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VICERRECTORADO DE FORMACIÓN
ÍNDICE
REFERENCIAS
Actividad en el foro.
Actividad grupal.
Actividad individual.
Atención.
Audio.
Bibliografía.
Glosario.
Sugerencia.
Video.
7
FUNDAMENTACIÓN
En el marco de la identidad institucional como Universidad Católica 1 y del Estatuto propio 2 de la Univer-
sidad Católica de Salta, las asignaturas de formación integral 3, se constituyen como un espacio de re-
flexión 4 que pretende desarrollar un soporte científico filosófico-teológico 5, a fin de proveer a los
alumnos de las herramientas necesarias de percepción, conceptualización, reflexión, elaboración, desa-
rrollo y producción de un pensamiento con lenguaje específico, crítico 6, profundo, dinámico y creativo 7
en su ciencia y en su profesión sustentado en actitud reflexiva filosófico-teológica.
Teniendo en cuenta que “nuestra fidelidad al Evangelio nos exige proclamar en todos los areópagos
públicos y privados del mundo de hoy, y desde todas las instancias de la vida y misión de la Iglesia, la
verdad sobre el ser humano y la dignidad de toda persona humana” 8.
El trayecto educativo de las asignaturas de formación integral, asume una concepción integral de la per-
sona y condición humana como así también el actual acento en las dimensiones de interdisciplinarie-
dad, multiperspectividad, transdisciplinariedad, transversalidad del conocimiento; y las herramientas que
ofrece el abordaje desde la perspectiva del pensamiento complejo y de las inteligencias múltiples, a lo
cual se suma el aporte actual de la reflexión desde la perspectiva de la inteligencia espiritual, esto es,
desde el concepto de sentido y significado 9 como ámbito integrador, global y holístico de la existencia
humana.
Inteligencia espiritual que en nuestra particular propuesta educativa se expresa en las coordenadas
que nos ofrece el horizonte del descubrimiento, valoración y reconocimiento de la “experiencia religio-
sa” en general y del paradigma específico que ofrece la fe cristiana. Todo ello permite generar una
especial sensibilidad para reconocer los horizontes de una “razón ampliada” 10 y la “dimensión sa-
piencial” 11 de la verdad descubierta y vivida; aspirando a la configuración de un tipo humano que sinte-
tice en una sabiduría cultivada el aporte a la sociedad y a la cultura donde se inserta.
Actitud sapiencial que se nutre de una atención despierta a la dinámica social y cultural imperante;
dónde el núcleo sabio de la conciencia humana se activa en la confrontación con la realidad, y de
1
Ex Corde Ecclesiae:
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_constitutions/documents/hf_jp-ii_apc_15081990_ex-corde-
ecclesiae_sp.html
cfr. C.E.A., Presencia de la Iglesia en la Universidad y en la Cultura Universitaria, 1996
cfr. Zabalsa Miguel A., La enseñanza universitaria, el escenario y sus protagonistas, narcea, Madrid, 2007
2
Estatuto: http://www.ucasal.net/seccion1.php?secc=institucional&secc1=111
3
Artículo 20° del Estatuto, en el orden de la integración del saber, no solo como ilustración cultural o saber complementario,
sino como saber esencial y constituyente de la mente y el corazón del graduado en nuestra Universidad.
LECTURA COMPLEMENTARIA 1: La formación integral y sus dimensiones.
4
Espacio activo, no enciclopédico. Encarnado en la ciencia específica, partiendo de ella como realidad interpelante y regre-
sando a ella con reflexión enriquecida; y no concebido como extrapolación sintética de formación profesionalmente filosófi-
ca o teológica.
5
Con precisión conceptual y terminológica; con método y actividad según las áreas mencionadas; buscando la propuesta
integradora al comienzo, durante y proyectando una síntesis posterior.
6
LECTURA 3: Pensamiento crítico.
7
LECTURA 4: Pensamiento creativo: 4.1 Pensamiento creativo, 4.2 Habilidades críticas y creativas.
8
D.A. 390
Cfr Compendio de la Doctrina Social N° 16
9
cfr. Giussani Luigi, El sentido Religioso, Edic. Encuentro, 1987
cfr. López Quintás Alfonso, la cultura y el sentido de la vida, ppc, 1993
cfr. Giussani L., El rostro del hombre, Edic. Encuentro, 1996
cfr. Frankl Víctor E., El hombre en busca del sentido último, el análisis existencial y la conciencia espiritual del ser humano,
Paidós, 8° reimpr., 2013
10
Decreto de Reforma de los Estudios eclesiásticos de Filosofía:
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_20110128_dec-rif-
filosofia_sp.html
11
Decreto de Reforma de los Estudios eclesiásticos de Filosofía:
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_20110128_dec-rif-
filosofia_sp.html
8
modo especial a las realidades que exigen soluciones urgentes en referencia a la dignidad humana, a
las condiciones adversas que condicionan el futuro de las personas y de las sociedades y la imperiosa
atención que nos solicitan los dinámicos procesos humanos políticos-sociales-económicos-ecológicos
en los que nos encontramos inmersos 12.
En nuestra identidad institucional la razón humana se concibe ampliada con la afirmación y las conse-
cuencias inferidas del paradigma “Jesús, el Cristo” como configuración de un humanismo cristianono
solo teorizado sino tematizado y experimentado en el camino de la tradición de la Iglesia Católica
específicamente.
Este espacio se encuentra articulado tanto con los fundamentos y objetivos del Plan de Estudios de las
Carreras, como integrado con sus respectivos actores, los docentes de las materias específicas en bús-
queda de un auténtico diálogo fe y razón, fe y cultura, evangelio y vida.
También se encuentran secuenciados los contenidos en un desarrollo progresivo con el resto de los
espacios curriculares de reflexión filosófica, teológica, doctrina social de la Iglesia y ética; constituyendo
un bloque formativo, que se sostiene en una opción por un eje esencialmente epistemológico, antro-
pológico y praxis integradora, con una orientación clara a la producción de aportes sociales y cultura-
les significativos.
El aspecto práctico se propone desde una antropología filosófica-teológica liberadora 13 que expresa de
modo claro la más profunda identidad humana en acción en el contexto social; y el asumir la configura-
ción vital que entiende y asume la Comunidad como ámbito de desarrollo integral, donde la libertad hu-
mana se despliega en contemplación del rostro del otro y la conciencia de su dignidad y el destino co-
mún que nos une a todos como Humanidad.
Con ello se pretende que la intervención profesional del graduado de la Ucasal tenga posibilidad de un
accionar profesional entendido como intervención en su ámbito, libre de toda inclinación a la imposición,
cuidadosa en la orientación y dirección, y decididamente signada por la impronta del acompañamiento
transformador de la vida humana; de modo especial inspirada en la intervención salvadora y liberado-
ra de Dios en la Historia humana: la KÉNOSIS o encarnación como método y lenguaje verdadero.
12
cfr. Juan Pablo II, Discurso a los participantes en el Congreso Mundial sobre la Pastoral de los Derecho Humanos, Roma
1998.
cfr Compendio de la Doctrina Social N° 16.
cfr. Declaración Crisis económica, opción por los pobres y cuidado de la creación. Por un desarrollo humano, integral y
solidario, emitida por los miembros del departamento justicia y solidaridad del CELAM, febrero 2010.
cfr. A.A.V.V., Ciencias, Filosofía y Teología, en búsqueda de una cosmovisión, 2004.
cfr. Motto, Andrés Román M., Creer en Dios, ¿invención, costumbre o convicción?, S. Pablo, 2009.
cfr. Peacocke Arthur, Los caminos de la ciencia hacia Dios, sal terrae, 2008.
13
“Conocerán la verdad y la verdad los hará libres” Evangelio de San Juan 8,32
cfr. Ratzinger, ser cristiano en la era neopagana, Edic. Encuentro, 1994
cfr. Ladaria Luis F., Introducción a la Antropología Teológica, verbo divino, 1998
9
PRÓLOGO
Estimado alumno, queremos, desde la Universidad Católica de Salta -Ucasal- y de modo específico
desde el Vicerrectorado de Formación en su Escuela de Formación Fundamental en la Identidad
Institucional, darte la bienvenida a éste camino que, desde ahora, realizaremos juntos. Así lo expre-
samos y representamos en el logo (ver en la tapa del MÓDULO) de nuestra página web:
www.qvadis.com.ar, la que te invitamos a visitar.
Acompañados por nuestros Profesores de las Asignaturas de Formación, años tras años ahondaremos
juntos el misterio de la vida humana, de la dignidad del hombre, de la complejidad de la sociedad, de la
riqueza de la cultura; también, el misterio de una vida útil, verdadera y realmente comprometida.
Aprovechando a pleno las posibilidades que se presentarán de aquí en adelante; en primer lugar, el
hermoso tiempo de estudiantes, de la vida en la Comunidad Universitaria, del aprender a ser y vivir para
los demás y con los demás. Luego, de las oportunidades que se abrirán habiendo realizado una forma-
ción profesional seria, adquiriendo ciencia y conciencia; no sólo para ser exitosos profesionalmente,
sino para ser protagonistas de una historia humana donde se verifique la superación de la desigualda-
des, la victoria sobre las frustraciones de la sociedad en general y sobretodo donde podamos colaborar
para el pleno desarrollo humano de todas las personas.
Las Materias de Formación, como la que presentamos hoy a la cual denominamos: TEOLOGÍA, serán
un espacio de encuentro, de aprendizaje, de expresión, de reflexión, de participación, de proposición de
ideas, proyectos y de acción auténticamente universitarias; que partiendo del ámbito de estudio y de
profesión elegido, ayudados por las herramientas que nos acerque la TEOLOGÍA podamos crecer, ma-
durar y ejercer un pensamiento vivo, crítico, dinámico, creativo e innovador y audaz.
La Vida universitaria se nutre de espíritus inquietos, de hombres y mujeres sensibles, de personas so-
cialmente abiertas, de humanidad grande que superan cada día la estrechez mental, la cerrazón del
corazón, todo tipo de prejuicio y de barreras, que se van liberando poco a poco de todo aquello que es-
tanca, que achica la mente y el corazón. Esto es lo que representa el logo del ICARO de Matisse (ver en
la tapa del MÓDULO de Filosofía) que hemos asumido como identificación de las energías humanas
que brotan del corazón y que conviven cada día en esta casa de estudios. 14
Nuestra Vida universitaria se nutre, también, del aporte de la larga experiencia de las Universidades
Católicas en general y en particular de nuestros 50 años como Institución Católica de Educación Supe-
rior en Salta.
La participación en la Vida universitaria tiene un comienzo, pero no termina nunca, pues a cada paso
que el profesional graduado en nuestra Institución da le acompaña la maduración en el misterio de la
Vida Humana que ha realizado desde el comienzo, es decir de la Sabiduría que lo constituye en lo pro-
fundo y que sustenta la Ciencia y la Profesión que con excelencia desarrolla.
Les reiteramos, sean Bienvenidos, esta es su casa, estos son sus espacios, y juntos los compartiremos
para siempre y por un mundo verdaderamente nuevo y auténticamente humano, como Dios lo pensó y
creó y por el cual envió a su Hijo Jesucristo, derramando el Espíritu Santo para una humanidad nueva.
