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FORMACIÓN EN TERAPIA DE FAMILIA Y PAREJA

MODULO 12

Abordaje Familiar y de Pareja desde el Análisis Transaccional.

Aporte del Análisis Transaccional:

El cuidado parental, o parentamiento se define como el trato que los progenitores


ofrecen a sus descendientes. Se manifiesta en todos los comportamientos de
protección, cuidado y sustento, tendentes a satisfacer las necesidades de sus hijos,
especialmente en las primeras etapas del desarrollo. Este trato parental, compartido
por diferentes especies, suscita ciertas preguntas de gran calado para comprender el
funcionamiento animal: ¿cómo de determinante es esta regulación parental?, ¿cómo
afecta al desarrollo evolutivo de las crías? En humanos los interrogantes no son menos
trascendentes: ¿estamos realmente influidos por las experiencias parentales?, ¿qué
consecuencias provoca en nosotros, en nuestra personalidad y manera de entender el
mundo?, ¿cómo podemos solventar las carencias que arrastramos desde entonces?.

ANÁLISIS TRANSACCIONAL Y PARENTALIZACIÓN:

El análisis transaccional creado por el médico psiquiatra Eric Berne, concede una
importancia vital a las experiencias tempranas en el desarrollo de la personalidad del
individuo, y más concretamente a las experiencias relacionales entre padres e hijos
como medio de satisfacción de las necesidades infantiles.

Según este modelo, las necesidades básicas para garantizar la salud psicológica del
individuo son: la necesidad de “caricias” (entendida como una unidad de
reconocimiento) y el deseo humano de “estructurar el tiempo”. El objetivo perseguido
por todo niño en su infancia se basa en conseguir un amor y una aceptación
incondicional que nos ayude a satisfacer nuestra necesidad de contacto y de
estructuración temporal. La forma en que los padres han ido satisfaciendo estas
necesidades básicas, tendrá un profundo impacto en el desarrollo infantil.

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Los Estados del Yo y la Influencia Paterna

Este enfoque teórico, se basa en la descripción y comprensión de la personalidad del


individuo, considerándola como "el modo habitual en que una persona piensa, siente,
habla y actúa, para satisfacer sus necesidades en su medio físico y social". Para los
transaccionalistas, esta personalidad se verá poderosamente influida por el cuidado
parental recibido. Así, nuestra forma de ser se puede subdividir en tres estados
diferenciados, que conforman el modelo de los estados del yo: el estado del yo Padre,
Niño y Adulto. Cada uno de estos estados es "un sistema de emociones y pensamientos
acompañado de su conjunto afín de patrones de conducta" (Berne, 1964).

Los contenidos de estos tres estamentos de nuestro psiquismo son conocidos como el
modelo estructural de primer orden (el contenido de nuestra personalidad). Cuando una
persona se comporta, piensa y actúa en respuesta directa a lo que sucede a su alrededor,
decimos que está en su estado del yo Adulto. Sin embargo, es habitual encontrar a
personas que no siempre actúan en respuesta a la realidad presente, si no en relación
con experiencias pasadas. Cuando respondemos al entorno de la misma forma que lo
hacían nuestros padres, entonces diremos que estamos en el estado de yo Padre,
compuesto por los comportamientos, pensamientos y sentimientos copiados (o
introyectados) de nuestras figuras parentales. Cuando respondemos en la vida actual,
de la misma forma a cómo lo hacíamos de pequeños, decimos que estamos en el estado
Niño, compuesto de todos lo comportamientos, pensamientos y sentimientos
experimentados y decididos en la niñez en respuesta al trato parental.

Además, Berne describió el modo en que se materializan estos estados en el día a día
en su modelo funcional de los estados del yo (el proceso de nuestra personalidad), que
está igualmente influido por el trato parental recibido.

