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Recuerdo cuando llegaste, recuerdo la primera vez que te vi; venias dentro de una
bolsa de cartón con tu cabeza y patas delanteras asomadas. Eras apenas un cachorro,
con ese pelaje negro brillante y esos ojitos negros que transmitían toda la luz del
mundo, esa luz que ilumino mi corazón.
Tenias una forma tan peculiar de amar, de acompañar y de apoyar. Te recuerdo con
nostalgia y pena, porque te extraño tanto mi cachorro. Fueron 10 años donde tuve el
honor de ver como crecías, de ver como jugabas, de ver como corrías y dormías.
Me acuerdo cuando estábamos por salir a pasear, agarrabas tu propia correa y movías
tu cola de un lado al otro, mirándome con ilusión, como si fuera el mejor panorama del
mundo.
Recuerdo los primeros meses a tu lado, donde te daban miedo los globos, subir las
escaleras y los skates.
Compartías tanto con el Sr. Gato, que comenzaste a creerte también un gato; lo
acompañabas a todos lados, dormías sobre el pensando que eras de su mismo tamaño
y te subías a los respaldos de los sillones.
Siempre apoyabas tu cabeza en mis piernas, mirándome con tu ojos llenos de pureza,
de amor y paz, aunque a veces solo era para pedirme de lo que estaba comiendo.
Te recuerdo ver dormir, siempre en el mismo lugar, en esa esquina que te encantaba
por alguna extraña razón. Soñabas, movías las patas como si corrieras, movías la cola e
incluso ladrabas.
Me ayudabas cuando tenía pena, cuando tenía ansiedad, cuando tenía miedo o rabia.
Simplemente te miraba y me hacías inmensamente feliz.
Recuerdo los últimos años juntos, cuando ya paseábamos sin correa, que a penas
salías, comenzabas a ladrar de felicidad como diciendo “aquí vengo yo”.
Tu caminar, tu voz ronca y fuerte, tu manera de levantar las orejas, la manera en como
te sentabas; todo de ti me hacia profundamente bien, cada cosa de ti me sanaba el
corazón.
Y me acuerdo cuando íbamos a farellones, cuando corrías atrás de los caballos de los
arrieros, cuando te seguimos pensado que nos llevarías por el lugar más seco y
terminamos con el barro hasta el cuello, cuando te sentabas arriba de las piedras a
disfrutar de la brisa de aire puro, del sol y de la vista.
Te amo con mi corazón y te extrañare por el resto de mi vida, jamás te olvidare porque
tu fuiste quien me demostró que a pesar de todo lo malo que me pasaba, siempre iba
a ver un rayito de sol que calentara mi corazón; ese rayito eras tu.
Espero que estes descansando, corriendo como te gustaba hacer, que puedas ladrar
tan fuerte como se te dé la gana y que estes comiendo todas las láminas de jamón que
se te antojen.
Te envió un beso y abrazo al cielo, sé que nos volveremos a ver para poder pasear
juntos.