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EL SILENCIO:

¿UN RESTAURADOR NATURAL?


 
Las neurociencias nos muestran con gran claridad y
numerosas evidencias, los beneficios de cultivar el
silencio. 

Mientras que el lenguaje verbal implica un proceso de


discriminación de sonidos muy complejo en el que
interviene, principalmente, el lóbulo temporal del
hemisferio izquierdo (allí son registrados los sonidos
capaces de contener significados de habla), los sonidos
que no implican significado verbal –música, sonidos
naturales u otros –, se registran en el hemisferio
derecho.  

Viviendo como vivimos en la “era de lo verbal”, es obvio


que nuestro lóbulo temporal izquierdo está muy activo.

La palabra es, sin duda, nuestra principal herramienta y el


pilar del desarrollo experimentado por la especie
humana.  
Ahora bien, es muy interesante conocer los efectos que
ejerce el silencio externo y la silenciación interna sobre
nuestro cerebro. 
Uno de los efectos inmediatos que tiene la práctica del
silencio es la percepción de aquellos sonidos que
habitualmente ni siquiera oímos.

Se trata de sonidos que aparecen en el espacio donde


habitualmente nos movemos, y de los que no solemos ser
conscientes. 

El silencio también acentúa los sonidos de la naturaleza


que así nos aquietan y nos vuelven a nuestra esencia de
seres humanos, un plano más relajado, o compasivo
quizás.

A través del silencio interno se escucha y se hace presente


la lluvia, el canto de los pájaros, los sonidos de la hierba al
mecerse, la brisa… 

La actitud de silencio también intensifica la percepción de


las sensaciones corporales, tales como la respiración, los
cambios en la temperatura corporal, el latido del
corazón… que normalmente ni notamos porque estamos
en el cotorreo y devaneo de la mente, que de un
pensamiento salta a otro, o bien en el cotorreo verbal con
otros…  

La práctica del silencio aumenta nuestra percepción


simbólica y estética del mundo que nos rodea y del que
somos parte, simplemente comenzamos a relajarnos y así
accedemos a un estado de contemplación de nuestra
respiración, nuestro latido, nuestro pulsar con la tierra y la
vida. 

¿Cómo podemos ampliar y cultivar el estado


de silenciación?

Una de las formas de “practicar el silencio” es volteando


la mirada hacia dentro para hacernos conscientes de
nuestros pensamientos.

De esta manera el pensamiento –que genera gran parte del


ruido– deviene un “objeto” de la consciencia.

La invitación al silencio consciente es toda una aventura


de auto-indagación y de silenciamiento del ruido interno.

Auto-indagación porque tú puedes hacerte algunas de


estas preguntas: ¿Cómo es la calidad de mi escucha?,
¿De qué manera estoy buscando complacer o presentar
una imagen de mí?, ¿Qué pretendo con mis
palabras?, ¿Estoy a la deriva de mis pensamientos?,
¿Estoy desconectado del cuerpo y de mis
sentimientos?, ¿Me pillo juzgando a algo o a alguien?,
¿A quién quiero impresionar?, ¿Cómo me siento
ahora?, ¿Estoy corriendo desenfrenadamente?, ¿Cómo
me siento hoy?, ¿Cómo está mi salud y ánimo?, ¿Qué
necesito?,

Ahora bien, antes de abrir la puerta al estado de


silenciación, es necesario reconocer que, a nuestra mente
“adicta al pensamiento”, en un primer momento, la
propuesta de silencio le resulta inaceptable. Este es el
estado general de la humanidad en una rutina, que sin
embargo si se lo permite se sorprende de los beneficios de
hacer pequeños altos de silencio, o pausas en su vida, para
simplemente respirar….

Así, quien da ese paso, y supera ese primer obstáculo,


accede a una tierra fértil y abundante… Accede a su
propio Ser Esencial.
Esto no será la cura para todos tus males, pero generará un
estado diferente en ti, un estado de volver a ti, y salir del
loco frenesí que es causa de muchos de tus problemas,
aunque no te percates de ello.

Tu experiencia cotidiana puede ser completamente


diferente, dando unos simples pasos….

Además del silencio, es importante respirar, y observa la


respiración sin modificarla. Solo observar, para darte
cuenta….

Cualquier momento es bueno, si nos pillamos en ese


encadenamiento de pensamientos, para despertar nuestra
conciencia al nivel del observador de esos pensamientos.

“Cuando cierro los ojos y descanso en el silencio puedo


sentirme en un espacio que es amplio y que me puede
contener… Empiezo a fluir y llegan compresiones… Esas
comprensiones llegan a partir del silencio interno”.
(Pamela Magaña).

El silencio acaba resultando acogedor y reparador. En él


podemos hacernos cargo de nuestro mundo emocional, al
tiempo que aprendemos a abrazar todo lo que allí́ surge y
se desvanece.
Tenemos miríadas de pensamientos, muchos de ellos,
inválidos, falsos, y hasta dañinos… Así, al dar estos dos
pasos (silenciarte y observar tu respiración), los
pensamientos improductivos pierden fuerza cuando cesa la
identificación con ellos, y aprendemos a contemplarlos y
detener la cadena de pensamientos que se asociarían de
otra manera de forma automática. Aprendemos a hacer un
alto, y parar.

Si te interesa tu bienestar, averigua y aprende sobre la


Atención Plena (mindfulness), una de las disciplinas de
mayor crecimiento en el mundo entero.

No implica ningún cambio de ideología, ni adherirse a


ninguna creencia religiosa. Tus conservas tus creencias
religiosas, y cumple con tus tradiciones y tu religión, y
todos sus rituales, lo cual respetamos mucho como el
acervo cultural de cada persona, y aprendes algo nuevo
simplemente usando tu respiración, y el foco de atención
de tu mente.

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