Queremos comenzar nuestro caminar juntos proponiéndote a modo de preparación un breve ejercicio
de reflexión sobre la condición humana en general y que nos ayudará a bucear en nuestra propia condi-
ción personal, te proponemos que este link para leer las cartas que preparadas para jóvenes universita-
rios como vos han sido redactadas; y de modo especial, el segundo link que nos hará reflexionar mu-
14
Así se llama también el Salón ofrecido a los estudiantes al lado de la Confitería en el Campus de la Universidad en Casta-
ñares, Salta.
10
cho, con gusto y juntos. Sería bueno que pudieras leer todas las cartas, de a poco, una por una, de a
ratos quizás, ahí vamos…….
- Cartas a un espíritu inquieto (un texto que todo joven universitario debiera leer):
http://www.elsentidobuscaalhombre.com/v_portal/apartados/pl_listado.asp?te=397
NIVEL I:
La enseñanza de la religión y
la teología en las universidades
UNIDAD I:
TEOLOGÍA E HISTORIA DE
LAS RELIGIONES EN LAS UNIVERSIDADES HOY
1.- Teología e historia de las religiones en las universidades hoy (ver lectura).
2.- Etimología de la Palabra religión (ver lectura).
3.- El impacto de las religiones sobre la agenda social (ver lectura).
12
NIVEL II:
Dios y el hombre al encuentro
UNIDAD II:
EL HOMBRE "CAPAZ" DE DIOS
1.- INTRODUCCIÓN
La presente unidad es una invitación a profundizar y cuestionarnos sobre noso-
tros mismos: el hombre. ¿Quiénes somos? ¿Qué significa ser hombres en una épo-
ca de cambios tan vertiginosos, en donde nos es fácil unirnos por medio de un or-
denador, de una PC o en donde no hay fronteras para el conocimiento ni límites
para la imaginación?
Nos encontramos ante un desafío y una serie de preguntas: ¿qué lugar ocupa-
mos en este mundo convulsionado, cambiante, invadido por los mass media y ne-
cesitado de constante movimiento? ¿Qué lugar ocupa Dios en este mundo, en el
espacio de cada uno o en nuestros diferentes estados de vida? ¿Qué relación tiene
Dios conmigo? ¿Quién soy yo para Dios?
Estos son los planteamientos fundamentales del hombre de hoy que no pode-
mos soslayar; las características de la Postmodernidad, la New Age, las sectas, los
gurúes, los falsos profetas y sus consiguientes imágenes de una felicidad vacía de
Dios y de su amor como no menos vacía del amor por uno mismo y por nuestro
prójimo.
Mas estas preguntas existenciales sobre nuestra identidad y sobre el ¿para qué
vivir? no encuentran ni encontrarán respuesta fuera de nosotros mismos, es decir,
en el mundo externo. Es nuestro mundo interior, ese lugar al que nos negamos ac-
ceder porque nos cuestiona, nos plantea y nos hace volver nuestra mirada a Dios,
el único que puede darnos luces. Es en Dios, vivo y presente, que nos creó y nos
llama a ser hombres en esta sociedad, en Quien podemos volver a reconstruirnos y
a resignificarnos.
13
Ningún contexto socio político ni cultural -de cualquier época que sea- puede
acallar la búsqueda de lo absoluto. Esto es lo que consideraremos en un segundo
momento de esta unidad: el ser humano como ser abierto al infinito, capaz de Dios,
en su búsqueda y con su libertad. Nos preguntaremos cómo podemos, racional-
mente, conocer de su existencia y qué lenguaje debemos utilizar para hablar de Él.
En definitiva, caminando hacia el interior del propio corazón, esta unidad nos
propone las vías o modos con que podemos conocer a Dios, pero no sin antes invi-
tarnos a una sincera y desafiante reflexión sobre nosotros mismos ante los profun-
dos cambios que, vertiginosamente, se dan en nuestro entorno.
15
Cfr. I. GASTALDI, El hombre un misterio, Ed. Don Bosco, Buenos Aires 1999, 11-26.
14
del chat”, la “era del ciberespacio”... Estamos bajo el influjo de un nuevo “modelo
cultural”.
Este cambio que afecta el ámbito familiar, gracias a los medios de comunicación
social, también tiene un alcance universal. En 1865 se necesitaron 12 días para
conocer en Europa el asesinato de Lincoln (presidente de los Estados Unidos). Cien
años después -el 22 de noviembre de 1963- sobraron 12 minutos para que se di-
fundiera el asesinato de John F. Kennedy. El planeta se ha convertido en una gran
caja de resonancia de todos los eventos.
El Santo Padre JUAN PABLO II, en la carta Novo Millennio Ineunte, con la que
abría este tercer milenio, agudamente reflexionaba:
“... son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan la sensibili-
dad cristiana. Nuestro mundo empieza el nuevo milenio cargado de las con-
tradicciones de un crecimiento económico, cultural, tecnológico, que ofrece a
pocos afortunados grandes posibilidades, dejando no sólo a millones y millo-
nes de personas al margen del progreso, sino a vivir en condiciones de vida
muy por debajo del mínimo requerido por la dignidad humana. ¿Cómo es po-
sible que, en nuestro tiempo, haya todavía quien se muere de hambre; quién
está condenado al analfabetismo; quién carece de la asistencia médica más
elemental; quién no tiene techo donde cobijarse?...” (NMI 50).
Las instituciones, las leyes, las maneras de pensar y de sentir, heredadas del
pasado, no siempre se adaptan bien al estado actual de las cosas. De ahí, una gra-
ve perturbación en el comportamiento y aún en las mismas normas reguladoras de
éste.
Las nuevas condiciones ejercen influjo también sobre la vida religiosa. Por una
parte, el espíritu crítico más agudizado la purifica de un concepto mágico del mundo
y de residuos supersticiosos y exige cada vez más una adhesión verdaderamente
personal y operante a la fe, lo cual hace que muchos alcancen un sentido más vivo
de lo divino. Por otra parte, muchedumbres cada vez más numerosas se alejan
prácticamente de la religión. La negación de Dios o de la religión no constituye, co-
mo en épocas pasadas, un hecho insólito e individual; hoy día, en efecto, se pre-
senta no rara vez como exigencia del progreso científico y de un cierto humanismo
nuevo. En muchas regiones esa negación se encuentra expresada no sólo en nive-
les filosóficos, sino que inspira ampliamente la literatura, el arte, la interpretación de
las ciencias humanas y de la historia y la misma legislación civil. Es lo que explica
la perturbación de muchos (cfr. GS 7)
16
Cfr. EQUIPO EPISCOPAL DE EDUCACIÓN CATÓLICA, Educación y Proyecto de Vida, Ed. Ofici-
na del Libro, Buenos Aires 1986, 4-5.
17
E. GERVILLA, Postmodernidad y Educación, Ed. Dykinson, Madrid 1993, 102.
16
cuya expresión más difundida es el fenómeno de la “NEW AGE”, “NUEVA ERA” o “ERA
DE ACUARIO” que oportunamente desarrollaremos.
18
Cabe señalar la diferencia entre secularización y secularismo. La secularización es la justa auto-
nomía de las realidades terrenas que tiene sus leyes propias, sus valores propios independientes
de la religión; mientras que el secularismo es la versión atea de la secularización, pues corta toda
relación con Dios y deja al mundo sumergido en la inmanencia. El secularismo es herencia de una
modernidad mal dirigida y más que un “ateísmo militante” se trata de una “indiferencia agnóstica”.
Cfr. GASTALDI, El hombre un misterio, 15.
Estos y otros desafíos fueron retomados por los Obispos argentinos en un documento programático
para el presente tiempo. De manera sintética son mencionados algunos de los principales “retos”
del nuevo milenio, comenzando por la crisis de la civilización como desafío totalizante en el cual se
inscriben los restantes, tales como: la búsqueda de Dios, el escándalo de la pobreza y la exclusión
social, la crisis del matrimonio y la familia, la necesidad de mayor comunión... cfr. CONFERENCIA
EPISCOPAL ARGENTINA, Navega mar adentro, Ed. Oficina del Libro, Buenos Aires 2003, 15-26
(no 21-48).
17
Y dejar de tener a Dios como punto de referencia, en toda época, no puede sino
llevar a la ruina. En el siglo XX, es decir, ya entrada la “postmodernidad”, estallaron
dos guerras mundiales. La sociedad se encuentra impotente ante la violencia que
anida. Se asiste al gran declive de las ideologías políticas y a la credibilidad de los
mismos políticos. La ciencia ha mostrado que, por sí sola, no puede resolver todos
los problemas del ser humano. Los hombres se sienten atemorizados ante su inca-
pacidad para orientar hacia el bien común la economía y todos los progresos alcan-
zados. El crecimiento de la riqueza va acompañado por el aumento de paros y por
disparidades cada vez mayores entre los países ricos y los países pobres.
... Cualquiera sea el caso, nos preguntamos si hay que pensar en un porvenir
con igual o todavía mayor grado de cambios (de cambios inesperados, añada-
mos)... Por un lado, nos damos cuenta de un problema de ritmo. El hombre no es
infinitamente adaptable (son muchos hoy lo que, aún a una edad no tan avanzada,
no alcanzan a seguir). Se vive cada vez más en un estado de tensión extrema, de
20
“La palabra "desencanto" me parece importante porque hace de eslabón, de empalme entre Mo-
dernidad y Postmodernidad. La postmodernidad comienza a nacer cuando parece constatarse pal-
pablemente la imposibilidad de ese cambio histórico soñado. Cuando el hombre cae en la cuenta
de que ya "hace siglos que pensaron las cosas mañana irán mejor" y, por tanto, cuando la ilusión
de Prometeo se transforma en la repetida constatación de Sísifo.” J. I. GONZÁLEZ FAUS, “Post-
modernidad Europea y Cristianismo Latinoamericano”, en SPECCHIA N. G. - MORELLO G. (eds.),
Crisis, rupturas y tendencias. Lecturas críticas de la globalización en la óptica de Cristianisme i
Justicia, Ed. EDUCC, Córdoba 2003, 40.
18
stress. Por otro lado, el mundo cambió tanto en el siglo XX que, a diferencia de los
seres humanos del 1900, no nos atrevemos a prever el siglo próximo”. 21
“Es cierto que el progreso actual de las ciencias y de la técnica, puede favo-
recer cierto fenomenismo y agnosticismo y hasta corre con el peligro de que
el hombre, confiado con exceso en los inventos actuales, crea que se basta a
sí mismo y deje de buscar cosas más altas. Sin embargo, estas lamentables
consecuencias no son efectos necesarios de la cultura contemporánea ni de-
21
J.-Y. CALVEZ, “La Iglesia que podemos pensar para el siglo XXI”, en AA.VV., La Iglesia de cara al
siglo XXI, Ed. San Pablo, Buenos Aires 1999, 61-62. Cabe recordar que CALVEZ, sacerdote fran-
cés de la Compañía de Jesús, participó como experto en el Concilio Vaticano II y durante quince
años ha sido consultor del Secretariado para los no creyentes.
22
M. GONZÁLEZ, “La globalización y la teología. Un enfoque desde Argentina”, en AA.VV., La Igle-
sia de cara al siglo XXI, 122.