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Cuando nos comportamos como lo hacían nuestros padres (estamos en el estado del
yo Padre), podemos actuar de dos maneras: como un Padre Crítico, utilizando las
antiguas estrategias paternas de protección, o como un Padre Nutricio, cuando las
respuestas imitadas son de cuidado y atención. Ambas formas pueden ser positivas, si
los mecanismos de protección y cuidado de los padres eran adaptativos (de protección
o apoyo genuinos), o negativas, si estos mecanismos tendían a anular a la persona (las
mismas cosas que nos decían entonces “lo has hecho fatal, eres un inútil”). El estado del
yo Niño, se manifiesta en dos tipos de sistemas: Niño adaptado (todas las respuestas y
decisiones que realizamos para adaptarnos a las demandas parentales) y Niño Libre
(todas las respuestas espontáneas y genuinas no condicionadas que experimentamos
de pequeños).

Igualmente, ambas formas de regulación pueden ser adaptativas o no. Pero ¿cómo nos
influyeron nuestros padres en la construcción de nuestra personalidad? Para responder
a esta cuestión, Berne propuso el modelo estructural de segundo orden (la formación
de nuestra personalidad), que se refiere a cómo se formaron el conjunto de huellas de
memoria grabadas en nuestra personalidad, es decir en nuestros tres estados del yo.
En primer lugar archivamos toda la información recibida directamente en nuestro
estado del Yo Padre. Integramos, tanto el mensaje: “no toques el enchufe”, procedentes
del estado del yo Padre del cuidador, como las razones explícitas: “te vas a quemar”,
provenientes del estado del yo Adulto del cuidador, e implícitas: “tengo miedo”,
provenientes del estado Niño del cuidador.

Además, el mensaje produjo en nosotros determinados pensamientos o conclusiones


objetivos que almacenamos en nuestro estado del yo Adulto encargado de poner a
prueba la realidad. Por último, en la estructuración de nuestro estado del yo Niño,
almacenamos las huellas de memoria de todas las experiencias infantiles de las
actitudes que nuestros padres dejaron en nosotros.

Para clasificar las experiencias y decisiones del impacto de los mensajes parentales en
el Niño, Fanita English, propuso la siguiente clasificación.

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El Padre en el Niño: es un almacén de memoria donde los hijos almacenaron “a su
manera” las reglas establecidas por sus progenitores. Dado que los niños no disponen
de una sólida capacidad de razonamiento, es recurrente que los niños construyan su
particular versión de las normas, y generen fantasías sobre lo que podría ocurrir en el
caso de que no se alcancen (“si lloro, mis padres me dejan de querer”). Un segundo
sistema de memoria es el conocido como el Adulto en el Niño o pequeño profesor, y se
refiere a las estrategias intuitivas que el infante desarrolló para enfrentarse a las
diferentes problemáticas ambientales. Por último, las actitudes paternas provocan en
los niños, una serie de sensaciones emocionales y corporales, almacenadas en el Niño
del Niño.

Vemos como tanto en el contenido, como en el proceso, como en la formación de


nuestra personalidad, las experiencias parentales que almacenamos en nuestro Padre
serán la base para construir nuestras conclusiones vitales más relevantes que
almacenamos en nuestro Niño.

Una personalidad sana en términos de AT, se manifiesta cuando la persona responde a


la realidad desde su Adulto integrado, esto es que ha incorporado las partes más
adaptativas y actualizadas de las funciones de los tres estados en su estado del yo
Adulto. Esto sucederá si en su etapa de parentalización, sus principales necesidades
evolutivas fueron adecuadamente satisfechas. Sin embargo la patología desde este
enfoque, se manifiesta, cuando las personas acumulan necesidades infantiles
insatisfechas, respondiendo entonces al aquí y el ahora, desde los contenidos arcaicos
de los estados del yo: el Padre imita las respuestas parentales desadaptativas y el Niño
decide, siente y actúa como lo hizo entonces.

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ETAPAS DEL CICLO DE DESARROLLO DEL NIÑO Y SUS NECESIDADES.

Para el AT los padres deben proveer a sus hijos de un amor incondicional, mediante
mensajes y actitudes que favorezcan su consolidación psíquica.

