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ar/jovenes-del-siglo-xxi-mas-cuestionadores-y-menos-
trasgresores-1025480/
P- ¿Es cada más difícil o más desafiante ser adolescente -y ser padre de un adolescente- o
se trata de un relato que se ha instalado para amortiguar el malestar actual a la hora de
ejercer roles parentales o institucionales?
“Las tecnologías son una vía de evasión privilegiada: por ejemplo, para evitar el conflicto
de poner el cuerpo en el encuentro con otro y preferir seducir a través de una red social”.
Luciano Lutereau
P- Ahora que los jóvenes parecen más enfocados en interpelar al orden social antes que a
sus padres ¿Qué formas asume el conflicto entre padres o hijos, ese “desmarcarse” que es
crucial para la constitución de la identidad?
R- Es muy difícil prohibirle algo hoy a un joven, no porque no se pueda hacer, sino porque
no tiene eficacia. Pensemos en relación al consumo de drogas, que ya no tienen la imagen
social que tenían hace 20 años y conseguir alguna sustancia en la calle es algo que hoy
apenas toma unos pocos minutos. Entonces, cuando la accesibilidad es mucho mayor,
¿cómo hacer para prohibir? Son repetidos los casos de jóvenes a los que se les prohibieron
cosas y, después, el día en que pudieron hacerlo, se metieron hasta el cuello en algo. Porque
además la prohibición incita a la transgresión, éste es el problema. Por lo tanto, para
acompañar a un adolescente hoy en día es muy importante no incentivar deseos
transgresivos, sino tomar otra postura. Lo más conveniente sería posicionarse como un
interlocutor que facilita la experiencia, la orienta, da herramientas, no juzga severamente,
no busca ser reconocido como autoridad, lo cual no quiere decir que no la tenga.
Hoy en día, decirle a un adolescente “soy tu padre” es la manera más perfecta de perder la
autoridad, es la destitución paterna por excelencia, porque si hace falta aclararlo, ¿no
oscurece? La mejor forma de acompañar a un adolescente es a través de la autoridad que da
el diálogo, de la legalidad que implica el compromiso que se asume cuando se da la
palabra.
Es importante que los adultos repensemos qué lugar le damos a la palabra en nuestra vida
cotidiana, es decir, si somos confiables, si estamos a la altura de los acuerdos que
promulgamos, porque la palabra no es sólo un instrumento de comunicación, sino una
manera de hacer de la relación con otro un vínculo con ciertas obligaciones y dependencias
asumidas.
P- En lo que parece ser uno de los grandes conflictos de sociedades cada vez más
tecnologizadas e hiperconectadas, la ansiedad parece ganarle a la angustia ¿Los vínculos
serán más volátiles y frágiles ahora que los objetos técnicos moldean nuestros afectos y que
la ansiedad se enlaza con la idea de la sustitución?
R- La angustia es algo propio de vivir un conflicto, de atravesarlo, de sentir que vamos a
salir como otros después de esa instancia, transformados, mientras que la ansiedad es un
afecto de huida, de escape, incluso de no querer saber nada con la angustia, de querer hacer
como que no existe. Los jóvenes hiperconectados no son los compulsivos que denuncian
los adultos, sino que muchas veces tienen un uso muy creativo de la tecnología.