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LA LUZ DE

Jovellanos
LA LUZ DE

Jovellanos
exposición conmemorativa del bicentenario
de la muerte de gaspar melchor de jovellanos (1811-2011)
gijón, del 15 de abril al 4 de septiembre de 2011
centro cultural cajastur palacio revillagigedo
museo casa natal de jovellanos
exposición catálogo
Organizan Dirección creativa Editan
Ayuntamiento de Gijón Javier Rosselló Ayuntamiento de Gijón
Cajastur Diseño museográfico Cajastur
Acción Cultural Española (AC/E) Javier Revillo Acción Cultural Española (AC/E)
Comisariado Universidad de Oviedo. Instituto Feijoo
Diseño gráfico de Estudios del Siglo XVIII (IFES XVIII)
Universidad de Oviedo. Instituto Santiago Carballal
Feijoo de Estudios del Siglo XVIII Coordinación general
(IFES XVIII) Montaje Joaquín Ocampo Suárez-Valdés
Intervento
Comisarios Exmoarte Coordinación editorial
Elena de Lorenzo Álvarez DePeapa Alma Guerra
Joaquín Ocampo Suárez-Valdés Fotografías
Álvaro Ruiz de la Peña Solar Gráfica
Think diseño, Pablo Linés
Equipo científico comunicación & + Mara Herrero
Manuel Álvarez Valdés y Valdés Rafael Rodríguez Puente
Ramón Alvargonzález Rodríguez Transporte Luis M. Rodríguez Terente
Mª Ángeles Faya Díaz Mapa Sebastia Roig Miralles
Ignacio Fernández Sarasola SIT Imagen M.A.S.
Marta Friera Álvarez Seguros Archivo Oronoz
Noelia García Díaz STAI y los departamentos fotográficos de las
Adolfo García Martínez AXA Art instituciones citadas en cada caso.
Mª Dolores Mateos Dorado Diseño gráfico
Registro
Jorge Ordaz Gargallo Santiago Carballal
Isabel Alonso
Silverio Sánchez Corredera
Ana Santaclara Fotomecánica
Inmaculada Urzainqui Miqueleiz
Afanias
Coordinación técnica
Marcelo Sartori Impresión
Manuel Mortari Gráficas Rigel

Los editores han hecho todo lo posible para identificar a los propietarios de los derechos intelectuales de las
reproducciones recogidas en este catálogo. Se piden disculpas por cualquier posible error u omisión, que quedará
automáticamente subsanado en siguientes reediciones.

© de la presente edición: Sociedad Estatal de Acción Cultural.


© de los textos: sus autores. © de las piezas: sus propietarios. © MNAC – Museu Nacional d’Art de Catalunya. Barcelona.
Fotógrafos: Calveras/Mérida/Sagristà. © Museo Nacional Colegio de San Gregorio. © Patrimonio Nacional.
© Reproducción, Real Academia de la Historia. © RJB-CSIC

Este libro ha sido impreso en papel que utiliza blanqueantes libres de Cloro (E.C.F.)

D.L.: AS-1.942-2011
ISBN: 978-84-15272-02-1

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Se desea expresar agradecimiento a las siguientes de Ciencias Naturales. CSIC, Madrid / Museo Nacional del
instituciones y personas que, con sus préstamos, han Prado, Madrid / Museo Naval de Madrid /Parroquia de Santa
contribuido a esta exposición: Marina de Puerto de Vega. Navia. Asturias / Patrimonio
Histórico Universidad Complutense de Madrid. Museo de
Archivo del Congreso de los Diputados, Madrid / Archivo Astronomía y Geodesia / Patrimonio Nacional, Madrid/ Real
Histórico de Asturias, Oviedo / Archivo Histórico Diocesano Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid / Real
de Oviedo / Archivo Histórico Municipal de Carreño / Academia de la Historia, Madrid / Real Instituto de Estudios
Archivo Jesuitas, Alcalá de Henares / Archivo Municipal Asturianos, Oviedo / Real Jardín Botánico. Consejo Superior
de Gijón / Autoridad Portuaria de Gijón / Ayuntamiento de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid / Sastrería
de Avilés. Archivo Municipal / Ayuntamiento de Castropol / Cornejo, Madrid / Sociedad Estatal Correos y Telégrafos.
Biblioteca Capitular de Sevilla / Biblioteca de Asturias Museo Postal y Telegráfico, Madrid / Universidad de Oviedo
Ramón Pérez de Ayala, Oviedo / Biblioteca de la Universidad / Universidad de Salamanca. Biblioteca General Histórica
de Oviedo / Biblioteca Histórica. Universidad Complutense
de Madrid / Biblioteca Nacional de España, Madrid / Alfonso Armada y Comyn, marqués de Santa Cruz
Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón / Cajastur, Gijón / de Rivadulla
Calcografía Nacional, Real Academia de Bellas Artes de San Alfonso Cienfuegos Jovellanos Ortega
Fernando, Madrid / Centro de Recepción e Interpretación Antonio Fraguas, Forges
del Parque Natural de Somiedo. Asturias / Colección Juan Antonio Pérez Simón
Agustinas Recoletas, Gijón / Colección Ateneo Jovellanos /
Colección Banesto / Colección Casa Valdés. Camposorio / Y a todos aquellos colaboradores sin los cuales este proyecto
Colección del Congreso de los Diputados, Madrid / no habría sido posible:
Colección Duquesa de Alba / Colección Grupo DC / Museo
Nacional Colegio de San Gregorio, Valladolid / Diario Manuel Álvarez-Valdés y Valdés
El Comercio, Gijón / Ministerio de Cultura: Archivo General María Bernaldo de Quirós
de la Administración. Archivo General de Simancas. Archivo Borja Bordiú Cienfuegos-Jovellanos
Histórico Nacional. Centro Documental Memoria Histórica. Enrique Bordiú Cienfuegos-Jovellanos
Sección Nobleza del AHN / Ministerio de Defensa: Archivo Gaspar Cienfuegos Jovellanos
Cartográfico y de Estudios Geográficos del Centro Nicanor Fernández Fernández
Geográfico del Ejército. Archivo General de la Marina José Fernando Fernández Blanco
«Álvaro de Bazán». Biblioteca Naval de Ferrol, Delegación José María Flórez Cienfuegos Jovellanos
del Instituto de Historia y Cultura Naval/ Fábrica Nacional Luis García Montero
de Moneda y Timbre. Museo Casa de la Moneda, Madrid / José Manuel Guerrero Acosta
Filmoteca Española, Madrid / Fundación Alvargonzález, Ignacio Herrero Álvarez
Gijón / Fundación Lázaro Galdiano. Museo, Madrid / Agustín Hevia Vallina
Fundación Museo Evaristo Valle, Gijón / Fundación Joaquín López Álvarez
Universitaria Española. Biblioteca. Archivo Campomanes, Emilio Marcos Vallaure
Madrid / Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII, Oviedo Carmen Pérez Gutiérrez
/ Jardín Botánico Atlántico, Gijón / Junta General del Javier Rodríguez Gutiérrez
Principado de Asturias, Oviedo / MAE. Centre de Ramón Rodríguez Gutiérrez
documentació i museo de les arts esceniques de l’Institut Ignacio Ruiz de la Peña Solar
del Teatre, Barcelona / Museo Casa Natal de Jovellanos, Gijón Pedro de Silva Cienfuegos-Jovellanos
/ Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo / Museo de Micaela Valdés Ozores
Geología. Universidad de Oviedo / Museo de la Iglesia, Josefina Velasco Rozado
Oviedo / Museo del Ejército, Toledo / Museo del Pueblo de Mª Jesús Villaverde Amieva
Asturias. Ayuntamiento de Gijón / Museo del Traje, CIPE, Fundación Hidrocantábrico
Madrid / Museo Marítimo de Asturias, Luanco / Museo Fundación Cristina Masaveu Peterson
Nacional de Artes Decorativas, Madrid / Museo Nacional Servando Fernández Menéndez

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ayuntamiento
de gijón

Alcaldesa
Paz Fernández Felgueroso

Concejal de Educación y Cultura


Justo Vilabrille Linares

Directora de la Fundación
Municipal de Cultura, Educación
y Universidad Popular
Pilar González Lafita

Directora del Museo


Casa Natal de Jovellanos
Lucía Peláez Tremols

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No necesita Jovellanos, al menos en su «patria» gijonesa, cumplir aniversarios para que su vida, sus obras,
sus ideas, sus propuestas y compromisos de acción, toda su herencia intelectual y moral, vengan y vayan
en movimiento perpetuo. Siempre está presente. No hay mes ni semana sin una actividad que le recuerde.
No hay día en el que no sea citado o evocado.
Hay algo de entrega devocional en la insistencia de su villa hacia quien, por su singular biografía y per-
fil ético, y también por la benéfica y duradera influencia que tuvo en multitud de aspectos vitales para el
desarrollo del «llugarín» en el que nació, está envuelto en una aureola de santidad. Pero no habría fuerza
afectiva, ni sentimiento de deuda, ni pasión localista, por ardientes que fuesen, capaces de hacer posible
tanta y tan permanente profusión de convocatorias, de estudios, de publicaciones, de referencias, de inicia-
tivas de todo tipo, si tras ello no existiesen una personalidad y un fecundo legado de rara amplitud y hon-
dura, que además se mantiene hoy, en muchos aspectos, todavía vigente.
Gaspar Melchor de Jovellanos representa lo mejor, lo más sano y lúcido de la Ilustración en versión
española. Su curiosidad, conocimientos y escritos abarcaron todo tipo de asuntos, como bien reflejan las
9.400 páginas que, a falta aún de tres tomos, llevamos publicadas en la edición crítica de sus obras com-
pletas. Absorbió las ideas europeas de su tiempo y trató de llevarlas a la realidad de España con ambición
modernizadora, aunque manteniendo al mismo tiempo tradiciones y viejas lealtades nacionales y emocio-
nales. Fue, en fin, un prudente, antidogmático y valioso impulsor de la razón y de las luces, del «atrévete a
saber». Y antepuso siempre los intereses del país y de sus gentes y el sentido del deber a cualquier conve-
niencia personal, lo que le ocasionó grandes y muy injustas penalidades que sobrellevó con admirable dig-
nidad y sin ápice de rencor.
Forzando las analogías entre su tiempo y el nuestro, podríamos decir que Jovellanos anticipó un con-
cepto afín a lo que hoy denominamos «glocalización»: pensar globalmente y actuar localmente. Las ideas
que importó del norte, pacientemente contrastadas con el riguroso estudio de la realidad propia y filtra-
das por sus convicciones, no acabaron solo en informes. En Gijón y en Asturias se encarnaron en realiza-
ciones visibles y en programas de trabajo que fueron durante décadas sólidas columnas de apoyo y guía de
futuro, y cuya inspiradora ejemplaridad ni siquiera hoy está agotada.
Este aspecto de la «luz» de Jovellanos, que concilia la visión abierta al mundo con la política de cerca-
nías, proyectando aquélla en ésta y usando lo próximo como banco de pruebas de las grandes ideas, es el
eje de la exposición conmemorativa del personaje doscientos años después de su desaparición. Una opor-
tunidad excepcional para conocer y entender mejor al mejor Jovellanos.

Paz Fernández Felgueroso


alcaldesa de gijón

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cajastur

Presidente
Manuel Menéndez

Director General
Felipe Fernández

Director Relaciones Institucionales y


Asuntos Sociales
César Menéndez

Director Obra Social y Cultural


José Vega

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En el marco de las actividades organizadas en este año jovellanista, en el que se conmemora el bicentenario
del fallecimiento del ilustre pensador gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos, Cajastur —en colaboración con
Acción Cultural Española (AC/E), el Ayuntamiento de Gijón y la Universidad de Oviedo— refuerza su
compromiso con la difusión del legado del ilustrado.
En anteriores ocasiones, este empeño divulgativo se concretó con la publicación de distintos mono-
gráficos sobre la vida y obra de Jovellanos a cargo de expertos como los profesores José Manuel Caso Gon-
zález o Jesús Menéndez Peláez.
Cajastur también colaboró con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en una exposición que
en torno a Jovellanos se desarrolló en la sede de la Calcografía Nacional, en Madrid, en el año 1994.
En esta ocasión, Cajastur contribuye a la organización de la exposición La luz de Jovellanos que tendrá
lugar en el Centro Cultural Cajastur Palacio Revillagigedo y en la edición de su catálogo, dos piezas que se
complementan para ofrecer al público una visión más completa de la figura de Jovellanos.
La muestra recoge los compromisos vitales y el proyecto intelectual del ilustrado asturiano, que se
explican a través de cuatrocientas piezas representativas del entorno familiar e intelectual, de su magistra-
tura y experiencia política, del Gijón del siglo XVIII, de la universidad o la economía.
La exposición se divide en dos grandes áreas temáticas: la primera muestra la figura de Jovellanos y su
entorno; y la segunda enseña la Asturias del siglo XVIII, la que era y en la que quería transformarse. Pre-
tende trasladar los aspectos necesarios para completar y comprender el perfil de Jovellanos en una época
clave para el devenir de los estados europeos, la formación de sus conciencias ciudadanas y el desarrollo
de las economías y las políticas modernas.
Esta exposición es fruto de la colaboración de numerosas entidades. Las piezas que se exhiben proce-
den de unas cien instituciones, entre las que se cuentan archivos y bibliotecas nacionales, ayuntamientos,
bancos, fundaciones, academias, museos y colecciones particulares.
Cajastur quiere, por un lado, agradecer la aportación de todas ellas en esta muestra, que refleja las vir-
tudes humanas e intelectuales de Jovellanos y su recorrido vital y político; y por otro, invitar a todo el
público a participar y disfrutar de la exposición y del completo programa que la Comisión Conmemora-
tiva del Bicentenario ha aprobado para todo este año jovellanista.

Manuel Menéndez
presidente de cajastur

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acción cultural
española

Presidenta
Charo Otegui Pascual

Directora de Proyectos
y Coordinación
Pilar Gómez Gutiérrez

Gerente
Concha Toquero Plaza

Director Económico-Financiero
Carmelo García Ollauri

Directora de Comunicación
Nieves Goicoechea González

Director de Relaciones Institucionales


Ignacio Ollero Borrero

Directora de Producción
Cecilia Pereira Marimón

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El proceso que abordaron los pueblos occidentales desde finales del siglo XVI hasta comienzos del XIX
conducentes a transformar el fragmentarismo de los centros de poder de la Edad Media y la sociedad esta-
mental en estados modernos tuvo circunstancias específicas en la España borbónica, entre los reinados de
los reyes Felipe V y Carlos IV. La formación de una elite ilustrada a partir de la consolidación de la bur-
guesía impulsará la incorporación en la práctica del ideal liberal apoyado sobre nuevos conceptos acerca
de los poderes estatales, la titularidad de la soberanía y el modo en que han de vincularse el rey y los súb-
ditos, convertidos éstos progresivamente en ciudadanos en virtud de la juridificación de tales relaciones.
En este contexto, la figura de Gaspar Melchor de Jovellanos resulta crucial por la valía y la significa-
ción de su aporte al acervo jurídico y político en materia económica y social. La exposición La luz de Jove-
llanos refleja por un lado el papel de este destacado intelectual en el agitado periodo de gestación del
Estado moderno, en un contexto de reformulación de las relaciones de poder sobre conceptos tan asumi-
dos hoy como los derechos inalienables y fundamentales de libertad, igualdad y justicia. Por otro lado, la
muestra recupera la figura del jurista y político en el bicentenario de su fallecimiento, así como su esfuerzo
por hacer de España un país en el que las instituciones no constituyeran un obstáculo para la moderniza-
ción política, económica y social. En sus Cartas del viaje de Asturias: cartas a Ponz, propuso un completo
programa de reformas en los diversos sectores económicos y, a lo largo de su extensa obra, defendió el ideal
ilustrado de felicidad común; una felicidad entendida como la consecución de las condiciones mínimas de
bienestar material para los ciudadanos y cuya responsabilidad recaía sobre el Estado. Fue un tiempo en el
que se quisieron frenar privilegios seculares y contrarrestar las enormes diferencias sociales que impedían
la cohesión y el progreso. Pero además, Jovellanos participó, aunque involuntariamente, en el asenta-
miento de las bases del estado liberal en España, manifestado a través de la constitución promulgada por
las Cortes de Cádiz en 1812, cuya consolidación en el caso español resultaría inconstante y larga.
Con la organización de esta muestra, acción cultural española contribuye una vez más a la con-
textualización, a través de sus protagonistas, de un periodo clave de nuestra historia: el nacimiento hace
dos siglos del constitucionalismo en España. Unos años en los que se fijaron, no siempre de modo pací-
fico, las bases del Estado social democrático de derecho que hoy es.
Queremos agradecer al Ayuntamiento de Gijón y a Cajastur su participación en la coorganización de la
muestra y la profesionalidad de sus equipos. Asimismo, felicitamos al Instituto Feijoo de Estudios del Siglo
XVIII por su colaboración y compromiso. Nuestra enhorabuena por su trabajo a los comisarios Álvaro Ruiz
de la Peña, Joaquín Ocampo-Suárez-Valdés y Elena de Lorenzo Álvarez, así como a todas aquellas personas
que con su dedicación han hecho posible esta muestra.

Charo Otegui
presidenta de acción cultural española
ac/e

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universidad
de oviedo

Rector
Vicente Gotor Santamaría

Director del Instituto Feijoo


de Estudios del Siglo XVIII
Álvaro Ruiz de la Peña Solar

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Luego las que llamamos fuentes de la riqueza pública no son otra cosa que el arte de aplicar el
trabajo de una nación al producto de su riqueza. Y bien, ¿qué hará una nación para adquirir
esta pericia y para perfeccionar el arte de aplicar sus capitales y sus brazos a la producción de
la riqueza? Instruirse en los conocimientos conducentes a esta perfección. Luego la principal
fuente de la prosperidad pública se debe buscar en la instrucción.
Jovellanos, Introducción a un discurso sobre la Economía civil y la instrucción pública, 1796

Sería difícil explicar con menos palabras y de forma tan clara y precisa uno de los conceptos más debati-
dos en la sociedad actual, el relativo a la productividad del trabajo como variable determinante de la com-
petitividad de las economías y del crecimiento económico moderno. Como si no hubiese pasado el tiempo,
como si Jovellanos siguiese entre nosotros, el gran ilustrado nos advierte sobre los mismos principios que
hoy hacen suyos los organismos económicos internacionales: el capital humano alcanzado a través de la
educación y aplicado a las actividades productivas constituye la palanca de la riqueza de las naciones.
Pero Jovellanos, además de abrir el debate, fue capaz de llevarlo a la realidad asturiana y española de
su tiempo. La concesión de becas a estudiantes de la región para trasladarse a centros europeos punteros
en minería e ingeniería o la creación del Real Instituto Asturianos de Náutica Mineralogía son la mejor
prueba de coherencia y compromiso entre sus palabras y su quehacer intelectual. Como hombre de las
luces, Jovellanos se hallaba firmemente convencido de que el progreso material o, como entonces se decía,
la felicidad pública sólo tenía un camino: el de unas instituciones públicas y privadas capaces de promover
las «ciencias útiles», la I + D, las tecnologías aplicadas a la industria. Un camino que debería de empezar
por la escuela y acabar en la Universidad. Pero un camino que exigía establecer prioridades, disponer de
medios financieros, de buena gobernanza. Para ello había que romper con el tradicionalismo, con la
rutina, con las verdades consagradas pero no contrastadas.
Su amado Real Instituto para formar buenos ingenieros mineros y buenos pilotos fue sólo una de las
muchas tareas que absorbieron su vida. Como es sabido, su voluntad de reformar y modernizar su patria
se desplegará en otros ámbitos y escenarios: minas, carreteras, agricultura... Pero hemos preferido retener
el mensaje con el que se iniciaba este texto porque quizá condense como ningún otro la vigencia y actua-
lidad de un hombre capaz de elevarse por encima de sus contemporáneos a la hora de identificar los retos
a los que debería de enfrentarse su país: libertad, luces y auxilios, es decir, buenas instituciones y gobierno,
inversiones y, sobre todo, ciencia. Doscientos años después, la luz de Jovellanos sigue siendo un faro para
Asturias y para España.

Vicente Gotor Santamaría


rector de la universidad de oviedo

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La luz de Jovellanos

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La luz de la Ilustración no tiene un movimiento tan rápido como el del sol; pero, una vez ha rayado
sobre algún hemisferio, se difunde, aunque lentamente, hasta llenar los más lejanos horizontes; y, o
yo conozco mal mi nación, o este fenómeno va apareciendo en ella
Jovellanos, 1777

Enlightenment, Illuminismo, Aufklärung, Lumières, Luzes, Ilustración..., las luces recorren la Europa del siglo XVIII y
la conciencia de asistir a un tiempo de cambios transcendentes obliga a renovar los diccionarios de las naciones para
dar entrada a nuevos registros léxicos con la luz como protagonista.
Las luces, la luz de la razón frente a las tinieblas del dogmatismo y de la superstición; las de la libertad frente a
las de la tiranía; las de la ciudadanía frente a las del vasallaje; las de la soberanía popular frente al absolutismo; las
de la modernidad frente a la tradición; las luces de la secularización de la ciencia. En todos los estados de Europa
germina la misma convicción de que la razón, abriéndose camino a través de la educación, expresándose en la opi-
nión pública, consagrándose en las ciencias «útiles» o aplicadas, hará posible que el Antiguo Régimen se debilite
ante la entrada de las fuerzas del progreso y de la felicidad pública.
Las luces, además de conformar un ideario y una utopía internacionales, se construyen también como un pro-
grama interdisciplinar que abrazaba las artes y las letras, la filosofía moral y natural, el derecho, la economía, las
ciencias discursivas y las experimentales..., siempre con la misma vocación de «iluminar» el camino hacia un futuro
que se percibía como próximo e inevitable.
Las luces no surgen por generación espontánea, sino que representan la culminación del lento y tortuoso pro-
ceso histórico de la construcción de la autonomía individual y colectiva. A lo largo de los tiempos modernos, la afir-
mación de la burguesía y del capitalismo mercantil frente a la aristocracia de la tierra, de los valores urbanos frente
a los de la sociedad agraria tradicional, del comercio y de la industria como fuentes alternativas de riqueza frente a
los campos, de la monarquía autoritaria y secular frente a los particularismos señoriales, irán derribando los
cimientos del orden medieval. Sobre las bases del capitalismo mercantil se sentarán las del capitalismo industrial.
La máquina de vapor, el carbón mineral, el ferrocarril y la fábrica irán alumbrando un orden social y productivo
incompatibles con el marco institucional del pasado. La nueva economía exige nuevas reglas de juego. A imagen del
orden físico que rige y regula el equilibrio del mundo mecánico newtoniano, Adam Smith proclamará el orden
natural del mercado: la «mano invisible» del interés particular, al actuar libremente, hará posible el crecimiento eco-
nómico destruyendo a su paso los obstáculos al progreso: gremios, diezmos y derechos señoriales, amortización
civil y eclesiástica, privilegios estamentales, monopolios...
Los caminos que llevan a las luces no serán rectos ni uniformes. En función de la correlación de fuerzas presen-
tes y de las resistencias que se les oponen, se bifurcarán en reformas o revoluciones. En el primer caso, el propio de
las sociedades y estados con mayor nivel de atraso económico, con escaso desarrollo urbano y fabril, y con una
mediocre presencia burguesa, el Estado era herramienta ineludible: el absolutismo ilustrado representará el último
esfuerzo de adaptación del Antiguo Régimen a la urgencia de las transformaciones. Era lo que demandaba Jovella-
nos al reclamar, junto a la libertad y las luces, los auxilios.
En la España de Carlos III, el reconocimiento de la urgencia de los cambios, la conciencia de que el desarrollo
económico y social se mostraba incompatible con las restricciones heredadas, alumbrará un ambicioso programa
reformista. En la agenda política los proyectos modernizadores recorren todos los ámbitos de la vida pública, todos
los sectores de actividad, todos los escenarios de sociabilidad: desde las escuelas a la universidad, desde la agricul-

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tura a las manufacturas, desde las artes a las letras, pasando por la propia administración o la política exterior. Fue,
bajo Carlos III, cuando Jovellanos definió la «ciencia del gobierno» como aquella que habría de contribuir a «gober-
nar a los hombres y hacerlos felices». Felices, añadiría, no en sentido moral sino material: a romper las cadenas de
la pobreza asociada a la injusta distribución de la riqueza.
Pero el camino de las reformas no estaba expedito. Cualquier cambio que amenazase con lesionar intereses
adquiridos o con alterar la correlación de fuerzas e intereses sociales consagrados, encontraría resistencias. Al
abrirse el reinado de Carlos IV bajo los ecos de la revolución francesa, los márgenes para la reforma se irán dilu-
yendo. Jovellanos pertenece a la llamada generación de la «Ilustración tardía», aquélla sobre cuyas espaldas recayó
la imposible tarea de conciliar Ilustración y Revolución. Las persecuciones de la Inquisición y su posterior encarce-
lamiento entre 1801 y 1808, tras su fugaz ministerio, expresan elocuentemente, como lo harán los Caprichos de
Goya, el signo de los tiempos: los de una sociedad que no estaba a la altura de los retos planteados por aquellas
voluntariosas minorías que militaban en las filas del progreso.
Desde Asturias, en el velado «destierro» gijonés con que se le pretendía alejar de la corte, Jovellanos nos enseñó
que el ejercicio de las luces no requería de otras armas y condición que el «patriotismo», entendido como compro-
miso cívico con la causa de la razón, la libertad y el progreso material de los pueblos. Por lo mismo, desde una Astu-
rias que por su aislamiento y pobreza era conocida como la «Siberia del norte», pudo diseñar un generoso
programa de reformas al servicio de la modernización de España y de la región. También en Gijón redactaría la que
será su obra más conocida, la que le procurará el reconocimiento europeo en tanto texto más representativo de la
Ilustración española, el Informe de ley agraria. Los principios en él defendidos, causa de sus desgracias y persecu-
ciones, volverán al primer plano cuando los diputados reunidos en las Cortes de Cádiz lo conviertan en uno de los
pilares del nuevo orden liberal.
La luz de Jovellanos recorre todas las salas e ilumina y da coherencia a una trayectoria biográfica inseparable de
su compromiso ético con la construcción de una sociedad en la que el Estado y sus instrumentos estuviesen al ser-
vicio de un progreso únicamente aceptable en términos de felicidad pública. Al diseñar el espacio y el discurso expo-
sitivos, se ha tratado de objetivar las claves y coordenadas que permitan al espectador reconstruir y contextualizar
aquella coherencia que preside la vida de Jovellanos.
Las primeras salas están dedicadas a repasar el entorno de Jovellanos. A las relaciones de afectividad proporcio-
nadas por el núcleo familiar, se irán sumando las redes de lealtad, consejo y valimiento sentimental tejidas por la
amistad. Estos círculos se amplían en el tiempo, en la misma medida en que lo haga su geografía biográfica y pro-
fesional: en Sevilla, en Madrid, en las tertulias y en las academias, en los despachos oficiales y en sus viajes institu-
cionales, los contactos se ensanchan y generan nuevos espacios de confianza, patronazgo y confidencialidad.
Buena parte de aquel entorno público se desarrolla como una prolongación de su condición de jurista y polí-
tico, condición que servirá como motivo para guiar al espectador en un recorrido por los diversos empleos, tanto
judiciales como gubernativos, desempeñados por el ilustrado gijonés. Formado en la carrera de Leyes, sus prime-
ros encargos fueron en calidad de juez, primero en Sevilla y más tarde en Madrid. Poco después sería elegido como
miembro del Consejo de Órdenes Militares, hasta que, en 1797, Godoy lo designó primero embajador en Rusia y,
apenas unos meses más tarde, Ministro de Gracia y Justicia. En todos estos puestos, Jovellanos intentó llevar a cabo
reformas no siempre alcanzadas, bien por la brevedad de sus cargos, bien por la oposición de las anquilosadas ins-
tituciones del Antiguo Régimen. Sin embargo, Jovellanos cobraría un nuevo protagonismo político a partir de la
guerra de la independencia. Tentado por José Bonaparte para ser su Ministro de Gracia y Justicia, Jovellanos declinó

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la invitación, para sumarse a la causa de los opositores a la invasión francesa. En 1808, se incorporó a la Junta Cen-
tral, órgano de gobierno del reino en ausencia de Fernando VII, y desde allí adoptó providencias esenciales tanto
para la defensa del reino como para la convocatoria del primer parlamento moderno español: las Cortes de Cádiz.
Otros dos espacios contribuyen a afirmar el perfil vital de Jovellanos. Por un lado, el de Gijón, la villa como refe-
rente vital y como objeto de sus desvelos; como centro de atención de sus innovadores proyectos urbanísticos; como
sede del Real Instituto de Náutica y Mineralogía; como cabecera de una red de infraestructuras terrestres que la uni-
rían a las cuencas mineras y a Castilla; como futuro puerto carbonero e industrial de Asturias; como laboratorio de
lo que una ciudad ilustrada podía ser. Y dentro de la villa, la casa familiar, y en ésta el gabinete, recrea el espacio inte-
lectual de Jovellanos, los confortables ámbitos propios de un hombre de letras que el ocio ilustrado y la nueva socia-
bilidad requieren: luminosos, ventilados y empapelados, cuentan con agradable chimenea y cómodas alfombras,
amplios estantes que acogen una nutrida biblioteca, diverso mobiliario de escritorio, abundantes sillas y taburetes,
mesa de juegos, pequeños cuadros de gabinete y grandes retratos familiares. Aquí se escribe, se despacha correspon-
dencia, se lee y se estudia, pues el ocio ilustrado es un ocio necesariamente útil. Pero los cuartos no permanecen siem-
pre silenciosos; al caer la tarde, estas estancias acogen animadas tertulias donde, libres igualmente del ritual cortesano
de los salones que del monotemático interés de las academias, los de la tertulia comentan la prensa, los asuntos del
Instituto y el Ayuntamiento, novedades literarias y científicas o los avatares políticos que llegan con el correo o leen
en la prensa; siempre pertrechados de naipes, refrescos, café o chocolate y rapé.
Como es sabido, Jovellanos dedicó a Asturias buena parte de sus afanes y de su obra escrita. Por lo mismo, la
exposición consagra un amplio esfuerzo a la reconstrucción de aquellos escenarios —sociedad, economía, mundo
rural, instituciones, ciencia y cultura...— en que el ilustrado consideraba necesario intervenir. El escenario, en pri-
mer lugar, de una sociedad profundamente desigual, en la que monasterios, iglesias y mayorazgos, como denun-
ciara Jovellanos, concentraban la mayor parte de la riqueza, y en la que faltaban capitales e iniciativas dispuestos a
la inversión industrial. La pobreza rural, la marginalidad representada por los «vaqueiros de alzada» o la emigra-
ción crónica son aspectos que no pasaron inadvertidos a su pluma. En segundo lugar, y al analizar la economía astu-
riana, Jovellanos centrará las esperanzas de progreso regional en las posibilidades abiertas por el carbón mineral, el
Musel, los altos hornos de Trubia y la carretera carbonera. Las instituciones asturianas del Antiguo Régimen orien-
taban sus funciones más a reproducir el orden social y político establecido que a la causa de las reformas. Un caso
bien representativo de aquel tradicionalismo institucional fue el de la Universidad de Oviedo: a su función al servi-
cio de la reproducción de las élites, Jovellanos opondrá el Real Instituto de Náutica y Mineralogía, como heraldo de
una enseñanza abierta y científica orientada al crecimiento económico. En ese mismo terreno, la exposición nos
devuelve a la memoria el esfuerzo del reducido grupo de ilustrados —Casal, Toreno, Cónsul Jove, Pedrayes...— que
acompañaron a Jovellanos en la lucha contra las tinieblas que rodeaban el quehacer científico regional.
Finalmente, La luz de Jovellanos ofrece una visión historiográfica de la figura de este ilustrado. La disparidad y
pervivencia de muy diversas interpretaciones de su figura, acuñadas por intelectuales tan diversos como Marx, Cla-
rín, Azorín, Valera o Ayala, expresan la potencia de un clásico construido a lo largo de dos siglos.

los comisarios
Elena de Lorenzo Álvarez
Joaquín Ocampo-Suárez-Valdés
Álvaro Ruiz de la Peña Solar

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23 Jovellanos: entorno familiar y vida pública
Manuel Álvarez-Valdés y Valdés. Real Academia de la Historia (c.)

53 Jovellanos y la Guerra de la Independencia. La política del equilibrio


Ignacio Fernández Sarasola. Universidad de Oviedo

89 El Gijón de Jovellanos: la villa, el escenario


Ramón Alvargonzález Rodríguez. Universidad de Oviedo

113 Jovellanos: el gabinete de un ilustrado


Elena de Lorenzo Álvarez. Universidad de Oviedo

151 Del maíz al carbón, del molino al alto horno


Joaquín Ocampo Suárez-Valdés. Universidad de Oviedo

183 Poderosos y humildes: una sociedad polarizada


Ángeles Faya Díaz. Universidad de Oviedo

203 Instituciones al servicio del orden establecido


Marta Friera Álvarez. Universidad de Oviedo

215 La cultura asturiana: presencia y diáspora


Álvaro Ruiz de la Peña e Inmaculada Urzainqui
Universidad de Oviedo

237 El largo camino hacia las ciencias útiles


Jorge Ordaz Gargallo. Universidad de Oviedo

249 De la Universidad al Real Instituto de Náutica y Mineralogía


Dolores Mateos Dorado. Universidad de Oviedo

259 Los vaqueiros de alzada: el mensaje antropológico de Jovellanos


Adolfo García Martínez. UNED

279 Historia del jovellanismo, 1811-2011


Silverio Sánchez Corredera. IES Emilio Alarcos

291 Jovellanos: la construcción de un clásico


Elena de Lorenzo Álvarez. Universidad de Oviedo

352 Relacion de obras y documentos expuestos


Jovellanos: entorno familiar y vida pública
Manuel Álvarez-Valdés y Valdés. Real Academia de la Historia (c.)

1. La vida oculta. Entronques familiares. Patrimonio escaso. Influencias


importantes (1744-1767)
En su Inventario de un jovellanista (1901), Julio Somoza se extiende en proclamar que

la ascendencia de Jove Llanos no puede ser más ilustre, ni de más notorio


abolengo [...]. Su parentesco era tal y tan dilatado, que casi todos los indi-
viduos de la nobleza del país de Asturias se titulaban deudores suyos en
grado más o menos cercano. Y, por de contado, lo eran en totalidad los jefes
de las casas solariegas de Gijón, que timbraban sus blasones con el preciado
escudo de los Lasso de la Vega, conmemorativo de la hazañosa empresa del
cerco de Algeciras [reinado de Alfonso XI de Castilla, año 1340]...

La mayoría de los datos de Somoza es exacta, menos uno, quizás el más impor-
tante, como es el de la pretendida descendencia de los Lasso de la Vega, punto de
arranque de la genealogía de Jovellanos que presenta Somoza. Y que ello es así lo
prueban las palabras del mismo Somoza en otra obra posterior —Gijón, en la His-
toria General de Asturias, 1908—: «de los Garcilassos no hay que hablar, que bien
conocido es su abolengo en la montaña cántabra; y en lo tocante a ser tronco de las
familias nobiliarias de Gijón, demostrada queda su falsedad». Y acaba entonando [pág. 22]
Somoza el siguiente mea culpa, «como no nos duelen prendas, y hemos intervenido Árbol genealógico y blasón de
en la realización de algunos escudos y árboles, diremos que desde Juan García de Jove la casa de Jove Llanos
en adelante los entronques y enlaces son más claros; pero en los de sus predeceso- Hacia 1780

res, todo es turbio, confuso y amañado». Sobre este extremo arroja luz Margarita Museo Nacional de Artes
Decorativas. Madrid
Cuartas Rivero, que da cuenta de la existencia de una importante burguesía mer-
Depositado en el Museo Casa
cantil asturiana, los hidalgos comerciantes: los Jove forman una oligarquía comer- Natal de Jovellanos. Gijón
cial con barcos, tierras, serrerías, molinos y casas.
El mismo Gaspar de Jovellanos, en sus Memorias familiares, tras afirmar que Probablemente fue realizado
«mi familia era contada entre las nobles y distinguidas de la villa de Gijón desde los con motivo de las pruebas de
fines del siglo XV», puntualiza a continuación «que vivía entonces en esta villa Juan ingreso de Jovellanos en la
Orden militar de Alcántara.
García de Jove, que se puede mirar como su fundador, porque edificó allí su casa
Jovellanos se halla a la derecha
solar». Es decir, que no saca a relucir antepasados anteriores, pues su existencia era de su hermano Francisco de
sólo una fantasía. Estos ricos del siglo XVI derivan pronto a buscarse genealogías Paula: número 15.

23
Joaquín Inza García
Retrato de Josefa de Jovellanos
y Jove Ramírez (1745-1807)
Anterior a 1774
Colección Agustinas Recoletas.
Gijón

La hermana pequeña de
Jovellanos fue asidua de la
tertulia de Campomanes en
Madrid, poeta en lengua
asturiana y fundadora de una
escuela de huérfanas en Gijón.
En 1794 profesó como monja
agustina recoleta, con gran
disgusto de su hermano.

guerreras, que eran las que primaban entonces y que eran inalcanzables por ellos,
para dejar de ser comerciantes marítimos, crear mayorazgos y ocupar puestos en el
regimiento gijonés. Pensaron que eran incompatibles el comercio y el transporte
marítimos con la nobleza y los cargos públicos, y abandonaron las actividades mer-
cantiles para pasar a vivir de las rentas que producían las tierras que habían com-
prado con las ganancias mercantiles.

24
Ángel Pérez Díaz
Retrato de Francisco de Paula
de Jovellanos y Ramírez
(1743-1798)
Hacia 1794-1798
Colección particular

Pachín, el hermano predilecto


de Jovellanos. Como alférez
mayor de la villa de Gijón, fue
el impulsor de las propuestas
que Jovellanos planteó para la
ciudad; por su profesión —fue
capitán de navío al servicio de
la Armada—, se le designó
primer director del Real
Instituto Asturiano de Náutica y
Mineralogía y profesor de
matemáticas. Al morir sin
descendencia, el mayorazgo
recayó en Jovellanos.

Como consecuencia de la división en dos mayorazgos, de Jove y de Jove-


Ramírez, el capital inicial se redujo, y si a eso se une la devaluación de la
moneda, los rentistas que no acrecentaron sus patrimonios —rama de los
Jovellanos— tuvieron que vivir en la estrechez, lo que no ocurrió con la otra
rama, de los Jove-Ramírez, que lo incrementó, especialmente mediante matri-
monios ventajosos.

25
Dejando aparte lo dicho, es preciso referirse a que, a pesar de la importancia del
resto de esos enlaces familiares que reseña Somoza y del hecho de que la familia de
Jove primero y de Jovellanos después ostentase los títulos hereditarios de alférez
mayor de Gijón y regidor perpetuo de la villa, comprados cuando Felipe II enajenó
cargos concejiles, su situación económica era apurada, como él mismo reconoce en
dichas Memorias, al hablar «de lo reducido del mayorazgo familiar y de las estreche-
ces que tuvieron que soportar su abuelo don Andrés y su padre don Francisco Gre-
gorio». Se convino el matrimonio de éste con una hija de los marqueses de San
Esteban, doña Francisca Apolinaria de Jove-Ramírez de Miranda, «señora de grande
hermosura, virtud y dulzura de carácter, [...]. Amó tanto [él] a su mujer y era de una
imaginación tan viva, que hacia los años de 1746 padeció una verdadera enfermedad
de celos [...], a pesar de la virtud y recogimiento de su digna esposa [...], que le hizo
padecer por espacio de algunos meses terribles fiebres, fuertes hipocondrías y otros
Bartolomé Maura Montaner extraordinarios síntomas; pero vuelto luego en sí refería con singular chiste los pasa-
Retrato de Juan Agustín Ceán jes de esta temporada». Aun así, «los últimos años de la vida de don Francisco Gre-
Bermúdez (1749-1829) gorio fueron muy amargos».
1875 Estas circunstancias tuvieron que pesar en la niñez y adolescencia del joven
Grabado por Maura según el Gaspar, que seguro que se daba cuenta de las singularidades por las que pasaba la
original de Goya
vida familiar cotidiana. Este matrimonio tuvo numerosos hijos. De los que sobre-
Biblioteca Nacional de España
vivieron, el primero, llamado Miguel, murió de mal de amores, al enamorarse de
una criada de singular belleza que había en la casa, llamada La encantadora y, al
Paje, secretario, amigo y
primer biógrafo: todo esto fue
darse cuenta de que era un amor imposible, «una terrible pasión de ánimo le con-
Ceán de Jovellanos desde los dujo al sepulcro en la flor de los años». Se ve que los transportes amorosos se die-
quince años. Pero en materias ron con alguna frecuencia dentro de los muros de su casa.
artísticas, la autoridad de Ceán Le siguió otro hijo, llamado Alonso, marino de guerra, que murió joven, del
es determinante: autor de los
ocho volúmenes del
vómito negro. Tras él venía Francisco de Paula, que fue el hermano al que más quiso
Diccionario histórico de los Gaspar. Ascendido a capitán de fragata, se convino su matrimonio «con doña María
más ilustres profesores de las Gertrudis del Busto y Miranda, señora de ilustre nacimiento, que acababa de here-
Bellas Artes en España, el
dar en la villa de Pravia un decente mayorazgo».
primer ensayo moderno de una
historia del arte español, a él Capitán de navío, solicitó el retiro y pasó a vivir a Gijón. Aquí tomó posesión
debe en buena parte la del título de alférez mayor, y acometió una serie de obras públicas importantes que
formación de la colección de su hermano Gaspar describe con detalle, y a las que éste no fue ajeno sino verda-
dibujos del Instituto.
dero inspirador, en su Plan General de Mejoras propuesto al Ayuntamiento de Gijón
(1782). Fue nombrado Francisco de Paula primer director de la obra más querida
de Gaspar, el Real Instituto Asturiano, cedió para su alojamiento mientras se llevaba
a cabo la correspondiente edificación, su casa del Forno, enfrente de la suya en que
vivía, y fue profesor de matemáticas de dicho centro.
A la vuelta de Jovellanos a Gijón, en el verano en 1790, en lo que constituía el
que se llamaría «disimulado destierro», le acogió en la casa familiar, incluida en el

26
Francisco de Goya
Retrato de Jovellanos, con el
arenal de San Lorenzo al fondo
1780-1783
Museo Nacional Colegio de San
Gregorio. Valladolid
Depositado en Museo de Bellas
Artes de Asturias

Se trata de uno de los primeros


retratos de Goya en Madrid,
encargado por Jovellanos con
motivo de su ingreso en el
Consejo de las Órdenes
Militares. El retrato estuvo en
su casa familiar desde 1783
hasta 1946 y funcionó como
imagen de referencia de
nuestro ilustrado hasta las
últimas décadas, pues el de
1797 se mantuvo en manos
privadas hasta 1974.

mayorazgo de Paula, quien «le destinó unas piezas decentes y capaces de la misma
casa en que había nacido, para su habitación y estudio; y en ellas colocó sus libros
y papeles» —Ceán Bermúdez—. En esta casa se ofrecían con frecuencia, al atarde-
cer, refrescos, consistentes en jícaras de chocolate, con agua helada, con esponjados

27
Francisco Bayeu
(copia de A. R. Mengs)
Pedro Rodríguez de
Campomanes, Conde de
Campomanes (1723-1802)
1777
Real Academia de la Historia.
Madrid

El presidente del Consejo de


Castilla y director de la
Academia de la Historia fue
impulsor de la industria, la
agricultura y las Sociedades
Económicas de Amigos del
País, y protector de Jovellanos
en Sevilla y Madrid: participó
en su promoción académica y
política, hasta que se
distanciaron a raíz del caso
Cabarrús. Jovellanos
desilusionado escribe: «Le
hemos visto, en una palabra,
hecho el defensor de todos los
errores, como el satélite de
todas las tiranías. ¡Infeliz...!»

(azucarillos) y dulces, para corresponder a otras invitaciones semejantes. También


se daban, en ocasiones especiales, comidas muy concurridas, de hasta 60 personas,
con una abundancia de platos, propia de la época, que hoy nos asombra.
Redactaba, Jovellanos, en la torre nueva, los informes que le encargaban oficial-
mente sobre la Ley Agraria, las minas, la carretera de Castilla, etc., y despachaba un

28
abundantísimo correo, que le mantenía informado de lo que ocurría en la corte,
principalmente. Ceán Bermúdez nos lo pinta en aquellos años, de otoño de 1790 a
marzo de 1801, con una lectura diaria de dos horas en libros que también extrac-
taba, con una o dos estancias diarias en el Instituto —inaugurado en enero de
1794—; recibía visitas, paseaba a larga distancia por los campos y arboledas, obser-
vando la variedad y progresos de la naturaleza en las estaciones, cuidando de la con-
servación de los árboles y preguntando a los aldeanos por los cultivos y las cosechas
para luego tomar nota en el Diario, en el que apuntaba también el estado meteoro-
lógico de cada día; además, paseaba por el arenal de la playa de San Lorenzo, por el
puerto y por las calles de la villa.
Sus problemas con Gertrudis empezaron cuando, muerto Paula, tuvo que
liquidar con ella la sucesión en el mayorazgo, que correspondía a Gaspar, y la fija-
ción de una renta a la viuda. Pero en vida de Paula sí tuvo un problema mucho más
desagradable, derivado de que éste embarazó a la criada mayor de la casa, Manuela
García Argüelles —siguen los amoríos, en este caso, puramente carnales— y para
que Gertrudis, que además no había tenido hijos, no se enterase, Gaspar dejó correr Francisco de Goya
por el pueblo la versión de que el hijo era suyo; hizo salir de la casa a la criada, de Retrato de fray Juan Fernández
conformidad con la madre de ésta, a la que entregó dos monedas de oro, se ocupó de Rojas
de lo que llama la lactación y crianza de la criatura hasta el punto de que, bastantes 1800-1815

años después, en sus testamentos, ordena un legado para atender las necesidades de Real Academia de la Historia.
Madrid
Manuela y de su hijo.
Después de Gaspar nació Gregorio, que murió gloriosamente en el asedio de
Liseno, destacado poeta
Gibraltar en el año de 1780. De sus hermanas, la mayor era Benita Antonia, de la anacreóntico del grupo
que Jovellanos dejó un retrato impagable, por su rara sinceridad: «cuanto agravió salmantino y notable escritor
la naturaleza en su figura, que es a la verdad poco recomendable, la favoreció en las satírico, autor de un viaje a
Crotalópolis en que se critica a
dotes de su alma, que son las más sobresalientes». Casó con el quinto conde de Mar-
pedantes, petimetres y falsos
cel de Peñalba, viudo ya dos veces. Joseph Townsend, en su Viaje a España hecho en eruditos. Jovellanos le propuso
los años 1786 y 1787, cuenta el viaje que, desde Oviedo, hizo a Luanco con Rodrigo, el plan de una comedia pastoril
hijo de anterior matrimonio, y cuya esposa aparece allí fumando un cigarro liado que Rojas no llegó a realizar.
por un hombre que estaba de visita, entre nubes de humo. Jovellanos pagaba una
cantidad importante, precio del tabaco que consumía su otra hermana, monja, la
madre San Juan, en el convento; no parece que él fumase, pero sí que aspiraba rapé
a la moda de la época. Él disfrutaba mucho con los juegos de manos que hacía Jua-
nín, hijo de Rodrigo.
Del matrimonio, en 1758, de Benita Antonia con el conde de Marcel de
Peñalba, fallecido en 1770, quedaron tres hijos y tres hijas. De los hijos, el mayor,
Baltasar Ramón, sucedió a Jovellanos en el mayorazgo y fue su heredero universal
—salvo legados— de los bienes libres; de él dice Jovellanos que «dedicado por sus
padres a la carrera eclesiástica y nombrado canónigo dignidad de arcediano de

29
Babia, hoy provincia de León, de la Iglesia Catedral de Oviedo, sintiòse repugnante
al sacerdocio, renunció a sus prebendas, permutándolas por un beneficio simple
[no llevaba consigo cura de almas], que hoy es mi sucesor y vive conmigo». Este
buen señor reconoció a una hija suya —¿sacrílega?—, que usó el nombre y apelli-
dos de Francisca Cienfuegos Jovellanos y Naval, era conocida por doña Paca, y
parece que Somoza escribió una vida de ella, desaparecida. En cualquier caso, fue
dueña, durante más de treinta años de los bienes de Jovellanos y, parece ser, culpa-
ble en gran parte de la desaparición de muchos documentos del archivo de Jovella-
nos, con el consiguiente perjuicio. No tuvo hijos.
El siguiente hijo de Benita Antonia fue José María Ignacio González de Cien-
fuegos y Jovellanos. Capitán general de Cuba, fundó allí la ciudad de Cienfuegos. El
tercero fue Francisco Javier. Fue canónigo de Sevilla. Durante la década ominosa fue
nombrado arzobispo de Sevilla en 1824, y cardenal el año siguiente. Otras herma-
nas fueron Juana Jacinta, casada dos veces, la primera con un viejo rico, que le dejó
toda su herencia no vinculada, y la segunda vez se casó a su gusto; murió joven; y
Catalina de Siena, que lo hizo con un comerciante de Nava, con el que fue infeliz.
La cuarta y última de los hermanas de Jovellanos fue Josefa, a la que dedica muchas
líneas de las Memorias familiares (1810), dada en matrimonio a don Domingo
González de Argandona, procurador general en Corte del Principado de Asturias.
Era la poetisa en bable, la Argandona. Después de viuda, en Oviedo, se dedicaba a
asistir y consolar a las mujeres que estaban reclusas en la cárcel y en la galera, a las
dolientes en el hospital, y lo hacía con toda discreción. Profesó, contra la voluntad
de Gaspar, en el convento de las monjas agustinas recoletas, de Gijón. Su vida en él
fue ejemplarísima.
A pesar de estar inmersos en esa incómoda situación, lo que no cabe duda es
que las relaciones familiares, aunque los patrimonios fuesen pequeños, sí eran efi-
caces. Es ahí donde el entorno familiar se relaciona con la vida pública de Jovella-
nos. Pues el instrumento era la recomendación a través de las redes familiares. Así
obtuvo Jovellanos el beneficio simple diaconil de San Bartolomé de Nava, que no
llevaba más obligaciones que las de recibir la primera tonsura, lo que tuvo lugar
cuando tenía 13 años, y de rezar el oficio divino. Comenzó después el estudio de las
leyes y cánones en el palacio del obispo de Ávila, Romualdo Velarde y Cienfuegos,
que se había convertido, como dice Gaspar Gómez de la Serna, en seminario de
asturianos en el corazón de Castilla.
El venerable obispo, como le llama Ceán, además de que la estancia y estudios
de Jovellanos en Ávila fuesen gratuitos, le concedió la institución canónica del prés-
tamo de Navalperal en 1761 y del beneficio simple de Horcajada en 1763; después
de obtener los grados de bachiller y de licenciado en leyes y cánones en las Univer-
sidades de Ávila y Osma, le trasladó a la Universidad de Alcalá de Henares, propor-

30
Antonio Carnicero
Retrato de Manuel Godoy
y Álvarez de Faria, Príncipe
de la Paz
Hacia 1795-1796
Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando. Madrid

El guardia de corps que llegó a


Secretario del Despacho de
Estado de Carlos IV era
considerado por Jovellanos la
clave para conservar el proyecto
reformista de Carlos III.
Godoy nombró a Jovellanos
ministro; aunque también se
le responsabiliza de su
posterior desgracia, lo único
cierto es que nada hizo por
liberarle de su encierro en
Bellver. Diferencias de peso en
materia de moralidad
impidieron una franca relación
entre ambos. Este retrato se
considera uno de los mejores
de Carnicero: formaba parte
de la propia colección de
Godoy, y representa al joven
Primer Ministro como Príncipe
de la Paz.

cionándole una beca de canonista con voto en el insigne Colegio Mayor de San
Ildelfonso, si bien tuvo que superar con éxito una oposición para ingresar, éxito que
no obtuvo cuando optó a una cátedra de cánones.

31
Anónimo
Retratos de Francisco Bernaldo
de Quirós, VI marqués de
Camposagrado, y su esposa
Jacoba de Valdés Inclán
Copias de comienzos del s. XX
Colección particular

Camposagrado y Jovellanos
colaboraron estrechamente en
Asturias en los años 90,
cuando se encomendó al
marqués el mando del
Regimiento de Nobles y fue
nombrado procurador general:
«¡Cómo trabaja el pobre
marqués! Pocos que le
ayuden». Ambos fueron luego
vocales por la Junta General del
Principado en la Junta Central
(1808-1810).

Pasó luego a Madrid para pretender un destino, para lo que solicitó ser recibido
por el que Jovellanos llama «el tío sumiller» de Corps, José Fernández de Miranda
Ponce de León, duque de Losada, personaje muy importante en la corte de Carlos
III, que era primo carnal de la madre de Jovellanos; pero que no acaba de recibirle,
quizás porque le considerase un pariente poco importante. Lo cierto es que según
cuenta Carlos González de Posada en sus Memorias para [la] biografía del señor
Jovellanos, la «marquesita de N.», cuya identidad se desconoce, eligió a Jovellanos
para que fuera su pareja en las máscaras de Carnaval de aquel año 1767, y le llevaba
en su coche a los paseos públicos, provocando, sin saberlo, los celos del duque de
Losada, por este cortejo, hasta el punto de preguntarle él a ella, incomodado, por «el
hopalandas que la acompañaba». Al aclararle que era sobrino de él, el duque le dice
que «se vea conmigo y sepa yo lo que quiere». Pensó pedir la canonjía doctoral de
la catedral de Tuy, pero acabó solicitando un puesto de magistrado, que alcanzó al
segundo intento por medio del duque de Losada y del conde de Aranda. Nos pre-
guntamos hoy: ¿quién sería esa marquesita anónima que es imposible identificar?
Ella contribuyó mucho a cambiar el rumbo de la vida de Jovellanos.
Termina así lo que cabría llamar vida oculta de Jovellanos, estudiante del mon-
tón, en universidades de poca categoría, salvo la de Alcalá de Henares. Hasta enton-
ces había sido un joven gris, vástago de una familia preocupada por mantener sus
pujos de grandeza, aunque estrecha de medios económicos, obediente al destino ecle-

32
siástico que le marcara la vocación que habían elegido otros para él, pero dócil, con
observancia de las devociones obligatorias, estudiante de manera discontinua, pri-
mero en centros poco prestigiosos, buscando una titulación fácil de obtener, para aca-
bar en la Universidad Complutense, sin ganar en ella grado nuevo alguno, ni la cátedra
que pretendió, con una preparación que él mismo calificó de pésima, abandonando
con la mayor facilidad su supuesta inclinación eclesiástica. Esto sirve para descubrir lo
endeble de ésta, que cambia por una carrera en la magistratura sin ninguna otra pre-
paración ni ejercicio de adaptación, cuando una y otra exigen, para su fiel desempeño,
sentirse llamado por una clara vocación; y todo ello basado en los privilegios del esta-
mento al que pertenecía por su nacimiento. Nada llevaba a apostar por que llegase a
alcanzar un futuro destacado, el que su amigo Posada nos pinta en Alcalá de Henares
como autor de versos que cantaba con acompañamiento de guitarra.

2. Empieza la vida pública. Alcalde y oidor de la Audiencia de Sevilla (1768-1778)


Pero ese joven, de cuya adolescencia y juventud sabemos poco, seguramente porque
lo anodino de su existencia hasta entonces daba poco que contar, llevaba dentro de
sí, como un fuego interior, un fondo personal que maduraría enseguida bajo los
ardores del sol sevillano. Empieza entonces la vida pública de Jovellanos, que sor-
prenderá por su brillantez y su ejemplaridad. Todos los biógrafos de Jovellanos se
detienen aquí a recoger la conocida anécdota, en la que, al ir a despedirse Jovellanos
del conde de Aranda, Presidente del Consejo de Castilla, le ordenó que no usase la
peluca de magistrado y dejase su pelo a la vista. Ceán lo describe así:

Era, pues, de estatura proporcionada, más alto que bajo, cuerpo airoso,
cabeza erguida, blanco y rojo [rubio], ojos vivos, piernas y brazos bien
hechos, pies y manos como de dama y pisaba firme y decorosamente por
naturaleza, aunque algunos creían que por afectación. Era limpio y aseado en
el vestir, sobrio en el comer y beber y atento y comedido en el trato familiar,
al que arrastraba con voz agradable y bien modulada, y con una elegante
persuasiva [sic] de todas las personas de ambos sexos que le procuraban; y
si alguna vez se distinguía con el bello, era con las de lustre, talento y educa-
ción, pero jamás con las necias y de mala conducta. Sobre todo, era gene-
roso, magnífico y aun pródigo en sus cortas facultades; religioso sin
preocupación, ingenuo y sencillo, amante de la verdad, del orden y de la jus-
ticia; firme en sus resoluciones, pero siempre suave y benigno con los des-
validos; constante en la amistad, agradecido a sus bienhechores, incansable
en el estudio y duro y fuerte en el trabajo. Éstas eran la figura y prendas del
joven don Gaspar cuando partió conmigo de Madrid para Sevilla el 18 de
marzo de aquel año [1768].

33
[1] Pronto se quejó a Campomanes, fiscal del Consejo de Castilla, de que le paga-
Francisco de Goya ban, al principio, la mitad del sueldo que le correspondía, con lo que no podía man-
Retrato de Francisco tenerse, problema que pronto se resolvió por sí solo. Pero, por otra parte, dejó de
de Cabarrús (1752-1810)
percibir, por su voluntad, porque él no los aprobaba, otros derechos que le pertene-
1788
cían según práctica de los juzgados, lo que causó malestar y quejas de sus compañe-
Colección Banco de España
ros, que quedaban en mal lugar. Confiesa, con sinceridad, en su Discurso de recepción
en la Real Academia de la Historia, sobre la necesidad de unir al estudio de la legisla-
La amistad de Jovellanos y el
promotor del Banco Nacional ción el de nuestra historia y antigüedades: «entré a la jurisprudencia sin más prepara-
de San Carlos comenzó en la ción que una lógica bárbara y una metafísica estéril y confusa, en las cuales creía
tertulia de Campomanes. entonces tener una llave maestra para penetrar al santuario de las ciencias»; por lo
Acusado de mala gestión, cayó
que, «para instruirse don Gaspar en la práctica forense y en el sistema de la Audien-
en desgracia, y con él
Jovellanos, que defendió su cia, se valió del respetable marqués de San Bartolomé [del Monte], ministro antiguo
inocencia. Su amistad sólo se en ella» —Ceán.
rompió cuando Cabarrús aceptó Francisco Aguilar Piñal, por su parte, ha publicado el Yndice de los libros y Ms.
la cartera de Hacienda con
José I: «desde que dejó de ser
que posee don Gaspar de Jovellanos y Ramirez, del Consejo de S.M. y su alcalde de Casa
amigo de mi patria, dejó de y Corte. Hecho en Sevilla a 28 de septiembre de 1778, en el que se nos revela, a sus 34
serlo mío». años, como un exquisito bibliófilo, pues contenía las más importantes obras de
jurisprudencia, economía, historia y bellas artes, de autores españoles y extranjeros
[2] entonces conocidos. Fruto de su interés por la economía fueron sus intervenciones
Ángel Pérez Díaz en la Sociedad Patriótica de Amigos del País de Sevilla, de la que fue socio fundador
Retrato de José Antonio Sampil en 1775, y nombrado secretario de la Comisión de Industria, Comercio y Navega-
y Labiades (1756-1829) ción. Tomó parte activa en el establecimiento de Escuelas Patrióticas para enseñar el
Hacia 1798-1801
hilado del lino, lana y algodón a niñas pobres, y de un hospicio, y fue autor de una
Museo de Bellas Artes de
proposición para el establecimiento de otra Sociedad Económica en Cádiz.
Asturias. Oviedo
En el sonoro proceso que siguió la Inquisición contra Pablo de Olavide, asistente
de Sevilla, Jovellanos, que era amigo suyo y miembro de su tertulia, contestó con
El capellán y mayordomo de la
casa de Jovellanos era un gran habilidad como testigo, para no perjudicarle, sin faltar a la verdad. Que Jove-
presbítero ilustrado llanos ya no estaba conforme con la Inquisición y sus métodos lo demuestra una
comprometido con la vida del carta que le dirigió, en un tono del que se deduce que los dos pensaban igual, desde
campesinado; se le representa
aquí con sus traducciones de
Sevilla a Madrid el 25 de agosto de 1781, un misterioso F. Miguel (creo que era fray
Rozier El jardinero instruido y Miguel de Miras, Mireo) en la que éste le cuenta con crudeza un auto de fe celebrado
el Nuevo plan de colmenas allí el día anterior, en el que se le dio garrote y después se quemó el cadáver de una
(1798). Su intercesión ante beata, perseguida por iluminada o alumbrada.
Carlos IV con motivo del arresto
de Jovellanos le costó cuatro Aparte de poesía, especialmente amorosa, y a veces apasionada, sin que se sepa
meses de encierro y el destierro quiénes eran sus destinatarias —«¡descífrenlo los eruditos sevillanos!», escribió
en su villa natal, Mieres del Somoza—, Jovellanos escribió teatro en Sevilla: El delincuente honrado —comedia
Camino.
lacrimosa—, fruto de un concurso celebrado en la tertulia de Olavide, y que tuvo un
gran éxito durante sus primeros treinta años aproximadamente; y La muerte de
Munuza o Pelayo. En mayo de 2007 se dio a conocer el hallazgo, en la biblioteca del

34
[1]

[2]

monasterio de San Millán de Yuso (La Rioja), de un manuscrito con una traducción de
la tragedia Iphigenia, de Racine, hecha por Jovellanos en Sevilla. A mediados de agosto
de 1778, se le nombraba a Jovellanos alcalde de Casa y Corte. Según Ceán, «arrancó de
Sevilla bañado en lágrimas, dejando en igual situación a sus compañeros».

3. Jovellanos en la corte. Alcalde de Casa y Corte, consejero de Órdenes, etc. (1778-1790)


A pesar del recibimiento efusivo que tuvo Jovellanos en Madrid por parte de sus
parientes —los Valdecarzana y los Casa-Tremañes— y amigos —como Campo-
manes, que le atrajo enseguida a su importante tertulia—, de que ya antes de dejar
Sevilla había sido designado individuo de mérito por la Sociedad Económica Matri-
tense de Amigos del País, y de que Campomanes obtuvo enseguida de la Real Acade-

35
[Pág. 37] mia de la Historia su nombramiento de individuo supernumerario, las funciones
Francisco de Goya del cargo de alcalde de Casa y Corte le molestaban mucho.
Retrato de Juan Meléndez Nuevamente aparecen las recomendaciones de parientes y amigos, «que no
Valdés podían tolerar que siguiera por más tiempo en aquella plaza, y solicitaban que
1797 cuanto antes se le trasladase a otra del Consejo de Órdenes, lo que en efecto consi-
Colección Banesto guieron al año y medio de ser alcalde». Se comprende el enojo de Jovellanos,
cuando, en el desempeño de esa alcaldía tuvo que emitir informes dirigidos al Con-
Batilo y Jovino, ambos
sejo de Castilla sobre la distribución de la sopa boba en los conventos y sobre el
ilustrados, magistrados y
poetas, compartieron en la abasto de huevos en Madrid, por ejemplo. Jovellanos fue designado ministro de
distancia afanes reformistas, Consejo de las Órdenes Militares el 25 de abril de 1780. En 1783, fue designado
aficiones literarias e incluso miembro de la Real Junta de Comercio, Moneda y Minas, para la que emitió diver-
destierro, hasta que se situaran
sos informes. En la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, llegó a ser
en bandos opuestos durante la
guerra de independencia. director de la misma, y en ésta, con independencia del Informe sobre la ley Agraria,
Según Quintana, el más posterior, entre 1783 y 1790 redactó informes sobre el uso de abonos, el proyecto
emblemático poeta del siglo de montepío de hidalgos de la corte, la libertad de comercio de granos, la oportu-
«pertenece a esa clase de
hombres respetables que
nidad de publicar una gaceta económica, las causas de la decadencia de las socieda-
esperan del adelantamiento de des económicas, de cuya misión era un entusiasta propagandista; redactó el Elogio
la razón la mejora de la especie de Carlos III, el Elogio de don Ventura Rodríguez, el Elogio del marqués de los Llanos
humana». Falleció exiliado en
de Alguazas; el dictamen sobre la admisión y participación de damas en la Sociedad
Montpellier en 1817.
—favorable—, etc.
Su labor en la Real Academia de la Historia, aparte del contenido de su discurso
de ingreso, fue abundante: los informes sobre las sepulturas, la censura de muchos
libros remitidos por el Consejo de Castilla y su participación en el Diccionario Geo-
gráfico de España. En 1790 presenta la primera versión del Informe sobre juegos,
espectáculos y diversiones públicas. Ingresó en la Real Academia Española con un
Discurso sobre la necesidad del estudio de la lengua para comprender el espíritu de la
legislación, y vivió un incidente con razón de la Felicitación de la Academia al señor
don Carlos III con motivo del nacimiento de sus nietos don Carlos y don Felipe, en el
que fue objeto de una desconsideración, que le afectó y le alejó de las sesiones de la
Academia. En la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando pronunció su Elo-
gio de las Bellas Artes, que es en realidad una historia del desarrollo de éstas en
España, en la que muestra una notable admiración por el arte gótico, que le coloca
como precursor de las ideas que triunfarían con el Romanticismo en esa materia.
También perteneció a las Reales Academias de Cánones, Liturgia, Historia y Disci-
plina Eclesiástica, y de Derecho Público y Patrio.
Fue este decenio, entre 1780 y 1790, una época feliz para Jovellanos, que ocu-
paba un papel destacado en la corte por los cargos que desempeñaba con eficien-
cia, lo que no le impedía intervenir también en polémicas literarias, ser miembro
de las Reales Academias citadas y acudir a tertulias de personas muy importantes,

36
37
como la de Campomanes, con el que había llegado a alcanzar gran predicamento
como colaborador suyo en la Academia de la Historia, y donde conoció a Francisco
Cabarrús; y la de la condesa del Montijo, frecuentada por personas de mucho
relieve —Antonio Tavira, Antonio Palafox, Estanislao de Lugo, marido secreto de
dicha condesa, Juan Meléndez Valdés, José de Vargas Ponce, Martín Fernández de
Navarrete, Mariano Luís de Urquijo...
La publicación de sus Sátiras contribuyó, según Ángel del Río, a la incubación
de un ambiente desfavorable a Jovellanos en algunas esferas de poder, que acabó
por explotar con ocasión del inicio de las persecuciones del que, para él, era su
amigo, por excelencia, el financiero francés al servicio de España, conde de Caba-
rrús. Jovellanos, que en agosto de 1790 se encontraba en Salamanca, al enterarse de
la persecución que sufría Cabarrús en la corte, regresa a allí y con el pretexto injus-
tificado de que lo había hecho sin permiso —lo que no era cierto, porque él se había
José María Galván preocupado de obtenerlo—, acompaña a Cabarrús en su desgracia y trata de obte-
Retrato de Leandro Fernández ner su libertad, y aunque no fue como éste, encarcelado, se le ordenó que saliese en
de Moratín (1760-1828) seguida de la corte para terminar los asuntos que tenía pendientes en Salamanca, y
Hacia 1868 que pasase inmediatamente a Asturias a cumplir la comisión que tenía encomen-
Calcografía Nacional. Real dada sobre las minas de carbón de piedra.
Academia de Bellas Artes de
San Fernando. Madrid
Durante este incidente sufrió una de las mayores decepciones de su vida, al no
conseguir que le recibiera Campomanes para que éste intercediera por Cabarrús.
El más relevante dramaturgo
Esto le produjo un disgusto tan grande, que le alejó, prácticamente para siempre,
del siglo inició sus frecuentes de quien había sido su protector durante muchos años, que perdió para siempre el
viajes por las cortes europeas aprecio y agradecimiento que le debía y le venía prestando.
que tanto contribuirían a su
formación intelectual como
secretario de Cabarrús, gracias 4. El destierro disimulado (1790-1797)
a la recomendación de Estos años de 1790 a 1797 han sido calificados por algunos biógrafos de Jovellanos
Jovellanos. Inarco transformó la como «los felices años de Gijón», pintándolo como muy contento desempeñando
escena nacional con una
las comisiones que había recibido, alejado de la corte y dichoso con la creación del
innovadora comedia neoclásica
que vehiculaba la nueva Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía, inaugurado en Gijón en 1794.
mentalidad ilustrada. Su obra No comparto esta opinión, pues de la lectura de su epistolario y del Diario se des-
de referencia, el afamado sí de prende que necesitaba imperiosamente una prueba de haber recuperado el real
las niñas.
aprecio, que, visiblemente ante el público y ante sí mismo, había perdido al sufrir
lo que se ha llamado un destierro disimulado; y esa prueba no podía ser sólo hono-
rífica, sino efectiva, con traslado a Madrid, pues cuando le conceden en diciembre
de 1794 «los honores y antigüedad del Consejo de Castilla», su disgusto se incre-
menta y escribe: «¡Brava cosa! Avergonzaríame de haberlo pretendido. ¿No pude
haber tenido plaza en aquel Consejo diez años ha?» Lo cierto es que, no mucho
tiempo antes, se había interesado por una plaza, precisamente, de consejero de Cas-
tilla. Esto se ve con claridad en las cartas que escribe a sus amigos: a Arias de Saa-

38
Francisco de Goya
Retrato de Leandro Fernández
de Moratín
1799
Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando

vedra, a Cabarrús, a Llaguno; y hasta a Godoy, ascendido a la total privanza real des-
pués de la marcha de Madrid de Jovellanos, y al que le ofrece sus servicios. Además,
Jovellanos presentó, sin éxito, el 3 de junio de 1792, su candidatura a la dirección
de los Reales Estudios de San Isidro, de Madrid. O sea que Jovellanos deseaba
entonces, sin género de dudas, regresar a la corte, dígase lo que se quiera.

39
40
Mientras tanto siguió trabajando en sus Informes mineros. El Instituto Astu- [Pág. 40]
riano se inauguró en 1794, y constituye el triunfo de sus ideas de implantación de Francisco de Goya
unas enseñanzas prácticas que, alejadas de las teorías del escolasticismo decadente Retrato de José Vargas Ponce
que prosperaba en las universidades, dotasen de conocimientos prácticos para que 1805

sus alumnos obtuviesen la preparación precisa para desarrollar con acierto las pro- Real Academia de la Historia.
Madrid
fesiones para las que fue creado: la explotación racional de las minas y el transporte
Polifacético ilustrado, marino,
marítimo. En estos años, como subdelegado de caminos en Asturias, Jovellanos tra- poeta, dramaturgo, director de
bajó intensamente en el trazado de la carretera de Oviedo a León, a través del la Academia de la Historia,
puerto de Pajares, hasta con un auténtico esfuerzo físico, soportando los rigores del autor de la Descripción de las
islas Pithiusas y Baleares, un
invierno más crudo, para fijar personalmente la línea que debía llevar la carretera
Plan de educación para la
desde Pajares hasta Oviedo. nobleza y de La instrucción
Lo que realmente constituyó su obra de gran empeño fue la redacción, en nom- pública, único y seguro medio
bre de la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, del Informe en el expe- de la prosperidad del Estado.
Su querido y admirado
diente de Ley Agraria. En ella, censura la amortización, tanto la eclesiástica como la Jovellanos, quien le ayudó con
civil. En cuanto a la primera, sugiere al rey que encargue a los prelados que promue- el plan de su Disertación contra
van la enajenación de sus propiedades territoriales. Estas medidas tan inocentes, las corridas de toros, decía de
porque no eran coactivas, fueron las que originaron, básicamente, que Jovellanos Vargas que era de «corazón
sensible e imaginación
fuese presentado como enemigo de la Iglesia, hasta producir dos consecuencias que ardiente».
él nunca había deseado: la inclusión de este Informe en el Índice de libros prohibi-
dos por la Iglesia en 1825, después de su muerte, del que no saldría hasta los años
de 1940, y la presentación de Jovellanos como impío, enemigo de la Iglesia y hasta
masón —esto por iniciativa de los propios masones, que trataron de apropiár-
selo—, hecho totalmente falso, imposible de demostrar.

5. Jovellanos, embajador y ministro (1797-1798)


Jovellanos regresaba a Gijón y se había retirado a descansar en Pola de Lena el 16
de octubre de 1797, cuando recibe el nombramiento de embajador de España en
Rusia, que le sorprendió mucho y le desagradó por el enorme trastorno que supo-
nía en su vida.
Cuando llega a Gijón todo son enhorabuenas, pero, de tener que marchar de su
villa natal, habría preferido otro destino más próximo y más adecuado a sus cono-
cimientos. Así las cosas, el 13 de noviembre le llega otra noticia inesperada, el nom-
bramiento de secretario de Estado y del despacho de Gracia y Justicia, que le
trastorna de nuevo y le hace escribir en su Diario:

[...] voy a entrar en una carrera difícil, turbulenta, peligrosa [...], mi consuelo
es la esperanza de comprar con ella la restauración del dulce retiro, en que
escribo esto. Haré el bien, evitaré el mal que pueda. ¡Dichoso si conservo el
amor y opinión del público que pude ganar en la vida oscura y privada!

41
El 15 de noviembre, de madrugada, salió de Gijón, y llegó al puerto de Guada-
rrama a los seis días, a las 9 de la noche, donde, al poco tiempo, aparece su amigo
Cabarrús, que había salido a su encuentro, después de estar más de siete años sin
verse. Dice Ceán: «¡Cuál sería la sorpresa y la ternura de aquella entrevista! ¡Y cuál
el horror y abatimiento de don Gaspar con la pintura que le hizo el conde del estado
en que se hallaba la corte! Toda la noche pasaron sin dormir». El 22 de noviembre
escribe en el Diario:

[...] sin vestir, a la casa del Ministerio; no se puede evitar el ver algunas gen-
tes; me apura la indecencia del traje. Conversación con C[abarrús] y S[aave-
dra]; todo amenaza una ruina próxima que nos envuelva a todos; crece mi
confusión y aflicción de espíritu. El príncipe [de la Paz, Godoy] nos llama a
comer a su casa. A su lado derecho, la princesa [su esposa, la condesa de Chin-
chón]; al lado izquierdo, en el costado, la Pepita Tudó [la amante de Godoy]
[...]. Este espectáculo acabó mi desconcierto; mi alma no puede sufrirle; ni
comí, ni hablé, ni pude sosegar mi espíritu; huí de allí...

