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Historia y Tragedia

de
Cuauhtémoc
ALFONSO TEJA ZABRE

Historia y Tragedia
de

Cuauhtémoc

MÉXICO
Ediciones Boias
1929
Propiedad literaria y artística
asegurada conforme a la ley.

Talleres Gràficos "MICHOACAN" San Jirílli» 137 B. MÉXICO, 0. T.


Solicitud

Al Sr. D. Luis González Obregón.


Señor y amigo:
Con la misma intención y el mismo respeto con que nuestros
antiguos escritores solicitaban licencia del superior antes de publicar
tm libro, para garantizar la integridad de la fe y de las buenas
costumbres, vengo yo a solicitar de Usted unas palabras a manera
.de autorización, porque lo juzgo da más alta autoridad en el cono-
cimiento de la historia mexicana.—Ya he inquietado a Usted con la
lectura de ¡a Historia y Tragedia de Cuauhtemoc, y he recibido bas-
tantes consejos y datos preciosos, además de los muchos otros que
. también le debo, tomados de tantos buenos libros que Usted ha hecho
-publicar. Este "Guatemuz" tiene vislumbres de "Vetusteces" y re-
fleja luces del "Ciíauhtémoc" que fue a las fiestas del Centenario
del Brasil.—Y ahora le pido su autorización, para que el publico crea
que en este libro se respeta la verdad y se glosan imparcialmente los
textos, en la parte puramente histórica, y ae cuida igualmente la
probidad artística, en la parte de interpretación y de síntesis dra-
mática, sin desfigurar los hechos mayormente, y usando sólo las li-
cencias indispensables para la ficción escénica. Por último, deseo
también que el nombre de Usted, honra de nuestras letras y de nues-
ira tierra, me acompañe y me proteja en esta salida.—Espero que su
benevolencia responda favorablemente y le anticipo las gracias
deseándole tranquilidad y salud.—Alfonso Teja tabre.
Licencia y aprobación

C. de Ud. a 26 de junio de 1929.—Sr. Lie. D. Alfonso Teja Zabre.


Muy distinguido amigo:
Sólo por cumplimentar sus deseos y desvanecer sus escrúpulos
con eí público, y a modo de licencia y aprobación, que era costumbre
en tiempos pasados, publicar como preliminares en los libros, hago
constar que en su interesante HISTORIA Y TRAGEDIA DE CUAUH-
TEMOC, que ahora da usted a la estampa, nada hay en contra de la
verdad ni de los fueros de la historia, pues Ud. ha sido nimiamente
escrupuloso en la transcripción de los textos que aduce, en la suma
ponderación con que los comenta, y probo "en la parte de la inter-
pretación y de la síntesis dramática", sin alterar en nada el fondo
de los hechos, "usando sólo—como dice Ud. muy bien—ías licencias
indispensables para la ficción escénica", cosa indispensable e impres-
cindible en toda obra artística.—No Ud. sino yo, me siento orgulloso
con que mi nombre aparezca al frente de un libro, en el que la eru-
dición y talento de Ud. han erigido un monumento histórico y ar-
tístico al más excelso Hombre de la Patria Vieja:.—Siempre agradeci-
do y afmo. amigo que sinceramente le admira.—Luís González
Obregón.
Joven abuelo, escúchame loarte.
Unico héroe a la altura del arte.
López
PROLOGO

Ya se ha repetido bastante que una vida heroica es la me-


jor enseñanza, y es inútil alegar intenciones patrióticas y nacio-
nalistas, cuando al estudiar una vida como la de Cuauhtemoc,
la mejor recompensa y el estímulo más puro están en la com-
placencia íntima que produce un bello ejemplar humano, nacido
en la propia tierra maternal.
Todos los historiadores que escribieron sobre la Conquista de
México lo han mencionado, pero casi siempre el último rey azteca
aparece como personaje episódico, ofuscado por la gloria inmen-
sa de Cortés, y en vano se busca esa atención preferente y
sostenida que se desea para un héroe de su altura.
Los mejores testigos, como el mismo Cortés y Berna! Díaz
del Castillo, que por ser directos y oculares pudieron haber tra-
zado su retrato con prolijidad, tenían otras intenciones al es-
cribir. Las cartas de Cortés son dirigidas al Rey de España
con fines políticos y personales, y no hay manera de encontrar
en las famosas Relaciones un rasgo vivido que ilumine la figura
de Cuauhtemoc.
Bernal Díaz escribe muy brevemente, sobre "Guatemua",
pero con simpatía y admiración, y las líneas que el soldado
castellano dedicó al rey de México, son las que han servido fun-
damentalmente para fijar en la historia el nombre del héroe.
Por eso hubiera querido adoptar la ortografía elemental y
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anticuada que usa Bernal Díaz para usarla en esta obra, inspi-
rada principalmente en el libro del soldado conquistador e his-
toriador. Cualquiera otra designación tiene igualmente algo de
inseguro y artificioso. Entre las innumerables maneras de es-
cribir el nombre del último "tlacatecuhtli" azteca, desde Cuas-
temos hasta Quauhtemoc, podemos citar el caso de Prescott,
quien aproximándose a la manera de Cortés, escribe "Gua~
temozin", Y Mr. T. A. Joyce reconocida autoridad en historia
antigua y arqueología de México, ataca la ortografía usada por
Prescott, y dice en una nota preliminar de "The Conquest of
México", edición Holt:
"....Para ser correcto, aunque fuera aproximadamente,
debió escribir Guatemotzin.. .Pero ni la forma de "Guatemoc"
que es la más familiar para la generalidad de los lectores, es es-
trictamente correcta. EL nombre se deriva de la palabra azteca
"águila", o sea según la ortografía más aceptada, "Quautli";
así es que debería escribirse Quauhtemoc, Sin embargo. . . nin-
gún sistema ortográfico podría encontrar aceptación unánime,
ni aún en el círculo relativamente corto de lectores versados en
la ciencia de la historia
De todos modos queda como grafía más aceptable y
generalizada la de Cuauhtemoc.
o
Después de Bernal Díaz y Cortés, siguen por su importan-
cia los historiadores que recogieron las narraciones de otros tes-
tigos: Fray Bernardino de Sahagún, López de Gómora, Doran-
tes de Carranza, Torquemada, etc., y luego los investigadores
y comentadores que fueron aumentando los datos con documen-
tos y códices, archivos y leyendas, invenciones, intuiciones y
deducciones, como Clavijero, Duran, Acosta, Ixtlixochitl, Pres-
cott, Orozco y Berra y otros muchos.
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En la época actual, los intentos más notorios para interpre-


tar la vida de Cuauhtemoc históricamente, Han sido hechos por
don Genaro García, don Luiz González Obregón y Roberto Ar-
guelles Bringas.
Don Genaro García incluyó en su estudio sobre el carácter
de la conquista de México una verdadera biografía de Cuauh-
temoc, Pero la tarea de don Genaro no pretende alcanzar la
simpatía expansiva ni la música de una obra de arte, y forma
parte de un libro de tesis, escrito con el propósito de comprobar
la crueldad de los Conquistadores, lo cual supone prejuicio y
sombra de parcialidad.
El trabajo de Don Luis González Obregón es más expre-
sivo y concreto, escrito con afable sencillez, pero con la brevedad
forzada de una obra que se hizo principalmente para servir de
guía en las fiestas celebradas con motivo del Centenario de la
Independencia del Brasil.
Roberto Arguelles Bringas comenzó la biografía de Cuauh-
temoc, con grandes alientos líricos, pero la muerte le impidió
adelantar mucho y sólo dejó publicados Jos primeros capítulos.
Ignacio B. del Castillo escribió una disertación biográfica
sobre los ascendientes y supuestos descendientes de Cuauhtemoc,
fijando con exactitud fechas, nombres y datos genealógicos, y
por el mismo camino, Enrique Juan Palacios dedicó un curio-
so estudio a rectificaciones cronológicas.
Creo que una interpretación más de la historia de Cuauh-
temoc merece benevolencia, aunque sólo sea por constituir un
nuevo esfuerzo de recopilación y condensación de datos y un
intento más para que se fije mejor la gran figura epónima en la
conciencia nacional. Es justo ensayar alrededor de los héroes
una renovación del ambiente artístico, así como los mitos he-
lénicos o las leyendas medioevales se repetían a través de los
intérpretes numerosos.

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No importa que existan creaciones como "El Mártir de


Izancanac" de la baronesa de Wilson, o las novelas románticas
de doña Gertrudis Gómez de Avellaneda y Lew Wallace, o las
tragedias de don Miguel Domínguez íllanes, de Efrén Rebolledo
y Joaquín Méndez Rivas, y más bien causa gusto que emulación
envidiosa, el hecho de que otras obras más fuertes elogien
con vigor y maestría la gloria del héroe. Cada artista debe dar
su propia versión y su interpretación personal.
Por eso me ha seducido la idea de intentar una crónica dra-
matizada, respetando la verdad histórica, procurando algunos in-
centivos de rapidez, color y emoción, y con el propósito de que
la deficiencia original pueda ser compensada por medio de las
artes plásticas y suntuarias.
Con el mismo propósito de compensar deficiencias, he reu-
nido una documentación que tiene importancia propia como re-
copilación de datos netamente históricos, y que constituye una
verdadera biografía rigurosa y selecta de Cuauhtemoc. Todos
los textos importantes que mencionan rasgos de la personali-
dad heroica, los he reunido y ordenado, no tanto como piezas
justificativas, porque en realidad una obra de arte no necesita
justificación, sino más bien para engrosar mi aportación y pro-
porcionar guías y materiales a quienes sean más felices y más
aptos y puedan aprovechar las Relaciones de Cortés y la Histo-
ria de Bernal Díaz, como Shakespeare las crónicas de Holinshed.
Espero que esta aportación no sea completamente despre-
ciable, porque nuestra historia antigua está en gran parte por ha-
cer, y según expresa Mr. Jean Genet, en su reciente "Histoire
des Feuples Shoshones-Azteques", además de los trabajos primor-
diales de exhumación y crítica de documentos, es necesario para
los estudios americanos tener monografías que condensen el es-
tado actual de la ciencia sobre una cuestión, o colecciones de tex-

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HISTORIA Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C

tos que reproduzcan exactamente loa elementos disponibles


para conocer un período. "Por ejemplo, dice Genet, sería de
un gran interés reunir todo lo que sabemos sobre Tollan, Chi-
comoztoc, e t c . . . o sobre personajes como Ahuizotí, Moctezuma,
Axayacatl, etc. . ." Y con mayor razón, diremos, de un perso-
naje como Cuauhtemoc que tiene carácter de representativo y
rasgos personales de relieve universal.
Por eso he procurado agotar los datos de primera mano y
recoger la mayor cantidad de testimonios, que ofrezco no como
la íntegra verdad, sino corno la verdad humana para la historia
y para el arte. Con el mismo propósito he seleccionado las ilus-
traciones más significativas, desde los ideogramas rudimentarios
y las estampas viejas, hasta las interpretaciones modernas que
vuelven curiosamente a k ingenuidad y rudeza de los jeroglíficos.
Llamo especialmente la atención sobre los dibujos de ICeith Hen-
derson, tomados de la edición Holt de la "Conquista de México",
de Prescott, no tanto por su excelencia técnica y el lujo de la
estilización arqueológica, sino por la simpatía que en ellos se
descubre para la raza vencida. Me ha servido de estímulo en-
contrar que un artista de raza extraña pudiera superarnos en ad-
miración y amor para nuestras propias tradiciones y en compren-
sión de la belleza antigua del México legendario y maravilloso.
También me ha estimulado para intentar la interpretación
de la figura de Cuauhtemoc, la idea ambiciosa de poner en prác-
tica un concepto de la Historia inspirado por Gabriel Alo-
mar. No creo que sea posible señalar una división perfecta en-
tre las etapas de la visión o la aprehensión por los sentidos, la
percepción, la ponderación y la poetización, ni mucho menos que
estas funciones del espíritu puedan reducirse a diagramas y
fórmulas exactas. Pero sí he creído que la historia, como todos
los conceptos vivos y profundos, tiene una significación irra-
diante, no solo ascendente y descendente, y que, en su sentido

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principa! camina del núcleo o centro, la efeméride, la crónica,
el dietario o el hecho desnudo y neto, hacia la percepción o com-
prensión y la asimilación por la memoria y la simpatía- Luego,
hacia la ponderación que es la crítica. Después Hacía el
aprovechamiento utilitario de la ciencia aplicada, incluyendo la
ejemplaridad moral, económica o social. Y siempre subiendo,
hacia la filosofía histórica, los ciclos o culturas, los mitos, la his-
toria unida al arte, la transfiguración legendaria de los hechos y
de los hombres, la síntesis dramática, la epopeya, la tragedia y
por fin la divinización y la transfiguración mística.
Por esta vía he intentado seguir al héroe primitivo de Méxi-
co. He procurado tomar la corriente de transfiguración, para
no caer en las consejas vulgares, las adulteraciones de la retórica,
los prejuicios y la personificación de grandes errores históricos
en hombres providenciales. Al contrario, he usado únicamente
crónicas, documentos y fuentes de autoridad, y Ke comenzado
por las efemérides y la narración directa como base indispensable,
pasando después a la ponderación, a la crítica, al pragmatismo
moral y político, a la poetización dramática y al ensayo trágico,
respetando los límites de la esfera mística o la divinización, que
sólo corresponde a la fuerza milagrosa del tiempo y al espíritu
colectivo de las aristarquías penetradas de sentido universal,
o
La figura del último Rey de México no es de las que se
desvanecen con el transcurso del tiempo, sino que más bien se
va consolidando y creciendo, al afirmar su carácter de hombre
superior, de héroe nacional y racial y de figura típica y consa-
grada en la historia del mundo.
Para México, Cuauhtemoc es el representativo de la noción
de patria geográfica y de las razas que pertenecen a la propia
tierra de Anáhuac, por haber tenido en ella su arraigo, su nutri-
ción y su cultura durante siglos. Las civilizaciones toíteca y
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maya se hunden muy lejos en la sombra del tiempo, y han de-


jado huellas maravillosas en sus monumentos, pero sus datos
humanos no ofrecen ía visión concreta de un hombre superior,
bastante visible para reconocer su consistencia individual. En-
tre los jefes y guiadores del pueblo azteca en su peregrinación,
y en sus luchas contra la naturaleza y contra los hombres, hasta
la fundación y florecimiento de la metrópoli de Anáhuac, desde
el Tenoch sacerdotal hasta el Moctezuma poderoso y magnífico,
no hay una figura que se haya incrustado en la historia y en la
leyenda, a sangre y fuego, sobre mármoles y bronces, como la
figura heráldica del "águila que cae".
El nombre de Cuauhtemoc está como el de un semidiós,
junto al de Quetzalcoatl, y más alto aún, ya dentro de las regio-
nes míticas y teologales, junto al fiero Mexitli negro y rojo, dios
de la muerte y de la guerra.
Y ya no es sólo México el que admira la figura heroica,
sino que en toda la América de origen ibérico se piensa como lo
expresó el ilustre brasileño Graga Aranha al decir: "México se
impuso a la simpatía de la República del Brasil, cuando llevó
en 1923 ese espléndido monumento de la libertad, (ía estatua de
Cnauhtemoc), la estatua verde, que pareciendo nacer como un
mito de nuestra propia selva, es el símbolo de la independen-
cia de las razas autóctonas del continente americano."

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Guauhtéiríoc en el trono, en la prisión y en la muerte. Jeroglífico


del Mapa de Tepechpan.
LA HISTORIA
Aparición del héroe

CuauMemoc aparece en la historia el 27 de junio de 1520.


Por curiosa casuaüidad, se pueden fijar día y hora: miércoles, entre
ocho y nueve de la mañana. Es un obscuro conquistador, Francisco
de Aguilar, el que señala con tanta precisión los instantes en que
el noveno Rey de México, Moctezuma Xocoyotzin, fue subido
a una azotea para que su presencia calmara la exaltación furiosa
de los mexicanos. Algunos soldados españoles rodeaban y cubrían
a Moctezuma con sus escudos. En nombre del Rey habló uno de
los caciques que estaban presos en poder de los españoles, Itzquautzin,
y dijo, según la narración del Códice Ramírez, "que miraran lo que
hacían, porque su señor, que estaba allí presente, íes roga-
ba que no curasen de pelear..." Y agregó que no podrían
prevalecer contra los españoles por ser éstos tantos y tan valientes,
que Moctezuma estaba preso con hierros y temía que los españoles
lo mataran si los mexicanos seguían combatiendo.
Entonces aparece Cuauhtemoc. Dice el Códice:... "apenas
había acabado, (Itzquautzin), cuando un animoso capitán llamado
Quauhtemoc, de edad de diez y ocho años, que ya le querían elegir
por Rey, dijo en alta voz: "¿Qué es lo que dice ese bellaco de Moctezu-
ma, mujer de los españoles, que tal «e le puede llamar, pues con
ánimo mujeril se entregó a ellos de puro miedo... ?"
Es posible que no hablara solamente Cuauhtemoc, porque otros
historiadores dan versiones distintas de las palabras que fuerton
lanzadas hacia la azotea, todavía más crudas e insultantes. Entre
el vocerío del blando idioma primitivo, que sonaba entonces fre-
néticamente airado para los españoles, los testigos que más tarde
habrían de transmitir la escena para la historia, recogieron los
gritos más altos y expresivos.
De boca en boca y pasando por traducciones aventuradas, no
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Cuauhtémoc alzó el brazo contra Moctezuma.


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es difícil que las palabras tengan ya una autenticidad atacable. Pero
lo que importa es el hecho y la posibilidad del instante dramático.
Todavía siguió clamando Cuauhtemoc, al mismo tiempo que
algunos jefes y sacerdotes, a la cabeza de la multitud, se acercaban
más al euarteJ de los españoles, y levantaban hacia el pretil de la
azotea los brazos y las armas, con movimientos amenazadores di-
fícilmente reprimidos. La voz juvenil y firme subía como una
serie de flechas emplumadas: "No íe queremos obedecer, porque ya
no es nuestro rey...! ¡Y como a vil hombre le hemos de dar el
castigo y pago."
Las rodelas de los soldados españoles se juntaban paTa ocultar
a Moctezuma. Y de pronto, acompañando a sus últimas palabras,
Cuauhtemoc "alzó el brazo, y marcando hacia él, comenzó a dispa-
rarle muchas flechas: lo mismo hizo todo el ejército,"
Tal vez entonces, con movimiento intencional o causado por eí
ataque, los soldados españoles desampararon un poco a Moctezuma
y lo dejaron descubierto breves instantes, suficientes para que al-
guna de las saetas de Cuauhtemoc o la piedra de una honda lo hirieran
en la frente. O mas probablemente, para que hirieran el cuerpo muer-
to de Moctezuma, porque lo que habían llevado a 'la azotea y lo que
habían tenido bajo los escudos, era eí cadáver del Rey de México,
muerto cinco horas antes.

Otros relatos dft la época no citan directamente el nombre de


Cuauhtemoc al tocar estos hechos. Bernal Díaz cuenta que Mocte-
zuma se acercó al pretil de una azotea, resguardado por muchos sol-
dados españoles, y desde lo alto se dirigió a los mexicanos para que
suspendieran la guerra, anunciando la retirada de los hombres blan-
cos. Cuando el Rey fue reconocido, algunos capitanes mandaron a
sus gentes que callasen y dejaran de disparar piedras y flechas, y
cuatro de ios principales se acercaron hasta poder hablar con Moc-
tezuma. Le hicieron saber que ya habían nombrado en su lugar Rey
de México a Cuitiáhuac, que habían determinado continuar la guerra
hasta lo último y que tenían prometido a sus dioses combatir hasta
acabar con los españoles.
Todavía resonaban las palabras cambiadas entre el rey y sus
subditos, cuando se reanudó la lluvia de proyectiles lanzados hacia la
azotea ocupada por los soldados españoles que acompañaban a Moc-
tezuma. Entre las voces más atrevidas, debió levantarse la de Cuauh-
temoc , así como su brazo pudo ser de los primeros en lanzar el dardo
emplumado. Después de Cuitláhuac, elegido Rey en Jugar de Moc-
tezuma, ningún otro príncipe de sangre real estaba tan claramente
señalado para ocupar el puesto de "jefe de hombres" como el hijo
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del Rey Ahtiizotl, sobrino de Moctezuma y con personalidad propia
por su posición de cacique o señor del barrio o "calpuili" de Tlajte-
lolco. Los hijos de Moctezuma y sus parientes, presos por Cortés o
convertidos en siervos del Conquistador, habían perdido su realeza.
E'l pueblo no tenía ya que obedecer mas que a los sacerdotes y a ios
jefes que francamente se habían levantado, primero, en coníra de la
política débil de Moctezuma y después en contra del propio Cortés.
Cuitláhuac fue e] jefe de la resistencia y mientras este vivió, Ci3auh-
temoc apenas aparece casi legendariamente en el episodio anotado por
el Códice Ramírez.
Por su edad, su ardimiento de sobra comprobado más tarde, su
carácter de "jefe de hombres" y su condición de príncipe de la san-
gre, no es difícil admitir su presencia en el ataque al cuartal de loa
españoles, ni sería aventurado atribuirle alguno de los golpes certeros
que hirieron a Moctezuma, cuando sus protectores españoles lo des-1
ampararon por unos instantes, retirando sus rodelas mientras e
Emperador arengaba y sus antiguos vasallos respondían.
De todos modos, así es como Cuauhtémoc se presenta por primera
vez en los linderas de ila historia, en su actitud de sagitario, como la
poesía y el bronce lo han reproducido y recordando a su anteceso:
Elhuieamina, flechador del cielo.
Todavía algunos sacerdotes hablaron a Moctezuma comenzando
con la fórmula ceremonial "Señor, nuestro gran señor"... Algunos
lloraban contempíando desde abajo a la majestad de su anticuo Rey
empequeñecida bajo las rodelas españolas y ¡e ofrecían volverlo al
trono sí lograba escapar con vida. Pero Cuauhtémoc lanzó ¡las pa-
labras crueles: "bellaco, afeminado, hombre vil" y señaló con su
propia mano el camino de todas !as flechas.

Los Padres Acosta, Sahagún y Duran, el Códice Ramírez, Chi-


itialpain y íuan Bolero Benes afirman que los españoles mataron a
Moctezuma, y aunque el mismo Cortés, tanto directamente, como por
conducto de Gómora. sostiene que los mexicanos mataron a su rey,
es muy difícil destruir la versión de aquellos historiadores. Deso>
que el Conquistador volvió a México, después "de su triunfo sobre
Narváez, más poderoso que nunca, se mostró muy áspero y violento
con Moctezuma. No sólo justificó tácita o expresamente la matanza
dispuesta por Pedro de Alvarado, sino que modificó totalmente su
actitud anterior, seductora y diplomática.
Fue esté un punto crucial para la obra de la Conquista de México,
Los asesinatos de AJvarado y el consiguiente alzamiento de los mexi-
canos, así como el aumento de los recursos que tenía a su disposición
Cortés, lo hicieron cambiar su táctica. Ya no podía tener confianza
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en una dominación pacífica y creía poder imponerse definitivamente
por la fuerza. En vez de sus anteriores cortesías, envió recados
insolentes a Moctezuma. Se enfureció por Ja falta de víveres y atri-
buyó toda la culpa a su regio prisionero. Después, cometió el grave
error de poner en libertad a Cuitláhuac, hermano de Moctezuma, y
en vez de que saliera un emisario de paz a gestionar la, reapertura
de los mercados, salió nada menos que el primer rebelde, el príncipe
amigo de Cacama y adversario soberbio de los españoles, el que de-
bería encender junto con Cuauhtemoc la llamarada de la insurrección.
Tai! vez no fue el mismo Cortés, sino algunos de los más desalma-
dos entre la soldadesca, los que hirieron a Moctezuma. Sitiados
en su cuartel, amenazados de morir de hambre, o quemados o asae-
teados, tenían motivos para llegar a la exasperación. Se creyeran
engañados por Moctezuma y quisieron al menos vengarse. Asíase
explica cómo el infeliz Rey, victima hasta lo último de la seducción
magnética de Cortés, mirándolo como si realmente tuviera algo de
Quetzafcoatl, ie pidió antes de morir que cuidara a sus hijas, ofre-
ciéndolas como sus mejores joyas, y muy especialmente a la mayor
y su legítima heredera, que más tarde será por eí sacra-
mento del bautismo Doña Isabel, pero que para Cuauhtémoc y los
suyos siguió llamándose Tecuíchpo, o sea declarado en castellano,
Copo Eeai de Algodón. Este Copo Real de Algodón, que debería
representar tan importante figura en la vida de Cuauhtémoc, era
una chiquilla impúber, que Cortés tenía asignada al Contador _ del
Rey, Alonso de Grado, como si fuera una esclava o un precioso
animalito de sangre real.
De todos modos, muerto por el hierro españal o la pedrada in-
dígena, Moctezuma no pudo prestar su último servicio al Conquista-
dor que lo subyugaba con potencia sobrenatural. La furia estaba
desencadenada, y en vano el mismo Cortés, cubierto con sus armas,
se acercó al pretil de la azotea para hacerse oír o imponerse a ios
mexicanos como otras veces. Todavía el brazo de Cuauhtémoc pa-
recía seguir marcando el camino de las flechas. Los dos adversarios
se encontraron desde entonces frente a frente, aunque el Conquista-
dor todavía no reconociera entre la ola crispada de aquella multitud,
junto a los sacerdotes vestidos de negro, entre el flevuelo de las in-
signias tremoladas y el movimiento brusco de los arcos, las hondas
y las varas humeantes, al futu.ro Rey de México, que varias veces
estuvo a punto de vencerlo y de cambiar así el curso de su fortuna
y de 4a historia.

La enorme derrota de los españoles que culminó en la Noche


Triste, cuando el Conquistador tuvo que abandonar su presa, no
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evoc* todavía directamente el nombre de Cuauhtemoc^ porque el Rey
Cuitláhuac ** Jefe supremo de los mexicanos y a él corresponde toda
la gloria, de estos combates y la. preparación de la defensa decisiva.
Sin embargo, por un instante se aparece en las crónicas la sombra
del Guatemuz, precisamente al iniciarse 3a fuga de los conquistadores.
El pánico había llegado al extremo y no se concebía nías salva-
ción Que 1a Retirada. Cortés se había deshecho de Moctezuma, de-
jándolo morir o matándolo y había consentido en el supremo sacrificio
de abandonar el tesoro tan febrilmente codiciado, aquellos setecientos
mil pesos de oro que se convirtieron en obsesión, y a veces en locura.
El nigromante Botello, instruido por su demonio familiar, llevaba
ya cuatro días asegurando que las suertes y astrotogías aconsejaban
la inmediata fuga con amenazas de muerte. Los soldados procura-
ban esconderse entre las ropas todo el oro que pudieran
y hasta el buen Bernal Díaz ae guardó bajo el sayo cuatro
piedras verdes que creía esmeraldas.
Se inició la marcha en medio del mayor silencio posible y cuando
pensaban los españoles que podrían escapar sin ser sentidos, de pronto
ge oyeron en medio de la obscuridad los gritos y silbidos de los me-
xicanos. Y entre el vocerío se distinguió la voz: ¡ Tlaítelolco f
¡Tüaütelolcol... También gritaban los mexicanos en su idioma: "¡Se
van los teules! ¡Pronto, las canoas! Atajarlos en los puentes!"
El nombre de Tlaítelolco, señorío de Cuauhtemoc, sugiere que el pre-
gunto heredero del trono sabía donde estaba su puesto, en la primera
línea de combate.

Tal vez Cuauhtemoc no fue conocido para los españoles durante


los días de la lucha que siguieron a Ja muerte de Moctezuma, hasta
el 30 de junio en que se resolvió la fuga, porque el heredero inmediato
de la soberanía tenochca y jefe supremo del ejército era Cuitlahuac,
"el señor que nos echó de México", como lo llama respetuosamente
Bernal Díaz. Sin embargo, no se necesitaba la nota de Fray Diego
Duran para tener por cierto que Cuauhtemoc "aunque mozo, salía
armado cada, día a pelear y a animar a los suyos" porque era, según
el propio historiador "muchacho... y de poca edad pero valeroso y
de ánimo Tnvendble para antes morir que darse ni sujetarse."
Entre los españoles comentó a oírse el nombre de Cuauhtémoc,
cuando después de su derrota en la noche del 30 de junio y de su
retirada a Tlaxcala, se pensó, pasado algún tiempo de convalescen-
cia, en retornar sobre Tenoxtitlán. Se sabia que Cuitlahuac prepa-
raba ferozmente la defensa de su -reino y se supo también, que un
aliado más poderoso que los tlaxcaltecas, mucho más temible y des-
tructor qye un refuerzo de soldados castellanos, había caído sobre
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México llevándose a los hombres por miles, y entre ellos, además de
muchos hombres de guerra de los más probados y ejercitados, al
señor Cuitíahuac.
Llegaron noticias de que se había designado Rey a Cuauhtemdc,
y entre los Conquistadores rodó el nuevo nombre casi siempre defor-
mado y confuso. Para Cortés era "Guatimozín" y para Bernal Díaz,
más llano en su hablar, simplemente "Guatemuz",
¿ Quién era el nuevo Rey ? No había estado entre íos presos que
Cortés tuvo como rehenes, probablemente porque su edad no lo hacía
aparecer como dignatario importante, y sólo tuvo acceso al trono
por la descalificación y muerte de los hijos de Moctezuma y por la
defunción imprevista de Cuftlahuac. Caídos líos veteranos, subía por
ley de guerra la guardia joven. Alguno que lo conocía, tal vez Ixtli-
xochitl, que estaba con los castellanos, pudo dar noticias del nuevo
"tlaeatecuhtli" o jefe de hombres. Fue muy fácil saber que no era
del temple de Moctezuma, sino más bien del tipo de Cacama o Cuauh-
popoca, de casta reaí y sacerdotal, partidario de la resistencia y
enemigo de los hombres blancos.
Los cronistas han seguido buscando después datos directos, pero
la vida de Cuauhtemoc no ofrece ningún rasgo personal hasta que se
alza de pronto disparando sus flechas contra Moctezuma unos cuan-
tos días antes de la Noche Triste.
La imaginación puede adivinarlo desde su infancia, educado
como hijo del Rey Ahuizotl, aprendiendo en el "Cahnecac" los ejer-
cicios de la guerra y las fórmulas rituales de su tenebrosa religión,
luego ascendiendo rápidamente por herencia al cacicazgo de TSal-
telolco, después afiliado entre los adversarios de la política débil de
Moctezuma, que entregó sin pelear su reino a los castellanos, y fi-
nalmente lanzado al torbellino de una guerra decisiva, donde no
había más que matar o morir.
Lo que ha podido hacer la historia es buscar algunos nombres
y números en Ja genealogía y en la cronología, para confirmar que
Cuauhtémoc era hijo del Rey AhuizotJ, y de Ja princesa Tlilalc-apatl,
nieta del Rey Netzahualcóyotl y que tenía aproximadamente diez y
ocho años en 1520. Se ha pretendido negar este último dato, ad-
mitiendo sin discernimiento la informsación dudosa de unas cédulas
expedidas en España, en las que se trata de un supuesto hijo de
Cuauhtémoc. También se aduce la referencia de Bernaí Díaz del
Castillo, quien al hacer sus recuerdos fija a Cuauhtemoc una edad de
veintitrés años . Debe tenerse en cuenta que Bernal Díaz escribió
fiándose :de su memoria, y como probablemente no conoció en persona
a Cuauhtemoc sino después del sitio de México, tal .vez hasta la cau-
tividad en Coyoacán, y más ampliamente durante la expedición a
las Hibueras, es lo más natural que la última y más poderosa impre-
— 29 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
sien le quedara mejor grabada. Y por eso al escribir sus relaciones
recuerda al Guatemuz que le fuera tan grato en su viaje de México
hacirt Honduras, que debería tener entonces aproximadamente vein-
titrés años.
Los testigos de más valor son terminantes. Cortés dice en una
(\p sus cartas al Rey de Esuaña que los mexicanos se preciaban de
tener por soberano a Cuauhtemoc, que "era mancebo de edad de
diez y ocho años." La misma cifra dan Ixtlixochití, el Códice Ra-
mírez y Fernando de Águila*, y ya se h>a visto que el Padre Duran lo
Hania muchacho y de poca edad. Finalmente, la paternidad de Ahui-
zotí y la fecha de la muerte de éste, (1502) confirman la posibilidad
de estos datos.
En esta vez k historia no está reñida, con la poesía y con la
leyenda. Cuauhtemoc tenía edad para morir amado por los dioses.

