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Juan ("Jehová es un dador de gracia") es un Evangelio único

en su gloria majestuosa. Aquí el Señor Jesús es manifestado


como el mismo Creador, el eterno, el unigénito Hijo de Dios,
enviado del Padre para revelar plenamente Su gloria. Esto es
mucho más que autoridad, servicio o gracia, pero es la luz y el
amor del eterno Dios. Él es aquí el Objeto de nuestro culto y
adoración.
El Evangelio, por lo tanto, no es sinóptico (es decir,
proporcionando una vista general de la vida y de las obras del
Señor en la tierra), como son los otros tres, sino que presta
especial atención a Su persona y a Sus palabras, como
atestiguadas incluso por Sus enemigos: "¡Jamás hombre
alguno ha hablado como este hombre!" (cap. 7: 46).
Los milagros y parábolas aquí registrados también
proporcionan un más claro testimonio a Su divina gloria
personal. Es aquí donde encontramos aquellas palabras
pronunciadas por Sus labios, "Antes que Abraham fuese, yo
soy" (cap. 8: 58). Y los siete "Yo soy" del Evangelio de Juan
son bien conocidos.
La calmada, noble dignidad del registro de Su crucifixión con
seguridad atrae, también, nuestra absorta atención; porque
aquí se ve el carácter de holocausto de Su servicio, todas sus
palabras como holocausto de olor grato para Dios - el
sacrificio ofrecido predominantemente para la gloria de Dios.
La dulce sencillez del libro le confiere un poder de atracción
para el menos inteligente; y sin embargo, sus profundidades
más ocultas de significado han despertado la sincera
admiración de los más profundos eruditos.

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