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CON LOS JÓVENES A LA MESA DE SAN JOSÉ - LA EUCARISTÍA EN LA PASTORAL JUVENIL

p. Santiago Obiglio

0| Introducción-Fundamentación: la Eucaristía Sacrificio-Memoria-Banquete

Soy Santiago Obiglio, sacerdote de Buenos Aires. Soy vicario en la parroquia vecina de San Francisco
Javier y acompaño en Vicaría Belgrano a la Vicaría de Jóvenes que es la pastoral de jóvenes de la
arquidiócesis. Sin buscarlo, medio llevado por Dios y por la Iglesia, y feliz de ese arrastre, me dedico
de modo especial a la pastoral de jóvenes desde que tengo 15 años hasta hoy. Creo que un poco por
eso me invitó el p. Lisandro a compartir este momento con ustedes, y yo muy agradecido, además
de que me encanta el tema que nos encuentra: “Con los jóvenes, a la mesa de San José – La
Eucaristía en la PJ”.

Sé que vienen de charlas muy elevadas, por eso intento una introducción más teológica, para no
desentonar. Pero admito que el desarrollo principal tiene una buena carga cotidiana de la vida
espiritual y pastoral entre los jóvenes, creo que es lo más rico que nos podemos llevar hoy.

Comencemos.

En Teología Sacramental, cuando hablamos de la Eucaristía, hablamos de una triple dimensión:


sacrificio-memoria-banquete.

Muchos de nosotros pudimos haber crecido, haber sido formados con el foco en la dimensión de la
Eucaristía como sacrificio, esto es, como entrega-inmolación de Jesús, Cordero, que por nuestra
salvación se ofrece al Padre, y nosotros lo actualizamos en cada misa, ese ofrecimiento, ese aspecto
que enfatiza lo más sagrado, lo más divino de la celebración de la Misa. Por eso la tradición litúrgica
cuidó los detalles más mínimos en las rúbricas del sacerdote, las orientaciones del la construcción
del Templo como lugar sagrado, el silencio, la música sagrada en cuanto a la refinación de su
composición y a la teología de sus letras. Por eso no era tan fundamental la comprensión de lo que
pasaba sino sobre todo la adoración, la veneración; de allí la pasividad que se esperaba de la
asamblea, con el centro en el sacerdote y en el altar. De algún modo, esta comprensión de la
Eucaristía como sacrificio iba directamente vinculada al perdón de los pecados, al merecimiento de
la gracia, y por eso el respeto, casi temor reverencial, de no ser dignos de participar o de comulgar
habitualmente.

Esta era la experiencia, la comprensión, dimensión más relevante hasta mediados del siglo XX, y lo
cuento porque los procesos culturales y religiosos son muy largos y probablemente muchos de
nosotros, yo inclusive, hayamos sido formados en este ambiente. Y si hay algunos jóvenes
escuchando, lo cuento para que comprendan la religiosidad de los adultos. Y arranco así porque creo
que es preciso generar, construir puentes hacia la vivencia de la Eucaristía en el mundo juvenil, que
es diferente. Puentes que nos salven de las rupturas, como diría san Mateo: tomar lo viejo y lo
nuevo de las arcas de la fe, que puedan coexistir, sucederse los modos de creer, de celebrar, que en
su esencia permanecen idénticos, aunque los acentos van cambiando según las épocas.

Entonces, partiendo de las tres dimensiones de la Eucaristía, comprendemos cuál ha sido el foco
heredado por las generaciones adultas; entremos ahora en el los otros dos aspectos que creo que
hoy pueden ayudarnos a redescubrir y valorizar la Eucaristía en la Pastoral Juvenil.

Para ello, contemplemos la mesa de San José en dos momentos de su vida: la mesa de San José en
Belén y la mesa de san José en Jerusalén…
1| Memoria: San José, Belén: Casa del Pan

La mesa de San José en Belén. Motivo con un dato de color, tal vez alguno ya lo conocía. “Belén” en
hebreo se dice “bet lejem” y significa “casa del pan”. Contemplamos a los jóvenes en la mesa de San
José de Belén, a los jóvenes en esta “casa del pan”.