ííernal Díaz lo retrató en unas cuantas líneas: "y aquel señor


que hicieron rey era un sobrino o pariente muy cercano de Moc-
tezuma, que se decía Guatemuz. .. mancebo bien gentil hombre para
ser indio y muy esforzado y se hizo temer de tal manera que todos
ios suyos temblaban de él..." Y en otra ocasión, como si afinara
y precisara los rasgos del rey indio que fue su amigo, escri-
be: - . ."y digamos como Guatemuz era de muy gentil disposición,
así de cuerpo como de facciones y los ojos más parecían cuando mi-
raban que eran con gravedad y halagüeños y no había falta en ellos...
y el color tiraba más a blanco que el coBor y matiz de esos otros in-
dios morenos, y decían que su mujer era sobrina de Moctezuma, su
tío, muy hermosa mujer y moza. .."
Esta sumaria descripción es sin embargo'lo único que realmente
constituye la iconografía de Cuauhtemoc, porque no es posible tomar
de los dibujos primitivos, trazados burdamente en los Códices, una
figuración aproximada a la realidad, y todas 'las estampas, retra-
tos y pinturas que posteriormente se forjaron, son obra de pura
imaginación.
Más bien que tales ensayos, donde aparece la cara del héroe
sin expresión ni carácter, es necesario atenerse al esbozo en bruto de
Bernal Díaz, y a la intuición que sólo puede guiarse por los rasgos
fisionómieos de la raza y ía edad. Así puede concebirse al Rey de
México según el molde característico de su raza, tal como hoy po-
dríamos ver a un muchacho de sangre indígena pura. Aún
sería preciso imaginarse facciones más afinadas y con profun-
da personalidad, porque los tipos supervivientes ya tienen sin duda
bien grabada la huella de los siglos de opresión, de miseria, de es-
tancamiento y de trabajos serviles, enemigos de la integridad corporal.
coronación de Cuauhtemotzín.
A L F O N S O T E J A Z A B R E
Debe recordarse que los mexicanos formaron un núcleo huma-
no superior, de guerreros y nobles, amos de todo un imperio^ y que
Cuauhtérnoc era dentro de su tribu persona de calidad regia, con
una larga ascendencia de reyes y de sacerdotes y vastago de una
serie de familias seleccionadas por el poder, la educación y la san-
gre. No es extraño que sus condiciones físicas, hasta en el color
de la piel y la expresión de los ojos, dieran fe de su linaje y de
su personalidad, y causaran profunda impresión no sólo en los
Conquistadores que lo llegaron a conocer ya vencido, sino entre sus
propios subditos y familiares, y hasta sobre los mismos jefes y
sacerdotes que lo designaron entre los parientes de Moctezuma _como
el único digno de ser jefe supremo en ía empresa guerrera más di-
fícil que había, conocido la nación.
Cuando entre los españoles se supo al fin quién era el sucesor
de Moctezuma y de Cuitlahuac, algunos, ios menos esforzados, aque-
llos que suspiraban por volverse a Cuba y no podían olvidar Ja fuga
espantable de la Noche Triste, sintieron sin duda crecer sus deseos
de retorno a la ínsula de Don Diego Velázquez, donde la tierra no
producía esos frutos humanos de tan endemoniada ferocidad. Pero
ios que estaban más cerca de Cortés y parecían en todos los trances
difíciles fortificados por la bravura indomable de su Capitán, no
sintieron .temblor de apocamiento ni acallaron sus esperanzas y sus
ambiciones. Y el mismo Cortés, de aflma invencible e insaciable,
tal vez respiró más fuerte y se enderezó para recorrer con una mi-
rada imperiosa el Valle de los Volcanes, satisfecho por sentir la in-
minencia de un adversario digno de combatir. Su gloría habría si-
do apenas reputación de hábil comerciante y mañoso logrero si
hubiera hecho la Conquista simplemente engañando a Moctezuma
y apoderándose furtivamente del Imperio Mexicano. La lucha de
Cuauhtémoc contra Cortés hizo de la Conquista de México una pelea
de semidioses.

•32.
L'aultre, Roy de México, ayant long temps deffendu, sa ville
assiegée, et montre en ce siege tout ce que peult et la souffrance et
la perseverance, SI ONCQUES PRINCE ET PEÜPLE LE MON-
TRA...

Montaigne.
El Sitio de México

La epopeya del cerco, asedio y destrucción de la antigua Tenox-


titlán está en la historia con proporciones semejantes a la toma de
Jerusalén y al sitio de Numancia o de Alesia, admitiendo la com-
paración no sólo por el aspecto militar y los derroches de bravura
humana, sino por constituir capítulos de la vida universal, y episo-
dios finales y decisivos, donde se pelea por la suerte de toda una
cultura, una época o una raza.
En el sitio de México, la gloria de la defensa ha tocado exclu-
sivamente a Cuauhtémoc. Su antecesor, Cuitlahuac, hizo mucho
sin duda como jefe de la resistencia indígena contra el Conquistador,
y bajo su mando se ISevó a cabo el tremendo empuje que cu'fminó
en la expulsión de Cortés y su derrota en la Noche Triste. Pero
Cuitlahuac sólo pudo ocupar el puesto de jefe de hombres entre los
aztecas y sus aliados durante ochenta días. La viruela, el "grano
divino" o "teozahuatl" que los mexicanos desconocían y fue im-
portado entre otros percances de la civilización europea, se llevó
con millares de víctimas indígenas al señor Cuitlahuac, y en su
lugar fue designado "el águila que cae".
La elección de Cuauhtémoc se hizo en condiciones obscuras y
tremendas. Los1 hijos de Moctezuma fueron muertos por los mis-
mos españolea al huir, juntamente con eí malpocado emperador, o
por los propios altos jefes y sacerdotes mexicanos, para castigar en
su descendencia al soberano cobarde, o para eliminar trastornos di-
násticos.
Algunas noticias históricas haMan vagamente de agitaciones
provocadas con motivo de ía designación de Cuauhtemoc, que fue
necesario apagar con sangre. Tal vez por estas circunstancias fue
preciso apresurar la coronación del nuevo rey y celebrar el matri-
monio con la hija de Moctezuma, el Copo Real de Algodón, que Cortés
había regalado como esclavita al Contador Alonso de Grado.
El Primer Defensor de la Independencia Mexicana.- -Original de F.
Cornejo, en el Teatro Maya de Los Angeles.
HISTORIA Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
Cortés volvía sobre México, después dé reforzarse con sus alia-
dos tlaxcaltecas y numerosos grupos de indios que le eran adictos,
por odio a los mexicanos o por simple atracción de la fuerza arrolla-
dora del hombre blanco. Volvía sobre México prevenido para una
lucha formidable, y dispuesto a ejecutar un plan estratégico cuidado-
samente preparado. Él hombre que cambió la expedición fletada
por Diego Veíázquez de simple viaje de piratas esclavistas, en Con-
quista de la Nueva España, el que barrenó ías naves en Veracruz,
penetró a lo desconocido y ganó por astucia el imperio me-
xicano, el que se desñizo de Narváez desplegando valor y maña sin
límites, el que fue más grande todavía para no caer desplomado y
hundirse después de la derrota de la Noche Triste, aún tenía que dar
muestras de su genio en ia reconquista de Tenoxtitlán. Su pen-
samiento y su acción al construir y transportar bergantines desti-
nados a cerrar el cerco de lo que algunos cronistas han llamado Ja
Venecia Americana, levantan la pobre condición humana a la altu-
ra de los que construyen las Pirámides, realizan la expedición de los
Diez Mil o abren el Canal de Suez,

Lo que hizo Cortés durante el sitio de México se ha contado liar-


gamente en crónicas innumerables, y ya adío el arte puede agregar
nuevos rasgos a ía descomunal hazaña que parece narración ma-
ravillosa de un libro de caballería, con algo de aventura piratesca,
lances de Romancero y evocaciones de Julio César en la Galia. Aho-
ra debemos anotar más atentamente lo que hizo Cuauhtemoc.
No pudo tener en su coronación el mismo ceremonial que sus
antecesores, y en vez de la "guerra florida", que antes sirviera
para tomar prisioneros y juntar víctimas destinadas a los sacrificios
gladiatorios y a las horribles inmolaciones en la Piedra Sagrada,
el nuevo monarca no tuvo para celebrar su ascención al trono, sino
los más precisos ritos religiosos.
Su matrimonio con "Copo Real de Algodón", la hija mayor de
Moctezuma no fue sino una fórmula, reduciéndose a la ceremonia de
atar la manta del varón con la camisa de la muchacha. Entonces
olvidó seguramente la impúber Tecuichpo que había sido una sierva
de Cortés y de Alonso de Grado, decorada con el bello nombre de
Isabel, al recobrar su nombre y readquirir la posición regia.
En aquellos instantes, Cuauhtemoc sólo pretendía fijar su es-
tado y tal vez borrar ía disidencia provocada por la muerte de Moc-
tezuma y de sus hijos.
Los preparativos de la defensa lo ocupaban día y noche. Mien-
tras Cortés recibía frecuentes refuerzos de hombres y recursos, que
llegaban en pequeños grupos a Veracruz, ya sea como voluntarios,
— 37 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E

enviados por Velázquez o movidos por propósitos personajes, y en


mucho mayor número de guerreros indígenas que seguían el ejem-
plo de los tlaxcaltecas, el Rey de México sólo tuvo apoyo leal y per-
manente en los señores de Tacaba y de Texcoco, que bien merecen
acompañarlo en ]a glorificación histórica: Tetlepanquetzal y Coa-
nacoch.
Más vate citar los textos literalmente. Son superiores a toda
ponderación, y reproducen Jos episodios del sitio con sabor incon-
fundible y detalles preciosos.
o
En su "Monarquía Indiana", dice Torquemada que "Quaute-
moc" era de buen entendimiento, severo y áspero de condición, y
que como sabía las necesidades de su ciudad y gentes, luego que fue
electo por Rey prosiguió en todas las prevenciones de su antecesor.
Y agrega que ganó muchos amigos, aunque algunos no se qui-
sieron confederar con él, no tanto por el miedo de los castellanos,
cuanto por sus antiguas enemistades; que hizo grandísima provisión
de armas; metió mucha gente en la Ciudad; sacó mucha parte de la
inútil, y la envió a las montañas; metió dentro toda la vitualla de
}a comarca; hacía ejercitar la gente en las armas; ofreció mercedes
a los que se señalasen más; tenía gran cuidado de saber lo que ha-
cían sus enemigos; y cuando entendió que se apercibían, y que-
rían ponerse en camino, juntó & la Nobleza Mexicana, y "todos jun-
tos, (y él en pie) hizo un razonamiento, persuadiéndoles a la de-
fensa de la Religión, de la Patria, de las vidas, honras, hijos y mu-
jeres; con lo que a todos confirmó en su voluntad, y obediencia, y le
prometieron de morir en ella."
El espíritu que Cuauhtemoc infundía entre su gente se a<Ji-
vina por estas palabras de Herrera:
"Llegaron las nuevas a México, que Cortés había ganado &
Suchimilco, y el rey Quautimoc hizo un razonamiento a la nobleza
de la ciudad, poniendo por delante el peligro en que se hallaban, y
el valor que convenía mostrar para resistir a dos castellanos, en que
harían gran servicio a sus dioses, que estaban muy ofendidos de los
ultrajes de los castellanos, en lo cual era necesario emplear deveras
sus fuerzas y BUS armas: y cuando aquellas faltasen, dejar crecer las
uñas para despedazar a los enemigos, con los cuales se había de pe-
lear hasta el último espíritu, por 'la honra y seguridad de todos..."
Antonio de Herrera.—Historia General de los hechos de los
Castellanos en las Islas y Tierra Firme deí Mar Océano.)
o
En la crónica de Bernal Díaz del Castillo aparece a cada paso eJ
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
nombre de "Guatemuz", porque eí viejo soldado tenía bien fijo su
recuerdo en la memoria:
"Después de que Cortés vio que íbamos en la Ciudad ganando
muchos puentes y calzadas y albarradas y derrocando casas, como
teníamos presos tres principales personas que eran capitanes de
México, les mandó que fuesen a hablar a Guatemuz para que tuvie-
sen paces con nosotros; y los principales dijeron que no osaban ir
con tal mensaje, porque su señor Guatemuz les mandaría matar.
En fin de pláticas, tanto se los rogó Cortés y con promesas que fles
hizo y mantas que les dio, que fueron, y lo que les mandó que dije-
sen al Guatemuz es, que porque lo quieren bien, por ser deud_o tan
cercano del gran Moctezuma,, su amigo, y casado con su hija, y
porque ha mancilla que aquella gran ciudad no se acabe de destruir,
y por excusar la gran matanza que cada día hacíamos en sus vecinos
y forasteros, que le ruega que venga de paz, y en nombne de su ma-
jestad, les perdonará todas las muertes y daños que nos han hecho,
y les hará muchas mercedes; que tenga consideración que se lo ha
enviado a decir tres o cuatro veces, y que él por ser mancebo, o por
sus consejeros, y la principal causa por sus malditos ídolos o papas,
que le aconsejaban mal, no ha querido venir, sino darnos guerra;
y pues, que ya ha visto tantas muertes como en las batallas que nos
dan les ha sucedido, y que tenemos de nuestra parte todas las ciu-
dades y puebios de toda aquella comarca, y cada día nuevamente vie-
nen más contra ellos, que se compadezca de tal perdimiento de sus
vasallos y ciudad. También les envió a decir que se les habían aca-
bado los mantenimientos, que ya Cortés lo sabía, y que también
agua no la tenían... Y cuando los tres mensajeros parecieron ante
su señor Guatemuz, con grandes lágrimas y sollozando le dijeron lo
que Cortés les mandó; y el Guatemuz desque lo oyó, y sus Capitanes
que juntamente con él estaban, pareció ser que afl principio recibió
pasióta de que fuesen atrevidos aquellos Capitanes de irle con tales
embajadas; mas el Guatemuz, según después alcanzamos a saber,
tenía voluntad de no tener guerra con Malinche ni todos nosotros;
y la plática que sobre ello les puso fue, que ya habían probado todo
lo que se puede hacer sobre la guerra y mudado muchas maneras de
pelear, y que somos de tal manera, que cuando pensaban que nos
tenían vencidos, que entonces volvíamos muy más reciamente sobre
ellos y que al presente sabía los grandes poderes de amigos que nue-
vamente nos habían venido, y que todas las ciudades eran contra
ellos y que ya los bergantines les habían roto sus estacadas, y que los
caballos corrían a rienda suelta por las caites de su Ciudad; y les
puso por delante otras muchas desventuras que tenían sobre Jos
mantenimientos y agua; que les rogaba y mandaba que cada uno
dellos diese sobre eüo su parecer, y los papas también dijesen el suyo
— 39 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
y lo que a sus dioses Huichílobos y Tezcatepuca lea han oído hablar,
y que ninguno tuviese temor de hablar y decir la Verdad de k> que
sentía. Y según pareció, Je dijeron: Señor y nuestro gran señor,
ya tenemos a tí por nuestro rey y señor, y es muy bien empleado
en tí el reinado, pues en todas tus cosas te has mostrado varón y
te viene de derecho el reino. Las paces que dices, buenas son*, mas
mira y piensa en ello, que cuando estos teules entraron en estas tie-
rras y en esta ciudad, cual nos ha ido de mal en peor; mirad los ser-
vicios y dádivas que Ses hizo y dio nuestro señor, vuestro tío, el gran
Moctezuma, en qué paró. Pues vuestro primo Cacamatzin, rey de
Texcuco, por el consiguiente. Pues vuestros parientes los señores
de Ixtapafapa e Cuyoacan y Tacuba y de Talatcingo, ¿qué se hicie-
ron? Pues los hijos de nuestro gran señor Moctezuma todos mu-
rieron. Pues oro y riquezas desta ciudad todo se ha consumido.
Ya ves que a todos tus subditos y vasallos de Tepeaca y Chalco y
aún de Tezcuco, y aun de todas estas vuestras ciudades y pueblos,
les ha hecho esclavos y señalado las caras. Mira primero lo que
nuestros dioses te han prometido: toma buen consejo sobre ello y
no te fíes de Malinehe ni de sus palabras; que más vale que todos mu-
ramos en esta ciudad peleando, que no vernos en poder de quienes
noa harán esclavos y nos atormentarán."... Y entonces el Guatemuz,
medio enojado, les dijo: "Pues así queréis que sea, guardad mucho
el maíz y bastimentos que tenemos, y muramos todos peleando; y
desde aquí adelante ninguno sea osado a demandar paces, si no, yo
le mataré"; y allí todos prometieron de pelear noches y días y mo-
rir en la defensa de su ciudad."
Después, a cada paso se aparece Guatemuz en la Crónica de
Bernal Díaz:
*'.. .y en aquel instante vienen más escuadrones a nosotros, que
de nuevo enviaba Guatemuz; y manda tocar su corneta, que era una
señail que cuando aquella se tocase era que habían de pelear sus ca-
pitanes de manera que hiciesen presa o morir sobre ello, y retumbaba
e] sonido que se metía en los oídos;..."
"...que ya había puesto Guatemuz en los caminos muchos indios
guerreros porque no supiésemos los unos de los otros los desmanes."
**. -.como el Guatemuz le tenía concertado lo puso por obra, que
vinieron muy grandes escuadrones, y unas noches nos venían a rom-
Pér y dar guerra a media noche, y otras a la modorra, y otras al
cuarto del alba, e venían algunas veces sin hacer rumor, y otras con
grandes alaridos, de suerte que no nos daban un punto de quietud;
y cuando lleg-aban adonde estábamos velando, la vara, piedra y fle-
cha que tiraban, e otros muchos con lanzas, era cosa de ver..."
HISTORIA Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
". . .ya he dicho otras veces que desde que amanecía hasta la noche;
porque para ello tenía Guatemuz señalados los capitanea y escua-
drones que a cada calzada habían de acudir."
". . .como le llevaron a Guatemuz estos cuatro saldados, alcanzó
a saber cómo éramos muy pocos los que veníamos con Cortés y que
muchos estaban heridos, y tanto como quiso saber de nuestro.viaje,
tanto supo; y como fue bien informado, mandó cortar pies y bra-
zos a los tristes nuestros compañeros, y los envía por muchos pue-
blos nuestros amigos de los que no habían venido de paz, y les en-
vía a decir que antes que volvamos a Tezcuco piensa no quedará
ninguno de nosotros a vida; y con los corazones y sangre hizo sa-
crificio a sus ídolos."
"... se encuentran con los diez mil guerrero,1? que el Guatemuz en-
viaba en ayuda e socorro de refresco de los que denantes había en-.
viado, y los capitanes mejicanos que con ellos venían traían espadas
de fas nuestras, haciendo muchas muestras con ellas de esforzados,
y decían que con nuestras armas nos habían de matar;..."
". . .y se supo dellos que tenía Guatemuz ordenado de enviar otra
gran flota de canoas y muchos más guerreros por tierra;"
". - .y vieron venir sobre dos mil canoas que venían de Méjico lüenas
de guerreros, y venían derecho adonde estábamos; porque según
otro día supimos,, el señor de Méjico que se decía Guatemuz, íes en-
viaba para que aquella noche o día diesen en nosotros."
".. .y los mejicanos procuraron trtes veces de les poner fuego y aún
prendimos quince indios de los que lo venían a poner, de quien se supo
muy largamente todo io que en Méjico hacía y concertaba Guatemuz;
y era, que por vía ninguna habían de hacer paces sino morir todos pe-
leando o quitarnos a todos las vidas. Quiero tornar a decir los lla-
mamientos y mensajeros en todos los pueblos sujetos a Méjico, y
como les perdonaba el tributo y el trabajar, que de día y de noche,
trabajaban de hacer casas y ahondar los pasos,de las puentes y hacer
albari-adas muy fuertes, y, poner a punto sus varas y tiraderas, y
hacer unas Janzas muy largas para matar los caballos, engastadas
en ellas de las espadas que nos tomaron la noche del dasbarate, y
poner a punto sus hondas con piedras rollizas, y espadas de a dos
manos, y otras mayores que espadas, como macanas, y todo género
de guerra."
o
Gomera llega a imaginarse que las divinidades infernales acon-
sejaron a Cuauhtemoc la resistencia.
Dice: "El rey Cuauhtimoc, luego que supo como Cortés tenía ya
sus bergantines en a.gua y tan gran ejército para sitiarle a Méjico,
juntó a los sen ores y capitanes de reino a tratar del remedio. Unos
_ 41 _
A L F O N S O T E J A Z A B R E

Los mexicanos no dormían porque el rey Cuauhtémoc estaba perso-


nalmente con ellos.

42 —
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
le incitaban a la guerra, confiados en la mucha gente y fortaleza
de la ciudad; otros que deseaban la salud y bien público, y que fue-
ron de parecer que no sacrificasen los españoles cautivos, sino que
tos guardasen para hacer las amistades, aconsejaban la paz. Otros
dijeron que preguntasen a los dioses lo que querían. El rey, que se
inclinaba más a la paz que a La guerra, dijo que habría su acueírdo
y plática con sus ídolos, y les avisaría de lo que consultase con ellos,
y a la verdad él quisiera tomar algún buen asiento con Cortés, te-
miendo lo que después le vino; empero, como vio lo suyos tan de-
terminados, sacrificó cuatro españoles que aún tenía vivos y enjau-
lados, a los dioses de la guerra, y cuatro mil personas, según dicen,
algunos; yo .bien creo que fueron muchas, mas no tantas. Habló
con el diablo en figura de Vitcilopuchtli; el cual le dijo que no te-
miese a los españoles, pues eran pocos, ni a los otros que con ellos
venían, por cuanto no perseverarían en el cerco; y que saliese a
elos y los esperase sin miedo ninguno; ea el ayudaría y mataría a
sus enemigos. Con esta palabra que del diablo tuvo, mandó Cuahu-
timocin quitar luego las puentes,, hacer baluartes, velar la ciudad y
armar cinco mil barcas."
Y más adelante menciona "la diligencia de Cuauhtémoc:"
"Otro día siguiente muy de mañana, y después de haber oído
misa, tornó Cortés a la Ciudad con ]«a mesma gente y orden, por que
los contrarios no tuviesen lugar de limpiar las puentes ni hacer ba-
luartes. Mas por bien que madrugó, fue tarde, porque no se dur-
mieron en la ciudad; sino luego que tuvieron fuera al enemigo
tomaron Jas palas y picos y abrieron lo cegado, y con lo qu« sacaban
hacían alliarradas, y así se fortitfícattm como estaban jprifrndro.
Muchos desmayaban, y hartos perecían en la obra* dd sueño y
hambre que, sobre cansados, pasaban. Mas no podían al otra cosa
hacer porque Cuahutimoc andaba presente."
Esta es una anotación de Ixtlixochitl:
"...que por mucho que madrugaron, (los españolea) hallaron
las^ puertas limpias y quebrada por muchas partes la calcada, como
solían hacer los mexicanos, los cuales toda esta noche no habían dor-
mido porque el Rey Cuauhtémoc personalmente habla estado con
ellos."

En la Historia de las Indias de Fray Diego Duran, aparece


Guatemuz arengando a sus huestes como un héroe clásico. Sin em-
bargo, pueden encontrarse rasgos de la verdad en estas decoraciones
amplificadas, y algún dato concreto de relieve, como el que pinta
al Bey armado con acero y rodela, usando ya las armas quitadas a
los españoles.
A L F O N S O T E J A Z A B R E
"Cuauhtemocfcain, Señor de México, viendo q,ue toda la tierra
venía contra él, y que se íe acercaba la ocasión, donde no solo eran
menester las armas, pero el ánimo y el corazón para poderse defen-
der, dijo a los suyos: valerosos mexicanos, ya veis cómo nuestros va-
sallos todos se han rebelado contra nosotros, ya tenemos por enemi-
gos, no solamente a los tláxcalteca, y choloteca, y vexotzingas, pero
a los texcucanos, chalca y xochimilca y tepanecas, los cuales todos
nos han desamparado y dejado y se han ido y Hegado a los españo-
les y vienen contra nosotros, por lo cual os -rue^o que os acordéis
del valeroso corazón y ánimo de los mexicanos chichimeca, nuestros
antepasados, que siendo tan poca gente la que en esta tierra aportó,
se atreviese a acometer y a entrar entre muchos millones de gentes,
y sujetó con su poderoso brazo todo este nuevo mundo y todas las na-
ciones, no dejando costas ni provincias lejanas que no corriesen y
sujetasen, poniendo sus vidas al tablero por solo aumentar y ensal-
zar su nombre y valor; por lo cual ha venido el nombre mexicano
a tener ía nombradla y excelencia que tiene y a ser temido su ape-
llido por todo el mundo; por'tanto, o valerosos mexicanos, no des-
mayéis ni os acobardéis; esforzad ese pecho y corazón animoso para
salir con una empresa la más importante que se os ha ofrecido; mi-
rad que si con esta no saléis, quedaréis por esclavos perpetuos y
vuestras mujeres y hijos por el consiguiente, y vuestras haciendas
quitadas y robadas; tened lástima de los viejos y viejas y de los
niños huérfanos, que no haciendo lo que debéis al vador de vuestras
personas y a la defensa, de la patria, quedarán por vosotros desam-
parados y en manos de vuestros enemigos para ser esclavos perpe-
tuos y hechos pedazos; no miréis a que soy muchacho y de poca edad,
sino mirad que lo que os digo es verdad y que estáis obHgados a de-
fender vuestra ciudad y patria, donde os prometo no la desamparar
hasta morir o libralla. Todos con grandísimo fervor le prometieron
de facer lo mesmo"., ."determinó, (Cuauhtémoc) de juntar a log seño-
res y capitanes que había en México, y después de haberles representa-
do el estado en que se hallaba, las muchas provincias que íe habían des-
amparado y corifederádose con ios enemigos, de hallarse sin agua, y que
convenía hurtar con canoas lo que bebían, la fuerza de los bergan-
tines, los pasos tomados, los peligros y miserias que esperaban por
sustentar la guerra, propuso que le dieran su parecer sobre mante-
nerla o hacer la paz, porque entendía que Hernando Cortés la desea-
ba y muchos lo persuadían... (pero que como se decidió continuar
la guerra), mostrándose Quautimoc muy alegre, mandó fortificar
muchas partes de la ciudad, aézar los puentes, armar cinco mil ca-
noas y meter bastimentos.
..."el rey Cuauhtémoc, que eirá el general de todo el ejérci-
to.,, acudía a todas las partes con tanta diligencia, que metido en
44
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
una canoa pequeña armado de sus armas, con su espada y rodela
en las manos, volaba de una parte a otra para ver el concierto de
sus gentes y lo que hacían"...