Aquí el Diario se interrumpe durante todo el período del Ministerio, hasta des-
pués del cese, el 15 de agosto de 1798. Dice entonces: «escribo con anteojos que ¡tal se
ha degradado mi vista en este intermedio! ¡Qué de cosas no han pasado en él! Pero
serán omitidas o dichas separadamente». Al final, fueron omitidas, por lo que se per-
dió un testimonio importantísimo de lo que pasó en aquellos nueve meses escasos.
Tan corto espacio de tiempo en el Ministerio no permitió que se cumpliesen las
esperanzas que estaban puestas en Jovellanos, a lo que se unieron las asechanzas de
que fue víctima en ese período. No obstante, como huellas importantes de su actua-
ción ministerial deben mencionarse las que se refieren a un informe sobre lo que era
el Tribunal de la Inquisición, a la que dedica las más duras críticas. Jovellanos trató,
durante su estancia en el Ministerio, de abordar una reforma de los estudios uni-
versitarios, que se hallaban sumidos en gran decadencia: sólo se estudiaba, y en
latín, la filosofía aristotélica, la teología y el derecho canónico, muy poco de dere-
cho español vigente y una medicina anticuada; se negaba la entrada a las ciencias
experimentales y a los avances científicos de los últimos siglos, aunque había tam-
bién una minoría ilustrada de docentes, que deseaba profundamente las reformas.
Jovellanos fue encargado por Godoy de abordar estos problemas, y, para ello,
teniendo en cuenta que la Universidad de Salamanca era de fundación pontificia,
por lo que dependía del obispo de aquella diócesis, aprovechó que ésta estaba
vacante en la primavera de 1798, para promover a ella a su amigo el obispo de Osma,
Antonio Tariva, de espíritu reformista. Dijo de él: «es nuestro Bossuet y debe ser el
reformador de nuestra Sorbona». Igualmente, por el cese de Jovellanos en el Minis-

42
Andrés de la Calleja
Retrato de doña María
Francisca de Sales
Portocarrero, condesa del
Montijo
1767
Colección Duquesa de Alba.
Madrid

Esta ilustrada presidía la


conocida tertulia madrileña
donde Jovellanos entró en
contacto con el círculo llamado
jansenista. Allí acudían
Meléndez, Llaguno, Estala o
Urquijo. Fue secretaria de la
Junta de Damas de la Sociedad
Económica Matritense, cuya
incorporación apoyó
públicamente Jovellanos. Tuvo
problemas con la Inquisición y
fue desterrada por Godoy en
Logroño. A su muerte escribirá:
«murió la mejor mujer que
conoció España».

terio, antes incluso de que Tariva tomase posesión del obispado de Salamanca, nada
se pudo hacer por la enemiga del sucesor de Jovellanos, el marqués Caballero, a cual-
quier intento de reforma de la Universidad. Por otra parte, Jovellanos ordenó, el 16
de junio de 1798, que se enseñase en los Reales Estudios de San Isidro de Madrid, la

43
[1] traducción al español de la Lógica de Baldinotti, así como que se procurase ir ense-
Mariano Salvador Maella ñando también en nuestra lengua los demás estudios que se desarrollasen allí.
Retrato de Antonio Dice Ceán Bermúdez en sus Memorias:
de Valdés Fernández de Bazán
(1744-1816)
1794
Comenzaron [los ministros, Jovellanos y Saavedra] a manifestar al rey en
Colección particular
los despachos el estado en que se hallaba la España, y la necesidad de su
pronto remedio con razones tan enérgicas y poderosas que jamás había
El ministro de Marina fue oído, y que le causaban admiración y espanto [...].
impulsor de la minería del La reina cuando nota que el rey principia a conocer la ignorancia y
carbón y del Real Instituto absurdos de Godoy, le llama, le instruye de todo lo que pasa, y determinan la
Asturiano. Por ello, un retrato
perdición de los dos ministros. Se ignoran los medios; pero lo cierto es que,
del bailío presidió este centro
y luego el Instituto Jovellanos desde entonces y antes de salir Jovellanos del Escorial [donde estaba la corte,
desde 1795 hasta 1936. diciembre de 1797] para Madrid, fue acometido de cólicos que jamás había
padecido; aquí le prosiguieron sin haberle dejado salir cuando el rey para
Aranjuez; en este real sitio llegaron a ser convulsivos, y el médico Sobral, sos-
[2] pechoso de la causa de su enfermedad, le obligó a beber todos los días gran-
Anónimo des porciones de aceite de olivas, con lo que logró algún alivio; Saavedra
Retrato de Francisco [ministro de Hacienda] llegó hasta los umbrales del sepulcro en San Idel-
de Saavedra y Sangronís fonso, esperándose por momentos los últimos días de su vida.
(1746-1819)
Museo del Prado. En depósito
en la Academia de la Historia. Este asunto, tan apasionante, se analiza en detalle en Noticia de Jovellanos y su
entorno junto con el Dictamen del Instituto de Medicina Legal de Asturias donde
Ministro de Hacienda a la par se recoge:
que Jovellanos lo fue de
Gracia y Justicia, ambos Que don Gaspar de Jovellanos sufrió una serie de síntomas y signos clíni-
sufrieron la misma suerte,
incluidos sendos intentos de
cos, y que básicamente consistieron en: la aparición repentina de cólicos
envenenamiento. La sintonía que llegan a ser convulsivos, polineuritis (afectación de varios nervios) con
entre ambos ministros fue tal pérdida de la movilidad de antebrazo y mano dominante, estreñimiento
que Jovellanos encargó a pertinaz y disminución de la visión por afectación neurológica (oftalmo-
Goya dos retratos en 1798: el
suyo y un retrato de Saavedra, plejía periférica). Que, en base a lo anteriormente expuesto, se puede con-
que colocó en el estrado de cluir fácilmente que don Gaspar de Jovellanos sufrió un cuadro de
su casa. saturnismo (intoxicación por plomo).

En cuanto al autor material, sabemos por Ramón María Cañedo que fue un
lacayo de Jovellanos, sobornado con diez onzas de oro, «según averiguó de él mismo
poco después; y tuvo la grandeza de alma de no perseguirlo por este atentado, con-
tentándose con echarle de casa». Queda por averiguar quién fue o quiénes fueron el
inductor o inductores. Con los elementos de juicio de que disponemos no cabe duda
de que Jovellanos fue, efectivamente, víctima de una tentativa de asesinato por enve-

44
[1] [2]

nenamiento. Entiendo que los indicios apuntan a persona o personas muy elevadas
—la Reina y Godoy—, como se deduce claramente del silencio y pasividad de Jove-
llanos que, conocedor de quién era el autor material del intento, convicto y confeso,
y de la existencia e importe del soborno, no lo persiguió ante la Justicia —pues no
cabría esperar otra cosa de un magistrado tan estricto como él—, contentándose
con echarle de su casa, sin llegar a denunciar nada por escrito.

6. El cese en el Ministerio y el regreso a Gijón (1798-1801)


El 15 de agosto de 1798 Jovellanos fue exonerado de su cargo. Existen diversas hipó-
tesis sobre las causas de su cese. Para Ceán, fueron las acusaciones de sus enemigos,
«de ateísta, hereje y enemigo declarado de la Inquisición». Para Caso, se produjo la
concurrencia de una conjura de los enemigos de Jovellanos, junto con el temor de él
mismo de perder la vida si seguía de ministro, extremo éste ya apuntado por

45
Somoza. Después de tomar las aguas en Trillo (Guadalajara) regresó a Gijón, en
donde había fallecido a primeros de agosto de 1798 su hermano Francisco de Paula,
al que quería entrañablemente, y al que sucede en el mayorazgo de la familia.
En el período que media entre su regreso a Gijón y su detención, poco más de dos
años después, Jovellanos se dedica a impulsar el Real Instituto Asturiano, especialmente
las obras del nuevo edificio, proyectado por Juan de Villanueva, autor del Museo del
Prado, para lo que tropezó con dificultades económicas, que trató de paliar mediante
la solicitud de ayudas. En el Instituto pronunció en abril de 1799 la Oración sobre el
estudio de las ciencias naturales, y el 16 de febrero de 1800 escribe en el Diario, «que la
concurrencia fue tan poca que yo determiné suprimir un Discurso que había trabajado
para dar idea de las ventajas que puede producir el estudio de la geografía». Iguales ausen-
cias registra en sus antes concurridas tertulias diarias, que tenían lugar en la sala de la
torre nueva de su casa, de Gijón, y, en los oscureceres fríos, al calor de la chimenea, que
había hecho instalar, y en las que se tenía conversación o se jugaba a las cartas. También
escasea entonces el número de los alumnos del Instituto. Algunas fechas después deja
de llevar el Diario hasta el 20 de noviembre de 1800 y a continuación hasta el 1 de enero
de 1801, en que, abrumado e impotente, pero resignado, escribe:

[...] abrimos el siglo XIX ¿Con bueno o mal agüero? Pero al hombre le toca
obrar bien y confiar en la Providencia de su grande y piadoso Creador [...]
¿Quién podrá parar los golpes que la calumnia y la envidia dan en la oscu-
ridad? La Providencia, que vela siempre sobre los derechos de la justicia; si
ella permite la ruina, veneremos sus altos juicios.

7. La vida cautiva (1801-1808)


El 20 de enero de 1801 escribe: «poco sueño, nubes; frío». El Diario se cierra. En la
madrugada del 17 de marzo se produce su detención. Empieza a padecer una prisión
que, del mismo modo que llamé vida oculta a la que va desde su nacimiento hasta que
sale destinado para Sevilla en 1768, y vida pública desde entonces en adelante hasta
1801, ésta que va a empezar merece el nefasto nombre de vida carcelaria o cautiva, que,
sin formación de causa ni imputación alguna, y a pesar de sus dos representaciones de
protesta dirigidas a Carlos IV, se prolongaría hasta marzo de 1808, en que le llega la
libertad de la mano del llamado, con desacierto, deseado Fernando VII, nuevo rey de
España, después del motín de Aranjuez. Esta prisión escandalizó a Europa, como lo
demuestra la carta que el almirante Nelson escribió al amigo de Jovellanos, lord
Holland, cuando éste le pidió que fuese a liberarlo, con la escuadra inglesa, a su cárcel
de Bellver, liberación que Jovellanos no habría admitido, si hubiese llegado a produ-
cirse, según le escribió a lord Holland, por estar entonces España en guerra con Ingla-
terra, y no admitir él ser liberado por quien era formalmente un enemigo.

46
Francisco de Goya
Retrato de José Antonio
Caballero, Marqués de
Caballero (1770-1821)
1807
Fundación Lázaro Galdiano

Caballero sucedió a Jovellanos


como secretario de Gracia y
Justicia, habiéndose levantado
la sospecha de que tuvo parte
activa en la caída del gijonés e
incluso en su encierro en
Mallorca. Defensor de las
posiciones ultramontanas y
partidario de la Inquisición, se
sumó al partido de los
«afrancesados», actuando
como consejero del gobierno
de José I.

Superada esa etapa interminable, con graves padecimientos físicos y morales,


llega el 1 de junio de 1808 a Jadraque, a la casa de su papá, Juan José Arias de Saave-
dra, para tratar de restablecerse; está en tan malas condiciones que, además de un
régimen médico de vida, se impone a sí mismo una «dieta de la mente»: no quiere
ni pensar, ni tiene fuerzas para ello. Allí sufre las mayores tentaciones de sus amigos
afrancesados, y hasta de los Bonaparte, Napoleón y José, pues éste le designa minis-
tro de Interior. Algunos han dudado del patriotismo de Jovellanos en aquellos días,
pero analizada su conducta, junto con las anotaciones del Diario y las cartas que
recibe y las que escribe entonces, se puede afirmar que no aparecen pruebas de que,
en algún momento, haya pensado en unirse a los franceses, a pesar de sus halagos, y
de que anunciaban que venían a España a implantar ideas que él profesaba. Esto, a
pesar de lo escrito por Gaspar Gómez de la Serna y por Juan Velarde, con quien pole-
micé en la prensa con este motivo.

8. Jovellanos en la Junta Central (1808-1810)


Incorporado a la Junta Central, creada para hacer frente a la invasión napoleónica,
en septiembre de 1808, por elección de sus paisanos de Asturias, desarrolló allí una
labor intensa, recogida en su Memoria en defensa de la Junta Central, en donde
expresa su pensamiento político, basado en la existencia de una Constitución histó-
rica, que debería ser reformada sólo en lo necesario. No estuvo conforme con algu-

47
Anónimo
Retrato de Juan Antonio
Armada y Guerra, VI Marqués
de Santa Cruz de Rivadulla
Comienzos del s. XIX
Colección particular

Juanito, primogénito de los


marqueses de Santa Cruz de
Rivadulla, en cuyo pazo se
refugió Jovellanos durante la
guerra de la independencia: «la
temporada más deliciosa que
he gozado en mi vida».

nos puntos de la Constitución de Cádiz —que se aprobó definitivamente después


de su muerte—, pues no admitía que la soberanía radicase en la nación, sino en el
rey, censuró que no se implantasen dos cámaras —una, para los representantes del
pueblo y otra para los de la nobleza y el alto clero—, así como la prisa en implantar
la libertad de imprenta, entre otros extremos. En dicha obra sienta que el poder
legislativo lo comparte el rey con el pueblo, mediante sus representantes en Cortes.

9. Jovellanos en Galicia. Regreso a Gijón y muerte (1810-1811)


Desengañado y calumniado como miembro de la Junta Central, había salido de
Cádiz rumbo a Asturias, pero una fuerte tormenta obligó al bergantín Nuestra Señora
de Covadonga, a hacer una arribada forzosa en Muros (Galicia), sin poder llegar a
Asturias en los 16 meses siguientes, hasta agosto de 1811, para buscar un puchero de

48
fabes en su casa, en los que escribió y gestionó la publicación de su Memoria en
defensa de la Junta Central, citada, en la que, además de este extremo, recoge su pen-
samiento político, a la vista de la situación creada por la invasión napoleónica.
Había pasado una larga temporada (abril-junio de 1811) en el pazo de los
marqueses de Santa Cruz de Rivadulla, cerca de Santiago de Compostela, que cali-
ficó como la época más feliz de su vida, invitado por la marquesa —el esposo de
ésta estaba en la Guerra de la Independencia—, a la que escribió desde Muros 18
cartas que sirven para profundizar en la psicología de Jovellanos y en la compleji-
dad de su carácter.
La vida de Jovellanos se extingue, durante un angustioso delirio febril, en Puerto
de Vega (Navia), adonde había llegado huyendo, por mar, de las tropas francesas, el
28 de noviembre de 1811, fecha discutida. En medio de la calentura se le oye balbu-
cear palabras que concretan sus preocupaciones hasta, incluso, en ese momento tan
dramático: su familia —«mí sobrino...»— y su vida pública —«Junta Central... La
Francia... Nación sin cabeza...»—; para terminar: «¡Desdichado de mí!»
La rectitud de su conducta hizo que Marañón escribiese en su prólogo a Los
afrancesados, de Miguel Artola. «No sabemos lo que cualquiera de nosotros hubiera
hecho de haber vivido entonces. Yo, sin embargo, creo que sí lo sé: yo no hubiera
sido ni patriota absolutista, ni liberal de los de Cádiz, ni afrancesado; yo hubiera sido
jovellanista».

bibliografía

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Fundación Alvargonzález/Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 2002.
ÁLVAREZ-VALDÉS Y VALDÉS, Manuel, Noticia de Jovellanos y su entorno, Gijón, Fundación
Alvargonzález, 2006.
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Comercio, 1991-1992. Hay edición con notas de Teresa Caso, Barcelona, Ariel, 1998.
CEÁN BERMÚDEZ, Juan Agustín, Memorias para la vida del Excmo. Señor D. Gaspar Melchor de
Jovellanos, y noticias analíticas de sus obras, Madrid, Fuentenebro, 1814.
GÓMEZ DE LA SERNA, Gaspar, Jovellanos, el español perdido, 2 vols., Madrid, Organización Sala
Editorial, 1975.
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SOMOZA, Julio, Nuevos datos para la biografía de Jovellanos, La Habana/Madrid, Biblioteca de la
«Propaganda Literaria», 1885.
SOMOZA, Julio, Las amarguras de Jovellanos, Gijón, Anastasio Blanco, 1889.
SOMOZA, Julio, Inventario de un jovellanista, Madrid, Rivadeneyra, 1901.
SOMOZA, Julio, Documentos para escribir la biografía de Jovellanos, 2 vols., Madrid, Hijos de Gómez
Fuentenebro, 1911.
VARELA TORTAJADA, Javier, Jovellanos, Madrid, Alianza, 1988.

49
Partida de defunción.
Conservada en el Archivo
de la Iglesia de Santa Marina
1811.
Arzobispado de Asturias.
Depositado en la Iglesia de
Santa Marina–Puerto de Vega
(Navia)

Ceán Bermúdez daba como


fecha de la muerte de
Jovellanos el 27 de noviembre
de 2011, y muchos la han
seguido a partir de su biografía.
Pero en la partida de defunción
se lee: «En 29 de noviembre de
1811, yo, el infrascrito, cura
propio de Santa Marina de
Puerto de Vega, di sepultura
eclesiástica al cadáver del
Excmo. Sr. D. Melchor Gaspar
de Jovellanos, soltero, natural
de Gijón; murió en el día
anterior».

50
Ángel Monasterio
Busto de Jovellanos
Real Academia de la Historia.
Madrid
El último retrato que se le
hiciera en vida se realizó en
Sevilla por encargo de Lord
Holland durante la guerra de
independencia, y fue enviado
a Londres desde Cádiz en
1809. Plenamente
neoclásico, este busto de
mármol representa al
ciudadano como un nuevo
Cicerón, de un modo realista
y sin atributos civiles o
temporales y parece imitar un
busto romano, incluso en la
mutilación de la oreja
derecha, que ya se encuentra
en el boceto.

Antonio Porta
Compás del bergantín Volante
Hacia 1800, Ferrol.
Museo Marítimo de Asturias.
Luanco

Ante la llegada de los franceses


a Gijón, Jovellanos y Pedro
Manuel de Valdés-Llanos
zarpan en el bergantín Volante.
La galerna les obliga a buscar
refugio en Puerto de Vega,
donde ambos fallecerían.

51
52
Jovellanos y la Guerra de la Independencia.
La política del equilibrio
Ignacio Fernández Sarasola. Universidad de Oviedo

La mayor parte de la actividad política y judicial de Jovellanos se desenvolvió fuera de


Asturias y no tuvo a su tierra natal como destinataria. Así, comenzó su carrera juris-
diccional en Sevilla, primero como alcalde de Cuadra de la Audiencia de Sevilla (1767)
y luego como oidor de esa misma Audiencia (1773). De allí se desplazaría a Madrid,
donde continuó sus labores judiciales como alcalde de Casa y Corte (1778) hasta su
designación como miembro del Consejo de Órdenes Militares (1780). Años más tarde
se le confió el puesto de embajador en San Petesburgo (1797), cargo que no llegaría a
ocupar al ser nombrado en esas mismas fechas ministro de Gracia y Justicia.
A pesar de esa proyección nacional, Jovellanos dedicó algunas sustanciosas refle-
xiones políticas y reservó parte de su esfuerzo como gobernante a su tierra natal.
Aunque su ideario político trascendió las fronteras asturianas —como, por otra
parte, decía Melquíades Álvarez que era característica de los políticos nacidos en
Asturias— no dejó de ocuparse de su hogar, sobre todo en los últimos años de su
vida, durante la desoladora guerra de la Independencia. [pág. 52]
Francisco de Goya
Jovellanos, representante de Asturias en la Junta Central Retrato de Gaspar Melchor
En 1808, la situación política española resultaba caótica. Aislados Carlos IV y Fer- de Jovellanos
nando VII en Bayona, plaza a la que habían acudido en respuesta al llamamiento de Museo Nacional del Prado
Napoleón, la vacancia en el trono impulsó a las provincias a formar juntas revolu-
cionarias que se encargaron de adoptar en sus territorios las medidas pertinentes Es sin duda el retrato de
referencia de Jovellanos y uno
para hacer frente a la invasión gala. de los más famoros del pintor
Asturias, por su parte, ya contaba desde el siglo XIV con una institución repre- aragonés. Jovellanos lo encargó
sentativa de los concejos, la Junta General del Principado que, a raíz de los aconte- en 1798, poco después de ser
cimientos de 1808, alteró su propia composición y se autodesignó como Junta nombrado ministro. No se hizo
retratar como tal, ni como
Suprema de Asturias (25 de mayo de 1808). Unos días antes, el 9 de mayo de 1808, magistrado, ni con traje de
la Junta declaraba la guerra a Napoleón, y el 30 del mismo mes enviaba a Londres a corte, sino en un despacho y en
dos emisarios —José María Queipo de Llano (vizconde de Matarrosa y futuro conde traje de calle; amparado por
Minerva, diosa de la sabiduría,
de Toreno) y Andrés Ángel de la Vega Infanzón— a fin de solicitar ayuda militar.
y con el escudo y emblema del
A pesar de que las Juntas Provinciales lograron el triunfo más sonado contra las Real Instituto Asturiano, su
tropas francesas —la célebre batalla de Bailén (19 de julio de 1808)— la dispersión obra más querida.

53
de fuerzas obligó a reconcentrar el gobierno en una institución de alcance nacional.
Tras barajar diversas alternativas —entre las que se hallaban formar cortes y designar
una regencia— finalmente decidieron crear una Junta Central —Junta Suprema
Gubernativa de España e Indias— integrada por dos vocales de cada una de las Jun-
tas Provinciales y que se reunió por vez primera en el real sitio de Aranjuez, el 25 de
septiembre de 1808.
La representación asturiana recayó en manos del marqués de Camposagrado y
de un Jovellanos que apenas unos meses antes había sido liberado por Fernando VII
de su prisión en el castillo de Bellver. El primer vínculo político de Jovellanos con su
tierra natal, por tanto, surgió de las extraordinarias circunstancias en las que se
hallaba inmersa la nación española en 1808 y que le permitieron acudir a un órgano
central como representante de Asturias.
Esta condición representativa no sujetó incondicionalmente a Jovellanos por-
que, en realidad, el prócer gijonés pronto dejó clara su perspectiva de que los voca-
les del gobierno central representaban a toda la nación, y no eran meros comitentes
de la provincia que los había designado. Por esa razón defendió que los miembros
de la Junta Central no se sujetasen a las instrucciones expedidas por las Juntas Pro-
vinciales de procedencia. Con tal actitud, Jovellanos pretendía que los vocales dispu-
siesen de un amplio margen de actuación que no se viese entorpecido por los
continuos requerimientos de las Juntas Provinciales ya que, de lo contrario, no
habría servido de nada reconcentrar el gobierno.

El conflicto con el Marqués de la Romana: la disolución de la Junta de Asturias


En el seno de la Junta Central, Jovellanos tuvo ocasión de seguir preocupándose de la
Junta Superior de Asturias que lo había designado. Esta Junta había entrado en con-
flicto con una institución del Antiguo Régimen, cual era la Audiencia. De resultas, y
escudándose en estos conflictos, el marqués de la Romana, encargado de dirigir el ejér-
cito patriota en tierras asturianas, disolvió de forma harto ilegal la Junta Superior de
Asturias, a través de su coronel José O’Donnell, en una fecha tan significativa como el 2
de mayo de 1809. «¡Hasta en la elección de este día fue desgraciado!», diría Jovellanos
en la Memoria en defensa de la Junta Central (1811). Destruida la antigua representación
asturiana, el marqués designó una nueva que, bajo el nombre de «Junta de armamento
y observación», quedaría integrada por Nicolás de Cañedo —Conde de Agüera, presi-
dente—, Ignacio Flórez Arango, Andrés Ángel de la Vega Infanzón —secretario—, Gre-
gorio Jove Dasmarinas, Matías Menéndez de Luarca, Francisco Ordóñez —secretario
suplente—, Juan Argüelles Mier, Fernando de la Riva Valdés Coalla y José María Queipo
de Llano —que renunciaría, sustituyéndole Ramón de Miranda y Sierra—.
Ante esta irregular actuación, el Procurador de la Junta Superior de Asturias,
Álvaro Flórez Estrada, elevó una protesta a la Junta Central, a fin de que amparase

54
Cristóbal Ramos Tello
Retrato del magistrado
Gaspar Melchor de Jovellanos
1770
Museo Nacional de Artes
Decorativas. Madrid

Esta figura retrata a Jovellanos


en su primer empleo, como
Alcalde del Crimen en Sevilla,
cargo que entonces no era
político sino jurisdiccional.
Los alcaldes de cuadra
desempeñaban sus funciones
ataviados con toga y peluca.
Sin embargo, a petición del
conde de Aranda —entonces
Presidente del Consejo de
Castilla— Jovellanos acudió a
su puesto sin la peluca de
dignidad, para gran asombro de
la población sevillana. Tal le
representa la estatuilla, que fue
al órgano asturiano y anulase la decisión adoptada por el marqués de la Romana. encargada por él mismo, y
constituye el primer retrato de
Jovellanos enseguida se alineó con Álvaro Flórez Estrada y reclamó contra lo que
su cursus honorum.
entendía que era una extralimitación inadmisible por parte del marqués. Entre el 20
de mayo de 1809 y el 10 de julio del mismo año, Jovellanos y Camposagrado, en su
calidad de vocales por Asturias, elevaron a la Junta hasta tres representaciones soli-
citando que pusiese fin a lo actuado por La Romana. No desconfiaba el gijonés de
todos los nuevos miembros designados —de hecho, algunos como De la Vega o
Queipo de Llano estaban, según él, entre lo mejor que se podía escoger en Astu-
rias—, sino de lo irregular de disolver aquella Junta asturiana, sin tan siquiera ajus-
tarse al reglamento que había expedido la propia Junta Central para regular a los
entes provinciales —Reglamento de las Juntas de Ordenación y Defensa, de 1 de
enero de 1809, en cuya elaboración había participado el propio Jovellanos.
La disolución de la Junta de Asturias constituía, para Jovellanos, un auténtico
atentado contra lo que él designaba como «Constitución asturiana». Alejándose de
los planteamientos revolucionarios, Jovellanos no denominaba «Constitución» a
una norma política emanada de la voluntad constituyente del pueblo soberano, sino
que la identificaba con aquellas normas históricas que fijaban la forma de gobierno
en los distintos reinos de España. En su vocabulario, por tanto, no cabía hablar de
una Constitución, sino de una pluralidad de ellas, diferenciadas temporal y geográ-
ficamente. Según esta perspectiva, Asturias contaba con su propia organización ins-

55
titucional, caracterizada por la presencia de una representación concejil cual era la
Junta General del Principado de Asturias. Es más, si Asturias no había contado his-
tóricamente con representación en las cortes castellanas ello se debía, precisamente,
a que disponía de su propia institución representativa.
Así visto, la maniobra del marqués de la Romana se le antojaba a Jovellanos
todavía más digna de rechazo. Al disolver la Junta Superior de Asturias no había
puesto fin a un órgano revolucionario, sino a una institución heredera de la Junta
General del Principado, es decir, a una pieza básica de la Constitución asturiana.
La respuesta de la Junta Central a los requerimientos de Jovellanos no resultó de
su agrado. El alto órgano designó dos comisionados —el teniente general Antonio
Arce y el regente de la Audiencia de Extremadura, Francisco Yañez de Leiva— que
debían desplazarse a Asturias para elevar un informe y recomponer la situación,
asumiendo provisionalmente el gobierno y, en el caso de Arce, también el mando
militar. No obstante, la tibieza de la Junta Central y la demora en atender las peticio-
Ana María Teresa Mengs Guazzi nes de Jovellanos defraudaron al prócer gijonés, que llegó a pedir que le exoneraran
Retrato de Jovellanos de sus funciones hasta que no se resolviese la situación del Principado.
«con manguito»
Hacia 1778-1780 La situación bélica y económica de Asturias
Colección particular A este conflicto con el marqués de la Romana vendría a unirse un segundo, que vol-
vería a tenerlo como protagonista. Al agravio de haber disuelto la Junta asturiana, el
Al igual que la estatuilla prócer gijonés añadía el que el marqués había obrado con manifiesta ineptitud en la
de Ramos Tello, representa a
Jovellanos togado y sin peluca.
defensa de Asturias.
Es obra de la hija y alumna de De esa impericia militar tuvo conocimiento Jovellanos a través de una queja ele-
Mengs y esposa del grabador vada por Nicolás Mahy, designado por el propio marqués de la Romana como
Manuel Salvador Carmona, que
comandante general para la defensa de Asturias. Mahy se encontró con un desola-
fue académica de honor y
mérito por la Real de San dor panorama, que le obligó a dirigir el 16 de octubre de 1809 una representación a
Fernando. El retrato se hallaba la Junta Central, en la que exponía la nefasta gestión militar tanto del marqués como
en el cuarto de la chimenea. de Ballesteros, encargado de la tercera división del ejército de la Izquierda.
Recibida la queja, Jovellanos protestó de inmediato ante la Junta Central por
el «absoluto abandono» del Principado, que, después de todo, era resultado de la
situación generada por el propio marqués de la Romana al haber disuelto el legí-
timo órgano de gobierno. La Junta de armamento y observación que el referido
marqués había designado también se había suprimido, por obra de los comisiona-
dos de la Junta Central, y en tal tesitura Asturias carecía de cabeza política. Pero
también le preocupaba a Jovellanos la impericia y torpeza militar del marqués de
la Romana, que había dejado en Asturias un ejército mal organizado y con falta de
oficiales. Por si fuera poco, la suspensión de trabajos en las fábricas de armas debi-
litaba todavía más a los ejércitos asturianos, desguarnecidos ante las poderosas
fuerzas invasoras.

56
Manto de la Orden de Alcántara
1780
Museo Casa Natal de
Jovellanos. Gijón

Al ingresar en el Consejo de las


Órdenes Militares (1780) era
preceptivo que solicitara el
hábito de caballero y se decide
por la Orden de Alcántara. Su
abuelo materno lo había sido de
la de Calatrava; a sus hermanos
Gregorio y Francisco de Paula
les habían concedido el hábito
de la orden de Santiago en
1772. Ello le exoneró de su
trabajo como Alcalde de Corte.

Asturias se había visto, así, rodeada por los ejércitos franceses, que ocupaban pla-
zas en Galicia, Cantabria y Castilla, quedando de esta guisa Asturias incomunicada
con el gobierno central y debiendo arreglárselas por sí sola, como narraba Jovellanos.
Una Asturias que de este modo se vio de pronto asediada por tres frentes: desde León

57
[pág. 59] Kellerman avanzaba con sus ejércitos; otro tanto hacía Bonet por oriente, en tanto
Francisco de Goya que Michel Ney se dirigía al Principado desde La Coruña. Y, como recordaba Jovella-
Auto de fe nos, éste último ya traía impresa la proclama por la que solicitaba obediencia a los
1815-1819 asturianos. ¡A tal punto percibía la facilidad de la conquista! Lejos de hacerles frente,
Museo de la Real Academia de el marqués de la Romana se había embarcado en Gijón rumbo a Galicia. Conducta
Bellas Artes de San Fernando.
Madrid
que irritó sobremanera a Jovellanos, que veía así desprotegida su patria:

En su Representación al Rey Así fue cómo esta heroica y desgraciada provincia —recordaba— fue aban-
Carlos IV sobre lo que es el donada a un enemigo que, aunque escarmentado y arrojado de ella al cabo
Tribunal de la Inquisición de diez y nueve días por el esfuerzo de sus valientes hijos, quedó saqueada y
(1798), Jovellanos trataría de
asolada con toda la rabia que inspira a un bárbaro invasor la misma resis-
reformar el tribunal de la Santa
Fe, cuyos procesos resultaban tencia que inutiliza sus esfuerzos».
incompatibles con la idea
humanista del derecho penal La situación se venía a agravar, según Jovellanos, por el lamentable estado eco-
difundida por la Ilustración.
nómico de Asturias, incapaz de abastecer a población y ejército. Jovellanos preparó
una serie de propuestas a fin de hacer frente a estas carencias del Principado, solici-
tando de la Junta Central el inmediato envío de dos millones de reales y una asigna-
ción mensual de doscientos mil más para reactivar las fábricas de armas. Cantidades
que la Junta Central redujo, para desconsuelo del prócer gijonés. En una renovada
petición, el gijonés recordaba a la Junta Central que «Asturias fue de las primeras
provincias que se levantaron contra la pérfida agresión de Bonaparte; que le decla-
raron la guerra abierta y se armaron en defensa de su Rey y de su libertad», (Expo-
sición sobre la situación del Principado de Asturias, Sevilla 29 de diciembre de 1809).

Las Cortes de Cádiz y los diputados asturianos


Al margen de ocuparse de la situación bélica, a lo largo de los dos años y medio que
actuó como representante por Asturias en la Junta Central, Jovellanos desempeñó
una intensa actividad para reunir Cortes. De hecho, las Cortes de Cádiz, finalmente
reunidas el 24 de septiembre de 1810, deben buena parte de su existencia a la tena-
cidad de un Jovellanos más activo políticamente que nunca, a pesar de su avanzada
edad y su deteriorado estado de salud. Y nuevamente en este punto existen algunas
relevantes conexiones con Asturias.
Jovellanos fue el primer vocal de la Junta Central que propuso convocar Cortes. En
un primer momento, la idea que tenía sobre la organización y funciones de éstas se
hallaba influida por las teorías de un coterráneo suyo: Francisco Martínez Marina. El
eclesiástico ovetense escribió en 1808 una erudita obra titulada Ensayo histórico-crítico
sobre la legislación y principales cuerpos legales de los Reinos de León y Castilla, que causó
una honda impresión en Jovellanos. En el texto, Martínez Marina trataba de documen-
tar la costumbre inveterada de convocar Cortes estamentales en León y Castilla que, si

58
bien no ejercían un auténtico poder legislativo —entonces en manos del Rey— podían
al menos elevar peticiones al monarca para que éste las convirtiera en leyes.
Las tesis de Martínez Marina se ven reproducidas en muchos de los escritos de
Jovellanos relativos a la convocatoria de las Cortes. Así, en sus Reflexiones sobre la
democracia (junio 1809) recordaba el gijonés que históricamente el rey había dis-
puesto de poder legislativo, tal cual había dicho Martínez Marina. Pero, sobre todo,
la huella del ovetense se percibe en uno de los más importantes escritos políticos de
Jovellanos, la Consulta sobre la convocación de las Cortes por estamentos (21 de mayo
de 1809), en la que proponía que se convocasen unas Cortes estamentales que no
dispondrían de un auténtico poder legislativo ni constituyente, como por otra parte
pretendían los liberales.
Esta influencia de Marina iría disminuyendo con el paso de los meses, a medida
que se incrementaron las aportaciones de Lord Holland y John Allen, los amigos bri-
tánicos de Jovellanos que le aconsejarían políticamente a lo largo de su etapa en la
Junta Central. Ellos influyeron para que el gijonés adoptase una visión más moderna
de las Cortes, de modo que, si bien debían ser estamentales, habrían de organizarse

59
[pág. 61] en dos cámaras separadas —como sucedía con el Parlamento británico— y debían
Fotografía del interior disponer de poder legislativo. De esta forma, en su postrer escrito —la Memoria en
del Teatro de las Cortes
defensa de la Junta Central—, Jovellanos llegaría a contradecir expresamente a Mar-
Consorcio para la Conmemoración
tínez Marina, señalando que en tanto el historiador ovetense había negado a las Cor-
del Bicentenario de la
Constitución de Cádiz tes el poder legislativo, él sí les reconocía tal facultad. Ello no impidió que Jovellanos
1812 guardase siempre una extraordinaria admiración por Marina, al punto de intentar
que la Junta Central lo convocase en calidad de asesor, a la par que recomendaba la
Entre septiembre de 1810 y lectura de sus escritos a Lord Holland.
febrero de 1811, las Cortes de En el proceso de convocatoria de Cortes, Jovellanos fue encargado de enumerar
Cádiz celebraron sus sesiones las villas que históricamente habían estado representadas en dichos concilios. Lejos
en el que hoy se conoce como
Teatro de las Cortes (San
de conformarse con la representación histórica, Jovellanos añadió varias villas que,
Fernando, Cádiz), y entonces según su parecer, debían ser llamadas a Cortes, aunque tradicionalmente nunca
denominado Casa de las hubiera sido así. Y es que Jovellanos no era en absoluto un inmovilista: a su parecer
Comedias.
debía respetarse el pasado, cierto, pero también mejorarlo en cuanto fuese preciso.
Así, el Principado de Asturias debía estar representado en las próximas Cortes a tra-
vés de su capital Oviedo. Máxime cuando había desaparecido la Junta General del
Principado y, con ella, lo más característico de su «Constitución municipal», dejando
a Asturias sin ningún tipo de institución representativa.
En el diseño de cómo debían organizarse las Cortes, y cuál debía ser su futura
actividad, Jovellanos convivió con algunos jóvenes asturianos. El primero de ellos
fue Agustín Argüelles. Oriundo de Ribadesella, Jovellanos ya había intentado contar
con él al ser designado embajador en San Petesburgo, ofreciéndole un cargo de asis-
tente que no llegaría a ejercer, al no llegar tampoco Jovellanos a ocupar la referida
plaza. Ya en la Junta Central, sin embargo, el gijonés buscó acomodo para Argüelles,
consciente de sus amplios conocimientos. Quizás también influyera en un anglófilo
como Jovellanos el hecho de que Argüelles había permanecido entre 1806 y 1808 en
Londres, por encargo de Godoy, lo cual lo convertía en un potencial conocedor del
funcionamiento del sistema británico de gobierno que Jovellanos admiraba.
Todo ello movió a Jovellanos a proponerlo como vocal de la Junta de Legisla-
ción, órgano auxiliar de la Junta Central que debía encargarse de examinar las refor-
mas que debían realizarse en los códigos y en las Leyes Fundamentales para que las
abordaran las Cortes, una vez se reuniesen. Lo que no parecía sospechar Jovellanos,
es que Argüelles profesaba un ideario político claramente liberal, y desde luego
mucho más avanzado que el suyo. De ahí que, dentro de la Junta de Legislación,
Argüelles aprovechase para promover no ya una reforma de las Leyes Fundamenta-
les, como deseaba Jovellanos, sino la elaboración de una nueva Constitución muy
próxima a la francesa de 1791.
Este desconocimiento de la adscripción ideológica de Argüelles explica el que
Jovellanos se sorprendiera al enterarse, una vez reunidas las Cortes de Cádiz, de que

60
el oriundo de Ribadesella se hubiese convertido en todo un líder de la asamblea, en
la que, según reconocía Jovellanos, se le oía como si de un oráculo se tratase.
Precisamente la reunión de las Cortes de Cádiz supuso una decepción para el
ilustrado gijonés. Había luchado con tesón para que el parlamento pudiese ver la
luz, pero cuando lo hizo, convocado por el Consejo de Regencia que había sucedido
a la Junta Central en enero de 1810, se reunió con una estructura unicameral y sin
distinción de estamentos. Justo lo contrario a lo que Jovellanos había propuesto. De

61
[1]
Proclama de la Junta General
del Principado
1808. Oviedo: Imprenta de
José Díaz Pedregal
Biblioteca de Asturias Ramón
Pérez de Ayala. Oviedo

El Principado de Asturias
proclama oficialmente la guerra
a Francia. Su autor, Álvaro
Flórez Estrada, Procurador
General del Principado.

[2]
Ejemplar de la Constitución
española de 1812,
Imprenta Real
1812
Congreso de los Diputados
[1] [2]

Aprobada el 19 de marzo de ahí que no tardase en transmitirle a Lord Holland su amargura por el modo en que
1812, fue la primera se habían constituido las Cortes. Entendía el polígrafo gijonés que su estructura
Constitución española nacida
de la soberanía nacional y el
resultaba poco a propósito para una reflexión sosegada de los asuntos de Estado y,
texto constitucional de nuestro antes bien, propendería a medidas radicales, sobre todo teniendo en cuenta el idea-
país con mayor proyección rio extremo de muchos de los jóvenes liberales, a la sazón influidos por las teorías de
internacional. Rousseau, Mably Sidney y Harrington.
Sus sospechas no tardaron en verse corroboradas. El mismo día de su forma-
ción, el 24 de septiembre de 1810, las Cortes aprobaron el Decreto I, en virtud del
cual proclamaban la soberanía nacional. Jovellanos, empeñado en la redacción de
una memoria justificativa de su actividad en la Junta Central —y la propia actividad
del órgano—, aprovechó la ocasión para refutar el dogma de la soberanía nacional.
A su parecer, el único soberano según las Leyes Fundamentales españolas era el Rey,
de modo que la nación sólo podía adjetivarse de «suprema». Una supremacía que le
permitía reunirse en Cortes, ejercer el derecho de resistencia contra el usurpador y
reformar las Leyes Fundamentales. En ese sentido, y no en otro, debería entenderse,
según Jovellanos, lo proclamado en el Decreto I.
Estas ideas resultaban manifiestamente opuestas a las que sostenían los libera-
les, partidarios de una nación soberana dotada de poder constituyente. Incapaz de

62
defender sus posturas en el seno de unas Cortes a las que no pertenecía, Jovellanos
trató al menos de que sus teorías hallasen eco a través de su sobrino, Alonso
Cañedo y Vigil, diputado por Asturias y adscrito a la tendencia realista de la asam-
blea. Cañedo, nacido en la pequeña localidad de Grullos —«Gurullos», decía Jove-
llanos— en el concejo de Candamo, defendió con tesón las teorías de su tío y fue
uno de los principales vindicadores del concepto jovellanista de soberanía y de la
idea de unas Cortes bicamerales. A tales efectos, Jovellanos le hizo llegar un ejem-
plar de su Memoria en defensa de la Junta Central, que todavía se hallaba inédita,
para que pudiera conocer bien sus posturas y estuviera en condiciones de hacer
buen uso de ellas.
Las Cortes de Cádiz no siguieron estas teorías y a la postre, Alonso Cañedo
—apoyado por otros realistas como Aner o Borrull— no lograría que los plante-
amientos políticos de Jovellanos se impusiesen sobre el ideario liberal. Aun así, los
liberales no dejaron de reconocer la importancia de Jovellanos, por más distantes
que se hallaran de sus planteamientos. Así, el 17 de diciembre de 1811, otro astu- Constitución de la monarquía
riano, el conde de Toreno —el diputado más joven de las Cortes—, transmitió la española, promulgada en Cádiz
a 19 de marzo de 1812
dolorosa noticia del fallecimiento de Jovellanos y solicitó que se le nombrase
1812, Cádiz: Imprenta Real
benemérito de la patria. El 24 de enero de 1812, las Cortes aprobaban un Decreto
Biblioteca de la Universidad
en el que tal petición se hacía realidad. de Oviedo

bibliografía Comúnmente conocida como


La Pepa, la Constitución de
ÁLVAREZ VALDÉS, Ramón, Memorias del levantamiento de Asturias en 1808, Gijón, Silverio 1812 fue una de las más
Cañada editor, 1988. liberales de su tiempo, y estuvo
CARANTOÑA ÁLVAREZ, Francisco, Revolución liberal y crisis de las instituciones tradicionales en vigor hasta la vuelta de
asturianas, Gijón, Siverio Cañada Editor, 1989. Fernando VII en 1814, y
FERNÁNDEZ SARASOLA, Ignacio, Jovellanos. Escritos políticos, tomo XI de las Obras completas nuevamente durante el Trienio
de Jovellanos, Gijón, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII/Ayuntamiento de Liberal (1820-1823) y por un
Gijón/KRK, 2006. breve tiempo en 1836-1837.

FRIERA ÁLVAREZ, Marta, La Junta General del Principado de Asturias a fines del Antiguo
Régimen (1760–1835), Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, Consejería de
Educación y Cultura/KRK Ediciones, 2003.
VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaquín, Asturianos en la política española: pensamiento y acción,
Oviedo, KRK, 2006.

63
Libro de plazas que incluye la Real Cédula de
nombramiento de Jovellanos como Alcalde del
Crimen en la Audiencia de Sevilla
1757-1788
Archivo Histórico Nacional

Jovellanos fue nombrado en 1767 Alcalde de


Cuadra de la Audiencia de Sevilla. Según narra
Ceán Bermúdez, en su cargo intentó atenuar el
rigor de las penas que se imponían en virtud del
Derecho del Antiguo Régimen.

64
Rostros del conde de Aranda
y Jovellanos metidos cada uno
en una orla y arriba la diosa
de la Sabiduría
Siglo XIX
Sección Nobleza del Archivo
Histórico Nacional. Toledo

Se encuentra en un álbum
dedicado al militar Fernando
Fernández de Córdoba.

65
Genealogía de Gaspar Melchor
de Jovellanos y Ramírez de Jove
Carreño perteneciente a las
Pruebas para la concesión del
título de caballero de la Orden
de Alcántara
1780
Archivo Histórico Nacional

En 1780, de vuelta a Madrid,


Jovellanos fue nombrado
miembro del Consejo de
Órdenes Militares, uno de los
órganos que formaban parte del
régimen polisinodial español.
Para su acceso al cargo, hubo
de sustanciarse un expediente
que evidenciara su aristocrático
abolengo.

66
Carta de Gaspar de Jovellanos
al Príncipe de la Paz
renunciando a su nombramiento
como embajador en Rusia.
Contiene su autógrafo
18 de octubre de 1797
Archivo Histórico Nacional

El nombramiento de Jovellanos
como embajador en la corte de
San Petesburgo llenó de
aflicción al gijonés: «Cuanto
más lo pienso, más crece mi
desolación. De un lado lo que
dejo; de otro, el destino a que
voy; mi edad, mi pobreza, mi
inexperiencia en negocios
políticos, mis hábitos de vida
dulce y tranquila. La noche,
cruel».

67
[1]
Francisco de Goya
«Aquellos polvos». Grabado
nº 23 de la serie Caprichos
1799
Biblioteca Nacional de España

[2]
Francisco de Goya
[1]
«No hubo remedio». Grabado
nº 24 de la serie Caprichos
1799
Biblioteca Nacional de España

Nadie como Goya ha reflejado


los excesos de la Inquisición
española durante el siglo XVIII
y los degradantes castigos a los
que sometían a los declarados
culpables en procesos oscuros y
sin garantías para el reo.

68
[2]

69
[1]
Retrato de Pedro Cevallos
Guerra
Biblioteca de la Escuela de
Estudios Hispano-Americanos.
CSIC. Sevilla

Ministro con Carlos IV y


Fernando VII, fue nombrado
Ministro de negocios extranjeros
por José I, cargo que no
desempeñó. Escribió Exposición
[2]
de los hechos y maquinaciones
que han preparado la
usurpación de la Corona de
España, y los medios que el
Emperador de los franceses ha
puesto en obra para realizarla
(1808).

[1]

[2]
Eulogio Zudaire Huarte
Miguel José de Azanza, Virrey
de México y Duque de Santafé,
ministro de indias y negocios
eclesiásticos
Temas de Cultura Popular,
nº. 375, pág. 17

Presidente de la Junta de
gobierno constituida por
Fernando VII en su ausencia, [3]
Azanza se pasó al bando
afrancesado y llegó a presidir la
Junta de Notables convocada
por Napoleón en Bayona. En
1808 se dirigió a Jovellanos
para convencerle de que se
sumase a la causa de José
Bonaparte.

70
[3]
Libro de Actas de la Junta
General del Principado de
Asturias
1808
Archivo Histórico de Asturias

La Junta Superior de Asturias


se erigió el 25 de mayo de
1808 a partir de un órgano del
Antiguo Régimen representativo
de los concejos, la Junta
General del Principado de
Asturias. El 30 de ese mes
enviaría a dos comisionados a
Inglaterra para solicitar el apoyo
bélico de Gran Bretaña en la
guerra de la independencia.

[4]
[4]
Joseph Flaugier
Retrato de José I
MNAC – Museu Nacional d’Art
de Catalunya. Barcelona

José Bonaparte reinaba en


Nápoles cuando Napoleón le
ofreció la corona de España,
que aceptó el 6 de junio de
1808, convirtiéndose en el
monarca José I.

71
[1]

72
[1]
Carta del Presidente y vocales
de la Junta Superior de Asturias
al Presidente y Vocales de la
Junta de Galicia en la que
comunican la designación de
Gaspar de Jovellanos y del
marqués de Camposagrado
como vocales de la Junta
Central Suprema
3 de septiembre de 1808,
Oviedo
Archivo Histórico Nacional

Retenido Fernando VII en


Bayona, en las provincias se
organizaron Juntas destinadas a
dirigir la defensa frente a los
ejércitos franceses. Para
coordinarse estas instituciones
decidieron formar una «Junta
Central», en que se integrarían
dos vocales de cada una de las
provinciales. La Junta Superior
de Asturias nombró en
representación suya a
Jovellanos y Camposagrado.

[2]
Jean François-Marie Bellier
Retrato de José de Mazarredo
Salazar
[2] Museo Naval. Madrid

Teniente general de la Armada


con Carlos IV, Mazarredo aceptó
el cargo de Ministro de la
Marina con José Bonaparte e
intentó convencer a Jovellanos
para que se sumase al gobierno
josefino.

73
[1]

74
[1]
Plano de la ciudad de Cádiz
durante la guerra de la
Independencia
Fundación Federico Joly-Höhr

[2] [2]
Anónimo
Cronología de la revolución
española
1814
Museo de la Historia de Madrid

75
[1]
Guisasola / Doiztúa
Armeros vascos de la primera
fábrica de armas de Asturias
1795
Museo de Bellas Artes de
Asturias. Oviedo

[1]

[2]
Bandera del regimiento de
infantería de Castropol
Hacia 1808
Ayuntamiento de Castropol

Creado el 17 de Junio de
1808, contaba con 1024
hombres y tuvo intervenciones
destacadas durante toda la
guerra de la independencia,
llegando a penetrar
victoriosamente en Francia.
Fue disuelto el 24 de agosto
de 1811, pasando a formar
el V Batallón de Reales [2]
Guardias Walonas.

76
[3]

[4]

[5]

[3] [5]
Tercerola española de caballería. Carabina española de artillería montada
Modelo de 1801 1789.
1801. Museo del Ejército. Toledo
Museo del Ejército. Toledo
Material bélico utilizado durante la Guerra
[4] de la Independencia, producido en los años
Sable para oficial del Coronel Azpiroz inmediatamente anteriores.
1807.
Museo del Ejército. Toledo

77
[1] [2]

78
[1]
Réplica de uniforme de soldado de las Guardias
Valonas (Ejército español) durante la guerra de
independencia, realizada para la película Sangre de
Mayo de José Luis Garci (2008)
Cortesía de Sastrería Cornejo. Madrid

[2]
Réplica de uniforme de soldado de los Granaderos
Holandeses (Ejército francés) durante la guerra de
independencia, realizada para la película Sangre de
Mayo de José Luis Garci (2008)
Cortesía de Sastrería Cornejo. Madrid

[3]
Réplica de uniforme de soldado de los Húsares del
Ejército británico durante la guerra de
independencia, realizada para la película Sangre de
Mayo de José Luis Garci (2008)
[3] Cortesía de Sastrería Cornejo. Madrid

79
[1]
José María Queipo de Llano
Historia del levantamiento,
guerra y revolución de España
1839, Madrid: Imprenta
del Diario
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo

Escrita entre 1827 y 1837,


se trata de una de las más
importantes obras de historia
política y militar de España,
traducida al alemán, francés
e italiano.

[2]
Vicente Arbiol Rodríguez
Retrato de José María Queipo de Llano, Conde de Toreno
1844
Real Instituto de Estudios Asturianos

VII Conde de Toreno, con veinticuatro años fue el diputado más joven de las
Cortes de Cádiz y el que defendió las tesis liberales más progresistas. Entre
1827 y 1837 redactaría la inmortal obra Historia del levantamiento, guerra y
revolución de España.

80
[3]
Ricardo María Navarrete Fos
Retrato de Agustín Argüelles
Álvarez González
Hacia 1873
Congreso de los Diputados

Nacido en Ribadesella, fue


conocido en las Cortes de Cádiz
como «el Divino» por su gran
locuacidad y se convirtió en el
diputado liberal más destacado.

81
[1]
Retrato de Alonso Cañedo
y Vigil
Hacia 1830
Cabildo de la Catedral
de Málaga

Sobrino de Jovellanos y oriundo


de Grullos (concejo de
Candamo), defendió en las
Cortes de Cádiz los
planteamientos políticos de la
Memoria en defensa de la Junta
Central.

[1]

82
[3]

[2]
Pedro Inguanzo y Rivero
1824, Roma. Calcografía Camerale
Biblioteca Nacional de España

Arzobispo y oriundo de Llanes, defendió con


gran locuacidad los planteamientos
conservadores en las Cortes de Cádiz, como
el tribunal de la Inquisición, o el poder del
rey solo templado por unas Cortes
estamentales.
[2]
[3]
Interior de la Iglesia de San Felipe Neri
1812
Desde febrero de 1811, las Cortes de Cádiz
se celebraron en la iglesia, acondicionada al
efecto. Hasta ese momento habían ocupado el
teatro conocido como Casa de las Comedias.

83
[1] [2]
Gaspar Melchor de Jovellanos Agustín Argüelles
Don Gaspar de Jovellanos a sus Examen histórico de la reforma constitucional
compatriotas. Memoria en que se rebaten que hicieron las cortes generales y
las calumnias divulgadas contra los extraordinarias desde que se instalaron en la
individuos de la Junta Central y se da razón isla de León, el día 24 de setiembre de 1810,
de la conducta y opiniones del autor desde hasta que cerraron en Cádiz sus sesiones en
que recobró su libertad, con notas 14 del propio mes de 1813
y apéndices 1835, Londres: Imprenta de Carlos Wood e
1811, La Coruña: Oficina de Hijo
D. Francisco Cándido Pérez Prieto Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Agustín Argüelles había guardado una estrecha
Aunque Jovellanos no escribió un tratado relación con Jovellanos. Éste pretendía que le
de política, este texto, más conocido como acompañara como secretario en su cargo de
«Memoria en defensa de la Junta Central» embajador, y luego lo promocionó como
es el que contiene la mayor cantidad de miembro de la Junta de Legislación
reflexiones políticas del gijonés. Fue escrito constituida en el seno de la Junta Central.
para justificar tanto las gestiones de la Esta obra es la más relevante de Argüelles y,
Junta Suprema Gubernativa de España e en ella, con abundantes referencias a
Indias entre 1808 y 1810, como su propia Jovellanos, narra el proceso de formación y la
actividad dentro de dicho órgano. actividad de las Cortes de Cádiz.

84
[3]
José Casado de Alisal
El juramento de las Cortes de Cádiz en 1810 (Boceto)
1863
Colección del Congreso de los Diputados

El 24 de septiembre de 1810 se reunían en San Fernando las Cortes de Cádiz, jurando los diputados sus cargos. Ese
mismo día expidieron el primer Decreto de las Cortes, en el que proclamaban la soberanía nacional y la división de
poderes por vez primera en España.

85
[2]

[1]

[1]
Gaspar Melchor de Jovellanos
El Delincuente honrado: comedia en cinco actos y en prosa,
fielmente corregida, adicionada y enmendada en esta impresión
1863, Imprenta de la Viuda e hijos de J. Cuesta
Biblioteca Nacional de España

Traducida a varias lenguas y ampliamente reeditada, en esta comedia


sentimental los magistrados don Justo y don Simón representan la
tensión entre dos concepciones muy diversas de la aplicación de la
justicia. El conflicto gira en torno a la prohibición de los duelos.

86
[3]

[2] [3]
Francisco Pomares / Bartolomeo Pinelli Gaspar Melchor de Jovellanos
Li Regni di Spagna e di Portogallo Informe que se leyó en la Academia de la Historia
1816 a principios del año 1791 sobre teatros y espectáculos
por Melchor Gaspar de Jovellanos, individuo de ella
Museo Naval de Madrid
1791-1797
Centre de documentació i museo de les arts escèniques
Es ésta una ambiciosa y novedosa colección de
de l’Institut del Teatre. Barcelona
32 estampas en cuanto a estructura visual y
narrativamente, sobre la historia de las guerras
napoleónicas en la Península. La cartografía El teatro, concebido durante la Ilustración como «escuela de
procura la identificación de los ciudadanos con costumbres» fue objeto de sucesivas reformas; una de ellas fue
el territorio, concebido ya desde el punto de propuesta por Jovellanos a solicitud de la Academia de la
vista histórico como una nación. Historia; su razonamiento se funda en bases históricas y
jurídicas. Rechaza aquí las corridas de toros como fiesta nacional
y propone el establecimiento de cafés, o casas de conversación.

87
88
El Gijón de Jovellanos: la villa, el escenario
Ramón Alvargonzález Rodríguez. Universidad de Oviedo

La segunda mitad del Siglo de las Luces está presidida en Gijón por la figura de
Jovellanos, a quien se deben las mejoras y embellecimientos urbanos, la creación
del Real Instituto Asturiano, y el impulso de las infraestructuras de comunicacio-
nes, la carretera de Castilla y el puerto, fundamento de la futura pujanza econó-
mica de la ciudad.

Un arrabal manufacturero y comercial al pie de un puerto renovado


Por lo que se refiere al puerto, a mediados del siglo XVIII su capacidad era ya
insuficiente para encarar el crecimiento del tráfico y la procura de atraque a unas
embarcaciones de arqueos cada vez mayores. Por si esto fuera poco, presentaba un
creciente deterioro como consecuencia de las frecuentes galernas que lo azotaban.
Las acontecidas en el invierno de 1749 habían hecho especial mella en el viejo cay.
Las gestiones del ilustrado gijonés consiguieron, tras varios intentos fallidos, que
en 1790 finalizasen las obras de los diques de abrigo proyectados años antes por
los ingenieros de Marina.
Aún con sus instalaciones en deficiente estado, los muelles hubieron de hacer
frente a la creciente actividad mercantil desencadenada por las medidas liberali-
zadoras del comercio colonial, adoptadas a lo largo del siglo XVIII para dinami-
zar la economía del país. Esas disposiciones fueron aplicadas primero a las
Antillas (1765), y a partir de 1778 se extendieron al resto de los dominios ameri-
canos. El volumen de ingresos obtenidos revistió niveles modestos (1,2 millones
de reales en 1778) si se comparan con los obtenidos ese mismo año en otros puer-
tos norteños dotados de consulados del mar, como los de Santander y La Coruña,
con 16,4 y 10 millones de reales respectivamente. Las principales mercancías
exportadas desde el puerto gijonés eran carbón y frutos del país, en tanto que los
productos desembarcados incluían bienes de consumo de diversa procedencia.
Algunas de las naciones con las que se mantenían estrechas relaciones marítimo-
mercantiles contaban con viceconsulados en la villa; es el caso de Francia, que lo [pág. 88]
abrió en 1704, e Inglaterra, que lo hizo en 1751. Maqueta del puerto y villa de
El desarrollo del comercio a consecuencia de las mejoras de las comunicacio- Gijón a finales del siglo XVIII
nes del puerto y de la apertura de la carretera de Castilla, había hecho de Gijón 2003
sede de un artesanado numeroso que elaboraba artículos exportados a Ultramar Autoridad Portuaria de Gijón

89
y a los puertos de Inglaterra y Francia, amén de satisfacer las necesidades del pro- [pág. 90]
pio país. Ya en 1752, el Catastro de Ensenada arrojaba en Gijón un sector secun- Ramón Lope
dario de 558 personas, con gremios tan numerosos como el de tejedores, con 129 Plano del Puerto
integrantes, y otros tan significativos de la existencia de una actividad manufac- y Villa de Gijón en Asturias
turera como los de azabacheros (33 miembros), sastres (63), latoneros (2), plate- 1812

ros (5), doradores (2) e hilanderas (19 agremiadas). Este artesanado, concentrado Archivo General Militar. Madrid

en la villa, debió incrementar sus efectivos, pues en 1794 González de Posada afir-
maba que había en Gijón «fábrica de loza fina, de sombreros, de medias, de cur- En este plano se reflejan con
claridad los plantíos
tidos, de cerveza, de diges de azabache y de botones de uña». jovellanistas del paseo de la
Estos establecimientos estaban agrupados en el apéndice urbano localizado Estrella, el paseo de los Reyes,
junto al puerto en los planos de la villa de finales del XVIII y comienzos del XIX. el paseo de las Viudas y la
carretera de Castilla. Como se
Así, en el Plano de la Concha de Gijón (1789), de Tofiño de San Miguel, y en el
aprecia en el plano, la carretera
Plano del puerto y Villa de Gixón en Asturias (1812), de Ramón Lope, está diferen- de Castilla, que partía de la
ciado un núcleo de caserío, al pie de la dársena, defendido de los embates del mar plazuela del Infante —actual
por el paredón de Natahoyo, que entonces ocupaba una posición más interior Seis de Agosto— cerraba el
circuito de alamedas de forma
respecto a la línea de muelles actual en esa zona; línea adelantada en los años casi rectangular.
setenta del siglo XIX por iniciativa de la Sociedad de Fomento, entidad promo-
tora de los muelles de su nombre que, al construirlos, ganó terreno al mar.
La misma localización de este espacio, acotado en la actualidad entre las calles
Marqués de San Esteban, Comercio, Álvarez Garaya, plaza del Carmen y Corrida,
a pie de puerto en un lugar apto para recibir y expedir las mercancías por vía
marítima sin necesidad de desplazamientos inútiles; y la elocuencia del callejero
decimonónico en la zona, con nombres como Comercio, Almacenes, Horno, Ras-
tro y Rueda, son muestra bien patente de la especialización funcional con que
nació este ámbito urbano, del que Somoza dice que «era centro industrial y
manufacturero en el último tercio del siglo XVIII».
Pero, a mayor abundamiento, la documentación municipal ofrece testimonios
inequívocos de la época y contenido con que surgió el actual barrio del Carmen.
En 1792, un vecino de Gijón y otro de Oviedo solicitan permiso al Ayuntamiento
para establecer sendos almacenes junto al matadero del concejo, situado en la
Rueda; en 1798, otro vecino de la villa pone en conocimiento de la corporación
municipal «tener determinado llevar a perfección la obra principiada en la fábrica
de loza a la ynglesa establecida en el arrabal de la Rueda, calle que va a Natahoyo»
y a partir de 1788, y hasta finales de siglo, son relativamente frecuentes las solici-
tudes de terrenos de propios en La Rueda para edificar. Por otra parte, el mismo
Jovellanos calificó en 1795 el arrabal de «barrio nuevo», y la vía que salía de su
extremo occidental hacia el paseo de las Viudas se llamaba de Villanueva. Esta arte-
ria suburbana originaba poco después un núcleo de caserío conocido en el siglo
XIX con el nombre de «casas de Villanueva».

91
[Pág. 93] La seca y saneamiento del Humedal. El plantío de árboles
Thomas O’Daly Otro capítulo de la expansión de Gijón en el siglo XVIII es el del saneamiento de
Nuevo proyecto del Puerto de las marismas del Humedal, una zona endorreica a poniente del cerro de Santa
Gijón. Mapa de la Rada y Barra Catalina, ocupada por una laguna esporádica que puede verse representada en el
de Gixon
Plano de Gijón del Atlas del Rey Planeta, de Texeira, fechado en 1634. Este proceso
28 agosto 1754
sienta las bases de la formación de unas reservas de suelo urbano ocupadas en
Museo Naval. Madrid
parte en los años centrales del siglo XIX, y aleja de la villa un foco de insalubri-
dad permanente que había tenido consecuencias negativas para la higiene pública
Una tormenta destruyó la
dársena e inutilizó el puerto; del municipio.
finalmente, se aprobó la Aunque no se conoce el término inicial del proceso de desecación del Hume-
construcción de un nuevo dal, en 1782 el regidor decano del concejo afirmaba que «se había visto enjuta la
muelle, cuyas obras,
dilatada, profunda, pestífera laguna del Humedal contigua a esta villa». El sanea-
encargadas al ingeniero naval
irlandés Thomas O’Daly, miento de la zona se hizo aterrándola con arenas extraídas de las inmediaciones
comenzaron en 1753 y se de la villa, con los materiales sacados de la limpieza de la dársena y, eventual-
dieron por concluidas, según mente, con los lastres de los buques que tocaban el puerto. El acarreo de estos
proyecto de Reguera, en 1789.
materiales se hacía en los carros del concejo, aplicándose una suerte de sextaferia
no redimible; simultáneamente se abrieron varias zanjas de desagüe al mar.
Así, en 1784, el Ayuntamiento elevaba un memorial al Contador general de
propios y arbitrios del Reino manifestando la utilidad que recibiría el público «de
entrarse a cultura el término de el Humedal de esta villa», y pidiendo autoriza-
ción para arrendar por cuatrienios los terrenos divididos, para evitar que vinie-
sen a parar en pocas o en una sola mano las suertes formadas, y obtener además
un mayor producto. El juez noble y portavoz del concejo reconocía que la renta
debía ser «proporcionada y suave por carecer el pueblo de jornaleros en cuya clase
caigan los repartimientos, por no haber otros que peones de obras cuya miseria
los aleja de sufrir los gastos previos, cultivo, aperos, cierros y lo más necesario
para entrarlo a cultivo, ni haber tampoco labradores efectivos». Por otra parte, el
concejo preveía formar 14 o 16 suertes de tres o cuatro días de bueyes cada una.
El resultado fue que la villa incrementó sus propios en una extensión considera-
ble; parte la plantó de álamos, dando lugar al paseo público de la Estrella, tan
citado en los Diarios de Jovellanos, utilizado como campo de instrucción por las
tropas de la guarnición, y parte la cerró, formando lotes arrendados o aforados a
los vecinos del concejo.
El paseo de la Estrella, que abarcaba una superficie de planta triangular algo
mayor que la de la actual plaza del Humedal, obedece al modelo de vías radia-
les divulgado durante el reinado de Carlos III. Su centro era una plazoleta cir-
cular, o luneta, a la que confluían parte de las nuevas vías arboladas de acceso a
la villa. En ella desembocaba el paseo de los Reyes, abierto en 1798, el paseo de
las Viudas, y la hijuela del camino real de Castilla, que seguía el trazado de la

92
actual calle de Magnus Blikstadt. Desde la plazuela del Infante, al final de la calle
ancha de la Cruz, o Corrida, una alameda bordeaba la nueva carretera de Cas-
tilla, completando un circuito de vías arboladas de planta casi rectangular en las
afueras de la villa.
En 1787 debió culminarse la seca del Humedal, porque en dicho año, según
se desprende de un informe del alférez mayor del concejo, Francisco de Paula
Jovellanos, se planificó el paseo de la Estrella y se sortearon diez cierros entre los
vecinos de la villa de Gijón y de las parroquias de Tremañes y Ceares. En el pliego
de condiciones para la adjudicación de los lotes, la villa exigía de los futuros lle-
vadores que debían echar cada año cien carros de arena sobre cada día de bueyes
de los de su suerte, hasta que el terreno tomase la elevación necesaria para derra-
mar las aguas hacia las zanjas inmediatas, que en los cuatro primeros años debían
sembrar de maíz el terreno adjudicado, que debían entretener los árboles y cercas
de su respectivo cierro, y que no podrían edificar sin licencia del concejo. El 21 de

93
Segunda sede
del Real Instituto Asturiano
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón

Jovellanos fijó el
emplazamiento del edificio del
Real Instituto Asturiano, cuya
construcción arrancó en 1797,
como centro ordenador de
referencia en la nueva trama
urbana; estaba flanqueado por
dos plazas, de las que sólo se
abrió la de su lado oriental.

94
junio de 1788, se adjudicaron los diez cierros a ocho vecinos de la villa y a dos de
la parroquia de Ceares.

El Plan de Mejoras de Jovellanos


Aparte del crecimiento que la villa experimentó hacia poniente, a través de la seca
del Humedal, se inició también en esta época su primer desarrollo meridional. El
instrumento que canalizó esta expansión urbana fue un Plan de Mejoras presen-
tado por Jovellanos a la corporación municipal en octubre de 1782, que ésta
aceptó nombrando para su ejecución comisarios con facultades para usar de los
fondos de la villa con destino a la ejecución de las medidas adoptadas.
Las líneas programáticas de la memoria jovellanista son, en líneas genera-
les, las siguientes: reparación del paredón antiguo desde la peña de Santa Ana
a la capilla de los Valdés, y construcción de una tapia, prolongación del muro
de San Lorenzo que entonces llegaba hasta donde hoy está la Escalerona, que
viniera a enlazar con el Arco del Infante, en la Puerta de la Villa, pasando por
delante de la capilla de Begoña, para preservar a la villa «de los insultos de las
arenas y del mar».
Pero lo que confiere especial sustantividad al Plan de Mejoras es la propuesta
de un auténtico plan de ensanche. Para librar a la villa de las arenas que queda-
ban en el interior de la cerca, y en previsión de un crecimiento de población, pro-
ponía el establecimiento de una red viaria de trazado cuasiradial, es decir un
conjunto de calles trazadas a cordel desde las estribaciones del cerro de Santa
Catalina hasta el borde del recinto acotado por la tapia citada, cortadas por otras
«que corriesen de Oriente a Poniente en debidas distancias». En el centro de la
trama resultante, una plaza sería el nuevo centro de la entidad urbana.
El dibujo parcelario resultante sería el resultado de subdividir las manzanas
rectangulares alargadas que hoy todavía definen el centro de Gijón. La adjudica-
ción de las parcelas correría a cargo del concejo, que procedería a dividir los terre-
nos en suertes y adjudicarlos a los solicitantes bajo un canon moderado a favor
de los propios de la villa, con la condición de que cada adjudicatario cerrase con
cerca de piedra seca su lote, con facultad de dedicarlo a huerta, prado o edificio,
siempre que se guarden «la forma y orden de las líneas, que deberían tirarse y
estacarse antes del repartimiento». Por otra parte, y en razón de la diferente cali-
dad de las suertes, se establecía un sistema de exenciones fiscales a favor de los de
peor calidad o situación. Nos encontramos, pues, ante una propuesta de forma-
ción de suelo urbano, lo que convierte este Plan en un antecedente directo de los
planes de ensanche decimonónicos.
En otro orden de cosas, se proponía también una limpieza de la dársena, y su
mejora, y una profusa campaña de plantío de árboles, pinos en el arenal para fijar

95
el suelo, y álamos en las nuevas calles y en las vías de acceso a la ciudad, así como
en las plazas y plazoletas existentes. Y ello, porque, en palabras de Jovellanos,

Los árboles no sólo contribuyen a la hermosura, sino también a la riqueza


de los pueblos que hacen abundar en ellos la leña y madera de construc-
ción, que los libran de las inclemencias del sol y de los vientos, que puri-
fican, templan y refrescan los aires destemplados del invierno y verano; y
finalmente que dan una idea a quien los ve del orden y la buena policía
que reinan en los pueblos donde abundan

Un examen detenido de los Diarios confirma que el mismo Jovellanos financió


la plantación de gran cantidad de álamos en la trama viaria del nuevo «ensanche», así
como en el arenal de san Lorenzo, en la luneta del Infante, actual plaza del 6 de
Agosto, en el Humedal y en los lugares de Ceares y Contrueces. Por su importancia,
y lo exótico de algunas de las especies, cabe reseñar la compra que hizo de 500 árbo-
les a los jardines de Aranjuez; incluía tal adquisición chopos de Lombardía y Caro-
lina, plátanos de Louisiana, sauces de Babilonia, mundos o árboles de nieve, abedules,
paleras y pinos, con los que pobló extensas zonas del arenal de San Lorenzo. Pero la
especie ornamental más utilizada por Jovellanos fue el álamo blanco «porque es un
árbol que se pone en vara y sirve al mismo tiempo de vivero».
La funcionalidad del modelo jovellanista quedó puesta de manifiesto en los
años siguientes. En el mismo año de la formulación del Plan de Mejoras se tras-
ladó la Puerta del Infante desde su primitivo emplazamiento, en el arenal de la
Trinidad, a la salida de la villa, al final de la calle ancha de la Cruz. En 1784, la villa
destina arbitrios para la construcción de la cerca desde el extremo del paredón de
San Lorenzo a la Puerta de la Villa; en 1790, con motivo de una petición de
terreno público junto al paredón de San Lorenzo, el concejo responde que

en aquel paraje, y otros públicos y comunes de esta Villa, se están tra-


zando calles y plazuelas para su mejor adorno, de cuyo plano se dará
parte... para después hacer la competente distribución de el demás
terreno a fin de levantar edificios, cerrar huertas y otros útiles al público.

En 1794 comienzan las peticiones de terrenos en la nueva zona urbana, y en


1797 se inicia la construcción del edificio del Real Instituto Asturiano, y de las pla-
zas proyectadas en el Plan de Mejoras contiguas a él, elementos que actuaron
como centros ordenadores de referencia en el reciente entramado urbano, pues
en tal punto terminaba la calle homónima, y de allí partían tres calles que finali-
zaban en la alameda de Begoña.

96
La actividad del Real Instituto Asturiano había comenzado, en 1794, en un
edificio familiar contiguo a la casona solariega de Cimadevilla, pero la favorable
acogida despertada por el centro aconsejó construir un edificio de nueva planta
en el proyectado «ensanche» de la villa. Sus planos fueron encargados al arqui-
tecto Juan de Villanueva, con la intención, en palabras de Jovellanos, «de que no
sea ni demasiado grande, ni muy magnífico, pero sí un edificio noble y bello y
además cómodo y conveniente a los objetos que debe alojar». Colocada la pri-
mera piedra en noviembre de 1797, dos años después las obras sufrieron un
parón, coincidiendo con el apartamiento de Jovellanos del poder, de suerte que el
nuevo edificio no quedó finalizado sino en 1807, con una huerta anexa que lle-
gaba hasta el alto de Begoña.
Otro exponente expresivo de la importancia alcanzada por la nueva villa lo
constituyen las Ordenanzas de Policía Urbana formadas por el Ayuntamiento en
1809. En los primeros años del siglo XIX, la ciudad evolucionó bajo los criterios
del Plan de Mejoras. El plano de la villa levantado en 1836 por los profesores del
Instituto Asturiano Alonso Rendueles y Sandalio Junquera refleja como límite del
perímetro urbano el de la cerca que defendía la villa de la invasión de las arenas
en los años anteriores: una línea identificable con las actuales calles de la Liber-
tad, plaza del 6 de Agosto, calle de Pelayo, paseo de Begoña, calles Covadonga,
Menéndez Valdés, Cabrales y San Agustín.
En 1826, según el abate Miñano, las calles principales de la villa eran las de
San Bernardo y Corrida, y una gran parte de su caserío era de dos plantas. Por
otra parte, según el mismo autor, el moderado precio de los alquileres atraía a un
número apreciable de habitantes de las aldeas del concejo, que venían a estable-
cerse en la población movidos por su actividad comercial.

bibliografía

VV. AA., Gijón, puerto ilustrado, Barcelona, Lunwerg, 2003.


ALVARGONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Ramón, Gijón: industrialización y crecimiento urbano, Salinas, Ayalga, 1977.
GARCÍA PRADO, Justiniano, «La descripción de Gijón para el mapa de Tomás López», Boletín del
Instituto de Estudios Asturianos, núm 7, Oviedo, 1949, págs. 93-102.
GUZMÁN SANCHO, Agustín y SANCHO FLÓREZ, J. G., El Instituto de Jovellanos, Gijón, Real Instituto
Jovellanos, 1994.
JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Diarios, ed. de Julio Somoza, 3 vols., Oviedo, Instituto de
Estudios Asturianos, 1953-1956.
JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Gijón. Apuntamientos para el Diccionario Geográfico-Histórico de
Asturias (1804), ed. de J. González Santos y J. López Álvarez, Gijón, Museo Casa Natal de
Jovellanos, 2001.
SENDÍN GARCÍA, M. A., Las transformaciones en el paisaje urbano de Gijón (1834-1939), Oviedo,
Instituto de Estudios Asturianos, 1994.

97
Mariano Ramón Sánchez
Vista de San Lorenzo
y Campo Valdés de Gijón
Hacia 1793
Museo Casa Natal
de Jovellanos. Gijón

Esta vista fue regalada por


Sánchez a Jovellanos, en cuya
casa familiar figura inventariada
en 1826. El cuadro hacía
pareja con una Campiña de los
alrededores de Gijón no
conservada.

98
99
Mariano Ramón Sánchez
Dársena de Gijón
Hacia 1793
Patrimonio Nacional

Este pintor y topógrafo realizó más


de cien vistas de puertos españoles
por encargo de Carlos III. Entre
ellas, ésta de Gijón tomada desde
el muelle de tierra, en que se
observa la dársena y la Plaza de la
Barquera, hoy conocida como Plaza
del Marqués.

100
Francisco Leal
Plano de Gijón y Rada de Torres
1752
Museo Naval. Madrid

101
Thomas O’Daly
Plano del proyecto de reparo
de los muelles de la villa de Gijón
1753
Archivo General Militar de Madrid

102
Andrés de la Cuesta
Plano del Puerto de Gijón
1776
Museo Naval. Madrid

103
[1]
Miguel de la Puente
Plano de la ensenada de Gijón,
situado por observación el cabo
de Torres
Museo Naval. Madrid

104
[2]
Vicente Tofiño de San Miguel
Plano de la concha de Gijón
levantado por el brigadier
de la Real Armada
1787
Museo Naval. Madrid

El artesanado estaba agrupado


en el apéndice urbano
localizado junto al puerto;
en el plano se advierte este
núcleo de caserío, al pie de la
dársena.

[3]
Diorama del puerto de Gijón
2005
Autoridad Portuaria de Gijón

Representa la ciudad en
octubre 1808, al comienzo de
la Guerra de la Independencia.

105
José de Castellar
Plano de Gijón y proyecto de
fortificación
1835
Ministerio de Defensa. Archivo
Cartográfico y de Estudios
Geográficos del Centro
Geográfico del Ejército

107
[1]
Manuel Reguera
Puerta de la Villa o Arco de
don Pelayo, Gijón 1782
Grabado de La Ilustración
Gallega y Asturiana, I, nº. 16
10 de junio de 1879
Instituto Feijoo de Estudios
del Siglo XVIII

La puerta del Infante se


trasladó desde un primitivo
emplazamiento en el arenal de
la Trinidad a la nueva salida
de la villa, en el arranque de
la carretera de Castilla,
alcanzando en dirección
sudeste el trayecto de las
calles Moros y Corrida. En un
ángulo se enterraron varias
monedas, una guía de
forasteros, el Mercurio del mes
de julio, las Gacetas de la
semana, la Historia de Gijón
de Gregorio Menéndez y un
acta testimonial. Fue derruida
en 1886.

