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LEYENDA DEL CHIHUACO: De “huaqa o waqaq” = llorar y “chi” = imitación de manera de llorar.

Cuentan que allá por el siglo XVIII, vivía un humilde joven enamorado de la hija del dueño de una de
las Haciendas de la ciudad de Tarma. Sin embargo, a pesar de que su amor era correspondido, era el
padre de la muchacha, el que no permitía la relación por la diferencia de clases sociales; al punto de
que, si éste lo veía cerca de su hacienda, enviaba a sus peones a ahuyentarlo. Es así que, cierto día,
el joven, desafiando al progenitor de su amada, se escurrió furtivamente en la hacienda e intentó
acercarse a ella, mas, el padre, alertado por su presencia, envió tras él, a sus hombres y a sus más
fieros galgos, por lo que el muchacho se vio obligado a refugiarse en la campiña, donde se rodeó de
todo tipo de pájaros con los que cantaba tristes melodías.

Transcurrieron así varios días, hasta que el joven cansado de ocultarse, decidió ir en búsqueda de su
amada y enfrentar de una vez por todas a su padre; por lo que se armó de valor y, una noche en que
la luna iluminaba el paraje como nunca antes lo había hecho, se adentró en la hacienda, llegó bajo el
balcón de la muchacha y entonó débilmente una dulce tonada, la que fue escuchada por la joven,
pero también por el padre quien, encolerizado y, tomando su arma, salió al encuentro del
enamorado y le infringió un tiro certero en el pecho.

El muchacho, con la vida pendiendo de un hilo, corrió rumbo al campo y cayó sobre las flores, con la
mirada dirigida por última vez al cielo. Entonces, pájaros de distintas especies y colores, acudieron
en bandadas revoloteando a su alrededor, gorgojeando trinos de tono lastimero. De pronto, una
espesa niebla cubrió el cuerpo del muchacho, solo para dejar ver al disiparse, en el lugar donde yacía
éste, un pájaro de color plomo gris, que parecía gritar, llorando quejumbroso: “chiaq”, “chiaq”,
“chiaq”.

El pajarillo, levantó vuelo rumbo a la hacienda, donde la joven lloraba desconsolada presagiando la
desgracia; y se posó en su ventana emitiendo melancólicos trinos, como si con ellos, se despidiera
para siempre de su amada; luego nuevamente levantó raudo vuelo y se perdió en el horizonte.

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