Los indios invocaban sin duda el amparo de sus dioses, y busca-


ban el auxilio hasta de -las potencias infernales. Ya en los últimos
días del sitio, cuando apenas les quedaban unos cuantos cuadros de
casas y los conquistadores llegaban en sus asaltos hasta el Templo
mayor, vieron cómo se levantaba cerca del mercado una espantable
máquina de guerra. Así como Cortés había mandado construir for-
talezas ambulantes cuando estuvo cercado en las casas de Moctezu-
ma, antes de la Noche Triste, quiso ensayar en eí sitio de México una
especie de catapulta o trabuco gigante. Se ofreció a construirlo un
soldado Sotelo, de Sevilla, que se jactaba de haber asistido a gloriosas
peleas en Italia, a las órdenes del Gran Capitán, y prometía-destruir en
muy poco tiempo las casas de Tialteíolco donde se había hecho fuerte
Cuauhtémoc. Se levantó la máquina con gran acopio de piedras,
sogas y maderas, pero el primero y último de sus proyectiles salió
difícilmente y cayó casi al pié del aparato.
En cambio los bergantines seguían apretando el cerco y las es-
padas y ballestas remataban la obra deí hambre. Cuenta el Padre
Sahagún que estando ya los mexicanos acosados por todas partes,
quisieron tomar pronóstico de si había terminado su ventura o po-
drían escapar del peligro en que se encontraban.
Cuauhtémoc llamó a uno de los guerreros más valientes para
que se vistiera las armas y divisas de su padre Ahuízotl. Y le dijo:
"Mira estas armas que se llaman "Quetzaltecolotl", que eran de
mi padre el rey Ahuizotl. Vístelas y pelea con ellas y matarás algu-
nos. Que vean estás armas los enemigos" y podrá ser que se espan-
ten al verlas". Se vistió efectivamente el guerrero azteca con las
insignias reales y se le dio además el arco sagrado de Huizilopochtli
y la saeta con casquiílo de pedernal,
Y así equipado, salió en compañía de cuatro capitanes hacia el
enemigo, espantando en efecto por su catadura lo mismo a españo-
les que a tlaxcaltecas. Sin embargo, al darse cuenta de que no de-
bían combatir con trasgo o demonio, sino con un guerrero mortal,
salieron a encontrarlo y pelearon con él. A pesar de las insignias
sagradas y de las armas invencibles, solo pudo el "Quetzaltecolotl"
rescatar algunas joyas robadas por los tlaxcaltecas y matar a unos
cuantos enemigos,
Todo era inútil. Los presagios seguían avisando una
próxima catástrofe. 'Los mexicanos veían señales siniestras
— 45 —
A L F O N S O T E J A Z A . B R E
en el aire y un torbellino de fuego cayó en la laguna, estallando
y rompiéndose con explosión de brazas y de chispas.
Ya habían recibido la última profecía, al consultar el espejo
adivino. En los mismos instantes de lucha violenta, cuando tos es-
pañoles mandados por Gutierre de Badajoz peleaban en las gradas
del Templo mayor, bregando por subir a derrocar los ídolos y quemar
los adoratoríos, se reunieron afgunos señores principales de los si-
tiados, en Jo más alto del edificio. Entre ellos, los caciques de Tacuba
y Texcoco: Tetlepanquetzal y Coanacotüin. Cuauhtémoc no quiso
asistir a la ceremonia de adivinación, porque prefirió seguir luchan-
do. Entonces, el señor de Tacuba comenzó a buscar en un espejo
grande de obsidiana, Jlamado "nahualtezcatl" o espejo de las adi-
vinaciones, la visión profética de sus destinos.
Pronunció, cuenta Don Luis González Obregón, en "Vetuste-
ces", una invocación en términos de hechicería o encantamiento, por-
que aquellos indios eran muy brujos y nigromantes y en seguida
todos se fijaron en la superficie lisa, negra y brillante del maravi-
lloso disco. Vieron pasar como entre nubes toda su historia pasa-
da, desde la remota tierra de Aztlán, la peregrinación hasta el Va-
lle de los Volcanes, y la fundación de la Ciudad de Tenoch, en el tu-
gar donde el águila devora a la serpiente. Vieron luego la trans-
formación de la isleta desnuda en gran ciudad, con el grandioso tem-
plo de Mexitli, "bruñido el piso como espejo mágico y circundado
de un gran muro con cabezas colosales de serpientes emplumadas.'*
Y así llegaron a la visión de Moctezuma el joven, cuando co-
menzó a subir el poderío mexicano hacia su mayor esplendor; vie-
ron al rojo Ahuizotl celebrando, COR derroches de sangre nun-
ca vistos en el mundo, sus conquistas que llegafron más allá de
Tehtiantepec; y al segundo Moctezuma cuando recibió a Cortés, hu-
millándose frente al enviado de Quetzalcoatl; después en la terraza
del cuartel español cuando sus antiguos subditos lo insultaron y
lapidaron y su muerte obscura y su entierro sin decoro. Luego la No-
che Triste, surcada de relámpagos y nefasta para el Conquistador, las
cabezas de los hombres rubios colgadas en el "tzompanW, donde
les crecía la barba y cabello después de muertos y el retorno de ios
'teules" contra la ciudad, sitiada y combatida por toda la tierra...
El espejo parecía empañarse para reproducir da ruina de Tenoxti-
tlán, destruida casa por casa. Y por último, la tremenda profecía:
el jefe de hombres, el último tíacatecuhtli llamado "águila que cae",
vencido y preso, pidiendo al capitán Malinche que lo matara puesto
que la muerte había huido ante é l , . . "Se oscureció el espejo,—
dice el "Proceso de Indios Idólatras", que nos ha trasladado Don Luis
González Obregón—, y no quedó clara sino una partecilla en que
«.parecían unos cuantos esclavos".
— 46 —
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
Y Tetlepanquetzal dijo a los que miraban: "Digamos al señor
Cuauhtemotzin que no bajemos, porque hemos de perder México."
Pero tuvieron que bajar para seguir peleando, porque su destino
estaba escrito.
o
Los historiadores españoles relatan los episodios finales del
sitio en una forma dramática y teatral.
Cortés refiere cómo recibió al Rey vencido y dice:
"... llegóse a mí y díjome en su lengua que él ya h&bía
hecho todo lo que de su parte era obligado para defenderse a sí y
a los suyos hasta venir en aquel estado, que ahora ficiese del lo que
yo quisiese; y puso la mano en un puñal que yo tenía, dieiéndome
que le diese de puñaladas y le matase. E yo le animé, y le dije
que no tuviese temor ninguno."
Los cuadros que pinta Bernal Díaz son más pintorescos y
movidos.
" . , . quiso Dios nuestro Señor que el Garci-Holguín alcan-
zó a las canoas e grandes piraguas en que iba el Guatemuz, y en efl
arte del y de los toldos e piraguas, y aderezó del, y de la canoa,
lo conoció el Holguín y supo, que era ei grande señor de Méjico, y
dijo por señas que aguardasen, y no querían, y el hizo como quie les
quería tirar con Jas escopetas y ballestas, y hubo el Guatemuz mie-
do de ver aquello, y dijo; "no me tiren, que yo soy d rey de Méji-
co y desta tierra, y lo que te ruego es, que no me llegues a mi
mujer ni a mis hijos, ni a ninguna mujer ni a ninguna cosa de lo
que aquí traigo, sino que me tomes a mí y me lleves a Malínche".
Y como el Holguín le oyó, se gozó en gran manera y le abrazó, y
íe metió en el bergantín con mucho acato, a él, a su mujer y a veinte
principales que con éi iban, y les hizo asentar en 3a popa en unos pe-
tates y mantas, y les dio de lo que traía para comer, y a las canoas
en que iba su hacienda no les tocó en cosa ninguna, sino que junta-
mente las llevó con su bergantín..." y cuando Cortés lo supo,
luego despachó al Capitán Luis Marín y a Francisco de Lugo para
que luego hiciese venir al Gonzalo de Sandovaí y a! Holguín sin más
debatir, e que trajese aH Guatemuz y a la mujer y familia con mu-
cho acato, porque el determinaría cuyo era el prisionero, y a quien
se había de dar la honra de!lo; y entretanto que le fueron a llamar
hizo aderezar Cortés un estrado lo mejor que pudo con petates y
mantas y otros asientos, y mucha comida de lo que Cortés tenía para
sí, y luego vino el Sandovaí y Holguín con el Guatemuz, y le llevaron
ante Cortés; y cuando se vio delante del le hizo mucho acato, y
A L F O N S O T E J A Z A B R E
Cortés con alegría le abrazó, y le mostró mucho amor a él y a sus
capitanes; y entonces el Guatemuz dijo a Cortés: "Señor MaHnche,
ya yo he hecho lo que estaba obligado en defensa de mi ciudad y va-
sallos, y no puedo más; y pues vengo por fuerza y preso ante tu
persona y poder, toma luego ese puñal que traes en la cinta y má-
tame luego con él". Y esto cuando se lo decía lloraba muchas la gri-
mas con sollozos y también lloraban otros grandes señores que con-
sigo traía; y Cortés le respondió con doña Marina y Aguilar, nuestras
lenguas, y dijo muy amorosamente que por haber sido tan valiente
y haber vuelto y defendido su ciudad se lo tenía en mucho y tenía
en más su persona, y que no es digno de culpa ninguna, é que antes
se io ha de tener a bien que a mal; é que lo que Cortés quisiera, fue
que, cuando iban de vencida, que porque no hubiera mas destruiciÓn
ni muerte en sus mejicanos, que vinieran de paz y de su voluntad;
é que pues ya es pasada lo uno y lo otro, y no hay remedio ni en-
mienda en ello, que descanse su corazón y de sua capitanes, é que
mandará a México y a sus provincias como de antes lo solían hacer;
y Guatemuz y sus Capitanes dijeron que se lo tenían a merced; y
Cortés preguntó por la mujer y por otras grandes señoras mujeres
de otros capitanes que le habían dicho que venían con Guatemuz;
y el mismo Guatemus respondió y dijo que había rogado a Gonzalo
de Sandoval y a Garci-Holguín que les dejase estar en las canoas
en que estaban, hasta ver lo que el Malinche ordenaba"
Con mayores datos y apuntes de leyenda los historiadores, como
Dorantes de Carranza y Cervantes de Salazar, continuaron la obra
de amplificación. Dice eí primero:
"García Holguín. Este caballero fue el que el día de la toma
de México prendió al Rey Quauhtimotzin, que iba encuebierto en una
canoa huyendo de la roía. Al fin conocido y preso por Garci Holguín
le llevó a Cortés como trofeo y esencia (sic por enseña) con que
se acababa la guerra. Fue bien recibido y Cortés dixo por la len-
gua: decidle a Quauhtemoc que por qué permitió perder su ciudad
a costa de tantas vidas como estos días han acabado, así a los suyos
como a ios nuestros, habiénddle rogado tantas veces con la paz? el
valeroso mancebo le respondió: düe al capitán que yo he hecho lo que
era, obligado por defender mi ciudad y rsino, como él hiciera por el
suyo si yo le fuero, o quitar; pero que pues no pude y me tiene en
su poder, que tome este puñal y me mate, y extendiendo el brazo
sacó al Marqués un puñal que en la cinta tenía y se lo puso en la
mano rogándole 3e matase con él. El Marques se demudó y turbó,
aunque no hizo ningún mudamiento del asiento en que estaba, antes
con palabras muy blandas y amorosas le habló y regaió e hizo sentar
cabe si dándole muchas caricias, libertad y que se fuese donde
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
quisiese, y diciéndole que pidiese todo lo que quisiese fle ganó por muy
íiel y leal amigo, que todo esto puede la urbanidad y buena crianza,
como en mil efectos y ocasiones lo mostró siempre Cortés con que
llegó a sus deseos." (sic.)
"Contentóse Quauhtiniotzin debajo de tantas promesas con que
Cortés y los suyos soltasen todos los presos de guerra, y así Ib man-
dó Cortea y con pena de la vida. Murieron en la últim¡a batalla el
día de la toma de México más de quarenta mil hombres y mujeres,,
así a spada y lanza, como los que se echaban vivos por su voluntad
con sus hijos e hijas en las acequias por no verse en poder de los
españoles: y fue tanto el hedor que hubo de los cuerpos muertos,
tjue pasaban de ciento cincuenta mili que tenían escondidos y tapados
porque los españoles no les sintiesen la falta de gente, que aunque
después de ganada la ciudad líos echaban fuera della, no los podían ago-
tar ni valerse del mal olor por mucho tiempo. AS fin llegaron a tan-
to trabaxo, que Quautimotzin hizo vestir y armar a todas. las muye-
res de la ciudad con sus armas, haciendo demostración por las calles,
azoteas y terrados en gran número de gente..."
La versión deí Dr. Francisco Cervantes de SaJazar es como sigue:
"Muy alegre como era razón, y muy acompañado, así de indios
amigos como de españoles, Garci Holguin llevó a Guatemucin delante
de Cortes a una azotea donde estaba, que era junto al lago. Iban con
Guatemucin otros señores muy principales presos que en su rostro
y semblante mostraban más pesar de ver a su señor preso que de irlo
ellos. Cortés íe rescibió con alegre rostro, no mostrándole rigurosidad
de vencedor. Mandóle a sentar a par de sí, é primero que le habíase
palabra,, levantándose Guatemucin, le dixo muy reportado y con
gran ánimo: "Invencible y muy venturoso Capitán: Hasta este
punto yo he hecho todo lo que de mi parte era obligado para defen-
der a mí y a los míos contra tu gran poder. Si mis dioses o,mi for-
tuna, o tu Dios, que debe ser muy poderoso, me han sido contrarios,
no tengo yo la culpa, de que estoy muy contento. En tu poder me
tienes, tu prisionero soy, haz de mí tu voluntad", e poniendo la mano
en un puñal que Cortés traía, ¡e dixo que la mayor merced que le
¡podría hacer sería matarle con aquel puñal, porque él iría muy des-
cansado donde estaban sus dioses, a reeebir dellos la honra y gloria
que su firmeza mereseía, especialmente habiendo muerto a manos de
un tan famoso capitán."
La caída y aprehensión de Cuauhtemoc aparecen narradas con
notable sobriedad por el Conquistador Francisco de Aguilar y Fray
Eemardino de Sahagún. Dice Aguilar:
"....se llegaron a la casa fuerte donde ss auia rrecogido.ya
quauteir.ua, que era señor mancebo de hasta dies y ocho años, vale-
A L F O N S O T E J A Z A B R E

—"Decidle a Cuauhtémoc que por qué permitió perder su ciudad


a costa de tantas vidas,,."
— 50 —
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C

—"Dile al capitán que yo he hecho lo que era obligado por defender


mi ciudad y reine, como él hiciera por el suyo si yo le fuera a
quitar..."

51
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
roso y ualiente por su persona, al qual le fue dicho que pues que
ya no tenía donde se meter, que se diese, que el ijrey le perdonava
y que le haría muchas mercedes; el cual respondió con mucha pre-
sunpción y poca verguenca : No me quiero dar, que primero os tengo
de matar a todos. Y así de noche nos bolviamos a rreposar al
rreal". . ."Otro día de mañana, después de lo dicho, comencaron otra
ues de nuevo a pelear, y fue rrequerido el dicho principal, y tampoco se
quiso dar; pero aqueste día que le fue hecho el requerimiento, y
btros dos días antes, las mugeres y niños se venían a entregar y dar
a los españoles,, viéndose ya perdidos. Guatemusa se metió en una
canoa chiquita, con un solo rremero. Acaeció que como era de no-
che, fue a topar con un vergantin del qual era capitán gareia holg-uin,
el cual lo prendió y se ío presentó al Capitán hernando Cortés, que fue
causa de que se rreconciliase con éí, porque no le tenía buena vo-
luntad."
Y Sahagún escribe :
. . . , Cuauhtemoctzin iba en una canoa y dos pajes con él, que
llevaban sus armas, y uno soflo iba remando en la canoa que se lla-
maba Cenyautl, y cuando llegaron a la presencia de Don Hernando
Cortés, comenzó a decir toda la gente mexicana: "ya va nuestro
señor a ponerse en manos de los dioses españoles."
Todavía es más notable la sencillez lacónica y expresiva de la
historia netamente indígena, tal como aparece condensada en el raro
manuscrito que se indica a continuación, y que coincide casi exaeta-
. mente con el pasaje respectivo de -Jos Anales de Chimalpain :
"Yei callij tres casas (1521). En este año subió al trono Cuauh-
temotzin, y entonces nos batieron con mayor fuerza y crueldad, por
lo que nos desbarataron y destruyeron completamente. Habiendo
sido cogido Cuauhtemotzin, ío llevaron a Coyoacán bien amarrado."
(Anales Mexicanos. — México — Atzcapotzalco.— 1426-1589,—
Traducción de un manuscrito antiguo mexicano. Publicado en los
Anales del Museo Nacional, números de septiembre y diciembre de
1900, con esta neta: "Este manuscrito se escribió en mexicano y el
Sr, D, José Femando Ramírez mandó hacer la presente traducción
al Sr. Chimalpopoca, Lo creo de gran importancia por 5os nuevos
tfatos_que proporciona sobre la historia del señorío de Atzcapotzalco,
especialmente de su conquista por los niexica. En la parte anterior
a la conquista de los castellanos tiene un estilo netamente indígena,
lo cual nos revela que es la reproducción escrita de las tradicio-nes
verbales de los mismos indios. Esto lo hace tan interesante como el
Códice Ramírez y las crónicas de Duran y Tezozomoc. — A Chavmx)
Pero nada sugiere con tanto vigor la idea del absoluto anona-
_62 —-
A L F O N S O T E J A Z A Í B K E
damíento, de la irremediable destrucción y caída de México-Tenoch-
titlán, como estas líneas de Bernal Díaz, que con razón impresiona-
ron al poeta José María de Heredia, cuando tradujo al francés lia
"Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España": "Y como
se hubo preso Guatemuz, quedamos tan sordos todos los soldados,
como sí de antes estuviera uno puesto encima de un campanario y
tañesen muchas campanas y en aquél instante cesasen de tañer...
porque todos los noventa y tries días que sobre esta ciudad estuvi-
mos., de noche y de día daban tantos gritos y voces y silbos, unos es-
cuadrones mejicanos apercibiendo a los guerreros que habían de ba-
tallar en la calzada y otros llamando a las canoas que habían de #ue~
rrear con los bergantines y con nosotros en los puentes y otros aper-
cibiendo a los que habían de hincar palizadas y abrir y ahondar las
calzadas y aberturas y puentes..." Además, ett rumor confuso de
los que trabajaban aderezando las piedras rollizas para tirar con las
hondas; los tambores y las cornetas que se oían en los adoratorios
y casas de ídolos, y especialmente un tambor grande, y una bocina
que para los sitiadores sonaba dolorosamente, ponqué sin duda era
el caracol sagrado de Guatemuz, incansable y ronco, excitando a los
últimos mexicanos desde la altura del Templo mayor. Y de pronto,
después de una tempestad que durante toda la noche agitó el cielo
con desusado relampagueo, a la hora de vísperas del día 13 de Agosto
de 1521, cayó Guatemuz con todos sus capitanes, y toda Ja ciudad
y el Valle se quedaron sumidos en un enorme silencio. Para los es-
pañoles aquel día estaba dedicado 1 a San Hipólito, patrón de la fu-
tura capitaí del Virreinato, y en el calendario azteca el signo crono-
lógico se marcaba con el cráneo de "miquíztli": la muerte.

—.53
Himself impassive, silent, self contained:
So sat the Indian Prince,with brow unblanched
Amia the torturers
Seeger.
El Tormento

Garci-Holguin^ y Gonzalo de Sandovaí habían disputado por la


honra de la prisión de Cuauhtémoc, y así como el primero quedó
con Ja satisfacción de poner antes que nadie la mano sobre el ca-
cique vencido, Sandovaí recibió en compensación el encargo de llevarlo
bajo su custodia hasta Coyoacán. Allí debería quedar sometido a
obscuro cautiverio, hasta el 12 de Octubre de 1624, cuando fue lle-
vado por Cortés a la famosa expedición de las Hibueras.
Todavía realizó sus últimos actos de jefe de hombres. Pidió a
Cortés que permitiera la salida de loa supervivientes, para no de-
jarlos agonizando entre el fango, la peste y la hambre. Por tres
días y tres noches desfilaron los últimos de los últimos; casi todos
ancianos, mujeres y niños, como una procesión de fantasmas que
apenas podían moverse, para ir a refugiarse'en los pueblos cerca-
nos, "tan flacos, sucios, amarillos y hediondos que 'daba lástima ver-
los". También usó Cuauhtémoc las reliquias de su poder para con-
tribuir a la fundación de la nueva ciudad de México: por su orden
se arreglaron los caños de Chapultepec, se limpiaron las calles y
plazas, se, enterraron y quemaron las cabezas y despojos humanos y
se inició la reconstrucción de las casas y palacios. Así pudo parti-
cipar en el nacimiento de una nueva nacionalidad, después de pre-
sidir hasta lo último el funeral de su raza.
Pero antes de hundirse en la obscuridad de su prisión, donde
parece perdido para los historiadores por más de tres años, Cuauh-
témoc sufrió la consagración del fuego. Su tormento está en las
páginas de la historia universad, pero tiene tal fuerza trágica y tales
resplandores de glorificación, que es justo recoger todos los detalles
conocidos.
En la pesquisa secreta seguida contra el conquistador- se formu-
la netamente la acusación:
A L F O N S O T E J A Z A B R E
"... Otro sí: se le faze cargo al dicho Don Hernando Cortés, que
después que ganó esta Ciudad, tomó en su poder a Guatemuca,
Señor delia, e a otros muchos señores, e los tuvo en su casa con
poco temor de Dios; e con codicia desordenada, mandó e dio tormen-
tos de fuego a los susodichos, para haber el oro de Montezuma; y e]
dicho Guatemuca quedó lisiado de los pies de los tormentos que re-
cibió; e asimismo asó un indio muy principal estando vivo, por lo
susodicho hasta tanto que murió."
Y García de Llerena, como apoderado de Cortés, indudable-
mente bien instruido para el caso, contestó asi:
. . . 32.—A los treinta y dos cargos que se le ponen que atormen-
tó a Guatemuca e a otros indios por haber el oro e joyas que ellos
.tenían, se responde: que si el dicho Don Hernando Cortés atormen-
tó a Guatemuca e a los demás señores que disce sería e fue a pedi-
mento de los oficiales de Vuestra Magestad e del Thesorero Alderete,
porquel dicho Thesoro se obiese (sic) para Vuestra Magestad,
creyendo que los dichos yndios lo tenían e non para lo quel dicho
cargo disce; e los dichos tormentos no fueron tales como en el dicho
cargo se contiene, e se dieron contra la voluntad del dicho Don Her-
nando Cortés." (Declaración de García de Llerena como apoderado y
en nombre de Cortés.)
El Doctor Cristóbal de Ojeda declaró en el proceso de Don Her-
nando:
.. .fizo (Cortés) muchos halagos y buenos tratamientos a Gua-
tirauza... por saber de él los tesoros que tenía... (más tarde)' dio
tormentos e quemaba los pies e las manos al dicho Guatimuza por-
que 3e dijese de los tesoros e riqueza de la ciudad e que lo sabe por-
queste testigo como dotor e medico ques curó muchas veces al dicho
Guatimuza por mandado del dicho don Fernando., . e quel dicho
Don Fernando traya mucho diligencia por saber del dicho tesoro.
Como siempre, la versión de Berna! Díaz es la más precisa y
detallada:
"...Digamos de otra materia: como se recogió todo el oro y
plata y joyas que se hubieron en Méjico, e fue muy poco, seg-ún
pareció, porque todo lo demás hubo fama que lo mandó echar Gua-
temuz en la laguna cuatro días antes que se prendiese; e que demás
desto, que lo habían robado los tlaxcaltecas y los de Texcuco y Guia-
xocingo y Gholula, y todos los demás de nuestros amigos que esta-
ban en la guerra; y además desto, que los que andaban en
los bergantines robaron su parte; por manera que los oficiales del
Rey decían y publicaban que Guatemuz lo tenía escondido, y que
Cortés holgaba dello de que no lo diese, por habeHo él todo para sí,
y por estas causas acordaron de dar tormento a Guatemuz y al Señor
de Tacuba, que era su primo y gran privado; y ciertamente le pesó
— 58 —
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C

—Y yo ¿estoy por ventura en un deleite?


— 59 —
HISTOBIA Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
mucho a Cortés, po'rque a un señor como Guatenmz, rey de tal tie-
rra, que es tres veces más que Castilla, le atormentasen por codicia
del oro, que ya habían hecho pesquisas sobre ello, y todos los ma-
yordomos de Guatemuz decían que no había más de lo que los ofi-
ciales del Rey tenían en su poder, y eran hasta trescientos y ochen-
ta mH pesos en oro, porque ya lo habían fundido y hecho barras; y
de allí se sacó el real quinto e otro quinto para Cortés; y como los
Conquistadores que no estaban bien con Cortés vieron tan poco oro,
y a] Tesorero Julián de Alderete íe decían algunos de ellos que tenían
sospecha que por quedarse Cortés con el oro no querían que pren-
diesen al Guatemuz ni le diesen tormento, y .porque no le achacasen
aligo a Cortés, y no lo podía excusar, consintió que le diesen to:rmen-
to & Guatemuz como al señor de Tacuba; y lo que confesaron fue,
que eíiafcro días antes que te prendiesen lo echaron en la laguna, ansí
el oro como los tiros y escopetas y ballestas, y otras muchas cosas de
guerra que de nosotros tenían de cuando nos echaron de Méjico y
cuando desbarataron agora a la postre a Cortés; y fueron a donde
Guatemuz había señalado, y entraron buenos nadadores y no hallaron
cosa ninguna; y lo que yo vi, que fuimos con el Guatemuz a las casas
donde solía vivir, y estaba una como alberca grande de agua .honda,
y de aqueílla alberca sacamos un sol de oro como el que nos hubo da-
do el gran Montezuma* y muchas joyas y piezas de poco valor que
eran del mismo Guaterauz;..."
Torquemada escribe; "Pareció en fin, (con acuerdo de muchos)
que convenía dar tormento a Quauhtemoc, y a otro Caballero, aunque
Fernando Cortés, siempre contradecía, que no convenía irritar a
Dios, que les había dado tan gran victoria. El caballero murió con
el tormento, sin confesar nada; o porque no lo sabía; o porque usa-
ban los Indios guardar constantísimamente el secreto que su señor
les confiaba; y quando moría con mucha atención miraba a Quauh-
temoc: de lo cual se hicieron varios juicios. A alguno pareció, que
lo hacía, porque del tuviese lláathna, y l'e permitiese, que descubriese
el secreto; pero tratólo mal, dictándole, que era Hombre muelle, y
de poco corazón, y que tampoco él estaba en deleite. Fernando Cor-
tés, mandó quitar a Quauhtémoc el tormento, con imperio y despe-
cho, teniendo por cosa inhumana y avara, tratar de tal manera a
vn Reí."
Cervantes de Salazar ofrece algunos detalles reveladores:
"Tomada la ciudad (según dicho es) y cumplidos los pronósticos
de destrucción, Cortes y los suyos con toda diligencia procuraron
saber, así del tesoro, que valía más de sietecientos mil ducados, que
cuando salieron de México habían perdido, como el que Motezuma y
— 60 —
A L F O N S O T E J A Z A E R E
otros señores y los ídolos tenían: y fue cosa muy de notar que siendo
el un tesoro y el otro tan grandes, con cuanta diligencia los nues-
tros pusieron, no pudieron hallar resto dellos; y como Cortés y los
suyos deseaban quedar ricos, en premio de sus largos y grandes tra-
bajos, é invia'r al Emperador de su quinto gran cantidad de oro
y plata e joyas, para que entendiese la prosperidad de la tierra y el
gran servicio que le habían hecho, a instancia de los Oficiales de ía
Real Hacienda, mandó Cortés dar tormento a un señor, vasallo de
Guautemucin, y al mismo Guautemucin, el uno puesto frontero del
otro. Era el tormento de fuego, e apretando ntás al vasallo que a
Guautemucin, no ie pudieron hacer confesar donde el tesoro estaba,
o porque no sabía del (que esto no es muy creíble) o porque ( que
esto es más cierto) tienen tan gran fidelidad y lealtad los vasallos y
criados a sus Reyes y señores, que primero se dejan matar quie des-
cubrir secreto que sus señores les confían; pero como el fuego le
iba siempre fatigando más, volvió ios ojos dos o tres veces a Guaute-
mucín, como dándole a entender le diese licencia de descubrir lo que
sabía, e no^ permitiese que acabase la vida con tan rabiosa muerte,
Guautemucin, 'que le entendió, le miró con rostro airado e le dijor
"Caballero vil, apocado e inconstante, ¿qué me miras, como si yo
estuviese en algún baño o en otro lugar de deleite?; haz lo que yo,
pues soy tu señor."
La narración de Gómora confirma el conjunto de las infor-
maciones anteriores:
"No se halló todo el oro en Méjico que primero tuvieron los nues-
tros, ni rastro del tesoro de Moctezuma, que tenía gran fama; de que
mucho se dolían los españoles, ca pensaban, cuando acabaron de ga-
nar a Méjico, hallar un gran tesoro, a ío menos que hallaran cuan
to perdieran al huir de Méjico. Cortés se maravillaba como ningún
indio le descubría oro ni plata. Los soldados aquejaban a los veci-
nos por saeerles dineros. Los oficiales del Rey querían descubrir
el oro, plata, perlas, piedras y joyas, piara juntar mucho quinto;
•empero nunca pudieron con mejicano ninguno que dijese nada, aun-
que todos decían como era grande eí tesoro de los dioses e ole los
reyes; aaí que acordaron dar tormento a Cuahutimoc y a otro caba-
llero y su privado. El caballero tuvo tanto sufrimiento, que, aunque
murió en e] tormento del fuego, no confesó cosa de cuanto le pre-
guntaron sobre tal caso, o porque no lo sabían o porque guardan el
secreto que su señor les confía constantísimamente. Cuando lo que-
maban miraba mucho al Rey, para que, habiendo compasión del, le
diese licencia, como dicen, de manifestar lo que sabía, o ío dijese
él. Cuahutimoc !o miró con ira y lo trató vílísimamente como mue-
lle y de poco, diciendo si estaba él en algún deleite o baño. Cortés
— 61 —
HISTORIA Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
quitó del tormento a Cuahutimoc, pareciéndole afrenta y crueldad,
o porque dijo como echara en la laguna diez días antes de su prisión,
las piezas de artillería, el oro y plata, las piedras, perias y ricas jo-
yas que tenía, por haberle dicho el diablo que sería vencido. Acusa-
ron de esta muerte a Cortés en su residencia como cosa fea e indig-
na de tan gran rey, y que lo hizo de avaro y cruel; mas él se defen-
día con que se hizo a pedimento de Julián de Alderete, tesorero del
Rey, y porque paresciese la verdad, ca decían todos que se tenía él
toda la riqueza de Moctezuma, y no quería atormentadle porque no
se supiese. Muchos buscaron este tesoro en ia laguna y en tierra,
por lo que dijo Cuahutimoc, mas nunca se halló; y es cosa notable
haber escondido tanta cantidad de oro y plata y no decirlo,"

La frase legendaria del tormento, aparece en la literatura de este


modo;
"¿Acaso yo estoy en un lecho de flores?"
Nuestro poeta Amado Ñervo la esculpió más exactamente:
"Y yo, ¿estoy por ventera en un deleite?"
Según versión del Dr. Ignacio Alcocer, lo más próximo a la
realidad sería, en lenguaje mexicano:
Cuix nica ipan ce tepapacuiítican?
Según el distinguido fiflóíogo Don Pabk» González Casanova:
¿Tlein a^o nehuatl xochicaltica ?
Y Don Mariano Rojas, Profesor de Lengua Mexicana en el
Museo Nacional, ha buscado la fórmula más aproximada, de acuerdo
con la significación exacta de las palabras, la psicología del perso-
naje y el ritmo característico deí idioma.
Su versión dice así:
Aun in nehuatl tle azo mica, ipan ce yectic altilli?
El Cautiverio

Después del tormento hasta la salida para las Hibueras, no se


encuentra ninguna indicación formal sobre la vida de Cuauhtémoc.
Sin duda vivió en la residencia de Cortés, en Coyoacán, en los apo-
sentos que se destinaban a los indios, pero en contacto directo con
los españoles. Cortés lo llevaba por todas partes, aprovechando
el prestigio que el príncipe caído conservó hasta su muerte. Las
quemaduras de manos y pies lo tuvieron lisiado por algún tiem-
po y el doctor Cristóbal de Ojeda lo atendió varías veces,
J?ué bautizado después de da conquista, lo mismo que otros de
los indios prisioneros que con él cayeron al rendirse la ciudad. Se
íe llamó D. Hernando de Alvarado Cuauhtémoc, y fueron sus padri-
. nos el conquistador D. Hernando Cortés 7 el Capitán D. Pedro de
Alvarado,
En el Museo Nacional de México se encuentra un gran cuadro
mural que representa el bautismo de Cuauhtémoc, probablemente
pintado hasta el siglo XVIII pero con algunas indicaciones autoriza-
das por la tradición. Es de todos modos sugestivo y curioso ese cua-
dro donde aparecen ya mezclados rasgos y caracteres de las dos ra-
zas. Junto a la fábrica apenas iniciada de una iglesia, está Cualuh-
témoc humillado al borde de la pila bautismal, y el propio Corté»
lo apadrina para darle nombre. La espada de Cortés queda tendida
en el suelo, como símbolo de pacificación. Se supone que Pedro de
Alvarado participa en la ceremonia como padrino, y probablemen-
te Tetñepanquentzal es un segundo catecúmeno Sobre las arma-
duras castellanas se levantan los abanicos y estandartes de plumas;
un indígena tañe el "huehuetl" y un español golpea su tambor. Hay
adornos indios con pencas de palmas y al pié estos versos que por
su estilo corresponden a la pintura, fría, amanerada y sin expresión:
A L F O N S O T E J A Z A B R E
Sujeta la cerviz a la española
Dominación, cautivo el aLbedrío
La prisión de su torpe desvarío
Rompe el tirano que su sangre inunda
Para que Ja diadema de oro sola
Simulada prisión del culto impío
Ceda en buen hora al venturoso brío
Que el estandarte de la fe enarbola.
Vencido abjura el ciego politeísmo
Quien en la sacra fuente cristalina
Vencedor se corona del abismo
Que si al brazo español la testa inclina
Es con tales ventajas que ese mismo
Para eí glorioso triunfo ¿o apadrina.
o
Nuestro admirable historiador, Don Luis González Obregón, nos
cuenta que, según el cronista indígena Ghimalpain, Cuauhtémoc fue
nombrado por Cortés gobernador de México, pero que sólo sería
por honrarlo y cumplirle lo que le había prometido, porque no lo
dejaba andar solo, ni a pié ni a caballo, sino en su compañía, para
que no se le fuera a levantar, y para compartir de los homenajes
que aún le tributaban sus vasallos, porque—dice Gómora—"como los
indios le honraban mucho y le hacían todavía aquella reverencia y
ceremonias que a Moctezuma, creo que por eso le llevaba siempre
consigo,"
Y más adelante se imagina Don Luis al regio prisionero, siem-
pre vigilado muy de cerca, paseando por las calles de la nueva ciudad,
y mirando entre severo y halagüeño todas las cosas destruidas o cam-
biadas, las ruinas de la casa donde nació, el "caflmecac" donde fue
educado, los tributos de su "eaípulli" en poder de los encomende-
ros, y sus vasallos con el hierra de la esclavitud en los rostros.
Podemos recordar también su contacto con la gente española,
no solo por la ceremonia de su bautismo. Más de carca, tuvo que ser
testigo y víctima de otros sucesos tenebrosos que ocurrieron en la
casa de Cortés.
La muerte de Doña Catalina Juárez, la Marcayda, se relacio-,
na aunque sea indirectamente con Cuauhtémoc y su esposa, ya bau-
tizada desde entonces con el nombre de Isabel. En este ponto las
crónicas sufren por la obscuridad y mezcla de pasiones. Sin em-
bargo, por muchos indicios se descubre la existencia de un horrible
drama, desarrollado y sofocado entre los muros de la residencia del
Capitán General.
Las relaciones de Cortés con Isabel Moctezuma, sin precisar
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
la época ni los detalles, quedan comprobadas por un dato que pro-
porciona el erudito Don Francisco Fernández del Castillo, especia-
lista en temas cortesianos y autorizado en esto como pocos por su
familiaridad con los Archivos de la casa del Marqués del Valle de
Oaxaca. Debe anotarse que el señor Fernández del Castillo se ha
esforzado en defender la memoria de Cortés en lo que atañe a su vida
privada, pretendiendo principalmente descargarlo de la acusación
por uxoricidio, con más buena voluntad que firmeza lógica y jurídi-
ca. Y relatando Jas aventuras de un Juan de Tolosa, famoso gambu-
sino a quien decían el Italiano y Barbaluonga, nos informa el- dis-
tinguido investigador que eí tal Juan era marido de Doña Leonor
Cortés Moctezuma, nieta del emperador Moctezuma, hija de Her-
nán Cortés y de Doña Isabel Moctezuma, hija del Emperador.. Esta,
Isabel es precisamente la que fuera esposa de Cuauhtémoc. (Algu-
nos documentos nuevos sobre Bartolomé de Medina, por D. Fran-
cisco Fernández del Castillo.—Memorias de la Sociedad Álzate,—
Sesión de 6 de junio de 1927.—Tomo 47. p. 215.)
o
pon Luis G. Sierra y Quevedo, en un artículo titulado: "Des-
cendientes legítimos y bastardos de Moctezuma II", escribe k> si-
guiente: "Don Juan Cano Saavedr-a, en un documento escrito de su
puño y letra el año de 1554, que con el carácter de r,eaervado dejó
a su hijo Gonzalo Cano Moctezuma, corrobora tres crímenes atroces
cometidos por Hernán Cortés , que la historia poco ha conocido, o
al menos ignora la causa principal de eílps. Dice así: "e yo vos
digo que esto no padeció su honra, (se refiere a doña Isabel Mocte-
zuma,—Tecuichpo—que fue mujer en terceras nupcias del pro-
pio Juan Cano Saavedra) porque ella fue forzada e don Hernando,
por lograr mejor sus intentos, osó a su mujer, e por zelos ansí mes-
mo mandó matar a Guatimuci, e yo, el licenciado Altamirano e Pe-
dro Gallego e otros lo supimos".

