Está en la página 1de 30

El catecumenado de adultos en Francia

1
Philipe Marxer sj

“Creer, en medio de nuestro mundo fragilizado puede ser más por


indiferencia que por ateísmo, queda un desafío”. Es la constatación que hace
el P. Antoine Delzan (19935-2013) hace, casi 7 años y queda de mucha
actualidad. “por la palabra desafío, agrega él, yo comprendo un combate y un
debate. El combate no es la voluntad de hacer prevalecer sus propias
elecciones sobre los otros. Cuando uno es verdaderamente parte de la
sociedad (…) hay un combate a tener consigo mismo. En efecto, uno es
rápidamente sumergido por todos los intereses que nuestra sociedad
propone, un gran peligro de considerar todo lo que releva de los
compromisos religiosos como de menor importancia y de menor eficacidad.
Hay también un debate, que uno es conducido a llevar, sea consigo mismo,
sea con los compañeros. Ese debate es sobre la importancia (...), para toda la
vida, del acto de creer”.

Estas líneas, tomadas de una entrevista del diario “La Croix”2, esbozan el
paisaje de una sociedad occidental sobre la cual viene a ponerse la pregunta
que ocupa este congreso internacional de catecumenado: la iniciación
cristiana en un cambio de época. ¿Es posible de llegar a ser cristiano en un
mundo fragilizado por los cambios- para comprender las palabras de ese
sacerdote-tan revuelto tan revoltante? Si uno mira las estadísticas que el
Servicio Nacional del catecumenado tiene, en cuanto al número de personas
que piden los sacramentos reiniciación, la respuesta es positiva. Es posible
llegar a ser cristiano hoy. 3631 hombres y mujeres han sido bautizados en la
noche de Pascua, el 19 de abril último y si uno mira la evolución de los 10

1
Master en Teología, Director adjunto del servicio nacional de catequesis y del catecumenado de la
conferencia episcopal de Francia y responsable del acompañamiento de las prácticas catecumenales,
miembro del comité Local de Francia del III CONGRESO Internacional del catecumenado,
philippe.marxer@cep.fr

2
Diario “la Croix”, 6 de abril 2007
últimos años, la progresión que no cesa de constatar desde hace 30 años es
superior a 40%.

Esas cifras, muy esperanzadoras, harían casi olvidar la dureza de la sociedad y


la cultura que se desarrolla. También yo evocaría, en un primer momento, la
situación francesa pues el contexto que nosotros conocemos está a tomar en
cuenta en el futuro cristiano. Después, en un segundo tiempo, yo harían un
eco de eso que los catecúmenos buscan y testimonian en el transcurso de su
iniciación. Su palabra se deja escuchar en varias dimensiones que muestran
bien que el mundo en el que nosotros vivimos es revoltante y que el
cristianismo responde a sus esperanzas. Por fin un tercer tiempo, yo miraría
eso que es ser cristiano. ¿De qué hablamos nosotros cuando se trata de la
indicación cristiana? ¿En qué consiste esa iniciación o debe ella
verdaderamente consistir? Esta aproximación me permitirá de evocar los
cambios de postura que conocen hoy bien los acompañantes hacia las
comunidades… ¿Cuáles son ellos? Esa es una pregunta que es necesario no
olvidar de tratar.

1.- el contexto cultural francés y sus complejidades.

La situación francesa es paradoxal. En efecto, hemos salido de un


cristianismo “étnico”, es decir, de una sociedad dónde cuando se nacía en
suelo francés, uno era, casi obligado, a ser católico. Si yo lo pienso, por
ejemplo, en mi propia familia, mis padres, mis abuelos, mi tío estaban
bautizados a más tardear el segundo día de su nacimiento. Y no era
únicamente en razón de los rumores de una guerra mundial que había esa
urgencia, porque era importante consagrar, inmediatamente, el niño a Dios y
darle gracia por la fecundidad. Mi hermano y yo mismo fuimos bautizados
algunas horas después de nuestro nacimiento. Más allá de este ejemplo que
muestra una práctica, lo que permite de calificar este catolicismo como
étnico es que él está ligado a una etnia: el pueblo francés. Yo recuerdo haber
realizado mis estudios en la escuela republicana, pero todos los estudiantes
nos encontrábamos el jueves en la mañana para el catecismo. Un instituto de
encuestas, I’IFOD, afirma que más que el 87% de los franceses se decía
católico y que actualmente, 56% solamente se declara como tal. Nótese que
declararse católico no significa practicantes regulares. El porcentaje, para eta
categoría, es hoy inferior al 5%.