23
Cfr. C. SCHICKENDANTZ, “El cristianismo es gracia (NMI 4). Algunas reflexiones sobre antropolo-
gía y santidad”, en COMISIÓN EPISCOPAL DE FE Y CULTURA, Caminemos con esperanza! Pro-
puestas para un mundo que cambia, Ed. San Pablo, Buenos Aires 2003, 85-89.
19
La cuestión de Dios y del hombre adquiere una nueva dimensión. Sin menospre-
ciar los aportes de la modernidad y de la postmodernidad, deberíamos encontrar, a
través de la Palabra de Dios y de la vida cristiana, la resignificación de nuestra iden-
24
EQUIPO EPISCOPAL DE EDUCACIÓN CATÓLICA, Educación y Proyecto de Vida, 16.
25
GONZÁLES FAUS, “Postmodernidad europea y cristianismo latinoamericano”, 61-64.
20
tidad, el sentido de nuestro ser y de nuestro estar en el mundo que está en Dios,
Quien además de Padre y Salvador (datos de fe) es Creador y Proveedor (como
nos puede llevar a descubrir la razón).
Por eso América latina, para impedir o rechazar nuevas formas de opresión, se
vio impulsada a comprometerse en un proceso de liberación:
La “Nueva Era” o “Era de Acuario” propone una sabiduría global, universal, ac-
cesible a todos y fundada sólidamente en la ciencia. Busca reencantar este mundo
desencantado, a través de las religiones orientales, concebidas como más “natura-
les” y en cuyo resultado sincrético todo está permitido, todo es light y cool. Presenta
una falsa teoría explicativa del universo como de la vida y una nueva práctica indi-
vidual y social que contiene esoterismo, ocultismo, un pseudo pensamiento místico
26
Cfr. GASTALDI, El hombre un misterio, 22-24.
27
R. LARRAIN, “Modernidad y teorías irracionalistas de la ideología”, en Estudios Sociales 78 (1993),
Santiago de Chile, 31.
28
Cfr. R. BOSCA, New Age, Ed. Atlántida, Buenos Aires 1993.
29
Card. G. DANEELS, “Cristo o acuario”, Carta Pastoral del Arzobispado de Malinas, Bruselas 1990,
Revista Criterio (1991) Buenos Aires.
21
y mágico sobre los secretos del buen vivir mezclados con un poco de Cristianismo y
astrofísica.
Para quien huya encontrarse consigo mismo, con los interrogantes de su propio
silencio, con abrirse a lo trascendente o no quiera tener experiencia del Dios verda-
dero -personal y cercano- y más bien prefiera el sincretismo o “cóctel religioso” de
un “dios” impersonal, cósmico y tan polimorfo que hasta incluso pueda ser demo-
níaco, la “New Age” aparece como la solución a sus expectativas.
Como dirá SAN AGUSTÍN: “el Dios que te ha creado sin ti, no quiere salvarte sin
ti”. Dios no abandonó al hombre a su indigencia sino que salió en su búsqueda y le
ofrece su perdón y gracia.
Ahora bien, la pregunta sobre el hombre puede darse por diversos motivos. Pue-
de provenir del asombro o de la admiración frente a las maravillas del universo: un
cielo estrellado, la belleza de una flor, la inmensidad del océano, la estabilidad de
un témpano de hielo... pero también el mismo hombre y sus tantas creaciones pue-
de provocar el interrogante a cerca de ¿qué es el hombre? Asombro o admiración
que suponen una actitud contemplativa, muy sofocada en la civilización industrial
pero no del todo apagada, también ante la fascinación de la amistad, del amor, de
los ojos inocentes de un niño, de la audacia de un hombre que conquista la luna o
del genio artístico...
Por otro lado, la inseguridad como el ver tambalearse o derrumbarse las estruc-
turas del mundo, pueden provocar serias crisis y con ellas la pregunta por el hom-
bre. Aún en medio a un terreno poco firme podemos preguntarnos: ¿En qué consis-
te lo humano que es preciso salvar? El hombre busca ahí su identidad o autocom-
prensión.
30
Cfr. M. FLICK - Z. ALSZEGHY, Antropología Teológica, Ed. Sígueme, Salamanca 1967, 18-20.
31
L. F. LADARIA, Teología del pecado original y de la gracia, Colección Sapientia Fidei, Serie Ma-
nuales de Teología, Ed. B.A.C., Madrid 2001, 3: “… la antropología teológica fundamental ha mos-
trado ya al ser humano como criatura de Dios hecha a su imagen y semejanza y los elementos
fundamentales de su constitución… (la antropología teológica especial nos lleva a) considerar más
directamente a este hombre en cuanto inmerso en el misterio del amor de Dios y de su gracia, en
la historia salvífica que arranca desde la creación y que alcanza en Jesucristo la definitividad de su
sentido”.
23
Otras veces las experiencias de la frustración o de fracaso son las que suscitan
la pregunta: “¿Qué significa ser hombre?”. Por ejemplo un accidente, una bancarro-
ta económica, la muerte de un ser querido, una enfermedad que echa por tierra mil
proyectos... el contraste entre lo que somos y lo que quisiéramos ser, es decir, una
frustración existencial pueden dar origen a la pregunta por el hombre.
Ahora bien, todas estas situaciones o experiencias que originan o hacen propicia
la pregunta sobre el hombre, no deberían ignorarse ni acallarse. Aunque en nuestra
civilización industrializada predomine la técnica y el funcionalismo, respetar al hombre
en su integridad, es también darle lugar y tiempo a estos profundos interrogantes
existenciales. De lo contrario, la sensación de vacío o de nada, surgirá con fuerza.
“El hombre no sólo es el único ser de la tierra capaz de proyectos, sino que él
mismo es proyecto, no ya solamente por su innata programación genética,
sino también por la riqueza de su espíritu encarnado que tiende a desplegar
sus virtualidades. Estas podrán desarrollarse de variadas formas accidenta-
les, pero en lo esencial y profundo han de responder a las auténticas exigen-
cias del espíritu creado para el bien, la verdad y la belleza.
Toda vida lleva en sí un plan y un destino fundamentales que presiden el
desarrollo de las virtualidades. A ese proyecto básico, ínsito por Dios en la na-
turaleza del ser humano nos referimos al decir que el hombre es un proyecto
dinámico...
Vivir humanamente es el resultado de un armónico desarrollo integral e inte-
grado del triple nivel que caracteriza al hombre: el nivel vegetativo, el percep-
tivo-motor del vivir animal y el nivel de la vida propia del espíritu que penetra
la esencia de las cosas, razona, decide y ama, crea el mundo de la ciencia,
de la técnica, del arte, descubre la vocación moral (ver GS 16) y la dimensión
religiosa. El hombre se percibe a sí mismo como un ser "llamado a elegir un
proyecto de vida en conformidad con su propio ser, por lo tanto "artífice de su
destino".
24
Proyecto de vida no son pues, las ocurrencias antojadizas con que llenamos
el tiempo de la vida, sino la orientación organizada de los esfuerzos para dar
vida a la vida.
Que el hombre sea un esencial proyecto dinámico no significa que su misión
sea el activismo o el creativismo, como si él fuera valioso en la medida en que
la sociedad lo juzgue útil, eficiente u original. El dinamismo a que aludimos es
esa actividad interior que consiste en tomar conciencia de la realidad, buscar
la verdad, reflexionar, elaborar experiencia, brindar amor profundo, crear or-
den y belleza, meditar, contemplar. Riqueza interior que se traduce a veces
en ejecución de actividades, a menudo en el intercambio del diálogo enrique-
cedor y con frecuencia también en la aceptación del sufrimiento y la quietud
ineludibles reconociendo en ellos un llamado a un mayor aprendizaje de inte-
rioridad y a una más íntima y depurada aproximación a los fines esenciales de
la existencia”.
Nos dejemos iluminar por la respuesta ofrecida por el Concilio Vaticano II (pro-
mulgado por el Papa Juan Pablo II en 1992) en su Constitución Pastoral Gaudium
et Spes Nº 12, tomando como referencia el ya citado Salmo 8, ahora en sus versos
sucesivos:
Además de un ser social, el hombre es un ser religioso, “capaz” de Dios que, re-
lacionándose con Él, puede conocerlo, amarlo, servirlo, adorarlo, reverenciarlo...
Como nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica en su artículo 27, “el deseo
de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado
por y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encon-
25
trará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar. La razón más alta de la
dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El
hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino
porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive ple-
namente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su
Creador”. 32
A lo largo de toda la historia, múltiples son las maneras con que los hombres han
expresado esta búsqueda de Dios. Pensemos a la pluralidad de creencias, ritos y
comportamientos religiosos (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.) que, a
pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, expresan universalmente la ver-
dad de que el hombre es un ser religioso.
Sin embargo, esta "unión íntima y vital con Dios" a la que todo ser humano está
llamado puede ser olvidada, desconocida e incluso rechazada explícitamente por el
hombre 33, mas Dios, aunque el hombre lo olvide o lo rechace, no cesa de llamar a
todo hombre a buscarle para que viva y encuentre la dicha. Pero esta búsqueda
exige del hombre todo el esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de su voluntad, co-
mo también el testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios.
Ahora bien, para comprender mejor esta posibilidad de buscar o conocer a Dios,
es necesario distinguir dos planos de conocimiento: el conocimiento natural y el
conocimiento sobrenatural de Dios (ver punto 3.5).
a.- Imagen por la creación: todos los hombres participan de la imagen de Dios
por el hecho de ser creados. Se funda en la magnitud espiritual del ser hu-
mano, especialmente en las dos facultades que lo distinguen: inteligencia y
voluntad. Estas capacidades espirituales han quedado oscurecidas y no
destruidas por el pecado original y los pecados personales. El hombre no
32
Sobre la doctrina tradicional de santo Tomás de Aquino que enseña acerca del “deseo natural en el
hombre” de ver y de encontrarse con Dios, profundiza S. PIÉ-NINOT, La Teología Fundamental.”Dar
razón de la esperanza” (1 Pe 3,15), Ed. Secretariado Trinitario, Salamanca 20014, 110-173.
33
Tales actitudes pueden tener orígenes muy diversos (cfr. GS 19-21): la rebelión contra el mal en el
mundo, la ignorancia o la indiferencia religiosas, los afanes del mundo y de las riquezas (cfr. Mt
13,22), el mal ejemplo de los creyentes, las corrientes del pensamiento hostiles a la religión, y fi-
nalmente esa actitud del hombre pecador que, por miedo, se oculta de Dios (cfr. Gn 3,8-10) y huye
ante su llamada (cfr. Jon 1,3). Cfr. Cat.I.C. nº 29. Además, para las distintas formas de ateísmo, cfr.
GS 19-21.
26
deja de ser nunca hijo de Dios, aun cuando esté en pecado y por lo tanto su
dignidad es incondicional. Además, por su libertad y por la gracia de Dios es
capaz de convertirse y volver a El.
b.- Imagen por la gracia: el hombre necesita también de la gracia para volverse a
Dios. Jesucristo nos ha revelado que podemos llegar a ser hijos de Dios: hijos
en el Hijo. En el evangelio de Juan, la Palabra de Dios afirma: a aquellos que
lo recibieron, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios (Jn 1,12).