Respecto a la responsabilidad de Cortés en la muerte de doña


Catalina Juárez, es revelador el interrogatorio presentado por Juan
Juárez, el cual fue contestado afirmativamente casi en su totalidad
por los testigos que se examinaron, (Ana y Violante Rodríguez,
María de Vera,) Además, don Alfonso Toro, en su libro "Un crimen de
Hernán Cortés" ha resuelto definitivamente esta cuestión histórica.
Los hechos afirmados por los testigos son estos:. .. Cuarto.—"que es*
tañdo en Coyohacán don Fernando, su mujer y muchos otros, cena-
ron alegres y estaba doña Catalina sin enfermedad alguna.— Quin-
to.—.. .que después de haber cenado e danzado, sería hora de las
diez de la noche,... Cortés y . . . Doña Catalina se entraron a aeos-
— 67 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
tar en la cámara donde solían; que dende a una hora... Doña. Cata-
lina remaneció muerta.— Sexta...Si una sala antes de la cámara
donde se acostaban estaba la guardia de Cortés, a los que no llamó;
porque no viesen ni supiesen que se había muerto la dicha su mujer
eottio la mató... Séptima.—.. .que al tiempo que entró Ana Ro-
dríguez y María de Vera y la mujer de Soria, que fueron ias prime-
ras que entraron en la cámara de doña Catalina, fallaron a la sobre-
dicha y las cuentas que traía a la garganta., .derramadas por la
cama y dellas quebradas y orinada la cama donde.. . Doña Catalina
estaba muerta, la cual tenía unas señales negras como cardenales en
la garganta.,. Octava.—,. . que Don Fernando Cortés mandó rebozar
con un mantel de indio la cabeza e garganta e cara de Doña Catalina
Suárez para que no pareciesen Jos dichos cardenales que tenía en
la garganta.. .Noveno.—Si mandó hacer ei ataúd a dos carpinteros
españoles donde la dicha Catalina Suárez fue metida e clavada, sin
que a nadie la dejase ver..."

~~ 68
La Muerte del Héroe

Ei mismo Don Fernanda Cortés informó sobre la muerte de


Cuauhtémoc en su tercera Carta de Relación:
"Aquí en esta provincia acaeció un caso que es bien que vues-
tra majestad lo sepa, y es que un ciudadano honrado desta ciudad
de Tenuxtitán, Mesicalcingo, y ahora se llama Cristóbal vino a mí
muy secretamente una noche y me trajo cierta figura en un papel
de los d« su tierra, y queriéndome dar a entender lo que significaba,
me dijo que Guatalemucin, señor que fue desta ciudad de Temuxti-
tlán, a quien yo después que la gané he tenido preso, teniéndole por
hombre bullicioso, y le llevé conmigo aquel camino con todos los de-
más señores que rae pareció que era parte para ia seguridad y revuel-
ta destas parte_s, el Guatimocin, señor que fue de Tezcuco y Tate-
panquencai, Señor que fue de Tacuba, y un Tacitele, que a la sazón
era en esta Ciudad de Méjico en la parte de Tatelusco^ habían ha-
blado muchas veces y dado cuenta dello a este Mesicalcingo, diciendo
como estaban desposeídos de sus tierras y señorío, y los mandaban
los españoles, y que sería bien que buscasen algún remedio parfe que
ellos las tornasen a señorear y poseer, y que hablando en ello muchas
veces en este camino, les había parescido que era buen remedia
tener manera como me matasen a mí y a los que conmigo iban, y
después y apellidando la gente de aquellas partes hasta matar a
Cristóbal de Olid y a la gente que con él estaba y enviar sus men-
sajeros a esta ciudad de Temuxtitan para que matasen todos los
españoles que en ella habían quedado, porque les parescía que lo
podían hacer muy ligeramente porque los que quedaban aquí
eran de ios que habían venido nuevamente, y que no sa-
bían las cosas de la guerra, y que acabado de hacer ellos lo que
pensaban, irían apellidando y juntando consigo toda la tierra por
A L F O N S O T E J A Z Á B R E
todas las villas y lugares donde hubiese españoles, hasta los matar
y acabar todos, y que hecho, pornían en todos los puertos de la mar
recias guarniciones de gente para que ningún navio que viniese se
les escapase, de manera que no pudiese volver nueva a Castilla; y ijue
así serían señores como antes lo eran, y que tenían ya hecho repar-
timiento de las tierras entre sí, y que a este Mesicaflcingo le hacían
señor de cierta provincia. Informado de su traición, di muchae gra-
cias a nuestro señor por haberla así revelado, y luego en amanecien-
do prendí a todos aquellos señores, y los puse apartados el uno del
otro, y les fui a preguntar como pasaba el negocio, y a los unos
decía que los otros me lo habían dicho, porque no sabían unos de
otros; así que hubieron de confesar todos que era verdad que Gua-
, temucin y Tctepunquecal habían movido aquella cosa, y que los otros
era verdad que lo habían oído, pero que nunca habían consentido
en ello; y desta manera fueron ahorcados estos dos3 y a los otros solté
porque no parescía que tenían más culpa de habelles oído, aunque
aquella bastaba para merecer la muerte; pero quedaron procesos
abiertos para que cada vez que se vuelvan puedan ser castigados, aun-
que creo que ellos quedan de tal manera espantados, porque nunca
han sabido de quien lo supe, que no creo se tornarían a revolver,
porque ci*een que ío supe por algún arte, y así piensan que ringima
cosa se me puede esconder; porque, como han visto que para acertar
aquel camino muchas veces sacaba una carta de marear y usa agu-
ja, en especial cuando se acerca el camino de agua, se creían, han di-
cho a muchos españoles, que por allí lo saqué, y aun a mí me han
dicho algunos dellos, queriéndome hacer cierto que tienen buena
voluntad, que para que conozca sus buenas intenciones, que me roga-
ban mucho que mirase el espejo y la carta, y que allí vería como ellos
me tenían buena voluntad, pues por allí sabía todas las otras cosas;
yo también les hice entender que así era verdad."
Los mismos hechos aparecen en la historia de Gómora:
"Llevaba Cortés consigo a Cuahutimoc y otros muchas señores
mejicanos, porque no revolviesen ía ciudad y tierra, y tres mil in-
dios de servicio y carga, Cuahutimoc, afligido de tener guarda, y co-
mo tenía alientos de rey, y veía los españoles alejados de socorro,
flacos del camino, metidos en tierra que no sabían, pensó matarlos
por vengarse, especialmente a Cortés, y volverse -a Méjico apellidando
'libertad, y alzarse por rey como solía ser. Dio parte a los otros señó-
les, y avisó a loe de Méjico, para que a un mesmo día matasen tam-
bién ellos a los españoles que allí había, pues no eran sino, doscientos
y no tenían más de cincuenta caballos, y estaban reñidos y en ban-
dos ; y si lo supiera hacer como pensar, no pensara mal; porque Cor-
tés llevaba pocos, y muchos eran dos de México, y aquellos mal ave-
nidos. Había tan pocos entonces por haber ido con Aibarado a Cua-
— 72 —
HISTORIA Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
hutemallan, con Casas a Higueras y a las minas de Michoacán.
Los de Méjico se concertaron para en viendo descuidados o asidos
los españoles, y para el segundo mandamiento de Cuahutimoc,"
Bernal Díaz descubre en esta ocasión su simpatía para el Rey
de México:
". . .y digamos como Guatemuz, gran cacique de Méjico, y otros
principales mejicanos que iban con nosotros, habían puesto en pláti7
ca,, o lo ordenaban, de nos matar a todos y volverse a Méjico, y llega-
dos a su ciudad, juntar sus grandes poderes, y dar guerra a ios que
en Méjico quedaban,, y tornarse a levantar;...
"El Guatemuz confesó que así era como lo habían dicho los de-'
más; mas empero que no salió del aquel concierto, y que no sabe
si todos fueron en ello o se efetuaría, y que nunca tuvo pensamiento
de salir con ello, sino solamente la plática que sobre ello hubo;...
"y cuando le ahorcaron dijo el Guatemuz: "Oh capitán Maíin-
che! días había que yo tenía entendido é había conocido tus falsas
palabras, que esta muerte me habías de 'dar, pues yo no me la di
cuando me entregaste en mi ciudad do Méjico; ¿por qué me matas
sin justicia? Dios te lo demande". El Señor de TaeuJba dijo que daba
por bien empleada su muerte por morir junto con su señor Guatemuz."
".. .e yo tuve gran lástima del Guatemuz y de su primo, por
haibelles conocido tan grandes señores, y aun ellos me hacían honra
en el camino en cosas que se me ofrecían, especial en darme algunos
indios para traer yerba a mi caballo. Y fue esta muerte que íes
dieron muy injustamente dada, y pareció mal a todos los que íba-
mos en aquella jornada."
Torquemada es más severo aún que Eernal Díaz:
"...Esto dicen dos historiadores españoles (Gómora. y Herre-
ra) ; pero lo que yo he visto en una historia texcocana, escrita en
lengua mexicana, que la tengo por verdadera, porque entre otras co-
sas que en ella se dicen, he hallado mucha puntualidad y verdad, es,
que yendo Cortés a esta jornada (la de las Hibueras), y ¡levando
consigo estos reyes y señores, el rey de Texcoeo dijo: Veis aquí que
de reyes somos hechos esclavos, y tantos días ha que nos trae tras
sí Cortés, y estos pocos de cristianos que con éí vienen; y si posotros
fuéramos otros, y.no miráramos a la fe que debemos, y a no inquie-
tarnos, bien pudiéramos hacerles una burla y que se acordaran de
lo pasado; y de haberle quemado los pies a mi primo Cuauhtémoc.
A esto respondió Cuauhtémoc: Dejad, señor, esta plática, no se en-
tienda y piensen que lo tratamos de veras."
73
A L F O N S O T E J A Z A E R E
"Esto es ío que pasó, y como las paredes tienen oídos, y no hay
cosa por secretamente que se trate, que por algún resquicio no se
asome a la plaza, villano y plebeyo, y fue con ello a Cortés; y como
para creerlo había menester poco, creyólo por verdad, y consultándo-
lo con los suyos, fuelos ahorcando aquella noche de un árbol que los
castellanos llaman ceiba, muy grande y muy copado, y ios indios
pochotí. Aquí amanecieron estos tres reyes colgados y otros cinco
señores con ellos. De esta manera murieron estos reyes y Cortés
quedó descargado de ellos. Era Cuauhtémoc hombre valiente y en
todas sus adversidades tuvo ánimo real, tanto al piíineipio de ía gue-
rra, como en la perseverancia del cerco ; y así cuando le prendieron
como cuando lo ahorcaron, y en el tormento que le dieron, quisieron
algunos que Fernando Cortés le guardara .para su gloria y triunfo
de sus victorias; pero veíase en tierras extrañas y muy trabajosas
y parecióle que era grave carga el cuidado de guardarle; y según
lo dicho, ai a mí me preguntasen la causa de su muerte, diría que
fue ésta, y no querer Cortés andar con él tan sobresaltado y con los
otros reyes que llevaba en su compañía ; y no pienso que fue quererse
alzar estos tristes indios con la tierra y más en ocasión que ya sus se-
ñores estaban divididos."
^"Sea lo que fuere y dejémosla Dios, que lo sabe todo; lo que
de cierto se sabe es que esta justicia se hizo por Carnestolendas, del
año de 1525. Antes que saliese de México, honraba mucho Cortés a
Cuauhtémoc, porque él y d amor que le habían cobrado desde que fue
su rey, los indios hacían mucha estimación a Cortés; y por recibir
el Capitán esta honra, que todos hacían a este rey, lo llevaba siempre
consigo, así a pie como a caballo, todas las veces que salía por la
ciudad y pueblos. Herrera áice que fueron los ahorcados los tres
reyes solos; pero la ver-dad es que ahorcaron los ocho que aquí van
referidos."
El propio Gómora, panegirista incansable de Cortés, formula
en este punto la oración fúnebre del héroe :
esta justicia por Carnestollendas del año de 1525 en
Izancanac. Fue Cuahutimoc valiente hombre, según de la historia se
colige, y en todas sus adveijsidades tuvo ánimo y corazón real, tanto
al principio de la guerra .para la paz, cuanto en 4a perseverancia del
cerco, y ansí cuando le prendieron, como cuando le ahorcaron, y como
cuando, porque dijese del tesoro de Moteczuma, le dieron tormento,
el cual fue untándole muchas veces los pies con aceite y poniéndole
luego al fuego; pero más infamia sacaron que no oro; y Cortés
debiera guarirlo vivo como oro en paño, que era el triunfo y glo-
ria de sus victorias. Mas no quiso tener que guardar en tierra y
tiempo tan trabajoso ; es verdad que se preciaba mucho del, cá los in-
w*»r
7A _
| ^ -u - i
Esta justicia se hizo por Carnestolendas del año de 1525.
_75 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E

dios le honraban mucho por su amor y respecto, y le hacían aquella


mesma reverencia y cerimonias que a Moctezuma, y creo que por eso
le llevaba siempre consigo por la ciudad a caballo, si cabalgaba, y
si no,, a pié como él iba."
o
Aunque menos conocidos, estos datos dan mayor relieve a la
tragedia histórica:
"...Y después que México se ganó, que fue año de quinientos
y veynte y uno... el dicho marqués por avérsele alzado un capitán
de los suyos, . . en las provincias de Honduras. .. determinó ir en
persona a castigarle... Y para seguridad de los españoles que el
dicho marqués dejava en México y suya y los que -con él yban, llebó
consigo a la dicha jornada siete Reyes señores de las más partes
de la Nueva Spaña, basalíog de Motezuma y como más principal
persona que los referidos llebó entre ellos un sobrino de Motezuma
rey de Tezcuco llamado Cuastimos (Cuauhtémoc) que por muerte
de Motezuma fue después rey de México y el que se levantó contra
vuestro servicio y le defendió contra vuestra real persona con dos-
zientos mil indios y contra el marqués vuestro capitán general e tra-
tó Jos indios que quedavan en México que para eí día e hora que él
les avisase, matasen todos los españoles que quedavan en México,
que él haría lo mismo de] dicho marqués y demás soldados que con
él yban. Y estando el hecho determinado entre los siete reyes y
veynte mili yndios que yban con el dicho marqués y antes que llegase
el día en que la traición había de ser ejecutada, uno de aquellos sie-
te reyes, teniendo lástima de doña Marina, como natural de aque-
lla tierra, íe dio quenta de todo y como tenían determinado matar a el
dicho marqués y demás españoles que con é] yban, le hauisava para
que con tiempo les dejasse y se fuesse donde él estava y hauviendole
agradecido el auiso dicha doña Marina, mi abuela, se despidió de él
y dio cuenta de el caso al dicho marqués y fueron presaos el rey de
México con otros seys reyes que iban con él y confesada la traición
el dicho marqués hizo dar garrote a el dicho rey de México y otros
quiltro los mías culpados, con que el exéreito quedó quieto y pací-
fico..." (Memorial de Don Hernando Cortés, nieto del Conquistador de
Nueva España.—Enumeración de los servicios de su abuelo y de Do-
ña Marina, (la Malinche) su abuela, de su padre Don Martín, hijo
natural de los sobredichos y relación de sus méritos propios.—Cartas
y otros documentos de Hernán Cortés descubiertos e ilustrados por
el P. Mariano Cuevas.)

Chimalpain dice en sus Anales, que al ser ahorcado Cuauhtémoc


— 76 —
H I S T O R I A Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
en 3a ceiba, de donde se le suspendió se le puso una cruz en las ma-
nos, que en los pies tenía una cadena de hierro y que se le ató al
árbol, muriendo cristianamente.
Estas frases de Bernal Díaz descubren el alma del Conquistador:
"También quiero decir que, como Cortés andaba mal dispuesto,
y aún muy pensativo y descontento del trabajoso camino que llevába-
mos, é como había mandado ahorcar a Guatemuz é su primo el se-
ñor de Tacuba sin tenor justicia para ello, é había cada día más ham-
bre, é que adoíescían españoles e morían muchos mejicanos, pareció
ser que de noche no reposaba de pensar en elío, y salíase de la cama
donde dormía a pasear en una sala adonde había ídolos, que era apo-
sento principal de aquel pueblezueJo, adonde tenían otros ídolos, y
descuidóse y cayó más de dos estados abajo, y se descalabró la cabe-
za, y calló, que no dijo cosa buena ni mala sobre ello, salvo curarse
la descalabradura, y todo se lo pasaba y sufría."
Así lo ha visto también Alfonso Toro:
"Esta ejecución notoriamente injusta, que fue reprobada aún
por los mismos soldados que acompañaban al conquistador, unida a
tantas penalidades y trabajos, y quizá el recuerdo de la muerte de
Doña Catalina, acabaron por doblegar el diamantino carácter de Don
Hernando y llenarle de remordimientos... Desde entonces no fue ya
Don Hernando el hombre animoso de antaño, siempre de buen hu-
mor, fecundo en recursos y lleno de audacia; y pronto vamos a verle
casi acobardado, con extraños accesos tie religiosidad y misticismo,
en circunstancias que, porí difíciEes que se supongan, no lo eran tan-
to, como lo habían sido las muy críticas en que se viera durante la
conquista de México."
illa Crimen de Hernán Cortés),
La expiación de Cortés, no sólo según la fe cristiana que siem-
pre conservó en el fondo de su gran espíritu, sino también conforme
al más elemental criterio humano, comienza inmediatamente después
de ¡a muerte de Cuauhtémoc. Desde entonces los remordimientos
lo acompañaron en su carrera de grandes glorias y desilusiones.
Y ya próxima la hora de su muerte todavía quiere pagar sus
deudas:
".. .Yten daréys al hospital desta eibdad de Tenustitan diez; fa-
negas de mayz cada m e s . , . y terneys mucho cuidado de saber si se
cumplen en el dicho hospital las dos conmemoraciones que son obli-
— 77 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
gados a hazer cada año: la una que por los difuntos que murieron en
esa cibdad y la otria por Catalina Xuarez, que en gloria sean..."
(Encargos de Hernán Cortés a su Mayordomo Francisco de San-
ta Cruz.—México 6 de Marzo de 1528.'—Cartas y documentos publi-
cados por el P. Cuevas).
Con fecha 24 de Abril de 1583 el Arzobispo Moya de Contreras
dice: "ítem, el hospital que se intitula de la Concepción de Nuestra
Señora y por otro nombre "del Marqués" que fundó Don Hernando
Oorltés Marqués del Valle, nías ha de cincuenta años, donde de ordi-
nario se han curado y curan todos los pobres enfermos que a él ocu-
rren, de todas enfermedades, ecepto de bubas y mal de San Lázaro.
Dejólo dotado de bastante renta, así para el gasto ordinario como para
la fábrica y edificio que es muy sumptuoso..."
(Documentos inéditos del siglo XVI.—Cuevas.)
o
Aquí es oportuno señalar algunos rasgos de los personajes que
se mueven cerca de Cuauhtémoc y tienen influencia en su vida, ya
sea como figuras esenciales o episódicas.
Desde luego, Don Luis González Obregón dice respecto a Te-
cuichpo;
"La doña Isabel se prendó mucho de los españoles como doña
Marina. Cuando fue regalada por su padre a los intrusos blancos,
la dio Cortés a Alonso de Grado; parece haberla recuperado Cuauh-
témoc en la Noche Triste, pues estaba a su lado al ser hecho prisio-
nero; doña Isabel tuvo una hija de Hernán Cortés, y muerto el
joven monarca azteca, le sobrevivió a éste bastantes años, y se ca-
só, primero, con Pedro Gallego, y viuda de nuevo, con Juan Cano.
De ambos tuvo descendencia que ha llegado hasta nuestros días".
Otros datos de interés se encuentran en las palabras que el his-
toriador Oviedo atribuye al propio Juan Cano:
"... digo, Señor, que yo me casé con una señora hija legítima
de Montezuma, llamada doña Isabel, tal persona, aunque se hobiera
creado en nuestra España, no estobiera más enseñada é bien doctri-
nada é Católica, é de tal versación é arte, que os satisfaría su mane-
ra é buena gracia; y no es poco útil y provechosa al sosiego é con-
tentamiento de los naturales de la tierra; porque, como es señora en
todas sus cosas é amiga de los christianos; por su respeto é exemplo
más quietud é reposo se imprime en los ánimos de los mexicanos."
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
".. .a causa de lo cual vn sobrino de Montezuma, que era papa o
sacerdote maior entre los indios, que se llamaba Giiatimuci, mató
al primo legítimo de Montezuma, que se decía Asupacaci, hermano
de padre é madre de Doña Isabel, é hízose señor, é fue mui valero-
so. Este fue el que perdió a México, é fue preso., é después injusta-
mente muerto con otros principales señores é indios; pues como Cor-
tés é los christianos fueron enseñoreados de México, ningún hijo
quedó legítimo sino bastardos de Montezuma, ecepto mi muger, que
quedaba viuda, porque Guatemuci, señor de México, su primo, por
fíxar mejor su estado, siendo ella mui muchacha, la tubo por nwger
con la ceremonia ya dicha del atar la camisa con la manta; é no
hobicron hijos, ni tampoco tiempo para procreallos; é ella se convirtió
a nuestra santa fce católica, é casóse con un hombre de bien de los
conquistadores primeros, que se llamaba Pedro Gallego, é ovo un
hijo en ella, que se llama Thoan Gallego Montezuma; é murió el di-
cho Pedro Gallego é yo case con la dicha Doña. Isabel Montezuma; en
la cual me ha dado Dios tres hijos é dos hijas, que se llaman Pedro
Cano de Saavedra, Thoan Cano, Doña Isabel, é Doña Catalina.
—Señor Thoan Cano, suplicóos que me digáis porqué mató
Hernando Cortas a Guatimuci: ¿revelóse después o que hizo para
que muriese?
—Habéis de saber, que así a Guatemuci, como al Rey de
Tacuba, que se decía Tetepanquezal, é el Señor de Tezcuco, el ca-
pitán Hernando Cortés les hizo dar muchos tormentos é crudos,
quemándoles los pies, é untándoles las plantas con aceite, é ponién-
doselas cerca de las brasas, é en otras diversas maneras, porque les
diesen sus tesoros, é teniéndolos en continuas fatigas, supo como el
Capitán Cristoval de Olit se le había alzado en puerto de Caballos
é Honduras, la cual provincia de los indios llaman Guaimuras, é
determinó de ir a buscar é castigar al dicho Cristóvaí de Olit, é
partió de México por tierra con mucha gente de españoles, é de los
naturales de la tierra; é llevóse consigo aquellos tres principales
ya dichos, y después los ahorcó en el camino; é ansí enviudó Doña
Isabel, é después ella se casó de la manera que he dicho con Pedro
Gallego é después conmigo."
o
También es muy interesante la concesión hecha por Cortés a
Doña Isabel Moctezuma, hija del Emperador Moctezuma, fechada
en México a 27 de junio de 1526. Dice así:
"Privilegio de Doña Isabel Motezuma, hija del gran Motezuma,
ultimo Rey indio del gran Reyno y ciudad de México, que bautizada
y siendo christiana casó con Alonso Grado, natural de la villa de
79
A L F O N S O T E J A Z A B R E
Alcántara, Hidalgo, y criado de su Magestad, que había servido y
servía en muchos officios en aquel Reyno.
Otorgado por Don Hernando Cortés, conquistador del dicho Rey-
no, en nombre de su Magestad, como su capitán general y Gobernador
en la Nueva España,
"...y que si él (Moctezuma) de aquella herida fallecía, que me
rogaba y encargaba muy afectuosamente, que haviendo respeto a lo
mucho que me quería y deseava complacer, tuviese por bien de to-
mar a cargo tres hijas suyas que tenía y que las hiciese bautizar y
mostrar nuestra doctrina por que conocía que era muí buena; a las
cuales, después que yo gané esta dicha ciudad, hize luego bautizar,
y poner nombres a la una que es ía mayor,, su legítima heredera,
Doña Isabel, y a las otras dos, Doña María y doña Marina; y es-
tando en finamiento de la dicha herida, me tornó a llamar y rogar
muí ahincadamente, que si el muriese, que mirase por aquellas hi-
jas que eran das mejores joyas que éí me daba, y que partiese con
ellas lo que tenía, porque no quedasen perdidas, especialmente a
la mayor que esta quería él mucho; y que derruís desto yo hiciese
relación a S. M, de como me dejaba estas sus hijas, y íe suplicase
en su nombre se sirviese de mandarme que yo mirase por elías y las
tuviese so mi amparo y administración, pues él hera tan servidor
y vasallo de S. M. y siempre tuvo mui buena voluntad a los españo-
les, como yo havia visto y vía, y por el amor que lea tenía le haVían
dado el pago que tenia, aunque no Je pesaba dello. Y aun en su
lengua me dixo, y entre estos razonamientos que encargaba la con-
ciencia sobre ello."
"... Con la qual dicha Doña Isabel le prometo y doi en dote y arras
a la dicha Doña Isabel y sus descendientes, en nombre de S. M.f co-
mo su Governador y Capitán General destas partes, y porque de de-
recho le pertenece de su patrimonio y legítima, efl Señorío y natu-
rales deí pueblo de Tacuba, que tiene ciento é veinte casas.. . Lo qual
le doy en nombre de S. M, para descargar su real conciencia y la
mía en su nombre."
(Documentos de la Colección Muñoz.—Prescott.-—Apéndice de
la "Conquista de México".)

AI Contador Alonso de Grado lo retrata Bernal Díaz con muy


poco afecto:
"...E un Alonso de Grado, que ya lo he nombrado otras ve-
ces. , . el cual era mas bullicioso que hombre de guerra...
— 80 —
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
.. .que el Alonso de Grado como era mal condicionado, se descon-
certó en hablar; y quien se metía en medio y lo resolvía todo era
el escribano Diego de Gocloy. Por manera que Luis Marín los echó
presos al uno y al otro, y con grillos y cadenas los tuvo seis o siete
días presos, y acordó de enviar a Alonso de Grado a Méjico preso...
... "y digamos como Alonso de Grado llegó a México delante de
•Cortés, y cuando supo de la manera que iba, le dijo muy enojado:
"Como, señor Alonso de Grado ue no podéis caber en una parte
ni en otra? Lo que os ruego es que mudéis esa mala condición; si
no, en verdad que os enviaré a la Isla de Cuba, aunque sepa daros
tres mil pesos con que allá viváis, porque ya no os puedo sufrir";
el Alonso de Grado se le humilló de tal manera que tornló a estaír
£ ien con Cortés."
".. .y pasó un Alonso de Grado, y era hombre rnás por entender
en negocios que en guerra, y este, con importunaciones que tuvo
con Cortés, le casó con Doña Isabel, hija de Moctezuma..."
En cambio, el mismo Bernal Díaz ofrece un rasgo decisivo para
descubrir su carácter noble, de verdadero hidalgo castellano, en este
apunte vigoroso:
". . .decía el Godoy que se pagasen los tres caballos con aquellas
piezas de indios que estaban presos; é yo repliqué que no se herra-
sen, y que no era justo, pues vinieron de paz; y sobre ello yo y el
Godoy tuvimos grandes debates y palabras y aún cuchilladas, que
entrambos salimos heridos, hasta que nos despartieron y nos hici-
mos amigos."