La paradoja es que no vivimos más en esta sociedad donde el sello cristiano


era fuerte. Las estadísticas están ahí para mostrarlo. Pero, de manera
sorprendente, evolucionamos en una sociedad todavía más religiosa que
antes. Sin embargo, hay una particularidad: esta religiosidad es sin Dios. El
fenómeno religioso está por todas partes, cuando muchos sociólogos,
ensayistas prometían, hace ya algunos años, el fin de la religión, “la salida de
la religión”. No es raro que los medios de comunicación hablen de unos
católicos que quieren escuchar un maestro hindú o budista, las conversiones
que se operan a favor del Islam, etc. Y ese fenómeno se acentúa en la medida
que Francia se dice un país laico, que reivindica su laicidad contitucional. Más
reclamamos la laicidad, más hablamos de religión, eso es normal porque la
laicidad es deseada en relación a las religiones.

Hemos dejado el catolicismo de masa para entrar en una sociedad multi


religiosa ahora que nosotros profetizábamos una caída, una falla de los
sistemas religiosos. Nos es necesario, sin embargo, de ir más lejos pues esta
descripción, de lo que se pasa en nuestro país, falta de una profundización.
Algunos complementos del análisis son, entonces, necesarios para dar bien
cuenta de la situación presente.

En efecto, es la búsqueda de los catecúmenos que conduce a tomar


conciencia del fenómeno. Nuestra sociedad está como saturada de sentido.
Los medios de comunicación son la ilustración, la más adecuada, pues el
menor evento, que sea político, social, económico, técnico ¡qué sé yo! Hace
el objeto de un comentario que no podría ser breve. En realidad, es en eso
tan lleno de explicaciones que se transforma nuestro cotidiano, ¿de qué
hablamos realmente? De “nada”. Eso no es en sí negativo, pues empuja a
buscar mejor. Sin voltearse en un psicoanálisis, el hombre que nos es
constantemente presentado se considera como la medida de todas las cosas.
Si bien que en el caso de resistencia ligada a la realidad de esas cosas, su
pretensión se transforma en resentimiento o en escape a lo virtual. Para
tomar un ejemplo: la aplicación de un modelo matemático a la economía
social no produce, siempre, los frutos esperados. Si bien que el individuo, se
encuentre sumido en sus discursos, a esas explicaciones que no cesan de
darle y que no mejoran su cotidianidad, uno se pregunta sí, sobre el terreno
religioso, no habrá algunas referencias interesantes para guiar su vida. Al
“nada” que ofrecer en la sociedad, las corrientes religiosas, con su mensaje,
tienen aún días delante de ellas.

Llevando una encuesta, hace ya dos años, hacia los neófitos, a propósito de
sus experiencias religiosas anteriores, diferencia aparecen, frecuentemente,
entre personas que eran inmigrantes o no. Para los primeros que vienen a
instalarse en Francia, la experiencia religiosa, hechas antes de dejar el país,
ejercían una gran influencia. Los africanos, antilleses, etc reconocen el poder
de los ritos ancestrales y no hesitan en pedir exorcismos públicos, al
momento de la entrada al catecumenado. Para los franceses de raíz que
piden el bautismo, los testimonios hacen el estado de un cierto número de
creencias, la astrología, por ejemplo. Su sobrevivencia es sorprendente pues
el conocimiento científico, que uno posee hoy, los debería de erradicar. No es
así, es por eso -que dicen los neófitos- los horóscopos que dirigen la vida
privada, la vida profesional y la salud son positivas. En efecto, hay pocas
creencias con tal influencia en el planeta. La importancia está que las
predicciones sean positivas. Esto revela el vacío en el que muchos individuos
viven. Y cuando los acontecimientos de la vida vienen a golpear la puerta, ese
vacío aparece y engendra una búsqueda.

