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Nydia Ruiz / 7 de octubre de 2020

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Universidades públicas e
innovación
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Ilustración: Mohamed Hassan / Pixabay
Las universidades públicas tienen un papel muy importante que
desempeñar en el futuro económico de Venezuela,
incorporando la innovación a sus funciones y realizando los
cambios necesarios para hacerla factible.

Nydia Ruiz / 7 de octubre de 2020

La universidad pública no podrá ser la misma. Sobre las ruinas


actuales habrá de erigirse una universidad pública insertada en
la dinámica global, signada por las tecnologías de información y
comunicación (TIC) y la prevalencia del conocimiento en la
producción. Desde finales del siglo XX, mientras Venezuela se
deterioraba, en el resto del mundo avanzaban incontenibles los
resultados económicos y socioculturales de la revolución
informática, descritos por Carlota Pérez y Manuel Castells como
nuevos productos e industrias, nuevos insumos y nuevas redes
de comunicación, la reconfiguración de países, regiones y zonas
del mundo en función de su utilización de las nuevas
tecnologías, así como nuevas características y dimensiones de
la expresión cultural mediática.

La innovación —como proceso sociotécnico de introducción en


el mercado de novedades o cambios en productos, procesos,
servicios o procedimientos— está en el corazón de la nueva
manera de producir y se lleva a cabo de manera interactiva,
compleja e imprevisible mediante la conformación de redes
entre agentes sociales diversos. Para fines analíticos, los
elementos o agentes heterogéneos de un sistema de innovación
pueden agruparse en cuatro «subsistemas» (Fernández y otros,
2000):

1. Subsistema científico de producción de conocimientos


(universidades y centros de investigación).
2. Subsistema tecnológico y de servicios avanzados
(desarrollo de las tecnologías utilizadas por las
empresas).
3. Subsistema productivo (bienes y servicios innovadores
o realizados mediante procesos innovadores).
4. Subsistema financiero (recursos económicos para los
elementos de los demás subsistemas).
 

Otra forma de organizar el sistema de innovación reconoce los


siguientes subsistemas: i) política pública y financiamiento
público, ii) investigación y educación; iii) producción e
innovación y iv) finanzas públicas y financiamiento privado
(Mazzucato y Penna, 2016).

Las políticas públicas estimulan las interrelaciones y la


cooperación entre los elementos de un subsistema y de
subsistemas diferentes, nacional e internacionalmente, con
apoyo en los mecanismos de fomento adecuados. Por su parte,
las TIC y la Internet tienen un papel fundamental en esa
interrelación por el soporte que brindan a la constitución de
redes para los efectos de contacto, aprendizaje e intercambio
de información entre los agentes del sistema. El Estado como
agente o elemento de los sistemas de innovación tiene
múltiples funciones (Fernández y otros, 2000):

 Productor de innovaciones en las instituciones públicas de


investigación, desarrollo e innovación (I+D+i).
 Cliente por las compras públicas que dinamizan la
innovación (salud, educación, transporte…).
 Regulador al establecer el marco normativo favorable a la
innovación y reglamentaciones con un contenido tecnológico
que induce la adopción de innovaciones por las empresas
(medioambiente, seguridad de alimentos, salud, seguridad
vial…).
 Facilitador de las relaciones entre los actores en diversas
actividades que fomentan el entorno social, normativo y
cultural favorable a la innovación.
 Promotor en la medida en que diseña y aplica políticas de
innovación que incluyen la creación de infraestructuras de
apoyo y la financiación de actividades de innovación.
 Modelo, potencialmente, si imprime a sus actividades
habituales rasgos y actitudes innovadoras.
 
Las políticas públicas para la innovación tecnológica dependen
del modelo de desarrollo que el país se proponga seguir y se
ejecutan nacional o localmente. Los países y regiones tienen
características comunes que sirven de referencia para la
elaboración de esas políticas.

En América Latina, por ejemplo, las empresas tienen un bajo


dinamismo innovador en medio de las urgentes exigencias
sociales, es baja la intensidad del conocimiento tecnológico que
se produce en relación con la investigación básica y aplicada, el
Estado es el principal financiador de la investigación y una alta
proporción de los investigadores trabaja en las universidades
(Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la
Sociedad, 2018).

En Venezuela, al igual que en otros países latinoamericanos,


por más de treinta años se asociaron la ciencia y la tecnología
en un organismo estatal de formulación y gestión de políticas
que dio como resultado el fortalecimiento de la capacidad
científica, sin igual énfasis en la tecnología ni coordinación
alguna con la política industrial (Ávalos, 1999). La intención
programática oficial, para reconocer la importancia de la
innovación a comienzos del siglo XXI, se diluyó a medida que
avanzó el deterioro de la situación política del país,
especialmente a partir de 2003.

Actualmente Venezuela tiene un rezago enorme con respecto a


los demás países de América Latina, donde al desarrollo
económico ahora se añade la inclusión social y la sostenibilidad
ambiental como objetivos explícitos de los sistemas nacionales
de innovación (Dutrénit y Sutz, 2013; Ernes, Suárez y Barletta,
2020). Le corresponde al país articular una red de agentes
nacionales y contrapartes internacionales para la innovación y
activar una dinámica de generación de conocimientos que
integre a los venezolanos de la diáspora.