En la expedición de las Hibueras, es necesario marcar junta


a la sombra de Cuauhtémoc y su fiel Tetlepanquetzal, y además del
hermoso tipo de soldado castellano que es Bernal Díaz, al francisca-
no Juan de Tecto.
Don Joaquín García Icazbalceta, en su Biografía de Fray Pedro
de Gante dice que la orden del gran Francisco, fuerte con su pobreza,
avezada a 3a conquista de almas, fue la primera que se prestó a
llevar la luz de la fe a los gentiles del nuevo Mundo. Y se adelan-
taron tres religiosos flamencos, Fr. Jvan de Tecto (du Toict) antiguo
profesor de teología dudante catorce años en la Universidad, de
París, guardián del Convento de Gante y confesor dei Emperador,
Fr. Juan de Áyora, o Aora, sacerdote venerable por su ciencia y
ancianidad, y nuestro ilustre lego Fr. Pedro. Ixtlixochití, aliado
de los españoles, dio aposento a los tres religiosos en el palacio
del Rey NazahualpiíH, (en Texcoco) y ellos se dedicaron desde lue-
— 81 —
A L F O N S O T E J A Z A . B R E
go a aprender la lengua mexicana. Antes de cumplirse un año,
llegó la misión de franciscanos con el custodio Fr. Martín de Valen-
cia (y) preguntaron a sus predecesores qué habían hecho y en qué
se ocupaban. Fray Juan de Tecto, como más caracterizado, respondió
por todos: "Aprendemos la teología que de todo punto ignoró San
Agustín"; es decir, la lengua mexicana, indispensable para empren-
der la conversión de aquellas gentes.— {Mendieta). De los tres fal-
taron pronto dos, porque el mismo año de 1524 partieron ios padres
Tecto y Ayora con Cortés, a ia desastrosa expedición de las Hibueras,
durante la cual murieron de puro trabajo y miseria. De la suerte
del P. Tecto no hay hasta ahora duda; todos convienen en que duran-
te la expedición murió de hambre arrimado a un árbol. (Mendieta).
Pero hay aún más, porque el P. Gante, en su carta de 1529 dice:
"Quant a mes compagnons, ils s'en allórent avec le gouvemeur dans
un autre pays, et ils y sont morts pour Pamour de Dieu, aprés avoir
enduré des fatigues innombrables".— (Kicckens.) En la de 1532
decía: "Los dichos Fr. Juan de Tecto y el otro sacerdote, que habían
venido con él, fueron con el Marqués del Valle Don Hernando Cortés
a Cabo de Honduras, y a la vuelta fallecieron con tormenta y traba-
jos del camino.— (Cartas de Indias.) En la de 1552: "E fue Nues-
tro Señor servido de llevar al P. Juan de Teta y a el otro compa-
ñero cuasi luego como llegamos, porque murieron en el descubrimien-
to de Honduras, yendo con el Marqués." (Ibid.)

,82 —
.. .a la grana' alma di Guatimozíno
regnaute sotto il padíglion del sole,
imando in feria o puro, o forte, o bello
Massimiliano.
Giosué Carducci
La Posteridad

Para honrar el valor eminente y el patriotismo de Ouauhte-


motzín Emperador Azteca, el General don Vicente Riva Palacio
inició la idea de levantarle un monumento en la segunda glorieta
de la Calzada de Chapultepec (Paseo de la Reforma): Comenzó
la obra el señor don Francisco Jiménez, autor del proyecto aproba-
do, y, al fallecmiento de este distinguido ingeniero, la continuó el
arquitecto don Ramón Agea. La parte escultórica se confió al ar-
tista don Miguel Noreña. La estatua representa al héroe recibien-
do las proposiciones de paz estrujando con una mano «1 pliego que
las contiene, mientras con la otra lanza en señal de guerra la sae-
ta. Los bajorelieves laterales, en bronce también, representan, res-
pectivamente, la captura de Cuauhtémoc y su tormento. Completan
el adorno cuatro grandes trofeos de armas, las grecas de Mitla de
los tzapotecas, columnas de cariátides, y los leones de Uxmal de los
mayas. También aparecen los ilustres nombres de Cuitlahuac, Coana-
coch, Tetlepanquetzal y Cacama, La primera piedra se colocó el 5
de mayo de 1878 y la solemne inauguración se hizo el 21 de agos-
to de 1887.
En esta ceremonia dijo una breve alocución en idioma mexica-
no., eí gran historiógrafo Don Francisco del Paso y Troncóse. Es
oportuno reproducir sus palabras, incluyendo el texto original con
la traducción al pié de la letra y una versión más libre, no sólo por
curiosidad, sino porque resulta hondamente sugestiva la biografía
sintética del héroe, envuelta en las reliquias de su propio idioma:

Tlazomahuiztic Pipiltin, Altepehuaque:

Anmoyetzinoticate ixpantzinco in ixiptltzin in Cuauh-


Estáis delante su imagen Cuauhté-
— 85 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
motzín. Inin telputzintli oquimopehualtüi in itlatooayotzin
moc. _ Este mancebo comenzó su reinado
nican México Tenochtitlan ircuac ya omomicfuilica in huey-
aquí México Tenochtitlán cuando ya habían muerto los grandes-
tlatoanime Moctecuhzoma Xocoytzin ihuan Cuitlahuatzin, in-
señores Motecuhzoma el joven y Cuitláhuac, in-
omextin itlatziízihuan in Cuauhtemotzin. In caxtiltecatl
dos sus tíos Cnauhtémoc d castellanoo su
itoca Tonatiuh oquipeuhca in yaoyotl; ipampahi
nombre Soi (Alvarado) había empezado la guerra; por lo cual
in iztac—yaoquizque oquiztihuetzque iciuhca itech in
los soldados blancos salieron huyendo violentamente , de
México, auh ompa Tlaxcallan catea. In Malintein intlacateca
México y allá Tlaxcala estaban. Malinche (Cortés) su jefe
quinequia hualmocuepaz ic nican inic quipopoloz in huey
quería volverse hacia aquí para someter la gran
altepet, Huey nelli mieuintin tlaca omonechocÓue ihuicpa
ciudad. Ciertamente muchas gentes se jantaron contra
in tenochca, yehica ohualmohuicaque occepa ic nican
los mexicanos porque vinieron otra vez hacia aquí
Malintzin, ihuan iyaoquizcahuan, ihuan imaicnihuan. Ye
Cortés y sus soldados, y sus amigos. Ya
opoliuh in Tetzcoco, ye oíktac in Tlacopan; noihuan Xalto-
se perdió Texcoco, ya se quemó Tacuba; y también Xalto-
can, Cuauhtitlan, Azeapotzalco, Coyohuacan, Xochimilco,
can, Cuauhtitlan, Atzeapotzalco, Coyoacán, Xochirnilco,
Mizquic, Cuitláhuac, Colhuacan, Mexicalzincoo, Iztapalapanj
Mízquic. TIáhuac, Culhuacán, Mexicalcingo, Ixtapalapa;
muchintin in- huey altepeme ye opópoliuhque. Zan Tenochtitlán
todas las grandes ciudades ya se perdieron. Sólo queda Tenochtitlán
ohuecahuiti, zan Mexico-Tlaítilolco oc neztica; zanio in huey
perseveró, solo México-Tlaltelolco aun existe; solamente el gran
tlatoani Cuauhtemotzin oc teyaoehihua: zaniyoo in quautin,
señor Cuauhtémoc aún hace la guerra; sólo las ágnilaa,
in, ocelome, in quachicque, en tiacahuan, ihuan
los tijpres, loa capitanes valientes, los soldados animosos y
mochitin tlatíaca tlen yuh motocayotiaya, oc mopalefauia
todos gentes que esí se llamaan, aún se ayudaban
ihuicpa in caxtilteca, Yepohuali oncastolli tonalli
contra los españoles. Sesenta y quince días
ohuecauh in yaoyotl; in mexica ihuan tlaltilolca miectin
duró la guerra; los mexicanos y tlaltelolcas muchos
oapizmique ihuan oamiqui aocmo quipiaya ehicahua-
murieron de hambre y de sed, ya no tenían esfuer-
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
litzli, amo huelitia quintzitzquizque in tematlatl, la
zo, no podían empuñarlas, la honda, la
cuauh-ololli, in tlahuitolli, in tíacochtli, in macahuítl:
maza, el arco, el dardo, la macana;
quin-itaya in icjhuahuan, ihuan ipilhuan choeatineniia,
las veían a sus mujeres, y sus hijos andaban llorando,
in mimique ayac quin tlalaquia, in cocoxque ayac quin-patia
ios muertos nadie los entierra, los enfermos nadie los Cura,
.auh in huey ye poliuhtica. Ihcuac on
y la gran ciudad ya está destruyéndose. Cuando eso
omatiíoc in Cuauhtemotzin, auh imccuac yahuatzin
fue cautivado Cuauhtémoc, y cuando él
ohualmouicac inahuac in caxtiltecatl oquirn-ihtalhuiíitzino:
ciño cerca del castellano le dijo i
"Malintzé, ye onic-chiuh in tíein huel monequia, in notlatane
"Malinche, ya hice lo que era necesario, mi obliga-
hualiz, axcan nía xinech-pópolo, tía xinech micti," luhquin
ción, ahora que tú me acabes, que tú me mates." Asi
otlan in itlatocayo in Cuauhtemotzín.
acabó su reinado Cuauhtémoc.
In cuaitin mexica nican moyetzicate oqui-acoque inin-
Los buenos mexicanos (que) aquí están levantaron esta
teixiptla mic yez itlalnamiquiliz in itlaehihualhuan io
estatua para ser su recuerdo (de) sus acciones (de)
huey tíátoani. In Cuauhtemotzin amo qui-poloaní ín
el gran señor Cuauhtémoc no perdiera su
intlatocatíal intla in occequintin altepetlaca amo
patria si los otros ciudadanos no
omoxexeloani; inin ce tenrachtilli qui-pia: ma ti-moeetilican
se dividieran; esto, una enseñanza encierra; que nos unamos,
auh ma tic-ilcahuan in tohueca tecocolilizhuan;
y que olvidemos nuestras antiguas malquerencias:
ixpantzinco inin huey tecuhtli ca techmocaqui-
en presencia de este gran caballero (el Presidente) que nos está
titica, ma tic-tenquixtícan: "Tic-palehuizque in tlatocotla-
oyendo, declaremos: "Defenderemos la patria
lli otech-mocahuili in Cuauhtemotzin, quenami yehuatzin
(que) nos dejó • Cuauhtémoe, como él
otech-momachtli, auh ica mochi toyollo tic-piazqae-
noso enseñó, con todo nuestro corazón conservaremos
in Necetililíztli, Ín Tlacaxoxocayotl,
ía Unión, la Independencia.

-87 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
La traducción libre dice así:
Señor Presidente, señores;
Estáis en presencia de la estatua de Cuauhtémoc.
Comenzó a reinar el joven monarca por la muerte de su tío Mo-
tecuhzCfma Xocoyotzin, y del hermano de éste Cnitlahuátzin.
Los españoles, que habían salido huyendo de México durante
la guerra provocada por Al varado, allá se reponían, en Tlaxmla.
Cortés, su caudillo, deseaba volver para dar la. íey a la gran
ciudad.
Juntáronse, de verdad, muchas gentes contra los aztecas, porque
vinieron: Cortés, y sus guerreros, y sus aliados.
Perdióse Tetzcoco, se quemó Tacuba, y cayeron también Xal-
tocán, Cuauhtitüán, Atecapotzalco, Coyoacán, Xochimilco, Mízquec,
TIáhuac, Culhuacáu, Mexicakineo, latapalapan. i Todo se ha perdido!
No, aún queda Tenochtitlán; tod-axna se sostiene México-Tlalte-
lolco: allí está Cuauhtémoc, el emperador, guerreando sin tregua:
allí ¡os soldados con divisa de águila y de tigre: alíí, los capitanes
distinguidos: allí, por último, los hombres esforzados aún se baten
con los españoles.
Setenta y cinco días ha durado el cerco, y los mexiea tlalte-
lolcas, muertos de hambre y de sed, desfallecidos, ya no pueáen
sostener la honda, la maza, el arco, el dardo, la macana.
A la vista tienen un cuadro de desolación'. muertos y insepultos:
enfermos desamparados: mujeres y niños vagan llorando, y en la
ciudad sólo ven ruinas.
Fue cautivado entonces Cuauhtá'moc, y conducido a la pre-
sencia del caudillo español, ]e dice: "Malinche, hice lo que pude,
cumplí con mi deber: ahora abábame, mátame.*'
Así concluyó el imperio de Cuauhtémoc.
He aquí el modelo que debemos imitar. Para ello restañaremos
las heridas de la patria, desgarrada por sus propios hijos; deseche-
mos rencillas, rencores indignos de almas nobles y generosas;
unámonos en un solo abrazo, como signo de reconciliación; y, con
el diapasón de la tolerancia y el dulce acorde de la caridad cris-
tiana, entonemos un himno, cuyo estribillo sea:
¡Honor a Cuauhtémoc! ¡Viva el Patriota!
o
¡He aquí el modelo que debemos imitar! Y en efecto, la lec-
ción de Cuauhtémoc es diáfana y sencilla. No digamos su grande-
za en el tormento y en la muerte, su valor personal, su altura de
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
héroe trágico y la belleza de sus actitudes y de sus palabras, hechas
para ¡a estatua y el troquel. Todo esto es demasiado remoto para la
mayoría de los mortales. Pero sí debemos recibir, recordar y re-
producir la lección del hombre que murió por defender a su patria
hasta el último aliento.
Mil veces se ha dicho, pero otras tantas hemos olvidado, la su-
prema enseñanza: Morir por la defensa de la tierra, de la familia
y de la libertad, es misión esencial del hombre.
SÍ otros héroes hubieran logrado infundir su propio espíritu
al pueblo; si no fueran excepciones hazañas como las de Cuautlia
en 1812 o de Cliapultepec en 1847, tal vez el destino de México no
hubiera decretado nuestra mutilación y engendrado los peligros de
servidumbre.
En cambio, se ha perpetuado la contienda de Cuauhtémoc y Cor-
tés, hasta convertirla en desgarramiento de entrañas. Cuauhtémoc
representa la noción de patria geográfica, el sentido de la tierra,
y Cortés la expansión de la cultura en su origen greco-latina y ahora
universal. Mientras la conquista tuvo abierta la herida por im-
posición de un régimen de castas y privilegios, la contienda entre
el Indio y el Español estuvo latente. Pero una vez consumada la
Independencia, los indios, los mestizos y los criollos juntan el con-
cepto geográfico de patria con el de cultura occidental . La tierra
y el espíritu ya no deben combatir. Sólo debe quedar la pugna
de Cortés y Cuauhtémoc para la historia y para el arte. Y ni la
historia ni el arte deben mancharse ni obscurecerse por el odio,
<iue es la más vil de todas las pasiones.
La figura de Cortés contribuye a levantar más aun la de Cuauh-
témoc. Si hacemos al uno aventurero vulgar, soldado de rapiña y
bandido sin alma, convertimos al otro nada más en jefe de Vribu,
y sacerdote de una sangrienta religión.
Cantamos las glorias de España, nos enorgullecemos de la tra-
dición colonial, deí idioma, de la religión, del espíritu español y des-
conocemos al representativo por esencia, al Superhombre de España
en América, al ejemplar humano más fuerte y más grande que ha
puesto las plantas en este pedazo de tierra, y con el cual sólo pue-
de compararse en un relámpago y por el temple supremo, el que füié
su adversario y su víctima: el rey Cuauhtémoc. Y en esta última
comparación está precisamente la clave del enigma y la explicación
del absurdo.
Los peores enemigos de Cortés han sido algunos de los que se
presentan como sus amigos. Si todavía existe un prejuicio arrai-
gado en muchos mexicanos, que se resisten a glorificar abiertamen-
te el nombre de Cortés, ía culpa radica principalmente en los que in-
eq
fv
A L F O N S O T E J A Z A E R E
tentan aprovecharse de la inmensa figura heroica para convertirla
en instrumento de partido.
El primer gran error consiste en intentar erguir nuevamente
a Cortés frente a Cuauhtémoc, juzgando con despecho femenino, como
en mala hora lo hiciera doña Emilia Pardo Bazán (que en paz des-
canse), cuando se quejó por la ingratitud mexicana, que en vez de
levantar un monumento al caudillo extremeño lo construyó para el
"salvaje cabelludo y antropófago." Así es como, por simetría mo-
ral, resultaría ofensivo el proyecto de erguir frente a la estatua del
Indio la estatua del Español.
Y no debe ser así. La historia de México, después de su nebu-
tosa y magnífica arqueología, no tiene datos tan impregnados de alta
potencia humana y heroica como fos que debe a Cortés y a Cuauh-
témoc, los únicos "a la altura del arte."
o
Don Fernando Cortés ha peleado en México después de su muer-
te para conquistar un sitio seguro donde reposen sus huesos, y no tie-
ne todavía una consagración monumental,
¿Merece tenerla? ¿Puede tenerla? El hombre fue de talla su-
perior y se vería soberbiamente sobre un corcel de bronce, tremo-
lando el pendón de Castilla, con los seis reyes encadenados de su
blasón, rampantes y escarnecidos a sus plantas. Sería una estatua
épica, digna de competir con la de Pedro el Grande, la de Bartolomméo
Colleoni o ía de Luis XIV que se levanta con pompa regia en la Pla-
za de las Victorias de París.
Hay en cambio, suponiendo resuelto el problema histórico y so-
cial y unificado el espíritu de la nación hasta suprimir los rencores
de castas, un grave problema estético. Mientras en México se alce
sobre una columna decorada según la manera indígena, con los leones
de Uxmal y las rodelas legendarias, la silueta del último rey de los
.aztecas, sería imposible encontrar sitio adecuado para la estatua do-
minadora de su vencedor. Sería tanto como levantar en Alesia, fren-
te a la estatua de Vercingetorix, la del magno Julio, el conquistador
de las Galias, el calvo adúltero y genial que cruzó ei Rubieón llevando
un relámpago en sus ojos de ave de rapiña.
¡ Cuauhtemoc-tzin- y Vercingeto-rix! Entre las vidas paralelas
que valdría la pena pregonar, no pueden encontrarse dos existen-
cias más sugestivas, de profundidad y de hermosura fatal.
Vercíngetorix era el "jefe de cien hombres", como Cuauhtémoc era
el "tíacatecuhtli" o jefe de hombres. El propio Julio César retrata en
sus Comentarios al príncipe enemigo y le aplica Jas palabras indi-
cadoras de la extrema juventud y ía suma potencia: "Summae po-
tentiae adolescens". En los relatos de Cortés y Eernal Díaz, Cuauh-
HISTORIA Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
témoc aparece radiante de juventud, de belleza varonil y tan impera-
tivo que todos ios suyos temblaron a su vista. El caudillo galo, en
su patria ocupada por el conquistador latino, no cesaba de excitar
a sus compatriotas contra el invasor en ías fiestas religiosas y en
las asambleas.
Cuando llegó el momento de pelear con el invasor, ambos reu-
nieron bajo su mando a todos los hmbres útiles y hasta a los sier-
vos y enviaron emisarios a todas las tribus afines. Vieron por ins-
tantes a sus gigantescos enemigos próximos a caer, en los linderos
del fracaso total, frente a Gergovia o en las calzadas y fosos de la
Tenoxtitlán atrincherada. Vercingetorix se encerró en Alesia como
Cuauhtémoc en su capital.
Cuando la fuerza de la fatalidad dio la victoria a los amados
por la fortuna, porque no en vano Cayo Julio César descendía de Ve-
nus y Don Fernando Cortés gozaba prestigio como vastago del Sol,
Vercing-etorix y Cuauhtémoc tuvieron casi la misma actitud de se-
midioses vencidos.
Las palabras del uno parecen anticiparse a las del otro con
semejanzas conmovedoras:
"Vosotros sois testigos de que no emprendí esta guerra por in-
terés personal, sino por la salvación de la patria... La Galia está
vencida, los dioses nos han abandonado.. , La vida para mí nada es
sin libertad.. ."
Y cuando se presentó para rendirse al Imperator romano, hu-
biera podido decir: "hice cuanto pude por defender a mi patria,,.
Toma este puñal y mátame..."
Lo mismo que Cortés, Julio César manchó su triunfo humillan-
do a su prisionero, y después de varios años de servidumbre, tanto
Vercingetorix como Cuauhtémoc acabaron su vida en el cadalso.
Para reproducir la figura de tales adolescentes, el "águila que
cae" y el "jefe de cien hombres", se necesitaba un escultor olímpico,
como el viejo Florentino que hizo en mármol la figura del Vence-
dor. Miguel Ángel hubiera cincelado dos montañas para glorificar
a estos vencidos. Y para Hernán Cortés, se necesitaba otro Veirrq-
chio, o un Leonardo de Vinci, que trabajó en arcilla la estatua de
Ludcfvieo Sforza,
Pero no se deben dar golpes de piqueta al monumento de Cuauh-
témoc para levantar otrp al Conquistador, Cada uno es grande a
su manera. En la historia del mundo, Cortés puede estar a la altura
de Alejandro, de César y de Bonaparte, mientras Cuauhtémoc ten-
drá la compañía de Viriato, Vercingetorix, Santa Juana de Arco y
Kosciusko. Podrá emborronarse la vieja noción de patria como ar-
tificio de fronteras, pero el concepto espiritual y geográfico subsiste
como algo psicológico y hasta fisiológico.
— 91 _
A L F O N S O T E J A Z A B R E
Por eso subsiste y crece la figura de Cuauhtémoc sin que la
opaquen ni la disminuyan otros recuerdos gloriosos. La admiración
y el homenaje nunca faltarán a los superhombres de ía fortuna y
de la fuerza, pero tampoco deben faltar el homenaje, la admiración
y el amor para los superhombres infortunados, que murieron por de-
fender y no por conquistar, que conocieron la rabia del vencimiento,,
la tortura de la caída junto con sus dioses, sus hijos y sus herma-
nos, que tuvieron en la prisión o en el martirio tanta grandeza como
los otros en la cima victoriosa, y en vez de sentir la frente adorna-
da de laureles y coronas, sólo hallaron la consagración deí dolor, co-
mo nuestro Cuauhtémoc, que fue ungido con óleo ardiente en las
manos y en los pies, dijo sus palabras eternas y pasó a la inmorta-
lidad como Rey del tiempo y Emperador de una raza.

— 92 —
r
>
3
>
O
I
La Tortura del Guatemuz
DRA.MATIS PERSONA E

Doña Isabel Moctezuma


Doña Marina
Cuauhtemoc
Tetlepanquetzal, Señor de Tacuba
Cortés
Fray Bartolomé de Olmedo
Bernal Díaz del Castillo
Al varado
Alonso de Grado
Alderete

(En el Palacio de Corté» en Coyoacán. Pocos días después de


la caída de México-Tenoxtitlán, en agosto de 1251.)
(Alonso de Grado y Julián de Alderete).

ALDERETE

Que vayan a i*eñir con Cortés, y no conmigo. No hay más,


DE GEADO

¿Cien pesos de oro para cada hombre de a caballo?.


ÁLDEEETE

Y en proporción para los ballesteros, escopeteros y rodeleros.


ÁLDEEETE

Ningún soldado querrá tomar esa partecilla. Todos andan muy


pensativos por el poco oro que parece.
ÁLDEEETE

Pues no hay más. Las cuentas son claras. Ciento treinta mil
castellanos de oro... veintiséis mil para Su Majestad, además de las
joyas grandes* las rodelas, las esmeraldas y las vajillas. Cortés ha
tomado otro quinto y las costas de los caballos que se han muerto.
DE GEADO

Yo no digo nada contra Cortés. Pero los soldados y los capita-


nes están descontentos. En las mismas paredes de esta casa escriben
motes y libelos.
— IOS— •
A L F O N S O T E J A Z A B R E
ALDEEETE

Esta mañana leí uno que dice: "Ya no somos conquistadores,


sino conquistados de Hernán Cortés".
BE GKADO

Y otro burlón: "Tristis est anima mea, hasta que la parte


vea."
ALDEEETE

Así seguirán, hasta que a Cortés se le hinche la vena de la fren-


te y suelte dos o tres desahogos,
DE GEADO

O hasta que les mejore su parte.


ALDEEETE

¿De dónde tomará más oro? En Tetnixtitán no quedan más


que ruinas y cuerpos muertos. AHÍ sólo hay un hedor que se mete
hasta el alma.
DE GEADO

Yo no sé dónde hay más oro. Pero hay quien lo sepa.


ALDEKETE

¿Quién?
DE GEADO

Eí Guatemuz.
ALDERETE

¿El Rey de México?


DE GEADO
El rey, cacique o lo que sea. El sabe dónde está oculto el tesoro.
ALDKBETE

Ya lo hubiera dicho.
• —104 —
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
DE GBADO
No lo dirá por buenas. No es igual a Moctezuma, que nos que-
ría y nos halagaba. Este cacique es muy otro.
ÁLDBBETE
Marina la lengua ío ha interrogado. Y dice que él echó las jo-
yas, el oro y las armas a la laguna, cuatro días antes de su rendición.
DE GEADO
¿Y esa es la verdad?
ALDERETE
También ha dicho que nuestros aliados robaron gran parte en
los tumultos.
DE OHADO

Pero nadie está conforme. Si no se mejora el Teparto, van a


decir que Cortés se aplica ía parte del león y oculta más oro para
defraudar a los que pelearon y a su Majestad. ¡ Cien pesos a cada
hombre de a caballo! Cortés envió cuatro mil ducados a sus padres,
con el secretario Juan de Rivera. Cuando todos estamos comidos de
deudas, porque debemos por las ballestas, por las espadas y a maes-
tre Juan el cirujano, y al médico Murcia y al boticario y al barbero
y otras mil zarrabusterías,.. Para eso ganamos este imperio!
ALDEEETE

¿Y qué podemos hacer?


DE GEADO
Reclamar a Cortés en nombre de Su Majestad. Que obligue al
Guatemuz a decir dónde están las joyas.
ALDEBETE
¿Y cómo puede obligarlo? Es un indio taciturno. Nadie lo
ha oído habla-r desde que le quitamos la ciudad,
DE GEADO

Yo lo he oído hablar con Marina. A ella le dice Mal-ínche y a


A L F O N S O T E J A Z A B R E
Cortés Capitán Malinche. Marina dice que habló para pedir que se
respetara a los prisioneros y a los que salen huyendo de Temixtitán.
ALDEEETE
Y también para otra cosa: pidiendo respeto para su esposa doña
Isabel. Parece que el señor contador perdió una esclava hermosa
y el Guatemuz rescató a su mujer.
DE GRADO

Sí; la rescató en la Noche Triste. Pero ya veremos quién la


gana ai último.
ALDERETE
¿Entonces, la noche de la derrota fue doblemente triste para
el señor contador?
DE GRADO

¡Fuera burlas! Yo he tomado a pecho la pérdida de doña Isa-


bel, porque después de Doña Marina no hay mujer que tenga tanto
poder sobre los indios. La respetan por ser hija de Moctezuma y
esposa del Guatemuz.
ALDERETE
Y también fue mujer del otro rey que murió de viruelas,
Cuitláhuac.
DE GRADO

Pero todos sabemos bien que es una doncellita. Una niña. No


ha sido esposa del Guatemuz lo mismo que de Cuitláhuac, sino por fór-
mula. Lo único que han hecho como marido y mujer fue anudar una
punta de su camisa con ei manto del varón, porque así hacen el ma-
trimonio estos gentiles. En el bautismo, Fray Bartolomé le puso
el nombre de Isabel. Y hace honor al nombre, porque es bien gentil
y será sin duda herfmosa. ¡ Y será mía!
ALDEEETE
A no ser que llegando a su primera flor, cuando tenga catorce o
quince años, venga alguno nías grande que el Guatemuz y que el
señor contador y se quede con el bocado.
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
DE GRADO

Yo no soy Portocarrero para servir de espantajo, como él con


Doña Marina y Cortés.
ALDERETT;
Mirad que don Fernando es amo y señor de toda la gente de su
casa, y más enamorado que un sultán. Mientras no vengra Doña Ca-
talina Xuárez, su esposa, será difícil contenerlo. Por lo visto, vos
no sólo queréis parte de oro, sino de carne sabrosa. Esa Doña Isabel
o Tecuichpo, .,
DE GEADO

Doña Isabel Moctezuma y nada más. Debemos olvidar esos mal-


ditos nombres gentiles. .. iTecuichpo! ¡Copo real de Algodón! Na-
da de eso. Doña Isabel Moctezuma, encomendada por el propio Cor-
tés al contador de Su Majestad Alonso de Grado. Pero eso no im-
porta ahora. Yo también digo: Tristis est anima mea, hasta que
la parte vea. Que hagan hablar al Guatemuz.
ALDESETE

Ya ha dicho que arrojó el oro a la laguna.


DE GRADO

Eso no es verdad. Han ido buceadores y no han encontrado


nada.
Mirad, Aquí viene Berna! Díaz. El fue con otros seis hombres
a buscar donde el Guatemuz dijo que estaba el oro.
(Llega Bernal Díaz),

DE GEADO

Decid hermano Bernal Díaz ¿sabéis algo dej oro?


BERNAL; DÍAZ

Sí. Sé que nos está quitando a todos el seso. Parece que no


107
J-V I
A L F O N S O T E J A Z A E R E

acaba todavía el banquete que mandó hacer Cortés, para celebrar


la caída de Méjico.
ALDEBETE
¿Por qué recordáis el banquete?
BEKNAL DÍAZ

Porque desde entonces ha crecido la locura del oro, y no faltan


desaforados como aquellos que se subían sobre las mesas y hablaban
de caballos con aillaa de oro y aljabas con saetas de oro.
DE GKADO
Nosotros hablamos del reparto. ¡Cien pesos a cada hombre
de a caballo!
BEKNAL DÍAZ

Y menos aún a los ballesteros. Seguiremos siendo pobres sol-


dados, con mucha gloria y sin blanca.
DE GBADO

No todos tienen esa conformidad. Algunos murmuran de loa


oficiales del Rey y de Cortés, Se debería buscar el tesoro,
BEENAL DÍAZ

Ya se han hecho pesquisas. Ei Guatemuz echó la artillería y las


joyas al agua, cuatro días antes de su prisión.
DE GUABO

¿Y esa es la verdad?
BEBNAL DÍAZ

No podemos saber otra cosa. Yo mismo fui a las casas que


fueron del Rey Guatemuz, y de una alberca grande sacamos un sol
de oro. El señor de Tacuba dijo que él tenía en unas casas suyas
ciertas cosas de oro; se fue con él Pedro de Alvarado y seis solda-
dos, y yo fuí en su compañía, y cuando llegamos, dijo que lo matasen,
que no tenía oro ni joyas ningunas, y que lo había dicho para morir
en su tierra,
— 108 —
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A Ü H T E M O C
DE GEADO

¿Y no se ha buscado donde dijo el Guatemuz?