“José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de
Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras
se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su hijo primogénito, lo
envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre” (Lucas 2, 4ss).

Todo en Belén nos habla de ternura, aun en un contexto tan desfavorecido: el niño Dios nos habla de
ternura, la Virgen envolviéndolo en pañales nos hablan de ternura, el mismo san José, en segundo
plano, nos habla de la ternura de un padre presente, cercano… una dimensión totalmente diferente,
complementaria pero diferente a la sacrificial, a la distancia reverencial que mencionábamos antes,
¿lo pueden ver?

Es en esta mesa donde los jóvenes se sienten a sus anchas, es esta dimensión de la mesa la que los
jóvenes representan, buscan, necesitan, destacan en la Eucaristía. Es la dimensión de la memoria, la
memoria de Jesús, la centralidad de la persona de Jesús como hombre-Dios de ternura, que “pasó
haciendo el bien y sanando a muchos”. No lo digo para comparar, de nuevo, lo traigo como
complementos, para hacer puentes. ¿Pero por qué muchos de nuestros jóvenes están sedientos de
la Eucaristía? Porque tienen claro que en ella se encuentran con Jesús, en ella se sientan, a la mesa
de José, podríamos decir, con su amigo Jesús, con su Maestro Jesús, con aquel que les cambia la vida
con su abrazo, con su mirada de amor, con sus palabras de consuelo, de esperanza, de
transformación de la realidad.

Cuando los jóvenes, en su mayoría, se acercan a la Eucaristía, lo hacen buscando este encuentro,
esta memoria, este hacer presente a Jesús-Amigo-Tierno en medio de ellos; y si muchos otros
jóvenes todavía no valoran la Eucaristía es probablemente porque no tienen experiencia, no
conocen, no descubrieron este amor de Jesús, y por eso no van a buscarlo. A ellos no los empuja la
reverencia por el perdón de los pecados y la redención de la culpa, ni el precepto de cumplir la Ley
de Dios; de nuevo, no como juicio de una religiosidad o de otra, sino como descubrir acentos de
unos y de otros.

Dice el Sínodo de Jóvenes: “La Eucaristía es memoria viva del evento pascual, lugar privilegiado de la
evangelización y de la transmisión de la fe con vistas a la misión. En la asamblea reunida en la
celebración eucarística, la experiencia de sentirse personalmente “tocados”, educados y curados por
Jesús acompaña a cada persona en su camino de crecimiento.” (DF 92)

La Eucaristía en la vida del joven es búsqueda de un vínculo muy personal con Jesús, y por eso hace
memoria de Él en la mesa, y por eso lo adora en la sobre-mesa, como le gusta decir al P. Lisandro.

Una anécdota, como cierre de esta dimensión. Me tocó acompañar a un amigo y su novia en la
preparación del matrimonio, dos chicos jóvenes, con una linda experiencia de fe aunque algo
distantes a la práctica. Y cuando les preguntó por sus recuerdos de fe, por esas cosas que los habían
ayudado a vivir la fe, mi amigo me dijo: yo me acordé de las adoraciones, de cuando era
adolescente. De las misas de jóvenes de los lunes. La alegría, la paz que viví en ese lugar no se me
olvida, y pienso que me gustaría volver, a tener ese momento de adoración, de encuentro con Dios,
personal…

Esos son los jóvenes en la mesa de Belén, los jóvenes en la mesa de la ternura de Dios, la ternura de
la Sagrada Familia, la memoria del Jesús amigo…

2| Banquete: San José, Jerusalén: Jesús, joven, perdido y hallado en el Templo.

La dimensión que nos queda, y que creo que los jóvenes también celebran y anhelan, es la Eucaristía
como “banquete”. Para eso, los invito a la “mesa de José en Jerusalén”. Que ¿cuál es esta mesa? Es
la mesa de aquel campamento, ¿se acuerdan? Cuando María y José fueron con Jesús al Templo;
Jesús tenía 12 años. En el quinto misterio gozoso solemos rezarlo como “Jesús perdido y hallado en
el Templo”, pero a mí me gusta rezar “El joven Jesús perdido y hallado en el Templo”, porque era
eso, joven, adolescente.