Siguiendo este último enfoque, Pamela Levin, en su obra “Becoming the way we are”
realiza una propuesta cronológica de las necesidades evolutivas del niño, así como las
principales causas y consecuencias de su insatisfacción. Este modelo presenta un
desarrollo secuencial en siete etapas aditivas (cada etapa se basa en la anterior), y un
modelo cíclico en el que las personas vamos reviviendo las etapas inconclusas,
obteniendo así una nueva oportunidad de satisfacer las necesidades pendientes.

Durante la primera etapa, denominada la “El poder de Ser” , se da desde los 0 a los 6
meses de edad, los bebés desarrollarán el estado del yo Niño del Niño, aquí se almacena
las memorias somáticas. Los bebés aprenden a contactar y expresar sus necesidades
internas, a regular el contacto temprano con el otro y a reconocerse y sentirse
físicamente. En esta fase, el bebé necesita que los padres respondan de manera
inmediata a sus necesidades de alimentación y proximidad, siendo el llanto la principal
señal de contacto, y las caricias físicas y la provisión de leche, los medios de respuesta.
Si estas respuestas se ajustan a sus necesidades reales de manera constante, los bebés
sacarán unas tempranas y válidas conclusiones sobre ellos y el mundo. Tendrán la
sensación interna de ser aceptados, respetados por su singularidad, de ser protegidos y
amados. Desarrollarán la capacidad de intuición y empatía, el compromiso y la
constancia, la capacidad de recibir caricias verbales y físicas, aprenderán a estructurar
el tiempo. Sin embargo, si sus necesidades no satisfechas, algunos en esta etapa
desarrollarán una débil confianza en ellos mismos y con el entorno.

Los recuerdos somáticos serán de tensión, miedo, intrusión o desconfianza,


dependiendo del tipo de “mal” trato recibido. Se verán limitados en su capacidad para
atender sus necesidades (ya que sus principales mecanismos básicos, como el llanto, no
han funcionado), e incorporarán somáticamente distintos mensajes implícitos: “no seas,
no sientas, no tengas necesidades”.

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La segunda fase se denomina la “El poder Hacer”, se extiende de los 6 a los 18 meses.
En esta etapa el bebé está desarrollando su musculatura, sus habilidades motoras, está
emprendiendo el camino hacia la actividad (en la mitad de esta etapa el niño empezará
a caminar). Tienen la necesidad de moverse y explorar, de experimentar sensaciones sin
realizar un análisis consciente de sus movimientos o acercamientos. En este proceso,
comenzará a desarrollar su “pequeño profesor” (el Adulto del Niño), que será el
encargado de entender las relaciones causales del mundo . Por ejemplo, “Si tiro un
jarrón, se rompe”.

Los padres en esta etapa deberán ofrecer al niño la libertad y seguridad básicas para
este desarrollo activo, controlar que no les ocurra nada malo, pero permitiendo que
experimente con la realidad. Necesitan recibir las caricias incondicionales de respeto y
aceptación. Además, según la autora, es necesario que en esta etapa el bebé pueda
desarrollar una cierta y sana sensación de omnipotencia, que le permita incorporar el
“poder esencial de hacer” para así seguir consolidando su posición existencial de
“Okeidad”. Esto supone que los padres inviertan una considerable cantidad de tiempo
y energía en el niño, esto favorecerá el desarrollo de la creatividad y la intuición.

Si la actividad parental no facilita esta exploración, el niño podrá desarrollar diferentes


problemas físicos relacionados con la falta o represión de la actividad (como estrés
adrenal, problemas de migrañas…), e incorporarán mensajes de guion del tipo: “no me
molestes, no tomes la iniciativa, no hagas, no seas curioso”.

La tercera etapa, o “El poder Pensar” se desarrolla desde los 18 meses a los 3 años. Los
niños desarrollan aquí su estado del yo Adulto, una visión más o menos lógicaa y
objetivaa del mundo. Esta etapa se caracteriza por la aparición del lenguaje como
regulador fundamental de sus relaciones sociales e internas. Emerge así la capacidad de
entender y narrar la historia de las cosas. Se trata de una etapa integrativa de conexión
entre pensamiento, emoción y comportamiento, de poner nombre a la experiencia
(denominar y no aun calificar). Los niños empiezan ahora a comprender las relaciones
de causa y efecto, de manera que van integrando las consecuencias que sus actos tienen
en el entorno. Se trata de un momento de explosión del conocimiento, dónde los niños
preguntan por todo, todo lo quieren saber.