BEBNAL DÍAZ

Vo y otros soldados hemos entrado a zabullidas en la laguna,


y sólo hallamos obra de cien pesos de collarejos de cuentas, ánades,
pecezueíos y perrillos y cosas de nonada. Todo lo entregamos ya a
Cortés y al tesorero.
DB GBADO

Entonces miente el Guatemuz. Y algunos soldados dicen que


Cortés lo halaga para quedarse entrambos con el secreto. Cómo
oficiales del Rey, debemos exigirle que obligue al Guatemuz a decir
la verdad.
BERNAL DÍAZ

Eso es cuenta vuestra.


DE GEADO

Julián de Alderete es el tesorero y yo el contador. Es nuestro


deber exudar los bienes de Su Majestad. No hay un conquistador
contento con su parte. ¡ Cien pesos!

(Van Uegando soldados y después Fray Bartolomé, Pedro de


Alvwrado, etc.}

EL SOLDADO 80LIS

Yo debo mil por la yegua negra que murió al salir de la Villa


Rica,
OTEO
Yo ciento por una mala escopeta. Quedo como el que dijo: des-
nudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano.
— 109 —
A L F O N S O T E J A Z A B K E
OTEO

y además, el oro del reparto es tepuxque. Tiene tres quilates


más en la marca que su ley justa.
EL, SOLDADO SOLI8

y luego, los mercaderes cargan la mano en el precio.


EL OTItO

Será mejor negarse a recibir esa miseria,


EL SOLDADO SOLIS

El mismo padre Bartolomé ha dicho que se reparta el oro a loa


lisiados.

{Fray Bartolomé de Olmedo que llega, con Alvarado, confirma, la


alusión. Alvwrado es pelirrojo y viste hábito usado con la, cruz de
la. encomienda de Santiago).

FRAY BARTOLOMÉ

Es verdad. Yo he dicho que como el oro es tan poco, será de


más provecho repartirlo entre los mancos, los ciegos y los dolientes.
AL VARADO

Y los que se han quemado con la pólvora, o se quedaron sordos


sirviendo los cañones.
FBAY BARTOLOMÉ

Así los que necesitan tendrán algo de substancia.


ALVAR, A DO

Y los que estamos sanos lo habremos a bien. Todavía tenemos


el brazo y la espada pana ganar más tierras y más oro.
—110 —
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
BERZAL DÍAZ

Y la encomienda de Santiago, para hacer buena esa ropilla,


ALVARADO

Y hasta una corona si se tercia, señor soldado. De menos nos


hizo Dios,
DE GRADO

Pero no todos se conforman, como Bernal Díaz, ni son tan ca-


ritativos como el padre Bartolomé, ni tan generosos como Alvarado.
Muchos se quejan por el reparto.
EL SOLDADO SOLIS

Nos quejamos por necesidad.


OTIÍO

Y por justicia.
EL SOLDADO SOLIS

Por eso acudimos a los oficiales del Rey.


DE GRADO

¿Oís, Alderete?
OTRO SOLDADO

Cortés ha sacado un quinto como general y otro como emperador.


DE GBADO

¿Oís, Alderete?
EL SOLDADO

Tienen oculto el tesoro. Muchos indios llevan y traen recados


y bultos por las noches.
OTRO

Cortés mandó a España veinte mil ducados. Y perlas negras


del tamaño de avellanas.
— 111 —
A L F O N S O T E J A Z A B K E

OTEO .

Se guarda las mejores esclavas. No sólo Doña Marina, sino


hsata las hijas del Motezuma son para él.
OTRO
Con razón murmuran los parciales de Diego Velázquez.
OTRO
Que hagan hablar a Guatemuz.
OTEO

Que lo pongan ai fuego como a Cuapopoca.


DE GRADO
¿Oís, Alderete?
EL SOLDADO PBIMEEO

Apelaremos a Su Majestad.
OTEO
i Pediremos contra Cortés y contra el tesorero y contra el conta-
dor!
VARIOS
Contra Cortés! Contra Malinche! Contra Cortés!

(Entra Cortea y se apiada- el tumulto).

(Cortés, según Bernal Díaz, "era de buena estatura y de cuerpo


bien proporcionado y membrudo, y la, color de la cara tiraba algo &
cenicienta y fio muy alegre; la barba, y el cabello prietos, pocos y
rasos, el -pecho alto, cenceño, de poca, barriga, algo estevado, como
buen jinete," Una señal de cuchillada, encubierta, por las barbas.
•112.
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
debajo de un bezo. Usa vestidos sin muchas sedas ni damascos ni
rasos; una- cadenita, de oro con un joyel con la, imagen de la Virgen
María por un lado y San Juan BoMtista por otro con una inscripción
en latín; un anillo muy rico con un diamante y en la gorra, de tercio-
pelo una medalla. Lo oeowíKma doña Marma) .

COETJS8

¿Qué significan estos ruidos?


DE GEAPO

Señor. . .
A.LV ARADO

Capitán . . ,

FRAY BARTOLOMÉ

Señor. . .
CORTES

¿Qué vais a decirme vos Alvarado? ¿Tenéis algo que pedir-


me? ¿Y vos padre Bartolomé? ¿Y tú, Grado?
DI! GRADO

Yo no tengo que decir nada. Et señor Tesorero es el que. . „

Yo no digo nada por mí. Los soldados se quejan por el reparto-.


COBTfiS

! Cuerpo deí Sol! ¿Se quejan? ¡Siempre lo mismo! Yo he


mandado repartir todo el oro.
A&DERETE

Creen que hay más. Sospechan que el Guatemuz oculta el te-


soro.
— 113 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
CORTES

Ya se ha buscado inútilmente. Alvarado y Bernal Díaz han


ido a buscarlo. Yo mismo he ido. Si quieren más oro, ancho es
el mundo. En vez de buscar entre el lodo de las lagunas, pueden
hallarlo en otras tierras. Cabra coja no tenga siesta.
ALDERETE
Se quejan por el día de hoy. Dicen que cien pesos para cada
hombre es una miseria. Todos deben mucho... los mercaderes exi-
gen la paga... Cobran sin compasión... Un caballo, mil pesos,..
Una escopeta cien.. .
COSTES
Yo nombraré personas de conciencia, para que aprecien el va-
lor de las mercaderías.
ALDERETE
Ni así podrán pagar.
COKTES
Yo haré que los acreedores esperen hasta dos años.
ALDERETE
Pero Su Majestad no puede aguardar dos años como el barbero
y el boticario. Es necesario que los caciques descubran el tesoro.
CORTES
Es imposible,Alderete. Yo no puedo forzar a Guatemocín. Los
indios lo miran todavía con respeto. Yo le prometí amor y protección.
ALDEKETE
Los soldados sospechan por tanta bondad para un prisionero.
CORTES
Mal pese a vos! ¿Quién habla de sospechas, Aíderete?
ALDERETE
Habió como Tesorero de Su Majestad. Yo no digo nada por mí.
Murmuran en los campamentos y se quejan conmigo.
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
DE GEADO

Como el Guateniuz vive en vuestras propias casas y le han vuelto


a su mujer, y tiene compañía de gran señor...
COBTES
¡Yo no tengo que dar cuenta a nadie!
AI/DÉBETE

Hablo como tesorero de Su Majestad.


DE GRADO

Los soldados que vinieron de Cuba con Narváez son los más des-
contentos. Todavía le quedan amigos a Diego Veíázquez.
COETES
¡ Los soldados! Los soldados, .. ¡ Las mujeres de España parea
soldados!
(Una voz entre los soldados): También capitanes y gobernadores.
• Cortés se mete 'por entre los hombres de armas y coge al in->
solente por tm brazo. Está u. punto de golpearlo, fiero se reprime;
y Le dice:

¡ Callad... idos con Dios, y de aquí adelante tened más mira-


mientos porque os puede costar caro.
EL SOLDADO

Nos quejamos por necesidad.


(Pausa).
CORTES

Está bien. Hago constar ante todos que no procedo por mi libre
voluntad. Que traigan a Guatimocin. Y 'al señor de Tacuba... Y
a los principales de entre ios indios que lo acompañan. Que vengan
aquí mismo. Conste que me veo forzado. Alderete, daréis cuenta
a Su Majestad.
A L F O N S O T E J A Z A E E E
ALDERKTK
Cada quien tendrá su parte,
BERZAL DÍAZ A i n KAY BABTOLOME-
¿De culpa o de oro?
COKTES
Una vez más, no lo olvidéis. Daremos cuenta a su Majestad.
BEENAL DÍAZ
Y a Dios,
(Sale Grado con algunos hombrea por C'uauhtémoc.')
COSTES
Vaya, señores, que se necesita ser ruines para buscar joyas y
botín de tan triste manera! ¡ Lástima que no pueda llevaros a todos
a buscar tierras más ricas que esta. Aquí en este valle no quedan
más que despojos, campos de maíz y magueyales. Y nosotros no ve-
nimos a labrar la tierra, sino a buscar oro. Pero más lejos, parsa los
que tengan valor, hay todavía muchas maravillas. Debiéramos pen-
sar en ir hacia el mar del Sur, por donde sale estrecho al otro océano,
que es ía cosa de este mundo que yo más deseo topar. Los que lleguen
a ia otra banda encontrarán el camino de la Especiería y de Zipan-
go, de Gibóla y de Quivira... Y las islas donde hay perlas y piedras
preciosas. Y esa otra toda poblada de mujeres sin varón ninguno. . .
ALVAKADO

Allí quisiera llegar deveras, pero sin Fernando Cortés, que todas
las mujeres se las guarda para él sólo.
COETÜS

Allá debierais ir, si os molesta no mandar como único y queréis


tener la lengua, la espada y los brazos libres.
ALVAEADO

Allá iré, y más lejos, si se tercia. He de ir hasta donde se pone


el sol. Por algo me dan los indios este nombre: Tonatiuh! Ctjeten
que puedo dar la vuelta al mundo en un día.
H J S T O R I A Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
CORTES

Así fueran todos, medrados estaríamos. En teniendo aparejo


Alvarado irá por el rumbo de Coliman. Y lo mismo, Sandova! debía
ir por Tuxtepéc... Y Villafuerte a Zacatilla... y Francisco de Oroz-
ro a Oaxaca... y Cristóbal de Olid a Michoacán o a Guatemala.

ALVAEADO
Con todo y su portuguesa Doña Felipa!
CORTES

Con mujer o sin mujer, no importa. Pero con bravura y sin


olvidar el nombre de España. Y que me escuchen todos los que ten-
gan ambición: Ancho es el mundo.
BEBNAL DÍAZ

Yo también quisiera buscar más mundo, señor. De buena gana


me iría con el Sandovaí.
CORTES

En mi conciencia, hermano Bernal Díaz, que vivís engañado;


porque yo quisiera más bien que quedarais aquí conmigo. Vos no
sois de la misma madeja que esos otros. Sois ingenuo y suave de
condición. Mas si es vuestra voluntad ir con vuestro amigo San-
dovaí, id en buena hora, y yo tendré siempre cuidado de lo que se
os ofreciere. Más bien sé que os arrepentiréis por dejarme.
(Se- c~<en rumores :— Ya viene el GuatemusL . . Ya, viene
temocin! Teflepanquet&al! el rey de México!. . . Y el de Tacubah. .
Y otro caballero favorito y privado de
(Antes que Cua-uhtémoe llega la niña Tecuickpo, bautizada Isabel
Moctezuma, y se arrodilla frente a Cortés).
ISABEL
Malinche! ¡Capitán Malinche! ten piedad de nuestro Rey.
CORTES

¿Por qué vienes así gritando y corriendo? Alza pronto, hija


mía i

— 117 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
ISABEL

Han ido por nuestro Rey, el señor Cuauhtemozín. Y Alonso


Grado lo trae entre hombres de armas. Y dice que lo han de quemar
vivo si no entrega el tesoro. Y no puede entregar el tesoro, Malinche.
COlíTKR

Que diga dónde está.


ISAIiKL

No quiere! No puede hablar!


CORTES

Entonces, por vida mía, lo haremos hablar nosotros. No diííán


los soldados que Cortés tiene acuerdo con Guatimocín para ocultar
el tesoro. Hablará, por vida mía, o pierdo mi nombre.
ISABEL

¡No, Capitán Malinche, ten piedad por tu Dios bueno, por tu


Dios santo, por la Santa Madre de Dios Nuestro Señor! ¡Ya hemos
sufrido mucho I ¡ Ten piedad!
(Entrada de Cimuhfémoc entre los saldados que dirige Gra-
do. Viene con -varios indios, y cerca, dé él, Tetlepanquetzal y el Ca-
ballero Anónimo su favorito. Mira o- su esposa Tecuichpo~Isa.bel jf
con la mirada, le ordena que deje, de suplicar a Cortés. Isabel se.
levanta lentamente y va como a ponerse bajo la protección de Cuauh-
témoc}.
CORTES A. MARINA

Marina, pregunta a Guatimocin dónde están las joyas de Mo-


tezuma.
(Marina se acerca con el otro intérprete Jerónimo de Aguilar
hasta el fondo donde se halla, Cuauhtémoc y hablan en idioma, mexi-
cano, en voz baya. No se oye mtí,? que el murmulla. Luego vuelve has-
ta Cortés y traduce. En la, misma forma repite en casos semejantes.)
MARINA

Dice Guatemuz que ya te ha dicho otras veces dónde echó el


HISTORIA Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
tesoro Que la mayor parte lo robaron nuestros aliados tlaxcalte-
cas- a'ue los soldados que andaban en los bergantines también roba-
ron' BU parte y lo demás echó al agua cuatro días antes de su prisión.
CORTES
Dile que no es verdad. No hemos hallado joyas de valor donde
él dijo.
MARINA

Que no sabe más.


COKT.BS

Dile que si no habla tendremos que usar algún rigor,


(Pama) .

Que no sabe más.


CORTES
¿No quiere decir otra cosa? Está bien. Que le apliquen el
fuego ! . , . Espera un momento. Marina, dile que no quiero usar más
•rigores con él. Por última vez, que diga la verdad. Explícale que
si no habla tendremos que darle tormento. Que se le untarán los
pies con aceite y lo ñauan poner las plantas sobre un brasero encen-
dido. Explícale que yo no tengo la culpa. Que sospechan de mí
por las bondades que le he guardado.
(Va Marina, a hablar con CiMnihiémoc y luego se resiste a frra-
ducir la, respuesta).
MAEHSTA

Perdóname, señor, no puedo decir ... No quiere comprender . . .


No me oye. . .
CORTES

Marina, dime, ¡Cuerpo del Sol ! (Marina se resiste tt traducir)


¡Mala peste! Tú, hija mía, Isabel, que puedes interpretar ya tan
A L F O N S O T E J A Z A B R E
bien como Marina, díme lo que ha murmurado Guatemocín! (Isabel
también ne resiste a traducir) i Fuera de aquí las mujeres'. Vamos,
Jerónimo de Aguilar, tú que has oído también, díme!
JERÓNIMO DE AíUJILAE

Señor...
COETKfl

Vamos, habla. ¿Serás tu también como una mujercilla?


JERÓNIMO DE AOTIILAR

Señor.. . Dice Guatimocín que ya te lo ha dicho otra vez, cuando


cayó prisionero. Que lo tienes fin tu poder y hagas de él lo que
quieras, que lo mates con ese puñal.
CORTES

¡ Ha dicho otra cosa! ¡ Pronto!


JERÓNIMO DE AGUTLAE
Que si es bondad tuya haberlo traído desde México hasta Co-
yoacán bien amarrado y tenerlo preso,
*
CORTES

Pregúntale si no entiende qué es prisionero de guerra, y si no


sabe la culpa que tiene por haber causado tanta muerte y tanta des-
trucción con su resistencia, habiéndole rogado tantas veces con la
paz,
(¿'e repite la escena del interpreté).
CORTES
Dime sus mismas palabras.
JERÓNIMO DE AGUTLAR
Estas son: "Ya se lo he dicho antes al Capitán Malinche: yo hice
lo que era obligado por defender mi ciudad y mi reino como él hi-
ciera por el suyo si yo se lo fuera a quitar." (Pausa) "Que solo te
pide que respetes a su mujer. Que rio dirá más."
— 120 —
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C

CORTES

Señor Tesorero del Rey, señor Contador: no es culpa mía. Que


le apliquen el fuego.
ISABEL

¡Malinche! ¡Ten piedad!


COSTES
Que le apliquen el fuego,
DE GliADO

¿Nada más al Guatemuz?


CORTES
También al de Tacuba,
DE GEADO

(Designando al Caballero Anónimo). Aquel otro es su hombre


de confianza y su privado.
CORTES
Que sufra igual suerte. ¡ Pronto !
(Se aleja Cortés) .

(A Fray Bartolomé) : Padrecito, habíale tú. ¡ Por nuestro Se-


ñor Jesucristo y la Virgen Santa que nos has traído! ¡Por la Santa
Cruz que nos has ensenado! ¿No nos qmtastes nuestros dioses por
malos? Habíale tú, padrecito.
FRAY BARTOLOMÉ

r ^Ten valor, hija mía. Cuando está irritado no oye a nadie. Es


inútil. No quiero provocarlo.
ISABEL
Jesucristo le moverá el corazón. Enséñale la cruz.
A L F O N S O T E J A Z A B R E
FRAY BARTOLOMÉ

Ahora no, Es inútil. No quiero que falte más. Debemos sufrir


con paciencia.
(Una pausa de silencio. Luego un grito desgarrador).
ISABEL
¿Pero no oyes?
GRADO A MARINA

¿Ha dicho algo entre los gritos?


MAlilNA
No es Guatemuz el que grita. Es el otro,
G11ADO

¡ Que le suban el fuego a las manos!


(Aumentan los gritos adentro. Luego se queda todo en silencio)
GEADO
¿Han dicho algo?
(Otro grito).
BRRNAL DÍAZ

i Ese grito es de muerte!


ISABEL
(Gritando hacia donde se retiró Cortés).— ¡Malinche! ¡Capi-
tán Malinche! ¡Óyeme! ¡Haz de mí y de mis hermanas lo que
quieras! ¡Mátanos! Pero deja a nuestro señor Cuauhtémoc!
(Pausa).
EEENAL DÍAZ
¿No es horrible ese silencio? Alguno ha muerto.
—122 —
H I S T O R I A Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
GRADO
Marina, ¿Ha dicho algo?
MARINA

El que gritaba no es él.


(Un soldado sale del lugar del tormento y habla en voz baja, d
Orado. Luego sacan envuelto un cuerpo. Isabel se precipita, y los1
soldados la detienen).
GRADO
No temas, "todavía" no es él. (Y luego ordena):— Que aviven
el fuego para los otros dos.
BERNAL DÍAZ

Otra vez el silencio terrible. Perdonad, padre, no os interrum-


po. Rezaremos juntos.
Ven aquí hija mía. Acércate más. Reza,
ISABEL

No puedo, padrecito. Me suben a la boca otras cosas... gritos


. . . maldiciones.. . No puedo!
FRAY BA11TOLOME

Toma mi mano. Aquí, junto al hermano Bernal Díaz. Vamos


a pedir piedad. Acércate. (Rezan los tres las preces funerales).
Jesucristo, óyeme.
Jesucristo, escúchame.
Padre celestial que sois Dios.—Ten piedad de él.
Jesucristo, hijo divino que sois Dios.—Ten piedad de él...
Santa Madre de Dios.—Ruega por él.
GEADO
Que aviven el fuego! Marina, no te alejes mucho de ellos. Si
dicen una sola palabra recógela. Es necesario acabar cuanto antes.
¡ Oye bien! Parece que hablan, ¡ Díme! Aguiíar, que no se escape
una palabra. Oíd bien. ¿Qué dicen?
A L F O N S O T E J A Z A B R E
MARINA

Guatemuz no habla. El de Tacuba es el que habla.


GE ABO
¿Qué dice?
MARINA

Se queja. Sufre mucho. Pide permiso para revelar algo...


Dice que no puede más.
OJIADO
¿Y Guatemuz?
MARINA

No contesta nada. Mira nada más al de Tacuba con dureza.


GRADO
¡Que aviven el fuego!
(Pausa).
GBADO

Y ahora, ¿habla? ¡Sí! ¡Habla! Dinae, Marina, dime!


M ASISTA

Sí. Ya habló.
GRADO

:Al fin A! fin!


(Los soldados se acercan al lugar del tormento con ansiedad.
Todos esperan oír la revel-aeión),
GRABO

Díme pronto.,. ¿qué ha dicho?


— 124 —
H I S T O R I A Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
MAEIWA

Ha contestado al de Tacuba . . . Lo ha llamado vil y cobarde. Y


le ha dicho: "¿Por qué me miras? ¿Estoy yo por ventura en un
deleite? Haz como yo, que soy tu señor. . ."

es, estupor, desconcierto). (Vuelve Cortés).

ISABEL
¡Ya basta, Capitán Malinche! ;Es inútil! No dirá nada.
BEHNAL DÍAZ

Por Dios vivo, señor Capitán, ya basta.


SOLDADOS

Es una compasión.— No hay manera de hacerlo hablar.— ¡Es


más fuerte que el fuego !— ¡ Ya basta, Don Fernando Cortés !— ¡ Todo
es inútil !
COETES

Levanta, hija mía. Quiero atender tu ruego. Yo prometí a


Moctezuma cuidar a sus hijas como si fueran mías,, y lo he de cum-
plir sobre mi conciencia. Hermosos ojos tienes, Isabel... Y bien
blanca para ser india. . . Con razón te llamaron en tu idioma. . .
ISABEL
Tecuichpo.

COETES

Qué es en castellano Copo Real de Algodón. Lindos ojos. . . Y


brazos finos y blancos. Eres una niña. Pero yo te cuidaré
hasta que seas mujer y te daré un marido de condición. ¿Qué decís,
Alonso de Grado?
ISABEL,
Capitán , , . Malinche . . . Soy la esposa del Rey.
— 125 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
CORTES
Eres una niña. No sabes nada de eso. Que quiten a Guatímo-
cín del tormento.
RERNAL, DÍAZ

j Demasiado tarde I
COETES

¿No está vivo acaso? ¿Demasiado tarde para quién?


BERNAL DÍAZ

Para nuestra honra.. . Para vuestra gloria. Para nuestro nom-


bre de cristianos...
CORTES

Que llamen al doctor Oj'eda para que lo cure... Es un copo regio


de algodón. Qué decís, Alonso de Grado?
PE GRADO

Digor señor, que Isabel es cosa mía. Vos mismo me la disteis


cuando estuvimos en México.
COBTES

Eso fue en otro tiempo. Perdimos México y lo volv-imos a ganar.


Pero a esta Isabelilla la volvimos a encontrar esposa de rey Y debemos
respetarla. Pero.. . más tarde.. . más tarde... tal vez le dé un marido
digno de ella... como tú. Mírala. .. es un copo de algodón... será
siempre una princesa y tendrá señorío. .. He oído tus ruegos, hija
raía, no lo olvides. Mira: en todos ios muros hay libelos contra mí.
Ya he vista hace poco que hablas el castellano tan bien como Marina.
Enséñame ahora cómo lees. ¿Qué dice ahí? Mala letra, verdad?
De rufián y de soldado. Pero está clara. Vamos, lee...
ISABEL (leyendo co» dificultad).

•'El sol, la luna y las estrellas tienen sus cursos, y aunque salgan
de sus medidas vuelven por fuerza a su ser... Lo mismo pasará
con la ambición y la soberbia de Cortés. Le llegará su tiempo..."
— 126 —
HISTORIA Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
CORTES
¡ Bah, pared blanca ! Papel de necios!
(Escribe en la pared)
BJ5SNAL DÍAZ
(Aparte). Y aún de sabios y verdades.
(Sale Cortés y traen en si/ios de tríanos o, CuayJitémoc y & Te*
tlep&nqmtzal. El primero erguido en su dolor y el de Tacuba iw>
poco doblado y retorcido. Los indios con Isabel y algunos soldados
españoles con Bernal Díaz se acercan reverendalmente, 'Isabel
hace la salutació-n rit'ual mientras Cuauhtémoc levanta, ío» Tnxmos en-
negrecidas.)
ISABEL

¡Señor! ¡Gran señor!... Rodeía de oro! Pluma rica! ¡Espejo


ancho! Antorcha encendida! Rey de México!

127 —
II
El Misterio de la Marcayda
Los personajes que aparecen en este c u a d r o son:

Isabel Moctezuma (Tecuichpo).


Doña Catalina Xuárez.
Doña Marina.
Ana Rodríguez.
Violante Rodrigue?.
María de Vera.
Cuauhténioe.
Hernán Cortés.
Alonso de Villanueva.
Juan Jararnillo.
El Capitán Solís.
Alonso de Grado.
Fray Bartolomé de Olmedo.

La, rasa de Cortés en Coyoacán. La noche del 2 de noviembre de


1522. Corredor con puertas qiie comunican al (rmtorio, a te habi-
taciones privadas y ¡al salón principal.
(Doña, Catalina Xv.árez sale del oratorio sollozando, y la, dueña
Ana Rodríguez acude a ccmsoíaría.)
ANA KODBIGL'EZ

¿Qué tiene mi señora?


DOÑA CATALINA

¡Dios me perdone! Sólo deseo que me lleve de este mundo.


ANA BODTilGÜEZ

Ya oí que 3o pedíais a voces.


DOÑA CATALINA

¡Sí! ¡Sí! ¡Que Dios me Ueve de este mundo E ¡No quiero


sufrir más!
ANA RODRÍGUEZ

Eso es una blasfemia señora. . . ¡Y una locura! Sería mejor


volver a! oratorio y rezar. Rezaremos juntas. Pediremos que vuel-
va la alegría, para que podíais reír y estar contenta, como estuvimos
esta mañana después de bis honras. ¡Nadie estaba tan alegre!
DOÑA CATALINA

¡ Pero ya no quiero estar alegre! Solo quiero morir. Y sí no


muero de mi muerte, don Fernando acabará conmigo.
— 135 —
A L F O N S O T E J A Z A B K E
ANA BODEIGUEZ

¡Señora.,.!
DOÑA CATALINA

¡Sí! Ya lo veréis. .. Algún día me habréis de hallar muerta


a ía mañana, según Jo que paso con el dicho don Fernando.
ANA RODRÍGUEZ

Esta.es otra locura, señora. Volvamos al oratorio, vamos a


rezar juntas.
DOÑA CATALINA

No, ya no puedo rezar. ¿No has oído?; "Con Jo vuestro, se-


ñora ¡Yo no'quierb nada de lo vuestro!"
ANA RODRÍGUEZ

Recordad mejor, señora, vos hablabais con el capitán Solíg.


DOÑA CATALJNA

Sí. Y le dije: "Vos, Solís, no queréis sino ocupar mis in-


dios en otras cosas de lo que yo les mando."
ANA KODKIGUÜZ

Y eí capitán respondió: "Yo, señora, no los ocupo. . . Allí está su


merced que los manda y los ocupa."
DOÑA CATALINA

Bien comprendí la sorna de Solís, por eso le dije: "Yo oa


prometo que antes de muchos días haré yo de manera que nadie
tenga que entender en lo mío." Entonces fue cuando don Fernando
terció y me dijo: "Yo no quiero nada de lo vuestro."
ANA KODRIGTIEZ

Querría significar que es amo único en sus cosas.


DOÑA CATALINA

No. No es eso. Eso no me importa. Ya sé que soy su sierva


— 136 —
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
y que todas las riquezas, y todos los esclavos y toda ía autoridad son
de él. Pero eso no me importa. El me ha dicho: "No quiero nada de
lo vuestro", porque me desprecia, porque quiso humillarme, porque
ya no me tiene amor, ni respeto, ni compasión... ¿No has visto
acaso? Allí estaban en la cena con Olió y el capitán Solía y los
otros soldados esas mujeres como María de Estrada y Marina y
Doña Isabel... Y él festejaba a todas en mi propia cara. ¡ Si yo lo
hubiera sabido, no me diera tanta prisa para venir de Cuba, i No!
; No puedo más!

(Voces y risas del banquete.)


ANA. BODKIGUEZ

¡Señora, tened calma, por Dios! Debierais estar contenta y


orguííosa por el alto sitio a que habéis llegado. Don Fernando es
aquí como un emperador.
»

DOSA CATALINA

Pero yo no soy nadie a su lado.


AN"A EODKIGUEZ

¿Acaso no fue don Fernando siempre muy dado a la galan-


tería?
DOSA CATALINA

Pero ahora, en mi propia casa, y con esa mujer. ¡ No!


ANA KODRIGtníE!

¿Lo decís por doña Marina?


DOÑA CATALINA

Podría decirlo por todas, porqjig no respeta a nadie. No sólo


festeja a doña Marina, sino a todas las mujeres de la casa. No
perdona ni a las hijas de Moctezuma, ni a su ahijada doña Isabel...
¿No visteis en la fiesta? La hizo venir al banquete, la sentó muy
cerca de ella, la hizo acatamiento y ceremonia... ¡ No! ¡ No puedo más!
— 137 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
ANA TíODBIGUEZ

Bien sabéis que doña Isabel es la esposa del Rey de Méxi'co.


Y que sí falta el Iley de México será de Alonso de Grado.
DOÑA CATALINA

Sí; como doña Marina es de Portocarrero, o como será más


tarde de Jaramillo. Bien los escoge clon Fernando. Un borracho
para doña Marina.. . Un ambicioso que no busca más que riqueza,
para doña IsabeJ... Tú no sabes leer en sus ojos. Yo sí lo conoz-
co. Ahora sólo desea a doña Isabel. Muy adentro, muy adentro,
desearía mi muerte, para verse libro de mí y casar con mujer, de más
alcurnia. Pero ahora, para luego, sólo desea a doña Isabel. ¡Yo
sé ieer en sus ojos! ¡Yo lo conozco! ¡Dios mío: Óyeme!...
ANA BODRIGUEZ

Callad por Dios, señora, que viene don Fernando.

(Llega Cortés. Ana, Rodríguez se retira discretamente.)


CORTES

¿Todavía aquí, señoía?


DOÑA CATALINA

Y vos, ¿por qué dejáis la fiesta? Bien contento estabais allá


adentro.
COETES

Ya es hora de retirarse.
DORA CATALINA

¿Y toda esa gente?


— 138™ •
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
COETES

Cada quien tomará por su lado. Pero ¿qué tenéis? ¿Todavía


estáis mohína y llorosa? Vaya. . . i Vamos a descansar I
DOÑA CATALINA

¡A descansar. , . a descansar. .. ! ¡Eso pido!


COBTBS

¿Que queréis decir?