Uno puede siempre pensar que el internet no es neutro en ese sistema pues,
sí la web entrega información elaborada y verificables metodológicamente,
ella entrega igualmente un cierto número de teorías irracionales y, por ese
efecto, desarrolla la duda. Uno podría hablar de una cierta demagogia
cognitiva, de miedos que vuelven a surgir y que vienen a contradecir las
experiencias científicas (cf la telekinesisi), la creencia en los extraterrestres,
las cuestiones de la alimentación y la salud… que son, de alguna manera, las
nuevas creencias”. Más globalmente, es necesario decir que las personas
buscan lejos de aquello que ellos no encuentran en el saber y la ciencia. El
motor de ese movimiento es aquel que consiste simplemente en tomar los
deseos por las realidades. El peligro es de importancia para la Iglesia que
acoge a todas esas personas que desean encontrar un sentido en este mundo
saturado de explicaciones, de teorías, de racionalidades que no les
satisfacen.

En ese mismo orden de ideas, un cambio verbal está en lugar de operarse y


es, sin duda, menos neutro que lo que parece. El lenguaje de los valores
desaparece en provecho de aquel de las virtudes. Uno hablará largamente de
la virtud de fraternidad evocando la Iglesia, por ejemplo, más que llamar al
registro de los valores. Por qué porque los valores presentan un aspecto
voluntarista al cual es necesario someterse en nombre de un bien que no es
el objeto de una elección personal. Hay, en los valores, una dimensión
subjetiva cada vez que la sociedad está en peligro uno recurre a ellos para
encontrar un orden que dé seguridad. Es raro que los valores no se presenten
como moralizantes y sirven finalmente para evaluar a las personas, los
grupos, las instituciones. Uno se da cuenta hoy que hay necesidad expresada
de no estar más sujeto a esa evaluación porque en nombre de esa pretendida
objetividad, ver aun de certitudes que ella poseería, ella no deja derecho a
nadie a su búsqueda, a sus pregunta, a ese vacío interior si necesario para
existir.

Tres desafíos para la Iglesia

Ese contexto tan particular que nosotros conocemos en Francia y que yo


vengo, rápidamente, de describir pone en relieve un cierto número de
desafíos, propios a nuestra época y a nuestra cultura. Ellos son por lo menos
inéditos e interrogan el llegar a ser cristiano tanto más que no estamos
preparados para afrontarlos. Yo recuento tres.
A.- mundialización e identidad

El primer desafío es una consecuencia directa de la mundialización. Este


fenómeno de la mundialización o de la globalización toca a todo individuo. y
vivir en un mundo así representa tanto una riqueza, un potencial explotable y
un desafío: ¿Qué es ese individuo a la escala de ese gran océano? ¿Cuál es su
identidad?, ¿su lugar? Este mundo globalizado genera búsquedas identitarias
muy importantes que necesitan la reconstrucción de capullos identitarios.
Esto va a ser el espacio familiar y a nivel de un país, el espacio nacional. Las
fronteras serán elevadas: el espacio económico, por ejemplo, va a instaurar
tasas para las importaciones. Es lo mismo sobre el plano religioso que con las
reales fronteras entre los individuos: ¿qué hace parte del espacio religioso?
¿Quién está dentro? ¿Quién está afuera? interrogantes, determinaciones que
generan, bien a menudo, crispaciones pues la pregunta principal es aquella
de los lugares donde la persona pueda vivir, construirse, por así decirlo, una
segunda piel. En un mundo donde todas las llaves para comprenderlo no
están dadas y que se encuentra, de manera permanente, en cambio la
necesidad de una espacio que asegure, que proteja, que equilibre viene a ser
una búsqueda omnipresente. La iglesia debe cuidar para ofrecer este espacio
donde la identidad de cada uno pueda desarrollarse.