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Además, en esta etapa, los niños empiezan a poner a prueba las relaciones con el otro,
aprenden a testar la separación y a marcar sus propios límites. Es la fase del “¡no!”, en
la que el niño empieza a comprobar su poder para identificar sus propios límites.

Los padres en esta etapa deben ofrecer tiempo, información veraz, y cuidadosos límites
sobre lo que está bien y mal, así como las razones y alternativas. Pero sobre todo, los
niños necesitan seguir sintiendo especialmente en esta etapa que, a pesar de las
limitaciones y frustraciones, el amor preferido es absolutamente incondicional y que su
sentido del ser (identidad), es respetado, para que puedan seguir consolidando una
posición existencial de “Okeidad”.

Si los padres no son capaces de ofrecer al niño estas premisas, es probable que el niño
acabe sacando conclusiones perniciosas para su desarrollo y elaborando distintos
mecanismos de defensa desadaptativos. Podrán confundirse con explicaciones poco
claras sobre el funcionamiento del mundo aprendiendo a descontar partes de la realidad
para que estas encajen en la visión del mundo que han aprendido, podrán verse
vulnerados en su identidad como consecuencia de unos padres excesivamente rígidos o
carentes de límites.

Podrán incorporar mensajes de guion del tipo “no pienses, no seas inteligente, no tengas
necesidades de estar separado de mí”, con las consecuentes decisiones de guión
asociadas que condicionarán sus capacidades intelectuales, relacionales y de
autocuidado.

La cuarta etapa del desarrollo evolutivo es la “El poder Identidad”, se da desde los 3 a
los 6 años, aquí se desarrolla el estado del yo Padre del Niño. Es una fase de polos
opuestos: por un lado, los niños desarrollan su genuina habilidad para transformar la
energía, mediante el desarrollo de su creatividad, fantasía y poder, y por el otro
continúan interiorizando las restricciones y condiciones externas. En esta fase,
desarrollamos y actualizamos periódicamente nuestra identidad. Las emociones están
más vivas que nunca, los sentimientos de ira, odio y miedo son intensos y extremos, y
son alimentados por las fantasías que van elaborando.

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Aprenden a competir intensamente frente a los que ponen a prueba su poder, a
manipular al otro con el uso de esas intensas emociones. Es una etapa vital ya que los
niños adoptan su decisión de identidad básica: “quién quiero ser”, o “cómo mis padres
quieren que sea”.

Aquí los padres pueden dar el permiso para que el niño descubra su propia identidad,
dentro del respeto a los límites externos. También brindan de manera regular y
amorosa, las directrices adecuadas, veraces, claras y auténticas sobre los permisos y
limitaciones vitales, para que sus hijos aprendan las reglas del juego sin manipulación.
Con estas directrices los niños aprenden a distinguir la fantasía de la realidad (sin negar
la imaginación), e integran el orden social (mediante su incorporación en la estructura
familiar con roles bien definidos). Los padres, además, deberán proporcionar los
permisos adecuados para que el niño sea quien es, para que pida lo que necesite, para
que se enfade, para que aprenda a acudir a quien le puede ayudar. Sino, lo niños pueden
recibir mensajes paternos del tipo: “pierde la cabeza, no seas sano, no seas poderoso,
no seas amoroso, no seas tú, compláceme, vigila”.

La quinta etapa, se extiende entre los 6 y los 12 años, y es conocida como la “El poder
de SER HÁBIL”, en esta etapa los niños desarrollan el estado del yo Padre, esta es, la
estructura psicológica dónde los niños interiorizan las figuras paternas. En esta etapa,
los niños necesitan experimentar con actividades que requieran de reglas e interacción
con el otro. Van aprendiendo a hacer las cosas según su propio modo de acción y a
regular el contacto social. En esta etapa, los padres deberán enseñar a sus hijos diversas
habilidades procedimentales, pudiendo emplear caricias condicionadas para estimular
su desarrollo (nunca con castigos). Así mismo, deberán fomentar una sana capacidad de
frustración y renuncia, como medio para alcanzar sus objetivos.