La innovación debería ser una nueva función de las


universidades, en particular de las universidades públicas,
como lo han hecho universidades públicas y privadas en los
países desarrollados y muchos países asiáticos (Yusuf y
Nabeshima, 2007). Por ser la innovación un proceso sistémico,
la incorporación de las universidades requiere la
reconfiguración de estas organizaciones para favorecer la
innovación en el doble sentido de adoptar nuevas prácticas
institucionales y participar en el sistema nacional, local o
regional de innovación.

Las universidades públicas que tienen la función de


investigación, aún con la precariedad de sus condiciones
actuales, pueden producir una variedad de resultados capaces
de convertirse en innovaciones con el acompañamiento
adecuado. La conversión de resultados en soluciones integra no
solamente a distintos actores sociales sino también a distintas
disciplinas, y favorece enfoques multidisciplinarios,
interdisciplinarios y multisectoriales.

La explotación de las potencialidades universitarias requiere


identificar, clasificar y organizar las fortalezas para investigar y
aportar soluciones, los sistemas de información para captar,
catalogar y compartir los conocimientos, facilitando la
visibilidad interna y externa de sus fortalezas, un mecanismo
eficaz y eficiente para su promoción entre los potenciales
usuarios y herramientas ágiles para la interacción. El principal
instrumento operativo de interrelación de las universidades,
tanto a lo interno como hacia la sociedad, es la recopilación de
su oferta tecnológica, entendida como el mapa de los
conocimientos de los distintos grupos que llevan a cabo
actividades de I+D así como los métodos y las técnicas de
relevancia social que cada institución puede ofrecer.

Este es el punto de partida para organizar relaciones que


pueden llevar a acuerdos con empresas para transferencia
tecnológica, proyectos conjuntos de I+D+i, pasantías,
intercambio y formación de personal, licencias de patentes y
otras formas de propiedad intelectual, creación de empresas,
jornadas y otros eventos. En este camino hay universidades
más avanzadas que otras.

Dos temas han ganado relevancia en los últimos años y no han


tenido en Venezuela la resonancia que merecen. Por un lado, la
innovación social puede solucionar problemas o crear valor
para la sociedad, en un mundo con países muy pobres y grandes
bolsones de pobreza en los países ricos. Diversas organizaciones
no gubernamentales se han dedicado con éxito a proyectos de
este tipo. Por otro lado, se ha reconocido que, si bien no hay
innovación sin conocimiento, hay innovación sin ciencia en
campos como la música, la literatura y el arte en general, los
programas de computación, el diseño y otras actividades que se
han agrupado bajo el nombre de «economía naranja» o
«economía creativa». Esta ocupa cada vez mayor espacio
económico en toda América Latina, aunque en Venezuela
apenas si se menciona. Hay campo para ella en todas las
universidades.

El futuro está en germen en Venezuela, aún en medio de las


mayores dificultades. Ya hay empresas, institutos de
investigación de universidades y organizaciones no
gubernamentales que siguen las grandes líneas descritas. La
formulación de una política pública con visión de futuro
allanaría el camino para coordinar los esfuerzos del país hacia
la innovación, mediante procesos de participación, cooperación
y negociación que incorporen la potencialidad de la diáspora.

Referencias

 Ávalos, I. (1999): «Breve crónica de un cambio


anunciado». Espacios. Vol. 20. No. 2.
https://www.revistaespacios.com/a99v20n02/50992002.html
 Dutrénit, G. y Sutz, J. (eds.) (2013): Sistemas de innovación para
un desarrollo inclusivo: las experiencias latinoamericanas. México:
Foro Consultivo Científico y Tecnológico A. C. y Latin
America’s Knowledge Systems, Innovation and Capacity
Building Research Network (LALICS).
https://www.lalics.org/wordpress/wp-content/uploads/201
4/12/Dutrenit-Sutz-Sistemas-de-innovacion.pdf
 Ernes, A., Suárez, D. Barletta, F. (comps.) (2020): Teoría de la
innovación: evolución, tendencias y desafíos. Herramientas
conceptuales para la enseñanza y el aprendizaje. Buenos Aires:
Universidad Nacional de General Sarmiento y Ediciones
Complutense.
 Fernández, I., Castro, E., Conesa, F. y Gutiérrez, E. (2000): «Las
relaciones universidad-empresa: entre la transferencia
tecnológica y el aprendizaje regional». Espacios. Vol. 2. No. 21:
127-147.
 Mazzucato, M. y Penna, C. (2016): The Brazilian innovation
system: a mission-oriented policy proposal. Brasilia: Centro de
Gestāo e Estudos Estratégicos.
 Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la
Sociedad (2018): Las universidades, pilares de la ciencia y la
tecnología en América Latina. Buenos Aires: Organización de
Estados Iberoamericanos.
http://www.revistacts.net/files/Portafolio/CRES2018.pdf
 Yusuf, S. y Nabeshima, K. (eds.). (2007): Cómo promueven las
universidades el crecimiento económico. Bogotá: Banco Mundial.

Nydia Ruiz, investigadora jubilada activa del Área de


Desarrollo Científico y Tecnológico del Centro de Estudios del
Desarrollo (CENDES) de la Universidad Central de Venezuela
(UCV). Coordinadora del proyecto de Gestión del Conocimiento
del Instituto de Medicina Tropical de la UCV. Integrante
de Acuerdo Social, asociación civil dedicada a la elaboración
de propuestas de políticas públicas para Venezuela /
acuerdosocialvenezuela@gmail.com. Twitter: @nydiaruiz

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