b.- Pluralismo y verdad

Segundo desafío. Aquel del pluralismo pues, en uno 40 años, el mundo, en el


cual occidente evoluciona, ha sido empujado a una ideología donde las cosas
deben ser plurales, diferentes, ya sean políticas, sindicales, religiosas,
culturales, en las maneras de hacer o en las idea. Nuestros contemporáneos
no quieren escuchar una sola voz. Nadie, hoy no quiere vivir en un mundo
uniformado. En sí, ese pluralismo es un valor positivo. Pero él engendra una
pregunta mayor que es aquella sobre la Verdad. ¿Qué es la Verdad? Ella toca
de pleno golpe nuestra Iglesia pues. “¿Quién dice la verdad?” ¿El
Cristianismo? ¿El Islam? ¿Las religiones orientales? etc. ¿cómo permitir el
verdadero futuro? la consecuencia de un tal pluralismo es el relativismo que
permite a cada uno de llevar su existencia. Nuestra Iglesia debe aceptarlo.
c.-La autoridad del individuo

Tercer desafío. Nuestro mundo occidental, notablemente europeo, se revela


de ser aquel del individuo. Al mirar los siglos pasados, una profunda
mutación se ha operado. Cada hombre (principalmente) existía por el estatus
social que le confería la corporación o el orden Al cual pertenecía. Pensemos
en las cofradías que reunían las personas que ejercían un mismo oficio:
Panaderos, boticarios, etc. Con la modernidad, aun sí los colectivos han
sobrevivido no será que a través de la noción de clases sociales, una
emancipación del individuo se produce al punto que cada uno deber ser
capaz de decir: es a mí de imaginar mi proyecto de vida, de inscribirlo
socialmente, de realizarlo concretamente. Eso significa, en contrapartida, que
no hay más razones para aceptar una autoridad, de cualquiera naturaleza
que sea, sobre todo si ella se inscribe en un itinerario a seguir. Y
paradoxalmente, las personas desean ser ayudadas.

2.- Escuchar bien a aquellas y aquellos que tocan a la puerta de la Iglesia

Uno escucha las consecuencias para la Iglesia, consecuencias que pueden ser
de dos órdenes. La primera. Ayudar al individuo. Cada hombre, cada mujer se
encuentran en un mundo donde las identidades son frágiles, donde la
pregunta sobre la Verdad no va de sí- es bueno de construirse siendo
auténtico- y donde la relación a las instituciones es ambigua- uno sabe que
las instituciones ya sean políticas, sociales, económicas, religiosas han fallado
pero no al punto de descreditarse completamente. Para comprender ese
clima, en el cual vivimos, es suficiente de mirar la manera como vivimos la
cotidiana relación con el otro. En los grandes conjuntos citadinos, el vecino
de piso es, a menudo, desconocido. Uno busca aun de evitarlo. Nosotros nos
encontramos, de hecho, en una sociedad de la evitación, evitación entre los
pueblos, evitación cultural, religiosa y sobre el plan de las idea. Y
paradoxalmente, al mismo tiempo, ese mismo individuo que no hace ningún
esfuerzo por conversar con su vecino dirá desear una vida de relaciones con
los otros. Es con esta realidad que la Iglesia debe componer, pues reflexionar
al lugar que debe ocupar un neófito en su comunidad de elección no es tan
de simple de lo que parece después de uno o dos años de caminar.

Ayudar al individuo fragilizado por ese tipo de sociedad, primero, en ayudarlo


a que pueda sentir que Dios lo llama. Yo desearía dejar la palabra a los
catecúmenos que a medida que caminan comienzan a decir las motivaciones
profundas que les habitan. Eh aquí algunas palabra subrayadas por los
acompañantes.

A la pregunta ¿qué es lo que les ha conducido a pedir el bautismo? ellos


responden el encuentro con un cristiano, o con un sacerdote, el testimonio
de un colega de trabajo, un acontecimiento de la vida (bien seguido el
fallecimiento de algún familiar) sentirse acogido, haber sido solicitado como
padrino o madrina de bautismo o de confirmación, etc.

Pero, seamos más precisos: ¿Qué es lo que atrae a los catecúmenos a nuestra
Iglesia Católica? Ellos dicen: Es entrar en una relación personal con Dios, la
libertad que ofrece la Iglesia, sentir la alegría de ser cristiano, estar con otros,
vivir la solidaridad, ser respetado, descubrir su unidad profunda, abrirse a un
verdadero sentido de la vida, compartir un amor en confianza, maravillarse
de la belleza de la liturgia, etc.