El hombre puede aceptar libremente el ofrecimiento que Dios le hace. La
imagen herida por el pecado original fue sanada y elevada por Dios. El cris-
tiano va configurándose por la gracia a imagen de Cristo, transformándose
en un hombre nuevo (cfr. Jn 3,1-12). Jesús vino al mundo para que los
hombres tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10,10). En el dialogo
con Nicodemo, Jesús nos dice que esta vida es una novedad tan radical que
para poseerla es necesario nacer de nuevo. Solo el que nace “de lo alto” por
el agua del bautismo y por la acción del Espíritu puede participar de la vida
de Dios (Jn 3,3.5). Se nace a la vida de Dios mediante la gracia.
c.- Imagen por la glorificación: El destino final del hombre para el cual fue
creado es de encontrarse con Dios cara a cara (cfr. 1 Co 13,12). El hombre
tiene una vocación de eternidad. Dios lo llama a compartir su gloria, el
destino final del hombre es vivir junto a Dios en la gloria eterna de la
Trinidad. Dios quiere que el hombre participe de esta su vida eternamente,
por eso no escatimará esfuerzos, sino que llegará a entregar a su propio
Hijo a la muerte y muerte de cruz para que alcancemos esta gloria. Como
enseña la Escritura de las tres virtudes, Fe, Esperanza y Caridad al final
quedará solamente la Caridad, no será necesario ni la fe ni la esperanza
porque veremos al Señor y lo conoceremos tal cual es (cfr. Jn 14,15-20).
Esta revelación de parte de Dios es lo que posibilita que el hombre, primero, na-
turalmente, y luego, sobrenaturalmente, pueda conocer a Dios. Es decir, antes de
adherirse al Dios revelado por Jesucristo como Trino y Salvador (revelación sobre-
natural), puede conocer de Dios su ser Creador y Providente (revelación natural).
Éste es un conocimiento natural que, obviamente supone la iniciativa divina de dar-
se a conocer, pero a la que todo hombre puede acceder, incluso, sin conocer a
Cristo. Mientras que sin la revelación de Jesucristo hubiese sido (y de hecho lo es
para quien no la conoce) absolutamente imposible alcanzar el conocimiento de Dios
Trino y los misterios relacionados con la segunda persona de la Trinidad, como son,
por ejemplo, la encarnación, la resurrección o la segunda venida de Cristo en gloria.
Es la magnitud del Dios revelado por Jesús, que por sí va más allá de la capacidad
de un conocimiento intelectual o racional de Dios.
27
Esta verdad acerca de la capacidad y límites naturales del hombre para conocer
a Dios ha sido solemnemente definida en el Concilio Vaticano I (1870). He aquí su
afirmación fundamental: “La santa Iglesia, nuestra madre, mantiene y enseña que
Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza mediante la
luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas” (DS 3004 y DV 6). Sin
esta capacidad, el hombre no podría acoger la revelación de Dios. El hombre tiene
esta capacidad porque ha sido creado a "imagen y semejanza de Dios" (Gn 1,26).
Existe, entonces, un camino transitable por el que la razón humana puede, a par-
tir de lo creado, conocer a Dios como Creador y Providente. Tradicionalmente se
postularon dos vías de acceso al conocimiento natural de Dios que sintetizan los
dos aspectos complementarios del Cosmos creado: el mundo material (la vía cos-
mológica) y el hombre (la vía antropológica). Cfr. Cat.I.C. 32-35.
34
Si bien santo Tomás se sirvió para esta vía del argumento del “primer motor inmóvil” que Aristóte-
les expuso en su Metafísica (cfr. XII, 8), no deben confundirse ambos argumentos entre sí. El filó-
sofo griego ubicaba este motor como primer eslabón en la cadena causal, que movía la esfera de
los cielos de un cosmos eterno e increado. Santo Tomás, en cambio, dejó claramente a salvo la
trascendencia y señorío de Dios, y el hecho que su acción causal no se ubica exclusiva mente al
comienzo de la serie universal de causas y efectos.
29
o fuente de todas las perfecciones: el ser perfecto por excelencia, la plenitud del
ser, al cual llamamos Dios.
La quinta vía se basa en el orden y finalidad del universo: vemos que los en-
tes carentes de inteligencia obran de un modo conforme a un fin. Por lo tanto, lejos
de una explicación por mero azar, existe una intención deliberada para arribar a ese
fin. Pero estos entes, al carecer de conocimiento, no pueden tender a un fin si no
son dirigidos por un ser inteligente que conoce este fin. Luego, debe existir ese ser
inteligente que conduce todas las cosas del universo a su fin, y éste es Dios.
En síntesis:
a.- Observamos que toda creatura cambia, se corrompe, nace, muere. Hay un
movimiento constante en la naturaleza. La observación del universo nos
muestra que ellos no son su propia causa; es decir, no son capaces de dar
razón de su existencia. Dicho en otros términos, todo ser creado es contin-
gente, o sea, existe pero podría no haber existido. Su existencia no está in-
cluida en la definición de su esencia. Por lo tanto, puedo elevarme a una
causa trascendente al mundo que es causa de su movimiento y su ser. Es la
Primera Causa Incausada, plenitud del ser.
b.- Existen en el mundo grados de bondad, belleza, verdad, orden y finalidad en
los diversos seres que nos llevan a Aquel que es Sumo Bien, Verdad, Bon-
dad e Inteligencia. Comprobamos que las diversas realidades creadas tie-
nen belleza, son buenas y verdaderas, pero no podemos identificarlas con el
bien, la verdad o la bondad, pues jamás pueden expresarlos plenamente. No
son capaces de remitirnos al Bien, Verdad y Belleza Plenas. Por lo tanto nos
elevamos a un Bien, Verdad y Belleza Plenas que es Dios.
c.- Captamos un orden y una finalidad en el universo, hay una teleología, o sea
una finalidad en las cosas. Por un lado, las cosas son inteligibles, permea-
bles a la inteligencia humana. Además, observamos que los seres tienen
una finalidad que va más allá de sí mismos. A través de ese orden y finali-
dad podemos llegar a la Suma Inteligencia, que estructura el cosmos entero
y lo llama hacia Sí mismo a su plena realización.
San AGUSTÍN (+ 430), en su comentario al Salmo 42,2, descubría una clara pre-
sencia divina tanto en la sed de infinito como en el conocimiento de la verdad, es
decir, en la interioridad humana. En sus Confesiones 1,1,1, leemos: “Nos hiciste
Señor para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Ti”.
BLAS PASCAL (+ 1662) expresó otra idea agustiniana en sus Pensamientos 555,
poniéndola en boca de Dios mismo: “Tú no me buscarías si no me hubieras ya en-
contrado antes”.
desarrolló en su Proslogion: “todas las personas, aun las ateas, coinciden en definir
a Dios como aquello de lo cual no puede pensarse nada mayor (y no: lo mayor que
pueda pensarse, lo que comportaría un antropomorfismo). Pero si Dios no existiera,
podría pensarse algo mayor que Él, a saber, un ser con existencia real”. De modo
que, concluye Anselmo, “Dios es el único ser en cuya idea está necesariamente
incluida su existencia”.
Un camino más reciente surgió a comienzos del siglo XX desde una vertiente no
atea del existencialismo, con pensadores como M. BLONDEL (+1949), M. BUBER
(+1965), K. JASPERS (+1969) y G. MARCEL (+1973) entre otros. Desde la experiencia
de fracaso, angustia y situación límite, y allí donde Sartre diagnosticaba que el
hombre es “una pasión inútil”, estos filósofos vislumbraron un punto de partida para
la apertura a la alteridad de Dios, el único que puede rescatarlo de su situación de
paradoja existencial.
35
Pensemos por ejemplo al Hinduismo, organismo socioreligioso grande y complejo que consta de
innumerables sectas, cultos y sistemas filosóficos e incluye varios rituales, ceremonias y disciplinas
espirituales, como también la veneración a numerosos dioses y diosas. Su origen espiritual se en-
cuentra en las Vedas, colección de escrituras antiguas escritas por sabios anónimos, llamados pro-
fetas Védicos. Por otro lado, como tradición espiritual dominante en la mayor parte de Asia, existe
el Budismo que, más que predicar creencias o dogmas acerca de la divinidad es más bien una fi-
losofía integral de vida que tiene como objetivo la transformación positiva del individuo para alcan-
zar su potencial de iluminación. Si el sabor del Hinduismo es mitológico y ritualista, el del Budismo
es definitivamente psicológico. El Buddha no estaba interesado en satisfacer la curiosidad humana
sobre el origen del mundo, la naturaleza de lo divino o preguntas similares, su interés era la situa-
ción humana con sus sufrimientos y frustraciones. Su doctrina, por ello, no es una metafísica sino
una psicoterapia. Como 3º ej. pensemos al Islamismo (Islam es una palabra árabe que significa
paz, pureza, aceptación y compromiso) cuya meta es llevar a la aceptación y al sometimiento, a la
enseñanza y al consejo de Dios-Alá. La originalidad del Islam es, no el haber descubierto la fun-
ción salvadora de la inteligencia, de la voluntad y de la palabra –pues esta función es evidente y
toda religión la conoce–, sino el haber hecho de ello, en el marco del monoteísmo semítico, el pun-
to de partida de una perspectiva de salvación y de liberación. Su profesión de la fe, afirmación
esencial de esta doctrina absolutamente monoteísta, dice: “No hay otro Dios que Alláh y Mahoma
es su profeta”. Ver anexo I.
36
Analogía es el proceso mental mediante el cual afirmamos una cualidad de Dios (Dios es bueno),
luego la negamos (Dios no es bueno como los hombres) para finalmente afirmarlo en grado sumo
(Dios es Buenísimo, es el sólo Bueno, el sumo Bien o la suma Bondad).
31
Esto es lo que nos ilustra el Catecismo de la Iglesia Católica (nº 42-43) a cerca
de ¿cómo hablar de Dios?:
Todas las criaturas poseen una cierta semejanza con Dios, muy especialmen-
te el hombre creado a Su imagen y semejanza. Las múltiples perfecciones de
las criaturas (su verdad, su bondad, su belleza) reflejan, por tanto, la perfec-
ción infinita de Dios. Por ello, podemos nombrar a Dios a partir de las perfec-
ciones de sus criaturas.
Sin embargo, Dios transciende toda criatura. Es preciso, pues, purificar sin
cesar nuestro lenguaje de todo lo que tiene de limitado, de expresión por me-
dio de imágenes, de imperfecto, para no confundir al Dios "inefable, incom-
prensible, invisible, inalcanzable" (Anáfora de la Liturgia de San Juan Crisós-
tomo) con nuestras representaciones humanas. Nuestras palabras humanas
quedan siempre más acá del Misterio de Dios.
Al hablar de Dios, nuestro lenguaje se expresa ciertamente de modo humano,
pero capta realmente a Dios mismo, sin poder, no obstante, expresarlo en su
infinita simplicidad... "Nosotros no podemos captar de Dios lo que él es, sino
solamente lo que no es y cómo los otros seres se sitúan con relación a él" (S.
TOMÁS de A., S.Gent. 1,30).
Sin embargo, a pesar de las múltiples limitaciones del lenguaje humano, éste es
capaz de un discurso verdadero sobre Dios. La proclamación eclesial de la fe cató-
lica se sirve de tal lenguaje como único vehículo humano posible de expresión. El
Espíritu Santo, al transmitir aquello que Dios quiso darnos a conocer de Sí mismo y
del hombre en Jesucristo, es capaz de darnos un mensaje que nos llega a través de
hombres concretos y, aun así, sin error ni distorsiones.