Si los padres no proporcionan a los hijos estas habilidades de funcionamiento y


aplicación de las actividades vitales de la manera apropiada, los niños pueden
interiorizar mensajes del tipo: “no pienses, hazlo, no estructures, no cometas errores”.

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En la sexta etapa del desarrollo, que va desde los 13 a los 18 años, denominada como la
“El poder de Regenerarse”, es la etapa donde por primera vez unificamos nuestros
estados del yo, pasamos por fases adultas cuando nos preocupamos por el sexo y con
las personas como seres sexuales. El objetivo de esta estapa es desarrollar la capacidad
de movernos en el mundo sin los cuidados paternos. Es importante que lo padres
puedan proveer todos los cuidados dedicados en etapas anteriores: ofrecer caricias
incondicionales (en pocos casos condicionales), brindar tiempo, dedicación, explicación,
información, aplicar los límites externos siempre con un respeto absoluto a su
autenticidad y a sus capacidades de autorregulación. Si no se cubren las necesidades,
los niños pueden no conseguir su plena autonomía, y recibir mensajes del tipo “no
crezcas, no lo hagas, no te aproximes al otro sexo, no me abandones”.

Llegamos a la última etapa “El Poder de Reciclarse”, se da cuando entramos a la edad


adulta de 19 años, aquí hemos completado un círculo de desarrollo. Ya contamos con
nuestra personalidad ya formada y no se le añadirán nuevos componentes. Esta etapa
es nueva, nunca hemos estado aquí antes, frente a ello podemos sentirnos inseguros,
no sabemos si las reglas son las mismas o si el terreno es suave o difícil. Es importante
contar con personas con quienes podamos establecer una conexión emocional que nos
apoyen en nuestro nuevo ciclo de crecimiento.

Necesitamos ir despacio, seguir nuestro camino y aprender simplemente a estar vivos


en esta nueva situación, reuniendo fuerzas para los días venideros. Al ser nuevos en el
mundo nos vemos como bebés de nuevo.

A medida que vamos madurando, avanzando, nos vamos perfeccionando de forma


natural, y así también va cambiando nuestra percepción de las etapas. Estamos
comenzando nuevo ciclo y este se puede presentar como una crisis de vida tan intensa
que nos genera confusión sobre si estamos teniendo un brote de guion o un brote de
desarrollo normal. Siendo adultos, esta etapa de reciclaje adquiere un ritmo y un
carácter individual. Una vez que nuestro patrón básico se forma en la infancia, podemos
desencadenar el reciclaje de ciertas etapas mediante eventos externos.

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Por ejemplo, como padres, podemos volver a las etapas de desarrollo en las que
nuestros hijos crecen actualmente, o como terapeutas, podemos regresar a las etapas
de desarrollo de los clientes.

El desarrollo en esta etapa necesita ser asistido por los mismos mensajes que ayudaron
a nuestro progreso anterior. En el reciclaje, decidimos si seguimos continuar obteniendo
lo que necesitamos cuando experimentamos los síntomas normales de nuestras etapas,
y así poder llevar a cabo las tareas en el siguiente nivel y seguir aprendiendo nuevas
lecciones.

Este interesante análisis de Pamela Levin, pone de manifiesto las principales


necesidades evolutivas de los niños, las mejores formas de satisfacerlas, así como las
conductas y actitudes parentales explícitas e implícitas que pueden poner freno a su
desarrollo.