Esas respuestas, recogidas este año, demandan un análisis. Ellas subrayan, en


efecto, tres dimensiones antropológicas que tienen necesidad de ser
explotadas en el camino catecumenal y que definen también eso que es la
vocación, palabra que etimológicamente reenvía ha llamado (vocare)
a.- El humanismo greco latino

La primera de esas dimensiones es el humanismo greco latino del cual


nuestras sociedades occidentales son el resultado. En esta tradición, la
divinidad siempre ha sido comprendida como una fuerza a la obra en el
mundo, una fuerza que no dirige la palabra al hombre, que no llama por su
nombre. Al centro de esa teodicea, la noción de causalidad. La divinidad está
al origen de todo lo que es. Y esta noción de causalidad atraviesa toda la
historia del pensamiento occidental (hasta Voltaire, con su gran reloj). Hay
sin embargo, una noción que va a revelarse fecunda sobre el pensamiento
cristiano. Aquella de la naturaleza humana, es decir, el conjunto de
cualidades que un ser humano está destinado a poner en obra para
cumplirse como hombre. Este humanismo presenta algunas debilidades,
notablemente el elitismo pues los bárbaros no pueden pretender este
cumplimiento de la humanidad en ellos, una dinámica positiva es abierta:
“llega a ser eso que tú eres” Y al escuchar a los catecúmenos desear recibir
los sacramentos de iniciación cristiana, esta dinámica se revela bien presente
y activa entre ellos. Ser cristiano, es permitir a su humanidad de cumplirse
plenamente.

b.-El sujeto de la libertad

La segunda categoría, es también heredera de todo ese pasado filosófico de


los siglos XVII y XVIIII se apoya sobre el famoso cógito de Descartes: “pienso
pues existo”. El punto de partida de esta reflexión, la conciencia de sujeto. Y
esta conciencia está ligada a otro concepto esencial de la modernidad- y que
los catecúmenos experimentan-: la libertad. Esta libertad- el Yo-no está dado,
es una conquista. Eloi Leclerc evoca a Pascal en uno de sus libros encuentros
de inmensidad3. El hombre es libertad y eso es su grandeza y su tormento.
”Pues este ser único, ese Yo auténtico que está llamado a ser, o al menos a
hacer el ser, no existe aun. Si él es desconocido, es precisamente porque él
no es del todo dado: él es a construir. Ser uno mismo, es ser para sí. Como
tan bien escribe L. Lavelle, haciendo eco al pensamiento de Pascal: “yo sé que
yo soy y yo no sé qué yo soy. La conciencia que yo tengo de mí mismo es a la
vez luz y tinieblas, no porque el yo es un ser misterioso que la propia
conciencia tendría que revelar detrás del velo que lo recubre, pero porque es
un ser que no existe aun y al cual la conciencia sola es capaz de dar la
existencia que le falta”
3
LECLERC, Eloi, Rencontre d’immensitès, Paris,DDB,1993, p.56-57
Entre los catecúmenos, “el Yo” está interpelado y es un “yo” que está
llamado a decidirse.

c.-El encuentro con el otro

La tercera dimensión presente en los testimonios de los catecúmenos y que


se hace entender a tal punto que esos hombres y mujeres nacidos en el siglo
del encuentro con el otro. Para un filósofo como Emmanuel Lévinas, el punto
de partida de toda la experiencia ética, es decir, lo que solicita la elección, es
iniciada por el encuentro con el otro. El rostro del otro no es, primero, una
percepción sino una interpelación. Él me llama a una respuesta, él me llama a
responderle. Si todas las corrientes humanitarias están en consonancia con
esta filosofía, los catecúmenos experimentan, a su manera, ese deseo de
encuentro con el otro sin duda porque ellos mismos conocen una vida
fragilizada, amenazada por la violencia o la exclusión. Uno puede decir
también que los acompañantes se sienten llamados a actuar a favor de todas
esas personas en búsqueda de Dios, en búsqueda de paz y de un sentido a
sus vidas.

