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EL MIKILO

El duende que muchos dicen haber visto deambular por las calles, asusta desde la época
de los diaguitas a los niños picarones que se escapan de sus casas a la hora de la siesta, y,
dicen, es un tramposo.

Hombrecillo de poncho y sombrero negro llevar, este pequeño ser fue denunciado a la
policía por los habitantes por andar posándose en las entradas de las casas de los
lugareños y las finas donde se lleva a cabo las cosechas donde asusta y golpea a los
trabajadores.

Mikilo suele engañar con su particular confección física a las distraídas víctimas. Es que
posee una mano de lana y la otra de hierro y ante la pregunta –que no da lugar a un no-
sobre con cuál mano el ocasional atormentado quiere recibir un golpe, Mikilo se abusa.

Si le responden que con la de lana, pues bien, recibe un golpe durísimo; en tanto que si la
víctima se decide por la de hierro, cosa que nunca sucede, obtiene un menor sacudón.

Sin embargo hay quienes dicen que no existe, que su presencia no es cierta, que, en fin,
es sólo producto de la fantasía pueblerina, aunque logre generalmente el cometido para
el que se lo invoca: que los más pequeños se decidan por dormir la siesta.

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