108
[2]
Luis Paret (dibujo)
y Blas Ametller (grabado)
Escudo y empresa del Real
Instituto Asturiano de Gijón
1794
Biblioteca Nacional de España

En su divisa: Quid verum, quid


utile (a la verdad y la utilidad
pública). El galeón, la brújula,
el globo terráqueo y los
matraces ilustran las disciplinas
impartidas en el Instituto.

[3]
Gaspar Melchor de Jovellanos
Noticia del Real Instituto
Asturiano
1795, Oviedo: Francisco Díaz
Pedregal
Instituto Feijoo de Estudios
del Siglo XVIII. Oviedo

Dice Jovellanos al comienzo de


esta Noticia de su obra más
querida: «¿Qué sería de una
nación que, en vez de
geómetras, astrónomos,
arquitectos y mineralogistas, no
tuviese sino teólogos y
jurisconsultos?» Con vistas a la
captación de fondos para la
construcción de la nueva sede
del Instituto, Jovellanos envía
ejemplares de la Noticia a
Cuba, Venezuela y Puerto Rico.

109
[1]
Gaspar Melchor de Jovellanos
Representación al Ayuntamiento sobre las ideas que propone para aumentar la población,
la industria y el comercio de la villa (Plan de mejoras de Jovellanos)
4 de octubre de 1782
Archivo Municipal de Gijón

El Plan fue el instrumento que canalizó el crecimiento de la villa en dirección meridional.


Decía en él Jovellanos: «Cuando un país cualquiera piensa en su mejoramiento, exigen la
razón y el buen orden que antes trate de remover los estorbos que se oponen a él, que de
promover los medios que puedan asegurarlo. Nuestra villa, conducida por esta sabia
máxima, trató primero de separar los inconvenientes que se oponían a la franqueza y
seguridad del puerto y después de librar la parte oriental de la población de las ruinas
que frecuentemente causaban las arenas traídas por el Nordeste».

110
[2]
Primera sede del Real Instituto
Asturiano, en la plazuela de
Jovellanos
Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII
La Casa del Fornu fue cedida
como sede por el hermano de
Jovellanos, Francisco de Paula,
que sería su primer director.

[3]
Casa natal de Jovellanos
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón
Enrique III donó a Laso García
de la Vega en 1397 las ruinas
del antiguo alcázar, como
premio por su apoyo frente al
infante rebelde y conde de
Gijón, Alfonso Henríquez. Su
nieto, Juan García de Jove, el
fundador, reconstruyó la torre
occidental en el siglo XV; su
hijo, Gregorio García de Jove, el
rey chico, levantó en el siglo
XVI la torre nueva y añadió el
cuerpo central propio de las
casonas palaciegas asturianas.

111
112
Jovellanos: el gabinete de un ilustrado
Elena de Lorenzo Álvarez. Universidad de Oviedo

Si en el Viaje alrededor de mi habitación (1794) Xavier de Maistre nos describe sus [pág. 112]
hábitos y los objetos que le rodeaban en la alcoba turinesa en que se vio arrestado Francisco de Goya
varias semanas, también nosotros podemos hoy viajar por los cuartos de la torre Grabado del ex libris de
nueva de la casa familiar de Jovellanos, guiados por sus diarios y la corresponden- Jovellanos con el escudo de
armas
cia de la década de los años noventa; se halla en ellos fiel testimonio de la vida coti-
Hacia 1780
diana en aquella casa en que se instala un ilustrado desterrado que se ha dotado de
Biblioteca Nacional de España
un espacio en que disfrutar del afanado y sociable ocio dieciochesco.
Este ocio ilustrado requiere y genera nuevos espacios de sociabilidad, como los
Aunque suele hacerse coincidir
paseos arbolados, ordenados locus amoenus diseñados por un incipiente urbanismo el encargo con su etapa
que dibuja plazas, parques y jardines, o los «cafés o casas públicas de conversación y ministerial, los trazos del
diversión cotidiana». Jovellanos se empeñará en el trazado de los primeros en Gijón y grabado parecen indicar que se
trata de los primeros ensayos
reclamará el establecimiento de los segundos en las ciudades españolas. A falta de esas de Goya en este género. Por
casas públicas, varios gijoneses se retiran al caer la tarde en acogedores cuartos que tanto, el encargo del ex libris
presencian animadas tertulias, como las que el propio Jovellanos había disfrutado en podría ser el primero de
Sevilla y Madrid. Aunque el tópico moralista asocia las tertulias con chichisveo y cor- Jovellanos a Goya, con motivo
de su ingreso en el Consejo de
tejo, pues eran espacio preferente de relajadas relaciones entre los sexos, fueron algu- las Órdenes.
nas un hervidero intelectual y político, como serían en el siglo XIX el casino o el café:
mucho debe el exitoso delincuente honrado a la iniciativa de los tertulianos de la de
Pablo de Olavide de ensayar un novedoso género literario, la comedia sentimental, en
que los propios burgueses reclamaban nuevos personajes literarios, propios de su
nuevo papel social; la reforma poética del siglo que arremetió contra unas agotadas
fórmulas barrocas, al trato de Jovellanos con los de Salamanca, con quienes le pone en
contacto otro tertuliano, Miguel Miras; en la de Campomanes, a que acudían Mengs
y Ventura Rodríguez, conoce a Cabarrús; en el palacio de la condesa del Montijo, la
patrona, vinculada al pensamiento jansenista, se encontraban Campomanes, Bayeu,
Goya, Meléndez Valdés, Cienfuegos, los Iriarte, Llaguno, Vargas Ponce...
Desterrado en 1790, Jovellanos no parece dispuesto a renunciar a esta forma de
vida, ni a los espacios que requiere. Según Ceán, vuelve a la casa familiar y en ella
Francisco de Paula, como mayorazgo, «le destinó unas piezas decentes y capaces de
la misma casa en que había nacido, para su habitación y estudio; y en ellas colocó
sus libros y papeles, y estableció cierto régimen de vida y distribución de tiempo,
que no alteró en los once años que permaneció en aquel retiro».

113
[pág. 115] Son las habitaciones de la torre nueva. En 1793, acomete la reforma del segundo
Bargueño piso, con especial atención al cuarto de la torre: «Es un cuarto lindísimo, con bellas
Bargueño y taquillón vistas al mar y al mediodía, y trato de adornarle a mi gusto»; a su gusto, diseñó la
Siglo XVII escalera de acceso y remató la decoración con un papel aterciopelado estampado
Museo Casa Natal de con motivos de estilo clásico-pompeyano, muy popular en Inglaterra, que costó
Jovellanos. Gijón
unos 300 reales. Tras la borrascosa época del fugaz ministerio, y la muerte de Pachín,
Jovellanos regresa y se instala ya en el piso principal; el espacio de que dispone
La cerradura del bargueño
garantiza la confidencialidad aumenta, y lo habilita para disfrutarlo: de nuevo, en 1800, las obras. Se tabican tres
de los papeles guardados. espacios, separando salón, el cuarto de la chimenea y el estrado, se les pone cielo
Informes, correspondencia, los raso, se pintan frisos y molduras, se tienden alfombras, se montan cuatro estantes de
cuadernos del diario, toda esta
libros, se colocan pinturas, dibujos, estampas, bustos... Con el tiempo, y a la vista de
documentación había de
guardarse en ellos. La puerta sucesivos inventarios de la casa, se colocan bargueños, papeleras, dos amplias mesas,
oculta tres cajoncillos de otra mesa de juego de tresillo y mediator, pequeños jarrones de plata y bronce, un
menor tamaño. reloj de caoba, hasta diez sillas y tres taburetes...
«¡Si viera usted qué vuelta he dado a mi casa! [...] Todo está como un brinquillo.
Quiera Dios que nos veamos en ella. El cuarto de la torre espera a usted para cuando
vuelva por su país», le dice a González de Posada en 1800. En 1809, tendrá que decirle
a lord Holland: «Destrozaron mis pinturas, despedazaron todos mis libros, quema-
ron y rompieron todos mis muebles».
Luz, buenas vistas, habitaciones ventiladas y empapeladas, agradable chime-
nea, confortables alfombras, amplios estantes que acogen una nutrida biblioteca,
diverso mobiliario de escritorio, abundantes sillas y taburetes, mesa de juegos,
pequeños cuadros de gabinete y grandes retratos familiares... Éstas son las condi-
ciones que tienen y los objetos que habitan primero el cuarto de la torre nueva y
luego el de la chimenea y su estrado anexo, espacios en que escribir, leer, hablar,
confortablemente.
Nada es casual, sino la exacta reproducción de un nuevo espacio ideal, propio
de los hombres de letras, a que Jovellanos presta especial atención. Tal lo demues-
tra que se fije y tome notas sobre el despacho de Vicente Salamanca: «Bello cuarto
de hombre; éste, el estrado y la chimenea pintados a la moda, bastante bien, por
profesor del país. Allí Barrio; los Monitores; la entera traducción del Smith; un
archivo perfectamente arreglado; muy buenos libros, bella mesa de escribir, todo
con gusto y comodidad». O del de Miguel Antonio de Tejada: «Salita con chimenea,
gabinete con librería. [...] Cuarto de hombre curioso; buenos y escogidos libros;
gabinete físico con máquinas, hornos, vasos, etc.».
Los nuevos espacios de la sociabilidad cotidiana ilustrada son estancias confor-
tables, que no suntuosas, propias del siglo que asoció el término confort a la vida
doméstica; ámbitos a medio camino entre lo privado y lo público, entre la alcoba y
el café, entre el trabajo y el ocio; de aforo limitado pero suficiente; abiertos, pero con

114
derecho de admisión; privados, sí, pero concebidos para el disfrute común. Y, ante
todo, más creativos, en tanto libres igualmente del elevado ritual cortesano de los
salones, del monotemático interés de las academias, de los específicos fines de las
cofradías o de los lazos sanguíneos que funcionan como pasaporte entre una endo-
gámica nobleza: si en éstos sólo se convocaba a los iguales en clase, religión o tra-
bajo, en estos cuartos encontramos reunida al caer la tarde a una meritocracia
empleada a fondo en los trabajos del Instituto y el Ayuntamiento, un grupo estable
de aristoi, «los de la tertulia», que en días señalados acogerán también a otras visi-
tas: «Al fin se dispuso un refresco en el cuarto de la torre, de vinos, licores, dulces y
frutas en abundancia. Asistieron Camposagrado, Peñalba, Vigo, las Ramírez y los de
la tertulia, y todo se concluyó a la hora acostumbrada».
En estos aposentos habría distintos ambientes dispuestos para actividades
diversas. Evidentemente, cabe pensar en un espacio dominado por el escritorio, con
su escribanía y su cómodo sillón. La escribanía era frecuentemente objeto de regalo
en aquel siglo: «Presento a mi cuñada una linda escribanía de plata, escogida y
enviada por Arias de Madrid». En su despacho tuvo una de bronce, y en Bellver se
hizo con otra, de plata «de gusto americano», que legó a Ignacio Bas y Bauzá. En
este espacio, Jovellanos redactaba el diario, de excepcional valor no sólo por ser
suyo, sino por ser una rara muestra de ese género del yo tan escasamente practicado

115
Anónimo
Escribanía de Jovellanos
Colección particular

Las escribanías eran un objeto


de especial importancia para el
hombre de letras del siglo
XVIII, y con frecuencia se
regalaban. Ésta estaba en el
estrado de su casa, según
documenta Somoza en 1891.
En Bellver se hizo con otra, de
plata «de gusto americano».

en España. Tal como indica en su testamento, donde lega el diario a Arias, su redac-
ción comenzó con motivo de sus viajes y prosiguió para apoyo de la memoria: «los
diarios de dichos viajes, que acostumbraba a llevar con el deseo de instruirme, y
aún después de ellos, para socorro de mi memoria». Escrito normalmente a última
hora del día, en un esfuerzo que se prolongó durante décadas —«Otra embestida a
ver si puedo restablecer mi diario»—, quedan en él notas de las cuentas, la corres-
pondencia, las visitas, los paseos, las lecturas, las actividades del Instituto, apunta-
mientos de sus viajes y algunos fragmentos de redacción reposada, emoción
profunda y clara voluntad literaria, donde se percibe que la mirada del poeta per-
dura. Pese a titularse Memorias íntimas cuando se publicó en 1915, en absoluto se
trata de unas memorias y lo privado predomina sobre lo íntimo. Precisamente las
etapas fundamentales de su vida pública, en este diario son conscientes espacios en
blanco, sobre los que se cierne un significativo silencio. Al retomar el diario tras el
Ministerio, anota: «¡Qué de cosas no han pasado en él! Pero serán omitidas o dichas
separadamente». Y cuando recibió la comisión secreta de La Cavada, sólo pudo
anotar: «¡Pobre de mí! ¡Cuál comisión me viene encima! Ni aquí puedo explicarla».
En cuanto al yo íntimo, lógicamente había de huir de él quien dijera de las Confe-
siones de Rousseau: «Hasta aquí no he hallado en esta obra sino impertinencias bien
escritas, muchas contradicciones y mucho orgullo».
Estos cuadernos exigían discreción, y bien podemos imaginarlos custodiados
en el bargueño, cercano al escritorio, cuyos mecanismos de cierre garantizaban la
confidencialidad de los asuntos más privados: junto al diario, seguramente, recoge-

116
ría su abundante correo. Entre el millar de cartas despachadas entre 1767 y 1811
abunda la correspondencia oficial, aunque es significativo el volumen de las de
franco trato con los amigos ausentes: durante años anotará en el diario, a papá, a la
patrona, al amigo, aludiendo a su correspondencia con Arias de Saavedra, la con-
desa del Montijo y Cabarrús; poesía, teatro y literatura extranjera serán asuntos
predominantes en su conversación a distancia con los de Salamanca en los setenta;
lógicamente, la estancia en el Madrid de los ochenta determina mayor contacto
epistolar con Pachín y Josefa y otros parientes y amigos de Asturias; en los noventa,
diversas cuestiones referentes a la historia de Asturias ocuparán su corresponden-
cia con Caveda y González de Posada —quien será su principal interlocutor en Bell-
ver—, y su aversión a la radicalización de los principios filosóficos en materia
política quedará patente en la mantenida con Jardine; finalmente, el diálogo con
lord Holland estará marcado por los avatares bélicos en la violenta España del
nuevo siglo... En la última carta autógrafa conservada, fechada en Gijón el 1 de
noviembre de 1811, comenta a Pedro Valdés Llanos que ha dado orden de que a
partir del próximo mes la mitad de su sueldo se destine a los gastos del Instituto: ya
no podría ser.
En este mismo ámbito leería las gacetas. Aunque no siempre reseña en el diario
de qué cabecera se trata, hay constancia de la lectura tanto de periódicos nacionales
como extranjeros. Entre los primeros destaca La Gaceta, que terminaría convirtién-
dose en el Boletín Oficial del Estado; y había de leer sin duda aquellos en que él
mismo escribió o quiso escribir, consciente del papel que desempeñaba esta nueva
herramienta de la opinión pública: el Memorial literario, donde defendió la admi-
sión de mujeres en la Matritense en 1786; El censor, donde publicó sus sátiras y dis-
cursos sobre la nobleza en 1786 y 1787; el Diario de Madrid, para el que proyectaría
los Ahechos en 1786, donde publicaría las sátiras sobre cómicos, toros y la tiranía de
los maridos en 1788, 1797 y 1798 y a donde enviaría la Carta que redacta en Bellver
en 1802 con motivo de la boda de Fernando VII; la Gaceta de Madrid, donde daría
noticia de la apertura del Instituto (1794), y del certamen (1797); o las Variedades de
ciencias, literatura y artes de Manuel J. Quintana, donde podría haber pensado en
publicar los textos sobre las reseñas literarias y sobre las bellas artes. Entre los dia-
rios hay también referencias explícitas y abundantes a la lectura de prensa extran-
jera, como el Monitor, la Gaceta de Francia, El correo de Londres y el Craftsman, or
Gray’s Inn Journal; probablemente en los últimos años leería el Morning Chronicle,
donde Holland y Allen coordinaban la campaña pro-española durante la guerra de
independencia.
Y, en este cuarto, por supuesto, escribía: aquí redacta el informe del expe-
diente de ley agraria y los informes mineros, el discurso con que inaugura el Real
Instituto y la Noticia que del mismo publica y los apuntes sobre Gijón; también

117
[pág. 119] revisa su memoria sobre los espectáculos y las diversiones públicas y las cartas
Gaspar Melchor de Jovellanos sobre Asturias.
Carta a Carlos González Arropan estas salas pinturas y dibujos y amplios estantes de libros, las dos par-
de Posada tidas principales de gasto personal de Jovellanos; le dice a su hermano en 1784: «Mi
10 de diciembre de 1794, Gijón afición a los libros, a pinturas, me arruina, y apenas puedo irme a la mano»; y Ceán
Biblioteca Nacional de España nos dirá: «aunque soltero y sin estrechas obligaciones, había consumido sus sueldos
en libros y pinturas».
Jovellanos despachó más de Estas colecciones son ciertamente entonces síntoma, pero también símbolo del
un millar de cartas entre 1767
y 1811. Abunda la estatus intelectual. El propio Jovellanos juzga en virtud de ellas a los poseedores de
correspondencia oficial, aquellas que visita, tomando buena nota en su diario: en 1791, dice de Juan Anto-
aunque es significativo el nio Henríquez que «pretende tener colección de pinturas, de estampas, de historia
volumen de las de franco trato
natural, de libros, y nada tiene bueno»; sin embargo, Diego de Sierra y Salcedo,
con los amigos ausentes. En
los noventa, uno de sus «sujeto de mucha erudición, que vive como un filósofo, retirado, con trato de pocos
interlocutores principales es amigos, leyendo mucho y pasándolo bien», tiene «libros muy escogidos, muchos
González de Posada, canónigo mapas, algunos inéditos».
de Tarragona. En esta carta
puede apreciarse el matasellos
En aquellos años, había en la casa vírgenes de Vaccaro, Morales, Murillo y
de Gijón. Goya, junto a una copia de la vista de la villa de Gijón de Mariano Ramón Sán-
chez y retratos de los hermanos Francisco, Gregorio, Francisco de Paula y Josefa
—éstos de Ángel Pérez e Inza— y los de Francisco Saavedra, Arias de Saavedra,
Ceán Bermúdez y el suyo propio, todos de Goya. Probablemente estaría tam-
bién su retrato al pastel «con maguito» y la escultura que le encargó a Cristóbal
Ramos. En el cuarto de la chimenea, colocó en 1800 «lo mejor de cuadros
pequeños, estampas y dibujos», que formarían parte de la colección de dibujos
que, reunida por Jovellanos y Ceán Bermúdez durante más de treinta años,
alcanzaría el número de 797 y, legada al Instituto, se perdió en 1936. Se trata,
pues, de una colección artística eminentemente pictórica, en cuyo gusto desta-
can los maestros del siglo de oro —Velázquez, Zurbarán, Murillo—, el clasi-
cismo italiano y, entre el nuevo estilo, Mengs y Goya; y en cuya temática abun-
dan las obras religiosas y una cualificada galería de retratos de parientes y ami-
gos, entre los que destacan los que encargó de sí mismo en significativos
momentos de su cursus honorum.
En el estrado, junto a los retratos de Goya, se colocan «cuatro grandes estantes
de libros», que acogían ya la biblioteca sevillana, bien conocida gracias al inventa-
rio de Ceán. Con 34 años, su biblioteca constaba ya de 857 ejemplares, entre los que
se cuentan incunables y predominan obras de jurisprudencia y literatura, junto a
casi cuarenta gramáticas y once tratados sobre poesía. Los libros estaban en espa-
ñol (335), latín (309), francés (166), italiano (19), inglés (18) y portugués (10), y
abarcaban de los siglos XV al XVIII (8, 217, 172, 460). Parte de esta biblioteca pasa-
ría a la casa de la calle de Juanelo, en Madrid en 1782, que, según Ceán, «adornó

118
con buenas y escogidas pinturas, que yo le compré, y con los libros que trajo de
Sevilla y otros que después aumentó en demasía». Parte de ella pasó a Gijón, y otra
quedó en Madrid. Una última tendría en Bellver, «que va igualando a las dos que
tiene en Madrid y Gijón». Cuando parte de Gijón el 6 de noviembre de 1811, aún
decide llevarse consigo 387 volúmenes. Por otro lado, sus notas de lectura permi-
ten la reconstrucción de una biblioteca ideal de unos 1500 títulos, entre los que pre-
dominan los españoles, franceses y clásicos de asunto literario, histórico y
económico. Entre sus autores predilectos, destaca la lectura constante de Cicerón,
«el que he preferido siempre, no sólo como al más elocuente de los hombres, sino
como al más puro y juicioso de los filósofos».
Hay una excepcional noticia sobre el proceso de constitución de la biblioteca
del Instituto, pues tiene que explicárselo al inquisidor de Valladolid: «cómo adqui-
rimos los libros: primero, regalados; segundo, introducidos de Londres y revistos
por el Comisario; tercero, comprados al presidente Aguirre; cuarto, comprados en
el reino, por la mayor parte castellanos». También tenemos noticias de encargos de

119
Indice de los libros y
manuscritos que posee don
Gaspar de Jovellanos y
Ramírez, del Consejo de S. M.
y su Alcalde de Casa y Corte
1778
Biblioteca Nacional de España

Gracias a este inventario de


Ceán Bermúdez conocemos
bien la biblioteca que
Jovellanos tenía en Sevilla. Con
34 años su biblioteca constaba
ya de 857 ejemplares, entre los
que se cuentan incunables y
predominan obras de
jurisprudencia y literatura,
junto a casi cuarenta
gramáticas y once tratados
sobre poesía. Los libros estaban
en español (335), latín (309),
francés (166), italiano (19),
inglés (18) y portugués (10).

libros. En unos casos, son los residentes en el extranjero y los viajeros quienes reci-
ben comandas: Durango ha de hacer un pedido en Londres y García Jove parte
hacia Filadelfia con el encargo «de comprar cualquiera obra buena y nueva que
haya producido aquella nueva Academia de Ciencias, o los sabios del país, y el
nuevo código constitucional de la República». En otros casos, los libros se piden por
catálogo: «Reconocimiento de cuatro catálogos de libros de Londres, para escoger
para el Instituto y para mí. ¡Ojalá estuviera rico uno y otro bolsillo!»; o bien son los
propios libreros quienes ofrecen sus fondos, como el santanderino Domingo de
Aguirre, a quien escribe «aceptando la oferta de libros ingleses, buenos y baratos,
indicando los que necesita el Instituto y los que pueden servir para mí». En ocasio-
nes, hay problemas con los encargos, bien por el precio —«Llegó una remesa de
libros de Salamanca, carísimos sobremanera; no se encargará otra a Alegría»—,
bien por los libros recibidos: «la cuenta de libros importa 155 esterlinas, pero vie-
nen muchos no pedidos y faltan las Transacciones y otros pedidos. Veremos quid
faciendum».
Pero estos libros no permanecen siempre en las estanterías: los libros se prestan,
se limpian, se encuadernan y, por supuesto, se leen. La lectura es privada o compar-
tida, simultánea, reiterada y, a veces, fragmentaria. Normalmente, está a cargo del

120
Gazette Nationale
ou Le Moniteur Universel
5 de mayo de 1789, nº 1.
Paris: Agasse
Biblioteca Nacional de España

Según se aprecia en el diario,


Jovellanos leía abundante
prensa extranjera, tanto
cabeceras inglesas como
francesas, cuyas noticias eran
objeto preferente de la tertulia
y la correspondencia.

secretario, a quien en ocasiones sustituye su hermano —«No hay lectura en Gibbon


ni en Tácito, porque Acebedo está malo. Lee Pachín en Don Quijote»—; en una
noche, se compagina la lectura en varias obras —«Lectura en Gibbon; en los Anales
de Química de Proust; luego en la Historia de León»—, siendo con frecuencia una
compartida y otra privada: «lectura en Gibbon. Nos acompaña Balbín, de Villavi-
ciosa. Conversación. En la cama, Fourcroix». Obras hay que se leen hasta en tres oca-
siones —«empezó a leerme (para mí es de tercera vez) las Memorias sobre nuestra
poesía, de Sarmiento»—; y, cuando el libro no satisface, se abandona: «Lectura en
Gibbon; por la noche en La Galatea de Cervantes: no me gusta, nada me parece bien
sino el lenguaje. Se dejará».
De todo ello se desprende que no es Jovellanos un bibliófilo que acumula libros,
sino un constante lector concienciado de la emancipación intelectual que esta prác-
tica favorece. De ahí que cada vez que piense en su biblioteca en su testamento
(1795, 1802) señale para ella un uso público y contemple, incluso, la venta de libros
inútiles. En 1795, establece que pase al Instituto lo que sirva a sus propósitos docen-
tes: «Mis libros sean para el Instituto [...]. Estén siempre en él sólo aquellos que pue-
dan serle útiles, y todos los demás se vendan en beneficio suyo». En 1802, temiendo
que el Instituto desaparezca a su muerte, dispone que si así sucediera «dicha librería

121
[pág. 123] sea para la villa de Gijón, a fin de que la pueda colocar en lugar y forma que sirva de
Gaspar Melchor de Jovellanos algún provecho y pueda contribuir a la lectura e instrucción de sus naturales»; y
«Memoria sobre la admisión de establece que la sede del Instituto se convierta en biblioteca y que se vendan los libros
las señoras en la Sociedad de derecho de la casa de Madrid, para costear el envío de los de «ciencias naturales
Económica Matritense»,
Memorial literario VII
y exactas y literatura».
1786, Madrid
Pero no sólo cuadros y libros marcaban estos espacios en aquel siglo, sino tam-
Instituto Feijoo de Estudios del
bién el instrumental científico. Aunque para el Instituto, Jovellanos encarga en 1794
Siglo XVIII. Oviedo a un francés un telescopio acromático, un microscopio y un teodolito: «son ingle-
ses, excelentes, y en tres mil reales se tomarán a contento». Suspenderá la compra
Jovellanos fue un colaborador del telescopio, pues no puede ver con él los anillos de Júpiter. En el Instituto, había
habitual de la prensa nacional. además una cámara oscura, con la que se hicieron pruebas en la playa y se ejercita-
En 1786, doce mujeres
ban los alumnos los viernes, cuando hacía buen tiempo. Entre los papeles de Bell-
solicitaron el ingreso en la
Sociedad Económica ver se conservan abundantes anotaciones meteorológicas, que hacen pensar en el
Matritense. La polémica se uso de un termómetro y barómetro, piezas encontradas en su último equipaje «en
aireó en la prensa. Mientras su caja de madera, con su cubierta de encerado».
Cabarrús fue contrario a la
propuesta, Jovellanos defendió
Pero dichas estancias, que eran lugar de lectura, estudio y escritura, no perma-
su admisión, pero exigía: «no necen siempre silenciosas, pues también son espacios de ocio y sociabilidad: en
lo vulgaricemos, no lo ellos se leía y se escribía, pero también se recibía, se hablaba, se jugaba, se fumaba...
concedamos al nacimiento, a la En abundantes sillas y taburetes, los invitados, alejados de la etiqueta de los salones
riqueza, a la hermosura», sino
a las que manifiesten las cortesanos y de la condicionada conversación de las academias, disfrutaban de la
virtudes civiles que el lectura compartida y animadas tertulias. En ellas, las noticias de la prensa y del
patriotismo demanda, para correo eran un elemento constante, al igual que los libros, las últimas novedades
convertirlas en «objeto de
científicas y los proyectos editoriales. En una de ellas, Pedrayes «nos declara haber
emulación y de competencia en
medio de su sexo». descubierto un método general para demostrar todas las ecuaciones, hasta el
quinto grado: probado con buen suceso hasta las de tercero inclusive; [...] instan-
cias para que publique su trabajo; dificultades que le retraen».
También había tiempo para las partidas de naipes, para lo que se había dispuesto
una «mesa de juego de tresillo y mediator». Se trata de juegos de cartas españoles,
variantes de El hombre, que aparecen precisamente en los últimos decenios del XVIII,
aristocráticos en tanto individuales y complejamente reglamentados en obras como
la exitosa Reglas y leyes que se han de observar en el juego del mediator (1789). Tam-
bién se jugaba al treinta y uno y la secansa. Era costumbre habitual, incluso los días
de festejo. El 30 de diciembre de 1793, hubo «muchas gentes; tres partidas, mediator
y dos secansas»; siete años después, en su cumpleaños «vinieron las gentes a la hora
aplazada; se pusieron cuatro partidas de secansa, una de mediator, una grande de
treinta y uno y otra más grande, de la gente de broma, en la segunda alcoba. A las
nueva y media se empezó a cenar; la mesa estuvo lucida y creo que abundante, regu-
larmente fina y servida». Más reservado a los entendidos es el juego del ajedrez: juga-
ban a él, precisamente con el matemático Pedrayes, Quirós o su hermano.

122
En las tertulias, era obligado agasajar con refrescos, café o chocolate; Jovellanos,
que le envía la receta del chocolate a lord Holland en 1809, incluso pide en 1799 una
remesa de Astorga, donde le dicen que es mejor: «Espero, por tanto, que usted me
haga labrar un quintal a su satisfacción, acerca de lo cual nada tengo que prevenir,
pues gusto que sea bueno, y en lo demás [el precio] sea como fuere». También nos
indica: «Ayer a mediodía tropecé con mis ingleses, y desde luego los conocí dispues-
tos a cuanto insinúa el primo. Convidélos a café». En el cumpleaños de 1796 «con-
currieron mil gentes. Al fin se les dispuso un refresco en el cuarto de la torre, de
vinos, licores, dulces y frutas en abundancia». Al hilo de estos nuevos consumos, se
había desarrollado una incipiente industria estatal, que abastecía de delicadas tazas
y jícaras —seis se hallan en el inventario de su equipaje tras su muerte.
Finalmente, en aquellas estancias, se consumía tabaco. Sabemos que la hermana
de Jovellanos fumaba, pero parece predominar en los contertulios el consumo de

123
rapé, cuyas cajas, cuidadosamente decoradas, eran objetos de especial estima, con fre-
cuencia personalizados y regalados. Así, Jovellanos consigna un gasto de 84 reales de
Ceán Bermúdez: «para dos libras de tabaco para él y su hermano». Cuando Pedrayes
parte a Madrid en 1796, Jovellanos anota: «le regalo el Smith en inglés; él, su rapé;
tierna despedida». Entre su último equipaje, figura «una caja de cartón para tabaco
con un armenio en la tapa», «una caja para tabaco, de piedra, con arillos y embutido
de oro; otra ídem, de concha con el retrato de una dama cercado de oro, cuadrado;
otra, también de concha, con el retrato del señor Saavedra; otra caja para tabaco de
pasta basta»; y en su testamento de 1807, lega a su sobrino Baltasar «la caja negra con
el retrato del señor don Juan Arias de Saavedra», que dice haber sido «de mi primer
aprecio desde que la poseo, por la representación que contiene de tan constante y vir-
tuoso amigo», y a su sobrino Francisco Javier, «la caja de pasta forrada en oro que
suelo usar aquí [en Bellver]». En todo caso, en fecha indeterminada en carta a un
amigo gijonés desconocido que acaba de sufrir un achaque, le aconseja todo un
nuevo régimen de vida, que incluye dieta y paseos a caballo: «Y ese maldito tabaco,
cuyo aroma ataca continuamente los órganos del cerebro, ¿por qué no se dejará del
todo, y si no es posible, no se reducirá al mínimum?»

124
Afanado en el trabajo o entretenido en tertulias sociables, éste es el ocio que [pág. 124]
según el diario y la correspondencia se vivió en aquellos cuartos de la torre y de la Miguel Jacinto Meléndez
chimenea, en aquel salón y aquel estrado, y éste un pequeño recorrido por los obje- Boceto preparatorio de
El entierro del conde Orgaz
tos que poblaban aquellos lugares, compañeros habituales que incluso le acompa-
1734
ñaron en la borrasca del último viaje. Era un ocio notablemente distinto del de
Museo Casa Natal
aquel noble que «visita, come en noble compañía; / al Prado, a la luneta, a la tertu- de Jovellanos. Gijón
lia / y al garito después»; un ocio ilustrado, necesariamente compartido y útil, del
que él mismo es consciente, pues como le dice a González de Posada desde Gijón Este asturiano, pintor de
en 1796: «ya sabe usted, mi amado magistral, que nunca estoy más ocupado que cámara de Felipe V y autor de
cuando más ocioso». numerosos retratos de la
familia real, dedicó sus
últimos años a la pintura
bibliografía religiosa por encargo de
distintas congregaciones.
AGUILAR PIÑAL, Francisco, La biblioteca de Jovellanos (1778), Madrid, CSIC, 1984. Entonces llevó a cabo estas
CEÁN BERMÚDEZ, Juan Agustín, Memorias para la vida del Excmo. Señor D. Gaspar Melchor de grisallas inacabadas, que
Jove Llanos, y noticias analíticas de sus obras, Madrid, Fuentenebro, 1814, págs. 36, 48 y 106. fueron adquiridas por
CLÉMENT, Jean-Pierre, Las lecturas de Jovellanos (ensayo de reconstitución de su biblioteca), Jovellanos. La grisalla gemela
Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1980. en pág. 144.

ENCISO RECIO, Luis Miguel, Barroco e ilustración en las bibliotecas privadas españolas del siglo
XVIII, Madrid, Real Academia de la Historia, 2002.
GLENDINNING, Nigel, «Jovellanos. Leyendo el código del universo», en VV. AA., El libro
ilustrado. Jovellanos lector y educador, Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando,
1994, págs. 15-31.
GONZÁLEZ SANTOS, Javier, Jovellanos, aficionado y coleccionista, Gijón, Ayuntamiento de Gijón,
1994, págs. 67-72.
GONZÁLEZ SANTOS, Javier, «Las habitaciones de Jovellanos en la casa de Gijón», La casa natal de
G. M. Jovellanos, Gijón, Museo Casa Natal, 1996, págs. 37-58.
JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Obras completas, I-XIV, Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios
del Siglo XVIII/Ayuntamiento de Gijón, 1984-2010, I, págs. 221, 227, 233, 263, 290, 294 y 558;
II, págs. 299 y 401; III, págs. 234, 412, 444 y 585.; V, págs. 234, 249 y 490; VI, 203, 251, 503, 551,
576, 577, 580, 582, 622, 624 y 633; VII, págs. 25, 47, 66, 78-79, 92, 220, 293, 479, 484, 486, 502,
541, 559, 659, 708 y 763; XI, pág. 783; y XII, págs. 423-429.
JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Obras publicadas e inéditas, Madrid, Atlas, 1956 (Biblioteca de
Autores Españoles), vols. IV, págs. 16, 32 y 127; y V, págs. 26, 266-267, 268 y 271-272.
PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso E., Catálogo de la colección de Dibujos del Instituto Jovellanos de Gijón,
Gijón, Ayuntamiento/KRK Ediciones, 2003.
SÁNCHEZ ESPINOSA, Gabriel, «Gaspar Melchor de Jovellanos. Un paradigma de lectura
ilustrada», en VV. AA., El libro ilustrado. Jovellanos lector y educador, Madrid, Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando, 1994, págs. 33-59.
SOMOZA, Julio, Documentos para escribir la biografía de Jovellanos, Madrid, Hijos de Gómez
Fuentenebro, 1911, II, doc. 188 (autos de inventario del equipaje).
URZAINQUI, Inmaculada, «Aportación asturiana a la prensa ilustrada», en José Miguel Caso
(de.), Asturias y la Ilustración, Asturias, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII/Consejería
de Cultura del Principado, 1996, págs. 205-256.

125
Gaspar Melchor de Jovellanos
Carta a Petra Guerra y García
de Briones
11 de agosto de 1810
Colección particular

En 1811, Jovellanos estuvo


alojado en casa del V marqués
de Rivadulla, donde dice haber
disfrutado «la temporada más
deliciosa que he gozado en mi
vida». Con su mujer mantiene
fluida correspondencia,
en que comenta con notable
familiaridad asuntos personales,
militares, económicos y políticos.

126
Gaspar Melchor de Jovellanos
Carta a Pedro Manuel
de Valdés Llanos
1 de noviembre de 1811, Gijón
Biblioteca Pública Jovellanos.
Gijón

En la última carta con firma


autógrafa conservada, fechada
en Gijón el 1 de noviembre de
1811, comenta Jovellanos a
Pedro Valdés Llanos que ha
dado orden de que a partir del
próximo mes la mitad de su
sueldo se destine a los gastos
del Instituto: ya no podría ser.

127
[1] [2] [3]
Mercurio histórico político, que contiene Manuel José Quintana D.P.M.O. [Don Pedro María Olive]
el estado preferente de la Europa, lo Variedades de ciencias, literatura Nuevas efemérides de España,
sucedido en todas las cortes… y artes históricas y literarias
1757, Madrid: Imprenta de Antonio 1803, Madrid: Oficina de Benito 1805, Madrid: Imprenta de Vega y
Marín García y Compañía Compañía
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo Instituto Feijoo de Estudios del Siglo Instituto Feijoo de Estudios del Siglo
XVIII. Oviedo XVIII. Oviedo XVIII. Oviedo

Jovellanos cita como fuente, en En las Variedades pensó Jovellanos Las polémicas forman parte del
ocasiones diversas, este periódico en que publicar una defensa de la necesidad espíritu del siglo. En el primer
se publicaban traducciones de artículos de las reseñas literarias. Las concibe número de este periódico bisemanal
de la prensa internacional: se dice como elemento de difusión y como un se afirma: «La crítica es el espíritu
«compuesto del Mercurio de la Haya instrumento regulador, pues «la manía de este siglo. Jamás se vieron más
y de otras noticias». de hacer libros ha llegado a tocar en críticos. [...] Se ha formado la forzosa
furor», produciéndose tanto el necesidad de tener ingenio. [...]
«desamparo del mérito» como la Cierta persona ha dicho lo que
«libertad del charlatanismo». pensaba de la obra y, al instante,
ciertas y ciertas personas dicen lo
que piensan de la opinión de aquella;
todos se refieren a otro y nadie lee».

128
[4] [5]
Gaspar Melchor de Jovellanos Gaspar Melchor de Jovellanos
«Sátira a Arnesto», El Censor «Sátira cuarta. Contra las corridas de toros», Diario de Madrid
6 de abril de 1786. Madrid 19 de septiembre de 1797
Biblioteca Nacional de España Biblioteca Nacional de España

Jovellanos fue un colaborador habitual En el Diario de Madrid publicaría sus sátiras sobre cómicos,
de la prensa nacional. En este toros y la tiranía de los maridos. Proyectó también para este
periódico reformista, con el que estaba diario una sección titulada Ahechos, a modo de criba y reseña
en clara sintonía, publicó durante su de publicaciones literarias. Aunque no llegó a publicarlos, se
estancia en Madrid sus sátiras y conservan los tres primeros.
discursos sobre la nobleza.

129
[1]

[1]
Gaspar Melchor de Jovellanos
«Relación del primer certamen público del Real Instituto Asturiano», Gazeta de Madrid
5 de septiembre de 1797
Instituto Feijoo de Estudios
del Siglo XVIII. Oviedo

Consciente del papel que la opinión pública jugaba en su siglo, Jovellanos se sirvió de
los papeles periódicos para dar lustre a su más querida empresa: el Real Instituto de
Náutica y Mineralogía.

130
[2]
David Hume
Essays and treatises on several
subjects containing essays,
moral, political, and literary
1772, Londres: Cadell
Biblioteca Nacional de España

Hume estuvo siempre presente


en las sucesivas bibliotecas que
Jovellanos tuvo en Sevilla,
Madrid, Gijón y Bellver. De
estos ensayos de Hume, lectura
prohibida por la Inquisición,
realizó traducciones libres y
fragmentarias en Bellver en
1802. Los papeles le fueron
requisados y se conservan en el
Archivo Histórico Nacional.

[3]
David Hume
[2] The history of England from
the invasion of Julius Caesar to
[3] the revolution in 1688
1778, Londres: Cadell
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo

Como la mayoría de los


ilustrados españoles, Jovellanos
seguía con atención el
pensamiento inglés y las
novedades editoriales, por lo
que adquirió inmediatamente
en Sevilla los ocho volúmenes
sobre la historia de Inglaterra
de Hume.

131
[1]
Petri Peralta
Relectiones praecellentis
1563, Salmanticae: excudebat
Ioannes Maria a Terranoua
Fundación Museo Evaristo
Valle. Gijón

Aunque no hay ningún otro


testimonio de que Jovellanos
tuviera esta obra, Somoza
documenta la existencia de este
ejemplar en la casa en 1891.

[2]
Alonso López Pinciano
Philosophia Antigua Poetica
1596. Madrid: Thomas Iunti
Biblioteca particular [1]

La querencia del Neoclasicismo


por el Renacimiento queda bien
plasmada en este objeto: la
primera edición del principal
tratado de estética del
Renacimiento español,
propiedad del ilustrado.

[2]

132
[3]

[3]
Marco Tulio Cicerón
Epístolas o cartas de Marco
Tulio Cicerón, vulgarmente
llamadas familiares; traducidas
por Pedro Simón Abril
1797, Valencia: Hermanos
de Orga
Fundación Museo Evaristo
Valle. Gijón

Entre sus autores predilectos


destaca la lectura constante
de Cicerón, «el que he
preferido siempre, no sólo
como al más elocuente de los
hombres, sino como al más
puro y juicioso de los
filósofos». Estos volúmenes se
encontraban en la casa familiar.

133
[1]
Curtio Rufo
Historia Alexandri Magni
1741, Vallis-oleti: ex Officina
Ildephonsi à Riego
Fundación Museo Evaristo
Valle. Gijón

Jovellanos poseía esta obra en


Sevilla en 1778, según el
inventario de Ceán Bermúdez.

[2]
Santa Teresa
Cartas de Santa Teresa
de Jesús, con notas del
Sr. D. Juan de Palafox y
Mendoza, recogidas por orden
del P. Fr. Diego de la
[1]
Presentación, de los Carmelitas
Descalzos
1752, Madrid: Imprenta del
Mercurio, por Ioseph de Orga
Fundación Museo Evaristo
Valle. Gijón

Jovellanos cita esta edición en


los Rudimentos de Gramática
castellana.

[2]

134
[3]

[3]
Clemente XIV
Cartas importantes del Papa
Clemente XIV (Ganganeli)
traducidas del francés en
castellano por D. Francisco
Mariano Nipho
1777, Madrid: Miguel
Escribano
Fundación Museo Evaristo
Valle. Gijón

Jovellanos ya poseía esta


edición en Sevilla en 1778,
según el inventario de Ceán
Bermúdez.

135
[1]
Dollond
Microscopio compuesto
Hacia 1780, Gran Bretaña
Museo Nacional de Ciencias
Naturales. CSIC. Madrid

Soleil, constructeur
d’instruments d’optique. Rue
de l’Odeon, nº 35
Caja de caoba con instrumentos
del microscopio de Dollond
Hacia 1780, Gran Bretaña
Museo Nacional de Ciencias
Naturales. CSIC. Madrid [1]

No sólo cuadros y libros


marcaban estos espacios en
aquel siglo, sino también el
instrumental científico.
Aunque para el Instituto,
Jovellanos encarga en 1794 a
un francés un telescopio
acromático, un microscopio y
un teodolito: «son ingleses,
excelentes, y en tres mil reales
se tomarán a contento».

[2]

136
[2]
Simons
Teodolito
Siglo XVIII, Londres (Reino
Unido)
Patrimonio Histórico Universidad
Complutense de Madrid. Museo
de Astronomía y Geodesia

Teodolito de tosca montura


altacimutal. Dispone de brújula.
La escala de ángulos de
declinación es de 0 a 30, en
unidades de grado, y la escala
de ángulos azimutales es de 0 a
360. Lleva un nivel
perpendicular al anteojo en el
foso. Jovellanos dispone de uno
y, en 1800, proyecta levantar
una carta topográfica del
concejo.

[3]
Nairne & Blunt
Telescopio Gregory
Hacia 1820, Londres (Reino
Unido)
Patrimonio Histórico Universidad
Complutense de Madrid. Museo
de Astronomía y Geodesia

Telescopio de reflexión, tipo


gregoriano. Dispone de dos
espejos, el principal está
perforado para la lente y el otro
[3] es convexo. Dispone también de
filtro para las observaciones
solares. Jovellanos pensaba
montar un pequeño observatorio.
Finalmente, suspenderá la
compra del telescopio, pues con
el apalabrado no puede ver los
anillos de Júpiter.

137
[1] [1]
Anónimo
Jícara
Siglo XVIII
Museo Nacional de Artes
Decorativas. Madrid

Para el consumo del chocolate


era frecuente el uso de jícaras
(tazas sin asa). En el inventario
del equipaje de Jovellanos tras
su muerte se contabilizan seis.

[2]
Alfar de El Rayu (Siero)
Fuente de cerámica
1880-1930
Museo del Pueblo de Asturias.
Ayuntamiento de Gijón
[2]

[3]
Baraja Española
Fundación Museo Evaristo Valle.
Gijón
En la tertulia también había
tiempo para las partidas de
cartas, para lo que se había
dispuesto en la sala una mesa
de juego de tresillo y mediator.
Se trata de juegos de cartas
españoles, variantes de El
hombre, que aparecen
precisamente en los últimos
decenios del XVIII. En días de
fiesta, montaban hasta siete
partidas. Esta baraja se
encontraba en la casa familiar.

[3]

138
[4]
Fábrica de Alcora
Mancerina
Hacia 1750-1799
Museo Nacional de Artes
Decorativas. Madrid

[5]
Fábrica de Alcora
Mancerina
[4] Hacia 1749-1798
Museo Nacional de Artes
Decorativas. Madrid

En las tertulias era obligado


agasajar con refrescos, café o
chocolate. Para su consumo eran
especialmente apreciadas las
mancerinas de la Fábrica de
Loza y Porcelana de Alcora.
Predominaban las formas en
venera (concha) y hojas de parra.

[6]
Silla estilo Reina Ana
[5]
Siglo XVIII
Museo Casa Natal
de Jovellanos. Gijón

Abundantes y confortables
sillas y taburetes ocupaban
las estancias dedicadas
al ocio común.

[6]

139
[1]

[1]
Anónimo
Caja de rapé
Hacia 1776-1825
Museo Nacional de Artes
Decorativas. Madrid

[2]
Fábrica de Alcora
Caja de rapé
Hacia 1787-1858 [2]
Museo Nacional de Artes
Decorativas. Madrid

Aunque la hermana de
Jovellanos fumaba, predomina
en el círculo cercano —Ceán,
Baltasar, Pedrayes— el consumo
de rapé. Las cajas que lo
contenían, cuidadosamente
decoradas, eran objetos de
especial estima, con frecuencia
personalizados y regalados. En
su último equipaje, Jovellanos
portaba consigo cinco cajas de
rapé, una decorada con un
retrato de Arias de Saavedra,
otra con el retrato de una mujer.

140
[3]
Escribanía de plata
de Jovellanos
Grabado reproducido en Julio
Somoza, Nuevos datos para su
biografía, La Habana / Madrid
1885

Somoza publicó este grabado de


la que fuera su escribanía de
Bellver, «de gusto americano».

[3]

[4]
Juan Antonio Iza de Zamácola
Colección de las mejores coplas de seguidillas, tiranas y polos que
se han compuesto para cantar a la guitarra: con un discurso sobre
las causas de la corrupción y abatimiento de la música española
1802. Madrid: Oficina de Eusebio Álvarez
Biblioteca de la Universidad de Oviedo

El humor y el disfrute son aditamentos esenciales de la sociabilidad


ilustrada. Jovellanos era aficionado a cantar imitando a la célebre
actriz María Ladvenant y en Sevilla comenzó a formar una colección
de seguidillas que nutrió esta exitosa colección de Iza de Zamácola.
Por indicación suya, el Ayuntamiento de Madrid convocó en 1791 un
[4] concurso para recuperar el carácter original del género.

141
[1]
Anónimo
Traje de finales del s. XVIII:
casaca, calzón y chupa
Hacia 1785-1790
Museo del Traje, CIPE. Madrid

Ser es necesariamente parecer y los


ilustrados del siglo XVIII quieren ser
europeos. El uso de esta
indumentaria masculina de origen
francés se impone en toda Europa
en el siglo XVIII, y en España con
especial fuerza con la llegada de los [1]
Borbones. Desplaza a la
indumentaria castiza reivindicada
por los majos, cubiertos con capas y
tocados con sombrero de ala ancha,
redecillas o monteras.
La casaca, prenda de origen militar,
permitía cabalgar con comodidad.
Cuando su uso se generaliza el
patrón se complica e incluye
generosas entretelas que
proporcionan volumen, delicado
forro y abundantes botones,
meramente decorativos. A finales de
siglo, por influjo inglés, el diseño va
simplificándose.

[2]
Media de Fernando VII
Fundación Museo Evaristo Valle.
Gijón

En el siglo XVIII las medias no


eran una prenda a descuidar,
pues se prestaba entonces
notable atención a las ceñidas
pantorrillas masculinas: cuando
resultaban demasiado delgadas,
se colocaban postizos que
mejoraban su forma. Esta media
de Fernando VII —tal indica el
bordado— llegó, no se sabe
cómo, a la casa de Jovellanos. [2]

142
[3]
Anónimo
Reloj de Bolsillo
Siglo XVIII. Diamante, esmalte
y oro, 5,5 cm diámetro.
Museo Nacional de Artes
Decorativas. Madrid

Objeto de regalo y adorno, los


relojes de sobremesa y bolsillo
forman ya parte
de la vida cotidiana. Los
personajes masculinos de El
delincuente honrado con
frecuencia sacan su reloj y
dicen qué hora es; así explicita
Jovellanos que se cumple la
preceptiva unidad de tiempo
literario: 30 horas.

[3]

[4]
Luis Paret y Alcázar
[4]
Modelo para tarjeta de visita
1797
Biblioteca Nacional de España

El ministro de Gracia y Justicia


encargó a Paret su tarjeta de
visita. Destaca su sobriedad si
se compara, por ejemplo, con
la de Floridablanca, que
incluía una alegoría de la
Justicia. En la versión
definitiva decidió separar su
apellido, Jove Llanos.

143
[1]
Miguel Jacinto Meléndez
Boceto preparatorio de
San Agustín conjurando la
plaga de la langosta
1734
Museo Casa Natal de
Jovellanos. Gijón

Fue propiedad de Jovellanos.


Es pareja de la grisalla de la
pág. 124.

[2]
Francisco Ignacio Ruiz
de la Iglesia [1]
La Magdalena penitente
1670
Museo Casa Natal de
Jovellanos. Gijón

Este temprano óleo del pintor


de cámara de Felipe V formaba
parte de la colección de
Jovellanos y estaba expuesto en
la casa familiar. Ceán encargó
su restauración en Madrid en
1790. Tras el concilio de
Trento, se dieron instrucciones
claras para que la
representación de la bella
arrepentida fuera decorosa en
cuanto a actitud e
indumentaria. Representada en
abandono místico, la cabellera [2]
suelta y su desnudez remiten a
su vida disoluta; crucifijo,
calavera y libro de salmos
funcionan como símbolos de
conversión y penitencia.

144
[3]
Francisco Tomás y Rotger
La Virgen con el Niño dormido
Hacia 1805-1807
Museo Casa Natal
de Jovellanos. Gijón

También la celda del castillo de


Bellver fue un espacio de
animada convivencia
intelectual. Allí se conocieron
Tomás, profesor de Dibujo
y Escultura de la Sociedad
Económica balear, y Manuel
Bayeu, el cuñado de Goya, que
estaba decorando la iglesia de
la cartuja de Valldemosa. Este
óleo fue un encargo de
Jovellanos, para quien también
realizó diversos dibujos de los
edificios góticos de Palma.

[3]

145
Andrea Vaccaro
La Virgen con el Niño y San Juanito
Hacia 1650
Colección particular

Jovellanos tenía este óleo por original


de Murillo, uno de los artistas más
valorados por los coleccionistas del
siglo XVIII, por el que sentía singular
aprecio: lo había colgado en el cuarto
de la torre y le acompañó en su
último viaje en noviembre de 1811.
Vaccaro, representante de la corriente
clásica del barroco napolitano, era
igualmente muy apreciado en España.

146
Anónimo
Santa Bárbara
Siglo XVII
Colección Alfonso Cienfuegos
Jovellanos Ortega

Esta pieza proviene de la casa


familiar.

147
[1]
Anónimo
Inmaculada coronada
Siglo XVII
Colección Alfonso Cienfuegos
Jovellanos Ortega

Esta pieza proviene de la casa


familiar.

[1]

148
[2] [3]
Anónimo Anónimo
Busto del conde de Aranda Busto relicario de Santa Catalina
1770 Siglo XVI
Colección particular Colección Alfonso Cienfuegos Jovellanos Ortega

Distintos bustos decoraban la casa familiar. Esta pieza proviene de la casa familiar.
No representaban sólo a personajes de la
antigüedad, sino también a amigos y
contemporáneos. El propio lord Holland
encargaría en 1809 uno de Jovellanos, cuyo
boceto regalaría a Quintana. Jovellanos tuvo
uno de Cabarrús, hoy perdido.

149
150
Del maíz al carbón, del molino al alto horno
Joaquín Ocampo Suárez-Valdés. Universidad de Oviedo

1. Jovellanos, Asturias y la economía


Las claves explicativas del «programa» económico de Jovellanos, han de ponerse en
relación con sus esfuerzos por transformar Asturias, una región subdesarrollada,
periférica y rural —la Siberia del norte, como se la llegó a nombrar—, en la Sajonia
española, es decir, en una economía en la que la industria sustituyese a la agricul-
tura como motor de crecimiento.

1.1. El siglo XVIII: ilustración, «revolución industrial» y «revoluciones liberales


burguesas»
Es lugar común identificar el siglo XVIII con el siglo de la ilustración y vincular
aquella centuria con los cambios económicos e institucionales que la historiografía
ha designado con los términos «revolución industrial» y «revoluciones liberales
burguesas». En realidad, esos tres cambios —ilustración, industrialización y emer-
gencia del Estado liberal— son indisolubles. De forma simplificada, cabe señalar
que en el siglo XVIII culminará la consolidación de la burguesía como clase social,
y de la industria como sector de actividad responsable del crecimiento económico.
[pág. 150]
A las luces les corresponderá aportar el programa o ideario desde el que legitimar
Gaspar Melchor de Jovellanos
una alternativa política e institucional al viejo orden representado por las monar-
Discurso económico sobre los
quías absolutas del Antiguo Régimen. Este último, como es sabido, apuntalado
medios de promover la felicidad
sobre una sociedad estamental o tardofeudal que hacía derivar su preeminencia de Asturias, dirigido a su Real
sobre la tierra como generadora de riqueza. Sociedad de Amigos del País
La confrontación entre ambos frentes sociales, el feudal o agrario, y el burgués 22 de abril de 1781
mercantil y manufacturero, alumbrará las «revoluciones burguesas» de las que Biblioteca Capitular de Sevilla
emerge el Estado liberal. Eliminados los obstáculos que frenaban el desarrollo de las
fuerzas productivas, la economía de mercado, el capitalismo y la industrialización, El Discurso de 1781 contiene
se abrirán paso de forma progresiva: la fábrica destierra al taller, el sindicato al gre- un completo programa de
reformas económicas que
mio, la máquina de vapor al trabajo manual, el ferrocarril al transporte a lomos, el aspiraban a que Asturias dejase
carbón mineral al vegetal, y el alto horno a la ferrería... En realidad, este proceso de de ser «la Siberia del norte»,
«modernización» económica que posibilitó el tránsito de la economía y sociedad una región pobre y aislada, para
convertirse en «la Sajonia
agraria tradicional a la moderna sociedad urbana e industrial, nada tuvo de «revo-
española», es decir, en una
lucionario» puesto que estuvo precedido de una larga etapa previa de cambios acu- economía urbana, industrial
mulativos —demográficos, agrarios, tecnológicos, financieros, educativos...— sólo y comercial.

151
al alcance de las economías más desarrolladas o, como entonces se decía, de las
«naciones industriosas». En aquella larga marcha hacia el crecimiento económico
sostenido, España partía en una clara situación de desventaja. Pese a lo prematuro
de su condición de potencia colonial, el imperio será una ocasión perdida para
nuestra economía.

1.2. Jovellanos y la economía


En el siglo XVIII, la economía era una ciencia emergente y carecía de perfil acadé-
mico o institucional. Se la conocía como Economía civil o Economía política, y era
definida a menudo como «ciencia del gobierno» en la medida que sus estudios
constituían un auxiliar indispensable para sostener las políticas económicas del
reformismo ilustrado. La elaboración de categorías analíticas para explicar los
hechos económicos y para formular hipótesis y previsiones sobre las condiciones
del crecimiento a largo plazo, junto a la recopilación de fuentes cuantitativas o esta-
Gaspar Melchor de Jovellanos dísticas —censos, catastros, balanzas de comercio...—, estarán entre las primeras
Informe de la Sociedad ocupaciones de la nueva ciencia.
Económica de ésta Corte al Real Será en Sevilla, a partir de 1768 y coincidiendo con el desempeño de su primer
y Supremo Consejo de Castilla
en el expediente de Ley agraria...
cargo público, cuando Jovellanos se desengañe «de la inutilidad de la jurispruden-
1795, Madrid: imprenta
cia» y abrace el estudio de la economía. En su Introducción a un discurso sobre la eco-
de Sancha nomía civil y la instrucción pública (1796-1797), escribía:
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo Hube de reconocer que el más importante y más esencial de todos era el de
la economía civil o política; porque tocando a esta ciencia la indagación de
El Informe de Ley agraria, las fuentes de la pública prosperidad y la de los medios de franquear y difun-
incluido por la Inquisición en el
dir sus benéficos caudales, ella es la que debe consultarse continuamente.
Índice de libros prohibidos,
denunciaba la amortización de
las tierras como uno de los El objetivo final declarado de la economía civil era alcanzar la felicidad pública.
males responsables de la Nadie mejor que el propio Jovellanos para definirla:
pobreza campesina y del atraso
económico de España.
Constituye el texto más No tomo esta palabra en sentido moral. Entiendo por felicidad aquel estado
representativo de la Ilustración de abundancia y comodidades que debe procurar todo buen gobierno a sus
española y el más conocido individuos. En este sentido, la provincia más rica será la más feliz, porque en
fuera de España. Su redacción,
que le valió a Jovellanos
la riqueza están cifradas las ventajas políticas de un Estado.
persecuciones y
encarcelamiento, será reclamado Es decir, la «felicidad pública» se asimilaba a lo que hoy entendemos por bienes-
por las Cortes de Cádiz y por los
tar material. Se trataba por tanto de una categoría positiva y moderna. A diferencia
liberales del siglo XIX como
referente doctrinal. del mercantilismo, que subordinaba la riqueza de los «vasallos» al fortalecimiento del
Estado o del poder, la economía civil incorporaba matices distributivos por cuanto
vinculaba el crecimiento económico de las naciones al bienestar de los «ciudadanos».

152
José Manuel Martínez Legazpi
Molino harinero
2009
Museo del Pueblo de Asturias.
Ayuntamiento de Gijón

Los cereales panificables (maíz,


centeno, escanda, trigo)
constituían la base de la dieta
campesina. Su consumo exigía
la molienda o molturación
previa del grano en molinos
harineros con muelas o molares
movidas por ruedas hidráulicas.
A mediados del siglo XVIII, más
de 3.000 molinos se
distribuían por cada rincón de
la geografía asturiana.

De ahí que, en su Elogio de Carlos III (1788), Jovellanos identificase la economía con
la «ciencia que enseña a gobernar los hombres y hacerlos felices». Era, por tanto, una
ciencia social con claros compromisos cívicos.

1.3. Jovellanos y Asturias: transformar la «Siberia del norte» en «Sajonia española»


En el Discurso económico sobre los medios de promover la felicidad del principado
(1781), Jovellanos se refería a Asturias como «una provincia retirada al norte de
España, distante de sus principales capitales y separada del comercio con ellas por
su distancia, por la aspereza de sus puertos y por la fragosidad de su terreno...». En
efecto, el Principado sólo contaba con un 37% de su superficie por debajo de los
400 metros de altitud, y con un 31% por encima de los 800 metros. En cuanto a
pendientes, casi el 80% del territorio superaba el 20% de desnivel medio. Tal «fra-
gosidad» condicionará históricamente tanto la extensión del área de cultivos como
las labores y usos del terrazgo agrícola útil. Como contrapartida, el ecosistema
atlántico otorgaba ventajas a los aprovechamientos ganaderos, forestales e hidráu-
licos. Esta ventaja será la que permita parcialmente equilibrar el crónico déficit de
granos o cereales. Pero sólo parcialmente, ya que el crecimiento de la población
durante el siglo XVIII iba a conducir a una progresiva presión sobre el espacio
forestal, sometido a continuas roturaciones con el fin de ganar tierras para el cul-
tivo. Será esa misma presión la que conduzca a una paulatina subdivisión de las

153
caserías hasta convertirlas en explotaciones subóptimas con la consiguiente reduc-
ción de excedentes. La tensión entre población y territorio tenía una explicación
institucional que el propio Jovellanos denunciaba en su Carta sobre la agricultura y
propiedades de Asturias (1795): «Los mayorazgos y los monasterios e iglesias son
casi los único propietarios de Asturias». Las consecuencias de la amortización civil
y eclesiástica se trasladaban, en primer lugar, al mercado de tierras. Dada la escasa
disponibilidad de tierras de labor, los campesinos, una vez agotada la vía extensiva
de las roturaciones, subdividían las caserías:

Yo he visto dividida en cinco una casería que no muchos años antes estu-
viera destinada a un solo labrador. Alguno creerá que la ilimitada multipli-
cación de los labradores es siempre conveniente; pero se engaña. No basta
que una provincia aumente el número de su cultivadores; es menester que
éstos tengan una subsistencia cómoda y, sobre todo, segura.

La búsqueda de fuentes de ingresos complementarios a la tierra, conducía


inexorablemente a la emigración:

Usted oirá decir que Asturias y sus provincias confinantes son unos países
miserables e infelices que tienen que arrojar de sí a sus hijos porque no pue-
den alimentarlos, y de aquí viene que se hallen en otras provincias tanto
número de asturianos, gallegos y montañeses.

La única alternativa al empleo agrario eran las actividades fabriles y comercia-


les. En el primer caso, la ausencia de fábricas limitaba las actividades transforma-
doras a la «industria rústica» o «popular», es decir, a las manufacturas domésticas
rurales. Refiriéndose a las mismas, dirá Jovellanos que «no es este género de indus-
tria el que da a los pueblos el nombre de industriosos y los hace ricos». Y es que,
pese a la buena dotación de recursos naturales, a los bajos precios de los alimentos
y a los moderados costes salariales, la industria tropezaba con dos dificultades
insalvables: la falta de «luces» y de capitales. El atraso técnico se generalizaba a
todos los ramos fabriles, desde la química a la metalurgia, lo que explicaba las difi-
cultades para embotellar la sidra, para conservar los alimentos, para blanquear los
paños o para sustituir el carbón vegetal por el mineral. Por parte de los capitales,
el problema no residía tanto en la disponibilidad de ahorro como en la existencia
de oportunidades de inversión. Quienes, como los «indianos», disponían de liqui-
dez, preferían adquirir tierras —eran los capitales «terrazgueros»— por ser un
valor de refugio más seguro y libre de los riesgos e incertidumbres de las iniciati-
vas empresariales.

154
Tampoco el comercio constituía una salida para contener el exceso de población
rural. El comercio interior, tanto el terrestre —arriería— como el de cabotaje marí-
timo, se hallaba limitado por la escasa dimensión del mercado. Los campesinos,
sometidos a la presión de la fiscalidad pública —alcabalas, sisas, millones...—, al
peso de de la renta agraria y de las cargas señoriales y eclesiásticas —diezmo—, care-
cían de excedentes comercializables. Un segundo problema para el comercio era el
derivado de los altos costes de transporte. El comercio con la Meseta, Cantabria o
Galicia, estaba en manos de arrieros y trajineros. Las exportaciones no llegaban a
compensar en valor las entradas de vino y granos, dando como resultado una
balanza comercial altamente deficitaria, con la consiguiente salida de capitales. Tam-
poco el comercio ultramarino, realizado desde Gijón y a través de los puertos de La
Coruña o Santander, contribuía a alterar el panorama dominante descrito.
¿Cómo romper entonces ese círculo vicioso de la pobreza sobre el que se sus-
tentaba nuestra Siberia del norte? El compromiso cívico de Jovellanos con Asturias
—lo que en el Siglo de las Luces se entendía como «patriotismo»— le llevará e ela- Alfar de Faro (Oviedo)
borar una estrategia a largo plazo para el desarrollo regional. De los 143 escritos Puchero de cerámica
económicos salidos de su pluma, 47, es decir un 40% de los mismos, están dedica- Hacia 1900-1925
dos a Asturias. El núcleo de los mismos está constituido por los Informes mineros, Museo del Pueblo de Asturias.
en los que, además de los temas estrictamente mineros, se ocupaba de las fábricas Ayuntamiento de Gijón

estatales de municiones de Trubia y de armas de Oviedo y Grado, de la canalización


del Nalón y del Real Instituto Asturiano. Un segundo grupo sobre infraestructuras, Señalaba Jovellanos que de los
alfares de Faro, Nava, Ceceda o
incluye informes sobre la carretera de Castilla o de Pajares, junto a otros sobre el Siero, salía la «vajilla ordinaria
puerto de Gijón y sobre la red caminera y portuaria asturiana. Los temas a los que del país» elaborada con
dedica más atención se convierten en el mejor indicador de las líneas en las que sus- «árgoma, barro y agua» y de
uso popular. Quienes disponían
tentaba aquella estrategia cuyo objetivo final no era otro que transformar Asturias
de mayor nivel de renta
en la Sajonia española. utilizaban vajillas de loza
Las ventajas competitivas que otorgaba a Asturias la disponibilidad del recurso blanca o pedernal, importada
energético sobre el que descansaba la revolución industrial, el carbón mineral, serían de Inglaterra —cerámica de
«estilo Bristol»— y, desde
el punto de partida para una industrialización especializada en los sectores siderúr- 1780, fabricada en Asturias.
gico y metalúrgico. Estos últimos, partiendo de las Reales Fábricas de municiones y
armas de Trubia, Oviedo y Grado, crearían externalidades ventajosas para inducir la
aparición de otros ramos fabriles orientados a la demanda civil —calderería, manu-
facturas mecánicas, astilleros...—. Por su parte, el carbón abundante y barato per-
mitiría surtir de energía a otras industrias ligeras, con la consiguiente reducción de
costes de producción. Por último, el carbón habría de convertirse en una materia
prima que, exportada a otras regiones, impulsaría una marina mercante carbonera
que convertiría a Gijón en un gran puerto industrial.
Ahora bien, dado que toda aquella estrategia partía del carbón mineral, la
puesta en valor de la hulla asturiana debería de resolver previamente tres proble-

155
mas: los referidos a los costes de extracción, a los de transporte, y el relativo a su uti-
lización en los altos hornos. En el primer caso, la «minería vecinal» y a cielo abierto
que se venía practicando con desconocimiento de los principios de la «arquitectura

156
subterránea» y de la mineralogía corría el peligro de encarecer la extracción y de [pág. 156]
agotar los mejores yacimientos. En el caso del transporte desde bocamina a los Marcos de Vierna
puertos de embarque, la utilización de carros de bueyes disparaba los precios fina- Informe sobre el plano que ha
les. Por ambos motivos, la hulla asturiana tenía serias dificultades para competir levantado de un camino de
Oviedo a León
con la inglesa que, pese a los aranceles que gravaban su importación, resultaba más
8 de diciembre de 1770
barata. Para afrontar ambos problemas, Jovellanos formulará propuestas novedo-
Archivo General de Simancas
sas: formar cuadros técnicos, abrir una carretera carbonera y, finalmente, imitar los
«caminos de hierro» utilizados en Escocia.
Jovellanos será el gran impulsor
El tercer problema aludido se refería a la aplicación de la hulla a los altos hor- de la «carretera de Castilla»
nos o «fundición a la inglesa». Este paso requería obtener por destilación y desazu- desde Oviedo y Gijón a León. La
frado de la hulla el coque metalúrgico. Los ensayos en los hornos de carbonización consideraba como
imprescindible para romper el
de Trubia y Langreo acabaron en fracaso, expresión del atraso técnico en que se
aislamiento comercial de
movía nuestra industria. Las comisiones científicas y de espionaje industrial envia- Asturias, una región conocida
das por la Armada a Inglaterra para intentar transferir las tecnologías químicas y como «la Siberia del norte» por
mecánicas de las fundiciones en alto horno, no habían dado resultado. De ahí el su pobreza. La carretera
convertiría al Principado en la
interés de Jovellanos por potenciar los estudios de mineralogía en el Real Instituto fachada marítima del hinterland
Asturiano. castellano, dando salida a sus
Por último, y para completar aquella estrategia de crecimiento, era preciso lanas, vinos y harinas, ampliando
romper el estrangulamiento representado por la escasa dimensión del mercado así el mercado y las
potencialidades productivas
interior. La solución vendría de la mano de la carretera de Castilla que uniría la regionales.
Meseta con el puerto de Gijón. Además de abaratar las importaciones y dar salida
a las exportaciones, la carretera convertiría a Gijón en el puerto de cabecera de un
amplio hinterland: atraería las lanas, vinos y cereales castellanos, y, una vez liberali-
zado el comercio con Indias, Gijón actuaría como redistribuidor de los géneros
coloniales que hasta entonces entraban por La Coruña y Santander.
En solitario e incomprendido en muchas ocasiones, con la hostilidad de la pro-
pia administración regional en otras, y en medio de sus numerosos compromisos
públicos, Jovellanos, con tesón y paciencia, irá elaborando informes y llamando a
todas las puertas institucionales para hacer efectivo aquel proyecto modernizador
que aspiraba a convertir Asturias en una región industrial. Sus ojos no llegarán a
ver materializarse muchos de aquellos planes. Por ello, tiene sentido recordar aque-
llas palabras que le dirigía a Guevara Vasconcelos en 1794, cuando remitía a la
Sociedad matritense su Informe de Ley Agraria: «Pudiera, ciertamente, haber hecho
más. Pero, no basta ver a dónde se debe llegar; es preciso no perder de vista el punto
de que se parte».

2. Subsistir en la Siberia del norte: la economía al final de Antiguo Régimen


Se aborda a continuación el análisis sectorial ofrecido por Jovellanos sobre los
temas que se han venido comentado —población, agricultura, comercio...

157
José Manuel Martínez Legazpi
Mazo de Besullo
2011
Museo del Pueblo de Asturias.
Ayuntamiento de Gijón

El hierro y sus manufacturas


constituían un elemento
estratégico para la economía.
De él se obtenían aperos de
labranza, clavazón para la
construcción residencial y
naval, herrajes, llantas,
componentes de máquinas,
herramientas, ollas, potes,
cerrajería... Tras su obtención
en las ferrerías —fundiciones
de hornos bajos al carbón
vegetal—, pasaba a los mazos o
machucos —martinetes—, para
su forja y laminado. En las
fraguas, los ferreiros se 2.1. Demografía: «Hubo un tiempo en que la población de Asturias era muy escasa»
ocupaban de las operaciones de En 1600, la población asturiana se cifraba en 177.400 habitantes, tras haber perdido
acabado.
en el siglo anterior en torno al 25% de sus efectivos, reflejo de un régimen demo-
gráfico catastrófico propio de las sociedades preindustriales y resultado de la adap-
tación a los dos condicionantes exógenos que determinaban el tamaño de la
población: las «hambrunas» o crisis de subsistencias y las epidemias. Las primeras
estaban asociadas a rendimientos agrarios decrecientes que devenían en cosechas
insuficientes, así como a «desastres» climáticos o naturales —sequías, pedrisco,
heladas, avenidas...—. Las epidemias encontraban el mejor caldo de cultivo en la
falta de salubridad —ingestión de agua no potable y de alimentos contaminados,
inhalación de microorganismos infecciosos— y en la malnutrición crónica, res-
ponsable de las enfermedades endémicas más frecuentes —diarrea, tuberculosis,
cólera, bocio, pelagra, tos ferina, rubéola, raquitismo, anemia—. Aunque en el siglo
XVIII las epidemias perdieron intensidad, no dejaron de asolar el Principado en
1709-1711, 1770-1771 y 1787-1790. La recurrencia de estas mortandades no debe
imputarse exclusivamente a accidentes exógenos. Es indispensable considerar los
factores económicos subyacentes a las mismas: una fuerte presión fiscal y las eleva-
das rentas agrarias ponían las economías campesinas al borde de la subsistencia y
sin margen de maniobra para amortiguar aquellas «hambrunas».
En 1700 la población alcanzaba los 231.000 habitantes; en 1752 —censo de
Ensenada— llegaba a los 327.000; y el censo de Godoy (1797) ofrecía la cifra de

158
364.238 almas, lo que supone un incremento secular del 60%. El elemento dinami-
zador más notable de aquella recuperación demográfica se debió a la difusión del
maíz y de la patata. Ambos permitieron reorganizar el terrazgo: se eliminó el bar-
becho, se generalizaron las rotaciones múltiples, aumentó la extensión de las plan-
tas forrajeras y el ganado pudo ser estabulado. Es decir, sin cambios en las relaciones
de propiedad, los nuevos cultivos permitieron a las familias disponer de un mayor
excedente de granos, mejorando así su alimentación y resistencia a la enfermedad.
El crecimiento demográfico iba a intensificar la presión sobre la tierra. La solu-
ción provisional consistió en la subdivisión de las caserías, posibilitada por las
mejoras en la productividad del trabajo y en los rendimientos por hectárea.
Cuando, a la altura de 1750, este proceso toque techo, se pondrán en marcha otras
estrategias de las que Jovellanos dará cuenta. En primer lugar, la generalización
entre las familias campesinas de la búsqueda de ingresos complementarios
mediante el recurso a la industria rústica y a la venta en mercados y ferias de sus
producciones. En segundo lugar, las migraciones estacionales. La emigración ultra-
marina era la última válvula a que se recurría para escapar de la pobreza. Pero, más
que los detalles, interesa conocer la posición de Jovellanos. Alejándose de las formu-
laciones propias de la «economía moral», en la Carta sobre la industria de Asturias
(hacia 1795) no dudaba en escribir:

Yo miro estas colonias de emigrantes que pasan los montes y se derraman


a buscar su vida por toda la Península, como una exacta media del sobrante
de su población. Y, ¿cree usted que entre tanto queda el país abandonado o
desierto? Nada menos. Los que pasan allá, o no tienen caserías o las tienen
de corta extensión y producto. Así, se nota que la mayor parte de los que
van a residir por allá son de aquellos concejos donde, destinadas muchas
tierras a pastos, quedan menos tierras laborables...