Esas tres dimensiones que son recurrentes en los testimonios de los llamados
informan sobre el proceso de acompañamiento que nuestra Iglesia debe
poner en marcha: respetar la libertad de participación, favorizar el encuentro
con los otros, dar a todo individuo de poder”llegar a ser lo que es”. Ser
llamado supone que la Iglesia adapte su camino de fe a esas dinámicas de las
cuales es portadora toda persona de la cultura occidental. El Texto nacional
para la orientación de la catequesis en Francia4 (TNOC) invita a los agentes
pastorales a concebir las propuestas, siempre más ajustadas, al lugar donde
están las mujeres y hombres que tocan a su puerta.

3.-llegar a ser cristiano


Lo que está en juego, en términos de iniciación no consiste únicamente, en
aquello que uno puede comprender que su existencia es una respuesta a un

4
CONFERENCE DES EVEQUES DE FRANCE, Texte National pour l’orientation de la Catèchese en France Paris,
Bayar Cerf Fleurus-Mame, 2006
llamado- aquel de Dios- pero que ella debe igualmente responder de Dios- El
TNOC ha subrayado el lugar importante de dar a la Palabra de Dios y el
cuidado que dar a la liturgia. Abrir juntos las Escrituras, leerlas y orarlas no
solo con el fin de dar informaciones sobre Dios. Uno abre la Biblia, uno la
medita para escuchar a Dios hacerle una pregunta. “¿quieres vivir conmigo?”
” ¿En Alianza?” “¿En comunión?”. Llegar a ser cristiano en este mundo de
hoy, es saberse destinatario de una llamada y de una promesa y finalmente
de un don. Es la aventura de la fe que durará toda la existencia y que conlleva
una responsabilidad: esa de la respuesta de Dios en ese mundo. Pues llegar a
ser cristiano no es, primero ni solamente, un beneficio personal. Es un deseo
de respuesta a Dios y de respuesta de Él hacia aquellos que han llegado a ser
cristianos. Esta dimensión eclesial no podría estar ausente del itinerario
catecúmenal pues de la entrada en el catecumenado, la liturgia la hace
presente a través de las primeras preguntas realizada al candidato. Sería
contradictorio que toda persona entrando en catecumenado pidiera a Dios
de creer en Él, en su salvación y, al mismo tiempo, no interesarse en la
manera como la humanidad va a responder a Dios. Esta misma invitación a
responder a Dios se encuentra al momento de ”redditio symboli”. Después
de haber sido catequizado por la Palabra de Dios, después que las Escrituras
hayan iluminado la vida del catecúmeno, viene el tiempo, para él, de profesar
la fe y de decir: “el Padre Nuestro”. Eh aquí la respuesta, una respuesta que
es solidaria con esas y esos que dicen también “ yo creo” y me comprometo.

a.- El lugar de la conciencia

Si la primera consecuencia del contexto cultural descrito precedentemente


consisten en ayudar verdaderamente a las personas que se presentan
haciéndolas descubrir un sentido a su vida y una fraternidad que les acoge, la
segunda consecuencia toca la Libertad. ¿Cómo caminar cada uno para que
llegue la Buena Nueva, en ese horizonte que es más dinamizante en una
sociedad globalizada, pluralista, individualista, desintitucionalizada?
En nuestra cultura, el individuo es lo primero. Hay necesidad de cultivar su
diferencia y de pedir ser considerado en su singularidad. Esta reivindicación
se manifiesta en el pedido de poder construir su vida como él lo comprende,
es decir a tientas, cometiendo errores sin que se les reproche. En relación a
este pedido bien específico, la tradición cristiana no está sin recursos. En la
carta a los romanos, el apóstol Pablo recuerda que aun los paganos que no
tienen leyes tienen una conciencia y serán juzgados de la misma manera pues
eso que les viene de Dios les es accesible a través de la conciencia5. El
Vaticano II, notablemente todos esos grandes textos6 donde son valorizados
el hombre o el individuo por el hecho mismo de la conciencia.