DOS A CATALINA

Todavía oigo vuestras palabras: "¿De lo vuestro, señora? ¡Yo


no quiero nada de lo vuestro!"
CORTIL

¡Quién piensa en niñerías! ¡Vamos a descansar! ¡Ea, no


quiero lágrimas! ¿Tenéis alguna queja de mí? ¿Os falta algo?
DOÑA CATALINA

Sólo me falta una cosa: vos,


COETES

¿Yo? Aquí me tenéis. Tan vuestro como cuando nos unimos


en Cuba.
DOÑA CATALINA

Ahora no decís de mí: "Estoy tan contenta con ella como si


fuera la hija de una duquesa". Ahora decís. "No quiero nada de
lo vuestro". Queréis otra mujer más alta por esposa... Queréis
ser libre para vivir como en serrallo.. . con esas mujeres indias. ..
con doña Marina, con las hijas de Moctezuma. .. ¡Con doña Isabel!
CORTES

. .. .¡Otra vez! Esas son niñerías. Bien sabéis que doña Marina es
de Portocarrero y que la tengo prometida a Jaramiüo. No se apar-
ta de mí porque bien me sirve. Y sirviéndome a mí, sirve a la
— 139 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
causa de España y de Su Majestad. Doña Isabel es ahora la esposa
del Guatemocín. Yo prometí al padre de ella cuidarla como mía.
Y lo cumpliré, ¡por Dios vivo!
DOÑA CATALINA

¡No mentéis así el nombre de Dios! ¡Es un sacrilegio 1 lOs


he visto!
CORTES

¡Ideas de mujer celosa... nada más! Sois nueva en esta tie-


rra, y no sabéis quién es Guatemocín. Sin él no tendría hombres
para reconstruir México. Tengo que caminar por todas partes jun-
to con él, a pie y a caballo, porque todavía es para muchos el Rey
de esta tierra y algo me toca de los homenajes y de la sumisión.
Por eso mismo halago a las hijas de Moctezuma, y les conservo su
rango,
DOÍTA CATALINA

....Todo esto no me engaña. Yo sé leer en vuestros ojos y co-


nozco cuando hay ambición y cuando hay deseo, mal deseo, livian-
dad . . . 0a he visto cerca de doña Isabel, como si estuvierais ace-
chando. La tenéis junto a vos esperando la hora. . . Ya no podéis
engañarme... Por eso quiero morir, para que seáis libre... Para
que no tengáis tentaciones d e . . .
COETES

¡Silencio! ¡Oa prohibo hablar más! ¡Estáis blasfemando!


DOÑA CATALINA

Sí; bJasfemo contra voz, porque estoy desesperada. ¡Dios mío!


¿Por qué vine de Cuba? ¿Por qué me mandasteis venir?
COETES

Porque allá os maltrataba la justicia, y Veiázquez quería ven-


garse de mí en vuestra persona.
DOÑA CATALINA

¡Porque quería estar cerca de vos, a pesar de todo!


H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
CORTES

Y yo ¿ no os he dado digno recibimiento, mandando limpiar los


caminos y disponiendo homenajes, banquetes y juegos de cañas en
vuestro honor?
DOiTA CATALINA

¿Y qué es todo eso para mí, si me faltáis vos mismo? ¿Qué


es iodo eso cuando os encuentro más dado a otras mujeres que nunca,
cuando yo no tengo más que humillaciones y vergüenzas? Despreciáis
hasta mi cuerpo... Lo habéis dicho; ¡nada de lo vuestro!
CORTES

¡Basta! ¡Ya estoy harto! Vamos a descansar.,.


DONA CATALINA

Por piedad, por última vez.. .!


COKTES

i He dicho que basta! Ese es el camüno de vuestras habita-


ciones .., ¡ Estoy cansado!... ¡ Vamos!
(Sale doña Catalina. Cortés la, mira, alejarse, se detiene un mo-
mento y se -pasa la mano por la frente como si quisiera alejar un mal
pensamiento. Sale Fray Bartolomé de Olmedo del oratorio,')

COETES

¡Hola, padre! ¿Esperabais que terminara la escena? ¿Habéis


oído?
FEAY BARTOLOMÉ

No necesito oír nada para enterarme. Demasiado sé lo que


sucede en esta casa. Y más valiera no saberlo.
— 141 —
A L F O N S O T K J A Z A E R E

COIÍTJíS

Cosas de mujeres. . . cabezas .sin seso.. . llenas de vapores. ..


FRAY JÍARTOLO1M1-;

Cosas de mujeres, decís. También diréis: cosas de frailucos.


Por eso prefiero callar.
CUETES
Eso no, padre; ., Si hay alguien que sea devoto y amante de
Dios y de su iglesia, soy yo. No tengo más i/ntención que ensalzar
nuestra santa fe y ampliar la corona de mi César.
FRAY BARTOLOMÉ

Sí. Ya sé que rezáis todas las mañanas, y oís misa con de-
voción; que sois gran limosnero y a cada paso invocáis a San Pedro,
al señor Santiago y a San Juan Bautista...
COBTKK

Y a la Santa Virgen María, mi patrona y abogada.,.


FBAY BAETOLOM"E

Pero con todo ello hacéis lo mismo que con las reales órdenes.
Las ponéis sobra vuestra cabeza, las juráis obedecer, y cuando llega
el caso decís: "¿Qué os parece, Fuíano, que nos anda el Rey envian-
do contradicciones en mi lacayeque?"
COETES

¿Y qué queréis? ¿Que me hagan ir a Castilla los licenciadi-


llos? No en mis días otro ha de mandar en Nueva España más que
yo.,. Vamos, yo cumplo con Dios y con mi conciencia, y me arrepien-
to de mis pecados, y hasta pido dinero prestado si es preciso para
limosnas y misas... Vamos a dormir, padre... Esperad, sólo un
instante... Queda haceros una pregunta... N o . . . ahora n o . . .
Adiós,..
(Sale Cortés -por donde se fue doña Catalina. Fray Bartolomé
lo ve, se queda pensativo y después se retira,. Salen de fe saüv, del
banquete el capitán Solís y Jaramillo),
—142 —
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C

SOLJS

Si no vienes conmigo, no acertarás con la salida.


JABAMILLO

No faltaría quien me llevara. Pero tú eres mejor que todos.. .


Díme. . . ¿No te gusta doña Isabel, hermano Solis-Sayo de Seda.,. ?
SOT/IS
No me gusta doña Isabel, ni soy Solís-Sayo de Seda...
«I ABA MILLO

¿Eres entonces Solís-tras-de-la-puerta, el yerno de Orduña el


Viejo?
SOLTÉ*

Soy el capitán Pedro Solís. . . y nada más.


JAEAMILLO

Sí, ya s é . . . Solís Casquete... e] travieso So lis.... de la ar-


tillería. . . Yo soy Jaramillo, Juan Jaramillo, y fui capitán de un ber-
gantín. . . Pero díme, ¿no te gusta de veras doña Isabel? A mí sí.
Antes me gustaba doña Marina.. . Pero no lo digas muy alto, porque
si lo sabe don Fernando no me cagaré con ella. Hoy me gusta más
doña Isabel.. . Pero don Fernando quiere que yo me case con doña
Marina. Doña Isabel es un bocado rico... es una flor en cierne...
como dice Cortés, cuando se pone retórico. El vinillo era bueno,
hermano Solís... Capitán Solís Casquete... Yo fui capitán de un
bergantín. . .
SOLTS

Vamos! No hagas ruido. Ya todos se han retirado.


JAKAMILLO
¿Viste a doña Catalina? Salió corrida... Creyó al venir de
A L F O N S O T E J A Z A B R E

Cuba que don Fernando seguía siendo su marido. Pero don Pei-
nando es el marido de todas las mujeres.. . como dicen que dicen
del otro César. .. No le basta doña Catalina. Quisiera tener otra
mujer de más rango para dar lustre a su casa... Y más mujeres co-
mo las hijas de Moctezuma. .. Don Fernando nunca se sacia... Siem
pre quiere más... más... Ganó a México y quiere más tierra
Quiere ir hasta ei mar del Sur. . . Ganó a doña Marina y quieí-eá
doña Isabel... ¿Qué piensas, hermano Solís Casquete? ¿Me casaré
con doña Marina o me ahorcarán?

(Salen. Doña Isabel y Marina, entran con el camarero


u.)

MAKINA
Villanueva te llevará como te trajo. ¿O prefieres ir sola?
ISABEL
Prefiero ir contigo. La noche está muy obscura. Tengo miedo.
JIABI3ÍA
Iré contigo (A Villanueva) Puedes dejarnos.
ISABEL
No quiero volver sola por esos corredores y esos patios tan
negros. Quiero que tú hables con el Rey.
MAEINA
Le diré que estuvimos con el capitán Malinche.
ISABEL
Por eso quiero que vayas. Tú puedes explicar mejor que Vi-
llanueva.
— 144 —
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T É M O C
MARINA

No hay más explicación que la voluntad de Malinche, El man-


da. Pero tú eres muy niña y no entiendes.
ISABEL
Sí. Pero le tengo miedo a Malinehe,
-MARINA

Eres muy niña. Todavía no entiendes.


ISAPEL

Sí entiendo. Me gusta hablar en castellano. ¿Malinehe es


también tu esposo?
MARINA

Tengo un hijo suyo. No me importe que mire a otras muje-


res. Nadie me podrá quitar a nuestro hijo. Tú, cuídate de Malin-
che, ¿comprendes?
ISABEL
Sí; cuando me clava los ojos siento frío.
MAEINA

Pero no olvides que es el amo.


ISABEL

¿Ya no es Rey mi señor Cuauhtémoc?


MAEINA

Sólo es Rey de nombre. Por tí y por éí debes cuidarte,


ISABEL

¿Y cómo debo cuidarme?


MARINA

Procura estar lejos de Malinehe.


_ 145 —
A L F O N S O T E J A Z A B E E
TSABEL

Sí, Sí. Ya comprendo. Tengo miedo.


M AHINA

¡Niñita! ¡Niñíta! ¡Pobre umita por qué tienes miedo?


ISABEL
No sé. Cuando el capitán Malinche me clava los ojos, siento
algo muy adentro. No me atrevo a escaparme y apenas puedo ha-
blar. Por eso no quería venir al banquete. Y también por no dar
pena a mi Rey.
MA RIÑA

No temas. Yo te llevaré con él.


ISABEL
Tú le explicarás, ¿verdad? No quiero verlo irritado. Aunque
ya no aea Rey, para nosotros tiene ojos de mando. Todavía nos hace
temblar con las miradas, como cuando era jefe de hombres. Yo soy
todavía su esposa, ¿verdad?
MARINA

Y !o serás mientras quiera Malinche. Vamos. ¿Quién viene


ahí?
(Vuelve Jaramillo.)
JAEAMILLO

Soy yo, Juan Jaramiílo. El menguado Solís-tras-de-la-puerta


me abandonó y no encuentro la puerta. Pero he salido ganando,
y en vez de un zutano Solís-sayo-de-seda encuentro dos guías de al-
tísimo precio. ¡Doña Marina y doña Isabel! Una capitana y una
princesa.
MAKIfíA

Silencio, Jaramillo, que ya no es hora de ruidos.


— 146 —
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
JARAMILLO

Es verdad. Pero antes de marcharnos, aquí, muy en voz baja,


¿me casaré contigo o me ahorcaran?
MAEINA

Más bien mereces Ja horca, por borracho y por atrevido. Pero


sobre todos está la voluntad de Malinche.
JARAMILLO

Y si cambiara el capitán su idea, y en vez de casarte conmigo,


me diera por esposa a doña Isabel?
MAKINA
[Fuera de ahí! Si te casaras conmigo, yo sé quién sería el
marido de las tíos. ¿Con dona IsabeS? El vino te ciega Jaramillo.
Si esta niña llega a casarse con un soldado blanco, no será con un
Don Cualquiera, sino con un hombre de rango y de mérito . , .
JARAMILLO

Yo no soy un Don Cualquiera. . . Yo soy Juan Jaraniiilo, de


Villanueva de Balcarrota, el hijo de doña Mencia de Matos. . . y he
sido capitán de un bergantín , , .
MAKINA

Pero doña Isabel casará si le falta su esposo con algo mejor,


Un Alonso Grado, oficial del Rey,
CARAMILLO

Yo soy mejor que Alonso de Grado, Ese no es hombre de


guerra. Sólo entiende de lucro y de negocio . . .

Ya se verá; por ahora vamos afuera.. Y sin mucho ruido.


JAEAMILLO

¡Maldito sea Solís Casquete! ¡Si lo vuelvo a encontrar!. . .


— 147 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
ISABEL

¿Por qué hablan tanto de casarme con Alonso de Grado, si


yo tengo todavía mi esposo?
MABINA

Porque tu esposo puede faltar algún día.


JAIÍAMILLO

¿Te dieron las bendiciones frente a un altar del verdadero Dios?


ISABEL
No. Fray Bartolomé nada más nos ha bautizado. Por eso ya
no soy Tecuiehpo,. aino Isabel, y mi esposo el Rey Cuauhtéinoc
ae llama Fernando. El mismo capitán Malinche fue su padrino. Y
bautizaron también al Rey de Tlacopan. Le pusieron don Pedro,
y Tonatiuh Alvarado fue su padrino.
JARAMILLO

Muy buena idea del capitán, ¡vive Dios! Darle al Rey de Mé-
xico su propio nombre y convertirlo en su ahijado. Eso es propio de
un César, , . Cuando el padrino quiera, serás la esposa cristiana de
Alonso de Grado, contador del Rey, o de este humilde Juan Jaramillo,
que fue capitán de un bergantín y es gran amigo y criado de Ma-
linche . . .
MARINA

¡Quita de ahí, bebedor, mal hombre!


JAKAMILLO

¡Silencio! ¡Haya paz! Yo sólo quiero que alguien me guíe.


¡Esta maldita casa es tan glande! ¡Ah, hermano Solís si te vuelvo
a encontrar ! . . .

(Llega la, dueña, Ana Rodríguez

— 148
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C

ANA KODRIGUEZ

¿Quién anda por ahí? ¡Socorro! ¡Está muerta mi señora do-


ña Catalina!
DOÑA MARINA

¿Qué dices, mujer? ¿Qué ha pasado?


ANA RODRÍGUEZ

¡Favor! ¡Favor! ¡Han llamado a todas las criadas y a los ser-


vidores y al camarero de don Fernando, y a Fray Bartolomé y a
Juan Xuárez, el hermano de la señora ! ¡ Y han ido a buscar a María
de Vera ! ¡ Pronto !
(Llega Violante Rodríguez, y después el camarero Villa,'mei)a
y más servidores españoles e indios.)
MARINA

Pero dime, ¿qué ha pasado?


ANA RODRÍGUEZ

¡Es horrible! ¡E? horrible! Yo los dejé ha poeo en su cáma-


ra, después de haber desnudado a doña Catalina. Y cuando ya es-
taba dormida en mi aposento, vino una india a llamarme de parte
de don Fernando. Me levanté, me vestí y fui a su cámara. Cortés
me mandó que encendiese lumbre, y me dijo: "Creo que es muerta
mi mujer". Después llegó mi hermana Violante, y nos acercamos
a la cama donde estaba doña Catalina. Y la pobre estaba echada
sobre un brazo de don Fernando, muerta, y él llamándola. ¡Dios
mío! Y sólo hace unas horas reía y bromeaba, tan contenta, tan
sana . . . Esta mañana fuimos a las honras . . . y en la noche a la
cena... (A Vülam¿eva) ¿Ya fueron a llamar a Juan Xuárez, el
hermano de la señora?
_ 149 _
A L F O N S O T E J A Z A B R E
VILLAÍTCJ.EVA

¿Lo mandó así don Fernando?


ANA RODBIGUEZ

Es lo más justo. , . Que venga a consolarlo.


VILI.AIÍUEVA

El capitán no lo dispone así. Mandó decir a Juan Xuárez que


no venga, porque sus importunidades han muerto a doña Catalina.
ANA EOI>EIGT:J^
¿Pero, qué ha tenido que ver Juan Xuárez con la muerte de
doña Catalina?
VILLAR ITJKV.A

No lo sé, ni quiero saberlo. Don Fernando ordenó que se lla-


mara a Fray Bartolomé y a María de Vera.
ANA KOKRIGUEZ

¿Y por qué no al doctor Ojeda?


VILLANI.'KVA

No lo sé, ni quiero saberlo. Yo obedezco y nada más.


ANA EODIÍIGÜEZ

Y tú, ¿viste la cara a doña Catalina?


VILLANTJKVA

Sí, la vír y está bien muerta.


(Llega María de Vera con Violante Rodríguez. Hablan las dos
en voz baja con Ana Rodríguez.)
VTOTjA NTE

¡Hermana, estoy transida! ¡No puedo más! ¿Has visto? ¡Co-


mo eiía lo decía, hermana: ¡"Me habéis de hallar muerta"!
_150 —
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
ANA RODRÍGUEZ

¿Y ahora qué hace don Fernando?


VIOLANTE

Están con él Cristóbal de Olid, Diego de Soto, Alonso de Gra-


do y otros. Sus pajea lo retienen, porque da gritos y quiere gol-
pearse contra las paredes. Dice que no pensó que doña Catalina
fuera muerta, sino solamente amortecida. Que él la quiso tornar a
su acuerdo asiéndola por el cuello.. .
ÍJA.RTA T)E VEEA

Yo vi el cuello de doña Catalina. Tenía unos cardenales. . ,


VIOLAÍTTE

Sí. Tenía unas señales negras. . ,


ANA RODRÍGUEZ

Y el collar de cuentas que traía en la garganta deshecho, Y al-


gunas cuentas quebradas y derramadas en la cama..,
MAE1A DE VEEA

¿Y el rostro? Tenía los ojos abiertos y salidos de fuera, como


persona ahogada, y los labios gruesos y negros, y dos espumarajos
en la boca, uno de cada lado.
ANA RODRÍGUEZ

(En voz baja)... y una gota de sangre encima do las cejas.


VIOLANTE

.. .y todavía esta mañana fue a la iglesia, más gentil mujer que


otros días... Ella lo dijo "Me habéis de hallar muerta según la que
paso con el dicho don Fernando,.."
ANA RODElGirüZ

Más bajo, más bajo. Jaramillo nos escucha,


— 151 —
A L F O N S O T E J A Z A B E E
MAEIA DE VEKA

No me importa. Lo que he visto tengo que decirlo. Y lo ha


visto ya mucha gente. Y antes de una hora lo sabrá todo vivo en
la casa,
ANA EOKRIGUEZ

¡ Callad, por amor de Dios, que no lo sepa don Fernando!


MAULA D~E VEEA

iPero si yo lo he visto! Y además... Tenía el cabello descom-


puesto, como si hubiera luchado y se hubiera defendido... y la
cama estaba mojada... Murió como la mujer del conde Alar eos.. .
JARAMALLO

Yo sé cómo murió la mujer del conde Alareós.. .


ANA KODKIGUEZ

Calla tu, tonel de vino. No sabes lo que dices.


JARAMILLO

Yo sé cómo murió la mujer del conde Alabeos:


Echóle por la garganta
una toca que tenía,
apretó con las dos manos
con la fuerza que podía.
No le afloja la garganta
mientras que vida tenía. . .
MARÍA DE VEEA

Así. . , así f u e . . .
ANA EODEIGUEZ

Por amor de Dios, si don Fernando nos oye, estamos perdidas.


JAEAMILLO

Echóla encima la cama,


cubrióla como solía...
— 152 —
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE CUAXJHTBMOC

ANA RODRÍGUEZ

i Silencio, que llega don Fernando!


(Se oyen gritos y voces.}
JARAMLLLO

"Levantóse dando voces


a la gente que tenía.

Obra de un Ave María.


¡Ave María!
(Llega Cortés con Fray Bartolomé, Grado, pajes y acompañan*
tes. Se desprende con ira, al oír las "ultimas palabras de Jara-miUo,)

CORTES

¿Qué dices tú, bergante?


JAEAMILLO
¡ Y o . . . rezaba... Ave María!
CORTES

Por su santo nombre, que has de oírme. ¡ Aparta! (A las due-


ñas) ¿Y vosotras? ¡Id a la cámara de la difunta, a vuestro sitio!
ANA RODRÍGUEZ

¿Y qué haremos ahora, señor?


CORTES

No hay que hacer otra cosa más que amortajarla. Ya mandé


traer el ataúd.
— 153 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E

FRAY BARTOLOMÉ

¿No se harán honras de cuerpo presente?


CORTES

Honras tendrá, y de sobra. Poro no es necesario que esté de


cuerpo presente. Que la pongan cuanto antes en el ataúd.
MARÍA DE VEBA

Ya tenía '¡a cara rebozada, con una toca de camino y una al-
banega de oro,
CORTES

No importa. Que la amortajen presto y la pongan en el ataúd.


FRAY BAIÍTOLOHE

Más valdría no clavar el ataúd, para que todos la vean.


CORTES
¿Y para qué han de verla? ¡Bien muerta está y merece des-
canso!
FHAY BARTOLOMÉ

Yo lo digo por lo que toca a vuestra honra. . . para que todos


se satisfagan y se manifieste la verdad... La gente murmura y po-
drían llegar a decir que habéis muerto a vuestra mujer. Ya me han
llegado algunos soplos.
CORTES

¿Y quiénes son los traidores bellacos que tal dicen?


FfiAY BARTOLOMÉ

¿Para qué mentar nombres? Alguno ha murmurado que doña


Catalina tenía señales en la garganta, y que estando vuestra guar-
dia en una sala junto a la cámara no la llamasteis luego. . .
CORTES

Quién piensa, ¡hombre!, que sabe más, sabe menos. SóJo


— 154 —
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T B M O C
hablará contra mí gente de baja suerte y manera. Que no curen de
mi honra. ¡Que la amortajen y la antierr,en! ¡Como si fuera posi-
&ible ahogar a una mi'jer sin hacer ruido, cuando en otras cámaras
y apartados estaban pajes y servidores! Doña' Catalina murió de
su muerte natural. Era mujer enferma y muchas veces le tomaba
mal de corazón y se quedaba amortecida mucho rato, y los que la
veían pensaban que f?ra muerta. Así lo creí yo a] principio. Pero,
en mi conciencia, que es mucho hablar. Que las mujeres la amor-
tajen y recen. No quiero oír más voces ni llantos.
(Se van retirando todos. Cortés detiene a doña Marina,, a,
so de Gradof a, doña Isabel -y o Jaramillo.)

OOIITES
(a Jaramill')}. ¿Qué murmurabas hace poco?
JAEAM'TLT.O

Decía un romance de líiaño, sin ninguna intención. En Dios


y en mi ánima lo juro, capitán. Por mi honra y por mi salud.
CORTES
No jures por la honra ni por tu salud. Jura por tu pescuezo.
Acércate. Jaramillo. Si no fuera por la embriaguez, serías un pési-
mo soldado y nada más. Pero el vinillo tí» hace gente. Contigo
puedo hablar y reírme. ¿Sabes una cpsa, Jíiramillo? Ayer estuvo
conmigo Juan B o n o , . . Bono de Quejo, el que ahora es maestro
de una nao y me dijo: "Ah, capitán, si no fueras casado, casaras
con sobrina del obispo de Burgos". . . ¿Comprendes? Ahora casará
hombre con quien quisiere... Jaramillo. Te daré en matrimonio
a doña Marina. Marina tendrá su dote... ¿Comprendes?
JABAMILLO

Comprendo lo que importa. Y decidme capitán, ahora que so-


mos libres: ¿No sería igual que yo casara con doña Isabel?
— 155 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
COETB8
¡Quita de ahí! i Picaro! ¡Racimo de horca! ¡Con doña Isabel!
¿Ven acá, príncesita, Copo de Algodón! ¿Ves a este rufián curtido
en vino? sueña en casarse contigo. . . Está íoco, ¿verdad? Acércate
Copo de Algodón, no tengas miedo. No, Jararaillo, tú serás esposo
de doña Marina, aunque ella, bien podría casar con un hijo de r-ey.
Pero necesita más un nombre. Y doña Isabel necesita en pri-
mer lugar un hombre- No te vayas, Copo de Algodón. . .
¿sabes? ya estoy libre. Acércate tú también, Marina, ¡Somos libres!
Y tú, Alonso de Grado, ven acá. Tuyo será este Copo de Algodón,
cuando sea tiempo.
ALONSO DE GRADO

Y por qué no me la dais desde ahora?


CORTES

Todavía no es tiempo. Espera.


DE GHADO

Ya os he dicho que no soy Portocarrero ni Jaramillo. ¿Por qué


no me la dais desde ahora?
CORTES

Porque es mujer de Guateirtocin.


ISABEL
¿Verdad, capitán Malinche que todavía soy la esposa del Rey?
COETES

Espera, Grado, no seas impaciente. Llegará tu día.


DE GKADO
Ya he aguardado de sobra. ¿Tenéis en tanta estima a Guate-
muz? ¿Será cierto que le teméis?
CORTES
¡CaJla, maldiciente! Bien sabes que no lo temo, sino lo necesi-
to. ¿Acaso tú me ayudarías a fundar otra vez México como él me
— 156 —
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
ayuda? Bien sabes que por él se adobaron pronto los caños de Cha-
pultepec y hubo en México agua parta poblar.
DE GEADO
¿Y tío teméis que digan alguna vez: "esa VeireOia indiana
la destruyó Cortés y la reconstruyeron juntos Cortés y el Guatemuz?"
COETE8
Tú hablas con malicia,
DE GEADO
Pero no sin verdad.
COETES

Te ciega la ambición.
DE ORADO

O me hace ver más claro. El Guatemuz os hace sombra,


COETES
Lo necesito todavía, espera,
DE GEADO

¿Dadme a doña Isabel, si es que sois el amo.


CQBTE8

Está bien. Tómala, y déjame en paz. Ven acá, príncesita Copo


de Algodón. Venid, doña IsabeJ. El señor contador te quiere.
ISABEL

Capitán Malinche... ¿No soy todavía la esposa del Rey?


CORTES
En la Nueva España no hay más Bey que yo.
ISABEL

¿Y tú mandas que yo me separe de mi esposo?


— 157 —
A L F O N S O T E J A Z A E R E
CUETES

Yo lo mando. Mírame bien: así, de frente. Dime que te al-


zas contra mi voluntad. ¡Dímelo!
ISABEL

¿Tú lo mandas, capitán Malinche?


CORTES

Yo lo mando. En toda, la Nueva Tápana, en toda la tierna que


yo he ganado, ¿entiendes? ya no hay nada que se alce contra mi
voluntad. No admito contradicciones de nadie. Soy libre y único,
¿entiendes?
(En el fondo de uno de los corredores, envuelto en szt manto
blanco, silencioso, aparece Cuauhtémoc. Mira fijamente a su esposa
y ella, vacila).
COBTES

Mírame bien a la cara. Dínie que me obedecerás, Díme que


serás la mujer de Alonso de Grado. . .
ISABEL
No puedo, Malinehe. Yo soy todavía la esposa del Rey,

158 —
III
Águilas y Leones
PERSONAJES:

Doña Isabel.
Doña Marina.
Cuauhtémoc.
Tetlepanquetzaí.
Cortes.
Fray Juan de Toict (franciscano),
Bernal Díaz del Castillo.
Alonso de Grado.
Juan Jaramillo.
Soldados, Indios, etc.

La escena en las cercanías de Izancanac, Tabasco. Martes de


Carnestolendas, 28 de febrero del año de 1525. Campamento y bosque.
(Alonso de Grado y Bernal Díaz. Se oye cerca una flauta, tristo-
na y lejos tambores indios).
BEENAL DÍAZ

¡Malhaya esa música! Parecen aullidos de mono y no acentos


de chirimía.
DE GRADO

Pues todavía hace mucho ese pobre tañedor. Otros han adolecido
tanto por el hambre, que no pueden ni moverse.
BEEÍTAL DÍAZ

Y otros han callado para siempre. El volteador ya dio su últi-


mo salto mortal.
DE GBADO

Y a los hermanos franciscos no les valen sus teologías y ser-


mones. Más amarillos y muertos de hambre están que cuando lle-
garon a esta Nueva España.
BEENAL DÍAZ

Ese santo hermano Juan de Tecto se nos va a quedar como un


pajarito. ¡Apenas puede moverse! ¡Después de enseñar en ías_es-
cuelas de París y ser confesor de nuestro Gran César, venir a morirse
de miseria en estos infiernos! ¡Maldita música!
— 167 —
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
DE GKADO

Pues hay otra peor. La que se oye más lejos. Esos perros no
descansan de sonar sus huesos, atabales, caracoles y bocinas.
BEBNAL DÍAZ

Lo mismo penan de hambre que nosotros.


DE GIíADO

Siempre estáis pronto para defender a los indios.


Ji HENAL, DÍAZ

Cuando es de justicia estoy pronto,


DE GBADO

Hasta de cuchilladas os disteis con Godoy por no permitir que


marcaran con hierro algunos esclavos.
BEENAL DÍAZ

No eran esclavos ni deben serlo. Son hijos de Dios.


DE GRADO

Decidme, hermano Bernal Día-¿: ¿el Guatemuz y su primo os


han hecho algunas mercedes o regalos?
BERNAL DÍAZ

No Íes debo más merced que haberme prestado algunos indios


para traer yerba a mi caballo. Me hacen honra y muestran voflun-
tad porquee yo íes guardo compasión. Y nada más. Pero bien calo
la pregunta, hermano Grado, muy propia de vuestra condición. Con
razón el propio Cortés dijo que no cabéis en ninguna parte! y quiso
mandaros a Cuba con tres mí! pesos, pues ya no podía sufriros.
DE GRADO

Y sin embargo, aquí estoy. Y tan bien visto y considerado por


Cortés como ninguno.
BERNAL DÍAZ

Cada quien gana el favor como puede.


— 168—-
H I S T O R I A Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
DE GRADO

Ya se verá si seguís defendiendo con tanto calor a los indios


cuando sepáis el por qué de esas músicas.
BERNAL DÍAZ

Sí. Ya se que se habla de conjuración,


DE GEADO

No sólo se habla, se sabe. Doña Marina descubrió anoche a


Cortés Ja trama. El indio Magiscasin dio todos los pormenores.
Los mexicanos que vienen con el Guatemuz y su primo Tetlepanquet-
zal son más de tres mil y los españoles somos ciento cincuenta.
Ellos traen lanzas y espadas y el hambre nos tiene postrados.
BEKKAL DÍAZ

El hambre nos tiene postrados a todos.


DE GEADO

Por algo hasta en ¡as procesiones llevamos las caballos enfre-


nados y ensillados.
BERNAL DÍAZ

Ya se verá.

DE GEADO

Ya está visto. Si ahora el Guatemuz escapa, será por milagro.

EEEKAL DÍAZ

¿Queréis heredar la esposa?


DE GEADO

Yo sé mi cuento.

— 169 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E

(Jaramülo aparece.)
JAEAMILLO

¡Maldito viaje! ¡Esto es el infierno! No me basta haber per-


dido la mitad de rni fardaje en el paso de aquel río de los lagartos.
Nos morimos de sed. Con razón el factor decía entre cantares a
Cortés: "¡Ay, tío, volvámonos, ay, tío, volvámonos!" Y Corsés res-
pondía también cantando:
"Adelante, mi sobrino, adelante..." Adelante, hasta llegar a las
puertas del infierno. Sólo nos falta que esos indios se nos echen en-
cima por la noche, como se murmura.
DE GRADO

Tú tienes una defensa: Doña Marina.