2.2. El mundo rural: «mayorazgos, monasterios e iglesias, son casi los únicos
propietarios de Asturias»
Si más del 85% de la población empleada se vinculada a las actividades agrarias, y
si más del 75% del PIB regional procedía del campo, resulta lógico que Jovellanos
prestase atención preferente al sector primario como articulador de la economía y
sociedad asturianas. Al hacerlo, partía de un análisis realista. En su Informe sobre la
libertad de las artes (1785), escribía: «La agricultura puede sólo aumentar la riqueza
de un país hasta cierto punto, porque tanto el terreno cultivable como la perfección
del cultivo tiene sus límites».
Es decir, frente a la industria, las posibilidades de crecer a expensas del mundo
agrario, tienen un límite productivo que una vez traspasado abocaba a rendimien-

159
[pág. 161] tos decrecientes. La Carta sobre la agricultura (1795) ofrece un brillante análisis de
Alfredo Truán los problemas estructurales del agro asturiano al final del Antiguo Régimen. El más
Vista panorámica de Gijón grave era el derivado de la excesiva concentración de la propiedad. Los efectos de la
(Carretera carbonera amortización se trasladaban al mercado de tierras: la falta de circulación y el exceso
Gijón-Langreo)
de demanda hacían que «el rédito de la propiedad esté siempre en horrible despro-
1858
porción» con su valor real. El resultado de esa falta de propiedad libre era respon-
Patrimonio Nacional
sable de las rentas elevadas y de la subdivisión de las caserías. La otra cara del
minifundismo será el «asalto a los comunales» —«cavadas», «cierros», «borrona-
Frente a la propuesta de
Casado de Torres de canalizar el das»— con vistas a obtener cosechas suplementarias.
Nalón con vistas a la La pobreza de los labradores asturianos y el recurso a actividades u oficios que
exportación del mineral de completasen los ingresos del campo fue captada con agudeza por el viajero inglés
carbón de Langreo por el puerto
Joseph Townsend. En 1786, al percatarse de la extensión de la industria popular en
de San Esteban de Pravia con
destino a los arsenales y el mundo rural y de la extensión de las manufacturas textiles entre las mujeres, escri-
fundiciones, Jovellanos bía: «su laboriosidad es hija de la pobreza y severa necesidad». El mismo viajero des-
defenderá como alternativa la cribía la descapitalización del campo asturiano al referir que en las proximidades de
construcción de una «carretera
carbonera» por su menor coste,
Oviedo, es decir, en una zona donde cabría esperar que el mayor grado de comer-
por su mayor capacidad de cialización agrícola indujese cambios en las labores, «los arados son, sin duda los
transporte y por la mayor peores que he visto y quizá los más rudimentarios que la imaginación puede conce-
capacidad de embarque del bir». El horizonte rentista de los propietarios y su desinterés por la innovación o por
puerto de Gijón. Su propuesta,
rechazada, no se haría realidad la gestión de las explotaciones con criterios empresariales, dejaba en manos de los
hasta el siglo siguiente. labradores cualquier iniciativa. La falta de recursos impedía a estos últimos abordar
cambios en el utillaje, en las rotaciones o en la reordenación de cultivos.
El déficit de granos se compensó con una mayor intensidad ganadera, merced a
la mayor disponibilidad de montes y baldíos. No obstante, y como ocurría con la tie-
rra, casi dos tercios de la cabaña ganadera pertenecía a los hacendados que la explo-
taban en régimen de aparcería o comuña. Otras fuentes de recursos descansaron
sobre la extensión de la vid y los frutales, los esquilmos del ganado menor —cabras
ovejas, cerdos—, la apicultura y la explotación de los recursos fluviales y forestales
—caza mayor y volatería—. Pero ni siquiera en los concejos favorecidos por la
extensión del maíz, la intensificación y ganancias de productividad se transmitieron
a las relaciones sociales que gobernaban la propiedad de la tierra. Tanto el maíz
como la patata actuarán como «cultivos de resistencia», es decir, orientados a forta-
lecer la subsistencia familiar y a soportar el crecimiento demográfico en una etapa
en que los arriendos se revisaban al alza y se acortaban los plazos de los contratos.
Cuando Jovellanos redacta su Carta sobre la agricultura (1795), la tensión
población/recursos se acercaba a límites que presagiaban el ciclo de crisis de subsis-
tencias y «hambrunas» que recorren los últimos años del siglo y primeros del
siguiente: «En algunos concejos de Asturias sobran muchos brazos y la agricultura
no puede contenerlos», escribía. Las recomendaciones que ofrecían tanto él como

160
la Sociedad Económica de Amigos del País —cercamiento de tierras, uso de abo-
nos, difusión de nuevas plantas, especialización ganadera...— eran, como se dijo,
inasumibles por los colonos: «de la laboriosidad de los colonos no se deben espe-
rar mejoras». Sólo cabía pensar en reformas más profundas que diesen salida al
estancamiento.
Será en el Informe de Ley Agraria donde las aborde de forma sistemática. En él,
Jovellanos ofrece un brillante esquema explicativo de los males estructurales de la
agricultura, agrupándolos en tres categorías o variables. Los «estorbos políticos»
eran los obstáculos de naturaleza institucional o jurídica: baldíos, amortización,
mayorazgos y vinculaciones, privilegios de la Mesta, restricciones al libre comercio
de granos, tasas de precios, excesiva presión tributaria..., entre otros. Los «obstácu-
los derivados de la opinión» respondían a las limitaciones técnicas y científicas, y a
la escasa información y capacitación: desconocimiento de la agronomía, de la botá-

161
Secretaría de Marina.
Departamento Marítimo
del Ferrol
Plano nº 46 del Río Nalón
y nº 35 del horno de
carbonización de La Riera,
Riaño (Reales Minas de
Langreo y Empresas del Nalón)
Hacia 1794
Biblioteca Naval del Ferrol

Las Reales Minas de Langreo


y la canalización del Nalón,
junto a los altos hornos de la
Real Fábrica de Municiones de
Trubia, formaban parte del
proyecto de aclimatar en
España las fundiciones «a la
inglesa», es decir, en altos
hornos alimentados con carbón
mineral.

nica y de la silvicultura, así como de todo lo relacionado con la selección de suelos,


semillas, abonado, labores, mejora de aperos... Por último, los «obstáculos deriva-
dos de la naturaleza» incluían la falta de riegos, el mal estado de la red viaria y de
otras infraestructuras que afectaban tanto a la productividad agraria como a la ade-
cuada comercialización de los excedentes.
El programa de Jovellanos para enfrentar estas debilidades estructurales lo
resumía en su conocido lema libertad, luces y auxilios. Es decir, para enfrentar los
«estorbos» políticos, recomendará «libertad»: derogar los privilegios mesteños,
liberalizar los arriendos, establecer la libre circulación de granos, contener la forma-
ción de mayorazgos y la amortización eclesiástica, permitir el cercamiento de tie-
rras y el reparto de las tierras comunes. Al apelar a las luces hacía referencia a la
necesidad de difundir las técnicas de la «nueva agricultura» y de los conocimientos
agronómicos. Academias de agricultura y Sociedades Económicas, junto a la prensa
y a las «cartillas rústicas», debían de ser la vía para combatir los «estorbos de la opi-
nión», es decir, el empirismo y tradicionalismo que impregnaba las prácticas agra-
rias. Por ese medio, se divulgarían nuevos cultivos —leguminosas, forrajeras,
plantas industriales...— y rotaciones, así como un utillaje más moderno. Final-
mente, por «auxilios» entendía Jovellanos la necesidad ineludible del gasto público
en infraestructuras —canales de riego, pantanos, caminos...—, tanto por sus efec-
tos tanto directos o sectoriales sobre los cultivos, como por los indirectos —inte-
gración del mercado, mejora del abastecimiento, especialización agraria...

162
Fotografía de una casería
Museo del Pueblo de Asturias

La casería era el núcleo vital


de la comunidad campesina en
la sociedad agraria tradicional,
tanto en sentido antropológico
como económico. Además de
los procesos de socialización y
de definición de los roles de
cada individuo en la familia
y en la comunidad aldeana, y
de los de transmisión cultural,
la casería era el centro
productivo, la «fábrica»
familiar en la que se
reglamentaban la división
sexual y funcional del trabajo.

En el programa jovellanista de reforma agraria, al Estado le asignaba una fun-


ción subsidiaria respecto a la iniciativa privada: como en Adam Smith, el «interés
propio» era el móvil o motor del crecimiento económico y las instituciones debían
de estar a su servicio y despejar cuantos «estorbos» restringiesen la libre iniciativa
privada. Será este mensaje el que, desde las Cortes de Cádiz, hagan suyo los libera-
les y reformadores del siglo XIX. Como es sabido, el Informe, perseguido por la
Inquisición, fue redactado y vio la luz en el peor momento político: cuando los ecos
de la revolución francesa propiciaban en España la transición hacia el «despotismo
no ilustrado».

2.3. Completando la subsistencia: los recursos del bosque y de la pesca


La superficie forestal asturiana —monte alto y bajo, matorral— suponía el 70% del
espacio agrario. Ya se ha hecho referencia al carácter estratégico del bosque para las
economías campesinas —pasto, cultivos temporales, leña, caza y volatería...—, para
las manufacturas —mobiliario, aperos, duelas, cestería, husos, almadreñas, pérti-
gas, pipas, maderas para construcción civil y naval...— y como combustible o
fuente energética —hogares domésticos, fundiciones, hornos de fábricas de loza,
cal...—. El crecimiento de la población y la extensión de las roturaciones, la cre-
ciente producción de hierro —aperos, clavazón, municiones— y la demanda de los
arsenales para la construcción de la flota mercante y de la marina de la Armada,
supusieron una demanda de madera que sobrepasaba la capacidad regenerativa

163
forestal. La deforestación fue ya denunciada por Feijoo en 1739. En 1748, se pro-
mulgaba la Ordenanza de Montes que colocaba bajo la jurisdicción de la Marina los
«montes inmediatos al mar y ríos navegables». Su explotación supuso un auténtico
expolio sobre los bosques asturianos, constantemente denunciada por los concejos
ante la Junta General.
Jovellanos se ocupó en múltiples ocasiones del tema. El desarrollo de la agrono-
mía, silvicultura y botánica, prestaba argumentos a quienes comenzaban a mostrar
tesis conservacionistas frente a quienes sostenían la inagotabilidad de los recursos.
Pero los propios hechos acabarán mostrando las consecuencias de las acciones
esquilmantes y descontroladas: desde mediados de siglo, el agotamiento de la
José Manuel Martínez Legazpi madera condujo a un crecimiento exponencial de los precios del carbón vegetal. En
Llagar de pesa muchos casos, ferrerías y fundiciones hubieron de apagar sus hornos. Será entonces,
2001 desde 1760, cuando comiencen a registrarse las primeras importaciones de hulla
Museo del Pueblo de Asturias. inglesa. Simultáneamente, el Consejo de Castilla daba los primeros pasos para pro-
Ayuntamiento de Gijón mover la búsqueda de yacimientos de carbón fósil y para difundir su uso. Los Infor-
mes mineros de Jovellanos se redactan al calor de esta coyuntura. Pero, además,
El excesivo precio del vino, Jovellanos intervino en un debate doctrinal de gran interés y referido a la gestión de
debido a los elevados costes de
su transporte a lomos desde los espacios forestales: el relativo a la influencia de los derechos de propiedad sobre
Castilla, estimuló su sustitución la eficiencia en la gestión y aprovechamiento de los bosques. En el Informe de Ley
por la sidra. En los concejos Agraria, Jovellanos se mostraba así de contundente: «Tengan los dueños el libre y
con pomaradas, más de un
absoluto aprovechamiento de sus maderas, y la nación logrará muchos y buenos
centenar de llagares se
destinaban al prensado de la montes».
manzana para obtener la sidra La pesca fluvial y marítima proporcionaba una fuente complementaria de ingre-
dulce, posteriormente sometida sos y alimentación a las comunidades ribereñas de los ríos y a las villas litorales. Dos
a maduración.
hechos adicionales rubrican la importancia de las pesquerías: el ya aludido déficit de
cereales que padecía la región y el hecho de que las prácticas religiosas impusiesen el
consumo obligatorio de pescado en los períodos de abstinencia cuaresmal. Las Orde-
nanzas de pesca, además de prescribir los tipos de arte, las vedas y los pozos y zonas
de pesca, prohibían el uso de venenos y artes intensivos. También la pesca de mar en
su diversas modalidades se hallaba rígidamente reglamentada: estaba reservada a los
pescadores «matriculados», inscritos en las «listas» de la Armada, y bajo control de
los gremios de mar. El hecho de que el acceso a los recursos pesqueros quedase con-
dicionado al alistamiento militar afectó negativamente al sector: dado que España era
un imperio colonial en el que los conflictos navales eran frecuentes, la matrícula de
mar desincentivó la entrada de capitales y la creación de empleo. Jovellanos comenta
en varias ocasiones la decadencia de las pesquerías asturianas, la falta de capturas y
de flota, atribuyéndolas a aquella «odiosa» institución.
Tampoco pasó desapercibido para Jovellanos el análisis de las conservas de pes-
cado: ceciales o pescados salados y ahumados, salazones y escabeches, eran los

164
José Cuevas
«El telar», en La Ilustración
Gallega y Asturiana, I, nº. 32
28 de noviembre de 1879
Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII

En el siglo XVIII, dado el


aumento de la población, la
elevación de las rentas agrarias
y la fragmentación de las
caserías, las manufacturas
textiles domésticas
constituyeron un pilar esencial
para el sustento de las familias.
El hilado y tejido de lienzos, y
su comercialización en ferias y
mercados, aportaban ingresos
que permitían completar a los
procedentes de la explotación
agropecuaria.

165
[pág. 167] ramos de transformación que daban salida comercial a las capturas. Aunque algu-
Ilustraciones sobre el arte de la nas especies se comercializaban en fresco —salmones, lampreas, besugos—, eran la
pesca: marisqueo; estacadas; excepción. En verano, las altas temperaturas se sumaban a lentitud del transporte
palangres..., en Sáñez Reguart,
Diccionario histórico de los
para dificultar la distribución en los mercados castellanos. De ahí que las conservas
artes de la pesca nacional, fuesen lugar de paso obligado para que la pesca superase los mercados locales y
lám. LV pudiese ampliar su radio de comercialización. Sin embargo, y en comparación con
1791-1795 las técnicas extractivas —cerco, arrastre— y conserveras que los catalanes emplea-
Instituto Feijoo de Estudios del ban en las costas gallegas, las asturianas se hallaban notablemente atrasadas. Todo
Siglo XVIII ello, señalaba Jovellanos, era el motivo de que la sardina salada o arencada que los
catalanes obtenían de su bodegas y factorías gallegas desplazase a la asturiana en los
Para las comunidades litorales,
mercados del norte de España.
la pesca fluvial y marítima, así
como el marisqueo de playa,
representaba tanto una fuente 2.4. Manufacturas y fábricas: ¿«dónde se hallarán capitalistas»?
indispensable de alimentación En su Carta sobre la industria de Asturias (hacia 1795), formulaba Jovellanos un breve
como de ingresos. Éstos últimos
se obtenían mediante
pero certero diagnóstico sobre la causas del secular atraso de la industria en Asturias.
elaboraciones —pescado Antes de exponerlo, realizaba una aproximación a la tipología fabril del Principado
salado, salazones, diferenciando entre «industria rústica», «industria popular» y fábricas. Muy extendi-
escabeches— que permitían das las dos primeras, pero inexistentes las últimas. Y eran las fábricas el tipo de manu-
comercializar las capturas en
los mercados interiores.
factura concentrada generadora de empleos y de valor añadido capaz de concentrar
capitales, de incorporar tecnología que incrementase la productividad del trabajo y
de producir a gran escala y exportabar a los mercados europeos o ultramarinos. Aun-
que Asturias contaba con algunas fábricas de curtidos y de loza, además de ferrerías
y astilleros, estos establecimientos no lograban alterar la condición agraria de la eco-
nomía regional. Al diagnosticar el atraso fabril, el ilustrado gijonés lo atribuía a las
tres explicaciones ya apuntadas: falta de «luces», falta de capitales y empresarios y
falta de infraestructuras. Carencias que, sumadas, acababan de dibujar un escenario
de estancamiento del que, a juicio de Jovellanos, sólo se podría salir mediante inter-
venciones exógenas: los «auxilios» de la intervención pública serían los únicos capa-
ces de romper aquel círculo vicioso de una economía agraria.

2.5. «Tanto se cultiva y se trabaja cuanto puede venderse y consumirse»: ferias


y mercados, arrieros y trajineros, puertos y cabotaje
La baja densidad de la red de caminos de rueda y de herradura, la escasa velocidad
y capacidad de carga, la fuerte estacionalidad de la oferta de acémilas y las propias
condiciones orográficas y climatológicas elevaban los costes de transporte. Dado
que la mayor parte de los intercambios incorporaban productos de escaso valor por
unidad de peso, resultaba imposible alcanzar economías de escala.
La mayor parte del comercio interior se canalizaba de forma ambulante a tra-
vés de los 60 mercados y 45 ferias que, en tiempos de Jovellanos, servían de punto

166
de salida a los excedentes de las economías campesinas. En las villas y ciudades, la
mayor división social del trabajo y los mayores niveles de renta y demanda posibi-
litaban una mayor especialización y la sedentarización de la oferta comercial y de
servicios: mayoristas con lonja abierta, asentistas de abastos, mercaderes y comer-
ciantes con tienda, estancos, tablajerías, tahonas, buhoneros, posadas y mesones
conformaban un paisaje mercantil diferenciado, con mayor circulación monetaria
y volumen de negocio.
El comercio extrarregional revestía un carácter estratégico para una región
deficitaria en granos y vinos. Más de un millar de arrieros y trajineros recorrían con
sus recuas en primavera y verano los puertos de la divisoria de cumbres con la
Meseta. En 1780, la balanza comercial arrojaba un déficit de 10 millones de reales:
las exportaciones —ganado vivo, manteca, salazones de carne y pescado y, en

167
[1]
[2]

168
menor medida, manufacturas de lienzos y clavazón— no cubrían más que un 30% [1]
del valor de las importaciones. El comercio terrestre se completaba con el cabotaje V. P. Bécquer, «Un mercado en la
costa», en La Ilustración Gallega
marítimo entre los puertos cantábricos: en este caso, la salida de maderas y carbo- y Asturiana, III, nº. 36
nes, compensaba las entradas —sal, vino, aceite, maíz, y hierro—. Los más de 120 28 de diciembre de 1881
embarcaciones de altura —pataches, quechemarines, bergantines y goletas—, pro- Instituto Feijoo de Estudios
piedad de compañías y «negociantes» de Gijón, Avilés, Luarca, Llanes... constituían del Siglo XVIII
el sector mercantil más dinámico y con mayores posibilidades de acumulación de
beneficios. La producción campesina que no
¿Qué análisis le merecía a Jovellanos el comercio regional? En uno de sus infor- se consumía en los hogares se
comercializaba en ferias y
mes sobre la «carretera de Castilla» fechado en 1796, y refiriéndose a Galicia, Can-
mercados. Además de la
tabria, León y Asturias, escribía: «Acaso se dirá que estas provincias no tienen en el producción agraria y de quesos,
día grandes sobrantes que extraer, pero el objeto del camino es que los tengan». Es mantecas y salazones de carne y
decir, como Adam Smith, opinaba que era la ampliación del mercado el factor que pescado, se vendían
manufacturas elaboradas en las
potenciaría la especialización de las economías regionales. En tanto los mercados se caserías: lienzos de lino y lana,
mantuviesen fragmentados y aislados por la protección natural que les brindaban aperos de labranza, alfarería,
la distancia y los obstáculos físicos, cada comarca tendía a minimizar sus relaciones almadreñas, clavazones y herrajes
con el exterior y se orientaba a la subsistencia. procedentes de las fraguas...

La Ordenanza de 1749 y las medidas de 1761, creando la red radial de carreteras


desde Madrid a las costas y fronteras, permitieron la apertura del paso de Guada- [2]
rrama por Los Leones (1750) y de los caminos desde Castilla a Santander por Rei- «Vista del muelle viejo de
nosa (1748-1753) y a Bilbao por Orduña (1764-1775). Estos dos últimos convertirán Gijón», en La Ilustración Gallega
ambas provincias y sus puertos en la fachada marítima para las harinas y lanas cas- y Asturiana, I, nº. 22, pág. 266

tellanas. La marginación de Asturias sólo se rompe por el impulso de Campomanes 10 de agosto de 1879

desde el Consejo de Castilla. En 1767, logra la asignación de fondos para la «carretera Instituto Feijoo de Estudios
del Siglo XVIII
de Castilla». En 1771, se iniciaban las obras bajo proyecto de Marcos de Vierna; en
1779, se concluían los 21 km del tramo Oviedo-Mieres y, entre 1782 y 1792, el de
Junto al mercado, los muelles
Oviedo a Gijón. Las dificultades por las que atravesó la Hacienda a finales de siglo, constituían centros neurálgicos de
paralizaron las asignaciones presupuestarias. Las obras no finalizarán hasta 1826. contratación. Además de los
Jovellanos no pudo ver realizado uno de sus proyectos más anhelados. Otra de las astilleros de ribera, daban abrigo
a las bodegas de salazones y
apuestas de Jovellanos en materia de infraestructuras fue la relativa a la mejora de la esacabeches, a los tendejones en
dotación portuaria de Gijón para convertirlo en el gran puerto de Asturias. Tal pre- que se reparaban las redes y artes
ferencia formaba parte de un plan integral para el desarrollo económico regional que de pesca, a los almacenes donde
vinculaba el puerto gijonés a la carretera a León por Pajares, a la «carretera carbo- los armadores comercializaban al
por mayor los géneros importados
nera» y a la necesidad de fomentar la marina mercante y carbonera. por cabotaje —bacalao, mineral
de hierro, lino—, a las lonjas
3. Del carbón a los altos hornos, de la máquina de vapor al ferrocarril: donde las compañías de comercio
contrataban sus ventas —cal,
Asturias, ¿la Sajonia española?
bacalao, lienzos, potes y
En el siglo XVIII se iniciará el proceso acumulativo de cambios conocido como clavazón, piedras de amolar,
«revolución industrial». Tales cambios suelen singularizarse en la sustitución del sidra...

169
carbón vegetal por el mineral, del trabajo manual por el mecánico —máquina de
vapor— y del transporte a lomos por el ferrocarril. Lo más notable de estas nove-
dades es que permitieron incrementar la energía disponible al romper los límites
que imponían el carbón vegetal y las fuentes hidráulicas y eólicas. Dado que el pilar
energético de la industrialización descansaba sobre el carbón mineral, y sabiendo
que Asturias disponía de grandes reservas hulleras, no deben extrañar las expecta-
tivas depositadas en la economía regional: «donde hay carbón, hay de todo», se lle-
gará a decir. Los hechos son tozudos y será Jovellanos quien, al analizarlos, constate
que poseer carbón era una condición necesaria, pero no suficiente para arribar a la
tierra prometida de la industrialización.

3.1. Del carbón vegetal al mineral: Asturias, fuente de energía


La regulación por la Ordenanzas de montes de 1748 del acceso a los recursos fores-
tales era el síntoma más evidente de que los recursos madereros comenzaban a
escasear. La conciencia acerca de la urgencia de la transición energética contaba con
sobradas evidencias: entre otras, el hecho de que las fundiciones de artillería de
Liérganes y La Cavada, en Santander, tuviesen que cancelar campañas de fundición
por falta de madera. Por tal motivo, desde 1763, la Secretaría de Marina comienzan
a realizarse las primeras importaciones de hulla inglesa para aclimatar su uso en los
arsenales del Ferrol y en la fábrica de cañones de Sevilla. En 1770, se realizaban los
primeros contratos con asentistas asturianos para surtir a los arsenales del carbón
extraído de nueve minas localizadas en los concejos de Siero, Langreo, Lena y Nava.
Entre 1772 y 1787, los yacimientos explotados eran ya 117. En 1783, con la llegada
de Antonio Valdés y Bazán a la Secretaría de Marina, se multiplican los esfuerzos
para implantar la «fundición a la inglesa». Tras diversos ensayos sin éxito, se envía
al ingeniero Casado de Torres, director del aserradero de La Carraca, a Inglaterra.
Ya en estos años iniciales iban a ponerse de relieve los problemas que a largo
plazo iban a condicionar la competitividad de la minería asturiana: los relativos a
la calidad y eficiencia térmica de los carbones —alta proporción de menudos,
impurezas...—, y a los costes de transporte —desde bocamina a los puertos de
embarque, y desde éstos a los destinos finales—. En el primer caso, se empleaban
carros de bueyes, y en el segundo, pataches de 25 a 75 tm de registro. La fragmen-
tación de las cargas y la falta de retornos en el caso del cabotaje marítimo eran res-
ponsables de que los acarreos y fletes supusiesen más del 90% del coste final en
destino del carbón asturiano. Por otro lado, el carbón se extraía a cielo abierto: era
la «minería de paisanos», de baja productividad y rendimiento.
La intervención de Jovellanos en los problemas mineros arranca en 1789,
cuando, por real orden de 18 de noviembre, Jovellanos es comisionado por la Secre-
taría de Marina para elaborar un plan estratégico sobre el sector. Las aportaciones

170
Gaspar Melchor de Jovellanos
Borrador del Informe de Ley
Agraria
1795. Manuscrito de José
Acebedo Villarroel, con
numerosas correcciones
autógrafas de Jovellanos
Archivo Municipal de Gijón

Jovellanos redactará durante los


años del «destierro gijonés» el
que será el texto más
representativo y europeo de la
Ilustración española, el Informe
de Ley Agraria. A las críticas a
la Mesta, a los baldíos y
comunes, a las tasas sobre los
precios del grano, a los
mayorazgos y a la amortización
eclesiástica y señorial, añadía
propuestas para la reforma del
que constituía el principal
sector de la economía nacional.

de Jovellanos se centrarán en los tres aspectos que más controversia iban a suscitar
en estos años: los relativos a los derechos de propiedad sobre la minas, los proble-
mas de transporte y los referidos a las dificultades técnicas para aplicar la fundición
«a la inglesa».

171
3.2. El problema del transporte: de la canalización del Nalón a la carretera carbonera
El debate sobre los medios de abaratar la conducción de carbones entre Sama de
Langreo y los puertos de San Esteban de Pravia y Gijón, dará lugar a serios desen-
cuentros entre el ingeniero de la Armada, Casado de Torres, y Jovellanos. En los
Informes mineros y, particularmente en el Borrador sobre construcción de una carre-
tera carbonera a Langreo (1791), el lector encontrará todos los detalles sobre la polé-
mica. Casado de Torres, tras su estancia en Inglaterra y habiendo quedado
deslumbrado por la reducción de costes de transporte que suponía la red de cana-
les allí desarrollada, pretende buscar una solución análoga para Asturias. En 1791,
planteaba a la Secretaría de Marina la canalización del Nalón a partir de previsio-
nes que nunca habrían de cumplirse. Suponía que, una vez canalizado el río, se
podrían colocar en San Esteban 100.000 quintales/año a un precio de 1 real el quin-
tal. Argumentaba que para movilizar por tierra esa misma cantidad, harían falta
Real Cédula de 26 de utilizar 10.000 carros de bueyes al año, y aun así el precio final del quintal supera-
diciembre de 1789 en que ría los 3 reales. La Marina, con más recursos que la Superintendencia de Caminos,
se establecen las reglas que
han de observarse en el modo
aprobó el proyecto. En 1791, se creaba una empresa pública, las Reales Minas de
de beneficiar los minerales Langreo y Empresas del Nalón, y ese mismo año comenzaban las obras de canali-
de carbón de piedra zación del río a lo largo de 65 km y, simultáneamente, las de corrección de su cauce,
Biblioteca Nacional de España las de construcción de un camino de sirga y las de acondicionamiento del puerto
de San Esteban. El presupuesto ascendía a 3.400.000 reales. Apenas iniciadas las
Frente a las pretensiones de las obras, surgieron los primeros problemas: la inundaciones y avenidas invernales
compañías que pretendían
impedían la regularidad de los trabajos; las obras de corrección del cauce dispara-
monopolizar tanto la extracción
como el comercio de carbones, ron el presupuesto.
Jovellanos mantuvo posiciones En 1797, Jovellanos critica el dispendio del proyecto y el incumplimiento de
liberalizadoras: la libre previsiones: su Informe sobre navegación del Nalón (1797), ofrecía pruebas contun-
extracción y comercio del
dentes sobre el fracaso del proyecto. Una inspección ordenada por la Armada en
mineral, al estimular la
competencia, permitirían una 1800 señalaba que se llevaban gastados 13 millones de reales; que de 1 millón de
mayor producción y mejores quintales extraídos, solo 377.000 se habían transportado por el río; que de las 72
precios. chalanas mayores y 22 menores habilitadas, únicamente funcionaban 30 por falta
de personal cualificado; que los salarios de los 500 operarios lastraban las cuentas
y, lo más importante, que el coste del quintal en el puerto de San Esteban superaba
los 12 reales. A la vista de aquella inspección, una real orden de 1 de octubre de 1803
aconsejaba «olvidar el transporte de carbón por el río y conducirlo por carretera a
Gijón». La Empresa del Nalón era abandonada.
Es entonces cuando entra en escena la carretera carbonera de Sama de Langreo
a Gijón por Siero. Con un trazado de 40 km, un coste de 1.500.000 reales, y con
ramales a Oviedo, Villaviciosa y Avilés, acortaría en un 60% la duración de la con-
ducción del transporte efectuado por más de 400 carros de bueyes y caballerías por
el camino de herradura durante los 174 días al año en que el camino era practica-

172
ble. La previsión era pasar de los 17.000 a los 70.000 quintales/año de carbón, esti-
mándose el precio final del quintal en 2 o 3 reales. La invasión francesa, la guerra,
la emancipación colonial y los problemas de la Hacienda paralizaron la demanda
militar de carbón hasta después de 1814.

3.3. De la marina carbonera al Musel, de la siderurgia al ferrocarril: el Real


Instituto Asturiano
Jovellanos, conocedor de las limitaciones de la demanda regional de carbones, con-
fiaba la viabilidad de la minería asturiana a la demanda nacional, tanto privada
como pública. Por lo mismo, en su Proposición para el abaratamiento de los fletes
(1791) no dejará de insistir en la necesidad de estimular la construcción naval con
el fin de que Asturias contase con una «marina carbonera». Lógicamente, esta pro-
puesta era una pieza más de un plan en el que se incluían la «carretera de Castilla»,
el Real Instituto de Náutica y Mineralogía, la ampliación del puerto de Gijón, la cre- Real Cédula de 24 de agosto de
ación de una moderna siderurgia y el proyecto de un ferrocarril desde las minas a 1792 en que se establecen las
reglas que han de observarse en
los puertos de embarque. Todo ello, con la imagen de la revolución industrial el modo de beneficiar las
inglesa como telón de fondo. minas: se permite el libre
En 1789, en su más conocido texto sobre minas, el Informe sobre el beneficio del comercio y se conceden varias
carbón de piedra y utilidad de su comercio, con sentido de anticipación, anotaba: gracias para promover su tráfico
y extracción (sobre beneficio
minero y libertad de comercio)
No sólo han abierto canales hasta el mar para aprovechar las minas más Biblioteca Nacional de España
interiores de Escocia, sino que han construido caminos de hierro de una y
dos leguas para conducir el carbón desde ellas hasta los canales. Dos barras Siguiendo las propuestas de
paralelas sentadas sobre el terreno a la distancia que señala la extensión del Jovellanos, la legislación
eje, reciben las ruedas, cuyo calce corre encajado en una muesca de su minera, además de mantener
criterios liberalizadores en
misma anchura abierta en la barra. Resulta, pues, de una facilidad increíble
cuanto a explotación y
en el movimiento de los carros, los cuales, deslizándose rápidamente sobre comercio, alentó nuevas
las barras, no solo hacen su viaje con la mayor celeridad, sino que también iniciativas, como la creación del
llevan con poco ganado y sin fatiga una carga enorme. Tales son los medios Real Instituto de Náutica y
Mineralogía para la formación
que toman las naciones ilustradas para asegurar a los efectos de su comer- de técnicos en minas y de
cio una concurrencia segura y ventajosa. pilotos al servicio de la marina
mercante carbonera.
Gijón, naturalmente, sería el puerto minero e industrial de Asturias. A esa fun-
ción, se añadían otras ya comentadas: la de servir de fachada marítima o cabecera
para las lanas, vinos y harinas de la Meseta en su camino hacia los mercados euro-
peos y coloniales e, igualmente, la de convertirse en trampolín para los mercados
americanos, liberalizados desde 1778. Es en este contexto en el que cobra sentido su
pionera Proposición de una Escuela de Náutica y Física para educar pilotos y buenos
marinos (1791) y que dará origen al Real Instituto.

173
Por último, Jovellanos abordará los problemas de la fundición «a la inglesa». La
deforestación condicionaba la producción de los altos hornos que fundían con car-
[pág. 175] bón vegetal. La guerra contra la Convención francesa (1793-1795) y la destrucción
Gonzalo de Buergo de las fundiciones pirenaicas planteó al Gobierno graves problemas para el surti-
Plano que demuestra la figura miento de artillería y municiones. Es entonces cuando se decide la creación de las
que hace el Puerto de San Reales Fábricas de artillería y de armas en Trubia y Oviedo (1794). Será también la
Esteban de Pravia, su río y el
de Narcea con todas sus ocasión para ensayar la fundición con carbón mineral. Jovellanos, en tres de sus
vueltas hasta la unión del río «informes mineros» —Apuntes varios sobre Langreo y Gijón (1793), Informe reser-
que llaman de Arganza con el vado sobre La Cavada (1797) e Informe sobre la fábrica de Trubia (1797) —, se ocu-
expresado Narcea
pará con cierto detalle de tales ensayos. No tardará en mostrarse muy crítico con el
31 de agosto de 1765, Avilés
emplazamiento elegido: a diferencia de en Trubia, en Siero —dirá— se dispone «de
Archivo General de Simancas
carbón a mano y de un horno de carbonización». Posteriormente, cuando se ini-
ciaron los ensayos para fundir, volvía a coger la pluma para observar que el mine-
Frente a la tesis de Jovellanos,
partidario de una «carretera
ral fundía bien, pero el hierro «cuajaba al recibir las más ligera impresión del aire
carbonera» para dar salida por exterior». Fallaban los sistemas de inyección de aire, el revestimiento de los hornos,
el puerto de Gijón al mineral de el proceso de obtención del coque... En todo caso y tras incontables gastos, Trubia
carbón procedente de las volvía en 1800 al carbón vegetal. La valoración final del gijonés era contundente:
cuencas hulleras, la Armada
acabará por asumir la
«De todo lo que va expuesto resulta una consecuencia bien triste y una lección
alternativa propuesta por el harto saludable para el Gobierno. Los hechos prueban que el amor a la novedad ha
ingeniero Casado de Torres. sido la primera y única causa de tantos desperdicios». Lamentaba que el Gobierno
Este último sostenía la
no hubiese recabado toda la información técnica precisa antes de lanzarse a un pro-
idoneidad de canalizar el río
Nalón para la exportación del yecto de tal calado: «Que este escarmiento debe hacer abrir los ojos para que el
mineral de carbón de Langreo Gobierno no se arroje a establecer la fundición de artillería con carbón de piedra
por el puerto de San Esteban antes de asegurarse que la logran por este medio: primero “buena” y, segundo,
de Pravia, proyecto que se
saldaría con un estruendoso
“barata”».
fracaso comercial y financiero. Jovellanos no se equivocó: el quintal castellano de municiones de Trubia le cos-
taba a la Armada 107 reales, frente a los 67 reales a que salía el obtenido en la fun-
dición privada que Antonio Raimundo Ibáñez había levantado en Sargadelos. Tras
la guerra de Independencia, Trubia apagará sus hornos hasta 1844. Jovellanos,
como en otros casos ya comentados, tampoco llegaría a ver coronado por el éxito
otro de sus acariciados proyectos: la producción de hierro y acero en altos hornos
al coque.
A modo de conclusión, cabría recordar que lo importante del legado de Jove-
llanos no radica tanto en la materialización de su programa industrial y moderni-
zador, pensado para ejecutarse en el largo plazo, cuanto en lo que aquél tenía de
compromiso con Asturias. Un compromiso que se vinculaba a cambios institucio-
nales de signo liberal, al reconocimiento de la ciencia aplicada como vía para mejo-
rar la productividad del trabajo, a un patriotismo ilustrado alejado de todo
localismo... Pero, como señalara Llombart, a Jovellanos le tocó vivir en un tiempo,

174
el de la «Ilustración tardía», en el que los ecos revolucionarios de Francia estaban
facilitando el camino al «despotismo no ilustrado». Cabría añadir que buena parte
del programa reformador de Jovellanos, especialmente el que se expresa en las pági-
nas del Informe de Ley Agraria, habría necesitado contar con una mínima base
social crítica que lo apoyase, y que, como es sabido, brillará por su ausencia.

bibliografía

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XVIII/Ayuntamiento de Gijón/KRK Ediciones, 2008.
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Oviedo, Silverio Cañada Editor, 1990.
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RODRÍGUEZ MUÑOZ, J. (dir.), Diccionario Histórico de Asturias, Oviedo, Editorial Prensa Ibérica, 2002.

175
[1]
Secretaría de Marina.
Departamento Marítimo
del Ferrol
Plano nº 191 y nº 14 del puerto
de San Esteban de Pravia
Hacia 1794
Biblioteca Naval de Ferrol

Inspirándose en el modelo
minero inglés, el ingeniero de la
Armada Casado de Torres
defenderá la canalización del
río Nalón para la exportación
del mineral de carbón de
Langreo por el puerto de San
Esteban de Pravia. En cambio,
Jovellanos sostenía como
alternativa la construcción de
una «carretera carbonera», por
su menor coste, por su mayor
capacidad de transporte y por
la mayor capacidad de
embarque del puerto de Gijón.
Su propuesta, rechazada, no se
haría realidad hasta el siglo
siguiente.

[1]

176
[3]

[2]

[2] [3]
Grabados sobre herramientas mineras en M. Morand, L’art Grabados sobre explotaciones mineras, en Recueil de planches
d’exploiter les mines de charbon de terre. De l’extraction, sur les sciences, les arts liberaux et les arts mechaniques avec
de l’usage et du commerce de charbon de terre, París leur explication, París
1777 1768
Biblioteca Nacional de España Biblioteca Nacional de España

La llamada «minería vecinal» o «minería de paisanos», A diferencia de la minería preindustrial o precapitalista


realizada por los propios campesinos en explotaciones a representada por las explotaciones vecinales, que constituía
cielo abierto y empleando útiles y equipos rudimentarios, una prolongación de las faenas agrarias y que se desarrollaba a
desconocía los principios de la «arquitectura cielo abierto, las explotaciones industriales se acomodaban a
subterránea» y los equipos de extracción propios de la los principios de entibación y extracción propios de la
minería industrial. «arquitectura subterránea».

177
Ignacio Muñoz
Plano de oficinas, edificios
y demás obras necesarias para
plantear la fábrica de
municiones, sobre las aguas del
río Trubia, arreglado al proyecto
del ingeniero director de
marina, D. Fernando Casado de
Torres (Real Fábrica de
Municiones de Trubia)
1794
Archivo General de Simancas

La destrucción de las
fundiciones pirenaicas durante
la guerra contra la Convención
francesa (1793-1795), así
como el agotamiento de las
reservas forestales para producir
carbón vegetal, estimularon la
creación del complejo
siderúrgico de Trubia en el que
trataría de implantarse el uso
del carbón mineral.

179
Gaspar Melchor de Jovellanos
Convocatoria de la Sociedad
Económica de Amigos del País
de Asturias
11 de agosto de 1782
Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII

Jovellanos propone la creación


de becas para cursar estudios
científico-técnicos en el
extranjero, orientados al
conocimiento de las técnicas
mineras utilizadas en otros
países industrializados

180
Anónimo, antiguamente
atribuido a Goya
Retrato de Don Gaspar Melchor
de Jovellanos
Hacia 1797
Fundación Lázaro Galdiano

Jovellanos sostiene en una


mano un ejemplar del Informe
de ley agraria, su obra más
querida y la que le haría
merecedor de un lugar
destacado en la historia del
pensamiento económico
español y europeo. En él,
además de introducir en
España las tesis liberales de
Adam Smith, proponía un
ambicioso programa de reforma
agraria que guiará la política
agraria liberal de la centuria
siguiente.

181
Poderosos y humildes:
una sociedad polarizada
Ángeles Faya Díaz. Universidad de Oviedo

1. Introducción: el aumento de la población y sus consecuencias


A pesar de las frecuentes crisis demográficas, la población de Asturias fue cre-
ciendo a lo largo de la Edad Moderna. En el siglo XVII, gracias a la introducción
del maíz, la población, a diferencia del estancamiento demográfico del conjunto de
España, siguió creciendo en la fachada cantábrica. En este siglo, el maíz se fue afir-
mando frente a los cereales tradicionales debido a varias ventajas: estaba mejor
adaptado al clima atlántico, tenía mayores rendimientos y era, al mismo tiempo,
cereal panificable y forrajero. Unido a la generalización del maíz, la población del
Principado sigue creciendo en el siglo XVIII, sobre todo en la segunda mitad, tal
como indican los censos: se pasa de unos 290.000 habitantes aproximadamente en [pág. 182]
1752 según el Catastro de Ensenada, a 348.000 en 1787 y a 365.000 en 1797, según Memorial: Causas de la
los censos de Floridablanca y de Godoy respectivamente. decadencia de los labradores de
Este crecimiento poblacional asturiano lleva, como en el resto del norte de Asturias y medios de restablecerla,
sin perjuicio de los propietarios.
España, a unas densidades de población muy elevadas (33 hab./km2 en 1787), que
Presentado a la Real Sociedad
no van acompañadas de un aumento de la urbanización ni de un crecimiento Económica de Amigos del País
importante de la economía en los sectores agrario, industrial y comercial. Fueron de la Ciudad de Oviedo
necesarios por ello mecanismos autorreguladores del aumento demográfico: Hacia 1780, Oviedo
retraso de la edad del matrimonio y elevación de la tasa de soltería; también se Real Instituto de Estudios
intensificó la emigración que, como decía Jovellanos, era «como una exacta Asturianos. Oviedo
medida del sobrante de su población».
Asturias tenía una economía muy atrasada; la renta per cápita según el Censo Durante la segunda mitad del
siglo XVIII, la presión
de Frutos y Manufacturas de 1799 era en Asturias de 264 reales, la más baja de toda demográfica sobre la tierra se
España. Los importantes desequilibrios del viejo sistema agrario trajeron graves tradujo en la elevación de las
problemas sociales, sobre todo en los años de crisis agrarias; muy especialmente rentas agrarias, en la división de
la escasez de cereales trajo subida de precios y, finalmente, endeudamiento cam- las caserías y, en general, en un
empobrecimiento del
pesino y pérdida de poder adquisitivo de las clases populares urbanas. campesinado. Las tensiones
sociales fueron reflejo de los
2. Las clases privilegiadas excesos de la amortización
señorial y eclesiástica
La sociedad de la Edad Moderna es estamental, aunque en el periodo en el que nos
denunciados por Jovellanos.
centramos muestra ya algunos síntomas de descomposición. Esta sociedad se Otros memoriales presentados en
caracteriza por la desigualdad ante la ley; nobleza y clero son estamentos que gozan imágenes en páginas posteriores.

183
Ordenanzas aprobadas
por S. M. para el régimen
y gobierno del Hospicio y
Hospital Real de Huérfanos,
Expósitos y Desamparados
1752
Real Instituto de Estudios
Asturianos. Oviedo

El reformismo borbónico
pretendió la reforma y
secularización de la
beneficencia tradicional. Los
hospicios constituyeron una
pieza de esa reforma destinada
a combatir la ociosidad y a dar
empleo y ocupación a la
población marginada.

de privilegios de carácter jurídico, fiscal y militar, además de diversas preeminen-


cias de tipo social y político. En Asturias, hay una elevada proporción de hidalgos
y pocos pecheros, por lo que éstos tenían una situación bastante penosa, sobre

184
todo un estatuto muy degradado, no contando en general con presencia política
en sus municipios. Pero los que se enriquecen consiguen a menudo pasar al
padrón de los hidalgos, tras sobornar a empadronadores y justicias locales.
En la base de la escala nobiliaria estaban los meros hidalgos, que trabajaban
la tierra o ejercían diversos oficios, siendo a veces muy pobres. Con los Borbones
se va a plantear la incorporación de los hidalgos asturianos a los servicios de
armas, pero ellos se oponen a este ataque a sus privilegios. Tras pleito con los
pecheros en 1752 consiguieron que se les guardasen, pero el descenso del número
de pecheros lleva a que, desde 1777, se incluya en la leva a los hidalgos más pobres,
preservando de quintarse solamente a los caballeros. Finalmente, en 1807 una real
orden fijó en 2.000 ducados la renta anual mínima de los que no debían ser
incluidos en los sorteos; así, frente a los privilegios heredados, poco a poco la
riqueza se fue convirtiendo en la base de la organización social.

La nobleza
La capa social más alta de la nobleza y del clero forma lo que se puede llamar la
elite dominante y dirigente de la sociedad, que acapara la riqueza y el poder en
Asturias. Posee la mayor parte de los bienes, sobre todo tierras y señoríos. En
cuanto a su comportamiento económico es rentista, ya que normalmente no
explota directamente sus bienes.
Como dice Jovellanos en la Carta sobre la Agricultura «los mayorazgos y los
monasterios e iglesias son casi los únicos propietarios de Asturias». En vísperas de
la desamortización, Antonio Oviedo y Portal estimaba en nueve décimas partes
los bienes raíces afectados por las vinculaciones. Los libros del Mayor Hacendado,
incluidos en el catastro de Ensenada, nos permiten conocer quiénes eran los
mayores hacendados de los distintos concejos a mediados del siglo XVIII; nos
acercan, por tanto, a los grandes patrimonios eclesiásticos y laicos, como veremos
a continuación. A lo largo de toda la Edad Moderna, la nobleza y las comunida-
des religiosas invirtieron en tierras que compraban a campesinos endeudados, lo
que les llevó a acrecentar por esta vía su patrimonio de modo importante.
Dentro del bloque social dominante, hay que destacar en primer lugar a la
nobleza titulada y a algunos caballeros e hidalgos de solar conocido, que poseen
muchas propiedades rústicas, destacando los marqueses de Marcenado y de Val-
decarzana, la casa Valdés de Gijón, los Peón de Villaviciosa, los marqueses de
Ferrera y de Camposagrado. Aún en el siglo XVIII, la nobleza tenía prejuicios
contra la inversión en industria y comercio. Además, a partir de las leyes de Toro
de 1505, las casas nobiliarias habían creado mayorazgo y luego siguieron vincu-
lando sus bienes; posteriormente, las políticas matrimoniales permitieron que
algunas familias absorbieran a otras, acumulando así mayorazgos. De este modo,

185
Fotografía del Monasterio
de Corias, reedificado tras
el incendio de 1763

Monasterios e iglesias eran en


opinión de Jovellanos, «casi los
únicos propietarios de
Asturias». Las rentas
eclesiásticas y los diezmos
permitían fuertes ingresos y
saneados recursos, cuya mejor
expresión eran los ricos
edificios que servían de morada
a la clase más poderosa de
la región.

el marquesado de Marcenado llegó a poseer unos 18.000 ducados de renta anual,


según datos de 1762. Es una cifra importante para Asturias, pero muy baja si la
comparamos con la de la alta nobleza castellana; otras casas tenían rentas meno-
res. Por otro lado, la compra de cargos municipales a los Austrias a lo largo de los
siglos XVI y XVII fue fundamental para la afirmación en el poder local y provin-
cial de la capa más alta de la nobleza asturiana. Va a traer la oligarquización de los
concejos, siendo la base de abusos y corrupción; también reafirmará a la Junta
General del Principado como un foro nobiliario.
Aparte de su poder económico y político, el ascenso en la escala nobiliaria lo
conseguía la nobleza a través de servicios a la Corona bien de carácter militar, bien
en la administración; también tras su ingreso en la Iglesia. Algunos consiguen
vivir y servir en la Corte; no debemos perder de vista que la cercanía al rey es
fuente de todo tipo de honores. Estos diversos servicios les permitieron recibir
hábitos de órdenes militares y títulos nobiliarios. Nobles asturianos consiguieron,
a lo largo del siglo XVIII, casi un centenar de hábitos de Santiago, Calatrava,
Alcántara y de la orden de Carlos III. Igualmente, sabemos de 18 títulos concedi-
dos por los Borbones a casas asturianas, los cuales se añaden a los 16 dados por
los Austrias en el siglo anterior. Por méritos militares, recibieron sus títulos los
marqueses de Casa Tremañes, Real Transporte y Vistalegre; por servicios relevan-
tes en la administración, los marqueses de Santa María del Villar y Campo de
Villar y el conde de Campomanes. Asimismo, algunos emigrantes enriquecidos
en América lograron un título a lo largo del siglo por diversos servicios, incluso
pecuniarios, pudiendo integrarse de este modo en la alta sociedad americana,

186
Fotografía del palacio del
marqués de Camposagrado,
actual Audiencia de Oviedo

Junto a los monasterios, las


casas nobiliarias asturianas y
sus mayorazgos detentaban la
propiedad de la mayor parte
de tierras y ganados, el control
sobre los montes, el poder en
los ayuntamientos... Los
palacios urbanos y las casonas
solariegas eran fiel reflejo de
su preeminencia social.

tales como el conde de Valle de Oselle y los marqueses de Casa Estrada y de Pre-
mio Real. Estos títulos suponían para sus poseedores duras cargas —pago de
medias annatas y lanzas—, adeudando algunas casas fuertes cantidades a la
Hacienda estatal.
En realidad, el comportamiento económico de la nobleza perjudicó mucho a la
economía asturiana. Hubo pocas inversiones y muchos gastos: compra de cargos e
inversión en honor. Además, para los nobles, vivir según su estado significaba tener
palacios suntuosos, abundante servicio doméstico, creación de patronatos y capi-
llas, formas de publicitación de las casas que llevaron a algunas al endeudamiento.
Por esta razón, difícilmente podían invertir en actividades productivas los capitales
que no tenían.

El clero
Dentro de las elites asturianas, hay que tener presente al clero que, a diferencia de
la nobleza, dispone de solvencia económica. Destaca por su riqueza y prestigio
social y su influencia deriva de que educa las conciencias; tiene incluso un poder
coactivo sobre las costumbres. En primer lugar, debemos diferenciar dos grandes
categorías: el clero secular y el regular. A mediados del siglo XVIII, son unos 1880
y 560 personas respectivamente, según Adolfo Menéndez, cifras bajas si las com-
paramos con las del conjunto español debido a la pobreza de nuestra región. Por
otra parte, por motivos económicos, la distribución del clero es irregular, más
abundante en la ciudad de Oviedo y en las villas más pobladas que en el mundo
rural, en especial el clero regular.

187
[Pág. 189] Los eclesiásticos estaban muy jerarquizados; había una estratificación interna,
Francisco Reiter Elcel un alto y un bajo clero. Contaba el obispado de Oviedo a fines de los años cincuenta
Retrato de Agustín González con unos 33.500 ducados de valor líquido, procedentes sobre todo de diezmos, lo
Pisador, obispo de Oviedo
que es un nivel de rentas medio respecto al resto de los obispados españoles. En la
1781
cúspide de la Iglesia asturiana, estaba en este tiempo el obispo Agustín González
Museo de la Iglesia. Oviedo
Pisador (1760-1791), prelado reformista en buena sintonía con la política ilustrada
y regalista de Carlos III, que dio por buena la expulsión de los jesuitas en 1767,
El obispado de Agustín
González Pisador (1760-1791) según González Novalín. Esa tendencia le llevó también a colaborar con la Socie-
sintonizó con la política dad Económica de Amigos del País de Asturias, especialmente en actividades de
ilustrada y regalista de Carlos beneficencia; y ello a pesar de que vivió en Benavente buena parte del tiempo de su
III: dio por buena la expulsión
de los jesuitas en 1767 y
largo gobierno de la diócesis. Igualmente, impulsó la creación de dos cátedras de
colaboró con la Sociedad medicina en 1786. Posteriormente, coincidiendo con tiempos convulsos, el episco-
Económica de Amigos del País pado de Juan de Llano Ponte (1791-1805), descendiente de la casa avilesina de este
de Asturias, especialmente en nombre, tendrá una orientación más conservadora, incluso reaccionaria.
actividades de beneficencia.
Por debajo del obispo estaba el cabildo de la catedral de Oviedo, que era un
órgano colegial con un prestigio superior al del resto del clero y una importante
dotación económica, la mayoría procedente de rentas de tierras y de diezmos.
Muchos canónigos son segundones de las principales casas nobles de la región.
Sabemos que en 1762 entre los prebendados, había 36 canongías, que percibían
anualmente entre 12.000 y 18.000 reales según datos de la visita ad liminam del
año 1791. Por otro lado, estaban otras iglesias colegiales; tenemos las abadías de
Tuñón, Arbás, Teverga y Covadonga, cuyas rentas en el año 1725 oscilaban entre
los 4.000 ducados de la primera y los 1.000 de la última.
En la base del clero secular estaban los curas y capellanes. Había algo más de
mil curatos, muchos de pequeño tamaño, cuyos ingresos se reducían general-
mente a una parte mínima de los diezmos de la parroquia. Por ello, Pisador fijó
la congrua de los párrocos en 60 ducados anuales, incluso haciendo anexiones o
desmembraciones de algunas parroquias. El obispo se esforzó también por mejo-
rar el nivel intelectual, la actividad pastoral y la disciplina del clero a través de
diversos proyectos, pero no siempre puestos en práctica.
Por otro lado, dentro del clero regular también existían grandes diferencias de
riqueza y de rentas entre los distintos monasterios y conventos, derivadas sobre
todo de bienes rústicos. Algunos también se dedicaban a la enseñanza y a la predi-
cación. En primer lugar, había en Asturias doce monasterios masculinos y femeni-
nos, de los cuales ocho eran benedictinos y cuatro cistercienses. En segundo lugar,
tenemos doce conventos: siete son de frailes de diversas órdenes —franciscanos,
dominicos, mercedarios y jesuitas—; entre los cinco femeninos, había agustinas
recoletas, dominicas y clarisas. Como ejemplo de las diferencias de riqueza entre
ellos, mientras el convento de agustinas recoletas de Gijón era pobre, el monaste-

188
189
[Pág. 191] rio benedictino de San Pelayo, también femenino, percibía a principios de los años
Memorial: La memoria que se sesenta unos 11.000 ducados anuales, según J. A. Álvarez Vázquez.
desea sobre los medios de
Los eclesiásticos vivían en general mejor que los laicos, ya que poseían en
restablecer a los labradores de
su decadencia. Presentado Asturias una importante riqueza. En efecto, el clero disponía de patrimonios muy
a la Real Sociedad Económica saneados en los que se incluían bienes rústicos, señoríos, censos, diezmos y otros
de Amigos del País de la derechos eclesiásticos. Destaca la propiedad territorial; como mayores hacenda-
Ciudad de Oviedo
dos a mediados del siglo XVIII están el monasterio de Corias en la zona occiden-
Hacia 1780, Oviedo
tal y el de Celorio en la oriental, con unas utilidades evaluadas por el catastro de
Real Instituto de Estudios
Asturianos. Oviedo Ensenada en 47.941 y en 10.592 ducados respectivamente. También el cabildo de
la catedral tiene importantes patrimonios en el centro y occidente de Asturias.
Muchas propiedades, pero más dispersas geográficamente, poseen igualmente los
cenobios de San Vicente y de San Pelayo.

3. Las clases productivas


Aparte de las clases privilegiadas, con un comportamiento rentista, tenemos que
estudiar las clases productivas, ya que la mayor parte de los asturianos vivía de su
trabajo. Hay que analizar, en primer lugar, la situación del campesinado, grupo
mayoritario en una región con una economía básicamente agraria. También ten-
dremos en cuenta a los pescadores, tan importantes en la sociedad de las villas
marítimas.
Hablaremos luego de los artesanos y de los comerciantes y profesionales
como representantes de los sectores manufacturero y de servicios, ambos con una
presencia más bien escasa en la región. Por último, trataremos la pobreza y la
política social seguida con los pobres por el estado borbónico desde una óptica
ilustrada. Como podremos ir viendo, en el seno de los citados sectores sociales
hay acusadas diferencias en el modo de vida, riqueza y nivel de rentas.

El campesinado
La población asturiana en su mayoría se dedica a la agricultura; este sector ocupa
el 71,5% de su población activa frente al 7,2 % de la industria, según datos de
1797. Pero, como ya dijimos, el crecimiento demográfico es mayor que el de la
producción agraria; ésta, cada vez más deficitaria, fue incapaz de alimentar a la
población y por ello los precios y las rentas agrarias subieron, beneficiando a los
grandes propietarios nobles y eclesiásticos. Por otro lado, la tierra se hizo escasa,
dividiéndose las caserías. Creció la zona cultivada gracias a roturaciones de bal-
díos y comunales, pero no aumentó la productividad; la situación va a ser muy
negativa para los campesinos.
La tierra pertenecía a mayorazgos y manos muertas y estaba desatendida y
descapitalizada. Dominan las pequeñas empresas campesinas, con escasos bene-

190
ficios y tendencia al autoconsumo, sometidas a demasiadas detracciones: renta de
la tierra, diezmos, impuestos de la Corona, cargas señoriales, arbitrios municipa-
les, etc. Faltan empresas en manos de labradores ricos que pudieran realizar las
inversiones necesarias y lograr, en definitiva, una agricultura orientada al mer-
cado, como pedían las ideas de corte fisiocrático.
Según el censo de Godoy, en 1797, había en Asturias 3.139 labradores, 54.141
arrendatarios y 1.832 jornaleros. En efecto, muchos campesinos no son propieta-

191
[Pág. 193] rios sino arrendatarios. El campesinado posee pocas tierras; tampoco tiene a
Memorial: Discurso sobre las menudo ganados, casas ni hórreos propios. Además, la generalización del arrenda-
causas y decadencia de
nuestros labradores y su
miento frente a formas de llevanza de la tierra perpetua o a largo plazo es un hecho
contenido. Presentado a la Real negativo tanto para la agricultura como para el campesinado. Igualmente, los gran-
Sociedad Económica de Amigos des propietarios de ganado son nobles y eclesiásticos, que lo ceden en comuña, lo
del País de la Ciudad de Oviedo que les permite conseguir grandes beneficios.
Hacia 1780, Oviedo La condición de colono y aparcero lleva a muchos campesinos a la miseria.
Real Instituto de Estudios Paralelamente a la concentración de la propiedad en manos de las clases privilegia-
Asturianos. Oviedo
das, tuvo lugar a lo largo de la Edad Moderna una progresiva pérdida de propiedad
campesina. Es frecuente su endeudamiento en los años de crisis de subsistencias tal
como sucede, por ejemplo, en los difíciles años de 1765, 1789, 1797-1798, 1803-
1804; a menudo no tienen dinero ni para comprar granos para sembrar. Final-
mente, muchos se convierten en colonos de sus antiguas propiedades.
Diversos memoriales de agravios y pleitos ante el Consejo de Castilla y la
Audiencia de Oviedo expresan el malestar y la protesta campesina contra los
grandes propietarios nobles y eclesiásticos a partir de 1765, sobre todo en el occi-
dente asturiano —Cangas de Tineo, Tineo, Valdés, Navia, Ibias—. Se quejan de
que les exigen rentas excesivas, de ser desahuciados por impago y también de
usurpaciones y petición de derechos improcedentes de carácter señorial; es decir,
denuncian actuaciones paraseñoriales. En cuanto a los comunales, algunos pue-
blos asturianos tuvieron que defender el derecho al uso de la madera y la leña de
los montes frente a los dueños de ferrerías que pretendían propiedad y posesión
exclusiva, tales como el monasterio de Oscos y los Valledor en el occidente de
Asturias y el marqués de San Esteban del Mar y los Jovellanos en Gijón y Villavi-
ciosa respectivamente. Igualmente, la pesca fluvial, de tanto valor en los ríos astu-
rianos, especialmente el salmón, no pudo ser aprovechada por el conjunto de los
vecinos, siendo acaparada a lo largo de la Edad Moderna por linajes nobles loca-
les y comunidades religiosas que establecieron cotos y apostales, tal como denun-
cian la Diputación y la Audiencia a fines de los años sesenta.
Pero, al igual que sucedió en el resto de la corona castellana, no se puede
hablar de un movimiento campesino organizado. Hubo una presión sobre la
administración ilustrada que se tradujo en las leyes de arrendamiento de 1768 y
1785, que prohibían la subida de rentas y el despojo de los renteros. A ellas se opu-
sieron los propietarios e incluso la Junta General, por lo que no trajeron final-
mente una mejora para el campesino asturiano.
Otro problema importante del campo asturiano era el régimen señorial,
caracterizado por la privatización de funciones públicas. Así, estaba en manos de
los señores la jurisdicción, que tenía diversas prerrogativas, entre ellas la fiscali-
dad. Afecta a mediados del siglo XVIII a unos 5.500 vasallos, aproximadamente

192
193
el 10% de la población asturiana según investigación de Gonzalo Anes. De cons-
titución medieval, los cotos señoriales, generalmente solariegos, podían tener
como titulares a nobles o a comunidades religiosas.
El régimen señorial se prestaba a abusos sobre los vasallos, lo que fue origen de
una conflictividad encauzada sobre todo por vía judicial. Algunos pueblos suelen
aducir que los señores aumentan el número o la cuantía de los tributos señoriales
no respetando la costumbre inmemorial que regía en las relaciones señoriales.
También fue el señorío una buena base para la ocupación de bienes comunales y así
aprovecharse de los pastos y de la madera de brañas y montes. Iniciaron pleitos de
incorporación a la Corona en el siglo XVIII el concejo de Allande y los cotos de
Poreño, Figueras y Tormaleo y Luiña. Lo consiguieron los dos últimos cotos, incor-
porándose a la Corona en los años 1776 y 1782, respectivamente.
En 1811 se produce la disolución del régimen señorial. Aprovechan los pue-
blos para no pagar tributos, pero la nobleza consigue cambiar señorío por pro-
piedad y transformar derechos en rentas, lo que resultó muy perjudicial para el
campesino no sólo en Asturias sino en el conjunto de la corona castellana.

Los pescadores
Debemos destacar, en primer lugar, los gremios de mareantes, institución que
enmarca y organiza la pesca marítima y atiende a los pescadores. Por otro lado,
en el sector pesquero tenemos la Matrícula de Mar, establecida por el Gobierno
en 1748. Por las ordenanzas de este año, se estipulaba la inscripción de pescado-
res y marineros como matriculados, los cuales debían estar disponibles para los
servicios de la Armada desde los 16 a los 60 años siempre que fueran levados.
Hubo matriculados que pasaron muchos años en la Armada y el gobierno no
prestó suficiente atención a jubilados, inválidos y viudas. En su informe de 1781
sobre la pesca en Gijón, D. Tomás Menéndez Jove denuncia la mendicidad que se
veían obligados a practicar a menudo los pescadores y cómo el gremio pagaba su
entierro. También comenta su descapitalización; ya no tenían ni aparejos de su
propiedad, hecho que mermaba su participación en los beneficios de la pesca, al
mismo tiempo que dificultaba las tareas de salado y secado del pescado que antes
realizaban.
La Matrícula de Mar fue muy criticada, considerada como la causa principal
de la decadencia de la pesca asturiana y cántabra, al mismo tiempo que de la
miseria de muchos matriculados y sus familias. Aparte de estos inconvenientes, el
sistema producía fuertes tensiones sociales en las villas marineras, ya que muchos
pescadores, conocidos como terrestres, renunciaban al oficio y no se inscribían
con el fin de no ser levados por la Armada, aunque seguían practicando clandes-
tinamente la pesca fluvial o el marisqueo.

194
Nos consta el descenso del número de barcos, así como de los hombres de mar,
que pasan de 1938 en 1752 a 1365 en 1781. Asturias tenía menor proporción de
pescadores y más problemas de pesca que Galicia y el País Vasco. Para lograr la
recuperación del sector pesquero claman algunos contra la falta de libertad de
pesca a través de diversas representaciones al rey. Hasta Jovellanos, que conside-
raba en 1782 la Matrícula de Mar «un mal necesario», dice en 1793 que «el mejor
camino de multiplicar los marineros es conceder la libertad absoluta de pescar y
navegar a todo el mundo».
El Gobierno de Carlos III va a dedicar mucha atención al sector pesquero can-
tábrico, ya que era muy positivo para la potenciación de la industria, del comercio y
de la marina mercante y para la disminución del número de desocupados. Preocu-
paba a Antonio Sáñez, comisionado por Floridablanca, según su memorial enviado
desde Santander en 1781, el consumo masivo que había en España de bacalao del
Noroeste de Europa, ya que su compra desequilibraba la balanza comercial. Para evi-
tarlo, se trataba de encontrar técnicas de conservación de pescados que pudieran
hacer competitivas en el mercado nuestras conservas. Nos constan las diversas medi-
das tomadas desde los años sesenta a los ochenta, primero por Campomanes y luego
por Floridablanca, pero no lograron parar finalmente el deterioro de la pesca y la
miseria de los pescadores. No llegaron al fondo de los problemas, que eran muchos,
entre ellos la falta de libertad de pesca, escasez de marineros y pocos capitales y
conocimientos técnicos.

Los artesanos
Para analizar las condiciones de trabajo de los artesanos asturianos, debemos
decir, en primer lugar, que la producción manufacturera en Oviedo y las princi-
pales villas, especialmente Gijón y Avilés, se organizaba a veces en torno a un
taller, bajo el mando de un maestro, integrado por algunos oficiales y aprendices;
otras veces era una pequeña empresa de carácter familiar. En ambos casos, los
talleres estaban enmarcados en un gremio, que era tanto una asociación de
defensa corporativa como el medio de encuadramiento institucional de los arte-
sanos. Según Gonzalo Anes, a fines de los años setenta los artesanos no tenían en
Oviedo ordenanzas de policía a que someterse y trabajaban con libertad; parece
que en esos años no había en los gremios ovetenses el exclusivismo en el trabajo
tan frecuente en otras partes. Sabemos que, en 1770, varios gremios de la ciudad
hacían festividades a sus expensas: el de carpinteros, canteros y albañiles a San
José, el de sastres a Nuestra Señora de la Balesquida y el de zapateros a Santiago
apóstol. Igualmente, en Avilés tenían cofradía con festividad señalada los gremios
de caldereros y ferreros, zapateros, alfareros, sastres, carpinteros y canteros, ade-
más del gremio de mareantes.

195
La jerarquización de los artesanos dependía de su categoría: su nivel social
oscilaba entre los sectores intermedios y las clases populares de la localidad, según
su condición de maestros u oficiales. También la rentabilidad o el salario variaba
según el tipo de oficio —alimentación, alfarería, construcción, madera, zapatería
y cuero, textil y confección, minería, metalurgia—. En ningún caso integraban los
artesanos la oligarquía local, ya que los cargos municipales quedaban reservados
con exclusividad a la capa más alta de la nobleza. Sabemos que en Oviedo los ofi-
cios podían nombrar solamente sus examinadores y veedores.
La endeblez de la industria y del comercio asturiano es la causa de la escasa
urbanización y del carácter rural de nuestra región. Por ello, más que una indus-
tria agremiada lo que domina en la mayor parte de los municipios asturianos es
una manufactura dispersa de carácter rural en manos de campesinos que ejercían
un oficio durante los meses de descanso del trabajo agrario. El pequeño campe-
sino lograba con esta actividad un complemento a sus escasos ingresos agrarios.
Las economías familiares usaron en el mismo sentido el trabajo de las mujeres. El
progreso que supuso para su emancipación la incorporación al mundo del tra-
bajo es un hecho que hay que relacionar con los valores ilustrados. Campomanes
trató de impulsar muy especialmente las manufacturas de lienzos con el fin de
elevar el nivel de vida de los campesinos asturianos y gallegos. Este tipo de manu-
factura, realizada con una tecnología mediocre y una mano de obra no cualifi-
cada, estaba orientada sobre todo a los mercados locales.
Por iniciativa de empresarios privados van a crearse pocas instalaciones de
carácter fabril con éxito duradero en la Asturias de los últimos años del siglo
XVIII. Entre ellas podríamos citar varias en Oviedo, Gijón y Avilés —sobre todo
de loza «a la inglesa» y de curtidos—. Aparte de la falta de conocimientos, los
capitales disponibles eran pequeños pues los beneficios obtenidos por los
comerciantes asturianos eran escasos y las inversiones las hacían a menudo en
bienes rústicos. También faltaba espíritu empresarial; debemos destacar que
muchas de las iniciativas procedían de extranjeros, entre ellos varios irlandeses.
Por otro lado, tampoco la nobleza y la Iglesia invierten en la industria sus rentas
procedentes de la agricultura. Por todo ello, ante la necesidad de renovación en
unas décadas que eran claves para el despegue industrial, fue capital estatal el
que abordó varias experiencias textiles, mineras y metalúrgicas, que también ter-
minaron fracasando.

Comerciantes y profesionales
Para el gobierno ilustrado de Carlos III, el comercio era la piedra angular de la
regeneración económica. Los decretos de libertad de comercio de 1765 y 1778 van
a traer el fin de un excesivo reglamentismo económico, favoreciendo el desarro-

196
Memorial: Memoria política
económica sobre los medios de
restablecer la decadencia de los
labradores. Presentado a la
Real Sociedad Económica de
Amigos del País de la Ciudad
de Oviedo
Hacia 1780, Oviedo
Real Instituto de Estudios
Asturianos. Oviedo
llo del comercio y el aumento del número de comerciantes tanto mayoristas
como minoristas con tienda abierta. A mediados del siglo XVIII, el comercio inte-
rior se realizaba sobre todo en ferias y mercados. Un buen indicador de la situa-
ción es que el comercio de cereales estaba en buena medida en manos de los
grandes rentistas nobles y eclesiásticos, que colocaban los granos directamente en
el mercado y se lucraban durante las crisis de subsistencias.
El centro de gravedad de la actividad comercial estaba en los núcleos urbanos,
sobre todo en la capital, Oviedo, y en las villas portuarias más importantes, Gijón

197
Fotografía de la fachada
del Real Hospicio de Oviedo,
(actual Hotel Reconquista)
Mediados del siglo XVIII

Fundado por Gil de Jaz, el


Hospicio de Oviedo se convirtió
en instrumento al servicio de la
política reformista aplicada a la
beneficencia: frente a la
limosna y la caridad, se
pretendía dar formación y
empleo a la población
desocupada y marginal.

y Avilés; también en la costa occidental —Luanco y Puerto de Vega sobre todo—.


Los comerciantes mayoristas tenían negocios diversos: asientos de madera y car-
bón con la Armada, administración y arrendamiento de impuestos reales, muni-
cipales o de abastos públicos, importación y exportación de diversos productos,
algunos de producción propia. Participaban menos en actividades financieras y
evitaban los riesgos, siendo escasa su participación en el armamento naval y en
los seguros marítimos, por ejemplo. A Jovellanos le preocupa la escasez de capi-
tales de nuestros comerciantes y ve como problema a superar el que los extranje-
ros intervengan en el comercio beneficiándose de la posesión de navíos propios.
En los años setenta, en una representación al rey, el Principado se quejaba de que
eran los ingleses los que llevaban a Andalucía en sus barcos las avellanas, las due-
las y la sidra asturianas.
La burguesía mercantil era poco importante en Asturias en cuanto a número y
a capitales invertidos. Los comerciantes formaban pequeñas empresas a menudo

198
familiares y no obtenían grandes beneficios; a mediados de siglo pocos superan los
5.000 reales de utilidades, según datos del catastro de Ensenada. Más escaso aún es
el beneficio logrado por los comerciantes minoristas y por los arrieros. La debilidad
del comercio en Asturias, tanto interior como exterior, es la propia de una econo-
mía atrasada. Además de la escasa demanda interna, los productos a exportar son
pocos, sobre todo agrarios —frutos secos, madera, carbón—; los manufacturados
aún son más escasos, limitados prácticamente a algunos lienzos y conservas de pes-
cado y a unos pocos productos de cobre y hierro. La importación, tan necesaria, de
productos de economías complementarias, castellanos —granos, vino— y andalu-
ces —aceite, sal, vinagre—, así como el comercio de reexportación se veían seria-
mente condicionados por las malas comunicaciones. La ansiada carretera a León
aunque se comenzó en 1769 sufrió demoras y se realizó con una excesiva lentitud,
no llegando a terminarse hasta la década de 1820.
Las dificultades también afectaban al comercio marítimo dada la mala situa-
ción de los puertos, muy descuidados. El Gobierno central y la Junta General del
Principado van a atender de modo preferencial al puerto de Gijón, que se conver-
tirá en el principal puerto asturiano, aumentando el número y la importancia de
sus comerciantes y desplazando a otros puertos, como los de Avilés y Puerto de
Vega. Pero Gijón, a pesar de que recibe habilitación para comerciar con Indias en
los años 1765 y 1778, no va a sacar partido de este comercio por diversos moti-
vos, sobre todo por la escasez de cargamentos de retorno. Jovellanos intentó, sin
éxito, la creación de un Consulado en Gijón.
A pesar del escaso tráfico indiano, hay que destacar el comercio de cabotaje a
lo largo del Cantábrico y el realizado con el norte de Europa, de donde traían hie-
rro, cobre, vino, lino y granos. Los más activos eran los puertos del occidente astu-
riano. Los comerciantes a menudo se instalaron en Galicia —Ribadeo, La
Coruña, Santiago—, donde había más actividades y negocios. En general, tendie-
ron a no arriesgar sus capitales y compraron tierras; también construyeron pala-
cios, conciliando el negocio mercantil y la ostentación nobiliaria. Los capitales del
comercio apenas dieron lugar en Asturias a experiencias fabriles duraderas, como
ya dijimos, por lo que los comerciantes asturianos no ponen las bases de la indus-
trialización de la región.
No hay que perder de vista que las continuas guerras de Carlos IV con Ingla-
terra y Francia también dificultaron el despegue económico y trajeron malos
tiempos para los comerciantes, ya que entorpecieron el tráfico comercial con las
colonias.
Por debajo de los comerciantes mayores, estaban los mercaderes dedicados a
la venta al por menor, con menos beneficios y peor consideración social. Eran
más numerosos en las principales poblaciones, mientras que en pueblos y aldeas

199
las tiendas se limitan a estanquillos y tabernas, que nos permiten observar la
importancia del consumo de vino y de tabaco en estos tiempos. Finalmente, tene-
mos que citar a los profesionales relacionados con servicios diversos, unos al
Estado o al municipio —administradores, escribanos—, otros de la vida privada
—médicos, maestros—, con muy diferentes niveles de preparación, de salario y
de prestigio social.

Pobreza y beneficencia
Como hemos podido ver, el sistema social de fines del Antiguo Régimen era muy
desigual como consecuencia del escaso desarrollo económico y de una distribu-
ción de la renta muy desequilibrada. El aumento de la pobreza en la sociedad
asturiana, bien visible ya durante el reinado de Carlos IV, es bien expresivo del fra-
caso final del proyecto ilustrado.
En el límite entre el trabajo y el paro, al borde de la subsistencia e incluso de
la miseria, están las capas más humildes, que incluyen los sectores más bajos del
campesinado; también algunos artesanos, asalariados, servicio doméstico y otros
empleos de escasa consideración social, sobre todo en la ciudad y villas importan-
tes. Este amplio sector es un proletariado en formación, en situación muy preca-
ria. Jovellanos expresaba así el problema social en Asturias:

Se quiere que haya muchos labradores y no que los labradores coman y


vistan; que haya muchas manos dedicadas a las artes y oficios, y que los
artesanos se contenten con un miserable jornal. Estas ideas me parecen
un poco chinescas; ponen al pueblo, esto es a la clase más necesaria y
digna de atención, en una condición miserable; establecen la opulencia de
los ricos en la miseria de los pobres (Cartas a Ponz, Carta sobre la Agri-
cultura, hacia 1795).

Muchas personas estaban en una situación de paro, pobreza y, a veces, men-


dicidad. La tradicional beneficencia en manos de la Iglesia es insuficiente debido
al aumento de la pobreza. Obispo, cabildo catedralicio y conventos dan limosna
y comida a muchos pobres, sobre todo en Oviedo, donde se concentran más ins-
tituciones asistenciales. Además había en el conjunto de Asturias casi 200 funda-
ciones de obras pías de particulares, con finalidades diversas: dar limosnas, dotes
para casar doncellas, escuelas, etc. —datos de 1774, aportados por Lidia Anes.
Con la Ilustración, se ponen las bases de una beneficencia laica, que implicará a
la Audiencia, a la Junta General, a los gobiernos municipales, a la Sociedad Econó-
mica de Amigos del País. Desde la óptica ilustrada, huérfanos, ancianos, enfermos y
viudas eran los verdaderos pobres y con ellos se ejercía la caridad. Por otro lado, los

200
ilustrados critican la ociosidad sin darse cuenta de que el trabajo no era a menudo
una opción personal; con los vagos se adopta una política reeducativa, se les recoge y
se les obliga a trabajar. Estas ideas se aplican sobre todo en el Real Hospicio, creado
en 1752 en Oviedo, que va a contar con buenos fondos —unos 450.000 reales—; va
a ser lugar de recogimiento de expósitos, ancianos y otros mendigos, al mismo
tiempo que un centro de trabajo —fábrica de calcetas y crehuelas desde 1779— para
colocar a los parados y reeducar a los vagos. Además, en 1781, las ordenanzas esta-
blecen la creación de una Junta de Caridad en la ciudad de Oviedo en la que partici-
pan las instituciones laicas y eclesiásticas; será clave en la gestión de la nueva
beneficencia y estará en íntima colaboración con el Real Hospicio. Se hizo un gran
esfuerzo en buscar dinero para atender a los pobres —suscripciones y donativos de
particulares e instituciones—; especialmente activa fue la Sociedad Económica desde
su creación en 1780. Debemos resaltar el enorme esfuerzo que supuso el reparto de
comidas económicas en Oviedo —más de 350.000 raciones— durante la grave crisis
de subsistencias de 1803.
Para terminar, podemos decir que la conflictividad social fue abundante,
principalmente en el campo, canalizada por vía judicial, como ya pudimos ver. La
subida de precios, sobre todo en los años de crisis de subsistencias, fue causa de
algunas tensiones y revueltas en las grandes poblaciones, como en Oviedo y Avi-
lés en 1765. También, la escasez de granos en Gijón en el año 1789 llevó al asalto
de algún granero.

bibliografía

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PERIBÁÑEZ CAVEDA, Daniel, Comunicaciones y comercio marítimo en la Asturias preindustrial, 1750-
1850, Gijón, Junta de Obras del Puerto, 1992.