CONTRATO TERAPÉUTICO.
Es primordial enfatizar que en la práctica del AT el contrato se basa en el supuesto
filosófico de que “la gente está bien” en general, de acuerdo a Thomas Harris (1985). La
relación entre el terapeuta y el cliente las parejas se dan como como iguales. Por ello
ambos comparten responsabilidades con respecto al cambio que el cliente quiere
realizar.
El Aanálisis Ttransaccional es una terapia contractual, esta es una de las diferencias
respecto con otros tipos de psicoterapia para Eric Berne. Berne define el contrato como
un compromiso explícito bilateral hacia un curso de acción bien definido (Berne, 1981).
Para James y Jongeward (1997), el contrato es un compromiso adulto con uno mismo
y/o alguien más para llevar a cabo un cambio.
Un contrato es una meta objetiva de cambio positivo de conducta. Se debe formalizar
entre los estados del yo Adulto, del cliente y del facilitador.

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En una entrevista realizada por Michael Hoyt (1995), Bob Goulding, (1995) señala, que
él suele preguntar a cada cliente: “¿Qué quiere cambiar hoy con respecto a usted?”, con
ello afirma la creencia de que:
1. El cliente es el responsable de su propio cambio.
2. El cambio es posible.

Claude Steiner (1980) discípulo de Berne ha expuesto cuatro requisitos para hacer un
contrato sólido. Se derivan de la práctica de contratos en ámbitos jurídicos.

• Común Acuerdo.
• Retribución.
• Competencia Mutua.
• Objetivo legal.

COMÚN ACUERDO: El común acuerdo consiste en el consentimiento mutuo. El


psicoterapeuta debe hacer su oferta de forma explícita y clara, explicando sus servicios,
técnicos y condiciones; El cliente debe manifestar claramente lo que desea en términos
específicos y observables.

El común acuerdo significa que dos personas tienen capacidad de actuar y deciden
emprender algo; no son válidas propuestas: “como me pagan el tratamiento, vengo”,
“mi esposo quiere que cambie”, “mis padres dicen que estoy mal”. Común acuerdo es
por el contrario esfuerzo mutuo, trabajo en común para lograr un objetivo concreto.

RETRIBUCIÓN: Retribución o intercambio de bienes es lo que se refiere al acuerdo


concreto sobre lo que aporta cada uno y de qué manera se retribuye.
El terapeuta aporta su tiempo, información, afecto, y trabajo. El cliente un trabajo y un
pago. Si la retribución no existe la terapia se transforma en un rescate.

Un terapeuta que salva (“no se preocupe”, “ya me pagara”; “no hay prisas”; “por mi es
igual “). Tarde o temprano se sentirá víctima o perseguirá a sus clientes. El acuerdo de
la retribución lo deben hacer terapeuta-cliente

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COMPETENCIA MUTUA: Terapeuta y cliente aportan sus recursos y sus realidades, en el
caso del terapeuta: titulo, especialidad, licencia para ejercer la profesión, etc. Y del
cliente (menor de edad, incapacidad, intoxicados, etc.)
OBJETO LEGAL
El contrato no puede violar la ley, por ejemplo: amparar delincuentes, tratantes de
drogas, ETC. Algunas veces, esta parte del contrato tiene implicaciones éticas que el
terapeuta debe enfrentar y clarificar (caso de una persona que quiere abortar o
divorciarse en un país donde esté prohibido)

Complementando los requisitos de Steiner, Kertesz (1977) estableció ocho condiciones


importantes a la hora de redactar y formular un contrato:

1. Centrar el objetivo de contrato en el área de la conducta problemática.


2. Formular el cambio de conducta en términos positivos.
3. El cambio de conducta debe ser observable (no hacer contratos sobre
pensamientos o sentimientos, sino sobre actitudes).
4. La redacción será simple y concreta (que pudiera ser entendido por un niño).
5. La conducta a la que se quiere llegar debe ser legal y ética.
6. El objetivo del contrato deberá ser sobre actitudes del cliente, no de otras
personas.
7. Si es posible se fijará un tiempo de cumplimiento.
8. Se refiera a una conducta específica o cambios concretos a conseguir.