JARAMTIJ.O

¡Mi esposa! Dios la guarde.


DE GBADO

Y dime, Jaramillo, ¿estás seguro de que doña Marina es tu es-


posa?
JARAMILLO

Por la Santa Iglesia, quién sabe, porque el día de la boda bebí


un poco más de lo regular. Pero a juzgar por la dote, me creo muy
bien casado. Casas y tierras en Tlacopan. Y muchos indios de mi-
nas. Y la encomienda de Xilotepeque. Y un buen golpe de oro.
Ya verás, hermano Grado, cuando llegue tu día. También doña Isa-
bel tendrá buena dote.
DE GEADO

No somos iguales. ¡Yo quiero mujer, no dueña!


— 170 —
HISTORIA Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
JAEAMILLO

¿Crees acaso que doña Marina no me respeta? Pues has de


saber que a sus parientes les dijo: "Yo tengo a mucha honra estar
casada con un caballero."
DE GRADO

Pero callas otra cosa. También les dijo: "Dios me ha hecho


la merced de tener un hijo de mi amo y señor Cortés".
JARAMILLO

Eso no fue en mi año. Yo lo he dicho siempre como lo he oído


decir: nuestro Capitán es como el César de Roma, marido de todas
las mujeres. ..
BERNAL DÍAZ

Y como él, tiene gloria y es esforzado varón. Ya es mucho que


no sea también la mujer de todos los maridos, como otros que mere-
cían serlo. ¡Bien se murmura, hombre! Y si hay peligro de ver-
dad, no es tiempo de ello. Más vale prevenirse como buenos soldados
y cristianos.

(Llega Cortés con doña, Marina,).


CORTES

Así es, hermano Bernal Díaz. Buenos soldados y buenos cris-


tianos, debemos ser, y no borrachos, ni codiciosos, ni murmuradores.
JAEAMILLO

Grado, creo que nos hablan.


DE GBADO

Ya te dije que no somos iguales.


— 171 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
JABAMILLO

Es verdad, yo tengo buen humor y nunca me he visto con gri-


lletes al pie.

COKTUS

¡ Silencio! Buenos estamos para dividir nuestras pocas fuer-


zas en riñas y malos avenimientos. En esta expedición corremos
tanto peligro como en las guerras de México.
BKENAL DÍAZ

Por eso dije muchas veces que no hiciéramos el camino por la


costa, sino por la sierra, donde todo está poblado.
CUETES

No está el peligro en el derrotero, sino en la compañía. Habéis


de saber que un ciudadano honrado de Tenoxtitlán, de nombre Me-
sicaleingo, vino a mí muy secretamente, la noche pasada con doña
Marina, mostrándome un papel con ciertas figuras. El mismo dela-
tor y doña Marina me dieron a entender lo que significaba, y es que
Guatimocín y-su primo el señor que fue de Tacuba y otros de los
caciques que yo traje conmigo, han hablado diciendo cómo estaban
desposeídos de sus tierras y eran esclavos de los españoles, y que
habían resuelto matarme a mí y a ruis soldados, y después a Cris-
tóbal de O'lid y a su gente, y mandar mensajeros a Tenoxtitlán -para
que fueran muertos todos los españoles que allá quedaron. ..
BERNAL, DTAZ

¿Pero todo eso será verdad concertada o pura plática?


DOSLA MARINA

Es tan verdad que Mesicaícingo me habló a mí misma, para que


procurara separarme de los españoles y si lo pensaron, no pensaron
mal, porque habían advertido que somos pocos y abatidos por el mal
caminOj y entre los nuestros viene gente nueva, que no sabe ias cosas
de la guerra. Y habían pensado también juntar a toda la gente de
la tierra para hacer caer sobre los villas y lugares donde hubiera es-
pañoles y poner guarniciones en los puertos para que no saliera
HISTORIA Y TRAGEDIA DE CUAUHTEMOC
noticia alguna para Castilla... Y se había hecho un repartimiento
de las tierras. Mes,calcingo tenía señalada una provincia

Y Guatemocín debía Rescatar su reino. En mi conciencia q«e


tuve razón al juzgarlo como hombre bullicioso y en traerle conmigo
B
para mayor segundad.
DOSA MARINA
Tenían prevenidas las insignias de la- guerra para sus capitanes
y señores, y solo esperaban la señal del Rey de México, haciendo ruido
con sus tambores y bocinas.
CORTES
Por eso dí gracias a Dios cuando me fue revelada la traición,
y hoy mismo en amaneciendo prendí a todos los caciques y los puse
apartados el uno del otro, y les fui, a preguntar cómo pasaba el ne-
gocio, y a los unos decía que loa otros me lo habían dicho, porque no
sabían unos de otros. Así que hubieron todos de confesar la
verdad,,.
BEIÍNAL DÍAZ

¿Guatemuz y su primo también han confesado?


COBTE8

Sólo uno me falta interrogar y es el Rey de México, Al de Ta-


cuba ya lo hice hablar. Le hice ver que ya todos habían confesado
y que no podía engañarme, porque la aguja y Ja carta que nos sirven
para guiarnos en el camino me habían descubierto la verdad. Como
ya me han visto acertar cuando está cerca el agua creen que el ma-
pa tiene facultades maravillosas y que ellos no pueden ocultarme sus
pensamientos.
EERNAX, DÍAZ

¿Y el de Tacuba confesó?
COBTES

Sí. Dijo que entre él y su primo Guatimocín habían dicho que


_ 173 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
valía más morir cada día en el camino, viendo ía gran hambre que
pasaban sus parientes y servidores; que como ya se habían muerto
cuatro chirimías y el volteador y cinco soldados, y otros se habían
vuelto camino de México, que sería bien cuando pasásemos algún
río y ciénega dar sobre nosotros, porque eran los mexicanos más de
tres mil, con lanzas y espadas. . .
EBKNÁL DÍAZ

Entonces, no hay ningún concierto bien tramado...


COETES
Yo sé cómo se aclara todo el negocio. Interrogaré al Guatimo-
cín y después...
DE GEADO
¡La horca!
CORTES
Has dicho bien^ Grado. En estos trances eres do gran auxilio.
¡Anda! Ve tú mismo a traerlo. (Vase Grado).
BEENAL DÍAZ

Capitán, permitidme...
CORTES
¡Ni una palabra, ahora! Dejadme solo con Marina.

(Vanse Bemal y
CORTES;
¡ Marina!
MARINA
¿Señor?
HIS-TORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T B M O C
CORTES

¿Me has dicho que Guatimoeín entiende bien el castellano?


MARINA

Sí. Lo entiende bien.


CORTES

De todos modos, si hay alguna dificultad, quiero que tú me ex-


pliques.
MAHINA

Capitán Malinche, ¿quieres ahorcar a Guatemuz?


CORTES

Quiero hacer justicia.


MARINA
7
¿Justicia dices
CORTES

Tiene culpa bastante para merecer la muerte. Se escribirán


los procesos.
MARINA

¿Sólo por justicia quieres matarlo?

COSTES
¿Por qué preguntas tanto?
MARINA

¿No le tienes mala voluntad por doña Isabel?


CORTES

¿Celos ahora?
A L F O N S O T E J A Z A B E E
MARINA

Si tuviera celos de tí, ya estuviera muerta. Pregunto por sa-


ber tu voluntad.
OOKTTÍS

Ya te he dicho: quiero hacer justicia.


MARINA

Está bien. Se hará tu voluntad.


CUETES
Como siempre.
MARINA

Ya está ahí.
COETES

Que entre solo.

(Marina va, -por Cuauhtémoc y vuelve inmediatamente con él.


Los soldados custodian afuera).
CUAUHTEMOC

¡Aquí estoy, Malínche!


COETE8

¿Entiendes bien lo que te digo en castellano?


CUAUHTEMOC

Entiendo bien. Ya me has hablado otras veces.


— 176 —
H I S T O R I A Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
COBTES
Nunca para negocios tan importantes como hoy,
CUAUHTEMOC
Siempre que has pedido algo de mí Jo he hecho. ¿Qué pides
ahora ?
CUETES
No pido nada. Quiero saber la verdad.
CTTAÜHTBMOC

Ya la sabes. Tienes tu espejo y tu papel.


OOETES
Quiero que tú mismo me 3a dig-as.' Ya todos han confesado la
traición.
CUAUHTEMOC
¿Cuál traición?
CUETES
La de concertarse para matarnos a todos los españoles y resca-
tar tierras y señoríos.
CUAUHTEMOC
Desear cada uno su libertad no es mal hecho ni pecado,
CORTES
No han sido nada más deseos, sino trama de muerte. Tú y tu
primo Tetlcpanquetzal movieron ía cosa,
orAUHTEMOO
Ni yo ni ini primo hemos hecho ninguna trama, ni ha pasada
de pensamientos.
OORT^S

¿Y las señales con bocinas y caracoles? ¿Y las insignias de


guerra? Es inútil que niegues. Ya todos han confesado.
— 177 —
A L F O N S O T E J A Z A E R E
OUAUHTEMOO

No hubo más que palabras. Nadie es culpable. Los que desean


obedecer y libertar a su señor no son culpables.
CORTES

¿Has hablado con tu gente de matar a todos los españoles?


CTJAIOITEMOC
Dijimos que sería mejor morir de una vez que morir todos loa
días.
COKTES

Con eso me basta. Eso es una confesión. Se hará justicia.


CTJAITHTEMOC

¿Cuál justicia?
COKTEfi

La horca.
CUAÜHTEMOC

¿Para mí nada más?

Para tí y para tu primo.


CUAUHTEMOC

¿No te basta conmigo?


CORTES

Lo hago por justicia.


CUAUHTEMOC

¿Esa es tu justicia? Déjame ver en tu espejo, para saber la


verdad. Tú quieres mi muerte por otra cosa. Porque yo estuve
euando nuestro Rey Moctezuma quiso hablarnos de paz desde la
azotea y levanté la mano contra él, y le grité que era mujer de loa
— 178 —
H I S T O R I A Y TRAGEDIA DE C U A U H T E M O C
españoles. Porque te di guerra la noche que saliste de mi ciudad,
perseguido y en fuga. Porque resistí hasta el último espíritu en
el sitio y eché los tesoros a la laguna y no dije nada en el tormento.
Mira bien tu espejo y tu papel. Allí está la verdad.
CORTES

Todo eso es cosa pasada. Ahora no veo más que mi seguridad


y la de mis hombres.
CUAITHTEHOQ

i Oh, capitán Malmche, ya conozco tus falsas palabras! Tú me


quitaste mi ciudad y quieres quitarme la vida. Quieres dar mi
mujer a tus criados.
CUETES

¡ Basta! No quiero oír más, que traigan al de Tacuba!

(Llegan los soldados y Tetlepanquetzal,)


CORTES

Que llamen a los padres franciscanos... ¡ Y al hermano mer-


cedario! He sentenciado a Guatemocín y a Tetlepanquetzal a muer-
te en la horca. Quedarán los procesos abiertos para que todos loa
demás responsables puedan ser castigados, si no escarmientan.
TETLEPANQUETZAL

Yo doy por bien empleada mi muerte, por morir junto con mi


señor.
CUAUHTBMOC
¡Oh, capitán Malinche! Ya conocía tus falsas palabras y sabía
que me darías esta muerte, porque yo no ine la di cuando entraste
en mi ciudad de México. ¿Por qué ine matas sin justicia?.. . ¡Dios
te lo demande!
— 179 —
A L F O N S O T E J A Z A B l i E

(Cortés saluda con reverencia y descubierto a los frailes que


Uegan).

CORTES
Oíd en confesión a estos hombres y eaforzadlos para que tengan
una muerte cristiana.
FBAY JUAN DE TECTO

¿Van a morir?
CORTES

Van a morir por justicia.


FKAY JUAN DE TECTO

¿Son los mismos que en el bautismo recibieron los nombres de


Fernando Cortés y Pedito Alvarado?
COSTES
Los mismos son. Acompañadlos hasta su último momento,
Que tengan contrición, para que Dios los perdone.
FBAY JUAN

(A Tetlepanquetsal).—Hijo mío, ter, valor. Ya te conozco como


bueno y manso hijo de Dios . En verdad te digo que mereces las
palabras de Nuestro Señor Jesucristo en ía cruz: "Esta noche serás
en eJ Paraíso". Y muy pronto iremos otros contigo. Ten valor,
hijo mío. Si Dios lo quieríe, esta noche verás su rostro en el cielo.
Y yo te seguiré muy pronto, si Dios quiere.
(A Cuauhtémoc). ¿Morirás tranquilo y en paz con DiosV
CUAUHTEMOC
En paz con Dios,
— 180 —
HISTORIA Y TRAGEDIA DE C U A U H T É M O C
TBAY JUAN
¿Perdonas a todos ios que te han ofendido?
CUAUHTÉMOC
A todos.
PBAT JUAN
¿Crees en Dios Padre, todo poderoso?...
(Se oyen voces desesperadas).
CORTES
¡Que se los lleven pronto! ¡Que no venga nadie aquí!
DE GKADO
i Es doña Isabel!
CORTES
;Que no venga nadie! i Que se cumplan luego mis órdenes!
¡ Que les pongan a los ajusticiado» sus insignias y toda la gente
sepa por qué han muerto. Es necesario espantar a los atrevidos..,
(Van a llevarse a, Cuauhtémoc y a- Tetlepa/nquet&al cuando
rece trágicamente doña Isabel).

DOÑA ISABEL
¡Señor! ¡Mi Rey! ¿Qué van a hacer contigo? ¡No! Alonso
Grado, tú no tienes derecho para llevarlo a morir.
DE GBADO

Yo no soy el que mando.


A L F O N S O T E J A Z A B R E
DOS A ISABEL

¡ Tú tampoco tienes derecho, capitán Malinche! ¡ Que oigan todos!


DOÑA MARINA

¿Qué vas a decir?


DOÑA ISABEL

¡ Voy a decir la verdad! ¡ Malinche no puede mandar a la muer-


te a mi señor! ¡ Que oigan todos! ¡ Óyeme tú Malinche!
CORTES

Di lo que quieras. No me importa. A pesar de todo se hará


justicia. ¡Puedes decirlo! ¡Vamos! Que te oiga por última vez.
Se llevará a la otra vida tus palabras.
CUAITUTEMOC

¡Mujer!
DOÑA ISABEL

¡Señor!...
CUAUÜTEMOC

¿Qué vas a decir? ¡Pronto!


DOÑA ISABEL

(Vacilante).—¡Señor... que me perdones!


CüAÜHTEMOC

He perdonado a todos. ¿Nada más?


DOÑA ISATiTTL

¡Que Dios te bendiga, señor! ¡Que Dios me ampare, porque ya


no tengo en este mundo más protección! ¡Mi esposo, mi padre, mi
Rey! No me dejes sola. ¡No! ¡No! ¡Malinche! ¡Ten piedad!
COKTES

¡Que se los lleven pronto! ¡Oíd! ¡Esa música endiablada es un


— 182 —
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M o C
aviso! Muy pronto callarán. ¡ Vamos! ¡ Paso! i Que se cumplan
mis órdenes!
CUAUHTEMOC

¡ Que Dios te lo demande !


(Se llevan a Cuauktémoc y Tetf,epanf(U&tzal. Fray Jwm kte¡
acompaña remando. Doña Isabel quiere ir con ellos, fiero doña Marina
la retiene) .

DE GSADO

(A Coñés). — Ahora, capitán, ¿será mío el Copo de Algodón?


CORTES

¡Tómala! Llévatela contigo donde yo no la vea,


DE GRABO

¿Me la das como esclava?


CORTES

¡ Como tú quieras ! Tómaila como quieras o como puedas.


(Vase Cortés).
DE GUABO

(A doña, Isabel). ¿Has oído Isabel? ¡Ya eres mía!


DOSA ISABEL
¡No! ¡No!
DI GBADO
Lo manda e! capitán.

— 183 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
DOÑA ISABEL

¡No me importaí ¡No quiero!


DE GRADO

Yo sí te quiero a tí. ¡He esperado tanto tiempo!


DOÑA KABEL

¡Malinale, defiéndeme tú! ¡Díle que no sea. cruel!


DOÑA MAE1NA

Espera un poco. Grado, no seas impaciente... Todavía no mue-


re su esposo y ya quieres llevarla, Déjame con ella un poco.
(Se retira Grado).

10

DOÑA MATUNA

Díme Isabel, te gusta hablar en castellano más que en tu


lengua?
DOÑA ISABEL

No sé... Hay muchas cosas que sólo pueden decirse en cas-


tellano. ¿Por qué me lo preguntas?
DOÑA MARINA

Díme, ¿qué ibas a gritar?


DOÑA ISABEL

Tú lo sabes, Malinale.., No me hagas que te lo diga... Tú


lo sabes...
DOÑA MAEINA

No lo sé. Dime. . .
— 184 —
HISTORIA Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M OO
DOÑA ISABEL

I Que Malinche me ha besado!


DOÑA MARINA

¿Te ha besado?
DOÑA ISABEL

¡Sí, me besó en la boca!


DOÑA MABINA

¿Hace mucho tiempo?


DOÑA ISABEL

¡ Pocos días antes de, comenzar este viaje. Allá en la casa de


Coyoacán. . .
DOÑA MAEINA

¿Y dijiste algo a tu esposo?


DOÑA ISABEL

No. No me atreví. Ya sabes que el Rey me quería como hija


y sobrina. No me tenía por mujer. Esperaba que yo tuviera más
edad. Los dos esperábamos. Pero Malinche es más fuerte. Me se-
guía con los ojos. Y una vez me besó. Desde entonces no hablé
eon mi esposo sin temblar.
DOÑA MAMNA

¿Y eso es lo que deseabas gritar?


DOÑA ISABEL

Sí. Pero luego comprendí que Malinche lo mataría de todos mo-


dos y no quise que d Rey se llevara a la otra vida mis palabras.
¿Comprendes?
DOÑA MAEINA

Sí, comprendo. Ya sabes ahora que la voluntad de Malin-


che está por encima de todos. Serias la mujer de Alonso de Gr&do.
— 185 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
DOÍTA ISABEL

¡Pero si todavía no puedo creer que Cuauhtémoc haya muerto!


DOS A MAlíINA

¡Nina! iNifia! ¿Has oído cómo todo calla de repente? Es que


los mexicanos ya saben la muerte de su Roy.
DOfíA ISAJiJiL

¡Ya estoy sola! ¡Sola! ¡Ya no soy la esposa del Rey!


DOS A líAIÍTN'A

¿Obedecerás a Malinche?
DOÑA ISABEL

¿Y qué puedo hacer? ¡Ya no soy nada!


DOÑA MAIÍINA

¿Serás la mujer de Alonso de Grado?


DOSA ISAKKL

Haré lo que me manden. Ya no soy nada. Soy una esclava.


Menos que tú.
(Llegan Bernal Dí&z y Fray Juan de Tecto).

DOÑA MABTKA

¿Ha muerto el Rey?


EEENAL .DÍAZ

Ha muerto. Lo colgaron de una ceiba y Grado le mandó poner


una cadena a los pies.
FRAY JUAN

Murió cristianamente, sin una blasfemia ni un grito.


H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE CUAUHTEMOC
SEBNAL DÍAZ

Callado como siempre, impasible.


FRAY JUAÍT
Yo lo miré de cerca, y no tuvo para morir ni un movimiento,
ni un parpadeo, nada; era de bronce.
BEEKAL DÍAZ

Estas muertes han sido dadas muy injustamente, y parecerán


mal a todos los que vamos en esta jornada.
"FRAY JUAN

Los indios están muy inquietos. Se juntan en grupos y hablan


en voz baja.
DOÑA MARINA

Será necesario caminar con más precauciones.


BIAZ

No hay cuidado por los indios. Traen tan mala ventura de ham-
bre y de dolencia que no se acordarán de alzarse contra nosotros.
FRAY JUAN

De todos modos, estas mujeres debían hablar a los principales.


A ellas las escuchan.
DOÑA MARINA

Haremos lo que dice el Padre Juan. ¿Irás conmigo? (a doña


Isabel)
DOSÁ. ISABEL

Yo iré donde me manden.


FRAY JUAN

Ve, hija mía. Tienes el alma muy nueva. No quieras devolver


mal por mal. Habla con tus partientes y con tus hermanos. Que se
— 187 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E
acuerden de Aquél que padeció persecución por la justicia de la tie-
rra y murió en una cruz . . .
BEKNAL DÍAZ

No les hables de nosotros, los soldados, sino de estos padres que


nos acompañan enseñando el evangelio y bautizando, sufriendo
hombre y miseria por el amor de Dios.
MABINA

¿Vienes conmigo?
DOÍÍA ISABEL

Iré por donde rae Heves. Me siento sin fuerízas y sin voluntad.
FRAY JUAN

Anda, hija mía,, que Dios te acompañe y te devuelva la es-


peranza.
(Seden Marina y doña, Isabel).

FKAY JUAN"

No puedo más. Siento que se rae ag-otan las fuerzas. Quiero


descansar aquí, junto a este árbol.
BEEWAL DÍAZ

Venid, padre. . . Así. . . Aquí podéis descansar. . , Ya se nos


va acabando la luz. Apenas puedo leer esta inscripción que dice:
"Por aquí pasó Cortés en. . ."
ITRAY JUAN

Ya os lo he dicho otras veces: presiento que me voy a quedar


así, con la cabeza apoyada en un tronco de árbol, como si estuviera
dormido. . . para siempre. . .
— 188 —
H I S T O R I A Y T R A G E D I A DE C U A U H T E M O C
BERJSfAL DÍAZ

Nada de eso, padre... Llegaremos sanos y salvos al fin de nues-


tra expedición... Y volveréis a vuestro convento de Texcoco a se-
guir estudiando esa teología que no conoció San Agustín, para en-
señar a los indios el Evangelio en su propio idioma.. .
FRAY JUAN

No, Yo no volveré. Siento que se me van escapando las


fuerzas...
BEBNAL "DÍAZ

¡Maldito camino! ¡Si hubiéramos ido por las sierras en vez


de caminar por la costa!
FEAT JLrAN

No maldigáis del camino. Todos los caminos llevan al mismo


puerto...
BEENAL DÍAZ

Pero esta ruta es horrible, padre.. . Mirad: estamos perdidos


en la sombra. Ese pobre Rey que acaba de morir ha tenido en sus
instantes más tremendos la consagración del silencio. No se me ol-
vida cuando cayó México en nuesti^o poder. Fue el 13 -de agosto,
hace cuatro años. Aquella noche tronó y llovió y relampagueó mas
que otras veces. Desde noventa y tres días que estuvimos sitiando
la ciudad no dejábamos de tener gran ruido, y tal, que no nos oíamos
los unos a los otros: los gritos, voces,, y silbidos de loa escuadrones
mexicanos, y de las mujeres que aderezaban piedra para las hondas,
los tambores y cornetas, y el atambor grande, y el caracol sagrado
de Guaterrmz que sonaba antes de los combates y otras bocinas dolo-
rosas. Y aquella noche, apenas fue preso el Rey de México, cesaron
de repente las voces y el ruido, y quedamos tan sordos todos los sol-
dados, corno si de antes estuviera uno puesto encima de un campana-
rio y tañesen muchas campanas y callara todo en un instante... La
otra vez fue después del sitio, cuando el tesorero Alderete y Alonso
de Grado hicieron que Cortés atormentara a Guatemuz por codicia
del oro. Y mientras le quemaban los pies y las manos todo era si-
lencio. Y ahora lo mismo. En los días pasados nos ensordecían los
indios con sus atambores y sus bocinas. Y de repente nos hemos
— 189 —
A L F O N S O T E J A Z A B R E

quedado como sumidos entre sombra y silencio. No se puede hacer


otra cosa más que rezar en voz muy b a j a . . .

(Pausa larga}.
FRAY JUAN
Yo oigo algo. .. Como golpes sordos... Un hombre anda

BERNAL DÍAZ

. . . .Yo no oigo nada. Ni un latido.


FEAY JUAN

Sí. Sí. Un hombre que anda. , .


KERNAL PIA.Z

Tenéis el oído muy fino. . .Tal vez sean ilusiones, fantasías de


hombre débil. . ,

FBAY JUAN

Tal vez. . . Porque me siento morir. . . Pero n o . . . Estoy segu-


r o . . . Oigo pasos. Alguien camina en un salón.. ,

EERNAL DÍAZ

Esperad... Hacia el sitio donde está alojado Cortés. Sí.. . Es


verdad.., Parece que se ha salido de la cámara donde dormía. Tal
vez no puede reposar y ha ido a la sala donde hay ídolos, que es el
aposento principal... No podrá dormir pensando en la muerte de
Guatemuz, , . y en el hambre que sufrirnos, y en las penalidades
del viaje. .. Entre la sombra se le aparecerán los dos reyes, colgados
de ios pies, como los han dejado después del suplicio.. , Y también
otros fantasmas, . . Gonzalo de Umbría con los pies cortados, . . Cer-
meño y Escudero en la horca..,. Cuapopoca quemado v i v o . , . Xieo-
tenga y ios indios de Cholula... y doña Catalina Xuárez... Ahora
sí oigo sus pasos... Es verdad... Es verdad. . .
H I S T O B I A Y TRAGEDIA DE C U A U K T E M O C

13

(De revente se oye w, rumor como de caída de un cuerpo.. .


Voces de espanto y de terror. Llega Cortés vreci&taMmente con,
áowí Marina, Grado, Juramülo y doña Isabel).
COETES

f No ha sido nada, vamos. Una caída en la obscuridad, y nada


mas No necesito nada... No quiero nada... Quiero estar so-
lo. .. i He dicho que no quiero nada. Dejadme solo aquí. ..
(Soten todos, menos Fray Juan y Bernal Díaz).
COKTES
Decidme, padre, ¿qué hacéis aquí en esta soledad?
FEAY JUAN

Descansaba un poco. Rezaba.


COETES

¿No queréis alguna cosa? ¿No os falta nada?


FRAY JUAÜT

Los soldados me dan de sus raciones todo lo que necesito.


EEEHAL DÍAZ

¿Pero qué tenéis, capitán? ¡Aquí, en la frente, un hilo de


sangre!
COBTES

i Nada! Os digo que no es nada. No podía dormir y salí a


pasear un poco en !a sala de los ídolos. Me descuidé junto a la
puerta y caí más de dos estados abajo.
A L F O N S O T E J A Z A B K E
BERNAL DÍAZ

¡Estáis herido! ¡Buscaremos al médico!


CORTES

No. ¡Por amor de Dios! Os lo suplico, hermano Bernal Díaz,


no quiero nada. Que nadie sepa nada, Que nadie sepa nada, os
lo ruego.. . Quiero estar aquí a solas con vosotros. Quiero hablar
con el Padre -luán,..

UlÜtNAL DÍAZ

¿Queréis estar a solas con él?


CORTES

No. No os retiréis, Bernal Díaz. No quiero quedarme solo en


esta obscuridad. Seréis mi testigo. Ante Dios y ante los hombres,
seréis mi testigo. Esta noche me siento como minea, desfallecido...
temeroso. . . No os retiréis, hermano Bernal Díaz. . . Esta noche su-
fría horriblemente. Me siento como en purgatorio y tal que ningu-
na otra cosa le falta para infierno sino la esperanza que tengo de
perdón. Oídme, Padre. Yo ofrezco mandar decir mil misas.. .
Haré procesiones y rogativas.. . Fundaré un hospital en Tenoxtitlán
y le daré mantas y menesteres a los enfermos.. . y mandaré que se
hagan allí todos los años conmemoraciones por los difuntos que mu-
rieron en las guerras de México, y por el alma de doña Catalina
Xuárez. . . que en gloria sea.. . ¿No me respondéis, Padre? ¿No me-
rezco perdón ? . , . Le daré a doña Isabel dote bastante para que se
case con quien ella quiera . . . haré en Coyoacán un monasterio de
monjas.. . ¿No merezco perdón?, . . ¿Lo veis, hermano Bernal Díaz?
No merezco perdón... El Padre Juan no me responde. . ,
BEEKAL DÍAZ

Está amortecido. Tal vez ni siquiera os escucha. Pero yo os


digo en Dios y en mi ánima que si tenéis arrepentimiento seréis
perdonado. . . ¡Ante Dios y ante los hombres! Habéis sido muy es-
forzado y valiente varón... Tendréis fama de César Augusto...
Habéis hecho grandes cosas para el servicio y la gloria de España. . .
— 192 —
HISTORIA Y TJRAGEDIA DE C U A U H T E M O C

COSTES

i! ¡Mirad si no

BUBNAL DIA2

No está muerto. Respira nuiy suavemente,


COSTES

Oídme, Padre Juan, ;Me arrepiento! Doy gracias a Dios por


todas mis angustias, para que me las tome en cuenta por las ofensas
que le hice. . . ¿No merezco perdón?
FUAY JUAN
Todos pecamos, pero la misericordia de Dios es infinita . . .

(Bemol Dfoz alumbra hacía el fondo y se. ve el cuerpo de Cuauh-


temoc a, lo lejos) .

COSTES
¡ Me arrepiento ! j Me arrepiento ! Berna! Díaz, ] aois mi testigo !

(Fray Juan levanta, difícilmente, ¡a mano para, bendecir, pri-mf.ro


hacia el lugar donde fue ahorcado Citíwktémoc y después a Cortés
y o. Bfr-fKil Díaz) .

Fin
Indice de Grabados

P&gÜM
Cuauhtémoc haciendo sonar el caracol sagrado. Original de
Keith Henderson 7
El más antiguo retrato de Cuauhtémoc. ' Estampa del siglo
XVI, del Museo Nacional de México 12
Cuauhtémoc en e] trono, en la prisión y e» la muerte. Je-
roglífico del Mapa de Tepechpan 26
Cuauhtémoc alzó el brazo contra Moctezuma. Original de
Keith Henderson 24
La Coronación de Cuauhtemoteín. Keith Henderson 31
El Primer Defensor de la Independencia Mexicana. Original
de F. Cornejo, en el Teatro Maya de Loa Angeles. . . . 36
Ijos mexicanos no dormían porque e] rey Cuauhtémoc estaba
personalmente eon ellos. Keith Henderson 42
—Decidle a Cuauhtémoc que por qué permitió perder su
dudad a costa de tantas vidas 50
—Dile al capitán que yo he hecho lo que era obligado por
defender mi ciudad y reino,, como éi hiciera por el suyo
si yo íe fuera a quitar 51
—Y yo, ¿estoy por ventura en un deleite? 59
Esta justicia se hizo por Carnestolendas del año de 1525.... 75
Bautizo de Cuauhtérnoc. Cuadro procedente del curato de
Santa Cruz Acatián y antes de la Capilla de Sos
Talabarteros, ahora en el Museo Nacional 65
El Monumento del Héroe, en la ciudad de México 87
Cuauhtémoc. Interpretación de Diego Rivera, en la Secre-
taría de Educación Pública de México - 89
Airuila que cae. Original de Garios Nevé. Colofón.

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