201
202
Instituciones al servicio del orden establecido
Marta Friera Álvarez. Universidad de Oviedo

1. La administración real: la Real Audiencia y el regente


La política centralista y uniformista que inauguraron con el siglo XVIII los bor-
bones llegó a Asturias de la mano de la creación de una nueva institución dele-
gada del poder real en la provincia, encargada de velar por el cumplimiento de la
legalidad, en un marco de limitación de los poderes señoriales y nobiliarios en
beneficio del patrimonio real. La Real Audiencia de Asturias, creada en 1717 e ins-
talada sólo un año después, era un tribunal de justicia, pero también tenía
amplias atribuciones político-administrativas, normativas y gubernativas. Su pre-
sidente, el regente, ostentaba los títulos de gobernador, capitán general, superin-
tendente de rentas reales, propios y arbitrios, y montes y plantíos. Es decir, era jefe
político, militar y hacendístico de la provincia.
La creación de la Audiencia supuso una modificación sustancial en el sistema
de gobierno provincial, sustentado desde la Baja Edad Media por las dos partes del
pacto constitucional: el delegado real —el corregidor— y el órgano de representa-
ción provincial —la Junta General—. El regente sustituyó así al corregidor, oficial
real nombrado para Asturias desde los Reyes Católicos, con el antecedente de los
adelantados mayores —de León y Asturias— y merinos —de Asturias— medieva-
les. Desde el siglo XVII (1616), Asturias tenía el derecho de disfrutar de corregido-
res togados, si bien el conflictivo comienzo del siglo XVIII (1708) había obligado a
recuperar a los militares, llamados de capa y espada. El regente volvía a ser un
jurista, que, tras su paso por la Audiencia asturiana, ascendía a Audiencias superio-
res e incluso a los Consejos reales. Como era costumbre en el Antiguo Régimen, [pág. 202]
ningún delegado real debía ser natural de la provincia a cuyo frente se instalaba. Fotografía de la Sala Capitular
La manifiesta limitación del poder provincial fue advertida de inmediato en de la catedral de Oviedo, sede
de la Junta General
Asturias. El regente dejaría de ser recibido por la Junta General y la Audiencia, y
revisaría los acuerdos de la misma, que precisarían su aprobación. Las críticas no
La Junta General del
se hicieron esperar y, por lo menos, se logró derogar la segunda previsión, que, en Principado, presidida por el
la práctica, nunca fue respetada. Superada la primera época de adaptación, sobre regente de la Audiencia, el
todo tras el cese del primer regente de Asturias, José Cepeda, muy implicado en Alférez Mayor del Principado, y
compuesta por representantes
las denuncias contra los abusos atribuidos a la oligarquía local, lo cierto es que en
de los concejos asturianos, se
la segunda mitad del siglo XVIII el equilibrio se restableció y el nuevo gobierno reunía en la Sala Capitular de
provincial en manos de la Audiencia y la Junta pasó a considerarse el legítimo. la Catedral de Oviedo.

203
[pág. 205] Ambas instituciones compartían, cada una en la medida de sus competencias,
Grabado de sala de oidores el gobierno provincial, en manos también de los concejos: obras públicas y comu-
de la Audiencia de Valladolid
nicaciones, agricultura, ganadería, pesca, riqueza forestal, abastecimiento y bien-
M. Fernández de Ayala Aulesta.
Práctica y formulario de la Real
estar, industria y comercio, sanidad y beneficencia, y educación.
Cancillería y Audiencia de La hacienda central —rentas reales o provinciales (básicamente alcabalas,
Valladolid, 1667 cientos y millones) y demás contribuciones ordinarias y extraordinarias— era
dirigida por el regente, lo mismo que las haciendas locales —básicamente, pro-
En 1767 Jovellanos fue pios, arbitrios y repartimientos concejiles—. La provincia, por su parte, logró
nombrado juez de la Real mantener sus escasos fondos —también compuestos fundamentalmente por
Audiencia de Sevilla. En la
imagen se reproduce una sala propios y arbitrios— al margen del control real, en manos de la Junta General,
de una Audiencia de Valladolid, que los administraba a través de su tesorero. Pero en esta materia, también los
con los magistrados, abogados borbones alteraron el tradicional gobierno financiero, para su simplificación y
de las partes, procuradores,
control, a través del establecimiento de los intendentes como jefes hacendísticos
litigantes, relatores, escribanos
y porteros. provinciales. Asturias se incluyó en la intendencia de León (1749), para disgusto
de una provincia que reclamaba su independencia en todos los ramos. Entonces
se defendió que el gobierno constitucional del Principado estaba en manos de la
Real Audiencia y la Junta General. Y se logró la configuración de Asturias como
provincia fiscal (1799) hasta que la guerra de la Independencia y el régimen libe-
ral acabasen imponiendo una definitiva centralización y uniformidad, que en
materia hacendística se manifestó en la creación de una intendencia en Asturias
(1811). La oposición a la misma, que se unió a la defensa del tradicional sistema
de encabezamiento de cupos para el pago de las rentas reales, muy bajo en Astu-
rias, y a la independencia de la hacienda provincial, en este caso, no obtuvo res-
puesta favorable y, finalmente, como había pronosticado el propio Jovellanos, esto
acabó con el tradicional gobierno provincial, legítimo y constitucional (Informe a
la Junta Central de 28 de noviembre de 1809).
Respecto a la administración militar, ya hemos adelantado que el regente,
como antes el corregidor, ostentaba el título de capitán general de la provincia. En
1800, cuando volvió a precisarse la ocupación de las regencias por militares, se
excluyó expresamente a Asturias de tal previsión. El Regimiento de Milicias de
Oviedo se creó en 1734, a cuyos sorteos se añadían los reemplazos ordinarios y
extraordinarios del ejército. La resistencia de la provincia a las prestaciones mili-
tares obligatorias se mantuvo durante todo el Antiguo Régimen, apoyada en el
insuficiente número de pecheros y el respeto a la exención de los nobles. En 1805
se creó una comandancia militar que englobaba Asturias y Santander.
Por fin, como tribunal de justicia, la Real Audiencia se convirtió en la instan-
cia superior provincial, encargada de mantener la legalidad real frente a la justicia
libre que sin duda impartían los jueces locales, divididos para nobles y pecheros.
La Audiencia se componía de cuatro oidores o alcaldes mayores, un fiscal y los

204
demás oficios necesarios para la administración de justicia —relatores, escribanos,
tasador, repartidor, receptores, alguaciles, abogado, procurador de pobres y porte-
ros—. Su jurisdicción era la propia del corregimiento: el Principado de Asturias,
incluidas las Cuatro Sacadas —Llanes, Ribadesella, Tineo y Cangas de Tineo, recu-
peradas por los Reyes Católicos de manos de los Quiñones— y hasta 1719 varios

205
pueblos de Valdeburón. No obstante, sus sentencias podían apelarse a la Real
Chancillería y Audiencia de Valladolid, que además conocía de los casos de Corte
y los asuntos de hidalguía.

2. La administración provincial: la Junta General del Principado de Asturias


El núcleo de la constitución histórica asturiana era, sin duda, la Junta General, la
institución de representación provincial, nuestras cortecillas, como decía Jovellanos
a Lord Holland, vinculándola a la ausencia de representación asturiana en las Cor-
tes de Castilla, que asumía León. Su existencia era considerada en pleno siglo XVIII
un «derecho, facultad, privilegio, prerrogativa, libertad constitucional y de Derecho
natural y positivo recogido en ordenanzas fundamentales».
Su origen debe buscarse en plena Baja Edad Media, consecuencia natural del
florecimiento ciudadano, villano o concejil, cuya unión se hizo necesaria, a través de
paces, amistades, hermandades y juntas, para la defensa de los intereses comunes
propios de estos territorios realengos, fundamentalmente frente a los poderes seño-
riales. El orden público, la ayuda mutua y la protección real eran sus fines. Con estos
antecedentes, la institucionalización de la Junta General provincial se debió a la con-
figuración del Principado de Asturias como título (1388) y, sobre todo, mayorazgo
(1444) del heredero al trono de Castilla. Sólo un año después, ya existe constancia
de su reunión en la que será su sede: la sala capitular de la catedral de Oviedo.
La Junta General manifiesta claramente el pacto constitucional entre el rey, a tra-
vés de su delegado real, y la provincia como unión de concejos. Al rey se le debía obe-
diencia y servicios monetarios y militares, a cambio de su respeto a los ordenamientos
jurídicos locales y provincial, a sus fueros, franquicias, privilegios y libertades.
En consecuencia con su origen y fin, la Junta General representaba al realengo
de Asturias —en teoría toda la provincia, como territorio mayorazgo del prín-
cipe—. Como excepciones, en la Junta tenían voto las dos familias más importan-
tes: los Quirós y los Miranda, hasta principios del siglo XVII (1619), tras un costoso
pleito que, al fin, logró su expulsión de la institución representativa. Poco después
(1636) entraron a formar parte de la misma, con su correspondiente voto, los
Queipo de Llano, luego condes de Toreno, pero por ostentar el título de alféreces
mayores de la provincia. La representación realenga pretendió, en todo caso, justi-
ficar un desigual sistema de votación, mantenido durante toda la vida de la Junta,
que desfavorecía a un grupo de concejos llamados obispalías, cada uno de los cua-
les contaba con sólo un tercio de voto, mientras que los llamados concejos realen-
gos gozaban de voto entero. Se denominaban obispalías porque en su mayor parte
habían sido jurisdicciones del obispo de Oviedo, pero lo cierto es que casi todos
estos concejos habían logrado redimirse y, por tanto, pasado a realengos, sobre todo
durante el reinado de Felipe II. A pesar de ello nunca lograron voto entero, y for-

206
maban un solo partido que elegía a un solo diputado y que, además, carecía de
turno en la elección del procurador general, ambos órganos delegados de la Junta.
La Junta General dependía muy claramente de los concejos a los que represen-
taba, de modo que no siempre pudo elevarse a cuerpo de provincia. Así, los poderes
de los procuradores eran limitados, lo que, por otra parte, es propio del mandato
imperativo característico del Antiguo Régimen. Los concejos podían dar instruccio-
nes a sus apoderados; si se trataban asuntos no previstos en la convocatoria debía
convocarse Junta extraordinaria; y Oviedo, la ciudad más importante, en realidad la
única, se reservaba la posibilidad de otorgar voto decisivo o consultivo, en cuyo caso,
cada vez que se votaba, el Ayuntamiento debía pronunciarse. Además, eran habitua-
les las prácticas de acumular y sustituir poderes, muy criticadas a lo largo de la
segunda mitad del siglo XVIII por hombres de pensamiento ilustrado. Los concejos,
por su parte, se unían en partidos y eran estos los que elegían a los diputados y al
procurador general que integraban la Diputación, institución delegada de la Junta.
La Junta General estaba presidida por el regente, que era el delegado del poder Real Provisión sobre
real, lo que manifiesta su sometimiento al mismo. Pero tenía un poder limitado, arrendamientos perpetuos
pues convocaba la Junta de forma periódica a petición de la propia provincia, no 22 de octubre de 1785. Oviedo:
podía disolverla y sólo contaba con un voto de calidad en caso de empate. La forma Imprenta de Francisco Díaz
Pedregal
de elección de los apoderados o procuradores de los concejos era libre. Los requisi-
Archivo Histórico de Asturias
tos que se les exigían, en teoría de forma alternativa, eran la vecindad, el ejercicio de
una regiduría y, entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, se añadió la posibi-
lidad de que fuesen sólo hacendados y los requisitos de nobleza y edad de veinticinco La costumbre de perpetuar los
arrendamientos fue elevada a ley
años, en un momento en el que penetraban elementos ajenos a la tradicional oligar- en 1785 por iniciativa de
quía hidalga. Campomanes. Al prohibir
La Junta tenía a su cargo los oficios necesarios para el gobierno de la provincia: aumentar las rentas y
desahuciar a los arrendatarios,
escribano, tesorero, representantes en la Corte —comisario, diputado, agente y
suponía una protección para los
diputado honorario—, abogado y procurador, entre otros. colonos. En Asturias, esta norma
En el siglo XVIII, tras el establecimiento de la Audiencia, la Junta pasó a reunirse fue abrazada por los campesinos
cada tres años y cesó la costumbre de recibir al delegado real, que también dejó de y rechazada por los propietarios
y la Junta General. Y también
ser un cargo preferentemente anual, como era el corregidor. En los períodos entre por Jovellanos, que en esta
sesiones, la Junta dejaba la ejecución de sus acuerdos a la Diputación, integrada por materia asciende del reformismo
los diputados y el procurador general, cargos elegidos por los concejos asturianos ilustrado al liberalismo y se aleja
unidos en partidos, siete en el siglo XVIII: Oviedo, Llanes, Villaviciosa, Avilés, Grado, así de su maestro Campomanes,
ya que junto a sus críticas a la
Tineo y Cangas de Tineo, y Obispalías. vinculación y amortización de la
Además del gobierno provincial que, como hemos dicho, compartía con el dele- propiedad de la tierra y al
gado real y los concejos, la Junta General, en manifestación de su naturaleza jurídica, régimen señorial, defendió un
derecho absoluto y natural de
prestaba el debido servicio al rey —cumplimiento de la normativa real y servicios
propiedad incompatible con la
monetarios y militares— y, a la vez, a la provincia, como defensora de sus particula- perpetuidad de los
ridades, existentes sobre todo en los ámbitos político-administrativo, fiscal y agrícola. arrendamientos.

207
Sólo el fin definitivo del Antiguo Régimen acabó con la tradicional institución.
En realidad, el declive de ambos fue simultáneo desde la guerra de la Independencia.
La seria defensa de los fueros asturianos mantenida entonces desde la provincia y por
hombres como Flórez Estrada o el propio Jovellanos fue decayendo, entre otras cosas,
por la adopción de nuevos criterios de representación liberal —población y propie-
dad—, pero también tuvo que ver la falta de una continuada tradición doctrinal y
normativa —sólo contaban con aprobación real las ordenanzas generales de 1594—
necesaria para adaptar los fueros a las nuevas circunstancias históricas.

3. La administración local: los regimientos


El desarrollo concejil —ciudades, villas y polas— de la Baja Edad Media vino pronto
acompañado del general paso del sistema de concejo abierto, en el que las asambleas
vecinales decidían los asuntos de interés común, al concejo cerrado, en manos de los
regimientos (siglo XIV), que asumieron el gobierno y justicia municipales. En Astu-
rias y, en general, el norte de Castilla, se elegían anualmente jueces o justicias, que
también formaban parte de los ayuntamientos, divididos en nobles y pecheros. No
obstante, es conocido que en el caso de Oviedo, la única ciudad de la provincia, dos
jueces eran nombrados por el regimiento y un tercero, por turnos, por el obispo y el
deán y cabildo de la Catedral. Además, en Avilés, Gijón y Pravia sólo se nombraban
jueces nobles. El resto de oficios se completaban según las necesidades del concejo
en cuestión: jurados, fieles, asistentes, escribanos, merinos, procuradores, contado-
res, pregoneros, alféreces, mayordomos, personeros, alguaciles, veedores, etcétera.
El control al que habían sido sometidos los municipios con el nombramiento
real de los regidores fue perdiéndose con la progresiva enajenación de los oficios de
gobierno, de forma vitalicia y hereditaria, es decir, perpetua, de modo que en la Edad
Moderna los regimientos y otros cargos quedaron en manos de la oligarquía local.
La supervisión del poder municipal por el real se dejó en manos de los corregido-
res, encargados de corregir la labor de los regidores. Los de Asturias presidían el
Ayuntamiento de Oviedo y también la Junta General del Principado de Asturias. Su
labor fue asumida en el siglo XVIII por los regentes de la Real Audiencia. La Ilustra-
ción intentó y comenzó una política de recuperación del patrimonio real, que
incluía los oficios públicos enajenados. Por su parte, la incorporación, desde 1766, a
los ayuntamientos de los diputados y síndicos personeros del común, de elección
popular y encargados, en general, de los abastos, tuvo en Asturias los escasos resul-
tados comunes a la medida.
Los regimientos se ocupaban, como hemos adelantado, de todos los ramos perte-
necientes al gobierno municipal: abastecimiento, mercados, hacienda, orden público,
defensa, asistencia social, sanidad, educación, obras públicas, urbanismo, fiestas, etcé-
tera. En materia de justicia, los jueces locales conocían los asuntos civiles en primera

208
instancia y las causas penales menos graves. Por su parte, los regimientos, de forma
colegiada, conocían la apelación de las sentencias de los jueces en causas civiles hasta
determinada cuantía. También tenían potestad normativa, que ejercían a través de las
ordenanzas municipales, no sólo para su funcionamiento interno, sino para regular el
gobierno municipal. En el Antiguo Régimen no era necesario que las ordenanzas pro-
vinciales o municipales contasen con aprobación real, aunque sí era muy recomenda-
ble para su supervivencia y en caso de oposición a alguna de sus normas.

4. El régimen señorial
La mayor parte de Asturias era realenga. No se olvide que desde 1444 era mayorazgo
del heredero al trono de Castilla, título alegado durante todo el Antiguo Régimen
por los concejos asturianos que recurrían contra los abusos señoriales.
No obstante su escasez, en la provincia subsistieron durante la Edad Moderna
importantes señoríos laicos —por ejemplo, Navia, Allande, Ibias y Olloniego— y
eclesiásticos —es el caso de Noreña, hasta el siglo XIX—. Estos últimos, en concreto,
los pertenecientes al obispo de Oviedo, ocuparon en la Edad Media buena parte de
la provincia. Pero, como hemos adelantado, en el reinado de Felipe II, en su gran
mayoría, los vecinos compraron su jurisdicción, con lo que pasaron a realengos,
fenómeno desarrollado sobre todo en el occidente asturiano. También deben men-
cionarse los señoríos que poseyeron en algún momento los grandes monasterios de
la provincia —San Vicente, San Pelayo, Corias, Celorio, Belmonte, Obona, Corne-
llana y Valdediós, entre otros—. Y, en cuanto a las órdenes militares, sólo la de San-
tiago tuvo señoríos en Asturias —Sobrescobio—. Por su parte, cabe destacar que
Oviedo poseía la jurisdicción de algunos territorios vecinos —Llanera, Naranco,
Cagigal, Cerdeño, Bendones y Paderni—.
En sentido estricto y jurídico, el señorío es el jurisdiccional, la inmunidad, que
concede al señor poder público sobre un territorio, para dar normas, administrar
justicia, nombrar cargos de gobierno, y exigir prestaciones monetarias y militares. A
ello se unen una serie de prestaciones señoriales debidas por los vecinos, más o
menos gravosas según el señorío del que se trate. Aparte queda la posibilidad de que
el señor sea, además, en su caso, propietario de las tierras, con la consiguiente exi-
gencia de rentas por la cesión de su cultivo.
Como hemos dicho, en la Asturias Moderna, la nobleza y el clero tenían más
poder territorial que señorial. Y, en general, los vecinos de los señoríos no estaban
sometidos a mayores rigores en sus prestaciones que los habitantes de los concejos
realengos. No obstante, como también hemos señalado, nunca cesaron las quejas
contra los abusos señoriales, en las prestaciones y, sobre todo, en asuntos especial-
mente sensibles como era la apropiación particular de bienes comunes, de lo que es
buen ejemplo el concejo de Allande.

209
Debe recordarse que ya a fines de la Baja Edad Media (siglo XIV) se declaró en
Castilla el principio de mayoría de la justicia real, de modo que los sometidos al régi-
men señorial podían acudir a los tribunales del rey. En parecido sentido, en 1578, una
conocida Real Cédula, llamada de nuevo adelantamiento, posibilitó la entrada de la
justicia real en los señoríos asturianos para la persecución y castigo de los criminales.
Como es sabido, la Ilustración, como antecedente del Liberalismo en esta mate-
ria, defendió la primacía e incluso el monopolio del poder estatal, identificados ple-
namente el rey y el reino, con la consiguiente limitación o directamente exclusión de
los señoríos jurisdiccionales, que abolirán los liberales.

5. El derecho consuetudinario asturiano


Asturias, provincia periférica de la Corona de Castilla, mantuvo durante todo el
Antiguo Régimen su particularidad jurídica, tanto en el ámbito público como en el
privado. En el primero, destacan la existencia de la Junta General y las peculiarida-
des fiscales y militares de la provincia. En cuanto al Derecho privado cabe resaltar
las particularidades referidas a la propiedad de la tierra y al trabajo comunal, deri-
vadas de costumbres desarrolladas desde antiguo por una sociedad basada en lazos
solidarios, lo que es común a los pueblos norteños de la península ibérica.
Que las reconocidas peculiaridades jurídicas asturianas no eran suficientes para
componer un cuerpo de Derecho ordenado y completo se manifiesta claramente en
las dificultades que encontraron todas las iniciativas llevadas a cabo a lo largo de la
Edad Moderna para elaborar unas ordenanzas generales provinciales, que fijasen
por escrito el régimen jurídico común a Asturias, y que contasen con aprobación
real, que si no era necesaria para su vigencia, sí para su declaración oficial y su sub-
sistencia a lo largo del tiempo. Es paradigmático el proyecto de ordenanzas de 1781,
considerado un verdadero cuerpo legal provincial, que, sin embargo, ni siquiera
logró la aprobación de la mayoría de los concejos asturianos. En ellas, junto a dispo-
siciones sobre la composición y el funcionamiento de la Junta General y su Diputa-
ción, sus autores —Martín Ramón de Cañedo, Felipe Ignacio Canga Argüelles y
Nicolás de Ribera Argüelles— incluyeron normas «generales, judiciales y políticas
para la administración de justicia en todos los concejos, cotos y jurisdicciones», con
detalladas disposiciones sobre el gobierno provincial: administración de justicia
local, gobierno municipal de los ayuntamientos, policía, vecindad, ventas ambulan-
tes, mesones y posadas, diversiones públicas, vestimenta, urbanismo, obras públicas,
sanidad y beneficencia, agricultura, ganadería y riqueza forestal. Incluso contienen
previsiones específicas sobre las donaciones matrimoniales y los mayorazgos, en el
sentido ilustrado de limitarlos.
Las aspiraciones del reconocimiento de la peculiaridad jurídica del Principado
volvieron a ponerse de manifiesto en las mismas fechas cuando en el seno de la Junta

210
Tomás López
Mapa del Principado de
Asturias: comprende todos sus
concejos, cotos y jurisdicciones.
Incluye en la parte inferior
izquierda el Plano de la ciudad
de Oviedo / dibujado por
Francisco Reiter bajo la
dirección de Francisco de la
Concha Miera.
1777, Madrid
Biblioteca de Asturias

General se propuso la creación de una «plaza nacional» en la Real Audiencia, es


decir, el nombramiento de uno o varios jueces naturales del Principado conocedo-
res de las costumbres y particularidades jurídicas provinciales, para aplicarlas en la
administración de justicia. De hecho, fue uno de los autores de las ordenanzas de
1781, Nicolás de Ribera Argüelles, el que planteó la propuesta. No obstante, la mayo-
ría de los representantes concejiles consideraron que las peculiaridades asturianas o
no existían —«se gobierna por las leyes de Castilla»— o no eran suficientes para jus-
tificar la creación de una plaza nacional, como «en reinos o provincias que tienen
leyes, fueros o privilegios particulares». La envidia de Asturias, en este sentido, fue
siempre Vizcaya que, como ejemplo, contaba con una sala específica en la Real
Chancillería y Audiencia de Valladolid, tribunal superior de justicia para los territo-
rios castellanos al norte del Tajo.
Como adelantábamos, entre las costumbres jurídico-privadas particulares de
Asturias cabe destacar los arrendamientos perpetuos y las sextaferias.
Como es sabido, las sextaferias organizaban el trabajo comunal de los vecinos en
sus parroquias, durante unas horas un día a la semana, cuando era necesario para la
construcción, reparación y mantenimiento de los caminos concejiles —los que

211
unían lugares dentro de los concejos—, institución fundamental en una provincia
con escasos recursos para su financiación a través de los sobrantes de los propios y
arbitrios locales. De los caminos de interés provincial —los que unían concejos, esos
concejos con la capital y los interprovinciales— se ocupaba la Junta General y el
correspondiente delegado real, que normalmente, ante la escasez de la fábrica o
fondo de caminos nutrido de réditos de censos, recurrían a arbitrios, es decir,
impuestos indirectos sobre el consumo de determinados bienes, autorizados por el
rey, y, en último caso, a repartimientos. Pero para estos caminos, de hecho, también
se exigía la prestación de trabajo particular a través de las sextaferias. Debe resaltarse
que Asturias gozaba del privilegio de no costear obras ajenas a la provincia, a cam-
bio de pagar las propias.
Fueron varios los esfuerzos por uniformar las sextaferias para toda la provincia.
Es el caso del proyecto de ordenanzas de 1781 (ordenanzas 49 a 56 del título 10) y
del proyecto de «ordenanzas que si obtuviesen aprobación del rey nuestro señor
Gaspar Melchor de Jovellanos deben gobernar para la composición de caminos del Principado de Asturias», elabo-
Carta a la Junta General sobre radas por Antonio Carreño y Cañedo en 1788. Por su parte, en 1799, una Real Orden
la carretera de Castilla (8 de mayo) reconoció «la costumbre y práctica que se observa en el Principado de
31 de agosto de 1796, Oviedo Asturias de reparar los caminos por sextaferia semanal, concurriendo todos los veci-
Archivo Histórico de Asturias nos sin distinción de clase», como concreción particular de la obligación legal de
contribuir a la composición de caminos. La Junta General reunida ese mismo año
La Junta General tenía había emitido una circular (20 de marzo) a los Ayuntamientos con unas reglas gene-
competencia sobre las obras
públicas provinciales. Por
rales para la prestación de las sextaferias.
encargo suyo, Jovellanos Por su parte, fueron frecuentes las críticas a la desnaturalización de la costum-
redactó diversos informes sobre bre de las sextaferias por alguna de las siguientes causas: exigencia para obras de
la urgencia de una carretera
caminos que unían concejos e incluso provincias, como pasó con la carretera de
que acabase con el aislamiento
de la región. Castilla, e incluso, lo que era más grave, para caminos privados; exclusiones perso-
nales en una prestación a la que estaban obligados todos los vecinos, incluidos los
propietarios no residentes en las parroquias y los clérigos, a quienes, por ejemplo,
eximían las ordenanzas de 1781; exclusiones a cambio de dinero en una obligación
general en la que sólo cabían sustituciones personales, por criados o jornaleros; des-
proporcionalidad de la carga, que debía ajustarse a los haberes de los obligados,
como era el caso de la desigualdad entre los carreteros y braceros, tanto por el valor
de su jornal como por el camino a recorrer hasta el punto de las obras; e incompa-
tibilidad entre la prestación y el trabajo agrícola, cuando la costumbre debía ajus-
tarse a los tiempos de labores como la siembra y la recolección. En este sentido se
pronunciaron, entre otros, Ignacio Flórez Arango, Francisco de Paula Jovellanos en
la Junta General y el propio Jovellano en el Informe sobre la Ley Agraria.
También prestó atención Jovellanos a la otra figura de Derecho consuetudina-
rio asturiano a la que queremos referirnos: los arrendamientos perpetuos. Es sabido

212
que la gran mayoría de los campesinos asturianos eran cultivadores de tierras aje-
nas, independientemente de que fuesen, además, propietarios de pequeños terrenos,
que, en cualquier caso, no resultaban suficientes. En el Antiguo Régimen, la propie-
dad de la tierra se dividía en dominio directo, a cargo del propiamente propietario,
que trabajaba generalmente a través de jornaleros, y el dominio útil, que cedía a cul-
tivadores ajenos a través de distintos contratos agrarios, en buena parte perpetuos,
como los foros o los censos enfitéuticos. De este modo, los cultivadores participaban
del derecho de propiedad al poder disponer en herencia de las tierras. Por natura-
leza, el contrato de arrendamiento es temporal. Sin embargo, por costumbre, en
Asturias los arrendamientos también se perpetuaban. Dicha costumbre fue elevada
a ley, primero, para el concejo de Valdés, en 1772 —resolución del Consejo de Cas-
tilla de 26 de noviembre de 1772—; luego, para toda Asturias, por Real Provisión de
22 de octubre de 1785; y, finalmente, de forma general por Real Cédula de 6 de
diciembre de 1785, debida a Campomanes, llamada significativamente de protec-
ción de los colonos, que prohibió aumentar las rentas y el desahucio de los arrenda-
tarios salvo casos excepcionales de incumplimiento del contrato, como sería el
impago, mal uso o por necesidad, para cultivo propio, del propietario labrador con
ganado y residente. En Asturias, esta norma fue abrazada por los campesinos y
rechazada por los propietarios y la Junta General. Y también por Jovellanos, que en
esta materia asciende del reformismo ilustrado al liberalismo y se aleja así de su
maestro Campomanes, ya que junto a sus críticas a la vinculación y amortización de
la propiedad de la tierra y al régimen señorial, defendió un derecho absoluto y natu-
ral de propiedad incompatible con la perpetuidad de los arrendamientos.

bibliografía

CORONAS GONZÁLEZ, Santos Manuel, «El marco jurídico de la Ilustración en Asturias», Anuario de
Historia del Derecho Español, núm. 59, Madrid, 1989, págs. 161-204.
FAYA DÍAZ, María Ángeles y ANES FERNÁNDEZ, Lidia, Nobleza y poder en la Asturias del Antiguo
Régimen, Oviedo, KRK ediciones, 2007.
FERNÁNDEZ PÉREZ, Adolfo y FRIERA SUÁREZ, Florencio (coords.), Historia de Asturias, Oviedo, KRK
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FRIERA ÁLVAREZ, Marta, La Junta General del Principado de Asturias a fines del Antiguo Régimen
(1760-1835), Oviedo, Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias, Junta
General del Principado de Asturias/KRK ediciones, 2003.
SANGRADOR Y VITORES, Matías, Historia de la administración de justicia y del antiguo gobierno del
Principado (Oviedo, 1866), Gijón, Silverio Cañada, 1989.

213
214
La cultura asturiana: presencia y diáspora
Álvaro Ruiz de la Peña e Inmaculada Urzainqui
Universidad de Oviedo

En una sociedad ajustada a la estructura estamental de poderes, el concepto de [pág. 214]


cultura no puede ser, en modo alguno, transversal, y los distintos estamentos o Fotografía del edificio actual de
clases marcan su propio territorio, creando ámbitos culturales de perfiles propios la antigua Sociedad Económica
de Asturias, en la calle Rosal
y, a la vez, complementarios. En la Asturias de Jovellanos podemos reconocer cua- de Oviedo
tro focos principales de actividad cultural: el institucional, el aristocrático, el ecle-
siástico y el popular, aunque las fronteras que limitan su singularidad no siempre Edificio fundacional de la Real
resultan reconocibles. Sociedad Económica de Amigos
La cultura institucional recae esencialmente en el ámbito educativo y tiene el del País de Asturias
aire embrionario de los proyectos no desarrollados de forma sistemática. La esca-
sez de organismos dependientes de la Corona y la falta de competencias legislati-
vas deja la formación básica de los niños y adolescentes en manos de la Iglesia y
otras instituciones de beneficencia, que orientan la educación en conformidad
con los valores religiosos y preparan a los escolares para su ingreso en los semina-
rios diocesanos o, en el caso de las niñas, para el matrimonio o el noviciado de los
conventos.
Dejando a un lado las llamadas escuelas de latinidad —cuya hegemonía
corresponde a los jesuitas del colegio de San Matías de Oviedo— y ciñéndonos a
los centros de instrucción primaria, en Oviedo encontramos dos que resumen
perfectamente los perfiles de este tipo de instituciones: el Colegio de Niñas
Huérfanas Recoletas y el Colegio Seminario de San José. El primero, ligado por
cláusula testamentaria del arzobispo Valdés Salas a la Universidad de Oviedo,
dicta que «se establezca en la ciudad una casa en que se recojan doncellas virtuo-
sas, que estén bajo la custodia de dos o tres matronas, cuales convengan para que
sean doctrinadas en las cosas de la fe, y las enseñen a labrar, coser e hilar»; con el
paso del tiempo, tras abrirse el colegio en 1676, las nuevas constituciones del siglo
XVIII —las promulgadas en 1758— amplían el nivel de conocimientos de las
educandas, que podrán aprender a «escribir, leer y contar». Fue la única escuela
de mujeres que existió en la capital del Principado hasta mediados del siglo XIX
y, con todas sus deficiencias, cumplió con una necesidad pedagógica y social,
siempre presente en el espíritu de los ilustrados ovetenses. El segundo, fundado
por disposición testamentaria del arcediano Pedro Díaz de Oseja, abrió sus puer-

215
Fotografía del palacio de los
Merás en Tineo —actual hotel
Palacio de Merás—, tomada de
Aurelio Menéndez Losada, La
villa de Tineo, Asociación
Cultural Conde de Campomanes
2010
Biblioteca Nacional de España

Los Merás, pertenecientes a la


aristocracia rural del occidente
de Asturias, destacaron en el
ámbito de las letras asturianas.
Jovellanos describe la casa
como «grande, antigua, con dos
torres, al final de una calle
sucia y pendiente...»

tas a los estudiantes en 1694, orientándolos hacia la carrera eclesiástica. Sus cons-
tituciones, aprobadas en ese año, reflejan una mayor ambición pedagógica y ofre-
cen un nivel de conocimientos muy superior al de las Huérfanas Recoletas, ya que
al básico aprendizaje de la lectura y escritura pueden unir el conocimiento de «la
gramática y retórica», así como el acceso a obras de «teología y sagrados cáno-
nes». Los preceptores del colegio deben insistir en la mejora de la imagen social
de los niños, ejercitarlos en «las reglas de urbanidad y cortesía», persiguiendo un
modelo educativo que descanse sobre tres pilares sólidos: «virtud, buena crianza
y enseñanza», lo que en términos actuales corresponderían a la formación reli-
giosa, la educación cívica y la alfabetización primaria. Las constituciones contem-
plan, además, otros aspectos que no están en el colegio de niñas, tales como el ves-
tido con el que se han de uniformar, los instrumentos musicales de su aprendi-
zaje, la dieta alimenticia, más rica y variada que la de las Huérfanas, la asistencia
sanitaria y las horas dedicadas al ocio o al juego, advirtiendo a los educadores que
deberán reprender a los defectos de los niños «con suavidad», quedando prohibi-
dos los castigos físicos. A lo largo del siglo XVIII, los educandos se convierten en
una especie de cantera al servicio de las necesidades del cabildo ovetense, en el que
acaban integrándose como coristas, músicos, criados de dignidades o desempe-
ñando capellanías después de tonsurarse.
Al margen de la Universidad, la máxima institución educativa es el Instituto
de Náutica y Mineralogía, proyecto en el que Jovellanos volcó muchas ilusiones y

216
esfuerzos y tuvo una presencia muy activa. Abrirá sus puertas en 1794 y formará,
en ausencia de estudios orientados a tal actividad, a pilotos de naves de transporte
y técnicos en la explotación de los yacimientos minerales. Por su moderna con-
cepción pedagógica y la novedad que introducía en la adquisición de conoci-
mientos técnicos, uniendo la enseñanza de las ciencias prácticas con las humani-
dades, fue un referente educativo en toda España y permitió el acceso de muchos
jóvenes a saberes que iban a resultar fundamentales en la sociedad preindustrial
del siglo XIX. Aunque en su estructura, orientación y funcionamiento pueden
advertirse rasgos afines a los que caracterizaban los Seminarios de Nobles, el prin-
cipio de igualdad de oportunidades que estableció, exigiendo como único requi-
sito la capacidad intelectual, le dio un carácter muy distinto. En él desarrolló
nuestro ilustrado sus ideas sobre la moderna pedagogía, estimulando a los discí-
pulos con la posibilidad de realizar viajes por el extranjero y armonizando
esfuerzo y entretenimiento desde una única perspectiva educadora: conseguir los
mejores frutos de una generación ansiosa por integrarse en la modernidad. El
Instituto acabó así convirtiéndose en un granero de ciudadanos libres, críticos y
comprometidos con las ideas de progreso material y responsabilidad moral que
iban a marcar el perfil del liberalismo avanzado a lo largo del XIX. Que ello fue El Corresponsal del Censor
así se constata repasando la lista de los estudiantes matriculados en el primer año 1786-1788. Madrid
de funcionamiento, entre los que encontramos nombres tan ilustres como los del Biblioteca Nacional de España
matemático y arabista Juan de Arce y Morís, el publicista y secretario de Godoy
Julián Fernández San Miguel, hermano del general Evaristo San Miguel, el arqui- Periódico quincenal del llanisco
tecto Juan Miguel de Inclán Costales, director de la Academia de San Fernando, Manuel Rubín de Celis,
publicado en Madrid desde
el general de brigada y escritor Juan Francisco Hevia Antaño, los hermanos
mayo de 1786 hasta junio de
Sánchez Cifuentes —que lo eran del futuro director del Instituto, Victoriano 1788, en la línea de la prensa
Sánchez Cifuentes—, el naviero Mateo Alvargonzález, el general realista Tomás de ideas.
Bobes, muerto prematuramente en la batalla de Urica (Venezuela, 1814) defen-
diendo la corona española —conocido en la historia de la emancipación ameri-
cana como «el León de los Llanos»—, y otros más que simbolizan la presencia en
Asturias de una juventud ilustrada cuya obra, aunque pertenezca por entero al
siglo XIX, es deudora de las ideas del reformismo de las luces. La historia poste-
rior del Instituto corrió pareja suerte a la de Jovellanos. Encarcelado en Mallorca,
la gran empresa educativa irá declinando progresivamente hasta su conversión en
centro de enseñanza media oficial en 1868. El 27 de marzo de 1804, en carta diri-
gida a su fiel amigo González Posada, levanta amargamente acta de una muerte
anunciada: «Dieron por fin al huérfano el golpe que le amenazaba desde que per-
dió a su padre».
Al lado de estas instituciones educativas, resultado de la beneficencia de la
Iglesia o de la iniciativa privada con ayudas de la Hacienda real, debe destacarse,

217
[pág. 219] como símbolo de las ideas reformistas en Asturias —al igual que en toda
Vicente Arbiol Rodríguez España—, la creación de la Sociedad Económica de Amigos del País (1780), alen-
Francisco Martínez Marina tada por Campomanes, tal como hiciera desde el Consejo de Castilla con el resto
1844 de las Sociedades del reino, y en la que Jovellanos colaboró muy activamente
Real Instituto de Estudios desde 1781. No tuvo ni la larga vida que tuvieron otras diseminadas por la geo-
Asturianos. Oviedo grafía nacional ni el impulso reformador con la que había sido activada, dada la
composición social de los primeros miembros, entre los que no hallamos ese ele-
El historiador y jurisconsulto
mento burgués que se convertiría en el primer beneficiario de las proyectadas ini-
ovetense Martínez Marina
(1754-1833) fue muy admirado ciativas societarias. Pero a pesar de ello, en sus informes y memorias dejaron
por Jovellanos, quien se refería constancia muchos insignes asturianos de la preocupación modernizadora que
a él como «el sabio Marina». En caracterizó los afanes ilustrados que, sin embargo, no se tradujeron en mejoras
su Ensayo histórico crítico sobre
efectivas para el Principado, dado el progresivo decaimiento de las Sociedades en
la legislación y principales
cuerpos legales de León y toda España, abandonadas a su suerte tras los acontecimientos revolucionarios en
Castilla (1808) Jovellanos veía Francia. Compuesta básicamente por eclesiásticos y nobles con una cierta men-
plasmado el Derecho Público talidad burguesa, logró dar cuerpo a algunos proyectos interesantes, antes de ini-
interior de España. Propuso que
le designase asesor de la Junta
ciar su progresiva decadencia, como la creación de una Escuela de Dibujo, diri-
Central. Se comprometió a gida por el pintor Juan Nepomuceno Cónsul desde 1785, o la fundación de un
colaborar con él en el Gabinete de Historia Natural, alentado y promovido por el obispo Agustín
Diccionario geográfico histórico, González Pisador. En otros casos, lamentablemente más numerosos, esas iniciati-
para el que redactó los
Apuntamientos sobre Gijón. vas ni siquiera llegan a ponerse en práctica, como la creación de cátedras de mate-
máticas, física, química y mineralogía, propuestas por Jovellanos en un discurso
que lee ante la Sociedad el 6 de mayo de 1782.
Respecto a la cultura producida en el espacio aristocrático, debe señalarse la
precedencia cronológica del ilustre militar, diplomático y escritor Álvaro Navia
Osorio (Puerto de Vega 1684-1732), tercer marqués de Santa Cruz de Marcenado.
Alcanzó gran celebridad por sus Reflexiones militares (Turín-París, 1724-1727),
magna obra que sirvió de base teórica a los principales ejércitos europeos hasta la
época de Napoleón. Fue también autor de una importante contribución a la
Economía Política, la Rapsodia económica-política-monárquica (1732), que
Jovellanos saludó como uno de los tratados fundamentales de teoría económica
de la Edad Moderna, así como de un monumental proyecto de Diccionario histó-
rico-geográfico universal, para el que reunió muchos materiales, que no llegó a edi-
tarse. Todo ello le sitúa en la órbita de la temprana Ilustración, al lado de figuras
tan relevantes como Feijoo, Sarmiento o Mayans.
Contemporáneos de Jovellanos y herederos de esa tradición culta de la aris-
tocracia asturiana, son varios miembros de la nobleza urbana y rural, empezando
por la propia hija del marqués, Irene de Navia y Bellet (1726-1786), primera escri-
tora asturiana de nombre conocido y una de las mujeres más cultas de su tiempo.
Nacida en Turín, donde su padre se hallaba en misión diplomática, y casada con

218
219
La Gaceta de los niños el marqués de Grimaldo, pasó la mayor parte de su vida en Madrid, donde es
1798-1800 muy probable que tratara a Jovellanos. Aunque consta que escribió diversas obras
Real Instituto de Estudios —poesías, comedias, tragedias, traducciones...—, no han llegado hasta nosotros
Asturianos. Oviedo porque las quemó antes de morir. Sólo se han conservado unos versos latinos de
juventud que fueron publicados en las Mémoires de Trévoux y en el Memorial
Primer periódico infantil Literario. Casi de la misma edad es José Joaquín Queipo de Llano, V conde de
español, redactado por los
hermanos Bartolomé y José
Toreno (Cangas de Tineo, 1728-1792), Alférez Mayor del Principado, hombre de
Canga Argüelles y publicado en amplísima cultura y vasta curiosidad intelectual, activo promotor de la Sociedad
Madrid entre 1798 y 1800. Económica asturiana, amante de las ciencias naturales e impulsor de las primeras
prospecciones mineralógicas que tuvieron lugar en Asturias, de lo que dio cuenta
en varios discursos pronunciados en dicha Sociedad y publicados en Madrid en
1785. Fruto de sus aficiones poéticas son varias composiciones de tono neoclá-
sico, publicadas en la imprenta ovetense de Francisco Díaz Pedregal por los años
1786-1789, entre las que se cuenta un curioso canto En elogio de la brillante inven-
ción del globo aerostático y de los primeros franceses que utilizaron ese medio que
tantas expectativas abrió al viaje moderno. Francisco de Paula Caveda y Solares
(Villaviciosa, hacia 1760-1811), desarrolló una notable labor como historiador,
dialectólogo, traductor y poeta, aunque su obra quedó inédita. Amigo del círculo
más íntimo de Jovellanos, colaboró con él en lo que pudo haber constituido el

220
primer diccionario de la lengua asturiana, proyecto que desgraciadamente quedó Rita Caveda y Solares
interrumpido. También su hermana Rita (nacida en 1760), que después de casada Cartas selectas de una señora
pasó a vivir a Madrid, se distinguió por su cultura y aficiones literarias. Además a su sobrina suya, traducida
de una obra inglesa, impresa
de varias obras inéditas, hoy desaparecidas, publicó un notable tratado epistolar en Filadelfia y traducidas
dirigido a la educación de las mujeres que, aunque se presenta como traducción al español
—Cartas selectas de una señorita a una sobrina suya, entresacada de una obra 1800, Madrid: oficina de
inglesa impresa en Filadelfia y traducidas por doña Rita Caveda y Solares (1800)—, García y Compañía
parece obra original. Amigo también de Jovellanos fue Ignacio de Merás y Queipo Instituto Feijoo de Estudios del
de Llano (Tineo, 1738-1799?), mayorazgo del palacio de Paredes y Merás en el Siglo XVIII. Oviedo

concejo de Valdés, miembro de la Academia de la Historia, caballero de la Orden


de Carlos III y Ayuda de Cámara de Carlos IV. Muy aficionado a la poesía y al tea- Tratado educativo en forma
epistolar para formación de las
tro, escribió un crecido número de versos amorosos, elegíacos y satíricos, una mujeres, escrito por la ilustrada
comedia de figurón (La pupila madrileña) y una tragedia (Teonea) que recogió en asturiana, hermana del amigo
dos volúmenes de Obras poéticas (Madrid, 1797-1798). Fue también traductor de de Jovellanos, Francisco de
Paula Caveda. Aunque figura
Ducreux y de Riccoboni. Manuel Rubín de Celis (Llanes, 1743-1809), militar y
como traducción,
diplomático primero, y funcionario de Hacienda después, perteneció también a verosímilmente fue obra
una familia muy vinculada a Jovellanos. En su juventud colaboró estrechamente original.
con Campomanes, fruto de lo cual fueron varias traducciones de tema econó-
mico y el Discurso sobre el modo de fomentar la industria popular, publicado el

221
[1] mismo año que el conocido como de Campomanes (1774), lo que ha supuesto
Fotografía de la antigua Casa un inquietante enigma bibliográfico. Aparte de varios textos crítico-satíricos, se le
de Comedias del Fontán
(Oviedo), anterior a su
recuerda especialmente como redactor de El Corresponsal del Censor (1786-1788)
conversión en Biblioteca periódico quincenal que se distinguió, en la estela de El Censor —el gran perió-
Pública —ubicada en la plaza dico ilustrado que tuvo entre sus colaboradores a Jovellanos— por su crítica
Daoiz y Velarde de Oviedo social y renovadoras propuestas.
Respecto del tercer espacio cultural, el que se produce en el ámbito de la Iglesia
La actividad teatral desarrollada asturiana, sabemos hoy que los conventos de algunas órdenes religiosas fueron a lo
en Oviedo en el siglo XVIII tenía
su centro de actividad en esta largo de la centuria focos de investigación y reflexión humanísticas. A la cabeza de
Casa de Comedias. todos está el de San Vicente de Oviedo, residencia del gran benedictino Benito
Jerónimo Feijoo (1676-1764), inspirador decisivo de la Ilustración española.
Oriundo de Galicia, se trasladó a Oviedo en 1709, donde permanecerá, salvo algu-
[2] nos viajes esporádicos, el resto de sus días y escribirá las obras que le dieron
Fotografía de la capilla de la renombre internacional, fundamentalmente el Teatro crítico universal, (1726-
Balesquida, sede religiosa de la 1739) y las Cartas eruditas y curiosas (1742-1760). Querido y respetado por todos,
cofradía de los Sastres
ovetenses ubicada en la plaza contó con el apoyo y colaboración de sus compañeros de Orden, el aprecio de sus
de la Catedral de Oviedo colegas de la Universidad, de la que fue catedrático de Teología, y mantuvo estre-
cha amistad con muchos notables asturianos o residentes en Asturias, como el
El gremio de los sastres tuvo doctor Gaspar Casal, con el que durante años compartió su pasión por la medi-
una gran actividad lúdica en las cina, el anatómico francés Juan D’Elgart o el Regente de la nueva Audiencia,
últimas décadas del siglo XVIII,
Isidoro Gil de Jaz. Su huella se dejó notar en la actividad posterior de muchos
montando espectáculos
callejeros muy bien acogidos benedictinos, como Fr. Iñigo Buenaga, Fr. Dionisio Otaño o Fr. Millán Gutiérrez,
por los ovetenses. activos colaboradores de la Sociedad Económica asturiana. Aunque no hay cons-
tancia documental de que Jovellanos lo conociera personalmente —lo que es muy
verosímil, habiendo hecho sus primeros estudios en Oviedo—, sí la hay de la pro-
funda admiración que le profesó.
Junto a la actividad intelectual de los monjes de San Vicente, cabe destacar la
de los jesuitas del colegio de San Matías, que abren escuelas de latinidad y gramá-
tica y orientan su labor pastoral a través de las representaciones dramáticas que
organizan junto a sus escolares.
La abundante nómina de religiosos y clérigos que participan en la vida cultu-
ral asturiana cuenta con algunos nombres particularmente significativos. En la
literatura, poetas en lengua asturiana como Juan González Villar (1746-1820),
Bruno Fernández Cepeda (h.1750-1803), Antón Balvidares (1751-1752), la bene-
dictina Teresa Cónsul (h.1750/60-1834), autora de un entremés, en asturiano y
castellano, que se representó en el monasterio de Santa María de la Vega en 1789
en honor de la abadesa, y Josefa Jovellanos (1745-1807), un año menor que su
hermano Gaspar, con el que estuvo muy unida. Viuda de Domingo González de
Argandona, Procurador General del Principado en la Corte, regresó a Asturias,

222
[1] [2]

donde después de una intensa labor de promoción y ayuda a mujeres desvalidas,


profesó en el convento de Agustinas Recoletas de Gijón, del que fue priora. Dos
de los poemas que se conservan están dedicados a su hermano.
En los estudios históricos destacan dos íntimos de Jovellanos, los canónigos
Carlos González Posada (Candás, 1745-1831) y Francisco Martínez Marina
(1754-1833). El primero, tal vez la persona de más estrecha confianza de don
Gaspar, con el que estuvo en contacto personal o epistolar desde 1773 hasta su
muerte, canónigo de Ibiza primero y después de Tarragona, fue un verdadero
ilustrado en el sentido estricto del término. Fue autor de dos obras fundamenta-
les en la bibliografía del Principado, la Biblioteca asturiana, primer censo de escri-
tores asturianos —hasta el momento en que escribe— y para el que empezó a
reunir materiales en 1776, y las Memorias históricas del Principado de Asturias,
publicadas en Tarragona en 1794. Poco después de fallecido Jovino, a partir de sus
recuerdos redactó en Ibiza —adonde se había dirigido un mes antes de la toma
de Tarragona por el general Suchet— unas valiosas Memorias para la biografía del
señor Jovellanos (1812). El segundo, canónigo de San Isidro, académico de la
Lengua y de la Historia —de la que fue director en dos periodos: 1801-1804 y
1816-1818—y diputado por Asturias en las Cortes, llevó adelante un magno pro-
yecto en el que logró involucrar al arzobispo ovetense Juan Llano Ponte y a
muchos párrocos asturianos, así como a otros ilustrados como Caveda o el pro-
pio Jovellanos, en el magno proyecto de un Diccionario Geográfico Histórico del
Principado de Asturias, que lamentablemente permanece todavía inédito. Es tam-
bién autor, entre otras obras, de una Teoría de las Cortes (1813) que tuvo gran
influencia en la literatura constitucional del XIX.

223
[Pág. 225] Otros nombres que también cabría recordar son los de Pedro Díaz de Valdés
Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 1740-1807), canónigo de Urgel, inquisidor y luego obispo de Barcelona,
Apuntamientos sobre Gijón gran aficionado a la botánica y entrañable amigo también de Jovellanos, que en el
(destinados al Diccionario
geográfico-histórico de
Memorial literario publicó una serie de artículos de tema científico y vio premiado
Asturias). por la Sociedad Bascongada de Amigos del País un proyecto de reactivación econó-
1804 mica de los pueblos a través de sus párrocos, recogidos luego en dos volúmenes, El
Colección particular. padre de su pueblo y Tratados sobre la física del clero —añadiendo en éste un discurso
Depósito Museo Casa Natal de sobre la historia natural de Cataluña— publicados en Barcelona en 1806; el pra-
Jovellanos, Gijón
viano Luis Folgueras y Sión (1769-1849), obispo de Orense y autor de un libro de
Fábulas (1811) de filiación antiliberal; el abate José Miguel Alea, que desarrolló en
Borrador de la historia de la
Madrid una extensa labor como traductor y crítico literario en las páginas de la
villa natal de Jovellanos. Fue
redactado para el Diccionario prensa, acabando sus días en el exilio por su condición de afrancesado; Alonso
Geográfico de Asturias, Bernardo Rivero Larrea, cura de Ontalvilla (Segovia), cuyos escasos datos biográfi-
patrocinado por la Academia de cos no ensombrecen el interés socio-literario de su novela El Quijote de la
la Historia.
Cantabria, publicada en Madrid (1792), a la que singulariza la composición bilin-
güe de los diálogos (asturiano y castellano) que mantienen sus dos protagonistas.
Por su significación jerárquica, merece una mención especial el ilustrado
obispo Agustín González Pisador, que crea y dota dos cátedras de Medicina en la
Universidad de Oviedo para paliar una necesidad agudamente sentida en el
Principado y tiene una participación muy activa en la fundación y desarrollo de la
Sociedad Económica, junto a Campomanes, el conde de Toreno, el regente de la
Audiencia Juan Matías de Azcárate, el coronel del regimiento provincial de Asturias
Joaquín de Velarde o el mismo Jovellanos.
Al lado de todos estos autores de condición nobiliaria o clerical, hay otros
—funcionarios, militares, abogados y otros profesionales de mentalidad burguesa—
dignos de ser reseñados. En el ámbito de la literatura, Alonso Carrió de Lavandera,
autor de un curioso libro de viajes, El Lazarillo de ciegos caminantes, publicado en
Lima, donde residía como funcionario de la Corona española, en 1775, salpicado de
elementos novelescos que lo aproximan al ciclo picaresco; Eugenio Antonio del
Riego Núñez (1748-1816), prolífico autor de églogas, odas, romances, fábulas, etc.
que publica asiduamente en la prensa madrileña; el militar Alonso Arango Sierra
(1753?-1827), autor de un drama, El triunfo del mérito, que se representa en la
Universidad ovetense en 1790 para celebrar la elevación de Campomanes al
Supremo Consejo de Castilla, y de un Elogio de Felipe V premiado por la Real
Academia; los jóvenes hermanos Bartolomé y José Canga-Argüelles, autores conjun-
tamente de varias traducciones del griego y del primer periódico infantil español, la
Gaceta de los niños, publicada en Madrid entre 1798 y 1800; y en los estudios histó-
ricos y jurídicos, el abogado Juan Pérez-Villamil (Puerto de Vega, 1754-1824), que
después de colaborar con Jovellanos en varios proyectos de la Sociedad Económica

224
Matritense —como la puesta en marcha de una Gaceta económica (1786), final-
mente frustrada— y escribir sus primeros trabajos de jurisprudencia e historia, mar-
chó a Mallorca como fiscal de la Audiencia, regresando luego a Madrid, donde des-
arrollará una intensa actividad como socio de las Academias de la Historia, de la que
fue director (1807), de la Lengua y de San Fernando. Dos de sus más notables tra-
bajos son la Disertación sobre la multitud de abogados (1783) y la Historia civil de la
isla de Mallorca, que dejó inédita.
Dentro de este panorama cultural es obligado aludir también a una serie artis-
tas asturianos que, a partir de la Real Orden de 14 de septiembre de 1783 liberando
el ejercicio de las Nobles Artes, desarrollan sus trabajos en el Principado. Entre los
arquitectos están Manuel Reguera (1731-1798), el primero de Asturias que tuvo
vinculación con la Academia de San Fernando y con el que Jovellanos mantuvo una
estrecha relación; Pedro Antonio Menéndez (hacia 1716 - después de 1777), pro-
tegido del regente Gil de Jaz, director de las obras del Real Hospicio de Oviedo y

225
supervisor de trabajos realizados en la catedral ovetense; Francisco Pruneda y Cañal
(1739-1812), autor de la reforma y ampliación del popular mercado del Fontán
ovetense, y otros de menor importancia como el anticlasicista José Bernardo de la
Meana (1715-1790) o Benito Álvarez Perera (1743-1804), que trabajó en las obras
de la nueva carretera de Castilla y en las de renovación del convento de Santa Clara
de Oviedo. Y entre los pintores cabría destacar a Francisco Reiter (1736-1813),
autor de cuadros religiosos de gran popularidad, los retratos de Carlos González de
Posada (1800) y del V conde de Toreno (1790) y del conocido plano de Oviedo
(1777); Joaquín Inza (1736-1811), retratista de Campomanes (1771) y de Josefa
Jovellanos (hacia 1770-1774) y el avilesino Ángel Pérez, protegido de Jovellanos,
quien le encargó las enseñanzas de dibujo artístico en el Real Instituto y fue retra-
tista oficial de su familia y círculo de amistades. Uno de sus retratos más conocidos
es el del hermano de don Gaspar, Francisco de Paula (hacia 1794-1798), primer
director del Instituto.
La música culta, ligada a las necesidades litúrgicas de la Iglesia, tiene su ámbito
particular en la catedral de Oviedo, donde encontramos los mejores músicos de la
Instrucción para la formación centuria —los maestros de capilla Enrique Villaverde, Pedro Furió, Joaquín Lázaro
de un Diccionario geográfico o Juan Páez— y los instrumentistas que componen su orquesta —cuerda, viento y
de Asturias
tecla—, que también viajaba por Asturias en las festividades señaladas de las villas
1791
y pueblos. En el rico archivo catedralicio se conserva un gran número de composi-
Real Academia de la Historia.
Madrid
ciones —misas, motetes, cantatas...— que expresan tanto la evolución del barroco
al neoclasicismo como la madurez técnica de sus autores y el desarrollo de la expre-
El diccionario tenía por objeto sión musical en el siglo.
«la descripción general y Por último, debemos referirnos al espacio ocupado por las manifestaciones cul-
particular del Principado y de turales que proceden de las organizaciones gremiales y de las cofradías, en ocasio-
todos los términos y lugares
nes vinculadas a la tradición dramática de la liturgia medieval, y en otras a iniciati-
comprendidos en sus divisiones
natural o física, civil y vas de carácter marcadamente civil. Existen testimonios escritos de gran expresivi-
eclesiástica». Jovellanos detalla dad sobre espectáculos parateatrales a lo largo del siglo XVIII que certifican el vigor
prolijamente el método a seguir alcanzado por estas manifestaciones de arte popular, que se enriquece con elemen-
por los colectores del
Principado en la relación de
tos variados —música coral e instrumentística, escenografía alegórica, máscaras,
cada cédula, o entrada, cuyo desfiles, pantomimas, simulacros bélicos, fuegos artificiales— y cuyo interés funda-
estilo y contenidos habían de mental reside en su carácter de espectáculo con un alto grado de participación
homogeneizar los académicos popular. Las representaciones remiten con frecuencia a una finalidad celebrativa y,
residentes en Madrid.
de acuerdo con las instituciones que las promueven, pueden ser de dos clases:
didáctico-religiosas —con la puesta en escena de pasajes bíblicos o pequeñas obras
dramáticas de asunto hagiográfico y moralizador— y profanas —alusivas a la efe-
mérides que se celebra o a situaciones políticas o sociales del contexto concreto—.
Con el paso del tiempo, el teatro escolar de naturaleza didáctico-religiosa irá siendo
sustituido por un tipo de representaciones en las que el elemento religioso no es tan

226
Gaspar Melchor de Jovellanos
Cédulas para el Diccionario:
apostal, banzado, chousa
Hacia 1800-1801
Biblioteca Pública Jovellanos.
Gijón

Documentos de etimología
lingüística reunidos por
Jovellanos para formar un
Diccionario de la lengua
asturiana, finalmente
inconcluso.

explícito; dramatizaciones que tienen como objeto la celebración de acontecimien-


tos de carácter civil —exequias regias, tratados de paz, nombramientos políticos,
nacimiento de príncipes, matrimonios de la realeza—, promovidas y llevadas a

227
[1] [2]

cabo por instituciones civiles —Universidad, Sociedad Económica, corporacio-


nes locales...— y con la colaboración y participación de entidades de carácter civil
—gremios, artes liberales, cofradías o escuelas públicas—. Ilustran este fenómeno
las fiestas que tienen lugar en Oviedo en los primeros días de 1784, con motivo
del armisticio hispano-británico firmado el año anterior, en las que tiene lugar
una representación, realizada por «cuatro niños de escribir de las escuelas públi-
cas», según relata la Descripción breve... (Oviedo, Francisco Pedregal, 1784). Se
trata de una pieza alegórica en la que los niños interpretan La Lealtad, La
Concordia, El Sosiego y La Esperanza a través de un sencillo texto que exalta las
ideas ilustradas de laboriosidad, virtud, paz y fraternidad humanas, el progreso
técnico, el orden justo: valores que se personifican en la figura de Carlos III. A
continuación, actúan los gremios, representando, entre otras piezas, las obras cal-
deronianas La vida es sueño o Las armas de la hermosura; acaban las fiestas con el
simulacro de la batalla entre las tropas españolas e inglesas, que llegan a alcanzar
tal grado de verismo que conmovió profundamente al público; como brillante
colofón, el arquitecto Manuel Reguera «dio un abundante y exquisito refresco en
su casa», demostrándose que «puede haber amistad muy fina entre los individuos
de un mismo oficio».

228
De la detallada y morosa relación de fiestas, de marcado carácter popular, pode- [1]
mos extraer una conclusión de interés. Estas fiestas reflejan los cambios de orienta- Alonso Bernardo Rivero Larrea
ción cultural que se han ido produciendo a lo largo del siglo, derivados de los cáno- Historia fabulosa del
distinguido caballero Don
nes estéticos de la Ilustración. En las décadas finales del siglo XVIII, la Iglesia ha Pelayo Infanzón de la Vega,
cedido protagonismo e influencia en el ocio organizado de la sociedad civil. Las Quixote de la Cantabria, I
fiestas no son ya tan solo de naturaleza religiosa —Corpus, Navidad y otras—, sino 1792-1793, Madrid: Imprenta
de signo político-cívico y están animadas por grupos e instituciones también civi- de la Viuda de Ibarra
les. La Iglesia pasa a ser un grupo participante más, a diferencia de lo que ocurría Biblioteca de la Universidad de
Oviedo
en los siglos XVI y XVII y hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVIII. El
teatro escolar didáctico-religioso, inscrito en la pastoral católica del barroco, ha sido
La novela del eclesiástico de
sustituido por otro tipo de representaciones —loas, sainetes, entremeses, zarzue-
Villaviciosa tiene la
las— de alumnos de las escuelas públicas; las cofradías religiosas han perdido su particularidad de utilizar la
papel hegemónico a favor de los gremios preburgueses, y las procesiones o demos- lengua asturiana combinada
traciones litúrgicas se han transformado en exhibiciones escénicas más profanas y con la castellana. Jovellanos la
censuró negativamente.
coloristas.
Otra variante de esta cultura popular se encarna en las actividades misceláneas
que tienen su espacio en la Casa de Comedias del Fontán, que abre sus puertas [2]
hacia 1670. Frente a la mirada vigilante de las autoridades eclesiásticas, la vida tea- Alonso Carrió de La Vandera
tral y los espectáculos de variedades que allí tenían lugar, mantuvieron la atención El Lazarillo de ciegos
de un público variopinto —estudiantes de la Universidad ovetense, artesanos, caminantes desde Buenos-
Ayres, hasta Lima; con sus
comerciantes, criados, menestrales—. Por ella pasaron compañías de cómicos, itinerarios según la más puntual
volatineros, bailarines, cantantes, músicos nacionales y extranjeros, espectáculos de observación, con algunas
circo con animales, magos, enanos y toda suerte de artistas de la farándula. Las noti- noticias útiles a los nuevos
comerciantes que tratan en
cias recogidas por Ciriaco Miguel Vigil en su Colección Histórico-Diplomática del
mulas y otras historias, sacado
Ayuntamiento de Oviedo (1884), que siguen siendo la principal fuente documental de las memorias que…
para conocer la vida artística del Fontán, tienen un valor indicativo de la situación 1773, Gijón [i. e. Lima]:
del teatro en Oviedo y resultan más o menos coincidentes con las palabras de Imprenta de la Rovada
Jovellanos a Ponz en carta de 1782: Biblioteca Nacional de España

[...] no le voy a hablar de teatros o espectáculos magníficos, pues por la Ameno libro de viajes en que el
misericordia de Dios no se conocen en este país. Las comedias, los toros y inspector de correos gijonés
describe el trayecto entre
otras diversiones tumultuosas y caras, que tanto divierten y tanto corrom- Montevideo y Lima,
pen a otros pueblos reputados por felices, son desconocidas aun en las proporcionando un importante
mayores poblaciones de esta provincia. testimonio de la vida americana
colonial.

Aunque sabemos que hubo también actividades similares en otras localidades


asturianas, como Gijón o Avilés, no cabe duda de que Asturias estuvo lejos de alcan-
zar el dinamismo teatral de otras zonas de la geografía nacional. Ignoramos —por-
que en las actas municipales rara vez se consignan— los títulos de las obras repre-

229
Antonio Ponz
Autorretrato
1701-1800
Museo de la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando.
Madrid

Para el Viaje de España de


Antonio Ponz (1725-1792),
comenzó Jovellanos a redactar
sus Cartas del viaje de Asturias,
o Cartas a Ponz.

sentadas o los autores puestos en escena, pero no es difícil deducir que se trataría
de las más populares comedias barrocas, como las mencionadas de Calderón. En el
caso de Gijón, se puede seguir, en parte, su actividad teatral a través de las actas de
acuerdos municipales desde 1756 en adelante. Las noticias remiten en general a
compañías de cómicos de escasa cualificación y no especificado repertorio.
Como alternativa a este teatro popular, que sin duda rechazaba, Jovellanos pro-
mueve diversas iniciativas teatrales, como la representación del Pelayo por un grupo

230
de aficionados en 1782, que documenta Ceán Bermúdez, o la de la loa El Agradeci-
miento que formó parte de la fiesta para celebrar la colocación de un retrato de Car-
los IV en el Instituto (Diario, 12-XI-1795).
Una consideración final. Esta rápida relación de nombres, hechos o institucio-
nes nos sitúa en una perspectiva ideal para contrastar las luces y las sombras que
proyectaron los años ilustrados en Asturias. Ni yermo ni vergel, podríamos decir
desde una actitud crítica. Con todo, la escena había quedado preparada para iniciar
un siglo XIX que, lamentablemente, no supo recoger todo lo iluminado por las luces.

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de Estudios del Siglo XVIII, 1996, págs. 205-256.

231
[1]

232
[1]
Gaspar Melchor de Jovellanos
Carta al Marqués de
Camposagrado, sobre el blasón
del Principado
Gijón, 1794
Junta General del Principado de
Asturias, por comodato de D.
Juan Antonio Pérez Simón

Disertación en forma epistolar


en que Jovellanos establece
cuál ha de ser el escudo del
Principado de Asturias: la cruz
de la Victoria.

[2]
Gaspar Melchor de Jovellanos
Tercera carta de Jovellanos a
don Antonio Ponz (Camino de
León a Asturias)
Fundación Alvargonzález. Gijón

La finalidad de estas Cartas del


viaje de Asturias o Cartas a
Ponz es dar a conocer Asturias
en España, porque «los
españoles nacidos de la otra
banda tienen de ella poco más
o menos la misma idea que de
la Laponia o Siberia».

[2]

233
[1] [2]
José Caveda y Nava (ed.) Eugenio Antonio del Riego Núñez
Colección de poesías en dialecto Los pastores de Narcea en Asturias:
asturiano: comprende las más selectas églogas que en elogio de una justa
de Don Antonio González Reguera, Don medianía en la vida del campo y
Francisco Bernaldo de Quirós y retirada, en varios metros… escribía don
Benavides, Don Antonio Balvidares..., Eugenio del Riego Núñez; égloga
con otras varias de autores primera, Fabio y Fileno.
desconocidos 1784, Madrid: Imprenta de Don Antonio
1839, Oviedo. Imprenta de D. Benito de Sancha
González y Compañía Biblioteca Nacional de España
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Poema pastoril, ambientado en las
Primera colección de poesía en lengua márgenes del río Narcea, del notable
asturiana. De la Generación de medio fabulista asturiano y miembro fundador
siglo se recogen poemas de Antonio de la Económica Asturiana.
Balvidares, Josefa Jovellanos y Bruno
Fernández Cepeda, entre otros.

234
[3] [4] [5]
Ignacio Merás Queipo de Llano Gaspar Melchor de Jovellanos Gaspar Melchor de Jovellanos
Obras Poéticas Colección de Asturias, D. Gaspar Munuza: tragedia en cinco actos
1797, Madrid: Benito Cano Melchor de Jovellanos 1793-1794. Barcelona: en la Oficina de
Instituto Feijoo de Estudios del 1947, Madrid: Gráficas Reunidas Juan Francisco Piferrer, s.a.
Siglo XVIII. Oviedo Biblioteca de la Universidad de Oviedo Biblioteca Nacional de España

Colección de las obras poéticas y En sus visitas a archivos es una En el contexto del auge de la tragedia
dramáticas del noble tinetense y constante el acopio de materiales que histórica de tema nacional, Jovellanos
amigo de Jovellanos. pudieran ayudar a formar una historia compuso este Pelayo o La muerte de
de España y de Asturias. La edición fue Munuza, centrada en los orígenes del
preparada por Manuel Ballesteros reino de Asturias.
Gaibrois y patrocinada por el Marqués
de Aledo.

235
El largo camino hacia las ciencias útiles
Jorge Ordaz Gargallo. Universidad de Oviedo

A lo largo del siglo XVIII, los esfuerzos de la Ilustración en España estuvieron [pág. 236]
orientados a romper con las ataduras sociales, ideológicas, culturales y económicas Gaspar Melchor de Jovellanos
pretéritas, a fin de superar los denominados «males endémicos de nuestro país» y Discurso pronunciado en la
tratar así de incorporarlo al ritmo modernizador de la mayoría de naciones euro- Sociedad de Amigos del País
de Asturias sobre la necesidad
peas. Para este fin, era fundamental potenciar la ciencia, ya que sin ésta era imposi- de cultivar en el Principado el
ble el conocimiento y explotación de los recursos naturales, la invención de estudio de las ciencias naturales
instrumentos, la generalización y mejora de las máquinas y el desarrollo de nuevos 6 de mayo de 1782
descubrimientos. De este modo, la ciencia es vista como la principal vía de acceso Archivo Histórico Diocesano de
a mayores cotas de progreso y bienestar, extendiéndose la enseñanza de las diferen- Oviedo
tes materias científicas a diversos ámbitos de la sociedad, desde el civil al militar.
La promoción de la ciencia en sus diversas ramas o especialidades alcanzó su Para Jovellanos, junto a la
libertad y los auxilios, las luces
cenit bajo el reinado de Carlos III (1759-1788) y se sostuvo, con altibajos, hasta el constituían un prerrequisito
reinado de Carlos IV (1788-1808). En esta época, se sientan las bases del desarro- indispensable para el
llo de la ciencia a partir de la incorporación de las enseñanzas científicas en uni- crecimiento económico.
versidades y academias militares, y la creación de nuevos centros e instituciones, En este discurso proponía becar
a estudiantes para que se
tales como academias de ciencias, gabinetes de historia natural, laboratorios de formasen como técnicos en los
física y química, jardines botánicos y observatorios astronómicos y meteorológi- mejores centros científicos
cos. Hay que señalar también la participación activa de las sociedades económi- europeos.
cas en la enseñanza, aplicación y difusión de la ciencia.
En Asturias, dado el aislamiento a que se veía sometida la región en razón de
sus limitaciones de comunicación, la actividad científica se hallaba reducida al
mínimo. En la mortecina universidad de Oviedo del siglo XVIII, no se impartían
asignaturas científicas y se carecía de infraestructuras adecuadas para su docen-
cia y práctica. En este sentido, la labor divulgadora del P. Benito Jerónimo Feijoo,
a través de su Teatro crítico universal y de las Cartas eruditas y curiosas, constituye
una notable excepción dentro del panorama de general atonía. Esta situación, sin
embargo, conocerá un giro positivo en la segunda mitad del siglo, con la apari-
ción de una serie de personalidades que, desde diferentes instancias, darían un
significativo impulso al fomento de la ciencia en Asturias.

Gaspar Casal
A mediados de la centuria, ante el interés por la extracción o abastecimiento de
materias primas minerales, comienza en el Principado un apreciable interés por

237
[pág. 239] la geología, cuyo estudio se hallaba entonces englobado dentro de lo que se deno-
Vicente Arbiol y Rodríguez minaba «Historia Natural». El trabajo pionero del médico Gaspar Casal y Julián
Joaquín José Queipo de Llano (1680-1759), compendiado en su Historia natural y médica del Principado de
y Valdés (1727-1805), Asturias —editada póstumamente en Madrid, en 1762—, marca un hito en el
V Conde de Toreno y alférez
mayor perpetuo del Principado conocimiento de los productos naturales de la región. Gerundense de naci-
de Asturias miento, Casal se había trasladado en 1717 a Asturias, donde fue nombrado
1848 médico del municipio ovetense y facultativo del cabildo catedralicio. Además de
Real Instituto de Estudios sus notables contribuciones médicas, Casal enumera en esta obra piedras, mine-
Asturianos. Oviedo rales, metales, plantas y animales, junto a reflexiones acerca de la climatología y el
«temperamento» propio del país. Estudia las aguas minerales de diversos manan-
El V Conde de Toreno, junto a tiales, experimentando con las de Priorio y de la Fuente Santa (Nava); y dedica
otros socios de la Sociedad
especial atención al descubrimiento del «sucino» o ámbar en Valdesoto y Piloña,
Económica de Amigos del País
de Oviedo, fue pionero e al «visco corylino» (arfueyo o muérdago) y al hallazgo de la «culebra blanca». En
impulsor del estudio de la cuanto a minerales, cita, sin entrar en detalles, la existencia del antimonio en Can-
mineralogía asturiana. gas, el azabache en Villaviciosa, el almagre en Covadonga y el carbón de piedra
«en muchos parajes»; así como la piedra imán y «muchos minerales de hierro,
plomo y cobre y aún de otros géneros estimables».
De 1772 es un estudio, a modo de complemento de la obra de Casal, de Fray
Íñigo de Buenaga, monje del monasterio benedictino de Corias, sobre la mina de
amianto —la piedra «queimona», de la que hablara el P. Sarmiento— en Figue-
ras (concejo de Allande) y de otras de jaspe, mármol, pirita, marcasita y carbón
de piedra —éstas en Rengos y Caboalles—. También cita este autor algunas «pie-
dras figuradas» —fósiles—. Habría que mencionar también el informe de 1784
sobre las canteras de mármol de la región, debido al italiano Juan Bautista Gale-
otti, que había venido a Asturias en busca de materiales pétreos para la decora-
ción del Palacio Real. Otro aficionado a la geología, Bernabé Canga Argüelles,
seguidor de Christiano Herrgen, publicó en los Anales de Historia Natural (1802)
un artículo sobre la «blenda carbonosa» del Puerto de Pajares.
Sin embargo, la mayor aportación de carácter geológico de estos años se debe
a un extranjero, el naturalista y clérigo inglés Joseph Townsend. El reverendo
Townsend recorrió Asturias en 1786 y sus observaciones, incluidas en A journey
through Spain in the years 1786 and 1787 (Londres, 1791), abarcan descripciones
litológicas y mineralógicas, yacimientos fosilíferos y singularidades geomorfoló-
gicas, estructurales y estratigráficas de los terrenos asturianos.