Entonces, para establecer un contrato efectivo:


El contrato debe de ser formulado en palabras positivas. A menudo, la redacción inicial
de un objetivo contendrá́ negativas. Por ejemplo, la persona puede que quiera dejar de
fumar o controlar la bebida, perder peso, o no estar asustada de las figuras de autoridad.
A largo plazo, estos “contratos de dejar” y “contratos no” nunca funcionan. En parte,
esto es debido a la manera en la cual el objetivo del contrato actúa como visualización.
Para lograr un contrato efectivo, se debe especificar el positivo que le proporcionara en
estado del yo Niño con una directiva clara para la acción.

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Debe proporcionar una nueva opción de supervivencia para cubrir las necesidades que
sea, al menos, igual de bueno que la opción de guion.

El contrato debe establecerse para una meta alcanzable, teniendo en cuenta la situación
y los recursos actuales. En general, consideramos “alcanzable” cualquier cosa que es
físicamente posible. Observemos que esta condición implica que solamente se puede
contratar un cambio que deseas realizar en ti mismo. No es físicamente posible “hacer”
que algún otro cambie.

Comprobar que el cambio que se desea es posible para uno. Ejemplo: para comprobar
si la propuesta es alcanzable, podemos preguntar: ¿Lo ha logrado alguna otra persona
del mundo? Si la respuesta es afirmativa, podemos considerarla posible.

La meta debe ser específica y observable. Tanto uno como los demás deben poder ver
claramente si se ha logrado la meta. Hay que tener cuidado con las metas
sobregeneralizadas y con las comparativas. A menudo, la gente comenzará con metas
globales como: “quiero ser una persona cálida y extrovertida” o “quiero acercarme a los
demás”. Realizar un contrato de este tipo es involucrarse en un trabajo permanente,
puesto que las metas declaradas no son lo suficientemente específicas como para que
cualquier persona sepa si se han logrado.

Podemos preguntar: ¿Sabrá uno y los demás si se ha logrado el cambio deseado?,


¿Cómo sabrás que lo lograste?, ¿Qué sucederá?

El cambio que se está intentando lograr debe ser seguro. Utilizar la valoración de adultos
y tener en cuenta tanto la seguridad física como la adecuación social.

Pregunta: ¿Es el cambio que se desea seguro? ¿?

El objetivo del contrato debe decidirse desde el estado yo Adulto, con colaboración del
Niño Libre. En otras palabras, debe ser adecuado a la situación de Adulto y sus
habilidades y ayudar a satisfacer las necesidades auténticas del Niño en lugar de
negarlas. Un contrato establecido desde el Niño Adaptado tiene el efecto de profundizar
el guion.

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Preguntas: ¿Cuánto deseo este cambio para mí? ¿Este cambio es más para
complacer a otros, obtener la aprobación de alguien o rebelarme contra alguien?
(Los “demás” o “alguien” pueden ser personas del pasado o presente), ¿Qué significa
el cambio para mi?.

Para lograr la meta del contrato se formulan en “lenguaje de niño de ocho años”, en
palabras comprensibles al estado del yo Niño.

Preguntas; ¿Se ha formulado la meta en palabras que comprendería un niño de ocho


años inteligente? ¿Cómo la formularías para qué un niño de 8 años lo entienda?

Evaluar el costo de lo que quiere lograr en términos de tiempo, dinero, compromiso,


intranquilidad, despedidas o enfrentarse al miedo al cambio.
Preguntas: ¿Qué costará lograr este cambio? Ahora que se ha calculado el costo,
¿Aún desea el cambio?.

Una terapia eficaz debe partir de un buen contrato. Un buen terapeuta deberá ayudar
a sus pacientes a escoger contratos rápidos y viables. Establecer el un contrato bien
definido no permitirá aclarar qué es lo que la persona espera de la terapia y que es lo
que quiere cambiar.

Recuerda El objetivo final ha de ser específico, observable, de modo que el terapeuta y


el cliente, lo mismo que otras personas, puedan saber cuándo ha sido logrado. Los
contratos son una decisión y una actuación para apartarse de los aspectos negativos de
la propia conducta y establecer nuevos aspectos positivos. El contrato debe ser claro,
conciso y directo.

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