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Madrigal, de Amado Nervo

Los ojos del ser amado se revelan como una fuente de vida absoluta
para el amante. Otra realidad no importa, más que saberse reconocido
en ellos, como un espejo que nos revela nuestra identidad.

Por tus ojos verdes yo me perdería,


sirena de aquellas que Ulises, sagaz,
amaba y temía.
Por tus ojos verdes yo me perdería.
Por tus ojos verdes en lo que, fugaz,
brillar suele, a veces, la melancolía;
por tus ojos verdes tan llenos de paz,
misteriosos como la esperanza mía;
por tus ojos verdes, conjuro eficaz,
yo me salvaría.

A veces, de Nicolás Guillén


Nicolás Guillén nos recuerda que el amor es simple, es directo, es
sincero. Su fuerza nos autoriza a ser cursis, a ser infantiles, a sabernos
mortales, si es que de ello brota el amor en el ser amado.

A veces tengo ganas de ser cursi


para decir: La amo a usted con locura.
A veces tengo ganas de ser tonto
para gritar: ¡La quiero tanto!

A veces tengo ganas de ser niño


para llorar acurrucado en su seno.

A veces tengo ganas de estar muerto


para sentir,
bajo la tierra húmeda de mis jugos,
que me crece una flor
rompiéndome el pecho,
una flor, y decir:
Esta flor, para usted.

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