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Así sea, pues - dijo el dios.

Y fueron convirtiéndose en oro los vestidos que llevaba Midas, una rama que tocó,
las puertas de su casa. Hasta el perro que salió a saludarlo se convirtió en una
estatua de oro.

Y Midas comenzó a preocuparse. Lo más grave fue que cuando quiso comer, porque
todos los alimentos se volvieron de oro. Entonces Midas no aguantó más. Estaba a
punto de morir porque ni siquiera podía comer. Salió corriendo espantado en busca
de Dionisos.

- Te lo dije, Midas - sentenció el dios Dionisos-, te lo dije. Te has comportado


como un estúpido. Si quieres salvar tu vida, báñate en la fuente donde nace el río
Pactolo, y perderás al instante el don que te di.

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