4.- CONCLUSIÓN
Esta primera Unidad ha pretendido presentar la cuestión del hombre actual a la
luz de los acontecimientos pasados (sobre todo la reciente modernidad), teniendo
en cuenta el futuro y todo ello en función de la llamada existencial a vivir con inten-
sidad el presente “postmoderno”.
Sabiendo quiénes somos, en qué mundo nos encontramos, cuáles son sus de-
mandas y exigencias, y conociendo a la vez la dimensión de infinito que late en
nuestra interioridad, la vida se transforma en un bello desafío para responder desde
el propio lugar a la verdad, cuya expresión más acabada, Jesucristo, es la Sabidu-
ría y la Palabra eterna de Dios que ha entrado en la historia de cada hombre.
Pues “lo queramos o no, late en nosotros la cuestión del absoluto, o del misterio
absoluto de nuestra existencia. Esta cuestión ha tomado en la historia de la huma-
nidad el nombre de Dios. Por eso esta palabra misteriosa, que de alguna manera
nos viene dada y está presente en todas nuestras lenguas, tiene sentido, y un sen-
tido inagotable. La cuestión de Dios no nos viene del exterior, porque si tal fuera el
caso no podría interesarnos mucho tiempo. El filósofo HEGEL dijo a comienzos del
siglo XIX: “El absoluto está junto a nosotros desde el principio”“. 37
37
B. SESBOÜÉ, Creer. Invitación a la fe católica para las mujeres y los hombres del siglo XXI, Ed. San
Pablo, Buenos Aires 19993, 39.
32
Ponemos en tus manos estas herramientas teóricas que no sólo pretenden brin-
dar elementos cognitivos a la inteligencia, sino "razones a tu fe y tu esperanza".
Quiera Dios que este material, que seguiremos profundizando en el devenir de las
unidades siguientes, sirva de ayuda a tus interrogantes más profundos.
33
UNIDAD III:
LA REVELACIÓN:
DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE
1.- INTRODUCCIÓN
A la pregunta “¿puede Dios hablarle al hombre?”, a pesar de las agudas objecio-
nes que se hacen al respecto 38, el cristianismo responde afirmativamente aportando
el testimonio bíblico, conservado en el seno de la comunidad creyente.
38
Cfr. B. SESBOÜÉ, Creer, 172-178. El autor sintetiza de manera clara estas objeciones planteadas a
la posibilidad de la revelación sobrenatural, sobre todo a partir del s. XVII.
39
K. RAHNER - J. RATZINGER, Revelación y Tradición, Ed. Herder, Barcelona 2005, 13. La frase
pertenece a una lección dada por el teólogo con ocasión de su promoción a doctor honoris causa
en la universidad de Münster de Westfalia, en mayo de 1964.
34
40
PIÉ-NINOT, La Teología Fundamental, 240.
35
41
PIÉ-NINOT, La Teología Fundamental, 240-241.
42
PIÉ-NINOT, La Teología Fundamental, 252.
43
Cfr. V. MANNUCCI, La Biblia como Palabra de Dios. Introducción general a la Sagrada Escritura,
Ed. Desclée De Brouwer, Bilbao 1995, 19-23 (“Las tres funciones de la palabra”).
36
1.- Dimensión dinámica: revelando, Dios actúa: por la cual crea y actúa reali-
zando signos “milagrosos” en el cosmos y en la historia personal y colectiva
del pueblo de Dios;
2.- Dimensión noética: revelando, Dios enseña: por la cual revela y enseña,
desde la ley, la profecía y la sabiduría hasta las bienaventuranzas y el Reino
de Dios;
3.- Dimensión personal: revelando, Dios se autocomunica: por la cual progresi-
vamente se autocomunica de una manera total en Jesucristo, “palabra de
Dios” (cf. Jn 1; Ap 19,13: “su nombre es palabra de Dios”).” 44
44
PIÉ-NINOT, La Teología Fundamental, 241-242.
45
Cfr. PIÉ-NINOT, La Teología Fundamental, 252-257.
37
Justamente, por esta condición espacio temporal, el ser humano necesita reali-
zar su aprendizaje desde la experiencia existencial a través de sus errores y acier-
tos. Por ello, Dios va revelándose a sí mismo y su plan divino para el hombre de
manera paulatina, dentro de esa temporalidad y especialidad (cfr. DV 3-4; Cat.I.C.
54-64). Por esto, el cristianismo es esencialmente un acontecimiento histórico.
46
PIÉ-NINOT, La Teología Fundamental, 255-256.
38
Sin embargo, aún cuando la Biblia nos muestra la historia humana como historia
de la salvación, una enorme proporción de esta historia estuvo bajo el “silencio de
Dios”, en la que Él sólo se manifestó como Creador y Sustentador del universo (cfr.
DV, 3). Sabemos, en efecto, que por ejemplo, el homo habilis tiene 2.000.000 años
de antigüedad y el homo sapiens tiene alrededor de 100.000 años, de modo que
esta inconcebiblemente extensa etapa de la humanidad resultó una gran prepara-
ción para el acontecimiento de la revelación explícita al pueblo de Israel, que se
iniciaría aproximadamente recién hacia el 1900 a.C. con la promesa divina a
Abraham En el capítulo 9 del Génesis, aún dentro del ciclo mítico, encontramos que
luego del diluvio Dios establece una “proto-alianza” con Noé y con la creación toda,
en la que el Señor se reconcilia con el hombre y vuelve a entregarle la tierra para
que la pastoree (cfr. Gen. 9,1-17; Cat.I.C. 56-58).
La amplitud del tema obliga a dividir la larga vida de los orígenes, desarrollo
y avatares de la vida del pueblo de Israel en períodos, de algunos de los cuales
abunda información, y de otros que apenas se tienen datos fidedignos.
El destierro (586-538)
Las crónicas de Babilonia indican que el 16 de marzo del año 597 el rey Nabu-
codonosor llevo cautivos a Babilonia a todos los miembros de la familia real del
47
Cfr. J. L. SICRE, Introducción al Antiguo Testamento, Ed. Verbo Divino, Estella 19932, 289-299
(“Breve historia de Israel”).
39
reino de Judá. Pero los acontecimientos más graves ocurrirán en el 586, cuando
Nabucodonosor conquista Jerusalén, la incendia y deporta a numerosos judíos a
Mesopotamia. Entonces comienza el período del exilio, el momento más triste, se-
mejante al de la opresión en Egipto.
El pueblo queda dividido en tres grandes grupos: los que han quedado en Pales-
tina, campesinos pobres; los que han marchado a Babilonia; los que han huido a
Egipto. En efecto, el país quedó desolado, aunque su población no desapareció del
todo. A la devastación llevada a cabo por las tropas de Nabucodonosor le siguió el
pillaje de los pueblos vecinos de Edom (Abd 11) y Ammòn (Ez 25,1-4).
El profeta Jeremías informa que 4.600 varones adultos fueron deportados (Jer
52,28-30). Por su parte el profeta Ezequiel narra la vida de los deportados en Tel
Abib (Ez 3,15) en Babilonia, donde además de construir sus casas y cultivar huertos
(Jer 29,5-7), mantienen sus prácticas religiosas que los van uniendo y fortaleciendo
en la tradición de sus antepasados. 48
Con la entrada triunfal a Babilonia de Ciro rey de Persia en el 539 a.C. una nue-
va etapa se abre para el pueblo de Israel 49. Ciro con una política de tolerancia reli-
giosa y cultural distinta a las de los caldeos, autorizó en el 538 mediante un edicto
(Esd 1,2-4; 6,3-5) el regreso de los deportados a Jerusalén y la reconstrucción del
Templo con la ayuda del imperio. Además ordenó la devolución de los objetos sa-
grados que Nabucodonosor había sustraído del templo.
Gracias a la reforma religiosa y moral promovida por Esdras, toda la vida del
pueblo judío se fue centrando en la Torah (Ley), al punto de convertir al pueblo en
el “pueblo del Libro”. En adelante la figura de este sacerdote escriba dada su impor-
tancia en la restauración, será puesta al lado de Moisés por las tradiciones judías.
Con la muerte de Simón, el último de los hijos de Matatìas, asume su hijo Juan
Hircano (134-104 a.C.) quien funda la dinastía asmonea. 51 A pesar de algunos éxi-
tos en el aspecto militar, que le significan a Judá la recuperación de territorios, los
disturbios y las insurrecciones van minando esta independencia que acaba con la
entrada de Pompeyo en Jerusalén el año 63 a.C., quien convirtió a Siria y a Palesti-
na en una provincia del imperio romano.
5.- JESUCRISTO:
MEDIADOR Y PLENITUD DE LA TODA LA REVELACIÓN
50
Cfr. SOGGIN, Nueva Historia de Israel, 351-390.
51
RIVAS, Los libros y la historia de la Biblia, 115-116.
41
La economía cristiana, por ser la alianza nueva y definitiva, nunca pasará; ni hay
que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de Jesucristo
nuestro Señor (cfr. 1 Tim 6,14; Tit 2,13).”(DV 4; cfr. Cat.I.C. 65-67.73.)
Las palabras de Jesús son la predicación del Reino, son las parábolas y las pa-
labras sobre el misterio de Dios y de la salvación. Sus obras son sus grandes inicia-
tivas de perdón a los pecadores, es la invitación a comer con ellos, son los signos
que acompañan a sus actos y, sobre todo, su muerte y su resurrección. Porque a
su manera de vivir corresponde su manera de morir, que suscita la fe en el centu-
rión. La resurrección, en fin, es el sello divino en todo este itinerario.” 52
De este modo, Dios continúa fielmente su estilo humano para revelar- se, eli-
giendo siempre para mediar su Palabra a una comunidad situada en un marco es-
pacio-temporal concreto, asumiendo sus limitaciones y aun sus miserias. Mediante
la acción inspiradora y unificadora del Espíritu Santo que obra a través de la Iglesia,
Dios llega de un modo indefectible a transmitirnos “todo y sólo lo que El quería” que
conociésemos para nuestra salvación (cfr. DV 7-10).
52
SESBOÜÉ, Creer, 188-189.
42
6.1.- Tradición
La Iglesia heredó del judaísmo la noción de una tradición que, unida a la Escritu-
ra, nos comunican la revelación. En el nuevo Israel, surge la predicación viva y, sólo
después, la fijación por escrito. La memoria de Jesús permanece viva en la comu-
nidad cristiana y es transmitida fielmente. En una doble vertiente, la tradición trans-
mite la memoria, y comunica a la vez los dones de la salvación (DV 7). 53
La Sagrada Escritura no es más que la misma tradición “en cuanto palabra escri-
ta”, ya que la Escritura es un momento privilegiado de la tradición y, por ende, la
tradición es el medio vital de la Escritura.
Esta tradición se vio enriquecida por el decisivo aporte de los llamados “Padres
de la Iglesia”, que desarrollaron su actividad teológica y apostólica en los primeros
siglos de nuestra era. La llamada “literatura patrística” conoció un primer período
con los Padres Apostólicos de los siglos I y II, quienes recogieron las enseñanzas
evangélicas en cartas y máximas sencillas dirigidas a las incipientes comunidades
cristianas. Con el encarnizamiento de las persecuciones a la Iglesia por parte del
53
Cfr. MANNUCCI, La Biblia como Palabra de Dios, 59-65 (“La tradición en el tiempo del Antiguo y
del Nuevo Testamento”).