El conde de Toreno
Seis años antes del viaje de Townsend, y gracias al apoyo de Pedro Rodríguez Pérez,
conde de Campomanes, la diputación del Principado había constituido la Real
Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias, con sede en Oviedo, aunque

238
sus estatutos no se aprobaron, por real cédula, hasta el año siguiente. Entre sus prin-
cipales objetivos, figuraba el estudio y divulgación de las «ciencias útiles», en apoyo
al incipiente desarrollo industrial asturiano. Promotor y socio de mérito de esta
sociedad económica fue Joaquín José Queipo de Llano y Valdés, V conde de Toreno
(1727-1805), personaje relevante de la Ilustración asturiana y uno de los iniciadores
de los estudios de ciencias naturales en Asturias. El noble asturiano mantuvo rela-
ciones epistolares con especialistas de la época y escribió Discursos pronunciados en
la Real Sociedad de Oviedo en los años de 1781 y 1783 (Madrid, 1785), en los que cen-
tra su inclinación científica en los recursos de la zona occidental asturiana. En su pri-
mer discurso, titulado «Descripción de varios minerales, mármoles y otras
producciones descubiertas en el Principado de Asturias, y sus inmediaciones desde
el año de 1777 hasta el presente, con expresión de los parajes a donde se hallan, sus
circunstancias, y calidades», hace referencia a un buen número de yacimientos de
rocas y minerales de diferentes clases: amianto, cuarzo, mármol, marga, caolín, hie-
rro, plomo, magnesia, antimonio, cobre, oro..., facilitando no sólo su localización
geográfica precisa, sino indicando si estuvieron explotados o no en la antigüedad y
si merecen serlo en el futuro. El discurso concluye alentando a sus consocios a la
búsqueda y explotación de estos recursos y proponiendo los siguientes objetivos
concretos: la explotación de las canteras de mármol de la zona occidental asturiana,
la instalación en Cangas de Tineo (actual Cangas del Narcea) de un taller de fabri-
cación de objetos de dicha piedra ornamental y la creación de un gabinete de histo-
ria natural al amparo de la Sociedad Económica. Muchas de las informaciones del
conde de Toreno fueron aprovechadas por investigadores posteriores y sirvieron de
base para la prospección de metales hasta bien entrado el siglo XIX. Es desde esta
visión precursora que el conde de Toreno puede ser considerado el primer investi-
gador de criaderos minerales de la región.
En cuanto al segundo discurso, de menor contenido científico, se limita
Toreno a ensalzar las posibilidades mineras del Principado. En un momento dado
se pregunta:

¿Los minerales de Asturias y sus inmediaciones, que tengo demostrado en


este sitio, con sus correspondientes ensayos, pueden ser más preciosos?
¿No tenemos el rico oro, sacado de las tierras fluviales? ¿Buenos cobres,
especiales alcoholes, calamina, cobalto, vitriolo, arsénico, alumbre de
pluma, y cristales de roca?

A continuación, pasa a enumerar una serie de proyectos que se deberían lle-


var a cabo para la correcta explotación de sus riquezas: fábrica de lienzos, de loza,
de papel, tenerías, el fomento de la pesca y la agricultura, etc.

240
Francisco Cónsul Jove y Tineo
(1754-1810)
Memoria sobre el conocimiento
de las tierras: verdadero y
económico metodo de
cultivarlas, adaptado al clima y
circunstancias de Galicia y
Asturias; presentada a la Real
Sociedad Económica de Amigos
del País de la Ciudad de
Santiago en Junta pública que
celebró el 4 de noviembre de
1784
1786. Santiago: Imp. Ignacio
Aguayo
Biblioteca de Asturias Ramón
Pérez de Ayala. Oviedo

La renovación de los estdudios


científicos y la promoción de
las «ciencias útiles», será una
de las señas de identidad de la
Ilustración. El ilustrado
asturiano Cónsul Jove
Francisco Cónsul Jove contribuyó decisivamente a la
modernización de los estudios
Precisamente, el uso racional y productivo de los terrenos de cultivo con el fin de
agronómicos.
mejorar la producción agrícola fue uno de los temas de estudio de otro ilustre
asturiano, el médico, físico y agrónomo Francisco Cónsul Jove y Tineo (1754-
1810). Tras obtener el grado de bachiller en Artes en Oviedo, Cónsul Jove se tras-
ladó a Santiago de Compostela donde estudió Medicina y fue profesor de Física
Experimental. En 1784, presentó a la Sociedad Económica de Amigos del País de
Santiago una Memoria sobre el conocimiento de las tierras, verdadero y económico
medio de cultivarlas, adaptado al clima y circunstancias de Galicia y Asturias, que
sería publicada dos años más tarde. Esta obra constituye el único estudio de cali-
dad dado a conocer en la época sobre las características de los terrenos del nor-
oeste de la península y el modo de mejorar su fertilidad física, para lo cual Cónsul
Jove hace suyo el sistema de cultivo propuesto por el inglés Jethro Tull.
En la introducción de dicha obra, Cónsul Jove afirma que:

La verdadera felicidad de los pueblos depende más o menos de la fertili-


dad de la tierra, y como objeto de tanta importancia para nuestra existen-
cia, y conservación, debemos darle la preferencia entre todos los demás
ramos, como menos esenciales para nuestra vida.

241
Acorde con esta premisa, Cónsul Jove empieza por estudiar la naturaleza de
los suelos cultivables, dividiéndolos en tres grandes grupos según sus propieda-
des físicas: margas, gredas y arcillas. Pasa luego a hablar de la cantidad, sazón y
modo de aplicar a dichos tipos de tierras los estiércoles y otros abonos; el modo
de agotar y utilizar los pantanos; así como la preparación de la tierra y de las semi-
llas. Cónsul Jove era de la opinión de que el suelo no proporcionaba por sí mismo
todos los nutrientes que provenían del mismo y de la atmósfera, y explicaba este
hecho en base a la fisiología vegetal. En 1788, Cónsul Jove publicó un Ensayo sobre
la hidráulica rústica, en el que se enseña a descubrir, conocer, mejorar, conducir y
elevar las aguas a los terrenos más altos por medio de artificios movidos por el
viento, el agua o los molinos. Imbuido de gran optimismo proclama: «Los cono-
cimientos de la buena física contribuyen infinitamente a la ilustración y felicidad
de los hombres».

Benito Pérez de Valdés


El candasín Benito Pérez Valdés y Cruz (1759-1842), «el Botánico», fue boticario
en Oviedo y cultivó, como su sobrenombre indica, el estudio de la flora. Se formó
en Madrid con los naturalistas Casimiro Gómez Ortega y Antonio José Cavanilles,
colaboró con este último en la catalogación del Jardín Botánico de Madrid y
obtuvo un nombramiento honorífico como profesor de física y botánica.
Durante estos años, publicó en el Memorial Literario varios artículos de tema
científico, entre ellos: «Epítome histórico de la literatura botánica española»,
escrito como réplica a «la preocupación y ligereza con que algunos extranjeros
conciben nuestra instrucción botánica» (diciembre de 1788); «Noticias botánicas
de la calaguala» (marzo, 1789); y «Explicación de la voz batatas para incluir en un
diccionario de la lengua» (noviembre de 1790). A su vuelta a Oviedo se dedicó a
herborizar y a analizar la flora asturiana.

Gaspar Melchor de Jovellanos


Sin duda, esta perseverante fe en los beneficios de la ciencia era compartida por
el más ilustre de los ilustrados asturianos, Gaspar Melchor de Jovellanos. La afi-
ción del prócer gijonés por las ciencias, en especial las aplicadas o útiles, es una
constante expresada a lo largo de su vida en sus escritos, informes y diarios. Para
Jovellanos, el conocimiento de la naturaleza a través de la razón es la base para la
mejora del aprovechamiento de los recursos naturales y, por tanto, puede contri-
buir a la prosperidad económica general o felicidad pública. En 1782, leyó, en la
Sociedad Económica de Oviedo, un discurso sobre la necesidad de cultivar en el
Principado el estudio de las ciencias naturales, expresando el deseo de que esta
entidad enviase estudiantes al Real Seminario de Vergara, a continuación que via-

242
jaran por Europa y, de regreso a Asturias, generalizasen los conocimientos rela-
cionados con la mineralogía y la industria. Al margen de su afición por la botá-
nica —durante su estancia en Mallorca escribió un Tratado sobre botánica
mallorquina o Flora medicinal de Valldemosa (1801)—, otra de sus preocupacio-
nes fue el aprovechamiento del carbón de piedra.
Conocida su existencia en Asturias desde el siglo XVI, no es hasta la segunda
mitad del XVIII cuando el carbón mineral despierta un acusado interés. Al
amparo de la Ley de Minas de 1780, se elaboran diversos informes sobre yaci-
mientos carboníferos de la región entre los que destaca el realizado por Antonio
Carreño y Cañedo, alférez mayor perpetuo de la ciudad de Oviedo, titulado
Informe sobre las minas de carbón de piedra, y otras especies (1787). Pero es Jove-
llanos quien con mayor énfasis apuesta por la explotación de dicho combustible
fósil en el Informe sobre el beneficio del carbón de piedra y utilidad de su comercio
(1789). Al parecer, con el fin de conocer la composición de los diferentes tipos de Gaspar Casal y Julián
hulla de la región y su calidad o riqueza energética, Jovellanos llegó a realizar (1680-1759)
algunos análisis químicos básicos. En dicho informe, propone, asimismo, la cons- Historia natural y médica de el
Principado de Asturias
trucción de un «camino carretil» de la cuenca de Langreo al puerto de Gijón y
1762, Madrid: Oficina de
aboga, una vez más, por la puesta en marcha de una escuela donde se pudiera Manuel Martín
estudiar mineralogía. Lo primero, no llegará a verlo; sí verá lo segundo, aunque Biblioteca de la Universidad de
con retraso y no pocas dificultades. Oviedo

Agustín de Pedrayes La Historia natural y médica del


El interés de Jovellanos por la instrucción científica se pone de nuevo de Principado de Asturias del
médico Gaspar Casal es pionera
manifiesto con la propuesta de creación de una escuela o instituto cuya fina-
en el estudio de la geología
lidad fuera, entre otras, dotar al país de diestros pilotos y hábiles mineros, asturiana.
canalizando así la formación técnica y científica de dos pilares fundamentales
de la economía asturiana: el mar y la mina. En efecto, la creación de un Real
Instituto de Náutica y Mineralogía fue solicitada formalmente por Jovellanos
al rey Carlos IV en 1789. Tras vencer numerosos obstáculos, en 1792 se aprue-
ban varias de las medidas propuestas por Jovellanos, si bien las clases no
comenzarían hasta enero de 1794. En principio, la Mineralogía incorporaba
elementos de Química y Física, y también se contemplaba la creación de un
Gabinete mineralógico. Lamentablemente, la cátedra de Mineralogía, varias
veces pedida, nunca fue concedida.
Para la enseñanza de las matemáticas, Jovellanos contó con la colaboración
del también asturiano Agustín de Pedrayes y Foyo (1744-1815), uno de los más
eminentes matemáticos españoles de la época, experto en matemáticas sublimes
o análisis infinitesimal. Natural de Lastres, Pedrayes estudió en Santiago de Com-
postela y fue profesor de matemáticas en la Real Casa de Caballeros Pajes de S.M.

243
[1] [2]

y en el Seminario de Nobles de Madrid. Es autor de un Nuevo y universal método


de cuadraturas determinadas (1777) y de Solución del problema propuesto el año
1797 (1805), en el que expone el método a seguir para la solución a un problema
planteado por el propio Pedrayes, consistente en la integración de una compli-
cada ecuación diferencial de 16 términos.
Amigo de Jovellanos, desde el principio participó activamente en la planifica-
ción de la enseñanza de las matemáticas en el establecimiento gijonés. De dicha
asignatura se encargaron el piloto de la Armada Diego Cayón durante los dos pri-
meros años y, a continuación, hasta 1804, Cayetano Fernández Villamil. Tanto
Pedrayes como Jovellanos vieron la necesidad de formar a alumnos del centro
como futuros profesores del mismo en el ámbito de las ciencias. Siguiendo esta
directriz, el alumno Timoteo Álvarez Veriña fue pensionado para estudiar en
París la mineralogía teórica y práctica, mientras que José Alvargonzález Zarra-
cina, auxiliar de matemáticas, se trasladó a Segovia para ampliar estudios de quí-
mica en el Real Colegio de Artillería, bajo el magisterio de Louis Proust. El
primero permaneció en París hasta 1803 y el segundo regresó a Gijón en 1799,
pasando a formar parte del claustro de profesores del Instituto como profesor de
Física y Química hasta 1804.

244
Pedrayes regresó a Madrid en 1798, siendo nombrado, junto con el marino y [1]
matemático Gabriel Císcar, representante de España en las reuniones internacio- Agustín de Pedrayes y Foyo
(1744-1815)
nales celebradas en París para fijar los patrones del nuevo sistema métrico deci-
Solución del problema
mal de pesas y medidas. Lamentablemente, el Instituto, tal y como lo concibió
propuesto el año de 1797
Jovellanos, tuvo una vida efímera —en 1803 se decretó su transformación en sim-
1805, Madrid: Imprenta de la
ple escuela de Naútica—, frustrándose así una gran oportunidad de contribuir de Administración del Real Arbitrio
forma significativa al avance científico de la región. de Beneficencia
Biblioteca de Asturias Ramón
bibliografía Pérez de Ayala. Oviedo

ADARO RUÍZ-FALCÓ, Luis, Bibliografía minera y geológica asturiana, con algunas noticias históricas [2]
sobre el desarrollo industrial de la provincia, Luarca, Bibliófilos Asturianos, IV, 1973. Retrato de Agustín de Pedrayes
CASO GONZÁLEZ, José Miguel, «El Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía», Asturias y la Real Instituto de Estudios
Ilustración, ed. de J. M. Caso González, Oviedo, Servicio de Publicaciones del Principado de
Asturianos
Asturias, 1996.
FERNÁNDEZ PÉREZ, Joaquín y GONZÁLEZ TASCÓN, Ignacio (eds.), Ciencia, técnica y Estado en la
España ilustrada, Zaragoza, Ministerio de Educación y Ciencia/Sociedad Española de Historia de Pedrayes fue uno de los más
la Ciencia y de la Técnica, 1990. eminentes matemáticos
GARCÍA GUERRA, Delfín y ÁLVAREZ ANTUÑA, Víctor, Lepra Asturiensis: la contribución asturiana en la españoles de la época, experto
historia de la pelagra (siglos XVII y XIX), Oviedo, Universidad de Oviedo/CSIC (Estudios sobre la en matemáticas sublimes o
Ciencia, 19), 1993. análisis infinitesimal. También
es autor de un Nuevo y
GUTIÉRREZ CLAVEROL, Manuel y ORDAZ GARGALLO, Jorge, «Anotaciones geológicas de Joseph
universal método de
Townsend en su viaje por Asturias en 1786», Trabajos de Geología, 29 (2009), Trabajos de
Geología, 30 (2010), págs. 395-411 (en prensa). cuadraturas determinadas
(1777). Amigo de Jovellanos,
MARCOS VALLAURE, Emilio, «El V Conde de Toreno», Discursos del conde de Toreno, Oviedo, participó activamente en su
Biblioteca Popular Asturiana, 1978.
tertulia y en la planificación de
PÉREZ DE CASTRO, José Luis, «La obra científica de Benito Pérez Valdés», Archivum, XII (1962), la enseñanza de las
págs. 306-330. matemáticas en el Real
PESET REIG, José Luis (dir.), Historia de la ciencia y de la técnica en la Corona de Castilla. Tomo IV. Instituto Asturiano.
Siglo XVIII, Salamanca, Junta de Castilla y León, 2002.
RAMOS GOROSTIZA, José Luis, «Jovellanos y la naturaleza: economía, ciencia y sentimiento»,
Cuadernos de Estudios del Siglo XVIII, 18 (2008), págs. 119-145.
RUBIO VIDAL, Javier, Un matemático asturiano casi olvidado: Agustín de Pedrayes, Oviedo, Instituto
de Estudios Asturianos, 1951.
SAAVEDRA, Pegerto, Biblioteca de Clásicos Agrarios Galegos, Agricultura e Ilustración, Santiago,
Xunta de Galicia, 1999.

245
José Joaquín Queipo de Llano
Discursos pronunciados en la Real Sociedad de Oviedo en los años de 1781 y 1783
por su promotor y socio de mérito…
1785, Madrid: Joachin Ibarra
Biblioteca de la Universidad de Oviedo

Campomanes, desde el Consejo de Castilla, animaba a las Sociedades de Amigos del País al estudio
de los minerales susceptibles de aprovechamiento industrial. El ilustrado conde Toreno publicará en
1785 su Descripción de varios mármoles, minerales y otras diversas producciones de Asturias y sus
inmediaciones.

Selección de minerales de Asturias citados por Jovellanos o por sus contemporáneos


Museo de Geología. Universidad de Oviedo
[1] Nódulo de ámbar. Localidad: El Caleyo, Oviedo
[2] Estibnita (sulfuro de antimonio). Localidad: Ronzón, Lena
[3] Amianto (piedra queimona). Localidad: Allande
[4] Magnetita (piedra imán). Localidad: Minas de Porcía. Tapia de Casariego
[5] Carbón. Localidad: Lena
[6] Azabache. Localidad: Oles, Villaviciosa

246
[1] [2]

[3] [4]

[5] [6]

247
De la Universidad
al Real Instituto de Náutica y Mineralogía
Dolores Mateos Dorado. Universidad de Oviedo

Una de las utopías más fecundas de la Ilustración fue su empeño por perfeccionar la
naturaleza humana por medio de la educación a partir del uso de la razón crítica. Las
Luces llevarían a los hombres al progreso y a la felicidad pública mediante una ense-
ñanza racional y utilitaria que debería alcanzar a todos los sectores sociales.
Aquel proyecto ilustrado configura un aspecto esencial del pensamiento de
Jovellanos. En su Memoria sobre educación pública, escribía:

Son muchos los que no miran la instrucción como perteneciente a la educa-


ción; que llaman bien educado, no al joven que ha adquirido conocimientos
útiles, sino al que se ha instruido en las fórmulas del trato social...; pero la
educación tiene un sentido más ambicioso, no es otra cosa que ilustrar la
razón con los conocimientos que pueden perfeccionar su ser...

Estos ideales estaban aún muy lejos de la formación y los métodos al uso de la
enseñanza de los jóvenes cuando Jovellanos hizo sus estudios. Podemos afirmar que
su aprendizaje no se hizo en las aulas oficiales, sino después: en las tertulias, en el con-
tacto con sus amigos, en sus relaciones con protectores y hombres ilustres de su época,
en sus lecturas para desempeñar mejor sus tareas como magistrado, en su prolífica
correspondencia, en su profunda curiosidad intelectual, fue donde se forjó su menta- [pág. 248]
lidad ilustrada. Plan de estudios de la
Los comienzos no fueron demasiado prometedores. Inició los estudios en su Gijón Universidad de Oviedo
natal, donde aprendió las primeras letras y rudimentos de latinidad para después pasar 1777, Oviedo: Imprenta
de Francisco Díaz Pedregal
a Oviedo a estudiar Filosofía en el colegio del convento de San Francisco, siguiendo «el
Biblioteca de la Universidad
oscuro e intricado método de la escuela escotista», según Ceán Bermúdez. Jovellanos de Oviedo
abominará de aquella etapa cuando la recuerde en su Introducción a un discurso sobre
el estudio de la Economía civil: «En mi niñez y primera juventud hube de seguir los La Universidad de Oviedo,
métodos establecidos en las escuelas públicas, y forzosamente los que conocen estos con las del resto de España,
métodos, saben que habré malogrado en ellos mucho tiempo». participaría en una reforma de
los planes de estudios que
Esta preparación básica será la que le acompañe a Ávila para proseguir sus estu-
pretendía modernizar tanto los
dios. Allí fue, por la influencia de un pariente, a formar parte de la familia del obispo métodos como los contenidos
asturiano Romualdo Velarde Cienfuego que le concedió el préstamo canónico de docentes.

249
Navalperal y el beneficio simple de Horcajada, por lo que su formación iba necesaria-
mente encaminada a la carrera eclesiástica. Allí, en el palacio episcopal junto a otros
adolescentes, estudió Derecho Canónico, completando los cursos de bachiller en la
Universidad de Burgo de Osma, muy poco apreciada en su época. Si la primera ense-
ñanza había resultado insatisfactoria, esta breve experiencia le dejó un triste recuerdo
sobre la corrupción de las aulas, y cuando en su Sátira sobre los curiales, ridiculiza a los
abogados, cita a Osma como un mercado de títulos.
Aunque parece que allí no había un ambiente propicio para adelantar el intelecto,
obtuvo su título de Bachiller que después convalidó en Ávila, para pasar a estudiar en
el Colegio Mayor de San Ildefonso, de la Universidad de Alcalá de Henares, merced a
una beca obtenida con el apoyo del obispo abulense. Tampoco estos estudios los con-
sideró positivos posteriormente, pues según sus palabras había entrado en la jurispru-
dencia «sin más bagaje que una lógica bárbara y confusa».
Sin embargo, su experiencia como colegial fue muy valiosa. Conviene recordar
Gaspar Melchor de Jovellanos que todavía en aquellos momentos ser colegial de uno de los «Mayores» suponía una
Copia de la carta a Antonio posición muy privilegiada dentro del entramado político y social de la época en rela-
Carreño y Cañedo, del 27 de ción con los llamados «manteistas», pues aún, cuando estudió Jovellanos, eran la can-
diciembre de 1792, unida a la
carta que Jovellanos envía a tera de donde salían los cargos importantes de la Administración y la Magistratura.
Antonio Valdés y Bazán el 19 Además, allí inició otro aprendizaje más fructífero: conoció a Cadalso, cosmopolita,
de enero de 1793 ilustrado y ya un escritor reconocido con el que mantuvo una gran amistad que, según
1792-1793 su confesión, le influyó cuando escribió sus primeros poemas; le puso en contacto con
Ministerio de Defensa. Archivo el teatro y la música; le habló de un mundo desconocido para él fuera de las tristes
General de la Marina Álvaro de
fronteras de España... También en Alcalá coincidió con Juan Arias de Saavedra y Juan
Bazán. Viso del Marqués
(Ciudad Real) Agustín Ceán Bermúdez, gijonés, al que empezó a tratar como subordinado y acabó
siendo imprescindible amigo.
Junto a la «carretera de En estos años hizo algún viaje a la Corte que, añadido al ambiente mundano y
Castilla», la «carretera jovial de la Complutense, debió de darle que pensar, pues cuando ya licenciado fue a
carbonera», el Musel y la Madrid para presentar su candidatura a una canonjía doctoral, que le fue concedida,
minería del carbón, el Real
Instituto Asturiano de Náutica y
tomó la decisión de cambiar la sotana por la toga para dedicare a la jurisprudencia.
Mineralogía constituirá uno de En Madrid había entablado relación con su pariente el duque de Losada y con el
los pilares que Jovellanos asturiano Campomanes, a cuya tertulia asistía, y donde empezó a tratar a hombres de
estimaba indispensables para
más conocimientos que él, pero sobre todo con diferentes inquietudes. Ambos fueron
asegurar la industrialización
asturiana. sus valedores a la hora de obtener su primer empleo público como Alcalde del crimen
en la Real Audiencia de Sevilla en 1767.
Estuvo en Sevilla hasta 1778 —cuatro años antes había sido ascendido al cargo de
oidor de la misma Audiencia— y en estos años es cuando se va forjando su auténtica
formación intelectual y profesional. En Sevilla residía Pablo Olavide, quien reunía en su
casa una tertulia ilustrada a la que muy pronto se incorporaría Jovellanos junto con
otros, como Antonio y Martín de Ulloa o Cándido M. Trigueros, y en la que se trataban

250
y discutían muy diversos temas, entre otros sobre Economía Política. Sobre esta mate-
ria el joven gijonés no tenía la más remota noción, pero la absorbería con fervor y, sobre
todo, chocaría con la práctica jurídica a la que le obligaba su cargo, abriendo sus ojos
hacia nuevas perspectivas: llegará a decir que la Economía Política es la ciencia que
enseña a gobernar y esta idea fundamentará sus proyectos para la reforma de los estu-
dios de Derecho. Pero en aquellas tertulias también habrían de tratarse otras cuestiones.
Son años cruciales en los que Carlos III y sus gobernantes emprendieron los más
importantes proyectos de reforma: los años en que Campomanes, Aranda, Florida-
blanca, Roda, Olavide y otros abordaron con empeño la tarea de sacar al país de su
retraso, cuando se emprendieron medidas para modernizarlo y colocarlo a nivel euro-
peo. Son los años en que, entre otras cosas, se enfrentaron a la difícil tarea de cambiar
la Universidad tradicional, lastrada por múltiples inconvenientes que, como veremos,
complicaban el endiablado entramado académico.
La idea de reforma universitaria aleteaba desde hacía mucho tiempo y, a lo largo del
siglo, voces como la del Padre Feijoo y otros muchos habían ido denunciando los males
que aquejaban a la Universidad española. Un lugar común era el predominio eclesiás-
tico en las aulas, sobre todo de las órdenes religiosas que estaban en permanente pugna
por imponer los criterios de su «escuela» y que seguían un sistema escolástico, conside-
rado arcaico y puramente especulativo. Una Universidad volcada en los estudios de
Filosofía, Teología y Leyes, pues eran los que disponían y habilitaban a los hombres para
confesores y magistrados, es decir, para la formación de las elites cercanas al poder. Si
esas materias fallaban en sus métodos, peor era la ausencia de otras de carácter cientí-
fico y práctico, como la Matemática moderna o la nueva Física experimental...
A estos males se añadían otros: la falta de disciplina académica, el absentismo, la
mala o nula preparación de los profesores, las trifulcas y corrupción en el sistema de
cátedras. También el exceso de centros universitarios y las diferencias entre unos y
otros: desigualdades en su consideración política y social; desigualdad en las rentas;
desigualdad en los planes de estudio. En general, la maquinaria académica se conside-
raba desastrosa. Había que repararla, y repararla desde arriba, aunque para evitar sus-
ceptibilidades se decidió no alterar con exceso las estructuras universitarias —entre
otras razones para no chocar frontalmente con la Iglesia— y actuar sobre cada uni-
versidad adecuándose a sus peculiaridades y problemas específicos, pretendiendo a la
vez cierta uniformidad. El reto no era fácil porque antes había que abordar otros pro-
blemas ligados a ello de una forma u otra: la expulsión de la Compañía de Jesús en
1767 y la ofensiva contra los colegios mayores en 1771.
Estas cuestiones decisivas las conocía Jovellanos. Los jesuitas enseñaban en las cáte-
dras «suaristas» y prácticamente tenían copada la enseñanza de la gramática latina; con
la expulsión se suprimieron las cátedras y la gramática pasó a los claustros universita-
rios bajo distintos patronazgos. En Oviedo, el patronato lo llevó el Ayuntamiento de la

251
ciudad. También corrieron distinta suerte los bienes y edificios jesuitas y Jovellanos,
que formaba parte de la Junta de Temporalidades de los jesuitas de Sevilla, defendió el
interés público de una escuela jesuítica frente a las pretensiones de patronos privados.
Por lo demás, desconocemos su pensamiento preciso sobre esta cuestión. Tampoco
conocemos con exactitud su postura ante la reforma de los colegios, aunque, en 1780,
en su oración necrológica del marqués de los Llanos, leída en la Sociedad Económica
Matritense, se puede percibir una cierta simpatía hacia los colegios.
Campomanes, como fiscal del todopoderoso Consejo de Castilla, se erigirá en el
principal promotor de la reforma universitaria, que se inicia a partir de 1767 con la
aprobación de unas instrucciones y la solicitud a cada Universidad de un informe
sobre su situación real: cátedras, rentas, etc. y la elaboración de un plan de estudios
específico, puesto que parecía de todo punto imposible trazar un proyecto uniforme
para todas.
El primer plan en llegar al Consejo fue el de Olavide para la Universidad de
Sevilla. Aprobado en 1769, resultó ser realmente innovador, sobre todo por la intro-
ducción de materias experimentales y la ampliación de los estudios de Derecho con el
Derecho Natural y de Gentes, ausente hasta entonces de los claustros españoles, y que
era una creación del pensamiento jurídico moderno y fundamento de la renovación
ilustrada de los estudios jurídicos en Europa. También proponía la creación de unos
estudios de Matemáticas independientes de las facultades tradicionales. Éste se puede
considerar el más avanzado de cuantos se elaboraron y, aunque sirvió de inspiración
a otros, no lo fue para el de la Universidad de Oviedo, aprobado en 1774, siguiendo el
modelo del de Alcalá de Henares.
[pág. 253] Uno de los más graves problemas que lastraron los buenos propósitos de los
Carta de Jovellanos a Antonio gobernantes fue que no hubo un aumento del patrimonio universitario. El Estudio
Carreño y Cañedo, Gijón
ovetense no era precisamente rico —sobre todo comparado con otros— y las nove-
27 de diciembre de 1792
dades cuestan dinero, por lo que habría que hacer auténticos equilibrios para crear
Ayuntamiento de Oviedo
nuevas cátedras o aumentar las ya dotadas. En Oviedo, había Facultades de Teología,
Leyes y Cánones, más los estudios de Artes, preceptivos para alcanzar el grado de
Jovellanos compartirá con
Carreño y otros ilustrados
bachiller, y una cátedra de Matemáticas y otra de Canto.
asturianos su interés por una Una innovación importante en la Facultad de Derecho fue la regulación de los
renovación económica de cursos, exigiéndose la asistencia y reglamentándose los exámenes y la introducción de
Asturias que pasaba por la práctica en la Universidad «para instruirse y deliberar y práctica judicial para reci-
potenciar la minería del carbón
y establecer el Real Instituto birse en los Consejos, Chancillerías y Audiencias y ejercer la Abogacía» y «aprender en
Asturiano de Náutica y ella [en la Universidad] las materias de uso cotidiano». Los planes ilustrados ensaya-
Mineralogía, piezas clave, junto ron otra vía que, en el futuro, adoptaron los liberales: la unión de las Facultades de
a la «carretera de Castilla»,
Leyes y Cánones —en Oviedo se llegó a una solución mixta, pues estaban unidos los
la «carretera carbonera» y el
Musel, del futuro industrial estudios de bachiller y separados los de licenciatura—. En el Estudio ovetense no se
asturiano. introdujo el Derecho Natural y de Gentes, que sí formaba parte de los planes de

252
Sevilla, Valencia y Granada, donde se explicó hasta el año 1794, cuando se suprimie-
ron esas cátedras por el pánico provocado por las ideas radicales de la Revolución
francesa, ya que se consideraban peligrosas.
Ciertamente, los planes de estudio no fueron tan homogéneos como deseaban los
gobernantes, pues tropezaron con situaciones muy diferentes en cada Universidad:
diferentes tradiciones, distintas actitudes y, sobre todo, no tenían los mismos niveles
de renta. Aun así, la acción del Estado fue patente en la regulación de aspectos gene-
rales de la enseñanza: matrícula, calendario, disminución de los días de fiesta, obliga-
toriedad de los exámenes, adopción de libros de texto para enseñar las materias más
racionalmente, mayor rigor en la obtención de los grados académicos..., es decir, en

253
las disposiciones que afectaron a todas la Universidades por igual. También se logró
un mayor grado de secularización y, en general, encaminarlas hacia la modernidad.
Por otra parte, los gobernantes confiaron excesivamente en la legislación, sin tener en
cuenta la realidad: la oposición de los reaccionarios, la inaplicabilidad de los planes de
estudios por la insuficiencia de rentas para establecer las enseñanzas y la falta de pre-
paración de muchos profesores.
La ansiada reforma, aunque arreglaba muchas cosas, de hecho no modificaba los
estudios ovetenses, en el sentido de que seguían existiendo carencias tan notables
como la falta de cátedras de Humanidades y Ciencias. La primera murió en proyecto
y las de Medicina tuvieron una vida muy breve y poco fructífera.
Que sepamos, en aquellos momentos, Jovellanos no mostró discrepancias sobre la
reforma. La Universidad de Oviedo le quedaba muy lejos, aunque mantuvo correspon-
dencia con algunos profesores ovetenses, como Felipe Ignacio Canga Argüelles, redac-
tor del Plan de estudios. No hay que olvidar que entonces era un joven magistrado ocu-
pado con los múltiples problemas inherentes a su cargo; sus preocupaciones iban fun-
damentalmente dirigidas a la reforma del sistema penal —escribe su drama El delin-
cuente honrado— en temas tan espinosos como la tortura y otros en los que comienza
a aparecer su talante humanitario e ilustrado. Además, se convierte en un voraz lector.
Cuando, en 1778, fue nombrado alcalde de casa y corte en Madrid, redactó un inven-
tario de su importante biblioteca, donde nos muestra su formación de canonista y sus
conocimientos de la jurisprudencia civil, su entusiasmo por el derecho de natural y de
gentes, que aspiraba a desterrar el derecho romano y, también, su iniciación y creciente
interés por la economía, leyendo a autores españoles y extranjeros. Esta pasión lectora
no le abandonará nunca y de ello nos deja abundantes testimonios en su Diario y
correspondencia. A lo largo de su vida, no dejó de tratar, tanto en escritos oficiales como
en su correspondencia, los problemas de la educación en general; pero no fue hasta los
últimos años de su vida, como veremos, cuando se planteó formalmente planes de
reforma universitaria, dirigidos específicamente a la carrera de Derecho.
En Madrid, Jovellanos volverá a frecuentar la tertulia de Campomanes —donde
conocerá a Cabarrús, tan importante en su vida— e ingresará en varias academias,
entre ellas las de Historia y Jurisprudencia. El título de su discurso de ingreso en la pri-
mera, Sobre la necesidad de unir al estudio de la legislación el de nuestra Historia y
Antigüedades, es toda una proposición programática y su escrito más volteriano. En el
mismo, critica su propia formación universitaria y condena una historia preocupada
únicamente de los grandes personajes, de las guerras, de los desastres, de portentos y
supersticiones, «de cuanto hay de inútil, de absurdo y de nocivo en el país de la ver-
dad y de la mentira» y aboga por «una historia civil que explique el origen, progresos
y alteraciones de nuestra constitución, nuestra jerarquía política y civil, nuestra legis-
lación, nuestras costumbres, nuestras glorias y nuestras miserias». Estas nociones eran

254
absolutamente innovadoras y de una manera u otra insistirá en ellas a lo largo de los
años y entre sus corresponsales y amigos —entre los que se encontraban historiado-
res del arte o amantes de la historia como Campomanes, Campmany, Vargas Ponce y
Llaguno, entre otros muchos.
Comisionado para inspeccionar las minas de carbón de Asturias entre 1790 y
1797, Jovellanos se dedicó a viajar, a escribir y a trabajar. Muchas de estas actividades
tenían motivaciones oficiales, pero en muchos casos sigue sus particulares apetencias:
observa, se informa, critica, piensa, proyecta. También y sobre todo, se pone en con-
tacto directo con los problemas de su tierra, lo que le impulsa, entre otras cosas, a lle-
var a cabo su viejo y querido sueño de establecer en Gijón una Escuela de Náutica y
Mineralogía.
El Instituto siempre estuvo lastrado por los problemas económicos y ése fue uno
de los motivos, no el único, que le inclinó a establecerlo en su villa natal. Esta decisión
le dice Jovellanos a Ceán por carta,

ha dado celos a la capital, y particularmente los doctores de su Universidad


han creído que esto como todo lo bueno, toca exclusivamente a la capital, o
por mejor decir, que no toca aquí; porque hablando en puridad, estoy seguro
de que si esta escuela se fijase en Langreo, no tendría la menor contradicción.

A las protestas del claustro ovetense se sumó el Ayuntamiento de Oviedo, lo que


ocasionó un acre intercambio de correspondencia con ambas instituciones. Son inte-
resantes —al margen de polémicas de aldea— las argumentaciones de Jovellanos en
las que no nos podemos detener. En otro momento aclara que estaría «mejor en los
Tazones que en Oviedo», pues no cree «combinables el espíritu geométrico y el esco-
lástico». Don Gaspar piensa que las reformas no han servido para mejorar la ense-
ñanza universitaria: «que [la Universidad], aunque necesita la enseñanza de la física
experimental, la podrá tener cuando quiera, si en lugar de la física especulativa, que es
tan inútil, enseñare la experimental que es tan provechosa».
Otras razones son su intención de no inmiscuirse en los planes de mejora del plan
de estudios universitario, no «embarazar» la búsqueda de dotaciones y, por último, un
argumento tan querido por todos los ilustrados: «no podrá estar mal al país tener un
establecimiento en que su juventud estudie las ciencias útiles», pues con ello se logra-
ría que «una noble emulación perfeccione lo que la ruin envidia atrasa y destruye».
Estas rencillas tan domésticas, tan provincianas, terminaron de forma gloriosa. El
8 de octubre de 1797, Jovellanos fue nombrado embajador en Rusia y sus paisanos
asturianos comenzaron a desvivirse para agasajarlo. El claustro universitario le comu-
nicó que con motivo de dicha promoción habían acordado honrar al que fuera su
antiguo alumno —si bien por poco tiempo— y a su favorecedor —olvidando los

255
supuestos agravios— con el doctorado en «ambos derechos». En su carta de acepta-
ción y «para acreditar más bien este aprecio», pedía recibir tal honor en el Real
Instituto Asturiano para perpetuar así la memoria del beneficio y «para sellar con este
solemne acto la unión de los dos Cuerpos que, erigidos en beneficio público y consa-
grados a la instrucción de la juventud asturiana, se deben aquel amor que corresponde
a la voluntad de sus objetos». La paz estaba sellada con una sutil reprimenda.
El acto debió de ser sencillo: en el descansillo de la escalera del viejo edificio del
Instituto le hicieron entrega de las borlas de doctor en utroque iure y el testimonio de
la Universidad. Como esa ceremonia parecía insuficiente, comenzaron a prepararse
más solemnes festejos pero, en el ínterin, el 13 de noviembre, el prócer gijonés fue
nombrado ministro de Gracia y Justicia y «los públicos regocijos» tuvieron una
mudanza en su motivación.
Los agasajos duraron una semana: luminarias, fuegos artificiales, bandas y con-
ciertos de música, tedeum, misas cantadas, recitales poéticos, representación de come-
dias, comida abundante para pobres y presos... Con destino a la sala claustral se
encargó al pintor ovetense Francisco Javier Hevia un retrato del homenajeado —des-
truido en 1934— y no faltó una representación simbólica de sus virtudes: Justicia, Paz,
Providencia y Buena Fe, que hacían huir a Envidia, Error, Soberbia y Pereza. El último
día, paseo claustral por la ciudad con escolta de tropas, que hacían salvas y en la comi-
tiva niños que representaban la Ciencia, Agricultura, Artes y Comercio. La procesión
terminaba a los pies de una estatua de Jovino coronado.
Las reformas emprendidas durante el reinado de Carlos III debían tener su des-
arrollo en el reinado siguiente, pero Carlos IV no sólo desasistió a las universidades,
sino que no supo sostener lo que había creado su predecesor. La inestabilidad política
y los ecos de la Revolución francesa produjeron una reacción inmediata: censura de
libros y reactivación de la Inquisición. Se persigue a los hombres, se persiguen los
libros y toda peligrosa novedad. En 1797, Godoy había pedido informes sobre la situa-
ción universitaria, entre otros a Jovellanos, como ministro de Gracia y Justicia.
Conocemos su pensamiento, sintetizado en una carta a Antonio Fernández de Prado,
profesor de la Universidad de Oviedo, pero sus planes quedaron sin efecto al cesar en
el Ministerio y sucederle José Antonio Caballero, un auténtico reaccionario que se
encargó de la política docente.
El plan de Jovellanos era utópico y el mismo Prado se encarga de decirle que es
absolutamente inaplicable al Estudio ovetense. Era un proyecto exigente que preveía
toda la enseñanza, desde el bachillerato, donde debían estudiarse progresivamente
materias que le parecían indispensables para la formación de «ciudadanos», sea cual
fuere la profesión a la que se dedicasen, pero necesarias para el jurisconsulto. En pri-
mer lugar las Humanidades: castellano —hace una maravillosa reflexión sobre la len-
gua—, lógica —«después de aprender a hablar deberíamos pasar a discurrir»—; des-

256
pués la física experimental, la ética y el derecho público universal. Ya en la Universidad,
traza un programa aconsejando las mejores lecturas para cada asignatura: Historia del
Derecho, Derecho Público «interior» —sobre la «constitución española», la sobera-
nía...—, Derecho privado «patrio», por supuesto el Derecho Natural, etc. Ciertamente,
en su proyecto subyacen ideas políticas muy alejadas de los vientos que corrían en la
España oficial.
Podríamos considerar que su plan de 1809 es un testamento donde vuelca todas
las ideas y la experiencia acumulada. Ese año, durante la guerra de Independencia, la
Junta Central, de la que era miembro, le encarga que asesore a la Comisión de
Instrucción Pública sobre las bases de una nueva reforma. Es un Jovellanos viejo y
cansado el que expresa su pensamiento proponiendo soluciones que después adopta-
rían los liberales. Algunas ideas, como la de un «bachillerato unificado», ya estaban en
el programa anterior, aunque ahora, quizás influido por las enseñanzas de su Instituto,
propone también un curso de educación física «para mejorar la fuerza y destreza de
los ciudadanos». Sigue pensando en la necesidad de los estudios humanísticos y añade
el aprendizaje de lenguas extranjeras —el latín y el griego sólo para aquéllos que lo
necesiten en sus especialidades. Gaspar Melchor de Jovellanos
Creía que la Teología debería relegarse a los seminarios, que sobraban universida- Discurso pronunciado en su
des; quería uniformidad y centralización, enseñanza para todos los ciudadanos. No recepción a la Real Academia
de la Historia, sobre la
podemos sintetizar aquí todos los detalles que propone para las distintas carreras,
necesidad de unir al estudio
pues una fría enumeración no reflejaría sus propósitos. Unos propósitos que argu- de la legislación el de nuestra
menta con el bagaje de la razón crítica de un ilustrado, sembrando la semilla de los Historia y Antigüedades
futuros programas liberales. 4 de febrero de 1780, Madrid
Biblioteca de la Universidad
bibliografía de Oviedo

CANELLA SECADES, Fermín, Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de


El título de su discurso de
enseñanza de su distrito (Asturias y León). Universidad de Oviedo, 1902.
ingreso es toda una proposición
CASO GONZÁLEZ, José Miguel, Jovellanos. Barcelona, 1998. programática y su escrito más
CORONAS GONZÁLEZ, Santos Manuel, Jobellanos y la Unibersidad [sic]. Gijón, Universidad de volteriano. En el mismo,
Oviedo/Fundación Foro Jovellanos, 2008. criticaba una historia
GARCÍA SÁNCHEZ, Justo, «Las enseñanzas universitarias durante el siglo XVIII», en Catálogo de La preocupada únicamente de los
Exposición Cuatro siglos de Historia de la Universidad. Cuarto Centenario, Universidad de Oviedo, 2008, grandes personajes, de las
págs. 133-150. guerras, de los desastres, de
JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, Obras Completas, II-V: Correspondencia, edición crítica, introducción y portentos y abogaba por «una
notas de José Miguel Caso González, Oviedo, Centro de Estudios del Siglo XVIII/ Ilustre Ayuntamiento historia civil que explique el
de Gijón, 1985-1990. origen, progresos y alteraciones
MATEOS DORADO, Dolores, «El siglo XVIII. La Universidad de Oviedo y el reformismo ilustrado», en de nuestra constitución, nuestra
Historia de la Universidad de Oviedo: de la fundación a la crisis del Antiguo Régimen (1608-1808), Jorge jerarquía política y civil, nuestra
Uría, Carmen García y Aida Terrón (eds.), Universidad de Oviedo, 2008, I, págs. 213-251. legislación, nuestras
PESET, Mariano y PESET, José Luís, «Jovellanos y la educación ilustrada», en Jovellanos, Ministro de Gracia costumbres, nuestras glorias y
y Justicia. Catálogo de la Exposición organizada por la Fundación La Caixa, Gijón, 1998, págs. 57-67. nuestras miserias».

257
Los vaqueiros de alzada:
el mensaje antropológico de Jovellanos
Adolfo García Martínez. UNED

Introducción
En la novena de sus Cartas del viaje de Asturias (Cartas a Ponz) —«Sobre el origen
y costumbres de los vaqueiros de alzada de Asturias»—, así como en otros textos,
Jovellanos esbozó las líneas fundamentales para un planteamiento de carácter
antropológico sobre lo que podríamos designar como «fenómeno vaqueiro de
alzada». Jovellanos sabía que su tema de estudio era un producto ideológico pre-
sente tanto en la tradición oral, como se manifiesta, por ejemplo, en el material de
campo recogido por Francisco Martínez Marina, como en la documental como se
puede constatar en el manuscrito atribuido a José Fuertes de Sierra, y en las múl-
tiples referencias dispersas en archivos nacionales, provinciales, municipales y
parroquiales. El problema que entonces se plantea consistía en cómo convertir la
percepción vulgar en científica. A tal fin, Jovellanos no consultará ninguna de estas
fuentes documentales, afrontando así el intento de revisar una tradición oral for- [pág. 258]

talecida por «el silencio de las plumas», a partir, exclusivamente, de los contactos Fotografía de vaqueiros, tomada
de Juan Uría Ríu, Los vaqueiros
directos que él tuvo con los vaqueiros de alzada: «Mi método se ha reducido hasta de alzada y otros estudios,
aquí a observar cuanto puedo, según la rapidez de mis correrías, y a exponer a Oviedo, Biblioteca Popular
usted mi modo de pensar sin sujeción ni disimulo». Este hecho nos ayuda a com- Asturiana
prender algunos planteamientos y ciertas incógnitas que aparecen en sus escritos 1976
sobre el tema. Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII
A pesar de tales limitaciones metodológicas, Jovellanos, más de medio siglo
antes de que naciera la Antropología Cultural como ciencia, esboza, sin mencio-
«Vaqueiros de alzada llaman
narlos explícitamente, una serie de conceptos y hasta de estrategias de naturaleza aquí a los moradores de ciertos
antropológica: la observación directa de campo, la perspectiva holística, el con- pueblos fundados sobre las
cepto de «modo de vivir» o de cultura, el de grupo étnico o social, la marginación montañas […]. Los vaqueiros
social, la función de los ritos de paso... Tal forma de proceder le permitirá inver- no tiene más mujeres que
aspirar que las de sus brañas, y
tir el planteamiento sobre la identidad del vaqueiro de alzada: es la forma de vida la virtud, la belleza y las gracias
económica y social del vaqueiro la que determina su identidad y su marginación, de la mejor de sus doncellas,
y no el supuesto origen racial como la tradición venía sosteniendo. Más aún, Jove- no serán jamás merecedoras de
la mano de un rústico
llanos califica de ridículas las teorías que pretenden explicar dicha identidad
labriego», Jovellanos: Cartas
basándose en el factor racial. Y por esta vía, se observa el esfuerzo de nuestro autor sobre el origen y costumbres de
por convertir un producto ideológico en objeto científico. los vaqueiros de alzada.

259
¿Qué es ser vaqueiro de alzada?
En términos generales, la definición inicial que Jovellanos ofrece del término
«vaqueiro de alzada», así como sus posteriores aclaraciones, son esencialmente
correctas, si bien, posteriormente, parece ir olvidando algunos matices esenciales.
«Llámanse vaqueiros porque viven comúnmente de la cría de ganado vacuno; y
de alzada, porque su asiento no es fijo, sino que alzan su morada y residencia, y
emigran anualmente con sus familias y ganados a las montañas altas». Respecto
al hecho de «alzar su morada», Jovellanos matiza que en unos casos cierran total-
mente sus casas y, en otros, familia y ganados se dividen durante el verano: mitad
arriba y mitad abajo. En efecto, la mayoría de los vaqueiros de la franja occiden-
tal —Navia, Valdés, Cudillero, Tineo, Allande, Cangas del Narcea— no cerraban
la casa «de abajo», mientras que los de la franja oriental —Gijón, Llanera, Las
Regueras, Pravia, Salas, Belmonte de Miranda, Somiedo y algunos lugares de

260
Babia y de la zona del Sil— sí alzaban totalmente su morada. Pero, en este caso, [pág. 260]
no se sabe a qué zona o brañas se refiere Jovellanos. Modesto Montoto
Esta breve descripción del vaqueiro de alzada subraya algunos aspectos esen- Fotografía de romería
ciales de su modo de vida: viven de la cría de ganado y son trashumantes. Sin Museo del Pueblo de Asturias
embargo, estos dos aspectos requieren matizaciones, según las zonas. La mayoría
de los vaqueiros de la zona occidental, como acabamos de decir, no cerraban «la «Se puede decir que el pueblo
no tiene en Asturias más
casa de abajo» durante el verano y los lugares «de arriba», en los que permane- diversiones que sus romerías
cían alrededor de cuatro meses al año, eran asentamientos subsidiarios: en ellos […]. Sobre todo, la gente moza,
ni recogían heno ni sembraban y sus casas eran simples chozos. «Abajo» sí sem- echa en estos días el resto, y se
braban algunos productos y recogían heno para el invierno. Pero, además, la adereza y engalana, porque ha
de saber usted que suelen ser
mayoría de los vaqueiros practicaban una actividad que les reportaba importan- estas las únicas ocasiones en
tes beneficios: la arriería con Castilla, durante la estancia «arriba» y la trajinería que se ven y se hablan los
dentro de la región, durante la estancia «abajo». Así se expresa Jovellanos en su amantes…», Jovellanos: Carta
sobre las romerías de Asturias.
diario al respecto refiriéndose a los vaqueiros de Torrestío —braña de verano, en
Babia, Provincia de León—: «Torrestío: lugar grande de más de cien vecinos,
todos ganaderos; por el invierno transmigran con sus ganados a los concejos de
la costa, y por el verano cuidan lasmujeres el ganado, mientras ellos se ocupan en
la arriería».
Mientras los hombres trafican, las mujeres y los ancianos se ocupan de la
hacienda. El vaqueiro debía comprar maíz, pues era la base de su dieta y no lo pro-
ducía en sus brañas, lo que le obliga a obtener «sobrantes». Ésta parece ser una de
las razones, según Jovellanos, por las que el vaqueiro se dedica a traficar. Al mismo
tiempo, estas actividades, basadas en el lucro y hasta en el engaño, podrían alimen-
tar los supuestos orígenes judíos y moros que la tradición atribuye al vaqueiro.
En la zona oriental, el vaqueiro cierra periódicamente sus casas y se mueve
con toda la familia, animales y enseres. En esta zona, ocurre lo contrario que en
la occidental. Es decir, «arriba» permanece alrededor de ocho meses, siembra
todos los productos posibles y recoge heno, sus construcciones son multifuncio-
nales, etc. La braña «de abajo» es un refugio invernal y en ella cultiva algún huerto
y recoge heno.

La noción implícita de cultura


Jovellanos no utiliza el término cultura sino el de «modo de vivir», al referirse al
vaqueiro de alzada. Sin embargo, este «modo de vivir» lo conceptúa, estructura y
analiza —descriptiva y funcionalmente— de forma parecida a como la Antropo-
logía Cultural formalizará posteriormente aquella categoría.
En primer lugar, Jovellanos define el «modo de vivir» como la esencia y el
soporte de la identidad de un grupo, y que resulta de la adaptación al medio eco-
lógico y social. Más tarde, cuando analiza más detalladamente ese «modo de vivir»

261
[pág. 263] del vaqueiro de alzada, entendido como un todo complejo y estructurado, lo hace
Fritz Krüger clasificando los rasgos o variables del mismo en torno a tres niveles de adaptación:
Fotografía de Camiel.la el nivel de adaptación material, que comprende las diversas formas de obtención
Hacia 1927 de recursos; el de adaptación social, que abarca la familia, el parentesco, las rela-
ciones entre los grupos domésticos, entre las diferentes brañas y las relaciones
entre el vaqueiro y el aldeano; y, finalmente, el nivel de adaptación ideológico, que
comprende la marginación, los ritos, la actitud ante la religión oficial, las supers-
ticiones, la magia y la brujería, los valores, la visión del mundo...
Todos estos rasgos podrían articularse en torno a tres ejes de relaciones —relacio-
nes hombre/medio, relaciones hombre/hombre y relaciones hombre/misterio— que
constituyen propiamente la cultura o «modo de vivir» del vaqueiro, al tiempo que
conforman y alimentan su identidad. Ésta última, como es sabido, dará origen a espe-
culaciones raciales que Jovellanos ridiculiza y trata, a la vez, de invertir, fundando
dicha identidad en lo étnico y no en lo racial.

Fundamentos de la identidad del vaqueiro de alzada


La formación del vaqueiro de alzada y su peculiar «modo de vivir» son fenóme-
nos que se constituyen a la par que sus técnicas de apropiación y explotación de
unos determinados recursos. Volvamos de nuevo sobre lo que encierra la expre-
sión «modo de vivir» del vaqueiro, según Jovellanos. Se trata de una forma de
vida distinta a la de los demás campesinos asturianos, sin que ello pueda servir de
base para atribuirle «remoto ni diferente origen». Nuestro autor, aunque sin bases
sólidas, frente al posible orden causal en el binomio «origen racial genera modo
de vida distinto»/ «modo de vida distinto genera o da pie a atribuir un origen
racial diferente», opta por la segunda opción. Este planteamiento es el punto de
partida para un posible análisis científico de la identidad del vaqueiro de alzada.
Es decir, esta perspectiva nos propone plantear el análisis de la identidad del
vaqueiro desde la etnicidad, descartando así lo ideológico-racial.
El término «grupo étnico» es utilizado en antropología para designar una
comunidad que comparte valores culturales fundamentales, integra un campo de
comunicación e integración, cuenta con unos miembros que se identifican a sí
mismos y son identificados por otros, y que, en gran medida, se autoperpetúa
biológicamente. En efecto, al margen de muchos aspectos que sería necesario
especificar y matizar, como ya expusimos en otros escritos, Jovellanos plantea el
problema en esta línea.
Pero aún hay más. Para el ilustrado gijonés el «modo de vivir» o cultura
vaqueira parece girar en torno a las variables económicas; es decir, éstas serían las
variables determinantes. Por otra parte, trata de analizar el «modo de vivir» desde
una perspectiva holística. En el análisis de Jovellanos del nivel económico del

262
vaqueiro de alzada se observan, no obstante, varias imprecisiones, comprensibles
en la medida en que nuestro autor no pretende hacer un estudio exhaustivo del
tema, no hace un trabajo de campo sistemático ni consulta archivos. En cualquier
caso, no se pueden analizar aquí tampoco estas imprecisiones, relativas, sobre
todo, al concepto de trashumancia, braña, vaqueiro y pastor o brañeiro, o las refe-
ridas a la vivienda, entre otras.
Respecto al nivel organizacional, sin duda el más peculiar del «modo de vivir»
del vaqueiro, Jovellanos subraya algunos aspectos relevantes y, una vez más, for-
mula algunas afirmaciones que, en ocasiones, no se comprenden o que, en otras,
no responden a la realidad. Así, los matrimonios, los bautizos y los entierros, más

263
que un acontecimiento de la familia, parecen fenómenos en los que todos los
vecinos de la braña se casan, se regeneran o mueren. Asimismo, dada la margina-
ción y el aislamiento en que vive cada una de las brañas, la endogamia es un hecho
obligado para el vaqueiro y el matrimonio entre parientes algo inevitable. Sin
embargo, Jovellanos en su carta restringe la sociabilidad suprafamiliar «que se
advierte entre los individuos de cada braña» a los límites de cada una de ellas,
pues:

[...] cada pueblo (se refiere a los de los vaqueiros), reducido a sus términos
y contento con su sola soledad, vive separado de los demás, sin que entre
ellos se advierta relación, inteligencia, trato ni comunicación alguna». Tal
vez por esto, continúa, «no han podido hasta ahora vencer la aversión y des-
precio con que generalmente son mirados. Nunca se congregan, jamás se
confabulan, no conocen la acción ni el interés común...

Todas estas afirmaciones, aun respondiendo a un planteamiento de base


correcto al considerar al vaqueiro como un grupo étnico, requieren precisiones,
pues Jovellanos se contradice cuando habla de grupo vaqueiro y, al mismo
tiempo, defiende ese atomismo según el cual cada braña es totalmente indepen-
diente. Para superar tal contradicción habría sido preciso recurrir a un trabajo de
campo más sistemático, así como a la documentación manuscrita —libros de
matrimonio de los archivos parroquiales, por ejemplo.
Uno de los aspectos fundamentales para comprender la identidad y la etnici-
dad de los vaqueiros de alzada es la endogamia, que nosotros calificamos como
intergrupal. Pues bien, este hecho fue mal comprendido por muchos estudiosos y
también por Jovellanos, tanto en lo relativo a su funcionamiento como a su funcio-
nalidad. Para muchos, la endogamia vaqueira o «casarse entre ellos» es un hecho
curioso y atípico; y a continuación añaden que ello se debe a la marginación a la
que el vaqueiro está sometido por el resto de la sociedad. Por una parte, cabe seña-
lar que el trabajo de campo y los libros de matrimonio consultados en algunas
parroquias corroboran la afirmación de Jovellanos de que los vaqueiros se casan
entre ellos, pero al mismo tiempo desmienten que la endogamia se circunscriba a
los límites de cada braña.
La interpretación que da Jovellanos de la endogamia vaqueira como un hecho
obligado e inevitable requiere un análisis holístico o transversal, pues nuestro autor
parece contradecirse de nuevo y derivar hacia lo racial. Es decir, debe ser interpre-
tada desde el marco general que ofrece el «modo de vivir». Desde una perspectiva
antropológica, cabrían tres interpretaciones de la endogamia vaqueira, comple-
mentarias y estructuradas jerárquicamente entre sí.

264
Casa asturiana
Centro de Recepción e
Interpretación del Parque
Natural de Somiedo

La casería, además de núcleo


de la explotación rural
tradicional, era el centro de
reproducción social y cultural
de la familia campesina.

La primera y más extendida sostiene que la endogamia vaqueira se debe al


hecho de que «al ser de otra raza», el vaqueiro es rechazado por el resto de la socie-
dad para todo contrato matrimonial o de cualquier otra índole. Esta interpretación,
fundada en supuestos ideológicos, carece de todo valor y obstaculiza cualquier plan-
teamiento científico. La segunda, de carácter social, tiene más sentido y fundamento,
pero es insuficiente. Se basa en el hecho de que los vaqueiros de alzada al ser un
grupo minoritario deben crear y alimentar sólidas redes de relaciones internas, y
nada tan eficaz como el matrimonio a través del cual las familias y las brañas inter-
cambian mujeres y hombres, mensajes, dones, ayudas... Este planteamiento podría
interpretarse en términos lévi-straussianos desde la perspectiva de la alianza. Al
mismo tiempo, nos ayuda a comprender también y hasta implica una exogamia
intra-grupal que parece observarse en el grupo, lo que contradice muchas afirma-
ciones vertidas sobre el vaqueiro de alzada, incluso por el propio Jovellanos. Es decir,
este grupo no sólo practica la endogamia intergrupal, sino que se observa una cierta
exogamia intra-grupal, tratando de evitar así la formación de grupos de parientes y,
al mismo tiempo, extender las redes de parentesco a través de las brañas. Nuestro
autor se movería en esta perspectiva sociológica. La tercera interpretación sería de
naturaleza económica. Esto es, la endogamia vaqueira sería un medio eficaz para
defender y preservar unos recursos colectivos, no muy abundantes, competidos e
imprescindibles para la supervivencia del grupo: los pastos pro indiviso y algunos
oficios como la arriería y la trajinería.
Esta perspectiva antropológica ha puesto de manifiesto las distintas dimen-
siones que tiene la endogamia vaqueira y, además, desvela otros aspectos más del
sistema de parentesco, como sería la exogamia intra-grupal. Todo esto permite

265
Pisón de rabil
Centro de Recepción e
Interpretación del Parque
Natural de Somiedo

Empleado para la labor de


«desergar» (descascarillar) la
escanda previa a su
molturación y panificación

replantear el tema de la marginación, de tal manera que la endogamia no es una


causa más de la misma, sino un mecanismo de defensa de la identidad del
vaqueiro de alzada. Dicho de otro modo, se trata de una estrategia.

Revisión de algunos conceptos básicos de Jovellanos sobre los vaqueiros de alzada


Después de todo lo dicho, es necesario, antes de concluir, precisar algunos con-
ceptos nucleares utilizados por Jovellanos, para comprender mejor el fenómeno
vaqueiro y para valorar más si cabe el planteamiento o diseño que sobre el tema
hace nuestro autor. Todo ello es posible desde la perspectiva de la Antropología
Cultural. Tres serían, principalmente, los conceptos a que nos vamos a referir: las
brañas, la trashumancia y la identidad y marginación.
Jovellanos utiliza en sus escritos el término «braña» de manera unívoca, lo
que explica las ambigüedades y hasta los errores que se observan en algunas de
sus afirmaciones. Bástenos recordar, por ejemplo, lo que dice de las brañas de
verano: que son simples lugares de pasto subsidiario, en las que el vaqueiro no
cultiva nada, no recoge heno y ni siquiera tiene vivienda. Ya se ha dicho que den-
tro del propio grupo vaqueiro, y Jovellanos parece saberlo también, hay diferen-
cias respecto a las brañas de verano. Las afirmaciones anteriores tienen sentido,

266
Hórreo
Centro de Recepción e
Interpretación del Parque
Natural de Somiedo

«Otra de las singularidades de


este edifico es la muchedumbre
de sus usos, pues no solo sirve
al labrador de granero para
conservar sus frutos y semillas,
sino también de despensa para
sus comestibles, de
guardarropa para sus vestidos
de fiesta, y aún de
dormitorio…» Jovellanos, Carta
sobre los horrios

en todo caso, referidas a los vaqueiros de la franja occidental, pero no a los de la


oriental. Por otra parte, en Asturias existen, al menos desde el siglo XVI, tres tipos
diferentes de brañas: estivales, equinocciales y las de los vaqueiros de alzada. Las
afirmaciones de Jovellanos sobre las brañas de verano responderían también a las
brañas estivales, ocupadas durante el verano, sin cerramientos y sin viviendas.
Pero las brañas equinocciales —ocupadas en primavera y en otoño, y con cerra-
mientos— y las estivales no son de vaqueiros de alzada, sino de los campesinos
asturianos, y hay centenares por toda la montaña asturiana desde el oriente al
occidente. Estos dos tipos de braña son complementarios, como también lo son
las de verano y las de invierno en el caso de los vaqueiros. Estas reflexiones ponen
de manifiesto que el término braña en Asturias es polisémico, lo que requiere, en
cada caso, matizar bien su uso.
La trashumancia es otro de los ejes fundamentales del «modo de vivir» del
vaqueiro de alzada. Jovellanos define correctamente el concepto de trashumancia
aplicada a los vaqueiros de alzada y aún hoy se utiliza de este modo; pero poste-
riormente el término parece ir contaminándose o perdiendo nitidez. Cabría hacer
dos aclaraciones al respecto. En primer lugar, la trashumancia del vaqueiro de
alzada conjuga elementos del nomadismo —se desplaza toda la familia con sus

267
Sechorio
Hacia 1900-1925
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón

Los aperos para la labores


agrarias, construidos por los
propios colonos, eran toscos, lo
que redundaba en la baja
productividad del trabajo
campesino. En 1786, el viajero
inglés Joseph Townsend,
escribía: «Los arados de los
alrededores de Oviedo son, sin
duda, los peores que he visto, y
quizá también los más
rudimentarios que la
imaginación pueda concebir
[…]. Las gradas carecen de
piezas de hierro…»
J. Townsend, Viaje por España,
1786-1787.

animales y enseres— y de la trashumancia propiamente dicha —estos desplaza-


mientos se realizan entre dos lugares determinados, originando un sedentarismo
biestacional y periódico, y hasta una doble morfología social—. En segundo lugar,
en Asturias existen dos tipos diferentes de trashumancia: la vaqueira o de radio
largo entre las brañas de verano y las de invierno, y la de radio corto, propia de
los campesinos asturianos. Una vez más, es necesario tener presentes estas dife-
rencias para utilizar correctamente el término en cada caso.
Hablaremos, por último, de la identidad y marginación del vaqueiro de alzada.
Jovellanos constata, a partir de la observación directa, que el vaqueiro de alzada está
sometido a una ignominiosa marginación por parte de toda la sociedad asturiana
y se opone en su diario rotundamente a esta situación, en particular a la que sufre
dentro de las mismas iglesias. Nuestro autor esboza diferentes razones para expli-
car este hecho y, en definitiva, todas nos conducen al mismo punto: el vaqueiro de
alzada tiene «un modo de vivir» diferente y, por tanto, una identidad cultural pro-
pia, lo que no es razón suficiente, insiste Jovellanos, para atribuirle diferente ni
remoto origen. Es decir, sostiene que los supuestos orígenes raciales que le atribu-
yen al vaqueiro de alzada son la causa principal de su marginación, y él trata de des-
montar este planteamiento —raza/modo de vivir/marginación—, invirtiendo el

268
Grada o rastro de madera
con 11 dientes
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón

orden causal de los términos: modo de vivir/raza/marginación. Esto significa, con-


cretamente, convertir un producto ideológico en científico. Para ello, Jovellanos
analiza algunos aspectos del «modo de vivir» desde una perspectiva holística o tri-
dimensional. Así, el vaqueiro cambia periódicamente de residencia, cerrando una
casa y abriendo otra; aprovecha recursos competidos y necesarios también para
otros ganaderos —pastos— y, finalmente, se dedica a ciertas actividades que pro-
vocan malquerencia y aborrecimiento, tales como la arriería y la trajinería. Asi-
mismo, el vaqueiro practica la endogamia intergrupal, es profundamente solidario
hacia dentro y muy insolidario respecto al resto de la sociedad. Para concluir, tiene
unos valores propios, practica determinados ritos y creencias, tiene una actitud dis-
tante y frívola hacia la religión oficial, sobre todo en las brañas de abajo, y una cos-
movisión claramente dualista en todos los niveles de su cultura: el ecológico y
económico, el social y el mental. Tal es el grado de marginación que Jovellanos
observó que le llevó a decir que la gente aldeana, «acaso para cohonestar su despre-
cio, ha atribuido a estos vaqueiros un origen infecto, y los malos críticos, menos dis-
culpables en su ignorancia, han pretendido autorizar este rumor fijándole».
Respecto a la marginación, cabe formular una reflexión que, a simple vista,
pudiera considerarse contradictoria: el vaqueiro de alzada no parece hacer nada

269
para liberarse de aquélla; más bien todo parece indicar que la aceptó y hasta la cul-
tivó por su actitud resignada a veces y altiva otras, posiblemente como un medio
más de defensa y de realimentación de su propia identidad grupal, garantía y salva-
guarda de sus propios recursos y de su «forma de vivir». Dicho de otro modo, el
vaqueiro mantuvo una postura solidaria y firme frente a la Iglesia y a los demás esta-
mentos nobiliarios, a las autoridades municipales y regionales y frente a los demás
aldeanos. Ésta es la esencia y la dinámica de la etnicidad, como ha mostrado la
Antropología Cultural: relaciones de oposición entre el «nosotros» y los «otros», un
fenómeno muy común en la literatura antropológica. Más aún, la «humanidad», la
«gente», en este caso, termina en las fronteras del grupo. Pero la frontera define y da
identidad al mismo tiempo que separa, de ahí relaciones de oposición: los indivi-
duos no se perciben como miembros de un grupo más que por oposición a otros
grupos. En una palabra, la identidad cultural no es tanto un contenido, una sustan-
Fesoría o zarcillo cia, como una relación dinámica entre grupos. Dicho de otro modo, entre dos gru-
Hacia 1900-1925 pos étnicos, vaqueiro y aldeano en este caso, se dan relaciones en ciertos campos
Museo del Pueblo de Asturias. —intercambio de productos, de servicios, etc.— y oposición en otros —trashuman-
Gijón cia/sedentarismo, endogamia/exogamia, solidaridad intra-grupal/insolidaridad
intergrupal, etc.—. Si, por las razones que sea, cambian las circunstancias que gene-
raron y alimentaron esta situación, como sucedió en este caso, también cambian las
relaciones de oposición: en la actualidad, el vaqueiro abandonó prácticamente la
trashumancia, ya no practica la endogamia intergrupal y sus relaciones con el resto
de la sociedad campesina son normales. Puede decirse que el «otro» del vaqueiro ya
no es el campesino estante, y viceversa.
Jovellanos, en definitiva, ofrece un proyecto de estudio de los vaqueiros de alzada
de gran valor y fácilmente asumible por la Antropología Cultural. A la vez, se trata, por
la naturaleza del tema, de un proyecto para desarrollar desde una perspectiva etnohis-
tórica, de lo contrario se caería de nuevo en los errores habituales —teorías raciales,
difusionismo o determinismo ecológico—. El mismo Jovellanos parece inclinarse
hacia el difusionismo al sugerir que los vaqueiros son «ramas de las que ocupan hoy
la maragatería». La perspectiva etnohistórica, articulando la etnografía —perspectiva
sistémica— y la historia —perspectiva procesual o generativa—, del mismo modo
que la partitura musical articula armonía y melodía, puede llevarnos a comprender
que los vaqueiros son asturianos como los demás y se constituyen a la par que su
«modo de vivir», resultado de una lucha enconada con el resto de la sociedad astu-
riana por la conquista y defensa de unos espacios y de unos recursos. Sin duda alguna,
el concepto de relación, tal como lo analiza la Antropología Cultural, es una de las cla-
ves principales para comprender la identidad y la etnicidad de un grupo, y Jovellanos
está operando con él constantemente en el caso de los vaqueiros de alzada.

270
bibliografía

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Cultura Económica, México, 1976, págs. 9-49.
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sociale», en M. Mauss, Sociologie et anthropologie, París, Presses Universitaires de France, 1966,
págs. 387-477.

271
[1]
Hoz de mano
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón

[1]

272
[2]
Mesoria
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón

[3]
Mesoria
Hacia 1940
Museo del Pueblo de Asturias.
[2] Gijón

[4]
Mayal o manal
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón

Los cereales constituían la base


de la alimentación y ocupaban
un lugar estratégico en las erías
[3] o terrazgo cultivable de las
aldeas. Mesorias y mallos se
utilizaban para recoger la
espiga de escanda y para
desgranar el trigo y centeno,
previa a su criba y molienda o
molturación y posterior
panificación.

[4]

273
[1] [2]

[1]
Macona o goxa para las espigas de escanda
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón

[2]
Cesta vendimiega
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón

Cestas empleadas para el transporte de espigas, hierba, hoja seca o


uvas desde las tierras de labor o viñedo a la casería para su posterior
procesamiento.

274
[3] [4]

[3]
Canada
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón

[4]
Canada
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón

El horizonte de subsistencia en que se desenvolvía la


familia campesina obligaba a maximizar el uso de los
recursos locales con vistas a reducir costes y evitar gastos.
Tanto la loza como el hierro eran productos caros, de ahí
su sustitución por la madera para el menaje y
equipamiento doméstico.

275
[1] [2]

[1]
Cacho para beber vino
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón

[2]
Pala de forno
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón

[3]
Alfar de Miranda de Avilés
Cántara
[3]
Hacia 1890-1900
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón

Frente a la loza blanca o de perdernal, utilizada por las


familias con mayor nivel de renta, en el mundo rural se
empleaba lo que Jovellanos llamó «vajilla ordinaria del
país»: salida de los alfares locales, se elaboraba en hornos
de leña y utilizando barro, árgoma y agua.

276
[4]
Arado de madera
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón

[5]
Carro del país
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón

Cuando el viajero ilustrado


inglés Joseph Townsend recorrió
Asturias en 1786, describió los
aperos de labranza asturianos
como rudimentarios y
escasamente eficientes en
comparación con los utilizados
en otras regiones españolas. La
[4] responsabilidad del atraso
técnico no recaía en los
campesinos, que carecían de
medios para innovar, sino en
los hacendados,
despreocupados de la gestión
de sus tierras y únicamente
interesados en la percepción de
las rentas.

[5]

277
Historia del jovellanismo, 1811-2011
Silverio Sánchez Corredera. IES Emilio Alarcos

1. Hace doscientos años


Una enfermedad pulmonar sorprende a Jovellanos cuando huye del acoso [pág. 278]
napoleónico y pone término a su vida prematuramente a los 67 años, en Juan Agustín Ceán Bermúdez
noviembre de 1811. Su imagen había alcanzado un importante relieve en Memorias para la vida del
España desde los años ochenta y noventa del siglo XVIII. Bajo seudónimo de Excmo. Señor D. Gaspar Melchor
de Jovellanos y noticias
Jovino, un grupo de poetas, artistas e intelectuales le habían adoptado como analíticas de sus obras
maestro: Meléndez, Goya, Moratín, Vargas Ponce, Quintana, Ceán, González 1814. Imprenta de Fuentenebro,
de Posada, Antillón... Madrid
Sus grandes líneas de pensamiento eran bien conocidas por algunos: el Informe Instituto Feijoo de Estudios del
sobre la Ley Agraria, algunos artículos con pseudónimo de El Censor, su línea refor- Siglo XVIII. Oviedo
mista como juez, consejero de Órdenes y efímero ministro de Gracia y Justicia, sus
desvelos por el Real Instituto Asturiano, sus discursos e ideas en el seno de las ins-
tituciones de que formaba parte... Y, como legado indiscutible, sus ideas económi-
cas y de reforma de la enseñanza influirán notablemente en el reformismo liberal
de las décadas inmediatas.
Pero su obra permanecía dispersa en el diario, miles de cartas, cientos de
informes archivados en las academias de la historia, de la lengua, de bellas artes...
en la Sociedad Económica Matritense y en el Consejo de Castilla; múltiples dis-
cursos y extensas redacciones como la Memoria sobre la educación pública o las
Memorias histórico-artísticas de arquitectura: nada de todo ello publicado.
Tras su muerte, las tres biografías que pronto aparecen —Antillón, Posada,
Ceán— dan una idea de la imagen que dejaba. Pero en la historia de España de
los siglos XIX y XX no observamos destellar una figura unánime de Jovellanos,
sino múltiples, dispares y hasta enfrentadas. ¿Qué ha sucedido en estos doscien-
tos años de jovellanismo, en medio del forcejeo de las distintas ideologías políti-
cas que tratan de hacerlo suyo y sin una obra bien publicada donde testar
fielmente su pensamiento?

2. Seis jovellanismos: seis Jovellanos distintos


En la historia contemporánea de España han ido apareciendo seis «Jovellanos»
distintos, más algunas variantes o subtipos. El nuevo no desplaza al antiguo sino
que viene a sumarse a la figura poliédrica en formación.

279
2.1. El jovellanismo ilustrado (1767-1811)
Jovellanos forma parte integral de las luces españolas; y fue sin duda uno de sus
núcleos generadores. Hay, pues, evidentemente un primer jovellanismo ilustrado; el
que coincide con su biografía y que podría fecharse entre 1767 y 1811: entre su pri-
mer escrito conocido y su muerte.
Después de que el joven Parín o Gasparín se forma en Oviedo, Ávila y Alcalá, al
calor de la inveterada tradición escolástica, inicia sus primeros pasos ilustrados al
lado de Olavide en Sevilla en los años setenta. En la década de los ochenta, en el
Madrid de Carlos III, entra en todas las academias y se convierte en el perfecto refor-
mador ilustrado. Con Carlos IV y la reina María Luisa, sus ideas empiezan a ser per-
seguidas en la última década del siglo. En su «destierro» asturiano destaca la
fundación de uno de sus grandes objetivos ilustrados: el Instituto Asturiano. Obser-
vando el famoso retrato de Goya, en su ministerio de Gracia y Justicia (1797-1798),
vemos que su afán frustrado de ilustración se convierte, impotente, en beligerancia
melancólica: probablemente la actitud de quien ha aprendido a mirar ya desde el
romanticismo. Después, durante los siete largos años de reclusión en Mallorca, sus
enemigos no consiguen anonadar sus ideas reformistas; al contrario, continúa for-
jando sus sueños pedagógicos y sus afanes estéticos. Al final de su vida, lo vemos en
la Junta Central tratando de establecer un nuevo modelo de Estado frente al Antiguo
Régimen. En estos últimos años, destaca su esfuerzo por unir el proyecto ilustrado al
naciente proyecto liberal.
Su modo de entender las luces tendió un puente con el siglo XIX de característi-
cas fundamentalmente liberales.

2.2. El jovellanismo liberal (1811-1857)


El segundo jovellanismo es el liberal. En el Decreto de 24 de enero de 1812 de las Cor-
tes de Cádiz, la voz unánime de esa nueva legitimidad declara a Jovellanos «benemé-
rito de la patria».
El jovellanismo liberal queda patente en el respetuoso reconocimiento que los
primeros liberales manifiestan sobre Jovellanos. Quintana, Gallego, Toreno, Blanco
White, J. A. Llorente, Martínez de la Rosa, Alcalá Galiano, Argüelles, Flórez Estrada...
todos reconocen una gran deuda hacia sus ideas. Tras su muerte, dos biografías pro-
cedentes del ambiente más ilustrado vienen a ensalzar su figura: las de González de
Posada y de Ceán; y a éstas viene a unirse la del radical liberal Antillón, anunciando
con esto que la confluencia de esos dos movimientos históricos era posible en perso-
nalidades como la de Jovellanos.
La reacción del «Deseado» Fernando VII frena aquel proyecto histórico jovella-
nista y liberal, que irá rebrotando muy tímidamente durante el periodo isabelino, en
el Estatuto Real (1834), en la Constitución de 1837 y en la de 1845.