Y cuántos adolescentes también están también lejos de este banquete, y nos toca a nosotros, la
comunidad, salir a buscarlos, como buscaron María y José al joven Jesús durante tres días.

La mesa de José en Jerusalén, la Eucaristía como banquete, es mesa de familia, es mesa de


comunidad, mesa de fraternidad, y los jóvenes se dan cuenta si celebramos la Eucaristía como
comunidad o como islas…

Me gusta mucho una anécdota, de un francés, Tim Guenard, conocido por la autobiografía de su
conversión. Traigo simplemente esta anécdota. Resulta que de adolescente, el vivía como
vagabundo, no sabía ni quién era Jesús. Un joven de la Comunidad del Arca, que sería como un joven
parroquiano nuestro, se hace amigo de él y un día lo invita a ver a Jesús. “¿Quién será Jesús?, dice,
un amigo suyo supongo…” Y lo lleva a una adoración. Miren lo que dice Tim, que probablemente
nunca había estado en una:

“Miro el sol dorado. Me cuesta creer que haya personas que recorran kilómetros para encontrarse,
sin decir nada, ante una rodaja blanca a la que llaman Jesús. ¡Imagínate una discoteca sin música y
sin alcohol, en la que no se mueve nadie!

Además, no comprendo su delirio, el Santísimo Sacramento, la custodia, y todo ese despliegue. Para
mí es chino. O latín.

Lo que me impresiona, es la expresión de los rostros. Algunos irradian una luz. Están todos apacibles,
tranquilos, serenos. Me digo: «Si ellos consiguen ver a Jesús ahí dentro, ¿por qué no yo? Voy a
intentarlo. Voy a ponerme en posición, y ¡paf!, debe ría funcionar».”

Es gracioso como lo cuenta, pero evidentemente muchos jóvenes como él, aunque sí conozcan el
nombre de Jesús, tampoco llegan a entender quién es para nosotros, lo que es la Eucaristía, lo que
es el Santísimo para nosotros. Y allí, nuestro desafío como comunidad, de mostrar -no solo por
apariencia sino como testimonio- nuestras vidas radiantes, serenas, que les den ganas de conocer a
Jesús, que les den ganas de sumarse al banquete, que no los expulsen porque muchas veces “no
saben agarrar los cubiertos”, que es cierto, la mayoría de los jóvenes no fueron formados, como
decíamos, en esa dimensión sacrificial, de reverencia, y tal vez será bueno que la descubran en
nosotros, pero como testimonio de nuestra expresión, no como imposición, y complementada con
esa experiencia personal de Jesús como Amigo -Memoria- y de comunidad fraterna -Banquete.
Que nos vean como comunidad tan amorosos, tan fervientes, que le surja la admiración de
encontrar algo valioso también para ellos como jóvenes; como decía Tim en otro lado: ¡parecen
extraterrestres! Pero no por una extrañeza de formas exageradas o inhumanas, sino como le decían
a Jesús: “¿quién es este, de dónde viene? ¿No es el hijo de José el carpintero?”

Que también nuestra mesa, por tan fraterna, atraiga a los jóvenes, busque a los jóvenes, les haga un
lugar, haciéndoles sentir que este banquete es diferente, que esta es la mesa del carpintero, el
banquete de Jesús vivo en la Eucaristía.

Termino con estas palabras del Papa en su carta a los jóvenes:

“Queridos jóvenes, corran «atraídos por ese Rostro tan amado, que adoramos en la Sagrada
Eucaristía y reconocemos en la carne del hermano sufriente. El Espíritu Santo los empuje en esta
carrera hacia adelante. La Iglesia necesita su entusiasmo, sus intuiciones, su fe. ¡Nos hacen falta! Y
cuando lleguen donde nosotros todavía no hemos llegado, tengan paciencia para esperarnos»” ChV
299.

Que la Eucaristía, que la Mesa de José, pueda ser mesa de generaciones donde celebremos a Jesús
entregado, vivo y compartido entre nosotros; y que nosotros seamos ministros, puentes, servidores
de esta mesa.

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