43
Imperio Romano surgieron hacia el siglo III los Padres Apologistas, que con sus
escritos defendieron la fe ante sus detractores paganos. Luego del Edicto de Milán
de tolerancia religiosa, promulgado por el emperador Constantino en el año 313, los
Padres pudieron disponer de la paz necesaria para profundizar y madurar su doctri-
na, estableciendo así las bases de la fe de la Iglesia y preparando el terreno para
los primeros Concilios Ecuménicos que definirían, después de arduos debates, los
dogmas trinitario y cristológico.
No obstante este gran ámbito vital de la Tradición, es justo distinguir entre "Tra-
dición apostólica y tradiciones eclesiales".
“La Tradición de que hablamos aquí es la que viene de los apóstoles y transmite
lo que éstos recibieron de las enseñanzas y del ejemplo de Jesús y lo que apren-
dieron por el Espíritu Santo. En efecto, la primera generación de cristianos no tenía
aún un Nuevo Testamento escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el pro-
ceso de la Tradición viva.
6.2.- Escritura
La Biblia es fuente primordial de la Revelación divina, pues “es la palabra en
cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo” (DV 9). Dios ha comunicado gra-
dualmente esta palabra al Pueblo de Israel, a través de una historia de casi veinte
siglos que culminó con la Encarnación de la Palabra misma de Dios en Jesucristo. 55
Desde el mismo Nuevo Testamento (cfr. Hech. 1,16; 2 Pe. 2,21; 2 Tim. 3,14-17),
la Iglesia poseyó siempre la convicción de que fue Dios mismo quien inspiró al re-
dactor sagrado. El Concilio de Florencia en el año 1442 declaró formalmente que
Dios es el autor de las Sagradas Escrituras. Por esta razón éstas “enseñan firme-
mente, con fidelidad y sin error” la verdad que Dios quiso comunicarnos para nues-
tra salvación (DV 11).
Ahora bien, la Escritura o Biblia no es un libro del pasado, sino es la siempre viva
y actual palabra de Dios. La Biblia, más que ser un libro, es una persona: Cristo
Jesús (DV 8; SC 7). Esto quiere decir que la Biblia, aunque está condicionada por
54
Cfr. RAHNER - RATZINGER, Revelación y Tradición, 27-76 (“Ensayo sobre el concepto de Tradi-
ción”).
55
Cfr. MANNUCCI, La Biblia como Palabra de Dios, 67-79 (“La Biblia es la memoria escrita del
Pueblo de Dios”).
44
un tiempo y un espacio, una cultura y unos problemas concretos a que hace frente,
no pierde su dimensión universal y su reflexión profunda de las diversas realidades
del ser humano. La Biblia no tiene en cuenta realidades o problemáticas modernas,
no es un libro de recetas. Pero en ella encontramos el espíritu, los criterios, los va-
lores que deben informar nuestras respuestas; en ella encontraremos la luz que nos
impulsará a responder a las nuevas problemáticas de acuerdo a los valores y crite-
rios que proclama.
Para que nuestra respuesta sea adecuada es necesario leer la Escritura con el
mismo espíritu con que fue escrita (DV 12), es decir, “en Iglesia”, pues la Biblia no
es el libro del individuo, sino de la comunidad; debe leerse en comunión con la igle-
sia del pasado, porque no somos los primeros en comenzar a interpretar adecua-
damente la Biblia, tal como acabamos de apreciar en la larga historia de la tradición
eclesial. Debemos leerla con espíritu de humildad, sabiendo que nuestras interpre-
taciones son falibles y nuestros resultados provisorios. Debemos leerla, por último,
“desde la Tradición de los pobres”, es decir, desde la perspectiva solidaria con el
oprimido y el desposeído, contexto en el que se sitúa Dios en el Antiguo Testamen-
to (cfr. Deut 10,18) y Jesús en el Nuevo Testamento (cfr. Mt 25,40).
Pero estaríamos incompletos si, para hablar de la Palabra de Dios hoy, sólo to-
cáramos el tema de la Biblia. Dios habla hoy también a través de los ACONTECI-
MIENTOS. Estos acontecimientos pueden ser fruto de la libertad humana o resulta-
do de la contingencia y limitación del ser humano y de la naturaleza. No interesa el
acontecimiento en sí mismo, sino en cuanto revelador de las personas, fenómeno
de conciencia colectiva. Los acontecimientos son palabra de Dios que nos interpela
y cuestiona. No se trata de sacralizar la historia o justificarla: hay acontecimientos
contrarios a la voluntad divina y hay otros que se suman en la dimensión del miste-
rio incomprensible. Pero nuestra tarea sigue siendo saber leer e interpretar los sig-
nos de los tiempos y discernirlos a la luz del evangelio, distinguir el elemento divino
(gracia) del humano (pecado), discernir la voz del Espíritu en medio de otras voces
que quieren imponerse. Para llevar a cabo esta tarea de interpretar los signos de
los tiempos, es necesaria una verdadera sensibilidad espiritual para escuchar la voz
de Dios y mirar su obrar.
Por último, es necesario reafirmar que Dios nos habla a través del HERMANO,
protagonista muchas veces de esos signos de los tiempos. Estas palabras de Dios
(Biblia, acontecimiento, hermano) no son paralelas e independientes, sino que se
relacionan mutuamente. La Biblia interpela a la vida, pero la vida también interpela
a la Escritura. Vamos a ella con nuestras preguntas y salimos con las preguntas
que ella nos lanza. Leemos la Biblia y ella nos lee a nosotros.
6.3.- Magisterio
““El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido
encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de
Jesucristo” (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro,
el obispo de Roma”. [Cat.I.C. 84]
Para que el Magisterio pueda llevar a cabo esta tarea, Jesús le ha otorgado, a
través de la acción inspiradora del Espíritu Santo, el carisma de la infalibilidad. Tal
como fue proclamado por los Concilios Vaticano I y II, el Papa goza de infalibilidad
cuando proclama, explícita y solemnemente y en cuestiones de fe o moral, una ver-
dad para ser creída por los fieles católicos. Asimismo, también el cuerpo episcopal
posee este carisma cuando ejerce su misión magisterial en comunión con el Papa,
principalmente en los Concilios Ecuménicos (cfr. Constitución Pastor Aeternus,
1870, cap. IV; LG 25; Cat.I.C. 891).
Sin embargo, cabe afirmar con el Concilio Vaticano II que: “el Magisterio no está
por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo
transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escu-
cha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único
depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creí-
do.”(DV 10)
Por último, hemos de señalar las diferencias, entre Escritura y Tradición: la Escri-
tura es única e irrepetible, mientras que la Tradición es continua y prosigue a lo
largo de la historia. En cuanto a estructura, la escritura es palabra formal de Dios,
mientras que fa tradición es palabra formal del ser humano...
7.- CONCLUSIÓN
A modo de conclusión de la unidad, y a riesgo de ser reiterativos enunciemos de
manera sintética y esquemática algunos conceptos significativos que fueron ya
desarrollados en el curso de la exposición.
Los destinatarios de la revelación somos todos, sin exclusión de nadie (DV 14;
GS 22). Las etapas de la revelación encuentran su cumbre en Cristo, de ahí la divi-
sión en Primer Testamento, con economía parcial y progresiva, palabras fragmenta-
47
NIVEL IIII
UNIDAD IV:
LA SAGRADA ESCRITURA,
DIOS HABLA EN LENGUAJE HUMANO
1.- INTRODUCCIÓN
Dios se revela a través de obras y palabras. Esta revelación, como hemos estu-
diado, se transmite en dos expresiones complementarias: Tradición y Escritura. El
proceso de formación de las Escrituras es lento: experiencia, memoria histórica y
transmisión oral y escrita.
2.1.- Inspiración
La misión del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento es, tanto para hablar, co-
mo para actuar. Es el Espíritu el que está presente en los grandes momentos de la
historia de la salvación y es él quien se manifiesta en los diversos carismas que hay
en torno a la Palabra de Dios. Así, el Espíritu ACTÚA y HABLA en los grandes per-
sonajes (Juec 3,10; Num 24,2-3) y en el Mesías (Is 11,1-9). Hay diversos carismas
en torno a la Palabra: el profético o de proclamación (Jer 1,9; Is 42,1) y los funcio-
nales en orden a la conservación, desarrollo y elaboración de la palabra proclama-
da (Num 11,16-25; l Cron 25,1-3; Sir 15,1-6). En el caso de los profetas, lo que ellos
predicaban ya era palabra de Dios; en orden a la consignación por escrito, se pro-
longa en ellos o en sus discípulos la acción divina (Jer 29,30; Is 8,16).
1.- 2 Tim 3,14-1 7: se fija más en la obra inspirada sin hablar directamente del
hagiógrafo. “Toda Escritura” da idea distributiva y habla, en su concepto, de
la colección de libros del AT y aquellos escritos cristianos que para esa épo-
ca circulasen ya equiparados a las Escrituras.
2.- 2 Pe 1,19-21: se fija en los hombres movidos por el Espíritu, especialmente
profetas y, sólo por analogía, en los demás hagiógrafos. Insiste en que la in-
terpretación de la palabra profética escrita no puede ser privada, sino ade-
cuada a su origen, que es divino. No se hace distinción entre profecía ha-
blada y escrita, y el concepto de la carta incluye explícitamente escritos del
NT (cfr. 2 Pe 3,14-16)
AUTORES INSPIRADOS: hay que entender en esta categoría a todos los que
han colaborado en la formación de las Escrituras en sus diversas facetas, desde la
fase oral hasta su fase propiamente escrita; la inspiración se da allí donde haya
habido una verdadera actividad de composición y redacción.
Los hagiógrafos tienen una gracia especial del Espíritu en orden a poner por es-
crito la revelación, el anuncio auténtico de la palabra de Dios; la inspiración es un
carisma del lenguaje. Por eso distintas comparaciones o analogías antiguas deben
ser situadas en su momento y en el sentido en que nacieron; ninguna de ellas pue-
de pretender abarcar el misterio de la inspiración escriturística en su totalidad.
56
Cfr. MANNUCCI, La Biblia como Palabra de Dios, 119-129 (“La inspiración de la Sagrada Escritu-
ra”); RIVAS, Los libros y la historia de la Biblia, 15-30.
57
Cfr. MANNUCCI, La Biblia como Palabra de Dios, 131-152 (“La Iglesia se pregunta sobre el misterio
de la Biblia”); J. D. PETRINO, Dios nos habla. Introducción general a la Sagrada Escritura, Ed.
Claretiana, Buenos Aires 1993, 65-88.
50
EL LECTOR: es parte esencial para que la obra no sea letra muerta; lo escrito
está por encima del lector, que no puede cambiarlo o corregirlo, pero el texto está
muerto a menos que reviva a través del lector; de ahí que algunos consideren el
proceso de lectura como algo esencial a la inspiración del texto. Más que hablar de
“inspiración” del lector, hay que considerar una asistencia del Espíritu para que la
obra, fruto del hagiógrafo y de la lectura del “lector”, se lea en consonancia con sus
intenciones (las del Espíritu). El lector originario, no olvidemos, es el Pueblo de
Dios, que debe tener capacidad de atención y escucha de la Palabra para descubrir
el o los sentidos que se perciben a través de los elementos textuales, contextuales
y extratextuales de la obra.