280
[1]
Isidoro de Antillón de Marzo
Noticias históricas de D. Gaspar
Melchor de Jovellanos
1812. Imprenta de Miguel
Domingo, Palma de Mallorca
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo

[2]
Gaspar Melchor de Jovellanos/
Somoza
Diario de Jovellanos con
anotaciones de Somoza
1915
Colección Particular

[1] [2]

En este periodo se publican los primeros intentos de obras «completas» de Jovella-


nos, con notables deficiencias: las ediciones de Cañedo (1830-1832), Linares (1839-
1840, y 2ª ed. en 1857), Mellado (1845-1846) y la edición de Logroño-Zaragoza
(1846-1847). Los liberales españoles recomiendan el Informe sobre la ley agraria de
Jovellanos como lectura obligatoria y en el extranjero vemos triunfar este escrito con
traducciones al francés (1809), inglés, italiano (1815) y alemán (1816); en contrapar-
tida, entra en el índice eclesiástico de libros prohibidos en 1824-1825. El liberalismo
sólo podrá prosperar en el terreno de las ideas porque la política efectiva viene mar-
cada por el triunfo del absolutismo fernandino y por quienes, como Inguanzo, des-
arrollan una esplendorosa carrera y alcanzan las mayores prebendas: obispado,
arzobispado y cardenalato. La pugna por el poder enfrenta a liberales y «serviles»: los
primeros herederos de las ideas jovellanistas, los últimos extraños a ellas.
Karl Marx dirá en Escritos sobre España (1854) que Jovellanos fue la «cabeza
generalizadora» que España tuvo durante la guerra de la Independencia y que mani-
fiesta ser un «amigo del pueblo» que intentó liberar de sus cadenas a la sociedad civil.

2.3. El jovellanismo neocatólico (1858-1888)


El tercer jovellanismo es el neocatólico. A mediados del siglo XIX, la derecha española
se ha consolidado políticamente —lo estaba ya décadas atrás moralmente, es decir,

281
como moral hegemónica— y se presenta constituida en partido político enfrentado
a los liberales y a los demócratas. Transcurrido ya medio siglo, Jovellanos se presenta
como una figura muy atractiva que desde el centro-derecha empieza a ser reivindi-
cada para prestigiar esta pujante ideología política. El primero en esgrimir clara-
mente esta reivindicación es el político neocatólico Cándido Nocedal, para quien «en
realidad, Jovellanos era uno de los nuestros» y, no sólo eso, porque en puridad habría
sido el «fundador mismo del partido conservador». El argumento que se esgrime, en
su modo más simplificado, rezaría así: Jovellanos fue realmente un buen católico; lo
que estaba entonces en pugna era si la política favorecía o no a la religión, a la verda-
dera religión: el catolicismo; así pues, según los neocatólicos, Jovellanos habría
actuado a favor de las tesis conservadoras.
En la nueva edición de las Obras de Jovellanos (1858-1859), a cargo de Cándido
Nocedal, en la Biblioteca de Autores Españoles, se sitúa a Jovellanos en el centro, dis-
culpándole ciertos coqueteos con la izquierda liberal. En consecuencia, una nueva
rama ha germinado entre los jovellanistas, en competencia con los liberales y a la vez
también con quienes, afines al Antiguo Régimen, continúan repudiando frontal-
mente las ideas de don Gaspar.
En la estela de Nocedal, Gumersindo Laverde y el joven Menéndez Pelayo eleva-
rán la cuestión del conservadurismo jovellanista a credo generalizado, aunque haya
que reconocer algunos «lunares» jansenistas propios del tiempo. En contrapartida, la
derecha más purista, al estilo de Franquet —Menéndez de Luarca— y del presbítero
Miguel Sánchez —Examen teológico-crítico de la obra del Excmo. Señor D. Cándido
Nocedal titulada «Vida de Jovellanos», 1881— protestarán ardientemente contra esta
tesis, porque no se puede ganar para la causa conservadora, que es la de la Iglesia, a
quien mantuvo una postura tan crítica, si no ante la religión en sí misma, sí ante el
poder del papa; pero donde ir contra el papa, en definitiva, es ir contra la religión.
La lucha ideológica para ganarse a Jovellanos está servida. Los neocatólicos dicen
descubrir en Jovellanos al fundador de su ideario conservador y, por su parte, las pos-
turas más papistas repudian este nuevo enlace, mientras que los herederos del libera-
lismo han de entrar en confrontación con esta nueva situación y defender la
evidencia del Jovellanos afín al primer liberalismo. Asistiremos a encendidas polémi-
cas en la prensa periódica entre los liberales y los neocatólicos; éstos, en medio de dos
fuegos, deberán ocuparse también de ajustar sus razones con los ultramontanos. El
núcleo Nocedal-Laverde-Pelayo no sólo se enfrentará a las tesis de Gumersindo de
Azcárate, Fermín Canella y Fuertes Acevedo, entre otros muchos, próximos a la Ins-
titución Libre de Enseñanza, sino que deberán atemperar las aceradas denuncias pro-
venientes de Menéndez de Luarca y de Miguel Sánchez. En la Revista de Asturias
Científico-Literaria, en 1881, podemos comprobar uno de los momentos más álgidos
de esta polémica, entre Laverde y Fuertes Acevedo.

282
En las cortes del final de la legislatura de 1865, Nocedal y otras voces afines inten-
tarán fallidamente que se eleve un monumento a Jovellanos. Se deja de este modo
constancia de la atracción que la figura de Jovellanos tendrá a partir de ahora para la
derecha política, aunque ya sabemos que durante la segunda mitad del siglo XIX no
toda la derecha estará de acuerdo.
Después de las seis ediciones conocidas de sus obras «completas», en estos años
veremos ediciones de obras escogidas en 1880, 1884, 1884-1891 y 1886, en donde
puede apreciarse un esfuerzo por divulgar sus escritos.

2.4. El jovellanismo de Somoza: jovellanismo ético (1888-1934)


El cuarto jovellanismo es el que defenderá Julio Somoza, que tendrá múltiples segui-
dores y que, sobre todo, se impondrá sobre los anteriores; se conseguirá al desplazar
la problemática de su filiación político-religiosa hacia lo verdaderamente esencial de
Jovellanos, según la interpretación somozista: su dimensión personal y su valía
como persona, esto es, su personalidad ética; entramos, pues, en el jovellanismo Jesús Evaristo Casariego
ético. Y no es que previamente no se hubiera resaltado esta dimensión, sino que Jovellanos o el equilibrio.
ahora esto se constituye en el eje interpretativo más potente. Por otra parte, desde el (Ideas, desventuras y virtudes
del inmortal hidalgo de Gijón)
somozismo, se puede escorar bien hacia el neocatolicismo bien hacia el liberalismo,
1943. Madrid, Talleres
según las inclinaciones ideológicas de cada intérprete. Personalmente, Somoza es Penitenciarios
claramente afín al liberalismo, con alguna concesión hacia el neocatolicismo: la
dimensión político-religiosa que los neocatólicos reclaman consigue colorear la per-
sonalidad de Jovellanos de un equilibrio ético que va a traducirse en términos de
centrismo político.
En suma, tras tres acaloradas décadas de enfrentamiento ideológico en la
segunda mitad del siglo XIX, entre irreconciliables jovellanistas y antijovellanistas,
Somoza inicia hacia 1888 una tarea de limpieza y recuperación de la memoria del
ilustrado español, cuyo argumento más importante se apoyará en el valor de Jovella-
nos como persona, en su integridad ética, elevándolo a la categoría de santo laico.
La línea de flotación argumental se construirá recobrando el peso del Jovellanos
crítico con las instituciones de su tiempo, incluyendo la Iglesia, pero, por encima de
todo, subrayando que el valor trascendental de Jovellanos procede de su hermosa
personalidad. Aquí se inscribe la pasión de Somoza por recuperar y editar su biogra-
fía y sus cartas.
El antijovellanismo anterior llegará a extinguirse durante esta interpretación eti-
cista, por la fuerza de la admiración unánime de todos los credos ideológicos hacia la
evidencia de esa bella personalidad. Se interesan por Jovellanos desde Joaquín Costa
(1898) hasta Vázquez de Mella (1916). Prueba de este ambiente de «unidad jovella-
nista» es el grupo la Quintana, promotor de temas culturales asturianos, en donde
encontramos tanto a Luarca y Laverde como a Fuertes, Canella y Somoza. El pacto

283
[1] [2]

de las fuerzas enfrentadas puede quedar simbolizado, en el principio de esta etapa,


con la estatua que, después de décadas fallidas de intento, se levanta en 1891 a Jove-
llanos en la Plaza del Seis de Agosto —cuyo nombre conmemora el día de la triunfal
entrada en Gijón, después de su etapa en la Junta Central, ochenta años después—.
La Universidad y la prensa del momento lo celebra: El Comercio, El Carbayón, La
Libertad y el Boletín de la Sociedad Arqueológica Luliana.
Hacia finales de siglo, Clarín conferenciaba sobre Jovellanos en la Extensión Uni-
versitaria de Oviedo. En 1901, se publica la investigación de mayor calado de Somoza:
Inventario de un jovellanista y en 1907, a la sombra de don Julio asistimos a la pri-
mera tesis doctoral: Ideas pedagógicas de Jovellanos, de Felipe Bareño. Los artículos
sobre Jovellanos del afamado periodista Pachín de Melás, entre 1928 y 1936, pueden
considerarse también fruto del ambiente projovellanista creado en Gijón en paralelo
a los esfuerzos de Somoza.
En 1911, se producen las celebraciones del centenario del fallecimiento, en las
que se involucran el Real Instituto Asturiano de Gijón, El Ateneo de Gijón, la Real
Academia de la Historia y la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Los posi-
cionamientos visibles siguen estando emparentados unos con la línea liberal y otros
con la neocatólica: en unos destaca el énfasis por poner de relieve la ortodoxia de la
moral católica de Jovellanos y en los otros la reivindicación de una moral civil más
independiente. Ejemplos de los primeros son Adellac —director del Real Instituto—

284
y Oliver —desde Mallorca— y de los segundos Azcárate y el asturiano E. González- [1]
Blanco. En las celebraciones del centenario, los Infantes visitan Gijón; invitados a Portada de la edición de
Cándido Nocedal, Gaspar
participar, intervienen personalidades como Unamuno, Azorín, Antonio Maura,
Melchor de Jovellanos, Obras
Palacio Valdés, Rodríguez San Pedro o Alejandro Pidal y Mon. Dentro de la dispari- publicadas e inéditas
dad, hay sobre todo unidad de «culto jovellanista». Después de un siglo, Jovellanos ha 1858-1859
adquirido la dimensión objetiva de un clásico: orilladas las divergencias y las inclina-
ciones, prevalece el reconocimiento general. El olimpo de los clásicos, al que llega [2]
Jovellanos merced sobre todo a sus valores éticos —de ahí dimana su reformismo Portada de la edición de Miguel
moral y sobre ese eje giran sus ideas económicas y políticas— sitúa los conflictos Artola, Gaspar Melchor de
interpretativos en una escala de otra índole. Jovellanos, Obras publicadas e
inéditas
El concurso del centenario de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
1956
dará lugar a los primeros estudios en profundidad sobre el pensamiento de Jovella-
nos, a cargo de Camacho, Juderías, Artiñano, el canónigo Yabén y el jesuita García
De un lado, la visión
Rendueles. El común denominador de estas investigaciones tiene que ver con encon- neocatólica que Nocedal
trar esa difícil síntesis entre el Jovellanos político y el religioso. Las posturas se dispo- imprime a la figura de
nen concordando con alguno de los modelos de jovellanismo pretéritos, pero ya se Jovellanos, y seguirían Laverde
y el joven Menéndez Pelayo. De
advierte también que todas las tesis quedan coloreadas por una admiración unánime otro, la edición de Miguel
hacia el personaje histórico que es Jovellanos. Artola, quien con motivo de la
La edición de obras de y sobre Jovellanos sigue un crecimiento exponencial sin reaparición de la Biblioteca de
descanso: diarios (1915) y obras escogidas (1928, 1930 y 1931); y autores como Azo- Autores Españoles, completó
aquellos volúmenes editando la
rín (desde 1902), Gerardo Diego (empieza en 1928 y continuará hasta 1984) o Amé- correspondencia, los diarios y
rico Castro (1933) se interesan a fondo por Jovellanos. También, en torno al tema de otros escritos inéditos.
la reforma agraria, Juan Morán Bayo (1931) y Antonio Escribano Iglesias (tesis doc-
toral, 1931). La tenaz y devota dedicación de toda una vida a la rehabilitación de la
memoria de Jovellanos, hay que atribuírsela a Julio Somoza, quien en su larga vida
(1848-1940) pone orden bio-bibliográfico en la dispersión de escritos de Jovellanos
y publica desde 1878 hasta 1931 decenas de estudios y de obras recuperadas del ilus-
trado-liberal, entre los cuales las importantísimas Cartas de Jovellanos y lord Holland
sobre la guerra de la Independencia (1911) y la publicación que prepara de los diarios
(será póstuma, en 1953-1955), que complete y adecente la irregular edición de 1915.

2.5. El jovellanismo de Caso: jovellanismo histórico-filológico (1935-1980)


El quinto jovellanismo es el histórico-filológico, el que construye y llega a cuajar José
Miguel Caso al lado de un amplísimo despliegue de investigadores, fundamental-
mente provenientes de la Universidad, historiadores y filólogos.
Si el primer y segundo jovellanismo pueden ser sumados —jovellanismo ilus-
trado-liberal— y constituirse en primera tesis, el jovellanismo neocatólico resultó ser
la antítesis, la negación de la perspectiva anterior. Vino el cuarto jovellanismo a poner
orden y estableció una síntesis superadora, pero ordenó los problemas haciendo pre-

285
valecer la personalidad de Jovellanos sobre su obra. Así pues, si su pensamiento y su
obra tenían algún peso debían ser estudiados en profundidad. Es ésta la tarea del
quinto jovellanismo que empieza a aparecer a partir de la tercera década del siglo XX
y que se prolonga hasta los años ochenta. Coincide prácticamente con el franquismo,
pero las aportaciones novedosas y trascendentes no proceden de la ideología autocrá-
tica —porque éstas son rehenes del modelo neocatólico del siglo XIX—, sino desde
la labor de la investigación crítico histórica, la única que podía resolverse en una
nueva síntesis superadora. El quinto jovellanismo es una continuación del cuarto,
pero elevado ahora a una categoría crítica superior. La obra de Jovellanos, fundamen-
talmente la del economista, político, literato y pedagogo va cobrando trascendencia
histórica, más allá de la indudable importancia del «personaje Jovellanos».
La masa de publicaciones de obras de Jovellanos y de reseñas, artículos, estudios,
investigaciones en profundidad e interés por su obra y figura ha ido creciendo sin
duda desde 1811, pero a partir de esta etapa histórico-filológica los datos se vuelven ya
innumerables y muy difíciles de sintetizar. Ángel del Río inicia esta nueva andadura
con el estudio introductorio a las Obras escogidas de Jovellanos (Espasa-Calpe, 1935-
1946): es la etapa en la que los filólogos e historiadores, en su calidad de especialistas,
estudian y valoran la obra del ilustrado, del neoclásico o del prerromántico, distan-
ciados en principio del ruido ideológico de las etapas anteriores, aunque la proble-
mática político-religiosa sigue siendo un hecho histórico que habrá de seguir
afrontándose y que rebrotará continuamente y, si cabe, recrudecida a través de la dis-
tancia entre los receptores franquistas —Bonet, Casariego y Cigoña— y los críticos o
distanciados del régimen, mucho más numerosos.
En el bicentenario del nacimiento de Jovellanos, desde el exilio, en 1944, el Cen-
tro Asturiano de Buenos Aires, junto a los de La Habana y México, producen estu-
dios de máximo interés sobre el conjunto de facetas que encierra su obra: política
(Barcia), jurídica (Ossorio), economista (Prados), sociológica (Ayala), de magistrado
(Gómez), literato (Blasco Garzón), agrarista (Serra), historiador (Albornoz), asturia-
nista (Cimorra) y sobre independencia americana (González e Infiesta).
Entre las publicaciones y estudios, que hay que contar por centenas, destacan:
Obras (tomos III, IV y V de la BAE a cargo de Miguel Artola, 1956) y escritos de J. M.
Cachero, Caso, Galino, Sánchez Agesta, Peñalver, Villota, Gómez de la Serna... y entre
el fecundo hispanismo jovellanista extranjero: Sarrailh, Polt, Sebold, Ricard, Glen-
dinning, Domergue, Helman, Rick, Clément, Defourneaux, Saugnieux... En la prensa
crecen exponencialmente los artículos sobre Jovellanos: sobre todo en los periódicos
regionales —El Comercio, La Nueva España y la Voz de Asturias— y vemos proliferar
firmas como la de Francisco Carantoña. Las instituciones se involucran cada vez más
y realizan aportaciones importantes —el Ayuntamiento de Gijón, el Gobierno del
Principado, la Junta General, Cajastur, el Ayuntamiento de Mallorca— y, a través de

286
sus publicaciones periódicas, el Instituto de Estudios Asturianos y el Instituto Feijoo
del Siglo XVIII y, a escala nacional, el Centro Superior de Investigaciones Científicas.
La importantísima obra jovellanista de Caso se impone como el eje estructura-
dor y ordenador de toda esta amplia variedad. Los estudios de Caso se convierten
en muy difíciles de superar, por la dedicación, como en Somoza, de toda una vida
y por la inmensa cantidad de datos que maneja. Conoce la biografía de Jovellanos
como nadie y sus tesis sobre el pensamiento de Jovellanos han de ser, cuando
menos, las hipótesis de partida de cualquier estudioso que se precie. La inmensa
aportación de José Miguel Caso se constituye en un elemento principal y en el ger-
men de la etapa actual.

2.6. El jovellanismo actual (desde 1980)


El sexto jovellanismo es el actual. Los cinco pretéritos jovellanismos siguen aún pre-
sentes, vivos, continuando su propia estela ideológica. Basta leer los distintos artícu-
los de prensa actuales para percatarse de las diferentes genealogías.
Es la propia madurez del jovellanismo histórico-filológico la que se introduce ella
misma en esta última etapa. El estudio de la obra de Jovellanos desborda ya las clási- Obras completas de Gaspar
cas facetas de literato, economista y político y se desarrollan y cuajan con similar Melchor de Jovellanos, edición
de José Miguel Caso González
fuerza las de pedagogo, jurista, historiador, esteta... hasta arrojar una imagen polié-
drica que o bien corresponde a un polívoco publicista versado en múltiples y dispa-
Cubierta del primer volumen de
res campos no conexos o bien pertenece a un filósofo; es decir, a alguien en situación las Obras Completas de
de integrar en un sistema coherente el conjunto de su pensamiento. Esto es lo que se Jovellanos, primera edición
debate, creo, en la época presente: si Jovellanos es un polígrafo o un filósofo. Si resul- crítica y sistemáticamente
tara ser un filósofo, es decir, si el conjunto de su pensamiento adquiriera un sentido, anotada, impulsada y dirigida
por José Miguel Caso González
un orden y un sistema, entonces el sexto jovellanismo añadiría algo al anterior; si († 1995) desde el Instituto
resultaran tener razón los que creen que es un polígrafo genial, tendríamos un jove- Feijoo de Estudios del Siglo
llanismo más henchido que el anterior, pero fundamentalmente similar. Este jovella- XVIII. Llegó a publicar los seis
primeros volúmenes,
nismo quedaría mejorado o no en función de la visión divulgativa que acabara
correspondientes a obra literaria,
imponiéndose. correspondencia y diario.
La visión divulgativa ha tenido mucho que ver por ahora con las celebraciones
de 1994 y de 1998, con ocasión respectivamente de los bicentenarios de la fundación
del Real Instituto y del ascenso al ministerio de Gracia y Justicia. Y ha tenido mucho
que ver con todas las inercias que provienen de la etapa anterior, entre las mejores la
publicación de las obras completas por un equipo de investigadores del IFES. XVIII,
iniciada por Caso. Uno de los nuevos frutos más visibles lo vemos en la aparición del
Foro Jovellanos del Principado de Asturias, por la mediación de personalidades como
Caso y Carantoña.
Los estudios de expertos o de intelectuales de prestigio han ido propiciando un
conocimiento y una divulgación cada vez más alejada del maniqueísmo decimonó-

287
nico aunque afectada necesariamente por alguna de las etapas anteriores —los Anes,
Abellán, Julián Marías, Velarde Fuertes, Coronas, Manuel Fernández, Pedro de Silva,
Álvarez-Valdés...—. Las tesis doctorales son síntoma claro de la progresión geomé-
trica en la que se ha entrado desde hace unas décadas: desde las primeras de Bareño
y Escribano, seis más en la étapa histórico-filológica —Villota, Dowdle, Ritter,
Domínguez, Domergue y Galindo— contamos con otras nueve en la etapa presente
—Díaz, Baras, Javier Varela, Flecha, Caso Machicado, Martín Nicolás, Souto, Lara y
la mía propia.
Jovellanos ha ido conociéndose en el siglo XIX y XX cada vez más y mejor. Ahora
el peligro es que los tópicos que nacen con la proliferación de contenidos acaben
imponiéndose a los matices que son precisos para delimitar bien su pensamiento. El
ilustrado liberal español puede ahora ser conocido con mayores medios y mejores
criterios, pero ¿se han extinguido los errores jovellanistas del pasado? ¡No, siguen
vivos! y, paradójicamente, parece que se vuelven inevitables. Don Gaspar dejó dicho
que la buena imitación de los clásicos no está en remedar su obra sino en saber adop-
tar su actitud creativa. Será bueno tener en cuenta, entonces, que entre la recupera-
ción de las fuerzas del pasado y el mantenimiento de lo que es ya rancio hay una línea
difícil de ver y que entre involucrarse en proyectos que son colectivos y sumarse a rui-
dos movidos de afanes parciales hay una frontera que nadie particularmente con-
trola, como no sea la opinión pública, no la maledicente opinión, sino la sana
opinión pública. «Cuando esta opinión es ilustrada, justa, moderada, ¡qué bienes!;
cuando siniestra, preocupada, violenta... ¿qué males no puede producir?» (Gaspar
Melchor de Jovellanos, «Reflexiones sobre la opinión pública», Bibloteca de Auto-
res Españoles, V, pág. 413a).

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289
290
Jovellanos: la construcción de un clásico
Elena de Lorenzo Álvarez. Universidad de Oviedo

La imagen pública de los protagonistas de la historia es una construcción cultural


y política fruto de la amalgama de las forjadas en sucesivos momentos históricos,
que según sus intereses focalizan determinadas facetas de su vida y su pensamiento,
pretiriendo otras. La imagen pública de Jovellanos comienza a fraguarse con
motivo de los numerosos reconocimientos institucionales que recibe por sus suce-
sivos nombramientos como embajador en Rusia y ministro de Gracia y Justicia.
Fuegos artificiales, iluminación de edificios, aclamaciones, recitales poéticos, esta-
tuaria, representaciones teatrales, bailes... todo esto fue organizado según las posi-
bilidades e impulso de instituciones como los ayuntamientos de Gijón y Tineo, el
Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá, la Sociedad Económica de los Amigos
del País de Asturias o la propia Universidad de Oviedo, donde no había estudiado,
pero que se apresuró a concederle un doctorado en ambos derechos. También le
celebraron a su modo poetas amigos, como Meléndez Valdés y Quintana; y tam-
poco perdieron la ocasión de perpetrar algunos poemas conmemorativos ciertos
poetas locales ocasionales. [pág. 290]
Todas estas manifestaciones conforman un primer corpus iconográfico y lite- Hipólito Ruiz López
rario de su imagen pública. En mayo de 1798 la Universidad erigió una significa- y José A. Pavón Jiménez
tiva arquitectura efímera, de notable enjundia simbólica. En el centro del patio se Jovellana punctata y Jovellana
scapiflora. Lámina XVIII
elevó una estatua de dos metros, que representaba a Jovellanos coronado de olivo, del tomo I de la Flora peruviana
rodeado de las Ciencias, la Agricultura, las Artes y el Comercio; en los lienzos del et chilensis
patio se elevó un arco triunfal, en cuyo pórtico se veía a la Patria observando a 1798, Madrid: Imprenta de
Minerva coronar con olivo a Jovellanos, bajo la aprobadora mirada de la Gloria y Sancha
la Fama; en la parte inferior, la Envidia, el Error, la Soberbia y la Pereza se veían pre- Real Jardín Botánico. Consejo
cipitados entre humo negro y denso; enfrente custodiaban una inscripción lauda- Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC). Madrid
toria la Justicia, la Paz, la Providencia y la Buena Fe.
En esta arquitectura, fugaz e inútil y por tanto puro vehículo simbólico, icono-
Ruiz y Pavón nominan distintos
grafía e inscripciones de estética plenamente neoclásica funcionan como portado- géneros de plantas con los
ras de una lectura oficial del ministro como un héroe ilustrado: lo vieron entonces nombres de diversos hombres
sus paisanos coronado de olivo por la diosa de la sabiduría, desterrando los males de estado, y la flora recoge hoy
esta Jovellana junto a la
de la patria, bendecido por la fama y legitimado por las alegorías de las virtudes y
Campomanesia, la Godoya, la
las artes ilustradas. Una arquitectura menos efímera encargaría el Principado a Juan Gardoquia, la Llagunoa, la
de Villanueva. En el monumento que fue erigido en 1798 en Oviedo, sólo sus armas Monnina y la Valdesia...

291
estaban presentes, pero, como se decía en la Delación anónima, tal se hizo con él «no
habiéndose dedicado otro igual con tal publicidad a ningún héroe, conquistador o
soberano españoles».
También la literatura supo ponerse al servicio de la esfera política promoviendo
el ensalzamiento del ministro. Poetas de distinta valía recurren a la retórica deifica-
dora con que el Neoclasicismo, al verter las viejas formas míticas sobre la contem-
poraneidad, va generando un nuevo Olimpo de lares patrios, portadores de los
nuevos valores ilustrados y númenes benefactores de su comunidad. Para Manuel
Santurio García Sala es «el Padre de la luz» y «el numen / tutelar» del Instituto, cuya
«mano divinal do quiera imprime / la vida y movimiento». En la silva de Eugenio
Antonio de Riego es el «héroe», el «ingenio divino», «la nueva estrella», «un otro
Campomanes / otro honor de los manes / de la gloria asturiana», cuyos dones se
concretan en la reciente «ley agraria / el parto de Minerva», el Instituto, el impulso
de las prospecciones mineralógicas y la carretera carbonera. Para José María García
del Busto es «la deidad tutelar», la «clara / y benéfica luz de aquel que a Jove el nom-
Noticia de los públicos bre debe». En la oda de Juan García Jovellanos, es la «voz divina», el «benéfico
regocijos con que la astro», el «amante padre», capaz de dar «nuevo ser y vida» a la «manada tierna / a
Universidad Literaria de Oviedo
celebró la feliz elevación de su
tus pechos nutrida», aquellos alumnos del Instituto sobre los que se derrama «el
hijo D. Gaspar Melchor de resplandor de su luciente llama», «este Sol que os anima». De la misma retórica se
Jovellanos a la Secretaría de sirven los poemas de Meléndez Valdés y Quintana. En la epístola de Batilo, un
Estado y del Despacho himno de gozo universal anima al yo poético a proclamar su júbilo y a defender la
Universal de Gracia y Justicia
reforma agraria y la creación del Instituto como los grandes dones de Jovino, por
1798, Oviedo: Impresor de la
Universidad de Oviedo lo que insta: «a vuestro numen / corred, colonos, y aclamad su nombre». La caída
Biblioteca Pública Jovellanos. en desgracia del ministro fue más célere que el impresor de Quintana y su oda a
Gijón Jovellanos hubo de esperar hasta 1813 para ver la luz; se imprimió entonces en una
serie dedicada a los nuevos héroes ilustrados, una alternativa al paradigma medie-
Con motivo de su val y barroco de santos y caballeros, a los que sistemáticamente diviniza: si Guten-
nombramiento como ministro, berg logra multiplicar los tipos de Natura, los navegantes vencer al dios Océano y
la Universidad erigió en su
patio una arquitectura efímera
unir una humanidad antes dividida, Jenner y Balmis erradicar la viruela, el «gran
de corte neoclásico y notable Jovino» puede exterminar a las furias, representación mitológica de los males de la
enjundia simbólica: la alegoría patria que impiden la felicidad pública; tal triunfo da lugar ya a una abierta deifi-
de la Patria observa cómo cación, en que cuando «abatido llore / el inocente en su opresión, tú entonces, / tú
Minerva corona con olivo a
Jovellanos, rodeado de las serás su Deidad»; la mítica Hesperia pregunta: «¿Quién fue el Dios que bastó de
Ciencias, la Agricultura, las tantos males / el torrente a atajar?»
Artes y el Comercio, bajo la El héroe coronado por los dioses de la efímera arquitectura universitaria es por
aprobadora mirada de la Gloria
obra de los versos también el numen tutelar, el padre nutricio de la manada, el lar
y la Fama.
que derrama sus dones, el astro solar, el padre de la luz y, al fin, el dios de la apoteo-
sis de Quintana, que vence a las diosas órficas y doblega a la naturaleza. Tal es la retó-
rica rehabilitadora de los años noventa, en que los atributos divinos enaltecen al

292
Juan García Jovellanos
Oda que con motivo de haber
SMC nombrado embajador a la
corte de Rusia al Excmo. Señor
don Gaspar Melchor de
Jovellanos, y luego, su Ministro
de Estado del Despacho
universal de Gracia y Justicia
publica en su obsequio…
1798, Oviedo: F. Díaz Pedregal
Archivo Jesuitas. Alcalá de
Henares. Madrid

En la oda del juez Juan García


Jovellanos, que tanto se ocupó
de implementar el plan de
mejoras que Jovellanos había
diseñado para Gijón, Jovellanos
es la «voz divina», el «benéfico
astro», el «amante padre»,
capaz de dar «nuevo ser y vida»
hombre, pero también representan la posibilidad, o las expectativas, de que efectiva- a la «manada tierna / a tus
mente aquel nuevo gobierno pudiera ejecutar un proyecto ilustrado que parecía pechos nutrida», aquellos
estancado tras la muerte de Carlos III y el arranque de la Revolución Francesa. alumnos del Instituto sobre los
Incluso la botánica serviría para encumbrar a este nuevo gobierno. Como la que se derrama «el resplandor
de su luciente llama», «este Sol
Oficina de la Flora Americana dependía de su ministerio, se le reconoce como pro- que os anima».
motor de la Flora peruviana et chilensis, que edita los resultados de la expedición
botánica de Hipólito Ruiz y José Antonio Pavón; éstos nominan distintos géneros
de plantas con los nombres de diversos hombres de estado y la flora recoge hoy esta
Jovellana junto a la Campomanesia, la Godoya, la Gardoquia, la Llagunoa, la Mon-
nina y la Valdesia...
Pero hubo quien interpretó la retórica deificadora literalmente, y en la Delación
anónima, que analiza detalladamente el monumento del Principado en Oviedo y
que le señala como uno de los «uno de los corifeos o cabezas del partido de esos que
llaman novatores, de los que por desgracia, y tal vez castigo común nuestro, abunda
en estos tiempos nuestra España, que antes era un emporio del catolicismo», se le
acusa de que sus sectarios «le llamaban públicamente el Jovino, esto es, el Dios, el
apoyo, la felicidad, el único bien de las Asturias».
Paradójicamente, mientras todos estos homenajes se organizaban y se gestaban
estos poemas, Jovellanos escribía en el diario sobre la embajada en Rusia: «Cuanto
más lo pienso, más crece mi desolación. [...] Todo alegría por de fuera; todo en mí,
aflicción por lo que me aguarda, por lo que pierdo en abandonar un pueblo que me
quiere bien, y una dulce residencia que me encanta». Cuando llega el nombra-

293
Manuel José Quintana
Al Excmo. Sr. D. Gaspar de
Jovellanos, en ocasión de
habérsele encargado el
Ministerio de Gracia y Justicia
1797
Biblioteca Nacional de España

A las felicitaciones
institucionales se sumaron
homenajes literarios de diversos
amigos poetas. En esta oda de
Quintana, Jovellanos aparece
divinizado: cuando «abatido
llore / el inocente en su
opresión, tú entonces, / tú serás
su Deidad»; y la mítica
Hesperia pregunta: «¿Quién fue
el Dios que bastó de tantos
males / el torrente a atajar?
¿Quién la carrera / mudó a esta
agua, allanó los montes, / los
pantanos cegó?».

294
miento en el ministerio: «¡Adiós, felicidad; adiós quietud para siempre! Empieza la
bulla, la venida de amigos y la de los que quieren parecerlo; gritos, abrazos, mien-
tras yo, abatido, voy a entrar a una carrera difícil, turbulenta, peligrosa. Mi con-
suelo, la esperanza de comprar con ella la restauración del dulce retiro en que
escribo esto». Ni siquiera Josefa, que sabría de sus reticencias, como Paula, y que
lamenta su primer nombramiento —«Fexérunly baxador / de un rei de lloñe
escondíu / (cuatro llegües más abaxo / del Pulgatorio y del Llimbu)»—, deja de fes-
tejar en un poema el ministerio que tan funestas consecuencias tendría para su her-
mano. Llamativamente, es la única que no le diviniza.
Tras el fugaz ministerio, vendrán los años de encarcelamiento en Bellver y su
incorporación como diputado por Asturias a la Junta Central (1801-1808-1811),
institución a cuyo apoyo dedica su último escrito, una Memoria en defensa de la
Junta Central, en que ha de rebatir las calumnias de usurpación de autoridad, mal-
versación de fondos e infidelidad a la patria y en que para limpiar su nombre
incluye una memoria justificativa de sus últimos años, la Exposición de la conducta
del autor desde que recobró su libertad hasta el día. Diría: «Y como yo no aspire a
pasar entre mis compatriotas por un héroe, sino por un honrado y fiel magistrado,
deseo y espero que los hechos de mi vida privada, lejos de desmentir, confirmen
este concepto, que he procurado asegurar con mi conducta pública».
Pocos meses después llegaría la muerte y con ella la plena canonización oficial,
pero no sería la imagen del magistrado sino la del patriota encarcelado la que se
reiteraría en múltiples manifestaciones concentradas en la descripción de los
injustos avatares de los últimos años y en su decidido posicionamiento a favor de
la causa española. Blanco White formularía una de las primeras reflexiones reivin-
dicativas enunciada por la nueva generación de liberales: «Ya yo había pensado en
cuál sería la suerte del venerable anciano cuando supe la entrada de los franceses
en Gijón [...]. El amargo fin de tan sabio y tan excelente hombre debe causar una
impresión profunda en el corazón de todos los españoles; de desconsuelo en los
que lo amaban, y de cruel remordimiento en los que causaron la infelicidad de sus
últimos días».
Pero Blanco escribe desde Londres y, en el contexto bélico de la España del año
1812, las acusaciones a los de las cortes desaparecen inmediatamente de escena; los
sufrimientos del «venerable anciano» casi santificado serán ya sólo los infligidos por
el despotismo en Bellver y se acentuaría su perfil patriótico, en el sentido que el
Romanticismo —que no la Ilustración— otorga al término. A propuesta del conde
de Toreno, representante de Asturias en las Cortes, el Decreto CXXVII de 24 de
enero de 1812 le declara «benemérito de la patria» y reconoce su «adhesión a la
causa nacional» y «la firmeza con que sufrió la persecución que le hizo padecer la
mano cruel del despotismo».

295
[1] Es entonces cuando con premura, una España dividida por la guerra comienza
José María Blanco White a alzar el mausoleo literario. Sólo tres meses después de su muerte firma Antillón
Carta a M. Flórez de Méndez un breve folleto biográfico ampliamente reeditado hasta ser incluido en el Index
ante la noticia de la muerte (1817), donde se le presenta como modelo de magistrados, poetas, hombres de bien
de Jovellanos
y, sobre todo, patriotas: «un nombre precioso que añadir al martirologio de la liber-
25 de diciembre de 1811,
Londres tad española». Antes de cumplirse un año, se publica por vez primera el Informe
Biblioteca de Asturias Ramón sobre las diversiones públicas por partida doble: en Madrid, en la Imprenta de San-
Pérez de Ayala. Oviedo cha, y en el Cádiz liberal, en la Imprenta Patriótica. La biografía de Ceán, aunque
no se publicaría hasta 1814 —y lo expurgado, hasta 1885—, tiene precisamente su
Dice en ella: «Ya yo había germen en el encargo de la Academia de la Historia de un elogio fúnebre que no
pensado en cuál sería la suerte llegaría a realizarse. Apuntala el edificio la colección de Cañedo (1830-1832), que
del venerable anciano cuando
supe la entrada de los franceses
supone el primer intento de ordenación y difusión de su pensamiento.
en Gijón; […]. El amargo fin de En el plano internacional juegan un papel fundamental las traducciones del
tan sabio y tan excelente hombre Informe en el expediente de Ley Agraria al francés, inglés, italiano y alemán (1809-
debe causar una impresión 1816) y el reconocimiento de Karl Marx. Desde el exilio londinense, ya publicado
profunda en el corazón de todos
los españoles; de desconsuelo en
el Manifiesto comunista (1848) y mientras redacta El capital, Marx publica en el
los que lo amaban, y de cruel New York Daily Tribune una serie de nueve artículos sobre la España revolucionaria,
remordimiento en los que en que juzga la Guerra de Independencia como el primero de una serie de ciclos
causaron la infelicidad de sus
revolucionarios y analiza sus peculiaridades, y las razones de su fracaso, hasta 1843.
últimos días».
En el tercero (20 de octubre de 1854) presenta un análisis de la figura de Jovellanos,
[2] cuyo Informe en el expediente de Ley agraria cita en diversas ocasiones: su visión es
José María Blanco White matizadamente positiva y Jovellanos crece al ser atinadamente contrastado con Flo-
«Fallecimiento del Sr. ridablanca. Le juzga un «amigo del pueblo: esperaba elevar a éste a la libertad con
Jovellanos», El español, nº. 21, una serie, penosamente prudente, de leyes económicas y con la propaganda litera-
tomo IV ria de doctrinas generosas», si bien subraya su espíritu reformista, mal avenido con
30 de diciembre de 1811, el del alemán: «ni siquiera en sus mejores tiempos había sido un hombre de acción
Londres
revolucionaria, sino más bien un reformador bienintencionado, que, por exceso de
Biblioteca Nacional de España
escrupulosidad con los medios, jamás se habría atrevido a cumplir un objetivo».
Mientras tanto, en España se gesta la polémica. Si liberales como White, Quin-
No tardaron en publicarse
distintas necrológicas
tana, Gallego, Cienfuegos, Antillón, Toreno y Flórez Estrada o comunistas como el
reivindicativas de Jovellanos. propio Marx citaban escritos como el Informe en el Expediente de Ley Agraria,
Entre las primeras, ésta del incluido en el Índice de libros prohibidos desde 1825, Nocedal, Laverde y Menéndez
propio Blanco White, publicada Pelayo recuperan su vertiente ortodoxa, focalizando los aspectos más conservado-
en su periódico londinense:
«Honra de la nación en estos res y católicos —aunque insuficientemente, según W. Franquet—. La figura de
últimos tiempos, y una de las Nocedal marca un hito, no tanto por la labor en su edición en la Biblioteca de Auto-
joyas con que se adornaba en su res Españoles (1858-1859) como por el giro ideológico que imprime a la interpre-
decadencia, como memoria de
tación del pensamiento jovellanista.
la que tuvo en días más felices,
y como prenda que le prometía Comienza entonces también la historia de los monumentos funerarios y el des-
en verlos alguna vez renovados». baratamiento de sus últimas voluntades: finalizada la guerra, su cuerpo, enterrado

296
[1]

[2]

en la parroquia de Santa Marina de Puerto de Vega el 29 de noviembre de 1811,


había sido trasladado al cementerio de Gijón en 1815. Pero aquel que había abo-
gado por las sepulturas en los cementerios, fuera de las iglesias, y reclamado un
entierro «sin pompa ni publicidad» es trasladado en 1842 al interior de la iglesia de
San Pedro: diseña su lápida el director de la Academia de Bellas Artes, redactan su
epitafio Quintana y Cienfuegos y llega a publicarse la Noticia de la función fúnebre.
A punto estuvo de torcerse aún más su voluntad por designios estatales, pues
pronto serían reclamados sus restos para más gloriosos fines. Tomando como refe-
rencia el Panteón francés, José I y después Mesonero Romanos concibieron la idea
de hacer de la iglesia de San Francisco un panteón de hombres ilustres que sirviera
como base de una identidad histórica nacional. Los liberales favorecieron su reali-
zación presupuestándolo en el marco de la Ley de Recompensas Nacionales, con-
cebida para resarcir a las víctimas del despotismo fernandino. Triunfante la

297
Revolución de 1868, «rota ya la tradición absolutista», el decreto de 31 de mayo de
1869 reivindica «las conquistas de la revolución y las reformas del porvenir» y hace
coincidir la inauguración del Panteón con la ratificación de la nueva Constitución,
subrayando el carácter regenerador, patriótico y moderado de la Gloriosa. En aquel
decreto se propone la incorporación a dicho panteón de los restos de 25 «grandes
figuras nacionales, cuya memoria produce en todo español respeto y admiración»,
como el Cid, Guzmán el Bueno, Garcilaso o Calderón, y «Mariana, Cisneros, Que-
vedo, Arias Montano, Nebrija, Jovellanos, el conde de Aranda y Campomanes, los
hombres de ciencia y paz». Unos restos no se encontraron; en otros casos, la exhu-
mación no llegó a producirse. Finalmente, el 20 de junio de 1869, cien cañonazos
saludaban a una comitiva de cinco kilómetros, en que no iban los restos de Jovella-
nos gracias a la resistencia del Ayuntamiento. Según el acta de 1 de junio, el consis-
torio manifestó al gobernador civil que se opondría al traslado «por los medios que
las leyes le permitan». En todo caso, la resistencia local manifiesta una clara vincu-
lación de la ciudad con su figura, cuyo retrato oficial había encargado a Suárez-Lla-
[1]
nos cinco años antes para su iconoteca; y la solicitud estatal testimonia la
incorporación de Jovellanos a una memoria común nacional que la gloriosa quería
construir como modelo de regeneración.
Pero el auge del monumento conmemorativo en España prendió en Gijón, que
se dotó en 1891 de dos estatuas, la de Pelayo —que había sido propuesta por el pro-
pio Jovellanos ya en 1782— y la de Jovellanos, que fue larga e ineficazmente pro-
yectada por sucesivas comisiones y gobiernos de distinto signo a lo largo de treinta
años. Si «una estatua semicolosal de bronce» fue aprobada a propuesta de Nocedal
ya por Narváez en 1865, varios concejales proponen en 1873 «perpetuar la memo-
ria de la proclamación de la República, legando a la posteridad un monumento
digno de aprecio y veneración»: una estatua de mármol de Jovellanos para la plaza
mayor. La República le era propicia: aquel año Galdós le reivindicaría en Los episo-
dios nacionales al contraponer su figura a la de Godoy, Caballero y otros intrigan-
tes cortesanos en La corte de Carlos IV. La condesa Amaranta dirá al joven Gabriel:
«No te dejes nunca deslumbrar por la grandeza de esos figurones a quienes el vulgo
admira y envidia; su poderío está sostenido por hebras de seda, que las tijeras de
una mujer pueden cortar. Cuando hombres como Jovellanos han querido entrar
aquí, sus pies se han enredado en los mil hilos que tenemos colgados de una parte
a otra, y han venido al suelo».
Finalmente, el Jovellanos togado cuyo diseño asesoró Menéndez Pelayo fue
inaugurado en 1891 en los cíclicos fastos de agosto. La elección fue contestada nada
menos que por Somoza, quien lo hubiera querido representado como un civil ilus-
trado; aquel año levantaría su monumento particular, los Escritos inéditos, una de
sus imprescindibles aportaciones de esos nuevos datos, documentos inéditos, inven-

298
[1]
Decreto CXXVII
de 24 de enero de 1812
1812
Archivo del Congreso de los
Diputados

[2]
Proposición del conde
de Toreno para que se declare
a Jovellanos benemérito
de la patria
1812
Archivo del Congreso de los
Diputados

A propuesta del conde de


Toreno, representante de
Asturias en las Cortes, tres
meses después de su muerte se
le declara «benemérito de la
patria»: se reivindica el Informe
en el expediente de Ley
Agraria, y se honra su memoria
con un testimonio público
centrado en su «adhesión a la
causa nacional», su proyecto
educativo, su esfuerzo por
difundir las luces y «la firmeza
con que sufrió la persecución
que le hizo padecer la mano
cruel del despotismo».

[2]

tario y manuscritos raros, dispersos, que abundan en sus títulos. No renuncia


Somoza a imprimir en sus trabajos una clara reivindicación de la faceta ética como
elemento unitario del personaje, pero sus investigaciones aportan por vez primera
material de primera mano. Esta nueva visión, compartida con hombres próximos
al pensamiento krausista y la Institución Libre de Enseñanza, como Azcárate, Cane-

299
[1]

[1]
Españoles ilustres cuyos restos
han de ser trasladados al
Panteón Nacional en el
solemne día de su inauguración
de 2 de septiembre) [2]
13 de junio de 1869. Madrid:
D. Carlos Frontaura
lla y Fuertes Acevedo, lleva a lógicas y sonadas polémicas con Nocedal, Laverde y
Biblioteca Nacional de España
Menéndez Pelayo.
Aunque en el período de la Restauración todos coincidían en la reivindicación
[2]
de la figura de Jovellanos —ese mismo año de 1891, se constituye la Logia Jovella-
Imagen de la iglesia
de San Francisco, convertida nos de Luarca y en 1912 la logia Jovellanos de Gijón—, no puede decirse que la
en Panteón Nacional erección de aquella estatua ni la celebración del centenario del Instituto que se ave-
cinaba fueran síntoma de consenso alguno sobre la interpretación de su figura.
La Gloriosa instituye un Como Somoza, Clarín, que se definió en 1882 como «un krausista aseado, limpio e
panteón de hombres ilustres, independiente», arremetió en un palique contra la apropiación que ciertos grupos
emblemas ejemplarizantes de
moral y patriotismo, como base
hacen de aquel acontecimiento: «Reciente está el ejemplo de lo sucedido con el
de una identidad histórica pobre Jovellanos. Nadie más simpático que D. Gaspar. Pues bien, entre Pidal y Jove
nacional. Se propone la y Hevia le hicieron casi aborrecible a todo asturiano bien nacido. ¡Jove y Hevia! Es
incorporación de los restos de decir, mane, thecel, phares! ¡Jove y Hevia! ¡Última ratio centenariorum! Jovellanos
25 «grandes figuras nacionales,
cuya memoria produce en todo fue patriota, sabio, algo poeta, pedagogo, estadista, escritor en prosa de los mejo-
español respeto y admiración»; res... mil cosas más. Pues como si cantara... Se le erige una estatua, se le va a tribu-
entre ellos «Mariana, Cisneros, tar un homenaje, etc., y llega Jove y Hevia con el sombrero de copa alta, blanco y
Quevedo, Arias Montano,
ladeado... y ¡adiós Jovellanos!... Nocte pluit tota».
Nebrija, Jovellanos, el conde de
Aranda y Campomanes, los Con motivo del centenario del Instituto dos años después volvía Clarín en el
hombres de ciencia y paz». Madrid cómico a aludir a estas rencillas para justificar su ausencia en las «fiestas ofi-

300
ciales», pero no dejaba de rendir su propio homenaje, que era a un tiempo para su
abuelo, que había sido alumno y profesor de aquel Instituto, para Jovellanos y para
la propia ciudad de Gijón: «Nunca he escrito nada acerca de Jovellanos, ni siquiera
le he dedicado el estudio asiduo, profundo y diligente que se necesita para escribir
de semejante hombre; pero le tengo cariño casi instintivo, apenas razonado, que es
una especie de culto. Quiero mucho a Gijón y quiero mucho a Jovellanos, y estos
dos cariños se mezclan en mí, pues algo me dice en la conciencia que son una
misma cosa». En cuanto a su carácter, reivindica su «espíritu equilibrado», idealista
como poeta, «soñador, cuando se metió en política con la abnegación de un santo
(único medio legítimo de meterse en política)», pero al tiempo práctico —consi-
dera el Informe en el Expediente de Ley Agraria «un monumento de economía apli- Francisco Martínez (grabador) /
cada, según entonces esta ciencia podía entenderse»— y siempre preocupado por Manuel Bobes (estampación)
España, Asturias y Gijón: «Jovellanos no sólo es el primer asturiano... sino, en cierto Medalla conmemorativa
del centenario de la fundación
sentido, el único». Por eso quiere imaginar que un día, «además de escribir un sis- del Real Instituto Asturiano
tema de filosofía optimista, que ya habré inventado, me permitiré [...] el lujo de 1897
estudiar a lo erudito (lo que no soy todavía, bien lo sabe Dios y Sánchez Moguel) Museo Casa Natal de
la vida y obras de Jovellanos; y con toda el alma puesta en mi trabajo, dejaría satis- Jovellanos. Gijón
fecha un ansia de mi espíritu», que no es otra que «poder escribir a mis anchas un
libro que se llame Jovellanos».
Ya en 1898 vuelve Clarín a él para identificarse con su visión de España, citando
las Cartas del viaje de Asturias en un texto que marca la profunda coincidencia entre
la España que habían dibujado los ilustrados, la que reivindicaba el krausista inde-
pendiente y la que intentaban forjar los noventayochistas: no es la España imperial
del Cid ni de los tercios de Flandes, sino la de «futuros días de trabajo honrado, asi-
duo y eficaz que diese a las áridas llanuras el riego y los caminos que pudieran traer
consigo la riqueza, [...] lo que Jovellanos tenía por conquistas reales del porvenir».
Aunque estos artículos se publiquen en los años noventa, hacía tiempo que Clarín
había vuelto los ojos al ilustrado: con 23 años ya había redactado una «Oda a Jove-
llanos» imitando sus idilios; y ni en La Regenta se había resistido a citarle: «La poe-
sía será siempre el lenguaje del entusiasmo, como dice el ilustre Jovellanos».
En aquellas décadas jugaron un notable papel en la difusión y reivindicación
de su figura los papeles periódicos, en que tanta fe tenía el ilustrado como herra-
mienta de formación de ese concepto dieciochesco de opinión pública. Con mayor
relevancia, con motivo de las consabidas citas de agosto, noviembre y enero, se
publicaban sucesivos homenajes en El productor asturiano, fundado por Eladio
Carreño —donde un poeta cívico y antirretórico como Núñez de Arce publicaría
su encomiástico soneto «A Jovellanos»—, y en El comercio, cuyo primer ejemplar
(2 de septiembre de 1878) incorporaba en la cabecera sendos lemas del Informe de
ley agraria alusivos al puerto y la navegación, abría con un regenerador editorial de

301
Azcárate, donde se subrayaba el carácter industrial y mercantil de la ciudad pero
se quería también un desarrollo cultural: «fuera mengua olvidarlo en la patria del
ilustre Jovellanos». Además, contribuyeron notablemente a la difusión de su ima-
gen a través de grabados del Jovellanos de Goya de 1798, entonces propiedad del
anticuario Mariano Santamera.
En este período de la Restauración se produce uno de los frutos menos cono-
cidos y más ambiciosos de la construcción de su imagen pública: con Jovellanos,
ensayo dramático-histórico (1893), del catedrático de química de la Facultad de Far-
macia de Madrid, José Rodríguez Carracido, Jovellanos se convierte por vez pri-
mera en protagonista literario con voz propia. Aunque como dramaturgo
Carracido reflexiona sobre las carencias de la figura como personaje teatral, pues
adolece de la «anormalidad» y «violencia» que conviene a la tragedia y entonces se
aplaudía en las tablas, Carracido le elige como encarnación de las cualidades del
perfecto hombre de estado: honrado y desinteresado, y por ello fracasado, es al
José Rodríguez Carracido tiempo contestación y modelo para unos políticos «menesterosos de ideas y lim-
Jovellanos. Ensayo histórico- pios de escrúpulos en materias de procedimiento», porque «jamás transigió por la
dramático máxima acatada por los políticos al uso que el fin justifica los medios». Jovellanos
1893. Madrid: Imprenta de encarna la reacción que Carracido exige frente al sistema bipartidista de la España
Fortanet
de la Restauración.
Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII. Oviedo
Además, en 1902, una de las principales novelas de la renovación narrativa
española del siglo, La voluntad, recupera su faceta literaria, hasta entonces escasa-
Con esta obra de teatro del
mente reconocida, constituyéndole en referente estético. Antonio Azorín, al dar
catedrático de química de la cuenta de su desengaño literario, afirma que ha dejado de ser, afortunadamente, un
Facultad de Farmacia de escritor brillante, y subraya su desprecio por «la prevención contra las palabras
Madrid, Jovellanos se convierte
humildes, bajas, prosaicas»; valora entonces el estilo de aquel a quien llama «la más
por vez primera en personaje
literario con voz propia. alta autoridad literaria de España» en los tiempos en que Goya le pintaba y estima
que Jovellanos estaba acertado al incluir en sus poemas palabras plebeyas, como
campanillas, mula, mayoral, pese a que ello le valiera la condena de Gómez de Her-
mosilla en su librejo. No es la primera vez que Martínez Ruiz reivindica al literato.
En «Un poeta» el anciano se halla frente al Cantábrico y atalaya la inmensidad: los
escritos del magistrado y el político han ahogado «la luminosidad de estos versos
plásticos, pintorescos y enérgicos, tan bellos y trascendentales —trascendentales en
la evolución de nuestra estética—, como toda la prosa del poeta». En «Rasgos de
Jovellanos», ya en 1943, la misma estética es reconocida en los diarios, donde «la
prosa castellana alcanza limpidez y exactitud que sólo en los grandes maestros anti-
guos encontramos». Allí recupera Azorín además la imagen del joven y optimista
ilustrado, que construye a partir de la tan citada anécdota de la peluca: «en ese rasgo
de Jovellanos vemos ufanía de mozo, confianza en sí mismo y desdén por el vulgo».
A este perfil literario apunta también Juan Valera, quien en su Florilegio señala que,

302
[2]

[1]
Juan Echevarría
Retrato de Azorín
1922
Museo Nacional Centro de Arte
Reina Sofía

[1]
[2]
José Martínez Ruiz, Azorín
al margen de Cervantes, «fue Jovellanos quien hasta entonces tuvo más brillante y
La voluntad
firme estilo y escribió mejor la prosa castellana»; y le reivindica como «poeta ver-
1902. Barcelona, Henrich y Cía
dadero y legítimo».
Biblioteca Pública Jovellanos.
En este siglo se seguirán homenajes de distinta enjundia y signo. En el primer Gijón
centenario de la muerte, los hubo de estricto carácter científico, como el riguroso
volumen impulsado por la Real Academia de la Historia, en que se estudia su papel Tanto en La voluntad, una de
en esta institución; otros buscan el impulso de las investigaciones, como la Acade- las principales novelas de la
mia de Ciencias Morales y Políticas, que promueve el premio a que se presentarán renovación narrativa española
estudios tan dispares como el neocatólico de García Rendueles y el del premiado, del siglo, como en distintos
artículos publicados a lo largo
Julián Juderías, mucho más cercano a Somoza; en otros, como el de El Comercio, de treinta años, Azorín
Somoza, Azcárate, Canella y Unamuno comparten espacio con Augusto González reivindica a Jovellanos como
Besada, ministro de Fomento, y un ya cuestionado Antonio Maura o el ultramon- referente estético: en los diarios
«la prosa castellana alcanza
tano Alejandro Pidal y Mon, a quien Clarín llamaba el zar de las Asturias; el Ateneo
limpidez y exactitud que sólo
de Gijón consigue congregar distintos enfoques, desde el conservador de Miguel S. en los grandes maestros
Oliver y Adellac al liberal de Azcárate y González-Blanco. antiguos encontramos».

303
El 125º aniversario de la muerte llega en plena guerra civil. Ante el incendio de
la iglesia de San Pedro, los restos son trasladados a la Escuela de Estudios Mercan-
tiles por iniciativa de Pachín de Melás, quien propone como enterramiento defini-
tivo la estatua de la plaza del 6 de agosto o bien su propia casa natal, en cuyo patio
«convertido en un templo» propone levantar un obelisco. Tales iniciativas no pros-
peraron y, tras breve depósito en el Instituto Jovellanos y las oportunas reformas en
la capilla de los Remedios, fue trasladado a ésta en procesión en 1940.
Con motivo del segundo centenario del nacimiento, el Ayuntamiento de Gijón
promueve la constitución del Museo Casa Natal de Jovellanos, que no se lograría hasta
1971, e insta a que se saque a Jovellanos del Index, para que participen en los actos «sin
escrúpulo de conciencia fervientísimos católicos» y puedan reeditar y leer sus obras.
Otros proyectos de alcance quedan convertidos, de la mano de Jesús Evaristo Casa-
riego y Joaquín A. Bonet, en meras hagiografías ejemplarizantes. El primero, autor de
la biografía Jovellanos o el equilibrio, de quijotesco subtítulo —Ideas, desventuras y vir-
La Ilustración Española y tudes del inmortal hidalgo de Gijón—, firma también el guión del documental conme-
Americana, nº. 29, año XXXV morativo de Justo de la Cueva, cuyo fin y referentes explica él mismo en la sinopsis
8 de agosto de 1891 recogida en el expediente de censura: «exaltar tal figura como valor católico y españo-
Instituto Feijoo de Estudios del lísimo y defensor de la unidad y de la tradición de España, como ya han hecho en el
Siglo XVIII
orden literario Menéndez Pelayo, Nocedal y otros». Bonet, autor de Grandeza y des-
ventura de don Gaspar Melchor de Jovellanos, compone también Jovellanos, poema dra-
La erección de la estatua de
Jovellanos fue ampliamente mático. Esta obra, estrenada en el Teatro Jovellanos en 1952, se encuadra claramente
reseñada en la prensa local en un exitoso teatro histórico en verso cuyo máximo exponente sería José María
y nacional. Pemán; hábil en su oficio, esta vieja escuela satisface los gustos del público y se acerca
a la historia con ademán retórico y notable carga sentimental para hacer propaganda
de unos valores nacionales que supone de validez universal y atemporal. Del conven-
cional carácter literario de estos cuadros en verso dan buena cuenta los octosílabos
que pueden oírse en boca de Jovellanos aludiendo al envenenamiento: «Y ahora / si es
que queréis escucharme / a vuestra doña Beatriz / decidla que soy feliz / ¡que pueden
asesinarme!». Testimonio de la visión patriótica que Bonet imprime al drama y de
posibles lecturas contemporáneas que entonces a nadie se escaparían son estos versos:
«Ni propiedad colectiva, / ni democracias: empeños / en que su locura estriba, / y que
no son sino sueños. / En fin, noble amigo mío, / si algún día esa quimera / levantase
la bandera / tricolor en desafío, / como es brutal y es impío / el signo que la acompaña,
/ que nadie dude que vos, / cuando defendéis a España / lo hacéis en nombre de Dios».
El epílogo se firma el 16 de septiembre de 1939 y la obra está dedicada: «A todos los
españoles que glorificaron el nombre de la España eterna».
Como contraposición, quedan los ensayos de los intelectuales exiliados convo-
cados por los Centros Asturianos de Buenos Aires, La Habana y México, para los
que es ejemplo de «ciudadanía» y hombre al servicio de los «ideales de fraternidad».

304
Leopoldo Alas Clarín
Oda a Jovellanos
20 de mayo de 1875
Biblioteca de Asturias Ramón
Pérez de Ayala. Oviedo

Con 23 años Clarín ya había


redactado una Oda a Jovellanos
imitando los idilios
dieciochescos. Ofreció el texto
a La Ilustración gallega y
asturiana en 1878, aunque no
llegó a publicarse.

Desde la otra orilla, Ayala, Cimorra y Sánchez Albornoz recuperarán al sociólogo,


al asturianista, al historiador; el último identificará el fracaso de la Ilustración y el
de la II República: «Otra vez los bárbaros odios hispanos han puesto en peligro de
frustración y de naufragio esa aurora que alumbraba a España». Ayala, al reeditar el
estudio en 1992, lo considerará el «diálogo mudo que un dolorido español del exi-
lio entablaba con el prócer admirable» y señala las «lecciones de templanza» que de
su lectura obtuvo.
En las décadas siguientes, mientras los trabajos de Ángel del Río, Miguel Artola
y José Miguel Caso González afianzan un jovellanismo de fuerte impronta histó-
rico-filológica, concentrado en la búsqueda de fuentes y el retorno a los textos, su
imagen comienza a ser especialmente fructífera en términos literarios.
El Nuevo Teatro Español vuelve la mirada hacia Jovellanos cuando Manuel Pérez
Casaux gana el VII Festival de Teatro de Sitges en 1973 con la irónica y sarcástica La
familia de Carlos IV. Pesadilla historiera y discursibunda en diez momentos, un prolon-
gamiento y una epilogación. La distorsión verbal de las fragmentarias estampas
subraya la degradación de una España que, como la contemporánea, necesita de hom-
bres como Jovellanos —plenamente ilustrado—, Meléndez Valdés —más radical— o
Iriarte —más conformista—, ubicados escenográfica y significativamente en el rincón
maldito. La primera versión de la pieza cierra con una lapidación de Jovellanos, a

305
Leopoldo Alas Clarín
«La Epifanía», Madrid cómico:
periódico festivo ilustrado,
nº. 570
20 de enero de 1894, Madrid
Biblioteca Nacional de España

En 1894 Clarín le rindió su


propio homenaje, que era a un
tiempo para su abuelo, que
había sido alumno y profesor de
aquel Instituto, para Jovellanos
y para la propia ciudad de
Gijón: «Nunca he escrito nada
acerca de Jovellanos, ni
siquiera le he dedicado el
estudio asiduo, profundo y
diligente que se necesita para
escribir de semejante hombre;
pero le tengo cariño casi
instintivo, apenas razonado,
que es una especie de culto.
Quiero mucho a Gijón y quiero quien la caterva arroja libros y sobre el que salta jugando a la gallina ciega, mientras
mucho a Jovellanos, y estos dos aquel que encarnara la luz exclama: «¡Ciegos, mudos y sordos! ¡Ciegos como piedras!
cariños se mezclan en mí, pues
Como topos, como salamandras, como fósiles, ciegos y mudos y mancos y sordos y
algo me dice en la conciencia
que son una misma cosa». chatos y miopes por los siglos de todos los siglos...». En el campo de la narrativa, se
acercan a su figura Carmen Gómez Ojea, Óscar Muñiz e Ismael González Arias. En el
provocador Pentecostés de Gómez Ojea (1989), la actitud de la narradora ante su ilus-
tre convidado es novedosa y heterodoxa, pues cuestiona la imagen canónica de Jove-
llanos, encarnada eficazmente en la codificada por los manuales de bachillerato: «Me
dije que si cerraba los ojos para jugar a la vieja diversión de las sugerencias y decía
Jovellanos, Jovellanos, veía sin remedio el capítulo dedicado al siglo XVIII en mi viejo
manual bachilleril de literatura. Plomo. Se me presentaba como una figura negra, ves-
tida de ropajes talares: un ser andrógino y fastidioso, hablando con crudeza. [...]
Alguien con quien no habría tenido el mínimo interés en cruzar un mísero monosí-
labo». La suya se trama con el cruce de distintas narraciones fragmentarias, enuncia-
das por una galería de excepcionales voces femeninas que opinan sobre él, en una
inteligente intermediación que al tiempo invoca y cuestiona los rumores. Paterna
alude a su posible homosexualidad: «decías que era un clérigo marica y malas pulgas,
que se acostaba con su criado negro»; Catuja cuenta la historia del supuesto hijo de
Alcmena la bella, ante el que la narradora se muestra escéptica —«seguro que la bella
de falso nombre sabía cómo evitar los embarazos»— y critica a los afrancesados bona-
partistas denostando a Meléndez Valdés: «más que un afrancesado era un botarate, lo

306
mismo que la mayoría de los que esperaban algo de Napoleón. Poetas y picapleitos,
que se conformaban con la concesión de cuatro libertades, pero que sentían sofocos
al pensar en la independencia de las colonias. Le dije que era muy injusta». Por último,
la imaginación de la narradora juega con episodios que hubieran podido verosímil-
mente ser, pero no fueron, como el imaginario encuentro del Jovellanos niño y Feijoo,
o el encuentro con una mujer «resuelta, soñadora y risueña —decido pensarla riente
en medio de la desdicha— que se le ofreciera en la alegría turbia de un sarao navi-
deño»; pero «él temblaría, metido en la cama, asustado de haberse dado de narices con
una mujer tan singular. [...] Huyó de ella». Aún sorprende recordar la polémica que
desencadenaron en Asturias las opiniones vertidas por unos entes de ficción.
En Bobes, el león de los llanos (1990), Muñiz construye un relato alternativo a la
sanguinaria visión codificada del coronel Bobes y para ello retorna a un pasado
nunca contado, en que el Gijón del siglo XVIII es un flash back del caudillo astur,
quien escribe a su madre desde los llanos venezolanos la víspera de la batalla de
Ulrico, en que caerá muerto, y recuerda su infancia. El José Tomás Bobes niño se con- Benito Pérez Galdós
vierte en piloto en el Instituto de Náutica y Mineralogía, cuya actividad se recons- La corte de Carlos IV
truye a partir de los diarios y la correspondencia de Jovellanos, que permiten repasar 1929 [1873]
la nómina de profesores, recrear los paseos por el arenal de San Lorenzo, recordar la Colección particular
triste anécdota del cura de Somió, que «rondaba por la biblioteca como un sabueso
a la busca, entre los libros que la formaban, de alguno que estuviese prohibido» o Galdós le reivindicaría en los
condenar, en los recuerdos del niño que escuchaba a Jovellanos, el furor de los repu- Episodios nacionales al
contraponer su figura a la de
blicanos franceses. Finalmente, las palabras de Jovellanos —«no nos defraudarás»— Godoy, Caballero y otros
son las que Bobes recupera cuando va a morir. Con ellas remarca Muñiz cómo las intrigantes cortesanos en La
expectativas de Jovellanos han llevado a Bobes a ser quien es, cómo los ilustrados han corte de Carlos IV. «Cuando
hombres como Jovellanos han
marcado a las generaciones siguientes, lo que permite establecer un paralelismo entre
querido entrar aquí, sus pies
el patriotismo del Bobes realista que se enfrenta a los independentistas y el del Jove- se han enredado en los mil
llanos que se resiste a la invasión francesa, ofreciendo una lectura alternativa a la hilos que tenemos colgados
secular visión de un Bobes sanguinario generada desde la república independizada. de una parte a otra, y han
venido al suelo».
La peripecia de En busca de Xovellanos de González Arias (2005) se sitúa en la
España de las guerras napoleónicas y parte de la historia del «bello niño de Alcmena
la bella» por el que Meléndez Valdés felicitara a Jovino en 1782. La figura de Jove-
llanos se recupera a través del recuerdo de una supuesta amante que decía a su
supuesto hijo: «Siempre quixi pensar que Xovino fuera’l to padre. Pero tampoco
tendría por qué ser cierto. Por más que yo lo soñara tantes veces que llegara un
momento nel que confundí la lluz del día con la lluz de los suaños». Y guiado por
esta suposición, el lector acompaña en su búsqueda de Jovellanos al joven que gra-
cias a capitanes de barco, gacetas, comerciantes... va siguiendo los avatares de Jovino
en esos años. Finalmente, no se fuerza a la historia; lo encuentra moribundo: «pola
manera de piesllar los güeyos quixe creer que m’entendiera. Enantes de dise».

307
[pág. 309] Cuestión aparte es la poesía. Al margen de la tan jovellanista «Sátira I» de Jon
Javier del Río Juaristi a Rufo, en 1994, uno de los libros más aplaudidos de la poesía española
La luz de Jovellanos del fin de siglo, Habitaciones separadas, incorpora El insomnio de Jovellanos, un
2002 monólogo firmado en Bellver en 1808: «Lo sé, / meditaciones tristes de cautivo...
Colección particular / no sabría negarlo. / Prisionero y enfermo, derrotado, / lloro la ausencia de mi
patria, / de mis pocos amigos, / de todo lo que amaba el corazón». Luis García
En este nocturno al tiempo Montero hace suya la «voluntad moral» del ilustrado, que se le aparece como un
intimista y alegórico, Javier del
preciso referente de su trayectoria vital, y rubrica el predicamento que habían
Río acierta a identificar a
Jovellanos con el emblema de alcanzado en él la tradición literaria ilustrada y los valores de felicidad pública y
la Ilustración: si Jovellanos es progreso de la Ilustración; por ello al final: «El mar nos cubrirá, / pero han de
la Ilustración y la Ilustración es ser las huellas de un hombre más feliz / en un país más libre». No es una refe-
luz, metafóricamente Jovellanos
rencia aislada este poema en la producción poética y teórica de Luis García
es la luz que ilumina su casa,
que ilustra su país. Montero, quien también en «Life vest under yor seat» se nutre de la epístola a los
de Sevilla para contrastar en una despedida la implacable realidad exterior con
la soledad nostálgica del yo que se aleja. Tal recuperación literaria es posible
merced a que una serie de rasgos de la estética ilustrada, como la aparente natu-
ralidad, la claridad y la verosimilitud, se alojan también en la base de la poética
de la experiencia.
Tal reivindicación del mundo ilustrado que Jovellanos encarna es la misma lec-
tura que se encuentra en La luz de Jovellanos de Javier del Río (2002). Si Jovellanos
es la Ilustración y la Ilustración es luz —Lumières, Enlightenment, Aufklärung, Illu-
minismo—, Jovellanos es la luz que ilumina su casa e ilustra su país. Pero tales luces
no pudieron durar, como bien nos recuerdan los fuertes trazos de la litografía de
Jaime Herrero (2010), en cuya oscuridad brilla una luz, pero también acechan las
fauces y la sangre.
Azorín decía en Los clásicos que la única regla para juzgar si el pasado sigue
vivo es examinar si está de acuerdo con nuestra forma de ver y sentir la realidad.
Como bien muestra este recorrido de dos siglos, en el caso de Jovellanos no se trata
sólo de que existan tales coincidencias, y por tanto sea un clásico, sino de que éstas
han sido constantemente buscadas e incluso forzadas desde intereses radicalmente
diversos. Ha sido el dieciochesco padre de la luz, la deidad tutelar y la luz misma;
el benemérito padre de la patria, el venerable anciano, el prudente amigo del pue-
blo, el cuerpo capaz de encarnar los valores de la gloriosa revolución moderada, el
corifeo de los novatores que acabaron con el emporio del catolicismo, y también
el católico y españolísimo defensor de la unidad de España; el togado autor de
informes académicos y al tiempo el de la diaria prosa tersa y el poeta de las pala-
bras cotidianas... Tal convivencia y pervivencia de todas estas disímiles interpreta-
ciones de su figura son sólo hechuras de cada tiempo, pero expresan la potencia
del clásico de nuestra Ilustración.

308
309
bibliografía

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313
[1] [2]
Acuerdo del día 24 de octubre para felicitar a Gaspar de Felicitación del Ayuntamiento de Avilés
Jovellanos por su nombramiento como embajador de Libro de actas municipal
España ante el Imperio Ruso y carta de agradecimiento
1797
del homenajeado
Archivo Municipal de Avilés
1797
Archivo Histórico Municipal de Carreño
Con motivo de su nombramiento como ministro, el
Ayuntamiento de Avilés le nombra regidor perpetuo
El Ayuntamiento de Carreño fue el primero en felicitar a de la villa
Jovellanos por su nombramiento como embajador.

314
[3]
Juan Meléndez Valdés
Epístola VIII. Al Excmo.
Sr. D. Gaspar Melchor de
Jovellanos en su feliz elevación
al Ministerio Universal de
Gracia y Justicia
1797
The Hispanic Society of
America, New York

En esta epístola, compuesta con


motivo del nombramiento
ministerial, un himno de gozo
universal anima a Batilo a
proclamar su júbilo, y a defender
la reforma agraria y la creación
del Instituto como los grandes
dones de Jovino, por lo que
insta: «a vuestro numen / corred,
colonos, y aclamad su nombre».
[3]

[4]
Eugenio Antonio del Riego
Núñez
Silva en elogio del Excmo.
Señor Don Gaspar Melchor de
Jovellanos, del Consejo de
Estado de S.M. y su secretario
en el despacho universal de
gracia y justicia
1797
Biblioteca del Senado

En este poema laudatorio, el


ministro es el «héroe», el
«ingenio divino», «la nueva
estrella», «un otro Campomanes
/ otro honor de los manes / de la
gloria asturiana», cuyos dones se
concretan en la reciente «ley
agraria / el parto de Minerva», el
Instituto, el impulso de las
prospecciones mineralógicas y la
[4] carretera carbonera.

315
[1]
Descripción de las fiestas con
que el Colegio Mayor de San
Ildefonso de Alcalá ha
solemnizado el ascenso de su
colegial, Gaspar Melchor de
Jovellanos, al Consejo de
Estado y Secretaría en los días
5, 6 y 7 de enero de este año…
1798. Alcalá: Oficina de la
Real Universidad
Biblioteca Histórica. Universidad
Complutense de Madrid

También festejaron su
nombramiento instituciones a las
que había estado vinculado,
como el Colegio Mayor de San
Ildefonso de Alcalá, que fuera el
suyo.

[2]

[2] [1]
Relación de las fiestas que hizo
la Villa de Cangas de Tineo, por
el ascenso del Excelentísimo
Señor D. Gaspar Melchor de
Jove-Llanos al Ministerio del
Despacho Universal de Gracia y
Justicia, y Oración gratulatoria
que en ellas se dijo
1798, Oviedo
Biblioteca de Asturias Ramón
Pérez de Ayala. Oviedo

En Cangas de Tineo, patria de


Campomanes, hubo «repique en
la colegiata y parroquias de las
inmediaciones, iluminación de
las casas, fuegos artificiales»,
funciones teatrales y «ambigú y
baile, al que fueron convidadas
todas las personas de distinción
del pueblo y fuera de él,
durando esta demostración hasta
las ocho y media de la mañana».

316
[3]
Memoria de las públicas
demostraciones de júbilo en la
promoción del Excelentísimo
Señor D. Gaspar Melchor de
Jovellanos, a la Embajada de
Rusia y Ministerio de Gracia y
Justicia. Por la Real Sociedad
Económica de los Amigos del
País de Asturias
1798, Oviedo, Imprenta de
Pedregal
Biblioteca de la Universidad de
Oviedo

También la Sociedad Económica


de los Amigos del País de
Asturias, que Jovellanos había
presidido, quiso adherirse al
homenaje al ministro.

[3] [4]
Relación de las demostraciones
de júbilo y alegría con que el
comercio de la villa de Gijón ha
celebrado los ascensos del
Excm. Sr. D. Gaspar Melchor de
Jovellanos a la embajada de la
corte de Rusia y Ministro de
Estado del Despacho Universal
de Gracia…
1798. Oviedo: Imprenta
Pedregal
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo

En Gijón, los festejos fueron


organizados por el Ayuntamiento
y el gremio de comerciantes, e
incluyeron «una inscripción de
fuego azul, que decía: ¡Viva
Jovellanos!».

[4]

317
[1]

[2]

[1] [2]
Ramón González Villarmil Fotografía del monumento a Jovellanos proyectado
La sirena de Torres, canción por Juan de Villanueva
1798. Salamanca, Francisco de Toxar 1798
Universidad de Salamanca
Con motivo del ministerio, el Principado encargaría a Juan de
Villanueva el monumento que fue erigido en 1798 en Oviedo,
También el racionero del Instituto se entregó a
junto a la Puerta de la Noceda por la que entonces se llegaba a
la poesía de circunstancias con motivo del
la ciudad desde Gijón. Como se decía en la Delación anónima,
homenaje.
tal se hizo con él «no habiéndose dedicado otro igual con tal
publicidad a ningún héroe, conquistador o soberano españoles».

318
[3]
Manuel de Santurio García Sala
Al Excmo. Sr. D. Gaspar
Melchor de Jovellanos
en celebridad de sus días,
y en ocasión de haber sido
promovido al Ministerio
Universal de Gracia y Justicia
1798
Biblioteca Nacional de España

En este poema inédito de


Manuel Santurio García Sala,
que colaboraría con Jovellanos
en la Junta Central, Jovellanos
es el Padre de la luz, el numen
tutelar, cuya mano divinal
imprimió vida al Instituto,
enfrentándose al manejo
monacal.