A la pregunta práctica de saber cómo permitir a alguien descubrir y haber


suya la Buena Nueva, el itinerario catecúmenal, que le es propuesto, debe
hacer obligatoriamente un llamado a la conciencia, ese ”santuario” como
Gaudium et Spes la llama. En un santuario, Dios no falta, se hace presente. Y,
escuchando a los candidatos contar su historia de vida, es evidente que Dios
se dirige a esta facultad propia de cada uno. La conciencia ha sido despertada
por los encuentros, las lecturas, por la misma cultura, y uno sabe que ella es
ese lugar íntimo, que las leyes humanas defienden. Y sucede que las
Escrituras, en el cristianismo valorizan es lugar de instancia crítica en cada
uno, Un medio a través del cual es posible orientar su vida. Desobedecer la
conciencia, aun cuando ella sea ciega es una falta. La sola responsabilidad
para con ella es iluminarla sino todo individuo llegará a ser “esclavo” como
dice san Pablo. En una cultura del individuo, globalizada como se ha dicho,
todo itinerario catecúmenal debe reconocer a esta instancia un lugar
fundamental. Pues obedecer a su conciencia es responder al llamado que
Dios le dirige. Ese llamado no puede ser que del orden del bien. Dios no
puede llamar al hombre a hacer el mal. Es por eso que la conciencia tiene
necesidad de ser despertada, educada, acompañada y valorizada. La
iniciación cristiana no podrá poner de lado, en su agenda de tareas, ese
trabajo de despertar la conciencia. En 2012, los Obispos de Francia han
5
Rm Chapitre 1 et 2

6
Gaudium et Spes, Dignitatis Humanae, etc
decidido la constitución de un grupo de trabajo sobre el tema: “proponer los
sacramentos de iniciación cristiana y preparar al matrimonio, en el contexto
de la Nueva Evangelización”. En noviembre 2013, la Asamblea plenaria ha
cambiado algunas preguntas: ¿Cuáles son los elementos esenciales que
debieran aparecer en una preparación al matrimonio y qué puntos de
referencia dar a los agentes pastorales? El texto que ha sido publicado
subraya la importancia de una teología del cuerpo y de la ayuda sobre el plan
conyugal a dar. Estos ejemplos, a los cuales sería fácil de agregar aquel de
situaciones personales de los candidatos, que hoy están impedidos de recibir
el bautismo, subrayan la educación necesaria de la conciencia y la llave que
ella constituye para toda la iniciación sacramental.

b.-La responsabilidad de la comunidad

Este tipo de sociedad obliga a las comunidades, y por ende a los


acompañantes, a ser ejemplares y si el número de los catecúmenos viene
aumentando en Francia, no es únicamente por la inmigración, es muy
importante, es porque las comunidades se muestran más vivas. ¿Sobre qué
punto particularmente?