2.2.- Verdad
Si la Biblia es inspirada, como acabamos de ver, consiguientemente tiene que
transmitir la verdad enseñada por Dios (cfr. Cat.I.C. 107). Sin embargo, es posible
observar muchos errores o imprecisiones ya sean de historia, de ciencias naturales,
o en el campo de otras ciencias. Por lo tanto: ¿debemos confiar o no en las ense-
ñanzas bíblicas? 58
58
Cfr. MANNUCCI, La Biblia como Palabra de Dios, 225-249 (“La verdad de la Biblia”); PETRINO,
Dios nos habla, 89-158.
51
3.- CANONICIDAD
La palabra “canon” significa caña o vara de medir. Después de los siglos III-VI
pasó a designar la lista de los libros inspirados por Dios y aceptados como tales por
la Iglesia, en los que se contiene la regla de la fe. Llamamos canonicidad, pues, a la
aceptación oficial por parte de la Iglesia del carácter inspirado de un libro. Desde
antiguo, como en el caso de EUSEBIO DE CESAREA, se distinguieron dos tipos de
libros: los aceptados por todos desde el principio, sin ninguna discusión llamados
homologoumenoi (unánimemente reconocidos), y los controvertidos discutidos lla-
mados antilegomenoi (contradichos), o también designados como amphiballomenoi
(discutidos). Estas dos categorías de libros posteriormente fueron designados por
SIXTO DE SIENA (1569) como "protocanónicos" y "deuterocanónicos". 59
Algunos criterios que se han propuesto a lo largo de los siglos para entender el
canon son:
a.- La apostolicidad, que es el criterio articulante. Quiere decir que para declarar
a un libro canónico los apóstoles deben estar a la base de la transmisión, su
contenido ha de estar de acuerdo con el kerygma y debe tener la función de
edificar a la comunidad.
b.- La presencia del Espíritu Santo en la Escritura, esto es, que la última funda-
mentaciòn de la normatividad de las Escrituras es la autoridad del Señor Je-
sús, manifestada por su Espíritu. Es el reconocimiento de la inspiración de un
libro lo que lo hace normativo. No es la Iglesia la que decide: ella reconoce lo
59
Cfr. PETRINO, Dios nos habla, 37-54; RIVAS, Los libros y la historia de la Biblia, 31-40.
52
4.- INTERPRETACIÓN
La Biblia tiene que ser interpretada y actualizada para que conserve su valor pe-
renne. La hermenéutica bíblica pretende, no sólo descifrar el pasado, sino actualizar
el mensaje bíblico; establecer un puente entre el autor y el lector a través del texto,
para así descubrir lo que significó el texto en el pasado y lo que significa hoy. 60
Nos encontramos ante textos del pasado, escritos en otra lengua, cultura y tiem-
po. Además, la Escritura entierra los hechos y se hace difícil descubrir el aconteci-
miento que está detrás del texto y el significado que tuvo en su situación originaria.
60
Cfr. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, Ed. San Pablo,
Buenos Aires 1993.
61
Cfr. MANNUCCI, La Biblia como Palabra de Dios, 291-322 (“El problema hermenéutico en el
concilio Vaticano II y en la exégesis católica contemporánea”).
53
una determinada situación, por lo que su interpretación necesita recurrir a las cien-
cias históricas como la geografía, la sociología, la economía, la política, etc.
Por eso, para encontrar el sentido literal, es preciso conocer la intención del au-
tor, es decir, tratar de situar bien su tiempo y espacio, sus destinatarios, la proble-
mática que enfrentaban ambos, la intención del escritor, etc.
Pero también es necesario conocer el significado de las palabras con las que
ese autor se expresa, y para ellos es necesario leer bien y profundamente la obra,
fijarse en sus palabras claves, buscar las relaciones que establece en el texto, su
estructura y división, etc.
Otra cosa substancial es que, para escuchar y servir a la Palabra, hay que saber
que no estamos por encima de ella, sino que debemos dejarnos interpelar y juzgar
por ella, para poder proclamarla con libertad y valentía. Además, es sumamente
importante el horizonte hermenéutico del lector, es decir, la perspectiva existencial
desde la que se debe leer la Escritura, en otras palabras, el LUGAR SOCIAL en el
que nos ubicamos que debe ser siempre la tradición de los pobres, que es la tradi-
ción de Dios y de su Mesías.
Para tener una visión global de la complejidad del texto bíblico y de la variedad
de los géneros que emplean sus autores humanos para expresar la palabra divina,
presentamos de manera general sus principales géneros literarios. 62
El Evangelio
“El género literario evangelio es único y singular como único y singular es el per-
sonaje central y objeto de los mismos, Jesucristo. Es un estilo propiamente cristiano
sin precedentes en la literatura religiosa.
62
Cfr. PETRINO, Dios nos habla, 199-237.
63
R. FABRIS, “Evangelio” en ROSSANO P. - RAVASI G. - GIRLANDA A. (eds.), Nuevo Diccionario
de Teología Bíblica, Madrid 1990, 587.
55
El género apocalíptico
El género apocalíptico expresa sus profecías valiéndose del tipo y del anti-tipo,
proclamando sus anuncios a dos niveles, uno más próximo y el otro más remoto. Es
característico de este género el dramatismo y la solemnidad de las escenas así
como el frecuente uso de imágenes y símbolos muy vivos y enfáticos. Es común el
simbolismo teriomorfo, aritmético y cromático.
64
Cfr. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, 32-68.
56
Esta doble metodología, sus ventajas y limitaciones, ha producido una gran cantidad
de lecturas o aproximaciones a la Escritura. Mencionaremos las más importantes:
1.- Lectura histórica crítica: pretende investigar el proceso de formación del tex-
to, buscar la historia del texto actual y el suceso que está detrás del texto.
Es la práctica más difundida y que tiene una metodología más clara y desa-
rrollada, pero tiene la limitación de que lleva en ocasiones a despedazar el
texto y presenta resultados, a veces, demasiado conjeturales e hipotéticos,
quedándose en consideraciones arqueológicas o históricas sin llegar al nú-
cleo del significado para el hombre de hoy. 65
2.- Lectura estructuralista: pretende investigar el texto como un producto y ve la
estructura del escrito como una red de significaciones. Su metodología y ter-
minología se encuentra en proceso. Su limitación es que exige conocimientos
de nueva lingüística y pierde de vista la historia que está detrás de cada texto.
3.- Lectura sociológica: busca descubrir los condicionamientos sociales que im-
pulsaron la producción del texto determinado por un autor y una comunidad
concretos. También se le ha llamado materialista, porque ha empleado ins-
trumentos del análisis marxista. Su limitación es que, a veces, se parte de
modelos sociales modernos para enjuiciar prácticas antiguas.
4.- Lectura popular: pretende hacer accesible la Escritura al pueblo, reforzar su
compromiso social, hacer puente entre la realidad vivida en los tiempos bí-
blicos y la realidad de hoy. Es una lectura que impide que la Palabra de Dios
sea sólo un objeto de estudio y reconoce que Dios habla no sólo a los espe-
cialistas, sino primariamente al pueblo sencillo. Su limitación es que se corre
el riesgo de trasladar nuestras preocupaciones al texto haciendo que ellos
respondan sólo a nuestros deseos o gustos.
5.- Otras lecturas son la sicológica, la literaria, la simbólica etc.
a.- Eclesiales: hechas en comunidad, en unión con la iglesia del pasado y con
las comunidades actuales.
b.- Espirituales: es decir, guiadas por el Espíritu Santo, abiertas al Señor, hu-
mildes para saber que no somos dueños de la Palabra, sino sus servidores.
c.- Comprometidas: es decir, desde la solidaridad con los pobres y encamina-
das a la promoción de los valores del reino: justicia, paz, solidaridad, frater-
nidad, etc.
1.- LOS EXÉGETAS: son los especialistas, a quienes les toca lo más técnico y
especializado, la verdad histórico crítica, el conocimiento objetivo de los he-
chos, el dato que está en el fondo de la Escritura. No son repetidores del
65
Cfr. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, 32-38.
57
Una exigencia fundamental para todo creyente que quiera interpretar rectamente
la Escritura es observar los tres ángulos del llamado “triángulo hermenéutico”:
5.- CONCLUSIÓN
Los avatares sufridos por el texto hebreo, arameo y griego de la Biblia durante
dos milenios de su transmisión, la problemática de la verdad que transmiten en su
condición única de inspirados por Dios, el discernimiento para distinguir los textos
inspirados de aquellos, que aún bellos e interesantes, no lo son, o sea la canonici-
dad de los textos, más el trabajo de interpretación, han sido presentados de manera
sintética en esta unidad.
Gracias a Dios existe gente en la Iglesia y fuera de ella que consagra su vida a
indagar sobre la Sagrada Escritura, en su triple dimensión de palabra humana, divi-
na y actual. El resultado de sus investigaciones es lo que posibilita el acceso a un
texto crítico por parte de cualquier estudioso, investigador o simple lector. Luego
sobre la base de este texto crítico se efectúan las traducciones, que tienen por fina-
lidad acercar a todos los fieles un texto seguro para la lectura, estudio, meditación
personal y grupal.
1.- INTRODUCCIÓN
“Los conocimientos que hemos adquirido nos permiten afrontar los demás
enunciados cristológicos fundamentales. En el curso de la historia de la fe cristiana
se han desarrollado dos líneas que se han ido separando cada vez más: la teología
de la encarnación, que nació del pensamiento griego y que se impuso en la
tradición católica de Oriente y Occidente, y la teología de la cruz, que irrumpió
vigorosamente con los reformadores a partir de las afirmaciones de Pablo y de las
primeras formas de la fe cristiana.” 66
66
RATZINGER, Introducción al cristianismo, 192.
67
RATZINGER, Introducción al cristianismo, 192.
59
Estudia el por qué explorando los motivos de conveniencia; observa que sólo
pueden argumentarse motivos de conveniencia, no de necesidad, porque
absolutamente hablando: “Dios habría podido redimirnos con su omnipotencia en
muchas otras maneras” (S. Theol., III, q. 1, a. 2.). Las razones de conveniencias
aducidas por STO. TOMÁS son muchas pero la más importante es la reparación del
pecado, una reparación querida por la justicia divina y que el hombre no estaba en
grado de cumplir. Según el teólogo esta razón debe considerarse como primera y más
importante porque está claramente atestiguada por la Escritura. STO. TOMÁS no
excluye, en hipótesis, que hubiera podido encarnarse en la eventualidad que el hombre
no hubiera pecado. Afirma: “Hay dos opiniones en este propósito. Algunos dicen que el
Hijo de Dios se hubiera encarnado también si el hombre no hubiera pecado. Otros, en
cambio, afirman lo contrario. Parece que esta última opinión se deba preferir. Las cosas
dependen de la voluntad de Dios, por encima de todo aquello que es debido a las
criaturas, no pueden ser notadas sino a través de la Escritura, en la cual la voluntad
divina se manifiesta. Por tanto, así como en la Sagrada Escritura el motivo de la
encarnación es considerado en relación al pecado del primer hombre (incarnationis
ratio ex peccato primi hominis), es más oportuno decir (convenientius dicitur) que la
obra de la encarnación ha sido dispuesta por Dios como remedio del pecado, de modo
que, no existiendo el pecado, no se hubiera dado la encarnación. La potencia de Dios,
no puede ser delimitada en estos términos: Dios, de hecho habría podido encarnarse
aunque no hubiera existido el pecado” (S. Theol., III, q. 1, a. 3.).