[3]

319
[1]
Gaspar Melchor de Jovellanos
Informe dado a la Real
Academia de la Historia sobre
juegos, espectáculos y
diversiones públicas
1812, Cádiz: Imprenta
Patriótica
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo

[2]
Gaspar Melchor de Jovellanos
Memoria sobre las diversiones
públicas
1812, Madrid: Imprenta
de Sancha
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo
[1]

Antes de cumplirse un año de


su muerte se publica por vez
primera el Informe sobre las [2]
diversiones públicas, inédito
debido a las funestas
consecuencias que le acarreó la
impresión del de Ley agraria.
En aquella España en guerra se
le publica por partida doble: en
Madrid en la Imprenta de
Sancha, y en el Cádiz liberal,
en la Imprenta Patriótica.

320
[3]
Noticia de la función fúnebre
con que se solemnizaron el 20
de abril de 1842 en la villa de
Gijón las exequias del Excmo.
Sr. D. … con motivo de la
traslación de sus huesos desde
el cementerio a un nuevo
monumento colocado en una
pared interior de la iglesia
parroquial a expensas de su
familia.
1842. Madrid, Imprenta y
Fundición de Eusebio Aguado
Biblioteca Pública Jovellanos.
Gijón

Finalizada la guerra, su cuerpo


había sido trasladado al
cementerio de Gijón en 1815.
En 1842, aquel que había
abogado por las sepulturas en
los cementerios, fuera de las
iglesias, y reclamado un
entierro «sin pompa ni
publicidad», es trasladado al
interior de la iglesia de San
Pedro; diseña su lápida el
director de la Academia de
Bellas Artes, redactan su
epitafio Quintana y Cienfuegos,
y llega a publicarse la Noticia
de la función fúnebre.

[3]

321
Ignacio Suárez Llanos
Retrato de Gaspar Melchor
de Jovellanos
1864
Museo Casa Natal
de Jovellanos. Gijón

El Ayuntamiento encarga en
1864 un retrato oficial del
ilustrado para su iconoteca.
Cinco años después se opone al
traslado de sus restos al
Panteón Nacional «por los
medios que las leyes le
permitan». Ambos hechos
muestran la plena identificación
de la ciudad con su figura.

322
Mauricio Tamargo
Busto de Jovellanos
h. 1860
Museo de Bellas Artes
de Asturias. Oviedo

El escultor gijonés, que había


donado un busto de
Jovellanos al Instituto, era
quien a entender de Somoza
podía desarrollar mejor la
estatua de la Plaza del 6 de
agosto, finalmente realizada
por Fuxá Leal.

323
[1] [2]
Ataúlfo Friera El Comercio
«Jovellanos», El Comercio 6 de agosto de 1911. Gijón
9 de enero de 1882 Diario El Comercio. Gijón
Diario El Comercio. Gijón
En este número, Somoza, Azcárate y Canella comparten
A finales del siglo XIX, la prensa jugó un notable papel a espacio con Unamuno, Augusto González Besada,
nivel local en la difusión y reivindicación de su figura. ministro de Fomento, y un ya cuestionado Antonio Maura
En ella se incluyeron odas laudatorias, como la de o el ultramontano Alejandro Pidal y Mon, a quien Clarín
Gaspar Núñez de Arce, o ésta de Tarfe, un reconocido llamaba el zar de las Asturias. No faltaba en estos
periodista de combate, autor de Manolita Cálvez, notable homenajes la poesía de circunstancias: Carlos
sátira del Gijón finisecular. Clarín le dice a Galdós que Cienfuegos-Jovellanos publicaba A Jovellanos mi tributo.
hay que trabajar con esta gente nueva en proyectos
periodísticos. Tarfe, Ochoa, Yxart y Altamira: a esos
jóvenes «hay que juntarlos».

324
[3]
Manuel Fuxá Leal
«Noticia sobre la estatua de
Jovellanos», El Comercio
6 de agosto de 1891
Diario El Comercio. Gijón

La erección de la estatua de
Jovellanos fue ampliamente
reseñada en la prensa local y
nacional.

325
Acta de 8 de marzo de 1873
1873. Libro de actas del Ayuntamiento de Gijón
Archivo Municipal de Gijón

Con la llegada de la I República varios concejales proponen en 1873 una suscripción


popular para elevar una estatua de mármol de Jovellanos en la Plaza Mayor. Su finalidad
era «perpetuar la memoria de la proclamación de la República, legando a la posteridad un
monumento digno de aprecio y veneración».

326
Discursos, memoria y breve reseña de la velada literario-musical celebrada en honor de
don Gaspar Melchor de Jovellanos el 7 de agosto de 1891, con motivo de la erección de
su estatua
1891. Gijón: imprenta y litografía de Torre y compañía
Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo

Aunque en el período de la Restauración todos coincidían en la reivindicación de la figura


de Jovellanos no puede decirse que la erección de aquella estatua fuera síntoma de
consenso alguno sobre su interpretación. Los actos conmemorativos fueron contestados
públicamente por Somoza y Clarín.

327
[1]
Leopoldo Alas Clarín
La Regenta
1884-1885, Barcelona: Daniel
Cortezo
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo

Clarín no se resistió a que


Víctor Quintanar le citara en La
Regenta: «¡Imbécil! ¡que el
verso es poco natural! ¡Cuando
lo natural sería que todos, sin
distinción de clases, al vernos
ultrajados prorrumpiéramos en
quintillas sonoras! La poesía
será siempre el lenguaje del
entusiasmo, como dice el [2]
ilustre Jovellanos». Juan Martínez Abades
Retrato de Leopoldo Alas, Clarín
Finales del siglo XIX
Universidad de Oviedo

Retrato del intelectual ataviado con la toga de doctor sobre fondo neutro.

328
[3] [4]
Leopoldo Alas Clarín Leopoldo Alas Clarín
«Palique. Preparativos del centenario», Madrid «Revista mínima», en La Publicidad, nº. 7075
cómico: periódico festivo ilustrado, nº. 478 20 de junio de 1898
16 de abril de 1892. Madrid Arxiu Històric de la Ciutat. Institut Cultural
Biblioteca Nacional de España de Barcelona

Clarín arremetió contra los actos conmemorativos de Ya en 1898 vuelve Clarín a Jovellanos para
1891 y 1894: «Reciente está el ejemplo de lo identificarse con su visión de España, citando las
sucedido con el pobre Jovellanos. Nadie más simpático Cartas del viaje de Asturias en un texto que marca
que D. Gaspar. Pues bien, entre Pidal y Jove y Hevia le la profunda coincidencia entre la España que
hicieron casi aborrecible a todo asturiano bien nacido. habían dibujado los ilustrados, la que reivindicaba
[...] Jovellanos fue patriota, sabio, algo poeta, el krausista independiente y la que intentaban forjar
pedagogo, estadista, escritor en prosa de los mejores... los noventayochistas.
mil cosas más. Pues como si cantara... Se le erige una
estatua, se le va a tributar un homenaje, etc., y llega
Jove y Hevia con el sombrero de copa alta, blanco y
ladeado... y ¡adiós Jovellanos!».

329
[1]
Fábrica de Loza La Asturiana
Cerámica conmemorativa del
centenario del fallecimiento de
Gaspar Melchor de Jovellanos
1911
Museo Casa Natal
de Jovellanos. Gijón

[2]
Vasos conmemorativos del
centenario del fallecimiento de
Gaspar Melchor de Jovellanos
1911
Colección Casa Valdés-Ocampo

Vasos, cerámicas... todo tipo de


soportes sirvieron para
popularizar su imagen y realzar [1]
la conmemoración del primer
centenario.

[2]

330
[3] [4]
Modesto Montoto
Procesión cívica de Jovellanos
1911
Museo Casa Natal de
Jovellanos. Gijón

El primer centenario de la
muerte fue festejado
multitudinariamente en Gijón y
Oviedo, según abundantes
testimonios gráficos recogidos
en la prensa. El reloj permite
reconstruir la secuencia de la
procesión cívica, esto es, el
orden en que se había
jerarquizado a las distintas
asociaciones.

[3] [4]

331
[1]
Jovellanos en la Real Academia
de la Historia
Nº. extraordinario del Boletín de
la Real Academia de la Historia
Noviembre de 1911
Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII. Oviedo

El primer centenario de la
muerte motivó la publicación
de distintos homenajes. En este
riguroso volumen impulsado por
la Real Academia de la
Historia, se estudia su papel en
esta institución y se editan
sistemáticamente casi todas
sus censuras.

[2]
El Ateneo de Gijón en el primer
Centenario de Jovellanos. [1] [2]
Conferencias y lecturas
1911. Gijón: La Industria
Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII. Oviedo

El Ateneo de Gijón consigue


congregar en este homenaje
distintos enfoques, desde el
conservador de Miguel S. Oliver
y Adellac al enfoque liberal de
Azcárate y de González-Blanco.

332
[3]

[3]
Centenario de Jovellanos.
Gijón 1911
1911. Madrid: imprenta
de José Blass y Cía
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo

Álbum con vistas de Gijón


y colaboraciones de Somoza,
Unamuno, Azorín y Palacio
Valdés, entre otros.

333
[1]
Acta de constitución de la logia
Jovellanos de Luarca
23 de agosto de 1891
Ministerio de Cultura. Centro
Documental Memoria Histórica.
Salamanca

Si el movimiento masón nace


a finales del siglo XVIII y
hunde sus raíces en la
filosofía ilustrada, lógicamente
los masones asturianos habían
de identificarse con la figura
de Jovellanos. Como señala
Ferrer Benimeli: «sin ser
masón, ha pasado al panteón
de masones ilustres».

[2]
Certificado de masón [1]
de Rafael Fernández Calzada
26 de abril de 1874
Ministerio de Cultura. Centro
Documental Memoria Histórica.
Salamanca

Aunque la logia Jovellanos de


Luarca, en que se integran los
componentes del triángulo
Rafael Riego, se constituye en
1891, hay noticia de sus
actividades desde 1874.

[2]

334
[3]

[4]

[3]
Carta de la Logia Jovellanos de Gijón al Gran Consejo del Grande Oriente Español dando cuenta
del acto de instalación de la Logia y solicitando el envío de certificados para alguno de sus miembros
12 de agosto de 1912
Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria Histórica. Salamanca

[4]
Acta de reunión
5 de julio de 1912
Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria Histórica. Salamanca

También la primera logia española del siglo XX, la gijonesa con número de matrícula 337, reivindicaría su
nombre. Una de sus primeras actividades fue el apoyo a Rosario Acuña con motivo de su destierro a Portugal.

335
[1]

[1]
Fotografía del monumento a Jovellanos
Bellver, 1932

Durante la II República, los rotarios gijoneses, entonces presididos por Secundino Felgueroso,
promueven la instalación de un busto conmemorativo de bronce en Bellver. Lo erigieron, junto a los
rotarios mallorquines, en 1932.

336
[3]

[2]

[2] [3]
Joaquín Rubio Camín Joaquín Rubio Camín
Boceto de escayola de retrato de Jovellanos Fotografía del busto de Jovellanos
1993 Muros, 1994
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón

A instancias de Francisco Carantoña y con el apoyo de los Ayuntamientos de Gijón y Muros, Rubio Camín
realizó este busto de Jovellanos atendiendo, más que a la fidelidad a los rasgos, a la representación
simbólica de los valores de serena dignidad, sobriedad y nobleza de espíritu del ilustrado gijonés en su
madurez. Ubicada en Muros, la escultura tiene el rostro orientado hacia la casa donde se alojó Jovellanos.

337
[1]

[2]

[1]
Fotografía de la casa mortuoria de Jovellanos
Puerto de Vega

[2]
Fotografía del busto en bronce de Zenobio Barrón en Puerto de Vega
1932

Jovellanos falleció en Puerto de Vega, en casa de Antonio Trelles Osorio. Por ello, con motivo del
centenario de 1911 se colocó en ella una lápida conmemorativa; y desde 1932 un busto de Jovellanos
preside La Atalaya. Este monumento fue promovido por Pachín de Melás, y realizado por Barrón
gratuitamente.

338
[3]

[3]
Joaquín García Cuesta
Pachín y Germán Horacio ante el receptáculo
1936
Museo del Pueblo de Asturias

El 125 aniversario de la muerte llega en plena guerra civil. Ante el incendio de la iglesia de San Pedro, los
restos son trasladados por iniciativa de Pachín de Melás a la Escuela de Estudios Mercantiles, quien propone
como enterramiento definitivo la estatua de la plaza del 6 de agosto, o bien su propia casa natal, en cuyo patio
propone levantar un obelisco. Tales iniciativas no prosperaron y tras breve depósito en el Instituto Jovellanos y
las oportunas reformas en la capilla de los Remedios, fue trasladado a ésta en procesión en 1940.

339
[1] [2]

[3]

[1] [3]
Carta del alcalde Mario de la Torre y García Rendueles al obispo de Oviedo Instancia del alcalde Cecilio Oliver Sobera
adjuntándole una instancia dirigida al nuncio papal en España solicitando al ministro de Educación Nacional
la exclusión de Jovellanos del índice de obras prohibidas 5 de diciembre de 1959
9 de diciembre de 1943 Archivo Municipal de Gijón
Archivo Municipal de Gijón
Con motivo del bicentenario del
[2] nacimiento, el Ayuntamiento de Gijón
Carta del obispo de Oviedo promueve la constitución del Museo
Jovellanista, que en 1949 acuerda llevar a
10 de marzo de 1944
cabo el Ministerio de Educación. Diez años
Archivo Municipal de Gijón después nada se ha hecho, y el
Ayuntamiento solicita la reversión de la
Con motivo del bicentenario del nacimiento, el Ayuntamiento de Gijón propiedad de la casa natal de Jovellanos
insta a la Iglesia a que saque a Jovellanos del Index, para que participen para reactivar el proyecto.
en los actos «sin escrúpulo de conciencia fervientísimos católicos» y
puedan reeditar y leer sus obras.

340
[4] [5]

[4] [5]
Sí, suplemento especial de Arriba Jovellanos, su vida y su obra. Homenaje del Centro Asturiano de Buenos
9 de enero de 1944 Aires en el bicentenario de su nacimiento, con la adhesión de los Centros
Asturianos de La Habana y México.
Biblioteca General de la Universidad de
Castilla La Mancha 7 de diciembre de 1945. Buenos Aires: La Prensa Médica Argentina
Colección particular
Con motivo del bicentenario del nacimiento,
el suplemento del diario Arriba publica un También el exilio conmemoró el bicentenario, reivindicándole como
monográfico con colaboraciones tan dispares ejemplo de «ciudadanía» y hombre de «ideales de fraternidad». Desde la
como la de Casariego, que escribe sobre otra orilla, Francisco Ayala, Clemente Cimorra y Claudio Sánchez Albornoz
«Jovellanos, defensor de la fe y de las recuperarán al sociólogo, al asturianista, al historiador; el último
tradiciones de España», y las de José María concluirá: «Otra vez los bárbaros odios hispanos han puesto en peligro de
de Cossío, «Jovellanos y los toros», Gerardo frustración y de naufragio esa aurora que alumbraba a España».
Diego, «Jovellanos y el paisaje», Joaquín
Entrambasaguas, «La más alta empresa de
Jovellanos» y Luis Rosales, «La poesía de
Jovellanos».

341
[1]

[1]
Joaquín Alonso Bonet
Grandeza y desventura de Don
Gaspar Melchor de Jovellanos
1944, Madrid: Afrodisio
Aguado
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo

El bicentenario del nacimiento


reactivó los estudios sobre
Jovellanos, aunque pesa
entonces la tendencia a la [2]
hagiografía ejemplarizante.
Jesús Evaristo Casariego es
autor de la biografía Jovellanos
o el equilibrio, de quijotesco
subtítulo: Ideas, desventuras y
virtudes del inmortal hidalgo
de Gijón (pág. 283); Joaquín
A. Bonet de las Grandezas y
desventuras del prócer.

342
[2]
Joaquín Alonso Bonet
Manuscrito de Jovellanos,
poema dramático
1939
Colección particular

El epílogo se firma el 16 de
septiembre de 1939, y la obra
está dedicada: «A todos los
españoles que glorificaron el
nombre de la España eterna».
Bonet hace decir a Jovellanos:
«Ni propiedad colectiva, / ni
democracias: empeños / en que
su locura estriba, / y que no
son sino sueños. / En fin, noble
amigo mío, / si algún día esa
quimera / levantase la bandera /
tricolor en desafío, / como es
brutal y es impío / el signo que
la acompaña, / que nadie dude
que vos, / cuando defendéis a
España / lo hacéis en nombre
de Dios».

[3] [4]
Programa de mano de la obra
Jovellanos, poema dramático
1952
Colección particular

La obra fue estrenada con


«selecto público» y presencia
de «dignísimas autoridades»,
según nota de El Comercio, en
Gijón, Palma de Mallorca y La
Habana, donde el Centro
Asturiano hace un llamamiento
a sus asociados para que «esa
función tenga un lleno
[3] [4] completo, por orgullo regional
y nacional». En la imagen
inferior, un momento de la
representación.

343
[1]
Acta de la Comisión Nacional
de Censura Cinematográfica
sobre la película titulada
Jovellanos de la productora
Marta Films
26 de abril de 1944
Ministerio de Cultura. Archivo
General de la Administración.
Alcalá de Henares

[2] [3]
Jesús Evaristo Casariego
Sinopsis para el documental
Jovellanos
Agosto de 1943
Ministerio de Cultura. Archivo
General de la Administración.
Alcalá de Henares
[1]

[4] [5]
Justo de la Cueva (dirección) /
J. E. Casariego (guión) / Manuel
Santander (música) / Marta
Films (producción)
Jovellanos o el equilibrio.
[Documental]
1944
Filmoteca Española. Madrid

Finalidad y referentes del


documental conmemorativo del [2] [3]
nacimiento quedan explicitados
por J. E. Casariego en la
sinopsis del expediente de
censura: «exaltar tal figura
como valor católico y
españolísimo y defensor de la
unidad y de la tradición de
España, como ya han hecho en
el orden literario Menéndez
Pelayo, Nocedal y otros».
A la derecha, dos fotogramas
del documental.

[4] [5]

344
[6]
Evaristo Valle
Autorretrato como Jovellanos
1924
Fundación Museo Evaristo Valle.
Gijón

Valle se retrató enmascarado en


personajes históricos o literarios
a los que admiraba: Jovellanos,
Colón, Bernard Shaw, el
Quijote, don Juan Tenorio... En
este autorretrato como
Jovellanos, su tributo, al tiempo
respetuoso e irónico, se apoya
sólo en el remedo del peinado
dieciochesco.

[6]

345
[1]
Nicanor Piñole
Retrato de Jovellanos
1954
Colección Ateneo Jovellanos

[2]
Nicanor Piñole
Retrato de Jovellanos. Boceto
1954
Colección particular

Apenas fundada, esta


institución cultural impulsada
por Torcuato Fernández
Miranda encargó a Piñole el
retrato del ilustrado de quien
tomaba el nombre. Como se
aprecia en el boceto, Piñole
siguió de cerca el Jovellanos
del arenal de Goya: los
aditamentos del boceto,
sombrero y bastón, son
sustituidos en la versión
definitiva por un significativo
libro que intelectualiza al
retratado.

[1]

[2]

346
[3]
Pelayo Ortega
Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos
1987
Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala.
Oviedo

Este dibujo al carbón forma parte de una serie de


12 retratos de escritores asturianos encargados
por el Principado de Asturias para decorar la
Biblioteca Ramón Pérez de Ayala. Como el resto
de la serie, combina una aproximación ortodoxa al
personaje con rasgos muy reconocibles del estilo
de Ortega en su época más figurativa.

[4]
Jaime Herrero
Jovellanos. El Curioso contemplador
2010
Colección Grupo DC

Una sucesión de estampas sobre la naturaleza


redactadas por el curioso contemplador en su
diario nutren esta litografía de Jaime Herrero cuyo
final recuerda que aquellas luces no pudieron
durar, pues acechaban las fauces y la sangre.

[3]

[4]

347
[1]
Sello de la emisión 1933-1935
titulado Personajes. Serie
compuesta por 7 valores
1935
Sociedad Estatal Correos
y Telégrafos. Museo Postal y
Telegráfico. Madrid

[2]
Matasellos realizado con motivo
de la exposición conmemorativa
del 150 aniversario del [1]
nacimiento de Jovellanos
1961
Sociedad Estatal Correos
y Telégrafos. Museo Postal y
Telegráfico. Madrid

[3]
[3]
Sello de la emisión del 26
de febrero de 1965 titulado
Personajes españoles. Serie
compuesta por 4 valores
1965
Sociedad Estatal Correos
y Telégrafos. Museo Postal y
Telegráfico. Madrid
[2]
[4]
Gallego y Rey
Sello de la emisión del 27 de
septiembre de 2002 titulado
Correspondencia epistolar
escolar. Historia de España.
2002
Sociedad Estatal Correos
y Telégrafos. Museo Postal y
Telegráfico. Madrid

[4]

348
[5]
Boceto para sello
Emisión de 26 de febrero
de 1965
Fábrica Nacional de Moneda y
Timbre. Museo Casa de la
Moneda. Madrid

[6]
Décimo de Lotería Nacional
Sorteo de 19 de marzo
de 1988. II Centenario de
Carlos III
Fábrica Nacional de Moneda y
Timbre. Museo Casa de la
Moneda

El sello fue también una fórmula


reiterada de homenaje, desde la
emisión del primero durante la
II República. El 26 de febrero
de 1965 se emitió un sello de
1,5 pesetas, en el contexto de la
serie Personajes españoles
[5] constituida por Juan Donoso
Cortés, Alfonso X El Sabio y
Santo Domingo de Guzmán

[6]

349
[1]
Carmen Gómez Ojea
Pentecostés
1989. Oviedo, Caja de Ahorros
de Asturias
Cajastur

La actitud de la narradora ante


su ilustre convidado es
novedosa y heterodoxa, pues
cuestiona la imagen canónica
de Jovellanos, encarnada
eficazmente en la codificada
por los manuales de
bachillerato. Aún sorprende
recordar la polémica que
desencadenaron en Asturias las
opiniones vertidas por unos
entes de ficción.

[2] [1] [2]


Jon Juaristi
«Sátira primera (A Rufo)»,
Los paisajes domésticos
1992. Sevilla: Renacimiento
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo

Una sátira muy jovellanista en


lo que de homenaje tiene a la
sátira a Arnesto y a la VII de
Juvenal: «Pues bien, ya que
deseas que te cuente de mí y
mi circunstancia, has de saber
que un punto de Alcalá me la
birló, en Jodellanos gran
especialista».

[3] [4]

350
[3]
Luis García Montero
«El insomnio de Jovellanos.
Castillo de Bellver, 1 de abril de
1808», Habitaciones separadas
1994. Madrid: Visor
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo

Uno de los libros más aplaudidos


de la poesía española del fin de
siglo, Habitaciones separadas,
acoge este monólogo, firmado en
Bellver en 1808, donde García
Montero reivindica la «voluntad
moral» del ilustrado encarcelado.

[4]
Ismael González Arias
En busca de Xovellanos
[5] 2006. Oviedo: Trabe
IFES XVIII. Oviedo

La peripecia se sitúa en
la España de las guerras
napoleónicas y parte de la historia
del «bello niño de Alcmena la
bella» por el que Meléndez Valdés
felicitara a Jovino en 1782.

[5]
Antonio Fraguas, Forges
El País, 4 de diciembre de 2009

Las reformas que los esforzados


ilustrados intentaron implantar
aún son asuntos del siglo XXI.
Como señalaba Tzvetan Todorov:
«La Ilustración forma parte del
pasado —ya hemos tenido un
siglo ilustrado—, pero no puede
pasar, porque lo que ha acabado
designando ya no es una
doctrina históricamente situada,
sino una actitud ante el mundo».

351
Relacion de obras y documentos expuestos
Pág. 22 Pág. 32 Pág. 48
Árbol genealógico y blasón de la casa de Jovellanos Anónimo Anónimo
Hacia 1780. Pintura, papel y tinta. 59,5 x 77,5 cm Retrato de Jacoba de Valdés Inclán, esposa de Retrato de Juan Antonio Armada y Guerra, VI
Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid Francisco Bernaldo de Quirós, VI marqués de marqués de Santa Cruz de Rivadulla
Depositado en el Museo Casa Natal de Jovellanos. Camposagrado Comienzos del s. XIX. Óleo sobre lienzo,
Gijón Copias de comienzos del s. XX. Óleo sobre lienzo, 47 x 40,3 x 2 cm
68,5 x 58 cm Colección particular
Pág. 24
Colección particular
Joaquín Inza García
Pág. 50
Retrato de Josefa de Jovellanos y Jove Ramírez
Pág. 35 Partida de defunción. Conservada en el Archivo
Anterior a 1774. Óleo sobre lienzo, 104 x 83,5 cm
Francisco de Goya de la Iglesia de Santa Marina
Colección Agustinas Recoletas. Gijón
Retrato de Francisco de Cabarrús 1811. Libro manuscrito.
Pág. 25 1788. Óleo sobre lienzo, 210 x 127 cm Arzobispado de Asturias.
Ángel Pérez Díaz Colección Banco de España Depositado en la Iglesia de Santa Marina - Puerto de
Retrato de Francisco de Paula de Jovellanos Vega (Navia)
y Ramírez Pág. 35
Hacia 1794-1798. Óleo sobre lienzo, 103,5 x 80 cm Ángel Pérez Díaz Pág. 51
Colección particular Retrato de José Antonio Sampil y Labiades Antonio Porta
Hacia 1798-1801. Óleo sobre lienzo, 82 x 58 cm Compás del bergantín Volante
Pág. 26 Hacia 1800, Ferrol. Instrumentación: madera, bronce
Museo de Bellas Artes de Asturias. Oviedo
Bartolomé Maura Montaner y cristal, 13 x 23 x 23 cm
Retrato de Juan Agustín Ceán Bermúdez Museo Marítimo de Asturias. Luanco
1875. Estampa aguafuerte, 176 x 121 cm Pág. 37
Grabado por Maura según el original de Goya Francisco de Goya
Pág. 52
Biblioteca Nacional de España Retrato de Juan Meléndez Valdés
Francisco de Goya
1797. Óleo sobre lienzo, 73 x 57 cm
Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos
Pág. 27 Colección Banesto. Madrid
1798. Óleo sobre lienzo, 205 x 133 cm
Francisco de Goya
Museo Nacional del Prado
Retrato de Jovellanos, con el Arenal de San Lorenzo Pág. 38
al fondo José María Galván
1780-1783. Óleo sobre lienzo, 185 x 110 cm Pág. 55
Retrato de Leandro Fernández de Moratín
Museo Nacional Colegio de San Gregorio. Valladolid Cristóbal Ramos Tello
Hacia 1868. Aguafuerte; papel completo 45 x 31,5 cm
Depositado en Museo de Bellas Artes de Asturias Retrato del magistrado Gaspar Melchor de Jovellanos
Calcografía Nacional. Real Academia de Bellas Artes
1770. Cerámica policromada, 48,5 cm
de San Fernando. Madrid Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid
Pág. 28
Francisco Bayeu (copia de A. R. Mengs) En depósito en el Museo Casa Natal de Jovellanos.
Pedro Rodríguez de Campomanes, conde de Pág. 43 Gijón
Campomanes Andrés de la Calleja
1777. Óleo sobre lienzo, 129 x 96 cm Retrato de doña María Francisca de Sales Pág. 56
Real Academia de la Historia. Madrid Portocarrero, condesa del Montijo Ana María Teresa Mengs Guazzi
1767. Óleo sobre lienzo, 169 x 132 cm Retrato de Jovellanos «con manguito»
Pág. 31 Colección Duquesa de Alba. Madrid Hacia 1778-1780. Pastel sobre papel pegado a lienzo,
Antonio Carnicero 64,2 x 48,4 cm
Retrato de Manuel Godoy y Álvarez de Faria, Pág. 45 Colección particular
Príncipe de la Paz Mariano Salvador Maella
Hacia 1795-1796. Óleo sobre lienzo, 200 x 140 cm Retrato de Antonio de Valdés Fernández de Bazán Pág. 57
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. 1794. Óleo sobre lienzo, 140 x 83 cm Manto de la Orden de Alcántara
Madrid
Colección particular 1780. Lana tejida a tafetán, 235 x 347 cm
Pág. 32 Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Anónimo Pág. 45
Retrato de Francisco Bernaldo de Quirós, VI marqués Anónimo Pág. 62
de Camposagrado Retrato de Francisco de Saavedra y Sangronís Proclama de la Junta General del Principado
Copias de comienzos del s. XX. Óleo sobre lienzo, Óleo sobre lienzo, 57 x 42 cm 1808, Oviedo: Imprenta de José Díaz Pedregal
68,5 x 58 cm Museo del Prado Incluido en tomo misceláneo, 31 x 21 cm
Colección particular En depósito en la Academia de la Historia Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo

352
Pág. 63 Pág. 72 Pág. 80
Constitución de la monarquía española, promulgada Carta del Presidente y vocales de la Junta Superior de José María Queipo de Llano
en Cádiz a 19 de marzo de 1812 Asturias al Presidente y Vocales de la Junta de Galicia Historia del levantamiento, guerra y revolución
1812, Cádiz: Imprenta Real. Libro, 14,5 x 10 cm en la que comunican la designación de Gaspar de de España
Biblioteca de la Universidad de Oviedo Jovellanos y del marqués de Camposagrado como 1839, Madrid: Imprenta del Diario. Libro, 15 x 22 cm
vocales de la Junta Central Suprema Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 64 3 de septiembre de 1808, Oviedo. Manuscrito,
Anónimo 29,7 x 20,5 cm Pág. 84
Libro de plazas que incluye la Real Cédula de Archivo Histórico Nacional Don Gaspar de Jovellanos a sus compatriotas.
nombramiento de Jovellanos como Alcalde del Memoria en que se rebaten las calumnias divulgadas
Crimen en la Audiencia de Sevilla Pág. 76 contra los individuos de la Junta Central y se da
1757-1788. Libro manuscrito, 30,5 x 20,5 cm Guisasola / Doiztúa razón de la conducta y opiniones del
Archivo Histórico Nacional Armeros vascos de la primera fábrica de armas autor desde que recobró su libertad, con notas y
de Asturias apéndices
Pág. 65 1795. Fundición metal, 43 cm 1811, La Coruña: Oficina de D. Francisco Cándido
Rostros del conde de Aranda y Jovellanos metidos Museo de Bellas Artes de Asturias. Oviedo Pérez Prieto. Libro, 20,5 x 15 cm
cada uno en una orla y arriba la diosa de la Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Sabiduría Pág. 76
Siglo XIX. Papel. Lámina impresa, 29,6 x 21,7 cm Bandera del regimiento de infantería de Castropol Pág. 84
Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional. Hacia 1808. Tejido. 144 x 140 cm Agustín Argüelles
Toledo Ayuntamiento de Castropol Examen histórico de la reforma constitucional que
hicieron las cortes generales y extraordinarias desde
Pág. 66 Pág. 77 que se instalaron en la isla de León, el día 24 de
Genealogía de Gaspar Melchor de Jovellanos y Tercerola española de caballería septiembre de 1810, hasta que cerraron en Cádiz sus
Ramírez de Jove Carreño perteneciente a las pruebas
1801. Madera, acero y bronce, 101 x 16 cm sesiones en 14 del propio mes de 1813
para la concesión del título de caballero de la Orden
Museo del Ejército. Toledo 1835, Londres: Imprenta de Carlos Wood e Hijo.
de Alcántara
Libro, 14,5 x 22,5 cm
1780. Libro manuscrito, 31,5 x 22,7 cm
Pág. 77 Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Archivo Histórico Nacional
Sable para oficial del Coronel Azpiroz
1807. Hoja de acero. Empuñadura de bronce y asta, Pág. 85
Pág. 67
87 cm José Casado de Alisal
Carta de Gaspar de Jovellanos al Príncipe de la Paz
Museo del Ejército. Toledo El juramento de las Cortes de Cádiz en 1810. Boceto
renunciando a su nombramiento como embajador en
1863. Óleo sobre lienzo, 58 x 65,5 cm
Rusia. Contiene su autógrafo
Pág. 77 Colección del Congreso de los Diputados
18 de octubre de 1797. Manuscrito, castellano,
29,7 x 20,5 cm Carabina española de artillería montada
Archivo Histórico Nacional 1789. Madera, acero y bronce, 118,6 x 13 cm Pág. 86
Museo del Ejército. Toledo Gaspar Melchor de Jovellanos
Pág. 68 El Delincuente honrado: comedia en cinco actos y en
Francisco de Goya Pág. 78 prosa, fielmente corregida, adicionada y enmendada
«Aquellos polvos». Grabado nº 23 de la serie Réplica de uniforme de soldado de las Guardias en esta impresión
Caprichos Valonas (ejército español) durante la guerra de 1863, Imprenta de la Viuda e hijos de J. Cuesta.
1799, Madrid. Aguafuerte, aguatinta, punta seca independencia, realizada para la película Sangre de Libro, 19,5 x 12 cm
y buril, 21 x 15 cm Mayo de José Luis Garci (2008) Biblioteca Nacional de España
Biblioteca Nacional de España Cortesía de Sastrería Cornejo. Madrid
Pág. 86
Pág. 69 Pág. 78 Francisco Pomares / Bartolomeo Pinelli
Francisco de Goya Réplica de uniforme de soldado de los Granaderos Li Regni di Spagna e di Portogallo
«No hubo remedio». Grabado nº 24 de la serie Holandeses (Ejército francés) durante la guerra de 1816. Papel / Grabado. Color, 142 x 240 cm
Caprichos independencia, realizada para la película Sangre de Museo Naval de Madrid
1799, Madrid. Aguafuerte, aguatinta, punta seca y Mayo de José Luis Garci (2008)
buril, 48 x 34,5 cm Cortesía de Sastrería Cornejo. Madrid Pág. 87
Biblioteca Nacional de España Gaspar Melchor de Jovellanos
Pág. 79 Informe que se leyó en la Academia de la Historia a
Pág. 70 Réplica de uniforme de soldado de los Húsares del principios del año 1791 sobre teatros y espectáculos
Libro de Actas de la Junta General del Principado de Ejército británico durante la guerra de por Melchor Gaspar de Jovellanos, individuo de ella
Asturias independencia, realizada para la película Sangre de 1791-1797. Papel manuscrito, 21 x 15,5 cm
1808. Libro manuscrito, carta, 29 x 20 cm Mayo de José Luis Garci (2008) Centre de documentació i museo de les arts
Archivo Histórico de Asturias Cortesía de Sastrería Cornejo. Madrid escèniques de l’Institut del Teatre. Barcelona

353
Pág. 88 Pág. 110 Pág. 126
Maqueta del puerto y villa de Gijón a finales Gaspar Melchor de Jovellanos Gaspar Melchor de Jovellanos
del siglo XVIII Representación al Ayuntamiento sobre las ideas que Carta a Petra Guerra y García de Briones
2003. Maqueta, 3,67 x 1,82 m propone para aumentar la población, la industria y el 13 de enero de 1811. Manuscrito. 18,3 x 12 cm
Autoridad Portuaria de Gijón comercio de la villa (Plan de mejoras de Jovellanos) Colección particular
4 de octubre de 1782. Libro de actas del
Pág. 93 Ayuntamiento de Gijón (1782-1785), 32 x 20 cm. Pág. 127
Thomas O’Daly Archivo Municipal de Gijón Gaspar Melchor de Jovellanos
Nuevo proyecto del Puerto de Gijón. Mapa Carta a Pedro Manuel de Valdés Llanos
de la Rada y Barra de Gixon Pág. 112 1 de noviembre de 1811, Gijón. Manuscrito,
28 agosto 1754. Manuscrito, papel con aguadas en Francisco de Goya 23 x 17 cm
colores, 56,5 x 86 cm Grabado del ex libris de Jovellanos con el escudo Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón
Museo Naval de Madrid de armas
Hacia 1780. Estampa sobre papel verjurado, Pág. 128
aguafuerte; plancha: 60 x 45 mm Mercurio histórico político, que contiene el estado
Págs. 98 y 99
Biblioteca Nacional de España preferente de la Europa, lo sucedido en todas las
Mariano Ramón Sánchez
cortes…
Vista de San Lorenzo y Campo Valdés de Gijón
Pág. 115 1757, Madrid: Imprenta de Antonio Marín. Prensa,
1793. Óleo sobre lienzo, 43,2 x 87 cm 13 x 9,5 cm
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Bargueño
Bargueño y taquillón Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo

Pág. 100 Siglo XVIII. Mobiliario, 57 x 101 x 3 cm


Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Pág. 128
Mariano Ramón Sánchez Manuel José Quintana
Dársena de Gijón Variedades de ciencias, literatura y artes
Siglo XVIII. Óleo sobre lienzo, 55 x 111 cm Pág. 116
Anónimo 1803, Madrid: Oficina de Benito García y Compañía.
Patrimonio Nacional Prensa, 16,5 x 11 cm
Escribanía de Jovellanos
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Colección particular
Pág. 103
Andrés de la Cuesta Pág. 129
Pág. 119
Plano del Puerto de Gijón Gaspar Melchor de Jovellanos
Carta a Carlos González de Posada, canónigo
1776. Manuscrito, papel con aguadas en colores, «Sátira a Arnesto», El Censor
de Tarragona
50 x 72 cm 6 de abril de 1786. Madrid. Prensa, 8 x 13,7 cm
10 de diciembre de 1794, Gijón. Manuscrito,
Museo Naval. Madrid Biblioteca Nacional de España
25 x 19 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 105 Pág. 129
Diorama del puerto de Gijón Gaspar Melchor de Jovellanos
Pág. 120 «Sátira cuarta. Contra las corridas de toros»,
2005. Diorama, 1,50 m x 1,20 m Índice de los libros y manuscritos que posee
Autoridad Portuaria de Gijón Diario de Madrid
don Gaspar de Jovellanos y Ramírez, del Consejo 19 de septiembre de 1797. Prensa, 20 x 14 cm
de S. M. y su Alcalde de Casa y Corte. Biblioteca Nacional de España
Pág. 107 1778. Manuscrito, 32 x 20 cm
José de Castellar Biblioteca Nacional de España
Plano de Gijón y proyecto de fortificación Pág. 130
1835. Manuscrito color, 57,5 x 80 cm Gaspar Melchor de Jovellanos
Pág. 121 «Relación del primer certamen público del Real
Ministerio de Defensa. Archivo Cartográfico Gazette Nationale ou Le Moniteur Universel Instituto Asturiano», Gazeta de Madrid
y de Estudios Geográficos del Centro Geográfico 5 de mayo de 1789, nº 1. París: Agasse. Prensa, 5 de septiembre de 1797. Prensa, 20 x 15 cm
del Ejército 46 x 30 cm Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Biblioteca Nacional de España
Pág. 109 Pág. 131
Luis Paret (dibujo) y Blas Ametller (grabado) Pág. 123 David Hume
Escudo y empresa del Real Instituto Asturiano de «Memoria sobre la admisión de las señoras en la Essays and treatises on several subjects containing
Gijón Sociedad Económica Matritense», Memorial essays, moral, political, and literary
1794. Estampa buril, 102 x 114 mm literario VII 1772, Londres: Cadell. Libro, 21 x 11,5 cm
Biblioteca Nacional de España 1786, Madrid. Prensa, 14 x 9,5 cm Biblioteca Nacional de España
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Pág. 109 Pág. 131
Gaspar Melchor de Jovellanos Pág. 124 David Hume
Noticia del Real Instituto Asturiano Miguel Jacinto Meléndez The history of England from the invasion of Julius
1795, Oviedo: Francisco Díaz Pedregal. Libro, 22 x El entierro del conde Orgaz. Boceto preparatorio Caesar to the revolution in 1688
14,5 cm 1734. Óleo sobre lienzo, 46,5 x 77,6 cm 1778, Londres: Cadell. Libro, 13 x 21 cm
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Biblioteca de la Universidad de Oviedo

354
Pág. 132 Pág. 136 Pág. 141
Petri Peralta Simons Juan Antonio Iza de Zamácola
Relectiones praecellentis Teodolito Colección de las mejores coplas de seguidillas,
1563, Salmanticae: excudebat Ioannes Maria a Siglo XVIII, Londres. Latón, 30 x 6 x 31 cm tiranas y polos que se han compuesto para cantar
Terranoua. Libro, 29 x 20 cm Patrimonio Histórico Universidad Complutense a la guitarra: con un discurso sobre las causas
Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón de Madrid de la corrupción y abatimiento de la música
Museo de Astronomía y Geodesia española
Pág. 132 1802, Madrid: Oficina de Eusebio Álvarez. Libro,
Alonso López Pinciano Pág. 137 14 x 8 cm
Philosophia Antigua Poetica Nairne & Blunt Biblioteca de la Universidad de Oviedo
1596, Madrid: Thomas Iunti. Libro, 21 x 14 cm Telescopio Gregory
Biblioteca particular Hacia 1820, Londres. Latón, 85 x 10 x 40 cm Pág. 142
Patrimonio Histórico Universidad Complutense Anónimo
Pág. 133 de Madrid Traje de finales del s. XVIII: casaca, calzón
Marco Tulio Cicerón Museo de Astronomía y Geodesia y chupa
Epístolas o cartas de Marco Tulio Cicerón, Hacia 1785-1790. Tejido
vulgarmente llamadas familiares; traducidas por Pág. 138 Museo del Traje, CIPE. Madrid
Pedro Simón Abril Anónimo
1797, Valencia: Hermanos de Orga. Libro, 17 x 10,7 cm Jícara Pág. 142
Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón Siglo XVIII. Cerámica, ajuar de mesa, 7,2 cm / Media de Fernando VII
7,8 cm (diámetro) Tejido, 73 x 25 cm
Pág. 134 Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón
Curtio Rufo
Historia Alexandri Magni Pág. 138 Pág. 143
1741, Vallis-oleti: ex Officina Ildephonsi à Riego. Alfar de El Rayo (Siero) Anónimo
Libro, 15,8 x 11,2 cm Fuente de cerámica
Reloj de bolsillo
Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón 1880-1930. Alfarería, cerámica, 9 x 29, 3 cm
Siglo XVIII. Diamante, esmalte y oro, 5,5 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento
(diámetro)
Pág. 134 de Gijón
Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid
Santa Teresa
Cartas de Santa Teresa de Jesús, con notas del Sr. D. Pág. 138
Pág. 143
Juan de Palafox y Mendoza, recogidas por orden del Baraja Española
Luis Paret y Alcázar
P. Fr. Diego de la Presentación, de los Carmelitas Baraja de 35 cartas, 9 x 5,6 cm
Modelo para tarjeta de visita
Descalzos Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón
1797. Aguada / tinta china sobre papel. 7,3 x 10,1 cm
1752, Madrid: Imprenta del Mercurio, por Ioseph de
Biblioteca Nacional de España
Orga. Libro, 25 x 18 cm Pág. 139
Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón Fábrica de Alcora
Mancerina Pág. 144
Pág. 135 Hacia 1750-1799. Cerámica, ajuar de mesa Miguel Jacinto Meléndez
Clemente XIV Mancerina: 5,8 cm / 19 cm (diámetro). Pocillo: 7 cm San Agustín conjurando la plaga de la langosta.
Cartas importantes del Papa Clemente XIV (diámetro) Boceto preparatorio
(Ganganeli) traducidas del francés en castellano por Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid 1734. Óleo sobre lienzo, 46,4 x 78 cm
D. Francisco Mariano Nipho Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
1777, Madrid: Miguel Escribano. Libro, 15,1 x 10,1 cm Pág. 139
Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón Silla estilo Reina Ana Pág. 144
S. XVIII. Madera pintada y tela, 115 x 52 x 53 cm Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia
Pág. 136 Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón La Magdalena penitente
Dollond 1670. Óleo sobre lienzo, 111 x 211 cm
Microscopio compuesto Pág. 140 Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Hacia 1780, Gran Bretaña. Latón y vidrio, 29 x 13 cm Anónimo
Museo Nacional de Ciencias Naturales. CSIC. Caja de rapé Pág. 145
Madrid Hacia 1776-1825. Porcelana, objetos de uso personal, Francisco Tomás y Rotger
8,3 cm x 6,3 cm La Virgen con el Niño dormido
Pág. 136 Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid Hacia 1805-1807. Óleo sobre lienzo, 55,5 x 39,5 cm
Soleil, constructeur d’instruments d’optique. Rue de Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
l’Odeon, nº 35 Pág. 140
Caja de caoba con instrumentos del microscopio de Fábrica de Alcora Pág. 146
Dollond Caja de rapé Andrea Vaccaro
Hacia 1780, Gran Bretaña. Caja de caoba, Hacia 1787-1858. Cerámica, objetos de uso personal, La Virgen con el Niño y San Juanito
22 x 15 x 6,5 cm 2,5 x 5,5 cm Hacia 1650. Óleo sobre lienzo, 1 m de diámetro.
Museo Nacional de Ciencias Naturales. CSIC. Madrid Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid Colección particular

355
Pág. 147 Pág. 158 Pág. 184
Anónimo José Manuel Martínez Legazpi Ordenanzas aprobadas por S. M. para el régimen y
Santa Bárbara Mazo de Besullo gobierno del Hospicio y Hospital Real de Huérfanos,
Siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 141 x 111 cm 2011. Maqueta, madera de arce, 36 x 80 x 76 cm Expósitos y Desamparados
Colección Alfonso Cienfuegos Jovellanos Ortega Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón 1752. Libro, 21 x 15 cm
Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo
Pág. 148 Pág. 162
Anónimo Secretaría de Marina. Departamento Marítimo
Pág. 189
Inmaculada coronada del Ferrol
Francisco Reiter Elcel
Siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 140 x 95 cm Plano nº 46 del Río Nalón y nº 35 del horno de
Colección Alfonso Cienfuegos Jovellanos Ortega carbonización de La Riera, Riaño Retrato de Agustín González Pisador, obispo
(Reales Minas de Langreo y Empresas del Nalón) de Oviedo
Pág. 149 Hacia 1794. Dibujo, acuarela, caligrafía a mano, 63,5 1781. Óleo sobre lienzo, 96 x 79 cm
Anónimo x 95,5 cm Museo de la Iglesia. Oviedo
Busto del conde de Aranda Biblioteca Naval del Ferrol
1770. Porcelana de Alcora, 45 x 28 x 22 cm Pág. 191
Colección particular Pág. 164 Memorial: La memoria que se desea sobre los medios
José Manuel Martínez Legazpi de restablecer a los labradores de su decadencia.
Pág. 149 Llagar de pesa Presentado a la Real Sociedad Económica de los
Anónimo 2001. Maqueta, madera de arce, 48 x 90 x 44 cm Amigos del País de la ciudad de Oviedo
Busto relicario de Santa Catalina Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón Hacia 1780, Oviedo. Manuscrito encuadernado,
Siglo XVI. Escultura, 51 x 34 x 16 cm
12 págs., 32 x 22 cm
Colección Alfonso Cienfuegos Jovellanos Ortega Pág. 171
Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo
Gaspar Melchor de Jovellanos
Pág. 150 Borrador del Informe de Ley Agraria
Gaspar Melchor de Jovellanos 1795. Manuscrito de José Acebedo Villarroel, con Pág. 193
Discurso económico sobre los medios de promover la correcciones autógrafas de Jovellanos, 34 x 49 cm Memorial: Discurso sobre las causas y decadencia de
felicidad de Asturias, dirigido a su Real Sociedad de Archivo Municipal de Gijón nuestros labradores y su contenido. Presentado a la
Amigos del País Real Sociedad Económica de los Amigos del País de la
22 de abril de 1781. Manuscrito, 22 x 15,5 cm Pág. 175 ciudad de Oviedo
Biblioteca Capitular de Sevilla Gonzalo de Buergo Hacia 1780, Oviedo. Manuscrito, cosido a modo de
Plano que demuestra la figura que hace el Puerto de carpetilla, 4 págs., 32 x 22 cm
Pág. 152 San Esteban de Pravia, su río y el de Narcea con todas Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo
Gaspar Melchor de Jovellanos sus vueltas hasta la unión del río que llaman de
Informe de la Sociedad Económica de esta Corte al Arganza con el expresado Narcea Pág. 197
Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente 31 de agosto de 1765, Avilés. Tinta sobre papel Memorial: Memoria política económica sobre los
de ley agraria... entelado, 94 x 38 cm
medios de restablecer la decadencia de los labradores.
1795, Madrid: Imprenta de Sancha. Libro, Archivo General de Simancas
Presentado a la Real Sociedad Económica de los
25,5 x 18 cm
Amigos del País de la ciudad de Oviedo
Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 176
Secretaría de Marina. Departamento Marítimo Hacia 1780, Oviedo. Manuscrito, 8 págs., 32 x 22 cm
Pág. 153 del Ferrol Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo
José Manuel Martínez Legazpi Plano nº 191 y nº 14 del puerto de San Esteban de Pravia
Molino harinero Hacia 1794. Dibujo, acuarela, caligrafía a mano, Pág. 207
2009. Maqueta, madera de arce, piedra, metal, 47 x 63,5 x 95,5 cm Real Provisión sobre arrendamientos perpetuos
52,5 x 54 cm Biblioteca Naval de Ferrol 22 de octubre de 1785, Oviedo: Imprenta de
Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón Francisco Díaz Pedregal. Libro, 31 x 21 cm
Pág. 181 Archivo Histórico de Asturias
Pág. 155 Anónimo, antiguamente atribuido a Goya
Alfar de Faro (Oviedo) Retrato de Don Gaspar Melchor de Jovellanos Pág. 212
Puchero de cerámica Hacia 1797. Óleo sobre lienzo, 132 x 105 cm Gaspar Melchor de Jovellanos
Hacia 1900-1925. Alfarería, cerámica, 33 x 23 x 11,5 cm Fundación Lázaro Galdiano
Carta a la Junta General sobre la carretera de Castilla
Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón
31 de agosto de 1796, Oviedo. Libro manuscrito,
Pág. 182
carta, 30 x 20 cm
Pág. 156 Memorial: Causas de la decadencia de los labradores de
Marcos de Vierna Asturias y medios de restablecerla, sin perjuicio de los Archivo Histórico de Asturias
Informe sobre el plano que ha levantado de un propietarios. Presentado a la Real Sociedad Económica
camino de Oviedo a León de los Amigos del País de la ciudad de Oviedo Pág. 217
8 de diciembre de 1770. Folio manuscrito, Hacia 1780, Oviedo. Manuscrito encuadernado, 46 El Corresponsal del Censor
30 x 21 cm págs., 16 x 11 cm 1786-1788, Madrid. Libro, 14 x 8,5 cm
Archivo General de Simancas Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo Biblioteca Nacional de España

356
Pág. 219 Pág. 230 Pág. 236
Vicente Arbiol Rodríguez Antonio Ponz Gaspar Melchor de Jovellanos
Francisco Martínez Marina Autorretrato Discurso pronunciado en la Sociedad de Amigos del
1844. Óleo sobre lienzo, 103,5 x 83 cm 1701-1800. Óleo sobre lienzo, 43 x 36 cm País de Asturias sobre la necesidad de cultivar en el
Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo Museo de la Real Academia de Bellas Artes Principado el estudio de las ciencias naturales
de San Fernando. Madrid 6 de mayo de 1782, Oviedo. Libro, 31,5 x 21 cm
Pág. 220 Archivo Histórico Diocesano de Oviedo
La Gaceta de los niños Pág. 231
1798-1800. Libro, 15,5 x 10,5 cm Gregorio Menéndez Valdés Pág. 239
Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo Historia de la antigua ciudad de Gixa Vicente Arbiol y Rodríguez
Mss. 22.5 x 16 cm Joaquín José Queipo de Llano y Valdés, V Conde
Pág. 221 Biblioteca de la Universidad de Oviedo de Toreno y alférez mayor perpetuo del Principado
Rita Caveda y Solares de Asturias
Pág. 232 1848. Óleo sobre lienzo, 104,5 x 83
Cartas selectas de una señora a su sobrina suya,
Gaspar Melchor de Jovellanos Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo
traducida de una obra inglesa, impresa en Filadelfia
y traducidas al español Carta al marqués de Camposagrado, sobre el blasón
del Principado Pág. 241
1800, Madrid: Oficina de García y Compañía. Libro,
Gijón, 1794. Manuscrito, 30 x 21 cm Francisco Cónsul Jove y Tineo
15 x 10 cm Memoria sobre el conocimiento de las tierras:
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Junta General del Principado de Asturias, por
comodato de D. Juan Antonio Pérez Simón verdadero y económico método de cultivarlas,
adaptado al clima y circunstancias de Galicia y
Pág. 225 Asturias; presentada a la Real Sociedad Económica
Apuntamientos sobre Gijón. Destinados al Pág. 233
Tercera carta de Jovellanos a don Antonio Ponz de Amigos del País de la Ciudad de Santiago en Junta
Diccionario geográfico-histórico de Asturias pública que celebró el 4 de noviembre de 1784
1804. Manuscrito, 21,5 x 15,15 cm (Camino de León a Asturias)
Manuscrito, 20,8 x 30 cm 1786, Santiago: Imprenta Ignacio Aguayo. Libro,
Colección particular. Depósito Museo Casa Natal 19 x 13 cm
Fundación Alvargonzález. Gijón
de Jovellanos, Gijón Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala
Pág. 234
Pág. 226 Pág. 243
José Caveda y Nava (ed.)
Instrucción para la formación de un Diccionario Gaspar Casal y Julián
Colección de poesías en dialecto asturiano
geográfico de Asturias Historia natural y médica de el Principado de Asturias
1839, Oviedo: Imprenta de D. Benito González y
1791. Manuscrito, 30 x 21,5 cm 1762, Madrid: Oficina de Manuel Martín. Libro,
Compañía. Libro, 15 x 20 cm
Real Academia de la Historia. Madrid 15,5 x 20,5 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 227
Pág. 234
Gaspar Melchor de Jovellanos Pág. 244
Eugenio Antonio del Riego Núñez Agustín de Pedrayes y Foyo
Cédulas para el Diccionario: apostal, banzado, Los pastores de Narcea en Asturias: églogas
chousa. Solución del problema propuesto el año de 1797
1784, Madrid: Imprenta de Don Antonio de Sancha. 1805, Madrid: Imprenta de la Administración del
Hacia 1800-1801. Manuscrito, 23 x 17 cm Libro, 20 x 13 cm
Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón Real Arbitrio de Beneficencia. Libro, 24 x 17 cm
Biblioteca Nacional de España Biblioteca Ramón Pérez de Ayala. Oviedo
Pág. 228 Pág. 235
Alonso Bernardo Rivero Larrea Pág. 246
Ignacio Merás Queipo de Llano Joaquín José Queipo de Llano
Historia fabulosa del distinguido caballero Obras Poéticas Discursos pronunciados en la Real Sociedad de
Don Pelayo Infanzón de la Vega, Quixote de la 1797, Madrid: Benito Cano. Libro, 18 x 12 cm Oviedo en los años de 1781 y 1783 por su promotor y
Cantabria, I Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. socio de mérito…
1792-1793, Madrid: Imprenta de la Viuda de Ibarra. Oviedo 1785, Madrid: Joachin Ibarra. Libro, 16,5 x 22 cm
Libro, 11 x 16 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 235
Colección de Asturias, D. Gaspar Melchor de Pág. 247
Pág. 228 Jovellanos Selección de minerales de Asturias citados por
Alonso Carrió de La Vandera 1947, Madrid: Gráficas Reunidas. Libro, 22 x 25 cm Jovellanos o por sus contemporáneos
El Lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos- Biblioteca de la Universidad de Oviedo Museo de Geología. Universidad de Oviedo
Ayres, hasta Lima; con sus itinerarios según la más 1. Nódulo de ámbar. Localidad: El Caleyo, Oviedo.
puntual observación, con algunas noticias útiles a los Pág. 235 Dimensiones 8,7 x 7 x 5,8 cm. Peso 138 g
nuevos comerciantes que tratan en mulas y otras Gaspar Melchor de Jovellanos 2. Estibnita (sulfuro de antimonio). Localidad:
historias, sacado de las memorias que… Munuza: tragedia en cinco actos Ronzón, Lena. Dimensiones 9,6 x 8,9 x 5,5 cm.
1773, Gijón [i. e. Lima]: Imprenta de la Rovada. 1793-1794. Barcelona: Oficina de Juan Francisco Peso 580 g
Libro, 15 x 8,5 cm Piferrer [s.a.]. Libro, 21 x 14 cm 3. Amianto (piedra queimona). Localidad: Allande.
Biblioteca Nacional de España Biblioteca Nacional de España Dimensiones 25,5 x 18,3 x 6,4 cm. Peso 2.650 g

357
4. Magnetita (piedra imán). Localidad: Minas Pág. 270 Pág. 278
de Porcía. Fesoría o zarcillo Juan Agustín Ceán Bermúdez
Tapia de Casariego. Dimensiones 11,8 x 14,9 x 10,2 Hacia 1900-1925. Hierro forjado, madera, Memorias para la vida del Excmo. Señor
cm. Peso 3.330 g 89 x 28 x 11 cm D. Gaspar Melchor de Jovellanos y noticias
5. Carbón. Localidad: Lena. Museo del Pueblo de Asturias. Gijón analíticas de sus obras
Dimensiones 23,4 x 22,4 x 12,9 cm. Peso 4.100 g 1814 [1820]. Madrid: Fuentenebro. Libro, 395 págs.,
6. Azabache. Localidad: Oles, Villaviciosa. Pág. 272 18 x 12 cm
Dimensiones 13,8 x 3,4 x 4,2 cm. Peso 104 g Hoz de mano Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Madera, hierro forjado, 36 x 10 x 4 cm
Pág. 248 Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Pág. 281
Plan de estudios de la Universidad de Oviedo Isidoro de Antillón y Marzo
1777, Oviedo: Imprenta de Francisco Díaz Pedregal. Pág. 273 Noticias históricas de D. Gaspar Melchor
Libro, 21 x 29,5 cm Mesoria de Jovellanos
Biblioteca de la Universidad de Oviedo Madera, 57 x 2 cm 1812, Palma de Mallorca: Imprenta de Miguel
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Domingo. Libro, 13 x 19,5 cm
Pág. 250 Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Copia de la carta a Antonio Carreño y Cañedo, del 27 Pág. 273
de diciembre de 1792, unida a la carta que Jovellanos Mesoria Pág. 281
envía a Antonio Valdés y Bazán. El 19 de enero de 1793 Hacia 1940. Madera tallada, 71 x 2 x 2 cm Gaspar Melchor de Jovellanos / Julio Somoza
1792-1793. Folio manuscrito, 30 x 21 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Diario de Jovellanos con anotaciones de Somoza
Ministerio de Defensa. Archivo General de la Marina 1915. Libro con anotaciones manuscritas, 26 x 18 cm
Álvaro de Bazán. Viso del Marqués (Ciudad Real) Pág. 273 Colección particular
Mayal o manal
Pág. 257 Madera, cuero, 110 x 3 cm Pág. 283
Gaspar Melchor de Jovellanos Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Jesús Evaristo Casariego
Discurso pronunciado en su recepción a la Real
Jovellanos o el equilibrio. Ideas, desventuras y
Academia de la Historia, sobre la necesidad de unir al Pág. 274
virtudes del inmortal hidalgo de Gijón
estudio de la legislación el de nuestra Historia y Macona o goxa para las espigas de escanda
1943, Madrid: Talleres Penitenciarios. Libro,
Antigüedades Cestería, 55 x 63,5 x 82 cm
20,5 x 15 cm
4 de febrero de 1780, Madrid. Manuscrito, 30 x 20,5 Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 274
Pág. 290
Cesta vendimiega
Hipólito Ruiz López y José A. Pavón Jiménez
Pág. 265 Cestería, 41 x 30 x 76 cm
Jovellana punctata y Jovellana scapiflora. Lámina
Casa asturiana Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
XVIII del tomo I de la Flora peruviana et chilensis
Maqueta, 55 x 45 x 30 cm
Centro de Recepción e Interpretación del Parque Pág. 275 1798, Madrid: Imprenta de Sancha. Grabado
Natural de Somiedo Canada calcográfico, 43 x 31 cm
Madera de castaño tallada, 23,5 x 19 x 13 cm Real Jardín Botánico. Consejo Superior de
Pág. 266 Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Investigaciones Científicas (CSIC). Madrid
Pisón de rabil
Maqueta, 30 x 35 x 35 cm Pág. 275 Pág. 292
Centro de Recepción e Interpretación del Parque Canada Noticia de los públicos regocijos con que la
Natural de Somiedo Madera torneada, 28 x 27,5 x 4 cm Universidad Literaria de Oviedo celebró la feliz
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón elevación de su hijo D. Gaspar Melchor de Jovellanos
Pág. 267 a la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de
Hórreo Pág. 276 Gracia y Justicia
Maqueta, 45 x 45 x 40 cm Cacho para beber vino 1798, Oviedo: Impresor de la Universidad de Oviedo.
Centro de Recepción e Interpretación del Parque Madera torneada, 8,5 x 21,5 cm Libro, 20 x 13 cm
Natural de Somiedo Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón

Pág. 268 Pág. 276 Pág. 293


Sechorio Pala de forno Juan García Jovellanos
Hacia 1900-1925. Madera y hierro forjado, 425 x 140 Madera, 214 x 30,5 x 4 cm Oda que con motivo de haber SMC nombrado
x 18 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón embajador a la corte de Rusia al Excmo. Señor don
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Gaspar Melchor de Jovellanos, y luego, su Ministro de
Pág. 276 Estado del Despacho universal de Gracia y Justicia
Pág. 269 Alfar de Miranda de Avilés publica en su obsequio…
Grada o rastro de madera con 11 dientes Cántara 1798, Oviedo: F. Díaz Pedregal. Folleto, 12 págs.,
Madera, 47 x 87,5 x 43,5 cm Hacia 1890-1900. Alfarería, cerámica, 33 x 33 x 21 cm 20 x 15 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Archivo Jesuitas. Alcalá de Henares. Madrid

358
Pág. 294 Pág. 305 Pág. 317
Manuel José Quintana Leopoldo Alas Clarín Relación de las demostraciones de júbilo y alegría
Al Excmo. Sr. D. Gaspar de Jovellanos, en ocasión de Oda a Jovellanos con que el comercio de la villa de Gijón ha
habérsele encargado el Ministerio de Gracia y Justicia 20 de mayo de 1875. Cuaderno ilustrado. Libro, celebrado los ascensos del Excm. Sr. D. Gaspar
1797. Manuscrito, 22,5 x 15 cm 16 x 11 cm Melchor de Jovellanos a la embajada de la corte de
Biblioteca Nacional de España Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Rusia y Ministro de Estado del Despacho Universal
de Gracia…
Pág. 297 Pág. 306 1798. Oviedo: Imprenta Pedregal. Libro, 13 x 19,5 cm
José María Blanco White Leopoldo Alas, Clarín Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Carta a M. Flórez de Méndez ante la noticia de la «La Epifanía», Madrid Cómico: periódico festivo
muerte de Jovellanos ilustrado, nº 570 Pág. 317
25 de diciembre de 1811, Londres. Manuscrito, 20 de enero de 1894, Madrid. Prensa, 33 x 23 cm Memoria de las públicas demostraciones de júbilo en
23 x 19 cm Biblioteca Nacional de España la promoción del Excelentísimo Señor D. Gaspar
Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Melchor de Jovellanos, a la Embajada de Rusia y
Pág. 307 Ministerio de Gracia y Justicia. Por la Real Sociedad
Pág. 297 Benito Pérez Galdós Económica de los Amigos del País de Asturias
José María Blanco White La corte de Carlos IV 1798, Oviedo: Imprenta de Pedregal. Libro,
«Fallecimiento del Sr. Jovellanos», El español, 1929 [1873], Madrid: Hernando. Libro, 20 x 13,5 cm
nº 21, tomo IV. 18 x 12 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo
30 de diciembre de 1811, Londres. Prensa, 21 x 12 cm Colección particular
Biblioteca Nacional de España Pág. 318
Pág. 309 Ramón González Villarmil
Pág. 298 Javier del Río La sirena de Torres. Canción
Decreto CXXVII de 24 de enero de 1812 La luz de Jovellanos 1798, Salamanca: Francisco de Toxar. Volumen
1812. Libro, 30,5 x 41 cm Reproducción sobre impresión digital facticio con 20 piezas, 21 x 16 cm Universidad
Archivo del Congreso de los Diputados de Salamanca
Pág. 314
Pág. 299 Pág. 319
Acuerdo del día 24 de octubre para felicitar a Gaspar
Proposición del conde de Toreno para que se declare Manuel de Santurio García Sala
de Jovellanos por su nombramiento como embajador
a Jovellanos benemérito de la patria Al Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos
de España ante el Imperio Ruso y carta de
1812. Libro manuscrito, 22 x 28 cm en celebridad de sus días, y en ocasión de haber
agradecimiento del homenajeado
Archivo del Congreso de los Diputados sido promovido al Ministerio Universal de Gracia
1797. Folio manuscrito, 30 x 11 cm
y Justicia
Archivo Histórico Municipal de Carreño
Pág. 300 1798. Manuscrito, 19,2 x 23,2 cm
Españoles ilustres cuyos restos han de ser trasladados Biblioteca Nacional de España
Pág. 314
al Panteón Nacional en el solemne día de su
inauguración Felicitación del Ayuntamiento de Avilés Pág. 320
13 de junio de 1869, Madrid: D. Carlos Frontaura. Libro de actas municipal 1797. Libro manuscrito, Gaspar Melchor de Jovellanos
Libro, 15,7 x 11,2 cm 32 x 22 cm Informe dado a la Real Academia de la Historia
Biblioteca Nacional de España Archivo Municipal de Avilés sobre juegos, espectáculos y diversiones públicas
1812, Cádiz: Imprenta Patriótica. Libro,
Pág. 301 Pág. 316 19,5 x 13,5 cm
Francisco Martínez (grabador) / Manuel Bobes Descripción de las fiestas con que el Colegio Mayor de Biblioteca de la Universidad de Oviedo
(estampación) San Ildefonso de Alcalá ha solemnizado el ascenso de
Medalla conmemorativa del centenario de la su colegial, Gaspar Melchor de Jovellanos, al Consejo Pág. 320
fundación del Real Instituto Asturiano de Estado y Secretaría en los días 5, 6 y 7 de enero de Gaspar Melchor de Jovellanos
1897. Cobre, 6 cm de diámetro este año Memoria sobre las diversiones públicas
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón 1798. Alcalá: Oficina de la Real Universidad. Libro, 1812, Madrid: Imprenta de Sancha. Libro,
24 x 18 cm 19,5 x 12,5 cm
Pág. 302 Biblioteca Histórica. Universidad Complutense Biblioteca de la Universidad de Oviedo
José Rodríguez Carracido de Madrid
Jovellanos. Ensayo histórico-dramático Pág. 321
1893, Madrid: Imprenta de Fortanet. Libro, Pág. 316 Noticia de la función fúnebre con que se
18 x 13 cm Relación de las fiestas que hizo la Villa de Cangas de solemnizaron el 20 de abril de 1842 en la villa de
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Tineo, por el ascenso del Excelentísimo Señor D. Gijón las exequias del Excmo. Sr. D. … con motivo de
Gaspar Melchor de Jove-Llanos al Ministerio del la traslación de sus huesos desde el cementerio a un
Pág. 303 Despacho Universal de Gracia y Justicia, y Oración nuevo monumento colocado en una pared interior de
José Martínez Ruiz, Azorín gratulatoria que en ellas se dijo la iglesia…
La voluntad 1798, Oviedo. Libro, 20 x 14 cm 1842, Madrid, Imprenta y Fundición de Eusebio
1902, Barcelona: Henrich y Cía. Libro, 19 x 14 cm Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Aguado. Libro, 21 x 15 cm
Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón Oviedo Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón

359
Pág. 322 Pág. 330 Pág. 335
Ignacio Suárez Llanos Fábrica de Loza La Asturiana Acta de reunión
Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos Cerámica conmemorativa del centenario del 5 de julio de 1912. Folio manuscrito, 315 x 215 mm
1864. Óleo sobre lienzo, 240 x 151 cm fallecimiento de Gaspar Melchor de Jovellanos Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón 1911. Loza pintada, 39,5 cm de diámetro Histórica. Salamanca
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Pág. 323 Pág. 337
Mauricio Tamargo Pág. 330 Joaquín Rubio Camín
Busto de Jovellanos Vasos conmemorativos del centenario del Boceto de escayola de retrato de Jovellanos
h. 1860, Fundido en bronce del original en barro, fallecimiento de Gaspar Melchor de Jovellanos 1993. Boceto de escayola, 54,5 x 35,5 x 35,5 cm
38,7 x 23 x 18,3 cm 1911. Cristal, 15 x 5 cm Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Museo de Bellas Artes de Asturias. Oviedo Colección Casa Valdés-Ocampo
Pág. 340
Pág. 324 Pág. 331 Instancia del alcalde Cecilio Oliver Sobera al ministro
Ataúlfo Friera Modesto Montoto de Educación Nacional
«Jovellanos», El Comercio Procesión cívica de Jovellanos 5 de diciembre de 1959. Folio mecanografiado,
9 de enero de 1882. Prensa, 40 x 30 cm 6 de agosto de 1911. Negativos en placa de cristal, 10 31 x 22 cm
Diario El Comercio. Gijón x 15 cm Archivo Municipal de Gijón
Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón
Pág. 326 Pág. 340
Acta de 8 de marzo de 1873 Pág. 332 Carta del alcalde Mario de la Torre y García
1873. Libro de actas del Ayuntamiento de Gijón. Jovellanos en la Real Academia de la Historia Rendueles al obispo de Oviedo adjuntándole una
Libro manuscrito, 34 x 49 cm Núm. extraordinario del Boletín de la Real Academia instancia dirigida al nuncio papal en España
Archivo Municipal de Gijón de la Historia solicitando la exclusión de Jovellanos del índice de
Noviembre de 1911. Libro, 24,5 x 16,5 cm obras prohibidas
Pág. 327 Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo 9 de diciembre de 1943. Papel mecanografiado,
Discursos, memoria y breve reseña de la velada 22 x 16 cm
literario-musical celebrada en honor de don Gaspar Pág. 332 Archivo Municipal de Gijón
Melchor de Jovellanos el 7 de agosto de 1891, con El Ateneo de Gijón en el primer Centenario de
motivo de la erección de su estatua Jovellanos. Conferencias y lecturas Pág. 340
1891. Gijón: Imprenta y litografía de Torre y 1911, Gijón: La Industria. Libro, 125 págs. Carta del obispo de Oviedo
compañía. Libro, 21 x 15 cm Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo 10 de marzo de 1944. Papel mecanografiado, 22 x 16 cm
Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Archivo Municipal de Gijón
Pág. 333
Pág. 327 Centenario de Jovellanos. Gijón 1911 Pág. 341
Discursos, memoria y breve reseña de la velada 1911, Madrid: imprenta de José Blass y Cía. Libro, Jovellanos, su vida y su obra. Homenaje del Centro
literario-musical celebrada en honor de don Gaspar 24,5 x 17,1 cm Asturiano de Buenos Aires en el bicentenario de su
Melchor de Jovellanos el 7 de agosto de 1891, con Biblioteca de la Universidad de Oviedo nacimiento, con la adhesión de los Centros
motivo de la erección de su estatua Asturianos de La Habana y México.
1891. Gijón: Imprenta y litografía de Torre y Pág. 334 7 de diciembre de 1945. Buenos Aires: La Prensa
compañía. Libro, 21 x 15 cm Acta de constitución de la logia Jovellanos de Luarca Médica Argentina. Libro, 703 págs., 23 x 16 cm
Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo 23 de agosto de 1891. Folio manuscrito, 315 x 220 mm Colección particular
Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria
Pág. 328 Histórica. Salamanca Pág. 342
Leopoldo Alas Clarín Joaquín Alonso Bonet
La Regenta Pág. 334 Grandeza y desventura de Don Gaspar Melchor de
1884-1885, Barcelona: Daniel Cortezo. Libro, 14,5 x 20,5 cm Certificado de masón de Rafael Fernández Calzada Jovellanos
Biblioteca de la Universidad de Oviedo 26 de abril de 1874. Folio manuscrito, 290 x 220 mm 1944, Madrid: Afrodisio Aguado. Libro, 11,5 x 17,5 cm
Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 328 Histórica. Salamanca
Juan Martínez Abades Pág. 342
Retrato de Leopoldo Alas, Clarín Pág. 335 Joaquín Alonso Bonet
Finales del siglo XIX. Óleo sobre lienzo, 63,5 x 53 cm Carta de la Logia Jovellanos de Gijón al Gran Jovellanos, poema dramático
Universidad de Oviedo Consejo del Grande Oriente Español dando cuenta 1939. Manuscrito, 21,4 x 16 cm
del acto de instalación de la Logia y solicitando el Colección particular
Pág. 329 envío de certificados para alguno de sus miembros
Leopoldo Alas Clarín 12 de agosto de 1912. Pág. 343
«Palique. Preparativos del centenario», Madrid Hoja mecanografiada y con anotaciones manuscritas, Programa de mano de la obra Jovellanos, poema
Cómico: periódico festivo ilustrado, nº 478. 272 x 225 mm dramático
16 de abril de 1892, Madrid. Prensa, 35 x 25 cm Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria 1952. Folleto impreso, 24 x 16 cm
Biblioteca Nacional de España Histórica. Salamanca Colección particular

360
Pág. 344 Pág. 347 Pág. 349
Acta de la Comisión Nacional de Censura Pelayo Ortega Boceto para sello
Cinematográfica sobre la película titulada Jovellanos Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos Emisión de 26 de febrero de 1965. Aguatinta sobre
de la productora Marta Films 1987. Carboncillo sobre papel, 115 x 88 cm cartulina; mancha: 10,8 x 18,9 cm
26 de abril de 1944. Papel impreso y Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Museo Casa
mecanografiado, 21,7 x 31,3 cm de la Moneda. Madrid
Ministerio de Cultura. Archivo General de la Pág. 347
Administración. Alcalá de Henares Jaime Herrero Pág. 349
Jovellanos. El Curioso contemplador Décimo de Lotería Nacional
Pág. 344 2010. Litografía (2 tintas) / serigrafía (1 tinta), 20 x Sorteo de 19 de marzo de 1988. II centenario de
Jesús Evaristo Casariego 78 cm Carlos III. Papel impreso, 11,2 x 6,7 cm
Sinopsis para el documental Jovellanos Colección Grupo DC Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Museo Casa
Agosto de 1943. Papel impreso y mecanografiado, de la Moneda
21,6 x 15,8 cm Pág. 348
Ministerio de Cultura. Archivo General de la Sello de la emisión 1933-1935 titulado Personajes. Pág. 350
Administración. Alcalá de Henares Serie compuesta por 7 valores Carmen Gómez Ojea
1935. Calcografía, 2,5 x 2,1 cm Pentecostés
Pág. 344 Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y 1989, Oviedo: Caja de Ahorros de Asturias. Libro,
Telegráfico. Madrid 19,3 x 12,3 cm
Justo de la Cueva (dirección) / J. E. Casariego
Cajastur
(guión) Manuel Santander (música) / Marta Films
Pág. 348
(producción)
Matasellos realizado con motivo de la exposición Pág. 350
Jovellanos o el equilibrio. [Documental]
conmemorativa del 150 aniversario del nacimiento Luis García Montero
1944. Copia extraída del celuloide original de 16
de Jovellanos «El insomnio de Jovellanos. Castillo de Bellver, 1 de
milímetros. 15’, B/N Filmoteca Española. Madrid
1961. Impronta sobre papel, 3 x 11,5 cm abril de 1808», Habitaciones separadas
Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y 1994, Madrid: Visor. Audio-Libro, 24 x 17 cm
Pág. 345 Telegráfico. Madrid Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Evaristo Valle
Autorretrato como Jovellanos Pág. 348 Pág. 350
1924. Lápiz y acuarela sobre papel, 33 x 27 cm Sello de la emisión del 26 de febrero de 1965 titulado Jon Juaristi
Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón Personajes españoles. Serie compuesta por 4 valores «Sátira primera (A Rufo)», Los paisajes domésticos
1965. Calcografía, 4,1 x 2,5 cm 1992, Sevilla: Renacimiento. Libro, 20 x 13 cm
Pág. 346 Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Nicanor Piñole Telegráfico. Madrid
Retrato de Jovellanos Pág. 350
1954. Óleo sobre lienzo, 190 x 147 cm Pág. 348 Ismael González Arias
Colección Ateneo Jovellanos Gallego y Rey En busca de Xovellanos
Sello de la emisión del 27 de septiembre de 2002 2006, Oviedo: Trabe. Libro, 15 x 24 cm
Pág. 346 titulado Correspondencia epistolar escolar. Historia Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Nicanor Piñole de España.
Retrato de Jovellanos. Boceto 2002. Impronta sobre papel, 3,4 x 5 cm Pág. 351
1954. Acuarela sobre papel, 34 x 22 cm Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y Antonio Fraguas, Forges
Colección particular Telegráfico. Madrid El País, 4 de diciembre de 2009

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