F. Cornejo, en el Teatro Maya de Loa Angeles. . . . 36
Ijos mexicanos no dormían porque e] rey Cuauhtémoc estaba
personalmente eon ellos. Keith Henderson 42
—Decidle a Cuauhtémoc que por qué permitió perder su
dudad a costa de tantas vidas 50
—Dile al capitán que yo he hecho lo que era obligado por
defender mi ciudad y reino,, como éi hiciera por el suyo
si yo íe fuera a quitar 51
—Y yo, ¿estoy por ventura en un deleite? 59
Esta justicia se hizo por Carnestolendas del año de 1525.... 75
Bautizo de Cuauhtérnoc. Cuadro procedente del curato de
Santa Cruz Acatián y antes de la Capilla de Sos
Talabarteros, ahora en el Museo Nacional 65
El Monumento del Héroe, en la ciudad de México 87
Cuauhtémoc. Interpretación de Diego Rivera, en la Secre-
taría de Educación Pública de México - 89
Airuila que cae. Original de Garios Nevé. Colofón.