Una vez explicado el por qué, STO. TOMÁS pasa a explicitar el cómo de la
encarnación. Comienza por considerar y criticar puntualmente las herejías de los
primeros tiempos de la Iglesia respeto de la relación entre el Verbo y la carne; entre
la segunda persona de la Trinidad y la humanidad asumida en el seno de María
virgen.
seno de la Virgen María (cfr. Lc 1,35). Es decir que el inicio biológico de Jesús se
lleva a cabo por “obra del Espíritu Santo”.
En la carta encíclica del Papa Juan Pablo II sobre el Espíritu Santo en la vida de
la Iglesia y del mundo del año 1986, el Papa afirmaba: “La obra del Espíritu “que da
la vida” alcanza su culmen en el misterio de la encarnación. No es posible dar la
vida, que está en Dios de modo pleno, si no es haciendo de ella la vida de un
Hombre, como lo es Cristo en su humanidad personalizada por el Verbo en la unión
hipostática. Y, al mismo tiempo, con el misterio de la encarnación se abre de un
modo nuevo la fuente de esta vida divina en la historia de la humanidad: el Espíritu
Santo. El Verbo, “primogénito de toda la creación”, es el “primogénito entre muchos
hermanos”, y así llega a ser también la cabeza del cuerpo que es la Iglesia -que
nacerá en la cruz y será revelada el día de Pentecostés-, y en la Iglesia, la cabeza
de la humanidad: de los hombres de toda nación, raza, región y cultura, lengua y
continente, que han sido llamados a la salvación. “La Palabra se hizo carne;
(aquella Palabra en la que) estaba la vida, y la vida era la Luz de los hombres... A
todos lo que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios”. Pero todo esto se
realizó y sigue realizándose incesantemente “por obra del Espíritu Santo”.”
(Dominum et vivificantem, 52).
68
GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cristología, 443.
69
Cfr. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cristología, 446-447.
61
“Siguiendo, pues a los Santos Padres, enseñamos unánimemente que hay que
confesar a un solo y mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en la divinidad
y perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre
compuesto de alma racional y cuerpo; consubstancial con el Padre según la
divinidad y consubstancial con nosotros según la humanidad, "en todo semejante a
nosotros, excepto en el pecado" (Heb 4,15); nacido del Padre antes de todos los
siglos según la divinidad; y por nosotros y por nuestra salvación, nacido en los
últimos tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios, según la humanidad.
70
GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cristología, 447-448.
71
SESBOÜÉ, Creer, 433.
62
En efecto, la visión histórico-salvífica del evangelista Lucas muestra las fases del
camino de Jesús: sus obras del Reino y su predicación, su camino hacia Jerusalén.
En Lc 9,51, se afirma que “cuando se cumplían los días de su ascensión, Él, con
determinación, endureció su rostro para ir a Jerusalén”, es decir, su firme de deci-
sión de afrontar los sufrimientos que allí le aguardaban para así llegar a la resurrec-
ción, ascensión y elevación a la derecha del Padre, y desde allí su acompañamien-
to de la Iglesia (como cabeza, diría Pablo: Ef 1,22-23), por medio del Espíritu Santo
que debe descender en todas las naciones y pueblos. Todo esto hasta que llegue el
fin de la historia, y él regrese como consumador y juez de toda la creación.
En Lucas, el paso del Jesús terreno al Cristo elevado a los cielos es el objetivo
final de su exposición evangélica (cfr. Lc 24,46-48) y el comienzo del libro de los
Hechos (cfr. Hch 1,4-8). Este paso tiene lugar en la ascensión (cfr. Lc 24,51; Hch
1,9-11) que muestra a su modo la continuidad de la vida de Jesús y la diferencia-
ción de su actividad salvífica, ahora desde su señorío a la derecha del padre por
medio del Espíritu santificador.
Por tratarse del misterio central por el cual se lleva a cabo la redención de los
hombres, aún cuando en la segunda unidad de nuestro módulo el tema ya fue tra-
tado, sin embargo, realizaremos un breve recorrido por los pasos que desembocan
en la muerte-resurrección de Jesús.
“La profecía sobre el Templo (Mc 14,58; cf. Jn 2,19) junto a la expulsión de los
vendedores del Templo, constituyen dichos y acciones que son interpretadas me-
siánicamente y culminan el creciente desentendimiento de Jesús con los sumos
sacerdotes y los escribas, brindando la ocasión para su acusación, proceso ante el
Sanedrín como blasfemo (Mc 14,61b-64) y luego ante Pilatos como sedicioso por
proclamarse Mesías atentando así contra el poder y orden romanos.” 72
72
ESPEZEL, Jesucristo, 77-78.
63
Es indudable el clima pascual de la Cena: “El primer día de los ácimos, cuando
se sacrificaba el cordero pascual...” (Mc 14,12.14; Mt 26,17.19); “He deseado ar-
dientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión” (Lc 22,15) relatan
los evangelios sinópticos. Sin embargo Juan en el relato de la Pasión dice: “ellos no
entraron en la residencia para no contaminarse y poder celebrar la cena de pascua”
(Jn 18,28); “para evitar que el sábado se quedaran los cuerpos en la cruz, porque
aquel sábado era un día muy solemne” (Jn 19,31).
4.3.- Gethsemaní
Es importante advertir la centralidad de esta escena de comienzo de la pasión
(cfr. Mc 14, 33-36; Lc 22, 43-44). Todo se juega aquí entre Jesús y su Padre. El
contenido central de la escena es la oración al Abbá: “aparta de mí este cáliz, pero
no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú” (Mc 14,36). Todo esto acompañado
de pavor, angustia, una tristeza de muerte y, en el evangelio de Lucas hasta sudar
sangre (cfr. Cat.I.C. 612).
“La tradición dogmática descubrirá (Concilio de Constantinopla III, año 681, Con-
cilio de Letrán, año 649), gracias a la labor de SAN MÁXIMO EL CONFESOR, el sí hu-
mano de Jesús (su voluntad propiamente humana) a la voluntad salvífica del Padre.
El hecho de que nuestra salvación fue querida también humanamente por una Per-
sona divina. Este sí -humano y divino- al Padre, que constituye una explicitación del
contenido de las dos naturalezas definido en Calcedonia, abre el desarrollo de los
sucesos de la pasión.” 73
73
ESPEZEL, Jesucristo, 82.
64
Vista por los romanos su pretensión mesiánica constituía un delito que chocaba
con el orden romano: según la lex Julia de Majestate (Digesta 48, 4, 1; 48, 4,11) el
pretender ser rey era un delito digno de muerte como causa de rebelión. Los sadu-
ceos acusan entonces de sedición a Jesús ante el procurador romano.” 74
Por lo tanto, confluyen en la condena de Jesús, una causa religiosa y una causa
política. La inscripción en la cruz de Cristo como “rey de los judíos”, es todo una
ironía.
Jesús después de ser cruelmente flagelado y coronado de espinas por los sol-
dados romanos, finalmente es llevado al Monte Calvario para ser ajusticiado a la
hora tercia (Mc 15,25) con dos ladrones. 75
74
ESPEZEL, Jesucristo, 85-86.
75
Cfr. SESBOÜÉ, Creer, 311-348.
65
““Por la gracia de Dios, gustó la muerte para bien de todos” (Heb 2,9). En su de-
signio de salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente “muriese por nuestros
pecados” (1 Cor 15,3), sino también que "gustase la muerte", es decir, que conocie-
ra el estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante
el tiempo comprendido entre el momento en que El expiró en la Cruz y el momento
en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del des-
censo a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado
en la tumba (cfr. Jn 19,42) manifiesta el gran reposo sabático de Dios (cfr. Heb 4,4-
9) después de realizar (cfr. Jn 19,30) la salvación de los hombres, que establece en
la paz al universo entero (cfr. Col 1,18-20).” (Cat.I.C. 624).
76
ESPEZEL, Jesucristo, 91.
66
En los evangelios sinópticos los relatos de la aparición tienen una estructura co-
mún. Un primer encuentro de Jesús con una o varias mujeres, con un primer anun-
cio de uno o dos ángeles, que se da a continuación del descubrimiento de la tumba
vacía en un lugar próximo. Jesús les confía la misión de advertir y convocar a los
discípulos, quienes por su parte no les creen (cfr. Mt 28,1-10; Mc 16,1-11; Jn 20,1-
18). Un segundo encuentro tiene lugar algún tiempo después, esta vez al grupo de
los once ya reunidos, en Galilea (Mateo) o Jerusalén (Lc 24,49). Este encuentro
tiene un carácter fundacional y decisivo: Jesús se hace reconocer, da instrucciones,
envía a la misión, les da sus poderes (Mateo y Marcos), promete (Lucas) o les da el
Espíritu Santo (Juan), se despide, y en Marcos es elevado ya al cielo ante sus ojos
(cfr. Mt 28,16-20; Mc 16,14-19; Lc 23,36-49; Jn 20,19-33).
77
ESPEZEL, Jesucristo, 93; cfr. Cat.I.C. 635.
78
Cfr. SESBOÜÉ, Creer, 403-404.
79
Cfr. SESBOÜÉ, Creer, 349-379.
67
En los distintos relatos pueden notarse como los testigos del Resucitado subra-
yan su presencia (cfr. Hch 10,40-42). Los testigos se encuentran con Cristo que se
muestra a sí mismo presente y viviente, pero también, de algún modo, de paso e
inasible (cfr. Jn 20,17). Jesús aparece como el que se despide (cfr. Lc 24,23; Jn
20,14-16). (Cat.I.C. 641-644).
80
ESPEZEL, Jesucristo, 97.
68
El teología bíblica expresa que la Resurrección es obra del poder de Dios Padre,
en la fuerza del Espíritu Santo (cfr. Rom 8,11; 1 Ped 3,18), quien culmina su acción
creadora resucitando a Jesús de entre los muertos (cfr. Hch 2,24; 3,15; 4,10; 5,30;
10,40; Rom 8, 11; 2 Co 4,14; Ef 1,19-20; Col 2,12).
“No sólo Jesús es resucitado en la fuerza del Espíritu Santo (Rom 8,11), sino
que como Resucitado es el último Adán, espíritu que da vida (1 Cor 15,45). Pablo
se refiere a ello en 2 Cor 3,17 llegando a firmar que "el Señor es el Espíritu", lo cual
no debe ser interpretado como una identificación personal, sino como expresión de
una estrechísima relación entre ambas personas, lo cual no significa que el Jesús
terreno se encuentra ya ungido por el Espíritu, y obra en su fuerza (cf. Mc 1,9-13;
Lc 4,14; Hech 10,38)...
5.- CONCLUSIÓN
De manera sintética, quizá demasiado, hemos abordado los temas ya tratados
ampliamente en su desarrollo histórico, tanto en la Biblia como en el desarrollo de la
formulación del dogma en los primeros siglos.
83
ESPEZEL, Jesucristo, 101-103.
Edición 2018
© UCASAL
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