Parece que lo catecúmenos, antes de comprometerse en un caminar, desean


tocar eso que el Evangelio produce. No es suficiente de decir las palabras de
la fe en nuestra sociedad, aun las grandes fórmulas de la fe, para que eso
tenga un impacto suficiente sobre nuestros contemporáneos. Las personas
quieren darse cuenta de aquello que la fe realiza concretamente. Hace una
treintena de años, uno se afrontaba sobre las ideologías. Nos quedamos en
sociedades ideológicas (el concepto es a decir en plural) pero el diálogo se
posesiona en relación a la puesta en obra de las ideas. Uno puede pensar
todo eso que uno quiere, tener convicciones religiosas, política, culturales
extremadamente diversificadas y exprimirla sin que ello llegue,
sistemáticamente, a esos desfiles en las calles. Eso que interesa a las
personas, es a saber- para poder volver a la fe-aquello que ella da a vivir. Esta
situación es comparable a aquella del Evangelio cuando los discípulos de Juan
el Bautista preguntan Jesús ¿Dónde vive? La respuesta de Cristo es
aquella que nosotros vamos a formular: Vengan y vean. Y esta respuesta
compromete pues si la comunidad- y más particularmente los
acompañantes- no viven la fraternidad, si ellos no respiran la alegría de la
cual ellos se dicen beneficiarios leyendo el Evangelio, hay fuertes
probabilidades que el Cristianismo no aparezca creíble para aquel que busca
a Dios. Y ese desafío lanzado hoy a la Iglesia no toca, únicamente, aquellas y
aquellos que buscan una sabiduría, una alegría. Aquellos que creen en los
ideales morales se muestran exigentes en cuanto a la puesta en obra de eso
que nosotros, cristianos, decimos. Es por eso que las comunidades están
llamadas a llegar a ser ¡exemplares! El Cristianismo será creíble ahí donde su
decir y las exigencias que él pone encuentren una verificación que toda
persona pueda encontrar. La historia de la cristiandad recuerda el llamado
evangélico no es propagado a partir de las ideas sobre Dios, sino sobre una
experiencia donde el Evangelio es vivido. El papa Benito XVI lo recuerda. Al
origen del hecho de ser cristiano, no hay un decisión ética o una gran idea,
sino el encuentro con un acontecimiento, una Persona, que da a la vida un
nuevo horizonte y por ello su orientación decisiva,7 Reflexionando, eso
significa que creer- para un cristiano- supone que no hay pruebas. Él cree
sobre la Palabra. Y esa Palabra amerita confianza por el hecho que esas y
esos que la dicen ponen en obra la vida misma de Cristo. Y uno sabe que al
Palabra no es solo palabras que son dichas o repetidas sino también la vida
que es llevada a causa de las palabras que son dichas. En la medida donde
Cristo llama hoy a las persona que nosotros tal vez, no habríamos elegido,
que él desea hacer “sus amigos”, la vida cristiana de nuestras comunidades
¿es capaz de acercarse, a no importa quien, para hacer de ella una hermana,
un hermano? La iniciación cristiana no es en un sentido único, donde
nosotros no tendríamos que solamente entregar nuestro mensaje y
autentificar el camino hecho. Ella fluye en la comunidad y la interroga de
manera quemante sobre la fe en sus actos. ¡Ella también está llamada a
responder de Dios!
7
BENITO XVI, Deus Caritas est, decembre 2005,nº 1
Para concluir

Exponiendo un poco largamente ese mundo plural e individualizado que la


Iglesia en Francia descubre, sabiendo que las instituciones han perdido de su
credibilidad en los últimos años. La iniciación cristiana en estos cambios de
época supone un acompañamiento variado de todas las personas que tocan a
la puerta. No pudiendo encerrar la aventura de llegar a ser cristiano en los
márgenes institucionales fijos pues las personas que se presentan muestra un
recorrido de vida extremadamente variado, es tranquilizador de ver que el
llamado de Dios resuena de muchas maneras. Esta pluralidad de formas en el
acceso al camino catecúmenal necesita una iniciación sacramental que
corresponda y también un acompañamiento que sepa encontrar el punto
donde están las personas y componer con ellos. Queda que ese pluralismo
pone una pregunta temible a la Iglesia local, a los cristianos que la
componen, que acojan e inician todos esos candidatos venidos de horizontes
diversos. ¿Son ellos son capaces de ser un lugar de verdadera comunión, un
lugar donde todos los itinerarios propuestos, todos los acompañamiento
desplegados puedan tener una sinergia, sin que haya conflicto, exclusión de
cualquier orden que se sea? Esta comunión concierne los carismas de cada
uno, que son variados, ordenados los unos a los otros siguiendo el esquema
corporal que el apóstol Pablo utiliza por explicar la Iglesia. Ella interroga la
eclesiología que nuestras comunidades despliegan pues el desafío al que esos
hombres y mujeres que han escuchado el llamado de Dios nos confronta es
aquel de poder hacerles encontrar iglesias donde esa diversidad de dones y
de carismas esté bien articulada en una comunión. Reflexionar a la iniciación
cristiana en un cambio de época no llama únicamente a una reflexión de
orden pedagógico o espiritual, ella interroga la eclesiología que nuestras
comunidades despliegan pues el desafío de aquellos hombres y mujeres que
han escuchado el llamado de Dios nos confrontan con aquel de poderles
hacer encontrar en las iglesias donde esta diversidad de dones y carismas
está bien articulada en una comunión.

También podría gustarte